sábado, 14 de octubre de 2017

5.2) Imprudencia y valentía son sinónimos



El hada de la belleza miraba prácticamente sin efectuar un solo movimiento ni pestañar a través de la ventana en la sala, que ya tenía una minúscula araña en un extremo, y con las manos entrelazadas detrás suyo. Sus ojos estaban enfocados en un punto en la calle en el que una carreta de tamaño mediano había quedado tumbada y atascada por la gran cantidad de barro y escombros acumulados. Pegó un sobresalto, aunque no muy evidente, porque otro rayo había hecho impacto justo al lado de esa carreta. Isabel pensaba que el Consejo de Ecología, Medio Ambiente y Recursos Naturales (EMARN) sería el área del poder político con más trabajo una vez que concluyera el desastre, junto con los Consejos de Desarrollo Comunitario y Social, de Salud y Asuntos Médicos y la Guardia Real. EMARN habría de necesitar un presupuesto, también extraordinario, y centenas, sino era que miles, de trabajadores dispuestos a ocuparse de las tareas tan exhaustivas. Veía Isabel con gran pena como todo aquello en lo que tantos esfuerzos, tantos sacrificios y tanto tiempo les demandaba a diario a las hadas dejar en condiciones cedía sin siquiera la mínima oposición y sin ninguna posibilidad de resistirse ante la cruda violencia con que se sucedían los vientos fuertes o muy fuertes y avanzaban el agua, el barro y los escombros, que, para hacer peor la situación, parecían ahora no estar moviéndose en una dirección única, debido a los ferocísimos vaivenes del viento y otros factores igual de perjudiciales. El hada moví las manos nerviosamente, llevándolas a los bolsillos delanteros del pantalón y quitándolas de allí casi al instante, haciendo resúmenes sobre el antes y el ahora del caótico paisaje. Jornadas laborales enteras – horas, días, semanas… – y continuas de estar dando el personal de EMARN lo mejor de si para la conservación de este “mundo perfecto” se estaban por perder y una parte de su tristeza radicaba en no poder hacer algo, cualquier cosa, para evitarlo ni revertirlo. Por su lado, Eduardo, que tampoco había presenciado jamás un desastre así, estaba yendo de un lado a otro de la vivienda, ocupándose de exactamente lo mismo que Wilson hacía un siglo; asegurándose una y otra vez más, tanto como fuera necesario, de que no se filtraran el agua ni el barrizal. Había descubierto un cuarteto de goteras, una de las cuales no demoró mucho en convertirse en un finísimo y continuo chorro que caía dentro de un balde, y los harapos dispuestos junto a la puerta que comunicaba la cocina-comedor diario con la lavandería-almacén (en este ambiente, la penetración a raudales del agua era un hecho que no podía evitarse) estaban quedando completamente inservibles debido al exceso del líquido y la incipiente presión que aquel ejercía. Así de mojados, y con la violencia intempestiva del aguacero y la inundación., era un misterio y un milagro que ese manojo de trapos viejos funcionara como dique. Habiendo de vuelta estado en la sala principal, encontró a su compañera sentimental temblorosa junto a la puerta, con los ojos abiertos de par en par, todavía fijos en la carreta estancada. Para ella, el personal y los funcionarios en los Consejos EMARN, SAM y DCS, insistía, tendrían su desafío máximo. Pasaría lo mismo, exactamente lo mismo, en los demás Consejos y otros organismos públicos.
_Estoy asustada – reconoció Isabel, al ver entrar a su novio por el débil reflejo en el vidrio. No hacía ninguna falta que lo mencionara, pensó el experto en arqueología submarina, reparando en la condición y el aspecto que ofrecía el hada de la belleza y en su aura lila, poco intensa y poco brillante, un estado que había ido asentándose a medida que lo hacía la catástrofe. Aun si esas muestras no resultaran suficientes para denotar el susto, quedaba la expresión de su cara, y esto de verdad que era un indicio muy sólido de los sentimientos del hada –. Nunca antes había visto algo como esto, Eduardo.  Y lo que es verdaderamente triste es que no hay nni una sola cosa que se pueda hacer para evitarlo o contenerlo. Al menos, a mi no se me ocurre algo. Asomate por la ventana y mirá eso, por favor. Cualquier cosa que se encuentre al otro lado del vidrio – con la vista indicó el exterior a su compañero de amores. Ambas veredas y la calle estaban tapadas por agua y barro, algo por demás alarmante. Los terrenos al otro lado de la calle eran otro completo desastre e incluso la fachada en la casa de Cristal y Kevin presentaba daños, y muchos –. A medio destruir. Hace unos momentos sentí un ruido muy fuerte; un derrumbe, sin dudas. Si no estuve equivocada, sentí como los materiales se desplomaban con violencia, pero no como impactaban. El barro, el agua y otros escombros deben de haber amortiguado el ruido. Hasta donde conozco, que no es mucho, es la primera estructura en venirse abajo, y me parece que fue una casa. Con todo lo que está pasando allá afuera es difícil poder concentrarse en un detalle en particular.
