jueves, 26 de octubre de 2017

5.10) Isabel informa a Eduardo



Silencio en el pulcro dormitorio.
Eduardo reaccionó poco sereno.
Era Isabel.

_¡¿No habré estado otros cincuenta días sin conocimiento, no?!.

Fue la reacción más instintiva de su compañero sentimental, llevándose ambas manos a la cabeza (sentía un dolor leve en el lado izquierdo), y se preguntó si no estaría corriendo la segunda quincena del mes de Mayo. “¿Podría esto de perder el conocimiento convertirse en una constante?”, se preguntó en la mente.
_Podés estar tranquilo – indicó el hada de la belleza, con lágrimas de emoción, y se sentó a un lado de la cama. Con el oído atento, Eduardo descubrió que ya no llovía, no corría el agua ni soplaba aquel fuerte viento – Esta vez no fueron cincuenta días. Apena un poco más de tres. Estamos en la tarde del Nint número veintiocho, o el veintinueve de Marzo, en el neo calendario – consultó su reloj y agregó – Las catorce horas con quince minutos.
Y se abalanzó sobre su novio, ya sin poder contenerse ella misma, porque no lo deseaba, ni a sus lágrimas. Pocas veces se la veía en ese estado emocional tan efusivo. Esta era una de ellas, sabiendo que su compañero sentimental, el primer hombre en su vida, se encontraba a salvo, aunque no ileso. Lo abrazó con la debida fuerza, antes de continuar con el relato.
_A este remedio curativo – levantó un frasquito de color ópalo que estaba sobre la mesita de luz, sonaba temblorosa su voz, producto de la emoción – lo llamamos, y no te vayas a reír porque yo no elegí el nombre, “A dormir ahora” – fue ella quien soltó la risa; con un nombre así para un medicamento no podía evitarse –. Es tan fuerte que una sola gota alcanzó para mantenerte dormido, y por lo tanto relajado, por un término de seis horas. Es el somnífero más potente del mundo. Fue muy útil para que pudieras recobrar tus energías. Estabas sin conocimiento, de acuerdo, pero esa es otra cosa. Eduardo, yo… estoy muy orgullosa por todo lo que hiciste allí afuera, y contenta en grado extremo porque hayas podido volver, cumpliste con tu palabra – levantó una mano y le señaló con los ojos el anillo dorado de compromiso –. Esa actuación heroica durante la catástrofe natural y la promesa que cumpliste por supuesto que merecen un premio.
Un beso prolongado y cargado de pasión.
_Magnífica recompensa. Voy a procurar, entonces, que en lo sucesivo del futuro existan muchas más actuaciones con heroísmo y cumplir promesas con mayor frecuencia – decidió el originario de Las Heras, a lo que su novia, para variar, reaccionó sintiendo como se le iban enrojeciendo las mejillas. Los piropos de parte de su compañero sentimental eran otra constante en la relación, lo eran desde aquella tarde en La Bonita –. ¿Y vos cómo estás?.
_En este momento estoy tranquila… comparativamente con los últimos días. Estuve con el corazón en la boca y comiéndome las uñas, y eso último fue literal, hasta que las hadas médicas nos vinieron a decir a mi hermana y a mí que te habían encontrado sin conocimiento junto a las ruinas de la casa de Lía. Con susto y muerta de preocupación desde ese momento hasta que entré recién a esta habitación – le dijo Isabel, sirviendo agua en un vaso y ofreciéndoselo al experto en arqueología submarina, que lo tomó y bebió un sorbo corto –. Nuestros amigos y vos, igual que otras decenas de miles dentro y fuera de Insulandia, quedaron como auténticos héroes ante toda la Ciudad Del Sol y los seres elementales como un todo tienen a esa acción como algo que merece un reconocimiento público más que ese beso de hace un rato, los aplausos y las palabras de elogio – calmarse era algo que le estaba costando trabajo – Hace tan solo una hora se confirmó que la reina Lili y la Consejera de Cultura les van a dar cuatro de las miles de placas conmemorativas, porque las tienen bien merecidas; y a vos, además, la Medalla de la Natividad, que es un premio que le dan a las hadas médicas la primera vez que asisten a una mujer embarazada en el parto y…
_¡A los cuatro! – reaccionó Eduardo con brusquedad, alarmado y haciendo un esfuerzo por traer esos recuerdos al presente. Y qué bueno que traía el pantalón y una camisa, porque se puso de pie con el firme propósito de dejar la habitación y averiguar qué suerte habían corrido sus tres amigos, los otros suscriptores del convenio de sangre –. ¡¿Qué pasó con Kevin, Lursi y Oliverio?!, ¡¿están bien los tres?!, ¡¿cómo se encuentran Lía y su hijo?!... ¿y qué fue de esa bolsa con todas las cosas que recuperamos?... necesito saber, necesito conocer…
