martes, 21 de agosto de 2018

47a) Urnas


_Y a nosotros se nos ocurrió pensar que esto iba a ser una tarea sencilla - reaccionó Imeleuq con un tono decididamente irónico, luego de haber lanzado otra potente descarga contra las urnas, sin causarles ningún daño -, veo que nos equivocamos.
_Y que lo digas., coincidió Dalia, decepcionada.
Los cuatro hermanos habían salido de Plaza Central cuando el reloj siempre imponente en ella anunciara las seis en punto del último día de Enero (Baui número treinta en el calendario feérico antiguo), en medio de calurosos y afectuosos saludos por parte no solo de los organizadores de las expediciones y los Cuidadores, sino de todos los individuos presentes a lo largo del trayecto que hicieron desde el Castillo Real hasta el marco dorado. Estuvieron oyendo, además, numerosas y variadas palabras de ánimo y aliento hasta el mismo instante en que cruzaron el marco e incluso al aparecer al otro lado, al hallar a dos guardias de Car'um, el reino en que estaba esa región desértica y despoblada de dos largos en que iban a tratar de destruir las urnas y su contenido. Los hermanos, con la moral y los ánimos en lo más alto, marcharon hacia esa región escoltados por un regimiento compuesto por los mejores soldados de Car'um, dado que no dejaba de estar presente la posibilidad de que los ilios, sus monstruos o ambos anduvieran por allí, porque en el otro bando eran capaces de cualquier cosa para continuar la lucha, y eso incluía la recuperación de las que tal vez fueran las reliquias y tesoros de mayor valor, aquellos objetos que formaran parte de los bienes personales y mundanos de los primeros líderes ilios y de estos sus huesos. Pero nada ocurrió en ese trayecto de dos punto dos largos (dos mil doscientos kilómetros) desde la puerta espacial hasta ese punto en la región desértica en la que ya llevaban alrededor de dos horas. Las tropas mutceum - el gentilicio local - se marcharon luego de asegurarse de que no hubiera un alma y entonces Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq se pusieron manos a la obra, usando cada una de sus técnicas contra objetivos que en apariencia eran invulnerable a. Jule intentó carbonizarlos con cientos de voltios, cuando no miles, Taknu trató de modificar su consistencia de sólida a líquida o gaseosa, Dalia recurrió al manto de oscuridad e Imeleuq lanzó una atrás de otra dos docenas de descargas en apenas diez segundos, pero lo único que lograron los cuatro fue levantar polvo y tierra del suelo alrededor de las urnas.
_Dimos lo mejor de nosotros y no siquiera le rayamos la pintura - lamentó Taknu, poco convencido de que un pisotón tuviera mejores chances, y en efecto así fue. Todo lo que obtuvo fue un dolor en el pie derecho -. Deberíamos combinar nuestros poderes y ataques a un solo punto y destruir uno por uno los objetos... No les parece?.
_O aplicar la forma conjunta., postuló Jule.
Se transformó y la atractiva figura femenina dejó paso a un monstruo grande de un metro y medio de altura más bien feo, que combinaba las características anatómicas de un escorpión y una tarántula, el cual avanzó agitando la cola, con el mortífero aguijón - esta clase de escorpiones era tan letal que una víctima podía morir en menos de cinco minutos luego de la picadura -, y moviendo las mandíbulas, igual de feroces. Aguijoneó, mordió y prensó la urna con los huesos, sin causarle daños. Acto seguido recurrió a la forma combinada, logrando los mismos resultados. "Carajo!", protestó.
_Tiene que haber una forma, solo que nosotros todavía no la encontramos, y eso no es lo peor - reparó dalia, apoyando ambas manos en los hombros de su hermana, quien empezaba a impacientarse -. Calmada - le pidió -. Lo peor es que una parte de la mente de los cuatro está viajando de uno a otro lugar con los nuestros. Allí hay dos monstruos que por su fuerza y resistencia superan a cualquiera que se les ponga adelante y cincuenta mil mint-hu. Si lo que queremos es ir a ayudarlos, lo que menos necesitamos es perder la concentración, la paciencia y la calma.
_O sea que nuestra prioridad y única tarea sigue siendo esta., resumió Imeleuq, que también se había transformado.
El toro pasó por encima violenta e intempestivamente a una de las urnas y, a consecuencia del nulo éxito, lanzó un insulto lo bastante fuerte como para que las damas se cubrieran la boca.
_Ojalá hubiéramos tenido más tiempo para leer acerca de esto - dijo Taknu -. Estuvimos horas con varios libros y no encontramos nada útil.
Los cuatro habían pasado más de ocho horas en la Biblioteca Real, bastante cerca uno de los otros tres, con una docena y media de volúmenes, leyendo una página con más atención que otras, pero no hallaron nada que pudieran usar en su tarea. Intentaron sin éxito buscar información sobre hechizos y otra clase de defensas que sirvieran para conferir protección.
_Y si examinamos otra vez las piezas? - propuso Jule, tomando uno de los antiguos puñales, con una inscripción que lo sindicara como perteneciente al primer líder de la etnia Oi -. Se que el tiempo es algo que no nos sobra y que es poco o muy poco probable que vayamos a encontrar respuestas, pero en una de esas... no sé, a lo mejor vemos algo que pasamos por alto... No se sostiene que muchas veces lo más obvio es lo primero que pasa inadvertido?. Puede que esto lo confirme.
Hubo cierta aprobado por parte de los suyos, con gestos y palabras, y cada uno tomó una de las piezas con ambas manos y acercándoselas a los ojos, pero no vieron otra cosa más que el color, la textura y los grabados.
_No estoy desechable tu teoría, pero me parece una pérdida de tiempo., opinó Imeleuq.
Pareció que incluso Jule la compartía, pero ante la falta de otras opciones y sugerencias, los cuatro, de pie, y sin dejar de permanecer alertas, por la posibilidad de que esa misma magia los atacara, empezaron a tomar uno a uno los elementos que consideraron los menos llamativos. Eso era, justamente, lo contrario a lo que de seguro habrían ya pensado los ilios, algo que concluyeron los hermanos. Poniéndose en la mente de sus enemigos, asumieron que estos darían por sentado que sí las hadas buscaban destruir las reliquias, empezarían con los más lujosos, si reparaban en que ellos tenían y sentían un inmenso aprecio por tales objetos. Los hermanos, entonces, no tenían que hacer más que lo contrario a eso. Y así procedieron, durante poco menos de diez minutos. Y fue entonces que tuvieron el primer éxito, cuando Jule, llevada por el sentimiento de frustración y la rabia, acumulara tal cantidad de energía en la palma de su mano izquierda que, sin darse cuenta, pudo destruir el bastón del líder de la etnia Nem. "Lo logré!", exclamó emocionada. Ella y los suyos sabían que tal acción había sido nada, pues les quedaban varias decenas de objetos, pero, en cambio, les sirvió como refuerzo anímico. "Para que no nos venza la desesperanza", apuntó Taknu.

