_Otro
más se escapó, y un cuarto está muerto, a siete kilómetros de acá - informó
Iris a los guardias, sin dejar de mantener la expresión de triunfo -, se comió
algo cuando iba a capturarlo, posiblemente veneno. Si, seguro fue eso.
Seis
de los guardias apuntaron sus lanzas hacia adelante, en tanto otros dos ataban
a los ilios en los tobillos y las muñecas, estas a la espalda, a la vez que una
parte de la multitud se corría a un lado para permitir el paso de los reyes.
Lili adoptó una expresión que combinaba triunfo con incredulidad y
desconcierto, pues este podía ser el momento que las hadas venían esperando
desde el fin de la Guerra de los Veintiocho, que los ilios hicieran el primer
movimiento o dieran un paso en falso, aunque sabía tanto como cualquiera las
consecuencias que esa captura podía tener, y más su los ilios fueron atrapados
por la mujer que en su tiempo, en el sexto milenio, intentó borrarlos del mapa.
Elías, por su lado, estaba con la diestra apoyada en la empuñadura de esa espada
que llevaba ceñida en el lado izquierdo de la cintura, y fue evidente para
todos los testigos, a quienes les bastaba con una mirada sencilla, que de los
monarcas era el menos propenso a la palabra. "Un momento", le dijo la
reina, haciendo un gesto manual al respecto. Pidió a un destacamento que
buscara cualquier rastro o evidencia de este par de ilios y el que escapara
allí donde fueran descubiertos, y a otros dos y un par de médicos que
dispusieran del cuerpo del individuo que cometiera suicidio en una pira,
pusieran las cenizas en una urna y a esta la sepultaran en un sector del
cementerio destinado para los seres elementales no feéricos, al tiempo que
decía, algo con lo que la multitud estuvo de acuerdo, que no pensaban ella y el
rey ir en contra de esa costumbre de las hadas - cuerpos a las piras y las
cenizas a las urnas - simplemente porque no les gustaba a los ilios.
"Enciérrenlos hasta que hayamos solucionado esto", ordenó a ese grupo
de guardias que los mantenía vigilados, y estos entendieron que había hecho
referencia a los calabozos en un rincón caprichoso del último subsuelo del
castillo. Era evidente que la soberana insular estaba desconcertada, pues en
sus años en el trono no había vivido una situación como esta. Aunque los ilios
eran siempre una amenaza dormida, así se los describía q veces, no habían sido
nunca algo por lo que ella o sus padres se tuvieran que preocupar. "Al
menos hasta ahora", admitió, en tanto las hadas guardianas apaciguaban a
la población, porque no fueron pocos quienes quisieron abalanzarse contra los
prisioneros, los cuales estaban esposados y con expresiones desafiantes,
habiendo asumido que sus intenciones no podían ser buenas, si lo que hacían era
acercarse al centro de la capital estando camuflados e inadvertidos. "Empecemos
a trabajar en este momento, el tiempo apremia", decidió la reina,
repartiendo a su pueblo las primeras órdenes, instrucciones e indicaciones. A
la población civil en general que siguiera con sus tareas con total normalidad,
puesto que resolverían este asunto cuanto antes, a los guardias que se
mantuvieran alertas y reforzaran la vigilancia en la plaza central, el castillo
y los principales lugares de la ciudad - mercados centrales, el Hospital Real,
estaciones de transferencia de cargas, oficinas postales... -, a Olaf y la
plana mayor del Ejército y la Armada que transmitieran la orden de permanecer
hasta nuevo aviso en una alerta de clase C, intermedia en cuanto a la gravedad
(la A era la más leve y la E la más grave), a los expertos de la PoSe y la DM
que estuvieran preparados, pues a la mayor brevedad empezarían con los
interrogatorios, a Qumi y sus parientes que volvieran a Austronesia, pues por
el momento no tenían otra cosa en que ocuparse más que celebrar la vuelta de la
Cuidadora y empezar con su actualización, prefiriendo tanto Lili como Elías que
ese pedido de Qumi por una audiencia quedara para mañana u otro día hábil de
esta semana (la Cuidadora del JuSe lo aceptó, sabiendo cuán importante era
esto). Al artesano-escultor, que aún estando en Barraca Sola no dudó en llegar
a Plaza Central al presentir este peligro, que volviera a la Casa de la Magia,
porque allí era donde debía estar. "Tu compañera y tú hijo te
necesitan", le dijo, agregando que si el peor escenario posible llegara a
convertir en realidad, debía estar al frente y prepararse como nunca desde
Enero del año pasado para ejercer todas sus funciones como Cuidador, incluida
la defensa del más importante de los lugares grandiosos; y Kevin, comprendiendo
la gravedad que este asunto revestía, desapareció a un lado de la puerta
espacial, lamentando no disponer, no haber dispuesto, de más que esos pocos
minutos para despedirse de sus familiares, amigos, conocidos y antiguos vecinos
y compañeros de trabajo . El rey, quien tampoco había creído que alguna vez
viviría una situación así, hizo sus propios pedidos, empezando por el
diplomático que representaba a Ártica, su patria, al que le pidió que volviera
y tranquilizara a la familia real, porque si esta no se había enterado ya de la
captura de los ilios lo haría de un momento a otro. También, teniéndolos cerca,
organizó una reunión, para las primeras horas de mañana, con los Consejeros de
Relaciones Elementales y de Relaciones Exteriores, porque así lo indicaba el
protocolo establecido a ese resultado (incidentes con los ilios) a finales de
la Guerra de los Veintiocho: reuniones con los "cancilleres" feéricos
de todos los países del continente y representantes de cada una de las especies
elementales que lo habitaban, porque casos como este involucraban a todo
Centralia. No dejó de sugerir una custodia permanente en los lugares grandiosos
aún sin los Cuidadores, poniendo especial énfasis en el Santuario de la Luz, y
las puertas espaciales, tan vitales estas para tantos, cuando no todos, aspectos
del día a día de las hadas; que los agentes Qar'u que permanecían de incógnito
en el Vinhuiga se prepararan para un eventual abandono de esa condición y que
tanto Lidia como Lara mantuvieran también una alerta de clase C. "Por qué
tanto, es necesario?", le preguntó el Cuidador del Vinhäe cuando lo tuvo
cerca, inmediatamente luego de despedirse de su compañera y sus suegros, que a
su pedido (no sin intentar convencerlo de que desistiera) emprendieron la
vuelta a Barraca Sola, llevándose consigo a Melisa e Ibequgi - Isabel, Iulí y
Wilson de verdad necesitaban descansar y dormir unas pocas horas, para
recuperar sus energías -, recurriendo a la puerta espacial. "Por las
dudas", le contestó el rey, concentrado más en el interrogatorio, porque
sabía que, en caso de que los agentes de ambos organismos fallaran en esa
misión, el sería el único capaz de tener éxito, al tener esa extraordinaria
capacidad que le permitía leer la mente de los demás. Los reyes, antes de
empezar estas tareas imprevistas, hicieron nuevos anuncios a sus congéneres y
los otros seres elementales, insistir con que resolverían este incidente a la
mayor brevedad posible, y que por eso no tenían razones para preocuparse ni
temer. El pueblo lo tomó como algo cierto que no debía ponerse en duda, porque
los funcionarios no le mentían, mucho menos lo harían con un tema tan serio y
complejo como este. "Necesitamos que te quedes en el acceso principal, al
menos hasta la medianoche" - le pidió la reina, algo con lo que el rey
estuvo de acuerdo -, "si hubiera otro un ataque como el de la madrugada
sos el único lo bastante fuerte como para repelerlo". "Cuenten
conmigo", aceptó Eduardo, que de todas las opciones era la más lógica.
Hacía falta un Cuidador allí, y el era el más cercano. A el le transmitieron la
misma orden que a las hadas guardianas en la plaza, el castillo y los
alrededores, tener todos los sentidos en alerta y permanecer atentos a
cualquier cosa que consideraran como fuera de lugar. "Así lo vamos a
hacer", garantizaron, y empezaron a cumplir esa tarea sin más, sin
abandonar la sorpresa por lo ocurrido en la madrugada, la vuelta de la
Cuidadora del Hogar de la Tierra, y la inesperada captura de los ilios por
parte de otra Cuidadora, Marina, del Tep-Wo, y aquella hada que era mucho más
temida que cualquier otro ser por los ilios, Iris. "Seguro van a usar eso
en su favor", apostó Zümsar, que enterado acerca de lo ocurrido había
decidido acercarse cuanto antes a la plaza, sabiendo también que en las
próximas horas, tal vez antes del alba de mañana (lunes cinco de Enero / Baui
número cinco) había probabilidades que no eran pocas ni bajas, de que se
terminaran, en una forma súbita o gradual, esa tranquilidad y paz que tanto
caracterizaban a la sociedad insular. "Y eso es solo el principio",
lanzó Eduardo un augurio nada alentador. Lo que podría empezar en la Ciudad Del
Sol se extendería a todo el reino de Insulandia, después a los demás países
centrálicos, luego a cada país en los que hubiera ilios... "Y por último a
todo el planeta" - completó el marido de Iris -, "y vamos a estar
como el dieciséis de Abril / Llol número dieciocho de cinco mil setenta y
nueve". "Creo que en lo más hondo de nosotros sabemos que es
precisamente eso lo que va a pasar", lamentó Elvia, la princesa heredera,
que asomara a los jardines frontales para informar a ellos y las hadas
guardianas que a las veintidós horas en punto empezaría el interrogatorio a los
prisioneros, y que Iris había concluido su declaración a los agentes de la DM,
sobre cómo había advertido la presencia de los cuatro ilios.
Por
su don, la antigua jefa del MEU tenía muy desarrollados, mucho más que las
demás hadas, sus sentidos, en este caso el olfato. Eso le había permitido
detectar lo que aquellas no pudieron, a cuatro individuos de la raza ilia, los
cuales avanzaban,, al menos así lo creían ellos,, rumbo a lo que Iris asumió
que era el Castillo Real. La madre de Mizûk sabía que debía moverse rápido si
quería atraparlos, aunque, por supuesto, ella quería ponerle las manos encima a
cada uno de esos "invasores", como los calificó en su mente, a
consecuencia de esa entrada furtiva en Del Sol, para algo más que su captura.
