sábado, 29 de julio de 2017

3.4) En la memoria de Isabel, parte 3

Por aquellos días, durante los meses de Enero y febrero, Eduardo, que ocupara no menos de una página en cada nueva salida de los medios gráficos insulares, continuaba sin recuperar el conocimiento. Sin embargo, las mejorías en su condición y estado físico eran evidentes. Había recuperado la piel su color, dejando en el pasado la palidez tan preocupante, y el corazón el ritmo normal en los latidos. Nadia, la reina Lili, Cristal, la princesa Elvia – durante la segunda quincena de Enero y la primera de Febrero, porque al dar inicio la segunda se tuvo que ocupar de lleno al complicado año que tenía por delante: las numerosas elecciones y referendos por venir demandaban un gran sacrificio y mucho trabajo por parte de los funcionarios públicos, incluidos los componentes del Consejo Real – la dueña de la vivienda y otra decena de seres feéricos le procuraron la ingesta de nutrientes mediante pociones, brebajes reconstituyentes, algunos hechizos y medicinas, en tanto que los individuos del sexo masculino, entre estos los compañeros sentimentales de Nadia y la princesa Elvia, continuaron ocupándose de buena gana de asearlo a diario. La presión corporal y la sanguínea también dieron señales, más evidentes cada día, de estar volviendo a la normalidad, paulatinamente, y su pulso había ascendido de malo a regular. Para ese momento, Isabel, que aun con esta nueva obligación no dejaba de responder a sus tareas en el Museo Real de Arqueología. Ya aceptaba el nuevo sentimiento y había empezado a recibir los primeros consejos, aunque algunos de estos conservaron el tono de broma. El compañero de amores der la heredera y el de Nadia, por ejemplo, amigos de Isabel de toda la vida, habían incluso propuesto entre ellos la idea de enseñarle a Eduardo, cuando por fin hubiera despertado, el método feérico masculino para conquistar y tener éxito con el sexo opuesto, algo que por supuesto no causó una pizca de gracia en la anfitriona…
Cuando promediara ya la primera quincena del mes de Febrero, también el mismo período en el antiguo calendario de las hadas, ambas hermanas de aura lila, las mujeres que estaban más comprometidas con esta “asignación”, decidieron darle algunos cambios al aspecto físico general de Eduardo, a lo que ellas y cualquiera de sus congéneres de ambos sexos  podían ver, borrando una por una todas las imperfecciones de su cuerpo – cicatrices, acné tardío, manchones, lunares, cortes… –, quitando las marcas producidas durante aquel tormentoso viaje, desde que saltara de la cabina hasta que cayera sobre el banquito en la cabaña, dejándole la dentadura de punta en blanco y cortando al ras su cabello y las uñas en las manos y los pies. Más aun, Cristal, una aplicada estudiante de medicina, había llevado a la práctica gran parte de sus conocimientos médicos sobre desintoxicaciones y borrado todo vestigio de alcohol y tabaco en el organismo del hombre inconsciente, aplicando esas novedosas fórmulas y pócimas de descubrimiento reciente. En simultáneo a eso, en un par de sesiones extraordinarias, el Consejo Supremo Planetario –el máximo organismo jurídico, legislativo y político  de las hadas a nivel mundial, conformado por los líderes de los setenta y seis países – había delegado en el Consejo Real insular, un organismo propio de cada reino, con cantidades variables de componentes (entre ocho y veinticuatro), la tarea de decidir el destino del alienígena procedente del planeta Tierra, visto que, de una manera o de otra, se tendría que quedar en el mundo de las hadas y los seres elementales. Los consejeros reales de Insulandia ya habían dado el visto bueno a la idea que presentara la mismísima reina Lili y gran parte de las hadas que estuvieron implicadas en el restablecimiento de Eduardo, sobre que la residencia de este nuevo e inesperado habitante, único en su tipo, fuera decidida y fijada por su cuidadora, a lo que el hada de la belleza que vivía en La Fragua 5-16-7 había elegido su propia vivienda, en la periferia de la ciudad capital, para tal fin. Entonces, a ninguna persona le hubieron de quedar dudas sobre cuales eran sus sentimientos…
Al dar inicio la segunda semana del mes de Febrero, los seres feéricos se habían puesto en movimiento, sobre todo aquellos que trabajaban en los mercados centrales de maderas y muebles, el del calzado y el textil, respondiendo, como prometieron semanas atrás, a los pedidos de ayuda que hiciera su congénere de aura lila. En el de maderas y muebles, los trabajadores de ambos sexos habían construido, por pedido no solo de Isabel sino también de la reina insular, media docena de muebles para reequipar el dormitorio antes perteneciente a Cristal, la cómoda, a la que el vigésimo octavo día de febrero (el vigesimonoveno día del segundo mes en el antiguo calendario de las hadas)  le incorporaron un bonito y ornamentado espejo de tres partes cuyas laterales se doblaban hacia adentro; una nueva cama, esta de madera y con refuerzos de acero, lo bastante fuerte como para resistir los casi ochenta kilogramos de peso de su futuro ocupante; la mesita de luz y el armario que totalizaban ocho espacios interiores; la mesa cuadrada de un metro diez por un metro diez y un par de sillas. Cuando al fin estuvo nuevamente reequipado el dormitorio, Isabel quiso decorarlo con una nueva capa de pintura blanca en las paredes y el techo, el cambio de zócalos allí donde se unían las paredes y el piso, reparaciones menores en las puertas y el marco de la ventana que ofrecía vistas al pasillo y a la sala vacía que tenía detrás y la instalación en una de las paredes de una pintura alegórica de la cultura de las hadas – una familia de cuatro en un pic-nic a la vera de un lago –. Las mejorías en el estado físico de Eduardo no se habían detenido en su buena marcha e Isabel, la reina Lili, Cristal, Nadia, la princesa Elvia y los compañeros sentimentales de las dos últimas (más tarde, uno o dos días después, se agregaría el “amigovio” de Cristal), quienes más estuvieron comprometidos e implicados con la recuperación de Eduardo, concluyeron que era cuestión de tiempo, de días, para que el restablecimiento fuera total y empezaron, por esa razón, a sentir mayor tranquilidad, por el trabajo bien hecho, y administrarle medicamentos diferentes y menos potentes. Los que eran más adecuados para el estado del paciente.