Desafortunadamente para los cuatro, no sería tan fácil. Que hubiera uno de ellos podido destruir una pieza acumulando una descomunal cantidad de energía no significaba que ese mismo método sirviera para cada uno de los elementos, ni tampoco con las urnas. Luego de un rato de tomar algunas de las piezas, examinarlas cuidadosamente e intentar reducirlas a menos que polvo, se dieron cuenta, Jule fue la primera en hacerlo, de la completa inutilidad que implicaba y, por consiguiente, de que estaban desperdiciando valioso tiempo. "Mejor volvamos a lo de antes", quiso el hada del rayo, y los cuatro se situaron a varios metros del suelo, lanzando entonces numerosas descargas de media intensidad. Lo hicieron todos juntos, alternándose primero uno y luego otro, en pares y nada. Los daños eran numerosos en la superficie, pero ninguno en las urnas o su contenido. "Para no perder la compostura y la paciencia", se quejó Imeleuq, volviendo a posarse en el suelo, a la orilla de un cráter poco profundo que el mismo había hecho. Los cuatro estuvieron pronto en torno a las urnas, optando por reunir en una sola los objetos y concentrarse en las otras tres. "Tenemos que intentarlo, al menos", indicó Taknu, intentando nuevamente modificar el estado de ese trío de urnas, primero una por una y por último todas juntas. Atacaron entonces los hermanos dando lo mejor de sí y combinando sus poderes, inmensos rayos azules de diversas tonalidades eléctrico, marino, oscuro y claro - Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq, respectivamente -, hacia el punto en la urna donde estaban los símbolos, en el lado interno de la tapa. "Qué habrán querido decir los reyes con eso de que la respuesta estaba dentro de nosotros?", se preguntó Dalia, en referencia a una parte de la conversación que sostuvieran con Lili y Elías momentos antes de partir. "Si se referían a esto, no está funcionando", complementó Jule, también pensando en esas palabras. Entre todos los consejos e instrucciones, los monarcas insulares les habían dicho que la respuesta a este problema se encontraba dentro suyo, que debían ver en su interior para tener al alcance el medio para destruir las reliquias ilias, los huesos y las urnas. Les habían explicado que para eso debían contar con tres cosas que los hermanos creían imposibles o altamente improbables, considerando las circunstancias. Una de ellas era la paciencia, algo extremadamente difícil para el cuarteto, sobre todo después de las reacciones ante la seguidilla de intentos fallidos; otra era la calma y una más la concentración, y ninguno podía obtenerlas, porque una parte de sus pensamientos estaba con los demás, con cada uno de los seres feéricos y elementales, no solo con los Cuidadores y esas hadas que ya debían de haber empezado la batalla contra los mint-hu. "Sería más fácil que hiciera un frío polar en Insulandia", comparó Taknu, y no creía estar exagerando. "Nos pidieron lo más difícil", pensó Imeleuq, lanzando otra descarga, que no causó efecto alguno. El cuarteto había asociado, tan solo por el misterio que implicaban, esas explicaciones, con unas ínfimas palabras que les dijeran sus creadores ilios acerca de un poder oculto al cual podrían recurrir en caso de ser necesario. Concretamente, sus ahora enemigos, por quienes en ese momento sentían indiferencia - si decidieron seguir la orden de proteger los "tesoros" en Bagme, Lome, Iluria y Yoine fue porque pensaron que nunca podrían tener otra función u objetivo en la vida -, no habían hecho otra cosa que impartirles una única orden, aunque si hubieron unas pocas palabras a las que Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq prácticamente no les prestaron atención. Entre todas, unas pocas a las que consideraron más como una broma, o un síntoma de que los ilios estaban empezando a tener problemas para distinguir la fantasía de la realidad, angustiados y desesperados por los desastrosos y absolutamente negativos resultados de la guerra para ellos. Les habían hablado acerca de una fuerza escondida en lo más profundo de su ser, a la cual podrían recurrir siempre y cuando la situación lo ameritara, dado que de traer dicha fuerza y usarla les sería difícil controlarla y eventualmente los podría matar, posiblemente por la falta de costumbre y exposiciones prolongadas. "Es mentira, seguro temían que la usáramos en su contra", advirtió Dalia, intentando traer al presente la totalidad de esas que, ahora que de verdad parecían tener un significado e importancia, lamentando no haber puesto atención en aquel momento. "Te cabe alguna duda de eso?", le preguntó Taknu, quien, en aquel instante, había creído ver cierto temor en los ilios, cuando estos hablaran de esa fuerza desconocida, y así lo dijo a los suyos. "Se habrán arrepentido, después de que desertamos", interpretó Imeleuq, tratando de adivinar, algo no muy difícil, todos los miedos y temores que habían surgido en los ilios: sus creaciones, a las que consideraron como muy fuertes y muy leales los habían abandonado llevándose con ellas las urnas, y con esto la posibilidad de que las hadas pudieran prepararse para afrontar sus nuevos retos. Más que eso, deberían luchar contra ese terror adicional que eran sus cuatro creaciones, y la posibilidad de que estas, en determinado momento, buscaran despertar su poder oculto. "Ahora eso tiene sentido, con lo que Lili y Elías nos explicaron" - dijo Jule, pensando lo mismo que su hermana, lamentando no haber puesto atención cuando tuvo que hacerlo -, "no lo pudimos saber unos días atrás, cuando fuimos creados". El rey Elías había abierto esa parte de la conversación al decir a los cuatro que la fuerza estaba dentro suyo y que debían estar preparados tanto física como mentalmente para hacerlo, emplearlo y no permitir que una exposición prolongada, si hubiera una, fuera demasiado para ellos. En ese momento, los hermanos interpretaron esas palabras como otra de las tantas cosas que las hadas y otros elementales les decían para animarlos e infundirles confianza. Recién ahora estaban entendiendo el significado de todo eso, y por tanto, aunque sabían que les demandaría una fracción, mínima o no, de ese valioso y escaso tiempo, reconocieron que lo mejor sería repasar, tal como Dalia lo advirtiera, todas las palabras, tanto las pocas que escucharan de boca de los ilios como las que les dijeran los reyes. "Al menos somos poderosos, y mucho, porque eso nos va a ayudar", se alegró Dalia, a lo que Jule complementó reflexionando "Lo mismo que para alcanzar el estado de Selección o el de Sublime". Y las damas, al igual que los hombres, decidieron lanzarse de lleno a esta difícil tarea, la de despertar ese poder oculto que, supieron, era lo único que les permitiría cumplir su objetivo. "Que haya suerte para los cuatro!", dijeron al unísono, para animarse y anunciar que estaban cien por ciento listos.

