sábado, 26 de agosto de 2017

3.15) En nuestra casa



Eduardo e Isabel estuvieron en su casa nuevamente apenas pasadas las veintidós horas con veinticinco minutos. Se habían quedado junto a Kevin y Cristal en el bar de Barraca Sola, un emblema de los más importantes para el barrio, para compartir la mesa durante la cena, en lo que para las dos parejas hubo de convertirse en la primera comida y la primera salida bajo esa condición. “Cualquier cosa, cerrá los ojos al ingerir el primer bocado. Eso y pensá en otra cosa”, había sugerido el artesano-escultor al arqueólogo, cuando la camarera llevó los platos a la mesa, cuatro vasos y una botella. Como el de los otros tres comensales, el plato de Eduardo tenía al menos siete componentes, de los que solo pudo reconocer las algas marinas, cubiertas por algo que parecía ser salsa blanca. Para el, el aspecto quedaba compensado con el aroma, por lo que Kevin le dijo acto seguido que se guiara por el sabor.
En grupo, los cuatro habían vuelto a sus casas – con la salida del Sol en la mañana de hoy, el escultor empezó a vivir con su novia bajo el mismo techo –, reafirmando el convencimiento tan firme de que la prolongada reunión familiar en el Banco Real de Insulandia había resultado principalmente de utilidad para otra presentación formal, al menos en el caso de Eduardo; una de las más clásicas, en la que las hermanas de aura lila presentaron a sus progenitores a sus compañeros sentimentales, y viceversa. Eduardo también le había caído en gracia a Wilson e Iulí, por extensión también a Iris, a quienes no les hubo de importar su lugar de origen, ni tampoco la efusividad demostrada por el novio de Isabel al ver la botella con ginebra, y sus “futuros suegros”, tomando en cuenta que no vieron en su persona una potencial amenaza o un peligro, reconocieron que era, en efecto, una buena persona para su hija mayor. Tampoco encontraron amenazante ni peligroso a Kevin, a quien conocían prácticamente desde su nacimiento. Hoy fallecidos y sepultados en un cementerio en las afueras de la Ciudad Del Sol, los padres del artesano-escultor, inmigrantes llegados desde otro de los continentes, habían sido grandes amigos de Wilson e Iulí. Incluso Iris había visto en el jefe del Mercado Central de las Artesanías y en el originario de Las Heras a dos buenas personas. Como sostuvieran sus congéneres, sobre todo Wilson, las hermanas iban a quedar en buenas manos.

Era una de las tantas implicancias de la familia.
Individuos que se entendía, convivían y se respetaban.

