lunes, 18 de septiembre de 2017

4.7) El convenio de sangre, parte 1




_Veo que Lursi, Kevin y vos se están llevando bien, y eso es muy bueno. Los grupos contribuyen a la supervivencia y la evolución de una especie. Las hadas no somos la excepción a esa regla. De hecho, tanto la seguimos que nos convertimos en la especie dominante en el planeta – comentó el hada de la belleza, observando el camino y sus laterales. El aspecto medieval de  la capital insular, tan característico de ella, no había sido modificado con la decoración y los preparativos –. Si están de acuerdo, pueden los tres encontrarse con Oliverio, el consejero de Infraestructura y Obras del reino, que se que lo hicieron en la última semana, y hacer lo mismo que Nadia, la princesa Elvia, Cristal y yo. No hay otra cosa mejor que mi propuesta, si lo que se va a buscar es la amistad. Incluso podrían convocar a varios de los amigos comunes que tienen ustedes, porque esta noche sería el momento ideal.
_¿Qué hicieron las chicas y vos?., quiso saber su novio.
El traje masculino tradicional era cómodo y maniobrable. No le costaba nada de esfuerzo mover los brazos ni otras articulaciones ni tampoco caminar y, como bien se alegró de comprobar, no estaba pasando vergüenza ni quedando en ridículo. Todos los hombres que podía ver estaban ataviados con calzado e indumentaria prácticamente idénticos.
_Hicimos un convenio de sangre.
_ ¿Qué es eso?; suena por lo menos curioso.
_Supongo que ya te habrás dado cuenta, pero en el caso de que no… existen tres cosas a las que los seres feéricos consideramos como sagradas y fuera de cualquier tipo de discusión, forman parte no solo de nuestra cultura, sino también de nuestra ética y nuestros principios – la compañera sentimental empezaba a suministrarle información nueva, en tanto se incorporaban a aquellos que marchaban hacia la plaza central –. Una de las tres cosas es la firma, que nos resulta de mucha o de toda la utilidad para cualquier… que se yo, para lo que sea que implique la suficiente importancia técnica, legar, jurídica y administrativa, como el servicio de encomiendas y cartas que salen desde o entran al Castillo Real o a las transferencias comerciales, ergo, las importaciones y exportaciones, a cualquiera escala entre los dos países. Si se requiere únicamente de la firma, la aclaración del o de la firmante y el sello oficial del país. Solo eso y la carga queda lista para ser despachada. Es un método que no tiene probabilidades de errores ni fallas, porque la firma es algo que no se puede falsificar – “La cinta azul y celeste parece estar desentonando”. El hada de la belleza parecía advertir ese pensamiento en su compañero sentimental –. La segunda cosa es la palabra. Se supone que cuando una mujer o un hombre de mi especie decide empeñarla es porque se compromete a algo y le es éticamente imposible echarse para atrás, por ética y también por principios.. Un compromiso o una promesa, para el caso es lo mismo, sobre todo cuando por fin llega el momento de llevarlo a la práctica. La palabra empeñada es considerada por todos los seres elementales, aun en cierta medida por los ilios, como una verdad incuestionable e irrenunciable, y en no pocas aplicaciones su importancia es tan grande  como la de la firma. Una y otra son dos cosas muy valiosas – las diminutas esferas de color rojo intenso a escasos centímetros del suelo, que ambos venían viendo desde la puerta de su casa, eran los liuqis marchando en tropel hacia el barrio Plaza Central, sin recurrir a su técnica del camuflaje. Eran no menos de diez centenas, a cuyo lado se movían los gnomos y las gnómidas, las dos especies hablando en sus propios idiomas –. La tercera y última cosa es la sangre, algo que mis congéneres y yo vemos con un simbolismo enorme, como algo en extremo sagrado desde tiempos remotísimos, yo diría que desde antes del Período de Organización del Estado y la aparición de las sociedades primitivas. Es algo que también implica un cumplimiento obligatorio, excepto que, a diferencia de lo que pasa con la firma, es más una obligación moral. Es lo mismo, o casi, que la palabras. Tanto en uno como en el otro caso es el honor de los intervinientes lo que está en juego, y por consiguiente ninguna persona va a querer arriesgarlo faltando a la palabra empeñada o mancillando la sangre. El cumplimiento irrestricto de esas tres cosas es otra de las claves que posibilitaron ayer nuestro éxito como sociedad e individuos, y es el mismo que lo posibilita hoy.
_Tomaron las hadas el camino correcto – comprendió y juzgó Eduardo, demostrando interés en la sugerencia de su novia –, ¿y en qué consiste con exactitud eso del convenio sanguíneo? – quiso saber, tratando de recordar, de lo que el conocía, si hubieron civilizaciones que hubiesen tenido esa clase de acuerdos –; ¿Cómo se practica?.
