lunes, 2 de octubre de 2017

4.15) El concurso de baile, parte 2



La reina había vuelto a ponerse de pie para dirigir la palabra a la concurrencia:

_Atención, por favor. El concurso de baile de vals va a empezar ahora.

Fue una frase introductoria sencilla, nada del otro mundo, pero resultó suficiente para que un silencio casi total, acompañado esta vez por una cuota de suspenso, se volviera a apoderar de la multitud. No se escuchaba otra cosa que sonidos por lo bajo, las voces prácticamente habían cesado y todo el mundo se hallaba concentrado en el palco principal.
Aun cuando restaban menos de cuarenta minutos para que su inicio diera el vigesimosegundo día del mes de Marzo, el vigesimoprimero del tercer mes (Nint) en el calendario antiguo de las hadas, nadie de entre la enorme multitud, mujeres ni hombres, daba señales más o menos evidentes de agotamiento, cansancio ni sueño, y hasta el último de los seres elementales allí presentes parecía estar deseando que la ceremonia por la llegada del otoño se prolongara durante mucho más tiempo que el previsto por las hadas que se ocuparon de la organización. En ese momento, la reina Lili hizo otra vez uso de sus habilidades para enseñar la docena de premios  la multitud (a último momento había querido que todas las parejas tuvieran un reconocimiento), proyectando palabras a la suficiente altura como para que estuvieran visibles aun en los puntos  más alejados del palco oficial. Letras de colores amarillo y rojo que indicaron:

1-      Medio millón de soles
2-      Exención impositiva total por un año
3-      Vacaciones cien por ciento pagas por veintiún días
4 al 12- Veinticuatro mil soles por pareja.

Y habló a continuación cono detalles sobre la docena de premios.

El primero consistía en quinientos mil soles representados por un documento a cuyo pie estaban las firmas de la reina Lili, el consejero de Hacienda y Economía y el jefe del Banco Real de Insulandia (figurando las tres rúbricas, nadie pondría en duda la veracidad del documento, que tendría más legalidad de la que podría necesitar), dentro de un sobre de color dorado con el sello real oficial insular impreso en ambas caras, además de un espacio reservado en el lado del destinatario para escribir el nombre de la pareja ganadora; un documento que los autorizaba a hacer un retiro de cualquiera de las sucursales del Banco Real, específicamente de las arcas del Consejo de Hacienda y Economía, y transferir las moneas a una cuenta propia – el documento indicaba que debían ser monedas de mil soles o de quinientos –, o usar el documento firmado como una “orden de compra” en lo que quisieran los ganadores, en cuyo caso quedaría en vigencia el registro donde figuraría el saldo. En el sobre plateado del segundo premio, también con el sello real en ambas caras y el espacio en blanco en una de ellas, el reconocimiento se remitía a una carta certificada que eximía de todas las obligaciones impositivas insulares a la pareja que lo obtuviera durante doce meses y también estaba firmada por la reina y los jefes del Consejo HE y del Banco Real, además de por la directora de la AII, la “Agencia Insular Impositiva”, que dependía de dicho consejo. El tercer premio, en un sobre color bronce, que llevaba el mismo sello que los otros dos y el espacio en blanco, era un documento avalado y certificado por los Consejos de Desarrollo Comunitario y Social y de Turismo, Recreación y Esparcimiento (DCS y TRE), que daba cuenta de las vacaciones pagas para la pareja ganadora por tres semanas, al lugar que sus componentes quisieran. Allí estaba el trío de sobres, que la reina había traído desde su oficina empleando sus habilidades. Con ellos había trasladado también un cofre de madera tallada en cuyo interior había varias decenas de monedas de mil soles: serían el premio para las parejas que ocuparan las restantes posiciones.
Las parejas concursantes también estaban listas.
Aguardaban el sorteo que determinaría el orden en que habrían de participar. Era uno de los métodos más clásicos de selección: una urna esférica de vidrio con las bolillas numeradas. No tenían más que extraer una de ellas y esperar su momento.