Por supuesto, ni los ilios que los crearon ni los reyes les habían dicho cómo usar esa fuerza, los primeros por considerar que siendo como eran, tan poderosos, no necesitarían de nada más para eliminar a cualquier enemigo que se les pusiera adelante, además de a causa de ese pánico por la posibilidad de que se volvieran en su contra, y los reyes por desconocimiento, habiendo ellos dicho esas palabras basándose en lo que había que hacer para transformarse al estado de Selección o el de Sublime. Al final, los cuatro, sin estar seguros de que pudiera funcionar, y resignados a sacrificar una parte de su valioso tiempo, se sentaron en el maltratado suelo (ellos mismos lo dejaron en esa condición), con los ojos cerrados, las piernas cruzadas y los brazos a los lados del cuerpo, procurando relajarse tanto como pudieran y vaciar sus mentes de todo pensamiento que consideraran como perjudicial e inútil para este fin. "Que haya suerte", fue lo último que dijeron, al unísono, antes de dedicarse de lleno a esta tarea, deseando desde lo más profundo de su ser no que pudieran despertar este poder oculto, sino que el esfuerzo y tiempo invertidos dieran sus frutos, conscientes de que sólo eso era un riesgo, por todo lo que estaba en juego. Entonces, algo pasó dentro de sus mentes. Fue una pregunta que se escuchó procedente de todas partes, con sus mismas voces, pero no fueron ellos los que hablaron. Preguntándose también si eso tendría relación con esta tarea, repasaron el planteo solo por tener, o intentar tener, una idea más acertada. "Para qué despertar este poder?".
"Para ayudar a otros", contestó inmediatamente Imeleuq, absolutamente convencido. Por eso era que el buscaba despertar este poder oculto o dormido, porque sabía (o creía) que era la única manera de destruir tanto las urnas como su contenido, contribuyendo con eso a que todas las hadas y elementales vivieran para ver otro día. El antiguo defensor de Yoine no tenía idea de cómo esa respuesta lo podría ayudar a superar sus límites y así cumplir su parte en este enfrentamiento, pero hizo lo único que consideró, a ese respecto, de utilidad, y en su mente aparecieron numerosas escenas alegóricos a la tranquilidad y la paz, algo que, había aprendido con las lecturas y los relatos, no se disfrutaba al completo desde hacía más de cincuenta y cinco mil años, cuando los ilios llegaran por primera vez a Centralia. Imeleuq se vio arriesgando su vida, pero no fue eso lo que le hizo sentir orgullo, ni tampoco los gestos de agradecimiento de aquellos a quienes salvara, sino el hecho de saber que con cada una de esas acciones cabía la posibilidad de que fuera el a quien se le terminaran los problemas. Y entonces pasó algo, un súbito estallido de luz con un tono claro de azul, y la aparición de una figura compleja.
"Para ganarme un lugar en la sociedad de las hadas, en buena ley", fue la contestación de Dalia, quien desde que decidiera abandonar a los ilios y unirse a Eduardo, Isabel, Lidia y Lara había estado haciendo esfuerzos, unos más grandes que otros, por ser aceptada en la comunidad de los seres feéricos, pues ella consideraba que no era suficiente con su nueva condición. En los pocos días que llevaba en Del Sol, los habitantes la habían recibido con los brazos abiertos (Eduardo e Isabel le dijeron que podía quedarse con ellos hasta que hubiera podido encontrar un techo propio) y brindado cualquier cosa que pudiera necesitar, pero ella no estaba satisfecha. No porque considerara escasos a los gestos, en calidad y cantidad, sino porque pensaba que no había hecho algo, lo que fuera, que mereciera esa clase de distinciones o "recompensas". Así que Dalia continuaba haciendo méritos para ganarse el lugar, en vez de esperar a que este le cayera del cielo. Y concluyó que una excelente manera de obtenerlo era despertar ese poder al que tanto le temieron los ilios. Y pensar en eso provocó algo nuevo e inesperado, un resplandor azul oscuro seguido de una figura geométrica compleja del mismo tono.
"Porque es lo correcto", contestó Taknu, firmeza mediante y sin dudarlo. Era la verdad, por supuesto. Ya desde el principio había comprendido que sus creadores, los ilios, de ninguna manera podían ser los "chicos buenos" en esta guerra, con esas características sociales y en tan negativas que los identificaban (avaricia, egoísmo, deslealtad...). En el otro lado, las hadas eran el polo opuesto y desde el principio ofrecieron todo tipo de posibilidades, comodidades, ventajas y beneficios, y no necesitó pensarlo dos veces, no por las cosas que le ofrecían, sino por cómo eran y se comportaban los demás. La rápida e inmediata conclusión de Taknu fue que quería y deseaba definitivamente pertenecer a la sociedad de las hadas, ser una de estas todo cuanto fuera posible. Le habían dado un lugar y sentía que debía corresponderles de alguna forma, y qué mejor para hacerlo - pensaba - que despertando esta fuerza oculta en el, o, lo que era lo mismo, destruyendo la urna de Iluria y los restantes bastones. Habiéndose comprometido con eso, vio un fugaz resplandor azul marino y una figura geométrica, lo que le indicó que algo había pasado o logrado.
"Para vivir, para que todos podamos hacerlo", dijo Jule. Ya lo había visto en la batalla en Bagme contra dos de los Cuidadores, quienes, aún estando en el medio los dilemas e impedimentos de las hadas y el poco interés de la defensora por pelear, entendieron que, llegado el caso, deberían superar en fuerza y resistencia a su enemiga si querían obtener el triunfo. Este era el mismo caso, pues Jule necesitaba despertar esa fuerza para poder destruir esa urna con su contenido, los huesos, y vencer a cualquier otro obstáculo que pudieran poner los ilios, o a estos mismos seres. Y hacer eso posibilitaría que las hadas y otros seres elementales, cada una de estas especies, vivieran. Las cosas que había visto, experimentado, sentido y aprendido Jule desde que desertara de sus obligaciones como la defensora de Bagme le sirvieron para convencerse de que valía toda la pena vivir, y haría todo cuanto estuviera en sus manos para que eso ocurriese, lo cual incluía alcanzar ese poder oculto. Creyó estar lográndolo, al ver ese resplandor azul eléctrico, el que fuera reemplazado por una figura geométrica definida, aunque no podía, aún, descifrar de qué se trataba.

