jueves, 9 de agosto de 2012

El hombre de la bolsa




Sin duda alguna se trata de uno de los personajes con mayor arraigo en la cultura popular, inventado dicho personaje con el solo propósito de infundir miedo en los /as menores de edad. Se lo suele llamar “hombre de la bolsa” tanto en Argentina como en Uruguay, mientras que para españoles y mexicanos se sustituye la palabra “bolsa” por “saco”. Para esos últimos también lo llaman como el “Viejo del costal” o “sacoman”, utilizado este término allí en la línea fronteriza que divide México de Estados Unidos, donde es común el "mestizaje idiomático" entre el español y el inglés.
Es un hombre que según el mito popular ronda los cincuenta años de edad que tiene estatura normal y viste siempre indumentaria de colores oscuros y discretos con diversos grados de deterioro, andando además ligeramente encorvado y arrastrando o llevando sobre la espalda una bolsa de arpillera. Es uno de los personajes a los que los padres recurren para infundir miedo en sus hijos cuando estos no obedecen en tiempo y forma los designios de sus progenitores, o cuando no se portan como se supone que deben hacerlo. No está solo en su “misión” de ser un asustador, contándose entre sus “compinches asustadores” personajes igual de clásicos, antiguos, legendarios y ¿aterradores?, como el “Cuco” y otros que, aunque sean menos conocidos, no por ello deben ser ignorados: el “tío Saín”, el Roba chicos” o el “Sacamantecas”.
Una de las teorías más aceptadas acerca del surgimiento del hombre de la bolsa tiene sus basamentos y raíces en los hombres mendigos, pordioseros e incluso trabajadores conocidos como “golondrina”, que en líneas generales son aquellos que van en movimiento casi permanente de un lugar a otro, migrando hacia donde haya fuentes de empleo que le permitan ganarse el sustento. Lo del saco tiene su origen en la bolsa que esos hombres cargan sobre sus espaldas, en la cual llevan todas sus posesiones materiales. En algunos lugares como Estados Unidos también se incluye en este grupo a las personas sin casa, a las que se denomina con la palabra “homeless”.
En ese país de América del Norte el mito del hombre de la bolsa va superpuesto con otro que indica que el llamado “Rey de los Vagabundos” tiene sus dominios en el Polo Norte, lo cual representa una cosa bastante incómoda para las mentes infantiles, ya que dichos dominios deben de encontrarse sobre la vivienda de Papa Noel…
...excepto, broma mediante, que uno de los dos resida en el Polo Geográfico y el otro en el Magnético.
Tanto en América del Norte como en América del Sur, pero sobre todo en la parte norte del nuevo continente, los vagabundos, a quienes también se les acostumbra llamar como “linyeras”, ya sea que se trate de pordioseros sin casa o de trabajadores golondrina, viajan ilegalmente (sin boleto) en los vagones de los ferrocarriles cargueros, algo que queda puesto de manifiesto con algunas películas y series de televisión o con escritos tales como artículos periodísticos y relatos de viajes que aparecen en tal o cual publicación, en los que se describe con detalles a estos hombres.
Es diferente, en cambio, el trato que estos hombres reciben por parte de la clase dirigente, ya que mientras que en Estados Unidos se los persigue y castiga de encontrárselos viajando de esa forma – pasa algo parecido a esto en la frontera méxico- estadounidense –, en la República Argentina tienen permitido movilizarse de esa forma, gracias a los beneficios obtenidos con una ley presentada en su momento por el funcionario público José Camilo Crotto, de quien surge, en otra situación no muy diferente a la de los linyeras, la palabra “croto”.
Contrario a lo que muchos y muchas imaginan, el vocablo para referirse a estos hombres no tiene su origen en el vocablo de origen francés “lingerie”, usado para designar a la ropa interior, sino en otro del idioma hablado en Piamonte (Italia), que en español significa “hombre pobre”.

Un personaje estrechamente emparentado con el hombre de la bolsa, que casi podría ser su hermano (metafóricamente hablando), es el cuco, cuyo nombre varía dependiendo del país en que este arraigado este clásico componente de la cultura popular, y su función es prácticamente la misma que la del hombre de la bolsa: dar un susto a los /as menores de edad si no obran bien y desobedecen, entre otros aspectos que sus padres pudieren considerar dentro del habitual “mal comportamiento”. Tanto uno como el otro resulta ser una persona (o lo que fuere) que tiene a la oscuridad y la falta de luz como momento preferido para cometer sus ataques, de ahí a que se tenga por costumbre el que el hombre de la bolsa y el cuco actúen por las noches. Sus víctimas predilectas son los niños y, en menor medida, las mujeres, a quienes agarra con fuerza de la ropa.
La tarea irrestricta e irrenunciable del hombre de la bolsa consiste en aparecer, figurativamente, cada ocasión en que si un nene o una nena se niega a dormir o a comer, si desobedece las órdenes que provengan de sus padres o demás adultos de su grupo familiar, si un espíritu explorador se apoderara de ellos y les diera por entrar a los lugares no recomendables (“¡No entres allí!”, se oye gritas a los padres del /la menor desobediente), a aquellos que se entregan a las malas costumbres o a quienes permanecen fuera de sus casas a horarios muy por después del debido o el acostumbrado. Las acciones más temidas por parte del Cuco son, por lejos, las siguientes:
- Comerer al niño travieso (te comerá)
- Llevárselo a un lugar muy lejano, del cual no va a poder volver (te llevará).
El cuco, por su parte, cuanta con la ventaja de tener canciones de cuna escritas “en su honor”, como por ejemplo una que data del siglo Diecisiete, la cual se encuentra en “El Auto de los Desposorios de la Virgen”, una obra dramática de Juan Caxés, que indica:


Ea, niña de mis ojos,
duerma y sosiegue,
que a la fe venga el coco
si no se duerme

(Masera 1994: 205).


Sin embargo, la más conocida de las versiones acerca de la canción es:

Duérmete niño,
duérmete ya,
que viene el cuco
y te comerá *.

* En algunas versiones se suele reemplazar el verbo comer por el verbo llevar, sin que disminuya el miedo que se supone que tienen que sentir los /as menores de edad cuando sus padres les cantan esta canción.

Evidentemente y sin duda alguna, el hombre de la bolsa y su compinche suelen ser los seres indicados en quienes los padres reparan al momento de tener que asustar a sus hijos o a sus hijas. Debió de resultarles una tarea fácil, teniendo el hombre de la bolsa su origen en una época no muy distinta de la actual en la que ver a hombres que arrastraban una bolsa de arpillera o la llevaban sobre sus espaldas era una rutina diaria, debido a las sucesivas malas nuevas de la economía. Lo demás quedaba librado a cuan grande debía ser el susto que querían dar los padres a sus hijos o hijas. Lo usual era pensar en lo que metía dentro de la bolsa su propietario y hacérselo saber a los /as menores de edad.




--- CLAUDIO ---

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