E hizo Eduardo la prueba.
_Alcanza únicamente que te concentres en lo
que vas a hacer – volvió a explicarle Isabel, acercándosele –. A medida que te
vayas volviendo más diestro en este asunto, va
a resultarte menos complicado. Solo hacelo como lo estuviste haciendo
estos últimos días. Ya lo dijo Olaf, ahora debe resultarte más fácil.
En las jornadas previas a esta, Isabel había
estado enseñando e instruyendo a su compañero sentimental sobre como hacer el
uso correcto de su incipiente y recién descubierta energía vital, porque el
arqueólogo siempre había sido un escéptico con respecto a esas cosas,
demostrando ser Isabel una maestra
excelente. Ambos habían estado practicando por las tardes, noventa minutos
diarios, en un terreno baldío cercano a su casa, y los resultados cada vez eran
mejores.
Al primer y único chasquido de los dedos de
la mano derecha, del pulgar y el mayor, del oriundo de Las Heras, un pequeño
poste que en su momento, hasta el inicio de la Gran catástrofe, sostuviera un
farolito para el alumbrado artificial, al cabo de los vaivenes iniciales, se
había elevado hasta ubicarse a unos cuentos centímetros del suelo, flotando en
línea recta y permaneciendo a esa altura, tal vez un quinto de metro, en el
viaje hasta el centro del espacio verde, donde estaba el grupo. La demostración
había sido un éxito, algo que quizás haya sido producto, como dijera Olaf, de
que ahora tenía mejores capacidades para hacer esas cosas, aunque también podía
deberse al poste en si, muy liviano y muy chico.
_Nada mal, nada mal – elogió Lursi,
acompañando las palabras con aplausos. Arrancó un asiento de la grada y lo echó
al suelo (usando también la magia), a unos metros del grupo –. Ahora, ¿podés
hacer que el poste flote sobre esta tabla?.
_Nada más fácil que eso.
El poste de madera se movió otro poco hacia
adelante.
Eduardo lo “sostenía” en una posición
vertical, con la mano derecha extendida, y de esta los dedos extendidos, hacia
adelante, y hacia abajo. Bastaba con que bajara o subiera esa extremidad para
que también se moviera el poste. El novio de Isabel estaba dichoso por haberlo
hecho bien al primer intento.
_Esa es la parte sencilla – dijo el médico,
sorprendido por el debut exitoso de su amigo –, y bien hecho, por cierto. Vamos
a ver tu desempeño ahora. Vas a hacer tu primer hechizo, o intentarlo. Todas
las hadas nacemos poseyendo magia, de modo que eso no es algo que se aprenda.
Lo que si se hace es perfeccionarla. Existen hadas que desarrollan tanto sus
habilidades y cualidades mágicas que no requieren de pronunciar el conjuro en
voz alta. Les alcanza solo con pensar en el: decirlo es sencillo y listo. Es cuando
el hechizo queda hecho. Pero, por supuesto, ese no va a ser tu caso. Va a pasar
tiempo antes de que logres alcanzar un desarrollo así de elevado - y a–unció,
con intenciones de aclarar –. La levitación no es magia, sino una habilidad
sensorial. Levitación o telequinesia, llamala como quieras. Lo que quiero que
hagas es que mires fijamente, y con toda la concentración que puedas, el poste,
sin dejar de hacerlo flotar.
_Lo
estoy haciendo., comunicó Eduardo.
_Excelente – volvió a felicitarlo Lursi –. Ahora,
concentrado y mirando fijamente al poste, pronunciá con voz alta y muy clara,
pero antes un momento, por favor. Es tu debut con la magia y las cosas podrían
no salir bien – el quinteto de mujeres y ambos pares de hombres se ubicaron
detrás de Eduardo –. Vas a tener que conseguir que se parta en fragmentos, no
importa en cuantos, ni tampoco su tamaño, y que todos queden sobre la tabla.
Como dije, decí con voz clara y muy alta la frase “Viit viqut eti vutnipgseh”.
Como suena, tal cual la pronuncié yo.
Y el arqueólogo, preguntándose cual sería la
utilidad en concreto de la frase indicada por Lursi, y si podía traducirse a su
idioma, reiteró tal cual:
_ Viit viqut eti vutnipgseh.
Todo el mundo allí sabía que no iba a
lograrlo con el primer intento.
Al menos no del todo, porque escucharon la
onomatopeya “¡crac!” proveniente del poste, y, en tanto las hermanas de aura
lila hacían señas con las manos, anunciando que volverían en un momento, el
novio de Nadia habló de nuevo.
_No hay por qué desanimarse. Vamos a intentarlo
una vez más. Siempre concentrado y con los ojos fijos, proncunciá el conjuro un
poco más fuerte y con la misma claridad.
Eduardo reiteró la secuencia.
-¡Viit viqut eti vutnipgseh!.
Esta vez, el poste fue destruido.
