Al menos para los periodistas de la agencia
de noticias, la ceremonia de premiación había terminado, porque alrededor de un
tercio de hora después que el cuarteto hubiera sido fotografiado en compañía de
la reina, se despidieron de esta, Olaf y Lía y todos cuantos quedaron en el
salón con una reverencia.
Para los demás, la ceremonia y la
convocatoria no llegaban aun a su término. Aún quedaba la segunda parte. Lo que
fuere, no iba a desarrollarse allí, porque la reina Lili los convocó para que
estuvieran todo lo cerca de ellas que fuera posible. Acto seguido, extendió
horizontalmente los brazos y de sus dedos surgieron hebras platinadas que se
entremezclaron unas con otras formando nudos y envolviendo a hombres y mujeres
(el hijo de Lía había quedado momentáneamente a cargo de las hadas en la
guardería del castillo) y a la reina misma, enviándolos a todos en el acto a
uno de los magníficos espacios verdes del enorme predio. Se habían tele transportado
en grupo. Desde la Torre del Consejo viajaron, en un paradero, hasta un área
rectangular de al menos (aproximados) setenta por cuarenta y cinco metros, delimitada
por arbustos enanos y unas pocas pantas con flores, con el césped cortado al
ras, que en ese momento estaba ocupada nada más que por un trío de hadas
guardianas, a ese espacio asignadas, quienes, a las palabras 8al pedido) de la
reina, remontaron el vuelo y se perdieron en la distancia.
El grupo recién llegado secundó a Lili hasta
el punto central del muy bien mantenido espacio verde, y fue entonces que la
reina se dirigió, en palabras y con la vista, al experto en arqueología
submarina:
_Lo que va a pasar ahora es muy importante y
necesario para todos, para vos especialmente, ya que te va a resultar de suma
utilidad y provecho para tu vida de todos los días en el mundo de los seres
elementales, particularmente en la comunidad de las hadas. También es algo
nuevo.
_¿Nuevo?., llamó Eduardo.
_Nunca se hizo., dijo la reina.
_ ¿Y yo voy a debutar con eso? – el
arqueólogo tragó saliva –. ¿Es seguro?.
_Tenés mi palabra de eso. ¿Estás preparado?.
A un costado del terreno rectangular apareció
una grada con la misma figura geométrica. Parecía ser de hierro forjado y tenía
una combinación de varias tonalidades de verde, para estar a tono con el lugar.
_Lo estoy., aseguró el novio de Isabel, pese
a que desconocía lo que a reina Lili había preparado para el.
_Muy bien, entonces – sentenció la monarca –.
Ustedes nueve vayan a esperar en aquella grada. Cuando llegue el momento los
voy a ir llamando uno por uno para que participen, igual a como pasó, o casi
igual, en la Torre del Consejo.
Hombres y mujeres, de camino al lateral
derecho del pulcro espacio verde y perdiendo momentáneamente la vista en un
reducido grupo de liuqis que se movían veloces y ágiles entre los arbustos,
casi al nivel del suelo – respecto a eso, se preguntaron si estos diminutos
seres elementales estarían de paso por allí, o si serían espectadores del
evento que estaba por empezar –, quedaron una vez más sobre ascuas, pensando
concentrados, porque esta vez su desconocimiento si era total, en cual podría
ser el reto que tendría que afrontar Eduardo. Sentados ya en la grada, la
mirada desviaron a ambos extremos del campo, como si estuvieran a la búsqueda
de indicios, y al no encontrarlos torcieron la cabeza entre noventa y cien
grados hacia el centro geográfico del área verde, mirando alternativamente a la
reina, cuyas majestuosas alas como las de una mariposa oscilaban al ritmo del
leve viento, y al oriundo de Las Heras, que parecía estar concentrado en el
mismo pensamiento que su compañera de amores y todos en la grada: ¿cuál sería
ese desafío que se acercaba?. También se preguntaba cuál de los cuatro hombres o
las mujeres allí presentes haría el primer movimiento, y casi de inmediato obtuvo
la respuesta.