_¿Qué fue lo que les dijo mi papá a Kevin y a vos cuando los dejamos solos en torno a la mesa, en el salón de té?., le preguntó Isabel a su compañero de amores, una vez que estuvieron de vuelta en la sala principal de la vivienda, tras haber dejado la bicicleta en su correspondiente ambiente.
La luz de las velas y las sombras que desparramaba en la sala, el canto de los grillos en el exterior y otros insectos de hábitos nocturnos, el sahumerio ardiente con aroma a rosas y el silencio que había dentro de ese ambiente creaban una perfecta atmósfera romántica, pensaban ambos.
Animados por dicha atmósfera, ocuparon uno de los sofás.
_Que si a Cristal y vos les llegara a faltar algo, cualquier cosa, si se sintieran desdichadas o desilusionadas o si llegaran a sufrir a causa del comportamiento de Kevin y el mío, directa o indirectamente, nos iba a eliminar – respondió Eduardo, ahora más convencido en cumplir la promesa que le hiciera a su futuro suegro –. No con esas palabras, naturalmente, ni tampoco con una solución así de extrema y radical.  A el y a mi nos pidió que no fuéramos c cometer la torpeza de descuidarlas, desilusionarlas ni defraudarlas. Kevin y yo le hicimos la firme promesa de que no vamos a dejar de tratarlas todo el tiempo como reinas. Eso prometió hacer el con Cristal, eso prometí hacer yo con vos. Te aprecio, estimo y quiero demasiado como para que no te sientas feliz a mi lado, Isabel, y eso es algo que nunca va a cambiar – no les vino nada mal un poco de agua. La dueña de la casa había traído la jarra llena y el par de vasos de vidrio, tras lo cual los llenó, dio uno a su compañero sentimental y volvió a ocupar su lugar en el sofá de dos plazas. El experto en arqueología submarina concluyó su parlamento haciendo al hada de la belleza una pregunta. Una más que obvia, porque ya conocía la respuesta –. ¿Y qué hay de tu mamá e Iris?, ¿de qué cosa hablaron con tu hermana y vos?.
Ocultó la risita con un sorbo de agua.
Nuevamente se enrojecieron sus mejillas.
_De lo que ya te habrás imaginado, y dejame decirte que acertaste en un cien por ciento. Sexo, desde el punto de vista femenino – consciente plenamente de que se trataba de algo habitual en ella, Isabel había adoptado esa expresión que no carecía de la característica sonrisa de timidez –. Es algo que las hadas aprendemos instintivamente, a medida que la infancia le va dejando su espacio a la adolescencia, pero al mismo tiempo es otro de los conocimientos transmitidos de generación en generación, que de acuerdo al género lo pasan los padres o las madres, en este caso de madres a hijas. Claro que lo diferente es el momento, el tiempo. Para las mujeres, como lo presenciaste hoy, se da cuando encuentran a su compañero sentimental, que en no menos del noventa y cinco por ciento de los casos es el primero y el único. Si, ya se que suena raro, pero pasa.  En mi caso fue a los veinticuatro, pero no ostento la marca. Esta es… bueno, no la conozco personalmente, pero es una mujer que vive en Polaris, en uno de los países de ese continente. A la edad de veintinueve tuvo lo que los seres feéricos conocemos y llamamos como “introducción íntima”. Claro que es una mera formalidad, porque desde los primeros instantes de la adolescencia mujeres y hombres ya conocen esos temas.
_¿Y en los hombres cuándo e da esa conversación introductoria?.