Pero si Lursi esperaba que los fragmentos
quedaran medianamente ordenados sobre la tabla quedó desilusionado. La docena y
tres cuartos de partes salió disparada en todas las direcciones, una incluso
perdiéndose en la vastedad del cielo, y hasta la tabla, otrora parte de la
grada, se partió en un trío de fragmentos.
_¿Qué dije? – lo felicitó el médico, otra vez con aplausos, mientras los demás lo
imitaban – Va a ser solo cuestión de tiempo, de práctica – hizo que las tres
partes de la tabla se volvieran a unir y las envió de nuevo a la grada –. Ese
hechizo se encuentra entre los más simples, y esa es una buena manera para
aprender a usar la magia.
_Y que bueno que nos cubrimos. Gracias por
advertírnoslo, Lursi – se alegró Lía, en tanto Nadia y la princesa Elvia
coincidían con ella. Los fragmentos en veloz vuelo bien pudieron haber
lastimado a alguien –. Vamos a intentar con otra cosa, también algo sencillo.
Traé una rosa de aquel arbusto con flores amarillas.
Señalaba con la vista un extremo del espacio
verde.
_¿Usando la telequinesia?.
_Usando la telequinesia.
_Está bien.
Una rosa con amplios y magníficos pétalos
salió desprendida del arbusto floral, en lo que para el oriundo de Las Heras
representó un esfuerzo idéntico al empleado para trasladar el poste.
La rosa amarilla se posó suavemente en la
palma de su mano izquierda.
_¿Qué hago ahora con esta flor?., preguntó a
la madre primeriza.
_Te voy a explicar, a enseñar, como
transformarla en el polvillo fertilizante -
informó la jefa del Consejo DCS, centrando en Eduardo su vista. “Otro ensayo
básico”, parecieron pensar los demás –. Las hadas usamos el mismo hechizo para
cualquier material orgánico. Lo único diferente, lo único que cambia, es el
objeto que se quiere convertir. Para las rosas, por ejemplo, usamos la palabra
“tesu”, o “tetsu”, si es plural. Y la especificación, o sea el color amarillo,
es la palabra “musonee” o “mutsonee”, dependiendo de si es singular o plural.
En este caso es una sola, es singular – miró la flor en la palma del arqueólogo
–. El conjuro es “Viit tesu musonee eti muwoqum”. ¿Podés intentarlo?.
_Vamos a ver – contestó el experto en
arqueología submarina, mirando la flor amarilla. Lo hizo concentrado y sin
pestañar durante pocos segundos, hasta que conjuró, con vos alta y clara –. ¡
Viit tesu musonee eti muwoqum!.
Al instante, hubo en su mano izquierda un
polvo de color amarillo mucho más fino que la harina, al que muy pronto hubo de
esparcir en el suelo. Allí estuvieron los aplausos de felicitación a su
alrededor, al tiempo que repasaba dentro de su cabeza los primeros conjuros que
había aprendido, y desde las alturas observaban como estaban de vuelta las
atractivas hermanas de aura lila.
Cristal e Isabel volvieron trayendo consigo
un recipiente rectangular, grande, de madera, repleto con agua, al que dejaron
en el suelo antes de posarse ellas mismas, y entonces la palabra tomó la novia
de Eduardo.
_Nadie de entre nosotros, me refiero a las
hadas tanto como a los elementales, puede conocer cual va a ser tu don, ni
siquiera la reina. Pero mi hermana y yo sospechamos que puede ser el agua –
señaló con un dedo el contenido del recipiente –. Con esto lo vamos a
comprobar. ¿Podrías hacer que salga del recipiente un poco de agua?; alcanza
nada más con un poco. Hacé… que se yo, lo mismo que con el poste de madera o
algo parecido. Podés intentar que ese chorro se eleve apenas sobre el
recipiente y caiga otra vez dentro de el. ¿Estás preparado?.
_No, no lo estoy – contestó Eduardo con
franqueza –. Es decir, lo estaría si supiera como hacerlo.
_Lo mismo que con el poste de madera y la
rosa amarilla, usar la telequinesia – le informó la princesa Elvia –. Pero cuidado,
porque esta vez la concentración tiene que ser superior., porque lo que vas a
tratar de mover es una sustancia líquida, y no una sólida. Adelante, confiamos
en que lo vas a lograr.
_Voy a intentarlo, entonces, a ver que sale
de esto., dispuso el arqueólogo, parándose a pocos metros del recipiente.
Allí estaba.
Frente a este nuevo reto.
Se suponía que tenía que emplear de nuevo la
telequinesia para conseguir que una ínfima parte del contenido dejara el
recipiente y a este volviera luego de permanecer por unos pocos segundos fuera
de el, suspendido en el aire. Si lo lograba, se confirmarían las sospechas de
las hermanas sobre que el oriundo de Las Heras podría tener al agua como don.
