Entraron en el ambiente principal de la casa.
Un espacio poligonal de doce lados que
ocupaba una superficie de ocho metros de frente por seis de fondo, tal como
informara la anfitriona. Tenía accesos a
un corredor y a otro dúo de espacios cerrados. El amplio espacio central,
además de oficiar como sala de estar, tenía otras funciones, debido a su
variado mobiliario, como sala de juegos (“Dominó!”, se emocionó Eduardo, al ver
una caja con las fichas para ese juego). Como en las habitaciones, porque el
hombre supuso que la del hada de la belleza debía ser idéntico al suyo, la
madera aquí se hallaba presente tanto en la construcción como en los muebles y
esas peculiares artesanías y objetos alegóricos culturales en las paredes, que
cumplían funciones decorativas.
El hada hizo que su huésped ocupara una cómoda
silla en torno a la mesa rectangular, en el centro de la sala, salió de esta y
volvió a los pocos segundos, trayendo consigo un cenicero (tenía el atado en
uno de los bolsillos del pantalón), una jarra de vidrio, repleta con una
cristalina agua, y un par de vasos del mismo material. Los modos y modales en
las mujeres no eran diferentes, no mucho por lo menos, pensaba Eduardo, porque
las feéricas – veía a Isabel ahora y había visto a Nadia y la reina Lili antes,
cuando caminaran y estuvieran en movimiento – también actuaban con gracia y
educación. Vertió la anfitriona el agua hasta el tope en el par de vasos, cada
uno tomó el suyo, brindaron y el hada de la belleza habló:
_ Las cosas cambiaron bastante, vaya que lo
hicieron, para las dos razas de hadas desde que estas sostuvieran su primer
encuentro en este planeta, y que sin haberlo previsto devinieron en una sola –
ocupó otra de las sillas con unos modales tremendamente femeninos y refinados,
antes de continuar hablando y al tiempo que hacía arder un fósforo y encendía
un cigarrillo. Le dio otro a su huésped, ingirió el primer sorbo de agua y dejó
con suavidad el vaso al alcance de sus manos –. Así y todo desde ese arribo
hace más de diez mil doscientos años prácticamente no hubieron cambios, significativos
o no, en lo que se refiere a nuestro estilo de vida, nuestros aspectos sociales
y culturales nuestras costumbres y tradiciones. Gradualmente, las dos especies
aprendieron a convivir en forma armónica, una se benefició con los
conocimientos y la sabiduría de la otra y así llegaron (llegamos) a la
actualidad. Pasaron diez milenios, dos siglos, cuatro años… las hadas
evolucionamos. Pero ese proceso evolutivo no fue, o no es, mejor dicho, como el
que vos conocés y aquel en que de seguro estás pensando. En el curso de los
diez siglos que siguieron, apenas una fracción ínfima en nuestra historia, las
dos razas sufrieron transformaciones, algunas de las cuales permanecen
inexplicables hasta el día de hoy, y fusiones físicas, genéticas, biológicas y
anatómicas, y llegó un momento determinado, al cabo de esos mil años, unos más
unos menos, en que hizo su aparición, una nueva clase, una nueva raza de hadas,
más sofisticada y poderosa que las dos antecesoras. De esas dos, que se habían
estimulado entre si en tanto se fusionaban e iban evolucionando, no quedaron
más que vestigios en el registro histórico y arqueológico, con diverso grado de
conservación y deterioro… y huesos, por supuesto – el fin de las palabras
introductorias –. Las hadas originarias del planeta Tierra, como exactamente te
pasara a vos a mediados del mes de Enero, habían tomado conocimiento por pura
casualidad de la existencia de un cuerpo celeste casi idéntico al de ellas.