Evaluó rápido a los individuos con quiénes estaba compartiendo ese momento
ameno, buscando al más apropiado para que fuera con ella a esa inevitable
confrontación. Descartó a Qumi, porque está se encontraba a menos de
veinticuatro horas de su recuperación. Tampoco se lo pediría a Isabel, porque
está estaba en la misma condición que ella - una madre primeriza - y de hacerlo
pondría en peligro la composición de la familia que tanto anhelara tener, razón
por la cual tampoco querría que Eduardo la acompañara, y, en el caso del
hombre, además, tenía prácticamente desde su llegada a este mundo una equis en
la espalda, porque los ilios decidieron que constituyera una amenaza a causa de
ser quien y lo que era, un "extranjero" que además no era nativo de
este planeta (esos seres elementales usaban a veces ese término para referirse
a los ajenos a su especie) y una persona de ciencias que, como tal, tenía la
misión de ampliar el conocimiento, y no había un enemigo mayor de la religión y
la fe, desde el punto de vista de los ilios, que todas y cada una de las
disciplinas científicas, incluida la arqueología. Además, había concluido Iris,
los poderes de Eduardo e Isabel eran enormes y, como lo demostraran durante la
madrugada, no podían aún controlarlos del todo, lo que sugería la posibilidad
de que hubiera daños colaterales e incluso se hicieran daño ellos mismos, y
Qumi requeriría de prácticas rigurosas antes de quedar en las condiciones
óptimas para estar en un combate real, no importaba que hubiese destruido a
cuatro monstruos de los más fuertes, esa condición al menos en lo teórico, en
un parpadeo. Iris entendió que tenía que ser Marina quien fuera su compañera en
esta batalla, aún escuchando como la Cuidadora daba la "primicia" al
grupo sobre el momento tan gratificante que empezara a transitar. Transformadas
las dos y hallándose en pleno vuelo, le contó el motivo acerca de por qué
estaban haciendo este viaje. Había agudizado el sentido del olfato y detectado
la presencia de los ilios, no muy lejos de la plaza central. "No lo hice,
no me equivoqué" - explicó a la Cuidadora del Tep-Wo, cuando esta
sugiriera la posibilidad de que hubiera cometido un error -, "el MEU y yo
contribuimos a eso". Había hecho referencia a ese fuerte olor que los
ilios empezaban a desprender al cabo de un cuarto de hora de estar recurriendo
a su técnica del camuflaje. Estos cuatro individuos, que se movían entre una
espesa capa de arbustos y césped crecido a un lado de la calle usando esas
especies vegetales para pasar todavía más inadvertidos, estuvieron tan
concentrados en su objetivo, cualquiera fuere este, que literalmente no
prestaron atención a otra cosa y recién se dieron cuenta de que ya no pasaban
inadvertidos cuando, al observar por accidente hacia el cielo, detectaron como
una cigüeña y un cuervo descendían en picado sobre ellos. Los ilios
comprendieron que no tenían una oportunidad ni siquiera mínima de superar este
desafío, porque allí se encontraban un cuervo lanzando uno tras otro los
picotazos, la persona a quién más temían estos seres en el mundo, y una cigüeña
clavando sus garras y también el pico en la vegetación. Además de las dos,
estaban todos los seres feéricos que presenciaban la peculiar escena. Al final,
los ilios optaron por dejar esa seguridad adicional que representaban el césped
crecido y los arbustos y emprender la retirada tan rápido como sus fuerzas se
los permitieran. Para la peor fortuna de los cuatro, Marina e Iris, dos hadas
muy poderosas, eran sus oponentes, y antes de que hubieran tenido tiempo de
hacer otra cosa que ponerse de acuerdo en que dirección huir, las dos asumieron
de nuevo la forma feérica y empezaron la batalla, conscientes de que varios
pares de ojos se centraban en la escena, sin poder creerla. Indudablemente, era
la primera vez desde la Guerra de los Veintiocho que las hadas y los ilios
protagonizaban un enfrentamiento de tal magnitud. Uno de los peludos seres,
aterrado como nunca, imposibilitado incluso para escapar, prefirió quitarse la
vida ingiriendo un extraño polvo que extrajo de ese recipiente que llevaba
consigo. Era un veneno lo bastante potente como para mandarlo al otro mundo en
cuestión de segundos. "Cobardes ayer, hoy y siempre", se burló Iris,
avanzando sin temor y con paso firme hacia dos de los ilios que escapaban
velozmente, en tanto Marina se ocupaba del cuarto. Una y otra sabían a ciencia
cierta que les resultaría suficiente con una insignificante y muy leve descarga
de energía para eliminarlos en menos de un parpadeo, e incluso menos que eso,
concluyendo la Cuidadora que con un puño o una patada bien puesta se terminaban
los invasores, pero les interesaba saber que los había motivado a entrar
recurriendo al camuflaje al barrio Plaza Central. Los ilios sabían que estaban
en una desventaja total, y que al ser descubiertos podrían haber dejado la
puerta abierta a otro conflicto con los seres feéricos, y que el hecho de haber
atacado a uno de ellos, porque uno de los invasores asestó un piedrazo en el
pecho a Marina, lo que le resultó en la distracción suficiente para escapar,
implicaba una súbita escalada en la confrontación que se remontaba a más de
cincuenta y cinco mil años. Ese ilio y los otros dos, que ya habían sido inmovilizados
por Iris, tomándolos por el cuello con un nivel muy bajo de delicadeza, sabían
que las hadas no iban a quedar quietas y sin ofrecer al menos una respuesta
proporcional a esta agresión. "Eso dolió!", se quejó la Cuidadora del
Tep-Wo, lanzando una descarga de energía hacia el agresor, al que aún podía
ver, pero aquel iba rápido y el rayo impactó en el suelo, provocando una
polvareda y la explosión de baja intensidad. "Que se vaya, tenemos a estos
dos", le avisó Iris, lanzando al par violentamente, sin abandonar la
sonrisa producto del triunfo, ni la expresión que desde el asesinato de
aquellos dos guardias, uno insular y otro nimhuit, el veinte de Agosto / Sefht
número siete de cinco mil sesenta y cuatro, reservaba para los ilios. "Yo
me ocupo", se ofreció Marina, alzando las manos y empezando a aplicar una
de sus técnicas, generando una cortina de viento que se elevó desde las palmas
de ambas manos, levantando con ella una pequeña cantidad de polvo, tierra, unos
pocos residuos, que siempre podían pasar inadvertidos por el personal de la
empresa CONLISE, y a los invasores capturados, los cuales quedaron envueltos al
instante en una espesa nube a la cual fueron a parar esas cinco pequeñas
esferas de energía blancas, otra forma de debilitar a los ilios. Tras ese
ataque, el remolino se dividió y ambas mitades adquirieron una forma esférica
perfecta, e Iris, para asegurarse que los dos ilios no pudiesen escapar,
proyectó un fino haz de energía, decidiendo que, si aquellos se salían de las
esferas, haría que no volviesen a ver la luz del día. "Disfruten del
viaje", desearon las mujeres, con un acentuado tono de burla, mientras
empezaban el viaje de vuelta, estando completamente conscientes de que todos
los individuos allí quedaron sorprendidos y desconcertados por lo ocurrido, y
que esta batalla, que culminará con un ilio en fuga, otro muerto por suicidio y
otros dos capturados, bien podía significar lo que tanto estuvieron buscando
por tanto tiempo, por tantos milenios; que aquellos seres al fin dieran un paso
en falso. Marina, sosteniendo las esferas de viento cerca del suelo, para lo
cual tenía las palmas orientadas hacia arriba, e Iris, aún proyectando el haz
de energía, llegaron a la plaza central, donde el alboroto que se generara y la
sorprendente fueron mayores a las del punto a un lado del camino donde se
desarrollara el evento. Antes incluso de que la cuide cesara con su técnica,
las hadas advirtieron lo que había adentro, quienes eran los prisioneros, y no
hicieron más que confirmarlo en el momento en que Iris, con voz potente y
clara, reclamara la presencia de todos los guardias que estuvieran por allí. No
bien el par de ilios cayó al suelo con brusquedad, porque Marina así lo quiso
(y lo disfrutó, contagiada por la expresión de triunfo de Iris), las hadas
descubrieron que se encontraban, no podía ser de otra manera, ante sus enemigos
eternos y un intento de estos por atacarlas en el corazón mismo de su sociedad
y su historia - donde empezara, literalmente, el reino de Insulandia -.
"Por qué, sino, venir ocultos?", lanzó Iris la proclama a la
población, señalando con la vista a los dos ilios, dejándolos a cargo de los
guardias. Las dos damas que participaron de la captura, una observando con
lamentación a la otra, bien sabían que el ilio que había logrado escapar no
llegaría con vida al nuevo día, porque los suyos lo ejecutarían a causa de
haber fallado en la misión, no importaba cual hubiera sido esta, pero antes
habrían escuchado cada detalle de lo ocurrido en las cercanías del centro
neurálgico insular, para determinar cuáles deberían ser los pasos a seguir.
"Como sea, el que huyó no va a vivir y los otros van a quedar al borde de
la guerra, tal como nosotros", vaticinó Marina.
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_Y
bien, dijeron algo?., preguntó el rey, con impaciencia, una hora después de
iniciado el interrogatorio.
Habían
pasado unos minutos desde la llegada del lunes y, por causa de la enorme
actividad e igual movimiento, algo que no se experimentaba desde los oscuros e
inmediatamente posteriores jornadas a la Gran Catástrofe, parecía el mediodía.
Las hadas guardianas que habitualmente cubrían el horario nocturno fueron
reforzadas con la llegada de mil quinientas tropas de los cuarteles cercanos,
incluida una treintena de agentes Qar'u, y ahora, armas en mano, vigilaban el
acceso a las principales oficinas (el despacho y la habitación de los reyes,
los Consejos y Archivos Reales, el arsenal...), los corredores donde
patrullaban en dúos, tríos y cuartetos y las áreas exteriores, entre estas los
siempre magníficos jardines frontales. Los funcionarios, sobre todo aquellos
que trabajaban en la diplomacia, se movían tan rápido como sus fuerzas se lo
permitían, organizando reuniones e intentando hallar respuestas; había
periodistas, casi todos especializados en cooperación e interacción entre los
seres elementales, que buscaban aportar su granito de arena para intentar
resolver cuanto antes este incidente, conociendo y temiendo lo que podría pasar
de ocurrir lo contrario.
_Absolutamente
nada., lamentó el interrogador.
Ese
experto de la DM y su compañero de trabajo, el agente de la PoSe, llevaban ya
sesenta minutos en una celda en el último suba, conscientes de que estaban
siendo los protagonistas de la jornada, estando sobre sus hombros y en sus
manos la tarea de descubrir por qué cuatro ilios querrían exponer sus vidas en
la Ciudad Del Sol sin ser detectados. Desafortunadamente, hasta ahora no habían
tenido éxito alguno, y era evidente que eso les molestaba. Habían incluso
amenazado a los ilios con encadenarlos por los tobillos cabeza abajo, sabiendo
que para estos seres era una ofensa que los hacía arder en ira, pero ni
siquiera con eso lograron que al menos uno de ellos pronunciase ni una palabra.
_Dejen
esa tarea de mí parte., se ofreció Elías, desprendiéndose del estuche con la
espada, aquella con la que anoche apuntara a los ilios.
_Es
seguro?., dudó el agente de la PoSe.
_Van
a morir antes de que cualquiera de ellos logre ponerme un dedo encima - aseguró
el monarca, quien unos minutos antes había recibido un mensaje de su familia.
La realeza de Ártica ya estaba al tanto de lo ocurrido y hubo de contagiarse de
la preocupación, sorpresa y desconcierto del pueblo y los funcionarios de
Insulandia -. Todos, en este caso nosotros tres, sabemos que tal vez sea yo la
única persona que pueda conseguir la información, y no va a demandar más que mi
concentración durante unos pocos minutos.
El
rey Elías se había referido a su extraordinaria e inusual, porque no eran
muchas las hadas que podían hacerlo, menos de quinientas en el mundo, capacidad
de leer la mente de los demás, y para eso no necesitaba más que concentrarse y
mirar a los ojos a la "víctima" sin pestañear. Era una capacidad que
buscaba evitar, ya que lo consideraba muy poco o nada ético, formando una parte
importante de aquello que tanto valoraban las hadas: la intimidad. Este caso
era distinto, al no ser seres feéricos los individuos en la celda ni sentir
Elías aprecio alguno por los ilios.
_Entonces,
empecemos - convino el experto de la DM -. El protocolo básico de nuevo?.
En
la última hora, en los infructuosos intentos por hacer hablar a los ilios, uno
de los interrogadores hizo una pregunta atrás de otra mientras su compañero
sostenía firmemente una ballesta listo para usarla si fuera necesario.
_Todavía
no - se negó el rey -, hay personas que deben estar presentes en este momento,
considerando lo que estoy, lo que todos estamos, por averiguar. Necesito que
las vayan a buscar, díganles que es muy importante urgente.
_A
la orden., contestaron al unísono los interrogadores.
