martes, 10 de julio de 2018

31) Desconcierto


_Otro más se escapó, y un cuarto está muerto, a siete kilómetros de acá - informó Iris a los guardias, sin dejar de mantener la expresión de triunfo -, se comió algo cuando iba a capturarlo, posiblemente veneno. Si, seguro fue eso.
Seis de los guardias apuntaron sus lanzas hacia adelante, en tanto otros dos ataban a los ilios en los tobillos y las muñecas, estas a la espalda, a la vez que una parte de la multitud se corría a un lado para permitir el paso de los reyes. Lili adoptó una expresión que combinaba triunfo con incredulidad y desconcierto, pues este podía ser el momento que las hadas venían esperando desde el fin de la Guerra de los Veintiocho, que los ilios hicieran el primer movimiento o dieran un paso en falso, aunque sabía tanto como cualquiera las consecuencias que esa captura podía tener, y más su los ilios fueron atrapados por la mujer que en su tiempo, en el sexto milenio, intentó borrarlos del mapa. Elías, por su lado, estaba con la diestra apoyada en la empuñadura de esa espada que llevaba ceñida en el lado izquierdo de la cintura, y fue evidente para todos los testigos, a quienes les bastaba con una mirada sencilla, que de los monarcas era el menos propenso a la palabra. "Un momento", le dijo la reina, haciendo un gesto manual al respecto. Pidió a un destacamento que buscara cualquier rastro o evidencia de este par de ilios y el que escapara allí donde fueran descubiertos, y a otros dos y un par de médicos que dispusieran del cuerpo del individuo que cometiera suicidio en una pira, pusieran las cenizas en una urna y a esta la sepultaran en un sector del cementerio destinado para los seres elementales no feéricos, al tiempo que decía, algo con lo que la multitud estuvo de acuerdo, que no pensaban ella y el rey ir en contra de esa costumbre de las hadas - cuerpos a las piras y las cenizas a las urnas - simplemente porque no les gustaba a los ilios. "Enciérrenlos hasta que hayamos solucionado esto", ordenó a ese grupo de guardias que los mantenía vigilados, y estos entendieron que había hecho referencia a los calabozos en un rincón caprichoso del último subsuelo del castillo. Era evidente que la soberana insular estaba desconcertada, pues en sus años en el trono no había vivido una situación como esta. Aunque los ilios eran siempre una amenaza dormida, así se los describía q veces, no habían sido nunca algo por lo que ella o sus padres se tuvieran que preocupar. "Al menos hasta ahora", admitió, en tanto las hadas guardianas apaciguaban a la población, porque no fueron pocos quienes quisieron abalanzarse contra los prisioneros, los cuales estaban esposados y con expresiones desafiantes, habiendo asumido que sus intenciones no podían ser buenas, si lo que hacían era acercarse al centro de la capital estando camuflados e inadvertidos. "Empecemos a trabajar en este momento, el tiempo apremia", decidió la reina, repartiendo a su pueblo las primeras órdenes, instrucciones e indicaciones. A la población civil en general que siguiera con sus tareas con total normalidad, puesto que resolverían este asunto cuanto antes, a los guardias que se mantuvieran alertas y reforzaran la vigilancia en la plaza central, el castillo y los principales lugares de la ciudad - mercados centrales, el Hospital Real, estaciones de transferencia de cargas, oficinas postales... -, a Olaf y la plana mayor del Ejército y la Armada que transmitieran la orden de permanecer hasta nuevo aviso en una alerta de clase C, intermedia en cuanto a la gravedad (la A era la más leve y la E la más grave), a los expertos de la PoSe y la DM que estuvieran preparados, pues a la mayor brevedad empezarían con los interrogatorios, a Qumi y sus parientes que volvieran a Austronesia, pues por el momento no tenían otra cosa en que ocuparse más que celebrar la vuelta de la Cuidadora y empezar con su actualización, prefiriendo tanto Lili como Elías que ese pedido de Qumi por una audiencia quedara para mañana u otro día hábil de esta semana (la Cuidadora del JuSe lo aceptó, sabiendo cuán importante era esto). Al artesano-escultor, que aún estando en Barraca Sola no dudó en llegar a Plaza Central al presentir este peligro, que volviera a la Casa de la Magia, porque allí era donde debía estar. "Tu compañera y tú hijo te necesitan", le dijo, agregando que si el peor escenario posible llegara a convertir en realidad, debía estar al frente y prepararse como nunca desde Enero del año pasado para ejercer todas sus funciones como Cuidador, incluida la defensa del más importante de los lugares grandiosos; y Kevin, comprendiendo la gravedad que este asunto revestía, desapareció a un lado de la puerta espacial, lamentando no disponer, no haber dispuesto, de más que esos pocos minutos para despedirse de sus familiares, amigos, conocidos y antiguos vecinos y compañeros de trabajo . El rey, quien tampoco había creído que alguna vez viviría una situación así, hizo sus propios pedidos, empezando por el diplomático que representaba a Ártica, su patria, al que le pidió que volviera y tranquilizara a la familia real, porque si esta no se había enterado ya de la captura de los ilios lo haría de un momento a otro. También, teniéndolos cerca, organizó una reunión, para las primeras horas de mañana, con los Consejeros de Relaciones Elementales y de Relaciones Exteriores, porque así lo indicaba el protocolo establecido a ese resultado (incidentes con los ilios) a finales de la Guerra de los Veintiocho: reuniones con los "cancilleres" feéricos de todos los países del continente y representantes de cada una de las especies elementales que lo habitaban, porque casos como este involucraban a todo Centralia. No dejó de sugerir una custodia permanente en los lugares grandiosos aún sin los Cuidadores, poniendo especial énfasis en el Santuario de la Luz, y las puertas espaciales, tan vitales estas para tantos, cuando no todos, aspectos del día a día de las hadas; que los agentes Qar'u que permanecían de incógnito en el Vinhuiga se prepararan para un eventual abandono de esa condición y que tanto Lidia como Lara mantuvieran también una alerta de clase C. "Por qué tanto, es necesario?", le preguntó el Cuidador del Vinhäe cuando lo tuvo cerca, inmediatamente luego de despedirse de su compañera y sus suegros, que a su pedido (no sin intentar convencerlo de que desistiera) emprendieron la vuelta a Barraca Sola, llevándose consigo a Melisa e Ibequgi - Isabel, Iulí y Wilson de verdad necesitaban descansar y dormir unas pocas horas, para recuperar sus energías -, recurriendo a la puerta espacial. "Por las dudas", le contestó el rey, concentrado más en el interrogatorio, porque sabía que, en caso de que los agentes de ambos organismos fallaran en esa misión, el sería el único capaz de tener éxito, al tener esa extraordinaria capacidad que le permitía leer la mente de los demás. Los reyes, antes de empezar estas tareas imprevistas, hicieron nuevos anuncios a sus congéneres y los otros seres elementales, insistir con que resolverían este incidente a la mayor brevedad posible, y que por eso no tenían razones para preocuparse ni temer. El pueblo lo tomó como algo cierto que no debía ponerse en duda, porque los funcionarios no le mentían, mucho menos lo harían con un tema tan serio y complejo como este. "Necesitamos que te quedes en el acceso principal, al menos hasta la medianoche" - le pidió la reina, algo con lo que el rey estuvo de acuerdo -, "si hubiera otro un ataque como el de la madrugada sos el único lo bastante fuerte como para repelerlo". "Cuenten conmigo", aceptó Eduardo, que de todas las opciones era la más lógica. Hacía falta un Cuidador allí, y el era el más cercano. A el le transmitieron la misma orden que a las hadas guardianas en la plaza, el castillo y los alrededores, tener todos los sentidos en alerta y permanecer atentos a cualquier cosa que consideraran como fuera de lugar. "Así lo vamos a hacer", garantizaron, y empezaron a cumplir esa tarea sin más, sin abandonar la sorpresa por lo ocurrido en la madrugada, la vuelta de la Cuidadora del Hogar de la Tierra, y la inesperada captura de los ilios por parte de otra Cuidadora, Marina, del Tep-Wo, y aquella hada que era mucho más temida que cualquier otro ser por los ilios, Iris. "Seguro van a usar eso en su favor", apostó Zümsar, que enterado acerca de lo ocurrido había decidido acercarse cuanto antes a la plaza, sabiendo también que en las próximas horas, tal vez antes del alba de mañana (lunes cinco de Enero / Baui número cinco) había probabilidades que no eran pocas ni bajas, de que se terminaran, en una forma súbita o gradual, esa tranquilidad y paz que tanto caracterizaban a la sociedad insular. "Y eso es solo el principio", lanzó Eduardo un augurio nada alentador. Lo que podría empezar en la Ciudad Del Sol se extendería a todo el reino de Insulandia, después a los demás países centrálicos, luego a cada país en los que hubiera ilios... "Y por último a todo el planeta" - completó el marido de Iris -, "y vamos a estar como el dieciséis de Abril / Llol número dieciocho de cinco mil setenta y nueve". "Creo que en lo más hondo de nosotros sabemos que es precisamente eso lo que va a pasar", lamentó Elvia, la princesa heredera, que asomara a los jardines frontales para informar a ellos y las hadas guardianas que a las veintidós horas en punto empezaría el interrogatorio a los prisioneros, y que Iris había concluido su declaración a los agentes de la DM, sobre cómo había advertido la presencia de los cuatro ilios.

