viernes, 6 de octubre de 2017

4.17) El fin de la jornada

Fue recién cuando los bailarines que hubieron de concursar levantaron ambas manos, en señal evidente de un verdadero triunfo colectivo bien merecido que la enorme multitud de hadas y demás seres elementales comenzó a desconcentrarse. La impresión por todos compartida fue la mejor, y además coincidieron en el lamento porque la ceremonia del otoño no se hubiera prolongado pro más tiempo.
Eran las ocho horas con veinte minutos.
Muchas hadas, en lugar de alejarse por aire o con las puertas espaciales, lo hacían por tierra, tomando cada camino de los que nacían en la plaza, con el único propósito de contemplar el paisaje matutino y recordar cuan esplendorosa y magnífica había sido la festividad: el concurso de baile de vals, las danzas tradicionales, la congregación en la plaza y otros lugares de la ciudad, desde cada rincón de la isla e incluso desde otros, lejanos algunos, lugares del archipiélago insular; las parejas formadas gracias a la atmósfera festiva, que superaron la centena y tres cuartos según los cálculos iniciales, todas las otras innovaciones que hicieron su debut ayer por la mañana, las reuniones tan masivas que se daban en las fechas patrias y la participación, por primera vez en la historia, de una persona ajena al mundo de los seres feéricos y elementales, de un alienígena – los medios gráficos así se habían referido a Eduardo, después que este fuera hallado en la cabaña –. Isabel también había quedado como una estrella. Por un lado, gracias a uno de los acostumbrados premios que otorgaba el Consejo de Cultura en las festividades, el de la “mejor vestida”, que había obtenido por segunda vez en su vida (la primera había sido a los diecinueve), y por otro gracias a la idea de su compañero sentimental y de este la participación. Debido a la intervención directa e indirecta del oriundo de Las Heras, lo que se suponía no iba a extenderse más allá de la una o la una y media del veintidós de Marzo hubo de finalizar varias horas más tarde, al bajar sus manos los concursantes y abandonar el grueso de los funcionarios políticos insulares, incluida la reina Lili, el palco principal. Hasta los corresponsales de El Heraldo Insular y otros medios que habían hecho la cobertura concluyeron que las actividades allí, en la plaza, habían terminado. Al final, si, todos los elementales sentían un gran cansancio porque entre quienes dejaban el casco urbano e histórico se escuchaban bostezos, unos más evidentes y otros menos. No eran pocas las hadas que llevaban dos o tres días sin dormir ni descansar.
“Rocío y néctar nos resultarían muy oportunos en este momento”, reconocían mujeres y hombres en voz alta.
Siendo las celebraciones que llevaban a cabo con motivo de la llegada de las cuatro estaciones climáticas las que estaban más arraigadas entre ellos, los seres feéricos ya estaban preguntándose, y con razón, cuan esplendorosa y memorable habría de ser, en Junio, la festividad del invierno, la de la primavera en Septiembre y la del verano en Diciembre.
_Vamos a dormir ahora, por favor, Isabel. Me parece que nos lo tenemos merecido; ¿no te parece? – reclamó Eduardo a su novia, luego de otro leve bostezo –. Estaría mintiendo si dijera que no me encuentro exhausto y que no necesito dormir un rato.
 Solos marchaban de vuelta al barrio Barraca Sola.
Cristal y Nadia habían desaparecido de escena hacía minutos, habiendo decidido acompañar al, hada embarazada hasta su casa en otro de los barrios de Del Sol, Arroyo Brillante; Oliverio había accedido a las palabras de la reina (no fue una orden, sino más bien un pedido) sobre escoltarla en esos escasos metros hasta el cuerpo principal del castillo, y el se reincorporaría más tarde a su trabajo; y Kevin y Lursi estuvieron entre quienes se habían quedado para desmontar las estructuras de los palcos y remover todas las mesas y sillas de la plaza, pese a lo cansados que se encontraban ambos. Eduardo ya se estaba arrepintiendo de no haberse quedado para darle una mano a sus amigos, porque pudo ese haber significado un “debut suave” del convenio de sangre. Los hombres quisieron rechazar el ofrecimiento aun antes de que lo hubiese hecho el arqueólogo, argumentando que dicha negativa se trataba de un premio por tan maravillosa idea.
