viernes, 10 de agosto de 2018

43b) Imeleuq de Yoine

Cuatro individuos de la raza feérica, dos hombres y dos mujeres, pusieron sus pies en Reikuvia, uno de los diez continentes, específicamente en una región llamada Yoine. Adelante, a poco más de un kilómetro de donde estaban ahora, se encontraba su destino. Un extenso cordón montañoso del mismo nombre que la región, y en el ese laberíntico entramado de túneles y corredores de novecientos kilómetros que en ancestrales tiempos fueran la morada para cientos de ornímodos, y que más tarde fuera elegida por los ilios para ocultar uno de sus bienes más valiosos e importantes, al considerarlo como recóndito, protegido por su propio entorno y, a causa de eso, de difícil acceso: la urna que contenía los atributos de mando, concretamente joyas y piedras preciosas, de los primeros líderes ilios de las especies originales. "Y bien... Qué hacemos ahora?", dijo uno de los hombres del grupo, el príncipe Taynaq, en quien se notaba la preocupación, no por el sino por su compañera y la vida que se estaba empezando a gestar en el vientre de esta. "Empecemos por lo básico, mirar este mapa",    propuso Kevin, el Cuidador de la Casa de la Magia, y desplegó una lámina en el suelo, alrededor de la cual se reunieron ambos y las mujeres. No era esa una representación gráfica actualizada, sino más bien lo contrario, del entran, pues tenía más de novecientos años, pero era lo mejor de que disponía este grupo para conocer el lugar en el que se estaban por internar. La lámina mostraba solamente líneas oscuras a lo largo de una franja de quinientos kilómetros, con desvíos, entronques y bifurcaciones, con muy pocas indicaciones respecto de la función que dieran los ornímodos primero y los ilios después. "Simplemente, allí están los corredores", corroboró Cristal, intentando, sin éxito, buscar algún detalle que sus congéneres y ella estuvieran pasando por alto. "Que lo que no indiquen la ubicación de las trampas caza bobos", lamentó Marina con una sonrisa irónica, estando concentrada al mismo tiempo en el entorno, pues nunca dejaría de estar latente la posibilidad de que los ilios estuvieran allí vigilando, y también sus monstruos, para dar protección adicional al entramado. "Que bien que nadie nos observa, algo a nuestro favor", se alegró el príncipe, concentrado en los accesos a la red, un total de cinco, y uno de ellos era el que tenían a mil metros delante suyo. Entonces se empezaron a plantear la posibilidad de marchar juntos, sabiendo que con eso tendrían mejores y mayores posibilidades de sortear cualquier peligro que pudieran encontrar, o hacerlo por separado, porque de esa manera podrían cubrir una mayor superficie en menos tiempo. "Todos juntos", corearon al unísono, entendiendo que tenían en esa fortaleza, la del trabajo en equipo, su principal ventaja. Pero antes de emprender el viaje debían continuar mirando ese mapa, entrando, metafóricamente hablando, en la mente de los ilios, intentando con eso deducir cuáles habrían sido los lugares indicados, los más oportunos, para instalar las trampas. "Los desvíos y entronques, desde luego", apostó Kevin, señalando uno de ellos, el más cercano al acceso por el que pensaban entrar. "No sería demasiado obvio?", discrepó Cristal, inclinándose por el polo opuesto, los túneles más simples. Al mismo tiempo, los cuatro reconocieron que debían decidirse lo más pronto posible, pues con cada segundo que estuvieran allí los ilios seguían teniendo oportunidades de llevar a cabo sus malévolos planes. "Para hacerla corta, no perdamos tiempo", resumió Marina, trazando una ruta con el índice derecho. "Es cierto" - convalidó su colega de la Casa de la Magia -, "no sabemos en qué lugar se encuentra exactamente la urna". "Ahí es cuando volvemos al mismo planteo que con la ubicación de las trampas caza bobos", dijo Taynaq, tratando de decidirse entre lo más obvio y aquello que fuera el polo opuesto, lo último que se les ocurriría pensar. Al final, sabiendo que de todas maneras estarían expuestos al peligro, decidieron que buscarían esas respuestas a medida que fueran recorriendo los túneles, pues los habría desde el mismo instante en que cruzaran el umbral. Empezaron a caminar, después de guardar la lámina y transformarse los cuatro en Selectos, porque estaban determinados a no correr riesgos, o que estos fueran mínimos, convencidos de que quizás fueran ellos quienes tuvieran la tarea más compleja, a consecuencia de, justamente, esa intrincada red bajo y sobre la superficie. "Ellos están de vacaciones", comparó Kevin, el primero en entrar.