_¿Y ahora qué hacemos los cuatro?., le preguntó Lursi a Eduardo, quien, siguiendo las indicaciones de la soberana insular, agitaba la urna de vidrio en el aire para mezclar la docena de bolillas.
Ambos estaban sentados a la izquierda de la soberana, cada uno listo ya con la tiza blanca, la pizarra negra y un trapo para borrar lo escrito en ella. A la derecha de la reina, Kevin y Oliverio también estaban listos y, como el par a la izquierda, se encontraba a la espera. Las parejas concursantes estaban frente a la mesa con la urna; en el palco principal sus componentes conversando entre si, formando un único grupo ante la expectante mirada de la multitud, todas esas personas listas para la extracción de las bolillas.
Reinaba una atmósfera de suspenso.
Reinaría hasta que la última pareja hubiera dejado la urna.

_Esperar a que cada pareja concursante haga su parte. Sacan una bolilla, esperan a que los anunciemos y bailan el vals. Después, la reina y nosotros hacemos lo nuestro, cuando tengamos que dar las calificaciones a cada pareja. Nada del otro mundo, a decir verdad – contestó el arqueólogo, de forma bastante resumida, en tanto echaba un vistazo. La multitud de hadas y otros seres elementales, en tanto buscaban buenas ubicaciones, parecía estar pensando en tomar partido por alguna de las parejas concursantes en particular –. Ese método para elegir y calificar me vino a la mente cuando propuse el concurso a la reina y los funcionarios, y les pareció una buena idea. En una de esas funciona y logra que las duplas de bailarines den lo mejor que tienen, que todos se esfuercen al máximo – se dirigió a las doce parejas y les pidió con amabilidad –. Por simple gesto de caballeros, ¿pueden ser las mujeres quienes saquen las bolillas de la urna?.
Los participantes masculinos estuvieron de acuerdo y lo demostraron dando un paso hacia el costado.
_En ese caso, los miembros del Consejo Real que intervinieron en la organización y la reina Lili tendrían que haber pensado o reparado en alguna otra clase de premios, algo que resultara más tentador. Si es cierto, y eso no se discute, que todos lo valen – apreció el artesano-escultor desde el otro lado, junto a la monarca. Esta se encontraba en silencio y con los ojos cerrados. Su expresión era de total concentración, una señal inequívoca de que estaba manteniendo una comunicación mental con otra persona. Kevin y el otro trío de calificadores no pudieron evitar ver esos manchones rosas en las mejillas de la soberana, y creyeron haber adivinado de que cosa podría estar hablando y con quién –, pero excepto el hecho de no tener que pagar ninguna clase de impuestos durante un año, los demás premios, creo yo, son…
_¿La suma de medio millón de soles no representa algo tentador?. No estoy de acuerdo ni por equivocación con eso – discrepó Eduardo, sin poder reprimir una sonrisa. A su lado, la reina hacía gestos apenas perceptibles, sobre todo con las cejas y la comisura. Eduardo no podía saber si eso era a causa del enorme esfuerzo que estaba haciendo para concentrarse, con el bullicio imperante y el clima festivo, o como consecuencia de la comunicación mental que ella y la otra persona (un hombre, seguramente) estaban manteniendo –. En el lugar del que provengo existen individuos tan indeseables, a un nivel que no podrías imaginarte, que serían incluso capaces de matar a otra persona por una cifra como esa. ¡Pasen!, ¡pasen” – llamó a la primera pareja, y la mujer sacó una de las bolillas. Les tocaba bailar el vals en el séptimo lugar –. Capaces incluso de poner en peligro a sus propias familiar, también a sus hijos o hijas, por la misma cantidad… puede que menos.
Se quedó entonces en silencio, para hacer otro cálculo.
Las últimas cotizaciones, previas a su viaje a la ciudad de Miami, habían indicado que un gramo de oro podía venderse o comprarse a cincuenta dólares, y la tasa de cambio legal era de dieciséis pesos con ochenta centavos por dólar, Suponiendo en todo momento que ese par de valores continuara en vigencia y sin cambios, y sabiendo que medió millón de  soles en monedas de mil conjuntaban en exacto de veinticinco kilogramos de otro (cincuenta gramos por moneda), no le costó trabajo advertir que quinientos mil soles equivaldrían a un millón doscientos cincuenta mil dólares.
¡Veintiún millones de pesos!.
_Deben ser la escoria de toda la raza humana, sin dudas – opinó Oliverio, sumándose a la conversación. La reina continuaba concentrada, indiferente a este gran clima festivo, pero quienes la estuvieron observando (prácticamente todos los que no tenían obstruido su campo de visión) extrajeron sus propias conclusiones. El estado de su aura amarilla y roja indicaba que se encontraba feliz y contenta –. Pero este es el planeta de los seres feéricos, y comportamientos como ese u otros parecidos son imposibles e impensables. Sabiendo que son tan altas la calidad de vida y las pagas mensuales, el dinero no constituye algo por lo que nos tengamos que preocupar – un trío de parejas había sacado las siguientes bolillas, en medio de una marea de aplausos y vítores, con los números nueve, uno y cinco (la reina Lili continuaba en silencio y armónica). A continuación fue el turno de otra pareja: la bolilla número once –. Hay numerosos casos en los que los salarios mensuales superan el promedio fijado por la ley. Los comerciantes, por ejemplo, que pueden llegar a recaudar entre siete y nueve mil soles cada semana, en algunos casos, y eso después de restarle a las ganancias la seguridad social, los descuentos adicionales, impuestos, el pago a los proveedores y eso. Cristal e Isabel te lo dijeron ya, ¿no? – la sexta pareja sacó la bolilla número cuatro –. Las hadas vienen desde todos los rincones del reino insular a hacer sus compras, ocasionales o diarias, a la Ciudad Del Sol, específicamente a los mercados centrales, y vuelven a sus casas con las manos repletas de bolsas, cajas o paquetes.