Quien era su reina por esos tiempos estuvo a la cabeza de un grupo expedicionario
conformado por dos docenas y media de seres feéricos que habían abandonado sus
tierras, en las islas británicas, que no se las conocía de esa forma en ese
momento. Era una misión de exploración y reconocimiento que tenía como objetivo
único encontrar un nuevo lugar en el cual asentarse. Imagino que sus colonias
en las islas habrían tenido problemas demográficos, aunque eso no explica el
motivo por el que decidieron abandonar el continente. Europa es un lugar
inmenso – la bella hada hizo una pausa y echó otra bocanada de humo antes de
ingerir el segundo sorbo de agua. La conversación parecía más bien una clase de
historia –. Viajaron con dirección al oeste, cruzaron el Océano Atlántico y al
cabo de seis meses estuvieron en el Nuevo Mundo, como milenios más tarde los conquistadores
europeos llamaron al Caribe y otras partes del continente americano. Pero algo
no salió como ese grupo y su reina lo habían previsto. Se llevaron el susto más
grande de sus vidas al descubrir que estaban en un mundo desconocido, y pudo
ser peor para ellas de no ser porque, veinticuatro horas más tarde, se
encontraron con los seres feéricos locales. Ese fue el “Primer Encuentro”, así
lo conocemos y llamamos, y noventa días después, al dar comienzo un nuevo años,
se decidió que la cronología tenía que volver a contarse desde cero – otra
pausa, para beber agua también, y quitar la ceniza que pendía del cigarrillo –.
En la Tierra nada más se supo de ese grupo sino hasta varias décadas después,
porque las hadas allí, que ya estaban al tanto de que algo pasaba en el
Atlántico, tardaron en darse cuenta de cuál era su función. Fueron muy pocas
las que pudieron venir. En este planeta la mezcla entre ambas especies de hadas
al principio estuvo limitada a mejoras organizativas en las sociedades y una
sofisticación cultural. A medida que pasaron esos mil años e iba apareciendo la
nueva raza, mejorada y avanzada, la evolución se hizo evidente en cada aspecto
de las hadas como individuos y como grupos. Y fue acelerada, aunque no sabría
decir cuanto, o por cuanto.
_ Un cuerpo celeste que los seres humanos
como yo ignoran que existe, habitado por especies diversas del reino animal, el
vegetal, y una civilización bastante sofisticada cuya historia se remonta a por
lo menos diez mil doscientos cuatro años, tomando como punto de partida para
ese tiempo aquel Primer Encuentro entre las dos razas, lo bastante
significativo como para empezar a contar los años desde cero una vez más –
sintetizó Eduardo, tras concluida aquella exposición prolongada, y luego de
ingerir en un único sorbo una tercera parte del contenido del vaso. Estaba
empezando a sentirse a gusto, calmo y tranquilo desde que abriera los ojos y
advirtiera la presencia del trío de seres feéricos frente a él. A gusto, y
mucho, con su hermosísima compañía. Miró a Isabel y le formuló un planteo –.
¿Nunca llegó otro ser humano a este planeta?, porque hubieron no pocas
desapariciones relacionadas directa e indirectamente con el Triángulo de las
Bermudas. Aviones, embarcaciones de superficie e incluso submarinos que ni el
mínimo rastro dejaron y nunca volvió a saberse de ninguno. Son historias que
circulan y se mantienen desde la llegada de los conquistadores europeos al
nuevo mundo.
_Si, tres máquinas parecidas a aquella en la
que vos llegaste, en la primera mitad del siglo pasado – contestó el hada de la
belleza, largando otra bocanada de humo –. Un caso idéntico al tuyo. Esas
personas se vieron atrapadas dentro de la fluctuación y llegaron a este
planeta, a nuestro “hogar”. Dos de esos hombres que cruzaron, bueno… los
encontraron sin vida en la costa de otra isla, en otro de los países de este
continente, uno estaba flotando boca abajo en un lago y el otro mezclado en una
maraña de ramas y lianas. El tercero cayó en los jardines frontales del castillo
real de Insulandia, en el centro de esta aldea, y murió una semana más tarde.
