Al producirse el cambio de un día por otro,
cuatro mujeres, cada una cargando su propio equipaje, había remontado el vuelo
en vertical desde la explanada de un inmenso y antiguo castillo en el corazón
político e histórico y centro geográfico de una ciudad llamada Del Sol, a dos
mil ciento ochenta y siete punto cinco kilómetros de su punto de destino. Allí
pensaban ir con la idea de disfrutar de una bien merecida jornada de descanso:
Desplazándose a una velocidad constante, las hadas iban a demorar alrededor de
nueve horas y media o diez en llegar a su destino. Pudieron haber recurrido a las puertas
espaciales, el mayor logro científico y tecnológico de su raza a la fecha, y
cubrir semejante distancia literalmente en un parpadeo, pero disponían de mucho
tiempo libre, exactos cuatro días, y los querían aprovechar a su manera. Una
fracción de ese lapso usando el “camino largo” para viajar. Era la primera vez
en mucho tiempo que estas cuatro mujeres podían permitirse el lujo de las
vacaciones y decidir disfrutar de ese período de la manera en que quisieran,
como les pareciera mejor. Distendiéndose en este caso, y divirtiéndose, en una
playa tropical. Un punto muy distante de Del Sol, en la que las cuatro vivían
desde su nacimiento y trabajaban.
La ciudad Del Sol era la capital” del país.
_Cabeza hueca. Eso que las cuatro salimos con
tiempo de nuestras casas., había protestado entre risas un hada de nombre
Cristal, cuando, habiendo recorrido ya unos cien kilómetros, una ínfima parte
del trayecto, tuvieron que volver a la vivienda de su hermana mayor, de
veinticuatro años esta, en la periferia de Del Sol, en un barrio de nombre
Barraca Sola. El giro en ángulo cerrado había implicado el azote de la brisa en
la cara de las cuatro damas.
Algunos minutos más tarde, habiendo vuelto
todas a desplegar las casi transparentes alas, reemprendieron el vuelo en
dirección al norte y se ubicaron por encima de las copas tan frondosas de los
árboles, algunos de los cuales tenían una altura superior a los veinticinco
metros – los había más grandes en otras partes del país –. La madrugada se
había asentado, transcurrían los primeros instantes del día dieciséis de Enero,
que también era el decimosexto día del primer mes en el antiguo calendario de
las hadas, y ambas hermanas, junto a Nadia, la Consejera de Salud y Asuntos
Médicos del reino, y Elvia, la princesa heredera cuya profesión y trabajo
también estaban dentro del poder político, en el mando del Consejo de Cultura,
iban despreocupadas camino a la playa, para disfrutar de lo que a las leguas se
notaba habría de ser un espléndido y soleado día. La primera vez en los últimos
catorce meses que se podían permitir el lujo de cuatro días enteros dedicados a
la ociosidad, porque no había día en que no estuvieran cargadas de trabajo u
otras obligaciones.
Desafortunadamente, el descanso no llegaría.
Las chicas no podían ver el futuro.
_No es para tanto, y además fue algo carente
de importancia – se trató de defender la hermana mayor, llamada Isabel. Como la
menor, tenía un aura de color lila que bordeaba su figura curvilínea y oscilaba
al hablar. Sus alas se movían fenomenalmente rápido, como las de los insectos,
y esa velocidad era la principal de las claves para que las hadas pudieran
remontar y mantener el vuelo, a la altura que quisieran –. Simplemente me
olvidé de unos pocos de mis efectos personales en casa, en la sala. Nada más.
El Museo Real de Arqueología no va a entrar en un colapso a causa de eso…
espero. No veo entonces, Cristal, a que viene ese mote de tu parte. Además, no
me vas a decir que cosas como esa, tan simples como dejar un bolso con
cosméticos encima de la mesa, nunca te pasaron a vos ¿o si?.
