sábado, 18 de agosto de 2018

46) Tres contra uno

Las seis de la mañana, hora insular, las quince en el reino de Uqezare, del treinta de Enero / Baui número treinta.

A un lado de la puerta espacial aparecieron los Cuidadores de la PeNu, Akmi, de la SeNu, Lina, y de la Casa de la Magia, Kevin.

Por delante tenían media hora de viaje.

_Por la forma en que salimos de Plaza Central, nadie dio por sentado que vamos a volver ilesos... No les parece?., comentó Lina, remontando el vuelo y situándose por encima de las escasas estructuras y los enormes pinos que pululaban en la zona, la vegetación dominante en este país.
El trío había llegado al centro neurálgico insular apenas antes de que dieran las cuatro, en vistas a su último enfrentamiento, para repasar y pulir los últimos detalles aún pendientes, y en tanto estuvieron allí, en el castillo y la plaza, no pudieron evitar reparar en las expresiones y palabras de sus congéneres y otros seres elementales. Todos estuvieron libres de dudas respecto de cuál habría de ser el resultado de la dura batalla; los Cuidadores obtendrían el triunfo, pero de ninguna manera volverían al suelo insular carentes de heridas.
_Coincido con eso - dijo Akmi, su colega y compañero sentimental. A juzgar por el estado emocional, ambos estaban muy contentos por haber dado ese primer paso, al que ratificaron con la puesta de los anillos, una de las costumbres que "importara" Eduardo desde la Tierra -. Pero no fue solo allí. Desde que salí de mi casa en La Posta, todos me estuvieron diciendo palabras alentadoras. Pero insistieron con que el triunfo no implicaba invulnerabilidad.

La Posta, así llamado por el puesto de transferencia que dominaba el acceso, era un caserío de trescientos habitantes al oeste de la capital del país natal de Akmi. En ese caserío, fundado hacía más de mil años, el Cuidador había pasado toda su vida desde el instante mismo de su llegada al mundo, y con su revelación como Cuidador, Akmi se había convertirse en el crédito local.
_Hay que recompensar esa confianza que nos tienen y obtener este triunfo, no podemos fallarles - volvió a afirmar Lina, distrayéndose con borrones difusos y oscuros que había en la superficie -. Como convinimos, hay que atacar con todo a ese monstruo desde el principio, tal vez así podamos minimizar los riesgos... Qué dicen ustedes, nos transformamos a la forma combinada o en Selectos en cuanto hayamos traspasado el perímetro?.
_Ninguna de las dos opciones - se negó Kevin -. Tenemos primero que estudiar la situación y ver a qué clase de monstruo nos enfrentamos.
El Cuidador de la Casa de la Magia, sin dejar de pensar en su compañera y su hijo - Cristal había llegado con el a Del Sol, para sumarse al equipo de voluntarios que iban a pelear contra esos cincuenta mil monstruos mint-hu, y con ellos habían traído a Akmolu, que ahora estaba seguro, en la guardería del castillo - no se había referido únicamente al nivel de fuerza y a la resistencia de este enemigo, temas de los cuales hablaron tantas veces, comentando desde lo más insignificante hasta lo más importante en esta madrugada y desde la mañana del veintiocho de Enero, que habían memorizado y comprendido a la perfección cada uno de los reportes e informes de que dispusieran. Kevin sabía, y también sus colegas, que no bastaba con conocer las características geográficas, geológicas y climáticas. Debían, no bien empezara la batalla, dedicar una parte de sus pensamientos a estudiar en qué forma esas condiciones los podían favorecer, ver cómo les podían sacar provecho y hacerlo rápido, antes que su enemigo tuviera siquiera la mínima oportunidad de tomar la delantera.
_Nosotros tres tenemos algo que en este puntual caso no nos va a favorecer, y que el monstruo no, y por tanto se ve libre de este... llamémoslo impedimento. Eso es, en estas circunstancias - avisó Akmi a los otros dos -, que nosotros nos preocupamos mutuamente. A ninguno se le ocurriría seguir peleando si ve que el otro fue herido, o se encuentra temporalmente incapacitado. Tenemos conciencia, y el monstruo no.
_Te referís a que cosa va a ser necesaria, de presentarle? - planteó Kevin -. Yo no lo pensaría un instante. Los salvaría a ustedes.
El monstruo desconocido estaba libre de emociones y sentimientos, ya que sus creadores lo que menos hicieron (apenas si pensaron en eso) fue repetir ese catastrófico error que cometieran con Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq, quienes, al tener mente propia, pudieron decidir que estaba bien y que mal, cuáles eran los verdaderos enemigos. El quinto guerrero, en cambio, sería, porque así se lo había creado, un esclavo cien por ciento leal que cumpliría todas las órdenes que se le dieran sin cuestionarlas hasta que fuera destruido, y, considerando sus poderes y fuerza, causaría demasiado daño antes de que eso pasara.
_Además, tenemos que evitar que el enfrentamiento se extienda más allá de esos cinco kilómetros de diámetro - indicó Lina -. Si eso llegara a pasar, cabe la posibilidad de que haya heridos, o, peor, muertos, y que los daños sean definitivamente superiores en calidad y cantidad. En cuanto a cómo lo vamos a atacar, propongo que lo hagamos tal cual lo estuvimos ensayando, como hicimos, o intentamos hacer, con Jule e Imeleuq.

Lanzando descargas con sus poderes al máximo a un solo punto en la estructura corporal del enemigo.

_Ese monstruo no se va a mover de allí mientras estemos nosotros - puntualizó Akmi -. Recuerden que está inactivo, en modo de espera. Y hasta que nos haya no solo vencido, sino también eliminado, no se va a mover de allí. Así que ese va a ser el único lugar que vea, porque no nos va a derrotar.
_Supongamos que eso pasa. No va a pasar, pero pensemos un instante que si - planteó Kevin -... Qué creen que pase después?, A dónde creen que vaya?.
No les fue complicado pensar en las opciones, porque solo había dos.
Si ese monstruo había sido creado para derrotar y destruir a rivales poderosos sin (en teoría) esfuerzos, entonces le quedaban dos blancos. Por un lado Taknu, Imeleuq, Dalia y Jule, quienes en este momento se hallaban en una vasta región desértica de al Alba del Oeste, intentando reducir a menos que polvo las urnas y los remanentes de los primeros líderes ilios, para lo cual habían dejado el barrio Plaza Central apenas uno o dos minutos antes de las cinco y media. La otra posibilidad eran los Cuidadores que hubieron de embarcarse en la peligrosa tarea de eliminar al "último recurso", resignados ya a que los lugares grandiosos se perderían - si se pudieran reconstruir se tardaría mucho, y no sería lo mismo -. En cualquiera de los casos, el guerrero único de Uqezare habría de enfrentarse a oponentes igual de fuertes a aquellos tres a los que consiguiera derrotar. Kevin rió, al imaginar que ese monstruo, aunque los lograra eliminar, no saldría ileso de la lucha, e intentó pensar en sus colegas l los hermanos peleando contra un enemigo herido y cansado. "Por lo menos herido", concluyó, en tanto echaba otro vistazo hacia abajo, distinguiendo algunas estructuras entre los manchones en sucesión rápida.
_Deberíamos intentar imaginar qué clase de armas y técnicas tiene., sugirió Lina, a quien no le cabían dudas respecto a que este desconocido enemigo sabía usar las esporas tóxicas.
Siendo así, sus colegas y ella deberían proceder con extrema precaución e inmediatamente cubrirse la nariz y la boca. Lina había usado esa técnica para eliminar a los ilios que estaban en el templo de la etnia Aig, para de esa manera recuperar uno de los fragmentos del pergamino. Ese había sido su debut como Cuidadora y en una batalla.
_Volvemos a eso de no descuidarnos en ningún momento y bajo ninguna circunstancia - insistió Kevin, que en eso pensaba mantener la palabra que le diera a los reyes y el experto de la COMDE, sobre no descuidarse -. En fin, no importa que técnicas domine ni su aspecto físico, no nos queda más que espero. Llegar al perímetro externo y ver qué pasa apenas veamos al monstruo... o apenas nos vea a nosotros.
_Vean eso!., exclamó de pronto Akmi, señalando con los dedos y la vista hacia abajo, en un momento en el que sobrevolaban un área donde unas pocas estructuras interrumpían la monotonía verde y blanca.

 Aún a la altura y velocidad que llevaba, pudo distinguir una escena que estaba desarrollándose en una aldea ilia.

Era cierto que los tres tenían una importantísima misión que cumplir, de la cual dependía una cuarta parte del éxito en la guerra definitiva, pero les fue imposible omitir lo que estaba pasando no bien el Cuidador de la PeNu lo advirtiera, de modo que redujeron sustancialmente su altura y empezaron a volar describiendo círculos y óvalos a una distancia prudencial, decididos a no aterrizar ni permanecer allí por más de un sexto de hora. “¿Ya empezó, cierto?”, llamó Lina, contemplando la escena, sintiendo cierta frustración, al no poder hacer algo para evitarlo. Unos pocos ilios andaban en los caminos, todos armados con arcos o lanzas, patrullando atentamente, cuando de repente quedaron paralizados, presas del temor al ver a tres de las hadas más poderosas revoloteando sobre la aldea, la cual, advirtieron los Cuidadores, recientemente había sido víctima de un ataque de los nagas, a juzgar por los destrozos  significativos en las viviendas, otras estructuras e incluso el templo. Pero no fue la presencia de Akmi, Kevin y Lina lo único que hizo que los lugareños se detuvieran en seco, porque esta acción había empezado antes que cualquiera de ellos hubiera alzado la vista. La parálisis total fue breve, de menos de cinco segundos, un insignificante lapso tras el cual todos los ilios estallaron en bruscos movimientos. Experimentaron sacudones y temblores que los obligaron a soltar sus armas y cualquier cosa que hubieran estado sosteniendo con una mano o ambas, y a caer al suelo, en algunos casos de manera violenta, ante la imposibilidad de mantenerse parados. “Ya empezó”, confirmó Akmi, observando a los individuos que estaban custodiando la entrada al templo, n en tanto se retorcían en el suelo, contrayéndose y expandiéndose. “Están empezando a desaparecer” – avisó Kevin –, “miren”. En efecto, los ilios estaban quedando envueltos en una especie de humo de tonos opacos que surgía de ellos mismos a través de la boca, las orejas y la nariz. Una nube que formó primero un espiral, luego tres círculos y por último un capullo, el cual se mantuvo presente por unos pocos segundos, antes de desaparecer, tan rápido como había surgido. Los ilios tenían ahora una consistencia gaseosa, y muy pronto estuvieron esfumándose, dirigiéndose hacia el cielo. “El guerrero único ya se está formando”, reiteró Lina, observando a los restos de esa sustancia gaseosa yendo en una misma dirección, tentada de ver el interior de las construcciones, pues deseaba enterarse de que había más allá de lo visible en el exterior, y sus colegas, aunque dudando, por lo urgente que era su misión, lo notaron, por lo que los tres descendieron, sin tocar el suelo, y vieron fugazmente a través de las ventanas (huecos en las paredes). Aun siendo responsables, máxime si se trataba de estos eventos en los que literalmente se jugaban el futuro y la supervivencia de todas las especies, pero la idea de que ya no hubieran ilios era imposible de ignorar, de manera que en un plazo de diez minutos estuvieron haciendo recorridas superficiales en el interior de las estructuras, entre estas el templo. “Así es como tenía que terminar”, se alegró Akmi, quien había perdido a familiares y amigos tanto en esta guerra como en la de los Veintiocho. Sabía que para que la derrota fuera total, su quinteto de colegas debía destruir al guerrero único, pero al mismo tiempo no podía (ni quería) evitar celebrar por anticipado, convencido de que para esta misma noche, quizás antes de que llegara el último día de Enero, los ilios figurarían nada más que en la memoria de los seres feéricos y elementales. “No es para menos” – explicó –, “fueron más de cincuenta milenios”. Y volvió a ganar altura, ya habiendo saciado su curiosidad, con Kevin y Lina secundándolo. Haber presenciado esa escena les sirvió como estímulo para reafirmar que debían dar lo mejor de si en la batalla venidera. “Una parte del éxito depende de nosotros”, dijo Lina, volviendo a desplazarse a la velocidad de vértigo, no resultándole fácil asimilar el peligro al que los suyos estaban expuestos los Cuidadores contra ese guerrero único, mil hadas debiendo hacerle frente a cincuenta monstruos mint-hu cada una y los hermanos intentando destruir las urnas y su contenido. “Seguro que eso también implica peligros, y varios”, apostó, deseando estar en un error.