A la luz de otro imponente relámpago, ambos divisaron otro de los signos de la catástrofe.
En la vastedad del cielo se perdía y alejaba, envuelto en un fuerte y huracanado viento, uno de los globos que los seres feéricos usaban para observar y cartografiar el terreno. Las sogas que lo mantenían sujeto a la superficie no habían sido rivales para los embates de la naturaleza.
_Cualquiera que haya sido el uso de esa estructura que se vino abajo, espero que haya estado desocupada – deseó con preocupación y sinceridad el arqueólogo, en cuya cabeza se mataba pensando cual podría ser el método más efectivo para tranquilizar a su compañera sentimental  Al final recurrió a lo obvio, ante la evidente falta de originalidad. Tomándola por ambas manos, la apartó de la puerta y condujo lentamente hasta el sofá, sobre el que se dejaron caer con suavidad, y Eduardo la rodeó con el brazo izquierdo. Tranquilizarla, reconfortarla y animarla, eso estaba el buscando –, y ojalá que haya ese sido el único derrumbe. Este lugar, el mundo de los eres elementales, es todo un páramo, un lugar demasiado idílico y perfecto. Así lo había imaginado yo, y resultó que era tal cual esa imaginación. Con un desastre natural tan grave como este la integridad total de esa condición sin duda alguna va a encontrarse seriamente comprometida. De hecho, eso es algo que ya está ocurriendo, desde el veintidós. Y yo voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que la cosa no resulte peor de lo que ya está, en lo que pueda y como pueda. Eso, Isabel, es una promesa. En cuanto hayan menguado un poco los vientos fuertes y el aguacero, voy a salir a la calle para…
Pobres los nervios del hada.
¿Podrían soportar esto?.
_¡No!, ¡ no lo hagas, Eduardo!. ¡No vayas a salir de esta casa, por favor! – fue la súplica de su novia, con los ojos abiertos de par en par. Miraba a su compañero de amores sin pestañar, buscando explicaciones, y de ambos, al tiempo, le empezaron a brotar las primeras lágrimas de angustia, a las que venía conteniendo, cada vez con más encono, desde que empezara el desastre. Quería impedir que pasara lo que según ella era una absoluta imprudencia –. ¡No  quiero que vayas a poner tu vida en riesgo de esa manera tan irrespon… imprudente!... no te quiero perder – el aguacero era tan fuerte que ella y su novio tenían, de a ratos, que elevar sus voces, para hacerse escuchar –. Se bien lo que estás sintiendo, y lo comparto. Esta es mi gente. Esta es mi tierra. Comprendo que permanecer acá sin poder hacer alguna cosa para ayudar debe resultarte muy desesperante y angustiante. Eso es exactamente lo mismo que me pasa a mi. Pero no es conveniente ni por equivocación que salgamos ahora. Ya vamos a obrar cuando haya pasado el desastre. No podemos salir en este momento, porque cualquier cosa que hagamos, lo que sea, sería inútil.
