lunes, 24 de abril de 2017

1.8) Evolución y adaptación

_ ¿De mejoras hablaste, Isabel?, ¿cómo cuáles?, quiso saber Eduardo, mientras miraban la fachada de la estructura.
Le pareció que había poco movimiento para ser la tarde-noche, el fin para la mayoría de la jornada laboral. O tal vez se debía sencillamente a que estaba acostumbrado al bullicio y el ajetreo de la zona metropolitana, con una auténtica marea humana y hacinados todos los transportes públicos.
Gran sentido de la oportunidad el que tuvieron la reina Lili y la jefa del Consejo SAM, Nadia, cuando al estar de vuelta en esa calle y posar los pies en el suelo con suavidad, los descubrieron tomados de la mano, un impulso mutuo al que no quisieron negarse, y observando la vela en el interior de uno de los faroles. La visita superficial a la vivienda había llegado a su término cuando Isabel le explicara que al día siguiente, al promediar la tarde, una cuadrilla del Consejo de Cultura (CCT, su sigla) iba a decorarla, como a todas las estructuras de su tipo con motivo de la festividad que tendría lugar en todo el país – ¡en todo el hemisferio! – el vigesimoprimer día del mes.

_ Esa mezcla entre las dos razas nos confirió una mayor sofisticación biológica, física y genética. A los seres elementales como un todo y a las hadas como una parte del todo – empezó a narrar Isabel, apelando otra vez a sus conocimientos sobre historia –. De eso un buen ejemplo son los sentidos, que ahora son más agudos en mi especia. Fue una suerte de aceleración evolutiva, o evolución acelerada, como la prefieras llamar. Ese cambio en los sentidos hizo que los seres feéricos dejáramos de estar expuestos a ciertos peligros que antes resultaban alarmantes. No mortales ni nada parecido, solo alarmantes. Otro aspecto, como creo que ya te diste cuenta, es esta aura cambiante. Su brillo y tamaño varían de acuerdo a nuestras emociones y también por lo que sentimos, por nuestros sentimientos. El aura es una manifestación visible de nuestra energía vital, que además puede mantenerse con cada una de las formas de vida que existen en este planeta, y viceversa.  O sea que una necesita de la otra para conservar su existencia y sobrevivir al paso del tiempo, algo que por supuesto pasaba desde muchísimo tiempo antes del Primer Encuentro. Diría que desde el surgimiento mismo de la raza elemental, aunque eso no podemos comprobarlo.
_Entonces, ¿es como una especie de simbiosis?.
Eduardo trataba de comprender del todo esa relación.
_Si, es tal cual una simbiosis. Si algo les llegara a pasar a esas formas de vida las hadas lo sentiríamos, y si algo nos pasara lo sentirían, aunque no se encuentre en juego la existencia en ninguno de los casos – confirmó el hada de aura lila, observando a un par de aves en la plena construcción de su nido, en la tupida rama de un árbol paraíso, las que sobresalían gracias a su característico canto –. ¿Te fijaste que no tenemos alas, por casualidad?. En realidad, si las tenemos, lo que pasa es que son retráctiles. Podemos hacer que aparezcan y desaparezcan a nuestra completa y total voluntad, por todo el tiempo que se nos antoje en cada caso. Eso es algo que fuimos incapaces de hacer hasta el momento en que la interacción con las hadas terrestres fue más allá de, por ejemplo, el comercio y la cultura – sus mejillas se enrojecieron ligeramente, y Eduardo esbozó una sonrisa, entendiendo que había querido decir con eso de “más allá de…” –. Cuando aparecen las alas nuestra aura se extiende a ellas – arrojó unas cuantas migas de pan al suelo, más allá de una franja de tierra aplanada de un metro de ancho entre la vereda y la calle, y al instante un quinteto de pájaros descendió de entre la frondosa copa de otro árbol. Isabel y Eduardo se retiraron a una distancia prudencial y los observaron picotear en el suelo –. Imagino que habrá visto las luces en cielo mientras estuviste navegando a la deriva. No se trató de máquinas voladoras ni de estrellas fugaces, sino de seres feéricos en pleno vuelo, algunos de los cuales estaban tratando de encontrarte. Otro de los cambios de la evolución acelerada, una implicancia directa de ella, fue una mayor velocidad.  El año pasado, entre el seis de septiembre y el mismo día de noviembre se alcanzaron y registraron las nuevas máximas – y se sumergió en la memoria propia –. Fue durante las Competencias Mundiales, que las hadas celebramos una vez cada cinco años… son como los juegos olímpicos para los seres humanos. Los nuestros abarcan ciento nueve competiciones. Se hicieron acá, en Insulandia – e informó –. El once de septiembre, viajando de sur a norte, la reina Lili alcanzó los cuatro mil novecientos treinta y cinco kilómetros por hora, en al aire. Seis días más tarde, un hada alcanzó los dos mil ciento setenta y cinco y los mil cuatrocientos ochenta en tierra, sin y con obstáculos. Y el último día de ese mes y el primero de octubre, dos de mis congéneres, un matrimonio que vive al sur de esta aldea, estableció las nuevas marcas en el agua. Uno de los componentes, la mujer, llegó a cuatrocientos ochenta y siete y medio kilómetros por hora, y el marido, buceando, los doscientos treinta y dos punto cinco. Esas cuatro personas ganaron el oro… y yo también gané una medalla, información complementaria. La de bronce por el tercer puesto en la competencia de gimnasia artística, el decimonoveno día de octubre – pegaron la media vuelta, con intenciones de volver a la sala –. La resistencia  a las temperaturas, incluso a las extremas, fue otro cambio. Hace dos décadas, las hadas registramos la más baja de la que hayamos tenido conocimiento en el último cuarto de milenio. En pleno invierno, en uno de los continentes polares, el del norte, hubo noventa y cuatro grados bajo cero. Y hace tres cuartos de siglo, en una zona tropical del planeta, la máxima en un día de pleno verano fue de sesenta y ocho grados arriba de cero.  Hubo cuantiosas y grandes pérdidas económicas y materiales debido a esas temperaturas extremas.
_¿Y a cuántos llegaron los fallecimientos en cada uno de esos extremos?, ¿cuántas hadas no los pudieron soportar?.,  quiso saber Eduardo, mirando otra vez el frente de la casa, su inmaculado aspecto.
_ Afortunadamente, el saldo para la especie fue positivo. Nadie de entre los seres feéricos perdió la vida, y los heridos, o afectados, fueron menos de cinco mil entre los dos eventos. Cuatro mil setecientos noventa y dos, para ser exacta. Las hadas alcanzamos una sofisticación evolutiva de tal magnitud que ese frío y calor extremo prácticamente no nos afectaron, lo mismo que a la mayoría de las demás especies elementales. Sentimos las temperaturas, y vaya que lo hacemos, simplemente las superamos. La adaptación va de la mano con la evolución – explicó el hada de la belleza, a lo que Eduardo se preguntó en su mente también habría un primate en la base del árbol genealógico de los seres feéricos –. En el continente polar del norte tardaron alrededor de ocho años en reponerse por completo de todas las pérdidas y daños, y en la zona tropical más o menos lo mismo – y habló de otra ventaja –. La comunicación entre mentes fue una de las nuevas habilidades que adquirimos; una extrasensorial, si se quiere. Pero recién nos dimos cuenta que la poseíamos muchos años después de producido el Primer Encuentro, cuando la mezcla de razas se hubo de asentar. Solo se requiere de una concentración total para emplearla, y la nitidez básicamente se rige por dos factores: la distancia que exista entre los intervinientes y de estos que tan grande sea su capacidad para emplearla. Así y todo, son muy pocas las hadas que usan esa técnica.
_ ¿En qué las benefició?., le preguntó Eduardo, creyendo haber escuchado, a lo lejos, un raro sonido, como una pesada lona impactando contra el suelo.
_En nada. Al menos, no lo hizo en algo serio o importante. La comunicación entre dos mentes o más es una habilidad provechosa para, por ejemplo, hacer correr un chisme de manera discreta, o transmitir un mensaje sin que otros lo escuchen. Y esas comunicaciones no pueden interceptarse ni espiarse – informó Isabel, preparándose para dar otro poco de información a su huésped. “Soltar el conocimiento de a poco”, pensaba –. Uno de los beneficios principales que las hadas pudimos mejoras gracias al Primer Encuentro y su consecuente evolución acelerada fue la variedad de aplicaciones que le pudimos dar a nuestra energía vital, y no me estoy refiriendo al aura cambiante o a las alas retráctiles, sino que hablo de las posturas ofensivas y las defensivas, igual de prácticas y capaces de combinarse.
_ ¿Ofensivas y defensivas? – llamó con sorpresa Eduardo, mirándola a la cara y reiterando la pregunta mediante gestos –. ¿Cómo se puede hacer eso?.
La resultaba imposible e inusual la idea de un hada recurriendo a sus dotes mágicas y habilidades para una o más finalidades no pacíficas.

