martes, 21 de noviembre de 2017

6.15) Transculturación, aismilación y simultaneidad mezcladas con simbolismo



_Hubiera sido imposible, o casi, explicarlo de una manera mejor que esa – fue la conclusión del artesano-escultor, dándole la razón a su compañera sentimental. Veía en locaciones cercanas varias cuadrillas de trabajo, ya estas formando parte permanente del arrasado paisaje, reinstalando unos pocos y nuevos postes para el alumbrado artificial y algunas cercas en los arbustos recientemente plantados. El trabajo sería arduo y duradero –. Nosotros, y me estoy refiriendo a Cristal y a mí, empezamos a pensar muy en serio en la posibilidad de una mudanza más allá de la Ciudad Del Sol, al interior de la isla Buenaventura. Especialmente a El Rojo, que es un caserío de ciento diecinueve habitantes que forman veintiocho familias, ciento cincuenta y nueve kilómetros al suroeste de Del Sol. Lo llamaron así al momento de fundarlo, hace ya mil doscientos años, porque había crecido en su plaza pública un manzano que en tanto estuvo de pie, durante las seis décadas que le siguieron a la fundación, se llenó de frutas que le dieron un color rojo casi total, y constituyó una de las fuentes de ingresos y el distintivo principal para el lugar y sus habitantes. El Rojo es un lugar muy tranquilo, como cualquier otro en Insulandia. Se parece al lugar en el que nací, por eso me gusta tanto.
_Pero, ¿qué va a pasar con sus obligaciones actuales? – quiso saber el compañero de amores de Isabel, girando la cabeza hacia cada lado. Deseaba que la reunión con la reina Lili no se prolongara por demasiado tiempo. De verdad quería estar allí afuera, ayudando en lo que hiciera falta… y era mucha la ayuda que se necesitaba.  Era eso lo que faltaba para hacer peor la situación: que fuera insuficiente la mano de obra –. ¿Cómo piensan resolver eso?. Las distancias desde ese posible nuevo hogar hasta sus actuales lugares de trabajo, por ejemplo. ¿Ciento cincuenta y nueve kilómetros, dijeron?. Eso no queda a la vuelta de la esquina, es más bien una… un momento – pensó en voz alta–. ¿Las puertas espaciales, no es así?. Las van a usar para poder cubrir esa enorme distancia en cuestión de segundos.

El cuarteto tomó otra curva.
De ahora en más el camino hasta el castillo era una línea recta.

_Si, las puertas espaciales podrían representar la mejor de las opciones, porque viajaríamos desde El Rojo hasta esta ciudad en no más de diez segundos, y hay una puerta en las afueras de ese caserío. Aun si no fuera de esa manera, ciento cincuenta y nueve kilómetros no son nada. Kevin y yo llegaríamos en aproximadamente ocho o nueve minutos a nuestro destino. Lo mismo para ir desde del Sol hasta El Rojo – dijo Cristal, restándole importancia al factor espacio – Y en mi caso tengo otra posibilidad con respeto al trabajo. A mediados de este mes va a empezar la construcción de un nuevo dispensario médico en ese pueblito, porque el que había allí se vino abajo con la Gran Catástrofe, y ayer a la noche terminaron de remover las ruinas. Los expertos del Consejo IO aseguran que las tareas no van a extenderse por más de dos meses y medio. Podrían terminar a mediados de Junio – a lo lejos se podía observar la plaza, un manchón de varios tonos de verde entre el que sobresalía el Castillo Real –. De concretarse la mudanza, voy a poder trabajar allí, cuando por fin haya sido inaugurado. De ninguna manera la distancia representa un problema para las hadas. Podemos surcar el cielo a grandes velocidades o llegar a un lugar prácticamente al momento, con las puertas espaciales. Se podría decir que con el paso del tiempo, es decir de los milenios, las hadas dominamos ese factor.
La hermana de Isabel hizo en su mente una conclusión por demás oscura.
Si por algún motivo las puertas espaciales dejasen de funcionar se estaría en presencia de una (otra) crisis enorme en todo el planeta. Las distancias volverían a ser un problema, porque se acabaría eso de cubrir cientos de kilómetros, cuando no miles, en pocos segundos.