_Pero allí afuera, Isabel, al otro lado de esa puerta, hay con toda seguridad cientos de miles de hombres y mujeres en peligro desde el veintidós… hace dos días y medio, y están necesitando ayuda, toda la que puedan conseguir – insistió Eduardo, empujando un balde con el pie derecho. Otra gotera había aparecido en la  sala. ¿Era realmente su deseo y realmente sus intenciones el arriesgarse de esa manera tan poco (o nada) prudente?. Pareciera que si. El hada de la belleza ya estaba cayendo en la cuenta. Tarde o temprano, su compañero sentimental iba a abandonar la seguridad de la vivienda y asumir el papel de héroe en la ciudad, en cualquier lugar al que pudiera llegar, porque además, actuar bajo este desastre era una manera de demostrar su valor. Eduardo no iba a cambiar de parecer, por más que Isabel se esforzara por convencerlo de lo contrario –. Es cierto que tal vez no pueda hacer gran cosa, Isabel, pero es mejor eso que quedarme en esta sala sin hacer algo más que tapar goteras y ver como se destruye de a poco la Ciudad Del Sol. ¿No lo ves de esa manera?. ¿Tenés miedo de que me pase algo, no, de la suerte que vaya a correr? – ante la segunda pregunta, la hermana de Cristal hizo el gesto de afirmación con la cabeza –. No tenés por qué preocuparte, Isabel, porque se muy bien lo que tengo que hacer. Se muy bien cuál es mi deber. Ayudar. Como sea, pero hacerlo. Darle una mano a todos cuantos pueda. Y quiero repetirlo; yo no me voy a quedar con los brazos cruzados en este sofá mientras exista un solo ser elemental cuya vida se encuentre comprometida con este desastre natural. ¿Podés entender eso? – y agregó – Además, aunque marcadamente menor en comparación con lo otro, el instinto aventurero surgió en mi desde que me di cuenta donde estaba, hablo del hogar de los seres feéricos y elementales… y si Kwevin, Lursi y Oliverio están pensando lo mismo que yo, este va a ser el debut práctico de nuestro convenio de sangre.
_Veo que ya estás decidido  a salir, ¿no? ., empezó aunque sin muchas ganas, a resignarse el hada, cuya aura lila se movía erráticamente.
Aun con las palabras de su novio, dudaba de sus intenciones.
Con un ínfimo éxito aguardaba que esa duda se convirtiera en una certeza. Que Eduardo recapacitara replanteara su decisión de, literalmente, poner su vida en juego al otro lado de la puerta.
_Exacto, Isabel, ya estoy decidido a salir – insistió su compañero sentimental, con la suficiente firmeza en sus palabras como para no dejar siquiera la mínima duda acerca de lo que pensaba hacer no bien el aguacero hubiera disminuido su ferocidad e intensidad. Dejó de aplicarle presión a la palma de la mano derecha, tan solo para dejar caer una gota de su sangre, de aquella herida producida antes de llegar a la sala –. Es verdad que pongo mi vida en juego, pero no voy a perderla. Mi sangre y mi palabra son las garantías de eso.
… En lo más recóndito de su mente, no obstante, Eduardo estaba preguntándose que hacer una vez que estuviera fuera de la vivienda. Carecía de una contestación en concreto a ese respecto y por sus siempre activos sesos ya le navegaba toda clase de posibilidades e ideas, cada una con sus puntos a favor y en contra, los cuales habrían de depender de como obrara – bien o mal _ en el exterior. Las condiciones atmosféricas, climáticas y meteorológicas y el estado del suelo, por supuesto, le iban a jugar en contra en todo momento, lo que sería el mayor de todos los obstáculos, sino era que el mayor de todos.
Sino el único obstáculo.
Como era lógico, el arqueólogo tendría que prestar toda la atención a los pedidos y las exclamaciones de socorro de quien pudiese encontrarse en problemas para saber a que lugar dirigirse, y con esa acción forzar al máximo, posiblemente y mucho hasta los límites, a su sentido de la audición. Pero el ruido del aguacero, el del viento y el del avance del agua eran tan fuertes e intensos que obstaculizaban a la mayoría de los otros sonidos, por no decir a todos. En la sala principal,  por ejemplo, los pasos de Eduardo e Isabel al moverse apenas se podían escuchar y de a ratos tenían que elevar la vos para hacerse escuchar. Como las súplicas de la hermana de Cristal pidiéndole a su compañero de amores que desistiera de la idea de abandonar la vivienda. Ruidos y voces se entremezclaban y uno de los pocos sonidos que dominaban en el interior, uno de los pocos que a veces destacaba, era la onomatopeya “¡plic!”, del agua en las goteras cayendo dentro de los baldes o al suelo y sumándose al líquido ya estancado.