_A los trece o catorce años. Cuando mucho a los quince, hayan encontrado o no a una compañera.
_Demasiado parecido, entonces, a como son las cosas en la Tierra. Al menos en las culturas que yo conozco.  Solo que esa clase de temas se suele tratar  a … que se yo, cada vez a una edad más temprana, prácticamente cuando se termina la infancia – comparó el oriundo de Las Heras –. Lo de Cristal es más razonable, supongo, por la edad que tiene. Pero tu caso es distinto, Isabel. ¿Cómo puede ser que una mujer tan linda pudiera conservar la soledad sentimental hasta los veinticuatro? – otra vez la ya conocida rutina de las mejillas enrojecidas –. En fin… ¿Qué pensás de todo eso, de lo que hablaron tu hermana y vos con las almas solitarias?.
_no… no se, el sexo  y todo lo vinculado a el forma parte del aprendizaje instintivo y eso es común a todas las especies elementales –contestó su novia, que agregó –. Esa conversación que mantiene una madre con sus hijas es una tradición, como dije. Ahora comprendo de que se trataba eso  que no quisiste contarme ayer por la noche, cuando estábamos volviendo a Barraca Sola. ¿Por qué no quisiste tratar ese tema en ese momento?. Creo que diste por sentado que podría parecerme… ¿grosero, tal vez?, ¿o que iba a ser algo desubicado porque había sido esa nuestra primera salida, o la segunda, o porque nos habíamos conocido durante la tarde anterior… al menos vos a mi?.
_Es un poco de todo eso, si tengo que ser franco. No creí que fuera para nada prudente hablar de sexo  a los pocos minutos de que hubiésemos empezado nuestra relación formal. Me pareció que era demasiado pronto como para cualquier cosa que fuera más allá de los besos o ir tomados de la mano. Además, hubiera tenido que buscar las palabras adecuadas, como ya te dije, y en lugar de una mujer de mi especie eras (sos) un hada. Todo el conocimiento que yo poseo es inútil en este caso, porque ignoro por completo y recién estoy aprendiendo como tratan los seres feéricos ese tema y otros parecidos. Al final, es cierto eso de que todos los días se aprenden cosas nuevas – declaró Eduardo, mirando a los ojos a su compañera sentimental –.Le agradezco a Iulí e Iris que lo hayan hecho por mi. Me evitaron una situación… “incómoda”. A propósito, ellas dos y Wilson son personas maravillosas, ¿cuándo podemos ir al Banco Real a visitarlos una vez más, o varias?.
_¡¿Te cayeron bien, en serio?! – reaccionó con emoción el hada de aura lila, y sus alas se sacudieron veloz y brevemente a causa de ese sentimiento tan positivo. Pareció que iba a levantarse otra vez –. ¿Te muestro una foto de ellos?.
Su novio contestó que si.
El hada de la belleza se levantó del sofá y fue hasta su dormitorio, donde Eduardo, observando el nacimiento del pasillo, escuchó como abría un cajón _el silencio era total y evidente –. Unos instantes más tarde estuvo de nuevo en la sala principal, trayendo consigo una fotografía a color (una tecnología que estaba viendo sus primeros días en esa época), algo antigua, de tamaño no mayor a un calendario de bolsillo.
_Estos éramos nosotros – dijo, emocionada – en los tiempos en que estaban mis progenitores con vida. Yo tenía poco menos de seis años, cinco y diez meses, para dar la cifra correcta. Cristal, como ves, tenía tres años. Esta foto tiene una gran carga sentimental para mi.
Le dio la pieza a su compañero de amores.
Sorprendido Eduardo al reconocer la escena retratada.