Un
cuarto de hora más tarde, estuvieron de vuelta, escoltando ellos y una decena
de agentes Qar'u a los representantes en el reino de Insulandia de la Unión
Centrálica, el máximo organismo a nivel continental, y del Consejo Supremo
Planetario, un delegado de la Mancomunidad Elemental y los Consejeros Reales
insulares de Relaciones Exteriores y de Relaciones Elementales. Como bien sabía
el rey, todo cuanto se averiguara iba a tener repercusiones a escala global, no
solo real y continental, e involucrar directa e indirectamente a cada una de
las especies elementales. Con las fuerzas especiales montando guardia en el
pasillo, el grupo entró en la celda y halló a los ilios atados de pies y manos,
tal como los dejaran los interrogadores, conservando la expresión de desafío,
como disfrutando del peligro que se avecinaba para quienes consideraban "los
infieles".
_No
vamos a hablar., aseveró uno de ellos con un tono tan desafiante como la
mirada.
La
voz de estos seres era un sonido bastante agudo y francamente horripilante,
tanto como los ilios mismos.
_Ni
falta que hace., dijo el rey, separando a uno de los ilios de su congénere.
Uno
de ellos terminó fuera de la celda, bajo la custodia de las fuerzas especiales
- "Ya sanen que hacer si trata de escapar", les dijo el rey a los
Qar'u - y el otro, atado aún a la silla, fue víctima de una poción que lo dejó
inmóvil, con una postura erguida y los ojos abiertos, enfocados de frente. Los
funcionarios, en tanto, permanecían en un rincón de la celda, contemplar la
escena que estaba por desarrollarse y hablando por lo bajo, el agente de la
Policía Secreta, cuaderno y lápiz en mano, ya estaba listo para tomar notas a
medida que el rey fuera contando lo que averiguara, y el experto de la División
de Misterios, lanza en mano, a las espaldas del ilio, por si se diera la
posibilidad de que este recobrara la movilidad, antes o no de lo previsto (le
habían administrado una cantidad suficiente de la poción como para conservarlo
paralizado por treinta minutos, y le darían una o más dosi6 si fueran
necesarias) agrediera a las hadas allí presentes e intentara escapar. "Te
autorizo a hacerlo", le había dicho Elías.
_Majestad,
solo una observación., pidió el agente de la PoSe, cuyos conocimientos en
medicina, pues era médico de profesión, lo convirtieron en el indicado para
esta tarea.
_Si
sirve para resolver este misterio - accedió el rey, dirigiéndole la vista -...
Cuál es?.
Estaba
deseoso por empezar.
Lo
que estaba en juego era mucho.
_Es
verdad que esa pócima que le dimos, y otras dosis le podamos dar - señaló un
frasco de vidrio que había sobre la mesa -, igual que al ilio que está afuera,
los deja cien por ciento inmóviles, pero no ajenos a la realidad. Este - al ser
atado a la silla - se encuentra plenamente consciente, su mente y cada uno de sus
sentidos lo están, de lo que ocurre y lo que va a ocurrir, y también de quiénes
somos los que estamos en este momento en la celda. Si ofreciera alguna clase de
resistencia...
La
mejor defensa contra la habilidad que estaba por usar el rey consistía en dedicar
toda la energía a concentrarse en un único pensamiento, el que fuere. Hacer eso
podía dificultar la lectura de la mente, aunque la capacidad dependía de cuan
diestro fuera el lector. El ilio seguramente daría mejor de si para impedir que
el rey Elías pudiera averiguar el motivo por el que se adentrará en la capital
insular.
_Ya
había pensado en eso, no va a representar un problema mayor - anticipó el
monarca -. A lo sumo una resistencia menor absolutamente ineficiente contra mí
capacidad. No van a pasar más de dos minutos antes de que empiece a extraer la
información.
Incapacitado,
el ilio debía haber advertido lo que estaba por ocurrir, pero no lo podría
evitar con reacciones físicas, debiendo concentrarse en el pensamiento único
para impedir que, involuntariamente, revelara cualquier detalle acerca de sus
planes y los de sus congéneres.
_Entonces,
resta saber por dónde empezamos., llamó desde el rincón el Consejero de
Relaciones Elementales.
Las
tareas de ese organismo consistían, básicamente, en mantener constantemente
activa la comunicación entre los seres elementales, la cooperación, la
interacción y el intercambio en todos los aspectos sociales y culturales.
Siendo muchas las especies, incluidas las que se fueron extinguiendo, y siendo
desde el inicio de los tiempos, y desde que tomaran conciencia de todo lo que
podían hacer, la especie dominante, las hadas entendieron que debían tener un
organismo político que cumpliera la función de garantizar la coexistencia
armónica y pacífica entre todas las razas, y con ese firme pensamiento dieron
forma legal, mucho antes del Primer Encuentro, al Consejo de Relaciones
Elementales, que con el paso del tiempo se fue consolidando en esa función
original y adquiriendo otras nuevas. Hoy, el C_REM, tal era su sigla, manejaba
un presupuesto de seis mil doscientos cincuenta millones de soles anuales,
funcionaba en una de las oficinas de la Torre del Consejo, en el Castillo Real
y tenía un total de dos mil quinientos empleados en todo el país. Era sin dudas
el orgullo al que recurrir cada vez que surgía un conflicto entre dos o más
razas, y este era uno.
Un
caso por demás grave.
Un
conflicto en estado embrionario que podría desembocar en otra guerra.
El
rey, el Consejero y los presentes en la sala lo sabían.
_Por
lo básico., quiso Elías, sentándose en otra silla, de frente al ilio.
_Su
procedencia., llamó el Consejero.
_Su
procedencia., corroboró el monarca.
Le
hizo una seña al agente de la PoSe para que estuviera atento y preparado, lápiz
en mano y listo para escribir, y entonces empezó la aplicación de su técnica,
cruzado de brazos y pronunciando unas pocas palabras en el idioma antiguo de
los seres feéricos, sin dejar de tener la vista fija en el prisionero. Este
estaba consciente de la fuerza que operaba en el, de que intentaban extraer una
información en particular de su mente, y su inmediata reacción fue intentar
bloquear esa intrusión con una imagen fija, algo que por supuesto detectara el
rey. Habían aparecido un par de líneas horizontales, la superior más corta que
la inferior, atravesadas por una vertical, en cuyo extremo superior había un
círculo. "Es el símbolo religioso por excelencia de los ilios",
informó el rey a sus congéneres, y el escribiente anotó esa información ya que
en materia de interrogatorios el protocolo establecía que debía hacerse un
reporte detallado de cualquier cosa que lograra extraerse del prisionero. Este
pensamiento único en el que estuvo totalmente concentrado le dio buenos
resultados durante los primeros segundos, entre cincuenta y sesenta, algo
también asentado en el reporte, pero pasado ese lapso, el rey Elías incrementó
la potencia de su técnica, disolviendo el símbolo religioso en una nube de
tonos oscuros, tras los que empezaron a sucederse una atrás de otra imágenes de
aldeas ilias, con sus casas, caminos, templos y otras estructuras típicas,
algunas más borrosas y otras menos, lo que indicó al rey que todavía intentaba
ofrecer resistencia, pero con un éxito menor. Al final, la capacidad
legeremántica del monarca superó todas las barreras y una imagen hubo de
volverse lo bastante nítida como para que Elías la describiera a cada uno de
los presentes y el agente de la PoSe tomara las notas correspondientes.
El
paisaje era de la región noroeste del reino de Insulandia, El Palomar Alto de
la Colonia de los Rosales, o, lo que era lo mismo, el oeste-noroeste del
continente centrálico; la vegetación y los accidentes geográficos así lo
demostraron. "Iluria", comunicó Elías, hablando a continuación sobre
una aldea ilia. La presencia de treinta y nueve viviendas, un templo en el
centro geográfico, otra decena de estructuras para diversos usos y una débil
red de caminos de tierra fueron indicios evidentes de que se trataba de la
aldea Diecinueve, algo confirmado porque en el pensamiento del prisionero
también había aparecido ese número en el acceso al puente que llevaba al
poblado - este estaba protegido por un zanjón de cinco metros de ancho por
cinco de profundidad -. Los ilios no ponían nombres a sus poblados, sino un
número, porque creían que así conservarían en secreto una parte de su acervo
cultural, especialmente su historia. "Aldea Diecinueve", habló el
rey, a lo que el agente de la PoSe apuntó el nombre, la población estimadas,
entre dos y dos y media centenas de individuos ilios, era imposible para las
hadas conocer la cifra exacta, y dejando un espacio en blanco para consignar
luego, una vez finalizado el interrogatorio, las coordenadas geográficas.
"Muy bien, ya tenemos el lugar de procedencia, de este y los otros",
se alegró el rey, porque al determinar cuál era el punto de origen del
prisionero pudo detectar en los cuatro ilios una marca impresa que ellos mismos
se hacían en su brazo, con lo que demostraban su orgullo por la aldea que los
viera nacer, en la que residían hasta el lunes de su muerte. Las hadas
evaluaron la información, a grandes rasgos, y el rey pidió hacer una pausa para
recuperarse, pues la aplicación de la técnica provocaba un leve mareo.
Pasado
el lapso de un quinto de hora, en que las hadas comentaron lo poco que conocían
acerca de la aldea Diecinueve, advirtiendo que de darse el peor desenlace, el
reino insular sería el primero en ser atacado de los que formaban Centralia, el
rey quiso retomar el interrogatorio recurriendo nuevamente a la legeremancia,
no sin indicar al agente de la PoSe que, por las dudas, le administrara otra
dosis de la poción paralizante, dado que había visto como el prisionero daba un
débil y lento parpadeo. "Están listos?", preguntó Elías a sus
congéneres, y cuando estos le contestaron afirmativamente, les comunicó su
decisión de querer ahora saber qué camino usaran este y los otros ilios para
llegar hasta la Ciudad Del Sol sin ser detectados, pudiendo determinar con eso
el tiempo que les demandara el viaje e incluso saber si pensaban usarlo para el
viaje de vuelta ("Así podríamos capturar al fugitivo", comentó el
delegado de la Mancomunidad Elemental, tan preocupado como los demás por este
incidente). Aplicando ya el rey su técnica, y produciéndose nuevamente el
intento del ilio por defenderse, esta vez con un éxito menor - las dos dosis y
la "lectura anterior" lo estaban agotando; no era una técnica letal
ni mucho menos, pero de haber otras intrusiones el ilio terminaría con tal
cansancio que literalmente se dormiría. Era vital que el interrogatorio no se
prolongara tanto y que obtuvieran toda la información que necesitaban -, Elías
pudo determinar que a los ilios les había demandado exactas cinco horas, entre
las doce y las diecisiete, llegar desde la aldea Dirección hasta el arroyo que
circunvalaba la capital insular, siempre ocultos en la vegetación y habiendo
recurrido durante casi todo el trayecto a su técnica del camuflaje. Fueron
veinte minutos a la vera de un sinuoso camino de tierra desde los límites de su
aldea hasta la puerta espacial más próxima, treinta y cinco kilómetros al
norte. La puerta espacial no les insumió más que unos pocos segundos y,
concluyendo el cruce, teniendo el arroyo de circunvalación a la vista,
comprendieron que habrían de pasar entre tres y cuatro horas antes de que
hubieran conseguido llegar al centro neurálgico de la capital insular, dado que
el sigilo y las precauciones deberían ser absolutamente superiores. "El
que se quitó la vida era el jefe del grupo", avisó Elías, tras observar
como los otros tres se dirigían a el con respeto, y comparando esa escena con
los testimonios que previamente dieran Marina e Iris. El rey también supo que
no hubo planificación para este viaje y la misión, que todo había sido
orquestado en un tiempo fenomenalmente breve, entre las ocho y las nueve, no
bien llegara a esa región de Insulandia la asombrosa noticia sobre el regreso
de la Cuidadora del JuSe, Qumi. "Este incidente se relaciona con
ella?", reaccionó Elías con un tono de desconcierto, pidiendo al agente de
la PoSe que no asentara esto, pues no era parte de la información, sino un
comentario. En el siguiente cuarto de hora, descubrió que los ilios, en efecto,
tardaron cuatro horas en llegar al barrio Plaza Central, habiendo seguido su
trayecto a la vera de caminos con poco movimiento de peatones y transportes, y
que cuando se encontraban descansando, aprovechando ese alto para estudiar el
camino, fueron detectados a la distancia por Iris. "El miedo paralizó a
este ilio y los otros", comunicó Elías, teniendo visiones entrecortadas
del incidente con las dos mujeres, que terminaran con uno de los seres huyendo,
otro cometiendo suicidio y dos más capturados. "Tenemos que atraparlo
ahora que podemos", apuntó el Consejero de Relaciones Elementales,
sabiendo que el fugitivo no usaría las puertas espaciales. Lo hubiera hecho de
haber tenido éxito, pero ante el fracaso, tal como descubriera el rey tenían el
plan Alter de volver a la aldea Diecinueve, o intentarlo, a pie, lo que, con la
presión de tener a las hadas guardianas tras el, cuando no también a la
población feérica en general, tranquilamente podría significar tres o cuatro
semanas. "Eso si se mueve constantemente y a toda velocidad, lo cual
dudo", opinó el monarca, que empezaba ese breve momento de descanso, y mientras
el experto de la División de Misterios dejaba la celda para informar a los
agentes Qar'u sobre el posible camino que tomara el fugitivo (el otro
prisionero continuaba atado y amordazado), y que uno de ellos debía pasar al
Ejército esa información para que intentaran atraparlo. En la celda, en tanto,
los individuos volvieron a reunirse en torno al agente de la PoSe, para
analizar esta nueva información.
