Una cuarta mujer había hecho su aparición en el dormitorio. Era rubia y tenía el cabello corto con bucles, piel apenas más oscura que la del trío allí presente y estaba vestida con lo que Eduardo pudo reconocer como indumentaria para tareas y trabajos rurales, o clasificarla como tal. Eran pantalones muy viejos y un tanto gastados con tiradores, una remera blanca sin ornamentos ni estampados y /también) de tela y otros materiales livianos, zapatillas y un gorro con visera – todas las prendas y el calzado eran unisex –. Así y todo ella tenía buena presencia, que se complementaba además con un aura rosa chillón, que formaba el contorno que bordeaba su curvilíneo cuerpo. Una reverencia hizo ante el hombre, la jefa del Consejo SAM, la anfitriona y la reina, y de esta reclamó la presencia en otro sector de la isla, más allá de los límites de la aldea. Por el tono que el hada empleara al hablar, parecía tratarse de un asunto que revestía gravedad intermedia.
_ Está bien, vamos a continuar en otro momento con esta conversación. El cuándo lo ignoro, así que vas a tener tiempo para procesar tu situación – accedió la reina insular, después de ese breve intercambio de gesticulaciones y palabras con el hada recién llegada. Efectivamente, no se trataba de algo tan alarmante, pero aún así la reina tenía que estar presente –. Se requiere de mi presencia en otra parte, algo lejana de esta aldea, y es preciso que la Consejera de salud y Asuntos Médicos venga conmigo... ¡ah, solo una cosa más! – reaccionó, a la vez que Nadia y el hada agricultora iban camino a la puerta –. Hasta que te hayas adaptado a nuestro estilo de vida y nuestra sociedad, Isabel va a ser tu guía y cuidadora – el hada con los jeans azules aceptó el designio de su reina moviendo la cabeza de arriba hacia abajo primero y haciendo una reverencia después –. Como fue ella quien te descubrió y encontró en primer lugar hace cincuenta días, en la cabaña, le corresponde esa asignación. En lo que Nadia y yo demoramos en estar de vuelta, podés quedarte acá, en su casa, o salir a la calle para conocer esta parte de la aldea e iniciar así el proceso de integración. Te recomiendo lo segundo, si me dejás dar una opinión, porque la tarde no podía ser más magnífica, imposible no querer disfrutarla dando un paseo – y concluyó –. Más tarde estamos de vuelta. Hasta luego, Eduardo e Isabel.
La reina Lili se despidió de su congénere y del hombre con otra reverencia, marchándose secundada por la jefa del Consejo SAM – Eduardo ya había supuesto que las profesión de Nadia guardaba relación con su puesto en el poder político – y la trabajadora rural, que reiteraron ese gesto. "Muy parecido al saludo tradicional japonés", pensó (comparó) el huésped.
_ ¿Una cuidadora y una guía para mi?, ¿qué quiso decir con eso?., inquirió entonces Eduardo, reparando en esa (otra) diferencia entre loes de este mundo y el estereotipo de los seres feéricos.
Los que había en este planeta trabajaban la tierra para obtener una parte de sus recursos alimenticios, y eso mismo era otro de los puntos en común entre estas hadas y los seres humanos. El hada de aura rosa chillón, pudo advertir Eduardo, trabajaba en una plantación de café, a juzgar por aquel emblema que llevaba estampado en ambas mangas de la remera... eso y que había dejado olvidada encima de la mesa una bolsita con granulados. Un rápido vistazo le sirvió para conocer el nombre y la ubicación de la compañía y que el peso de dicha bolsita no era de más de un cuarto de kilogramo.
_ Se estuvo refiriendo el hada madrina. Una persona que permanezca junto a vos todo el tiempo que haga falta, de ser posible en todo momento, y te de una mano en cualquier cosa que puedas necesitar. Tomé el nombre de "hada madrina" de los poquísimos textos de que disponemos, ninguno actual, sobre la cultura de los humanos, y es justamente eso lo que tengo que hacer: cuidarte – explicó Isabel, la dueña de la vivienda poligonal, y quién había encontrado a este hombre antes que sus congéneres –. No importa la complejidad de los desafíos por venir – abandonó su silla en torno a la mesa y unos pocos pasos precedieron su llegada a la mecedora. Había vuelto a ponerse sobre el lado izquierdo de la camisa el prendedor de oro con forma de corazón, el que hubo de quitarse momentos antes –.En lo que sea sin importar la facilidad o dificultad. Espero poder resultar de utilidad, Eduardo, aunque sean pocos en calidad o cantidad los esfuerzos que pueda hacer por vos – dijo, con amabilidad y firmeza –. Bien, ¿en qué puedo ayudarte?.
