Pronto se armó la batalla con unas cuantas
partes de la grada, unas enteras y otras vueltas fragmentos, y alguna que otra
rama del cúmulo de arbustos perimetrales. Infantilismo o no, bochornoso o no,
peligroso o no… todos allí sentían y tenían esa necesidad de celebrar los
eventos. Los hombres el haber obtenido los reconocimientos (el efecto contagio
se había apoderado de Olaf), las mujeres el haberle dado las placas junto a los
certificados, porque una cosa tenía tanto valor como la otra e idéntica
importancia, y Eduardo, además, en lo personal, el haber sido aceptado e integrado
de esa manera, para el inesperada, en la comunidad de los seres feéricos. Por supuesto
que el hecho de jugar con la telequinesia constituía solamente un “aperitivo”
para la decena, porque esta ya estaba pensando en una salida en grupo para la
noche, a un restaurant elegante en el barrio Las Riberas que, como Isabel
explicara a su novio, era uno de los puntos de encuentro por excelencia para
los enamorados.
Lía y Olaf también irían.
Recién dejaron de divertirse cuando la
princesa, que como una de sus habilidades especiales tenía la facultad de
advertir cuando algún hada estaba tele transportándose – era más o menos
complicado según cuán lejos o cerca estuviera ese ser feérico –, exclamó “¡Ya
está volviendo!”, en referencia a su madre. Unos cuantos pases mágicos por
parte de todos, algo aprovechado por Eduardo para aprender nuevos hechizos
(fueron dos, usualmente empleados para reparaciones menores), y todo estuvo
arreglado en el espacio verde rectangular: las tablas vueltas fragmentos se
compusieron y la grada volvió a su estado inmaculado, los daños en el césped y
otras especies vegetales fueron recuperados y el recipiente con el agua había
desaparecido. Pero a la reina de Insulandia, que había vuelto trayendo consigo
una docena de carpetas, que era una mujer por demás sabia, no se la podía
engañar con facilidad. Observó el panorama, a las hadas (Eduardo ya calificaba
como tal) y su cara mostró una sonrisa.
_No tiene importancia, nada de esto – dijo la
reina, al materializarse en el terreno, a poca distancia del grupo y avanzando
hacia el. Aunque las carpetas le restaban maniobrabilidad, dio a entender
mediante señas que no requería de ayuda –. Si. Me di cuenta de que ustedes acá
se estuvieron… divirtiendo, por definirlo de alguna manera. Sin embargo, no se
necesitan habilidades especiales para detectar cosas como esa. Alcanza
únicamente con la memoria. Como bien recuero, en ese arbusto floral de allá –
señaló hacia un extremo del terreno –, había una rosa amarilla especialmente
grande… que ahora está suelta y mezclada con las demás – la detectó allí, casi
en el suelo, y transformó en el polvillo fertilizante –. Es solo una y el rosal
está lleno de flores.
_Perdón, reina Lili – quiso disculparse
Eduardo, hablando por todo el grupo –.Es que estuvimos celebrando la obtención
de los reconocimientos y mi inclusión.
La monarca había reído otra vez.
_Pudieron haber pensado en algo menos dañino,
pero ya les dije que eso no tiene importancia – habló Lili, ya con el espacio
verde en excelentes condiciones. Parecía que realmente no le prestaba atención
a ese “festejo” –. Les aseguro que ya estoy acostumbrada; curada de espanto. Cualquiera
lo estaría, de vivir con Elvia… su dormitorio es un desastre – la princesa
heredera se hizo la distraída, silbando y mirando en otra dirección. Las
mujeres y Oliverio sonrieron –. Y quiero disculparme por este retraso, de
verdad – se encontraba de mejor humor ahora que antes –; hay mucho trabajo por
hacer y estoy al borde del colapso por la falta de tiempo. Volviendo por un momento
a lo de las distinciones… se que ustedes están aguardando con ansias el momento
de hacer una celebración decente, algo con más pompas que esto, como es de
suponerse. Pero si no les importa y me pueden dar un poquito de su tiempo,
quisiera encargarles unas pocas tareas a todos ustedes – con la vista, señaló
las carpetas –. No les va a demandar más de dos o dos horas y media. Después
pueden tomarse el día libre y reincorporarse a sus actividades mañana a primera
hora.