Akmi y Lina, los Cuidadores de la SeNu y la PeNu, estaban (estarían) en este momento en un antiquísimos cementerio ilio en Bagme, la región compartida por cinco de los países de Lunaris; Qumi, Zümsar y Atilio - "Seguro que Iris se les va a unir", apostaron Marina y Kevin antes de dejar Plaza Central - en Iluria, en un punto en particular en el que no tendrían un obstáculo mayor que ese lago al que apuntaran las coordenadas geográficas b y Eduardo, Isabel, Lidia y Lara estarían en una aldea ilia en Mibiroq. Todos tenían la ventaja de la inexistencia de restricciones a sus movimientos y habilidades, al tener que actuar y moverse en grandes espacios abiertos, y estaban libres de esa preocupación que para Kevin, Cristal, Marina y el príncipe Taynaq era la falta del suficiente aire, a medida que fueran internándose en el entramado, lo que sería potencialmente perjudicial, y esto era para los cuatro otra razón para no demorarse allí.  Examinando mapas, ilustraciones varias e información complementaria, conocieron que esos túneles, que fueran excavados en su momento por los ornímodos, no tenían dimensiones superficie a los cuatro metros, lo suficiente como para que los individuos machos más altos pudieran moverse completamente erguidos.  Tampoco sería un problema para estos cuatro seres feéricos, al menos no lo sería en circunstancias normales, y estaba claro que esta no era una de esas. Desde que empezaran con la planificación de su viaje, asesorados por algunos de los mejores expertos, advirtieron que las dimensiones que habrían de mantenerse constantes en Yoine serían la imposibilidad de conocer la ubicación exacta de las trampas caza bobos, como así también su sofisticación y su número, el hecho de ignorar si habría ilios patrullando los corredores, o, peor, si estos los estuvieran observando, esperando a que hicieran su ingreso para dinamitar todos los accesos (la falta de oxígeno eventualmente mataría a las hadas, si no lo hacían los posibles derrumbes en los túneles) y si podrían soportarlo ese previsto y prolongado período allí, en condiciones insalubres. Además, este grupo en particular tenía una preocupación, la cual convertía a su caso en algo particularmente alarmante. "Nosotras", había contestó Cristal, sentada junto a la colega de su marido. Las dos estaban embarazadas (la hermana de Isabel por segunda vez), y eso haría que tanto ellas como sus compañeros tuvieran que extremar todas las precauciones y moverse con el tema dando vueltas en su mente. En su caso, Marina estaba trayendo al mundo a un nuevo miembro de la familia real ucemita, ella misma lo era; se trataba de un caso llamativo principalmente por eso, pero también porque al sellar su compromiso establecieron algo que nunca antes había pasado en ningún lugar del mundo: su relación era la primera entre un integrante de la realeza y una "plebeya" en que el primero era gobernante o superior al mismo tiempo que subalterno, había empezado a serlo desde el mismo instante en que prestara juramento para convertirse en el segundo al mando del Santuario del Viento. Kevin era el Cuidador de la Casa de la Magia y Cristal su compañera formal y segunda en uno de los lugares más importantes del planeta. El artesano-escultor era uno de los dos descendientes vivos de Ukeho, el hada de fuego que fuera en su momento una de las fundadoras del lugar grandioso, mientras que el otro era Akmolu, su hijo, nacido el dos de Octubre del año pasado - este estaba al mejor cuidado y resguardo, ajeno a todos los peligros que estaban corriendo sus padres, en la Casa de la Magia -, y habría uno más, quizás para cuando Akmolu hubiera cumplido su primer año de vida.  Era por esto que los dos hombres aún manifestaban cierta reticencia a que sus compañeras se arriesgaran de esta manera. Entendían que Marina era una parte esencial de este viaje y que por eso era una obligación que estuviera presente, y que Cristal quisiera acompañar a su marido, porque también era una obligación, pero Kevin y Taynaq hubieran preferido que las dos se quedaran en el exterior, patrullando la zona en vuelo bajo, o algo que no fuera más peligroso que eso, y no internarse en esa red tan extensa. Ahora, habiendo entrado, esos temores, sin posibilidad de equivocarse, se habían asentado en los dos.