Por su don, la antigua jefa del MEU tenía muy desarrollados, mucho más que las demás hadas, sus sentidos, en este caso el olfato. Eso le había permitido detectar lo que aquellas no pudieron, a cuatro individuos de la raza ilia, los cuales avanzaban,, al menos así lo creían ellos,, rumbo a lo que Iris asumió que era el Castillo Real. La madre de Mizûk sabía que debía moverse rápido si quería atraparlos, aunque, por supuesto, ella quería ponerle las manos encima a cada uno de esos "invasores", como los calificó en su mente, a consecuencia de esa entrada furtiva en Del Sol, para algo más que su captura. Evaluó rápido a los individuos con quiénes estaba compartiendo ese momento ameno, buscando al más apropiado para que fuera con ella a esa inevitable confrontación. Descartó a Qumi, porque está se encontraba a menos de veinticuatro horas de su recuperación. Tampoco se lo pediría a Isabel, porque está estaba en la misma condición que ella - una madre primeriza - y de hacerlo pondría en peligro la composición de la familia que tanto anhelara tener, razón por la cual tampoco querría que Eduardo la acompañara, y, en el caso del hombre, además, tenía prácticamente desde su llegada a este mundo una equis en la espalda, porque los ilios decidieron que constituyera una amenaza a causa de ser quien y lo que era, un "extranjero" que además no era nativo de este planeta (esos seres elementales usaban a veces ese término para referirse a los ajenos a su especie) y una persona de ciencias que, como tal, tenía la misión de ampliar el conocimiento, y no había un enemigo mayor de la religión y la fe, desde el punto de vista de los ilios, que todas y cada una de las disciplinas científicas, incluida la arqueología. Además, había concluido Iris, los poderes de Eduardo e Isabel eran enormes y, como lo demostraran durante la madrugada, no podían aún controlarlos del todo, lo que sugería la posibilidad de que hubiera daños colaterales e incluso se hicieran daño ellos mismos, y Qumi requeriría de prácticas rigurosas antes de quedar en las condiciones óptimas para estar en un combate real, no importaba que hubiese destruido a cuatro monstruos de los más fuertes, esa condición al menos en lo teórico, en un parpadeo. Iris entendió que tenía que ser Marina quien fuera su compañera en esta batalla, aún escuchando como la Cuidadora daba la "primicia" al grupo sobre el momento tan gratificante que empezara a transitar. Transformadas las dos y hallándose en pleno vuelo, le contó el motivo acerca de por qué estaban haciendo este viaje. Había agudizado el sentido del olfato y detectado la presencia de los ilios, no muy lejos de la plaza central. "No lo hice, no me equivoqué" - explicó a la Cuidadora del Tep-Wo, cuando esta sugiriera la posibilidad de que hubiera cometido un error -, "el MEU y yo contribuimos a eso". Había hecho referencia a ese fuerte olor que los ilios empezaban a desprender al cabo de un cuarto de hora de estar recurriendo a su técnica del camuflaje. Estos cuatro individuos, que se movían entre una espesa capa de arbustos y césped crecido a un lado de la calle usando esas especies vegetales para pasar todavía más inadvertidos, estuvieron tan concentrados en su objetivo, cualquiera fuere este, que literalmente no prestaron atención a otra cosa y recién se dieron cuenta de que ya no pasaban inadvertidos cuando, al observar por accidente hacia el cielo, detectaron como una cigüeña y un cuervo descendían en picado sobre ellos. Los ilios comprendieron que no tenían una oportunidad ni siquiera mínima de superar este desafío, porque allí se encontraban un cuervo lanzando uno tras otro los picotazos, la persona a quién más temían estos seres en el mundo, y una cigüeña clavando sus garras y también el pico en la vegetación. Además de las dos, estaban todos los seres feéricos que presenciaban la peculiar escena. Al final, los ilios optaron por dejar esa seguridad adicional que representaban el césped crecido y los arbustos y emprender la retirada tan rápido como sus fuerzas se los permitieran. Para la peor fortuna de los cuatro, Marina e Iris, dos hadas muy poderosas, eran sus oponentes, y antes de que hubieran tenido tiempo de hacer otra cosa que ponerse de acuerdo en que dirección huir, las dos asumieron de nuevo la forma feérica y empezaron la batalla, conscientes de que varios pares de ojos se centraban en la escena, sin poder creerla. Indudablemente, era la primera vez desde la Guerra de los Veintiocho que las hadas y los ilios protagonizaban un enfrentamiento de tal magnitud. Uno de los peludos seres, aterrado como nunca, imposibilitado incluso para escapar, prefirió quitarse la vida ingiriendo un extraño polvo que extrajo de ese recipiente que llevaba consigo. Era un veneno lo bastante potente como para mandarlo al otro mundo en cuestión de segundos. "Cobardes ayer, hoy y siempre", se burló Iris, avanzando sin temor y con paso firme hacia dos de los ilios que escapaban velozmente, en tanto Marina se ocupaba del cuarto. Una y otra sabían a ciencia cierta que les resultaría suficiente con una insignificante y muy leve descarga de energía para eliminarlos en menos de un parpadeo, e incluso menos que eso, concluyendo la Cuidadora que con un puño o una patada bien puesta se terminaban los invasores, pero les interesaba saber que los había motivado a entrar recurriendo al camuflaje al barrio Plaza Central. Los ilios sabían que estaban en una desventaja total, y que al ser descubiertos podrían haber dejado la puerta abierta a otro conflicto con los seres feéricos, y que el hecho de haber atacado a uno de ellos, porque uno de los invasores asestó un piedrazo en el pecho a Marina, lo que le resultó en la distracción suficiente para escapar, implicaba una súbita escalada en la confrontación que se remontaba a más de cincuenta y cinco mil años. Ese ilio y los otros dos, que ya habían sido inmovilizados por Iris, tomándolos por el cuello con un nivel muy bajo de delicadeza, sabían que las hadas no iban a quedar quietas y sin ofrecer al menos una respuesta proporcional a esta agresión. "Eso dolió!", se quejó la Cuidadora del Tep-Wo, lanzando una descarga de energía hacia el agresor, al que aún podía ver, pero aquel iba rápido y el rayo impactó en el suelo, provocando una polvareda y la explosión de baja intensidad. "Que se vaya, tenemos a estos dos", le avisó Iris, lanzando al par violentamente, sin abandonar la sonrisa producto del triunfo, ni la expresión que desde el asesinato de aquellos dos guardias, uno insular y otro nimhuit, el veinte de Agosto / Sefht número siete de cinco mil sesenta y cuatro, reservaba para los ilios. "Yo me ocupo", se ofreció Marina, alzando las manos y empezando a aplicar una de sus técnicas, generando una cortina de viento que se elevó desde las palmas de ambas manos, levantando con ella una pequeña cantidad de polvo, tierra, unos pocos residuos, que siempre podían pasar inadvertidos por el personal de la empresa CONLISE, y a los invasores capturados, los cuales quedaron envueltos al instante en una espesa nube a la cual fueron a parar esas cinco pequeñas esferas de energía blancas, otra forma de debilitar a los ilios. Tras ese ataque, el remolino se dividió y ambas mitades adquirieron una forma esférica perfecta, e Iris, para asegurarse que los dos ilios no pudiesen escapar, proyectó un fino haz de energía, decidiendo que, si aquellos se salían de las esferas, haría que no volviesen a ver la luz del día. "Disfruten del viaje", desearon las mujeres, con un acentuado tono de burla, mientras empezaban el viaje de vuelta, estando completamente conscientes de que todos los individuos allí quedaron sorprendidos y desconcertados por lo ocurrido, y que esta batalla, que culminará con un ilio en fuga, otro muerto por suicidio y otros dos capturados, bien podía significar lo que tanto estuvieron buscando por tanto tiempo, por tantos milenios; que aquellos seres al fin dieran un paso en falso. Marina, sosteniendo las esferas de viento cerca del suelo, para lo cual tenía las palmas orientadas hacia arriba, e Iris, aún proyectando el haz de energía, llegaron a la plaza central, donde el alboroto que se generara y la sorprendente fueron mayores a las del punto a un lado del camino donde se desarrollara el evento. Antes incluso de que la cuide cesara con su técnica, las hadas advirtieron lo que había adentro, quienes eran los prisioneros, y no hicieron más que confirmarlo en el momento en que Iris, con voz potente y clara, reclamara la presencia de todos los guardias que estuvieran por allí. No bien el par de ilios cayó al suelo con brusquedad, porque Marina así lo quiso (y lo disfrutó, contagiada por la expresión de triunfo de Iris), las hadas descubrieron que se encontraban, no podía ser de otra manera, ante sus enemigos eternos y un intento de estos por atacarlas en el corazón mismo de su sociedad y su historia - donde empezara, literalmente, el reino de Insulandia -. "Por qué, sino, venir ocultos?", lanzó Iris la proclama a la población, señalando con la vista a los dos ilios, dejándolos a cargo de los guardias. Las dos damas que participaron de la captura, una observando con lamentación a la otra, bien sabían que el ilio que había logrado escapar no llegaría con vida al nuevo día, porque los suyos lo ejecutarían a causa de haber fallado en la misión, no importaba cual hubiera sido esta, pero antes habrían escuchado cada detalle de lo ocurrido en las cercanías del centro neurálgico insular, para determinar cuáles deberían ser los pasos a seguir. "Como sea, el que huyó no va a vivir y los otros van a quedar al borde de la guerra, tal como nosotros", vaticinó Marina.

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_Y bien, dijeron algo?., preguntó el rey, con impaciencia, una hora después de iniciado el interrogatorio.
Habían pasado unos minutos desde la llegada del lunes y, por causa de la enorme actividad e igual movimiento, algo que no se experimentaba desde los oscuros e inmediatamente posteriores jornadas a la Gran Catástrofe, parecía el mediodía. Las hadas guardianas que habitualmente cubrían el horario nocturno fueron reforzadas con la llegada de mil quinientas tropas de los cuarteles cercanos, incluida una treintena de agentes Qar'u, y ahora, armas en mano, vigilaban el acceso a las principales oficinas (el despacho y la habitación de los reyes, los Consejos y Archivos Reales, el arsenal...), los corredores donde patrullaban en dúos, tríos y cuartetos y las áreas exteriores, entre estas los siempre magníficos jardines frontales. Los funcionarios, sobre todo aquellos que trabajaban en la diplomacia, se movían tan rápido como sus fuerzas se lo permitían, organizando reuniones e intentando hallar respuestas; había periodistas, casi todos especializados en cooperación e interacción entre los seres elementales, que buscaban aportar su granito de arena para intentar resolver cuanto antes este incidente, conociendo y temiendo lo que podría pasar de ocurrir lo contrario.
_Absolutamente nada., lamentó el interrogador.
Ese experto de la DM y su compañero de trabajo, el agente de la PoSe, llevaban ya sesenta minutos en una celda en el último suba, conscientes de que estaban siendo los protagonistas de la jornada, estando sobre sus hombros y en sus manos la tarea de descubrir por qué cuatro ilios querrían exponer sus vidas en la Ciudad Del Sol sin ser detectados. Desafortunadamente, hasta ahora no habían tenido éxito alguno, y era evidente que eso les molestaba. Habían incluso amenazado a los ilios con encadenarlos por los tobillos cabeza abajo, sabiendo que para estos seres era una ofensa que los hacía arder en ira, pero ni siquiera con eso lograron que al menos uno de ellos pronunciase ni una palabra.
_Dejen esa tarea de mí parte., se ofreció Elías, desprendiéndose del estuche con la espada, aquella con la que anoche apuntara a los ilios.
_Es seguro?., dudó el agente de la PoSe.
_Van a morir antes de que cualquiera de ellos logre ponerme un dedo encima - aseguró el monarca, quien unos minutos antes había recibido un mensaje de su familia. La realeza de Ártica ya estaba al tanto de lo ocurrido y hubo de contagiarse de la preocupación, sorpresa y desconcierto del pueblo y los funcionarios de Insulandia -. Todos, en este caso nosotros tres, sabemos que tal vez sea yo la única persona que pueda conseguir la información, y no va a demandar más que mi concentración durante unos pocos minutos.
El rey Elías se había referido a su extraordinaria e inusual, porque no eran muchas las hadas que podían hacerlo, menos de quinientas en el mundo, capacidad de leer la mente de los demás, y para eso no necesitaba más que concentrarse y mirar a los ojos a la "víctima" sin pestañear. Era una capacidad que buscaba evitar, ya que lo consideraba muy poco o nada ético, formando una parte importante de aquello que tanto valoraban las hadas: la intimidad. Este caso era distinto, al no ser seres feéricos los individuos en la celda ni sentir Elías aprecio alguno por los ilios.
_Entonces, empecemos - convino el experto de la DM -. El protocolo básico de nuevo?.
En la última hora, en los infructuosos intentos por hacer hablar a los ilios, uno de los interrogadores hizo una pregunta atrás de otra mientras su compañero sostenía firmemente una ballesta listo para usarla si fuera necesario.
_Todavía no - se negó el rey -, hay personas que deben estar presentes en este momento, considerando lo que estoy, lo que todos estamos, por averiguar. Necesito que las vayan a buscar, díganles que es muy importante urgente.
_A la orden., contestaron al unísono los interrogadores.
