martes, 18 de abril de 2017

1.2) Mientras Eduardo no estuvo

– Pero , ¿por qué estás tan asombrado y sorprendido, Eduardo?. Puedo comprender tus sentimientos y emociones, ellas y yo podemos, porque sabemos, lo de tu creencia en las hadas. Sin embargo nos llama la atención  tu estado… ¿esperabas por casualidad encontrar otra cosa?
_ La verdad es que si, esperaba otra cosa- admitió Eduardo con toda la sinceridad, en tanto Lili reiteraba mediante gestos aquello que dijera sobre la formalidad y la etiqueta. Creía adivinar como, más allá de esta vivienda, las hadas estarían conversando entre ellas con voces y gesticulaciones cargadas de curiosidad. Algo que no solía ocurrir en este mundo, habría de seguro despertado ese sentimiento y otros parecidos a él entre los hombres y mujeres de esta sociedad… de esta especie. Todo el planeta debería saberlo ya, tal vez en algunos lugares con más detalles que en otros, conocerían lo que había acontecido -. Entiendo y sé que a ustedes no les gustan las mentiras ni el embuste, así que voy a hablar con franqueza y decir solo la verdad acerca de lo que pienso y siento – calló una vez más. De haber estado en su casa, al haberse despertado con las últimas horas de la madrugada, hubiera hecho tronar todos los huesos de las manos y los de la espalda, para despabilarse completamente y al instante. Pero también desagradaban a las hadas la rudeza y los malos modales, los de esa clase al menos – de todo esto. Yo esperaba otra cosa cuando las vi entrar en esta habitación. Confiaba en ver al estereotipo alienígena. Pero esto es… ¿cómo definirlo?. Diferente. Así lo defino. Diferente y mucho. Para empezar, ustedes tres tienen forma humana. No, eso no; mejor dicho forma sólida. Eso es lo que tienen ustedes., lo que estoy observando ahora. Yo pensaba que la naturaleza de las hadas era más…tenue, algo parecido al vapor o al agua en ebullición. Siempre las imaginé de esa manera. Además, ustedes carecen de alas y por lo que estoy viendo su altura es idéntica o muy parecida a la mía. Y además está el hecho de que en lugar de vivir en algún bosque recóndito y sombrío lo hacen en una isla tropical perdida en medio de la nada, vaya uno a saber en que lugar… al menos, yo no lo conozco – y cayó en la cuenta – A propósito de eso, ¿en qué lugar me encuentro?. Este para nada es mi planeta. Es muy parecido a la Tierra, de acuerdo, pero también muy diferente.
_ En el reino de Insulandia, nuestro hogar natal. Estamos en la isla principal, en el centro de ella, dos mil ciento ochenta y siete punto cinco kilómetros al sur de la cabaña en la que te encontramos – informó el hada con los jeans azules, llamando su atención solo con hablar. La voz de Isabel también tenía un efecto tranquilizador, similar al de la reina Lili. Eduardo pudo notar como el aura de estos seres variaba en brillo, tamaño e intensidad cuando hablaban y emitían vocalizaciones, como los ecualizadores gráficos en los equipos de sonido. Supuso que pasaría lo mismo con todas las hadas –. Nadia y yo te encontramos medio muerto en esa cabaña de madera cuando íbamos a la playa a pasar el día, a descansar.  Despreocupate, no me molestó ni me molesta haber cancelado esas veinticuatro horas que iba a dedicarle al ocio – avisó –. No lo digo para desanimarte, pero estoy segura que de haber llegado a ese lugar una hora o una y media más tarde, la muerte habría hecho su aparición en primer lugar. Así que Nadia unas amigas y yo te trajimos acá, a mi casa, porque pensamos que las probabilidades de salvarte la vida iban a ser mayores. Es  una vivienda en la periferia  suroeste de la aldea. La opción más adecuada hubiera sido una instalación médica, pero vistas la situación y la sorpresa… no tuvimos tiempo suficiente para pensar, y teníamos que actuar rápido. Ella fue de una enorme ayuda para traerte de vuelta, por decirlo de alguna manera – con la vista señaló a Nadia, la médica y funcionaria política (consejera real), que afirmó las palabras haciendo un gesto con la cabeza –. Eso nos llevó tiempo, por supuesto, porque tu situación era muy grave y complicada. Pero al cabo de cincuenta días, mis congéneres, sobre todo los del cuerpo médico, y yo pudimos conseguir que vos, Eduardo, recuperaras el cono…

El hombre volvió a quedar estático y estupefacto al escuchar ese lapso de tiempo.

