Para hablar sobre el siguiente tema contaron
con la colaboración involuntaria de un par de seres feéricos que había hecho su
aparición desde las alturas, descendiendo en línea recta desde el oeste,
cargando la mujer de la pareja un ramo de flores amarillas, probablemente
rosas, y el hombre un collar que parecía de oro. Ambos emanaban un aura de
color verde oliva, e Isabel y Cristal los reconocieron. Se trataba de un
matrimonio flamante que había contraído nupcias el segundo día de este mes (el
primero del tercer mes, en el calendario antiguo) por la mañana, un par de
trabajadores madereros residentes en La Tierra de los Astros Ocultos, la región
oeste del reino insular, ambos de veintinueve años de edad y sin descendientes.
Los dos se ganaban la vida – explicaba Isabel – como propietarios y operarios
de otra empresa familiar, un complejo maderero en el que funcionaban un
aserradero y una carpintería, en el mismo caserío en el que vivían. A quien más
hubo de llamarle la atención este par de individuos feéricos, por no decir al
único, fue a Eduardo. Lo había hecho específicamente el componente femenino del
matrimonio, y en eso radicó el pie que posibilitó el suministro de información
nueva. Un tema que apasionaba sobre manera a las mujeres feéricas, pero a los
hombres…
El embarazo en las hadas.
_¿Y eso?., fue la reacción inmediata del
arqueólogo, que todavía ignoraba lo que estaba por agregar a su conocimiento,
por más que el “método” fuera el mismo en las dos especies.
Observó como aterrizaba el flamante
matrimonio sobre uno de los caminos interiores de la plaza – un grupo de seres
feéricos les hizo espacio – y empezaron, en medio de algunos aplausos, la caminata
corta hasta aquel cúmulo de sillas en el que aguardaba parte de la familia de
este matrimonio mixto, formado por un hombre blanco y una mujer negra. Antes que se hubieran cumplido los primeros
sesenta segundos desde que los pies de
ambos entraran en contacto con el empedrado, la joven mujer había experimentado
una errática y anormal manifestación en su aura verde oliva, y allí había
radicado el origen de los aplausos, por lo que Eduardo dedujo que se debía
tratar de algo positivo, tanto para la mujer como para el marido. Los seguía
con la mirada, tratando de extraer más deducciones y conclusiones. Aquel halo
luminoso había aumentado en brillo y tamaño durante un único y brevísimo
segundo, exactamente igual, comparaba el novio de Isabel, al flash de una
cámara fotográfica, y volviendo después a su estado original. Una línea regular
y estática que brillaba aun con la enorme cantidad de luces naturales y
artificiales, que contorneaba la figura del hada. Para ella debía tratarse,
volvió a afirmar Eduardo, aun encontrándose en desconocimiento sobre este
aspecto, de algo absolutamente gratificante, porque con una facilidad extrema
hubo de notársele ese sentimiento en la cara. Su radiante expresión demostraba
total alegría y felicidad. Su marido, tan distraído como estaba con los
ornamentos y la decoración en el espacio público principal, no lo había notado,
porque la anormalidad en el aura, tan breve, había pasado prácticamente
inadvertida. No lo había hecho sino hasta el momento en que ella le comunicara
algo al oído, algo que lograra que el marido le diera un emotivo abrazo,
seguido este de un beso de amor. Ambos componentes del matrimonio detectaron
desde la distancia a Nadia y Lursi, a quienes conocían desde hacía varios años,
y los médicos fueron a su encuentro, al ser llamados por ellos.
Y no fue la única mujer, porque otros cuatro
flashes se detectaron en puntos diferentes de la plaza central: un aura de
color rojo sangre, otra azul marino, una más amarilla y la última negra.