Las miradas de los dos se cruzaron, pero ninguno hubo de notar esa reacción.
¿O si lo hicieron, pero pensaron – y concluyeron – que era demasiado pronto?.
_ Nada está más lejos de mi que ser una carga molesta para las hadas, Isabel, ni mucho menos para vos. Creo que con el solo hecho de aceptar mi permanencia en tu casa hiciste por mi más que suficiente, y eso es algo que por supuesto te agradezco muchísimo. Además, y esto es más importante, me salvaste la vida hace cincuenta días – argumentó Eduardo, de pie y convencido de haber dicho lo (que para el era) correcto, observando a través de la ventana con marcos ornamentados. Allí ascendían, de entre la espesura verde cercana, tres hadas con aura blanca, rosa chillón y roja-dorada, con la reina a la cabeza del grupo de tres; y saludaba Eduardo moviendo en el aire la mano, a los curiosos seres feéricos que había por allí, a la vista en el suelo, unos planeando y otros volando a velocidad lenta, los cuales correspondían el saludo de la misma manera, para demostrar amistad y simpatía incondicionales. Esos dos eran sentimientos que ambas partes, Eduardo y las hadas, confiaban en obtener y mantener. Allí afuera se veían muy pocas estructuras, todas rodeadas por el color verde en sus diversos tonos, y al menos desde esa posición no podían verse señales significativas de que esa fuera un área urbana, como vías férreas, autopistas, alumbrado eléctrico o edificios –. Todo lo contrario. Yo soy el que las quiere ayudar... ayudarte. Soy muy ducho en arqueología, sobre todo en arqueología submarina. O era muy ducho, ya que estoy muerto. No se si tu sociedad requiera los servicios de un arqueólogo, pero seguro que acá, en este mundo, no voy a vivir como un parásito de ninguna clase. Si no es eso, voy a encontrar algo con lo que mantenerme ocupado, algo con lo que ganarme el sustento.
_ ¿Sos arqueólogo submarino?. Eso nos conviene y es muy bueno, porque las hadas consideramos que esa y las otras disciplinas de la arqueología constituyen factores que son clave para nuestro acervo cultural y nuestra historia, para su subsistencia y la nuestra, como sociedad y como individuos. No vas vos a ser un parásito ni una carga, eso te lo puedo asegurar. Y te pido que lo tomes como serio y cierto, porque para las hadas la palabra tiene un valor incalculable – garantizó Isabel, sin perder la calma y mostrándose dispuesta, incluso podría decirse que también complacida, con la encomienda que le diera su reina: ser la veladora de Eduardo. Habiéndose levantado una vez más, estaba ahora frente al espejo, acomodándose el cuello de la camisa y ajustando el prendedor –. Si son tus intenciones darnos una mano en nuestras múltiples actividades, vas a contar con tiempo de sobra para elegir en que, o con que, ocuparte. Pero tenemos (tengo) que ayudarte, porque estamos hablando de un principio ético, moral y natural de las hadas. Tender una mano amiga y solidaria cuando haga falta y a quien lo necesite. Y vos lo necesitás. Así que va de nuevo la pregunta; ¿en qué te puedo servir?. Pedí lo que sea, no me molesta.
_ Me gustaría tomar algo – aceptó finalmente Eduardo, cediendo a las palabras de la dueña de la casa. Efectivamente, el hada estaba encantada con el hecho de ser su veladora, y tomó ese pedido como si fuera el primer deseo de su huésped. El hombre fue más específico y añadió –: Agua, de ser posible y si no es ninguna molestia. Es una costumbre que tengo desde la adolescencia media. Tomar agua cada vez que me despierto, inmediatamente después de hacerlo.
_ El elemento que trae la vida – aceptó la anfitriona, con su agradable voz. El aura de los seres feéricos, aparentemente, no solo manifestaba las variaciones en su brillo y tamaño cuando emitían alguna vocalización, sino también de acuerdo a y en sintonía con su estado de ánimo y sus emociones. Y la actual manifestación del aura de Isabel era un indicio claro e inequívoco de que estaba emocionada, alegre y contenta. ¿O era simplemente que las variaciones eran una consecuencia de los sentimientos de un hada?, ¿serían únicamente por eso? –. ¡Que no se diga una palabra más! – exclamó dichosa, dejando de verse en el espejo –. Si eso es lo que querés, entonces que sea agua. Es un elemento que en nuestro planeta existe en abundancia, dulce y salada, y lo bueno es que no se va a agotar nunca. Vamos...