Al fin, luego de alrededor de tres cuartos de hora, llegaron al territorio señalado, y al tiempo que traspasaban el perímetro externo…

No necesitaron ver ni estar atentos a tal o cual marca en el suelo, en un lugar en particular de la superficie, para darse cuenta que habían entrado en el rango de alcance establecido por los ilios. Volando alrededor de ciento veinte metros de altura, los Cuidadores, habiendo ya cruzado esa determinada marca - la carencia de pistas obedecido a las intenciones ilias de no poner a ningún enemigo en alerta ni en conocimiento acerca de este maligno proyecto -, sintieron como el suelo empezaba a temblar, y, al enfocar los ojos, advirtieron una rajadura en el punto exacto que señalaran y descubrieran los agentes de la DMI, el servicio de inteligencia local.
"Allí está el enemigo!", exclamó Kevin, alertando a sus colegas.
Descendiendo los tres en una inconfundible postura ofensiva, observaron cómo aquello que en un principio fueron grietas no muy grandes en el piso empezaron a darle forma rápidamente a una intrincada red de rajaduras mayúsculas que, llegado un momento, se había extendido por un diámetro de doscientos metros. Entonces, imprevistamente, se produjo una explosión, tan grande y estruendosa que los Cuidadores se tuvieron que cubrir las orejas con fuerza, calculando que se habría escuchado en varios kilómetros a la redonda. Más que eso, debieron remontar raudos el vuelo y situarse a una altura superior, al menos un quinientos por ciento mayor, a la que tuvieran al llegar.
"Qué fue eso?", llamó Lina, atónita.
La explosión, tan grande y sonora, envió varias decenas, cuando no centenas, de fragmentos, unos más grandes que otros, en todas las direcciones, a alturas diversas y a varios cientos de metros de distancia. Los que al cabo de pocos segundos impactaban más cerca, advirtieron las hadas, lo hacían violentamente, dejando cráteres y hendiduras, deformante con ello el terreno relativamente plano. El otro efecto consecuente de esa explosión fue la nube densa de rocas, polvo y tierra que en un instante se había elevado a más de dos y media centenas de metros, moviéndose sin un rumbo definido, porque casi no soplaba viento. Era una escena dantesca que ninguno había visto, que remitían a los peores días de la Guerra de los Veintiocho.
"Vean eso", llamó el Cuidador de la Morada de la Fauna.
Había señalado con el índice izquierdo el punto en que se originara la explosión. Allí hubo de quedar un inmenso cráter que tranquilamente podría llegar a tener un diámetro de entre ciento ochenta y ciento noventa metros y alrededor de cincuenta de profundidad. Lina estuvo convencida de que habrían ahorrado tiempo, porque una parte de su encomienda, agregada a último momento por los reyes y funcionarios de Uqezare, no bien estos estuvieron enterados de la misión, consistían en destruir completamente esas instancias, pues se había descubierto que constituían el último de los puntos fuertes ilios en Florentina. Akmi y Kevin coincidieron con esas palabras solo con echar una mirada fugaz.
"Sin embargo quedó algo" - indicó el Cuidador de la SeNu -, "miren".
De pie y firme en el centro del cráter, estaba el enemigo. Era un individuo cuya altura no debía diferir mucho de la de los Cuidadores. Fuera de eso, y del aspecto físico normal (no era musculoso ni raquítico), no guardaba otras similitudes con Akmi, Kevin ni mucho menos con Lina. Tenía grandes garras en las manos y pies, púas en las articulaciones principales - rodillas, codos y hombros -, dos destacados colmillos y dos enormes cuernos que nacían a los lados del cráneo. No hacía falta que ejecutara tal o cual movimiento o gesto para que los seres feéricos se dieran cuenta de que se trataba del polo opuesto a los cuatro hermanos. Con cualquier cosa que hicieran ellos podían detectarse la bondad y los buenos pensamientos.
"Pero con este...", observó (continuó haciéndolo) Lina.
Comprendieron a que estaban por enfrentar con solo reparar en esa inconfundible postura de ataque que adoptara el monstruo y sus expresiones. No habían bondad ni buenos pensamientos en él y su mirada, con esos ojos de un rojo intenso, que destilaban maldad y odio en sus grados máximos. Evidentemente, concluyeron las hadas, los ilios se habían salido con la suya al crear un ente que fuera distinto a Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq, que no tuviera nada de aquello que había hecho que los cuatro replantearan sus ideas y su papel en la guerra. Este era diferente y como bien sabían, lo supieron durante la planificación, solo quedaba una alternativa: una batalla como ninguna otra en la que hubieran participado.

Serían lo los Cuidadores o el monstruo.

"A la carga!", corearon con firmeza Akmi, Lina y Kevin.

Sin dudarlo siquiera un instante, lanzaron sendas descargas con sus poderes al máximo, con ambas manos, desde una distancia prudencial, que les permitiera evaluar los daños, si los hubiera. Aparentaron ser seis impactos directos, y de hecho lo fueron. Hubo otra fuerte explosión allí, en el interior del cráter, que hizo temblar el suelo y envío otra cantidad de polvo y rocas al aire, además de provocar otra densa nube. Pero el guerrero, monstruo o lo que fuera no sufrió ninguna clase de daños. Permaneció con la misma postura que antes del lanzamiento de las descargas, y, no bien disipó la nube y los escombros terminarían de dar contra el suelo, fue su turno de atacar, y lo hizo con un movimiento que apenas fue percibido. Tan rápido, sorprendente y repentino fue que los seres feéricos, asombrados por semejante demostración, apenas tuvieron el tiempo para esquivar el ataque. Aunque por poco. Su oponente hizo entonces otro movimiento, transformando su brazo derecho en látigos, un total de cinco, a los que movió en el aire con una agilidad asombrosa. Más que eso, los hizo crecer a una gigantesca longitud de varias decenas de metros, y fue su siguiente movimiento lo que más hubo de impresionar a la Cuidadora de la SeNu, quien presentó "Vieron eso?" a sus colegas, reconociéndose en esa técnica una muestra de hasta qué punto llegaban las capacidades del enemigo. Este había fallado en su primer intento por borrar a las hadas del mapa, pero consideró que una demostración de esas características bien serviría para hacerles ver que no les daría oportunidades y los atacaría hasta que ya no pudieran levantarse. Agitó violenta, rápida e intempestivamente los látigos que pareció que el aire se estuvo sobrecalentado. Su siguiente movimiento fue, entonces, el segundo ataque, y pronto estuvo lanzando una salva de furibundos latigazos contra los tres seres feéricos al mismo tiempo, quienes debían esquivarlos a la vez que contraatacaban y estudiaban al monstruo, esforzándose por encontrar al menos una debilidad.

El monstruo atacó nuevamente, e hizo algo que volvió a sorprender sobre manera a los Cuidadores, que esta vez no pudieron esquivar los impactos, porque no tuvieron una manera de hacerlo. "No importa lo que vean!" - dijo Lina en voz alta, sabiendo a que estaban expuestos -, "no desesperen, no es real!".

Los tres habían quedado expuestos a una sustancia alucinógena de origen vegetal, y eso desde ya que no era bueno. Kelvin, Lina y Akmi quedaron atrapados en meras ilusiones, en realidades que únicamente estaban en sus mentes. No podrían saber cómo ni cuándo escapar de ellas y volver a la normalidad, porque, la Cuidadora sabía, esa sustancia tenía efectos y duración variables, dos factores que dependían de las condiciones y resistencia de su víctima. Lina insultó por lo bajo, admitiendo, a su pesar, que los ilios habían acertado al incluir este tipo de "arma" en su monstruo. Pensó - deseó estar equivocada -, que el enemigo se quedaría quieto donde estaba, viendo a sus oponentes luchar contra esas realidades falsas hasta que quedaran sumamente agotados. Entonces, no tendría otra cosa que hacer que rematarlos uno por uno. Era una desventaja enorme, pero eso no significaba que las víctimas se dejarían derrotar. Encontrarían la manera de recuperarse y obtendrían el triunfo. Llevaban sobre los hombros una gigantesca responsabilidad y la cumplirían a como diera lugar.