_Esa mujer con aura verde oliva está
embarazada, igual que las otras cuatro, y se trata en todos los casos de algo
muy reciente. Pasó hace poquísimos minutos, de hecho. Supongo que no más de
media hora – comunicó la hermana de Cristal, observando como Oliverio también
se perdía en la distancia. Aun con la ceremonia del otoño ya empezada, los
funcionarios políticos de más alta jerarquía allí presentes no dejaban a un
lado sus ocupaciones. En este caso, le preocupara la resistencia estructural
del palco oficial, donde el mismo habría de ocupar un lugar. Además, no quería
quedar como “inoportuno” permaneciendo con las dos parejas –. Ese comportamiento
errático es la primera e inmediata prueba de que una nueva vida empieza a
gestarse en el vientre de las mujeres de
mi especie, incluidas Cristal y yo… ¡no se alarmen, por favor! – porque el
oriundo de Las Heras y el artesano-escultor tosieron repentinamente… por las dudas
la situación lo ameritara –. Hay más pruebas aparte de esa, y algunas de todas
son comunes a nosotras y a las mujeres humanas, como las arcadas y nauseas, y
empiezan a ocurrir después de ese brillo inusual y muy breve. El caso de ahora,
el de esa manifestación, marca el inicio de la concepción.
Y las
hermanas de aura lila ahondaron en ese tema.
También lo hizo Kevin, aunque un tanto
apartado.
Era un tema ya conocido por Eduardo, porque
el “procedimiento” era exactamente el mismo, pero de todos modos el novio de
Isabel necesitaba escuchar y aprender, porque las diferencias, sin embargo,
allí estaban. En las leyendas antiguas de la humanidad poco o nada se
mencionaba sobre cual era el sistema reproductivo de los elementales, de manera
que se daba por sentado que dichos seres, las hadas incluidas, lo hacían de la
misma forma (en todo sentido) que los humanos.
… Por tanto, se trataba este de un aspecto esencial
de los seres feéricos prácticamente desconocido por el futuro cuñado de
Cristal, sobre el cual no podía más que teorizar y especular, de manera que lo
tendría que aprender… porque algún día el mismo sería el “autor o coautor
material” de una nueva vida. A la fecha,
Eduardo jamás había preguntado a este respecto a su compañera sentimental, Nadia,
Cristal, la reina Lili las camareras del bar El Tráfico o cualquiera de las
mujeres feéricas con las que hubiera tenido trato y entablado diálogos más o
menos fluidos. No conocía que comportamiento
o comportamientos adoptaba una mujer de la raza feérica en tanto se encontrara
en la dulce espera. Eduardo hubo de reparar por eso, una vez más, en aquella
hada embarazada de aura verde oliva, que ahora conversaba con algunos de los
componentes de su grupo familiar.
El proceso tenía su punto de partida de la
misma manera que con las mujeres humanas
(óvulos y espermatozoides…) y, como ocurría con ellas también, había casos más
esporádicos o menos, que podían o no tomar estado público, dependiendo de
cuales fueran los deseos de los padres, de gemelos dicigótidos, monocigótidos,
mellizos y, todavía más infrecuentes, más si eso era posible, casos de
partenogénesis – se especulaba desde su nacimiento con que Elvia, la princesa
heredera insular, podía ser uno de estos, tal vez el único caso actual, que se
supiera. El respeto por la dignidad real y la prudencia lograban que este
misteriosos suceso prácticamente no tuviera trascendencia –, el desarrollo del
feto sin fertilización. Inmediatamente después de ocurrida la concepción,
cualquiera fuere el caso, tenía lugar la primera diferencia entre los seres
feéricos y los humanos. El porcentaje de óvulos fertilizados que devenía en el
embarazo (los conocimientos de las hadas en genética y biología eran amplios)
desde el momento de la menarquia (la primera menstruación), a los once o doce
años en las dos especies, era de entre veinte y veinticinco puntos porcentuales
en las mujeres humanas y de no más del ocho por ciento en las feéricas. Se trataba
de uno de aquellos efectos negativos colaterales y consecuentes de la Guerra de
los Veintiocho, y el grupo de seres elementales sediciosos, un efecto del que
en su tiempo hubo de circular la hipótesis que apuntaba a un hechizo, previo a
