Fue
recién cuando los bailarines que hubieron de concursar levantaron ambas manos,
en señal evidente de un verdadero triunfo colectivo bien merecido que la enorme
multitud de hadas y demás seres elementales comenzó a desconcentrarse. La
impresión por todos compartida fue la mejor, y además coincidieron en el
lamento porque la ceremonia del otoño no se hubiera prolongado pro más tiempo.
Eran
las ocho horas con veinte minutos.
Muchas
hadas, en lugar de alejarse por aire o con las puertas espaciales, lo hacían
por tierra, tomando cada camino de los que nacían en la plaza, con el único
propósito de contemplar el paisaje matutino y recordar cuan esplendorosa y
magnífica había sido la festividad: el concurso de baile de vals, las danzas
tradicionales, la congregación en la plaza y otros lugares de la ciudad, desde
cada rincón de la isla e incluso desde otros, lejanos algunos, lugares del
archipiélago insular; las parejas formadas gracias a la atmósfera festiva, que
superaron la centena y tres cuartos según los cálculos iniciales, todas las otras
innovaciones que hicieron su debut ayer por la mañana, las reuniones tan
masivas que se daban en las fechas patrias y la participación, por primera vez
en la historia, de una persona ajena al mundo de los seres feéricos y
elementales, de un alienígena – los medios gráficos así se habían referido a
Eduardo, después que este fuera hallado en la cabaña –. Isabel también había
quedado como una estrella. Por un lado, gracias a uno de los acostumbrados
premios que otorgaba el Consejo de Cultura en las festividades, el de la “mejor
vestida”, que había obtenido por segunda vez en su vida (la primera había sido
a los diecinueve), y por otro gracias a la idea de su compañero sentimental y
de este la participación. Debido a la intervención directa e indirecta del
oriundo de Las Heras, lo que se suponía no iba a extenderse más allá de la una
o la una y media del veintidós de Marzo hubo de finalizar varias horas más
tarde, al bajar sus manos los concursantes y abandonar el grueso de los funcionarios
políticos insulares, incluida la reina Lili, el palco principal. Hasta los
corresponsales de El Heraldo Insular y otros medios que habían hecho la
cobertura concluyeron que las actividades allí, en la plaza, habían terminado.
Al final, si, todos los elementales sentían un gran cansancio porque entre
quienes dejaban el casco urbano e histórico se escuchaban bostezos, unos más
evidentes y otros menos. No eran pocas las hadas que llevaban dos o tres días
sin dormir ni descansar.
“Rocío
y néctar nos resultarían muy oportunos en este momento”, reconocían mujeres y
hombres en voz alta.
Siendo
las celebraciones que llevaban a cabo con motivo de la llegada de las cuatro
estaciones climáticas las que estaban más arraigadas entre ellos, los seres
feéricos ya estaban preguntándose, y con razón, cuan esplendorosa y memorable
habría de ser, en Junio, la festividad del invierno, la de la primavera en
Septiembre y la del verano en Diciembre.
_Vamos
a dormir ahora, por favor, Isabel. Me parece que nos lo tenemos merecido; ¿no
te parece? – reclamó Eduardo a su novia, luego de otro leve bostezo –. Estaría mintiendo
si dijera que no me encuentro exhausto y que no necesito dormir un rato.
Solos marchaban de vuelta al barrio Barraca
Sola.
Cristal
y Nadia habían desaparecido de escena hacía minutos, habiendo decidido
acompañar al, hada embarazada hasta su casa en otro de los barrios de Del Sol,
Arroyo Brillante; Oliverio había accedido a las palabras de la reina (no fue
una orden, sino más bien un pedido) sobre escoltarla en esos escasos metros
hasta el cuerpo principal del castillo, y el se reincorporaría más tarde a su
trabajo; y Kevin y Lursi estuvieron entre quienes se habían quedado para
desmontar las estructuras de los palcos y remover todas las mesas y sillas de
la plaza, pese a lo cansados que se encontraban ambos. Eduardo ya se estaba
arrepintiendo de no haberse quedado para darle una mano a sus amigos, porque
pudo ese haber significado un “debut suave” del convenio de sangre. Los hombres
quisieron rechazar el ofrecimiento aun antes de que lo hubiese hecho el
arqueólogo, argumentando que dicha negativa se trataba de un premio por tan
maravillosa idea.
