lunes, 4 de diciembre de 2017

7.2) El museo que no fue



_Si lo pensaste ya, dejame decirte que acertaste. En otros tiempos, peores o mejores que los actuales, según se los mire, esta torre iba a tener nada más que cinco niveles, cuatro sobre la superficie y uno bajo ella. Era cuando se estaba construyendo el castillo, y tanto esta torre como la otra en el frente iban a ser un museo dedicado a la cultura de las hadas insulares. Después, desafortunadamente, los seres feéricos tuvimos que cancelar ese proyecto y otros vinculados directa e indirectamente a el, porque ocurrió un desastre natural muy grande, una inundación producto de un terremoto submarino que sacudió medio continente, y tuvimos que volcar todo el presupuesto y los recursos a las tareas de recuperación. Muy poco o nada diferente a lo que está pasando ahora – la angostura de la escalera caracol los hacía caminar en pares, encabezados por la reina. Pocos metros detrás de ella marchaban Eduardo e Isabel. Kevin y Cristal eran los siguientes e intermedios, seguidos por la Consejera de SAM y la princesa heredera Elvia, enfrascadas las dos en una conversación poco alegre sobre los insumos médicos que bien podrían empezar a escasear, y Oliverio y Lursi cerraban el grupo… con una “excelente vista” de sus compañeras. Todos los presentes llevaban calzado e indumentaria a medio camino entre formal y de gala, acordes a un encuentro de carácter ceremonial, y Lili, además, llevaba puesta la corona de tres puntas con la piedra preciosa verde en la central, y el cetro. Tres o cuatro escalones más arriba, la reina retomó sus palabras –. Las estructuras originales para el museo de cultura insular estaban nada más que a ocho días de finalizar, y a quince de su inauguración formal. Pero ocurrió un temblor muy fuerte en el sur del país, y en alrededor de veinticinco minutos el desastre estuvo  abarcando a toda esta ciudad. Hubo derrumbes, desprendimientos de tierra, más temblores, inundaciones… Una décima parte del predio  que por esos tiempos ocupaba este castillo, incluidas las torres en el frente, se convirtió en una ruinosa y deforme pila de escombros, y hubo setenta y nueve muertos en este lugar, incluidos los seis operarios que estaban trabajando en la planta baja de esta torre. Lo que quedó de las estructuras que se vinieron completamente abajo se las clasificó y usamos la mayor parte de esos escombros para reforzar hasta donde pudiéramos los cimientos del cuerpo principal, o como refacciones para otras áreas dentro del predio e incluso fuera de el. Más que nunca era vital que el poder político estuviera funcionando a pleno. Hubo de todo por hacer y el tiempo fue un factor que no dejó de jugar en contra.
_El proyecto original fue un fracaso consecuente de las fuerzas de la naturaleza. Pérdidas económicas sustanciales, materiales de todo tipo… y las otras, las únicas que no podían recuperarse – resumió Eduardo. Los planes para construir un lugar que mostrara la cultura insular, sin embargo, sabía el, hubieron de retomarse cuando lo más difícil de las restauraciones fue cosa del pasado –. Si una estructura se daña o derrumba no hay más que repararla o construir otra, pero las vidas… si una se pierde no puede volverse atrás. ¿Fueron setenta y nueve muertos?.
_Murieron diecinueve más desde ese momento, algo que se convirtió en un verdadero golpe moral, porque se suponía que cualquier cosa en el Castillo Real, dentro o fuera del cuerpo principal, había sido levantada para sobrevivir a estos desastres. A la fecha es uno de los grandes misterios. “¿Cómo una estructura tan fuerte se vino abajo, si hubo otras no tanto que permanecieron en pie?”.
_¿Ilios?., aventuró Eduardo.
_No podemos descartar esa hipótesis – dijo la reina –.Pero ese derrumbe y el desastre fueron muy anteriores a la Guerra de los Veintiocho, y los ilios son lo bastante inteligentes, si de ocultar rastros de cualquier cosa que hagan se trata… y ocultarse ellos. Ese desastre fue como el que estamos viviendo ahora, un golpe devastador en todos los sentidos. Llegado un momento dado, diría que al momento de que nos convencimos de la gravedad del asunto, todos los funcionarios políticos insulares, incluyendo a mis antepasados, por supuesto, tuvieron que establecer las prioridades. Supieron y coincidieron que el museo podía esperar. Era de suma importancia tener este lugar, me refiero al castillo Real, en funcionamiento, y de eso sobraron las razones. El futuro del Estado y del pueblo estuvieron en juego. El museo de cultura se inauguró seis años más tarde, pero fue un lugar más chico, en otro sector del castillo.
‑¿Y se mantuvo allí desde ese momento?, ¿nunca pensaron en trasladarlo a un lugar más grande, a una sede propia fuera del castillo, por ejemplo? – inquirió el arqueólogo, cada vez más cerca ambos y los demás del piso más alto de la torre. Pasaron ahora junto  a parte de los archivos, en el piso donde estaba el Consejo de Turismo, recreación y Esparcimiento (TRE) –. ¿Los seres feéricos nunca trataron de volver realidad ese proyecto previo al desastre natural?... creo que lo hubieran podido hacer.
_Concluyeron que no hacía ninguna falta, porque tuvieron como dogma y como bandera la conservación y el enaltecimiento de nuestro acervo cultural. Si, ya se. Parece un contrasentido, pero fue así. El museo ya estaba en funcionamiento y trasladarlo hubiera implicado una inversión no necesaria. Todavía no habían llegado a su fin las restauraciones dentro del castillo y fuera de el. Y se decidió que esta torre fuera la sede del Consejo Real. En un principio iba a ser algo provisorio, pero después se optó por la permanencia definitiva – contestó la reina Lili –. Hubo unos pocos intentos de trasladarlo, pero ninguno pasó de la teoría a la práctica. El último fue en el pasado Diciembre, en la segunda quincena, e íbamos a retomarlo en Enero, después de las vacaciones. También tuvimos que cancelas el proyecto, o posponerlo. No lo vayas a tomar a mal, Eduardo, pero eso fue porque vos llegaste a nuestro planeta, al mundo de los seres feéricos y elementales, y tu aparición tuvo como consecuencia el hecho de que en este país los funcionarios nos tuviésemos que dedicar casi de lleno a tu llegada, a este caso por demás inusual. Fuiste el primero que pudo sobrevivir por más de una semana, de los humanos que llegaron a este mundo, y eso te convirtió en un asunto especial… único. Conscientes de que te ibas a quedar, teníamos que tomar una decisión, y la tomamos. Que hacer algo, y lo hicimos.
_¿Qué cosa?.
_Al final de esta escalera.