Les llevó algunos segundos advertir que, en efecto, se trataba de las señales que esperaban, de que el poder oculto al fin salía a la luz. Esos resplandores eran las reacciones iniciales, y las figuras los respectivos símbolos de sus atributos: el rayo Jule, la materia Taknu, la oscuridad Dalia y la invisibilidad Imeleuq. Concluyeron que ese par de reacciones eran las respuestas a su sinceridad en esa introspectiva, y esa sinceridad, a su vez, el detonante para encontrar al fin el premio tan preciado. El instinto les decía e indicaba que no se detuvieran, incorporaran ni abrieran los ojos, pues asumieron que un procedimiento así, tan compleja, requería mantener la concentración por más tiempo. Los símbolos empezaron a describir movimientos en un principio erráticos y luego, casi inmediatamente, a describir círculos y óvalos, los cuales subían y bajaban en un espacio vacío de un oscuro tono de negro. Notando como desaparecían y dejaban su lugar a representaciones de ellos mismos, y eso evacuó las pocas e insignificantes dudas que quedaban en los hermanos acerca del método para despertar esa fuerza, y sin darse cuenta volvieron a pensar en los ilios. Estos habían pensado en algo que no era propio de ni frecuente en ellos para que sus creaciones recurriesen a la máxima de sus técnicas: la sinceridad, el desinterés y el compromiso para con los otros.
"Que equivocados estuvieron", pensó Jule, ante quien había aparecido su propia figura, aquella que previamente formara el símbolo del rayo. Advirtió que la escena estaba pasando dentro de su mente, porque no había otra cosa allí que ese oscuro negro rodeándolo todo. Jule se incorporó y su imagen se convirtió en una diminuta esfera, la cual la rodeó describiendo espirales desde la cabeza hasta los pies, y luego se incrustó en el centro de su pecho. "Bienvenida, Jule, hada del rayo", anunció la misma voz que instantes antes preguntara por qué quería descubrir ese poder. La dama rompió entonces su postura, se incorporó delicadamente y abrió los ojos. Se observó ella misma y notó que su aspecto físico tenía sutiles diferencias, o, como advirtió, mejoras, e incluso notó como sus sentidos se habían vuelto más agudos; observó sus alas y las agitó leven, solo para hacer una prueba de ese poder antes de usarlo contra los huesos de los líderes ilios y la urna. "Lo logré!", se emocionó.
El otrora defensor de Iluria (del recipiente con los bastones) presenció como el símbolo de la materia - una estrella de media catorcena de picos encerrada en un pequeño círculo, y este dentro de otro grande - se convertía en una representación de el mismo, y acto seguido en una esfera diminuta, la cual, luego de haber estado describiendo espirales a su alrededor, se incrustó en su pecho, y esto indicó a Taknu que sus habilidades, tanto como sus sentidos,  habían mejorado sustancialmente. "Lo conseguí" - dijo para sus adentros -, "encontré el poder escondido". Ahora que contaba con los medios necesarios para hacer lo correcto, tal fuera su respuesta, descruzó las piernas y se puso de pie, al tiempo que volvía a abrir los ojos y se daba cuenta que todo aquello había pasado dentro de su mente. Halló las urnas con su contenido y a sus hermanos. "Los cuatro lo logramos", se alegró, agitando suavemente las alas, con lo que comprobó como también sus habilidades se habían incrementado sustancial y exponencialmente.
Dalia reconoció que la clave para despertar ese poder, por el que sus creadores sintieron tanto terror, radicaba en no desearlo para ningún beneficio propio y nada que fuera perjudicial en una u otra forma para otros. Más que eso, se dio cuenta de que fue necesario carecer de malos pensamientos, y, mientras observaba al símbolo de la oscuridad - un ojo con dos líneas verticales detrás de él, flanqueando al iris - dejaba paso a una imagen de la propia hada primero y a una esfera después, supo que era ahora poderosa, lo bastante como para destruir la urna y su contenido y, con eso, ganarse un lugar en la sociedad feérica. Ya lo había hecho, pero sus principios y valores la instaban a hacer algo por demás sobresaliente. "Despertar este poder y usarlo para destruir esos objetos" - dijo, incorporándose y abriendo los ojos -, "o, lo que es lo que, hacer mi parte... nuestra", quiso agregar, volviendo a la realidad y advirtiendo la presencia de sus hermanos en torno a las urnas.
"Ser honesto y moralmente solvente... entendí", dijo Imeleuq, dirigiendo esas cosas no solo para si mismo, sino también para esa representación suya en que se había transformado el símbolo de la invisibilidad - media decena de anillos entrelazados, encerrados todos en un círculo más grande -, la cual pronto estuvo de nuevo cambiando su forma, esta vez a una esfera que, tras rodearlo, se incrustó en su pecho, y al hacerlo, el antiguo testamento de Yoine descubrió como el poder oculto finalmente despertaba, haciendo que sus sentidos se agudizaran y su condición física mejorara, y no le cupieron dudas de que también lo habrían hecho cada una de sus capacidades, como la técnica del vuelo. Imeleuq sintió que tenía la suficiente fuerza para hacer eso que había dicho, ayudar a otros. Destruyendo la urna con las joyas y otros recursos evitaría que cientos de miles, cuando no cientos de millones, tuvieran que cruzar al otro lado de la puerta. "Lo juré", dijo.