"Dónde se habrán metido todos?", se preguntó el Cuidador de la Casa de la Magia, incorporándose lentamente, al darse cuenta de que estaba solo en ese lugar, porque sus colegas, más que eso amigos, y el monstruo habían desaparecido. Sabía que no debía perder un instante allí, permaneciendo de pie en el suelo tan maltratado si no estaban los otros tres... Pero a dónde habrían ido?. Rápidamente, Kevin asumió que lo que menos quería que pasara se había convertido en realidad, y el enfrentamiento se había extendido más allá del área en que estuvieran las instalaciones subterráneas de los ilios. Pensó también que de ninguna manera pudieron haber ido lejos, porque el monstruo y los Cuidadores de la SeNu y la PeNu eran lo bastante poderosos como para impedir que la otra parte se desplazara grandes distancias. Sabiendo que más que nunca el objetivo era destruir al enemigo, no dejarían que fuera muy lejos. Kevin no sentía en la frente la marca que alertaba sobre la presencia de uno o más Cuidadores cerca, y eso hizo que dudara del anterior pensamiento. "Tengo que encontrarlos", afirmó, entendiendo que la situación era muy grave y que no podía dejar solos a Akmi y Lina frente a un peligro de esta magnitud, pues tres hadas ya tenían dificultades, con más razón las tendrían dos. Luego de haber recuperado la forma feérica, pues había permanecido con la combinada (no recordaba haberla asumido), desplegó sus alas y se preparó para remontar el vuelo. Peinaría los alrededores centímetro a centímetro describiendo figuras geométricas complejas y líneas rectas hasta que diera con los otros tres y contribuiría con su granito de arena a la destrucción de este enemigo, porque esta constituía una de las claves para la derrota definitiva de los ilios. Habiéndose el Cuidador elevado unos pocos centímetros, girando la cabeza hacia uno y otro lado primero y hacia arriba después, entornando los ojos, no vio rastro alguno de los otros tres, pero, lejos de desanimarse, tuvo con eso una señal de que debía duplicar sus esfuerzos, y empezó entonces a dar vueltas describiendo espirales a diversas alturas, deteniéndose brevemente a observar con detalles el terreno, confiando en que hallaría a sus amigos - "Eso antes que colegas", pensó - y al monstruo. Sin embargo, encontró a alguien más unos minutos después, alrededor de cinco. No vio a nadie directamente, pero comprendió que se trataba de un congénere, un ser feérico, con el mismo atributo que su compañera y su cuñada. Era un hada que dominaba de forma excepcional el elemento fuego, al que envió hacia el Cuidador de la Casa de la Magia, una descomunal llamarada desde la distancia, desde tan lejos que Kevin únicamente pudo advertir desde cuál dirección provenía. "Quién será?" - se preguntó, notando con facilidad que se trataba de un hada poderosa, pues esas descargas eran tan intensas y se dirigían solo hacia el -, "y por qué me está atacando?". Acto seguido, nueve rayos de fuego en sucesión rápida tal vez a razón de tres por segundo, se dirigieron hacia su persona, y Kevin se mostró tan sorprendido por ese despliegue de habilidades que apenas tuvo una fracción de tiempo para decidir cuáles serían sus pasos. Contuvo cinco de los rayos y los absorbió (su atributo, sumado a su dominio sobre las artes mágicas, le permitía hacer tal cosa con los elementos de la naturaleza), atajó otros tres, a los que desvió hacia diferentes direcciones, y esquivó otro más, el cual fue a dar contra lo más profundo del cráter. "Es un enemigo?, El mismo monstruo u otra invención ilia?", empezó a preguntarse y dudar el Cuidador, entendiendo que podría haber cierta obviedad en ese planteo, pues esos rayos y el inicial fueron dirigidos específicamente hacia él, y sabiendo que había salido airoso por su propia fuerza y condiciones. "Mi turno!", exclamó, y recurrió entonces al bastón de mando, comprometiéndose a no herir de gravedad a este misterioso y desconocido oponente, porque, enemigo o no, era un hada. Había canalizado los cinco rayos y desviado su energía hacia esa arma, en cuyo extremo estaba el símbolo de la magia, y la disparó en dirección a la fuente de los ataques, a la que todavía no podía ver. Su rayo y el del oponente chocaron en el aire, produciendo una explosión, y entonces el Cuidador vio aparecer a su compañera, preparándose para lanzar otra poderosa descarga, y luego otra, y otra más, hasta que los dos quedaron frente a frente. Kevin quedó desconcertado y asombrado por lo que estaba viendo; no podía creer que Cristal hubiera abandonado su tarea de enfrentar y destruir a los mint-hu, y luego, mucho menos, que lo estuviera atacando a él. Por algún rincón de su mente apareció la posibilidad de que se tratara de un truco, una especie de ilusión, provocada por, tal vez, un alucinógeno que dispersara el monstruo contra el que Akmi, Lina y el mismo estaban peleando. Pero esto que ahora estaba ocurriendo era tan real - lo parecía - que Kevin entendió que no tenía otra alternativa más que defenderse de esos ataques, repelerlos. Por otra parte, si esto fuera verdadero, lamentaría hasta su último segundo en este mundo haberle puesto un dedo encima no solo a una mujer, sino a su propia compañera. "Y si todo esto fuera de verdad?", volvió a plantearse, al tiempo que continuaba interceptando con su bastón o esquivando uno atrás de otro los rayos de fuego. "No es así, no lo es!", concluyó, porque al fin, después de unos pocos minutos de estar defendiéndose de los ataques de (la supuesta) Cristal, reparó en los detalles que lo hicieron entender que estaba atrapado en una ilusión, ya averiguaría cuál y cómo se había expuesto a ella. Era comprensible que hubiera tardado en advertirlo, porque estuvieron de por medio la conmoción y sorpresa por lo que estaba viviendo y experimentando, además de por su firme decisión de no golpear a una mujer, mucho menos a su compañera (aún con el riesgo de que no fuera ella quien lo estaba atacando), un imperativo sociocultural de todos los individuos del sexo masculino. No solo constituían las mejores pistas de que disponía el Cuidador, sino también las únicas, pero sabía que no sería suficiente para derrotar y destruir al verdadero enemigo, porque una cosa, la parte (comparativamente) sencilla era salir de esta ilusión y otra diferente reducir a menos que polvo al monstruo tan poderoso que crearan los ilios. La Cristal que lo estaba atacando tenía una marcada expresión de maldad tanto en la cara como en la postura, justamente lo opuesto a lo que la segunda al mando de la Casa de la Magia fuera, demostrara y manifestara a diario, y Kevin sabía de sobra que lo último que pasaría por la mente de su compañera era tener actitudes y pensamientos malignos para con los individuos de su misma especie, y tampoco, con los ilios como únicas excepciones, con los otros seres elementales. El otro detalle fue definitivamente más notorio, todo lo que necesitó Kevin para convencerse de que nada de esto era real.

Al despertar, el Cuidador de la Morada de la Fauna se dio cuenta que estaba solo en la orilla del enorme cráter, y por más que buscó viendo a uno y otro lado no encontró a Kevin ni a Lina, ni tampoco al monstruo, por lo que dio por sentado que se habían visto obligados a continuar el enfrentamiento lejos de allí, lo que ninguna de las dos partes quería ni deseaba, mientras el perdía el conocimiento, a consecuencia de un golpe o algo parecido. Sus congéneres al menos, porque los tres debían evitar a toda costa que el monto abandonara ese lugar, para que la destrucción no se extendieran más allá de el - le habían, además, hecho la promesa a los representantes diplomáticos del reino de Uqezare en sus respectivos países de nacimiento: Sâmqei y Ribeobe en Centralia y Espal en Lunaris (Kevin estuvo allí unas pocas horas), y en Insulandia, donde estuvieron planificando esta y las otras expediciones -, entendiendo cuan alarmante podría llegar a ser eso. Akmi sabía que sus colegas no se encontraban cerca, porque de lo contrario habría sentido aparecer la marca distintiva de la fauna en la frente, una señal que alertaba sobre la cercanía de uno o más Cuidadores. No perdió tiempo en incorporarse y, no bien hubo de completar un segundo repaso de todo cuanto alcanzaba a observar a simple vista, desplegó sus alas, las batió suavemente y remontó el vuelo, en preparación para una exploración intensiva por aire, con el firme propósito de hallar a su amigo y su compañera sentimental (para Akmi, eran eso antes que colegas), sabiendo que estos estaban en serias dificultades, ya que para un enemigo como este, con esas características extremas, era muy necesario que los tres pelearan juntos, uno defendiendo a los otros dos y todos dando lo mejor de si. Pero en el momento en que empezara el ascenso, una serie de seis plantas enredaderas emergieron del suelo y lo atraparon antes que hubiera tenido tiempo y reflejos para evadirlas. Las plantas rápidamente crecieron hasta darle su forma a un capullo, el cual pronto estuvo reduciendo sus dolencias y con eso limitando la cantidad de aire en su interior, para asfixiar a su víctima y eliminarla. "Es el monstruo", reaccionó el Cuidador de la PeNu, haciendo sus denodados esfuerzos por liberarse y contraatacar. Solo ese ser podía estar actuando, desde una posición a una distancia prudencial, por la velocidad con que iba encogiéndose el capullo, ya que sus órdenes eran destruir a todos los enemigos poderosos sin demorar un instante. "Pero va a tener que hacer un esfuerzo definitivamente superior", afirmó, expulsando de su ser una gran cantidad de energía, con lo que hizo arder y destruyó las enredaderas. Para su mala fortuna, no tuvo tiempo para alegrarse ni relajarse, porque a esa técnica le siguió otra potencialmente más peligrosa - "Y fatal", pensó el Cuidador -. Un extraño y amarillento polen aparecido de la nada hizo que inmediata e instintivamente se cubriera la nariz y la boca, al tiempo que pensaba, alarmado, que las esporas venenosas implicaban la posibilidad de que no pudiera usar sus manos con total libertad para repeler otra forma de ataque, mucho menos para atacar el mismo, y también por ese pensamiento nada alentador ni alegre sobre la suerte que pudieron haber corrido Lina y Kevin: si el monstruo se lanzaba ahora contra él, eso podía significar que los otros dos Cuidadores habían sido vencidos. Entonces, cuando se disponía a batir sus alas a gran velocidad, para alejar ese veneno que lo estaba rodeando, vio algo por demás sorprendente y conmocionante desde las alturas que estuvo a muy pocos centímetros de asestarle un golpe potencialmente fatal con el puño izquierdo en el centro de la cabeza. No había sido el monstruo creado por los ilios el responsable de la aparición de esa media docena de enredaderas en el suelo ni las esporas venenosas, sino la propia Cuidadora de la Morada de la Flora. "Lina?", fue su primera reacción, escéptico a causa de eso que estaba viendo, porque no creía que fuera verdad que su compañera sentimental y colega lo estuviera atacando, pese a que fueron reales los dolores que le ocasionaran las enredaderas al sujetarlo por los tobillos primero y envolverlo después. La Cuidadora volvió a atacar, esta vez lanzando una descarga de energía con la mano derecha, mientras que con la izquierda recurría una vez más a las entre, buscando limitar las posibilidades y los movimientos de Akmi, que se encontraba en un dilema, debatiéndose acerca de su rol en este evento: fuera real o imaginaria su rival era del sexo femenino y eso limitaba social y moralmente - "Será real o no?", se planteó, con dudas a ese respecto -, y, en uno u otro caso, no era cualquier mujer, sino su colega Cuidadora y, lo que era más importante, su compañera sentimental.  "Entonces... Qué hago?", se preguntó, defendiéndose de los nuevos embates. Pasaron entre doce y quince minutos, en los que la mujer no hizo otra cosa que lanzar un ataque atrás de otro, recurriendo a cada una de sus técnicas, y el hombre repelerlos, como podía, antes que se diera cuenta que estaba encerrado en una ilusión, tal vez por haber quedado expuesto a algún agente alucinógeno provocado por el monstruo. Esta Lina que intentaba forzarlo a cruzar al otro lado de la puerta no era real, porque no habían aparecido las marcas en la frente de ambos, los símbolos de la flora y la fauna, y el Cuidador de la PeNu terminó de convencerse al reparar en otro detalle, que, como el anterior, había pasado inadvertido, producto de la conmoción y sorpresa surgidas con la aparición de esta Lina y sus primeros ataques, con las enredaderas. Había una acentuada expresión de maldad en la cara, los gestos y la postura de la dama,, estuvo presente desde el mismo momento de su llegada, y ese era un factor imposible. Porque si había algo que la Cuidadora de la Morada de la Flora no tenía era precisamente eso, la maldad. Akmi decidió que se ocuparía más tarde de descubrir a qué clase de agente de había expuesto y cómo se lo podría haber administrado el monstruo (pensó, sin embargo, que pudo haber sido de una manera similar a como Lina había, por ejemplo, atacado a los ilios en el templo de la etnia Aig con las esporas). Ahora lo urgente y excluyente era romper esta ilusión, volver a la realidad y reencontrarse con la verdadera Lina y Kevin para retomar y concluir el enfrentamiento, una de las claves en la derrota definitiva de los ilios. "Pero cómo?", se preguntó, atajando con ambas manos una potente descarga, y expulsando energía para repeler otra dosis de las esporas. Nunca se había enfrentado a algo como esto, de lo que únicamente conocía lo básico, por las conversaciones que sostuviera al respecto con Lina, cuando ambos se hallaran planificando esta expedición. Esta representación de su compañera sentimental era, sin embargo, real - 3l alucinógeno era potente en extremo -, muy real, y el Cuidador en verdad sentía los impactos. Al final, Akmi comprendió que tal vez fuera una sola la manera de romper la ilusión, aunque eso significara que tuviera que ir en contra de ese principio social y moral, al que tanto defendía.