El concurso de baile de vals.
_No se, tengo dudas – contestó el hada de la belleza, con la duda palpable en su cara – Si es verdad que los dos necesitamos un descanso. Pero también es cierto que me gustaría, y creo que a vos también, ocuparnos de la limpieza, al menos en Barraca Sola. Seguro que los del Consejo EMARN no van a poder solos. Podríamos dormir tres o cuatro horas, cuatro y media como mucho, y después darles una mano. Además, tengo que ponerme al día en mis obligaciones en el museo, y presentarte con los directivos, para que puedas empezar a trabajar allí.  Pero volviendo a lo de la festividad, en cada ciudad, aldea, caserío y paraje debe de existir con toda la seguridad bastante trabajo pendiente. Y puede que en los alrededores de las casas solitarias. También, por supuesto, en las colonias autónomas.
_Te merecés un descanso, Isabel – insistió su novio, tomándola de la mano derecha con la zurda. Tenían alrededor de treinta minutos de viaje hasta el límite de Plaza Central, y otras dos horas hasta barraca Sola… salvo que recurrieran a la puerta espacial a unos cien metros delante de ellos –. Lo mismo que yo. Lo mismo que cualquier hombre o mujer que haya permanecido más de un día con su mente fija en la ceremonia del otoño, sin descansar ni dormir. ¿O es que acaso estoy equivocado?. En todo caso, podemos hacer lo siguiente – tuvo la ocurrencia de proponer –. Paremos por cuatro y media o cinco horas, no más tiempo que ese, y después te doy yo una mano a vos con las tareas de higiene, o vamos al museo… ¿qué te parece eso?. Son además formas excelentes de socializar.
_¿En serio harías eso?.
_Si, en serio., afirmó el arqueólogo, poco o muy poco convencido de que ese lapso de tiempo fuera, en su caso, suficiente.
Requeriría como mínimo de siete horas.

Eduardo e Isabel optaron por usar la puerta espacial, como bien sabían que lo harían, y estuvieron en la vivienda de La Fragua, 5-16-7 apenas pasadas las nueve horas, con el experto el novio aún más agotado al haber viajado casi todo el trayecto su compañera sentimental en sus brazos. Entraron en la sala, la hermana de Cristal volvió a estar en contacto con el suelo y lo que el hombre hizo inmediatamente luego de cerrar la puerta fue desprenderse de los zapatos – le habrían de agradecer ese gesto sus maltratados pies – y dejarse caer abruptamente en uno de los cómodos sillones. Oficialmente, con ese par de acciones, la festividad del otoño había terminado para el.
_Las hadas tenemos una mayor resistencia física y biológica – comentó la dueña de casa. Ni ella ni su novio iban a quedarse mucho tiempo de pie o sentados en la sala –. Es por eso que demoramos tanto, o sea que tardamos más tiempo, en sentir el agotamiento, el sueño y el cansancio cuando estamos en movimiento permanente o casi permanente. Claro que también nos ayuda y sirve bastante el hecho de no pensar en eso. De esa manera podemos pasas sin desfallecer mucho tiempo. Mi marca en eso, si no me está fallando la memoria, es de una semana. Fue durante mis primeros tiempos haciendo trabajo de campo como arqueóloga.
_Es lo que yo estoy haciendo ahora, Isabel. No pensar en que tengo sueño ni que estoy cansado – indicó Eduardo, con los ojos cerrados y en el sofá, más relajado –. Si lo hago, si pienso en eso, me temo que voy a empezar a cometer errores y, algo que sospecho, terminar durmiendo en este sofá. Desafortunadamente, el hecho de no pensar no me está sirviendo de mucho en este momento. Además de estar cansado, me duelen los pies. Lástima, y mucho, que no sea este un asiento reclinable.
_¿Qué es una asiento reclinable?., quiso saber el hada de la belleza, con curiosidad.
Un rápido vistazo por la ventana le fue suficiente para saber que se trataba de in migrantes. Los siete individuos que formaban aquel grupo familiar, residentes en un paraje cercano a Barraca Sola, exhibían con orgullo su bandera patria.