Un cuarto de hora más tarde, estuvieron de vuelta, escoltando ellos y una decena de agentes Qar'u a los representantes en el reino de Insulandia de la Unión Centrálica, el máximo organismo a nivel continental, y del Consejo Supremo Planetario, un delegado de la Mancomunidad Elemental y los Consejeros Reales insulares de Relaciones Exteriores y de Relaciones Elementales. Como bien sabía el rey, todo cuanto se averiguara iba a tener repercusiones a escala global, no solo real y continental, e involucrar directa e indirectamente a cada una de las especies elementales. Con las fuerzas especiales montando guardia en el pasillo, el grupo entró en la celda y halló a los ilios atados de pies y manos, tal como los dejaran los interrogadores, conservando la expresión de desafío, como disfrutando del peligro que se avecinaba para quienes consideraban "los infieles".
_No vamos a hablar., aseveró uno de ellos con un tono tan desafiante como la mirada.
La voz de estos seres era un sonido bastante agudo y francamente horripilante, tanto como los ilios mismos.
_Ni falta que hace., dijo el rey, separando a uno de los ilios de su congénere.
Uno de ellos terminó fuera de la celda, bajo la custodia de las fuerzas especiales - "Ya sanen que hacer si trata de escapar", les dijo el rey a los Qar'u - y el otro, atado aún a la silla, fue víctima de una poción que lo dejó inmóvil, con una postura erguida y los ojos abiertos, enfocados de frente. Los funcionarios, en tanto, permanecían en un rincón de la celda, contemplar la escena que estaba por desarrollarse y hablando por lo bajo, el agente de la Policía Secreta, cuaderno y lápiz en mano, ya estaba listo para tomar notas a medida que el rey fuera contando lo que averiguara, y el experto de la División de Misterios, lanza en mano, a las espaldas del ilio, por si se diera la posibilidad de que este recobrara la movilidad, antes o no de lo previsto (le habían administrado una cantidad suficiente de la poción como para conservarlo paralizado por treinta minutos, y le darían una o más dosi6 si fueran necesarias) agrediera a las hadas allí presentes e intentara escapar. "Te autorizo a hacerlo", le había dicho Elías.
_Majestad, solo una observación., pidió el agente de la PoSe, cuyos conocimientos en medicina, pues era médico de profesión, lo convirtieron en el indicado para esta tarea.
_Si sirve para resolver este misterio - accedió el rey, dirigiéndole la vista -... Cuál es?.
Estaba deseoso por empezar.
Lo que estaba en juego era mucho.
_Es verdad que esa pócima que le dimos, y otras dosis le podamos dar - señaló un frasco de vidrio que había sobre la mesa -, igual que al ilio que está afuera, los deja cien por ciento inmóviles, pero no ajenos a la realidad. Este - al ser atado a la silla - se encuentra plenamente consciente, su mente y cada uno de sus sentidos lo están, de lo que ocurre y lo que va a ocurrir, y también de quiénes somos los que estamos en este momento en la celda. Si ofreciera alguna clase de resistencia...
La mejor defensa contra la habilidad que estaba por usar el rey consistía en dedicar toda la energía a concentrarse en un único pensamiento, el que fuere. Hacer eso podía dificultar la lectura de la mente, aunque la capacidad dependía de cuan diestro fuera el lector. El ilio seguramente daría mejor de si para impedir que el rey Elías pudiera averiguar el motivo por el que se adentrará en la capital insular.
_Ya había pensado en eso, no va a representar un problema mayor - anticipó el monarca -. A lo sumo una resistencia menor absolutamente ineficiente contra mí capacidad. No van a pasar más de dos minutos antes de que empiece a extraer la información.
Incapacitado, el ilio debía haber advertido lo que estaba por ocurrir, pero no lo podría evitar con reacciones físicas, debiendo concentrarse en el pensamiento único para impedir que, involuntariamente, revelara cualquier detalle acerca de sus planes y los de sus congéneres.
_Entonces, resta saber por dónde empezamos., llamó desde el rincón el Consejero de Relaciones Elementales.

Las tareas de ese organismo consistían, básicamente, en mantener constantemente activa la comunicación entre los seres elementales, la cooperación, la interacción y el intercambio en todos los aspectos sociales y culturales. Siendo muchas las especies, incluidas las que se fueron extinguiendo, y siendo desde el inicio de los tiempos, y desde que tomaran conciencia de todo lo que podían hacer, la especie dominante, las hadas entendieron que debían tener un organismo político que cumpliera la función de garantizar la coexistencia armónica y pacífica entre todas las razas, y con ese firme pensamiento dieron forma legal, mucho antes del Primer Encuentro, al Consejo de Relaciones Elementales, que con el paso del tiempo se fue consolidando en esa función original y adquiriendo otras nuevas. Hoy, el C_REM, tal era su sigla, manejaba un presupuesto de seis mil doscientos cincuenta millones de soles anuales, funcionaba en una de las oficinas de la Torre del Consejo, en el Castillo Real y tenía un total de dos mil quinientos empleados en todo el país. Era sin dudas el orgullo al que recurrir cada vez que surgía un conflicto entre dos o más razas, y este era uno.
Un caso por demás grave.
Un conflicto en estado embrionario que podría desembocar en otra guerra.
El rey, el Consejero y los presentes en la sala lo sabían.
_Por lo básico., quiso Elías, sentándose en otra silla, de frente al ilio.
_Su procedencia., llamó el Consejero.
_Su procedencia., corroboró el monarca.
Le hizo una seña al agente de la PoSe para que estuviera atento y preparado, lápiz en mano y listo para escribir, y entonces empezó la aplicación de su técnica, cruzado de brazos y pronunciando unas pocas palabras en el idioma antiguo de los seres feéricos, sin dejar de tener la vista fija en el prisionero. Este estaba consciente de la fuerza que operaba en el, de que intentaban extraer una información en particular de su mente, y su inmediata reacción fue intentar bloquear esa intrusión con una imagen fija, algo que por supuesto detectara el rey. Habían aparecido un par de líneas horizontales, la superior más corta que la inferior, atravesadas por una vertical, en cuyo extremo superior había un círculo. "Es el símbolo religioso por excelencia de los ilios", informó el rey a sus congéneres, y el escribiente anotó esa información ya que en materia de interrogatorios el protocolo establecía que debía hacerse un reporte detallado de cualquier cosa que lograra extraerse del prisionero. Este pensamiento único en el que estuvo totalmente concentrado le dio buenos resultados durante los primeros segundos, entre cincuenta y sesenta, algo también asentado en el reporte, pero pasado ese lapso, el rey Elías incrementó la potencia de su técnica, disolviendo el símbolo religioso en una nube de tonos oscuros, tras los que empezaron a sucederse una atrás de otra imágenes de aldeas ilias, con sus casas, caminos, templos y otras estructuras típicas, algunas más borrosas y otras menos, lo que indicó al rey que todavía intentaba ofrecer resistencia, pero con un éxito menor. Al final, la capacidad legeremántica del monarca superó todas las barreras y una imagen hubo de volverse lo bastante nítida como para que Elías la describiera a cada uno de los presentes y el agente de la PoSe tomara las notas correspondientes.
El paisaje era de la región noroeste del reino de Insulandia, El Palomar Alto de la Colonia de los Rosales, o, lo que era lo mismo, el oeste-noroeste del continente centrálico; la vegetación y los accidentes geográficos así lo demostraron. "Iluria", comunicó Elías, hablando a continuación sobre una aldea ilia. La presencia de treinta y nueve viviendas, un templo en el centro geográfico, otra decena de estructuras para diversos usos y una débil red de caminos de tierra fueron indicios evidentes de que se trataba de la aldea Diecinueve, algo confirmado porque en el pensamiento del prisionero también había aparecido ese número en el acceso al puente que llevaba al poblado - este estaba protegido por un zanjón de cinco metros de ancho por cinco de profundidad -. Los ilios no ponían nombres a sus poblados, sino un número, porque creían que así conservarían en secreto una parte de su acervo cultural, especialmente su historia. "Aldea Diecinueve", habló el rey, a lo que el agente de la PoSe apuntó el nombre, la población estimadas, entre dos y dos y media centenas de individuos ilios, era imposible para las hadas conocer la cifra exacta, y dejando un espacio en blanco para consignar luego, una vez finalizado el interrogatorio, las coordenadas geográficas. "Muy bien, ya tenemos el lugar de procedencia, de este y los otros", se alegró el rey, porque al determinar cuál era el punto de origen del prisionero pudo detectar en los cuatro ilios una marca impresa que ellos mismos se hacían en su brazo, con lo que demostraban su orgullo por la aldea que los viera nacer, en la que residían hasta el lunes de su muerte. Las hadas evaluaron la información, a grandes rasgos, y el rey pidió hacer una pausa para recuperarse, pues la aplicación de la técnica provocaba un leve mareo.

Pasado el lapso de un quinto de hora, en que las hadas comentaron lo poco que conocían acerca de la aldea Diecinueve, advirtiendo que de darse el peor desenlace, el reino insular sería el primero en ser atacado de los que formaban Centralia, el rey quiso retomar el interrogatorio recurriendo nuevamente a la legeremancia, no sin indicar al agente de la PoSe que, por las dudas, le administrara otra dosis de la poción paralizante, dado que había visto como el prisionero daba un débil y lento parpadeo. "Están listos?", preguntó Elías a sus congéneres, y cuando estos le contestaron afirmativamente, les comunicó su decisión de querer ahora saber qué camino usaran este y los otros ilios para llegar hasta la Ciudad Del Sol sin ser detectados, pudiendo determinar con eso el tiempo que les demandara el viaje e incluso saber si pensaban usarlo para el viaje de vuelta ("Así podríamos capturar al fugitivo", comentó el delegado de la Mancomunidad Elemental, tan preocupado como los demás por este incidente). Aplicando ya el rey su técnica, y produciéndose nuevamente el intento del ilio por defenderse, esta vez con un éxito menor - las dos dosis y la "lectura anterior" lo estaban agotando; no era una técnica letal ni mucho menos, pero de haber otras intrusiones el ilio terminaría con tal cansancio que literalmente se dormiría. Era vital que el interrogatorio no se prolongara tanto y que obtuvieran toda la información que necesitaban -, Elías pudo determinar que a los ilios les había demandado exactas cinco horas, entre las doce y las diecisiete, llegar desde la aldea Dirección hasta el arroyo que circunvalaba la capital insular, siempre ocultos en la vegetación y habiendo recurrido durante casi todo el trayecto a su técnica del camuflaje. Fueron veinte minutos a la vera de un sinuoso camino de tierra desde los límites de su aldea hasta la puerta espacial más próxima, treinta y cinco kilómetros al norte. La puerta espacial no les insumió más que unos pocos segundos y, concluyendo el cruce, teniendo el arroyo de circunvalación a la vista, comprendieron que habrían de pasar entre tres y cuatro horas antes de que hubieran conseguido llegar al centro neurálgico de la capital insular, dado que el sigilo y las precauciones deberían ser absolutamente superiores. "El que se quitó la vida era el jefe del grupo", avisó Elías, tras observar como los otros tres se dirigían a el con respeto, y comparando esa escena con los testimonios que previamente dieran Marina e Iris. El rey también supo que no hubo planificación para este viaje y la misión, que todo había sido orquestado en un tiempo fenomenalmente breve, entre las ocho y las nueve, no bien llegara a esa región de Insulandia la asombrosa noticia sobre el regreso de la Cuidadora del JuSe, Qumi. "Este incidente se relaciona con ella?", reaccionó Elías con un tono de desconcierto, pidiendo al agente de la PoSe que no asentara esto, pues no era parte de la información, sino un comentario. En el siguiente cuarto de hora, descubrió que los ilios, en efecto, tardaron cuatro horas en llegar al barrio Plaza Central, habiendo seguido su trayecto a la vera de caminos con poco movimiento de peatones y transportes, y que cuando se encontraban descansando, aprovechando ese alto para estudiar el camino, fueron detectados a la distancia por Iris. "El miedo paralizó a este ilio y los otros", comunicó Elías, teniendo visiones entrecortadas del incidente con las dos mujeres, que terminaran con uno de los seres huyendo, otro cometiendo suicidio y dos más capturados. "Tenemos que atraparlo ahora que podemos", apuntó el Consejero de Relaciones Elementales, sabiendo que el fugitivo no usaría las puertas espaciales. Lo hubiera hecho de haber tenido éxito, pero ante el fracaso, tal como descubriera el rey tenían el plan Alter de volver a la aldea Diecinueve, o intentarlo, a pie, lo que, con la presión de tener a las hadas guardianas tras el, cuando no también a la población feérica en general, tranquilamente podría significar tres o cuatro semanas. "Eso si se mueve constantemente y a toda velocidad, lo cual dudo", opinó el monarca, que empezaba ese breve momento de descanso, y mientras el experto de la División de Misterios dejaba la celda para informar a los agentes Qar'u sobre el posible camino que tomara el fugitivo (el otro prisionero continuaba atado y amordazado), y que uno de ellos debía pasar al Ejército esa información para que intentaran atraparlo. En la celda, en tanto, los individuos volvieron a reunirse en torno al agente de la PoSe, para analizar esta nueva información.