“Bienvenidos a los paseos de compras”, opinó el arqueólogo.
En las ciudades más pobladas de su patria proliferaban y eran moda desde hacía varios años los polos comerciales en los que centenares de personas e incluso más hacían todo tipo de compras, aun existiendo una dudosa procedencia de muchos de los artículos que allí se comercializaban. Incluso había compradores, de ambos sexos, que llegaban desde los países limítrofes, en grandes transportes automotores que atravesaban grandes extensiones y diversos paisajes antes de llegar a su destino.
_Para los míos, y me refiero específicamente a las personas de mi misma nacionalidad, o a cualquiera que viva allí, la de quinientos mil es una cifra muy grande, y el sueldo promedio no es nada del otro mundo, si se trata de un empleo legal. Pero eso de medio millón… una de las pocas cosas seguras, comparativamente hablando, de ganar una suma así se da solo con la suerte. Hablo de los juegos de azar – comentó Eduardo. Otra pareja concursante estuvo frente a la urna y la mujer introdujo la mano izquierda. Sacó la bolilla con el número seis y entre la multitud se repitieron los aplausos –. No es suficiente, o lo es a duras penas, el dinero en la mayoría de los casos, porque los precios de todas las cosas suben mes a mes, la inflación por consiguiente es elevada y una familia tipo, digamos un matrimonio con una o dos descendencias, tendría resuelta al menos una tercera parte de sus problemas con la suma de quinientos mil… yo los tendría.
_Eso solamente quiere decir una cosa. Que aquellos individuos que fueron elegidos para gobernar, los funcionarios públicos de un sexo o del otro, no son en los cargos que desempeñan todo lo eficientes que se espera de ellos, porque si esas personas n o están capacitadas para hacerse cargo de cosas con tan poca dificultad, mucho menos eficientes van a ser con lo que de verdad sea difícil y complejo. La palabra empeñada va con ello, no importan la dificultad ni la complejidad – opinó el artesano-escultor, girando la cabeza y observando como su compañera sentimental conversaba animadamente con su hermana. La reina Lili continuaba comunicándose mentalmente y otra pareja había sacado una bolilla, el componente femenino lo hizo, después de pasar al frente: fue el número dos. Enseñaron triunfantes la pieza a la multitud –. Los seres feéricos planificamos y ejecutamos muy a futuro todas las cosas que hacemos. También lo hacen, cada una a su modo, las demás especies del reino elemental. Las catástrofes naturales, por ejemplo – y extrajo de su memoria –. Cien años atrás hubo una que abarcó a la quinta parte del continente, y eso implicó el cincuenta por ciento de Insulandia. Tan devastadora fue esa catástrofe que se llevó un quinto de millón de vidas feéricas, lo que para nuestros parámetros es una cifra muy grande, y dejó vastas regiones del continente centrálico a la miseria. El Consejo Supremo Planetario y la Mancomunidad Elemental, además de los gobiernos de los países afectados, trabajaron las veinticuatro horas todos los días sin descanso, y eso fue literal. No bien empezaron las tareas de recuperación y reconstrucción se supo que tale sobras no iban a concluir en menos de una década, y no se equivocaron. Pasó más de medio siglo antes de que hubieran sido borrados todos los vestigios de ese desastre –la bolilla con el número doce. La pareja celebraba. Sus componentes dispondrían del tiempo suficiente para ensayar y repasar –. Quiero decir que, en caso de3 ocurrir otro desastre como ese, vamos a saber que hacer desde el primer momento. Los destrozos y daños se van a reducir al mínimo, con respecto a esa catástrofe de hace cien años. Si algo así ocurre una vez más vamos a estar preparados para hacerle frente.