Unos pocos pasos más adelante llegaron al nivel más alto de la Torre del Consejo, en cuyo acceso había un letrero con la leyenda, en el idioma antiguo y en mayúsculas:

“MUQTÉ SEMQIHI”

Un amplio e iluminado salón circular reservado para las acostumbradas reuniones de los responsables de la Guardia Real y los Consejos Reales. Lejos de estar atestado de muebles, repuestos, equipos e insumos como el par de subsuelos y los niveles superiores, sin las voces y el movimiento característico de la planta baja y carente en su totalidad del clima laboral y el ajetreo de los niveles en que funcionaban los Consejos, además de no tener un solo mueble repleto de documentación, este ambiente circular era tan silencioso y tranquilo como un cementerio y parecía más bien un área de descanso y relajación antes que un salón para reuniones de trabajo. Sillones de colores oscuros y muy cómodos, con apoyabrazos retráctiles y respaldos mullidos, se encontraban dispuestos en forma circular perfecta en torno a una mesita ratona de madera, también circular, de cincuenta centímetros de diámetro en el centro del salón, a un metro de distancia de ella. No había más objetos móviles allí que los pilares de un metro y medio de alto, de yeso, que sostenían los candelabros, cada uno de estos con la capacidad para media catorcena de unidades – Eduardo tomó una nota mental de otro aspecto común: esas piezas de yeso eran menorás –, en los que, en los momentos de presencia de los consejeros reales, ardían los cirios con los colores de las auras de los funcionarios, con más fuerza cuando cada uno de ellos tomaba la palabra. “Cada uno de los cirios representa un día de la semana, y e encienden solo cuando tal o cual miembro del Consejo se halla presente, y brilla más fuerte cuando habla”, comunicó Isabel a su novio, al tiempo que se encendían los cirios amarillo-rojo, blanco y azul eléctrico correspondientes al miércoles. Los pilares estaban contra los gruesos muros, y entre ellos habían las mismas disposición y separación que con los sillones, con los que estaban perfectamente alineados. Pasaba lo mismo, o casi, con las ventanas rectangulares, tan grandes que hacían  innecesario el alumbrado artificial, más allá de los candiles dispuestos en grupos de tres, uno sobre la mesita ratona y otro encima del acceso al salón. Los muros eran de una tonalidad brillante  de blanco, igual que el techo, y, como aquel, habían sido construidos de manera tal que no se escucharan las voces ni cualquier sonido proveniente del exterior. Todo allí, también la ausencia de pinturas, grabados, frescos y objetos decorativos, había sido pensado, preparado y dispuesto (pensaba el oriundo de Las Heras) para lograr un ambiente calmo y armónico, en el que los miembros del Consejo Real pudieran mantener sus reuniones y encuentros.
_Es un lugar cuando menos extraño para una reunión – dijo el arqueólogo, mirando los cirios encendidos –. Pensé que iba a ser en un auditorio o algo parecido.
_Yo también arriesgué esa opción. Había pensado primero en alguno de los salones para ceremonias para mantener este encuentro, que son más grandes que este salón general, y tienen una capacidad de entre ciento cincuenta y mil quinientas personas – comunicó la reina a Eduardo. En realidad, lo dijo a todo el grupo que había hecho el ingreso después de ella –, pero vamos a ser muy pocos para un lugar con esa capacidad y dimensiones. La mayoría de los funcionarios políticos están dispersos por el reino, ocupándose de dar respuestas a la población feérica e interactuando con las otras especies elementales. Para muchos es el desafío máximo al que alguna vez se hayan enfrentado. Lo mismo que los consejeros reales. Los que no están trabajando en esta torre se están moviendo de un lado a otro. Especialmente el de Relaciones Elementales – echaba vistazos al salón general –, porque todas las especies vamos a tener que trabajar en equipo como nunca antes. Por eso quise que el lugar fuera otro. Aparte de nosotros, solo va a haber otros dos pares de personas aquí; la Consejera de Desarrollo Comunitario y Social y el jefe de la Guardia Real, por parte del poder político, y los periodistas de la Agencia Insular de Noticias, que van a hacer la cobertura, que van a llegar de un momento a otro… Creo que esta disposición va a tener que cambiar temporalmente – mediante un chasquido del pulgar y el mayor de la mano izquierda hizo volar la mesita ratona , los sillones y los pilares de yeso a un rincón del ambiente, junto al pequeño mástil con la bandera insular – …solo faltaba esto, supongo. Esperen en este lugar unos minutos, por favor. Voy a salir un momento.



Continúa…



--- CLAUDIO ---

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