_Somos hadas, después de todo. Por eso lo logramos., indicó Dalia, en tanto contemplaban las urnas.
Eso explicaba esos sentimientos y emociones de tal desinterés, pureza y sin maldad. Los hermanos se felicitaron unos a otros y por unos instantes apartaron los ojos de sus objetivos para observarse ellos mismos, comprobando que su condición física era, a simple vista, lo que más había cambiado gracias a esta nueva fuerza.
_Quiero hacer notar algo, si no les importa - anunció Jule, que comprobó como la telequinesia fue una de las habilidades mejoradas, porque pudo mover decenas de piedras, algunas de grandes dimensiones, con un leve movimiento de su mano derecha -. Es referente a los ilios.
_Esos inútiles - protestó su hermana -... De qué se trata?.
Y los cuatro se enfrascaron en una breve conversación acerca del error sobre el que estuviera pensando la antigua defensora de Bagme. Lo último que quisieron los ilios fue permitir que sus creaciones, a las que consideraron como las más fuertes y mejor preparadas, pudiesen despertar esa fuerza escondida, temiendo que se revelaran. Una parte de ellas era feérica, y si en algún momento esta llegaba a imponerse sería un desastre para ellos. Estando convencidos, sin embargo, de que los guerreros serían obedientes, quisieron los ilios asegurarse que ese despertar fuera el último recurso y que podrían acceder a el apelando a algo en que no repararían con facilidad: los valores, uno de estos el que más distinguía a sus acérrimas, mortales e históricas enemigas. Cosas como la honestidad, el honor, el desinterés y el compromiso eran, sin exagerar, elementos prácticamente ajenos a la sociedad y cultura de los ilios, y estos, convencidos de que habían hecho un excelente trabajo, asumieron que, si sus creaciones se enteraban de que poseían ese poder e intentaban despertarlo, lo último que harían sería pensar en esos valores.
_Con eso no puedo evitar confundirme - reconoció Taknu -. Los ilios sintieron un gran pánico por la posibilidad de que desertáramos, pero al mismo tiempo estuvieran convencidos de haber hecho un buen trabajo. Quiero decir que no entiendo lo que quisieron hacer, o lo que pensaron. Estuvieron dispuestos a todo con tal de asegurarse que esas urnas no cayeran en manos de sus enemigos, pero al mismo tiempo quisieron asegurarse de que no recurriésemos a ese poder oculto.
Ese sería, aceptaron, uno de los misterios que quedaría sin resolver no bien terminara la guerra. Pensaron también que poco les importaba en este momento, y que poco lo haría en el futuro, ya que los ilios serían derrotados, desaparecerían de una vez y para siempre y con ellos se iría la principal de las amenazas, cuando no la única, a la que debían enfrentarse las hadas y otros seres elementales.
_Supongo que sabían lo que estaban haciendo y decidieron correr el riesgo. Habrán pensado que su causa bien justificaba cualquier medio, incluso la posibilidad de que ninguno de nosotros fuera, al final, lo que esperaron - aventuró Imeleuq, con un gesto pensativo -. Si una parte de nosotros era un ser feérico era lógico que algo pudiera salir mal para ellos.
El trío a su lado hizo gestos de afirmación, y dieron por terminado ese tema, advirtiendo que no era útil para el cumplimiento de su tarea. Y fue entonces que Dalia dijo:
_Ahora que los cuatro despertamos nuestro verdadero poder... Qué les parece si terminamos con esto de una vez?. Ya convivimos que el tiempo no nos sobra, y de seguro nos están necesitando.
_Pero hagámoslo interesante., pidió su hermana.
Acto seguido, propuso que cada uno de ellos destruyera los objetos en las urnas cuya defensa se les había encomendado; Jule los huesos, Taknu los bastones, Dalia las armas e Imeleuq las joyas y otros bienes mundanos. Luego, todos juntos, podrían atacar con todas sus fuerzas para destruir las urnas. Al hacerlo, habrían completado una cuarta parte de la batalla final contra los ilios. Ninguno de sus hermanos se mostró en desacuerdo y al final se comprometieron con esa idea formando un círculo y llevando al centro de este la mano derecha. "Hagámoslo", corearon con voz firme.