_Puede ser, puede ser. Pero tenemos que poner
atención y demostrar responsabilidad en todo lo que hagamos, en este caso los
cuatro días de ociosidad, entretenimiento y relajación en la playa que nos
ganamos con nuestro esfuerzo – intervino la princesa heredera y Consejera de
Cultura, Elvia, a la izquierda de su interlocutora. Tenía un aura amarilla y
roja, una combinación que asemejaba al fuego, y su larguísima cabellera se
movía sin control a causa de la brisa nocturna. A diferencia de las de sus
congéneres, las alas de la princesa eran un poco mayores y tenían un efecto
armónico idéntico al de su voz –. Desde el principio de los tiempos, una de las
características más distintiva de los seres feéricos, incluidas nosotras
cuatro, es la responsabilidad en las cosas complejas y en las sencillas, en lo
minúsculo y lo mayúsculo. Y eso bien puede aplicarse a…
_Eso lo está diciendo una persona cuyo
dormitorio en el Castillo Real debe de ser con toda la seguridad el más
desordenado de todos los lugares en este planeta – sentenció con una sonrisa
Nadia, la funcionaria pública que tenía la medicina como profesión (era
médica), al hablar haciendo que oscilara su aura blanca, poniéndose de parte de
Isabel. La princesa miró en ese momento para otro lado, silbando. Pero era
cierto que su habitación era un desastre, y eso no podía negarse. “Que bueno
que esto no influye en la evolución como sociedad de la especie”, opinaba la
reina cuando veía desde afuera o entraba al dormitorio de su hija – Aunque es
verdad que Isabel por un lado y ustedes dos por otro, Cristal y Elvia, están en
lo cierto. Fue un descuido menor, de acuerdo, pero no por eso hay que restarle
importancia. En sociología y etnología, el comportamiento y la evolución van de
la mano.
-Será tal vez que a Isabel le está haciendo falta un compañero
sentimental., aventuró entonces Cristal, sonriendo, y las mejillas de su
hermana adquirieron con la velocidad de un parpadeo el color rosa, que a Isabel
caracterizaba tanto (era uno de sus principales distintivos, de hecho) con
respecto a los asuntos del corazón.
Así continuaron riendo y hablando,
animadamente, las cuatro hadas, amigas inseparables y confidentes, hasta
divisar la playa desde las alturas, rodeada literalmente por una frondosa selva
tropical. Más específicamente, a una antigua cabaña de madera cuyo interior
estaba conformado por un trío de ambientes: un vestidor-cambiador masculino,
otro femenino y una sala común. Una estructura un tanto deteriorada por el paso
de los años y el clima a la que llegaban, como si de piedras se tratara, marcas
que iban casi en línea recta desde la cristalina y dulce agua, algo que llamó
poderosamente la atención del hada “irresponsable”, que los ojos había
entornado para convencerse , en tanto bajaba un poco la altura.
Si.
Definitivamente, eran pisadas.
Una persona caminando con los pies descalzos.
_¿Qué pasa, Isabel?, ¿qué estás mirando?., se
interesó Nadia, cuando empezaron el descenso,
planeando en círculos cada vez más pequeños, lo que representaba para
los seres feéricos una de sus formas favoritas para descender o ascender: los
espirales. Además, los guardianes usaban esa disposición cuando tenían que
evaluar algún potencial peligro.
No había una sola alma allí, ni tampoco en
las inmediaciones.
Hasta donde la vista alcanzaba, Nadia,
Isabel, la princesa Elvia y Cristal eran los únicos individuos en ese lugar tan
pacífico. Ni siquiera andaban por allí los seres sirénidos, o Habitantes del
Agua, que adoraban descansar en las costas cuando aparecía el Sol, o los
gnomos, que por costumbre tenían juntar caracoles marinos varados en las playas
para la confección de sus artesanías alegóricas (usaban las caparazones y se
comían los moluscos) de su propia cultura.
Sin embargo, ahí estaban las marcas.
