lunes, 27 de noviembre de 2017

6.19) ¿Qué pediríamos?



_¿Y ustedes?, ¿qué cosa le pedirían al hada Vica?., quiso saber Eduardo, repasando mentalmente esos requisitos.

El, su compañera sentimental, Kevin y Cristal continuaban inmersos en al conversación sobre el hada de los deseos, tal vez olvidados de que de un momento a otro sería el encuentro con la reina Lili y la princesa Elvia.

_Que nadie, ninguna hada u otros seres elementales, vayamos a perder la cabeza a causa de todo esto. Eso le pediría yo a la protectora del continente centrálico – contestó el artesano-escultor, con toda la certeza y el convencimiento de que ese deseo era oportuno e indicado. Por ello es que dedujeron los demás que, además de (sumamente) importante, era altruista, ya que podía beneficiar a varios, sino era que a todos –. La Gran Catástrofe, como dije, es la razón de formular ese deseo, y no existe ninguna otra. Muchas personas entre la raza feérica, hombres y mujeres por igual, van a ser  víctimas de un colapso, a no ser que ya lo hayan sido… que es algo muy probable. Es un desafío realmente grande y por demás exigente para las hadas, por nombrar solo a mi especie, y sin dudas que se requiere de nervios de acero y toda la voluntad del mundo para hacerle frente a todas las consecuencias de ese desastre – y concluyó, sentenciando –. Por eso me gustaría que conserven la calma en todo momento, de lo contrario podríamos esperar un desastre mayor. Así que mi deseo es que ningún hada u otro ser elemental se desvíe de su camino ni entre en un colapso.
“¿También los ilios?”, dudó en silencio.
_Todo eso es cierto, y mucho – coincidió la hermana de Isabel, Cualquiera se daría cuenta que un deseo como ese que indicara su novio sería  visto con los mejores ojos.  Cristal pensó por unos breves segundos, tras los que agregó –. ¿Qué me gustaría pedir le a Vica, dentro de lo que es posible?. Básicamente, lo mismo que Kevin. Conservar la calma y no perder la cabeza. El mío es un caso por demás importante. Lo es por mi profesión – lo era para todos los médicos del continente –. No hace un mes que Nadia y Lursi me nombraron oficialmente como médica y esa no es ni por equivocación la manera de empezar el trabajo con que había pensado e incluso soñado.  Me asustó y me asusta la idea de cometer uno o más errores en estos primeros tiempos, por tener que trabajar con tanta presión desde el principio. Hasta esta mañana eso no ocurrió, pero con la presión de los últimos días y el exceso de trabajo resultante se podría dar un giro de ciento ochenta grados. Los médicos nos estamos moviendo práctica o directamente sin descanso desde el inicio de la Gran Catástrofe.
 “Y vamos a hacerlo por tiempo indefinido”, pensó.
_Yo no le pediría ningún deseo a Vica., dijo Isabel, de esas palabras bien convencida.
_¿Cómo ninguno, Isabel?, ¿y eso por qué?., se extrañó su compañero sentimental, tanto como lo hicieron Kevin y Cristal.
El trío dirigió sus ojos hacia la hija mayor de Wilson e Iulí, que buscaba la manera de continuar.

Silencio.

_Es que yo tengo todo lo que puede necesitar una mujer de mi edad, una persona de mi edad, y ese es un hecho que cualquiera puede notar fácilmente – comenzó a explicar la novia y colega de Eduardo, después de un rato volviendo a consultar el reloj de péndulo en la pared opuesta, a las espaldas de su hermana, y confirmando que para el encuentro con la reina y la princesa insulares restaban cuatro minutos con cuarenta segundos –. No tengo de que quejarme y eso me hace, ni más ni menos, una persona dichosa. Tengo amigas, amigos, un compañero sentimental que es mi alma gemela y me ama tanto como yo a el – Eduardo se sintió satisfecho de si mismo y emitió una sonrisa –… trabajo en algo que me gusta mucho y para lo que nací, se podría decir; tengo una casa propia, comodidades y beneficios de todo tipo, y estoy tranquila conmigo misma… en fin – parecía que sus ojos se estaban hinchando –, nada por lo que tenga que preocuparme ni quejarme, y es por eso que en mi caso no veo una razón para convocar al hada de los deseos.
_De cualquier manera, Isabel, la pregunta continua estando en vigencia – insistió el originario de Las Heras, recurriendo a un tono de ánimo cuyo propósito era el de alentar a su novia, algo que se había vuelto rutina en los últimos días –. ¿Por qué no tratás de pensar en alguna cosa?. Yo estoy convencido, y me parece que Kevin  y Cristal también lo están, de que tiene que existir alguna cosa que de verdad desees – y le volvió a formular la pregunta –. ¿Vos qué cosa le pedirías a Vica?.
Parecía que si quería algo.
_A no ser, Isabel, que se trate de algo tan personal e íntimo que no lo quieras revelar ni compartir, ni siquiera conmigo o con ellos., arriesgó su hermana, hablando también por los hombres, que coincidieron con esas palabras mediante gestos faciales.
El reloj de péndulo mostraba ahora que restaban poco menos de cuatro minutos para el encuentro con ambas, las únicas integrantes de la familia real de Insulandia.
_O puede que se trate de un deseo tan simple el que querés pedirle a Vica que te da pena hacerlo público – arriesgó el artesano-escultor una (otra) teoría para explicar el silencio de su amiga y futura cuñada – aun con tu hermana, con tu compañero de amores y conmigo.
_Ni una cosa ni la otra, aunque los dos, Kevin y Cristal, están en lo correcto, desde cierto punto de vista. Si quiero yo… me gustaría pedirle un deseo a Vica. Algo que quisiera tener. O que quisiera ser, porque para el caso hay consonancia entre esos dos verbos – habló al fin Isabel, con la mirada perdida y risueña. Concentrada. Evidentemente, estaba pensando. ¿Sería posible que la cuidadora de Insulandia y los demás países centrálicos pudiera cumplirle este deseo, que distaba de ser simple?. Miró a la cara a su compañero sentimental y le dijo –. Es más bien complejo lo que me gustaría, y en cierta manera, Eduardo mi deseo no solo requiere de la asistencia de Vica, sino también de la tuya, de tu intervención directa.
_¿Yo tengo que tomar parte activa en tu deseo, eh? – repitió el arqueólogo, pasándose una mano de lado a lado por la nuca. Un gesto pensado  nada más que para ocupar el tiempo, ya que no tenía ninguna duda sobre cuál habría de ser la respuesta, aun antes de haber abierto la boca. Si se trataba de algo que su novia anhelara, el  lo haría. No imaginaba que cosa podría ser, pero accedería voluntariamente – Acepto. ¿De qué se trata?.
Isabel, sin pensarlo dos veces, dijo:
_Quiero ser madre.

Otra vez cundió el silencio.

Hubo en ese e momento un hada médica dedicando aplausos con ganas a su hermana mayor, un artesano-escultor que adoptó la conocida expresión que combinaba sorpresa con desconcierto y asombro y un – potencial – futuro padre tosiendo. Ninguno de los presentes había siquiera imaginado que Isabel iba a decir algo como eso. Eduardo, sin embargo, no estaba para nada en desacuerdo con el deseo de su compañera sentimental. Al menos lo estaba, reconoció, con la metodología, porque le dijo, inmediatamente después de aclararse la garganta:



Continúa…



--- CLAUDIO ---

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