La Cuidadora de la Morada de la Flora abrió los ojos y se descubrió sentada en la orilla del cráter que provocara el monstruo al ponerse en movimiento, sin recordar cómo había terminado allí y en esa posición, porque lo que menos haría en una situación tan compleja, acuciante y peligrosa como esta sería sentarse a descansar, dejando que los hombres se encargaran solos de vencer y destruir al temible monstruo. No vio por ningún lado a este ni a su par de congéneres, por lo que asumió que una de las dos partes enfrentadas había forzado a la otra a continuar la batalla fuera de esa zona. Y debía ser lejos, porque la Cuidadora no estaba sintiendo el símbolo de la flora en la frente. "No pueden haberse alejado tanto" - pensó, batiendo sus alas -... Dónde están, entonces?". Remontó el vuelo, sabiendo que los hombres no podían solos con semejante desafío: este enemigo era extremadamente fuerte y resistente y tan solo el trabajo en equipo de los tres Cuidadores, los más poderosos entre los seres feéricos, podría derrotarlo. Lina empezó a describir círculos a cierta altura, explorando los alrededores, cuando se vio obligada a crear en torno a ella una burbuja de energía, para protegerse de un descomunal rayo de variados tonos marrones que de todas maneras hubo de catapultarla a varios metros de distancia. "Akmi!", reaccionó, advirtiendo (cayendo en la cuenta) de inmediato que se trataba esa de una ilusión, generada esta por aquel alucinógeno con que el monstruo la atacara, y a los hombres. La Cuidadora de la SeNu había intentado advertir a los dos sobre ese peligro al que habrían de exponerse irremediablemente. Lina conocía esa clase de técnicas porque ella misma las dominaba. Consistía en "capturar" a su víctima, se encontrara desprevenida esta o no, y hacer que agotara la totalidad de su energía intentando sobrevivir a esa irrealidad, para, de esa manera, poder vencerla sin mayores inconvenientes. Lina sabía que la única manera de liberarse y volver al "mundo real" era conservando la calma y siendo más fuerte, no solo física sino también mentalmente, que el alucinógeno, pero estaban actuando agentes externos - complicaciones - que no podían ser ignorados. Esa clase de alucinógenos actuaba diferente en cada víctima, siendo más débiles o más fuertes sus efectos de acuerdo a las capacidades y los poderes de quien se hubiera visto alcanzado. En eso, la Cuidadora de la Morada de la Flora no tendría ninguna clase de problemas, pero la concentración, sabía, y lo lamentaba, sería un factor cuando menos complicado. Aunque nada de esto estaba ocurriendo en realidad - lo más probable, pensaba, era que los tres individuos estuvieran desmayados en el suelo, y el monstruo que dominaba sus habilidades cerca de ellos, esperando su oportunidad, una que por supuesto no pensaba desaprovechar -, el Akmi enfrente de ella estaba atacando con todo su poder y, aun siendo una ilusión, la Cuidadora sentía los embates. "Real e irreal al mismo tiempo", pensó, recurriendo a una de sus técnicas, creando una sólida y gruesa pared con las plantas enredaderas que brotaron del suelo frente a ella y a sus lados, para protegerse de otro potente ataque del Cuidador imaginario. Se convenció, después de un brevísimo instante, de que una forma de intentar volver a la realidad sería poniéndose en el lugar de este poderoso enemigo, y eso fue exactamente lo que hizo, intentando conocer a qué tipo de agente alucinógeno se había expuesto y en qué cantidad, porque eso también habría de determinar cuan fuerte debería ser para ponerle punto final a esa ilusión. "Soy una Cuidadora y se espera mucho de mí" - se dijo, con voz clara y firme, para animarse e infundirse confianza -, "no me puedo dejar vencer por esto, ni por el monstruo". Lanzó varias decenas de descargas de forma esférica para distraer al Akmi imaginario, procurando ganar el suficiente tiempo para concentrarse. Con su notable habilidad telequinética, hizo que las descargas dieran varias vueltas, unas más pronunciadas y extensas que otras, pero sin asestar golpes a su objetivo, pues no era este el dañarlo, sino mantenerlo ocupado. Pero eso, a su vez, representaba un esfuerzo adicional, pues Lina no solamente debía concentrarse en una forma de romper la ilusión, sino además en continuar aplicando la telequinesia, una de las técnicas comunes a todos los seres feéricos, para mantener esas más de sesenta descargas esféricas verde azulado dando vueltas en torno a Akmi, evitando que lo golpearan a él y cualquier otro objeto sólido. "Y no me puedo demorar", se comprometió, entendiendo cuan acuciante era no desperdiciar siquiera un segundo, puesto que Kevin y el Akmi real (sus colegas, uno de ellos uno de sus mejores amigos y el otro su compañero sentimental) necesitaban ayuda, y todos los demás, cada individuo de uno y otro sexo de todas las especies elementales, que el trío completara su parte en la guerra final. Debía "volver a la realidad", unirse a su par de colegas, destruir al monstruo y después, sin demorar un instante, dirigirse a dónde los demás Cuidadores llevaban la parte más difícil, no tanto por las capacidades del enemigo, sino por la implicancia de su formación, la pérdida de los lugares grandiosos (Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq, en teoría, ni tendrían mayores complicaciones, ya que solo debían ocuparse de destruir las urnas y su contenido) y aquellos mil seres feéricos libraban las otras tres batallas finales. Lina decidió que se ocuparían de eso cuando terminaran su parte. "Que sean más rayos, entonces!", exclamó, observado como su compañero irreal parecía haber advertidos los planes y estrategias de la Cuidadora, y esta dirigió entonces las suficientes descargas, otra vez esferas verde azulado, como para completar las diez decenas, moviendo velozmente los dedos de la mano izquierda para mantenerlos girando y moviéndose incesantemente. Akmi intentaba por todos los medios a su alcance destruir las esferas y acercarse a su fuente (Lina), pero no era sencillo, pues la dama estaba poniendo en ello todo su empeño. "Igual de bueno que el real", opinó. "Bien, es ahora... espero", decidió, e hizo aparecer una esfera grande de energía de un tono azulado de verde sobre ella. La lanzó veloz e intempestivamente, al mismo tiempo que su contrincante se dejaba golpear, entendiendo que esa bien podría ser la única manera de lanzar un ataque lo bastante fuerte como para contrarrestar el de Lina. Las descargas chocaron a medio camino entre los dos y generaron una explosión tan potente que ambos salieron catapultados a la distancia. La Cuidadora de la SeNu ya confirmó lo que debía hacer para romper la ilusión, atacar de lleno con todo su poder. Era lo que más quería evitar, por supuesto. Sabía que eso no era real, pero de todas maneras, sus sentimientos por Akmi eran más fuertes, y eso había actuado como un impedimento desde el inicio.

El monstruo, en tanto, permanecía inmóvil y observando. Esperaba. Sabía que dentro de pocos minutos los tres individuos quedarían justo como el los quería: agotados. Lo sabría al verlos encogerse, y cuando eso pasara les daría el golpe de gracia. Luego, no tendría más que aguardar a que otros enemigos poderosos llegaran.

Aún sabiendo que esta escena no era real, el Cuidador de la Casa de la Magia encontraba difícil el hecho de atacar, tanto por las cuestiones éticas como por las cívicas. Después de todo, enfrente suyo tenía a Cristal, y eso, ilusión o no,, era un impedimento mayúsculo para el. "Cómo se supone que voy a luchar contra eso?", se dijo en silencio, interceptando con su bastón otro rayo de fuego y desviándolo, el cual fue a dar lejos de allí, provocado otra explosión. La Cristal contra la que estaba peleando e intentaba eliminarlo hizo magistrales demostraciones de cada una de las habilidades y técnicas de las hadas de fuego, incluidos los latigazos y el remolino, dos de las más básicas - la verdadera Cristal las había dominado en muy poco tiempo -. Kevin sabía también que esta era una trampa diseñado para conducirlo a un agotamiento extremo, de manera tal que el monstruo pudiera eliminarlo sin problemas. Aunque ya estaba al tanto de la irrealidad, los dolores y otros golpes eran de verdad. Sabía que todo estaba en su mente y que en lo físico no estaba teniendo ninguna clase de daños, pero lo sentiría al recuperarse y volver a la realidad. "No física, sino psíquicamente", definió, haciendo levitar unas cuantas piedras, de diferente tamaño, remanentes de este enfrentamiento imaginario, y lanzándolas una por una hacia Cristal, quien las repelió expulsando cierta cantidad, más bien grande, de energía, en forma de haces de color violeta. A la mayoría al menos, porque tres de las piedras la impactaron de lleno en el vientre. El hada de fuego cayó al suelo y el Cuidador aprovechó el desconcierto que surgiera en ella para contraatacar, sabiendo que, aún siendo irreal, le sería difícil y podría lamentarlo. "Perdón, Cristal" - dijo, sincero -, "esto me va a doler más a mi que a vos". Entonces reunió el poder de los elementos principales, una ínfima fracción de estos, en su bastón, al que lanzó hacia el hada como si fuera una jabalina, a gran velocidad. Se produjo entonces una fuerte explosión, al chocar el bastón con una enorme descarga que lanzara la dama para protegerse, y una rasgadura apareció en el punto de impacto, la señal de que Kevin estaba teniendo éxito en la tarea de romper la ilusión.