_Pisadas en la arena. Solo pisadas de una
persona… aparentemente – advirtió Isabel, posándose con delicadeza en el suelo,
a pocos metros de la cabaña, sin hacer ruido y dejando a un lado su mochila. La
cantidad de arena amortiguaba cualquier sonido que pudiera surgir al caminar.
Algunas más evidentes y otras menos, las pisadas llegaban desde el océano,
recorrían la playa en una línea casi recta y desembocaban en la antigua
estructura de madera. Las pisadas menos notorias ya habían sido devoradas por
el agua –. Alguien está en el interior de la cabaña, supongo. Las pisadas
llevan a ella. Voy a echar un vistazo.
Y caminó en dirección a la puerta, dejando el
calzado junto a la mochila. Sabía que algo no andaba del todo bien y eso la
hizo vaticinar que su descanso y el de las chicas se tendría que posponer.
_¡Con cuidado, irresponsable!., advirtió
desde baja altura su hermana menor, también poseedora de un aura lila y curvas
acentuadas, aterrizando con la misma delicadeza (como solo las mujeres lo
solían hacer) junto a las posesiones de Isabel, y a la vez que descendían Nadia
y Elvia, los últimos tramos en línea recta.
Pero ya era tarde.
La puerta de la cabaña que este grupo tan
unido de amigas había elegido para dar inicio a sus mini vacaciones de cuatro
días estaba cerrada y trabada desde el interior, aunque eso no representaba un
problema para una persona que sabía y dominaba las artes mágicas (la magia). Los
dedos de la mano derecha chasqueó una vez y oyó como se corría el pasador.
_¡Chicas, vengan rápido, por favor!., llamó
Isabel con urgencia a sus tres congéneres, recurriendo a un tono que combinaba
alarma con preocupación y sorpresa.
Nadia, la princesa heredera y Cristal
hicieron caso y también reaccionaron alarmadas, preocupadas y sorprendidas,
demostrando con eso que no estaban nada preparadas para lo que tenían frente a
sus ojos, ni mucho menos para lo que vendría, en el cuerpo principal de la
cabaña.
Un evento por demás anormal e infrecuente.
Tanto que, de ocurrir, lo hacía una vez cada cincuenta años.
En el suelo de baldosas, tumbado boca abajo y
sin conocimiento, envuelto en un manojo de toallas celestes, se encontraba un
individuo del sexo masculino que, como rápida e inmediatamente advirtieron las
mujeres, en tanto lo rodeaban, no era alguien perteneciente a su mundo. Venía
del planeta Tierra, por supuesto. Ofrecía la impresión de haberse caído después
de usar uno de esos banquitos como su improvisada cama. Improvisada e incómoda.
Aun con la cautela, las hadas comprendieron al instante que ese comportamiento,
natural e instintivo ante todo lo desconocido, no iba a ser necesario ni por
equivocación, porque ese hombre ni siquiera estaba respirando. Entonces, las
hadas se plantearon de que forma proceder, porque hacía años – ¡décadas! –
que no se daba esta, como se la conocía
entre los seres feéricos desde que estos la advirtieran, “unión transplanetaria
natural”: una fluctuación en el tiempo y el espacio, un agujero de gusano que
conectaba a este mundo con la Tierra.
_Que se produzca esa anomalía no significa
que venga alguien. Aparecieron tres personas la última vez, y fue por pura
casualidad., sostuvo la princesa Elvia, remitiendo su memoria a los textos
históricos, buscando algo que fuera de ayuda.
Por lo pronto, pusieron al hombre boca arriba
sobre dos de las toallas.
El individuo no reaccionó.
_¿Quién será el?., se preguntó Isabel,
levantándole uno de los brazos para observar un poco más de cerca el manchón
oscuro en la palma de su mano, una marca de la que el hada supuso que podía
tratarse de una quemadura, y comprobando que estaba con vida, al detectar un
pulso muy débil.
Las reacciones continuaban siendo
inexistentes.
