lunes, 4 de diciembre de 2017

7.3) Planes y pruebas ( ARTÍCULO PROPIO NÚMERO TRESCIENTOS)



_Todavía no logro entender, y nadie me pudo o no supo dar una explicación, sobre el motivo de esto. ¿Para qué la reina quiso que estuviéramos hoy aquí y ahora?. El hermetismo, o mejor dicho el misterio, es absoluto., dijo Eduardo, sin dirigirse a nadie en particular, usando un tono acorde a esa situación y observando brevemente los pilares que sostenían esos menorás.
Arderían otros dos de los cirios dentro de poco, y uno de ellos, por Lía, sería el de color turquesa.
Directo hubo de hallarse frente a uno de esos ventanales tan amplios.
Afuera continuaban, y lo harían por tiempo indefinido, las arduas tareas de recuperación del magnífico espacio verde en el área frontal del Castillo Real. Las hadas del Consejo EMARN y las de IO trabajaban todo el día todos los días, en jornadas laborales de ocho horas.
_No sos el único que está sobre ascuas, Eduardo. Todos quienes estamos aquí presentes conocemos muy poco o nada sobre esta reunión, incluso yo. Nosotros dos no somos los únicos que podemos calcular ni hacer estimaciones, con menor o mayor fundamento, o especular con respecto a esta reunión – le hizo saber la princesa heredera, que por primera vez en más de dos meses y medio estaba viendo al experto en arqueología submarina despierto y entablaba con el una conversación. Su tono y su voz tenían el mismo efecto calmante que los de su madre, la reina. Los seres feéricos presentes en el salón general, uno a uno, fueron ocupando aquellos comodísimos sillones, y Elvia y Eduardo los imitaron –. En el Consejo Real como un todo y otras áreas del poder político se sabe muy poco, o directamente nada, y mi mamá no quiere explicar una sola palabra. Y por supuesto sigo ignorando también el por qué de la presencia de Nadia, Isabel, Cristal y la mía. También la de Lía y el jefe de la Guardia Real, que van a llegar de un momento a otro. Pero la reina sostiene que quiere hablar con las chicas, con vos, conmigo y con ustedes – miró a los hombres en el salón, que ocupaban uno junto a otro tres de los sillones – sobre los planes a futuro, a todos los plazos, para el reino insular en su conjunto. Ni siquiera a mi me quiso contar los detalles. Y digo ni siquiera a mi porque soy uno de los componentes del Consejo, la heredera al trono y quien se queda al mando con el título de “Regente” cuando ella sale del país, por el motivo que sea… además quiere hablar sobre tu porvenir a nuestro lado, en la sociedad de las hadas, como ella misma ya te explicó – y agregó –. Conociendo lo inteligente que es, dudo que eso se le haya escapado. Seguro que quiso soltar algo de información para calmar la intriga, la ansiedad y el suspenso.
Tanto la princesa como los demás creyeron que la Medalla de la Natividad formaba parte de esos planes, la cual era otorgada a las hadas, médicas parteras en particular, un trabajo histórica y tradicionalmente femenino. Eduardo la había ganado tras haber ayudado a Lía a dar a luz en esas circunstancias tan adversas.
_¿Planes?, ¿de qué se tratan?, ¿están al tanto de ellos, aunque sea un poco?, ¿y qué se supone que van a hacer conmigo en este u otros momentos? – quiso saber el arqueólogo, enfocando su atención en la heredera, quien, magia mediante, había abierto todos los ventanales, con un solo chasquido. La mañana no podía ser más agradable. Elvia e Isabel fueron quienes tuvieron la iniciativa, y al cabo de no más de diez segundos todo el mundo allí estaba fumando un cigarrillo. ¿Qué haría ahora Eduardo?, ¿cuál sería su reacción, en cualquiera de los casos?. Sin duda alguna, para el sería necesario recurrir a toda la fuerza de voluntad que tuviese, controlarse a si mismo y tener compostura, para no cometer alguna locura ni ninguna torpeza a los ojos de tantas personas importantes, como dar vueltas a carnero a  la inversa, saltar en una pata, bailar la conga (un aspecto incorporado mediante la transculturación) o cualquiera otra cosa parecida a esas, aunque no veía por qué razón tendría que hacer algo así. Procurando no pensar, ni mucho menos concentrarse, en esas posibles reacciones descabelladas es que le preguntó a la princesa Elvia –. ¿Qué es eso acerca de mi y mi porvenir? – o, mejor dicho, volvió a preguntar –. No quiero sonar alarmado ni desconfiado, lejos está eso de mi, pero… ¿cómo va la reina de Insulandia a decidir mi futuro en unos pocos minutos, o lo que sea que las hadas, ustedes y todos los suyos, hayan reservado para mi, sin siquiera haberme examinado ni hecho prueba alguna?. Es, sencillamente, algo imposible.
