martes, 22 de agosto de 2017

3.13) El pedido de Wilson

_Si, nos vamos. Cristal y yo tenemos… asuntos que atender – confirmó su compañera sentimental, sonrisa tímida mediante, dirigiendo también la respuesta al jefe del Mercado Central de las Artesanías, que había girado cuarenta y cinco grados para observar. Las atractivas hermanas ya empezaban a caminar hacia el acceso –. No vayan a extrañarnos, eh…
_Y compórtense los dos, por favor – agregó oportunamente Cristal, tomando un atado de cigarrillos de la mochila de su novio, al pie de la silla de este. Lo hizo vía telequinesia – porque no vayan a creer ni por un segundo que no me di cuenta como nos miran ustedes dos, Eduardo y Kevin, a mi hermana y a mi cuando las dos nos estamos… 
_Pero, ¿qué culpa tenemos mi amigo y yo de que Isabel y vos sean más agradables a nuestra vista a la ida que a la vuelta?., le preguntó, con palabras buscadas y educadas, su compañero de amores, de profesión escultor, con una fingida expresión de desconocimiento en la cara, a lo que las hadas de aura lila reaccionaron sonrojándose, para variar.

“Eso es cierto”, pensó el originario de Las Heras, al tiempo que las hermanas y ambas almas solitarias abandonaban el bello recinto y desaparecían en el corredor.
_Es uno de los muchos aspectos que Cristal e Isabel recibieron por herencia materna. Yo conozco a Iulí desde muy joven, prácticamente desde que nació, y puedo decir… ahora que no me está escuchando, que era más hermosa cuando iba que cuando venía. Y lo sigue siendo. Por supuesto que no fue eso lo único que me atrajo de ella, pero contribuyó… y mucho -  apuntó Wilson. Había visto “irse” a su eterna compañera, Iulí lo había detectado y de nuevo sus mejillas hubieron de adquirir la tonalidad grisácea –. Quiero hablarles del futuro. De las chicas – empezó –. Ellas son mis hijas, de modo que desde ya les voy a pedir que las cuiden mucho, por favor. A Iulí y a mi, también a Iris, por supuesto, nos hace muy bien su presencia en este lugar. Nos alegran mucho esta dura y compleja existencia que llevamos. Todas las hadas lo hacen, pero no es lo mismo. Lo que Iulí y yo sentimos es algo innato de todas las especies, el amor de los padres para con los hijos, y eso supera este estado intermedio entre la vida y la muerte. A veces, nos hacen olvidar lo duro que es esto.
_No veo como las cosas podrían ser de otra forma, Wilson. ¿Por qué razón Kevin y yo no obraríamos como vamos a obrar? – retrucó el experto en arqueología submarina, después de apagar el cigarrillo que sostenía con la diestra y bebiendo un sorbo corto de ginebra. Le habría dicho “suegro” al final de la pregunta, pero lejos estuvo de considerarlo prudente, por tratarse esta de la primera vez que lo veía. Amaba desde el primer instante a la hija mayor de Wilson e Iulí y recordaba con fuerza e intensidad el primer beso con ella, en la noche anterior y envueltos en una atmósfera de romanticismo. No solo por tratarse de un acontecimiento muy reciente (Habían pasado menos de veinticuatro horas), sino porque el hecho en si para el hubo de resultar muy bonito y gratificante, en todo sentido –. A mi me interesa y gusta mucho Isabel. Nunca había experimentado ni sentido algo así. La amo demasiado, fue algo instantáneo. A primera vista. Un sentimiento que surgió en mi al momento mismo de haberla conocido, y si eso no fuera suficiente está mi creencia en las hadas, y el hecho de que es gracias a ella que ahora estoy acá, en este salón. También gracias a Cristal, Nadia y la princesa Elvia. No voy a dejar ni por un momento de cuidarla, de velar por su suerte y su bienestar. Eso es una implicancia directa de la pareja, y va a poder contar conmigo en los buenos momentos y en los malos. Estoy comprometido a no fallarle. Lo mismo que a los demás individuos de la especie – y concluyó su retruque diciendo – Y reitero lo de mi creencia. Una vez me dije que si llegaba yo a confirmar la existencia de las hadas y hacer contacto con ellas, no iban a decepcionarse de mi.
