Por aquellos días, durante los meses de Enero
y febrero, Eduardo, que ocupara no menos de una página en cada nueva salida de
los medios gráficos insulares, continuaba sin recuperar el conocimiento. Sin
embargo, las mejorías en su condición y estado físico eran evidentes. Había recuperado
la piel su color, dejando en el pasado la palidez tan preocupante, y el corazón
el ritmo normal en los latidos. Nadia, la reina Lili, Cristal, la princesa
Elvia – durante la segunda quincena de Enero y la primera de Febrero, porque al
dar inicio la segunda se tuvo que ocupar de lleno al complicado año que tenía
por delante: las numerosas elecciones y referendos por venir demandaban un gran
sacrificio y mucho trabajo por parte de los funcionarios públicos, incluidos
los componentes del Consejo Real – la dueña de la vivienda y otra decena de
seres feéricos le procuraron la ingesta de nutrientes mediante pociones,
brebajes reconstituyentes, algunos hechizos y medicinas, en tanto que los
individuos del sexo masculino, entre estos los compañeros sentimentales de
Nadia y la princesa Elvia, continuaron ocupándose de buena gana de asearlo a
diario. La presión corporal y la sanguínea también dieron señales, más
evidentes cada día, de estar volviendo a la normalidad, paulatinamente, y su
pulso había ascendido de malo a regular. Para ese momento, Isabel, que aun con
esta nueva obligación no dejaba de responder a sus tareas en el Museo Real de
Arqueología. Ya aceptaba el nuevo sentimiento y había empezado a recibir los
primeros consejos, aunque algunos de estos conservaron el tono de broma. El
compañero de amores der la heredera y el de Nadia, por ejemplo, amigos de
Isabel de toda la vida, habían incluso propuesto entre ellos la idea de
enseñarle a Eduardo, cuando por fin hubiera despertado, el método feérico
masculino para conquistar y tener éxito con el sexo opuesto, algo que por
supuesto no causó una pizca de gracia en la anfitriona…
Cuando promediara ya la primera quincena del
mes de Febrero, también el mismo período en el antiguo calendario de las hadas,
ambas hermanas de aura lila, las mujeres que estaban más comprometidas con esta
“asignación”, decidieron darle algunos cambios al aspecto físico general de
Eduardo, a lo que ellas y cualquiera de sus congéneres de ambos sexos podían ver, borrando una por una todas las
imperfecciones de su cuerpo – cicatrices, acné tardío, manchones, lunares, cortes…
–, quitando las marcas producidas durante aquel tormentoso viaje, desde que
saltara de la cabina hasta que cayera sobre el banquito en la cabaña, dejándole
la dentadura de punta en blanco y cortando al ras su cabello y las uñas en las
manos y los pies. Más aun, Cristal, una aplicada estudiante de medicina, había
llevado a la práctica gran parte de sus conocimientos médicos sobre
desintoxicaciones y borrado todo vestigio de alcohol y tabaco en el organismo
del hombre inconsciente, aplicando esas novedosas fórmulas y pócimas de
descubrimiento reciente. En simultáneo a eso, en un par de sesiones
extraordinarias, el Consejo Supremo Planetario –el máximo organismo jurídico,
legislativo y político de las hadas a nivel
mundial, conformado por los líderes de los setenta y seis países – había delegado
en el Consejo Real insular, un organismo propio de cada reino, con cantidades
variables de componentes (entre ocho y veinticuatro), la tarea de decidir el
destino del alienígena procedente del planeta Tierra, visto que, de una manera
o de otra, se tendría que quedar en el mundo de las hadas y los seres elementales.