_Necesito
que envíen un mensaje urgente al cónsul de Austronesia, infórmele que una de
sus compatriotas está en peligro, o que podría estarlo., decidió Elías,
pensando en si sería conveniente dar el aviso también a la propia y potencial
víctima de ese peligro.
Cuando
otro de los agentes Qar'u estuvo de vuelta, informando que habían dado el
mensaje al representante diplomático y a Qumi (al final, fue conveniente),
alrededor de media hora más tarde, el rey de Insulandia quiso completar el
interrogatorio, sabiendo que el prisionero ya estaba débil y que no aguantaría
otra intrusión en su mente. "Después de esta tercera vez van a pasar
alrededor de veinticuatro horas hasta que quede en condiciones nuevamente para
la legeremancia", apreció, en tanto el experto de la DM volvía a situarse
a las espaldas del ilio, lanza en mano, consciente de cuanto escalaría el
conflicto si los ilios se enteraran que dos de los suyos fueran eliminados en
el Castillo Real. "Tenemos que conocer todo cuanto podamos acerca de su
misión" - informó Elías, dirigiéndose particularmente al agente de la
PoSe, quien ya había vuelto a tomar el cuaderno y el lápiz -, "y saber por
qué, o en qué, se relaciona la Cuidadora del JuSe". Tras esas palabras, en
los cinco segundos inmediatamente posteriores a ellas, aplicó por tercera vez
su técnica e invadió la mente del ilio, empezando a buscar cualquier indicio
que apuntara al o los objetivos del cuarteto. A diferencia del par de
oportunidades anteriores, en esta la resistencia del prisionero fue
prácticamente nula, no estando en condiciones de lograr otra vez concentrarse
en ese pensamiento, sino en confiar en que esos recuerdos e imágenes que se
iban sucediendo a una velocidad de vértigo fueran suficientes para impedir que
el monarca insular obtuviera más información. Desafortunadamente para el, Elías
fue más hábil y, transcurridos dos minutos, así lo conformaron los relojes,
algo que el escribiente apuntara en el cuaderno, una serie de instantes en el
pasado del ilio fueron vitales para conocer su objetivo y el de sus congéneres.
Tuvo al cuarteto en la sala principal del templo de la aldea Diecinueve, esa
misma mañana apenas pasadas las ocho, algo que advirtieran basándose en la
posición del Sol, con las sombras en la estructura y los rayos que se colaban
por las ventanas, y reparando en la información recopilada en el interrogatorio
anterior, y a su espalda al supervisor del templo, que buscaba quedar oculto a
los ojos de los suyos, tal vez temiendo que si la misión fallara y uno o más de
los ilios fueran capturados, el rey Elías u otras hadas le leyeran los
pensamientos ("Esa es una opinión mía, pero que quede asentada",
pidió al agente de la PoSe) y obtuviera así la información e imagen acerca del
individuo que, en efecto, era el autor intelectual de esta incursión a la
Ciudad Del Sol. Aquel ilio habló al cuarteto sobre lo que debían hacer a la
mayor brevedad, dejando sus vidas en el camino si fuera necesario, procurando
en todo momento usar la menor cantidad de palabras que le fuera posible, quizás
por la misma razón que no quería exponer su cara ni la mayor parte de su
aspecto físico. El supervisor, con unos pocos conceptos, dejó bien en claro que
la sociedad, estilo de vida, costumbres y tradiciones, la cultura como un todo
y la misma reputación de los ilios pudieran verse comprometidas, ahora que la
Cuidadora del Hogar de la Tierra estaba de vuelta, con sus poderes y
habilidades en las mismas condiciones que antes de que se transformara en una
estatua de vulcanita. "Confirmado, Qumi se relaciona con esta
incursión", informó el rey a sus congéneres, y escuchando como el agente
de la PoSe tomaba notas apresuradamente. Sabiendo lo que decidiera el
supervisor medio oculto, continuó leyéndole la mente al ilio y descubrió que,
en efecto, estos cuatro individuos habían recibido la orden, urgente e
incuestionable, de deshacerse de la Cuidadora, para salvaguardar su sociedad.
"Ella tuvo suerte de que Iris los detectara antes" - se alegró una de
las hadas que observaba la escena -, "aunque dudo totalmente que en grupo
los ilios hubieran conseguido siquiera arañarle la piel a Qumi".
"Estoy de acuerdo", coincidió el rey, intentando ahora averiguar en
qué forma la Cuidadora, su vuelta, podía afectar de semejante manera a la
sociedad ilia y ponerla en ese peligro, pero después de estar sondeando la
mente del prisionero durante siete minutos no vio otra cosa que paisajes del
noroeste insular, imágenes borrosas que de pronto se desvanecieron dejando
lugar a un manto muy oscuro de negro, la señal de que había perdido el
conocimiento, apenas unos pocos segundos antes de que de que se terminara el
efecto de la poción paralizante. "Este ya no tiene utilidad para
nosotros", anunció Elías, a lo que el escribiente apuntó los últimos datos
referentes al interrogatorio, completando así dos docentes de páginas del
cuaderno. En tanto desataban al ilio y se preparaban para traer al otro, los
seres feéricos creyeron estar a pocos pasos de confirmar su grave sospecha:
q6este incidente, indudablemente, pasaría a mayores.
_Tuvieron
suerte, Elías?.
La
reina Lili y Elvia se habían encontrado con el en un salón de la planta baja,
en un momento en que el monarca prefiriera tomarse un descanso antes de empezar
el interrogatorio al otro ilio. Allí arriba, aunque menores, el ruido, las
voces y el movimiento continuaban siendo incesantes, y el temor por esta
incursión, el temor incluso a una confrontación, casi podían sentirse en el
aire.
_Yo
hubiera preferido que no - lamentó el rey, tomando a Wuqelu en sus manos, y
deseando poder hacerlo por más tiempo que estos pocos minutos. Elías nunca
había sido un padre ausente ni nada parecido desde aquel cinco de Octubre /
Norg número uno, y no sería aunque su vida dependiera de eso, pero para el
estaba mucho más que claro que está alarmante situación ameritaba toda su
atención. Por eso estaba tan contento con poder sostener y mecer a su hija en
brazos, en este corto lapso de tiempo -. El agente de la Policía Secreta está
ahora pasando a limpio las anotaciones del primer interrogatorio.
_Pero
qué fue lo que pasó?., le preguntó Elvia.
Su
voz sonaba alarmada.
No
era para menos, con lo que estaba pasando.
_Ya
se por qué cuatro ilios quisieron llegar a Plaza Central, y como ya sospechan
no es, o no fue, para socializar con nosotros o cualquiera de los elementales -
habló el monarca, moviendo sus brazos de un lado a otro -. Descubrí un plan
para borrar a Qumi del mapa.
Y
les contó, a grandes rasgos - Lili y Elvia ya leerían más tarde el reporte
completo -, lo que advirtiera al aplicar la legeremancia. Los escenarios y
paisajes del noroeste insular... la aldea Diecinueve, que a modo de perímetro
tenía un profundo y ancho zanjón... los temores de que fuera este el primer
país en ser atacado... el camino que siguieran los ilios desde su aldea hasta
aquel punto donde se toparan con Marina e Iris... la posibilidad, aunque
remota, de capturar al ilio fugitivo (un destacamento ya había salido a
buscarlo)... la planificación más bien improvisada del viaje... los ilios
siempre camuflados y ocultos... el jefe del grupo, muerto por suicidio... el
encuentro que hizo que fracasara su misión, relacionada esta con la vista del
Hogar de la Tierra... el supervisor del templo en la aldea Diecinueve
asegurando que cabía la posibilidad de que la sociedad ilia se desmoronara si
Qumi permaneciera con vida... los temores del rey y de todos cuantos estuvieron
en la celda de que, más tarde o más temprano, ocurriera el peor de los
desenlaces. Las reacciones de la reina y la princesa heredera fueron las
esperadas, compartiendo idénticos temores y preocupaciones.
_Hay
que avisarle a Qumi que corre peligro, y también a su familia - concluyó la
heredera, pensando en pedirle al cónsul de Austronesia que lo hiciera -, y de
paso pedir que doblen la vigilancia en el JuSe.
_Lo
hicimos apenas obtuve la información., le dijo el rey, sabiendo que eso no
alcanzaría para tranquilizarla.
_Se
habrán enterado los ilios de la captura de cuatro de los suyos? - inquirió con
preocupación la reina Lili -. Si lo hicieron van a mostrarse más hostiles que
de costumbre. Y van a encontrar el modo de dar vuelta las cosas y quedar ellos
como las víctimas.
El
Palomar Alto de la Colonia de los Rosales, la región noroeste insular, estaba
sobre alerta desde el mismo instante en que Marina e Iris interceptaran a los
ilios y la noticia se difundiera, así que era de suponer que, por lo pronto, en
la aldea Diecinueve, ya estuvieran enterados. Por eso los encargados de la
diplomacia del Consejo de Relaciones Elementales estaban enfocando allí sus
esfuerzos, y, como la reina y Olaf lo llamaran, el "plan de respaldo
preventivo", que consistía en establecer una alerta moderada (su nivel según
fuera necesario) en cada una de las instalaciones de la Armada y el Ejército y
empezar a pensar en el envío de veinte a veinticinco mil tropas adicionales
desde las otras regiones insulares.
_Al
final, parece que vamos a tener que pedir disculpas a los caras; podrían haber
tenido razón desde el inicio - admitió Elías, en tanto Wuqelu pasaba de sus
brazos a los de su hermana, pues el tiempo que el monarca se tomara estaba
llegando a su fin -. Creen ustedes dos como yo que este incidente va a
transformarse en una guerra?.
_Tenemos
que contestar?., dijo la reina con sorna.
El
humor de seguro la tranquilizaría, y a todos, y eso era algo que requerían con
urgencia.