"Somos un equipo" - había dicho la Cuidadora del Tep-Wo, para justificar su intervención, y la de Cristal -, "y, lo que es definitivamente más importante que eso, somos amigos". "Y no nos vamos a quedar tranquilas sabiendo que ustedes corren el peligro", añadió la hermana de Isabel -. "Conocemos los riesgos y los aceptamos... y dejen de preocupación, porque los cuatro vamos a volver a Del Sol en unas pocas horas". Eso, en el fondo, no había tranquilizado a los hombres, sino más bien lo contrario, porque confirmaron que sus mujeres estaban entrando al entramado a sabiendas de los peligros que hallarían. Al mismo tiempo, no podían evitar estar orgullosos de la valentía que demostraban las dos, al haber aceptado este y cada uno de los desafíos que se les presentaran desde el momento en que una de ellas, Marina, contribuyera a la captura de aquellos ilios en las aduanas del centro neurálgico de la capital insular. "Es nuestro deber", dijo la Cuidadora del Tep-Wo, consciente de que había sido a causa de su obra que todos los seres elementales estaban en guerra. Fue por eso que se convirtió en una persona tan querida en la sociedad, lo mismo que la antigua jefa del MEU, porque los individuos de todas las especies, en particular las hadas, llevaban milenios, desde el fin mismo de la Guerra de los Veintiocho, esperando el advenimiento de un evento como este, que los ilios fueran un paso en falso. Y eso finalmente había pasado, en el último tercio del cuarto día de este mes, instante fijado después como el inicio oficial de la guerra. Los Cuidadores y sus respectivas compañías del sexo opuesto caminaba ahora por uno de los corredores, bastante desgastado este como consecuencia de los cambios naturales (la evolución geológica del lugar)y la falta de mantenimiento, atentas las cuatro hadas s cualquier cosa que juzgaran como anormal y fuera de lugar, con cada uno de sus sentidos en alerta máxima, sobre todo el oído y la vista. Sabían que de un momento a otro empezarían a toparse con las trampas caza bobos y otras defensas que instalaran los ilios para proteger ese valioso contenido. "Y recién estamos empezando...", ironizó Kevin, recurrir al elemento luz para alumbrar el camino, pues sabía, y los demás también, que podría no resultar suficiente con la luminosidad que desprendían los cuatro estando con su condición de Selectos. "Soy solo yo quien piensa que eso de las trampas y otras defensas va a ser solo el problema menor?", planteó Marina, plenamente consciente de que los ilios no esconderían la urna a simple vista, y tampoco en el último lugar en el que repararía cualquiera que quisiera apoderarse de ella. La Cuidadora del Tep-Wo adujo que habría grandes posibilidades de que el tiempo que les demandara encontrarla sería al menos cinco veces mayor al que les tomaría eludir y nulificar cada una de las trampas, y eso sin contar que estas, a diferencia de las que hubo en los templos antiguos, no estarían señalizadas. "Mirale el lado positivo... porque si lo tiene" - propuso su compañero -, "eso va a poner a trabajar nuestras mentes y las va a desarrollar". "Porque vamos a tener que calcular, estimar, deducir y sacar conclusiones", tradujo Cristal, llegando al punto en que ese túnel se bifurcaba. Un tramo seguía el recorrido en línea recta, mientras que el otro doblaba hacia la derecha y parecía, por su leve inclino, ser uno de los que iba al tramo subterráneo del complejo. Tomaron por este último, siempre convencidos de moverse constantemente en grupo ("Va a ser lo mejor", decidieron y concluyeron), para maximizar sus posibilidades de éxito y, como dijera Marina entre risas, de sobrevivir.  Estando ya encaminados, prefirieron ignorar aquel lejano sonido proveniente desde mucho más allá del punto hasta el que llegaba su vista, porque por lejos les pareció que era la máxima de sus prioridades salvarse de las trampas, puntualmente de esta, la primera, en la que cayeran accidentalmente. Uno de los cuatro había dado un paso hacia adelante y puesto el pie en el dispositivo que puso en funcionamiento uno de los malévolos trucos instalados por los ilios. "Antiguo y conocido... y letal", advirtió Taynaq, a medida que el espacio en que los cuatro quedaban aislados por un derrumbes a ambos lados y los muros laterales amenazaban (y prometían) con aplastarlos. "Alguien tiene una idea?", preguntó Kevin, cuya reacción inmediatamente e instintiva fue apoyar ambas manos con fuerza contra uno de esos muros. "O pedir nuestro último deseo?" - llamó Marina -... "tampoco estaría mal". "Romper el bloqueo", quiso Cristal, tomando el bastón de su marido (los segundos al mando también podían usarlos), transformándolo en arma y, con el símbolo de la magia en uno de los extremos, golpeando fuerte y repetidamente el lado por el que iban a continuar caminando. En ese momento en que (de verdad) empezaban a alarmarse, oyeron de nuevo el sonido, solo que esta vez al otro lado de donde colapsara esa parte del techo.