La reina hizo nuevamente uso de sus
habilidades mágicas y en el lateral opuesto al de la grada apareció una esfera
luminosa que se fue haciendo más grande, hasta adquirir un tamaño prácticamente
idéntico al de la grada y lograr una consistencia sólida. Para las hadas
congregadas allí era algo parecido a una ventana, y para el arqueólogo
asemejaba bastante a un televisor de pantalla plana. Como fuere, mostraba un
lugar ya conocido por todos los presentes: un sector en particular de ese
magnífico espacio verde que bordeaba al lago la Bonita. Allí hubieron de reunirse
entre dos y seis componentes de cada una de las especies elementales que vivían
en el reino insular – los ilios, para variar, eran los ausentes –, incluidos los
seres sirénidos, los gnomos y otro grupo de liuqis. “En vivo y en directo”,
comunicó la soberana, antes de anunciarle a Eduardo que los elementales se
hallaban allí por pedido expreso de su parte, para ser testigos del evento.
Muchos de esos individuos en La Bonita, por no decir todos, conocían al novio
de Isabel únicamente a través de relatos, o por cualquier cosa que hubiesen
podido leer en los medios gráficos insulares, y viceversa. Para ellos y para Eduardo
era el “primer contacto”, aunque uno a la distancia. Los liuqis que bordeaban
el campo se ubicaron entonces a un lado de esa “ventana”, con lo que quienes
estaban en la grada confirmaron que esos seres estaban allí como espectadores.
_Si
estamos todos nosotros, particularmente vos y yo, en este lugar, hablo de un
espacio al aire libre, es porque lo que voy a hacer al final de la ceremonia
implica ciertos riesgos, ciertos pero riesgos al fin, para la integridad física
de nosotros, y de hacerlo en un lugar cerrado este podría resultar dañado –
explicó la reina al arqueólogo, de quien lo separaban pocos pasos –. Pero es
mejor no correrlos. Y esa es una de las razones por las que Cristal, Nadia y
Lursi están acá. Si llegara a pasar algo, va a ser conveniente contar con la
presencia de médicos.
_¿Puede?, ¿puede pasar?., se preocupó
Eduardo.
_No – garantizó Lili –. Pero de cualquier manera,
como dije, es mejor tomar las precauciones.
E hizo uso en ese momento de otras de sus
habilidades.
La comunicación mental.
Estuvo entablando esa conversación con los
espectadores de ambos sexos en la grada, al parecer para impartirle las
instrucciones respecto a las pruebas por venir.
Dedujo el originario de Las Heras que su
compañera sentimental, las chicas y los hombres estaban siendo informados
acerca de su participación
Directa en aquello que el Consejo Supremo
Planetario – la ONU para las hadas – hubieran preparado para el, para este caso
por demás atípico y particular. Estaba a poco de marcársele su vida a todos los
plazos. Estaba siendo marcado su futuro de aquí a la eternidad. Tan solo unos
pocos minutos de darle la bienvenida formal y oficial a un ser humano por
primera vez en la historia de la raza feérica –miles, literalmente, de años –,
de manera que para todos, pero especialmente para las hadas, se trataba de una
experiencia completamente nueva, y la reina Lili, siendo la autoridad máxima en
el país, era, debido a esa posición, la encargada de auspiciar y dirigir esa
ceremonia de bienvenida.