O sea, para atacar.

_ Simplemente, es otra manifestación de nuestra energía vital, nada fuera de lo corriente y muy fáciles para aprender, entender y perfeccionar – contestó Isabel –. La ofensiva prácticamente no cuenta, porque hace miles de años que no tenemos conflictos bélicos, ni tampoco existen otras amenazas a las que tengamos que hacerles frente las hadas. También las llamamos aplicaciones activas, y su uso es para nimiedades, como hacer fuego en el suelo al aire libre, destruir algún obstáculo, remover los escombros de estructuras derrumbadas, remover los enormes bloques de piedra que después se usan en la construcción y esas cosas – hizo uso de sus poderes para una (otra) demostración. Cortó una fruta que crecía en lo alto de la copa de un árbol en la vereda opuesta. Eduardo ya lo había visto, desde el dormitorio –. Este es uno de los fines defensivos, o aplicaciones pasivas. Llamala telequinesia, si querés. Podemos mover cosas y trasladarlas grandes distancias, dependiendo de las dimensiones, peso, tamaño y siempre y cuando las estemos viendo. Por si te interesa, se puede aprender.
_¿En serio?.
_ Claro, las hadas no mentimos… ¿a dónde vas?.
_ Quiero volver al dormitorio, Isabel – pidió el arqueólogo submarino –. Me  quede pensando y concentrado en el desde que abrí los ojos. ¿Podrías venir conmigo?.

_ Por supuesto, vamos.  

Continúa...


--- CLAUDIO ---

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