No necesitó pedirlo dos veces.
Todos aceptaron.
_¿Cuáles son esas tareas?., quiso saber su
hija.
La reina señaló las carpetas con la vista,
antes de ahondar en estas nuevas tareas, que, según sus palabras, demandarían
un lapso de entre ciento veinte y ciento cincuenta minutos.
Dio tres de los volúmenes a la pareja de
médicos, que tras ojear a uno de ellos advirtieron que contenían hojas en
blanco. La tarea de Nadia y Lursi consistía en recorrer las instalaciones
médicas secundarias, concretamente las salas de primeros auxilios, de los
barrios de la capital recibiendo de parte del personal en cada una las listas
con los suministros e insumos médicos que pudieran estar necesitando. Los dos
máximos jerarcas del Consejo SAM tendrían que pasar en limpio los potenciales
pedidos en las hojas en blanco y dejar las carpetas listas para la jornada
laboral de mañana, en la que deberían comenzar con la adquisición o la
producción de esos faltantes, resolviendo así el desabastecimiento, o una parte
de este. Tras los saludos formales de despedida, la pareja de médicos abandonó
el espacio verde por aire.
Otros dos pares de carpetas terminaron en las
manos de Elvia y Oliverio. Eran avisos de carácter extraordinario que los dos
tendrían que repartir en todas las oficinas, una por una, del Castillo Real
vinculadas directamente con la función pública – secretarías, direcciones, subdirecciones…
–. La reina requería mantener, con carácter de muy urgente, una reunión
extraordinaria con todos los funcionarios de bajo y medio rango, sobre cómo se
llevarían a cabo las elecciones, en las que participarían todos los empleados
de esos organismos (a fin de cuentas, todos dependían del Consejo Real).
Específicamente, Lili deseaba conocer las opiniones de esas personas sobre cómo
podría influir la Gran Catástrofe, si lo hacía, en los comicios y como los
afectaba a ellos mismos y cuánto.
Dos carpetas más fueron a parar a las manos
de Olaf y Lía (que se sentían a gusto el uno con el otro). Había una reunión de
carácter extraordinario con los directivos de la COMDE, empresa en la cual el
estado poseía una parte del paquete accionario, a propósito del cierre temporal
de su sede central. La estructura había quedado tan debilitada a causa del desastre
que q menos de veinticuatro horas de finalizado aquel tuvo que ser abandonada,
suponiendo un peligro para todos quienes se encontraran dentro. Los directivos
necesitaban de esta reunión para decidir cuánto tiempo, presupuesto y recursos
les demandaría dejar en condiciones aceptables la estructura, aunque de seguro
barajarían la posibilidad de un nuevo edificio para la sede central.
Otra de las carpetas fue a parar a manos de
Kevin. Este, Eduardo, Cristal e Isabel tendrían que tomar notas detalladas del
estado material y las condiciones estructurales en cada uno de los accesos a la
Ciudad Del Sol, vitales en todos los aspectos para el poblado y sus áreas
colindantes. Una vez que hubieran escrito aquellas notas, uno o más de ellos
tendrían que llevarle la carpeta a la Dirección de Caminos, un organismo
dependiente del Consejo de Transportes del que dependían los puntos de
acceso-salida.
_Estas dos son para mí – informó la reina,
refiriéndose al par restante de carpetas – Tengo que llevarlas al Hospital
Real. En una figuran los estados presupuestarios y material de la sala médica
con que cuenta el Castillo Real, y la otra es un presupuesto extraordinario que
pidieron los directivos del Hospital, al que Nadia y yo dimos el visto bueno.
