_Esto.
La besó.
Las alas del hada se agitaron.
Isabel reaccionó abriendo los ojos de par en
par en el instante inmediatamente posterior a que los labios de Eduardo
entraran en contacto con los suyos, pero la última acción que hubo de pasar por
su mente fue ofrecer alguna clase, cualquiera, de resistencia. Todo lo
contrario; quiso que la acción continuara siguiendo ese comportamiento
instintivo, haciendo exactamente lo mismo que el oriundo de Las Heras,
lanzándose de lleno al deseo, a la pasión, olvidándose de todo lo demás y
tendiendo ambos brazos hacia adelante, sintiendo y viendo como su aura lila
“explotaba” en brillo e intensidad. El instinto, porque eso era, la estaba
indicando que no tenía que apartarse ni cortar esa situación, pacíficamente o
no, gradual o súbitamente, así que ese beso, el primero de su vida – de entre
el grupo de los “besos de amor” – fue un suceso continuo durante los ciento
cincuenta segundos que siguieron al momento en que el arqueólogo llevó su
propuesta de la teoría a la práctica. Dos minutos y medio en los que no estuvo
su corazón latiendo con el ritmo normal. Las mejillas de Isabel habían una vez
más adquirido el tono rosado, al tiempo que, como su amigo (¿o novio?,
¿compañero sentimental?) parecía pensar con bastante acierto que este era, sino
el mejor, uno de los mejores momentos de su vida. Para uno y otro el mundo,
todo lo que conocían, había dejado de existir y estaban solos. Solo ellos y ese
deteriorado banquito en el que se volvieron a sentar una vez finalizado el
momento del beso. Dio la impresión de que podían bloquear sus sentidos a
cualquier cosa que fuera ajena a esa, la primera, declaración de amor.
_¿Y bien?, ¿qué fue lo que sentiste?., fue la
pregunta que formuló Eduardo para romper el hielo después de ese momento tan
solemne, que dejaría marcas positivas en su memoria.
Y también físicas, porque en la comisura
tenía restos del lápiz para labios con sabor a frutilla.
_No te podría dar una respuesta, porque en mi
vida hice algo así. Con esa clase de familiaridades fue mi primera experiencia
– contestó el hada de la belleza, reprimiendo esos inmensos deseos de cometer
alguna locura para poner de manifiesto la emoción tan gratificante que estaba
sintiendo –. Ahora ya puedo tener una idea de lo que se siente, de como es
estar de novia. A propósito, ¿cómo se llama eso, Eduardo?.
_Fue un beso de enamorados.
_¿Un beso de enamorados?.
_Si, un beso de enamorados – repitió Eduardo.
Sus ojos cerrados en los cinco últimos segundos fueron una prueba más que
evidente de que deseaba y quería hacer todo cuanto estuviera dentro de sus
posibilidades por conservar ese magnífico instante para siempre en su
prodigiosa memoria. Pocas veces había el tenido, o experimentado, este
sentimiento, y nunca como ahora –. Si nosotros vamos a ser más que amigos desde
este momento, las demostraciones afectivas, como esos besos, se van a
transformar en algo de todos los días. Por lo menos, yo tengo la certeza de que
fue de tu agrado, porque de lo contrario no habrías dudado un segundo, pienso
yo, en apartarte de mi lado. Vi que tu especie demuestra amor en las parejas
cuando en estas sus miembros apoyan su mano derecha en el hombro del otro,
también el derecho, mientras hacen un contacto suave con las mejillas. No se si
existan otras. No tienen la menor idea de lo que es un beso, a eso me refiero.
Incluso barajé la posibilidad de ser golpeado, porque pensé…
_¡Claro que fue de mi agrado ese beso de
enamorados!...¡y mucho! – exclamó Isabel, radiante y sonriente –. No lo vayas a
dudar, Eduardo. Me voy a acostumbrar a esas demostraciones.