_Necesito que envíen un mensaje urgente al cónsul de Austronesia, infórmele que una de sus compatriotas está en peligro, o que podría estarlo., decidió Elías, pensando en si sería conveniente dar el aviso también a la propia y potencial víctima de ese peligro.
Cuando otro de los agentes Qar'u estuvo de vuelta, informando que habían dado el mensaje al representante diplomático y a Qumi (al final, fue conveniente), alrededor de media hora más tarde, el rey de Insulandia quiso completar el interrogatorio, sabiendo que el prisionero ya estaba débil y que no aguantaría otra intrusión en su mente. "Después de esta tercera vez van a pasar alrededor de veinticuatro horas hasta que quede en condiciones nuevamente para la legeremancia", apreció, en tanto el experto de la DM volvía a situarse a las espaldas del ilio, lanza en mano, consciente de cuanto escalaría el conflicto si los ilios se enteraran que dos de los suyos fueran eliminados en el Castillo Real. "Tenemos que conocer todo cuanto podamos acerca de su misión" - informó Elías, dirigiéndose particularmente al agente de la PoSe, quien ya había vuelto a tomar el cuaderno y el lápiz -, "y saber por qué, o en qué, se relaciona la Cuidadora del JuSe". Tras esas palabras, en los cinco segundos inmediatamente posteriores a ellas, aplicó por tercera vez su técnica e invadió la mente del ilio, empezando a buscar cualquier indicio que apuntara al o los objetivos del cuarteto. A diferencia del par de oportunidades anteriores, en esta la resistencia del prisionero fue prácticamente nula, no estando en condiciones de lograr otra vez concentrarse en ese pensamiento, sino en confiar en que esos recuerdos e imágenes que se iban sucediendo a una velocidad de vértigo fueran suficientes para impedir que el monarca insular obtuviera más información. Desafortunadamente para el, Elías fue más hábil y, transcurridos dos minutos, así lo conformaron los relojes, algo que el escribiente apuntara en el cuaderno, una serie de instantes en el pasado del ilio fueron vitales para conocer su objetivo y el de sus congéneres. Tuvo al cuarteto en la sala principal del templo de la aldea Diecinueve, esa misma mañana apenas pasadas las ocho, algo que advirtieran basándose en la posición del Sol, con las sombras en la estructura y los rayos que se colaban por las ventanas, y reparando en la información recopilada en el interrogatorio anterior, y a su espalda al supervisor del templo, que buscaba quedar oculto a los ojos de los suyos, tal vez temiendo que si la misión fallara y uno o más de los ilios fueran capturados, el rey Elías u otras hadas le leyeran los pensamientos ("Esa es una opinión mía, pero que quede asentada", pidió al agente de la PoSe) y obtuviera así la información e imagen acerca del individuo que, en efecto, era el autor intelectual de esta incursión a la Ciudad Del Sol. Aquel ilio habló al cuarteto sobre lo que debían hacer a la mayor brevedad, dejando sus vidas en el camino si fuera necesario, procurando en todo momento usar la menor cantidad de palabras que le fuera posible, quizás por la misma razón que no quería exponer su cara ni la mayor parte de su aspecto físico. El supervisor, con unos pocos conceptos, dejó bien en claro que la sociedad, estilo de vida, costumbres y tradiciones, la cultura como un todo y la misma reputación de los ilios pudieran verse comprometidas, ahora que la Cuidadora del Hogar de la Tierra estaba de vuelta, con sus poderes y habilidades en las mismas condiciones que antes de que se transformara en una estatua de vulcanita. "Confirmado, Qumi se relaciona con esta incursión", informó el rey a sus congéneres, y escuchando como el agente de la PoSe tomaba notas apresuradamente. Sabiendo lo que decidiera el supervisor medio oculto, continuó leyéndole la mente al ilio y descubrió que, en efecto, estos cuatro individuos habían recibido la orden, urgente e incuestionable, de deshacerse de la Cuidadora, para salvaguardar su sociedad. "Ella tuvo suerte de que Iris los detectara antes" - se alegró una de las hadas que observaba la escena -, "aunque dudo totalmente que en grupo los ilios hubieran conseguido siquiera arañarle la piel a Qumi". "Estoy de acuerdo", coincidió el rey, intentando ahora averiguar en qué forma la Cuidadora, su vuelta, podía afectar de semejante manera a la sociedad ilia y ponerla en ese peligro, pero después de estar sondeando la mente del prisionero durante siete minutos no vio otra cosa que paisajes del noroeste insular, imágenes borrosas que de pronto se desvanecieron dejando lugar a un manto muy oscuro de negro, la señal de que había perdido el conocimiento, apenas unos pocos segundos antes de que de que se terminara el efecto de la poción paralizante. "Este ya no tiene utilidad para nosotros", anunció Elías, a lo que el escribiente apuntó los últimos datos referentes al interrogatorio, completando así dos docentes de páginas del cuaderno. En tanto desataban al ilio y se preparaban para traer al otro, los seres feéricos creyeron estar a pocos pasos de confirmar su grave sospecha: q6este incidente, indudablemente, pasaría a mayores.

_Tuvieron suerte, Elías?.
La reina Lili y Elvia se habían encontrado con el en un salón de la planta baja, en un momento en que el monarca prefiriera tomarse un descanso antes de empezar el interrogatorio al otro ilio. Allí arriba, aunque menores, el ruido, las voces y el movimiento continuaban siendo incesantes, y el temor por esta incursión, el temor incluso a una confrontación, casi podían sentirse en el aire.
_Yo hubiera preferido que no - lamentó el rey, tomando a Wuqelu en sus manos, y deseando poder hacerlo por más tiempo que estos pocos minutos. Elías nunca había sido un padre ausente ni nada parecido desde aquel cinco de Octubre / Norg número uno, y no sería aunque su vida dependiera de eso, pero para el estaba mucho más que claro que está alarmante situación ameritaba toda su atención. Por eso estaba tan contento con poder sostener y mecer a su hija en brazos, en este corto lapso de tiempo -. El agente de la Policía Secreta está ahora pasando a limpio las anotaciones del primer interrogatorio.
_Pero qué fue lo que pasó?., le preguntó Elvia.
Su voz sonaba alarmada.
No era para menos, con lo que estaba pasando.
_Ya se por qué cuatro ilios quisieron llegar a Plaza Central, y como ya sospechan no es, o no fue, para socializar con nosotros o cualquiera de los elementales - habló el monarca, moviendo sus brazos de un lado a otro -. Descubrí un plan para borrar a Qumi del mapa.
Y les contó, a grandes rasgos - Lili y Elvia ya leerían más tarde el reporte completo -, lo que advirtiera al aplicar la legeremancia. Los escenarios y paisajes del noroeste insular... la aldea Diecinueve, que a modo de perímetro tenía un profundo y ancho zanjón... los temores de que fuera este el primer país en ser atacado... el camino que siguieran los ilios desde su aldea hasta aquel punto donde se toparan con Marina e Iris... la posibilidad, aunque remota, de capturar al ilio fugitivo (un destacamento ya había salido a buscarlo)... la planificación más bien improvisada del viaje... los ilios siempre camuflados y ocultos... el jefe del grupo, muerto por suicidio... el encuentro que hizo que fracasara su misión, relacionada esta con la vista del Hogar de la Tierra... el supervisor del templo en la aldea Diecinueve asegurando que cabía la posibilidad de que la sociedad ilia se desmoronara si Qumi permaneciera con vida... los temores del rey y de todos cuantos estuvieron en la celda de que, más tarde o más temprano, ocurriera el peor de los desenlaces. Las reacciones de la reina y la princesa heredera fueron las esperadas, compartiendo idénticos temores y preocupaciones.
_Hay que avisarle a Qumi que corre peligro, y también a su familia - concluyó la heredera, pensando en pedirle al cónsul de Austronesia que lo hiciera -, y de paso pedir que doblen la vigilancia en el JuSe.
_Lo hicimos apenas obtuve la información., le dijo el rey, sabiendo que eso no alcanzaría para tranquilizarla.
_Se habrán enterado los ilios de la captura de cuatro de los suyos? - inquirió con preocupación la reina Lili -. Si lo hicieron van a mostrarse más hostiles que de costumbre. Y van a encontrar el modo de dar vuelta las cosas y quedar ellos como las víctimas.
El Palomar Alto de la Colonia de los Rosales, la región noroeste insular, estaba sobre alerta desde el mismo instante en que Marina e Iris interceptaran a los ilios y la noticia se difundiera, así que era de suponer que, por lo pronto, en la aldea Diecinueve, ya estuvieran enterados. Por eso los encargados de la diplomacia del Consejo de Relaciones Elementales estaban enfocando allí sus esfuerzos, y, como la reina y Olaf lo llamaran, el "plan de respaldo preventivo", que consistía en establecer una alerta moderada (su nivel según fuera necesario) en cada una de las instalaciones de la Armada y el Ejército y empezar a pensar en el envío de veinte a veinticinco mil tropas adicionales desde las otras regiones insulares.
_Al final, parece que vamos a tener que pedir disculpas a los caras; podrían haber tenido razón desde el inicio - admitió Elías, en tanto Wuqelu pasaba de sus brazos a los de su hermana, pues el tiempo que el monarca se tomara estaba llegando a su fin -. Creen ustedes dos como yo que este incidente va a transformarse en una guerra?.
_Tenemos que contestar?., dijo la reina con sorna.