_Es uno en el que el respaldo se puede mover hasta que queda inclinado hacia atrás, algunos más que otros. Los transportes aéreos, automotores y ferroviarios de media o larga distancia para pasajeros tienen ese tipo de asientos. Incluso existen algunos que se pueden usar como su fueran una cama, colocando el respaldo y el asiento en posición horizontal. Son muy cómodos y resistentes – informó su novio, que agregó – En la tarde de hoy, o en el momento que queramos y podamos, podríamos ir al Mercado Central de Maderas y Muebles y pedirle al personal que construya uno. Como dije, son piezas muy cómodas… y muy útiles en caso de cansancio evidente, como el nuestro ahora. No se como se fabrican, pero seguro que dando a los empleados una idea general lo van a poder hacer.
_¿Podrían?., se preguntó Isabel.
Imitaba a Eduardo.
Se había quitado también los zapatos, dejado sobre la mesa la medalla que llevaba prendida sobre el vestido, el premio obtenido cuando el festival se terminaba, y ocupado otro espacio en ese sofá.
_Seguro que si. Me di cuenta que los hombres y mujeres que trabajan allí hacen auténticas obras de arte. Vamos a ponernos de acuerdo sobre el día y el horario y vayamos a ese mercado central – solamente el hecho de pensar en una comodidad como el asiento reclinable actuaba como un estimulante para el sueño. No iba a permanecer mucho tiempo despierto allí, de eso estaba cien por ciento convencido. Máxime con su compañera sentimental apoyada contra su hombro derecho –. En fin… volviendo a lo de la ceremonia del otoño, ¿qué opinión te merece, ¿te divertiste?.
_Mucho me divertí… ¡y vaya que si lo hice!, desde el primer minuto de ayer hasta que entramos hace unos momentos a esta sala. No pude haber pretendido más, y ojalá que las festividades del invierno, de la primavera y del verano sean idénticas a esta que concluyó – las palabras de Isabel estaban denotando goce y satisfacción -  Cuando me encuentre con las chicas que estuvieron con las cámaras en la plaza central les voy a comprar una copia de las fotografías que sacaron. Si, una cámara fotográfica – insistió –. Una con fuelle. Si recurrimos a nuestras habilidades o a otros prodigios tecnológicos, podemos lograr que adquieran colores y tonalidades.
_No me había dado cuenta de eso., ironizó Eduardo, remitiendo su memoria al cruce en ese momento inadvertido para el, desde un planeta hasta el otro, cuando la dama le dijo que una cámara con fuelle era lo más avanzado que tenían al respecto.
_La tecnología fotográfica es relativamente nueva para la especie feérica, tiene menos de cincuenta años de existencia – agregó Isabel, encendiendo un cigarrillo –. El motivo en si del día de ayer y la madrugada de hoy, cambiando un poquito de tema… la fiesta del otoño podría haber sido mejor si no te hubieras olvidado vos de algo.
_De que íbamos a bailar el vals – advirtió el hombre –. Para nada me olvidé de eso. Es solo que no se bailarlo muy bien, creo que ya te dije eso. Entonces, para no pasar vergüenza ni hacértela pasar a vos, decidí que era mejor pasarlo por alto y dejarlo para otro momento. Pensar en cualquier otra cosa y concentrarme en eso. Pero no me olvidé de lo que dije y lo reitero, Isabel. Algún día vos y yo vamos a danzar al son de un vals. Podría ser en la festividad del mes entrante… aunque dudo de que en catorce o quince días haya podido aprenderlo y no pasar papelones cuando lo bailemos.
_No estoy molesta, ni tampoco me siento decepcionada, Eduardo, de eso podés estar seguro – atajó el hada, intentando tranquilizar a su novio. Isabel estaba relajando cada uno de sus músculos, en procura de recuperar parte de sus energías, aunque de sobra sabía que con ese método tendría pocas oportunidades o ninguna –. Después de todo lo que viví desde el inicio de los preparativos, de lo bien que la pasé y lo mucho que disfruté de y me divertí en la ceremonia y del premio – enseñó orgullosa con la vista la medalla a la “Mejor Vestida” de la festividad –… lo de bailar el vals puede esperar.