Desde el principio quedó demostrado cuál era el alcance de los nuevos poderes para los hermanos, que se habían distanciado para que el ataque de cada uno no provocara heridas a los otros. Una medida de precaución, considerando que lanzarían descargas con todas sus fuerzas, con el firme propósito de no dejar rastros, ni siquiera un finísimo polvo, de los huesos de los primeros líderes ilios, como así tampoco de ninguna de sus posesiones terrenales. Cada uno se situó en uno de los puntos cardinales principales (este, oeste, norte y sur), a quince kilómetros del punto en que dejaran las urnas, confiando en que esa distancia fuera suficiente. Dejaron los elementos en el suelo y, recurriendo a descargas menores, excavaron zanjas poco profundas en torno a ellos para que absorbieran las ondas expansivas y cualquier otro efecto que pudieran tener las explosiones. Nuevamente pronunciaron aquellas respuestas que dieran a las preguntas acerca de por qué querían obtener esa fuerza oculta, solo para infundirse confianza y ánimos, más, si era posible tal cosa. Para ayudar a otros, para ganarse un lugar en la sociedad feérica, porque era lo correcto y para que todos pudieran vivir - Imeleuq, Dalia, Taknu y Jule, respectivamente -. Y así, sin más, enfocaron hacia adelante y hacia abajo, porque se hallaban a poco menos de medio kilómetro de altura, la palma de la mano derecha, acumulando allí una gran cantidad de energía con los tonos de sus auras. Cuatro esferas de tamaño no mayor al de una pelota de golf (un deporte que recién estaba empezaron a masificarse en ciertos estratos etarios de la sociedad de las hadas, a escala planetaria), y los hermanos observaron con los ojos abiertos de par en par, para estar seguros de que los disparos darían en el centro de esas áreas en que dispusieran los elementos a destruir. "Por todos nosotros!", exclamaron con voz potente, y, sacudiendo ligera pero velozmente las palmas, lanzaron las esferas, las cuales recorrieron la distancia de quince mil metros en poco menos de dos segundos. Al momento de los impactos se produjeron cuatro fuertes y sonoras explosiones cuyos frentes pudieron ser contenidos gracias a las zanjas previamente excavadas, y enviaron densas columnas de humo, fuego y unos pocos escombros a varios metros de altura. En cuanto esos obstáculos terminaron de disiparse tuvieron una visión perfecta del punto de impacto y amplias sonrisas se dibujaron en sus caras, la más evidente señal de triunfo, y dieron unas cuantas vueltas en círculos, en tanto descendían, para terminar reuniéndose en torno a las urnas ahora vacías. "En un instante, como sabíamos que iba a pasar", dijo Dalia, pegando un saltito para complementar el festejo: su estado de ánimo no podía estar más alto, y tampoco el de sus hermanos. "Va a ser lo mismo con eso, sin dudas", agregó Jule, señalando con la vista las urnas. Antes de ocuparse de su destrucción, las hadas (eso eran los cuatro, lo eran desde el instante mismo de su creación) se miraron entre sí para comprobar cómo hubieron de quedar, en qué condiciones, después de su debut en batalla con este descubierto nivel de fuerza, y se alegraron al comprobar que no habían tenido desmejorías de ninguna clase. Tampoco estaban cansar ni heridos y sus estados físicos y psíquicos permanecían en la mejor forma. "Es lógico, estas son mejoras" argumentó Imeleuq, a lo que Taknu complementó con las palabras "Y por lo tanto no vamos a salir perjudicados". Concluido el repaso, volvieron a concentrarse en su tarea. Era una derrota moral la que estaban causando a los ilios, de acuerdo, pero una derrota al fin, y en cuanto hubieran destruido las urnas habrían causado esa fatalidad al único ilio que quedaba, aquel contra el que estarían ya peleando los Cuidadores.

