jueves, 2 de noviembre de 2017

6.2) Misteriosa reunión en el castillo



El artífice del grupo heroico o suicida que había trabajado en Barraca Sola y sus áreas colindantes ya estaba listo, y también su compañera sentimental. Tenían que estar en el Castillo Real a media mañana y asistir a ese misterioso encuentro con la soberana del reino insular. Por más que durante los últimos días estuvieron preguntando a ese respecto, unas veces con más discreción que otras, no obtuvieron respuesta alguna acerca de ese motivo concreto, de manera que solo podían hacer conjeturas más o menos vagas. Al menos, era una incógnita absoluta para el originario de Las Heras, y para su trío de amigos (y compañeros de copas), dado que a las hermanas de aura lila, a la Consejera de Salud y Asuntos Médicos del reino y a la princesa Elvia, que había vuelto a Insulandia en los últimos minutos de la Gran Catástrofe, y después de haber finalizado su misión diplomática; la propia reina Lili les había pedido que actuaran como escoltas de Eduardo, Kevin, Lursi y Oliverio en esa reunión, de la que también formarían parte activa la Consejera de Desarrollo Comunitario y Social, Lía, y el jefe de la Guardia Real insular. Como cualquiera otra persona en la capital – en todo el país… en todo el continente… – Eduardo e Isabel habían pasado las últimas jornadas trabajando a sol y a sombra en las restauraciones de su casa, dando prioridad a las que eran más urgentes. En La Fragua, 5-16-7 las tejas destruidas y vidrios rotos habían sido reemplazados por material nuevo, de producción relativamente reciente, el techo arreglado de extremo a extremo, la puerta que unía la sala principal con la cocina-comedor diario reinstalada en su lugar, donde tuvieron que cambiar una de las bisagras, y cada uno de los escombros dispersos en los pasillos y los ambientes removidos y, de acuerdo a sus materiales componentes y nivel de daños, destruidos o enviados a una planta TCD para que los reciclaran. Al mismo tiempo, había destrozos que, al menos en el corto o muy corto plazo, no podrían recuperarse. Ambos residentes habían calculado en unos treinta y siete mil trescientos setenta y cinco soles (el signo monetario de las hadas en todo el planeta) lograr la reconstrucción y recuperación completas de su casa, que no insumirían menos de un mes.
Ergo, estarían ocupados hasta fines de Abril.
_¿Para qué nos querrá ver la reina Lili? – se preguntó otra vez, en voz alta, Eduardo, echándole un vistazo a una serie de goteras que él y su compañera sentimental habían tapado el día anterior. Era algo provisorio, hasta que pudieran comprar los materiales para hacer el arreglo definitivo. No había llovido en estos días y tan solo unas pocas nubes blancas habían aparecido en la inmensidad celeste –. Me crucé con ella al menos una decena de veces desde el fin de la Gran Catástrofe y cada vez que le estuve por preguntar acerca del motivo de la reunión planeada para hoy en el castillo cambiaba rápidamente el tema de conversación y se hacía la distraída.
Sentado al pie de su lado de la cama, se acomodaba los lustrosos zapatos que hacían juego con el traje especial, continuando con la observación del entorno. Ese dormitorio hoy compartido – hasta hace dos días, exclusivo de Isabel – no había quedado al margen de los embates de la destructiva inclemencia, aunque para mucha o toda la fortuna de sus ocupantes no resultaron graves. Esos daños en el dormitorio no habían ido más allá de algún que otro manchón en las paredes, allí donde se filtrara el agua y de esta quedara estancada una cantidad ínfima, y esos dos tríos de goteras en el techo. Solucionados ya esos daños menores, restaba que le dieran una nueva capa de pintura al dormitorio como un todo, principalmente a las paredes, algo que estaba pendiente aún desde antes de la catástrofe natural. El arqueólogo no era ni siquiera amigo de usar traje ni zapatos, y jamás había demostrado un mínimo de interés en ocultarlo ni disimularlo. La indumentaria seleccionada era un pantalón de vestir, negro, y una camisa de mangas largas con cuello cerrado de color azul marino, con cuatro botones al frente, una capa con capucha del mismo tono de ese color, anudada al cuello y los hombros, y los zapatos, que hacían juego con el pantalón. Llevaba también su ya acostumbrado reloj de oro, antes perteneciente al progenitor de su novia, en el bolsillo de la camisa cuya cadenita estaba sujeta al cinturón, un pin plateado en el pecho de la prenda superior, del lado derecho, con los colores y la forma del escudo patrio de Insulandia, y una cinta en la muñeca izquierda  que representaba la bandera del reino. Esas eran prendas cien por ciento masculinas que las hadas le obsequiaran cuando aún estaba sin conocimiento.
_En mi caso, solamente una posibilidad, pero con respecto al tuyo no tengo ni la menos idea – aseguró el hada. Estaba sentada sobre la cómoda y, como fácilmente pudo apreciar su compañero, era el polo opuesto en ese sentido. Isabel pertenecía a aquella clase de seres feéricos que amaba, y bajo ningún concepto dejaba escapar la oportunidad de hacerlo, usar la vestimenta y el calzado más tradicionales en cualquier tipo de evento. Lo hacía particularmente en las regulares reuniones que sostenían los altos directivos y personal en el Museo Real de Arqueología. Era parte además, había informado en su momento la hija mayor de Wilson e Iulí, de ser un hada de la belleza: lucir hermosa constantemente – ayer a la tarde estuve hablando con algunos funcionarios de rango medio y alto, a propósito de las reparaciones en un conjunto de oficinas del MRA en el Castillo Real, y aseguraron que tampoco tienen idea. Kevin, Oliverio y Lursi también ignoran el motivo de la reunión, y mi hermana, la princesa Elvia y Nadia están en la misma situación que yo. Si, la heredera al trono también – se anticipó Isabel a las posibles reacciones de su novio – y eso cuando menos es extraño. Ella no solo es la futura reina de Insulandia, sino también una funcionaria de la jerarquía más alta, y generalmente conoce todo lo que pasa en el poder político.