Los hombres y mujeres junto a el no esperaban que lograra algo así a los pocos
minutos de haber sido beneficiario de este inesperado reconocimiento, como el
propio Eduardo lo definiera, pero este estaba determinado a hacerlo. Con el
brazo izquierdo hacia adelante y hacia abajo y los dedos extendidos, concentró
sus pensamientos en un chorro de agua emergiendo del recipiente… y al instante,
los borbotones aparecidos sobre la superficie le indicaron que había tenido
éxito. La ínfima parte del cristalino líquido asomó y se elevó por sobre el
recipiente. Más aún, se había separado por completo, adquiriendo una forma esférica
perfecta.
_¡Lo hice!., se emocionó, girando la cabeza y
mirando a las hadas.
La esfera formada por agua, sin embargo, no
estaba disolviéndose.
¿No era que Eduardo debía estar muy
concentrado?.
_Y eso no es todo – Isabel compartía las
emociones de su novio –. Prestá atención.
_¡Increíble!., reaccionó el arqueólogo.
Cuando lo hizo, notó que su aura estaba
mostrando la primera manifestación de sus sentimientos y pensamientos: estaba
contento por su nueva situación y estos incipientes logros. Pero eso no era
todo. Aun cuando dejara de observar a y permanecer concentrado en ella, la
esfera perfecta continuaba estando allí, a más o menos un metro del recipiente.
Eso solo podía significar una cosa; que la sospecha de las bellas hermanas era
correcta, y Eduardo tenía al agua como don. “¡Increíble!”, volvió a exclamar,
en tanto hacía que el agua volviese al recipiente. Hubo aplausos generalizados
e incluso el premio acostumbrado de Isabel (un beso), en tanto todo el mundo
allí parecía haber coincidido en que se habrían de esperar grandes proezas y
hazañas por parte de Eduardo, porque los individuos que tenían el don del agua
solían encontrarse entre los más poderosos.
_Es un gran y notable don el del agua – opinó
su novia, en tanto Eduardo probaba su suerte una vez más con la telequinesia,
ahora para llevar el recipiente a un extremo del campo –, pero vas a requerir
de mucha práctica para dominarlo y hacer un uso correcto de el. Lo mismo con todas
las demás habilidades. Tuviste éxito también destruyendo el poste de madera.
Mucho mejor de lo que esperábamos. Al segundo intento, todo un logro. Pero
vamos a hacerlo de nuevo, a ver que pasa. Vamos a hacer el intento en esta
oportunidad… con una de las tablas de la grada.
_Hagámoslo., accedió el arqueólogo, esta vez
con más confianza que antes.
Esta vez fueron dos tablas, que al único
chasquido de sus dedos dejaron la grada y se movieron a paso lento hasta su
persona. “Nada mal”, juzgaron las hadas, observando moverse al par de piezas. “Eso
no es todo, vean esto”, anunció Eduardo. Usó el hechizo para desarmar las
tablas (“Viit viqut eti vutnipgsek”) e hizo malabares con las partes. “¡Gran
fanfarrón!”, exclamó Isabel, cuando su novio exhaló aliento a sus nudillos
izquierdos para luego secárselos en la solapa opuesta de la indumentaria. “Vamos
a hacer una competencia”, coincidieron los hombres, y al instante otras cuatro
tablas se desprendieron de la grada, desplazándose acá y allá en el espacio
verde, con alguna que otra onomatopeya “¡crash!” que se producía cuando dos o
más partes chocaban entre si, o contra
cualquier objeto sólido que se cruzara en su camino. Allí se encontraban las
hermanas, las Consejeras de SAM y DCS y la princesa heredera, observando la
situación desde un extremo del campo el que, según ellas, era un espectáculo
poco o nada interesante y un tanto peligroso.
_Deberían detenerse ahora mismo – sugirió Lía,
cuando cerca de las mujeres pasó Lursi a la carrera, tratando de atajar una de
las piezas –. Primero porque lo que están haciendo es bochornoso, segundo
porque es peligroso, tercero porque parece un entretenimiento infantil y ustedes
cinco ya están algo grandecitos, cuarto porque pueden lastimar a alguien, a las
chicas y a mi incluyéndonos, o a ustedes mismos, y quinto porque todo lo que
está en este lugar, que forma parte del Castillo Real, es propiedad pública o
de la reina Lili, o sea que de una forma o de otra se costean con los impuestos…
_Cualquier cosa fueron ustedes y no
nosotros., dijo el jefe de la Guardia Real desde la distancia, riendo.
“Hombres grandes”, fue la protesta colectiva
de las mujeres, que se pararon en seco.
_¡Chicas, vamos a darles una lección a
todos!., exclamó Isabel entre gruñidos.
Su hermana y sus tres amigas estuvieron de
acuerdo con esa llamada y se aprontaron hacia el punto en que se estaban “divirtiendo”
los hombres, aun gruñendo y subiéndose las mangas.
Continúa…
--- CLAUDIO ---
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