Otro aspecto de los
tradicionales que fue desplazado por las nuevas tecnologías fue el de los
juegos de video, de los popularmente conocidos como “fichines”, si de
entretenimiento estamos hablando. ¿Quién no pasó, sabiendo que la ficha costaba
veinticinco centavos, al menos tres horas seguidas en uno de esos locales?,¿Qué
estudiante de primaria, varones sobre todo, no fue a ellos cada vez, la mayoría
de estas, que se hizo la rata de la escuela (si lo sabré yo a eso…)?. ¿Quién
puede olvidar el noble arte de los videojuegos que eran justamente eso, y no lo
que hay ahora, que a cada nuevo avance tecnológico se pareces más a personas y
escenarios reales que a cualquier otra cosa?. Porque ese avance y esa
sofisticación permitieron avanzar de imágenes más o menos elaboradas a lo que
tenemos ahora, borrando y suprimiendo para siempre el concepto original de esta
forma de entretenimiento.
Para hacerla corta, se pasó
de la idea que tuvo un japonés al ver una pizza a la que le faltaba una porción
al Warcraft, Line Age y otros juegos como esos, así de elaborados, en menos de
medio siglo, pero se dejó de lado lo tradicional, y eso para los nostálgicos y
románticos desde ya que no es bueno.
De acuerdo, de acuerdo.
Mejoraron y adquirieron mejor calidad todos los aspectos de los juegos (imagen,
sonido, definición…) pero se pierde el concepto original y, por qué no, la “magia”.
NO hace muchos (ísimos) años, digamos que tal vez entre diez y trece, los
locales de videojuegos clásicos estaban atravesando sus últimos años de gloria,
ya que empezaban a aparecer los primeros cibercafés y, con ellos, los juegos en
red e Internet. Hasta ese momento, ver a un gran número de personas, mayores y menores
de edad por igual, en los locales de videojuegos era algo de todos los días.
Verlos jugando al “Metal Slug”, “Marvel versus CapCom” o “Mortal Kombat”, por
ejemplo, era habitual, y vuelvo acá a lo de los veinticinco centavos por cada
ficha.
El local que aún existe en
la avenida del Libertador entre avenida Argentina y la calle Perú, en el centro
de la localidad de Merlo (Zona Oeste del Gran Buenos Aires) sigue siendo fantástico,
aunque no tanto como hace una década o incluso más.. En su momento, no solo
hubo fichines, sino también tres mesas para jugar al pool, una rocola para
elegir música, una máquina para juegos de truco e incluso una con la que se podía
(tratar de) sacar una determinada cantidad de fichas poniendo solo una. Era
cuestión de suerte, y de que la gravedad hiciera su parte del trabajo. Hoy,
desafortunadamente, queda muy poco de eso, en ese local en particular e imagino
que en todos en general.
Personalmente, extraño como
la gran p… madre que lo parió esa época. No es que no siga yendo ahora, por
supuesto, porque de hecho voy una vez a la semana al local antes mencionado,
cada sábado por la tarde (para mayores referencias, el marco en la entrada es
de color rojo), pero no es lo mismo. La ficha hace rato que no cuesta
veinticinco centavos, hay al menos la tercera parte de la clientela existente
hace diez a trece años y la variedad de juegos es menor, porque una máquina no
anda del todo bien, se rompe y se toman su tiempo para arreglarla o directamente
no lo hacen y la sacan del medio.
Así quedan solo algunos y la
oferta se reduce. Eso, las fichas cada vez más caras y las nuevas tecnologías se
unen para hacer colapsar los juegos de video tradicionales.
Que bueno que habemos los nostálgicos
y románticos que mantenemos vivo este noble arte.
Serán los mismos juegos de siempre.
Los habremos jugado tanto que ya los conocemos de memoria, y a sus trucos. Pero
la magia, la emoción, el encanto e incluso el cariño no se pierden. Ni van a hacerlo,
porque aunque la tecnología se vuelva cada vez más sofisticada, siempre va a existir
alguien que guarde un lugar en su corazón (y en su tiempo) para los clásicos “fichines”.
--- CLAUDIO ---
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