"Encontré esto antes" - dijo una voz masculina -, ..."mal para ustedes".

A fuerza de apenas cuatro golpes, un hombre alto y musculoso destruyó el bloqueo y con eso abierto el paso hasta los cuatro individuos feéricos, anulando con esa acción la trampa caza bobos, volviendo entonces las paredes a su posición inicial. El hombre tenía una altura que podría fácilmente rondar los dos metros, era calvo, usaba barba candado y desprendían un aura azul claro y esto, sumado a las alas en su espalda, les mostró a Kevin, Cristal, Marina y Taynaq que se trataba de un hada, aunque algo en su postura, semblante y la expresión facial les hizo saber que podría no tratarse de una persona amistosa.

El instinto les indicó a los cuatro que debían prepararse para un enfrentamiento, pero el desconocido negó esa posibilidad moviendo la cabeza de lado a lado, sonriendo y diciendo que la idea de pelear allí era no menos que pésima, pues corrían el riesgo de ser aplastados por un derrumbe provocado incluso por una descarga mínima. Lo peor era, advirtieron que sostenía la urna con una mano, y estaba claro que no se las daría únicamente porque se lo pidieran. "Antes tienen que probar que valen, y que se la merecen" - dijo el hombre -. "Vamos afuera. Si logran vencerme, la urna es suya. Hasta ese momento...", y con su habilidad hizo que el valioso objeto desapareciera de la vista, lo había llevado a algún punto del entramado y para los Cuidadores, la hermana de Isabel y el príncipe era imposible conocer el destino exacto, y estaba claro que no obtendrían esa información. "Qué significa todo esto?", llamó Kevin, a lo que el extraño le dijo que había sido creado para impedir que se sustrajera una urna que estaba oculta en las cuevas de Yoine, y ese era su único objetivo en la vida. "Entonces... Por qué los míos y yo tenemos la oportunidad de tomarla?", quiso saber Cristal, a lo que el hombre le contestó, y a todos, que no sentía simpatía alguna por los ilios, sus creadores, porque al conferir estos la capacidad de pensar y sentir por sí mismos, había concluido que la visión del mundo que tenían esos seres era espantosa, incorrecta y francamente repugnante, y que la única razón por la que había aceptado trabajar para ellos era porque sentía que no serviría para otra cosa más que esa tarea de protección. "Ni siquiera les di mi palabra, y tampoco los míos" - complementó el hombre, que dijo llamarse Imeleuq -, "... de hecho tenemos pensado reunirnos allí, destruir el lugar y matarlos a todos. No nos gustó como nos trataron". Y estuvo alrededor de un minuto despotricando contra los ilios por el trato que estos brindaran a sus creaciones, y lo habría seguido de no ser porque Marina le había preguntado qué había querido decir exactamente con aquello de "los míos". Imeleuq le contestó que, además de él, los ilios habían dado vida a otros tres individuos, uno del sexo masculino y dos del femenino, con sus mismos rasgos y características fisonómicas e idénticos poderes y habilidades, además de dotar a cada uno con un atributo particular. Jule, una mujer que tenía el dominio sobre los cinco elementos principales de la naturaleza, a quien ordenaron ir a Bagme, a proteger la urna con los restos óseos; Taknu, con el dominio y la capacidad para controlar a voluntad los tres estados de la materia, recibió la orden de proteger los bastones que se hallaban en Iluria; y Dalia, quien se había definido a si misma desde el principio como un hada de la oscuridad, lo cual causó una irritación extrema en los ilios (lo último que estos deseaban era que sus mejores y más poderosas creaciones se consideraran como seres feéricos), la encargada de proteger otra urna, , esta con las armas, en Lome. A los cuatro les habían dado el azul como el color para su aura, porque ese era el dominantes en el lugar en que fueran cerrados, aunque con diferentes tonalidades (eléctrico Jule, marino Taknu, oscuro Dalia y claro Imeleuq) y conferido un atributo, habilidades y capacidades de tal magnitud que tranquilamente podrían rivalizar hasta con los enemigos más poderosos. "O sea, los Cuidadores y nosotros", tradujo el príncipe Taynaq, advirtiendo lo que habrían pensado (y temido) los ilios, que las hadas más fuertes y mejor preparadas intentaron apoderarse de las urnas. Quizás sin saberlo ni notarlo, el y los demás estaban saliendo del entramado, y el defensor, que cerraba la marcha, había sido fiel a su palabra de no atacarlos por la espalda aprovechando esa desventaja. El, dijo, prefería un enfrentamiento limpio.