 El siete de Abril, o LLol número nueve en nuestro calendario antiguo, es el Día de la Tradición y la Cultura. Es un tiempo más que suficiente. ¿Lo hago?, ¿te enseño a bailarlo?.
_Te agradezco el ofrecimiento, y desde ya que la contestación es “si” –accedió su novio, que ya la tenía como instructora. Isabel le estaba enseñando las habilidades más básicas de las hadas –, y te vuelvo a felicitar por eso le dio un beso para reforzar la felicitación –, aunque si la decisión hubiera estado en mis manos, yo te habría dado el premio a la mujer más sensual de la ceremonia, porque con ese vestido (tan) ajustado, una figura así de curvilínea y voluptuosa, esas piernas tan esbeltas, la cara tan hermosa y el hecho de ser una hada de la belleza bien tuvo que existir alguna clase de reconocimiento y …
_¡Basta, me estoy ruborizando!., exclamó Isabel, con un tono que combinaba timidez con sonrisas.
Era cierto.
El hábito ya conocido.
Sus mejillas habían rápidamente adquirido la tonalidad de rojo de aquellas ocasiones en que el originario de Las Heras hacía tal o cual mención verbal, con o sin el acompañamiento de gestos manuales, de lo linda que era Isabel como mujer. Algo ya habitual en la relación como novios, aunque no rutinaria.
_Pero es cierto. Es algo que vengo sosteniendo desde que abrí los ojos y te vi ocupando un lugar sobre la cómoda. Además de como mujer, sos muy linda como persona, y esa combinación es perfecta., insistió Eduardo con total convencimiento.
El hada de aura lila todavía no se adaptaba a los comentarios halagadores y piropos, pese a que estos, con cada día que pasaba, se volvían habituales. Formaban parte de la convivencia. Le costaba aun ver esas palabras como una demostración, una de las tantas, del amor que el arqueólogo sentía por ella, por un lado, y como una manera para calificar y mencionar esa hermosura física, por otro.
_Solo por curiosidad, ¿todos los hombres de tu especie dicen esas cosas a sus mujeres?., quiso saber Isabel.
_Hay algunos que son peores – aseguró Eduardo, reprimiendo un bostezo –, y otros que directamente son irreproducibles. Como pasa con todas las cosas, o con casi todas, son modas. No se si los piropos suaves o los groseros… bueno, si unos son superiores en cantidad a los otros, y es por esa causa, por esa cantidad indirecta de piropos que más bien parecen groserías, que estoy deseando que la reina Lili, la princesa Elvia, vos misma y todos los seres feéricos femeninos que hayan usado el espectador no se hayan formulado una mala impresión sobre los míos por culpa de unos pocos. No todos los hombres y mujeres de la raza humana son (somos) malos. Imagino que debe ser por eso que la especie sigue adelante.
_No hace falta que te preocupes – confió su compañera de amores –. Nadie que haya usado el espectador lo hizo. Además, las hadas sabemos que existen seres humanos buenos y malos, con ese artefacto o sin el lo hubiéramos sabido.  Es un comportamiento propio de e inherente a todas las especies. Nosotros tuvimos a Iris y su grupo, ¿te acordás?.
La hermana de Cristal también reprimís bostezos.
_¿En serio?.
_Claro – aseguró el hada –. Además, el ser humano que nos interesaba eras vos, y no cualquiera otro de esa especie. Lo usamos pocas veces, hablo del espectador, antes que se terminada el líquido mágico en su interior. Eso fue todo lo que requerimos los seres feéricos para saber que clase de individuo había llegado a nuestro mundo.
_Pues que bueno que fue de esa manera, Isabel – se alegró el arqueólogo, no pudiendo ya reprimir el bostezo – Pero ahora, por favor, vayamos a descansar. No doy más.
Aun sin pensar en ellos, al sueño y al cansancio los tenían igual.
_De acuerdo. Que duermas bien, Eduardo.



Continúa…



--- CLAUDIO ---

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