El
concurso de baile de vals.
_No
se, tengo dudas – contestó el hada de la belleza, con la duda palpable en su
cara – Si es verdad que los dos necesitamos un descanso. Pero también es cierto
que me gustaría, y creo que a vos también, ocuparnos de la limpieza, al menos
en Barraca Sola. Seguro que los del Consejo EMARN no van a poder solos.
Podríamos dormir tres o cuatro horas, cuatro y media como mucho, y después
darles una mano. Además, tengo que ponerme al día en mis obligaciones en el
museo, y presentarte con los directivos, para que puedas empezar a trabajar
allí. Pero volviendo a lo de la
festividad, en cada ciudad, aldea, caserío y paraje debe de existir con toda la
seguridad bastante trabajo pendiente. Y puede que en los alrededores de las
casas solitarias. También, por supuesto, en las colonias autónomas.
_Te
merecés un descanso, Isabel – insistió su novio, tomándola de la mano derecha
con la zurda. Tenían alrededor de treinta minutos de viaje hasta el límite de
Plaza Central, y otras dos horas hasta barraca Sola… salvo que recurrieran a la
puerta espacial a unos cien metros delante de ellos –. Lo mismo que yo. Lo
mismo que cualquier hombre o mujer que haya permanecido más de un día con su
mente fija en la ceremonia del otoño, sin descansar ni dormir. ¿O es que acaso
estoy equivocado?. En todo caso, podemos hacer lo siguiente – tuvo la
ocurrencia de proponer –. Paremos por cuatro y media o cinco horas, no más tiempo
que ese, y después te doy yo una mano a vos con las tareas de higiene, o vamos
al museo… ¿qué te parece eso?. Son además formas excelentes de socializar.
_¿En
serio harías eso?.
_Si,
en serio., afirmó el arqueólogo, poco o muy poco convencido de que ese lapso de
tiempo fuera, en su caso, suficiente.
Requeriría
como mínimo de siete horas.
Eduardo
e Isabel optaron por usar la puerta espacial, como bien sabían que lo harían, y
estuvieron en la vivienda de La Fragua, 5-16-7 apenas pasadas las nueve horas,
con el experto el novio aún más agotado al haber viajado casi todo el trayecto
su compañera sentimental en sus brazos. Entraron en la sala, la hermana de
Cristal volvió a estar en contacto con el suelo y lo que el hombre hizo
inmediatamente luego de cerrar la puerta fue desprenderse de los zapatos – le habrían
de agradecer ese gesto sus maltratados pies – y dejarse caer abruptamente en
uno de los cómodos sillones. Oficialmente, con ese par de acciones, la
festividad del otoño había terminado para el.
_Las
hadas tenemos una mayor resistencia física y biológica – comentó la dueña de
casa. Ni ella ni su novio iban a quedarse mucho tiempo de pie o sentados en la
sala –. Es por eso que demoramos tanto, o sea que tardamos más tiempo, en
sentir el agotamiento, el sueño y el cansancio cuando estamos en movimiento
permanente o casi permanente. Claro que también nos ayuda y sirve bastante el
hecho de no pensar en eso. De esa manera podemos pasas sin desfallecer mucho
tiempo. Mi marca en eso, si no me está fallando la memoria, es de una semana.
Fue durante mis primeros tiempos haciendo trabajo de campo como arqueóloga.
_Es
lo que yo estoy haciendo ahora, Isabel. No pensar en que tengo sueño ni que
estoy cansado – indicó Eduardo, con los ojos cerrados y en el sofá, más
relajado –. Si lo hago, si pienso en eso, me temo que voy a empezar a cometer
errores y, algo que sospecho, terminar durmiendo en este sofá. Desafortunadamente,
el hecho de no pensar no me está sirviendo de mucho en este momento. Además de
estar cansado, me duelen los pies. Lástima, y mucho, que no sea este un asiento
reclinable.
_¿Qué
es una asiento reclinable?., quiso saber el hada de la belleza, con curiosidad.
Un
rápido vistazo por la ventana le fue suficiente para saber que se trataba de in
migrantes. Los siete individuos que formaban aquel grupo familiar, residentes
en un paraje cercano a Barraca Sola, exhibían con orgullo su bandera patria.