_Consideranos como otro de los reinos que existen en la naturaleza, con sus propias ventajas y desventajas competitivas – pidió Isabel a Eduardo. En dos o tres minutos estarían en la plaza central, y en seis o siete a las puertas del castillo, y a la imponente verja que engalanaba el ya de por si majestuoso frente –. Uno es el vegetal, otro el animal y el otro el fungi, y el cuarto y último es el que forman (formamos) las hadas, como una parte del todo. Formamos parte del reino elemental, se podría definir, en simbiosis y coexistencia con los otros tres. La clave, o una de las claves, de la supervivencia de los cuatro es esa interacción.
Una carreta pasó junto al cuarteto, en su misma dirección. Llevaba equipos e insumos para las refacciones en la plaza central.
_De acuerdo, entonces – aceptó Eduardo, todavía pensando con cierta concentración en la transculturación, la asimilación, la simultaneidad y aquella lista que había armado, convencido de que estaba pasando por alto varios puntos más. Se esforzaría por retenerlos en su memoria y en otro momento los agregaría a la lista –. Uno de los cuatro reinos que forman la naturaleza. ¿Saben una cosa?. Ustedes y todos los suyos tendrían que haber visto lo que yo y otros tantos creyentes de ambos sexos hicimos allí en la Tierra sobre los seres feéricos. Personas dispersas por todos los rincones del globo, de cincuenta países si la memoria no me falla, que interactuamos para poder optimizar y maximizar los resultados. Es toda la información que pudimos recabar, y que obtuvimos de numerosas fuentes, libros incluidos. También en recopilamos las fábulas y leyendas más representativas, sobre todo las de origen céltico. Por lo que vi desde que abrí los ojos, ese trabajo refleja tal cual la cultura, costumbres y el modo de ser de las hadas.
_¿Qué clase de información es esa?., quiso saber el artesano-escultor, demostrando curiosidad y desconcierto.
Por las expresiones faciales que hubieron de adoptar, las hermanas de aura lila también cayeron en esa intriga.
_Toda la que se puedan llegar a imaginar. Modestia aparte, ese trabajo es excelente – confió Eduardo, tratando de pensar y de no hacerlo al mismo tiempo. Quien sabe cual suerte pudo correr ese trabajo – Me tomó alrededor de dos años el poder recopilarla y otros siete meses para pasarla a limpio, e incluso pude obtener, gracias a la ayuda de los demás creyentes alrededor de la Tierra, dos mil cincuenta gráficos, dibujos e imágenes de seres feéricos en distintas poses y haciendo varias actividades, que sumé a lo que yo ya tenía. Lo hicimos, lo conseguimos, y como recompensa me aseguré que cada creyente tuviese en su poder una copia del trabajo ya pasado a limpio, que son en total trescientas cincuenta y cuatro páginas. Naturaleza, hábitats, supuestos orígenes, faltas condenadas, ocupaciones, comidas típicas, el significado de sus nombres tradicionales, tipos de hadas, festividades, funerales… creo que está todo. No es en verdad muy diferente a lo que pueda conocer, o que ya pude conocer, desde que abrí los ojos acerca de ustedes, a excepción de la combinación de los estilos de vida y la transculturación. Supongo que también por la especiación, porque el trabajo hace referencia únicamente a nueve tipos de hadas – y se volvió a lamentar –. Es una verdadera lástima que se haya perdido. No tanto por el tiempo y el presupuesto que demandó hacer tal cosa, sino por la enorme carga simbólica que tuvo y tiene para los creyentes, como yo, y el efecto que ese trabajo podría tener acá, en el mundo de los seres feéricos y elementales, porque también a estos hace una referencia, aunque no tan extensa. Estoy convencido de que podría haber contribuido a la conservación de sus tradiciones, costumbres y acervo cultural.
_¿En serio es imposible la recuperación de tu trabajo sobre las hadas, sobre la especie feérica?, ¿estás cien por ciento convencido de eso?., planteó, combinando seriedad con sorna, la compañera sentimental de Kevin, volviendo la vista hacia su futuro cuñado.
Creía tener la solución para este problema.
¿La tendría?.
_Creo que estás hablando como si de verdad fuera posible hacer alguna cosa con respecto a ese trabajo – dejugo el arqueólogo, mirando a Cristal fugazmente, si dar crédito a sus oídos. Pero, en simultáneo, en tanto creía en la imposibilidad de esas palabras, un muy minúsculo rayo de esperanza apareció en lo profundo de su mente, y tal aparición hizo que preguntara a la hermana de Isabel, con esos sentimientos mezclados –. ¿Si es posible, no?.
_ Claro que es posible., confió la flamante médica, antes de ofrecer la que, según ella, constituía una de las dos maneras de recuperar el trabajo del que Eduardo se sentía orgulloso.
En Cristal se centró la atención del trío que la acompañaba, particularmente la de Eduardo, al tiempo que llegaban al camino que circunvalaba la plaza central.

