lunes, 27 de agosto de 2012

Alcoholismo y juventud

Por tratarse de uno de los más comentados en todas partes (los medios, Internet, la calle o donde fuere) el alcohol es uno de los problemas – algunos dirán que también la solución – más acuciantes en la actualidad. Y esto debe ser tomado en consideración, como algo serio, ya que quien les escribe es un amante de la bebida con una marcada cultura alcohólica. Mi bebida favorita fue, es y será la grappa, de eso no hay ninguna duda. Pero no es de mi gusto por esa y otras bebidas a lo que voy a referirme en esta oportunidad, sino del efecto del alcohol en la juventud argentina contemporánea.

Las múltiples bebidas alcohólicas que existen hoy día en el mercado no solo resultan perjudiciales para la salud, sino que también se convierten en un elemento que altera el comportamiento, provocando que quien las ingiera se comporte de formas extrañas, haga cosas sin sentido y sea en parte o en todo responsable de cosas que estando sobrio nunca habría hecho, por lo que se dice entre los consumidores de alcohol que este es el impulso del que requieren para “arriesgarse” y “animarse” solo daña nuestra salud sino que altere nuestro comportamiento. 

Sucede con mayor o menor regularidad, pero lo hacemos. Ingerimos cantidades de alcohol que pueden (y lo harán, de seguir consumiendo) alterar la salud y el organismo. Podría decirse que forma a estas alturas una parte conocida de la cultura argentina. A esto me refiero con la consumición de bebidas alcohólicas en los instantes previos a una reunión, de cualquier tipo, con el único objetivo de pasarlo mejor. En realidad, somos responsables de nuestros actos pero gran parte de los problemas proceden de la mala educación que reciben los hijos. Sus padres no les instruyen adecuadamente y en ciertas ocasiones, ni siquiera deberían permitirles a sus hijos estar de fiesta hasta altas horas de la madrugada cuando a penas saben cuales son las consecuencias de ingerir esa droga tan común.

Con el avance irrefrenable del tiempo también lo hacen las generaciones. Hoy en día es común ver que la edad de iniciación en la bebida de los y las adolescentes, a tal punto que es (para desgracia de la posteridad) inusualmente común ver  consumiendo cerveza, vino u otras bebidas a nenes y nenas de doce o trece años de edad. Más grave es todavía, que haya gente adulta que incite ese comportamiento erróneo en el entorno de estos ebrios precoces, que a veces suelen, incluso, mezclarse con personas mayores que ellos, exponiéndose así a peligros adicionales, como los abusadores de menores y el maltrato físico, compartiendo un tetra pack o una botella en la plaza de su barrio, la calle u otro lugar público. De ninguna forma estoy diciendo que los menores de edad son los únicos afectados por este problema, ni voy a decirlo jamás, porque sería un error grande como una casa, pero es a ellos a los que hay que proteger con respecto al alcohol. Tenemos que enseñarles lo que es eso y prevenirlos de sus consecuencias del consumo a corto, medio y largo plazo y, en los tres, la frecuencia con que se bebe, como hacerlo en exceso. Hay que ponerles buenos ejemplos con respecto a eso, y tenemos que ser conscientes de que el ser mayores de edad no implica necesariamente que el alcohol no vaya a afectarnos tanto (o más) como a los menores.

Hay veces en que puede ser motivo de gracia y burla el que se mofen de una persona joven, cualquiera sea su sexo, por llegar pasada de copas a u encuentro. La parte buena radica en que de tocarte a vos no vas a ser el que ría. Si vas a serlo, pero esto solamente si sos un ser con grandes deseos de venganza, cuando le pase a otro. En lo personal, yo no recomiendo esto, ya que eso es ser una mala persona o, lo que es peor, un hijo de puta.




--- CLAUDIO ---

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