Desde unos escasos metros de distancia,
Eduardo, con el sentido de la audición bien atento, escuchaba a su compañera
sentimental, a los hombres y a las mujeres ofreciendo como contestaciones
siempre breves y monosilábicas y frases del estilo de “No hay problema”, “De
acuerdo” y “Está bien”. No fue sino hasta media hora más tarde, durante lapso
durante el cual Eduardo estuvo conociendo (y saludando) a los representantes de
las especies elementales que observaban desde la distancia, que la comunicación
mental llegó a su término, porque advirtió como se relajaba la reina, exhalando
aire, y cesaban las voces y comentarios en uno de los laterales. En el opuesto,
la “ventana” que ofrecía una espectacular vista del lago La Bonita y su espacio
verde circundante, los seres elementales congregados conservaban los ojos fijos
en el par de personajes centrales (Lili y Eduardo), lo mismo que hacía ese
reducido grupo de liuqis a un lado. Estos eran tal vez quienes más estaban
disfrutando de la reunión, quizás porque la presenciaban directamente. En la
grada metálica verde, los ocupantes que hicieron gestos manuales y faciales al
arqueólogo, para infundirle ánimos y confianza, cambiaron de disposición y se
ubicaron por sexo y en orden alfabético – Cristal, Elvia, Isabel, Lía y Nadia
por un lado y Kevin, Lursi, Olaf y Oliverio por otro –, repasando cada uno la
comunicación mental sostenida con l monarca. Llegado ese punto, con ese orden
específico en la grada, con los seres elementales presentes y a la distancia en
calidad de observadores en el lateral opuesto y Eduardo a la espera, la reina
Lili dio inicio a la ceremonia, con otro anuncio:
_Desde el decimotercer día del mes de Enero
hasta hoy transcurrieron casi ochenta días. En ningún momento de ese lapso de
tiempo los seres feéricos no observamos directamente ni recibimos cualquier
reporte negativo que implique conductas malas, impropias ni perjudiciales para
la comunidad de las hadas como una parte del todo y los seres elementales como
el todo mismo. Es cierto que durante las dos terceras partes de ese tiempo
estuviste sin conocimiento, pero de cualquier manera eso cuenta. Porque a
nuestro mundo llegaste el decimotercer día de Enero, no en algún momento de los
primeros días de Marzo – en la grada ya habían asumido su papel, y en el otro
lateral los individuos de las especies elementales mantenían los ojos y oídos
fijos, atentos en Eduardo y la reina Lili –. Las tres cuartas partes o casi del
mes pasado estuviste siendo observado, puesto a prueba, para determinar que
clase de individuo había hecho su llegada a nuestro planeta, específicamente al
reino de Insulandia. Y de esos exámenes y observaciones extrajimos una conclusión,
y solo una. Que este ser humano, que ostentaba la marca de supervivencia en
relación a otros de su especie, no es alguien que represente de una manera o de
otra algo amenazante para el planeta, como así tampoco para ninguno de sus
habitantes, sean de la especie que sean. Por esa razón es que se optó por tu
inclusión. Por eso es que el Consejo Real Insular, el poder político en pleno
de este reino y yo, y con el visto bueno del Consejo Supremo Planetario – el máximo
organismo que nucleaba a los setenta y seis países había sugerido en primer
término el proyecto del que Lili, que lo había desarrollado, estaba hablando –,
coincidimos en lo oportuno, acertado e indicado que es por donde se lo mire el
curso de acción que decidimos tomar. Eso es vital e importante, ya que la
carencia tendría la desigualdad de oportunidades y una desventaja competitiva
con respecto a cualquiera de las personas que viven, por lo pronto, en el
barrio Barraca Sola. Eduardo – llamó la soberana –… en nuestro mundo y en la
sociedad de las hadas no existen los conflictos, problemas interpersonales, sufrimientos,
penas, tensiones (o casi no hay tensiones), maldad, temores ni descontentos
sociales o étnicos, y todos y cada uno de los seres feéricos que vivimos en el
reino de Insulandia e incluso fuera de el confiamos con que continúen sin
existir. Se que estás plenamente de acuerdo con eso – hizo una pausa y le
preguntó, no por desconfianza, sino por (el siempre aburrido) protocolo –, pero
de todas maneras lo tengo que preguntar, y es lo siguiente: ¿das tu palabra
para que todos esos males continúen sin existir?.
Esas palabras parecieron más bien una
resolución judicial que el discurso de apertura o cualquier cosa parecida.
No se dio cuenta Eduardo que la reina el uso
había hecho de nuevo de sus cualidades mágicas, pero esta vez fue una clase distinta,
o eso creyó el arqueólogo. Esta vez, la cabeza del poder político insular creó
una bola fluorescente de energía con las dos manos a las espaldas, ocultas a la
vista del otro protagonista de la ceremonia.
Eduardo estaba totalmente concentrado en la pregunta.
No tenía dudas sobre la respuesta.
_Doy mi palabra.
Pocas veces había demostrado tanta decisión
en algo.
_Muy bien – sentenció la reina Lili – Siendo las
cosas de esa manera, es ahora el momento para que intervengan ellos – con los
ojos apuntó a la grada, donde estaban los hombres y mujeres –, que van a
asegurarse de y comprobar que de verdad estás dispuesto de buena gana a aceptar
y tomar como nuestro estilo y modo de vida, tradiciones, aspectos sociales y
culturales y costumbres. Vas a tener que contestar únicamente con la verdad a
las preguntas que van a formularte. ¿Estás listo?.
_Estoy listo.
Continúa…
--- CLAUDIO ---
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