Otra de las revelaciones para las que no estaba nada preparado.

– ¡¿Qué cifra dijiste, al cabo de cuánto tiempo?, ¿cincuenta días sin conocimiento?! – estalló Eduardo al instante, con una reacción instintiva impregnada de desconcierto, e incorporándose de la silla con una cuota de brusquedad no tan leve. No podría haber hecho otra cosa que reaccionar de esa manera -. ¡¿Tanto tiempo, alrededor de dos meses pasaron desde que llegué a la playa?!... ¡estamos en el mes de Marzo!. Tengo que ver, que conocer, que pasó con…

No pudo continuar con su parlamento.

Pensaba que nada más habían transcurrido unas pocas horas desde su ingreso a la estructura en el límite entre la playa y el bosque tropical. Teniendo un cansancio extremo como aquel, recordaba y comparaba, Eduardo no acostumbraba a dormir por más de ocho horas. Tal vez nueve, cuando mucho, pero nunca más de eso. Volvió a ocupar la silla, todavía conmocionado.
- No es tan sencillo como parece. Dejame que te explique lo que pasó, o tratar de hacerlo…las tres vamos a intentarlo – retomó la palabra la reina Lili, sin alterarse ni perder la paciencia. Sus congéneres y el hombre vieron como hacía aparecer de la nada una serie de papeles y los dejaba sobre la mesa. Parecían anotaciones y apuntes con algunas ilustraciones, vinculados tal vez, pensó Eduardo, a su situación tan compleja -. Lo que si, tengo que decir que no se exactamente como empezar. Verás…bueno…, no se como te va a caer esto, y no espero ni por casualidad que lo puedas comprender únicamente con la explicación que te quiero ofrecer, al menos no del todo. ¿Estás preparado para escuchar? – Eduardo contestó que si, moviendo la cabeza de arriba hacia abajo… su esfuerzo haría por escuchar y comprender –. Muy bien, allí voy. Si se tratara esta de alguna de las islas, islote so atolones que conforman la… ¿”zona caribeña” se llama? –Eduardo reiteró el gesto de afirmación –… si fuera ese lugar o sus áreas colindantes, si. Absolutamente si. Supongo que entre ciento veinte y ciento ochenta minutos, o cuatro horas cuando mucho, vos estarías de vuelta en tu pueblo, ciudad, caserío, aldea, colonia autónoma o como lo llames en tu país de nacimiento. ¿Te digo otra cosa?, yo podría llevarte personalmente. Pero tu situación real, todo lo que viviste y lo que ahora estás viviendo, n solo es diferente, sino también más complicada. Las puertas espaciales no sirvieron ni van a servir, porque…
_ ¿Puertas espaciales?.
_ Nos permiten cruzar enormes distancias en cuestión de segundos, pero únicamente funcionan en nuestro mundo. Hay trescientas setenta y cinco existentes  en este planeta. Así fue como los seres feéricos te trajimos desde la cabaña, dos kilómetros y tres cuartos al este-sureste de una de esas puertas, hasta esta vivienda – informó la reina Lili, mostrándole uno de los papeles. Un planisferio con puntos y líneas que mostraba la ubicación de las puertas en los distintos continentes -. Nunca pudimos instalar una fuera de este mundo, pero eso no viene al caso, así que dejémoslo para otro momento. Esto, como te dije, es diferente. Por casualidad, y solo por eso, ¿no habrás pensado que tu planeta de origen era el único en el universo en que estaban presentes las formas de vida, o si?. Porque si lo hiciste estuviste equivocado.

El Universo era infinito.

Es infinito.

