_ ¿De mejoras hablaste, Isabel?, ¿cómo
cuáles?, quiso saber Eduardo, mientras miraban la fachada de la estructura.
Le pareció que había poco movimiento para ser
la tarde-noche, el fin para la mayoría de la jornada laboral. O tal vez se
debía sencillamente a que estaba acostumbrado al bullicio y el ajetreo de la
zona metropolitana, con una auténtica marea humana y hacinados todos los
transportes públicos.
Gran sentido de la oportunidad el que
tuvieron la reina Lili y la jefa del Consejo SAM, Nadia, cuando al estar de
vuelta en esa calle y posar los pies en el suelo con suavidad, los descubrieron
tomados de la mano, un impulso mutuo al que no quisieron negarse, y observando
la vela en el interior de uno de los faroles. La visita superficial a la
vivienda había llegado a su término cuando Isabel le explicara que al día
siguiente, al promediar la tarde, una cuadrilla del Consejo de Cultura (CCT, su
sigla) iba a decorarla, como a todas las estructuras de su tipo con motivo de
la festividad que tendría lugar en todo el país – ¡en todo el hemisferio! – el vigesimoprimer
día del mes.
_ Esa mezcla entre las dos razas nos confirió
una mayor sofisticación biológica, física y genética. A los seres elementales
como un todo y a las hadas como una parte del todo – empezó a narrar Isabel,
apelando otra vez a sus conocimientos sobre historia –. De eso un buen ejemplo
son los sentidos, que ahora son más agudos en mi especia. Fue una suerte de
aceleración evolutiva, o evolución acelerada, como la prefieras llamar. Ese cambio
en los sentidos hizo que los seres feéricos dejáramos de estar expuestos a
ciertos peligros que antes resultaban alarmantes. No mortales ni nada parecido,
solo alarmantes. Otro aspecto, como creo que ya te diste cuenta, es esta aura
cambiante. Su brillo y tamaño varían de acuerdo a nuestras emociones y también
por lo que sentimos, por nuestros sentimientos. El aura es una manifestación
visible de nuestra energía vital, que además puede mantenerse con cada una de
las formas de vida que existen en este planeta, y viceversa. O sea que una necesita de la otra para
conservar su existencia y sobrevivir al paso del tiempo, algo que por supuesto
pasaba desde muchísimo tiempo antes del Primer Encuentro. Diría que desde el
surgimiento mismo de la raza elemental, aunque eso no podemos comprobarlo.
_Entonces, ¿es como una especie de
simbiosis?.
Eduardo trataba de comprender del todo esa
relación.
_Si, es tal cual una simbiosis. Si algo les
llegara a pasar a esas formas de vida las hadas lo sentiríamos, y si algo nos
pasara lo sentirían, aunque no se encuentre en juego la existencia en ninguno
de los casos – confirmó el hada de aura lila, observando a un par de aves en la
plena construcción de su nido, en la tupida rama de un árbol paraíso, las que
sobresalían gracias a su característico canto –. ¿Te fijaste que no tenemos
alas, por casualidad?. En realidad, si las tenemos, lo que pasa es que son
retráctiles. Podemos hacer que aparezcan y desaparezcan a nuestra completa y
total voluntad, por todo el tiempo que se nos antoje en cada caso. Eso es algo
que fuimos incapaces de hacer hasta el momento en que la interacción con las
hadas terrestres fue más allá de, por ejemplo, el comercio y la cultura – sus mejillas
se enrojecieron ligeramente, y Eduardo esbozó una sonrisa, entendiendo que
había querido decir con eso de “más allá de…” –. Cuando aparecen las alas
nuestra aura se extiende a ellas – arrojó unas cuantas migas de pan al suelo,
más allá de una franja de tierra aplanada de un metro de ancho entre la vereda
y la calle, y al instante un quinteto de pájaros descendió de entre la frondosa
copa de otro árbol. Isabel y Eduardo se retiraron a una distancia prudencial y
los observaron picotear en el suelo –. Imagino que habrá visto las luces en
cielo mientras estuviste navegando a la deriva. No se trató de máquinas
voladoras ni de estrellas fugaces, sino de seres feéricos en pleno vuelo,
algunos de los cuales estaban tratando de encontrarte. Otro de los cambios de la
evolución acelerada, una implicancia directa de ella, fue una mayor velocidad. El año pasado, entre el seis de septiembre y
el mismo día de noviembre se alcanzaron y registraron las nuevas máximas – y se
sumergió en la memoria propia –. Fue durante las Competencias Mundiales, que
las hadas celebramos una vez cada cinco años… son como los juegos olímpicos
para los seres humanos. Los nuestros abarcan ciento nueve competiciones. Se
hicieron acá, en Insulandia – e informó –. El once de septiembre, viajando de
sur a norte, la reina Lili alcanzó los cuatro mil novecientos treinta y cinco
kilómetros por hora, en al aire. Seis días más tarde, un hada alcanzó los dos
mil ciento setenta y cinco y los mil cuatrocientos ochenta en tierra, sin y con
obstáculos. Y el último día de ese mes y el primero de octubre, dos de mis
congéneres, un matrimonio que vive al sur de esta aldea, estableció las nuevas
marcas en el agua. Uno de los componentes, la mujer, llegó a cuatrocientos
ochenta y siete y medio kilómetros por hora, y el marido, buceando, los
doscientos treinta y dos punto cinco. Esas cuatro personas ganaron el oro… y yo
también gané una medalla, información complementaria. La de bronce por el
tercer puesto en la competencia de gimnasia artística, el decimonoveno día de
octubre – pegaron la media vuelta, con intenciones de volver a la sala –. La resistencia
a las temperaturas, incluso a las
extremas, fue otro cambio. Hace dos décadas, las hadas registramos la más baja
de la que hayamos tenido conocimiento en el último cuarto de milenio. En pleno
invierno, en uno de los continentes polares, el del norte, hubo noventa y
cuatro grados bajo cero. Y hace tres cuartos de siglo, en una zona tropical del
planeta, la máxima en un día de pleno verano fue de sesenta y ocho grados
arriba de cero. Hubo cuantiosas y
grandes pérdidas económicas y materiales debido a esas temperaturas extremas.
