_...Le contesté que si. Fue una respuesta
cien por ciento sincera, porque vos me gustaste desde la primera vez que te vi.
Cuando te conocí en la cabaña. Fue un amor a primera vista. Así lo llaman las
dos razas, la feérica y la humana. –finalizó, sumamente dichosa de poder
recordar aquel momento, el hada de la belleza, al cruzar el puente sobre un
río, siempre andando en bicicleta. Ahora se encontraban a medio camino entre el
invernadero con las plantas del continente florentino y el Banco Real. Carretas
más o menos grandes en solitario y unos pocos peatones circulaban en las dos
direcciones, transportando diversas mercancías, y las hadas transportistas
también mostraban su poco o nulo gusto por el agobiante calor de la mañana. La
capital insular y sus áreas colindantes estaban cerca del paralelo cero, y eso
influía en su clima cálido tropical permanente –. Nunca había experimentado ese
sentimiento. El amor era algo completamente nuevo para mi. Esta mañana,
mientras estábamos desayunando, me explicaste el significado de la expresión “cabecita
de novia”, y diste ejemplos de eso. Pues bien, yo la experimenté tal cual –.
hizo una pausa y agregó – Empecé a cometer demasiados errores de golpe, y los
de mi especie, sobre todo las mujeres, se dieron cuenta inmediatamente a que
causas obedecía ese curioso comportamiento, lo que me estaba pasando.
_¿Bien o mal?, ¿cómo les cayó a las hadas la
noticia del enamoramiento de una de ellas de mi, de un ser humano?... porque yo
venía de un planeta distantísimo a causa de un suceso azaroso, por pura
casualidad, y ni siquiera estaban seguras acerca de si iba a sobrevivir o no –
quiso saber su compañero sentimental. Hubiera querido el hombre insultar a
causa de la alta temperatura, pero sabía que los seres feéricos, los del sexo
femenino al menos, eran poco amistosos con las groserías e insultos –. ¿Cómo lo
tomaron?.
Volvieron a desmontar y caminar tomados de la
mano, arrastrando Eduardo la bicicleta con la mano izquierda, algo que habría
de convertirse en rutina y costumbre a muy corto plazo. El estaba mirando ahora
el avance de otras obras a los dos lados de cada camino y sobre estos, o tal
vez fuera porque en esta oportunidad estaba
prestando mayor atención y concentración que durante las jornadas anteriores –
el de sobra sabía que la sorpresa duraría días, sino era que más – Hombres y
mujeres que vestían overoles celestes y rosas, por ejemplo, estaban absortos y
ocupados en el reemplazo, en esa ruta real, de los descoloridos, añosos y
deteriorados adoquines por otros nuevos, de fabricación reciente. En el
antebrazo izquierdo llevaban un brazalete con la inscripción “C-IO” y en la
espalda la leyenda “Consejo de Infraestructura y Obras”, lo que indicaba de
cual organismo público dependían esos trabajadores de ambos sexos. Había allí
tres hombres y dos mujeres, que usaban elementos simples pero eficaces, como
picos y palas, y al pesado contenedor metálico iban a parar los adoquines
viejos y escombros, cuyo destino sería alguna de las plantas de tratamiento,
clasificación y destrucción (TCD) de residuos.
_Al principio no hubo otra cosa que opiniones
divididas. Algunas hadas, y también individuos de las otras especies elementales, reaccionaron
de buena manera y otros… bueno, no digo que lo vieron con malos ojos, sino con
un escepticismo bastante acentuado. Un escepticismo que implicó bromas y
sonrisas burlonas. Pensaron que se podía tratar de algo pasajero, de un
sentimiento circunstancial, algo producto de la conmoción causada por tu
llegada a nuestro planeta – recordó el hada de aura lila. Esa había sido la
primera vez que se enamoraba, un sentimiento al que desde su inicio encontraba
muy gratificante y reconfortante. Nuca mejor puestas las expresiones como “cabecita
de novia” y “mariposas en el estómago” – Pero los seres elementales, en
particular las hadas, se equivocaron, y lo reconocieron en cuestión de días, yo
diría que antes que se hubiera cumplido la primera quincena desde tu llegada.
Lo aceptaron como un hecho imposible de negar, y en conjunto decidieron
ayudarme en caso de que lo llegara a necesitar. Sugerencias, consejos y esas
cosas. Y hablo exclusivamente del amor
como sentimiento. Es muy tranquilizante el hecho de saber que la población de
Del Sol, no solo mis amigas y amigos, estaban allí, y siguen estando, para ayudarme
– “Creo que me estoy enamorando”, había sido la respuesta a la pregunta de la
reina Lili –. Por ejemplo, aquellos dos hombres que nos ayudaron a Cristal y a
mi vinieron todos los días a nuestra casa (si es de los dos) para ocuparse de
tu aseo e higiene. También lo hizo Lursi, el compañero de amores de Nadia, que
es también médico. Era el pudor, ¿sabés? – se le enrojecieron las mejillas –
Para cuando se cumplieron esos primeros quince días, además, mi especie y yo
teníamos el pleno convencimiento de tu creencia. Creías con firmeza en la
existencia de las hadas, lo que para los míos y para mi fue una alegría. Por lo
poco que conocemos de los seres humanos, no muchos de ellos lo hacen.