_Es
uno en el que el respaldo se puede mover hasta que queda inclinado hacia atrás,
algunos más que otros. Los transportes aéreos, automotores y ferroviarios de
media o larga distancia para pasajeros tienen ese tipo de asientos. Incluso
existen algunos que se pueden usar como su fueran una cama, colocando el
respaldo y el asiento en posición horizontal. Son muy cómodos y resistentes –
informó su novio, que agregó – En la tarde de hoy, o en el momento que queramos
y podamos, podríamos ir al Mercado Central de Maderas y Muebles y pedirle al
personal que construya uno. Como dije, son piezas muy cómodas… y muy útiles en
caso de cansancio evidente, como el nuestro ahora. No se como se fabrican, pero
seguro que dando a los empleados una idea general lo van a poder hacer.
_¿Podrían?.,
se preguntó Isabel.
Imitaba
a Eduardo.
Se
había quitado también los zapatos, dejado sobre la mesa la medalla que llevaba
prendida sobre el vestido, el premio obtenido cuando el festival se terminaba,
y ocupado otro espacio en ese sofá.
_Seguro
que si. Me di cuenta que los hombres y mujeres que trabajan allí hacen
auténticas obras de arte. Vamos a ponernos de acuerdo sobre el día y el horario
y vayamos a ese mercado central – solamente el hecho de pensar en una comodidad
como el asiento reclinable actuaba como un estimulante para el sueño. No iba a
permanecer mucho tiempo despierto allí, de eso estaba cien por ciento
convencido. Máxime con su compañera sentimental apoyada contra su hombro
derecho –. En fin… volviendo a lo de la ceremonia del otoño, ¿qué opinión te
merece, ¿te divertiste?.
_Mucho
me divertí… ¡y vaya que si lo hice!, desde el primer minuto de ayer hasta que
entramos hace unos momentos a esta sala. No pude haber pretendido más, y ojalá
que las festividades del invierno, de la primavera y del verano sean idénticas
a esta que concluyó – las palabras de Isabel estaban denotando goce y
satisfacción - Cuando me encuentre con
las chicas que estuvieron con las cámaras en la plaza central les voy a comprar
una copia de las fotografías que sacaron. Si, una cámara fotográfica – insistió
–. Una con fuelle. Si recurrimos a nuestras habilidades o a otros prodigios
tecnológicos, podemos lograr que adquieran colores y tonalidades.
_No
me había dado cuenta de eso., ironizó Eduardo, remitiendo su memoria al cruce
en ese momento inadvertido para el, desde un planeta hasta el otro, cuando la
dama le dijo que una cámara con fuelle era lo más avanzado que tenían al
respecto.
_La
tecnología fotográfica es relativamente nueva para la especie feérica, tiene
menos de cincuenta años de existencia – agregó Isabel, encendiendo un
cigarrillo –. El motivo en si del día de ayer y la madrugada de hoy, cambiando
un poquito de tema… la fiesta del otoño podría haber sido mejor si no te
hubieras olvidado vos de algo.
_De
que íbamos a bailar el vals – advirtió el hombre –. Para nada me olvidé de eso.
Es solo que no se bailarlo muy bien, creo que ya te dije eso. Entonces, para no
pasar vergüenza ni hacértela pasar a vos, decidí que era mejor pasarlo por alto
y dejarlo para otro momento. Pensar en cualquier otra cosa y concentrarme en
eso. Pero no me olvidé de lo que dije y lo reitero, Isabel. Algún día vos y yo
vamos a danzar al son de un vals. Podría ser en la festividad del mes entrante…
aunque dudo de que en catorce o quince días haya podido aprenderlo y no pasar
papelones cuando lo bailemos.
_No
estoy molesta, ni tampoco me siento decepcionada, Eduardo, de eso podés estar seguro
– atajó el hada, intentando tranquilizar a su novio. Isabel estaba relajando
cada uno de sus músculos, en procura de recuperar parte de sus energías, aunque
de sobra sabía que con ese método tendría pocas oportunidades o ninguna –. Después
de todo lo que viví desde el inicio de los preparativos, de lo bien que la pasé
y lo mucho que disfruté de y me divertí en la ceremonia y del premio – enseñó orgullosa
con la vista la medalla a la “Mejor Vestida” de la festividad –… lo de bailar
el vals puede esperar.