_¿Y a cuántos llegaron los fallecimientos en
cada uno de esos extremos?, ¿cuántas hadas no los pudieron soportar?., quiso saber Eduardo, mirando otra vez el
frente de la casa, su inmaculado aspecto.
_ Afortunadamente, el saldo para la especie
fue positivo. Nadie de entre los seres feéricos perdió la vida, y los heridos,
o afectados, fueron menos de cinco mil entre los dos eventos. Cuatro mil
setecientos noventa y dos, para ser exacta. Las hadas alcanzamos una
sofisticación evolutiva de tal magnitud que ese frío y calor extremo
prácticamente no nos afectaron, lo mismo que a la mayoría de las demás especies
elementales. Sentimos las temperaturas, y vaya que lo hacemos, simplemente las
superamos. La adaptación va de la mano con la evolución – explicó el hada de la
belleza, a lo que Eduardo se preguntó en su mente también habría un primate en
la base del árbol genealógico de los seres feéricos –. En el continente polar
del norte tardaron alrededor de ocho años en reponerse por completo de todas
las pérdidas y daños, y en la zona tropical más o menos lo mismo – y habló de
otra ventaja –. La comunicación entre mentes fue una de las nuevas habilidades
que adquirimos; una extrasensorial, si se quiere. Pero recién nos dimos cuenta
que la poseíamos muchos años después de producido el Primer Encuentro, cuando
la mezcla de razas se hubo de asentar. Solo se requiere de una concentración
total para emplearla, y la nitidez básicamente se rige por dos factores: la
distancia que exista entre los intervinientes y de estos que tan grande sea su
capacidad para emplearla. Así y todo, son muy pocas las hadas que usan esa
técnica.
_ ¿En qué las benefició?., le preguntó Eduardo,
creyendo haber escuchado, a lo lejos, un raro sonido, como una pesada lona
impactando contra el suelo.
_En nada. Al menos, no lo hizo en algo serio
o importante. La comunicación entre dos mentes o más es una habilidad provechosa
para, por ejemplo, hacer correr un chisme de manera discreta, o transmitir un
mensaje sin que otros lo escuchen. Y esas comunicaciones no pueden
interceptarse ni espiarse – informó Isabel, preparándose para dar otro poco de información
a su huésped. “Soltar el conocimiento de a poco”, pensaba –. Uno de los
beneficios principales que las hadas pudimos mejoras gracias al Primer
Encuentro y su consecuente evolución acelerada fue la variedad de aplicaciones
que le pudimos dar a nuestra energía vital, y no me estoy refiriendo al aura cambiante
o a las alas retráctiles, sino que hablo de las posturas ofensivas y las
defensivas, igual de prácticas y capaces de combinarse.
_ ¿Ofensivas y defensivas? – llamó con
sorpresa Eduardo, mirándola a la cara y reiterando la pregunta mediante gestos –.
¿Cómo se puede hacer eso?.
La resultaba imposible e inusual la idea de
un hada recurriendo a sus dotes mágicas y habilidades para una o más
finalidades no pacíficas.
O sea, para atacar.
_ Simplemente, es otra manifestación de nuestra
energía vital, nada fuera de lo corriente y muy fáciles para aprender, entender
y perfeccionar – contestó Isabel –. La ofensiva prácticamente no cuenta, porque
hace miles de años que no tenemos conflictos bélicos, ni tampoco existen otras
amenazas a las que tengamos que hacerles frente las hadas. También las llamamos
aplicaciones activas, y su uso es para nimiedades, como hacer fuego en el suelo
al aire libre, destruir algún obstáculo, remover los escombros de estructuras
derrumbadas, remover los enormes bloques de piedra que después se usan en la
construcción y esas cosas – hizo uso de sus poderes para una (otra)
demostración. Cortó una fruta que crecía en lo alto de la copa de un árbol en
la vereda opuesta. Eduardo ya lo había visto, desde el dormitorio –. Este es
uno de los fines defensivos, o aplicaciones pasivas. Llamala telequinesia, si
querés. Podemos mover cosas y trasladarlas grandes distancias, dependiendo de
las dimensiones, peso, tamaño y siempre y cuando las estemos viendo. Por si te
interesa, se puede aprender.
_¿En serio?.
_ Claro, las hadas no mentimos… ¿a dónde vas?.
_ Quiero volver al dormitorio, Isabel – pidió
el arqueólogo submarino –. Me quede
pensando y concentrado en el desde que abrí los ojos. ¿Podrías venir conmigo?.
_ Por supuesto, vamos.
Continúa...
--- CLAUDIO ---
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