martes, 5 de diciembre de 2017

7.5) Las medallas, parte 1



Pocos minutos más tarde, tal vez unos diez, estuvo de vuelta la reina. Estaba escoltada por Lía y el jefe de la Guardia Real, un hombre de nombre Olaf a quien lejos estaba de quedarle bien el calzado y l indumentaria, y mucho menos de combinarle con su aura naranja. Todos los individuos presentes allí estaban más acostumbrados a verlo con el uniforme de general supremo (el cargo más alto en el ejército insular) a veces, con el que trabajaba cada día en la Torre del Consejo, y con ropa informal otras veces, fuera de sus jornadas laborales. Al hacerse presentes los dos, se encendieron los cirios turquesa y naranja correspondientes al miércoles. Como a cualquiera, a este par se lo veía extenuado, y no era para menos. Apenas si pudieron Lía y Olaf descansar en la última semana, cada uno haciendo lo suyo en las tareas de recuperación y reconstrucción, y la Consejera de DCS tenía el (importantísimo) añadido de su hijo recién nacido, una obligación por demás mayor e irrenunciable. Con la magia, la reina Lili hizo aparecer los suficientes sillones, usando la telequinesia para mover los que estaban en un rincón, como para que todos los presentes estuvieran cómodamente sentados. El cuarteto de parejas, Olaf, que exhibía sobre el lado izquierdo de la túnica tradicional una medalla, Lía y el par de corresponsales de la Agencia Insular de Noticias, la principal agencia informativa del país. Desde un caprichoso rincón del salón general, la cabeza del poder político hizo evitar dos pequeñas cajas de madera carentes de cualquier lujo y sin ornamento alguno. Por lo menos, esa era la vista que mostraba la parte exterior, porque el interior era el polo opuesto, estando, un ejemplo evidente del esplendor, forrado con terciopelo y seda.

Dentro de cada caja había una placa de hierro forjado con otra de plata incrustada en la cara delantera, sobre la cual había una inscripción dorada que indicaba:

-Reino de Insulandia-
Premio al valor y al mérito
1 de Abril de 10204, Llol 3, 10204
“La fecha de hoy escrita en los dos calendarios”, observó Eduardo, notando también que debajo de ambas quedaba un gran espacio vacío.

Sus medidas aparentaban ser de veinticinco centímetros de ancho por doce de alto por uno de fondo (grosor) y la madera obviamente había sido trabajada por los expertos calificados del Consejo de Cultura, de una división que justamente se ocupaba de esta clase de tareas. Se trataba de premios que, con una aplicación de sus habilidades, la reina Lili hizo amplificar hasta seis veces su tamaño, para que todo el mundo en el salón general pudiese observar incluso los mínimos detalles. No había diferencias entre ninguna de las placas, y tampoco en la cara opuesta, que era completamente lisa. En a frontal, se pudo ver, en la “imagen ampliada”, el escudo del reino como fondo.
_¿Vieron los espacios en blanco? – llamó la reina, mirando a los hombres que estaban a poco de ser distinguidos – Allí van a aparecer sus nombres, no bien ustedes les hayan puesto las manos encima. Y esos nombres van a figurar con el color de sus auras. El nombre de Oliverio en azul eléctrico, Kevin en rojo sangre, Lursi en gris perla y Eduardo con una combinación de celeste y azul jacinto… después, Eduardo. Ahora es el momento de los reconocimientos.
Porque el experto en arqueología submarina le iba a preguntar a la soberana insular acerca del porqué de ese par de colores.
De manera que era por esto la reunión tan misteriosa.
Premiar a los cuatro hombres por su actuación durante la Gran Catástrofe, en la que fueron puestos a prueba algunos de los aspectos de la sociedad de los seres feéricos, que tanto la caracterizaban y distinguían: el esfuerzo para alcanzar beneficios grupales e individuales, el trabajo en equipo, el buen juicio, el heroísmo y el sacrificio, por nombrar solo cinco, estuvieron de manifiesto desde que dejaran la casa de Isabel.


Continúa…



--- CLAUDIO ---

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