_¡Eduardo, no tan alto, por favor, que esto es una instalación médica! – le pidió su compañera sentimental, conservando la expresión de alegría. Tomándolo por ambas manos lo obligó a volver a la cama, aunque el arqueólogo rehusó acostarse otra vez –. Los tres se encuentran en excelentes condiciones. Bueno, Lursi no lo está tanto. Se fracturó la pierna izquierda y ahora está usando tablas y vendas, y Nadia sostiene que va a permanecer con ambas al menos hasta que finalice la segunda semana de Mayo o empiece la tercera. Sanar o curar cualquier hueso desde luego es una tarea compleja. Oliverio y Kevin no estuvieron internados en este lugar más de doce horas. Fueron casos menores, por usar las palabras correctas. . De esa salida heroica no recibieron otra cosa más grave que raspones en las articulaciones, heridas cortantes diminutas en la cara y la ropa rota, sucia y mojada, algo todavía más insignificante. Los tres nos están esperando en la planta baja de este hospital. En realidad, solo Kevin. Oliverio y Lursi se encuentran allí únicamente para recibirnos y saludarte, porque después van a reincorporarse a sus respectivas obligaciones. Los seres feéricos necesitamos de cualquier ayuda que podamos conseguir, y los médicos y todo el personal con conocimientos y experiencia en ingeniería tienen que estar desde el principio. Tenemos que volver a poner a punto las instalaciones médicas y muelles locales, que forman parte de las estructuras vitales de nuestra sociedad. Y los médicos… bueno, hay cientos de miles que de una u otra forma necesitan su ayuda. Los artículos que encontraron Kevin, Lursi, Oliverio y vos están siendo restituidos muy de a poco. Diría que fue únicamente el cinco por ciento del total lo que fue devuelto hasta ahora, porque no es una tarea sencilla localizar uno por uno a todos los propietarios y lograr que reconozcan sus pertenencias. Además, hay cosas más importantes que fotos o alhajas – por fin pudo recuperar la calma, aunque todavía tenía los ojos llorosos y le temblaban las manos y las piernas –. Lía y su hijo están sanos y salvos, y tengo que decir que eso se debe a tu labor como “médico partero” en su casa. Allí también tuviste todos los factores en contra. Es más, a ese respecto tengo que decir que me llenó de dicha y orgullo que lo hayas hecho, porque Lía fue ayer y es hoy una de mis mejores amigas. Ella dijo que en agradecimiento por haberla ayudado a dar a luz va a llamar Rafael a su hijo. Lo hizo ya, de hecho, en la mañana de ayer. Es un bebé encantador – hablando de bebés, la mente de Isabel parecía tener reservado un lugar para pensar en… – Treinta y siete punto ocho centímetros de altura y tres kilogramos quinientos sesenta de peso. También nos están esperando en la planta baja, porque la invité a que viniera con nosotros. Va a quedarse por un día, o tal vez dos, hasta que quede listo su dormitorio temporal en el Castillo Real. Allí va a vivir por… que se yo, tres meses y medio, al menos. Su casa fue completamente destruida, así que va a levantar una nueva desde cero, justo al lado de donde están las ruinas de la actual, a su izquierda – una pausa – El caso de Lía es prioritario entre quienes se quedaron sin hogar, porque dio a luz hace muy poco tiempo. ¿No te importa que vivan con nosotros, o si?.
Eduardo se alegró para sus adentros.
Moviéndose y trabajando en equipo, el y sus mejores amigos en este mundo pudieron llevar a buen puerto las metas propuestas en los instantes previos a abandonar la casa en La Fragua, -16-7, además de haber hecho un exitoso debut del convenio de sangre. “El heroísmo suicida valió la pena”, fue su conclusión.
_Para nada, no me molesta. Lía me cayó muy bien. Estamos hablando de tu casa y de una persona que se encuentra atravesando un momento muy malo. Ese es uno de los compromisos que conlleva  la amistad, la ayuda a quine la esté necesitando en los buenos momentos y en los malos. Y no creo, hablando acerca de eso, que merezca un honor como ese, que ella haya decidido ponerle uno de mis nombres a su hijo – argumentó con modestia Eduardo, volviendo a ponerse de pie. No tenía dolor alguno ni sentía cansancio. Las hadas médicas habían vuelto a hacer maravillas, logrando restituirle toda la energía perdida durante la tortuosa recorrida – cualquiera hubiera ayudado de muy buena gana a una persona en dificultades, máxime a una mujer embarazada a punto de dar a luz – y llegó el momento de la broma clásica –. Y que bueno que venga con nosotros, de verdad.  ¿Te podés dar una idea siquiera aproximada de lo bien que voy yo a quedar, viviendo no con una sino con dos mujeres que desbordan belleza?... ¡era un chiste, era un chiste!.
