La reina había vuelto a ponerse de pie para
dirigir la palabra a la concurrencia:
_Atención, por favor. El concurso de baile de
vals va a empezar ahora.
Fue una frase introductoria sencilla, nada
del otro mundo, pero resultó suficiente para que un silencio casi total,
acompañado esta vez por una cuota de suspenso, se volviera a apoderar de la
multitud. No se escuchaba otra cosa que sonidos por lo bajo, las voces
prácticamente habían cesado y todo el mundo se hallaba concentrado en el palco
principal.
Aun cuando restaban menos de cuarenta minutos
para que su inicio diera el vigesimosegundo día del mes de Marzo, el
vigesimoprimero del tercer mes (Nint) en el calendario antiguo de las hadas,
nadie de entre la enorme multitud, mujeres ni hombres, daba señales más o menos
evidentes de agotamiento, cansancio ni sueño, y hasta el último de los seres
elementales allí presentes parecía estar deseando que la ceremonia por la
llegada del otoño se prolongara durante mucho más tiempo que el previsto por
las hadas que se ocuparon de la organización. En ese momento, la reina Lili
hizo otra vez uso de sus habilidades para enseñar la docena de premios la multitud (a último momento había querido
que todas las parejas tuvieran un reconocimiento), proyectando palabras a la
suficiente altura como para que estuvieran visibles aun en los puntos más alejados del palco oficial. Letras de
colores amarillo y rojo que indicaron:
1-
Medio millón de soles
2-
Exención impositiva total por un año
3-
Vacaciones cien por ciento pagas por veintiún días
4 al 12- Veinticuatro mil soles por
pareja.
Y habló a continuación cono detalles sobre la
docena de premios.
El primero consistía en quinientos mil soles
representados por un documento a cuyo pie estaban las firmas de la reina Lili,
el consejero de Hacienda y Economía y el jefe del Banco Real de Insulandia
(figurando las tres rúbricas, nadie pondría en duda la veracidad del documento,
que tendría más legalidad de la que podría necesitar), dentro de un sobre de
color dorado con el sello real oficial insular impreso en ambas caras, además
de un espacio reservado en el lado del destinatario para escribir el nombre de
la pareja ganadora; un documento que los autorizaba a hacer un retiro de
cualquiera de las sucursales del Banco Real, específicamente de las arcas del
Consejo de Hacienda y Economía, y transferir las moneas a una cuenta propia –
el documento indicaba que debían ser monedas de mil soles o de quinientos –, o
usar el documento firmado como una “orden de compra” en lo que quisieran los
ganadores, en cuyo caso quedaría en vigencia el registro donde figuraría el
saldo. En el sobre plateado del segundo premio, también con el sello real en
ambas caras y el espacio en blanco en una de ellas, el reconocimiento se
remitía a una carta certificada que eximía de todas las obligaciones
impositivas insulares a la pareja que lo obtuviera durante doce meses y también
estaba firmada por la reina y los jefes del Consejo HE y del Banco Real, además
de por la directora de la AII, la “Agencia Insular Impositiva”, que dependía de
dicho consejo. El tercer premio, en un sobre color bronce, que llevaba el mismo
sello que los otros dos y el espacio en blanco, era un documento avalado y
certificado por los Consejos de Desarrollo Comunitario y Social y de Turismo,
Recreación y Esparcimiento (DCS y TRE), que daba cuenta de las vacaciones pagas
para la pareja ganadora por tres semanas, al lugar que sus componentes
quisieran. Allí estaba el trío de sobres, que la reina había traído desde su
oficina empleando sus habilidades. Con ellos había trasladado también un cofre
de madera tallada en cuyo interior había varias decenas de monedas de mil
soles: serían el premio para las parejas que ocuparan las restantes posiciones.
Las parejas concursantes también estaban
listas.
Aguardaban el sorteo que determinaría el
orden en que habrían de participar. Era uno de los métodos más clásicos de
selección: una urna esférica de vidrio con las bolillas numeradas. No tenían
más que extraer una de ellas y esperar su momento.
_¿Y ahora qué hacemos los cuatro?., le
preguntó Lursi a Eduardo, quien, siguiendo las indicaciones de la soberana
insular, agitaba la urna de vidrio en el aire para mezclar la docena de
bolillas.