la guerra, de los ilios que no podía ser detectado (esa hipótesis nunca se pudo
comprobar hasta hoy), que en los seres feéricos había provocado serios
trastornos biológicos, fisiológicos y reproductivos, reduciendo la cifra a la
quinta parte con el correr de los años posteriores, hasta que la reina de Insulandia
por aquellos tiempos difíciles y las mejores hadas expertas en medicina de todo
el planeta pudieron establecerle un punto final a ese gran drama natural. Aquel
ataque intencional (o hechizo) había también provocado otro tipo de trastornos
vinculados con la reproducción, como la ampliación de ocho meses a nueve el
período desde la concepción hasta el nacimiento, la presencia de una cantidad
mayor de líquido amniótico, el cual mantenía constante a temperatura del bebé y
facilitaba sus movimientos en el útero, alcanzando el litro y cuarto, hacia el
final del quinto mes de embarazo, una cantidad que era de veinte puntos porcentuales
superior a la existente antes de empezados los trastornos; el hecho de que la
nueva vida fuera un embrión hasta mediados del tercer mes, cuando antes de los
trastornos lo había sido únicamente durante el primero y el segundo, y feto
desde ese momento hasta el nacimiento, y un incremento de entre el cuarenta y
cinco y el cincuenta y cinco por ciento en el volumen de sangre, cuando antes
del ataque de iris y su grupo – o hechizo ilio, según la óptica con que se
mirara – no había superado el cincuenta. En el curso de esos nueve meses, el
peso de la nueva vida variaba entre unos pocos gramos, el embrión al concluir
el primer mes y empezar el segundo, y los tres punto cinco y tres punto setenta
y cinco kilogramos, dependiendo de si era del sexo femenino o del masculino, al
momento de producirse el alumbramiento, y la altura entre los dos punto cinco
centímetros desde el segundo mes (las hada son tenían una forma de conocer la
que pudiera tener durante el primero) y los treinta y ocho y cuarenta o
cuarenta y uno, dependiendo de si era mujer u hombre, en el instante del pato.
Estos no solían prolongarse por más de tres o cuatro horas.
Isabel y Cristal proseguían con las explicaciones.
También lo hacía el artesano-escultor, aunque
lo suyo eran intervenciones menores y solitarias.
Aun existiendo unos pocos casos aislados, que
se podían contar con los dedos de una mano, los cuales siempre por razones de
fuerza mayor, casos muy extremos, la inmensa mayoría de las mujeres de la raza
feérica no aplicaba un alto temporario a su cotidiana y muchas veces rutinaria
vida sino hasta haber llegado a mediados del quinto mes de embarazo, momento en
que la nueva vida se volvía lo bastante
grande como para (empezar a ) requerir de ciertas precauciones por parte de la
madre, y efectuar algunos movimientos imprescindibles para su crecimiento. Era
el momento en que esa nueva vida alcanzaba los aproximados trescientos gramos
de peso y entre veintiuno y veintitrés centímetros. Eso obligaba al hada embarazada a jornadas
cada vez más prolongadas de descanso y a ocuparse únicamente de aquellas
labores de menor complejidad, menos estresantes y que, por consiguiente,
demoraran menores esfuerzos. Las ausencias de su hogar, cualquiera fuese el
motivo – trabajo, entretenimiento, vida social, reuniones multitudinarias,
viajes turísticos… – se volvían menos frecuentes y procuraba no dedicarse a
otra cosa que los más sencillos de los quehaceres domésticos. Hacia el término
del mes número seis y principios del siete sus habilidades especiales, como la técnica
del vuelo y la capacidad para aplicar sus dotes mágicas, se reducían a la
quinta parte o a la cuarta, porque decidían emplear esas fuerzas para beneficio
propio y el de su hijo o hija; de forma natural aumentaban sus horas de sueño
y, llegado ya el octavo mes de embarazo, únicamente se ocupaban de lo mínimo e
indispensable: ingesta de líquidos y alimentos, aseo e higiene en la persona y
las actividades en su casa que no se podían postergar, algo en lo que por
supuesto colaboraban su compañero, fuera este el novio o marido, y demás
familiares. Los alumbramientos generalmente se producían en las casas, en la