Era complicado desde cierto punto de vista, desde el aspecto teórico, porque el práctico era algo diferente, literalmente el polo opuesto, y hasta donde se conocía, la única hada en el reino de Insulandia que tenía la habilidad para hacer algo a ese respecto, por tratarse del más fuerte de los seres feéricos, era la reina Lili. De esa manera se lo había explicado la Consejera de Cultura, que era además la princesa heredera al trono, a las hermanas de aura lila, cuando ellas tres, Nadia, como médica que era, y la soberana se preguntaran por primera vez si aquel individuo desconocido aparecido en su mundo por una causa azarosa, no habría de añorar y sentir nostalgia – aunque era demasiado pronto para eso – por la Tierra, o de esta algo en particular, puesto que debería quedarse en el planeta de los seres elementales y la sociedad de las hadas casi de por vida. Afirmarían ellas y sus congéneres tal cosa cuando el conocimiento tomaran de su creencia en y admiración por las hadas. Tiempo después habrían Cristal, Elvia, Isabel, la reina Lili y Nadia reconocido que estuvieron y estaban en lo cierto al confirmar que aquel hombre si habría de extrañar cosas, y varias. Después de hacer hecho uso del “Espectador”, el símbolo mágico insular por excelencia, concluyeron que Eduardo era de esa clase de individuos muy aferrados y arraigados a su tierra de nacimiento, en su caso Las Heras, y por consiguiente a sus posesiones y bienes materiales. Concluyó también el quinteto de mujeres que  una vez que hubiera abierto los ojos, habría de sentirse mal, anímica y espiritualmente hablando, por haberlo perdido absolutamente todo con el viaje entre los planetas.
“Aun si pudiera volver a la Tierra, ¿quién asegura que las cosas van a  seguir tal como estaban?, ¿quién dice que los demás humanos lo van a reconocer, y viceversa?; va a ser otro mundo, uno muy distinto”, fueron al respecto las palabras de la reina insular.
El quinteto de hadas se preguntó cuál sería la posibilidad, de existir esta, de transportar algo, cualquier objeto de consistencia sólida, que aquel ser humano del sexo masculino anhelara recuperar, y barajaron inmediatamente la idea, poco viable pero idea al fin, de un antiquísimo hechizo que las hadas de la antigüedad únicamente habían usado dos veces desde el Primer Encuentro y cinco antes de el, al que llamaban “Técnica de la movilidad trans planetaria”, o, por su sigla, “TMPT”. Una habilidad virtualmente imposible y tremendamente complicada que básicamente consistía en trasladar un objeto sólido, el que fuere, entre dos puntos sin que importara la distancia entre ambos, sin tener que estar viéndolo constantemente sin pestañar y únicamente pensar en el. No se requería de ninguna otra cosa. La complejidad de esta técnica radicaba en el objeto en si que se deseara transportar: era más complicado o menos hacerlo dependiendo del peso y de las dimensiones, y de que el hada que intentara usar esa clase de magia – esto era esa técnica, de hecho – fuera capaz de precisar con una exactitud del cien por ciento la locación del objeto en cuestión. Otro problema no menor era que nada podía garantizar que las posesiones y bienes materiales del experto en arqueología submarina no hubiesen sido cambiados de lugar luego de su desaparición tan misteriosa, extraviados o, peor, destruidos. Esta parte del proceso de recuperación implicaba un lapso de tiempo incierto, que dependía de que tan ducha fuera el hada que lo estuviera ejecutando (¿sería la reina de Insulandia capaz de lograr una hazaña de semejante magnitud?), y tras el cual el objeto, en caso de haber sido correctamente hecha esa técnica, debería desaparecer de su ubicación exacta, cualquiera fuera esta, para reaparecer justo en las manos de quien ejecutara dicha habilidad, o, como la misma soberana insular la definiera, una forma mucho más sofisticada y compleja de la tele transportación. La diferencia entre una cosa y la otra era que la técnica TMPT implicaba trasladar un sólido sin que lo hiciera el o la ejecutante, y el desplazamiento, o “tele transportación” se refería a que esa persona también se podía trasladar. “Es a todo o nada”, había sido un comentario de Cristal, porque estaba en todo momento latente el riesgo de que el objeto sólido se perdiera – ese espacio que había entre las dos dimensiones, una especie de limbo –, si llegara la técnica a fallar mientras estuvieran ejecutándola. La reina Lili y su cuarteto de súbditas creyeron que la TMPT no se llevaría de la teoría a la práctica, salvo que de por medio estuviera el pedido sincero de ese hombre, y siempre y cuando aquel hubiera sabido ganarse el hecho de que un ser feérico hiciera tal sacrificio por él.

