martes, 12 de diciembre de 2017

7.10) Regalo inesperado

Ahora que cada uno de los seres feéricos de un sexo y del otro hubo de formular sus planteos y preguntas, la reina insular estuvo – volvió a estarlo – convencida y cien por ciento segura de lo correcta que había sido esa decisión tomada por los funcionarios políticos locales y los miembros del Consejo Supremo Planetario, y por tanto fue que enseñó a sus espectadores la delicada y finísima hebra de color celeste con unas pocas motitas azules de una tonalidad jacinto, que brillaba de a ratos y por la manera en que oscilaba, compulsivamente y sin detenerse, recordaba a una lombriz haciendo sus intentos denodados por volver a internarse bajo la superficie. Con la palma y los dedos de ambas manos primero y únicamente con la izquierda después, hizo que la hebra quedara estática, antes  que empezara a modificar una vez más su consistencia, transformándose primero en un embrión, después en un feto, más tarde en una persona (eso aparentaba) con dos pares de alas en la espalda y por último, nuevamente, en la esfera tan diminuta como una pelota de golf e incluso más, conservando en todo momento el color celeste con las motas azul jacinto.

_Lo que va a pasar a continuación es totalmente sencillo – indicó la soberana a la decena, que ya estaba cerca de ella – Yo me quedo en el centro geográfico del espacio verde. Eduardo, vos a veinte metros delante de mi, mirándome fijo a los ojos, y, en lo posible, sin pestañar. Ustedes nueve forman un círculo alrededor nuestro – aunque seguía estando allí, la grada había quedado atrás –, a diez metros del punto central que hay entre Eduardo y yo, y separados entre ustedes por un ángulo de cuarenta grados. ¿Ya están listos?.
Todos captaron las instrucciones y obedecieron, en tanto la cabeza del poder insular se ocupaba de dar unas pocas indicaciones complementarias.
No podían existir en ese esquema distancias inferiores ni superiores entre ángulos y distancias respecto del punto central – debía ser un círculo perfecto en todo sentido – y los seres feéricos debían permanecer en todo momento con los brazos extendidos en posición horizontal, manteniéndolos rectos y conservando ellos mismos una posición de firmes. Para Eduardo, las últimas indicaciones también fueron simples: permanecer calmo y respirar con su normalidad habitual… y tener confianza  en todo lo que le dijera la soberana del archipiélago insular.
_Lo que sigue, Eduardo, es absolutamente necesario e imperioso. Así va a ser hasta tu último día con vida. De esto van a depender tu adaptación a nuestra sociedad y la interrelación con las demás especies que conforman el reino elemental. Quiero decir que vos vas a poder contar con un soporte adicional, o sea, una ayuda extra, consolidada – anunció la reina, serena, con los dedos entrelazados debajo del vientre, cual jugador de fútbol que se preparaba para el tiro libre del otro equipo. Se le notaban en sus delicadas facciones, aunque no demasiado, el desconocimiento y las expectativas. En tanto se ocupaba de hacer flotar la bolilla celeste con las motitas azul jacinto a la altura de su cuello, no dejaba de pensar que se trataba de la puesta en práctica de algo sobre lo que se hubo de teorizar a mediados del mes de Enero (Baui y Entoh, en el calendario antiguo), con la aparición de este nuevo ser humano. Su sabiduría en este caso no se podía aplicar, no sirviendo absolutamente de nada –. Y eso es algo que por supuesto incluye una resistencia al daño, a cierto tipo de enfermedades y a las temperaturas, además de un contacto más ligado, o íntimo, si se quiere, con las fuerzas y los otros tres reinos de la naturaleza: el fungi, el animal y el vegetal.

El suspenso en el espacio verde no podía aumentar más.

De verdad que no lo podía hacer.

Los liuqis que se perdieron en una espesura verde cercana y la multitud de seres elementales que estuvo observando desde la orilla del lago, de estar mirando esa situación, compartirían con las hadas el mismo sentimiento. En cualquier inmediato instante esa diminuta bola de energía, desconocida esta para el “sujeto de pruebas”, no había que hacer ningún esfuerzo para adivinarlo, iba a encontrarse en viaje quien sabe a qué velocidad hacia el originario de Las Heras (“¿Por eso el círculo?” – pensó aquel –. “¿Por si no lograra mantenerme de pie?”), e impactar quien sabe en qué parte de su cuerpo, como ya vislumbraron no solamente Eduardo, sino también el otro trío de firmantes de aquel convenio de sangre, durante la Festividad del Otoño, de los cuatro sus compañeras, Olaf y Lía. Este “inmigrante alienígena”, no le cabía otra definición a su situación, se preguntó en su mente si tal vez aquello pudiera guardar alguna relación con las últimas palabras de la soberana insular, sobre el contacto con las fuerzas y los reinos de la naturaleza y las tres resistencias.
Dio por sentado que si.
No podía ser de otra manera, pensaba para sus adentros, mientras descubría como las expresiones faciales y corporales adoptadas por la reina distaban de aparentar, ya no de demostrar, hostilidad, maldad u otras reacciones agresivas. Por otro lado, su mente continuaba haciendo una especulación atrás de otra y un cálculo atrás de otro: si las hadas, que formaban la más evolucionada de las razas que formaban el reino elemental, eran un reflejo corpóreo de la paz, la no violencia y la tolerancia, no veía, ni siquiera imaginaba, a un individuo de esa especie adoptando alguna postura ofensiva en preparación para una pelea. De cualquier manera, le pareció que si hubieran querido borrarlo del mapa y terminar con su existencia lo habrían hecho no bien Nadia, Isabel, Cristal y la princesa Elvia lo encontraran en aquella cabaña, en el límite de una playa tropical, o que esas cuatro mujeres lo podrían haber hecho. Al mismo tiempo, el arqueólogo sostenía para sus adentros que recibir el impacto directo de una esfera de dos colores formada por una energía para el desconocida no era lo que se dice una acción tranquilizadora, por más que allí estuvieran nueve seres feéricos con esa disposición en círculo, para “atajarlo” en caso de ser necesario, y que la reina Lili le hubiera hablado y explicado con detalles, para evacuar cualquier clase de dudas, sobre este paso y su importancia a todos los plazos.
Así, con esa mezcla de pensamientos y sentimientos dando vueltas  en su cabeza, optó por pensar en una frase, y solo una:
_De acuerdo, reina Lili – repitió, esta vez en voz alta, el experto en arqueología submarina, a esas palabras acompañándolas con el clásico movimiento con la cabeza, de arriba hacia abajo. Y las reafirmó agregando –. Acepto voluntariamente la protección adicional que me va a acompañar de aquí a la eternidad.
Los seres feéricos estaban también sobre ascuas.
Ya sabían lo de esa adición, pero nada más.
_¿Seguro?., insistió Lili.
_Cien por ciento., insistió Eduardo.

¡Bingo!.

_Pues en ese caso – empezó a hablar la reina. Los nueve componentes de ambos sexos de ese círculo formado allí estaban preparados y listos por si tuvieran que hacer la atajada preventiva y el originario de Las Heras estaba tratando de no pensar y conservar el semblante –… Eduardo, esto es tuyo porque te lo  supiste ganar de manera honrada y por derecha.


¡¡¡ ZZZUUUMMMMM!!!.



Continúa…




--- CLAUDIO ---

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