lunes, 11 de diciembre de 2017

7.7) Los preparativos para otra ceremonia

Al menos para los periodistas de la agencia de noticias, la ceremonia de premiación había terminado, porque alrededor de un tercio de hora después que el cuarteto hubiera sido fotografiado en compañía de la reina, se despidieron de esta, Olaf y Lía y todos cuantos quedaron en el salón con una reverencia.
Para los demás, la ceremonia y la convocatoria no llegaban aun a su término. Aún quedaba la segunda parte. Lo que fuere, no iba a desarrollarse allí, porque la reina Lili los convocó para que estuvieran todo lo cerca de ellas que fuera posible. Acto seguido, extendió horizontalmente los brazos y de sus dedos surgieron hebras platinadas que se entremezclaron unas con otras formando nudos y envolviendo a hombres y mujeres (el hijo de Lía había quedado momentáneamente a cargo de las hadas en la guardería del castillo) y a la reina misma, enviándolos a todos en el acto a uno de los magníficos espacios verdes del enorme predio. Se habían tele transportado en grupo. Desde la Torre del Consejo viajaron, en un paradero, hasta un área rectangular de al menos (aproximados) setenta por cuarenta y cinco metros, delimitada por arbustos enanos y unas pocas pantas con flores, con el césped cortado al ras, que en ese momento estaba ocupada nada más que por un trío de hadas guardianas, a ese espacio asignadas, quienes, a las palabras 8al pedido) de la reina, remontaron el vuelo y se perdieron en la distancia.
El grupo recién llegado secundó a Lili hasta el punto central del muy bien mantenido espacio verde, y fue entonces que la reina se dirigió, en palabras y con la vista, al experto en arqueología submarina:
_Lo que va a pasar ahora es muy importante y necesario para todos, para vos especialmente, ya que te va a resultar de suma utilidad y provecho para tu vida de todos los días en el mundo de los seres elementales, particularmente en la comunidad de las hadas. También es algo nuevo.
_¿Nuevo?., llamó Eduardo.
_Nunca se hizo., dijo la reina.
_ ¿Y yo voy a debutar con eso? – el arqueólogo tragó saliva –. ¿Es seguro?.
_Tenés mi palabra de eso. ¿Estás preparado?.
A un costado del terreno rectangular apareció una grada con la misma figura geométrica. Parecía ser de hierro forjado y tenía una combinación de varias tonalidades de verde, para estar a tono con el lugar.
_Lo estoy., aseguró el novio de Isabel, pese a que desconocía lo que a reina Lili había preparado para el.
_Muy bien, entonces – sentenció la monarca –. Ustedes nueve vayan a esperar en aquella grada. Cuando llegue el momento los voy a ir llamando uno por uno para que participen, igual a como pasó, o casi igual, en la Torre del Consejo.

Hombres y mujeres, de camino al lateral derecho del pulcro espacio verde y perdiendo momentáneamente la vista en un reducido grupo de liuqis que se movían veloces y ágiles entre los arbustos, casi al nivel del suelo – respecto a eso, se preguntaron si estos diminutos seres elementales estarían de paso por allí, o si serían espectadores del evento que estaba por empezar –, quedaron una vez más sobre ascuas, pensando concentrados, porque esta vez su desconocimiento si era total, en cual podría ser el reto que tendría que afrontar Eduardo. Sentados ya en la grada, la mirada desviaron a ambos extremos del campo, como si estuvieran a la búsqueda de indicios, y al no encontrarlos torcieron la cabeza entre noventa y cien grados hacia el centro geográfico del área verde, mirando alternativamente a la reina, cuyas majestuosas alas como las de una mariposa oscilaban al ritmo del leve viento, y al oriundo de Las Heras, que parecía estar concentrado en el mismo pensamiento que su compañera de amores y todos en la grada: ¿cuál sería ese desafío que se acercaba?. También se preguntaba cuál de los cuatro hombres o las mujeres allí presentes haría el primer movimiento, y casi de inmediato obtuvo la respuesta.
La reina hizo nuevamente uso de sus habilidades mágicas y en el lateral opuesto al de la grada apareció una esfera luminosa que se fue haciendo más grande, hasta adquirir un tamaño prácticamente idéntico al de la grada y lograr una consistencia sólida. Para las hadas congregadas allí era algo parecido a una ventana, y para el arqueólogo asemejaba bastante a un televisor de pantalla plana. Como fuere, mostraba un lugar ya conocido por todos los presentes: un sector en particular de ese magnífico espacio verde que bordeaba al lago la Bonita. Allí hubieron de reunirse entre dos y seis componentes de cada una de las especies elementales que vivían en el reino insular – los ilios, para variar, eran los ausentes –, incluidos los seres sirénidos, los gnomos y otro grupo de liuqis. “En vivo y en directo”, comunicó la soberana, antes de anunciarle a Eduardo que los elementales se hallaban allí por pedido expreso de su parte, para ser testigos del evento. Muchos de esos individuos en La Bonita, por no decir todos, conocían al novio de Isabel únicamente a través de relatos, o por cualquier cosa que hubiesen podido leer en los medios gráficos insulares, y viceversa. Para ellos y para Eduardo era el “primer contacto”, aunque uno a la distancia. Los liuqis que bordeaban el campo se ubicaron entonces a un lado de esa “ventana”, con lo que quienes estaban en la grada confirmaron que esos seres estaban allí como espectadores.