Akmi estaba teniendo los mismos problemas que Kevin (pensaba que este los tenía, y no se equivocaba), porque no le resultaba sencillo atacar a Lina, aún estando en conocimiento de que esta no era real, sino una parte de la ilusión generada por el alucinógeno con que fuera atacado por el monstruo. Era una persona del sexo femenino, una colega, y, por si eso no resultara suficiente, era su compañera sentimental. "Qué hago, carajo?", se volvió a preguntar (las groserías, a veces, ayudaban a aliviar tensiones), repeliendo con su energía las púas afiladas y venenosas con que lo atacaba Lina. Se hallaba en desconocimiento sobre cuáles serían las implicancias que atravesaba - en el "mundo real" había dos tipos de púas que usaban las hadas con el atributo de Lina; una somnífera, las cuales ponían a dormir o dejaban muy agotada a la víctima, y las otras extremadamente letales, capaces de matar en menos de diez segundos -, pero no sé quedaría a averiguarlo. Aplicando primero la forma natural, un león macho con abundante melena, y luego a la combinada, se abalanzó, bastón en mano empuñado con firmeza, en dirección a Lina, barriendo a su paso los obstáculos, esporas y enredaderas que emergían de la superficie, además de otra buena cantidad de púas, intentando asestarle un golpe ("Perdón", se disculpó, aún sabiendo que ella no era real), pero eso era únicamente la teoría, porque la Cuidadora no se iba a quedar quieta viéndolo completar el ataque. Esperó hasta que el hombre estuvo a su alcance y recurrió a sus conocimientos en las artes marciales, un componente del entrenamiento militar de Sâmqei, para golpearlo con los pies y las manos. Acto seguido, soltó una nube de esporas, que exhaló a través de la boca, pero esta vez Akmi estuvo preparado. Agitó tan rápido el bastón que el ataque letal simplemente devino en un fracaso, y el Cuidador entendió - reafirmó - que debería hacer eso que tanto quiso evitar, y le asestó, después de haberse acercado, ignorando el peligro y las dificultades, el golpe en el centro de la cabeza. "Funcionó", dijo, sin alegrarse, pues había atacado a su compañera, quien no se inmutó, viendo como una pequeña abertura sobre la cabeza de Lina, a centímetros de esta, era el indicativo de que la ilusión estaba empezando a desaparecer.

Lina estaba dando lo mejor de si, pero, desafortunadamente, también Akmi lo hacía. No importaba que uno de los dos fuera producto de una ilusión, ni tampoco que la Cuidadora haya al fin decidido hacer a un lado sus dilemas, pues se había convencido de la inevitabilidad de eso. Ninguno de los dos se mostraba dispuesto a ceder, por todo lo que estaba en juego; para Akmi, o para el monstruo creado por los ilios, el cumplimiento de su orden imperativa de destruir a los enemigos excepcionalmente poderosos, y para Lina su encomienda de acabar con uno de los últimos grandes esfuerzos de los ilios por apoderarse de todo. "A ver si esto funciona", dijo, exhibiendo sus palmas hacia adelante, otra vez recurriendo a las enredaderas, pero al menos el cuádruple de gruesas que las anteriores, y las dos plantas emergidas del suelo avanzaron a toda velocidad hacia Akmi, golpeándolo una de ellas en la boca del estómago y la otra habiéndose acercado lo suficiente, separándose en cinco partes de menor tamaño y enlazándolo en el cuello, los tobillos y las muñecas. "Y ahora esto", continuó, lanzando las púas somníferas, las cuales se incrustaron en las articulaciones, porque la dama buscaba inmovilizarlo. "Y por último esto", concluyó, exhalando otra cantidad de esporas, que formaron un espiral en torno a Akmi, quien ya estaba sintiendo la presión de una de las enredaderas (la otra había desaparecido) y el agente somnífero, que era de efecto rápido y ya había entrado a su torrente sanguíneo. Aún con eso, estaba haciendo sus esfuerzos por liberarse y proseguir la batalla. "No va a funcionar", le dijo Lina, caminando algo más relajada hacia el, manipulando las esporas, preparada para asestar el golpe definitivo, comprobando como esta representado era tan poderosa como el Akmi real. Al final, cuando la presión de las enredaderas se hizo lo bastante fuerte, apareció una abertura sobre su cabeza, como un vidrio estrellado, y la Cuidadora vio en eso la señal de que estaba a poco de terminar con la ilusión y volver a la realidad. "Hasta acá llegamos con esto", dijo, habiéndose ubicado a menos de un metro de su oponente.

Kevin, al final, pudo romper la ilusión, pero eso le demandó un sacrificio enorme, tanto de sus poderes como de sus valores, esos que caracterizaban y distinguían a los seres feéricos. Había hecho acopio de una inmensa cantidad de energía en sus manos y, cuando Cristal estuvo concentrada en la ejecución de una de sus técnicas, con la guardia baja, la lanzó, canalizándola a través de su bastón, directo a la cara de su oponente, que en vano intentó cubrirse con las manos. Aquello que fuera en un principio una abertura insignificante devino en una grieta mayúscula con cientos de ramificaciones, y la imagen de Cristal empezó a desvanecerse, estando envuelta en un vapor opaco. "Era hora", dijo el Cuidador, preparado, pues ahora debía luchar contra el monstruo.

Todavía creyendo que le iba a doler lo mismo que a ella, e incluso más, el Cuidador de la PeNu lanzó el contraataque con su poder al máximo. "La suerte de todos se encuentra en juego", dijo, al momento de expulsar esa descomunal cantidad de energía, en forma de dos rayos, que impactaron de lleno a Lina, uno en la cara y otro en el pecho. El golpe de gracia vino acto seguido, al usar Akmi las filosas garras en sus manos para causar profundas heridas en su oponente, quien ya no disponía de fuerzas para defenderse, mucho menos para atacar. Los zarpazos habían quitado todas las posibilidades a Lina, a esta ilusión, y Akmi vio como las resquebrajaduras se volvían mayúsculas. La ilusión, finalmente, se estaba haciendo trizas.

El rival había perdido gran parte de sus poderes, cuando no todos, a consecuencia de la gran presión que ejercían sobre el las enredaderas, 3l somnífero que ingresara a su sangre con las púas y las esporas, tan peligrosamente cerca que la víctima ya las podía sentir. "Hasta acá llegamos", le dijo Lina, reduciendo la cantidad de presión en las enredaderas. La energía que acumulara en ambas manos salió disparada a toda velocidad hacia Akmi dándole un golpe directo en el vientre. Eso fue todo lo que la Cuidadora necesitó para acabar con la ilusión, pues aquellos que fuera la abertura mínima estuvo pronto transformándose en una inmensa araña que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Volvería en segundos al mundo real.

El monstruo, al final, decidió que el tiempo de espera había finalizado y se acercó a sus oponentes, quienes yacían inmóviles en el suelo. Enfocó la vista en aquella que eligiera como su primera víctima, Lina. Ya estuvo apuntando la diestra en dirección a ella, acumulando una enorme cantidad de energía en la palma, pues planeaba eliminarla con un solo golpe. Tan concentrado estaba que no advirtió como unos minúsculos brotes emergían del suelo a sus pies, en que Akmi estaba haciendo crecer las garras en sus manos lenta y sutilmente, ni tampoco en que Kevin había sujetado con fuerza el bastón. En el instante en que el monstruo se disponía a lanzar la descarga, los tres Cuidadores reaccionaron, recuperaron el movimiento y atacaron al unísono al enemigo, concentrando los rayos en su pecho y expulsándolo a varios metros de distancia. "Lo logramos, volvimos!", corearon, elevándose y recurriendo a la sucesión rápida de descargas, porque sabían que con una sola no sería suficiente para destruirlo. Pronto lo estuvieron rodeando, y Lina usó, ahora sí, las enredaderas, la misma técnica que empleara con el Akmi irreal, pero aplicando la máxima presión en las muñecas, los tobillos y el cuello; el Cuidador de la Morada de la Fauna le provocó enormes cortes en el cuerpo, hendiduras más bien profundas en toda su estructura corporal, y Kevin le dio un golpe tan fuerte en la cabeza que, aún con el fragor y el estrépito propios de la batalla, el y los suyos pudieron escuchar el sonido del bastón impactando violentamente contra el grueso cráneo del enemigo. "Parece que lo logramos... No es así?", llamó Akmi, viendo al monstruo tambalearse, en tanto, se notaba, hacía los esfuerzos por mantenerse erguido y reanudar la lucha. Sus colegas también lo notaron, aunque ellos, como Lina, supieron que esa era únicamente una parte del trabajo, pues lo que hicieron fue destruir uno de los tres componentes vitales del monstruo. "Cuál de los tres será?", inquirió la Cuidadora. Habían descubierto, mientras se ocupaban de la organización y los preparativos, que este enemigo guardaba una similitud con Jule, por estar su energía conformada por más de un elemento, y por tanto, cuando al fin empezara el enfrentamiento, los tres individuos feéricos tendrían a tres guerreros muy poderosos en uno solo - "Con Jule tuvimos cinco", había comentado Lina en esa reunión -, reuniendo este lo mejor de la flora, la fauna y las artes mágicas. "Apuesto que vas a tener la ventaja", dijo Akmi a su compañera, notando una serie de movimientos manuales en el monstruo. Este estaba teniendo infructuosos intentos por generar una nube de esporas venenosas, y eso le indicó a las hadas que, en efecto, habían logrado destruir, con su ataque combinado (con el trabajo en equipo), el elemento flora. "Redujimos a las dos terceras partes su poder" - coincidió Akmi -, "claro que tenemos la ventaja". "Desafortunadamente, eso no nos da el triunfo, aún es excepcionalmente fuerte", lamentó Kevin, observando como el monstruo se recuperaba de la conmoción expulsando una gran cantidad de energía, con la que no solo barrió todos los escombros que habían en los alrededores, sino también, principalmente, algo que advirtieron los Cuidadores, para demostrar a estos que no estaba dispuesto a rendirse y continuaba siendo el enemigo más fuerte al que alguna vez se hubieran enfrentado. "Somos un equipo" - reafirmó Lina, otra vez con la forma de, y lista para usar su técnica de los látigos; sus dedos ya se habían transformado en lianas y se extendían rápidamente -, "funcionó antes y va a hacerlo de nuevo... dos veces más". Y fue la primera en ir nuevamente a la carrera contra el monstruo, ejecutando una serie de intrincados movimientos gimnásticos, confundiendo con eso al enemigo, saltando sobre el, golpeándolo con el pie izquierdo en la nuca y enlazándolo fuertemente, pidiendo mediante gestos a los hombres que se unieran a la lucha y atacaran, aprovechando que este estaba inmovilizado. Y ambos lo hicieron, el Cuidador de la PeNu transformado en un león y dándole un zarpazo atrás de otro, provocándole decenas de heridas al monstruo, especialmente en la cara, y Kevin, por su parte, lanzó cinco descargas a través de su bastón, cada una de ellas con uno de los elementos principales, que impactaron de lleno al enemigo en el pecho. Y entonces fue el turno de Lina, que lo liberó de las fuertes ataduras y atacó con las púas, esta vez las letales, al tiempo que los hombres daban un salto hacia atrás, para protegerse tanto como para estar preparados, ya que sabían que con eso no sería suficiente para obtener el triunfo. "Que lástima" - lamentó Lina -, "esta táctica nos salió perfecta". Los tres quedaron juntos a un lado, contemplando su obra, y viendo como el monstruo hacía uso de una de sus capacidades que recibiera de la fauna, la regeneración, que poseyeran algunas especies. "Igual está perdiendo fuerza", dijo Kevin, notando el estado del enemigo. Tal vez pudiera recuperarse de las heridas y encontrar la manera de anular el veneno de las púas, pero no podría tener de nuevo el mismo nivel de fuerza y energía que al inicio del enfrentamiento, y los Cuidadores lo sabían, así que lo atacaron lanzando decenas de descargas, desde tres direcciones diferentes, pero concentrados en un mismo punto en el cuerpo del monstruo. "Tenemos que hacer más, luchar con todo hasta el final", indicó Kevin, notando como el enemigo, en tanto frenaba y desviaba los ataques, continuaba recuperándose de las numerosas heridas recibidas. Los Cuidadores cambiaron la estrategia y empezaron a alternarse, atacando uno, concentrándose en una de las heridas del monstruo que fuera particularmente grave y notoria, dando a los otros un mínimo de tiempo para recuperar una parte de sus energías. Los tres, por supuesto, estaban agotados, pues habían hecho esfuerzos impresionantes desde el momento en que empezara el enfrentamiento, e incluso desde antes, cuando debieron ejecutar complejos movimientos para evitar ser golpeados por la explosión originada con el despertar del monstruo. Pero les importaba poco o nada ese agotamiento, pues era mucho (todo) lo que estaba en juego, para ellos y para todos los seres feéricos y elementales, y su compromiso era total, al punto que, en su momento, cuando planificaran esta misión, no dudaron en que, si fuera necesario, dejarían sus vidas destruyendo al monstruo, o intentándolo. "Alguien tiene una sugerencia?", llamó Lina, viendo como el enemigo continuaba de pie, resistiendo los embates, a pesar del enorme daño recibido. "Volvernos más fuertes que los Altos Selectos", propuso su compañero sentimental, refiriéndose a algo que, a consecuencia de su infrecuencia e improbabilidad, era visto y considerado como un mito. "Ya es difícil que aparezcan los Altos Selectos" - opinó Lina -, "mucho más eso". Y era cierto. Los Altos Selectos eran una aplastante minoría, apenas un cero punto cero cero tres por ciento de la población mundial, según los informes más optimistas, alrededor de ochenta y seis mil hadas. "Menos, si solo nosotros y las de los elementos pueden acceder a esa condición", aportó Akmi, lo cual, de acuerdo a esas mismas estadísticas, podía reducir la cifra aún más. "Como sea, si pudiéramos lograrlo, esta batalla de terminaría en un instante", insistió Kevin, mostrándose de acuerdo con el Cuidador de la PeNu. Los tres sabían que era la mejor opción, de todas las que pudieran existir, pero no creía posible que los hombres y ella lo consiguieran en este momento.