Pero, ¿habría Eduardo hecho el suficiente mérito?.

_ Escuché algunas cosas sobre esa técnica, y para lo que se supone que podría usarse es bueno, aunque estamos hablando no solo de una ubicación desconocida, sino de otro planeta. Así y todo, hay posibilidades de recuperar tu trabajo sobre las hadas – agregó Isabel, otorgando otro crédito de esperanza a su compañero de amores. A este hubo de dirigirse y le preguntó –. ¿Nos podés dar algún dato, el que sea, sobre ese trabajo?. ¿Cómo es?, ¿es un libro, un cuaderno u otra publicación?. Eso es lo básico para empezar, si como supongo es tu intención recuperarlo.
A las palabras tomó entonces Eduardo.
“Las hadas”.
Bien sencillo y simple, pero a la vez conciso. Ese era el título de la extensa investigación sobre los seres feéricos, y comprendía un total de trescientas cincuenta y cuatro páginas cuadriculadas, lisas y rayadas, según la explicación lo ameritara, en un trío de cuadernos (cada uno con ciento dieciocho páginas), de veintinueve punto cinco centímetros de alto por veintitrés punto uno de ancho, incluidos en estos el anillado que mantenía unidas a  las páginas, por ocho milímetros de grosos que conjuntaban, calculaba el – suponía, porque nunca consideró como importante este dato –, un peso de alrededor de quinientos gramos. Tenía un grave problema al no poder recordar en qué lugar había quedado el trío, si en su casa de Las Heras o no, y, en caso de que no, si los habría dejado en el hotel en que estuvo alojado o los habría llevado consigo en el viaje. Como fuere, le bastaba con recordar los detalles, como el peso estimado y las dimensiones.
Pero pasaron cerca de tres meses.
¿Estaría todavía en su casa, el hotel o en este planeta?.
Peor, ¿estaría perdido  o destruido?.
Con esa duda dando vueltas y vueltas en su cabeza, Eduardo dio la información a Cristal, Kevin e Isabel: el peso que él estaba calculando, las dimensiones y la carátula ilustrativa que estampara en la tapa de cada cuaderno, además de haberles hablado sobre estos tres lugares en los que se podrían encontrar  las piezas. El arqueólogo nunca sacaba ese trío de cuadernos a la calle, por razones de estricta seguridad, porque estaban siempre latentes las posibilidades de robo o extravío en cualquier instante de descuido, y nunca se separaba de ellos cuando por una u otra razón tenía que viajar al extranjero. Pero, ¿pudo este ser un caso de excepción?. Sería capaz, de no poder recuperarlo y si no funcionara la TMPT, de reescribirlo, en parte, porque en su memoria figuraba entre el sesenta y el sesenta y cinco por ciento de la información y los datos recopilados en esos veinticuatro meses, pero los dibujos y las imágenes… Un problema adicional era el espectador, el artículo mágico más representativo del reino y del continente centrálico, cuyo líquido se había agotado. ¿Podría conseguir la reina Lili que los componentes del Consejo Supremo Planetario autorizasen la búsqueda de los elementos e insumos – ese organismo se ocupaba de la manutención de los diez objetos mágicos y la regulación de sus usos – para hacer otra cantidad de ese líquido especial?.
Con esa nueva duda ocupando sus pensamientos, a su causa no pudiendo pensar que hacer ni cómo proceder con la debida claridad, Eduardo prefirió dejar para más adelante este tema, se lo hizo saber mediante gestos al trío que lo acompañaba, y retomar la conversación sobre la mezcla de culturas. Restando unos pocos metros para llegar a la imponente verja dorada, preguntó a Kevin, Cristal e Isabel:
_¿Eso creen, cierto? – otra vez en el camino que circunvalaba la plaza –, ¿de verdad están convencidos acerca de la imposibilidad de ponerle un freno a y escapar de la transculturación, o de la asimilación de aspectos comunes que las hadas tomaron parta perfeccionar los suyos?. Me extraña de los tres esa afirmación.
_ ¿Cómo? – se extrañó su novia, con un justo y apropiado gesto de sorpresa en la cara. Al verlos aproximarse, las hadas guardianas abrieron la verja con un chasquido –. Esa fue una pregunta rara. La formulaste usando un tono particular, como si tu intención hubiera sido animarnos. Hablaste como si de verdad fuera posible pegar ese giro de ciento ochenta grados, como si se pudiera dar marcha atrás. Nuestra cultura de ninguna manera va a desaparecer ni a mermar, a menos que las hadas también lo hagamos. Pero hacer siquiera el intento de ponerle un freno a esa mezcla de aspectos socioculturales y la transculturación tiene verdaderamente escasas probabilidades de éxito, por no decir ninguna probabilidad – cruzaron el umbral y uno de los guardias cerró la puerta –, y mucho menos ponerle un alto definitivo. No es posible acabar  en un lapso de tiempo determinado, en cualquier lapso, con más de diez mil doscientos años de evolución sociocultural. ¿No me equivoco, o si?.
E hizo referencia otra vez a otro evento importante, consecuente del Primer Encuentro. Es por el que las hadas, si se concentraban, podían ver lo que ocurría en la Tierra, aunque con las dificultades propias de la distancia. Antes del evento trascendental no se podía hacer tal cosa, y concluyeron que la conexión pudo ser establecida debido a la presencia en este mundo de formas de vida originarias de aquel planeta.