_En
efecto, lo creen tanto como yo.
Madre
e hija le explicaron que los funcionarios, especialmente aquellos con
competencia en este asunto (diplomacia, justicia, defensa militar...), estaban
trabajando tan rápido como podían y manteniendo reuniones extenuantes y
estresantes con sus pares de los otros países centrálicos, de la Mancomunidad
Elemental, el Consejo Supremo Planetario, la Unión Centrálica, los periodistas
locales y unos pocos del extranjero que, enterados del incidente, llegaron a
Insulandia para hacer la cobertura, estando presentes desde antes para cubrir
la vuelta de la Cuidadora del JuSe, y la población en general, que desde la
captura a manos de Iris y Marina no había dejado de mostrar preocupación. Los
directivos de las empresas estatales cuyos rubros pudieran relacionarse directa
o indirectamente con este incidente (COMDE, CIIM, EICOPSE...) también
trabajaban al máximo de sus capacidades, las hadas guardianas continuaban con
estas extraordinarias tareas de vigilancia, el movimiento en la plaza de y sus
alrededores era decididamente superior al de cualquiera otra madrugada, pero
sin la atmósfera alegre, algo nada habitual en las hadas, y los adeptos de
ambos sexos al catastrofismo creyeron confirmar, o empezar a hacerlo, que sus
postulados eran ciertos. Muchos, sin embargo, hubieran deseado equivocarse,
porque conocían las implicancias negativas.
_Y
es solo el principio - lamentó la princesa heredera, frotándose levemente los
ojos. Debía hallar la forma de mitigar esos primeros indicios de sueño, porque
está apremiante situación exigía todo de su parte -, pésima manera de empezar
el año.
_Coincido
con eso - la apoyó su madre -, voy a pedirle a Olaf que de la orden de subir a
una alerta de clase B a todas las tropas del reino, por las dudas. Si la
situación empeora y llega el peor final, las batallas no van a limitarse
únicamente al noroeste - miró a su marido y le preguntó -. Vas a empezar ahora
con el interrogatorio al segundo ilio?.
_Si
- contestó el rey, mostrando los mismos síntomas que Elvia. Desde inicios de
Octubre, el y Lili habían tenido que acostumbrarse a permanecer despiertos
hasta altas horas de la noche, y levantarse a diferentes momentos de la
madrugada. "La causa bien vale ese esfuerzo de nuestra parte",
coincidían los reyes -, apenas necesitamos conocer esa información que falta y
es importante, sobre por qué Qumi es alguien perjudicial para la sociedad y
cultura de los ilios. Y por qué ella y no los otros Cuidadores.
_Que
tengas suerte, entonces - le deseó Lili -, insisto con que tenemos que resolver
este asunto cuanto antes. Los ánimos ya están bastante caldeados.
La
despedida, breve y sencilla, no se prolongó por más de un minuto o uno y medio.
Por un lado porque, como dijeran, el tiempo no estaba sobrando, y por otro
porque formaban una familia, y como tal no le agradaba la idea de separarse,
sin importar el motivo por el que lo hiciera. Así, Elvia y la reina, esta
llevando a su hija en brazos, se perdieron entre un grupo de funcionarios rumbo
a los niveles superiores, y el rey tomó por una escalera cerca de donde
estuvieron, llegando nuevamente a la celda en el último subsuelo al cabo de
cinco minutos. Allí encontró a las
fuerzas especiales montando guardia en el exterior, en el pasillo, acompañados
por las hadas que presenciaran el primero de los interrogatorios. "Un
hervidero", informó el rey, cuando por las expresiones y miradas
advirtiera que le iban a preguntar sobre cómo marchaba la situación en el
Castillo Real, mientras ingresaban al calabozo, donde el segundo ilio estaba ya
atado a la silla, y el agente de la PoSe se preparaba para administrarle la
primera dosis de la poción paralizante. En tanto iban asumiendo sus posiciones,
las mismas que antes, las hadas le explicaron que el prisionero anterior lo
hubieron de llevar a una celda contigua, en la que tuvieron que encadenarlo en
los tobillos y las muñecas para evitar que los agrediera e intentara escapar.
"Preferimos no eliminarlo, al menos hasta que haya un poco de luz sobre
este asunto", dijo uno de los Qar'u antes de cerrar la puerta, a lo que
Elías, así se lo hizo saber, lo consideró como un acierto. Un sólo ilio muerto,
aunque se hubiera tratado de un suicidio, ya era problemático, eso sin contar
el que Iris hubiera estado presente, y lo seguiría siendo. "Vamos a
empezar", decidió el rey, preparando la segunda silla, y el agente de la
PoSe administró el sedante.
Con
la primera entrada a la mente del ilio, Elías no hizo otra cosa que confirmar
lo que descubriera aplicando esa técnica al prisionero anterior, notando que la
principal diferencia, cuando no la única, había sido la perspectiva, porque en
eso consistía la legeremancia, en, básicamente, ver exactamente lo mismo que
aquel individuo sobre el que se la aplicara. El rey vio la aldea con su zanjón
de circunvalación, el puente, el trayecto a la puerta espacial, los pocos
segundos hasta la periferia de la Ciudad Del Sol, la caminata ocultos y
camuflados y, al final, el encuentro con la Cuidadora del Tep-Wo, Marina, y la
peor pesadilla de todos los ilios, Iris. Solo cuando ese primer intento llegara
a su fin y pensaba que había el esfuerzo sido en vano, vio algo de verdad interesante,
por lo que exclamó "Esto si vale la pena!", y se entusiasmó tanto que
quiso ver ese recuerdo una vez más. Descubrió que otro de los ilios, el que
falleciera, no lo había hecho por suicidio, no a manos de uno de los suyos,
aquel que huyera. El ilio no había tomado ningún veneno, sino una medicina
tradicional con la que podían retrasar unos pocos minutos la pestilencia con
que en su momento los afectara Iris, una contramedida, sabiendo que podría
recurrir al camuflaje el tiempo suficiente para llegar al centro neurálgico sin
ser detectado por las hadas u otros seres elementales. Lo que hiciera el ilio
que optara por la huida, sabiendo que ni siquiera peleando los cuatro juntos
con todas sus fuerzas tendrían oportunidades contra dos de las hadas más
poderosas, máxime entendiendo que una de ellas los mataría en menos de un
parpadeo, fue eliminar a uno de los suyos, con la intención de hacerlo ver como
otra de las víctimas de una matanza que se iniciara el dieciséis de Abril /
Llol número dieciocho de cinco mil setenta y nueve. "Eso les daría la
excusa perfecta" - comentó el rey, aún emocionado por el descubrimiento,
advirtiendo que los suyos celebraban esta obtén -, un ilio moría a manos de
Iris... las hadas daban el primer golpe". No hubo otra información que
extraer de este prisionero con esta intrusión, con la segunda ni tampoco con la
tercera, pero ese plan de hacer ver un asesinato como obra de los seres
feéricos, de ese en particular, hubiera significado con total seguridad una
guerra.
_Tenemos
que atrapar cuanto antes al fugitivo e interrogarlo - reafirmó Elías,
concluyente que no obtendrían información alguna con este prisionero, porque no
la tenía y había perdido el conocimiento -. Es lo único que nos queda para
saber por qué los ilios armaron semejante plan en una hora esta mañana y hasta
donde quieren llegar. Sabemos que la vuelta de Qumi es el punto de origen, pero
nada más.
En
su mente ya tenía claro que "preguntarle" al tercero, si es que lo
atrapaban. Qué tan grave era el regreso de la Cuidadora como para que se
pudieran desmoronar todos sus basamentos sociales?, Qué relación había entre
eso y el incidente previo con los monstruos y el ataque al Templo del Agua?,
Los otros Cuidadores (Eduardo, Kevin, Lidia y Marina) también corrían peligro?,
El asesinato del ilio a manos de uno de los suyos era parte de esta improvisada
intrusión?, Sería realmente el supervisor aquel que permaneciera oculto?, Sería
aquel el autor del ataque? y, sin dudas la más importante, Hasta dónde querían
llegar?.
_Vamos
a necesitar mucha suerte con eso., advirtió el Consejero de Relaciones
Elementales, con un tono de lamentación que no pudo ni quiso ocultar.
_Y
la tuvimos., anunció una voz femenina, al tiempo que se abría la puerta de la
celda.
Era
Iris, y traía consigo al ilio, quien hacía los desesperados intentos por
liberarse y huir. Estaba muerto de
miedo, y para los seres feéricos era imposible determinar si esa emoción se
debía a lo que pudieran extraer de su mente, lo que fuere, al hecho de que Iris
tuviera la diestra alrededor de su cuello, lista para aumentar la presión, o a
las dos cosas.
_Me
uní a la patrulla que salió a buscarlo - contó Iris a sus congéneres -, y me
valí de mí atributo de los sentidos para encontrarlo antes que los otros... Qué
les pasa?. Se que puede parecer increíble lo que está pasando, pero...
_No
se trata de eso, Iris. Es otra cosa, y quisiéramos explicártela, antes de
interrogar a este nuevo prisionero.
Y
las hadas le contaron lo que descubrieron con la aplicación de la legeremancia
sobre el ilio ahora sin conocimiento. Ante la evento de un fallo en su misión
de borrar del mapa a la Cuidadora del JuSe, debían hacer quedar a las hadas
como las asesinas de un ilio, y quien mejor que la antigua jefa del Movimiento
Elemental Unido (MEU), que en los inicios del sexto milenio organizara y
comandara la matanza de ilios a escala planetaria. "Eso intentaron?",
reaccionó Iris, riendo, consciente de que había pasado lo que ella y sus
congéneres, miles de estos, cuando no cientos de millones, estuvieran esperando
durante siglos, que aquellos seres, cuya población mundial superara los treinta
y cuatro millones ochocientos mil, dieran un paso en falso.
_Hubiera
sido perjudicial para nosotros - intervino una de las hadas en la celda -. Y si
eras la responsable de ese presunto asesinato, los ilios habrían triunfado.
Los
seres feéricos en el calabozo coincidieron con esas palabras, y, mientras
sujetaban al nuevo prisionero a la silla (el otro fue llevado a la celda
contigua por las fuerzas especiales), intentaron imaginar cuáles pudieron haber
sido las consecuencias si este ilio hubiera podido llegar a su aldea.
_Afortunadamente,
eso no pasó - se alegró el rey, echando un vistazo a los borradores del segundo
interrogatorio -. De cualquier manera, sigue siendo todo un incidente muy serio
que tenemos que resolver cuanto antes. Iris, las cosas allí arriba...
_Hay
un poco más de calma, pero las preocupaciones y los temores persisten -
contestó la dama, sujetando aún al prisionero, mientras terminaban de sujetarlo
-, y el ritmo es el mismo que cuando Marina y yo capturamos a los otros dos.
