martes, 19 de diciembre de 2017

7.13) La reina de vuelta



Pronto se armó la batalla con unas cuantas partes de la grada, unas enteras y otras vueltas fragmentos, y alguna que otra rama del cúmulo de arbustos perimetrales. Infantilismo o no, bochornoso o no, peligroso o no… todos allí sentían y tenían esa necesidad de celebrar los eventos. Los hombres el haber obtenido los reconocimientos (el efecto contagio se había apoderado de Olaf), las mujeres el haberle dado las placas junto a los certificados, porque una cosa tenía tanto valor como la otra e idéntica importancia, y Eduardo, además, en lo personal, el haber sido aceptado e integrado de esa manera, para el inesperada, en la comunidad de los seres feéricos. Por supuesto que el hecho de jugar con la telequinesia constituía solamente un “aperitivo” para la decena, porque esta ya estaba pensando en una salida en grupo para la noche, a un restaurant elegante en el barrio Las Riberas que, como Isabel explicara a su novio, era uno de los puntos de encuentro por excelencia para los enamorados.
Lía y Olaf también irían.

Recién dejaron de divertirse cuando la princesa, que como una de sus habilidades especiales tenía la facultad de advertir cuando algún hada estaba tele transportándose – era más o menos complicado según cuán lejos o cerca estuviera ese ser feérico –, exclamó “¡Ya está volviendo!”, en referencia a su madre. Unos cuantos pases mágicos por parte de todos, algo aprovechado por Eduardo para aprender nuevos hechizos (fueron dos, usualmente empleados para reparaciones menores), y todo estuvo arreglado en el espacio verde rectangular: las tablas vueltas fragmentos se compusieron y la grada volvió a su estado inmaculado, los daños en el césped y otras especies vegetales fueron recuperados y el recipiente con el agua había desaparecido. Pero a la reina de Insulandia, que había vuelto trayendo consigo una docena de carpetas, que era una mujer por demás sabia, no se la podía engañar con facilidad. Observó el panorama, a las hadas (Eduardo ya calificaba como tal) y su cara mostró una sonrisa.
_No tiene importancia, nada de esto – dijo la reina, al materializarse en el terreno, a poca distancia del grupo y avanzando hacia el. Aunque las carpetas le restaban maniobrabilidad, dio a entender mediante señas que no requería de ayuda –. Si. Me di cuenta de que ustedes acá se estuvieron… divirtiendo, por definirlo de alguna manera. Sin embargo, no se necesitan habilidades especiales para detectar cosas como esa. Alcanza únicamente con la memoria. Como bien recuero, en ese arbusto floral de allá – señaló hacia un extremo del terreno –, había una rosa amarilla especialmente grande… que ahora está suelta y mezclada con las demás – la detectó allí, casi en el suelo, y transformó en el polvillo fertilizante –. Es solo una y el rosal está lleno de flores.
_Perdón, reina Lili – quiso disculparse Eduardo, hablando por todo el grupo –.Es que estuvimos celebrando la obtención de los reconocimientos y mi inclusión.
La monarca había reído otra vez.
_Pudieron haber pensado en algo menos dañino, pero ya les dije que eso no tiene importancia – habló Lili, ya con el espacio verde en excelentes condiciones. Parecía que realmente no le prestaba atención a ese “festejo” –. Les aseguro que ya estoy acostumbrada; curada de espanto. Cualquiera lo estaría, de vivir con Elvia… su dormitorio es un desastre – la princesa heredera se hizo la distraída, silbando y mirando en otra dirección. Las mujeres y Oliverio sonrieron –. Y quiero disculparme por este retraso, de verdad – se encontraba de mejor humor ahora que antes –; hay mucho trabajo por hacer y estoy al borde del colapso por la falta de tiempo. Volviendo por un momento a lo de las distinciones… se que ustedes están aguardando con ansias el momento de hacer una celebración decente, algo con más pompas que esto, como es de suponerse. Pero si no les importa y me pueden dar un poquito de su tiempo, quisiera encargarles unas pocas tareas a todos ustedes – con la vista, señaló las carpetas –. No les va a demandar más de dos o dos horas y media. Después pueden tomarse el día libre y reincorporarse a sus actividades mañana a primera hora.
No necesitó pedirlo dos veces.
Todos aceptaron.
_¿Cuáles son esas tareas?., quiso saber su hija.
La reina señaló las carpetas con la vista, antes de ahondar en estas nuevas tareas, que, según sus palabras, demandarían un lapso de entre ciento veinte y ciento cincuenta minutos.

