lunes, 19 de junio de 2017

2.7) Cartas personales

_En base a los lugares que conociste el día de hoy y lo que viste ayer por la tarde, ¿qué opinión te formulaste acerca de la ciudad?, ¿te gusta?., le preguntó Isabel
Estaban volviendo sobre sus pasos hacia la granja – solo un camino llevaba hasta ese cementerio que visitaron, que en ese aspecto estaba prácticamente aislado. Eso era parte de las costumbres de los seres feéricos –andando a velocidad normal con la bicicleta. Iban ahora al curso de agua en la ciudad cuyas dos orillas habían sido transformadas en un balneario. Por supuesto que no habría de finalizar en dicho punto la recorrida, ya que la hermana de Cristal había insistido, y Eduardo aceptado, con visitar aquel espacio verde que rodeaba al lago La Bonita, veintidós kilómetros al sureste de la capital insular.
-Ojalá cada uno de los lugares en concreto allí donde yo viví y nací fueran como esta ciudad. Comercios, espacios públicos, el cementerio… No digo que idénticos a ella en todo. Nada más que con un poquito se notaría la diferencia – comparó el originario de Las Heras, pensativo. Pedaleaba sin apartar la vista del frente, en tanto el hada le daba unas pocas instrucciones. El camino estaba despejado de cualquier obstáculo –. Las áreas más pobladas son caóticas y algunas dan vergüenza. La crisis demográfica es un problema que crea otros… y varios – otra vez en su mente iba a las ciudades más pobladas –. Este lugar, me refiero a la Ciudad Del Sol como un todo, o al menos a la parte de ella que ya conocí, son auténticas joyas. Cero contaminación ambiental, cero descontentos sociales, no existe la saturación de los servicios públicos básicos, el aire y el agua tienen una pureza formidable, la gente es amable y agradable, son muy lindas las mujeres… ¡era una broma! – ya estaba gruñendo Isabel, una vez más – Me hace pensar indefectiblemente en los Campos Eliseos, de las creencias griegas antiguas, o en esos paraísos terrenales de los que se habla en algunas religiones monoteístas. La tranquilidad y la quietud están en el aire. Sabiendo que me voy a quedar en tu mundo y voy a poder disfrutar, por consiguiente, de todo eso, de todos esos paisajes y escenarios naturales… en fin, que suerte que tuve al extraviarme en el Océano Atlántico Norte. Pero continúo sin saber en que ocuparme. No creo que vayan a ser útiles mis conocimientos adicionales, la mayoría de ellos, porque implican disciplinas y ciencias que no existen acá, en este planeta. Creo que la fotografía va a ser la excepción, aunque con diferencias, principalmente por la tecnología y los equipos. También el dibujo, es como un talento natural que tengo.
_Y sabés bailar el vals muy bien. Como solo los dioses saben hacerlo. Es una expresión que usamos para denotar esplendor  y talento superior. Nos dimos cuenta de eso en el castillo, cuando usamos el espectador – agregó Isabel, feliz por ello. Amaba ese baile –. ¿Viste como las posibilidades van apareciendo, Eduardo?. Si, también el vals. Es una parte importante en nuestro estilo de vida y nuestra cultura, y siempre está presente en las festividades y ceremonias. ¡Si vieras el coliseo cada vez que la orquesta real y los bailarines van a ejecutarlo!. Si, tenemos un coliseo. Noventa kilómetros al norte de la ciudad; su capacidad es de medio millón, y siempre que hay vals se llena. Alguna vez te voy a llevar a conocerlo. Pero volviendo a lo del trabajo… el jefe del museo es mi amigo, así que no creo que vaya a tener problemas en incorporarte al personal. La arqueología es algo muy importante en la sociedad de las hadas, principalmente para conocer como fuimos en épocas remotas – agregó Isabel, en tanto ambos desmontaban, para caminar un rato. Para que el originario de Las Heras pudiera recuperar la fuerza en ambas extremidades –. ¿Te digo otra cosa?. Podrías trabajar con mi equipo y conmigo. Si lo tuyo es la arqueología submarina, eso no va a ser tampoco un problema.

