_¿Y ustedes?, ¿qué cosa le pedirían al hada
Vica?., quiso saber Eduardo, repasando mentalmente esos requisitos.
El, su compañera sentimental, Kevin y Cristal
continuaban inmersos en al conversación sobre el hada de los deseos, tal vez
olvidados de que de un momento a otro sería el encuentro con la reina Lili y la
princesa Elvia.
_Que nadie, ninguna hada u otros seres
elementales, vayamos a perder la cabeza a causa de todo esto. Eso le pediría yo
a la protectora del continente centrálico – contestó el artesano-escultor, con
toda la certeza y el convencimiento de que ese deseo era oportuno e indicado. Por
ello es que dedujeron los demás que, además de (sumamente) importante, era
altruista, ya que podía beneficiar a varios, sino era que a todos –. La Gran Catástrofe,
como dije, es la razón de formular ese deseo, y no existe ninguna otra. Muchas
personas entre la raza feérica, hombres y mujeres por igual, van a ser  víctimas de un colapso, a no ser que ya lo
hayan sido… que es algo muy probable. Es un desafío realmente grande y por
demás exigente para las hadas, por nombrar solo a mi especie, y sin dudas que
se requiere de nervios de acero y toda la voluntad del mundo para hacerle
frente a todas las consecuencias de ese desastre – y concluyó, sentenciando –.
Por eso me gustaría que conserven la calma en todo momento, de lo contrario
podríamos esperar un desastre mayor. Así que mi deseo es que ningún hada u otro
ser elemental se desvíe de su camino ni entre en un colapso.
“¿También los ilios?”, dudó en silencio.
_Todo eso es cierto, y mucho – coincidió la
hermana de Isabel, Cualquiera se daría cuenta que un deseo como ese que indicara
su novio sería  visto con los mejores
ojos.  Cristal pensó por unos breves
segundos, tras los que agregó –. ¿Qué me gustaría pedir le a Vica, dentro de lo
que es posible?. Básicamente, lo mismo que Kevin. Conservar la calma y no
perder la cabeza. El mío es un caso por demás importante. Lo es por mi
profesión – lo era para todos los médicos del continente –. No hace un mes que
Nadia y Lursi me nombraron oficialmente como médica y esa no es ni por
equivocación la manera de empezar el trabajo con que había pensado e incluso
soñado.  Me asustó y me asusta la idea de
cometer uno o más errores en estos primeros tiempos, por tener que trabajar con
tanta presión desde el principio. Hasta esta mañana eso no ocurrió, pero con la
presión de los últimos días y el exceso de trabajo resultante se podría dar un
giro de ciento ochenta grados. Los médicos nos estamos moviendo práctica o
directamente sin descanso desde el inicio de la Gran Catástrofe.
 “Y
vamos a hacerlo por tiempo indefinido”, pensó.
_Yo no le pediría ningún deseo a Vica., dijo
Isabel, de esas palabras bien convencida.
_¿Cómo ninguno, Isabel?, ¿y eso por qué?., se
extrañó su compañero sentimental, tanto como lo hicieron Kevin y Cristal.
El trío dirigió sus ojos hacia la hija mayor
de Wilson e Iulí, que buscaba la manera de continuar.
Silencio.
_Es que yo tengo todo lo que puede necesitar
una mujer de mi edad, una persona de mi edad, y ese es un hecho que cualquiera
puede notar fácilmente – comenzó a explicar la novia y colega de Eduardo,
después de un rato volviendo a consultar el reloj de péndulo en la pared
opuesta, a las espaldas de su hermana, y confirmando que para el encuentro con
la reina y la princesa insulares restaban cuatro minutos con cuarenta segundos –.
No tengo de que quejarme y eso me hace, ni más ni menos, una persona dichosa.
Tengo amigas, amigos, un compañero sentimental que es mi alma gemela y me ama
tanto como yo a el – Eduardo se sintió satisfecho de si mismo y emitió una
sonrisa –… trabajo en algo que me gusta mucho y para lo que nací, se podría
decir; tengo una casa propia, comodidades y beneficios de todo tipo, y estoy
tranquila conmigo misma… en fin – parecía que sus ojos se estaban hinchando –,
nada por lo que tenga que preocuparme ni quejarme, y es por eso que en mi caso
no veo una razón para convocar al hada de los deseos.
_De cualquier manera, Isabel, la pregunta
continua estando en vigencia – insistió el originario de Las Heras, recurriendo
a un tono de ánimo cuyo propósito era el de alentar a su novia, algo que se
había vuelto rutina en los últimos días –. ¿Por qué no tratás de pensar en
alguna cosa?. Yo estoy convencido, y me parece que Kevin  y Cristal también lo están, de que tiene que
existir alguna cosa que de verdad desees – y le volvió a formular la pregunta –.
¿Vos qué cosa le pedirías a Vica?.
Parecía que si quería algo.
_A no ser, Isabel, que se trate de algo tan
personal e íntimo que no lo quieras revelar ni compartir, ni siquiera conmigo o
con ellos., arriesgó su hermana, hablando también por los hombres, que coincidieron
con esas palabras mediante gestos faciales.
El reloj de péndulo mostraba ahora que
restaban poco menos de cuatro minutos para el encuentro con ambas, las únicas
integrantes de la familia real de Insulandia.
_O puede que se trate de un deseo tan simple el
que querés pedirle a Vica que te da pena hacerlo público – arriesgó el artesano-escultor
una (otra) teoría para explicar el silencio de su amiga y futura cuñada – aun con
tu hermana, con tu compañero de amores y conmigo.
_Ni una cosa ni la otra, aunque los dos, Kevin
y Cristal, están en lo correcto, desde cierto punto de vista. Si quiero yo… me
gustaría pedirle un deseo a Vica. Algo que quisiera tener. O que quisiera ser,
porque para el caso hay consonancia entre esos dos verbos – habló al fin
Isabel, con la mirada perdida y risueña. Concentrada. Evidentemente, estaba
pensando. ¿Sería posible que la cuidadora de Insulandia y los demás países
centrálicos pudiera cumplirle este deseo, que distaba de ser simple?. Miró a la
cara a su compañero sentimental y le dijo –. Es más bien complejo lo que me
gustaría, y en cierta manera, Eduardo mi deseo no solo requiere de la asistencia
de Vica, sino también de la tuya, de tu intervención directa.
_¿Yo tengo que tomar parte activa en tu
deseo, eh? – repitió el arqueólogo, pasándose una mano de lado a lado por la
nuca. Un gesto pensado  nada más que para
ocupar el tiempo, ya que no tenía ninguna duda sobre cuál habría de ser la
respuesta, aun antes de haber abierto la boca. Si se trataba de algo que su
novia anhelara, el  lo haría. No
imaginaba que cosa podría ser, pero accedería voluntariamente – Acepto. ¿De qué
se trata?.
Isabel, sin pensarlo dos veces, dijo:
_Quiero ser madre.
Otra vez cundió el silencio.
Hubo en ese e momento un hada médica
dedicando aplausos con ganas a su hermana mayor, un artesano-escultor que
adoptó la conocida expresión que combinaba sorpresa con desconcierto y asombro
y un – potencial – futuro padre tosiendo. Ninguno de los presentes había
siquiera imaginado que Isabel iba a decir algo como eso. Eduardo, sin embargo,
no estaba para nada en desacuerdo con el deseo de su compañera sentimental. Al
menos lo estaba, reconoció, con la metodología, porque le dijo, inmediatamente
después de aclararse la garganta:
Continúa…
--- CLAUDIO ---
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