La máquina voladora se hundió en la espesura de una selva muy frondosa y
tardamos un mes para recuperar todos los restos. Los cuerpos de esos tres
hombres, junto con todas sus posesiones, fueron incinerados en una pira
ardiente, porque esa es nuestra costumbre, una tradición muy anterior al
“primer Encuentro”, y el trió de urnas con las cenizas fue llevado a un
cementerio en la periferia de esta aldea. Sus nombres están tallados en los
monolitos, en las cabeceras de las sepulturas. El Consejo Supremo Planetario
decidió que las moradas finales estuvieran en este reino porque tuvimos al
único que pudo sobrevivir al… “aterrizaje” – la anfitriona estaba también a
gusto, y mucho –. Hay una sola posibilidad en varios millones de que nos puedan
encontrar, y al planeta, así que el único problema al que nos enfrentamos las
hadas y los demás seres elementales en general, por lo pronto en este reino, o
uno de los problemas acuciantes, es el clima, a veces adverso. ¡Ojo! – exclamó,
en un intento por no ofender a su huésped –. No digo que los seres humanos
representen una amenaza. De hecho, pienso que el noventa y nueve por ciento de
ellos son buenas personas y no tendrían intenciones hostiles en el caso de que
llegaran a este planeta. Pero siempre queda ese restante uno por ciento, los
malos, detestables e indeseables de la peor clase: terroristas, usureros,
buitres, saqueadores, sediciosos, los que quieren llegar al poder político por
las malas, criminales contra la propiedad, traidores a la patria, persecutores
ideológicos, en fin… la vergüenza de la raza humana. Fuera del clima, todo lo
demás es llevadero y relativamente sencillo.
_ ¿Y el planeta? – quiso saber Eduardo,
concentrado en esa “clase de historia” –. Si hablamos de astronomía, ¿en qué
parte del universo se encuentra?.
_ está en una galaxia irregular a doscientos
treinta y siete millones ciento sesenta mil años luz de distancia desde la
Tierra, creo que eso representa doscientos treinta y siete punto dieciséis
crones. A la nuestra, hablo de la galaxia, decidieron llamarla Vica, miles de
años atrás. Ese es uno de los dos nombres principales de una creencia religiosa
hoy extinta, también hace milenios, que abarcó cada aspecto de nuestras vidas.
Es la creadora de todas las cosas, según los seres feéricos. Vica es una
galaxia conformada por una cantidad de estrellas que nos es imposible de
determinar, no al menos con la tecnología de que disponemos actualmente, y que
tiene, este dato si fue precisado, un diámetro máximo de cinto ochenta y cinco
mil años luz – informó Isabel –. Nos
demandó más de una década poder precisarlo, dos milenios después del Primer
Encuentro, porque las investigaciones astronómicas fueron, y siguen siendo, muy
complejas. Nuestro sistema solar se encuentra en el borde externo de Vica y el
planeta es el cuarto más alejado del Sol, de un total de diecisiete. Está justo
dentro de la zona de habitabilidad y hasta donde conocemos es uno de los dos
cuerpos celestes del sistema en que la vida está presente… si hay dos, pero
mejor que del otro te hable en otro momento. Y eso es bueno para mí, porque
hace unos años me ayudó a elegir un puesto de trabajo. Mi empleo, o, mejor
dicho, mi vocación.
_ ¿Influyeron las formas de vida en esa
decisión que tomaste?., le preguntó acto seguido Eduardo, tomando de nuevo la
jarra y vertiendo la cristalina agua hasta el tope en su vaso.
_ Exacto – contestó el hada, haciendo que
levitara, desde una pared, un certificado enmarcado. Era un pergamino de carácter legal que
oficializaba su nombramiento profesional, y databa de cuatro años y un mes
atrás –. Aunque, como dije, fue muy indirectamente. No hablé de las formas de
vida, sino de lo que quedó atrás.
_ ¿Cuál es tu profesión?.
_ También soy arqueóloga, y especializada en
lo mismo que vos. Trabajo en el Museo Real de Arqueología, aunque hago tareas
de campo… me entusiasma más eso que las tareas de oficina. No es un trabajo
sencillo ni por asomo, porque tenemos que ocuparnos, por ejemplo, de que las
piezas que encontremos resulten sin daños luego de la recuperación, y hasta su
traslado al centro de investigaciones, para su estudio. La arqueología, como
también la paleontología y otras ciencias como esas, son extremadamente
complejas y hay que trabajar meticulosamente. Es así como logramos que nuestra
historia y modos de vida, como ejemplos, se mantengan vivos aún hoy, y que los
registros históricos contengan tanta información – llenó su copa una vez más y
aplicó nuevamente sus habilidades telequinéticas, para hacer que el atado de
cigarrillos viajara a una repisa a sus espaldas. Eran producidos, explicó a su
huésped, por la CTISE (Compañía Tabacalera Insular, Sociedad del estado) –. Soy
arqueóloga submarina desde hace cuatro
años y un poquito más… y estoy pensando en serlo hasta el último de mis días,
porque eso me apasiona muchísimo – el montículo de cenizas en el recipiente de
madera había sido coronado con el par de colillas, y la cantidad de agua en la
jarra se había reducido a menos de la mitad – Mi trabajo es algo que elegí por
vocación, que es como se elige la totalidad de las ocupaciones en la sociedad
de las hadas. Hoy tengo un horario laboral que corre entre las ocho horas en
punto y las diecisiete treinta de cada día hábil y de ocho a catorce los
sábados, aunque en los dos casos ese tiempo se puede ampliar, de ser necesario.