El humor de seguro la tranquilizaría, y a todos, y eso era algo que requerían con urgencia.
_En efecto, lo creen tanto como yo.
Madre e hija le explicaron que los funcionarios, especialmente aquellos con competencia en este asunto (diplomacia, justicia, defensa militar...), estaban trabajando tan rápido como podían y manteniendo reuniones extenuantes y estresantes con sus pares de los otros países centrálicos, de la Mancomunidad Elemental, el Consejo Supremo Planetario, la Unión Centrálica, los periodistas locales y unos pocos del extranjero que, enterados del incidente, llegaron a Insulandia para hacer la cobertura, estando presentes desde antes para cubrir la vuelta de la Cuidadora del JuSe, y la población en general, que desde la captura a manos de Iris y Marina no había dejado de mostrar preocupación. Los directivos de las empresas estatales cuyos rubros pudieran relacionarse directa o indirectamente con este incidente (COMDE, CIIM, EICOPSE...) también trabajaban al máximo de sus capacidades, las hadas guardianas continuaban con estas extraordinarias tareas de vigilancia, el movimiento en la plaza de y sus alrededores era decididamente superior al de cualquiera otra madrugada, pero sin la atmósfera alegre, algo nada habitual en las hadas, y los adeptos de ambos sexos al catastrofismo creyeron confirmar, o empezar a hacerlo, que sus postulados eran ciertos. Muchos, sin embargo, hubieran deseado equivocarse, porque conocían las implicancias negativas.
_Y es solo el principio - lamentó la princesa heredera, frotándose levemente los ojos. Debía hallar la forma de mitigar esos primeros indicios de sueño, porque está apremiante situación exigía todo de su parte -, pésima manera de empezar el año.
_Coincido con eso - la apoyó su madre -, voy a pedirle a Olaf que de la orden de subir a una alerta de clase B a todas las tropas del reino, por las dudas. Si la situación empeora y llega el peor final, las batallas no van a limitarse únicamente al noroeste - miró a su marido y le preguntó -. Vas a empezar ahora con el interrogatorio al segundo ilio?.
_Si - contestó el rey, mostrando los mismos síntomas que Elvia. Desde inicios de Octubre, el y Lili habían tenido que acostumbrarse a permanecer despiertos hasta altas horas de la noche, y levantarse a diferentes momentos de la madrugada. "La causa bien vale ese esfuerzo de nuestra parte", coincidían los reyes -, apenas necesitamos conocer esa información que falta y es importante, sobre por qué Qumi es alguien perjudicial para la sociedad y cultura de los ilios. Y por qué ella y no los otros Cuidadores.
_Que tengas suerte, entonces - le deseó Lili -, insisto con que tenemos que resolver este asunto cuanto antes. Los ánimos ya están bastante caldeados.
La despedida, breve y sencilla, no se prolongó por más de un minuto o uno y medio. Por un lado porque, como dijeran, el tiempo no estaba sobrando, y por otro porque formaban una familia, y como tal no le agradaba la idea de separarse, sin importar el motivo por el que lo hiciera. Así, Elvia y la reina, esta llevando a su hija en brazos, se perdieron entre un grupo de funcionarios rumbo a los niveles superiores, y el rey tomó por una escalera cerca de donde estuvieron, llegando nuevamente a la celda en el último subsuelo al cabo de cinco minutos.  Allí encontró a las fuerzas especiales montando guardia en el exterior, en el pasillo, acompañados por las hadas que presenciaran el primero de los interrogatorios. "Un hervidero", informó el rey, cuando por las expresiones y miradas advirtiera que le iban a preguntar sobre cómo marchaba la situación en el Castillo Real, mientras ingresaban al calabozo, donde el segundo ilio estaba ya atado a la silla, y el agente de la PoSe se preparaba para administrarle la primera dosis de la poción paralizante. En tanto iban asumiendo sus posiciones, las mismas que antes, las hadas le explicaron que el prisionero anterior lo hubieron de llevar a una celda contigua, en la que tuvieron que encadenarlo en los tobillos y las muñecas para evitar que los agrediera e intentara escapar. "Preferimos no eliminarlo, al menos hasta que haya un poco de luz sobre este asunto", dijo uno de los Qar'u antes de cerrar la puerta, a lo que Elías, así se lo hizo saber, lo consideró como un acierto. Un sólo ilio muerto, aunque se hubiera tratado de un suicidio, ya era problemático, eso sin contar el que Iris hubiera estado presente, y lo seguiría siendo. "Vamos a empezar", decidió el rey, preparando la segunda silla, y el agente de la PoSe administró el sedante.

Con la primera entrada a la mente del ilio, Elías no hizo otra cosa que confirmar lo que descubriera aplicando esa técnica al prisionero anterior, notando que la principal diferencia, cuando no la única, había sido la perspectiva, porque en eso consistía la legeremancia, en, básicamente, ver exactamente lo mismo que aquel individuo sobre el que se la aplicara. El rey vio la aldea con su zanjón de circunvalación, el puente, el trayecto a la puerta espacial, los pocos segundos hasta la periferia de la Ciudad Del Sol, la caminata ocultos y camuflados y, al final, el encuentro con la Cuidadora del Tep-Wo, Marina, y la peor pesadilla de todos los ilios, Iris. Solo cuando ese primer intento llegara a su fin y pensaba que había el esfuerzo sido en vano, vio algo de verdad interesante, por lo que exclamó "Esto si vale la pena!", y se entusiasmó tanto que quiso ver ese recuerdo una vez más. Descubrió que otro de los ilios, el que falleciera, no lo había hecho por suicidio, no a manos de uno de los suyos, aquel que huyera. El ilio no había tomado ningún veneno, sino una medicina tradicional con la que podían retrasar unos pocos minutos la pestilencia con que en su momento los afectara Iris, una contramedida, sabiendo que podría recurrir al camuflaje el tiempo suficiente para llegar al centro neurálgico sin ser detectado por las hadas u otros seres elementales. Lo que hiciera el ilio que optara por la huida, sabiendo que ni siquiera peleando los cuatro juntos con todas sus fuerzas tendrían oportunidades contra dos de las hadas más poderosas, máxime entendiendo que una de ellas los mataría en menos de un parpadeo, fue eliminar a uno de los suyos, con la intención de hacerlo ver como otra de las víctimas de una matanza que se iniciara el dieciséis de Abril / Llol número dieciocho de cinco mil setenta y nueve. "Eso les daría la excusa perfecta" - comentó el rey, aún emocionado por el descubrimiento, advirtiendo que los suyos celebraban esta obtén -, un ilio moría a manos de Iris... las hadas daban el primer golpe". No hubo otra información que extraer de este prisionero con esta intrusión, con la segunda ni tampoco con la tercera, pero ese plan de hacer ver un asesinato como obra de los seres feéricos, de ese en particular, hubiera significado con total seguridad una guerra.
_Tenemos que atrapar cuanto antes al fugitivo e interrogarlo - reafirmó Elías, concluyente que no obtendrían información alguna con este prisionero, porque no la tenía y había perdido el conocimiento -. Es lo único que nos queda para saber por qué los ilios armaron semejante plan en una hora esta mañana y hasta donde quieren llegar. Sabemos que la vuelta de Qumi es el punto de origen, pero nada más.
En su mente ya tenía claro que "preguntarle" al tercero, si es que lo atrapaban. Qué tan grave era el regreso de la Cuidadora como para que se pudieran desmoronar todos sus basamentos sociales?, Qué relación había entre eso y el incidente previo con los monstruos y el ataque al Templo del Agua?, Los otros Cuidadores (Eduardo, Kevin, Lidia y Marina) también corrían peligro?, El asesinato del ilio a manos de uno de los suyos era parte de esta improvisada intrusión?, Sería realmente el supervisor aquel que permaneciera oculto?, Sería aquel el autor del ataque? y, sin dudas la más importante, Hasta dónde querían llegar?.
_Vamos a necesitar mucha suerte con eso., advirtió el Consejero de Relaciones Elementales, con un tono de lamentación que no pudo ni quiso ocultar.
_Y la tuvimos., anunció una voz femenina, al tiempo que se abría la puerta de la celda.
Era Iris, y traía consigo al ilio, quien hacía los desesperados intentos por liberarse y huir.  Estaba muerto de miedo, y para los seres feéricos era imposible determinar si esa emoción se debía a lo que pudieran extraer de su mente, lo que fuere, al hecho de que Iris tuviera la diestra alrededor de su cuello, lista para aumentar la presión, o a las dos cosas.
_Me uní a la patrulla que salió a buscarlo - contó Iris a sus congéneres -, y me valí de mí atributo de los sentidos para encontrarlo antes que los otros... Qué les pasa?. Se que puede parecer increíble lo que está pasando, pero...
_No se trata de eso, Iris. Es otra cosa, y quisiéramos explicártela, antes de interrogar a este nuevo prisionero.
Y las hadas le contaron lo que descubrieron con la aplicación de la legeremancia sobre el ilio ahora sin conocimiento. Ante la evento de un fallo en su misión de borrar del mapa a la Cuidadora del JuSe, debían hacer quedar a las hadas como las asesinas de un ilio, y quien mejor que la antigua jefa del Movimiento Elemental Unido (MEU), que en los inicios del sexto milenio organizara y comandara la matanza de ilios a escala planetaria. "Eso intentaron?", reaccionó Iris, riendo, consciente de que había pasado lo que ella y sus congéneres, miles de estos, cuando no cientos de millones, estuvieran esperando durante siglos, que aquellos seres, cuya población mundial superara los treinta y cuatro millones ochocientos mil, dieran un paso en falso.
_Hubiera sido perjudicial para nosotros - intervino una de las hadas en la celda -. Y si eras la responsable de ese presunto asesinato, los ilios habrían triunfado.
Los seres feéricos en el calabozo coincidieron con esas palabras, y, mientras sujetaban al nuevo prisionero a la silla (el otro fue llevado a la celda contigua por las fuerzas especiales), intentaron imaginar cuáles pudieron haber sido las consecuencias si este ilio hubiera podido llegar a su aldea.
_Afortunadamente, eso no pasó - se alegró el rey, echando un vistazo a los borradores del segundo interrogatorio -. De cualquier manera, sigue siendo todo un incidente muy serio que tenemos que resolver cuanto antes. Iris, las cosas allí arriba...
_Hay un poco más de calma, pero las preocupaciones y los temores persisten - contestó la dama, sujetando aún al prisionero, mientras terminaban de sujetarlo -, y el ritmo es el mismo que cuando Marina y yo capturamos a los otros dos.