"Tiene códigos".

La batalla empezó no bien Cristal, Kevin, Marina, Taynaq e Imeleuq se situaron a más de un kilómetro de la cordillera, en un espacio suficientemente despejado en el que no tendrían dificultades para hacer las pruebas y demostraciones de sus técnicas y habilidades, y a las hadas no les demandó esfuerzos ni trabajos, ni tampoco tiempo, saber hasta qué punto Imeleuq era poderoso y resistente. "Parece que por fin los ilios consiguieron crear al guerrero perfecto", observó el Cuidador de la Casa de la Magia, después de ver como el hombre detenía con las palmas esos descomunales rayos que le lanzaran sus oponentes con sus energías al máximo. Se miraron entre ellos asombrados, a lo que Imeleuq reaccionó diciendo "No dije que iba a ser fácil". Y entonces fue su turno para atacar,o hizo arremetiendo a gran velocidad contra los cuatro oponentes, que apenas tuvieron tiempo para esquivarlo, por lo que el guerrero - un hada. El cuartetos se enfrentaba a la dificultad moral de tener que pelear con uno de los suyos - recurrió a su habilidad para transformarse, lo cual incrementó sus capacidades y, por supuesto, su velocidad. "Un toro?", se impresionó Kevin, quien ante la embestida tan súbita no tuvo tiempo para hacer otra cosa que frenar al animal tomándolo por los cuernos y subiéndose a su lomo cuando intentara tumbarlo. "Rodeo?... mala decisión", fijo Imeleuq, sacudiéndose violentamente, llevando finalmente a Kevin al suelo y arrollándolo, tras lo que el Cuidador se incorporó con dificultades. "Eso dolió", se quejó, al tiempo que decidía esperar a que los dolores físicos desaparecieran y reanudaba sus intentos, esta vez sumando de su compañera, Marina y el príncipe ucemita. Los cuatro se transformaron y en menos de un parpadea el toro estuvo enfrentando a una anaconda real, que intentaba aplicar la constricción y morderlo con sus filosos colmillos, a un tigre blanco, que buscaba asestarle varios zarpazos en la cara tanto como en el cuerpo, a un ser compuesto por materia vegetal que intentaba tumbarlo a base de latigazos y a una cigüeña, que desde el aire buscaba arañarlo con las garras y causarle heridas punzantes con su pico. Kevin, Taynaq y Marina aprovecharon la oportunidad que les brindara Cristal, al enlazar al rival y mantenerlo fuertemente presionado en el suelo. "Vamos... No creerán que eso es suficiente, o si?", se burló Imeleuq, desatándose y haciendo que la segunda al mando de la Casa de la Magia tuviera que "crear" una pared con esos látigos, para protegerse de los rayos que lanzaran los otros tres (fuego amigo). El guerrero les había pedí que lucharan con todas sus fuerzas y olvidaran que se trataba para todos los fines (fisiológico, moral, filosófico, biológico...) de otro ser feérico, preparándose para ejecutar una nueva técnica, la de la forma de. Al instante surgió un monstruo no muy alto, tal vez de un metro setenta, pero que compensaba esa falta con su voluminoso cuerpo y, por consiguiente, su gran peso. "Vamos a ver si su suerte se termina ahora", decidió, y arremetió contra los atacantes, sus congéneres, demostrando que ni el peso ni el volumen eran obstáculos para que adquiriera una asombrosa velocidad e igual maniobrabilidad. A su pesar, sus contrincantes, mientras lanzaban unas cuantas descargas, tanto para distraer al monstruo como para golpearlo, descubrieron, o advirtieron que no disponían de otro recurso que no fuera ese. Tendrían que dejar a un lado esas trabas y problemas y atacar con todo si querían derrotarlo, o, lo que era lo mismo, recuperar la urna con los bienes materiales de los primeros líderes ilios. "Cerremos los ojos y adelante", quiso