comodidad y tranquilidad del dormitorio matrimonial. Por un lado porque se
trataba de la costumbre y tradición en
las hadas, surgida en los primeros y posteriores tiempos del Primer Encuentro,
y por otro porque el grueso de las mujeres embarazadas, teniendo siempre
presente y como bandera la seguridad y el bienestar de la próxima generación,
no querían de ninguna manera poner en riesgo su vida ni la propia con los
viajes, a veces largos (aun contando con el prodigio científico y tecnológico
que eran las puertas espaciales), a tal o cual instalación médica. Una vez que
hubiese acontecido ya el nacimiento, las madres continuaban con el reposo por
lapsos de tiempo que oscilaban entre los siete y los treinta días, según su
estado lo ameritara, tanto por iniciativa propia como por recomendación de las
hadas especialistas en medicina y la sugerencia del progenitor, hasta
encontrarse una vez más en las óptimas condiciones para retomar,
paulatinamente, su antigua y cotidiana vida. Era el momento en que, con la
primera aparición en público del nuevo integrante de la comunidad, o la nueva
integrante, los padres y su descendencia pasaban a ser los acreedores de una
gran ovación que incluía, en calidad de protagonistas, a sus parientes más
cercanos. Después del ataque de Iris y su grupo – ¿el previo e intencional
hechizo de los ilios? –, todo nacimiento feérico pasó a ser visto por la
especie como su continuidad y su supervivencia por otra generación.
_Una vez que el bebé termina de salir del
canal de parto y ver el mundo por primera vez, se lo higieniza siguiendo otro
ritual que se prolonga por alrededor de cinco o seis minutos, y se lo somete a
un estudio nada complejo que también es breve y no demanda más de un sexto de
hora, para conocer con exactitud cual es su peso y cual su altura. Después de
eso vuelve a los brazos de sus padres – continuaba la compañera sentimental de
Eduardo con las explicaciones –. El trabajo de las hadas médicas recién termina
cuando se le confiere a la nueva vida la protección adicional, algo que demora
otras veinticuatro horas. Para mi especie, es el instante en que concluye el
proceso iniciado alrededor de nueve meses atrás, con la concepción.
_El tiempo usual, o tiempo natural, es ese
que dijo mi hermana. Arranca con la concepción y concluye con el ritual ancestral
que implica la protección adicional. Lo que implica ese “escudo” ya lo conocés.
Puede heredar el color del aura del padre o el de la madre, o en un caso muy
poco frecuente el de los dos, diría que seis o siete de un total de mil, y el
don de uno de los progenitores. Los casos de hadas que adquieren ambos se
pueden contar con los dedos de una sola mano, son todavía más inusuales –agregó
Cristal, que, como su hermana, tenía que elevar la voz para hacerse escuchar
sobre el bullicio –. Aun con ese período de tiempo, existen unos pocos casos
por demás atípicos en los que los nacimientos se producen antes de lo previsto.
La marca histórica la tuvo durante miles de años el conde Báqe, que fue el
segundo al mando y el compañero de amores de Iris antes y durante la Guerra de los
Veintiocho. Había llegado al mundo con tres meses de anticipación. El nombre
del conde y su vida y obra, de otro de los países de este continente, ocuparon
un lugar en el archivo histórico, y los seres feéricos sostuvimos que iba a ser
una marca insuperable hasta la mitad del siglo pasado, cuando otro bebé,
también varón, lo superara por uno – la luz pirotécnica que había aparecido en
el cielo fue tan imponente que la oradora tuvo que poner un alto a su
parlamento, o, lo que es lo mismo, Cristal se había asustado –. El asombro y la
sorpresa fueron totales y el caso, como el del conde Báqe, se hizo conocido en
todo el planeta. Un cincomesimo. Un completo misterio tanto el hecho en si como
l supervivencia del bebé. El por qué de un nacimiento tan prematuro es
desconocido y a la fecha las hadas expertas en medicina continúan con ese desconcierto,
aunque menor, pro supuesto, y siguen consultando un libro atrás de otro, un
archivo histórico atrás de otro, tratando de encontrar una respuesta.