_Mezclando la sangre con vino tinto, que es la bebida clásica para esta clase de rituales en todos los países del mundo. Otro punto en común entre ellos, una bebida que los identifica y nuclea, en este aspecto al menos – empezó a hablar el hada, haciendo unos pocos gestos manuales para ilustrar la explicación –. No hubo ni hay una cantidad estipulada para el vino tinto, pero se supone que un contrayente tiene que ingerir una cantidad idéntica a la del otro o los otros. Si los individuos que van a suscribir el contrato son cuatro, por ejemplo, cada uno tiene que ingerir un cuarto de litro. Esa parte del convenio nunca tuvo simbolismo ni instrucciones a seguir con más cuidado o con menos. Eso de un litro también lo dije como ejemplo; es la medida mínima con que se comercializa el vino. Con el se mezcla la sangre, en un recipiente cualquiera, y se revuelve todo el contenido en el mismo sentido que las agujas del reloj, en una cantidad que tiene que ser la misma que el número de suscriptores del convenio – por las dudas, el gruñido. No podía saber si aquel grupo de chicas que caminaba en la vereda opuesta la habían saludado a ella o a su novio –. Después se sirve y se ingiere. Siempre en gotas, la cantidad de sangre es variable, y cada contrayente tiene que echar en el recipiente un total que tiene que ser igual a la cantidad de personas que vayan a suscribir el convenio de sangre. Yo suscribí cinco de esos convenios en mi vida, el más reciente en Diciembre del año pasado.
Caminaban sin la necesidad de acelerar el paso, conversando de forma bastante animada.
Desde su posición se podían apreciar a aquellos grupos familiares enteros – aquello que con ahínco estaba buscando el arqueólogo –, parejas jóvenes como la de Isabel y Eduardo, aunque era complicado calcular la edad de los seres feéricos basándose únicamente en el aspecto físico, grupos de amigos, masculinos, femeninos y mixtos cuyos componentes no eran menos de cuatro, e individuos andando en solitario que habrían de formar nuevos grupos en algún punto antes de llegar a la plaza central. Cada hombre y mujer entre los seres feéricos llevaba indumentaria a tono, algo descrito por l originario de Las Heras como un camuflaje casi perfecto. Incluso las luces pirotécnicas a menor altura o a mayor eran de los colores característicos y representativos del otoño, al menos la mayoría de ellas. Luces imponentes que formaban círculos perfectos, estrellas de no menos de cinco puntas, óvalos y otras figuras geométricas parecidas, las cuales llegaban a permanecer hasta cinco o seis segundos en el aire, dejando pequeñas motas de humo gris o negro que se esfumaban al poco tiempo en la vastedad celeste. A medida que la distancia que los separaba del casco histórico y urbano de la Ciudad Del Sol se hacía menor, se incrementaba el número de hadas y otros seres elementales, de manera que el experto en arqueología submarina hubo una vez más de concluir que parte de la información que el y otros recopilaran y poseyeran estaba correcta: las hadas festejaban la llegada de las cuatro estaciones climáticas con una solemnidad inmensa. No le costó siquiera el mínimo de los esfuerzos suponer que en el Hemisferio Norte, los seres feéricos en particular y elementales en general estaban festejando fastuosamente la llegada de la primavera.
_... Mi caso y el de las chicas en Diciembre último, por ejemplo – continuaba hablando el hada de la belleza, recordando aquel momento –. Un lunes, durante la hora que le dedicamos al almuerzo. Fuimos Nadia, la princesa Elvia, Cristal y yo. También estuvo Lía, que era y continúa siendo la Consejera de Desarrollo Comunitario y Social de este país. Cinco gotas de sangre por cada una que hicieron un total de dos decenas y media, que volcamos en un jarrón cuya escala graduada indicaba la capacidad para un máximo de un litro, la cantidad justa para ese grupo de cinco. ¡No, no nos emborrachamos! – exclamó, anticipándose al comentario con tono burlón que (de seguro) iba a hacer su compañero sentimental – Fue un contrato sin otra finalidad más que la de sellar una amistad desinteresada. Nada mejor que un convenio de sangre para confirmarla. Ella y yo formamos un grupo tan unido que supusimos que la palabra por si sola podría no ser suficiente. Allí, durante ese almuerzo, tuvimos la ocurrencia de complementarla con ese convenio, que tuvo y tiene que acompañarse con una oración.
Le recitó un ejemplo de esas estrofas a Eduardo.
_El valor que otorgan los seres feéricos a los grupos, los de amigos en este caso, y es una opinión mía, es inmenso., calificó, después de repasar en la mente una de las oraciones.