Ambos estaban sentados a la izquierda de la
soberana, cada uno listo ya con la tiza blanca, la pizarra negra y un trapo
para borrar lo escrito en ella. A la derecha de la reina, Kevin y Oliverio
también estaban listos y, como el par a la izquierda, se encontraba a la
espera. Las parejas concursantes estaban frente a la mesa con la urna; en el
palco principal sus componentes conversando entre si, formando un único grupo
ante la expectante mirada de la multitud, todas esas personas listas para la
extracción de las bolillas.
Reinaba una atmósfera de suspenso.
Reinaría hasta que la última pareja hubiera
dejado la urna.
_Esperar a que cada pareja concursante haga
su parte. Sacan una bolilla, esperan a que los anunciemos y bailan el vals.
Después, la reina y nosotros hacemos lo nuestro, cuando tengamos que dar las
calificaciones a cada pareja. Nada del otro mundo, a decir verdad – contestó el
arqueólogo, de forma bastante resumida, en tanto echaba un vistazo. La multitud
de hadas y otros seres elementales, en tanto buscaban buenas ubicaciones,
parecía estar pensando en tomar partido por alguna de las parejas concursantes
en particular –. Ese método para elegir y calificar me vino a la mente cuando
propuse el concurso a la reina y los funcionarios, y les pareció una buena
idea. En una de esas funciona y logra que las duplas de bailarines den lo mejor
que tienen, que todos se esfuercen al máximo – se dirigió a las doce parejas y
les pidió con amabilidad –. Por simple gesto de caballeros, ¿pueden ser las
mujeres quienes saquen las bolillas de la urna?.
Los participantes masculinos estuvieron de
acuerdo y lo demostraron dando un paso hacia el costado.
_En ese caso, los miembros del Consejo Real
que intervinieron en la organización y la reina Lili tendrían que haber pensado
o reparado en alguna otra clase de premios, algo que resultara más tentador. Si
es cierto, y eso no se discute, que todos lo valen – apreció el
artesano-escultor desde el otro lado, junto a la monarca. Esta se encontraba en
silencio y con los ojos cerrados. Su expresión era de total concentración, una
señal inequívoca de que estaba manteniendo una comunicación mental con otra
persona. Kevin y el otro trío de calificadores no pudieron evitar ver esos
manchones rosas en las mejillas de la soberana, y creyeron haber adivinado de
que cosa podría estar hablando y con quién –, pero excepto el hecho de no tener
que pagar ninguna clase de impuestos durante un año, los demás premios, creo
yo, son…
_¿La suma de medio millón de soles no
representa algo tentador?. No estoy de acuerdo ni por equivocación con eso –
discrepó Eduardo, sin poder reprimir una sonrisa. A su lado, la reina hacía
gestos apenas perceptibles, sobre todo con las cejas y la comisura. Eduardo no
podía saber si eso era a causa del enorme esfuerzo que estaba haciendo para
concentrarse, con el bullicio imperante y el clima festivo, o como consecuencia
de la comunicación mental que ella y la otra persona (un hombre, seguramente)
estaban manteniendo –. En el lugar del que provengo existen individuos tan
indeseables, a un nivel que no podrías imaginarte, que serían incluso capaces
de matar a otra persona por una cifra como esa. ¡Pasen!, ¡pasen” – llamó a la
primera pareja, y la mujer sacó una de las bolillas. Les tocaba bailar el vals
en el séptimo lugar –. Capaces incluso de poner en peligro a sus propias
familiar, también a sus hijos o hijas, por la misma cantidad… puede que menos.
Se quedó entonces en silencio, para hacer
otro cálculo.
Las últimas cotizaciones, previas a su viaje
a la ciudad de Miami, habían indicado que un gramo de oro podía venderse o
comprarse a cincuenta dólares, y la tasa de cambio legal era de dieciséis pesos
con ochenta centavos por dólar, Suponiendo en todo momento que ese par de
valores continuara en vigencia y sin cambios, y sabiendo que medió millón
de soles en monedas de mil conjuntaban
en exacto de veinticinco kilogramos de otro (cincuenta gramos por moneda), no
le costó trabajo advertir que quinientos mil soles equivaldrían a un millón
doscientos cincuenta mil dólares.
¡Veintiún millones de pesos!.