Por un lado, la dueña de La Fragua, 5-16-7temía, y no hacía esfuerzo alguno por ocultar ese sentimiento, que le fuera a pasar algo, y habían las más grandes posibilidades de que así fuera, todos los pronósticos y factores apuntaban a eso, a su compañero sentimental, este encontrándose expuesto a pleno, de manera poco, muy poco o nada prudente a la inclemencia tan catastrófica.  Por otra parte, había reconocido, y también sin ocultarlo, sentía temor ante la idea de quedarse sola en la casa con una crisis como esta. A ese respecto, con razonamiento, el pensamiento del arqueólogo era:
“Tendría que venir Cristal. El grupo familiar es una fortaleza inconmensurable para los seres feéricos”.
De esa forma, el arqueólogo – lo propio haría el artesano-escultor, porque el convenio de sangre tenía vigencia por tiempo indefinido y abarcaba cualquier tipo de circunstancias – podría, como dijera, interpretar el rol de héroe ante todos los habitantes, sobre todo aquello que constituían su máxima creencia, los seres feéricos, e Isabel no se quedaría sola. Ne hecho, habían las hermanas y el jefe del Mercado Central de las Artesanías mantenido una comunicación mediante señales luminosas, recurriendo s sus habilidades especiales, cuando la ferocidad del viento parecía encontrarse en disminución (parecía) y el estado de nervios y la concentración de Cristal e Isabel se los permitía. Las hermanas de aura lila y Kevin lanzaron haces de energía a no más de cincuenta centímetros del suelo, los cuales, gracias al control ejercido, formaron números, letras y signos ortográficos y gramaticales. Ninguno de los tres podía informar ni dar cuenta de gran cosa, naturalmente, solo esos escasos acontecimientos, los pocos que por una u otra razón destacaban, que desde las salas podían observar. Cada una tenía vistas excelentes del exterior, debido al entorno, a su geografía y a la disposición de ambas viviendas, de modo que cada pareja ofrecía diferentes imágenes (noticias) de lo que veían o creían ver. A ciencia cierta conociendo que la gran mayoría de la población del reino insular, de la Ciudad Del Sol en particular, no sabía utilizar otras formas de comunicación, como la mental – las hermanas de aura lila ignoraban esa técnica, y Kevin nunca demostró el menos interés en aprenderla –, que por el momento no disponían de los equivalentes feéricos de tecnología y asustadas como estaban las chicas como para querer hacer uso de esa capacidad que les permitía viajar bajo las tormentas sin entrar en contacto con el agua, recurrieron al método conocido por todos los individuos de su especie en el planeta: letras, símbolos y números escritos en el aire y a baja altura, ante la imposibilidad de hacerse escuchar sus voces, del mismo color que el del aura del emisor o la emisora. Así, resignada ya (pese a sus intentos por convencerlo de lo contrario) a que su compañero sentimental iba a abandonar la vivienda, Isabel escribió:
“Cristal y Kevin. En cuanto se presente la primera oportunidad, les pido que crucen y vengan aquí, por favor. Me parece que se avecinan nuevas dificultades, y de las complejas”
El color de las hermanas contrastaba sin ningún problema con los demás en este entorno, tan opaco, oscuro y lúgubre. Fue el jefe del Mercado Central de las Artesanías y compañero habitual de copas del experto en arqueología submarina quien le hubo de contestar a Isabel, y un breve mensaje de color rojo sangre, que contrastaba también con facilidad, apareció en el aire, a la misma altura que los otros.