A los suaves golpes que le propinaba en las
mejillas la cabeza del sujeto se bamboleaba a uno y otro lado. Parecía muerto,
y sin embargo no lo estaba. Su corazón todavía estaba latiendo y tenía pulso,
pero, tal cual lo comprobara una de las chicas, ambos ritmos eran anormales, y
tenía una temperatura corporal, Isabel lo advirtió apoyando una mano en la
frente del hombre, por debajo de los valores normales.
Se estaba enfriando
Eso no era nada bueno.
_Eduardo Rafael Rhys, veinticuatro años,
licenciado en arqueología… nacido en General Las Heras… del planeta Tierra,
obviamente, como los de la última vez. Su fecha de nacimiento es… Isabel, este
hombre tiene tu edad y nació el mismo día que vos… y además tienen la misma
profesión – informó Cristal incorporándose, enseñando un objeto con l mano
izquierda –. Hay mucha información sobre este alienígena en este… ¿pasaporte,
se llama?. Estos deben ser sus papeles. Parece que no la pasó nada bien en su
esfuerzo por llegar hasta la playa, a esta cabaña. Y me parece que tiene agua
en los pulmones – miró a las chicas y les dijo –. No se que piensan ustedes,
pero de seguro nuestros días de vacaciones van a tener que posponerse por
tiempo indefinido. Y vamos a tener que reportar a la reina Lili sobre este…
“hallazgo”.
_Elvia y yo nos vamos a ocupar de eso – se ofreció
Nadia, apreciando la observación de su aprendiz (Cristal estaba estudiando para
convertirse en médica) sobre la presencia de agua en los pulmones. A su lado,
la princesa heredera estaba lista para secundarla en el viaje, y la oncejera de
Salud y Asuntos Médicos, con atino, agregó –. Tienen que llevarlo a nuestra
ciudad capital. En Del Sol vamos a tener mejores y mayores posibilidades de salvarlo…
si vamos a hacer tal cosa. Pero las dos, Cristal e Isabel, les advierto algo, y
es que Elvia y yo nos vamos a demorar. Aun contando con las puertas espaciales
y la habilidad de la reina Lili para tele transportarse y volar a velocidades
de vértigo, podríamos las tres tardar alrededor de sesenta minutos en estar en
la ciudad capital. La reina Lili se fue al continente polar del Sur, y eso no
queda a la vuelta de la esquina. Pero mientras Elvia y yo nos ausentamos – ni ella
misma, con todos sus conocimientos y experiencia, estaba segura de que y como
hacer. Este era un fenómeno por demás extraño, y más aún lo era el hecho de que
un ser humano cruzara esa unión trans planetaria natural –. Una vez que hayan
llegado a Del Sol, van a tener que…
Dio a las hermanas de aura lila las
indicaciones e instrucciones básicas, necesarias y consejos adicionales sobre
como tratar a aquel hombre desconocido – que bueno y oportuno que Cristal, la
menor de las cuatro amigas, fuera practicante avanzada de medicina. Era la
pupila de Nadia y estaba a poco de graduarse – y les sugirió, sin dudarlo,
recurrir a las puertas espaciales, el más grande de los logros tecnológicos y
científicos de las hadas a la fecha, aun con el riesgo que esa acción pudiera
implicar en el hombre. Los efectos eran desconocidos, si los hubiere, y no se
sabía que podría ocurrir, como ni tampoco cuando. Acto seguido, la princesa
Elvia y Nadia, dos de las “cabezas” del poder político del país, salieron de la
cabaña y emprendieron el vuelo.
_Si escuché y comprendí lo que dijo Nadia,
cada cosa que salió de su boca. Pero, ¿y ahora qué? – se preguntó la menor de
las hermanas, cuyos conocimientos médicos le servían para hacer otro
diagnóstico, más preciso que el anterior. Fue una pregunta para la que creía
tener la contestación –. Por ejemplo, ¿a qué lugar lo vamos a llevar?.