_ ¿La vida extraterrestre?. Sostuve que eso no era otra cosa que un recurso de la ciencia ficción y la pseudociencia, hasta que caí en la cuenta del lugar en el que me encontraba; cambié de escéptico a creyente prácticamente al instante. Mi campo de trabajo no es la astrobiología, la ovnilogía o cualquiera de las demás disciplinas pseudocientíficas.  Me pasó exactamente lo mismo con la magia, que también está presente en este planeta. Además, ni en sueños esperé que fueran ustedes los extraterrestres. Ni en lo más recóndito de mi mente esperé encontrar hadas en este lugar –dijo Eduardo, que pareció entonces haber caído en la cuenta de algo. De algo preocupante, alarmante e importante que guardaba una relación, minúscula o mayúscula según se la mirara. Observó directo a los ojos a la reina insular, sin pestañar, y habló otra vez -. Supuestamente yo estoy perdido y… ¡un momento, por favor!. Necesito saber algo. ¿Significan esas palabras, implican, que pasé yo a la mejor vida… que estoy…muerto?.
Procuró no evidenciar la combinación de los tan preocupantes sentimientos y pensamientos negativos que ahora estaban asaltándolo, en tanto reconocía que, en este caso inusual, le iba a ser de provecho su nulo temor a la muerte. Sin embargo, aún con esa aseveración rondando en su mente, el resultado no estuvo siquiera cerca de ser para Eduardo satisfactorio, o algo que con ello tuviera mayor o menos semejanza, y por tanto desconocía como reaccionar y que expresiones – facial y corporal – adoptar ante la información que la soberana le había dado, y mucho menos la que de seguro habría de darle.

Era, simple y sencillamente, una complejísima situación. Una cuya complejidad tenía letras mayúsculas.

_ Así es, Eduardo. Oficialmente, eso es lo que creen los seres humanos. Que vos ya estás viendo como crecen las zanahorias desde abajo –contestó la reina de Insulandia, que tampoco podía reparar en (cual sería) la expresión correcta para adoptar, y fue debido a eso que preguntara al hombre, en forma de un simple y concreto planteo _. ¿Te gustaría saber que pasó, que pudo haber pasado, con aquel individuo del sexo masculino después que se cortara todo contacto con el?, ¿qué fue lo que le pudo haber ocurrido después que le perdieran el rastro, cuando la máquina voladora en la que viajaba desapareciera del alcance de los equipos de monitoreo y vigilancia?- Eduardo contestó que si, preguntándose para sus adentros como conocía la reina Lili lo que eran los radares, y si los seres feéricos habrían encontrado ya el avión P-40, o lo que quedara de este -. Los seres humanos te dieron por fallecido una vez que se cumplieron los exactos treinta días desde tu desaparición. Varias personas, hombres y mujeres con uniforme, te buscaron durante ese mes sin descanso, de día y de noche, a veces con condiciones adversas en el clima. Al final concluyeron, así figura en el reporte definitivo del incidente, que esa máquina voladora metálica debió de quedar atrapada en algún viento fuerte y caído gracias a eso en cualquier parte en el océano Atlántico… creo que su nombre es ese. Después de ese lapso de tiempo, el caso que los mantuvo ocupados las veinticuatro horas del día durante un mes se cerró.
Silencio en la habitación.
_ ¿Hay más en este asunto, no es así?., inquirió Eduardo, al cabo de dos o tres minutos de no escucharse allí ni una voz ni un sonido, con un tono de impaciencia que le fue imposible ocultar, a la vez que se intentaba concentrar y no alarmarse el mismo ni alarmar a las hadas, quienes comprendían lo que estaba sintiendo.
Decidieron y concluyeron que su reacción no podía ser otra.
_ Si, por supuesto que hay más – aseguró la reina Lili, acompañando las palabras con otro gesto manual. Continuaba sin alterarse ni impacientarse y conservaba ese tono tranquilizador en su voz. El otro par de hadas, Nadia e Isabel, escuchaba con atención. Posiblemente, aquellas que se encontraban más allá de la casa estarían todavía, a cincuenta días de ocurrido el atípico acontecimiento, corriendo la voz con toda clase de exclamaciones a ese respecto, o haciendo referencias a lo que para Eduardo era la vida extraterrestre -. Una vez cada medio siglo se produce un desorden natural bastante inestable en el espacio y el tiempo que conecta a este que es nuestro planeta con el tuyo, la Tierra, durante un lapso de cinco segundos. Ni uno más ni uno menos. El porqué de ese suceso nos es desconocido, y es en ese lapso que recolectamos la energía para construir una o dos puertas espaciales; eso si tenemos suerte.  No fue este el caso, porque tenemos que estar ahí en el momento en que pase… Tuviste que encontrarte dentro del campo de alcance de esa fluctuación en ese tiempo tan escaso. Pasados esos cinco segundos el espacio-tiempo vuelve a la normalidad y la conexión entre los dos mundos se rompe y no se vuelve a establecer sino hasta que hayan pasado otras cinco décadas. ¡Todavía falta, Eduardo! – exclamó la reina, sin perder la paciencia ni el efecto calmante en la voz, ni tampoco su aspecto benevolente -. Vamos a viajar –decidió-, metafóricamente hablando, diez mil doscientos cuatro años, dos meses y nueve días. A una época por demás remota en la historia de las hadas y todos los seres elementales –con la vista señaló a Nadia e Isabel, quienes también escuchaban con atención, pese a que conocían ya, y con detalles, esta parte de su historia -. Cuando las hadas del planeta Tierra lo hicieron llegaron a este mundo por error y sin habérselo propuesto, que fue lo que te pasó a vos hace casi dos meses. Exactamente lo mismo, para ser justa. Y se encontraron con que ya había habitantes en este mundo: las “hadas locales”. Entre todos los beneficios y cambios que fueron producto de esa mezcla de razas, por decirlo de una manera elegante hay una rarísima habilidad, que solo unos pocos y especialmente poderosos individuos poseen; básicamente consiste en poder crear una de esas anomalías para permitir que otros crucen. La bautizamos, mis ancestros lo hicieron, como “Técnica del Desplazamiento”. Su origen también nos es desconocido, y también por qué la poseen quienes la poseen. Mis colegas, porque yo soy una de las “beneficiarias”, y yo pensamos que si servía para moverse desde un punto hasta otro en este planeta en cuestión de segundos, sin importar la distancia que exista entre los dos, también podría servir para desplazarse desde aquí hasta la Tierra.