_Desafortunadamente, ese nacimiento de la
segunda mitad del siglo pasado tuvo implicancias negativas. No, fue más que
eso. Fueron implicancias mortales. El bebé requirió de cuidados específicos,
era lo más lógico, si se tiene en cuenta que lo principal era asegurar la
supervivencia del hijo (de la siguiente generación). Las implicancias mortales
se remitieron a la progenitora, muy poco se pudo hacer para evitar su fallecimiento
y devolverla al estado previo al embarazo. A raíz de ese parto tan prematuro de
poco más de la mitad del tiempo normal empezó a tener complicaciones y
problemas de salud que fueron empeorando y haciéndose más graves en un tiempo
relativa y fenomenalmente corto, prácticamente después de haber dado a luz en
un centro de la periferia norte de El Alto, la ciudad capital del reino de
Nar-Uk. Falleció el día posterior a que su único hijo cumpliera sus primeros
doce meses de vida. Fue un hada de las flores, una de las mejores, si quieren
mi opinión, y si tengo que ser franco – informó Kevin, complementando las
palabras de su novia, las de Isabel y teniendo, al igual que las hermanas que
elevar el tono de su voz para que pudieran oírlo. En la voz de Kevin había una
melancolía imposible de ocultar –. Un caso diferente fue el del progenitor, y
vivió hasta que su descendencia alcanzó la mayoría de edad, el día posterior al
décimo octavo cumpleaños. Representaba las artes. Las esculturas, para ser
exacto. Vivieron en la periferia de esta ciudad, en el barrio Las Riberas. El
padre falleció, su cuerpo se incineró en una pira ardiente y las cenizas se
esparcieron en El Alto, en cumplimiento de su última voluntad. Su hijo continuó
viviendo en Las Riberas hasta hace pocos días, una semana exacta. La casa allí
permanece desocupara y en venta, a ciento cincuenta mil soles.
El aura color rojo sangre del compañero de
amores de Cristal presentaba otro extraño estado, conocido por sus congéneres
pero ignorado por Eduardo. Un estado que seguramente se encontraba en sintonía
con sus sentimientos y emociones, lo que experimentaba en este momento. El
artesano-escultor estaba concentrado en el recuerdo.
O por lo menos eso aparentaba.
Y se esforzaba.
_¿Qué cosa pasó que ya no sigue viviendo allí?
– quiso saber el arqueólogo. Los individuos masculinos también tenían la
necesidad de elevar la voz –. ¿Qué hizo que quisiera cambiar su casa después de
haber vivido en ella casi desde su nacimiento?.
No era porque su prodigiosa memoria estuviera
flaqueando, por falta de concentración o por no estar prestando atención.
Eduardo estaba, como cualquiera otra de las personas allí congregadas, envuelto
por la festividad tan bulliciosa. Además, cerca de donde los cuatro se
encontraban, un grupo de liuqis estaba reunido en torno a un pequeño fuego – los fogones
formaban una parte inherente del acervo cultural de todos los seres elementales
–, y la voz de esos seres era muy aguda, casi como un silbido o un chillido.
El novio de Isabel tenía la respuesta frente
a sus ojos.
Lo obvio muchas veces pasaba inadvertido.
_Porque cuando esta preciosura de mujer a mi
lado – Cristal ya había perdido la cuenta de todas las veces que hubo de
ruborizarse este día – y yo le dimos inicio a nuestra relación sentimental,
cuando empezamos a ser más que amigos, decidí que tenía que ser yo quien se
mudara, y me fui a vivir a Barraca Sola, a la calle La Fragua – informó Kevin.