Tomó al individuo desconocido por el brazo izquierdo,
cargándose la extremidad por detrás del cuello, en tanto que su hermana hizo lo
propio con el brazo derecho, dejando caer otras pocas de las posesiones del
hombre al suelo, y con cierta dificultad enfilaron hacia la puerta. Observó
Cristal con acierto, que el “inmigrante alienígena” estaba algo excedido de
peso, aunque reconoció a la vez que esa condición física, para un caso extremo
como este, podría serle de ayuda – los nutrientes acumulados en el cuerpo
serían un posible atenuante –. Ya en el exterior de la cabaña, se pudieron
mover con más libertad, y observaron el panorama.
La puerta espacial no estaba lejos.
_¿Por qué no lo llevamos a Barraca Sola y lo
instalamos en mi casa? – sugirió la hermana de Cristal, desplegando sus alas y
dando unos cuantos aleteos veloces. ¡Por supuesto que no le importaba tener que
resignar la merecida y justa jornada de descanso y posponerla!... ni tampoco
que su cuello y hombros le recriminaran este esfuerzo, porque una vida estaba
en juego – Desde que vos te fuiste a vivir sola, una casa que ya de por si es
demasiado grande… ahora sobra el espacio. Hay dos dormitorios y cualquiera de
ellos podría servir. Además, una de las instalaciones médicas del barrio está a
pocos metros de nuestras casas, y Lursi trabaja en ella. Cuidados y atenciones
no le van a faltar. ¿Vamos?.
Su hermana prefirió no decir, o sugerir, que
era preferible llevar a este hombre directamente a esa instalación o incluso al
Hospital Real, la principal institución médica del reino, donde podría recibir
las mejores atenciones, y no porque no le preocuparan la suerte y el futuro
inmediato de Eduardo, cuyas pertenencias ya recuperarían las hadas en otro
momento.
_De acuerdo – accedió Cristal, pensando y
reflexionando sobre el estado de la situación al mismo tiempo. Hizo aparecer
sus alas y ese fugaz movimiento barrió con una parte de la arena que tenía a
sus pies. La puerta espacial, que las hermanas podían ver desde su posición,
era el destino inmediato –. Vamos a llevarlo a tu casa, Isabel… aunque insisto
con lo de la instalación médica. Pero antes quiero hacer una observación sobre
esto, ¿puede ser?.
_¿Cuál es?.
_No vayas a negar, por favor, que tus sesos están
en movimiento y trabajando. Que estás pensando en quien sabe que cosa con respecto
a este hombre… en realidad, las dos conocemos el quien y el que. Vos y yo somos
familia, Isabel. Sos mi hermana y te conozco muy bien. La expresión en tu cara
en este momento es la misma que tenía yo cuando me di cuenta de que me gustaba
Kevin, o la misma que Nadia cuando descubrió que estaba enamorada de Lursi.
_No, no lo voy a negar. Lo que siento es lo
mismo que sintieron y sienten Nadia y vos., confesó la mayor de las hermanas,
sonrojándose y sonriendo a causa de esas palabras,
“No se que hacer”, pensó a la vez.
Ella estaba debutando con esta clase de
sentimientos.
Las hermanas de aura lila despegaron al fin.
Siempre con la dificultad que radicaba tener que moverse a una misma y constante
velocidad a causa de llevar a una persona inconsciente, además de por el peso
de aquella, y se encaminaron sin demoras hacia la puerta espacial. Una de las
dos, de seguro sería Cristal, volvería en otro momento por las mochilas que
dejaran las cuatro en la playa y las escasas pertenencias del hombre. Una vez
que estuvieron frente al imponente marco dorado dejaron caer unas pocas monedas
en la vasija, con la mano que cada una tenía libre, e ingresaron, deseando con
sinceridad, recordando las palabras de Nadia en la cabaña, que el viaje con ese
método – las hadas habían conseguido crear un agujero de gusano y mantenerlo
estale, con lo que el factor distancia dejó de ser un problema – no resultara
contraproducente para el individuo que llevaban sobre sus hombros. Hubiera sido
conveniente, como sostuviera Cristal llevar a una persona que estaba a poco de
irse al otro mundo sin paradas intermedias directo al centro médico, a metros de
las casas de las hermanas, pero como se había este tratado de un auténtico
golpe de efecto no pudo habérseles ocurrido otra cosa a ambas, ni tampoco tal
vez a Nadia y Elvia. Hasta que no hubiera pasos establecidos, improvisarían.