Los consejeros reales de Insulandia ya habían dado el visto bueno a la idea que
presentara la mismísima reina Lili y gran parte de las hadas que estuvieron
implicadas en el restablecimiento de Eduardo, sobre que la residencia de este
nuevo e inesperado habitante, único en su tipo, fuera decidida y fijada por su cuidadora,
a lo que el hada de la belleza que vivía en La Fragua 5-16-7 había elegido su
propia vivienda, en la periferia de la ciudad capital, para tal fin. Entonces,
a ninguna persona le hubieron de quedar dudas sobre cuales eran sus
sentimientos…
Al dar inicio la segunda semana del mes de
Febrero, los seres feéricos se habían puesto en movimiento, sobre todo aquellos
que trabajaban en los mercados centrales de maderas y muebles, el del calzado y
el textil, respondiendo, como prometieron semanas atrás, a los pedidos de ayuda
que hiciera su congénere de aura lila. En el de maderas y muebles, los
trabajadores de ambos sexos habían construido, por pedido no solo de Isabel
sino también de la reina insular, media docena de muebles para reequipar el
dormitorio antes perteneciente a Cristal, la cómoda, a la que el vigésimo octavo
día de febrero (el vigesimonoveno día del segundo mes en el antiguo calendario
de las hadas) le incorporaron un bonito
y ornamentado espejo de tres partes cuyas laterales se doblaban hacia adentro;
una nueva cama, esta de madera y con refuerzos de acero, lo bastante fuerte
como para resistir los casi ochenta kilogramos de peso de su futuro ocupante;
la mesita de luz y el armario que totalizaban ocho espacios interiores; la mesa
cuadrada de un metro diez por un metro diez y un par de sillas. Cuando al fin
estuvo nuevamente reequipado el dormitorio, Isabel quiso decorarlo con una nueva
capa de pintura blanca en las paredes y el techo, el cambio de zócalos allí
donde se unían las paredes y el piso, reparaciones menores en las puertas y el
marco de la ventana que ofrecía vistas al pasillo y a la sala vacía que tenía detrás
y la instalación en una de las paredes de una pintura alegórica de la cultura
de las hadas – una familia de cuatro en un pic-nic a la vera de un lago –. Las mejorías
en el estado físico de Eduardo no se habían detenido en su buena marcha e
Isabel, la reina Lili, Cristal, Nadia, la princesa Elvia y los compañeros
sentimentales de las dos últimas (más tarde, uno o dos días después, se
agregaría el “amigovio” de Cristal), quienes más estuvieron comprometidos e
implicados con la recuperación de Eduardo, concluyeron que era cuestión de
tiempo, de días, para que el restablecimiento fuera total y empezaron, por esa
razón, a sentir mayor tranquilidad, por el trabajo bien hecho, y administrarle
medicamentos diferentes y menos potentes. Los que eran más adecuados para el
estado del paciente.
Previo a ello, una vez que hubo de llegar el
octavo día (el primer minuto de este) en este nuevo planeta, desconocido e
inadvertido para el, Eduardo había, sin saber que lo estaba haciendo,
establecido una nueva marca, lo que hubo de implicar una breve nota en la sección
de Logros e Hitos en El Heraldo Insular, el principal medio gráfico del reino
de Insulandia. Era el primero de los seres humanos que lograba sobrevivir por
tanto tiempo en el planeta de los seres feéricos y elementales. Los otros tres,
aviadores militares norteamericanos, también víctimas involuntarias de la
anomalía en el espacio y el tiempo, no habían vivido por más de una semana. Hacia
el decimosegundo día de estadía del experto en arqueología submarina (la coincidencia
de títulos era una de las razones por las que Isabel se había sentido atraída
desde el primer momento), las hadas en el Consejo de Hacienda y Economía y las
del Banco Real de Insulandia concluyeron la acuñación de unas cuantas monedas
de oro de mil, quinientos y cien soles, el signo monetario local, que totalizaron
diecisiete mil seiscientos, un obsequio por parte del cuarteto de
descubridoras: Cristal, la princesa Elvia, Nadia e Isabel, quienes concluyeron
que Eduardo habría de necesitar una cantidad de dinero una vez que estuviera de
pie. Y, el día veinte de Febrero (veintiuno del segundo mes en el calendario
antiguo) por la tarde, el personal de los mercados centrales de textiles y del
calzado habían finalizado la producción de varias prendas de vestir y zapatos
para hombres. Sin embargo, pese a las mejores atenciones recibidas y avances
por demás significativos, Eduardo continuaba sin recuperar el conocimiento,
ajeno a todo lo que estaba pasando a su alrededor y a todo cuanto estaban
haciendo por el. A excepción de Isabel, los seres feéricos habían vuelto a la
cotidianeidad y rutina de sus vidas. Nadia y la reina Lili iban a La Fragua
5-16-7 una vez que daban por finalizadas sus respectivas jornadas de trabajo, los
hombres lo hacían por las noches, la princesa heredera al mediodía y cristal a
la tarde. Les alegraba saber que el “paciente” se estaba recuperando y que
habían hecho un excelente trabajo, pero en cada visita más o menos extensa el resultado era el mismo:
el no recupero del conocimiento.
Fue recién a mitad de la tarde del día número
cincuenta – seis de Marzo en este calendario, día quinto del mes tres en el
antiguo – que el oriundo de Las Heras volvió a abrir los ojos, en un momento en
que tres de las hadas que estuvieron a su lado desde el principio se encontraban
en la sala principal de la vivienda degustando te con galletitas, pensando que
hacer y como cuando por fin aquello ocurriera. Las tazas ya estaban vacías e
Isabel, Nadia y la reina Lili se disponían a hacer otra visita al dormitorio,
cuando escucharon pasos y movimientos en el. Anduvieron en el pasillo y una de
ellas tomó el pomo de la cerradura en el ambiente de destino.
Continúa…
--- CLAUDIO ---
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