Y
habló a sus congéneres sobre lo que viera en la superficie. Mencionó a decenas
de funcionarios locales y de organismos extranjeros sosteniendo reuniones con
la irrenunciable decisión de encontrar una solución al incidente, por más que
supieran que no había soluciones, y que el desenlace era el peor escenario. Las
hadas guardianas continuaban patrullando en el Castillo Real, la plaza y
extendieron el carácter extraordinario de tales tareas a los alrededores del
barrio Plaza Central. El personal administrativo y otros empleados en la sede
del poder político, con una mezcla de sentimientos, la mayoría negativos,
dudaban que el de hoy fuera un día como todos, y mientras se preparaban para
empezar la jornada laboral, la cual empezaría en poco más de dos horas,
intentaban calcular hasta que punto sus vidas se verían modificadas. Los
diplomáticos que representaban en Insulandia a los países centrálicos, tan
urgidos de buenas noticias, estaban reunidos en la Torre del Consejo con el
segundo al mando del Consejo de Relaciones Exteriores, atentos a cualquier
evento que ocurriera allí, y cualquier palabra que pudieran escuchar, que
arrojara algo de luz. Los otros seres elementales (vampiros, gnomos y liuqis
destacaban en los horarios nocturnos) también estaban buscando enterarse de los
detalles, y saber cómo deberían proceder de ahora en adelante. Las hadas cuyos
empleos se desarrollaban a la noche y la madrugada (transportistas, personal de
CONLISE... incluso las "mujeres de mala nota") compartían las mismas
sensaciones e idéntica preocupación que los demás y había hadas guardianas
patrullando desde el aire con sus características disposiciones geométricas,
algo que no se veía desde los días inmediatamente posteriores a la Gran
Catástrofe, cuando los desaparecidos, muertos y heridos eran muchos como para
hacer la cobertura únicamente por tierra.
_Tu
marido y Eduardo siguen en la entrada?., quiso saber el rey, descansando
brevemente antes de recurrir de nuevo a la legeremancia.
_Eduardo
se fue hace un rato, y no porque hubiera querido, sino porque Elvia y Oliverio
se lo pidieron - informó Iris -, el sueño y el cansancio se le notaban a la
distancia. A estas alturas ya habrá vuelo a Barraca Sola. Zümsar se va de un
momento a otro al comercio de antigüedades.
_Me
gusta eso - se alegró Elías -. No por esto, no importa cuán grave sea ni lo que
pueda llegar a ser, no tenemos que alterar nuestra vida. De hecho, hay que
pedirle al Consejo de Comunicaciones y Difusión que arme una campaña a ese
respecto. Que la población en general mantenga la calma y continúe con sus
actividades con el ritmo normal, porque vamos a resolver esto cuanto antes.
El
rey pensaba, al mismo tiempo, que los seres feéricos y elementales no volverían
a estar tranquilos, más cuando los resultados de esos interrogatorios tomaran
estado público y se supiera que los ilios habían intentado matar a un hada, de
quien ellos sostenían que podía csusar6un desmoronamiento de su sociedad, y
hacer ver a otra como la asesina de uno de los invasores.
_Me
gustaría quedarme - le pidió Iris, dirigiéndose tanto al monarca como a los
demás, buscando consenso -, quiero estar presente cuando se obtenga la
información de este ilio.
Lo
miró con desprecio, a lo que el prisionero no pudo menos que reafirmar ese
terror que surgiera al toparse con Marina e Iris, y que creyera disipado al
huir de aquel lugar. Pero no tuvo mucho tiempo para hacerlo, porque le
administraron la primera dosis de la pócima, y acto seguido quedó completamente
inmóvil.
_Está
bien - aceptó Elías, invitándola a que formara parte del grupo de observadores,
en un rincón de la celda -, vamos a empezar ahora.
El
experto de la DM se colocó, sosteniendo la lanza con ambas manos, detrás del ilio,
el agente de la PoSe volvió a tomar el cuaderno y el lápiz y el rey ocupó la
silla vacía.
En
un principio quedaron expuestos los recuerdos recientes del ilio, desde el
momento en que asesinara a su congénere hasta que Iris lo interceptara con un
golpe en la espalda, tumbara al suelo y condujera al Castillo Real, llevándolo
a la rastra prácticamente todo el camino, lo que explicaba las heridas
cortantes en su cuerpo, obtenidas estas, además, por sus propias acciones al
intentar liberarse, lo que hizo que Iris, habiendo llegado al fin a la plaza
central, lo sostuviera con mayor fuerza en el trayecto desde allí hasta el
calabozo. "Esto no nos sirve", descartó el rey, pidiendo sin embargo
que la primera intrusión a la memoria del ilio quedara asentada en el cuaderno.
Tras un descanso de un minuto, aplicó nuevamente su técnica, decidiendo que no
perdería el tiempo y averiguaría el papel de Qumi en un posible colapso de la
sociedad ilia. Otra vez se dio una sucesión rápida de escenarios y paisajes
naturales, entremezclados con unas pocas estructuras artificiales, todas
pertenecientes al noroeste insular y otras partes de esos quinientos cuarenta y
tres mil trescientos sesenta y cinco kilómetros cuadrados que conformaban para
los ilios sus tierras, y para las hadas y otras especies elementales parte de
los nueve países del continente centrálico. "Cuál será la relación?",
se preguntó Elías con desconcierta, decidiendo nombrar uno por uno los paisajes
y estructuras que por uno más detalles pudieran sobresalir, pedirle al agente
de la Policía Secreta que los escribiera, enumerándolos, y luego pedirle a la
Cuidadora del Hogar de la Tierra que accediera a someterse a la legeremancia,
para comparar la lista numerada con sus recuerdos y determinar si había alguna
menos una coincidencia. Al final de su segunda observación, el rey Elías
detectó siete visiones que destacaban, a consecuencia de sus ubicaciones
geográficas, dimensiones, cierta disposición simbólica para los ilios y, en el
caso de las estructuras artificiales, su antigüedades. "Esto parece
prometedor", se alegró, porque sabía que esas construcciones eran
antiquísimas, pertenecientes a ese período de tiempo de tres veinticinco años,
no muy lejano al del "bombardeo planetario" - este evento marcaría la
historia para siempre y determinarla el inicio de la enemigo entre hadas e
ilios -. Siendo un estudioso de la historia antigua, había aprendido que tales
estructuras constituyera desde el principio lugares sagrados dedicados a las
entidades que, en la creencia religiosa de los ilios, formaban la llamada
"Trinidad Benigna": Iel, Mod y Ral, que respectivamente representaban
la abundancia, la gloria o el triunfo y el destino. "Los primeros templos
ilios" - se escuchó aportar a Iris, que en los quince años previos al inicio
de la Guerra de los Veintiocho, buscando ventajas y desventajas que pudiera
usar en su favor, había estudiado la historia ilia -, "... tienen que ser
esos". "Lo son", confirmó el rey, notando la presencia del
máximo emblema religioso en el punto central de cada uno de los lugares. Ese
símbolo, una de las pocas cosas que las hadas conocían a fondo, estaba formado
por la franja vertical, que representaba a la raza única ilia en la que
devinieran las originales. Se sabía que ese símbolo no era el primero, porque
este había tenido siete círculos, en ambos ex de las franjas horizontales, el
inferior de la vertical y allí donde se unían las tres, que representaban las
siete razas originales. "Por eso media catorcena de templos",
intervino el representante del Consejo Supremo Planetario, sabiendo tanto como
los demás que esos círculos fueron reemplazadas por el octavo (la nueva y
definitiva raza) y que su ubicación también era simbólica: estaba encima de
todo, y era de esa forma como se veían s si mismos los ilios, superiores a
todos y a todo. "Terminó la lección de historia", decidió el rey,
pensando que ahora intentaría averiguar la respuesta a otro de los planteos que
juzgó como importantes, saber si el ataque al Vinhäe de fines del año pasado y
el de la madrugada de ayer estaban conectados entre sí y ambos con la incursión
a la Ciudad Del Sol. Al final, luego de otro sexto de hora, descubrió que no,
que este ilio no poseía grandes conocimientos ni mucha información al respecto,
y que lo poco que sabía apuntaba a que todo lo que se buscó fue causar pánico
entre las hadas, y qué mejor para eso que atacar uno de los lugares grandiosos
y a su Cuidador, por quien los ilios no tenían ni sentían simpatía alguna, por
lo que ya era conocido: si ellos no veían nada bueno en los otros individual
con los que compartían el mundo, menos aprecio y estima sentirían por alguien
que incluso era un "alienígena". El rey permaneció con la duda sobre
si habrían buscado también eliminar a Eduardo o no, o solo asestar un golpe
moral a los seres feéricos; lo que si tuvo claro, así se lo hizo saber al grupo
en la celda, así lo escribió el agente de la PoSe, fue que los ilios dieron el
primer golpe, con lo que además quedó descubierta la identidad de los que
robaran esas cinco toneladas de piedra caliza a los ornímodos. "Te debemos
una disculpa", le dijo Elías a Iris, porque esta siempre había insistido
con que los ilios, concluida la Guerra de los Veintiocho, serían los primeros
en atacar, a lo que ella y el grupo en general parecieron asumir que estaba
ocurriendo exactamente lo contrario a lo que esperaban: no solo no se estaba
solucionando ni resolviendo el incidente, sino que estaba empeorando, o, lo que
era lo mismo, se estaba más cerca de la guerra. Con otras tres intrusiones a la
mente del prisionero, con lo poco que se obtuviera de este, se supo que Kevin,
Lidia y Marina no corrían peligro alguno, aunque era pronto para asegurarlo, y
conociendo que si el conflicto bélico empezaba con los Cuidadores de la Casa de
la Magia, el Vinhuiga y el Tep-Wo estarían en la línea del frente desde el
principio. En efecto, el asesinato de un ilio no había sido parte del
improvisado plan, aunque no contemplaba, necesariamente, la participación de la
enemiga número uno de los ilios. El rey no pudo descubrir que aquel individuo
medio oculto en penumbras en el templo de la aldea Diecinueve fuera o no su
supervisor, y por ende conocer si era el quien organizara el ingreso furtivo a
la Ciudad Del Sol, a raíz de la vuelta de Qumi. "Tampoco podemos saber
hasta donde quieren llegar" - avisó a las hadas en la celda -, "
aunque no es difícil hacer cálculos y estimaciones". Sobre aquello, a
ninguno de los presentes en la celda le cupieron dudas de que hoy, como ayer,
los ilios buscaban la dominación total y absoluta de Iluria, aunque estaban
seguros de que querrían ir más allá, porque aquellos seres, los más extremistas
y reaccionarios, consideraban como extensiones de su tierra a cualquier porción
en la que vivieran los ilios. "La dominación del mundo?", aventuró una
de las hadas, con un tono de preocupación, a lo que todos empezaron a ver una
posible respuesta a aquel planteo del rey, respecto de hasta dónde querían
llegar los ilios. "Hay que estudiar a fondo el reporte de los tres
interrogatorios, ver si se nos escapó algún detalle y extraer todas las
conclusiones que podamos", indicó Iris, en un momento que el grupo reunido
en torno a los botes, y mientras dos de los Qar'u entraban y se llevaban al
ilio, ya sin conocimiento. "Eso ni dudarlo" - coincidió Elías -,
"y hacer público este informe en cuanto lo hayan pasado a
limpio". Solo con esa frase, con
escucharla, parecieron haber tomado conciencia de cuán grave era la situación y
cuan grave podría llegar a ser: los ilios habían dado el primer golpe, con el
ataque a inicios de Diciembre al Templo del Agua (Chern número treinta, en el
calendario antiguo feérico), un segundo golpe, al pretender liquidar, así lo
asumieron Elías y el grupo, a Eduardo e Isabel en la madrugada de ayer, cuando
el matrimonio diera por terminada su primera jornada de descanso en el
balneario, y un tercero, al intentar eliminar a la Cuidadora del JuSe.
"Eso sin mencionar el robo de la piedra caliza a los ornímodos",
aportó una de las hadas. Y sin mencionar tampoco a otras y varias decenas de casos
sin resolver, unos más recientes que otros, como las transformaciones
involuntarias de Eduardo y Zümsar, el uno de Junio / Tnirta número doce y el
dos de Diciembre / Nios número uno de diez mil doscientos cuatro,
respectivamente. La opinión final, en tanto abandonaban la celda, fue que
habría un nuevo conflicto bélico a escala global, no importaba cuanto se
esforzaran ni todas las reuniones con funcionarios de uno o más organismos se
hicieran. Así, en tanto trepaban por la escalera caracol rumbo a la planta
baja, coincidieron en lo importante que era el subir todas las alertas a la
clase D en todo el país, la segunda más grave, y pedirle a la reina Lili, a
Olaf y a los jefes del Ejército y la Armada que tuvieran una pluma en sus
manos, en preparación para estampar sus firmas en la declaración de guerra.