_ ¿A dónde?.
_ A la sala principal. Creo que en ella vamos a poder estar más cómodos que en esta habitación – ya se estaba preparando el hombre para secundarla, cuando el hada tomara la bolsita con los granulados que había dejado allí su congénere. Afuera, al parecer, aquellas pocas hadas curiosas hubieron de dispersarse –. Esta, como te dije, es mi casa – mediante sus dotes mágicas, cerró la ventana, corrió las cortinas e hizo que las sábanas sobre la cama se acomodaran por si solas – Es una vivienda chica y sencilla, de acuerdo, pero también es el modelo tipo de las casas de las hadas, y tiene sus comodidades y todo lo que necesito. Es lo ideal para el estilo de vida actual de las hadas. Podemos ir en cualquier momento a recorrerla, así la conocés a fondo. Mi habitación, por ejemplo, es la contigua a esta, a la tuya, y afuera hay un pasillo que separa a las dos de otro tanto de os ambientes de la casa – el montículo de cenizas en que hubo de transformarse el sahumerio fue a parar al cesto para la basura , en tanto que las sillas quedaron bien juntas a la mesa – En nuestro planeta no usamos la energía eléctrica para alumbrarnos, así que recurrimos a candiles, velas, lámparas que funcionan con aceite vegetal y eso como formas de iluminación artificial. Tampoco tenemos una red de gas natural, de manera que recurrimos a la madera, por lejos uno de los más abundantes recursos naturales que existen, para cocinar, como calefacción en los climas fríos y esas cosas... Cuando hayamos salido a recorrer el barrio, un vistazo rápido te va a resultar más que suficiente para comprobarlo y ... ¡oh, no!, otra vez – exclamó, viendo un pequeño manchón en el techo, contra una de las paredes –. Es una filtración... otra. Le voy a tener que pedir a los de IO que se ocupen de eso.
_ A ese trabajo lo puedo hacer yo, Isabel. Solamente necesito unas herramientas y los insumos adecuados y una o dos horas de trabajo, a lo sumo dos horas y media – se ofreció Eduardo, mirando también el manchón, y tratando de traer al presente, en su memoria, sus conocimientos en trabajos de albañilería – Si este va a ser mi dormitorio, lo lógico es que me ocupe de el, de cualquier cosa que no esté bien, como por ejemplo ese manchón. Y a propósito, ¿Qué significa IO?.
_ Es el Consejo de Infraestructura y Obras del reino. Las hadas que trabajan en el se ocupan de la construcción, el mantenimiento y las eventuales reformas en las viviendas, en base a los datos, planos e información que les envían desde el Consejo de Desarrollo Comunitario y Social. Se que cosas como ese manchón son una insignificancia, pero como el consejero de IO es mi amigo... aunque ahora que dijiste que querés hacerte cargo de ese problema, de solucionarlo – Isabel evaluaba ese sector con los ojos –. En fin, puede esperar hasta mañana. En este país llueve casi a diario, diría que entre el setenta y cinco y el ochenta y cinco por ciento de los días del año, desde las lloviznas más insignificantes hasta el más grande de los aguaceros. Es una de las implicancias más características del clima tropical, como lo son también los vientos fuertes y las inundaciones. Hace dos semanas, por ejemplo, estuvo lloviendo durante seis horas y cuarto sin parar, una lluvia normal a la madrugada y en la mañana, y por otros ciento veinte minutos de forma intermitente. Por eso las viviendas y otras estructuras tienen el grosor que tienen en las paredes, el techo, el pido y sus cimientos son tan fuertes. Son muy resistentes a ese tipo de inclemencias. En esa última lluvia hubo todo tipo de destrozos, algunos leves, otros intermedios y unos pocos un tanto más graves. Alrededor de cuarenta mil habitantes dentro y fuera de esta aldea fueron temporalmente evacuados, los heridos completaron las dieciséis centenas e incluso, la peor parte sin dudas, se reportaron cien fallecimientos en el país, treinta y dos en esta aldea, y de esos treinta y dos tres en este barrio – apartó la vista del manchón y agregó –. Mi casa, además, es vieja. La recibí como herencia familiar. ¿Cuándo la querés conocer a fondo?, ¿dentro de un rato o mañana?.
_ No se, la que se te ocurra. Vos sos la anfitriona., contestó Eduardo, caminando detrás del hada por el corredor.
Unos pocos pasos más adelante estaba su destino.
--- CLAUDIO ---
Continúa...
--- CLAUDIO ---
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