“De acuerdo. Vamos en cuanto podamos. Suerte”
Con ese sencillo (relativamente) método de comunicación se habían podido enterar y ponerse al corriente de unas pocas noticias, unas más trágicas que otras, ocurridas en varios puntos de la Ciudad Del Sol, desde que a ambas parejas se les hiciera imposible abandonar sus hogares. Otros seres feéricos, en el barrio barraca Sola al menos, también habían recurrido a ese método, proyectando los haces a diversas alturas, de estas elevadas la mayoría, para que se les detectara a la distancia. Un conjunto de letras de color fucsia, por ejemplo, habían alertado sobre la caída de un rayo que hizo impacto en el Hospital Real, en el barrio principal de la ciudad, y otro más sobre el edificio donde funcionaban las representaciones diplomáticas de los otros países que conformaban el continente centrálico, en el mismo barrio; una densa columna de humo negro fue rápidamente sofocada por la constante caída de agua, tal cual lo informara un conjunto de letras naranjas, lo que era indicativo a su vez de que en algún momento tuvo que haberse producido algún voraz incendio; el barrizal por demás dantesco y el agua arrastrando todo a su paso en el camino principal del barrio Las Riberas, incluida una carreta con techo móvil de gran porte con todas las mercancías (productos cerealeros) que había en ella, fue el anuncio de las letras de color naranja en las alturas; un enjambre muy nutrido de atemorizados liuqis hacía sus esfuerzos por ponerse a resguardo emprendiendo raudos el vuelo, tan rápido como sus energías se lo permitían, emitiendo sus características luminiscencias celestes y rosas, para dar cuenta de su presencia; un gigantesco árbol  caído de enorme tronco estaba obstruyendo un camino y el par de veredas que lo rodeaban, actuando de esa manera, y esto tenía puntos contrarios y favorables, como dique de contención; Cristal, con el mismo y calamitoso estado de nervios que su hermana, y Kevin, pensando en hacer aquello que pretendía el experto en arqueología submarina – una de las aplicaciones del convenio de sangre: cooperación en los buenos momentos y en los malos –; una inundación tan intensa que parecía formar en algunos sectores nuevos cursos y espacios de agua; cuatro luces de diferentes colores que hubieron de volverse negras a medida que fueron ganando altura en el cielo, tan rápido como fuegos artificiales, lo que era un indicativo de que, por lo menos, la destructiva catástrofe había demandado la vida ce cuatro individuos de la raza feérica (podría haberse tratado de un grupo familiar entero, porque las luces, dos azules y dos blancas, hubieron de emerger desde el mimo punto); las hadas versadas en medicina en cada una de las instalaciones médicas haciéndose a la idea de tener que permanecer horas enteras, incluso días enteros, sin descansar. La misma e idéntica situación que abarcaría a todos y cada uno de los individuos dentro y fuera del reino de Insulandia.
_¿Te acordás del día en que desperté, del momento previo a que nosotros dos nos quedáramos solos en el dormitorio que a la fecha sigo ocupando? – preguntó Eduardo a su compañera sentimental, haciendo sonar su voz por encima del ensordecedor (sin exagerar) ruido conjunto del viento, el aguacero y los objetos sólidos golpeando contra algo. Estaban ahora sentados en el sofá, disfrutando de otro entretenimiento casero: las sombras chinescas en una de las paredes, con la ayuda de las últimas cinco velas que todavía ardían en la sala. Lo último que se les había ocurrido para distenderse del agotamiento y el aburrimiento, y, en el caso del hada, no pensar en la imprudencia que estaba cerca ni en la catástrofe natural –. Lili dijo “Hasta que te hayas adaptado a nuestro mundo y nuestra sociedad, Isabel va a ser tu guía y cuidadora” – acercó las manos a un candelabro de cinco brazos. Allí había aparecido la cabeza de un cánido, uno de los más clásicos chinescos, en la pared, abriendo y cerrando las mandíbulas y moviendo ambas orejas. Funcionaba  como estímulo y divertimento, porque la hermana de Cristal aplaudió en señal de felicitación y se preparó para hacer su propia demostración –. Cuando te pregunté acerca de eso a los pocos segundos, vos contestaste “Alguien que permanezca a tu lado y te ayude en cualquier cosa que necesites, en lo que sea”. Isabel, ¿por qué te atemoriza tanto que yo deje esta casa para ver en qué forma puedo ser de utilidad a la comunidad en este momento tan complicado y trágico?, ¿ o eso que dijiste aquella tarde n que recuperé el conocimiento no implica dejar que obre como me parezca, de esta manera en que para mí es la correcta?. Si estás asustada por la suerte que pudiera correr allá afuera, Isabel, eso es algo que entiendo. Es un sentimiento comprensible y lógico, pero ya te dije que tu temor y tu preocupación no son de necesidad.  Te hice la promesa de volver, ¿no?. Mi palabra y mi sangre me respaldan. No voy a dallarte, ni fallarle a nadie que viva aquí o en cualquier otro lugar.