_ Isabel está en lo cierto – coincidió con ella Kevin, hablando seguro. No le veía demasiadas probabilidades al postulado de su amigo –. Transculturación, asimilación y simultaneidad o desarrollo propio, para este caso es lo mismo. El freno y el retroceso no son posibles ni en sueños. Nosotros dependemos de muchas maneras de los aspectos que tomamos de las civilizaciones de los seres humanos, de un modo o de otro, como para hacerlos a un lado. Y con eso estoy refiriéndome a todo, no solo a los aspectos culturales y los sociales. Esos son solo una parte.
_ Todo eso sin tener en cuenta que en el caso de que pudiéramos aplicar uno de esos cambios nos demandaría años e incluso décadas adaptarnos, o readaptarnos… quizás incluso siglos., añadió Cristal.
Los jardines frontales del Castillo Real no eran lo  que se dice reducidos. Ocupaban un fondeo de alrededor de ciento setenta metros y de un lateral al otro se extendían por doscientos cincuenta. Estaban delimitados por un entramado de madera que sostenía plantas enredaderas de color verde claro, a la derecha, y numerosos arbustos florales, a la izquierda.
- No hubiera hecho mención de ninguna palabra acerca de un posible parate a la transculturación si no tuviera yo al menos un mínimo de convencimiento de que ese freno es posible, ya no digamos probable – insistió Eduardo, haciendo el conocido y clásico gesto con las manos para concentrar la atención de su amigo y de las chicas. “si existe la posibilidad… o por lo menos la probabilidad”, parecieron coincidir en sus pensamientos las atractivas hermanas de aura lila y Kevin, al fijarse en el oriundo de Las Heras –. Ahora presten atención a estas palabras, por favor. En la Tierra, y estoy seguro de que también en este planeta, los símbolos existen y se encuentran presentes porque las personas les prestan atención veneran y confieren poder o valor, o las dos cosas, y les dedican tiempo, a veces mucho más del necesario. En algunos casos es tan grande que se genera dependencia. Los bienes, las marcas comerciales y los productos existen porque se depende más o menos de ellos. Un servicio, el que sea, existe porque las personas se volvieron más o menos dependientes de el – pensó en la telefonía celular, en su abuso y mal uso –. Las ventajas y los atajos existen porque se sigue la ley del menor esfuerzo – había conseguido ya  la atención de sus tres oyentes y algún que otro par de orejas atentas que había por allí –. ¿Qué podría pasar, por ejemplo,  si ustedes tres y las hadas en general dejaran de prestar atención, venerar, darle valor o poder y dedicarle tiempo a… que se yo, una construcción perdida en algún lugar de esta isla y que está abandonada o en ruinas?, ¿o qué me dicen de algunos productos existentes en la actualidad de muy poco agrado y arraigo?; ¿y de algún servicio prácticamente no requerido?, ¿cuál suerte correrían si las hadas concluyeran que llegó el momento de prescindir de ellos?.
Quisieron hacer un alto momentáneo para ayudar a un dúo de operarios del Consejo IO a levantar un par de postes a cada lado del camino, sobre el que planeaban levantar un entramado, que algún día se cubriría con una nueva enredadera.
_ Acabarían volviéndose obsoletos, antieconómico y traerían como consecuencia una inversión para nada necesaria – apostó el artesano-escultor, aunque más que una apuesta pareció una sentencia. Era lo que pasaría, sin dudas –. Las personas dejaríamos de sentirnos atraídas por la edificación abandonada o en ruinas y esta seguiría cayendo por el deterioro y el paso del tiempo. Los productos ya no estarían disponibles en el mercado y el servicio dejaría de prestarse.
_ ¡Exacto! – lo felicitó Eduardo, dando un solitario aplauso antes de seguir hablando. Habían ya dejado atrás a los operarios de IO y retomado la caminata –. Nada necesarios y totalmente improductivos. Ustedes tienen esa maravillosa capacidad de volar, ¿no?, y a velocidades increíbles. La reina Lili, sin ir más lejos, puede superar la velocidad del sonido y cubrir en tiempo marca los extremos norte y sur de Insulandia, sin que se vea obligada a recurrir a la tele transportación. Pudiendo las hadas moverse por aire a su completa voluntad para cubrir grandes distancias y contando además con las puertas espaciales, ¿para qué necesitan de tantos transportes terrestres, hablo de la cantidad, con dos o más plazas. A mi entender, eso no tiene razón de ser, salvo que estemos hablando del transportista y de su acompañante – otro aspecto íntegramente producto de la transculturación: transporte terrestre para pasajeros. Recién estaban asomando los primeros en el mundo –. ¿Una estructura abandonada y sin uso no se podría transformar en un peligro para quien por uno u otro motivo esté en el interior, por su grado de deterioro? – Kevin, Cristal e Isabel cayeron en la cuenta. Eduardo estaba en lo correcto –. Ustedes tres y otros tantos de los habitantes de varias partes de esta ciudad me contaron que algunos comestibles tienen un precio elevado y un sabor francamente horroroso. ¿Qué pasaría si los dejaran de comprar, más súbita que gradualmente, es decir que se terminara su demanda?. Dejaría de comercializarse como consecuencia de esa rentabilidad tan baja y podría darse el caso de que la producción llegase a su fin. Creo que todo eso puede dar resultado si lo llevan a la práctica. ¿Y un servicio cuál puede ser?... ¡ya se! – exclamó –. La guía postal insular, que se renueva anualmente…