“¿De verdad lo es?”.
Esa duda apareció en un punto recóndito de su mente.
_No es así, porque esa imposibilidad que mencionaste es inexistente, Eduardo. Y si hubieron pruebas y exámenes – lo contradijo Lursi, tratando de animarlo e infundirle confianza –. Todo el tiempo, desde que abriste los ojos en la casa de Isabel, te encontraste bajo una mirada atenta de los seres elementales, dentro de la Ciudad Del Sol y fuera de ella. De las hadas, principalmente. Esos momentos amenos que pasaste junto a los tritones y las sirenas en las riberas, o en la orilla del lago La Bonita, les fueron de utilidad para que detectaran en vos a un individuo carente de maldad y malos pensamientos. ¿Recordás tu encuentro de hace días con los liuqis en Campo del Cielo?. Todavía te siguen agradeciendo el que les hayas ayudado a encontrar un nuevo lugar para vivir, después que el anterior fuera destruido con la Gran Catástrofe. Y los gnomos, por nombrar otro caso, van a tenerte como héroe después de lo de ayer por la mañana, cuando pusiste tu vida en juego para salvar la de uno de sus líderes.
Accidentalmente, el gnomo había sido arrastrado por la presión del agua y unos pocos escombros en una cañería, y Eduardo, sin pensarlo dos veces, se sumergió de lleno para salvarlo.
_La observación por parte de las hadas, sirénidos, gnomos, liuqis y otras especies, sin duda alguna diría que también los ilios, se remitió a un seguimiento, si se quiere, porque las pruebas y exámenes no hicieron ninguna falta – agregó Nadia, que también trataba de animarlo –. Hace días ya que esos “examinadores” concluyeron que este nuevo ser humano que había llegado a nuestro mundo  estaba muy lejos de ser una mala persona. En líneas generales, Eduardo, le caíste bien y en gracia a todo el mundo, y por eso no tuvieron más que verte, pero incluso eso fue superficial. De manera que la decisión a la que llegaron los miembros del Consejo Supremo Planetario fue la correcta. Para nada se equivocaron con eso, y las otras especies estuvieron de acuerdo, cuando se sostuvo en esta ciudad una reunión extraordinaria de la mancomunidad Elemental.
La magia también se usaba como forma de entretenimiento, porque el humo del cigarrillo que sostenía la Consejera de SAM formaba algunas figuras geométricas simples antes de desvanecerse. La mujeres eran quienes encontraban divertido a ese acto, por lo que Cristal, Isabel y Elvia decidieron imitarla.
_Y es allí donde tiene su origen el misterio., dijo Eduardo con acierto.
¿Podía, como el mismo pensaba, deberse el misterioso encuentro en la Torre del Consejo al reconocimiento para los hombres, y en su caso la Medalla de la Natividad.
_Es posible – le dio la razón la princesa Elvia –. Si el misterio no tiene allí su origen, entonces no tengo la mínima idea de cuales puedan ser los planes que hayan ideado mi mamá, el CSP y la Mancomunidad Elemental para vos y ustedes tres. Siendo así, no tenemos otra cosa que esperar.
Señaló con una mirada rápida a su colega del Consejo IO, al jefe del MC-A y al segundo al mando de SAM, a lo que Eduardo, en el, cobró un poco más de solidez la hipótesis de la medalla y los reconocimientos. Así y todo, concluyó, era innecesario tanto misterio y mucha la pompa.
Tras el vistazo al trío, la princesa agregó, dirigiéndose al arqueólogo:
_Imagino que también habrán tenido en cuenta tu excelente desempeño durante la Gran catástrofe, y el momento en que ayudaste a Lía a dar a luz. Y esa clase de comportamientos siempre caen bien y son vistos con buenos ojos por las hadas. Además, por lo que Lía me contó, lo único que tuviste a tu  favor fue el conocimiento mínimo con muy poca relación o ninguna con la anatomía de las mujeres de mi especie… ¿es cierto lo de esa vaca preñada? – el arqueólogo contestó que si moviendo la cabeza de arriba hacia abajo, trasladando su memoria a aquel episodio, que tuvo como conclusión el productor ganadero agradecido y un ternero que rápidamente estuvo a la búsqueda de su primer alimento. Esa había sido, y continuaba siendo, su única experiencia previa.  Las mujeres médicas en el salón general, Nadia y Cristal, todavía elogiaban la labor hecha con la jefa del Consejo DCS –. Lursi no mintió, Eduardo. Te estuvieron observando todo el día y toda la noche, aunque no con profundidad, y llegaron a la conclusión de que no representabas algo negativo ni nocivo para los seres feéricos y demás especies del reino elemental.