Hizo un alto para recuperar aire y darle a Eduardo la posibilidad de comprender y retener esa información, en la que estaba totalmente concentrado.

_... Pero nos equivocamos antes, y yo me equivoqué ahora. Así que recurrí, a raíz de una sugerencia de Isabel y las hadas que te encontraron en la cabaña, a otro método para conocer lo que en el planeta Tierra estaba pasando con respecto a tu situación, y es algo que llevamos a la práctica cuando se cumplieron las primeras tres semanas desde tu llegada. Eso es lo mismo que los consejeros reales y yo hacemos cada vez que por razones de fuerza mayor tenemos que ver, o saber, lo que pasa en un lugar específico en este o los demás países del planeta. En el Castillo Real, en esta aldea, se encuentra el objeto mágico por excelencia que mejor representa a Insulandia – enseñó a Eduardo otro de los papeles, uno que tenía un gráfico en forma de cántaro y anotaciones referidas a el –, de hecho es uno de nuestros símbolos patrios. Es un cántaro de oro de un metro de alto que los seres feéricos conocemos como como “Espectador”. Contiene un líquido que nos permite observar lo que ocurre en el momento que queramos y donde queramos. La Tierra, en este caso. Desafortunadamente, solo pudimos ver unas pocas partes del lugar en el que naciste, y por un tiempo muy breve… Supongo que eso fue a causa del tiempo y el espacio, aunque nadie albergó esperanzas de que ese método funcionara. Tratamos de conocer tu historia, Eduardo, saber cuáles eran las opiniones acerca de tu situación. Pudimos conocer y entender lo suficiente. Para hacer uso del espectador alcanza con beber ese líquido color ámbar que contiene. No, no tiene en el organismo de quien lo ingiere efectos contraproducentes – añadió, anticipándose a la pregunta de Eduardo –. Tenemos una copa con la escala específica marcada en ella, hasta un litro y cuarto. Mililitro  por mililitro. Y para que una persona pueda ver tiene que agregarle al líquido una gota de su sangre. Basta con beber la vigésima parte del total para que el efecto se prolongue por quince minutos. Usé lo último que nos quedaba de ese líquido, como te dije, en la primera semana del mes de Febrero, para ver lo que pasaba en tu pueblo natal, y van a pasar exactos trescientos sesenta y cinco días antes de que podamos volver a disponer del espectador, porque producir ese líquido ambarino es una tarea muy complicada. No fue mucho lo que las hadas y yo pudimos saber, pero aún con esa escasa información pudimos confirmar que para las personas con quienes tuviste un trato habitual y más o menos fluido estás muerto, aunque todavía hay unos pocos seres humanos  que confían en que de pronto aparezcas con vida ante ellos – calló otra vez –. Lamento tener que decirte esto, porque puede no agradarte y dudo que resulte de utilidad para tu estado de ánimo… Esa anormalidad en el espacio y el tiempo, ni más ni menos que un agujero de gusano (si, se de astrofísica) es la única vía de comunicación entre nuestro planeta y el tuyo, y por lo tanto te va a ser imposible estar de vuelta en la Tierra en los próximos cincuenta años… y eso si estás en el lugar correcto en el momento en que se produzca la anomalía.