Y habló a sus congéneres sobre lo que viera en la superficie. Mencionó a decenas de funcionarios locales y de organismos extranjeros sosteniendo reuniones con la irrenunciable decisión de encontrar una solución al incidente, por más que supieran que no había soluciones, y que el desenlace era el peor escenario. Las hadas guardianas continuaban patrullando en el Castillo Real, la plaza y extendieron el carácter extraordinario de tales tareas a los alrededores del barrio Plaza Central. El personal administrativo y otros empleados en la sede del poder político, con una mezcla de sentimientos, la mayoría negativos, dudaban que el de hoy fuera un día como todos, y mientras se preparaban para empezar la jornada laboral, la cual empezaría en poco más de dos horas, intentaban calcular hasta que punto sus vidas se verían modificadas. Los diplomáticos que representaban en Insulandia a los países centrálicos, tan urgidos de buenas noticias, estaban reunidos en la Torre del Consejo con el segundo al mando del Consejo de Relaciones Exteriores, atentos a cualquier evento que ocurriera allí, y cualquier palabra que pudieran escuchar, que arrojara algo de luz. Los otros seres elementales (vampiros, gnomos y liuqis destacaban en los horarios nocturnos) también estaban buscando enterarse de los detalles, y saber cómo deberían proceder de ahora en adelante. Las hadas cuyos empleos se desarrollaban a la noche y la madrugada (transportistas, personal de CONLISE... incluso las "mujeres de mala nota") compartían las mismas sensaciones e idéntica preocupación que los demás y había hadas guardianas patrullando desde el aire con sus características disposiciones geométricas, algo que no se veía desde los días inmediatamente posteriores a la Gran Catástrofe, cuando los desaparecidos, muertos y heridos eran muchos como para hacer la cobertura únicamente por tierra.
_Tu marido y Eduardo siguen en la entrada?., quiso saber el rey, descansando brevemente antes de recurrir de nuevo a la legeremancia.
_Eduardo se fue hace un rato, y no porque hubiera querido, sino porque Elvia y Oliverio se lo pidieron - informó Iris -, el sueño y el cansancio se le notaban a la distancia. A estas alturas ya habrá vuelo a Barraca Sola. Zümsar se va de un momento a otro al comercio de antigüedades.
_Me gusta eso - se alegró Elías -. No por esto, no importa cuán grave sea ni lo que pueda llegar a ser, no tenemos que alterar nuestra vida. De hecho, hay que pedirle al Consejo de Comunicaciones y Difusión que arme una campaña a ese respecto. Que la población en general mantenga la calma y continúe con sus actividades con el ritmo normal, porque vamos a resolver esto cuanto antes.
El rey pensaba, al mismo tiempo, que los seres feéricos y elementales no volverían a estar tranquilos, más cuando los resultados de esos interrogatorios tomaran estado público y se supiera que los ilios habían intentado matar a un hada, de quien ellos sostenían que podía csusar6un desmoronamiento de su sociedad, y hacer ver a otra como la asesina de uno de los invasores.
_Me gustaría quedarme - le pidió Iris, dirigiéndose tanto al monarca como a los demás, buscando consenso -, quiero estar presente cuando se obtenga la información de este ilio.
Lo miró con desprecio, a lo que el prisionero no pudo menos que reafirmar ese terror que surgiera al toparse con Marina e Iris, y que creyera disipado al huir de aquel lugar. Pero no tuvo mucho tiempo para hacerlo, porque le administraron la primera dosis de la pócima, y acto seguido quedó completamente inmóvil.
_Está bien - aceptó Elías, invitándola a que formara parte del grupo de observadores, en un rincón de la celda -, vamos a empezar ahora.
El experto de la DM se colocó, sosteniendo la lanza con ambas manos, detrás del ilio, el agente de la PoSe volvió a tomar el cuaderno y el lápiz y el rey ocupó la silla vacía.

En un principio quedaron expuestos los recuerdos recientes del ilio, desde el momento en que asesinara a su congénere hasta que Iris lo interceptara con un golpe en la espalda, tumbara al suelo y condujera al Castillo Real, llevándolo a la rastra prácticamente todo el camino, lo que explicaba las heridas cortantes en su cuerpo, obtenidas estas, además, por sus propias acciones al intentar liberarse, lo que hizo que Iris, habiendo llegado al fin a la plaza central, lo sostuviera con mayor fuerza en el trayecto desde allí hasta el calabozo. "Esto no nos sirve", descartó el rey, pidiendo sin embargo que la primera intrusión a la memoria del ilio quedara asentada en el cuaderno. Tras un descanso de un minuto, aplicó nuevamente su técnica, decidiendo que no perdería el tiempo y averiguaría el papel de Qumi en un posible colapso de la sociedad ilia. Otra vez se dio una sucesión rápida de escenarios y paisajes naturales, entremezclados con unas pocas estructuras artificiales, todas pertenecientes al noroeste insular y otras partes de esos quinientos cuarenta y tres mil trescientos sesenta y cinco kilómetros cuadrados que conformaban para los ilios sus tierras, y para las hadas y otras especies elementales parte de los nueve países del continente centrálico. "Cuál será la relación?", se preguntó Elías con desconcierta, decidiendo nombrar uno por uno los paisajes y estructuras que por uno más detalles pudieran sobresalir, pedirle al agente de la Policía Secreta que los escribiera, enumerándolos, y luego pedirle a la Cuidadora del Hogar de la Tierra que accediera a someterse a la legeremancia, para comparar la lista numerada con sus recuerdos y determinar si había alguna menos una coincidencia. Al final de su segunda observación, el rey Elías detectó siete visiones que destacaban, a consecuencia de sus ubicaciones geográficas, dimensiones, cierta disposición simbólica para los ilios y, en el caso de las estructuras artificiales, su antigüedades. "Esto parece prometedor", se alegró, porque sabía que esas construcciones eran antiquísimas, pertenecientes a ese período de tiempo de tres veinticinco años, no muy lejano al del "bombardeo planetario" - este evento marcaría la historia para siempre y determinarla el inicio de la enemigo entre hadas e ilios -. Siendo un estudioso de la historia antigua, había aprendido que tales estructuras constituyera desde el principio lugares sagrados dedicados a las entidades que, en la creencia religiosa de los ilios, formaban la llamada "Trinidad Benigna": Iel, Mod y Ral, que respectivamente representaban la abundancia, la gloria o el triunfo y el destino. "Los primeros templos ilios" - se escuchó aportar a Iris, que en los quince años previos al inicio de la Guerra de los Veintiocho, buscando ventajas y desventajas que pudiera usar en su favor, había estudiado la historia ilia -, "... tienen que ser esos". "Lo son", confirmó el rey, notando la presencia del máximo emblema religioso en el punto central de cada uno de los lugares. Ese símbolo, una de las pocas cosas que las hadas conocían a fondo, estaba formado por la franja vertical, que representaba a la raza única ilia en la que devinieran las originales. Se sabía que ese símbolo no era el primero, porque este había tenido siete círculos, en ambos ex de las franjas horizontales, el inferior de la vertical y allí donde se unían las tres, que representaban las siete razas originales. "Por eso media catorcena de templos", intervino el representante del Consejo Supremo Planetario, sabiendo tanto como los demás que esos círculos fueron reemplazadas por el octavo (la nueva y definitiva raza) y que su ubicación también era simbólica: estaba encima de todo, y era de esa forma como se veían s si mismos los ilios, superiores a todos y a todo. "Terminó la lección de historia", decidió el rey, pensando que ahora intentaría averiguar la respuesta a otro de los planteos que juzgó como importantes, saber si el ataque al Vinhäe de fines del año pasado y el de la madrugada de ayer estaban conectados entre sí y ambos con la incursión a la Ciudad Del Sol. Al final, luego de otro sexto de hora, descubrió que no, que este ilio no poseía grandes conocimientos ni mucha información al respecto, y que lo poco que sabía apuntaba a que todo lo que se buscó fue causar pánico entre las hadas, y qué mejor para eso que atacar uno de los lugares grandiosos y a su Cuidador, por quien los ilios no tenían ni sentían simpatía alguna, por lo que ya era conocido: si ellos no veían nada bueno en los otros individual con los que compartían el mundo, menos aprecio y estima sentirían por alguien que incluso era un "alienígena". El rey permaneció con la duda sobre si habrían buscado también eliminar a Eduardo o no, o solo asestar un golpe moral a los seres feéricos; lo que si tuvo claro, así se lo hizo saber al grupo en la celda, así lo escribió el agente de la PoSe, fue que los ilios dieron el primer golpe, con lo que además quedó descubierta la identidad de los que robaran esas cinco toneladas de piedra caliza a los ornímodos. "Te debemos una disculpa", le dijo Elías a Iris, porque esta siempre había insistido con que los ilios, concluida la Guerra de los Veintiocho, serían los primeros en atacar, a lo que ella y el grupo en general parecieron asumir que estaba ocurriendo exactamente lo contrario a lo que esperaban: no solo no se estaba solucionando ni resolviendo el incidente, sino que estaba empeorando, o, lo que era lo mismo, se estaba más cerca de la guerra. Con otras tres intrusiones a la mente del prisionero, con lo poco que se obtuviera de este, se supo que Kevin, Lidia y Marina no corrían peligro alguno, aunque era pronto para asegurarlo, y conociendo que si el conflicto bélico empezaba con los Cuidadores de la Casa de la Magia, el Vinhuiga y el Tep-Wo estarían en la línea del frente desde el principio. En efecto, el asesinato de un ilio no había sido parte del improvisado plan, aunque no contemplaba, necesariamente, la participación de la enemiga número uno de los ilios. El rey no pudo descubrir que aquel individuo medio oculto en penumbras en el templo de la aldea Diecinueve fuera o no su supervisor, y por ende conocer si era el quien organizara el ingreso furtivo a la Ciudad Del Sol, a raíz de la vuelta de Qumi. "Tampoco podemos saber hasta donde quieren llegar" - avisó a las hadas en la celda -, " aunque no es difícil hacer cálculos y estimaciones". Sobre aquello, a ninguno de los presentes en la celda le cupieron dudas de que hoy, como ayer, los ilios buscaban la dominación total y absoluta de Iluria, aunque estaban seguros de que querrían ir más allá, porque aquellos seres, los más extremistas y reaccionarios, consideraban como extensiones de su tierra a cualquier porción en la que vivieran los ilios. "La dominación del mundo?", aventuró una de las hadas, con un tono de preocupación, a lo que todos empezaron a ver una posible respuesta a aquel planteo del rey, respecto de hasta dónde querían llegar los ilios. "Hay que estudiar a fondo el reporte de los tres interrogatorios, ver si se nos escapó algún detalle y extraer todas las conclusiones que podamos", indicó Iris, en un momento que el grupo reunido en torno a los botes, y mientras dos de los Qar'u entraban y se llevaban al ilio, ya sin conocimiento. "Eso ni dudarlo" - coincidió Elías -, "y hacer público este informe en cuanto lo hayan pasado a limpio".  Solo con esa frase, con escucharla, parecieron haber tomado conciencia de cuán grave era la situación y cuan grave podría llegar a ser: los ilios habían dado el primer golpe, con el ataque a inicios de Diciembre al Templo del Agua (Chern número treinta, en el calendario antiguo feérico), un segundo golpe, al pretender liquidar, así lo asumieron Elías y el grupo, a Eduardo e Isabel en la madrugada de ayer, cuando el matrimonio diera por terminada su primera jornada de descanso en el balneario, y un tercero, al intentar eliminar a la Cuidadora del JuSe. "Eso sin mencionar el robo de la piedra caliza a los ornímodos", aportó una de las hadas. Y sin mencionar tampoco a otras y varias decenas de casos sin resolver, unos más recientes que otros, como las transformaciones involuntarias de Eduardo y Zümsar, el uno de Junio / Tnirta número doce y el dos de Diciembre / Nios número uno de diez mil doscientos cuatro, respectivamente. La opinión final, en tanto abandonaban la celda, fue que habría un nuevo conflicto bélico a escala global, no importaba cuanto se esforzaran ni todas las reuniones con funcionarios de uno o más organismos se hicieran. Así, en tanto trepaban por la escalera caracol rumbo a la planta baja, coincidieron en lo importante que era el subir todas las alertas a la clase D en todo el país, la segunda más grave, y pedirle a la reina Lili, a Olaf y a los jefes del Ejército y la Armada que tuvieran una pluma en sus manos, en preparación para estampar sus firmas en la declaración de guerra.