En
lo único que era igual a las anteriores, era en el aspecto climático (despejada
y calurosa), porque la mañana de este lunes era absolutamente distinta.
Y
tensa.
Aunque
los insistentes pedidos de la reina Lili, del rey Elías y de los funcionarios
públicos dieron sus frutos, a las hadas y otros seres elementales que de a poco
fueron iniciando sus actividades les resultó difícil, cuando no imposible,
mantener la tranquilidad, no alterarse y actuar como si nada hubiera pasado.
Los temores incluso se podían sentir en el aire, sobre todo sabiendo que había
sido Iris quien, en parte, capturara a los invasores sobrevivientes y que una
Cuidadora era el blanco de aquellos individuos que se colaran inadvertidos, porque
eso hizo suponer que los ilios estaban tramando algo muy grande si este primer
golpe que intentaran había consistido en matar a Qumi, y muchos hicieron
pública su lamentación porque ella estuviera expuesta al máximo peligro desde
el mismo instante en que se recuperara. El temor tuvo un aumento cuando se supo
que los ilios habían estado detrás del ataque al Templo del Agua, aquel día en
que Eduardo, el Cuidador, se hallara ausente, asistiendo a la ceremonia de
bienvenida de una de sus colegas. "Prefiero la prudencia", contestó
la reina Lili, cuando algunos de los funcionarios con los que estuvo reunida,
de diversos rangos, le preguntaran por qué no quería divulgar al completo el
resultado de los interrogatorios que se desarrollaran en la madrugada. Ella
quería estar cien por ciento convencida antes de hacerlo, y para eso necesitaba
que estuvieran agotados todos los esfuerzos a los que se estaba recurriendo
para evitar el conflicto (en el fondo, sin embargo, sabía que era inevitable),
averiguar la razón por la cual la Cuidadora del Hogar de la Tierra podía ser, o
representar, una amenaza para los ilios como grupos e individuos, asegurarse
que la población civil permaneciera a salvo, lo que eventualmente sería
imposible, y, llegado el desenlace extremo, que todos y cada uno de los
militares insulares de las dos fuerzas (Armada y Ejército) estuviesen listos
para la batalla. "Únicamente necesitamos la orden", le había dicho
Olaf en esa misma reunión, al hacer Lili esa mención a la prudencia.
_No
se cuánto tiempo más vas a poder sostener esa prudencia, ni tampoco yo, ni
Olaf, ni Elvia ni cualquier otro - le dijo Elías, en un momento en que ambos se
hallaban inspeccionando una de las armerías en el Castillo Real. Varias decenas
de armas de toda clase ocupaban cada armario, estantería, vitrina y repisa y no
bien los reyes hubieran firmado el documento (por reglamento, debían ser los
últimos en hacerlo), los guardias en la sede del poder político tomarían cada
una y las usarían en la defensa del castillo -, ni se por cuánto tiempo los
nuestros van a contenerse. Civiles o militares, las hadas en El Palomar Alto de
la Colonia de los Rosales... bueno, aunque confían en nuestras palabras y
decisiones, casi me consta que están esperando un motivo para atacar. Vos y yo
sabemos que este es uno de los escasos y esporádicos conflictos en que la
diplomacia no va a ser otra cosa que un atenuante, y no la solución.
_Lo
se, pero pensar en eso ayuda a calmarme - le dijo Lili, sin querer soltarlo,
algo que le daba confianza. Llevaban tomados de la mano un buen rato, desde
antes que entraran a la armería -. En todo caso, quiero esperar hasta la tarde.
Supongo que ya hablaste con Qumi...
_Dijo
que va a estar puntual, a las doce; cuando le expliqué lo que quería, ella
aceptó voluntariamente y sin dudarlo.
La
Cuidadora del JuSe, que también aceptara postergar todo lo relacionado a su
vuelta (ceremonia de bienvenida en el lugar grandioso, una reunión familiar,
una nueva rueda de prensa con los periodistas austronésicos, hallar otra
segunda figura de autoridad...), había accedido a que el rey de Insulandia
aplicara en ella la técnica de la legeremancia para buscar cualquier simili9, o
más de una, entre esos recuerdos e informe extraída en el tercer interrogatorio
y lo que Qumi pudiera conocer o saber, que incluso ella misma desconociera o no
recordara.
_Es
una lástima que le haya tocado esto el día de su vuelta, lo que de por si es un
misterio - lamentó Lili, abandonando la armería, y al verlos salir, los dos
guardias que vigilaban la entrada efectuaron la venia. Quienes presenciaron la
escena, los reyes en una de las armerías, lo tomaron como una señal de lo que
se avecinaba, como un mal presagio -, y yo estoy convencida de que, anímica y
emocionalmente, no va a hacerle bien alguno.
_No
es para menos - coincidió Elías -. Lo sería para cualquiera que tuviera una
equis en la nuca o la espalda por tiempo indefinido.
Quizás,
había concluido el rey, con esta memoria olvidada que extrajera de la Cuidadora
se resolviese una parte del misterio, sobre las causas de ese posible
desmoronamiento de la sociedad ilia.
_Hasta
que ella llegue - habló la reina Lili -, Qué vamos a hacer, cómo vamos a ocupar
el tiempo?.
_Lo
único que me emociona - prefirió Elías, observando el entorno. La tensión y
preocupaciones se le notaban a las hadas en la cara -. Vayamos a la guardería y
recuperemos a Wuqelu. Es la primera vez desde su nacimiento que pasamos tanto
tiempo alejados de ella.
_Hecho.,
coincidió Lili, contenta por esa sugerencia.
Era
otra de las grandes preocupaciones de quienes, como ellos, tenían hijos o hijas
menores de edad o recién nacidos. Era lo último que querían los padres,
exponerlos al que sin dudas fuera uno de los más grandes peligros, y, en el
caso de los reyes, la tensión constante de saber que, llegado el caso, porque
con los ilios no existían las probabilidades Wuqelu se convirtiera en un
blanco. Un caso incluso igual de alarmante, o más, era el de Elvia y Oliverio,
los futuros monarcas insulares, y su hijo, Sebastián, el nieto de Lili y Elías,
quien en un futuro también se convertiría en rey. De varias formas, esta
amenaza no era ajena a Iris, aún con el miedo extremo que provocara en los
enemigos históricos de las hadas, en Zümsar, porque al casarse ambos en los
últimos días del primer semestre del año pasado, el arqueólogo urbano había
pasado a formar parte de la familia real insular, y, llegado el veintiocho de
Septiembre / Clel número veintidós, el primogénito de ambos, Mizûk. No
importaba que los adultos tuvieran su residencia fuera del Castillo Real, en la
vivienda de la avenida de la avenida Veintinueve 17-22-5, ni tampoco sus
ocupaciones, en la mesa directiva del Banco Real de Insulandia, casi quince y
medio kilómetros al suroeste de la Ciudad Del Sol, y el comercio de
antigüedades, en Plaza Central; los dos eran componentes de la realeza local,
también su hijo recién nacido, y por tanto los adultos tendrían motivos
adicionales para preocuparse no bien los reyes estamparan su firma en la
declaración de guerra, un documento que Lili y Elías previeron tener a mano y
dejar preparado en su oficina.
Los
adeptos de ambos sexos al catastrofismo, independientemente de cuáles fueran
sus obligaciones laborales (comerciantes, empresarios, militares,
científicos... e incluso funcionarios de diversos rangos), edades, lugares de
nacimiento u otras especiaciones, a quienes se les diera la razón no bien
Marina e Iris volvieran a la plaza con su "premio", habían empezado,
transcurridas las primeras horas con luz solar, con la edición de afiches,
folletos e instructivos de toda clase ofreciendo ayuda y consejos a la
población feérica en general y a individuos de otras especies elementales,
sobre qué y cómo hacer cuando los reyes, en efecto, firmaran la declaración y
empezaran a producirse las primeras batallas. Ese gesto de aconsejar y advertir
fue bien visto por los no adeptos, en particular por los funcionarios, quienes
lo tomaron como un aporte para llevar tranquilidad y ánimo, aún conociendo cuán
difícil o imposible era tal tarea, porque cuando se supo que cuatro individuos
de la raza ilia se colaron sin ser detectados en la capital insular,
entendieron que nada más era cuestión de días, sino menos, para que se desatara
la guerra. "Tarde o temprano iba a pasar", habían dicho algunas hadas
en ese momento, cuando las mujeres dejaron caer a los ilios, una frase que con
el correr de las horas en esa noche, en la madrugada y en lo que iba de la
mañana fue extendiéndose en todas las direcciones desde la plaza central, y
ahora, apenas pasadas las nueve de la mañana y con esas tensiones flotando en
el aire, la mayoría de los seres feéricos empezaron a pensar y hacer público un
oscuro cálculo: " Cuántos días, sino era que cuántas horas, habrían de
transcurrir hasta que el mensajero llevara la declaración ya firmada por los reyes
a la aldea Diecinueve?"; porque ese era el protocolo en caso de guerra
contra los ilios. Al no tener estos un gobierno central, la declaración se
debía enviar al lugar del que hubiera provenido la agresión. Otras veces, en
especial los catastrofistas más extremos, hicieron un planteo todavía más
sombrío: "Cabía la posibilidad de que la guerra se desatara antes de que
este día dejara su lugar al siguiente?". Al final, los seres elementales,
en particular las hadas, se resignaron. No importaba cuantos esfuerzos se
hicieran, la guerra contra los ilios, esos individuos que no le caían bien ni
simpatizaban a nadie, empezaría. "Pensar que hace cuatro días la atmósfera
era absolutamente la opuesta a la de hoy", fue una de las lamentaciones
que más se estuvo escuchando en las últimas horas.
_No
llegué tarde, ¿o si?., preguntó Qumi al rey, al posas sus pies en el suelo,
justo frente al acceso al cuerpo principal del castillo.
La
cuidadora del JuSe, a poco más de un día de haber “vuelto a la vida” (esa era una
de las formas con que sus congéneres se refirieron al cese del hechizo con el
que se convirtiera en una estatua de vulcanita), estuvo nuevamente en la Ciudad
Del Sol, definitivamente de mejor ánimo que ayer, completamente descansada, de
punta en blanco y dispuesta a hacer su parte para resolver este misterio y el
conflicto que se iniciara, supuestamente, con su recuperación. Al verla
aparecer a un lado del siempre imponente marco de oro, los seres feéricos y
elementales la recibieron con aplausos, y no faltó algún que otro piropo por
parte del sexo opuesto, que se prolongaron en ese corto trayecto desde la plaza
hasta el acceso al cuerpo principal, donde el rey insular estuvo, de pie y a la
espera, en el último quinto de hora. Qumi no estaba preocupada ni asustada por
su papel en este incidente interracial con los ilios, su tono de voz y gestos,
faciales y corporales, eran la prueba de eso, y había una más en el hecho de
que hubiera decidido viajar sola, sin su familia ni la escolta armada – los funcionarios
de Austronesia ya habían sido puestos sobre aviso, y también los parientes de
la Cuidadora –. Quizás su única defensa fuera el bastón de mando del JuSe, el
cual en este momento no era más que una vara en ese estuche que llevaba
prendido a la espalda, y definitivamente estaba más cómoda que ayer, llevando
ahora la indumentaria femenina, la cual fuera de sus posesiones y a la que sus
padres decidieron conservar (un vestido de colores discretos, con un escote
apenas pronunciado, capucha y mangas acampanadas), pensando que Qumi un día
podría volver.
