El
precio que se paga por la mayor integración y comunicación que como
beneficios ofrece la telefonía celular es un deterioro gradual de la
identidad, las costumbres y, por supuesto, el idioma y todo lo que este
representa, como por ejemplo la ortografía. Piensen que con esta clase
de tecnologías todo es más sencillo y no lleva demasiado tiempo hacer
cada cosa de las que componen ese “todo”, y por tanto se fomentan la
vagancia y la ley del menor esfuerzo. Años atrás, no hará muchos, había
que tener seis aparatos diferentes para sacar fotografías, hacer
filmaciones, oír música o las noticias, hablar por teléfono con una o
más personas, apuntar direcciones y otra información en un solo lugar
(una agenda) y saber que hora era o la fecha exacta (día y mes). Hoy
todo eso es muchísimo más sencillo y puede hacerse en menos de la quinta
parte del tiempo que demanda hacerlo con un solo aparato: el teléfono
celular.
PERO ESO FOMENTA LA VAGANCIA Y LA LEY DEL MENOR ESFUERZO.
Basta
con apretar un botón para acceder a un menú de múltiples opciones,
entre estas los mensajes de texto, lo peor que, pese a su aceptación
popular y gran uso, ofrece la telefonía celular. A cada día que pasa se
hace mayor la cantidad de gente que recurre a esa opción para
comunicarse en lugar de optar por lo tradicional (comunicaciones
telefónicas normales), que a mi entender es para lo único que tendrían
que servir este tipo de prodigios de la tecnología: para que dos o más
personas se comuniquen entre si. Y tomando en consideración que la
tecnología no permanece constante lo más probable es que en algunos
años, que no creo que sean pocos, las personas van a ser cien por ciento
dependientes de ese cáncer de las sociedades modernas: la telefonía
celular. Es cierto que en algunos, y no son pocos, aspectos hace la vida
más cómoda – como por ejemplo saber donde se encuentra una persona en
caso de que ocurriere algún contratiempo -. Pero nada más allá de eso.
FOMENTA LA VAGANCIA Y LA LEY DEL MENOR ESFUERZO.
Los mensajes de texto no son la excepción.
Representan
lo más perjudicial en cuanto a las opciones y aplicaciones con que
cuenta un teléfono celular, y eso tiene su origen en el costo mismo del
mensaje, que varía (aunque apenas) dependiendo de la compañía prestadora
del servicio. A cambio de ahorrar unos centavos o unos pesos se produce
una degeneración gradual del idioma: tomar una palabra y abreviarla,
quitarle o reemplazarle letras e incluso quitarle el sentido gramatical,
lo que induce a cometer no solo errores, sino también horrores de
ortografía. Más grave todavía es que después se hace costumbre, y a esa
costumbre se la traslada a la vida real, a más allá de los mensajes de
texto: a la hora de (tratar de) hallar un puesto de trabajo que requiera
de escritura constante o casi constante – administrativo /a, secretario
/a, entrador /a de datos…- o cualquier otra tarea en los estudios: si
un alumno o una alumna presenta dicha tarea a un /a profesor /a, este /a
por supuesto que toma en cuenta la ortografía y la gramática.
LOS CELULARES FOMENTAN LA VAGANCIA
Los siguientes ejemplos pueden ilustrar /demostrar lo catastróficos que son los mensajes de texto:
-
A la hora de escribir “porque”, “por qué” o “¿por qué?” se escribe
directamente “xq”, de manera que no sabe el /la receptor /a, o no puede
deducir con la debida rapidez, cual de las tres opciones está usando el
/la emisor/a.
-
Un chico escribiendo a su novia, o viceversa. Escribe “Te quiero mucho”
como “tkm”. Si el /la receptor /a es nuevo /a en esto, ¿cómo interpreta
o entiende el mensaje recibido?.
-
La palabra “Gracias”, simple o entre signos de admiración, se escribe
“gcs”. Se parece más, pienso yo, a la sigla de una empresa que a una
palabra de agradecimiento.
-
En algunos casos, que desafortunadamente no son pocos, no se diferencia
entre las letras que suenan igual al pronunciarlas, y se pone una o la
otra sin respetar las reglas ortográficas. Esos casos son B=V; Ñ=NI;
S=Z; C=K; K=Q; U=W;G=J; I=Y y LL=Y.
- Se ignora la letra H.
_Se ignora la mayoría de los signos ortográficos.
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