El siete de Abril, o LLol número nueve en
nuestro calendario antiguo, es el Día de la Tradición y la Cultura. Es un
tiempo más que suficiente. ¿Lo hago?, ¿te enseño a bailarlo?.
_Te
agradezco el ofrecimiento, y desde ya que la contestación es “si” –accedió su
novio, que ya la tenía como instructora. Isabel le estaba enseñando las
habilidades más básicas de las hadas –, y te vuelvo a felicitar por eso le dio
un beso para reforzar la felicitación –, aunque si la decisión hubiera estado
en mis manos, yo te habría dado el premio a la mujer más sensual de la
ceremonia, porque con ese vestido (tan) ajustado, una figura así de curvilínea
y voluptuosa, esas piernas tan esbeltas, la cara tan hermosa y el hecho de ser
una hada de la belleza bien tuvo que existir alguna clase de reconocimiento y …
_¡Basta,
me estoy ruborizando!., exclamó Isabel, con un tono que combinaba timidez con
sonrisas.
Era
cierto.
El
hábito ya conocido.
Sus
mejillas habían rápidamente adquirido la tonalidad de rojo de aquellas
ocasiones en que el originario de Las Heras hacía tal o cual mención verbal,
con o sin el acompañamiento de gestos manuales, de lo linda que era Isabel como
mujer. Algo ya habitual en la relación como novios, aunque no rutinaria.
_Pero
es cierto. Es algo que vengo sosteniendo desde que abrí los ojos y te vi
ocupando un lugar sobre la cómoda. Además de como mujer, sos muy linda como
persona, y esa combinación es perfecta., insistió Eduardo con total
convencimiento.
El
hada de aura lila todavía no se adaptaba a los comentarios halagadores y
piropos, pese a que estos, con cada día que pasaba, se volvían habituales.
Formaban parte de la convivencia. Le costaba aun ver esas palabras como una
demostración, una de las tantas, del amor que el arqueólogo sentía por ella,
por un lado, y como una manera para calificar y mencionar esa hermosura física,
por otro.
_Solo
por curiosidad, ¿todos los hombres de tu especie dicen esas cosas a sus
mujeres?., quiso saber Isabel.
_Hay
algunos que son peores – aseguró Eduardo, reprimiendo un bostezo –, y otros que
directamente son irreproducibles. Como pasa con todas las cosas, o con casi
todas, son modas. No se si los piropos suaves o los groseros… bueno, si unos
son superiores en cantidad a los otros, y es por esa causa, por esa cantidad
indirecta de piropos que más bien parecen groserías, que estoy deseando que la
reina Lili, la princesa Elvia, vos misma y todos los seres feéricos femeninos
que hayan usado el espectador no se hayan formulado una mala impresión sobre
los míos por culpa de unos pocos. No todos los hombres y mujeres de la raza
humana son (somos) malos. Imagino que debe ser por eso que la especie sigue
adelante.
_No
hace falta que te preocupes – confió su compañera de amores –. Nadie que haya
usado el espectador lo hizo. Además, las hadas sabemos que existen seres
humanos buenos y malos, con ese artefacto o sin el lo hubiéramos sabido. Es un comportamiento propio de e inherente a
todas las especies. Nosotros tuvimos a Iris y su grupo, ¿te acordás?.
La
hermana de Cristal también reprimís bostezos.
_¿En
serio?.
_Claro
– aseguró el hada –. Además, el ser humano que nos interesaba eras vos, y no
cualquiera otro de esa especie. Lo usamos pocas veces, hablo del espectador,
antes que se terminada el líquido mágico en su interior. Eso fue todo lo que
requerimos los seres feéricos para saber que clase de individuo había llegado a
nuestro mundo.
_Pues
que bueno que fue de esa manera, Isabel – se alegró el arqueólogo, no pudiendo
ya reprimir el bostezo – Pero ahora, por favor, vayamos a descansar. No doy
más.
Aun
sin pensar en ellos, al sueño y al cansancio los tenían igual.
_De
acuerdo. Que duermas bien, Eduardo.
Continúa…
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CLAUDIO ---
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