_Entonces, si se trata de tareas urgentes,
mejor salgamos ahora mismo., decidió el arqueólogo, llamando la atención de
Isabel, Kevin y cristal.
Oliverio, Elvia, Lía y Olaf ya se habían
marchado, también por aire.
_Un momento. ¡Eduardo! – llamó la reina Lili,
extrayendo algo de entre las hojas de una de las carpetas –. Esto te pertenecer
solo a vos. Es tu Carta Personal.
En efecto.
El hombre tomó un sobre de manos de la
soberana, lo abrió y halló una tarjeta idéntica a la que portaban todas las
hadas. Una plancha de cartulina blanca con bordes curvos, que tenía un
inconfundible toque legal. La letra minúscula en la contracara indicaba sus
disposiciones y notificaciones legales, así como la fecha de su entrada en
vigencia (el día del nacimiento de Eduardo, con la cronología local), las
varias aplicaciones prácticas y la firma de los responsables legales, de la
Dirección de Identidades. Allí había un espacio vacío, en el que tendría que estampar
su propia rúbrica. En la cara principal, además del espacio con la fotografía
de tres punto cinco por tres centímetros en blanco y negro y el par de lugares
con las impresiones digitales, aun vacíos, estaban sus datos principales, entre
estos su lugar de nacimiento.
_En ningún lugar de este planeta existe un
lugar llamado Las Heras, así que tuvimos que pensar en otro – habló la reina
Lili, acercándose a Eduardo –, a aquel en el que hubiera estado tu primer
refugio seguro, tu primer hogar. Este fue, y continua siendo, la casa de Isabel,
por eso allí figura el barrio Barraca Sola. Para las hadas y las demás especies
elementales de este y los otros países, vos vas a haber nacido allí.
Y había un número debajo de la fotografía. El
equivalente feérico al documento nacional de identidad, que las hadas llamaban “número
personal” o NP, por su sigla.
El número de Eduardo, en cuya carta n
figuraban su segundo nombre ni su apellido, era mil doscientos doce millones
cincuenta y tres mil ochocientos noventa y nueve, el inmediatamente anterior al
de su compañera sentimental.
_Ese fue un error que se cometió hace
muchísimo tiempo. El redactor en ese momento que estuvo a cargo de la Dirección
de Identidades nunca escribió el número, hace veinticuatro años, por eso se
saltó del ochocientos noventa y ocho al novecientos, dejando un hueco que
recién se completó cuando empezamos a confeccionar tu Carta Personal – informó la
reina Lili –. Llevábamos y llevamos un registro de cada hombre y mujer que haya
nacido en el reino de Insulandia, y ese fue el único error que cometimos desde
la confección de la primera Carta Personal.
Eduardo no estaba molesto por eso, pero si
extrañado.
Pensaba en cuanto tiempo le demandaría
acostumbrarse a este par de nuevos e importantes datos. Continuaba concentrado
en ello, y en los bordes dorados de su carta y aquellos que había en la cara
principal, hasta que decidió reparar en otra información, también muy
importante, de las mencionadas en aquella.
El don.
_Advertimos cuán importante es para vos, en
todos los sentidos, y la atención que le dedicás todos los días. Además,
estuviste predestinado desde que atravesaste la anomalía en el espacio y el
tiempo – le dijo su futura cuñada, tomando la palabra – Así que supimos que ese
iba a ser tu don. Mediante unos pocos hechizos pudimos las hadas determinar que
era aquello para lo que estabas mejor preparado, cuando no lo único. El
megalodón es una de las pruebas, una forma de vida acuática. Y apareció en tu
persona espontánea e instintivamente, al ser impactado por aquella bola de
energía.
No podía encontrar las palabras para
demostrar su agradecimiento,, y dudaba bastante que, de tenerlas, las hubiera
podido pronunciar, pero las hadas que lo rodeaban supieron comprenderlo. La emoción
que sentía era enorme.
Un hada del agua.
Continúa…
--- CLAUDIO ---
No hay comentarios:
Publicar un comentario