Dio tres de los volúmenes a la pareja de médicos, que tras ojear a uno de ellos advirtieron que contenían hojas en blanco. La tarea de Nadia y Lursi consistía en recorrer las instalaciones médicas secundarias, concretamente las salas de primeros auxilios, de los barrios de la capital recibiendo de parte del personal en cada una las listas con los suministros e insumos médicos que pudieran estar necesitando. Los dos máximos jerarcas del Consejo SAM tendrían que pasar en limpio los potenciales pedidos en las hojas en blanco y dejar las carpetas listas para la jornada laboral de mañana, en la que deberían comenzar con la adquisición o la producción de esos faltantes, resolviendo así el desabastecimiento, o una parte de este. Tras los saludos formales de despedida, la pareja de médicos abandonó el espacio verde por aire.
Otros dos pares de carpetas terminaron en las manos de Elvia y Oliverio. Eran avisos de carácter extraordinario que los dos tendrían que repartir en todas las oficinas, una por una, del Castillo Real vinculadas directamente con la función pública – secretarías, direcciones, subdirecciones… –. La reina requería mantener, con carácter de muy urgente, una reunión extraordinaria con todos los funcionarios de bajo y medio rango, sobre cómo se llevarían a cabo las elecciones, en las que participarían todos los empleados de esos organismos (a fin de cuentas, todos dependían del Consejo Real). Específicamente, Lili deseaba conocer las opiniones de esas personas sobre cómo podría influir la Gran Catástrofe, si lo hacía, en los comicios y como los afectaba a ellos mismos y cuánto.
Dos carpetas más fueron a parar a las manos de Olaf y Lía (que se sentían a gusto el uno con el otro). Había una reunión de carácter extraordinario con los directivos de la COMDE, empresa en la cual el estado poseía una parte del paquete accionario, a propósito del cierre temporal de su sede central. La estructura había quedado tan debilitada a causa del desastre que q menos de veinticuatro horas de finalizado aquel tuvo que ser abandonada, suponiendo un peligro para todos quienes se encontraran dentro. Los directivos necesitaban de esta reunión para decidir cuánto tiempo, presupuesto y recursos les demandaría dejar en condiciones aceptables la estructura, aunque de seguro barajarían la posibilidad de un nuevo edificio para la sede central.
Otra de las carpetas fue a parar a manos de Kevin. Este, Eduardo, Cristal e Isabel tendrían que tomar notas detalladas del estado material y las condiciones estructurales en cada uno de los accesos a la Ciudad Del Sol, vitales en todos los aspectos para el poblado y sus áreas colindantes. Una vez que hubieran escrito aquellas notas, uno o más de ellos tendrían que llevarle la carpeta a la Dirección de Caminos, un organismo dependiente del Consejo de Transportes del que dependían los puntos de acceso-salida.

_Estas dos son para mí – informó la reina, refiriéndose al par restante de carpetas – Tengo que llevarlas al Hospital Real. En una figuran los estados presupuestarios y material de la sala médica con que cuenta el Castillo Real, y la otra es un presupuesto extraordinario que pidieron los directivos del Hospital, al que Nadia y yo dimos el visto bueno.
_Entonces, si se trata de tareas urgentes, mejor salgamos ahora mismo., decidió el arqueólogo, llamando la atención de Isabel, Kevin y cristal.
Oliverio, Elvia, Lía y Olaf ya se habían marchado, también por aire.
_Un momento. ¡Eduardo! – llamó la reina Lili, extrayendo algo de entre las hojas de una de las carpetas –. Esto te pertenecer solo a vos. Es tu Carta Personal.

En efecto.

El hombre tomó un sobre de manos de la soberana, lo abrió y halló una tarjeta idéntica a la que portaban todas las hadas. Una plancha de cartulina blanca con bordes curvos, que tenía un inconfundible toque legal. La letra minúscula en la contracara indicaba sus disposiciones y notificaciones legales, así como la fecha de su entrada en vigencia (el día del nacimiento de Eduardo, con la cronología local), las varias aplicaciones prácticas y la firma de los responsables legales, de la Dirección de Identidades. Allí había un espacio vacío, en el que tendría que estampar su propia rúbrica. En la cara principal, además del espacio con la fotografía de tres punto cinco por tres centímetros en blanco y negro y el par de lugares con las impresiones digitales, aun vacíos, estaban sus datos principales, entre estos su lugar de nacimiento.
_En ningún lugar de este planeta existe un lugar llamado Las Heras, así que tuvimos que pensar en otro – habló la reina Lili, acercándose a Eduardo –, a aquel en el que hubiera estado tu primer refugio seguro, tu primer hogar. Este fue, y continua siendo, la casa de Isabel, por eso allí figura el barrio Barraca Sola. Para las hadas y las demás especies elementales de este y los otros países, vos vas a haber nacido allí.
Y había un número debajo de la fotografía. El equivalente feérico al documento nacional de identidad, que las hadas llamaban “número personal” o NP, por su sigla.
El número de Eduardo, en cuya carta n figuraban su segundo nombre ni su apellido, era mil doscientos doce millones cincuenta y tres mil ochocientos noventa y nueve, el inmediatamente anterior al de su compañera sentimental.
_Ese fue un error que se cometió hace muchísimo tiempo. El redactor en ese momento que estuvo a cargo de la Dirección de Identidades nunca escribió el número, hace veinticuatro años, por eso se saltó del ochocientos noventa y ocho al novecientos, dejando un hueco que recién se completó cuando empezamos a confeccionar tu Carta Personal – informó la reina Lili –. Llevábamos y llevamos un registro de cada hombre y mujer que haya nacido en el reino de Insulandia, y ese fue el único error que cometimos desde la confección de la primera Carta Personal.
Eduardo no estaba molesto por eso, pero si extrañado.
Pensaba en cuanto tiempo le demandaría acostumbrarse a este par de nuevos e importantes datos. Continuaba concentrado en ello, y en los bordes dorados de su carta y aquellos que había en la cara principal, hasta que decidió reparar en otra información, también muy importante, de las mencionadas en aquella.
El don.
_Advertimos cuán importante es para vos, en todos los sentidos, y la atención que le dedicás todos los días. Además, estuviste predestinado desde que atravesaste la anomalía en el espacio y el tiempo – le dijo su futura cuñada, tomando la palabra – Así que supimos que ese iba a ser tu don. Mediante unos pocos hechizos pudimos las hadas determinar que era aquello para lo que estabas mejor preparado, cuando no lo único. El megalodón es una de las pruebas, una forma de vida acuática. Y apareció en tu persona espontánea e instintivamente, al ser impactado por aquella bola de energía.
No podía encontrar las palabras para demostrar su agradecimiento,, y dudaba bastante que, de tenerlas, las hubiera podido pronunciar, pero las hadas que lo rodeaban supieron comprenderlo. La emoción que sentía era enorme.

Un hada del agua.


Continúa…


--- CLAUDIO ---

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