_lo fue ayer, lo es hoy y lo va a ser mañana. De esas uniones depende gran parte de nuestro éxito como sociedad – aseguró su compañera sentimental, con franqueza –. Hoy llevamos una existencia armónica gracias a ellos. Dependemos mucho de los grupos como para no hacer todo cuanto se halle en nuestras manos para conservarlos y fortalecerlos. El convenio de sangre, como te dije, es una herramienta sumamente útil.
_¿Y para qué se supone que les va a servir ese convenio? – quiso saber el arqueólogo, sin que su interés disminuyese –. Quiero decir, ¿qué aplicaciones tiene en la vida cotidiana de las hadas?.
Discutiría el asunto con Oliverio, Lursi y Kevin cuando se reuniera con ellos en la plaza.
_Son muchísimas, Eduardo, y no se remiten exclusivamente al ámbito de la amistad, sino también al del trabajo, al de la familia y a otras varias decenas. Hay tantas aplicaciones para el convenio de sangre como estrellas tiene el cielo nocturno. Y pueden ser para cualquier cosa, desde lo más sencillo hasta lo más complejo – destacó el hada de aura lila, ilustrando esas palabras con otro sutil gesto manual, señalando el despegadísimo firmamento –. Durante un accidente de trabajo o una catástrofe natural, dos de los ejemplos emblemáticos. Vamos a suponer que hay un grupo compuesto por diez hadas que hicieron uno de esos convenios y dos de ellas quedaron expuestas a… digamos un desprendimiento de tierra o el derrumbe de parte o todo de una estructura. Las otras ocho, entonces, y sin dudarlo un instante, se ponen inmediatamente en movimiento para ayudar como sea, tanto como puedan e incluso más, a las hadas que se encuentran en peligro – hizo una pausa para concentrarse momentáneamente en un arroyo a (no tanta) distancia. Los Habitantes del Agua, o seres sirénidos, se estaban uniendo a la festividad del otoño –. Otro ejemplo son las reuniones de cada viernes que sostenemos los funcionarios y personal jerárquico en el Museo real de Arqueología, que arrancan a las ocho de la mañana y se prolongan por cuatro y media o cinco horas. El convenio de sangre se renueva cada vez que hay un nombre nuevo en la plana mayor del museo. El intercambio de experiencias e información contribuye al desarrollo y optimización de nuestras labores allí – y concluyó –. En el caso de Elvia, Nadia, Cristal, Lía y yo… aún no llega el momento de llevar a la práctica el convenio. Lo suscribimos hace realmente muy poco tiempo, aunque si fue para afianzar la amistad no creo que tengamos que hacer tal o cual demostración. Cristal es mi hermana y Elvia, Nadia y Lía porque las conozco de toda la vida, y ellas a mi. Crecimos juntas, por llamarlo de alguna manera, y formamos un grupo inseparable desde el primer momento.
_Son amigas muy unidas y no requerían del convenio de sangre, supongo yo – opinó el experto en arqueología submarina, pensando en ese pacto –, por todo lo que vivieron juntas, y además lo que vieron. Pero mi caso es diferente. Por lo pronto, voy a hablarlo con Oliverio, Lursi y Kevin cuando los encuentre – prefirió, a su paso observando uno de los afiches promocionales que se habían instalado durante los días previos –. No soy un vampiro, como para andar bebiendo la sangre de los demás, ¿vampiros, otra de las especies elementales? – vio cinco de esos animales volando rasantes sobre algunos árboles bajos, en forma triangulas y con el “macho alfa” guiando al grupo. Los vampiros no hacían eso, y Eduardo estaba concluyendo que eran seres elementales transformados –. Eso de hacer un convenio bebiendo sangre me suena muy confuso, por más que ya sepa como hacerlo. Confuso y además extraño, aun sabiendo que cada una de sus aplicaciones consiste en sellar la amistad. Todavía sigo creyendo que con la palabra resulta suficiente – e hizo una afirmación –. No me costó nada de trabajo darme cuenta de que los seres feéricos, algo que dijiste minutos atrás, ven a la palabra como algo que no se cuestiona y a lo que no se renuncia, y si a eso le agrego mi firme creencia en tu especie, en las hadas… en fin, como dije, voy a plantear lo del convenio más adelante.
_Como mejor te parezca – expresó la hermana de Cristal, viendo que desde una calle transversal aparecía una marea de hombres y mujeres., Eran alrededor de cincuenta y estaban entonando un canto alegórico. Sería ese un paisaje habitual cuando más cerca estuvieran del caso urbano e histórico –. Después de todo, esa era solo una idea, y nunca dije que lo tuvieran que hacer si o si. Como sea, el tiempo les va a sobrar para pensarlo, discutirlo y ejecutarlo.
_Entiendo., comprendió su novio, y ambos se perdieron en la distancia rumbo al centro de la Ciudad Del Sol, entre aquella multitud de ambos sexos que marchaba delante.



Continúa…



--- CLAUDIO ---

No hay comentarios:

Publicar un comentario