Como su novia y sus amigos, se había puesto una mano sobre las cejas para
cubrirse de aquellas luces pirotécnicas lanzadas desde un punto en el Castillo
Real, y que permanecieron en el cielo durante varios segundos. Era la prueba
(para el oriundo de Las Heras), o una de ellas, de que los fuegos artificiales
en este planeta eran más sofisticados y sus efectos más duraderos. El de
aquella pieza se terminó, los cuatro se quitaron las manos de las cejas y el
artesano-escultor continuó hablando –. Si, yo soy ese bebé. O fui ese bebé. A
la fecha siguen habiendo momentos en los que no dejo de preguntarme que pudo
pasar, o que condiciones se tuvieron que dar, para que yo sobreviviera a un
nacimiento tan anticipado. ¡Cuatro meses antes de lo previsto!. Mi llegada a
este mundo figura en el archivo histórico de del reino de Nar-Uk, de modo que
allí yo soy una especie de celebridad, y también acá, en Insulandia. Se suponía
y se supone que un nacimiento como el mío, un cincomesino, es un imposible de
la naturaleza. Ningún bebé tan prematuro tendría posibilidades. El mío y el del
conde Báqe, el segundo al mando en el grupo que dirigió iris, fueron los dos
casos más llamativos, y por eso figuran en el archivo. Y ante la ausencia de
respuestas fidedignas por parte de la ciencia y la medicina, concluyeron que
fue suerte que hayamos vivido. Eso y que nuestros progenitores y las hadas médicas
nunca dejaron de brindarnos todo el apoyo, la atención y los cuidados que
pudimos necesitar – y concluyó –. El conde Báqe fue el hermano de la reina de
Nimhú, en Centralia, uno de los últimos en caer, un mes antes de que terminara
la Guerra de los Veintiocho, y lo que queda de el está en una isla en aguas
internacionales… a salvo, si se quiere llamarlo de esa manera. Y lo que es yo…,
bueno, acá estoy. Báqe y yo tuvimos suerte en sobrevivir.
_Y que bueno que corrieron con suerte, de
verdad que fue bueno – agradeció la hermana de Isabel, contenta por ello. Desde el primer momento estuvo consciente de
esa fama indirecta que implicaba ser la
novia de Kevin, de este caso tana típico –. Si las cosas no hubieran sido como
fueron, yo todavía no habría encontrado un compañero de amores y el Mercado
central de las Artesanías no tendría al responsable más brillante del último
quinto de milenio.
El artesano-escultor se sintió satisfecho de
si mismo con el beso de su novia y lo demostró con el “estallido” de su aura
rojo sangre y exhalando aire a sus nudillos. “¡No somos trofeos!”, exclamaron
las hermanas entre risas. Cristal por el gesto de su novio e Isabel porque vio como
el suyo lo felicitaba con aplausos.
_Pero es cierto que Kevin y yo estamos
corriendo con suerte – todavía insistía el arqueólogo, cuando el tema del
embarazo en las mujeres de la raza feérica ya había finalizado –. Ustedes dos
comparten el primer puesto en una nota que se publicó en la edición de ayer de
El Heraldo Insular, sobre las mujeres más lindas de la Ciudad del Sol. Cristal
y vos conjuntaron el cincuenta y nueve y medio por ciento de las opiniones
entre los encuestados, de una nómina de cien candidatas, Y es perfectamente
comprensible que mi amigo y yo consideremos a esa belleza como suerte. Además
son hermosas como personas.
_Eduardo y yo tenemos seguridad y tranquilidad,
además de suerte – agregó el artesano-escultor –; es lo mismo que el caso
inverso, que lo que ven ustedes dos en nosotros. Es algo que viene con el
paquete. La convivencia durante el noviazgo y el matrimonio implica la tranquilidad
y la seguridad. Por eso los enlaces matrimoniales recién se terminan cuando
fallece uno de sus componentes.
_Es la base para una de las más importantes
instituciones en la sociedad de las hadas, me refiero a la familia – dijo Isabel,
hablando para ella misma tanto como para los otros tres –. Por eso mi especie
tuvo ayer y tiene hoy tanto éxito grupal e individual. Pasa lo mismo con todas
las especies que componen el reino elemental. En ese sentido no tenemos e que
preocuparnos.
Y volvieron a concentrarse en la festividad
del otoño.
Continúa…
--- CLAUDIO ---
No hay comentarios:
Publicar un comentario