Otro aspecto tomado de las sociedades humanas modernas.
Alrededor de un siglo y cuarto atrás había aparecido en el reino insular, por una iniciativa del Consejo CEST, dicho artículo, y no fue mucho el tiempo transcurrido para que se extendiera por otras partes del planeta.
_... Las hadas tienen una memoria prodigiosa, y estoy totalmente convencido de que ninguna que viva en el extremo más al sur del país va a querer ponerse en contacto con una persona que vive en el extremo más al norte, ala que desconoce completamente, y viceversa. Ese es solo un ejemplo menor, porque se que existen otros de mayor complejidad o mayor seriedad – se detuvieron al otro lado del camino que bordeaba el frente en esa cara del castillo, porque una caravana con residuos y escombros de una estructura menor derrumbada pasó justo delante –. Olvídense de los atajos y ventajas, porque eso lo dije pensando en los peores individuos de mí especie: me consta que los seres feéricos no son afectos a la ley del menor esfuerzo y a la vagancia, porque poner voluntad, sacrificio y dedicación en todo lo que hacen. Y si, insisto con lo dicho, sino posible, el freno es probable.
_ Pero, ¿funcionaría esa teoría tuya con todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, o solo con unos pocos? – planteó su novia, otra vez avanzando sobre un camino. Poquísimos metros más adelante estaba su destino –. Lo de las construcciones abandonadas, por ejemplo. En Noviembre pasado, una de ellas se vino abajo porque estuvo cerrada y sin mantenimiento durante ocho años. Pero principalmente porque las paredes se habían agrietado demasiado, y porque las raíces de un árbol junto a ella habían levantado los cimientos y dañado el suelo allí. Hubo una pareja herida y atrapada que… bueno, no hace falta explicar que estaban haciendo – se le enrojecieron las mejillas –. Fue treinta y dos kilómetros al norte de esta ciudad. A pesar del pudor y recato de los socorristas, se murieron de la vergüenza cuando los encontraron y salvaron. Después de ese incidente, la construcción en ruinas fue destruida por completo y los escombros se enviaron a una planta TCD.
_ O los trajes y el calzado en los casamientos – agregó la novia de Kevin –. Lo del blanco y el negro… Antes se usaban los del aura de los contrayentes, y también la ropa y calzado más tradicionales que los actuales. Esa costumbre se perdió con el tiempo. Podríamos recuperarla, a las dos cosas… supongo.
La fachada del castillo no había salido airosa de la Gran Catástrofe.
_ O muchos de los caminos locales, regionales e incluso reales en todas partes dentro y fuera del territorio insular, pero particularmente en este país. Por lo pronto los caminos que existen en esta isla, imagino que esa es una buena manera para empezar.  Me consta que a nivel país hay cincuenta y cuatro mil novecientos ochenta y un kilómetros de caminos adoquinados, empedrados, asfaltados, de ripio y de tierra en condiciones deficientes que no figuran en ningún proyecto de recuperación – dijo el artesano-escultor, en cuyo país natal esos caminos en malas condiciones llegaban a once mil kilómetros –. Son muy poco o nada transitados, muchos se hallan en pésimas condiciones y rodeados por la mala hierba y alguna que otra enredadera. Si se dejara de invertir en esos caminos, el césped y la vegetación no demorarían siquiera un bimestre en volver a ocupar el lugar que perdieron, que es algo que ya está pasando. Es lo mismo que ocurre, el avance del reino vegetal, con las construcciones abandonadas a su suerte.
_ ¿Vieron que si es posible el freno?. Bueno, por lo menos se puede. Todos podemos hacer el intento de eso – reiteró Eduardo, buscando animarlos, en tanto se daban todos los últimos retoques, porque la buena presencia era otro distintivo muy característico de la cultura feérica –. Solo hay que proponérselo y tener confianza. Entonces, va a ser cosa sencilla que pase de la teoría a la práctica. A los caminos en malas o pésimas condiciones solo hay que dejar de mantenerlos y eventualmente restaurarlos; el tiempo se va a ocupar de ellos. En los casamientos, uno y otro los contrayentes pueden volver a usar la ropa y el calzado más tradicionales y del color de sus auras. Y las estructuras carentes de uso… no se, pueden ser destruidas, recicladas o que la naturaleza haga el trabajo u recupere el terreno perdido. ¿Ustedes qué piensan?, ¿hacemos ele planteo a la reina Lili y el poder político en general?.
“Hagámoslo”, coincidieron Kevin, Cristal e Isabel, al tiempo que decidían echar un último y relativamente rápido vistazo a los jardines frontales, antes de hacer su ingreso al cuerpo principal del castillo