Sus alas continuaban agitándose, pese a que
no había viento y apenas soplaba una leve brisa nocturna; su cara se abanicó
con la mano izquierda, todavía estaba ruborizada y el aura lila había alcanzado
tal brillo e intensidad que empezaron a aparecer sombras en el suelo, sobre el
césped, de todo lo que tenía a su alrededor. Incluso las piernas de ambos – de
la flamante pareja – se proyectaban allí, en la forma de cuatro borrones negros
que oscilaban al compás del aura.
_Me va a gustar eso., sentenció Isabel.
_Muy bien.
_¿A dónde vas?.
_A hacerte un obsequio, el primero. Algo
sencillo, de acuerdo, pero lo que cuenta es la intención.
Fue hasta un arbusto floral en los límites
del parque La Bonita, a unos ciento veinte metros del banquito de madera.
Observó antes de proceder y cortó uno de aquellos jazmines de color amarillo.
Regresó trotando con el hasta el área de descanso y con un suave y florido
movimiento de la mano derecha, y pronunciando con claridad suficiente la
antiquísima, cuando no ultra cursi, frase “Una flor para otra flor” (que dudaba
aplicara en la sociedad de los seres feéricos), ofreció la flor aromática a su
“compañera sentimental”.
Isabel recibió el jazmín como si fuera un
tesoro de valor incalculable.
_Cuando pienses en regalarle una flor a
alguien, a una mujer, y lo lleves a la práctica, Eduardo, no digas que es algo
sencillo. No pongo en discusión eso de que lo que cuenta es la intención, pero
si lo otro. Todas las flores son hermosas y magníficas, y las mujeres feéricas
las apreciamos más que cualquier otra cosa – planteó el hada, visiblemente
emocionada a causa del obsequio y el noviazgo –. A propósito, te doy las gracias
por el gesto.
Llevó el jazmín a poquísimos milímetros de la
nariz e inhaló pausadamente el néctar, en tanto disfrutaba del rico perfume.
Acto seguido, transformó la flor en el polvillo fertilizante y a este lo
esparció delante suyo en el césped, entre sus pies y las patas de la mesa.
_¿En serio te gustó?. Cuanto me alegra eso,
Isabel, porque no se me ocurría otra cosa para obsequiarte, al menos no en este
momento. Ese es otro punto que le es común a las mujeres de las dos especies,
la feérica y la humana: ambas ven a las flores como un presente muy lindo, sin
importar el motivo por el que se las obsequien – dijo complacido el hombre,
sentándose ahora a la izquierda del hada. Bien cerca de ella. Indudablemente en
preparación para otro beso. Sabía que no iba su compañera sentimental a
molestarse y eso le daba seguridad y confianza –. Estoy teniendo mucha suerte,
de eso no cabe duda alguna. ¿Por qué, sino, tengo como novia a una mujer tan
linda?. ¡Voy a quedar como un ganador, como un auténtico ganador, delante de
todo el mundo en Barraca Sola y otras partes de Del Sol!., exclamó emocionado y
levantando los brazos, en señal de triunfo.
Otra sonora campanada a la distancia.
A este día solo le quedaban dos horas.
_¿De modo que soy únicamente un trofeo? –
aunque en broma, la bella hada de aura lila había protestado en respuesta a las
palabras de su amigo, ahora también su novio –. Esperaba que después de todo lo
que vivimos hoy, y de la declaración de Amor de hace unos minutos…
_¡Era una b roma! – la interrumpió Eduardo,
las manos moviendo de un lado a otro, aceleradamente. La hermana de Cristal
había vuelto a sonreír. Le gustaba mucho la idea de que su compañero
sentimental viera en ella a la mujer más linda –. Pero eso de que tengo suerte
es verdad, ¿o acaso estoy en un error?. Pude comprobar que existen las hadas,
ahora una de ellas es mi compañera de amores, vivo con ella… ¡La vida me está
sonriendo!, ¡me está sonriendo y lo hace en exceso!.
_¡Oh, silencio de una vez, por favor!.,
exclamó el hada de la belleza, actuando, Eduardo supuso, como consecuencia de
otro impulso, de uno instintivo.
Fue ella quien tomó la iniciativa para el
segundo beso.
Continúa...
--- CLAUDIO ---
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