_Yo digo lo mismo con respecto a Cristal, desde luego – coincidió Kevin, haciendo con la cabeza el gesto de afirmación. Este hombre de profesión escultor, como el par que compartía con el la mesa, había dejado de escuchar las voces de las mujeres, y dio por sentado que las almas solitarias habían conducido a las hermanas de aura lila a otra parte, donde pudieran conversar sin interrupciones e íntimamente –. Ella y yo nos criamos juntos, y eso es literal. Alrededor de cuatro meses corriendo atrás de ella dieron finalmente sus buenos resultados. Unos muy buenos, y justo los que yo esperaba. Es cierto que le llevo un año, pero esa cifra es nada. Aun si fuera más, para nuestra sociedad la diferencia de edad nunca fue un impedimento para que un hombre y una mujer pudieran formar una pareja. Y más una diferencia tan insignificante como esa, de doce meses. Siempre me gustó Cristal, desde… que se yo, desde que mis progenitores construyeron su casa en Barraca Sola. A medida que fui creciendo, que los dos lo hicimos, también lo hizo el sentimiento. Los cuatro meses de esfuerzos terminaron ayer a la noche, cuando empezó la relación formal. Cuando dejé el mercado central compré un ramo de rosas y fui a esperarla al centro médico – otro noviazgo que era absolutamente reciente –. Allí directamente le pregunté si quería ser mi compañera de amores. Sin vueltas ni titubeos, como debía ser. Cristal aceptó mi propuesta, y cuando nos tomamos de la mano fue el inicio de todo. Esa es la costumbre de las hadas – indicó al arqueólogo – El novio toma con la mano izquierda la derecha de la novia, y esta la derecha del novio con su izquierda. Eso de los besos es relativamente nuevo y prácticamente desconocido. Las pocas, y de verdad que lo son, personas que conozco que lo aplican lo encuentran… “estimulante”.
_Bien. Muy bien. Me alegra saber que ustedes dos están firmemente decididos y comprometidos con el bienestar de mis hijas, Eduardo y Kevin. La suerte y el futuro de Isabel y Cristal no se van a encontrar en dificultades. Y eso es muy bueno para todos, sobre todo para ustedes dos, porque sería una verdadera lástima que Iris, Iulí y yo… no, así no. Mejor formulo ese planteo de otra manera. Yo me sentiría terriblemente decepcionado y disgustado si a mis hijas  les llegara a pasar algo malo, si sufrieran de un modo o de otro o si estuvieran desilusionadas – el alma solitaria del sexo masculino se estaba dando por satisfecha, porque Isabel y Cristal, su descendencia, iban a quedar en buenas manos con los hombres que habían elegido (elección por demás sabia) para que fueran sus compañeros sentimentales. Y eso habría de ser permanente, porque entre los seres feéricos los matrimonios recién llegaban a su término en el momento en que fallecía uno de sus componentes. No existían el divorcio ni la separación, y el amor que surgía en la pareja duraba para siempre, aún más allá del deceso de la mujer o del marido – Yo solamente quería estar seguro de eso, y garantizar a los dos, por supuesto y ya que estoy, que van a poder contar conmigo cada vez que requieran de ayuda y consejos. Ese tema ya está terminado. Ahora quiero pasar a otro, que nos incumbe a Iris, Iulí y a mi. No se los voy a explicar en este momento, porque para ellas y para mi es un descubrimiento muy nuevo. Más que eso, es muy nuevo e inadvertido. Un ilio con la boca floja que no sabe que en estos corredores y recámaras las paredes tienen oídos – indicó Wilson. La sola mención de ese descubrimiento dibujó una sonrisa y una expresión de felicidad en su cara –. Así como ustedes dos van a contar con nuestra ayuda cuando la necesiten, quiero saber si yo, al igual que Iulí e Iris, llegásemos a requerirla en algún momento, cosa que es muy probable. ¿van a ser nuestro respaldo?.
_Eso ni se discute., accedió el artesano-escultor.
_Por supuesto que si., convino el arqueólogo.
_¡Eso quería yo saber! – celebró el alma solitaria masculina, con un tono de marcado regocijo – Por supuesto que de ese descubrimiento no tienen que enterarse las chicas, hablo de mis hijas, cuando ustedes dos estén al corriente de el. ¿Puede ser?.
“Puede ser”, accedieron ambos hombres, a la vez que ellos y Wilson volvían a escuchar los pasos en el corredor.



Continúa…






--- CLAUDIO ---

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