"Y menos con estas circunstancias tan adversas", concluyó, insistiendo con las descargas y pensando en la propuesta de su compañero. Akmi se había referido a una condición que era conocida como "Sublime", con la cual un hada podía quintuplicar la fuerza del más poderoso de los Altos Selectos, pero esa condición se encontraba entre las rarezas más grandes, considerando, como dijera el Cuidador de la PeNu, su infrecuente. La última vez que uno de ellos había aparecido fue a mediados del primer cuarto del tercer milenio en el reino de Sâqiro, uno de los doce países que formaban Reikuvia, pero el evento, asentado en la Crónica Ecuménica, debido a su naturaleza, concluyó en un desastre. El individuo que había logrado la hazaña solo pudo conservar la condición de Sublime durante cinco minutos antes de volver a la normalidad y fallecer, a causa del agotamiento extremo que implicó haber hecho semejante demostración de fuerza. Nadie supo nunca hasta hoy el por qué se había producido ese evento, ya que el individuo en cuestión, un hombre de menos de un siglo de vida con el don del agua, nunca había demostrado poseer siquiera la fuerza de un Selecto. "El esfuerzo fue demasiado", concluyera los expertos que estudiaron el caso, el cual permanecía hasta la actualidad como uno de los grandes misterios de antes y después del Primer Encuentro. Se suponía que un Sublime poseía no solamente una fuerza quinientos por ciento superior a la de un Alto Selecto, sino también una invulnerabilidad y resistencia a los daños prácticamente totales, sus conocimientos y dominio sobre el elemento que poseyera eran infinitamente superiores a los de todos sus pares y sus habilidades (velocidad, agilidad, maniobrabilidad...) se incrementaban sustancialmente. A diferencia de lo que ocurría con el estado de Selección, con este no se transformaban completamente, sino solo en parte. Sus ojos adquirían el mismo color que su aura, al igual que las uñas y cada una de las articulaciones, las cuales adquirían además una consistencia comparable solo a las piedras más sólidas, pero conservando la movilidad y maniobrabilidad. Las alas alcanzaban tal majestuosidad que valía la pena estar cerca solo para verlas, y no eran cuatro, sino seis. Sus sentidos se agudizaban, eran capaces de transformar sus auras en un arma adicional, lo que les permitía absorber los ataques enemigos y otras formas cercanas de energía, para recuperar la suya y sanar cualquier herida que pudiera tener en cuestión de segundos. Lo infrecuente e improbable de este estado había hecho que solo quinientos casos, trescientos cincuenta y cuatro hombres y ciento cuarenta y seis mujeres, hubiesen existido desde tiempos tan antiguos como el Período de Organización, todos registrados en Ecumenia como "casos atípicos y de origen no especificado", ya que nunca habían podido descubrirse las reales causas por las que un hada alcanzaba ese estado. Lo único conocido respecto al grado de Sublime era que quien lo alcanzaba debía ser excepcionalmente fuerte y que, a diferencia de los Selectos y Altos Selectos, no era algo exclusivo de los seres feéricos que por atributo tenían a uno de los elementos componentes de la naturaleza, la flora, la fauna y las artes mágicas, y fue por este conocimiento que al Cuidador de la PeNu propuso la idea de convertirse en Sublimes, con lo que podrían destruir al monstruo en pocos segundos, sin reparar en los factores que debían considerarse, como los ambientes libres de estrés, justo lo que menos tenían los Cuidadores. A su favor, por otro lado, estaba el hecho de que los tres eran muy fuertes, lo que quedara demostraron con la facilidad extrema con que podían alcanzar la condición de Selección. "De todas maneras, vamos a terminar esto siendo Altos Selectos", concluyó Lina, viendo como las descargas lanzadas una atrás de otra en los últimos dos o tres minutos habían finalmente hecho mella en el oponente, quien ya no estaba teniendo éxito con su capacidad regenerativa, lo que indujo a pensar a los feéricos que de un momento a otro podría perder otro de los materiales constitutivos, el de la fauna. Kevin concluyó la brevísima conversación sobre los Sublimes con otro de los factores en contra que tenían, y este era el de la práctica. Aquellos que hubieron de alcanzar esa condición requirieron de ensayos y entrenamientos intensivos antes de poder lograrlo. Kevin, Akmi y Lina habían participado en numerosos enfrentamientos y desafíos en el transcurso de este mes, no tuvieron problemas en derrotar a sus enemigos y tan solo las batallas con Jule e Imeleuq representaron restos mayúsculos. "Y este es el mayor", dijo, hablando por el monstruo, que llegado un instante quedó inmóvil y cayó hacia atrás, golpeando bruscamente el suelo. Los tres contemplaron su obra, con notables aires de satisfacción: por fin, después de tanto esforzarse, le habían quitado otro tercio de su energía al enemigo.

Ahora sólo quedaba un componente: la magia.