En lo único que era igual a las anteriores, era en el aspecto climático (despejada y calurosa), porque la mañana de este lunes era absolutamente distinta.
Y tensa.
Aunque los insistentes pedidos de la reina Lili, del rey Elías y de los funcionarios públicos dieron sus frutos, a las hadas y otros seres elementales que de a poco fueron iniciando sus actividades les resultó difícil, cuando no imposible, mantener la tranquilidad, no alterarse y actuar como si nada hubiera pasado. Los temores incluso se podían sentir en el aire, sobre todo sabiendo que había sido Iris quien, en parte, capturara a los invasores sobrevivientes y que una Cuidadora era el blanco de aquellos individuos que se colaran inadvertidos, porque eso hizo suponer que los ilios estaban tramando algo muy grande si este primer golpe que intentaran había consistido en matar a Qumi, y muchos hicieron pública su lamentación porque ella estuviera expuesta al máximo peligro desde el mismo instante en que se recuperara. El temor tuvo un aumento cuando se supo que los ilios habían estado detrás del ataque al Templo del Agua, aquel día en que Eduardo, el Cuidador, se hallara ausente, asistiendo a la ceremonia de bienvenida de una de sus colegas. "Prefiero la prudencia", contestó la reina Lili, cuando algunos de los funcionarios con los que estuvo reunida, de diversos rangos, le preguntaran por qué no quería divulgar al completo el resultado de los interrogatorios que se desarrollaran en la madrugada. Ella quería estar cien por ciento convencida antes de hacerlo, y para eso necesitaba que estuvieran agotados todos los esfuerzos a los que se estaba recurriendo para evitar el conflicto (en el fondo, sin embargo, sabía que era inevitable), averiguar la razón por la cual la Cuidadora del Hogar de la Tierra podía ser, o representar, una amenaza para los ilios como grupos e individuos, asegurarse que la población civil permaneciera a salvo, lo que eventualmente sería imposible, y, llegado el desenlace extremo, que todos y cada uno de los militares insulares de las dos fuerzas (Armada y Ejército) estuviesen listos para la batalla. "Únicamente necesitamos la orden", le había dicho Olaf en esa misma reunión, al hacer Lili esa mención a la prudencia.
_No se cuánto tiempo más vas a poder sostener esa prudencia, ni tampoco yo, ni Olaf, ni Elvia ni cualquier otro - le dijo Elías, en un momento en que ambos se hallaban inspeccionando una de las armerías en el Castillo Real. Varias decenas de armas de toda clase ocupaban cada armario, estantería, vitrina y repisa y no bien los reyes hubieran firmado el documento (por reglamento, debían ser los últimos en hacerlo), los guardias en la sede del poder político tomarían cada una y las usarían en la defensa del castillo -, ni se por cuánto tiempo los nuestros van a contenerse. Civiles o militares, las hadas en El Palomar Alto de la Colonia de los Rosales... bueno, aunque confían en nuestras palabras y decisiones, casi me consta que están esperando un motivo para atacar. Vos y yo sabemos que este es uno de los escasos y esporádicos conflictos en que la diplomacia no va a ser otra cosa que un atenuante, y no la solución.
_Lo se, pero pensar en eso ayuda a calmarme - le dijo Lili, sin querer soltarlo, algo que le daba confianza. Llevaban tomados de la mano un buen rato, desde antes que entraran a la armería -. En todo caso, quiero esperar hasta la tarde. Supongo que ya hablaste con Qumi...
_Dijo que va a estar puntual, a las doce; cuando le expliqué lo que quería, ella aceptó voluntariamente y sin dudarlo.
La Cuidadora del JuSe, que también aceptara postergar todo lo relacionado a su vuelta (ceremonia de bienvenida en el lugar grandioso, una reunión familiar, una nueva rueda de prensa con los periodistas austronésicos, hallar otra segunda figura de autoridad...), había accedido a que el rey de Insulandia aplicara en ella la técnica de la legeremancia para buscar cualquier simili9, o más de una, entre esos recuerdos e informe extraída en el tercer interrogatorio y lo que Qumi pudiera conocer o saber, que incluso ella misma desconociera o no recordara.
_Es una lástima que le haya tocado esto el día de su vuelta, lo que de por si es un misterio - lamentó Lili, abandonando la armería, y al verlos salir, los dos guardias que vigilaban la entrada efectuaron la venia. Quienes presenciaron la escena, los reyes en una de las armerías, lo tomaron como una señal de lo que se avecinaba, como un mal presagio -, y yo estoy convencida de que, anímica y emocionalmente, no va a hacerle bien alguno.
_No es para menos - coincidió Elías -. Lo sería para cualquiera que tuviera una equis en la nuca o la espalda por tiempo indefinido.
Quizás, había concluido el rey, con esta memoria olvidada que extrajera de la Cuidadora se resolviese una parte del misterio, sobre las causas de ese posible desmoronamiento de la sociedad ilia.
_Hasta que ella llegue - habló la reina Lili -, Qué vamos a hacer, cómo vamos a ocupar el tiempo?.
_Lo único que me emociona - prefirió Elías, observando el entorno. La tensión y preocupaciones se le notaban a las hadas en la cara -. Vayamos a la guardería y recuperemos a Wuqelu. Es la primera vez desde su nacimiento que pasamos tanto tiempo alejados de ella.
_Hecho., coincidió Lili, contenta por esa sugerencia.
Era otra de las grandes preocupaciones de quienes, como ellos, tenían hijos o hijas menores de edad o recién nacidos. Era lo último que querían los padres, exponerlos al que sin dudas fuera uno de los más grandes peligros, y, en el caso de los reyes, la tensión constante de saber que, llegado el caso, porque con los ilios no existían las probabilidades Wuqelu se convirtiera en un blanco. Un caso incluso igual de alarmante, o más, era el de Elvia y Oliverio, los futuros monarcas insulares, y su hijo, Sebastián, el nieto de Lili y Elías, quien en un futuro también se convertiría en rey. De varias formas, esta amenaza no era ajena a Iris, aún con el miedo extremo que provocara en los enemigos históricos de las hadas, en Zümsar, porque al casarse ambos en los últimos días del primer semestre del año pasado, el arqueólogo urbano había pasado a formar parte de la familia real insular, y, llegado el veintiocho de Septiembre / Clel número veintidós, el primogénito de ambos, Mizûk. No importaba que los adultos tuvieran su residencia fuera del Castillo Real, en la vivienda de la avenida de la avenida Veintinueve 17-22-5, ni tampoco sus ocupaciones, en la mesa directiva del Banco Real de Insulandia, casi quince y medio kilómetros al suroeste de la Ciudad Del Sol, y el comercio de antigüedades, en Plaza Central; los dos eran componentes de la realeza local, también su hijo recién nacido, y por tanto los adultos tendrían motivos adicionales para preocuparse no bien los reyes estamparan su firma en la declaración de guerra, un documento que Lili y Elías previeron tener a mano y dejar preparado en su oficina.
Los adeptos de ambos sexos al catastrofismo, independientemente de cuáles fueran sus obligaciones laborales (comerciantes, empresarios, militares, científicos... e incluso funcionarios de diversos rangos), edades, lugares de nacimiento u otras especiaciones, a quienes se les diera la razón no bien Marina e Iris volvieran a la plaza con su "premio", habían empezado, transcurridas las primeras horas con luz solar, con la edición de afiches, folletos e instructivos de toda clase ofreciendo ayuda y consejos a la población feérica en general y a individuos de otras especies elementales, sobre qué y cómo hacer cuando los reyes, en efecto, firmaran la declaración y empezaran a producirse las primeras batallas. Ese gesto de aconsejar y advertir fue bien visto por los no adeptos, en particular por los funcionarios, quienes lo tomaron como un aporte para llevar tranquilidad y ánimo, aún conociendo cuán difícil o imposible era tal tarea, porque cuando se supo que cuatro individuos de la raza ilia se colaron sin ser detectados en la capital insular, entendieron que nada más era cuestión de días, sino menos, para que se desatara la guerra. "Tarde o temprano iba a pasar", habían dicho algunas hadas en ese momento, cuando las mujeres dejaron caer a los ilios, una frase que con el correr de las horas en esa noche, en la madrugada y en lo que iba de la mañana fue extendiéndose en todas las direcciones desde la plaza central, y ahora, apenas pasadas las nueve de la mañana y con esas tensiones flotando en el aire, la mayoría de los seres feéricos empezaron a pensar y hacer público un oscuro cálculo: " Cuántos días, sino era que cuántas horas, habrían de transcurrir hasta que el mensajero llevara la declaración ya firmada por los reyes a la aldea Diecinueve?"; porque ese era el protocolo en caso de guerra contra los ilios. Al no tener estos un gobierno central, la declaración se debía enviar al lugar del que hubiera provenido la agresión. Otras veces, en especial los catastrofistas más extremos, hicieron un planteo todavía más sombrío: "Cabía la posibilidad de que la guerra se desatara antes de que este día dejara su lugar al siguiente?". Al final, los seres elementales, en particular las hadas, se resignaron. No importaba cuantos esfuerzos se hicieran, la guerra contra los ilios, esos individuos que no le caían bien ni simpatizaban a nadie, empezaría. "Pensar que hace cuatro días la atmósfera era absolutamente la opuesta a la de hoy", fue una de las lamentaciones que más se estuvo escuchando en las últimas horas.

_No llegué tarde, ¿o si?., preguntó Qumi al rey, al posas sus pies en el suelo, justo frente al acceso al cuerpo principal del castillo.
La cuidadora del JuSe, a poco más de un día de haber “vuelto a la vida” (esa era una de las formas con que sus congéneres se refirieron al cese del hechizo con el que se convirtiera en una estatua de vulcanita), estuvo nuevamente en la Ciudad Del Sol, definitivamente de mejor ánimo que ayer, completamente descansada, de punta en blanco y dispuesta a hacer su parte para resolver este misterio y el conflicto que se iniciara, supuestamente, con su recuperación. Al verla aparecer a un lado del siempre imponente marco de oro, los seres feéricos y elementales la recibieron con aplausos, y no faltó algún que otro piropo por parte del sexo opuesto, que se prolongaron en ese corto trayecto desde la plaza hasta el acceso al cuerpo principal, donde el rey insular estuvo, de pie y a la espera, en el último quinto de hora. Qumi no estaba preocupada ni asustada por su papel en este incidente interracial con los ilios, su tono de voz y gestos, faciales y corporales, eran la prueba de eso, y había una más en el hecho de que hubiera decidido viajar sola, sin su familia ni la escolta armada – los funcionarios de Austronesia ya habían sido puestos sobre aviso, y también los parientes de la Cuidadora –. Quizás su única defensa fuera el bastón de mando del JuSe, el cual en este momento no era más que una vara en ese estuche que llevaba prendido a la espalda, y definitivamente estaba más cómoda que ayer, llevando ahora la indumentaria femenina, la cual fuera de sus posesiones y a la que sus padres decidieron conservar (un vestido de colores discretos, con un escote apenas pronunciado, capucha y mangas acampanadas), pensando que Qumi un día podría volver.