Allí estaba el experto en arqueología submarina, sentado y la luz de las velas, captando hasta el detalle mínimo. Isabel se encontraba tranquila y sonriente sobre el regazo izquierdo de Iulí, que saludaba moviendo la diestra, en tanto Wilson sostenía a Cristal con ambas manos, al parecer meciéndola. El par de adultos estaba a su vez sobre un reluciente banquito de madera de colores discretos en la plaza central de la capital insular, un espacio que daba nombre a ese barrio, con la imponente y ornamentada fuente de mármol de tres niveles (tenía tres en ese momento) rebosante de agua cristalina y todas las tonalidades de verde, de la vegetación tan nutrida y tupida como siempre, como el fondo principal, extendiéndose desde un lateral de la fotografías hasta el otro, y hasta donde alcanzaba la vista más allá de la plaza. Esa era una de las tantas imágenes familiares en el mundo y la sociedad de las hadas, una en la que las hermanas y sus progenitores mostraban sinceros gestos de felicidad, no solo con la cara, sino también con los gestos, y el par de adultos saludaba moviendo como podía las extremidades, con entusiasmo. Al pie de la foto aparecían los nombres de las cuatro personas retratadas, y al dorso el motivo: el noveno aniversario de casamiento de Wilson e Iulí.
_Los padres y su descendencia. Esto que veo en la foto, que es una de las más clásicas imágenes familiares, son un gran regocijo para el alma y el espíritu. Lo son al menos para mi forma de ver las cosas – apreció Eduardo, reparando en otros detalles de la fotografía. El juguete para nenas (una muñeca) que su actual compañera sentimental sostenía con ambas manos, el peinado francamente horripilante de Wilson (el reconocía eso y lo asumía), los rayos solares de mitad de la tarde que iluminaban más a una parte que a otra de lo retratado, un ave “colada” que se había posado sobre el hombreo derecho de Iulí, el cabello atado con trencitas a los lados en Cristal, las alas de tres de los cuatro retratados (aún no estaban visibles las de la hermana de Isabel)medio ocultas a causa de los rayos solares, las uñas de la madre en su mano libre pintadas de lila, tres auras de ese color y otra violeta, que en la foto eran apenas visibles… Así como aparecían los cuatro, Wilson, Iulí, Cristal e Isabel representaban el vivo testimonio, uno registrado e ilustrado, de una familia tipo, muy feliz y dichosa, algo que el originario de Las Heras rara vez había podido disfrutar y tener. Observó de nuevo la foto y dijo: _Es preciso que encontremos al hada que los retrató, para darle la justa felicitación por este excelente trabajo. Toda una obra de arte, diría yo.
_¿Te gustó?. Podés conservarla, si querés., oreció Isabel.
_¿En serio?.
_Si, en serio?. Si la querés te la regalo.
_Pero si dijiste que esta fotografía es todo un símbolo para vos., se extrañó su novio.
_Hay otras tres copias de esa foto, y a mi me queda una en el dormitorio. El otro par lo tiene mi hermana – indicó la dueña de la casa –. Además, aunque no fuera de esa manera, el hecho de desprenderme de esta copia – volvió a ponerlas sobre las manos de Eduardo –. no le resta, ni mucho menos suprime, el simbolismo Adelante, es tuya la fotografía.
_Te lo agradezco mucho, bonita – el oriundo de Las Heras correspondió el obsequio de su compañera sentimental con un beso en la mejilla derecha –. ¿Fue hecha en un aniversario de casados, en serio?.
_Si, en el noveno. En esa misma tarde íbamos a reunirnos con unos cincuenta invitados en el club social de Aserradero Ema, para la celebración. De hecho, fuimos después de sacarnos esa fotografía. Pero hay más que eso. Ese instante detenido en el tiempo ocurrió la semana anterior a su fallecimiento, exactos siete días antes de ese fatídico momento – informó el hada de la belleza. Deliberadamente, Isabel había girado la cabeza y el cuerpo sin incorporarse ni dejar su lugar en el sofá, para evitar que su compañero de amores la observara a la cara al momento de tomar un pañuelo y secarse las lágrimas que ya le estaban cayendo a ambos lados de la nariz. Retomó la posición anterior y continuó hablando –. En la mañana de ese día, después que ellos y yo termináramos el desayuno y ellos dieran inicio a su fiesta de aniversario, mi papá y mi mamá habían empezado a planificar las vacaciones familiares, al sur del reino de Insulandia, junto a Kevin, que había cumplido años hacía poco, y sus padres. Era la primera vez que se podían tomar los suficientes días libres en sus trabajos como para hacer tal cosa. ¡Un mes!. Y veinticuatro horas antes de que mis progenitores quedaran atrapados en el viento huracanado habían… habían pagado dos mil novecientos sesenta soles por el alquiler de una cabaña en aquella villa turística. Incluso ya tenían en su poder los pasajes del barco de vapor. Tres días y medio de viaje y dos escalas en muelles locales. Pudieron ser segundos con las puertas espaciales, pero creyeron que un viaje por agua durante ochenta y cuatro horas podía resultar romántico. Tenían listo el equipaje y mi hermana y yo también, y Kevin y sus padres nos iban a esperar en un puerto en el límite oeste de la Ciudad Del Sol… era cuestión de esperar otros cuatro días… íbamos a salir dentro de noventa y seis horas, pero entonces ocurrió ese desastre natural y…