No pasaron más de sesenta segundos para que se reanudara la batalla, conscientes los Cuidadores de que estaban un paso más cerca del triunfo, de completar una cuarta parte de la derrota definitiva de los ilios. Al mismo tiempo, sabían que el monstruo sería un adversario muy poderoso hasta el final. Este dominaba las artes mágicas, y las habitaciones bien sabían que eso no debía tomarse a la ligera, porque se trataba de una fuerza capaz de ejercer el control sobre los otros dos, y eso significaba que el monstruo, eventualmente, podría desviar fácilmente los ataques de Akmi, Lina y Kevin, como ya quedara demostrado con el curso del enfrentamiento. "Procedamos con precaución", indicó el Cuidador de la Casa de la Magia, sin olvidar que el tiempo continuaba siendo un factor clave, pues aunque destruyeron al monstruo, su misión no terminaba allí. Conforme fueron avanzando los minutos, había crecido con fuerza su determinación de sumarse a alguno de los tres grupos restantes en la lucha: el de los cuatro hermanos en la región desértica de Alba del Oeste - no veían como destruir cuatro urnas podían ser peligroso, pero no dejarían solos a Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq -, a sus mil congéneres que ya debían haber empezado su batalla contra los mint-hu en Iluria y a su quinteto de colegas, quienes tenían el más complejo y peligroso reto, al tener que hacerle frente y destruir a un monstruo que reunía a millones de ilios, sus almas y energías, y una fracción de la fuerza de todos los Cuidadores que hubieron en los cinco lugares grandiosos desde el final de la Guerra de los Veintiocho. "Usemos la misma táctica", propuso Lina, pidiendo a los hombres que se concentraran en un único punto de la estructura corporal del enemigo, y lo hicieron. Pero sin los resultados que esperaron, porque el monstruo alzó ambas manos, repelió las tres descargas (un rayo rojo sangre, otro marrón y otro verde azulado) en sus palmas y las desvió hacia la inmensidad del cielo. "No perdió la habilidad de sanar en pocos segundos", lamentó Akmi, observar, como Lina y Kevin, como el enemigo curaba en un abrir y cerrar de ojos las graves quemaduras en las manos. Su colega le restó importancia, pensando que ya lograrían causarle un daño irrecuperable de un momento a otro, pues lo habían hecho dos veces, al restarle dos terceras partes de su poder. "Entonces, vamos a acelerar las cosas", quiso Lina, nuevamente recurriendo a las púas letales, lanzando cuatro decena de estas a toda velocidad hacia el monstruo, pero este las detuvo creando un escudo con su energía. "Puede repeler nuestros ataques", fijo la Cuidadora, insistiendo con esa técnica, pero únicamente consiguió que en pocos segundos cientos de púas quedaran a los pies del monte. "Veamos si puede con esto", anunció Kevin, y lanzó uno atrás de otro cinco escupitajos de veneno, lamentando que fuera el mismo resultado, pues ese escudo continuó siendo inexpugnable. "Mi turno", dijo Akmi, lanzándose el mismo contra el monstruo, usando las filosas garras, pero no pudo traspasar el escudo. "Los tres juntos de nuevo!", corearon, y nuevamente lanzaron sus descargas, pero sin que hubiera el resultado sido otro. Usaron sus técnicas con sus poderes al máximo, pero no pudieron traspasar el escudo, el cual se había convertido en algo adherido a su cuerpo. En el momento en que se cumplieron las primeras tres horas y media desde que empezara la batalla, o eso estimaron los Cuidadores, porque no estaban llevando el tiempo en la cabeza - debían, con esa estimación, ser las nueve y media en Insulandia, y las dieciocho treinta en Uqezare -, empezaron una pelea "a la antigua", como la llamaron los hombres, recurriendo a las artes marciales, usando sus extremidades para golpear al enemigo, quien decidiera matarlos, y al hacerlo, los Cuidadores creyeron detectar un error de juicio de su parte. Akmi, Kevin y Lina no tendrían oportunidades si el monstruo decidía usar una descarga de energía, pero este había decidido no hacerlo, motivado de seguro por el exceso de confianza en sí mismo, en sus capacidades, y por la creencia de que sus oponentes no lograrían derrotarlo, pues ya habían agotado gran parte de sus energías. "Eso le va a costar su existencia", sentenció el Cuidador de la Casa de la Magia, y los tres insistieron con las descargas, combinándolas con las artes marciales: golpeaban al monstruo con los pies o las manos, daban un salto hacia atrás y, orientando las palmas en dirección al enemigo, expulsaban la energía. El enemigo continuando activo y poderoso, y en ningún momento, pese a no estar usando su poder completo, le daba oportunidades a sus oponentes
 A estas alturas, su principal arma, tanto defensiva como ofensiva, era ese escudo que se había adherido a su cuerpo, con el cual no solo contenía y desviaba los ataques, sino que además los absorbía, a la mayoría al menos, y convertía en reconstituyentes para recuperar la energía que iba perdiendo. Los Cuidadores, sin dejar de golpearlo con las extremidades, intentaron una vez más con las técnicas especiales. Lina, rociándolo nuevamente con las esporas venenosas, lo sujetó con fuerza por los brazos, las piernas y el cuello, asiendo sus brazos hacia atrás para que la presión estuviera en aumento constante; Kevin lo roció con grandes cantidades de veneno en las articulaciones, para restringirle todo cuanto pudiera los movimientos que hiciera y seguir debilitándolo, y Akmi lo atacó con sus filosas garras, trazando profundas heridas en línea recta en el pecho y la cara del monstruo. Este, sin embargo, no pensaba rendirse ni retroceder ante esas demostraciones, y tan pronto acumulara la suficiente energía la expulsó en forma de ondas que impactaron a las hadas y las hicieron trastabillar e impactar fuertemente. "Me estoy empezando a cansar de esto", protestó Kevin, y pidió a sus colegas que lo distrajeran. "Qué vas a hacer?", le preguntó Akmi, y Lina observándolo adoptar una extraña pose, extraña para este contexto, firme y relajado, advirtió lo que pensaba hacer. También el Cuidador de la PeNu, refrescando su memoria. "Coincidimos en que había una manera de terminar esto en un abrir y cerrar de ojos", llamó, cerrando los párpados, continuando con la relajación y vaciando su mente de todo pensamiento que no fuera el indicado. A estas alturas, accediendo Lina y Akmi s distraer al monstruo, no había otra cosa en la mente de Kevin que el símbolo de la magia, una imagen estática rodeada por el vacío. Nunca lo había intentado, pero si aprendido la técnica y los procedimientos, en el curso del último año. No había tenido que preocuparse por la seguridad de la Casa de la Magia en sus primeros doce meses como Cuidador, y eso significó para el que tuviera mucho tiempo libre, para, entre otras cosas, pasar horas enteras cada semana en la biblioteca, leyendo un sinfín de libros acerca de los más variados temas, buscando nutrir sus capacidades intelectuales y volverse más fuerte, previendo que ambas cosas un día podrían ser necesarias. Entre todas sus lecturas estuvo la de los textos que explicaban detalladamente cómo, sin importar su género y atributo, un hada podía alcanzar la condición de Sublime, algo que, debido a su bajo número a través de los milenios, estaba considerado como una de las más grandes infrecuencias.

"Relajarse y concentrarse", comprendió el marido de Cristal, y sus horas de lectura, ensayos en los gimnasios y dedicación al fin dieron sus frutos. A tres o cuatro minutos de adoptar la pose - Lina y yo hicieron su parte y no se dejaron golpear por el monstruo -, Kevin empezó a cambiar y transformarse, sin tener, como aquel individuo de Sâqiro, experiencia previa. Los ojos, articulaciones y uñas adquirieron el color rojo sangre, las articulaciones se volvieron muy sólidas, sin perder la maniobrabilidad y movilidad, sus alas, ahora seis, adquirieron esa majestuosidad tan característica y el mismo sintió como su fuerza se incrementaba (supuso que también la invulnerabilidad)
.le bastaron unos pocos y simples movimientos para darse cuenta que su velocidad, agilidad y maniobrabilidad se habían hecho superiores a las de un Alto Selecto. "No sé cuánto voy a permanecer en este estado", anunció, sabiendo que su tiempo con esa condición era limitado, tal como el de todos los seres feéricos que alguna vez hubieron de convertí en Sublimes. Kevin había aprendido con las lecturas que el promedio, esas cinco centenas de hadas, lograron conservarla por siete minutos, y apenas ocho de ellas consiguieron ejecutar la misteriosa técnica más de una vez. Con eso, no podía el Cuidador de la Casa de la Magia saber si podría mantener la condición por más tiempo si en el futuro la aplicaba nuevamente, si se veía obligado a hacerlo, cosa que dudaba, pensando que no habría la necesidad si los ilios y este monstruo eran derrotados. "Ahora inténtenlo ustedes" - pidió a sus colegas -, "somos un equipo y vamos a terminar esto juntos". Los Cuidadores se apartaron e imitaron la pose, en tanto Kevin era consciente de que el solo podría destruir al monstruo sin complicaciones y en cuestión de segundos. Más que por el hecho de no querer correr riesgos, Akmi y Lina decidieron ejecutar la técnica solo para demostrar que ellos también eran capaces, y en tanto se ocupaban de concentrarse en el pensamiento único (los símbolos de la flora y la fauna), el monstruo empezó a advertir, así lo creyeron sus oponentes, que tal vez hubiera sido un error el no haberlos eliminado cuando tuvo esa oportunidad, al decidir los Cuidadores recurrir a las artes marciales en vez de a sus cualidad y su energía.  "Como sea, ya está liquidado", sentenció el marido de Cristal. Había absorbido su aura un descomunal rayo con que el monstruo intentara quitarlo del medio, para concentrarse en impedir que los otros dos completaran su transformación. Pero Kevin era demasiado y eso saltaba a la legua. Este no tenía más que hacer que absorber las descargas que iban directo hacia el, o estirar un brazo para contener aquellas que iban hacia sus colegas y desviarlos, los cuales provocaban fuertes explosiones al impactar. En un instante, no mayor al que demorara el Cuidador de la Casa de la Magia, Lina y Akmi alcanzaron la condición de Sublimes - tres hadas con tal condición en menos de cinco minutos en un solo lugar... eso, no bien se supiera, sería asentado en Ecumenia -, adquiriendo las mismas características físicas, habilidades, capacidades y rasgos que Kevin. Allí estaban los dos, con sus majestuosas alas que brillaban con el Sol, las articulaciones endurecidas y con el color de sus respectivas auras, al igual que sus ojos y uñas. También ellos hicieron simples demostraciones de todo cuanto mejoraron su velocidad, agilidad y maniobrabilidad, y tras observarse mutuamente, se unieron a su colega, contento este porque pudieron lograr esa hazaña. "Lo sabía", dijo, cuando optaran por cercar al monstruo, ubicándose alrededor suyo, formando un triángulo. No olvidaban que el tiempo con esta condición era limitado, aún sabiendo que no iba eso a reducir sus posibilidades de éxito. Aún si duraban sesenta segundos transformados en Sublimes, les bastaría con la mitad de ese tiempo para destruir al monstruo. "Y nosotros", indicó Akmi, siendo de los tres el que atacara en primer lugar, moviendo la diestra en horizontal, haciendo levitar los remanentes (piedras) esparcidas en el suelo delante de ellos y lanzándolas contra el enemigo. Aquellos escombros recorrieron velozmente los casi trescientos metros que habían entre el monstruo y Akmi, golpeando con fuerza al primero, y el Cuidador de la PeNu vio como ese potente escudo empezaba a flaquear. Más que eso, las hadas notaron como unas pocas heridas continuaban allí, sin poder sanar, y eso indicó que la capacidad regenerativa había sido anulada. "Nos bastó con conocer el procedimiento", continuó Lina, mirando al oponente y lanzándole decenas de púas. Estas, ahora, penetraron el escudo sin dificultades y se incrustaron en los brazos, piernas, el cuerpo y la cabeza del Estado, que aún con esa desventaja numérica y de fuerza se resistía a abandonar la lucha. "Mi turno", concluyó Kevin, convenciéndose de hasta qué punto había mejorado e incrementado su poder, al ver como su ataque, un escupitajo, traspasaba también el escudo e incluso el hombro derecho del monstruo. Al atacar los tres juntos, le fue imposible al enemigo poder hacer otra cosa que cubrirse con las manos, pues ese rayo combinado destrozó lo poco que quedaba del escudo, causó heridas, unas pocas significativas, y provocó un temblor que lo hizo caer al suelo. "Los tres juntos!" - llamó Lina -... "Como el equipo que somos!". Y los Cuidadores, batiendo sus alas - comprobaron cuan hábiles y ágiles se volvieron -, se situaron a una altura de alrededor de doscientos años metros, donde asumieron que podrían estar a salvo de los efectos consecuentes de su siguiente ataque. Estando su oponente herido, débil y desorientado, apuntaron hacia el ambas manos.