_Para nada. Todo lo contrario – se alegró el monarca, al tiempo que los dos se convertían, directa e indirectamente, en el blanco de miradas y comentarios –, pero mejor entremos. El tiempo nos está jugando en contra.
Desde el mismo instante en que concluyera el tercero de los interrogatorios, los resultados sobe este y los otros dos no habían podido mantenerse secretos, y no se trataba de aquellas partes que la reina Lili decidiera divulgar. Otros fragmentos, sensibles algunos, se habían filtrado y corrido velozmente de boca en boca entre los habitantes, y uno de esos componentes sensibles era justamente la misión que se le encomendara a los cuatro ilios, borra del mapa a la Cuidadora recientemente recuperada, aunque para ellos, tanto como para los funcionarios de diferentes rangos, el rey Elías y quienes presenciaron los interrogatorios era un misterio el por qué querrían hacerlo.
_Y eso es lo que hay que averiguar. Algo que se, pero que al mismo tiempo desconozco, o que no recuerdo – habló Qumi, mientras trepaban por una escalera. Esta vez, la lectura mental se llevaría a cabo en la oficina real –. ¿Qué pasó con esos tres ilios?.
La Cuidadora observó todo a su paso desde que entrara al cuerpo principal, y concluyó que, habiendo tanta gente en movimiento en los corredores y oficinas, incluidas las hadas guardianas, armas en mano, sería imposible cualquier intento de ataque e invasión.
_Encadenados en los tobillos y muñecas en la misma celda – le dijo el rey –. Hay dos agentes Qar´u afuera, por si intentan escapar. Dudo mucho que lo intenten, pero es una precaución.
_Justificada., agregó Qumi.
___Si – coincidió Elías, que le preguntó –. ¡Estás bien vos?. Porque despertaste hace poco más de un día y ahora tenés este peligro encima. Es una pésima mezcla.
Qumi sonrió.
_Estoy bien – aseguró –. Un poco cansada, nada más. Es que no dormí bien anoche. Hasta no hace muchas horas pensaba dedicarme el día de hoy a descansar y dar los primeros pasos en mi reinserción. Visitar el Hogar de la Tierra, el barrio donde nací y crecí, el Castillo Real de Austronesia y eso. Incluso me hubiera gustado reunirme de nuevo con los Cuidadores. Los cinco nos debemos un encuentro, es la costumbre.
_Lamento que eso tenga que esperar – le dijo el rey, abriendo la puerta a otro pasillo y cediéndole el paso, con un gesto que indicó “Las damas primero” –, pero esto es definitivamente más importante. Se que no lo vamos a poder resolver ahora, pero al menos vamos a saber el motivo por el que sos tan perjudicial para los ilios.
_¡Tendrá que ver con Akduku?.
_¡Qué te hace pensar eso?.
_No se, al menos no con exactitud – contestó Qumi – pero una de las cosas en las que más estuve pensando desde que desperté fue aquello que Akduku me dijo, cuando yo ya estaba en el rompeolas, casi lista para transformarme. Hablo de sus palabras sobre que u día íbamos a estar juntos de nuevo.
La Cuidadora habló una vez más, en el trayecto y tiempo que siguieron hasta llegar a la oficina real, acerca de esa despedida, en un momento en que Qumi mirara al horizonte, aguardando esperanzada la vuelta de su otra mitad. No lo pudo entender en ese momento y ahora no lo hacía del todo, pero estaba empezando a creer que bien pudo ser una señal, un aviso, que le diera Akduku. “Es muy confuso, lo sé, pero es una idea”, le dijo al rey y a Lili, que los estuvo esperando en la oficina, junto al representante diplomático de Austronesia en Insulandia, el Consejero de Relaciones Exteriores y el mismo agente de la PoSe que apuntara el resultado de los interrogatorios a los ilios.
_Supongo que ahora vamos a poder aclarar ese misterio., pensó en voz alta Lili, convencida, sabiendo que la técnica de Elías era para eso el mejor recurso de que disponían.
Ya en la noche de ayer había comprendido que el único modo de obtener información de los prisioneros era entrar a sus mentes y hallar aquello que intentaban ocultar y que no revelarían por ninguno de los métodos convencionales. De sobra sabía que los ilios morirían antes de dar esa información.
_Antes de que empecemos con esto, hay algunas cosas que tenés que saber – le dijo el rey, invitándola a ocupar la silla vacía, en el centro de la oficina – Qué es lo que sabés en concreto acerca de la técnica de la legeremancia?. Por ejemplo, ¿conocés cómo actúa en la persona que la recibe, quien es… su “víctima”?.
La Cuidadora del Hogar de la Tierra le habló al rey y a los demás acerca de lo que sabía de la legeremancia, incluido el efecto secundario en quien la aplicaba y la recibía. “Por eso es que tiene que ser breve” – dijo –, “por el agotamiento en ambas personas”. “Si”, contestó Elías, y acto seguido los dos comentaron, para si y para los demás, las condiciones requeridas para aplicar con éxito esta técnica, incluido el mantener la vista fija uno a otro el aplicante y su “sujeto de pruebas”. El rey, con sus dudas acerca de la ética, porque esta vez se trataba de un hada, le advirtió, o informó, a la Cuidadora del JuSe que era exactamente lo que intentarían hallar. O, mejor dicho, se lo reiteró, porque ya lo había mencionado antes, primero cuando solicitara la presencia de Qumi y después cuando esta apareciera en la plaza central. El rey de Insulandia buscaría coincidencias entre aquel descubrimiento de media catorcena de visiones que sonsacara al tercer ilio y las memorias ignoradas u olvidadas por la Cuidadora. Con eso sabrían por qué esta era un blanco para ser eliminado e incluso podrían confirmar que los ilios no solo tenían conocimiento sobre las artes mágicas, sino que también las usaban. “El robo de la piedra caliza a los ornímodos”, recordó Qumi, a lo que los reyes, el cónsul, el Consejero insular y el agente de la PoSe, que ya estaba con el cuaderno y el lápiz en las manos, coincidieron con un gesto facial. El rey volvió en ese momento a afirmar cuán importante era este acceso a la mente de la dama, la oportunidad de echar luz sobre este incidente, al que cientos ya consideraban como intencional, era evidente.
_Entonces, ¿alcanza con que permanezca relajada y tranquila?., llamó Qumi.
_Toda la relajación que puedas, pero no se trata de eso, al menos no de forma exclusiva – indicó Elías, tomando otra silla y ubicándola frente a la Cuidadora, en tanto los tres espectadores (la reina, el Consejero y el cónsul) se ubicaban en un par de sofás, en otro sector de la oficina, y el escribiente ocupaba una tercera silla, cerca de los protagonistas de la escena –. Es imprescindible que pienses en aquellas palabras que te dijera Akduku y en todo lo que haya pasado en ese instante por tu mente. Si fue una señal, una despedida u otra cosa de su parte, lo vamos a conocer ahora.
_Akduku tuvo que haberte dado una señal, no pudo haber sido sino eso – intervino la reina Lili desde el sofá –, algo que el hubiera descubierto, antes o durante el hundimiento del buque. Quizás no hayan sido palabras, o tal vez solo una parte. A lo mejor hizo algún gesto que no advertiste, por encontrarte en ese estado. Sea lo que sea, es lo bastante importante como para haber motivado a los ilios a haberse colado en Plaza central.
_Habrán dado por sentado que siendo una estatua de vulcanita, este supuesto peligro a su sociedad y su cultura había desaparecido., aportó el cónsul de Austronesia, a lo que los oyentes mostraron su acuerdo.
La técnica que Qumi aplicara sobre si misma había significado que, si era verdad lo de ese peligro, los ilios ya no tendrían que preocuparse nunca más porque la condición que la Cuidadora impusiera para su vuelta era que su otra mitad apareciera nuevamente ante ella.
_¿Por qué pediste hablar con el rey Isalu y la reina Ukeba?., quiso saber el Consejero de Relaciones Exteriores.
Aquello había quedado inadvertido a causa de todo lo ocurrido el día de ayer, e incluso Qumi había pensado que podía posponerse, y esto era, a su vez, una de las razones por las que accediera voluntariamente y de buena gana al pedido del rey Elías.
_Por esto mismo, por lo que está a punto de pasar ahora – le contestó la Cuidadora del JuSe –. Sabía que los reyes de este país podían dominar esa técnica, así que concluí que ellos podrían ayudarme a resolver ese misterio, sobre que significó aquello, si fueron sus palabras, una señal u otra cosa, y de paso saber por qué el recuerdo de Akduku parece estar desapareciendo no solo de la memoria colectiva e individual, sino también por qué tampoco parecen quedar vestigios físicos de el. Eso y que haber accedido a que aplicaran sobre mi la legeremancia serviría para demostrar definitivamente que estoy cuerdísima y en un uso completo de mis facultades. Pero es la vida y obra de mi novio… ¿ahora usan esa palabra? – sus oyentes le contestaron que si moviendo la cabeza –… lo que quisiera saber, de todas las cosas que ignoro. Tal vez no se relaciones con el hecho de que los ilios me quieran borrar del mapa.
La vida de Akduku y su obra eran uno de los grandes misterios de la historia contemporánea, algo que era investigado por decenas de organismos en el mundo, como la División de Misterios. Era una incógnita que se incrementaba, considerando esa ausencia absoluta, o casi absoluta, de cualquier objeto que hubiera pertenecido al prometido de Qumi, y que el recuerdo de su persona e información sobre el fueran también muy escasos.
_Seguro que ellos lo hubieran podido resolver, escuché que eran diestros en la legeremancia – le dijo Elías –. Lili, cuando se refiere a ellos, no habla sino maravillas, incluidas sus habilidades especiales – la reina insular se sentía inmensamente orgullosa de sus padres –. Eso es lo que vamos a hacer ahora. Si en algún momento querés hacer una pausa, por el motivo que sea, no tenés más que levantar una mano.
_Voy a hacer lo posible porque eso no pase – garantizó Qumi, que desde el instante en que ocupara la silla había estado cumpliendo ese requisito indispensable para la correcta aplicación de la legeremancia, el de relajarse y tranquilizarse –, quiero resolver estos misterios cuanto antes. Hay decenas de cosas que requieren de mi esfuerzo, atención y tiempo, como actualizarme y recuperar cada uno de los aspectos de mi vida.
_Si tenemos suerte una sola “observación” va a ser suficiente., deseó el rey.
_¿Una sola?, ¿en serio?., se extrañó Qumi.
El rey le aseguró que si con una sonrisa, explicando que el también era diestro en la técnica de la legeremancia, aunque hubieron de ser muy pocas las veces en que la usara, por razones éticas, con las hadas. A continuación, el rey Elías se dirigió al par de funcionarios y a Lili, a quienes les hizo una únicapregunta.
_¿Ustedes están listos?.
Los tres le contestaron que si, y acto seguido el rey dirigió la vista al agente de la PoSe.
_¿Preparado?.
_Cien por ciento., contestó el escribiente.
_Qumi, ¿estás lista?.
_Lo estoy., aseguró la Cuidadora.
Los protagonistas se miraron a los ojos sin pestañar.
Empecemos, entonces., comunicó el rey.



FIN



--- CLAUDIO ---

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