_Perfecto, Lía. Allí están viniendo por
nosotros – se entusiasmó el experto en arqueología submarina, devolviendo el
bebé a su progenitora, exhalando aire en señal de triunfo y recuperando la
bolsa allí dejada por el artesano-escultor, ahora que el y Lía contaban con
ayuda para transportarla –. Acá ya no nos queda nada por hacer. ¿Estás lista
para viajar?.
_Estoy lista – aseguró el hada de aura
turquesa, agarrando con firmeza a su hijo –. Pero, ¿de verdad nos habrán
visto?.
_Yo diría que si – confió el arqueólogo,
observando el trío de luces –. Proyectaste ese par de rayos a una altura más
que suficiente y hace unos momentos me contaste que sos la única hada que tiene
el aura de color turquesa en este sector del barrio Arroyo Brillante. Por lo
menos, esos tres seres feéricos que se están aproximando saben que estás bien…
no del todo, pero bien. Quedémonos en un lugar donde nos puedan ver fácilmente…
justo acá.
Pero en el exacto momento en que las tres
luces empezaban el descenso, en línea recta, el rescatador (y partero
voluntario) de Lía había dado un mal paso, al asir la bolsa que ahora pesaba
alrededor de cinco kilogramos y querer echársela sobre la espalda. Un tropiezo
con una rama hizo que perdiera el equilibrio y cayera de bruces al maltratado y
embarrado suelo, en lo que debería ser la vereda, golpeándose cada centímetro,
cada parte, de la cara. Lo último que alcanzó a divisar, además de la cantidad
de barro y hojas, fue el resplandor generado por el trío de hadas que ya estaba
planeando sobre las copas.
Después, la oscuridad total.
Igual que aquel día tras la eyección de la
cabina del avión.
“Allí vamos de nuevo”, dijo, resignado, en su
mente.
Lo dicho.
Exactamente igual.
Cuando abrió los ojos se dio cuenta al
instante que se encontraba en un lugar nuevo, desconocido para el hasta ese
momento. No le costó trabajo ni esfuerzo alguno reconocer que se trataba de una
habitación en una instalación médica, una en el Hospital Real – la chapa en la
puerta así lo indicaba –, y el estaba tendido boca arriba sobre la cama
intermedia, de un total de tres, separada por biombos del otro par. Un lugar
bonito, muy bien cuidado y mantenido. Tal vez se debiera a eso el que haya
recibido únicamente daños menores en el momento del catastrófico y devastador
ataque de la naturaleza. Alguien abrió la puerta justo cuando el iba a
observarlo todo con detenimiento.
_Tal vez a estas palabras las hayas escuchado
antes, pero de todas maneras las pienso pronunciar de nuevo, todo lo que puedo
recordar, porque las situaciones son prácticamente idénticas. Si hasta
despertaste cuando no había una sola alma en el dormitorio – anunció una voz
femenina, con aires y expresión de felicidad inmensa –. ¿Con que despertaste
ya, eh?. Cuanto me alegro por eso, de verdad. Eso quiere decir que hicimos bien
nuestro trabajo, que t pudiste recuperar completamente. ¡Y vaya que lo hiciste,
por cierto!. ¿No es así, Eduardo?- No existe ninguna razón para alarmarse, ni
tampoco para hacerse el dormido. Escuchamos tus pasos desde la sala y por eso
supimos que habías despertado, que habías abierto los ojos. Y a propósito,
Eduardo, vos estabas sin conocimiento, no durmiendo. Hay diferencia en eso.
Continúa…
--- CLAUDIO ---
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