Todo
está sujeto a cambios en la vida sin importar el motivo por el que lo
haga. Puede ser por una imposición de la moda, por costumbre nueva que
trata de asentarse, por una maniobra política o la razón que fuere, pero
el cambio ocurre, validando de esa manera la frase “Nada se pierde,
todo se transforma”, del químico francés Antonine Lavoissier.
O casi todo…
Una
de las cosas que desde tiempos tan antiguos que se remontan a las
primeras civilizaciones humanas (Asiria, Babilonia, Fenicia, Sumeria…)
son los establecimientos que albergan a las mujeres que practican el
oficio más viejo del mundo, que no es la alfarería, y a sus clientes.
Cambiaron, si, las comodidades, innovaciones tecnológicas, servicios y
sus demás aplicaciones. Pero su función sigue siendo la de siempre, y
eso, me alegra saberlo, es algo que no va a cambiar nunca. Son una buena
alternativa con respecto a los lugares para mantener relaciones
sexuales, buscados tanto por comodidad como por conveniencia o las
buenas tarifas en los servicios que presta. Se los suele encontrar en
cada ciudad grande o mediana en cuando a la cantidad de habitantes y su
densidad de población, a veces en consecuencia con ambos datos, a la
vera de las principales rutas y avenidas y suelen usar como medios de
publicidad las tarjetas entregadas en mano en la vía pública, avisos en
los medios de comunicación, grandes carteles luminosos y/o de neón, tal o
cual decoración en la fachada e incluso las chicas que “hacen la
cuadra” paradas en el acceso a dichos lugares, lo que por supuesto s un
lujo a los ojos masculinos.
Lo
que si cambia es la manera para referirse a esos lugares. Un nombre
llega, vive su crecimiento y apogeo, entra en el declive y desaparece
del imaginario colectivo, al ser reemplazado por otro nombre que casi
siempre se corre en base a los clientes que frecuentan esos lugares by
las prostitutas. En la república Argentina, por ejemplo, esos
establecimientos tuvieron varios motes, que cumplieron su ciclo sin
desaparecer del todo, ya que siempre es posible hallar a algún hombre o
alguna mujer que sienta que no deben hacerlo, que los antiguos nombres
no deben dejar de existir, y los sigue empleando para referirse a esos
lugares.
En
tanto desde los inicios del Siglo veintiuno empezó a sonar fuerte el
mote de “telo”, que subsiste hasta la actualidad, los nombres más usados
en el siglo pasado fueron:
En los años 10- Burdel.
En los años 20- Quilombo.
En los años 30- Cotorro.
En los años 40- Bulín.
En los años 50- Amueblada.
En los años 60- Hotel alojamiento.
En los años 70- Albergue transitorio.
En los años 80- Sauna.
En los años 90- Casa de masajes.
COLABOREN
QUIENES LEAN ESTE ARTÍCULO. NO DEJEN QUE ESOS NOMBRES CAIGAN AÚN MÁS EN
EL OLVIDO Y LUCHEN PORQUE VUELVAN A UTILIZARSE
--- CLAUDIO ---
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