Previo a ello, una vez que hubo de llegar el octavo día (el primer minuto de este) en este nuevo planeta, desconocido e inadvertido para el, Eduardo había, sin saber que lo estaba haciendo, establecido una nueva marca, lo que hubo de implicar una breve nota en la sección de Logros e Hitos en El Heraldo Insular, el principal medio gráfico del reino de Insulandia. Era el primero de los seres humanos que lograba sobrevivir por tanto tiempo en el planeta de los seres feéricos y elementales. Los otros tres, aviadores militares norteamericanos, también víctimas involuntarias de la anomalía en el espacio y el tiempo, no habían vivido por más de una semana. Hacia el decimosegundo día de estadía del experto en arqueología submarina (la coincidencia de títulos era una de las razones por las que Isabel se había sentido atraída desde el primer momento), las hadas en el Consejo de Hacienda y Economía y las del Banco Real de Insulandia concluyeron la acuñación de unas cuantas monedas de oro de mil, quinientos y cien soles, el signo monetario local, que totalizaron diecisiete mil seiscientos, un obsequio por parte del cuarteto de descubridoras: Cristal, la princesa Elvia, Nadia e Isabel, quienes concluyeron que Eduardo habría de necesitar una cantidad de dinero una vez que estuviera de pie. Y, el día veinte de Febrero (veintiuno del segundo mes en el calendario antiguo) por la tarde, el personal de los mercados centrales de textiles y del calzado habían finalizado la producción de varias prendas de vestir y zapatos para hombres. Sin embargo, pese a las mejores atenciones recibidas y avances por demás significativos, Eduardo continuaba sin recuperar el conocimiento, ajeno a todo lo que estaba pasando a su alrededor y a todo cuanto estaban haciendo por el. A excepción de Isabel, los seres feéricos habían vuelto a la cotidianeidad y rutina de sus vidas. Nadia y la reina Lili iban a La Fragua 5-16-7 una vez que daban por finalizadas sus respectivas jornadas de trabajo, los hombres lo hacían por las noches, la princesa heredera al mediodía y cristal a la tarde. Les alegraba saber que el “paciente” se estaba recuperando y que habían hecho un excelente trabajo, pero en cada visita  más o menos extensa el resultado era el mismo: el no recupero del conocimiento.

Fue recién a mitad de la tarde del día número cincuenta – seis de Marzo en este calendario, día quinto del mes tres en el antiguo – que el oriundo de Las Heras volvió a abrir los ojos, en un momento en que tres de las hadas que estuvieron a su lado desde el principio se encontraban en la sala principal de la vivienda degustando te con galletitas, pensando que hacer y como cuando por fin aquello ocurriera. Las tazas ya estaban vacías e Isabel, Nadia y la reina Lili se disponían a hacer otra visita al dormitorio, cuando escucharon pasos y movimientos en el. Anduvieron en el pasillo y una de ellas tomó el pomo de la cerradura en el ambiente de destino.


Continúa…




--- CLAUDIO ---

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