Era cierto.

Era cierto todo lo que dijeron.

Eduardo, que tenía varios meses sin escuchar a otros pronunciar su segundo nombre y su apellido, a excepción de las hermanas de aura lila, nunca antes había actuado de esa manera tan elegante, cortés y educada. Era, uno de los ejemplos por demás claros y evidentes, conocidos sus insultos completa y excesivamente malsonantes, cuando se enteraba de, llegaba a sus oídos o veía algo que lo le gustara, sobre todo cualquier cosa relacionada directamente con la política y la economía, lo que a veces le valiera el apodo de “La máquina de insultar”. También eran conocidos sus frecuentes desplantes con el sexo opuesto, disfrutando con especial interés aquellos casos en los que descubría, previo a los encuentros, que la mujer en cuestión era una arribista y cazadora de fortunas; sugerencias e ideas más o menos extremas sobre como se podría terminar de una vez y para siempre con los grandes males de una sociedad (las diversas formas de la delincuencia, la ineficiencia y a inoperancia d política, la usura…), su ganada y justificada fama de ginebrero y su título simbólico, también justificado, de “gran viejo prostibulario”, pese a que solo tenía veinticuatro. En el planeta de los seres elementales y a sociedad de las hadas, por el contrario, como dijera el compañero de Nadia, Eduardo había hecho buena letra todo el tiempo. Ni siquiera había peleado una sola vez y sus insultos, cuantitativa y cualitativamente, hubieron de caer astronómicamente desde que recuperara el conocimiento en una de las habitaciones en la casa de Isabel. Un comportamiento ejemplar que incluía el haber auxiliado a un hada embarazada a punto de dar a luz durante los oscuros días de la Gran Catástrofe, el peor desastre natural de los últimos cien años, que, a modo de recompensa, había decidido bautizar a su hijo con el segundo nombre del “partero” (Rafael), lo que representaba la única referencia de dicho nombre para el originario de Las Heras. Había también Eduardo dado una mano a un grupo conformado exclusivamente por individuos del sexo femenino – su novia estuvo vigilando bien de cerca, aunque comprendió casi al instante que esas precauciones (esos celos) fueron, como antes de ese momento, carentes de todo fundamento. Sentimentalmente hablando, Eduardo solo tenía ojos para ella – a acarrear toda clase de objetos pesados desde un extremo al otro en el barrio Los Sauces, vecino a Barraca Sola. A Cristal, Lursi y Nadia, como así también a otra veintena de hadas médicas, que tuvieron que trasladar con carácter de urgente o muy urgente una gran cantidad de equipamiento y suministros a la mayoría de las instalaciones médicas en el sur de la ciudad,; a los operarios de los Consejos IO y DCS, que tuvieron que despejar parte de la laberíntica red subterránea de acueductos y desvíos – allí fue cuando salvó al líder de los gnomos – y formado parte de una cuadrilla que tuvo una tarea triste nada agraciada: la incorporación de parcelas, unas mil ochocientas setenta y cinco, en el Cementerio Real, en Del Sol.
Tampoco había demostrado ni evidenciado mala predisposición a la hora de hacer tal o cual cosa, rudeza, malos modales ni ninguna otra de las faltas que los seres feéricos condenaban, y mucho menos cometido las faltas máximas – los “pecados capitales”, según las hadas –: desagradecimiento, falta de respeto por la cultura, indiferencia, insubordinación cívica, traición a la familia, hipocresía, traición a la patria, desprecio por los símbolos patrios, ignorancia y perversidad. Un total de diez, que conformaban otro de los aspectos nunca alterados por la mezcla de culturas, la transculturación ni tampoco por el paso del tiempo. Gracias al empeño y el sacrificio, Eduardo se había ganado la buena vista y el afecto de cada uno de los seres feéricos a quienes de una u otra manera había ayudado, o tenido contacto con ellos, sentimientos que de a poco se estaban extendiendo hacia el interior del reino insular, a medida que era difundido su nombre y su obra. Había obtenido de buena manera su lugar en la sociedad de las hadas. Se debió principalmente a su heroísmo, a ese que demostraba durante la catástrofe entre la tarde-noche del veintidós de Marzo y la mañana del veintiséis (Nint número veintiuno al veinticinco, en el calendario antiguo) y, como distinción, unas pocas hadas se habían ofrecido voluntariamente, y el había aceptado, para instruirlo sobre su modo de vida y darle “clases de historia”, sociología, geología, geografía, arqueología (de lo que ya entendía y sabía bastante), literatura, filosofía y cultura, por lo pronto del reino de Insulandia.

_ ¿Y? – llamó desde su lujar el Consejero de Infraestructura y Obras, en tanto su amigo (y compañero de copas) volvía a la realidad, después de haber pasado los últimos tres o cuatro minutos haciendo esa retrospectiva de su personalidad –. No importa como se mire, porque a fin de cuentas resultó ser verdad que tuviste ayer y tenés hoy una conducta intachable y un juicio irreprochable, sin una sola queja hecha hasta hoy por parte de las hadas u otros seres elementales. Ahora todo lo que nos queda por hacer es esperar a que la reina Lili esté de vuelta en este salón, y vamos a dar inicio a la reunión.
_Cierto., concluyó el oriundo de Las Heras, dando por terminado el repaso de su pasado.
De los instantes previos y los inmediatamente posteriores al “cruce”, como el había decidido llamar al viaje desde uno hasta el otro planeta.

De unas pocas posesiones materiales que tuvieron, creía el, diversos destinos.



Continúa…



--- CLAUDIO ---

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