_Deben ser la escoria de toda la raza humana,
sin dudas – opinó Oliverio, sumándose a la conversación. La reina continuaba
concentrada, indiferente a este gran clima festivo, pero quienes la estuvieron
observando (prácticamente todos los que no tenían obstruido su campo de visión)
extrajeron sus propias conclusiones. El estado de su aura amarilla y roja
indicaba que se encontraba feliz y contenta –. Pero este es el planeta de los
seres feéricos, y comportamientos como ese u otros parecidos son imposibles e
impensables. Sabiendo que son tan altas la calidad de vida y las pagas
mensuales, el dinero no constituye algo por lo que nos tengamos que preocupar –
un trío de parejas había sacado las siguientes bolillas, en medio de una marea
de aplausos y vítores, con los números nueve, uno y cinco (la reina Lili
continuaba en silencio y armónica). A continuación fue el turno de otra pareja:
la bolilla número once –. Hay numerosos casos en los que los salarios mensuales
superan el promedio fijado por la ley. Los comerciantes, por ejemplo, que
pueden llegar a recaudar entre siete y nueve mil soles cada semana, en algunos
casos, y eso después de restarle a las ganancias la seguridad social, los
descuentos adicionales, impuestos, el pago a los proveedores y eso. Cristal e
Isabel te lo dijeron ya, ¿no? – la sexta pareja sacó la bolilla número cuatro
–. Las hadas vienen desde todos los rincones del reino insular a hacer sus
compras, ocasionales o diarias, a la Ciudad Del Sol, específicamente a los
mercados centrales, y vuelven a sus casas con las manos repletas de bolsas,
cajas o paquetes.
“Bienvenidos a los paseos de compras”, opinó
el arqueólogo.
En las ciudades más pobladas de su patria
proliferaban y eran moda desde hacía varios años los polos comerciales en los
que centenares de personas e incluso más hacían todo tipo de compras, aun
existiendo una dudosa procedencia de muchos de los artículos que allí se
comercializaban. Incluso había compradores, de ambos sexos, que llegaban desde
los países limítrofes, en grandes transportes automotores que atravesaban
grandes extensiones y diversos paisajes antes de llegar a su destino.
_Para los míos, y me refiero específicamente
a las personas de mi misma nacionalidad, o a cualquiera que viva allí, la de
quinientos mil es una cifra muy grande, y el sueldo promedio no es nada del
otro mundo, si se trata de un empleo legal. Pero eso de medio millón… una de las
pocas cosas seguras, comparativamente hablando, de ganar una suma así se da
solo con la suerte. Hablo de los juegos de azar – comentó Eduardo. Otra pareja
concursante estuvo frente a la urna y la mujer introdujo la mano izquierda.
Sacó la bolilla con el número seis y entre la multitud se repitieron los
aplausos –. No es suficiente, o lo es a duras penas, el dinero en la mayoría de
los casos, porque los precios de todas las cosas suben mes a mes, la inflación
por consiguiente es elevada y una familia tipo, digamos un matrimonio con una o
dos descendencias, tendría resuelta al menos una tercera parte de sus problemas
con la suma de quinientos mil… yo los tendría.
_Eso solamente quiere decir una cosa. Que aquellos
individuos que fueron elegidos para gobernar, los funcionarios públicos de un sexo
o del otro, no son en los cargos que desempeñan todo lo eficientes que se espera
de ellos, porque si esas personas n o están capacitadas para hacerse cargo de
cosas con tan poca dificultad, mucho menos eficientes van a ser con lo que de
verdad sea difícil y complejo. La palabra empeñada va con ello, no importan la
dificultad ni la complejidad – opinó el artesano-escultor, girando la cabeza y
observando como su compañera sentimental conversaba animadamente con su
hermana. La reina Lili continuaba comunicándose mentalmente y otra pareja había
sacado una bolilla, el componente femenino lo hizo, después de pasar al frente:
fue el número dos. Enseñaron triunfantes la pieza a la multitud –. Los seres
feéricos planificamos y ejecutamos muy a futuro todas las cosas que hacemos. También
lo hacen, cada una a su modo, las demás especies del reino elemental. Las
catástrofes naturales, por ejemplo – y extrajo de su memoria –. Cien años atrás
hubo una que abarcó a la quinta parte del continente, y eso implicó el
cincuenta por ciento de Insulandia. Tan devastadora fue esa catástrofe que se llevó
un quinto de millón de vidas feéricas, lo que para nuestros parámetros es una
cifra muy grande, y dejó vastas regiones del continente centrálico a la
miseria. El Consejo Supremo Planetario y la Mancomunidad Elemental, además de
los gobiernos de los países afectados, trabajaron las veinticuatro horas todos
los días sin descanso, y eso fue literal. No bien empezaron las tareas de
recuperación y reconstrucción se supo que tale sobras no iban a concluir en
menos de una década, y no se equivocaron. Pasó más de medio siglo antes de que
hubieran sido borrados todos los vestigios de ese desastre –la bolilla con el
número doce. La pareja celebraba. Sus componentes dispondrían del tiempo
suficiente para ensayar y repasar –. Quiero decir que, en caso de3 ocurrir otro
desastre como ese, vamos a saber que hacer desde el primer momento. Los
destrozos y daños se van a reducir al mínimo, con respecto a esa catástrofe de
hace cien años. Si algo así ocurre una vez más vamos a estar preparados para
hacerle frente.