Menos de medio minuto más tarde, las hermanas dejaorn atrás el remolino azul y
celeste que implicaba atravesar el agüero de gusano, y estuvieron en Del Sol,
en la periferia. Acertadamente, Cristal advirtió que la condición física de
Eduardo no había tenido variaciones negativas, al menos no las tuvo a simple
vista, y ella y su hermana empezaron a caminar.
Tenían otro poco de viaje hasta la vivienda.
Una cosa era más que obvia.
Se convirtieron en imanes para varios pares de
ojos curiosos.
Dos hombres que ene se momento estaban allí,
tomando un breve descanso antes de volver a trabajar, se ofrecieron
voluntariamente para llevar al “inmigrante alienígena” todavía sin conocimiento
hasta la casa de Isabel, notando como las hermanas estaban teniendo problemas
con eso – no tardarían sus hombros y brazos en reclamar un “descanso” también –
y Cristal e Isabel accedieron. Para cuando Eduardo hubo de cambiar de brazos y
manos, la curiosidad se hizo total entre los testigos, y los seres feéricos cayeron
en la cuenta de que acababa de repetirse el fenómeno natural que había
inspirado a las hadas para crear las puertas espaciales. Esa anomalía en el
espacio y el tiempo había catapultado a otro ser humano desde la Tierra, un
planeta que distaba, sabían las hadas, varias decenas de miles de años luz de
distancia, en una misteriosa y peligrosa región conocida como “el Triángulo de
las Bermudas”, hasta el mundo de las hadas y los seres elementales. La anomalía
natural que se daba cada cincuenta años había vuelto a funcionar y, como cada
vez que ocurría, había generado una atmósfera de sorpresa.
Desde todos los puntos cardinales apuntaban
los ojos.
No habría de pasar mucho tiempo para que
varias decenas se congregaran por allí.
Entre y sobre los árboles en los extensísimos
y frondosos espacios boscosos, en los caminos, desde diversas alturas, en las
construcciones e incluso desde un globo aerostático que estaba volando no muy
alto, cuyos dos tripulantes tenían la tarea de cartografiar el barrio barraca
Sola… las curvilíneas hermanas de aura lila advirtieron que al menos una
centena de sus congéneres, todos los que ellas alcanzaban a ver, femeninos y
masculinos, observaban la escena con expresiones de asombro, curiosidad y
sorpresa, e incluso algunos de esos seres feéricos, como aquel par que ahora
transportaba a Eduardo, se acercaron para (aparte de los chismes) ver si podían
ser de utilidad en alguna forma. Este individuo masculino desconocido estaba
inconsciente, tenía las piernas ligeramente extendidas hacia atrás, las puntas
de sus pies tocaban el suelo, y la cabeza hacia abajo y hacia adelante. Era una
situación por demás atípica, de la que se habría de hablar durante días, y ese
hombre alienígena tendría que reaccionar y abrir los ojos, más tarde o más
temprano, y prepararse para un mundo nuevo ante la imposibilidad de volver a la
Tierra.
Las hadas si tenían el conocimiento de que
había ocurrido la anomalía, porque en cada rincón del planeta se había
escuchado media decena de sonidos demasiado parecidos a campanadas (eso fueron,
de hecho) que actuaron como alarma sonora. Pero no podían conocer si uno o más
seres humanos habían, inadvertidamente para ellos, viajado desde su planeta
hasta este.