_Me gustaría lanzar las urnas lo más alto que sea posible, de esa forma ni nosotros ni este lugar sufriríamos daños., quiso Dalia, apoderándose de una de las piezas con ambas manos, examinándola.
No veía como los ilios fueron capaces de desarrollar este hechizo protector, que preservara las urnas a lo largo de milenios, y terminó asumiendo que en algún momento tuvieron que practicar el espionaje contra las hadas.
_Acepto, aunque es potencialmente peligroso - accedió Jule -. Tendríamos no más de dos o tres segundos para darle a las urnas antes de que empiecen el descenso.
Deberían lanzarlas con fuerza hacia arriba e inmediatamente luego descargar otras grandes cantidades de energía hacia un único punto... y eso suponiendo que ninguno de los objetivos se separara de los otros.
_No vamos a correr peligros, lo se - dijo Taknu, confiado, visualizando en su mente cómo sería ese ataque -, y eso es gracias a estos nuevos poderes que poseemos. Ya lo vimos hace unos instantes. Y con razón esos ilios estaban, o estuvieron, con tanto temor
 Hayan estado más o menos conscientes, sabían que nosotros cuatro tendríamos esta fuerza.
_Entonces, vamos a hacerlo - llamó Imeleuq -. No nos olvidemos que de seguro nos están necesitando lejos de acá.
Eso, además de cierto, era urgente. Estaban por un lado Kevin, Akmi y Lina, enfrentando los tres a un monstruo que reunía cada una de sus técnicas y habilidades; por otro los cinco Cuidadores, los cuales habían ido a destruir al guerrero único que reunía la energía y alma de millones de ilios y una fracción de las anteriores y actuales hadas al frente de los lugares grandiosos, y por otro más mil seres feéricos que debían enfrentar 6 erradicar q cincuenta mil mint-hu, los últimos monstruos que quedaban en el arsenal ilio.
_Tenemos que decidir a cuál de esos lugares vamos - anunció Dalia, en tanto se preparaban para completar su tarea -. Una de esas batallas es tan compleja y difícil como las otras dos, además de extremadamente peligrosa. Yo me inclino por ir con Isabel y los otros. Es un promedio perfecto de uno contra cincuenta, y no se trata de cualquier enemigo, sino de los mint-hu.
La segunda al mando del Vinhäe y ella se habían convertido en grandes amigas desde el principio, y como tal tenía la obligación de ayudarla. Además sentía que con esto le podría estar correspondiendo ese noble gesto de permitirle quedarse en su casa.

_Queda decidido, entonces., puntualidad Jule, al cabo de cinco minutos, y volvieron a juntar sus manos los cuatro.
En ese corto lapso, habían diagramado detalladamente los pasos a seguir, que habrían de ser cien por ciento sincronizados. Lanzarían las urnas con todas sus fuerzas hacia arriba, procurando que ascendieran en la misma dirección, y luego, al mismo tiempo que las soltaba, o una ínfima fracción de segundo después, enviarían las descargas. Allí se terminaría su misión. Estando de acuerdo y comprometidos los hermanos no quisieron dejar de pronunciar una vez más aquellas contrataciones, a las que tomaron y consideraron como la clave para despertar estos nuevos poderes, y decidiendo que las dirían cada vez que fuera necesario, para animarse e infundirse confianza.
_Para ayudar a otros.
_Para ganarme un lugar en la sociedad de las hadas, en buena ley.
_Porque es lo correcto.
_Para vivir, para que todos podamos hacerlo.
Casi sin darse cuenta estuvieron efectuando un ritual, al tomarse de las manos, rodeando las urnas y viéndolas fijamente, sin pestañear. Al separarse y prepararse para actuar, comprendiera que estaban listos, otra vez lo hicieron, para desenvolverme sin complicaciones ni contratiempos ante cualquier reto.
_Para ser nuestro debut no estuvo mal, creo que lo único adverso fue esa impaciencia e impotencia que demostramos al principio al no poder destruir esos elementos en un instante, antes de despertar el poder oculto., definió Dalia, tomando la urna en la que estuvieran las armas.
Sus hermanos hicieron gestos faciales para demostrar coincidencia, a la vez que tomaban los otros recipientes, firmemente y con ambas manos. "A la cuenta de tres", corearon, haciendo inclinaciones poco pronunciadas para tomar impulso, mirando alternativamente a las urnas y al cielo, aún concentrados en la trayectoria trazada. "Tres... dos... uno..."

"Ahora!".
Lanzaron las urnas con la misma fuerza y velocidad que habían previsto y las observaron ganar altura rápidamente, mientras ya acumulaban esas grandes cantidades de energía, algo prolongado, también según lo previsto, durante exactos dos segundos. Las lanzaron sin dejar de estar concentrados en la trayectoria de las urnas que ya descendían, y casi al instante se produjeron los impactos, que fueron seguidos por una explosión tan estridente como las anteriores. Una masa deforme de fuego y humo que estuvo por unos cuantos segundos en el cielo, que fue contemplada por los hermanos, los que, como inmediata reacción, dibujaron nuevamente las amplias sonrisas. Habían destruido las urnas, completado su parte de la misión y con ello conseguido acelerar el momento de la derrota definitiva de los ilios. Se abrazaron unos con otros y dieron los saltitos, agitando los puños en el aire, entonaron cánticos y ejecutaron unos movimientos parecidos a los pasos de baile para complementar el festejo. Ya no les cupieron dudas acerca de que habían ayudado a otros, de que se ganaron en buena ley su lugar en la sociedad, de que habían hecho lo correcto y de que permitieron vivir a otros. Cuando al fin pudo recuperar la compostura, una ínfima parte de esta, el antiguo defensor de Yoine tomó un cilindro que hasta entonces había mantenido a resguardo en el bolsillo del abrigo.