_Es
por ese tatuaje que tengo en la parte izquierda de la espalda, justo a la
altura del corazón., dedujo Eduardo sin ningún problema, recordando que llevaba
dicho grabado desde hacía mas o menos cuatro años.
Un hada cuyas alas parecían las de una
mariposa, grandes y de diversos tonos de celeste y colores parecidos a ese,
estaba durmiendo la siesta, su cabeza apoyada sobre ambas manos, sobre la rama
de un árbol. Tenía una corta cabellera oscura, ropa de colores discretos que
contrastaban con el de la rama y unas pocas hojas. Aun durmiendo, se le notaba
el aire de tranquilidad. Rodeando al gráfico (la obra bastante elaborada de una
tatuadora experta) había una figura con la forma de una gota, de un vivo tono
de azul, sobre la cual estaba el gráfico principal. El tatuaje, una de las
formas en que había reparado para poner de manifiesto su creencia, había sido
la obra de una artista de gran talento, una de las pocas personas que el
conocía personalmente, que habían contribuido a crear aquella “comunidad” de creyentes
en las hadas.
El tatuaje ya no estaba allí. Las hadas lo
habían borrado cuando le brindaban la atención médica a Eduardo.
_Por eso mismo – confirmó la hermana de
Cristal, acordándose del momento en que observara el tatuaje por primera vez,
cuando aquel, mientras le acomodaban la ropa tras hallarlo en la cabaña –. Ese dibujo
fue algo que nos hizo comprender que vos no ibas a ser una amenaza ni un
peligro para cualquiera de las comunidades de seres elementales, ni mucho menos
para las hadas – y quiso preguntar –. ¿por qué una gota?.
_El agua me calma – contestó Eduardo, viendo
en ello una de las razones por las que estaba sintiéndose tan a gusto en el
reino de Insulandia –. Es decir, si pienso por ejemplo en un río fluyendo, una
cascada produciendo la espuma en la parte baja o una ola golpeando la costa, o
incluso en un respiradero me produce calma, paz interior y quietud – y finalizó
diciendo –. No se explicar desde cuando me pasa eso, pero lo hace. Varias culturas
antiguas y algunas modernas también consideran al agua como un aspecto…
calmante, si se quiere. Es una de las razones por las que tu reino me atrae
tanto. Pero creo que eso puede quedar
para otra ocasión, me refiero a ahondar en eso que siento por el agua.
_Supongo que si – dijo Isabel, que se
disculpó a continuación –. Perdón por haber borrado el tatuaje.
_No tiene importancia – la tranquilizó
Eduardo –. Después de todo, no era más que una demostración gráfica. Lo que
siento y creo no va a cambiar porque esté o no un tatuaje en mi piel. Y déjame decirte
que acertaron, tu especie y vos, cuando concluyeron que yo no iba a ser un
peligro ni una amenaza para el reino elemental.
Eduardo había tomado aquello como un
cumplido.
_Acertamos – reiteró Isabel, contenta por
haberlo hecho –. ¿Y sabés otra cosa?. Los seres feéricos también nos tatuamos
la piel, un dibujo más elaborado o menos. La costumbre en mi especie es hacerse
uno que represente a su don, talento, virtud o lo que sea. Las hadas del agua,
por ejemplo, se tatúan una gota, las de la vegetación una hoja, las del aire
una nube, y aquellas que representan la
belleza, como yo, un corazón. Si, yo tengo un tatuaje – se anticipó –. Un corazón
de color lila. Le pedí a Nadia que lo hiciera, hace ya un año y once meses,
porque es la única hada que conozco que tiene experiencia haciéndolo. ¡Pero no
te puedo (no quiero) decir en que parte lo tengo! – se ruborizó. Por la
expresión facial que adoptara su novio, advirtió que este había adivinado la
ubicación del corazón lila –. Pero volviendo a tu caso… saber que creías en la
existencia de mi especie fue motivo de regocijo y alegría por parte de las
hadas, e incluso de los demás seres elementales. Tu tatuaje fue una evidente
muestra de esa tarea.
_O sea que aun estando sin conocimiento pude
hacer algo por los seres feéricos – se alegró el experto en arqueología
submarina, “colega” de Isabel, enseñando una amplia sonrisa de conformidad – Es
una lástima que ustedes no puedan tener la oportunidad de tener mi
investigación, porque les podría resultar de ayuda. La cultura feérica se vería
beneficiada…supongo.
_Tal vez si exista una manera de recuperar
ese trabajo – discrepó Isabel –. aunque se trata de algo complicado e improbable.
Quiero decir que conseguirlo, sino imposible, va a ser muy difícil.
Eduardo se emocionó al escuchar sobre la
posibilidad de recuperar su trabajo sobre las hadas.
_¡¿En serio?, ¿cómo?!.
_No se como, pero la reina Lili si. Implica
una clase de magia y habilidades que muy pocos en este reino, e incluso en el
mundo, conocen y dominan; y muy complicadas,
tanto en la teoría como en la práctica, así que creo que aun a nuestra reina le
podría costar trabajo – informó la hermana de Cristal – Y hablando de la
soberana insular, ¿termino de contarte lo que pasó después que me hizo la
pregunta sobre lo que yo empecé a sentir?.
_Por favor., quiso Eduardo.
Una vez más, el hada de la belleza volvió a
sumergirse en su memoria.
Continúa…
--- CLAUDIO ---
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