_Para
nada. Todo lo contrario – se alegró el monarca, al tiempo que los dos se convertían,
directa e indirectamente, en el blanco de miradas y comentarios –, pero mejor
entremos. El tiempo nos está jugando en contra.
Desde
el mismo instante en que concluyera el tercero de los interrogatorios, los
resultados sobe este y los otros dos no habían podido mantenerse secretos, y no
se trataba de aquellas partes que la reina Lili decidiera divulgar. Otros
fragmentos, sensibles algunos, se habían filtrado y corrido velozmente de boca
en boca entre los habitantes, y uno de esos componentes sensibles era
justamente la misión que se le encomendara a los cuatro ilios, borra del mapa a
la Cuidadora recientemente recuperada, aunque para ellos, tanto como para los
funcionarios de diferentes rangos, el rey Elías y quienes presenciaron los
interrogatorios era un misterio el por qué querrían hacerlo.
_Y
eso es lo que hay que averiguar. Algo que se, pero que al mismo tiempo
desconozco, o que no recuerdo – habló Qumi, mientras trepaban por una escalera.
Esta vez, la lectura mental se llevaría a cabo en la oficina real –. ¿Qué pasó
con esos tres ilios?.
La
Cuidadora observó todo a su paso desde que entrara al cuerpo principal, y
concluyó que, habiendo tanta gente en movimiento en los corredores y oficinas,
incluidas las hadas guardianas, armas en mano, sería imposible cualquier
intento de ataque e invasión.
_Encadenados
en los tobillos y muñecas en la misma celda – le dijo el rey –. Hay dos agentes
Qar´u afuera, por si intentan escapar. Dudo mucho que lo intenten, pero es una precaución.
_Justificada.,
agregó Qumi.
___Si
– coincidió Elías, que le preguntó –. ¡Estás bien vos?. Porque despertaste hace
poco más de un día y ahora tenés este peligro encima. Es una pésima mezcla.
Qumi
sonrió.
_Estoy
bien – aseguró –. Un poco cansada, nada más. Es que no dormí bien anoche. Hasta
no hace muchas horas pensaba dedicarme el día de hoy a descansar y dar los primeros
pasos en mi reinserción. Visitar el Hogar de la Tierra, el barrio donde nací y
crecí, el Castillo Real de Austronesia y eso. Incluso me hubiera gustado
reunirme de nuevo con los Cuidadores. Los cinco nos debemos un encuentro, es la
costumbre.
_Lamento
que eso tenga que esperar – le dijo el rey, abriendo la puerta a otro pasillo y
cediéndole el paso, con un gesto que indicó “Las damas primero” –, pero esto es
definitivamente más importante. Se que no lo vamos a poder resolver ahora, pero
al menos vamos a saber el motivo por el que sos tan perjudicial para los ilios.
_¡Tendrá
que ver con Akduku?.
_¡Qué
te hace pensar eso?.
_No
se, al menos no con exactitud – contestó Qumi – pero una de las cosas en las
que más estuve pensando desde que desperté fue aquello que Akduku me dijo,
cuando yo ya estaba en el rompeolas, casi lista para transformarme. Hablo de
sus palabras sobre que u día íbamos a estar juntos de nuevo.
La
Cuidadora habló una vez más, en el trayecto y tiempo que siguieron hasta llegar
a la oficina real, acerca de esa despedida, en un momento en que Qumi mirara al
horizonte, aguardando esperanzada la vuelta de su otra mitad. No lo pudo
entender en ese momento y ahora no lo hacía del todo, pero estaba empezando a
creer que bien pudo ser una señal, un aviso, que le diera Akduku. “Es muy
confuso, lo sé, pero es una idea”, le dijo al rey y a Lili, que los estuvo
esperando en la oficina, junto al representante diplomático de Austronesia en
Insulandia, el Consejero de Relaciones Exteriores y el mismo agente de la PoSe que
apuntara el resultado de los interrogatorios a los ilios.
_Supongo
que ahora vamos a poder aclarar ese misterio., pensó en voz alta Lili, convencida,
sabiendo que la técnica de Elías era para eso el mejor recurso de que
disponían.
Ya
en la noche de ayer había comprendido que el único modo de obtener información
de los prisioneros era entrar a sus mentes y hallar aquello que intentaban
ocultar y que no revelarían por ninguno de los métodos convencionales. De sobra
sabía que los ilios morirían antes de dar esa información.
_Antes
de que empecemos con esto, hay algunas cosas que tenés que saber – le dijo el
rey, invitándola a ocupar la silla vacía, en el centro de la oficina – Qué es
lo que sabés en concreto acerca de la técnica de la legeremancia?. Por ejemplo,
¿conocés cómo actúa en la persona que la recibe, quien es… su “víctima”?.
La
Cuidadora del Hogar de la Tierra le habló al rey y a los demás acerca de lo que
sabía de la legeremancia, incluido el efecto secundario en quien la aplicaba y
la recibía. “Por eso es que tiene que ser breve” – dijo –, “por el agotamiento
en ambas personas”. “Si”, contestó Elías, y acto seguido los dos comentaron,
para si y para los demás, las condiciones requeridas para aplicar con éxito
esta técnica, incluido el mantener la vista fija uno a otro el aplicante y su “sujeto
de pruebas”. El rey, con sus dudas acerca de la ética, porque esta vez se
trataba de un hada, le advirtió, o informó, a la Cuidadora del JuSe que era
exactamente lo que intentarían hallar. O, mejor dicho, se lo reiteró, porque ya
lo había mencionado antes, primero cuando solicitara la presencia de Qumi y
después cuando esta apareciera en la plaza central. El rey de Insulandia
buscaría coincidencias entre aquel descubrimiento de media catorcena de visiones
que sonsacara al tercer ilio y las memorias ignoradas u olvidadas por la
Cuidadora. Con eso sabrían por qué esta era un blanco para ser eliminado e
incluso podrían confirmar que los ilios no solo tenían conocimiento sobre las
artes mágicas, sino que también las usaban. “El robo de la piedra caliza a los
ornímodos”, recordó Qumi, a lo que los reyes, el cónsul, el Consejero insular y
el agente de la PoSe, que ya estaba con el cuaderno y el lápiz en las manos, coincidieron
con un gesto facial. El rey volvió en ese momento a afirmar cuán importante era
este acceso a la mente de la dama, la oportunidad de echar luz sobre este
incidente, al que cientos ya consideraban como intencional, era evidente.
_Entonces,
¿alcanza con que permanezca relajada y tranquila?., llamó Qumi.
_Toda
la relajación que puedas, pero no se trata de eso, al menos no de forma
exclusiva – indicó Elías, tomando otra silla y ubicándola frente a la
Cuidadora, en tanto los tres espectadores (la reina, el Consejero y el cónsul)
se ubicaban en un par de sofás, en otro sector de la oficina, y el escribiente
ocupaba una tercera silla, cerca de los protagonistas de la escena –. Es imprescindible
que pienses en aquellas palabras que te dijera Akduku y en todo lo que haya
pasado en ese instante por tu mente. Si fue una señal, una despedida u otra
cosa de su parte, lo vamos a conocer ahora.
_Akduku
tuvo que haberte dado una señal, no pudo haber sido sino eso – intervino la
reina Lili desde el sofá –, algo que el hubiera descubierto, antes o durante el
hundimiento del buque. Quizás no hayan sido palabras, o tal vez solo una parte.
A lo mejor hizo algún gesto que no advertiste, por encontrarte en ese estado.
Sea lo que sea, es lo bastante importante como para haber motivado a los ilios
a haberse colado en Plaza central.
_Habrán
dado por sentado que siendo una estatua de vulcanita, este supuesto peligro a
su sociedad y su cultura había desaparecido., aportó el cónsul de Austronesia,
a lo que los oyentes mostraron su acuerdo.
La
técnica que Qumi aplicara sobre si misma había significado que, si era verdad
lo de ese peligro, los ilios ya no tendrían que preocuparse nunca más porque la
condición que la Cuidadora impusiera para su vuelta era que su otra mitad
apareciera nuevamente ante ella.
_¿Por
qué pediste hablar con el rey Isalu y la reina Ukeba?., quiso saber el Consejero
de Relaciones Exteriores.
Aquello
había quedado inadvertido a causa de todo lo ocurrido el día de ayer, e incluso
Qumi había pensado que podía posponerse, y esto era, a su vez, una de las
razones por las que accediera voluntariamente y de buena gana al pedido del rey
Elías.
_Por
esto mismo, por lo que está a punto de pasar ahora – le contestó la Cuidadora
del JuSe –. Sabía que los reyes de este país podían dominar esa técnica, así
que concluí que ellos podrían ayudarme a resolver ese misterio, sobre que
significó aquello, si fueron sus palabras, una señal u otra cosa, y de paso
saber por qué el recuerdo de Akduku parece estar desapareciendo no solo de la
memoria colectiva e individual, sino también por qué tampoco parecen quedar
vestigios físicos de el. Eso y que haber accedido a que aplicaran sobre mi la
legeremancia serviría para demostrar definitivamente que estoy cuerdísima y en
un uso completo de mis facultades. Pero es la vida y obra de mi novio… ¿ahora
usan esa palabra? – sus oyentes le contestaron que si moviendo la cabeza –… lo que
quisiera saber, de todas las cosas que ignoro. Tal vez no se relaciones con el
hecho de que los ilios me quieran borrar del mapa.
La
vida de Akduku y su obra eran uno de los grandes misterios de la historia
contemporánea, algo que era investigado por decenas de organismos en el mundo,
como la División de Misterios. Era una incógnita que se incrementaba,
considerando esa ausencia absoluta, o casi absoluta, de cualquier objeto que
hubiera pertenecido al prometido de Qumi, y que el recuerdo de su persona e información
sobre el fueran también muy escasos.
_Seguro
que ellos lo hubieran podido resolver, escuché que eran diestros en la
legeremancia – le dijo Elías –. Lili, cuando se refiere a ellos, no habla sino
maravillas, incluidas sus habilidades especiales – la reina insular se sentía
inmensamente orgullosa de sus padres –. Eso es lo que vamos a hacer ahora. Si
en algún momento querés hacer una pausa, por el motivo que sea, no tenés más
que levantar una mano.
_Voy
a hacer lo posible porque eso no pase – garantizó Qumi, que desde el instante
en que ocupara la silla había estado cumpliendo ese requisito indispensable
para la correcta aplicación de la legeremancia, el de relajarse y
tranquilizarse –, quiero resolver estos misterios cuanto antes. Hay decenas de
cosas que requieren de mi esfuerzo, atención y tiempo, como actualizarme y
recuperar cada uno de los aspectos de mi vida.
_Si
tenemos suerte una sola “observación” va a ser suficiente., deseó el rey.
_¿Una
sola?, ¿en serio?., se extrañó Qumi.
El
rey le aseguró que si con una sonrisa, explicando que el también era diestro en
la técnica de la legeremancia, aunque hubieron de ser muy pocas las veces en
que la usara, por razones éticas, con las hadas. A continuación, el rey Elías
se dirigió al par de funcionarios y a Lili, a quienes les hizo una
únicapregunta.
_¿Ustedes
están listos?.
Los
tres le contestaron que si, y acto seguido el rey dirigió la vista al agente de
la PoSe.
_¿Preparado?.
_Cien
por ciento., contestó el escribiente.
_Qumi,
¿estás lista?.
_Lo
estoy., aseguró la Cuidadora.
Los
protagonistas se miraron a los ojos sin pestañar.
Empecemos,
entonces., comunicó el rey.
FIN
---
CLAUDIO ---
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