Acto seguido, el hombre hizo un repaso de sus conocimientos y experiencias, reconociendo al fin que gracias a lo que sabía, la teoría y la práctica, no habrían de ser pocas sus oportunidades de trabajo en el mundo de las hadas, en su sociedad, vinculadas muchas a la cultura local, y concluyó con unas pocas palabras simples, el mismo repaso un tanto más resumido.
_Muchos de los conocimientos teóricos y experiencia que poseo se relacionan con las disciplinas de la arqueología. Por una parte, pedir un puesto laboral en una disciplina para la que estoy absolutamente preparado y capacitado, una experiencia de sobra. Prácticamente no hic otra cosa desde que entré en la edad laboral. Por otra parte, y esto queda fuera de la arqueología, tengo un talento natural para dibujar y eso es algo que vos y los individuos de tu especie valoran y aprecian sobre todo las hadas “artistas”. También está la fotografía, aunque el procedimiento que usan los seres feéricos para la toma y el revelado es antiguo y no lo conozco mucho, pero supongo que dos o tres días, tal vez cuatro, van a resultar suficientes para aprenderlo. Y además está la nada despreciable posibilidad de compartir no solo la vivienda, sino también el empleo, con una mujer que desborda belleza, como mujer y como persona – la reacción del hada fue la de siempre: las mejillas enrojecidas y una sonrisa tímida –. Es todo un problema. Todas las opciones son muy buenas e interesantes. No se por cual decidirme. ¿Cuál elegirías si estuvieras en mi lugar?.
_La verdad, tampoco lo se. Lo pensaría, eso seguro – contestó Isabel con sinceridad – Supongo que terminaría optando por aquella con la que me sintiera más a gusto, cosa que no te va a resultar sencillo, porque todas las opciones te agradan. Me inclino por pensar que vas a elegir la arqueología submarina. Pero antes de que te puedas decidir por cualquiera de ellas vas a necesitar una Carta Personal. Eso es para los seres feéricos lo que el documento, pasaporte o como se llame para los humanos.  La Carta Personal nos sirve para todo: elecciones, trabajo, trámites varios, viajes al extranjero, comprar a crédito, casamientos… todo – y añadió – La tuya va a estar lista dentro de una semana. Vas a tener que firmar algunos papeles, sacarte una fotografía de tres centímetros por tres punto cinco y pagar cien soles.
_¿En serio?,¿la mía? – reaccionó el experto en arqueología submarina –. ¿Yo voy a tener una de esas… cartas personales?.
_Por supuesto que vas a tener una – repitió el hada de aura lila, exhalando el humo de otro cigarrillo recién encendido – Esas cartas nos dicen quienes somos a los seres feéricos para nuestro sistema jurídico, legal y de justicia. La confección está a cargo de los Consejos de Desarrollo Comunitario y Social y de Justicia. Te va a servir para todo. A mí, como a cualquier individuo de mi especie, me la dieron a los tres años de vida. Es lo que marcan las leyes en Insulandia, también en otros cuarenta y cuatro de los países del mundo. En los otros es a los cuatro años. La carta personal se obtiene aquí a los tres años, como dije. En realidad, es a la semana de haber nacido, pero a los tres años estampamos las huellas de ambos dedos pulgares. A los seis años las firmamos y se incluye la primera fotografía, que se renueva a los doce, a los dieciséis, que es cuando alcanzamos la mayoría de edad legal, y después una vez cada cinco décadas. Eso es todo. La carta deja de tener validez una vez que fallece su propietario o propietaria. Hay que llevarla a los expertos del Consejo de Justicia para que la destruyan. Echale un vistazo a esto – le hizo una seña para que se detuviera y hurgó en uno de los compartimientos de su bolsito cruzado. Isabel extrajo su Carta Personal –. No se por qué no te la mostré antes. Así son las cartas.
_A ver., pidió su amigo.