¿Realmente le importa eso?

¿El querría volver a la Tierra?

_ ¿Dónde se reciben las imágenes del Espectador?., quiso saber el hombre, concentrado en y tratando de procesar las últimas palabras de la reina.
_ En la mente del usuario o la usuaria – informó la soberana, reconociendo al fin la poca utilidad de los papeles, por lo que los envió vía telequinesia al cesto para la basura –. No hay más que pronunciar con voz clara el lugar que queremos observar e ingerir el líquido ambarino.
Entonces, Eduardo, todavía repasando esas últimas palabras, hizo de ellas un análisis resumido, sin estar del todo convencido de que hacerlo le sirviera de algo para tranquilizarse.
_ Fallecido para las personas que me conocieron y tuvieron contacto conmigo, o desaparecido para unos pocos. Un piso de cinco décadas en un planeta muy parecido a la tierra, rodeado por seres feéricos. En otro contexto, distinto a este, yo me pondría a bailar en una pata y lo celebraría a lo grande. Pero en estas circunstancias… no se que decir ni opinar al respecto, porque tiene sus pros y sus contras. Voy a extrañar, y esto no es una broma, el balonmano – se explayó Eduardo, con mayores sorpresa y carencia de reacción que antes. No sabía si reaccionar bien, mal o permanecer en silencio y esperar a que hablara alguna de las mujeres –. Me desprendí de varias de mis posesiones en el océano que no iban a servirme. Tiré un reloj, dinero en efectivo, varios papeles, efectos personales, prendas de vestir… alguno de los suyos las tuvo que haber visto, encontrado y…
_ No vas a extrañar el balonmano porque existe en nuestro planeta. Es más, el balonmano es el deporte real en Insulandia y uno de los tres o cuatro más populares a  nivel mundial. Y  lo otro que dijiste… no se, en una situación como esta lo veo complicado – indicó Nadia, la consejera de Salud y Asuntos Médicos del reino, con un tono serio, dejando otra vez la bandeja plateada sobre la mesa. Debían ser medicinas, seguramente, el contenido de esos frascos, innecesarias al estar el paciente despierto y con uso de su conciencia –. Esos papeles de los que hablaste de seguro se habrán desecho ya; a estas alturas nos sería imposible recuperarlos. No puede ser que no haya pasado tal cosa, a consecuencia del contacto tan prolongado con el agua, y lo mismo tiene que haber ocurrido con el dinero en efectivo. No se que es lo que pudo haber pasado con tu reloj, las prendas de vestir y tus otras pertenencias, pero las vamos a encontrar, tarde o temprano. Cientos de embarcaciones van y vienen por nuestros océanos y mares, y de seguro sus tripulantes las van a detectar – explicó. Nadia había adoptado una expresión bastante parecida a la del “inmigrante alienígena”, una confusa mezcla entre desconcierto y sorpresa. En su caso, se debía eso a que trataba de sacar conjeturas sobre lo que pensaba el hombre –. Lo que si pudimos recuperar, razón por la cual la reina tuvo que dejar nuestro país, fue esa máquina voladora en la que llegaste, destrozada casi por completo. Los pocos restos que quedan están ahora en la herrería del castillo. Tanta puntería tuvo ese artefacto que terminó por estrellarse sobre la cubierta de una embarcación transmarítima para cargas. ¡Despreocupate! – anticipó, haciendo un gesto apurado con las manos – Estaba desocupara y abandonada, sin cargas ni tripulación. Además, la pensábamos llevar al astillero cuando empezara febrero, para desmantelarla pieza por pieza, porque ya se había terminado su vida útil de cuatro décadas; Así que nos ahorraste el trabajo, Eduardo. La embarcación descansa ahora a más de doscientos metros bajo el mar y gracias a eso tenemos un semestre para dedicarnos a otro trabajo.
- De nada., correspondió Eduardo las palabras de la funcionaria de alto rango, poco convencido de que esas dos palabras hubieran resultado las más adecuadas para corresponder al informe de Nadia.


Continúa...


--- CLAUDIO ---

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