_Nadia me contó lo que vos le contaste a ella, y me cuesta trabajo comprender y creer que una cosa así pueda pasar – comunicó Lursi, inclinándose hacia adelante y dirigiendo la vista al experto en arqueología submarina, a la vez que la mujer de la siguiente pareja sacaba la bolilla con el número tres y volvían a resonar los aplausos. Restaban solo dos piezas en la urna – Los impuestos que al mes pagan una centena de ciudadanos forman el sueldo de cinco funcionarios políticos. ¿Es verdad que en tu lugar de origen no justifican esos individuos, por lógica, lo que ganan?.
Si no fuera por aquellos (apenas) perceptibles gestos que efectuaba con las cejas y la comisura de los labios y el leve enrojecimiento de las mejillas, todas las hadas, liuqis, sirenas, tritones, vampiros, gnomos, almas solitarias y demás seres elementales en la plaza y sus áreas colindantes – efectivamente, había más de media catorcena de especies – que la estaban mirando creerían que la reina de Insulandia se había quedado dormida. Lili tenía superpuesta a la izquierda la pierna derecha, los brazos cruzados, sus ojos estaban errados e inmóviles las alas, siempre majestuosas, que formaban un asterisco, otro de los aspectos que la convertía en un hada en extremo poderosa. Su aura de dos colores era una línea estática que con aquellas variaciones y oscilaciones demostraba sus emociones y lo que estaba sintiendo. La capacidad para concentrarse de la soberana insular debía de ser enorme, lo suficiente como para imponerse sobre las voces, la algarabía, el ruido y el bullicio que imperaban. Ni siquiera se movía su larga cabellera rubia.
_La mayoría. Cinco o seis de un total de diez, en promedio. Estaba pensando en la incompetencia colectiva más grande o menos aquella tarde en que abrí los ojos, en la casa de Isabel. Ella, Nadia y la reina Lili me estaban explicando todo lo que había pasado conmigo y la situación en que me encontraba. En ese momento empecé a hacer unas pocas comparaciones entre m lugar de origen y este. Hablo de lo verdaderamente poco que pude ver hasta ese instante. El viaje por aire en una máquina voladora a una altura que ya no recuerdo, el naufragio, la caminata por la playa, la cabaña para uso turístico y la vista desde la ventana, en el dormitorio – rememoró el autor intelectual del concurso de baile de vals, trayendo las vívidas imágenes al presente e intentando recuperar los detalles que se estaban escapando –. Sin embargo, existen unos pocos hombres y mujeres de la función pública que todavía no se contaminan con esa inoperancia política, extrema a veces, y que si no fuera por ellos el país del que provengo sería destruido a corto-medio o medio plazo y acabaría en la más absoluta de las miserias, algo que estuvo a muy poco de pasar varias veces… ¡que haya suerte! – deseó a la pareja cuyo componente del sexo femenino había sacado la bolilla con el número ocho. Eduardo reconoció a la mujer. Era aquella hada a la que el e Isabel le habían prestado la bicicleta, durante su primera salida. “Gracias”, agradecieron ella y su compañero, exhibiendo la bolilla en lo alto, con aire de gran triunfo –. La mayoría, desafortunadamente, es de la clase incorrecta. La bolilla diez.
 En efecto.
La duodécima y última pareja de bailarines había extraído esa pieza y el par de componentes la enseño con orgullo a la nutrida multitud reunida en el caso urbano e histórico. Los dos se sentían con tanta confianza como los otros veintidós individuos e iban a dar lo mejor de si paras (intentar) obtener el primer lugar.

Al mismo tiempo que la docena de parejas se alineaba con el orden numérico establecido – uno a doce –, la reina Lili hubo de abrir los ojos, descruzar los brazos y las piernas y reanudar el movimiento.
… al fin.



Continúa…



--- CLAUDIO ---

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