_Nadia me contó lo que vos le contaste a
ella, y me cuesta trabajo comprender y creer que una cosa así pueda pasar – comunicó
Lursi, inclinándose hacia adelante y dirigiendo la vista al experto en
arqueología submarina, a la vez que la mujer de la siguiente pareja sacaba la
bolilla con el número tres y volvían a resonar los aplausos. Restaban solo dos
piezas en la urna – Los impuestos que al mes pagan una centena de ciudadanos
forman el sueldo de cinco funcionarios políticos. ¿Es verdad que en tu lugar de
origen no justifican esos individuos, por lógica, lo que ganan?.
Si no fuera por aquellos (apenas)
perceptibles gestos que efectuaba con las cejas y la comisura de los labios y
el leve enrojecimiento de las mejillas, todas las hadas, liuqis, sirenas,
tritones, vampiros, gnomos, almas solitarias y demás seres elementales en la
plaza y sus áreas colindantes – efectivamente, había más de media catorcena de
especies – que la estaban mirando creerían que la reina de Insulandia se había
quedado dormida. Lili tenía superpuesta a la izquierda la pierna derecha, los
brazos cruzados, sus ojos estaban errados e inmóviles las alas, siempre
majestuosas, que formaban un asterisco, otro de los aspectos que la convertía
en un hada en extremo poderosa. Su aura de dos colores era una línea estática
que con aquellas variaciones y oscilaciones demostraba sus emociones y lo que
estaba sintiendo. La capacidad para concentrarse de la soberana insular debía
de ser enorme, lo suficiente como para imponerse sobre las voces, la algarabía,
el ruido y el bullicio que imperaban. Ni siquiera se movía su larga cabellera
rubia.
_La mayoría. Cinco o seis de un total de
diez, en promedio. Estaba pensando en la incompetencia colectiva más grande o
menos aquella tarde en que abrí los ojos, en la casa de Isabel. Ella, Nadia y
la reina Lili me estaban explicando todo lo que había pasado conmigo y la situación
en que me encontraba. En ese momento empecé a hacer unas pocas comparaciones
entre m lugar de origen y este. Hablo de lo verdaderamente poco que pude ver
hasta ese instante. El viaje por aire en una máquina voladora a una altura que
ya no recuerdo, el naufragio, la caminata por la playa, la cabaña para uso
turístico y la vista desde la ventana, en el dormitorio – rememoró el autor
intelectual del concurso de baile de vals, trayendo las vívidas imágenes al
presente e intentando recuperar los detalles que se estaban escapando –. Sin embargo,
existen unos pocos hombres y mujeres de la función pública que todavía no se
contaminan con esa inoperancia política, extrema a veces, y que si no fuera por
ellos el país del que provengo sería destruido a corto-medio o medio plazo y
acabaría en la más absoluta de las miserias, algo que estuvo a muy poco de
pasar varias veces… ¡que haya suerte! – deseó a la pareja cuyo componente del
sexo femenino había sacado la bolilla con el número ocho. Eduardo reconoció a
la mujer. Era aquella hada a la que el e Isabel le habían prestado la
bicicleta, durante su primera salida. “Gracias”, agradecieron ella y su
compañero, exhibiendo la bolilla en lo alto, con aire de gran triunfo –. La mayoría,
desafortunadamente, es de la clase incorrecta. La bolilla diez.
En
efecto.
La duodécima y última pareja de bailarines
había extraído esa pieza y el par de componentes la enseño con orgullo a la nutrida
multitud reunida en el caso urbano e histórico. Los dos se sentían con tanta
confianza como los otros veintidós individuos e iban a dar lo mejor de si paras
(intentar) obtener el primer lugar.
Al mismo tiempo que la docena de parejas se
alineaba con el orden numérico establecido – uno a doce –, la reina Lili hubo
de abrir los ojos, descruzar los brazos y las piernas y reanudar el movimiento.
… al fin.
Continúa…
--- CLAUDIO ---
No hay comentarios:
Publicar un comentario