Dos mil doscientas treinta y tres hadas trabajan en el museo, seis de ellas a
mis órdenes. Ahora no estoy yendo, porque el director y la reina Lili dijeron
que me quedara a tu lado hasta que te hubieras recuperado, y mis compañeros se
están ocupando de mis labores.
_ ¿Resignaste cincuenta días de tus
obligaciones laborales por…mi? – Eduardo reaccionó con asombro a esa
revelación, pues no la esperaba ni por asomo – No quisiera ser desagradecido ni
faltarte el respeto, después de todo lo que hiciste por mi, todo desde salvarme
la vida para abajo, pero no creo que sea correcto que una persona que se ocupa
de algo tan importante, eso es la arqueología para las hadas, se de el lujo de
tomarse una licencia por tanto tiempo, Isabel.
- No me faltaste el respeto. Y si, es cierto
eso que dijiste sobre la incorreción – coincidió el hada, con un pensamiento
dividido al respecto –. Pero pensé que eso podía esperar, porque me preocupó
más tu estado de salud en estos cincuenta días. Fuiste mi responsabilidad desde
el principio. Tanto que por ella dejé de cumplir con mis obligaciones, y no me
arrepiento de haberlo hecho. Tampoco Nadia, la reina Lili ni ninguna de las
personas, hombres y mujeres, que me estuvieron ayudando desde mediados de
Enero. Además, no estuve completamente desconectada. Mantuve un contacto diario
con el personal del museo.
_Te lo agradezco.
_De nada.
En ese preciso instante tuvieron la primera
revelación de que si hubieron de darse cuenta. Isabel estaba viendo a Eduardo
de la misma manera con que el la miraba a ella. Sin embargo, continuaron
prefiriendo mantenerlo en silencio…por ahora.
_ Imagino que habrás de tener una buena paga –
aventuró Eduardo, confirmando que los seres elementales, por lo pronto las
hadas, sentían un gran aprecio por su pasado. En ello, pensaba el, radicaba una
de las claves para la subsistencia de la sociedad –, porque estas disciplinas,
como la nuestra… a mí me parece que son muy importantes.
_ Más que bien, si tengo que hablar con
franqueza. Diecisiete mil seiscientos soles mensuales, el primer día hábil de
cada mes. El “sol” es nuestro signo monetario, lo es en todo el mundo, en todos
los países – indicó la dueña de casa, haciendo un gesto manual al respecto –,
así que no me puedo quejar en ese sentido. En realidad, no lo puede hacer nadie
que trabaje de una u otra forma en relación con la arqueología y cualquier
disciplina o ciencia que se dedique a nuestro pasado. La diferencia es mínima
entre los jefes y el personal a su cargo, y por si eso no fuera suficiente, los
sueldos de cada empleado estatal en
relación de dependencia van a subir un diecisiete por ciento desde el mes que viene,
de diecisiete mil seiscientos a veinte mil quinientos noventa y dos. Además,
para ciertos bienes y servicios, como la indumentaria y el calzado, se recurre
al intercambio, o sea al trueque, y en otros tantos se paga en especias, con
productos como sal, granos de café, cacao, semillas y eso. Esos dos métodos, o
formas de pago, son previos, y mucho, al Primer Encuentro, y siguen tan
vigentes como en esa época. Forman parte de nuestra cultura. Así que entre los
sueldos, el intercambio y el pago en especias no tenemos un motivo para
quejarnos. Las hadas tenemos una excelente calidad de vida.