Los inmensos rayos salieron disparados en el mismo instante en que juntaron las palmas, e impactaron de lleno y al unísono al monstruo, que no pudo responder. Hubo un momento en que quedó paralizado, una posición completamente erguida, y acto seguido se desplomó en el suelo, mostrando todas las señales de que iba a estallar, recurriendo a la técnica de la autodestrucción como la última y desesperada medida para cumplir con su tarea. Y, en efecto, lo hizo. Hubo una explosión tan devastadora e intensa que barrió con todo lo que encontró a su paso en un radio de más de mil metros, enviando cantidades considerables de restos (polvo, tierra y escombros) en todas las direcciones, a lo que los Cuidadores generaron escudos de forma esférica para protegerse, aunque no los necesitaban, siendo Sublimes. Estando  con esa condición, no habría chances de que una explosión los afectara, pero no pudieron reparar en eso, por todo lo que sentían y experimentaban. No solo habían destruido a un enemigo que al principio les hubo de parecer invencible, sino que con ello habían colaborado con el fin de los ilios, y, por si fuera poco, los tres lograron convertirse en algo que se encontraba entre lo más inusual e infrecuente del mundo. Al volver a la normalidad, cuando por fin se disiparan el humo, el polvo y la tierra, convirtiéndose otra vez a la forma feérica, advirtieron que no estaban cansados ni sentían ninguno de los efectos que sintiera aquel último individuo que lograra transformarse en Sublime, a inicios del tercer milenio. Al posar sus pies en el maltratado suelo (Lina lo hizo con delicadeza, pues aún estaba caliente), otra vez mirándose entre sí primero y a los alrededores después, sonrieron al saberse vencedores en el mayor desafío de sus vidas. “Lástima que haya explotado” – lamentó la Cuidadora, sacudiéndose la tierra y el polvo de la ropa –, “de verdad me hubiera gustado volver a Del Sol con su cabeza, como señal de triunfo”. Del monstruo no había quedado siquiera la partícula más insignificante, y los únicos vestigios de él eran los dos inmensos cráteres que provocara al emerger de las profundidades y autodestruirse. “Lo importante es que triunfamos”, se contentó Akmi, consciente de que tanto sus colegas como el habían logrado otra marca, inadvertida, o no tan importante, a causa del evento. Pensaron que el enfrentamiento iba a prolongarse hasta los últimos instantes de la tarde como mínimo, pero apenas tuvo una duración de tres horas y media, y fue menos de un cuarto de día transcurrido desde que dejaran Plaza Central. Extrajo un reloj de su bolsillo y advirtió que las agujas estaban señalando las diecinueve horas y cuarto (quince minutos), la hora en Uqezare. “Las diez quince en Insulandia”, informó. “Fue difícil, pero lo conseguimos”, apreció Kevin, elevándose unas cuantas decenas de metros para observar el entorno, más allá del gigantesco cráter que dejara la explosión, aterrizando e informando a su par de colegas que no había movimiento hasta donde alcanzaba su vista. “Nuestro trabajo en este lugar se terminó” – comunicó –, “ahora tenemos que decidir a cuál de los tres lugares vamos. Yo me inclino por ir a ayudar a los nuestros “. Se había referido a Eduardo, Lidia, Marina, Qumi y Zümsar, quienes tenían el reto más complicado y peligroso. Ya tendrían él y los Cuidadores de la PeNU y la SeNu el tiempo suficiente para dar un reporte detallado de todo cuanto ocurriera en este enfrentamiento, incluidas sus transformaciones en Sublimes, a los organizadores de la expedición. Ninguno de ellos estaba decidido y a la vez pensaban que lo mejor sería un Cuidador a cada lugar, así los tres grupos tendrían a un aliado poderoso en su lucha. “Yo también”, coincidió Akmi, y Lina agregó “Y yo”.

_A propósito de esa hazaña que logramos – llamó Lina, estando ya los tres listos para irse. Lo harían dentro de dos o tres minutos –. Con lo que estuve aprendiendo me di cuenta que es un caso parecido al de los Selectos. Hablo de los Sublimes… nadie sabe con exactitud como un hada puede alcanzar esas condiciones. Creo que no es solo su poder. ¿Y ustedes?.
_Yo tampoco lo creo – coincidió Akmi –. Y tenemos un caso muy cercano a nosotros. Me refiero a Lidia.
Eso era cierto, coincidieron los otros dos con gestos faciales. Durante la primera incursión al templo de la etnia Oi por parte de los Cuidadores, cuando las cosas parecieron complicarse para el grupo, la nena híbrida demostró ser superior en fuerza a sus compañeros de equipo al convertirse en una Selecta y ocuparse sin ayuda de eliminar a los atacantes. No había tenido preparación previa, tampoco experiencia y nadie creía que fuera lo suficientemente poderosa para lograrlo. Aunque la idea aceptada era que Lidia había alcanzado esa condición al ver en peligro a ese cuarteto que estuvo con ella, motivada por el temor a que fueran heridos (o, peor, muertos), sabían que no podía ser únicamente cuestión de la preocupación por la suerte de otros. Como fuere, la Cuidadora del Templo del Fuego había sentado un precedente, siendo híbrida, menor  de edad y sin ser poderosa había alcanzado la condición de Selecta y salvado tanto su vida como la de Eduardo, Marina, Qumi y Kevin.
_Tal vez sea mejor que nunca se conozca la razón exacta, ¿no lo ven así? – planteó Kevin, los tres elevándose ya. Tenían por delante alrededor de dos tercios de hora hasta el centro neurálgico insular –. A mí me parece que perderíamos, hablo de las hadas, una de las grandes incógnitas, y por tanto, aunque suene exagerado, podríamos estar un paso más cerca del final de la innovación y los descubrimientos. Sería lo mismo que descubrir el origen de la vida, como surgió en primer lugar y eso.
Volaban a la misma altura y velocidad que cuando llegaron. Coincidieron en que hablarían con los organizadores de la expedición, dándoles un resumen de lo ocurrido en Uqezare, antes de dirigirse al lugar en que su quinteto de colegas libraba la batalla de sus vidas.
_Ya se dio un paso, y esto si fue confirmado, cuando se descubrió que era lo que causaba el cambio en el color de las auras y el atributo de las hadas – dijo Kevin – Cristal e Isabel lo hicieron. Mi cuñada primero, cuando Eduardo y ella pelearon con Zümsar y mi compañera después, en uno de los gimnasios del Vinhuiga.
_¿Y qué dicen de eso de pensar en el símbolo de un atributo? – llamó la Cuidadora de la SeNu –. A mí no me convence mucho. Me parece más algo que dieron por sentado cuando aparecieron los primeros Sublimes. Se habrá instalado la idea de que eso era una parte del proceso y así fue registrado… y así nos transformamos nosotros.
Los hombres estuvieron de acuerdo con esas palabras, pues creían que una imagen, pensar en ella, de ninguna manera sería suficiente para alcanzar semejante nivel de fuerza. Y el tema de las transformaciones los mantuvo ocupados hasta un kilómetro antes de llegar a la puerta espacial, donde hallaron apenas seis individuos allí, dos hadas guardianas de Uqezare junto al marco dorado, cumpliendo sus habituales tareas de vigilancia, y cuatro médicos, quienes estaban haciendo un recuento de sus elementos, preparándose para una misión de asistencia.

_Hablando de pensamientos – planteó Kevin –. ¿Qué opinan ustedes?. ¿Qué puede estar pasando por la cabeza de todas las personas que nos están esperando en Plaza Central?.
_Yo les habría pedido que se concentraran en algo bonito y agradable, sabiendo cómo se cuánto ayuda eso en los malos momentos, aun en este – contestó Lina. Y a causa de eso, una débil sonrisa se dibujó en su cara. Sonreír aun en estas circunstancias era un rasgo característico de las hadas, eso las ayudaba a recuperarse – Es lo que estuve haciendo yo desde que Marina e Iris atraparan a los ilios, sabiendo lo que eso significaba. Y ahora, por ejemplo, trato de concentrarme en cómo vamos a celebrar su final esta noche, porque sé que la vamos a ganar. Si ese método funcionó en la Guerra de los Veintiocho, va a hacerlo en este momento. ¿Por qué no lo intentan ustedes?.
_¿Pensar en algo lindo?., llamó Kevin.
Habiendo reducido una cuarta parte la distancia a la puerta espacial, las hadas allí se alegraron al verlos volver. Sabían a qué habían venido los Cuidadores a su patria.
_Si., insistió Lina.
_¡Las tetas y el culo de Jule! – exclamó Akmi, dibujando una sonrisa en su cara –, ¡especialmente después de esta madrugada cuando apareció con esa ropa que le regalaron ayer!.
Porque la antigua defensora de Bagme acusaba medidas de noventa y tres de busto, sesenta y uno de cintura y noventa y tres de cadera. Le habían tomado tales en el Mercado Central Textil para confeccionarle una serie de prendas, entre estas las que estrenara en la reunión para ultimar los detalles de las misiones: un pantalón de tela elástica (calzas) y un vestido con escote generoso, blanco y azul respectivamente. Eso no hizo más que captar la mirada de decenas de ojos masculinos.
_¡A vos por calentón y a vos por alcahuete!., protestó Lina, mezclando las palabras con leves gruñidos, repartiendo pellizcos a Akmi y Kevin, quienes pronunciaron la onomatopeya “¡Ay!”.
_Veo que las bromas también funcionan – reaccionó Akmi, frotándose suavemente la oreja izquierda –… es cierto que Jule es un mujerón despampanante, pero te aseguro quemas ojos son solo para vos… y no tenés nada que envidiarle.
Las mejillas de Lina se enrojecieron.
_Si quieren, los dejo solos., ofreció Kevin entre risas, amagando con ir varios metros delante de sus colegas, a lo que estos, ya habiendo dado por terminada la broma sobre lo curvilínea que era Jule (Lina también lo era), se concentraron en las tareas que tenían por delante.

Al tenerlos a escasos centímetros de ellos, fue inevitable que el dúo de hadas guardianas y el cuarteto de médicos les preguntaran cómo les había ido en su compleja tarea. Ya sabían que tuvieron éxito, porque de lo contrario no estarían allí los tr4es, pero estaban deseosos de conocer por lo menos lo básico. “No fue fácil”, les dijo Lina, lamentando que tuviera que darse en estas circunstancias su primera visita a Uqezare. Aun conscientes de que debían volver cuanto antes a la Ciudad Del Sol, no pudieron evitar quedarse unos pocos minutos, tal vez alrededor de diez, contando lo básico sobre el crudo enfrentamiento que se desarrollara a siete mil doscientos kilómetros de allí. “Los habitantes de este país, hadas y otras especies, ya pueden respirar un poco más tranquilos”, les dijo acto seguido Akmi, al tiempo que echaba una moneda de doscientos soles al cántaro, antes de traspasar el marco junto a su compañera sentimental y colega, tomados de la mano. El Cuidador de la Casa de la Magia lo hizo apenas veinte segundos después, diciendo a los guardias y los médicos que en unas pocas horas tendrían el final de un conflicto que se remontaba a milenios.  Los tres Cuidadores aparecieron en el centro neurálgico de Del Sol y hallaron un paisaje apenas distinto al que vieran al marcharse, con la tensión, el suspenso y la intriga sintiéndose en el aire. Ya todos estaban al tanto de la tarea de Kevin, Akmi y Lina habían ido a desempeñar en Uqezare, y por eso, al tenerlos allí, corrieron a su encuentro, prorrumpiendo en ovaciones, y muy pronto los recién llegados se vieron envueltos en una marea de individuos de ambos sexos, quienes les dieron una bienvenida de héroes, en tanto observaban como una parte de los organizadores aparecían desde las alturas. ¡Que las explicaciones queden para después” – quiso uno de ellos – los necesitan en Iluria. Esos int-hu son una completa pesadilla y estamos enviando decenas de refuerzos”.

Los Cuidadores no necesitaron escucharlo de nuevo. “Hecho”, dijeron al unísono.


FIN



--- CLAUDIO --- 

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