Finalmente, y al cabo se dos o tres minutos
de estar planeando a escasos centímetros de la calle de tierra, el grupo estuvo
en la fachada de la vivienda de Isabel. Las hermanas de aura lila entraron en
primer lugar, para indicar el camino, y después el par de hombres solidarios,
preguntándose ahora las chicas si el viaje con el mayor de los prodigios
tecnológicos y científicos de todos los tiempos no implicaría sobre Eduardo uno
o varios efectos contraproducentes a largo plazo. Cristal estaría allí para llevar
a la práctica sus conocimientos. También Nadia, que antes de partir junto a la
heredera había garantizado su presencia todos los días por las tardes, e
incluso más de una vez diaria si hiciera falta.
_Porque mi hermana y yo ignoramos que hacer.,
fue la contestación de la dueña de la casa, cuando uno de los hombres le
preguntara por qué habían decidido llevarlo a una vivienda particular, en lugar
de a cualquiera de las instalaciones
médicas, incluida la que estaba a metros de la casa.
_Esto no es algo que pase todos los días.,
había agregado Cristal, que seguía observando al hombre, preocupada por su
condición.
Las hermanas, entonces, miraron con cuidado.
El antiguo dormitorio de Cristal, que desde
finales del mes pasado vivía sola en una casa al otro lado de la calle, presentaba
excelentes condiciones estructurales, y bastó con una pequeña aplicación de las
habilidades mágicas de las hadas para efectuar una restauración provisoria de
esos insignificantes daños, además menores, y arreglar una desvencijada cama de
una plaza que había junto a la ventana – Cristal la había dejado al momento de mudarse
–, el único mueble en el dormitorio. Era un espacio de cinco lados pequeño y
desamoblado, de acuerdo, pero bastaba para brindar, por lo pronto, la
asistencia mínima e indispensable a este huésped. “Por lo menos está con vida”,
comentó uno de los hombres, tratando de infundir ánimo y alieno en las
hermanas, antes de dejar la casa junto a su compañero de trabajo. Eduardo había
salido con vida al viaje desde su planeta a este, atravesando decenas de miles de
años luz (las hadas poseían conocimientos más bien avanzados en materia de
astronomía) en cuestión de segundos, y más tarde, a los dos días y medio, desde
que en todo el mundo se escucharan los tañidos. Probablemente se hubiese
encontrado a la deriva en el océano para el desconocido y buscado un refugio en
la estructura más próxima a la playa.
“Ya nos vamos a ocupar de la reconstrucción de
su viaje” – corearon las hermanas –. “Ahora, a lo que realmente importa”.
Isabel y Cristal, inmediatamente, empezaron a
llevar a la práctica todas las indicaciones y consejos de Nadia, la máxima responsable
a nivel país de todo cuanto estuviera relacionado a la salud y los asuntos
médicos, confiando en que ella, a princesa heredera Elvia y a reina Lili estuvieran
lo más pronto posible en la vivienda y se sumaran a esta complicada e inusual
tarea. Allí sobre la vieja cama, tumbado boca arriba, Eduardo tenía extendidos los
brazos y las piernas, los ojos cerrados y débiles ritmos cardíaco y
respiratorio. Las palabras de aquellos dos hombres fueron de ayuda anímica,
pero había más por hacer que solo contentarse con un buen augurio. Esta situación
no era algo a lo que estuvieran habituados ni acostumbrados los habitantes de
este mundo, las hadas entre ellos – había varias especies de seres elementales
en el planeta, un total de sesenta y cinco – y las hermanas que emanaban un aura
lila empezaron a preguntarse, en silencio, como habrían de reaccionar sus
congéneres de ambos sexos y los individuos de las otras especies una vez que
hubieran tomado conocimiento de la presencia de aquel “alienígena” en su mundo.
Continúa…
--- CLAUDIO ---
No hay comentarios:
Publicar un comentario