Era una tarjeta rectangular de diecisiete centímetros y tres cuartos de largo por once de alto, con bordes curvos, y parecía estar confeccionada con una – dudaba Eduardo, porque no recordaba que ese material fuera tan resistente y tan poco flexible – cartulina blanca. En la carilla principal figuraban los datos de la persona a la que le pertenecía la carta. “Propietaria”, en el caso de la hermana de Cristal. El nombre (las hadas de estos no tenían más de uno, y además carecían de apellido), la fecha de nacimiento, el lugar exacto de nacimiento (dirección, barrio, ciudad o su equivalente, región y país) y el de residencia, precisados los dos, además, con las coordenadas geográficas; el género (mujer u hombre), representado por las letras M o H y los símbolos femenino, en rosa, o masculino, en celeste; y el don que representaba el hada. En el margen superior izquierdo estaba la fotografía en blanco y negro de tres por tres punto cinco, en la que los seres feéricos, Isabel en este caso, aparecían retratados mirando a la cámara; y el número al pie de la carta daba cuenta dela existencia en el reino insular de otras, anteriores a esta, mil doscientas doce millones cincuenta y tres mil novecientas cartas. “El número de documento”, adivinó y precisó Eduardo, pensando que mil ciento veintisiete millones quinientas cincuenta y tres mil novecientas de esas hadas insulares ya estaban en un lugar mejor. También en la parten inferior, a ambos lados del número, estaban los espacios que contenían las impresiones de los pulgares. En la carilla opuesta, con letra minúscula, figuraban todas las notificaciones y disposiciones referidas a la Carta Personal, su entrada en vigencia (el día en que a los padres les daban la carta de su hijo o hija y firmaban una constancia de ese acto), en que se la podía emplear, un total de veinticinco aplicaciones cuyos detalles podían ser consultados en las oficinas del Consejo de Justicia, la rúbrica de la persona a la que le correspondía la carta y las de los responsables legales, un organismo del Consejo DCS llamado “Dirección de Identidades”. La carta personal tenía el escudo patrio insular impreso en ambas carillas, a modo de fondo, y el dorado, el color que más identificaba al reino, aparecía en torno a la fotografía, los casilleros con las huellas y en los bodes de la tarjeta.
_A excepción de la fotografía, lo único que se altera o modifica es el lugar de residencia del propietario, siempre y cuando exista una mudanza – agregó el hada de la belleza, cuando el experto en arqueología submarina hubo de devolverle la carta. Isabel la guardó en el bolsito y siguió hablando – En ese caso se corrige la información específica que figura en la carilla principal de la tarjeta. Se emplea la magia para hacer eso, porque los responsables tratan de hacerle la mínima alteración que sea posible, ya que, como dije, la carta personal nos sirve para todo. Y en casos como ese la magia no deja alteraciones – echó la colilla del cigarrillo en un cesto para desperdicios no orgánicos – Se hace una pasada suave en el lugar donde figura ese dato y listo. Eso es algo que hace el funcionario a cargo de las cartas. Nada complejo. Es un trámite que no demora más de cinco minutos.
_¿Qué hacen las hadas cuando extravían su carta personal?., quiso saber Eduardo, aunque la respuesta le era muy obvia.
Pensaba y comparaba.
La tramitación del documento personal era idéntica en esta sociedad y en su tierra de nacimiento.
_Tiene que reportar cuanto antes el extravío al Consejo de Desarrollo Comunitario y Social, porque atender ese tipo de reclamos forma parte del trabajo de los funcionarios públicos. Específicamente a la Dirección de Identidades – informó la hermana de Cristal – es un procedimiento que no demanda más de una semana, que es el máximo lapso que puede acarrear la confección de una carta. Eso y pagar los cien soles. El Consejo de Justicia asienta los trámites en sus propios archivos.
_¿Y yo voy a tener mi propia carta personal?. A la menor oportunidad que tenga voy a sacarme esa fotografía y ocuparme de todo el asunto sin perder el tiempo – apostó Eduardo, tentado de hacerlo ahora mismo – Un total de ciento cinco soles. Vi los precios de las fotografías cuando estuvimos en los mercados centrales. ¿Podrías acompañarme  cuando vaya a hacer esos trámites?.
_Por supuesto –accedió Isabel, encantada – Aparte de la fotografía, que puede estar listas en uno o dos días, solo restan un par de firmas en los archivos, en la carta y las impresiones de tus dedos. Y no te vayas a preocupar por los soles, porque yo voy a hacerme cargo del costo…
_¡No! – se negó su nuevo amigo y colega, interrumpiendo a Isabel, que ya sabía cuál iba a ser la reacción del hombre –. Eso ya está dentro de mis responsabilidades. No quiero ni deseo parecer reiterativo, Isabel, pero las hadas me salvaron la vida cuando me encontraron en la cabaña, vos me recibiste de forma voluntaria en tu casa y los tuyos en conjunto optaron por incluirme en su sociedad y su comunidad. Quiero ser capaz de valerme por mi mismo, en lugar de ser un parásito social o algo parecido. Aprecio ese ofrecimiento desinteresado de tu parte, pero en este caso no va a ser necesario, bonita.

_Como te parezca – dijo el hada de aura lila, enrojeciéndose sus mejillas al escuchar el calificativo de “bonita”. Saludó con una sonrisa a aquel grupo de compañeras de trabajo del museo, que pasaron volando a baja altura rumbo al centro de la ciudad – Una vez que tengas en tus manos la carta personal vas a tener un montón de puertas abiertas y poder hacer de todo, incluso viajar al extranjero.



Continúa...



--- CLAUDIO ---

No hay comentarios:

Publicar un comentario