_Es verdad que dite tu palabra, Eduardo, y que dejaste caer una gota de tu sangre en el suelo… para complementar esa promesa verbal.  En circunstancias normales, esas dos cosas resultarían más que suficientes. Es más, lo sería solamente una de ellas. Pero, por si no te diste cuenta todavía, esta no es una circunstancia normal ni por equivocación. Los dos sabemos muy bien que en cuanto todo esto haya terminado van a aparecer en el paisaje centenares de piras ardientes, tantas o incluso más que las que puede haber en todo el año en el reino – dijo su novia. Aunque ya sabía que no tenía una mínima y única posibilidad de éxito, continuaba pronunciando ese tipo de frases y palabras. En lo más profundo de su mente y su pensamiento, en aquel rinconcito más recóndito de su mente, creía, de a ratos, que esa inexistencia podría revertirse, que el arqueólogo reconsideraría esos planes suicidad que venía maquinando –. Pero mucho temo por tu integridad, no pidas que vaya yo a cambiar eso ni trate de atenuarlo, por favor. Al otro lado de esa puerta – señaló al marco en la fachada con los ojos –. No son dos o tres gotitas nada más las que están cayendo, sino el peor aguacero, la peor catástrofe natural, del último siglo ¡Y no es solo eso! – exclamó –. Existen altas posibilidades de que termines formando parte de esos escombros que están avanzando con el agua, o propulsado a quien sabe que distancia por los vientos huracanados que nos están azotando, o aplastado por algún árbol derribado, o sepultado por alguna construcción que se vino abajo, o sin conocimiento (otra vez) después de tropezar y caer de cada al piso – apoyó la cabeza contra el hombro izquierdo de su compañero sentimental, de nuevo en búsqueda de tranquilidad, Su sombra chinesca de una flor mecida por la brisa había sido recibida con una sonrisa por Eduardo –… o lo que sea. Pero se bien que de ninguna manera vas a quedar ileso después de esa salida. MI hermana está en el mismo e idéntico estado que yo; muy nerviosa, preocupada, asustada y angustiada. Nadia comparte nuestros sentimientos y emociones, considerando que Lursi también está tratando de salir, aunque su caso es comprensible, dado que él es médico. E imagino que la princesa heredera Elvia estará experimentando lo mismo que las chicas y yo, si se enteró ya que Oliverio piensa hacer exactamente lo miso que Kevin, Lursi y vos. El único consuelo que me queda, que nos queda a mi hermana, a mis amigas y a mí, aunque mínimo, es tener la certeza de que no van a tomarlo como una aventura ni como un juego, sino por lo que realmente es; una responsabilidad muy grande y el firme deseo de ayudar.  Y en tu caso, además, la creencia en las hadas. Pero esa salida nos deja intranquilas, mucho, a Cristal, Nadia y a mí, e imagino que también a la princesa – e insistió –. No me voy a quedar tranquila, por vos ni tampoco por ellos. Oliverio, Lursi y Kevin son grandes amigos de toda la vida, y uno de ellos algún día va a convertirse en mi cuñado. Todos la van a pasar mal, eso se los puedo asegurar a los cuatro… y vos después vas a volver a casa herido, muy cansado y diciéndome en la cara que yo siempre estuve en lo correcto. Definitivamente eso es lo que va a pa…
_¡Basta ya, por favor!.
_Que tengas toda la suerte, Eduardo.
Este nuevo beso de enamorados que tuvo un efecto tranquilizador le había hecho cambiar de parecer al hada de la belleza, aunque no por completo. Con esa sonrisa un tanto débil que esbozaba, pese al destructivo aguacero y los otros componentes de la catástrofe, se sentía capaz de (comenzar paulatinamente a) aceptar esa descabellada imprudencia que estaba a poco de cometer su compañero sentimental.  Un acto potencialmente suicida del que también habrían de formar parte Oliverio, Kevin y Lursi, tres de sus mejores amigos. Era una de las implicancias, como dijera Eduardo, del convenio de sangre, por un lado, y el deseo de servir a la comunidad, por otro.
“De manera que de eso se trata” – dijo el arqueólogo en su mente, observando la puerta que daba a la calle, bajo la cual se estaba colando una finísima capa de agua –. “Amistades y familiares que se preocupan e interesan por mí”.
_¿En qué te quedaste pensando?., quiso saber Isabel
_En algo de lo bonito que tiene la vida., contestó Eduardo.

Continúa…

--- CLAUDIO ---

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