_Será porque es la compañera formal de Oliverio., sugirió el arqueólogo, terminando al fin de arreglarse, aun sin comprender la necesidad de llevar la capa con capucha y la cinta en la muñeca.
_Puede ser. Pero la reina Lili hizo mención ayer, con la salida de los primeros rayos solares, sobre que quienes tenían, o tienen, que estar presentes son nuestros amigos y vos – dijo el hada, que también había terminado de prepararse. Llevaba un vestido casi idéntico al que usara en la ceremonia del otoño, solo que de otros colores, y también tenía una capa con capucha, la suya lila –. No entiendo, mejor dicho no comprendo, cual es la razón para que estemos presentes las chicas y yo como sus escoltas. Salvo que eso se deba a que Elvia es la Consejera de Cultura, Nadia y Cristal, que son médicas, podrían hacer falta, ya que ustedes cuatro todavía no se recuperaron del todo, y yo soy la compañera de amores del único ser inteligente no elemental que vive en este planeta. Nadia, además, es también una funcionaria de alta jerarquía.
_O por el solo hecho de que son nuestras compañeras sentimentales y formales – agregó Eduardo, poniéndose de pie, extendiendo los brazos para acomodarse las mangas y cerciorándose de no dejar olvidados en el dormitorio los cigarrillos y el puñado de soles –. Ese es otro de los aspectos compartidos entre las dos razas, la feérica y la humana, en parte por la transculturación y en parte por la simultaneidad. Se supone que en una pareja, ya sea en los tiempos durante el noviazgo o el matrimonio, uno de los componentes tiene la obligación irrenunciable de permanecer al lado del otro en cualquier circunstancia, sin importar si aquella es buena o mala. Esa es una de las maneras en que se pone de manifiesto el amor de verdad, el que un hombre siente por una mujer, o una mujer por un hombre – y le preguntó –. ¿Nos vamos ya, Isabel?; yo ya estoy listo.
En su momento, había pensado en la palabra “simultaneidad” ante el vacío al no poder hallar otra que fuera tanto o más adecuada. Con ella hacía referencia a los aspectos que eran comunes a las dos especies, desarrollados por amas al unísono o en primer lugar por las hadas, ya fuera que estar hubiesen usado el Espectador, o no, para observar el comportamiento y la conducta de los seres humanos, como grupos o individuos.
_De acuerdo, vamos; yo también estoy lista – convino Isabel, tomando con la diestra la mano izquierda que había extendido Eduardo. Pensaba en la raza humana con un cierto grado de detenimiento, o de atención. Lo venía haciendo desde que a comienzos del año ocurriera la anomalía en el espacio y el tiempo, instante en que su colega hiciera su ingreso al planeta de los seres elementales y l sociedad feérica – Que sociedades tan cambiantes y complejas forman los individuos de tu especie, Eduardo. Con razón a las hadas nos resulta tan complicado el hecho de lograr una convivencia armónica entre la transculturación y… ¿cómo la llamaste vos?... ah, si, ya me acordé; la simultaneidad. No nos es sencillo.
_Si, se nota que les cuesta lograrla., ironizó su compañero sentimental, acompañando la ironía con una sonrisa burlona, trasladando sus pensamientos y su mente a una lista que había estado escribiendo, tras su despertar a inicios de Marzo.
Era eso, había Eduardo reconocido en ese momento, al darse cuenta del lugar en que se encontraba, lo que debía hacer sin pérdida de tiempo, si sus deseos e intenciones eran adaptarse con celeridad a su nuevo (e inadvertido) hogar y comprender a la sociedad feérica y su idiosincrasia.
_No te podés guiar únicamente por esa lista que estuviste escribiendo desde esa tarde hasta anoche – le aconsejó la dama, en tanto abandonaban el dormitorio. Ya la había leído, y aunque la encontraba interesante e instructiva… –. No discuto la utilidad tan grande que tuvo, tiene y va a tener, pero solo constituye una parte de lo que estás buscando, que es la adaptación y la integración.
_¿Te parece?.
_No me parece, estoy convencida de eso. Tendrías que ir al Castillo Real uno de estos días. La biblioteca allí tiene miles de libros, enciclopedias y eso. Para ser exacta, son ciento cincuenta y nueve mil trescientos setenta y un volúmenes agrupados en varias categorías o rubros, que también te podrían servir – indicó su novia – Pero eso que quede para otro momento. Esperan nuestra presencia en el castillo para quien sabe qué cosa.
_Ayer supe que habían empezado la construcción de un edificio propio para la biblioteca, en el barrio Villa Rossa. Sostiene que por esa cantidad y todo lo demás el espacio que ocupan en el castillo les resulta insuficiente., recordó Eduardo.
_Si, yo también lo escuché – dijo Isabel –. De hecho, van a mudar toda la biblioteca allí cuando l sobras lleguen a su término. Sostienen que eso va a pasar en la segunda o la tercera semana de Febrero del año que viene.

Y dejaron el dormitorio.



Continúa…



--- CLAUDIO ---

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