_La supervivencia de la especie está
asegurada., postuló Eduardo, tras haber vuelto a vaciar su vaso.
_Si, eso mismo., coincidió Isabel con una
sonrisa.
_¿Cuál es el método que ustedes, lo seres
feéricos, emplean para medir los días y el tiempo?., inquirió el arqueólogo,
cuando hubieron de cumplirse los primeros treinta minutos de permanencia en la
sala.
Había un reloj muy bonito en una de las paredes.
_Muy parecido a como lo hacen en tu mundo de
origen. No, muy parecido no. Igual – el hada de aura lila empezó nuevamente a
explicar tras haber vuelto de la cocina (uno de los ambientes de junto), con la
jarra una vez más llena con agua –. En nuestro caso, el período de rotación es
de mil cuatrocientos cuarenta minutos; veinticuatro horas exactas. Casi igual a
la Tierra, donde un día tiene una duración de veintitrés punto novecientas
treinta y cuatro. Pasa lo mismo con la revolución solar. A la Tierra le toma
trescientos sesenta y cinco punto veinticuatro días en dar la vuelta alrededor
del Sol, y acá el movimiento de traslación es preciso y exacto, sin los decimales.
Y usamos dos calendarios, en unos casos uno que llamamos “neocalendario”, que
es cien por ciento idéntico al gregoriano (es lo mismo, de hecho, solo que con
otro nombre), en otros el calendario feérico original, y en unos casos más los
dos al mismo tiempo – Isabel giró la cabeza unos noventa grados hacia su
derecha y esbozó una sonrisa al oír movimientos repentinos. No estaba molesta
ni nada parecido. Dando la sala principal directamente a la vereda. Ello
implicaba que sus congéneres (menores de edad, ya que las hadas adolescentes y
adultas demostraban no ser “inoportunas”) disminuían la velocidad en su andar
al pasar junto a la fachada, y de refilón intentaban observar el interior de la
sala, pese a estar cerrada la cortina – Trescientos sesenta y cinco días
agrupados en siete meses de treinta y uno, cuatro de treinta y uno más de
veintiocho en el neocalendario, con un día adicional para febrero cada cuatro
años; y cuatro meses de treinta días, cuatro de veintiocho, dos de veinticuatro,
dos de veintisiete y uno de treinta y uno en el feérico. Si, nuestro calendario
antiguo tiene trece meses. Por lo demás, el tiempo se mide exactamente igual,
en horas, segundos, minutos… diferencias no hay. Usamos relojes de bolsillo,
para uso personal, y es una costumbre ancestral que cuando un hada cumple veintiuno
se le obsequie un reloj. Sostenemos que así se completa su entrada al mundo de los
adultos. También están los relojes solares, regados por todo el planeta… creo
que deben haber unos cinco mil; los de péndulo, de los que hay uno en la plaza
central de las principales aldeas de los reinos; y los caseros, como ese –
señaló con la vista el reloj en otra repisa, que estaba emitiendo un suave “tic-tac”
–. A ninguno lo necesitamos, sin embargo, más allá de cuando queremos conocer
un momento del día exacto y en particular, que hora es con exactitud. Las hadas
estamos tan conectadas con la naturaleza
que sabemos por instinto cuando hacer que cosa. Los almanaques y calendarios
nos resultan igual de innecesarios, aunque es verdad que forman parte de
nuestra cultura desde hace milenios, porque con nuestra memoria y ese instinto
natural… y además algo que aprendemos, comprendemos y perfeccionamos con el
paso del tiempo, los seres elementales en general recurrimos a las posiciones del
Sol, la Luna, las estrellas y cualquiera de los cuerpos celestes para hacer
cálculos temporales y cronológicos – por el tono que estaba empleando para
hablarle, Isabel parecía dejar en claro que quería (deseaba)encontrar y tener en
este hombre llegado a su vida en Enero a un confidente. Pero, más que eso, a un
amigo – Lo pensaste ya, supongo. Este lugar, en particular la aldea, constituye
un paraíso tranquilísimo en el que no nos falta nada, en ningún aspecto de
nuestro día a día. Así fue, así es y así va a ser.
Y vació el contenido de su vaso
Continúa...
--- CLAUDIO ---
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