"Traje esto solo para ser usado en caso de éxito" - anunció, extrayendo del cilindro una botella con una bebida alcohólica fina, de esas que se reservaban para las ocasiones más solemne -, "y lo que logramos merece un brindis". Además extrajo cuatro copas, y las llenó una a una en tanto iban sentándose, antes de reservarse la suya y dar las otras a sus hermanos, quienes las recibieron pensando que sería la frutilla del postre. Coincidiera en que brindar por el éxito era la mejor forma para terminar su tarea, y mientras se empezaba a escucharlo el tintineo (encontraron agradable ese sonido), concluyeron, por enésima vez que esta tarea había carecido de riesgos.

_Me parece que no hicimos bien en celebrar con esa efusividad, hablo del alcohol y las cosas que hicimos, los bailes, los cánticos y eso - reflexionó Dalia, pensativa. Había querido hacerlo, desde luego, pero este pensamiento le había impedir disfrutar al completo, lo mismo, por supuesto, que sus hermanos -
 La guerra aún no termina y varios de los nuestros están en peligro. No sé si les haría gracia que nosotros estuviéramos festejando mientras ellos arriesgan su vida.
Surcaban la inmensidad alto y rápido, para cubrir en el menor tiempo posible la distancia a la puerta espacio. Se marchaban del reino de Car'um y su destino inmediato era Plaza Central, a donde darían un reporte de lo ocurrido, antes de partir hacia sus nuevos destinos. Las damas habían decidido ir en ayuda de esas mil hadas en su batalla contra los últimos monstruos de los ilios, Taknu con Akmi, Lina y Kevin, entendiendo que estos podrían tener problemas con ese enemigo que dominaba sus técnicas y habilidades, e Imeleuq con los otros cinco Cuidadores, los que además llevaban la carga adicional de saber que los lugares grandiosos se perderían durante la batalla, sino era que ya lo habían hecho, y no lo podrían evitar.
_Ahora que lo pienso mejor, es cierto. Para ser algo anticipado, se nos fue la mano, pero no podríamos haberlo evitado - dijo Imeleuq. Volaban a tal altura que todo cuanto había en el suelo era borroso y difuso -. Fue nuestro debut, aunque no haya habido un enfrentamiento. El contexto y la situación fueron claves. Eso nos motivó a celebrar como lo hicimos.
_Incluído el brindis - agregó Taknu, viajando a su derecha -
 Pudimos despertar nuestro poder real y usarlo sin tener consecuencias psíquicas ni físicas ni tampoco emocionales, e hicimos una cuarta parte de la tarea como se suponía que la hiciéramos. Con éxito. Cómo resultado, los cuatro estamos viviendo para ver otro día. La derrota de los ilios está a pasos delante nuestro.
Estarían en Plaza Central antes que se hubieran cumplido cuatro horas de su partida, antes de lo que ellos habían estimado al estar organizando la salida. Una de las alegrías que tenían era la de haber cumplido con aquello que respondieran cuando oyeran la pregunta acerca de por qué querían despertar su fuerza mayor.
_Ustedes qué creen? - llamó Jule -. Esa fuerza y el encauzamiento, en conjunto, servirían para destruir sin complicaciones a los enemigos que quedan?. Especialmente ese guerrero único, es el más poderoso de todos

_Si, aunque yo prefiero apostar más al trabajo en equipo - contestó Dalia, divisando a lo lejos la puerta espacial, y pequeños puntitos que eran en realidad las hadas guardianas de Car'um. Llegarían en no más de tres o cuatro minutos -. Funciona mejor eso que la fuerza que cualquiera pueda poseer... Oyeron lo del ataque a las oficinas del CSP de hace unos días?. Pienso que esa es la mejor prueba de que vale más la cantidad que la calidad, aunque para estos combates finales, creo que lo mejor va a ser combinar las dos cosas.
"Sobre todo contra los mint-hu", pensó, afirmando que iría allí cuanto antes, pues esos mil seres feéricos requerirían de toda la ayuda que pudieran conseguir. Una sola hada debía hacerle frente a cincuenta enemigos, y eso era peligroso por donde se lo mirara.
_Y que lo digas., coincidió su hermana.
Y los cuatro llegaron sin complicaciones a la puerta espacial, siendo recibidos con palabras de felicitación y aplausos por la decena de guardias, los que prefirieron abstenerse de pedirles que les contaran cómo habían sido las cosas, pues entendían cuán urgente era que los cuatro llegaran al barrio Plaza Central para continuar luchando. Les desearon suerte al momento de atravesar el marco, y, al estar del otro lado, al tiempo que cada uno de los presentes los recibía con toda la calidez y alegría, supieron que el lugar en que debían estar era en Iluria, porque allí, les hizo saber el mismísimo rey Elías, estaban teniendo grandes dificultades y urgía el envío de refuerzos.



FIN



  --- CLAUDIO ---

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