Un gruñido por parte de Isabel.
_El mismo guarango de siempre – se quejó el hada, aunque no lo hizo en serio. La hermana de Cristal de sobra sabía que Eduardo, sentimentalmente hablando, tenía ojos solamente para ella –. Pero no podemos irnos de esta habitación todavía. Al menos, vos no podés hacerlo.
_¿Por qué?.
_Mirate en el espejo.
Eduardo hizo caso.
Estaba despeinado y requería de otra ropa. Llevaba pantalón largo y camisa con mangas cortas de color celeste, con la inscripción y el logotipo del lugar en el pecho. Eran las prendas que las hadas médicas daban a los pacientes en el hospital real. Las de las mujeres eran de color rosa.
_La tuya está acá, lavada y planchada., indicó su compañera de amores, abriendo la puerta de un armario.
_Gracias por avisarme., dijo Eduardo, quitándose la camisa.
_De nada – contestó Isabel –. ¿No vas a pedirme que salga mientras estás cambiándote?.
_¿Para qué?. No hace ninguna falta. Anatómicamente hablando, no existen lso secretos entre nosotros.
_¡Grosero!.
Pegó un giro de ciento ochenta grados, cruzando los brazos, manteniendo firmes las piernas y conservando el característico tono rosa en las mejillas. No volvió a la anterior postura sino hasta un sexto de hora después, cuando su novio terminara de cambiarse y ponerse los zapatos. Siguiendo las indicaciones de un cartel con letras rojas, sobre la higiene y la salubridad, puso la ropa celeste en un cesto al pie de la cama.
_Ya estoy listo – anunció –. Salvo que aparezca un hada médica aquí y ahora, en este lugar ya no me queda otra cosa por hacer, salvo, claro está, agradecer al personal por las atenciones y haberme salvado la vida. ¿Nos vamos ya, Isabel?.
Vamos – convino su novia, tomando con la diestra la mano izquierda de Eduardo. Su destino inmediato era el ascensor mecánico que los llevara desde el cuarto piso hasta la planta baja – Es verdad lo que dijiste sobre Lía. Cualquiera hubiera ayudado como lo hicieron Kevin y vos. Pero las hadas teníamos el convencimiento de que ella había abandonado su casa cuando el desastre natural estaba pasando de moderado a fuerte, e ido a un lugar seguro. Un grupo de liuqis que vivía a escasos metros de su hogar creyó haberla visto escapar con el auxilio de un hada del Consejo a su mando, pero fue una observación incorrecta. Los liuqis estaban tan asustados y desesperados, y la visibilidad era tan baja, que empezaron a confundir los bultos y otras figuras que se movían en el suelo. Por eso nadie se preocupó. Recién nos convencimos de lo contrario cuando vieron esa señal de socorro de color turquesa. Por otra parte, las hadas no podíamos saber lo del alumbramiento, porque estaba previsto para la segunda semana del mes que viene – finalmente, acabó reconociendo –. Tengo que admitirlo. Hicieron el papel de héroes y les salió muy bien. Hasta existen, como ya te dije, unos pocos propietarios que están empezando a recuperar sus pertenencias, esas cosas que ustedes encontraron en la calle. Los felicité a ellos y ahora te felicito a vos, y Nadia y Cristal también lo hacen. Ahora nos vamos. Vamos a caminar unos pocos metros, y tenemos por delante, supongo, diez minutos hasta nuestra casa.
_¿Diez minutos?. Entonces, es cierto que instalaron nuevas puertas espaciales – dijo Eduardo, que había escuchado los comentarios durante la salida, en el centro médico de Barraca Sola –. Aunque podríamos caminar. De esa manera puedo aprovechar para observar, puede que con detenimiento, los destrozos, y en base a eso pensar en cual puede ser la mejor manera de ayudar.
_Es un pedido de la reina Lili y Nadia, y bastante acertado, según mi opinión. Oliverio, Kevin, Lursi y vos están sobreexpuestos, y no creen que eso les vaya a ayudar en su restablecimiento completo – avisó el hada de la belleza a su compañero sentimental –. Además, ellas y yo sostenemos que el viaje a pie hasta Barraca Sola, al que consideramos en un principio, y solo eso, podría resultar perjudicial para vos. Una vez más estuviste sin conocimiento, y una distancia como la que existe entre el Hospital Real y nuestra casa tendría, insignificante pero lo tendría, un efecto negativo. Estamos convencidas de que ese somnífero que te dimos tuvo los resultados que esperábamos, pero eso no quiere decir que nos vayamos a arriesgar. No es mi deseo ni de lejos que el hecho de verte y tenerte como paciente en una instalación médica pase a ser una rutina. ¡Pero vamos a ponernos en movimiento, porque allí abajo nos están esperando!.
_Las damas primero., indicó Eduardo, cediéndole el paso a su novia.



Continúa…



--- CLAUDIO ---

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