 _Si estamos todos nosotros, particularmente vos y yo, en este lugar, hablo de un espacio al aire libre, es porque lo que voy a hacer al final de la ceremonia implica ciertos riesgos, ciertos pero riesgos al fin, para la integridad física de nosotros, y de hacerlo en un lugar cerrado este podría resultar dañado – explicó la reina al arqueólogo, de quien lo separaban pocos pasos –. Pero es mejor no correrlos. Y esa es una de las razones por las que Cristal, Nadia y Lursi están acá. Si llegara a pasar algo, va a ser conveniente contar con la presencia de médicos.
_¿Puede?, ¿puede pasar?., se preocupó Eduardo.
_No – garantizó Lili –. Pero de cualquier manera, como dije, es mejor tomar las precauciones.

E hizo uso en ese momento de otras de sus habilidades.

La comunicación mental.

Estuvo entablando esa conversación con los espectadores de ambos sexos en la grada, al parecer para impartirle las instrucciones respecto a las pruebas por venir.
Dedujo el originario de Las Heras que su compañera sentimental, las chicas y los hombres estaban siendo informados acerca de su participación
Directa en aquello que el Consejo Supremo Planetario – la ONU para las hadas – hubieran preparado para el, para este caso por demás atípico y particular. Estaba a poco de marcársele su vida a todos los plazos. Estaba siendo marcado su futuro de aquí a la eternidad. Tan solo unos pocos minutos de darle la bienvenida formal y oficial a un ser humano por primera vez en la historia de la raza feérica –miles, literalmente, de años –, de manera que para todos, pero especialmente para las hadas, se trataba de una experiencia completamente nueva, y la reina Lili, siendo la autoridad máxima en el país, era, debido a esa posición, la encargada de auspiciar y dirigir esa ceremonia de bienvenida.
Desde unos escasos metros de distancia, Eduardo, con el sentido de la audición bien atento, escuchaba a su compañera sentimental, a los hombres y a las mujeres ofreciendo como contestaciones siempre breves y monosilábicas y frases del estilo de “No hay problema”, “De acuerdo” y “Está bien”. No fue sino hasta media hora más tarde, durante lapso durante el cual Eduardo estuvo conociendo (y saludando) a los representantes de las especies elementales que observaban desde la distancia, que la comunicación mental llegó a su término, porque advirtió como se relajaba la reina, exhalando aire, y cesaban las voces y comentarios en uno de los laterales. En el opuesto, la “ventana” que ofrecía una espectacular vista del lago La Bonita y su espacio verde circundante, los seres elementales congregados conservaban los ojos fijos en el par de personajes centrales (Lili y Eduardo), lo mismo que hacía ese reducido grupo de liuqis a un lado. Estos eran tal vez quienes más estaban disfrutando de la reunión, quizás porque la presenciaban directamente. En la grada metálica verde, los ocupantes que hicieron gestos manuales y faciales al arqueólogo, para infundirle ánimos y confianza, cambiaron de disposición y se ubicaron por sexo y en orden alfabético – Cristal, Elvia, Isabel, Lía y Nadia por un lado y Kevin, Lursi, Olaf y Oliverio por otro –, repasando cada uno la comunicación mental sostenida con l monarca. Llegado ese punto, con ese orden específico en la grada, con los seres elementales presentes y a la distancia en calidad de observadores en el lateral opuesto y Eduardo a la espera, la reina Lili dio inicio a la ceremonia, con otro anuncio:

_Desde el decimotercer día del mes de Enero hasta hoy transcurrieron casi ochenta días. En ningún momento de ese lapso de tiempo los seres feéricos no observamos directamente ni recibimos cualquier reporte negativo que implique conductas malas, impropias ni perjudiciales para la comunidad de las hadas como una parte del todo y los seres elementales como el todo mismo. Es cierto que durante las dos terceras partes de ese tiempo estuviste sin conocimiento, pero de cualquier manera eso cuenta. Porque a nuestro mundo llegaste el decimotercer día de Enero, no en algún momento de los primeros días de Marzo – en la grada ya habían asumido su papel, y en el otro lateral los individuos de las especies elementales mantenían los ojos y oídos fijos, atentos en Eduardo y la reina Lili –. Las tres cuartas partes o casi del mes pasado estuviste siendo observado, puesto a prueba, para determinar que clase de individuo había hecho su llegada a nuestro planeta, específicamente al reino de Insulandia. Y de esos exámenes y observaciones extrajimos una conclusión, y solo una. Que este ser humano, que ostentaba la marca de supervivencia en relación a otros de su especie, no es alguien que represente de una manera o de otra algo amenazante para el planeta, como así tampoco para ninguno de sus habitantes, sean de la especie que sean. Por esa razón es que se optó por tu inclusión. Por eso es que el Consejo Real Insular, el poder político en pleno de este reino y yo, y con el visto bueno del Consejo Supremo Planetario – el máximo organismo que nucleaba a los setenta y seis países había sugerido en primer término el proyecto del que Lili, que lo había desarrollado, estaba hablando –, coincidimos en lo oportuno, acertado e indicado que es por donde se lo mire el curso de acción que decidimos tomar. Eso es vital e importante, ya que la carencia tendría la desigualdad de oportunidades y una desventaja competitiva con respecto a cualquiera de las personas que viven, por lo pronto, en el barrio Barraca Sola. Eduardo – llamó la soberana –… en nuestro mundo y en la sociedad de las hadas no existen los conflictos, problemas interpersonales, sufrimientos, penas, tensiones (o casi no hay tensiones), maldad, temores ni descontentos sociales o étnicos, y todos y cada uno de los seres feéricos que vivimos en el reino de Insulandia e incluso fuera de el confiamos con que continúen sin existir. Se que estás plenamente de acuerdo con eso – hizo una pausa y le preguntó, no por desconfianza, sino por (el siempre aburrido) protocolo –, pero de todas maneras lo tengo que preguntar, y es lo siguiente: ¿das tu palabra para que todos esos males continúen sin existir?.
Esas palabras parecieron más bien una resolución judicial que el discurso de apertura o cualquier cosa parecida.
No se dio cuenta Eduardo que la reina el uso había hecho de nuevo de sus cualidades mágicas, pero esta vez fue una clase distinta, o eso creyó el arqueólogo. Esta vez, la cabeza del poder político insular creó una bola fluorescente de energía con las dos manos a las espaldas, ocultas a la vista del otro protagonista de la ceremonia.
Eduardo estaba totalmente concentrado en la pregunta.
No tenía dudas sobre la respuesta.
_Doy mi palabra.
Pocas veces había demostrado tanta decisión en algo.
_Muy bien – sentenció la reina Lili – Siendo las cosas de esa manera, es ahora el momento para que intervengan ellos – con los ojos apuntó a la grada, donde estaban los hombres y mujeres –, que van a asegurarse de y comprobar que de verdad estás dispuesto de buena gana a aceptar y tomar como nuestro estilo y modo de vida, tradiciones, aspectos sociales y culturales y costumbres. Vas a tener que contestar únicamente con la verdad a las preguntas que van a formularte. ¿Estás listo?.
_Estoy listo.



Continúa…




--- CLAUDIO ---

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