_Basta de seguir hablando, Isabel. Eso no te beneficia – le aconsejó su novio (sabio consejo, si los había, considerando el contexto) con atino, rodeándola con los brazos en un intento por reconfortarla, tranquilizarla y animarla. La tristeza del hada era imposible de ocultar, y Eduardo estaba determinado a revertir esa negativa situación – Pienso que podrías inundar esta sala con tus lágrimas. Si te resulta difícil y no te hace bien tratar ese tema, y eso es algo que salta a la vista… así que, ¿por qué no intentás pensar en otra cosa?. No estoy sugiriendo que te evadas del asunto ni mucho menos, pero si hicieras el esfuerzo de no concentrarte demasiado en eso, en ese pensamiento tan triste, que tanto lo es para vos, es muy posible, Isabel, que puedas…
_No lo puedo evitar, por más empeño y voluntad que ponga en el intento – dijo Isabel, muy agradecida por el esfuerzo que estaba haciendo su compañero sentimental y de este las palabras de aliento que pronunciara El aspecto emocional de la hermana de Cristal, habitualmente alegre y cargado de vitalidad, era ahora melancólico y un tanto apagado –. Cuando pienso en que ellos ya no están conmigo… si están, en realidad, pero no es lo mismo. Mi papá y mi mamá, también iris, se encuentran a medio camino entre la vida y la muerte y esa condición va a durar para siempre, aún milenio después que Cristal y yo hayamos fallecido. En su estado, ellos tienen la inmortalidad. ¿Eso lo podés comprender, no?. A mi hermana y a mi nos costó mucho al asimilar que tuvimos que crecer sin tener a nuestros progenitores, de verlos junto a nosotras en todo momento, en los malos y en los buenos – aunque las lágrimas cesaron, Isabel seguía hablando en un tono apagado –. Además, me parece que ellos e Iris andan en algo raro. La otra vez que estuve en el Banco Real se callaron de golpe cuando me vieron entrar al salón de té…
“Ni una palabra a mis hijas”, había pedido Wilson a Kevin y a Eduardo.
_... y el hecho de que no puedan “sobrevivir” fuera de su morada eterna por lapsos extensos poco ayuda a que Cristal y yo…
_Dijiste que si lo podían hacer, Isabel – interrumpió el arqueólogo, reaccionando con curiosidad, y firme en no hablar a su novia sobre aquello que Wilson había sugerido. Al aroma de loa sahumerios, aunque agradable, era penetrante. Un par de ellos estaban ardiendo sobre una repisa – que tus padres e Iris podían moverse a gusto por donde quisieran y cuando les viniera en gana. ¿O fue tu hermana la que dijo eso?. Ahora no lo recuerdo.
_Si lo pueden hacer, pero siempre es por un lapso de tiempo muy reducido. Eso fue y es algo muy común a todas las almas solitarias que existen hoy en el planeta, no solo a las insulares. También a las que ya desaparecieron – explicó Isabel, un tanto más relajada. Las palabras y gestos de Eduardo habían tenido su lado positivo – Mi mamá e Iris lo intentaron una vez. Se habían distraído y dejado llevar por el clima festivo en la Ciudad Del Sol, cuatro años atrás, y por poco desaparecen. Habían ido al barrio Colonia Florida, para presenciar allí las celebraciones del Festival del Invierno, y cuando se dieron cuenta de que ese lapso de tiempo estaba llegando a su fin, de que sus cuerpos se estaban tornando de una tonalidad más clara y que estaban desapareciendo, tuvieron que viajar a una velocidad de vértigo para estar otra vez en su morada. Por poco y si hubieran fallecido. Tengo que reconocer que esa fue la única vez en que vi a mi papá asustado. La idea de perder a su compañera de toda la vida y a su mejor amiga en una sola acción le pareció terrible e inconcebible. Por fortuna no fue más que un susto. Ellas y mi papá se recuperaron, pero les llevó tiempo.
_Que bueno que las dos tuvieron éxito en volver al Banco Real – celebró el arqueólogo, que en broma agregó, para lograr que su compañera sentimental cambiara el tema de conversación si se distendiera del todo de la tristeza –. Sobre todo iris, porque ella es tan atractiva, sensual y voluptuo…
_¡Lo sabía! – exclamó Isabel, previo al gruñido – Sabía que más tarde o más temprano ibas a decir alguna guarangada. ¿Todos los hombre de tu especie son así con las mujeres?.
_Fue otro intento por lograr que pensaras en otra cosa – se excusó el originario de Las Heras –, para que no continúes deprimida y triste, Isabel. Tal vez esto si funcione.

El beso de amor si funcionó.
Había sido de inmensa ayuda para tranquilizarla, y finalmente el hada de la belleza previo a la promesa hecha a su novio – describir las aplicaciones del don heredado de su madre –, pudo cesar con sus lágrimas y dejar de pensar, al menos de esa forma tan intensa, en el estado en que se hallaban (y lo harían por siempre) sus progenitores e Iris. Eduardo e Isabel se quedaron dormidos allí mismo, abrazados e inundados por el silencio, y no abrieron los ojos sino hasta que los primeros rayos solares del nueve de Marzo empezaron, lentamente, a colarse por la ventana, y el canto de los pájaros a hacer efecto en sus oídos.



Continúa…





--- CLAUDIO ---

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