Los indicios del desastre eran muchos, en calidad y cantidad.

Ese camino que conducía al cuerpo principal tenía ahora una nueva capa de materiales, específicamente piedras de canto rodado de diversos tamaños, traídas desde una cantera en la región sur del país. La capa anterior había sido reemplazada por completo después de haber resultado blanco de numerosos y significativos daños con la Gran catástrofe. A ambos lados de la entrada del cuerpo principal, en las pintorescas garitas, estaba el par de centinelas del regimiento de lanceros, totalmente inmóviles y con sus lanzas en posición vertical, y había otra catorcena de hadas guardianas dispersas en los jardines. El enormísimo espacio verde, otrora un lujo repleto de especies vegetales – plantas con flores, césped cortado al ras, arbustos, árboles… – era ahora una ruina general y las hadas del Consejo EMARN, sumadas al personal estable del castillo, trataban de revertir ese triste aspecto una actividad por demás exhaustiva, aun recurriendo a la magia y todas sus otras habilidades. Coincidieron Eduardo, Isabel, Kevin y Cristal que ese espacio verde y los otros dentro  del predio tendrían la prioridad en este, ya que era un hecho que aquella imagen impecable sería de inspiración y levantaría el ánimo y la moral en el común de la población feérica y elemental.


Continúa…


--- CLAUDIO ---

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