Kevin, aplicando también la forma combinada y abalanzándose contra el oponente, lanzando escupitajos hacia este, un veneno no letal para desorientar y causar una ceguera temporal a la víctima, para cubrir su llegada. Imeleuq pudo repeler su ataque moviendo sus manos velozmente, ignorando que había sido esa una táctica distractora de Kevin, y cuando lo había advertido era tarde, porque recibió un fuerte golpe en la mejilla derecha que lo hizo tambalearse, situación que fue aprovechada por las mujeres para arrojarse contra el, golpeándolo con ambos pies en la boca del Río, y Taynaq, quien cayó sobre el, presionándolo contra el suelo y obligándolo a que reasumiera su forma natural, el toro, para liberarse e incorporar, preparándose entonces para hacer uso de ese atributo que le otorgaran los ilios.

La plena dominación de la invisibilidad.

Esta cualidad, como pronto advirtieron las hadas, le daba toda la ventaja a Imeleuq, ya que a este lo convertían en un ser que no solo al que no podían ver, sino tampoco advertir ni escuchar, porque el oponente había hecho desaparecer también todo rastro de su "woga", la energía vital que emanaban los seres feéricos y elementales, y el sonido que producían sus pasos, respiración y cualquiera de sus movimientos. "Podría estar justo delante nuestro y no lo sabríamos", reconoció Marina, intentando deducir qué movimientos haría su enemigo y desde dónde, pero le era imposible. "Esperemos que sea predecible y que siga patrones", confío Kevin, y tanto ellos como Cristal y el príncipe Taynaq se pusieron espalda con espalda, para cubrirse mutuamente... pero tuvieron la imprudencia de no cerrar filas, y dejaron que su enemigo quedara entre ellos, y este los atacó casi al mismo tiempo. Apenas por una fracción de segundo su woga estuvo expuesta, al lanzar esas cuatro descargas, las cuales dieron de lleno en las hadas y las enviaron a varios metros de distancia. "Tienen que concentrarse ustedes dos" - dijo, dirigiéndose a los Cuidadores. Su voz parecía provenir de ningún lado y de todos al mismo tiempo -. "Leyeron lo que se escribió sobre los líderes de los lugares más?". Y Marina y Kevin remitieron la memoria a los textos y registros que leyeran acerca de las cosas que pudieron hacer los Cuidadores, y una de ellas era la extraordinaria capacidad de detectar a un individuo que estuviera aplicando una de las técnicas más asombrosas e inusuales de todas, la invisibilidad completa (su rastro, cualquier sonido y la woga), y este atributo era en si uno de los más extraños y atípicos, pues el registro apenas reportaba mil cien hadas de la invisibilidad nacidas desde el Primer Encuentro. La clave para detectar a estos seres feéricos consistía en concentrarse y enfocar cada uno de sus sentidos en el individuo que querían encontrar, partiendo desde el lugar en que lo vieran y sintieran por última vez. Era algo extremadamente complejo y complicado, ya que era absolutamente necesario estar compenetrado cien por ciento en ese pensamiento, vaciando la mente de todo lo demás. "Vamos a intentarlo", dijeron los Cuidadores al unísono, mirándose entre sí y dándose la mano para sellar el compromiso. No deberían dedicarse a nada más, lo que parecía imposible, considerando todos los factores (embarazadas las mujeres del grupo, el dilema de tener que pelear contra un hada y eventualmente eliminarla, la urgencia por recuperar la urna, la guerra como un todo, la suerte que podrían estar corriendo los suyos en Bagme, Iluria y Lome), pero lo intentarían. Darían su mejor esfuerzo. Entre tanto, Imeleuq ponis en aprietos a Cristal y Taynaq, obligándolos a permanecer constantemente espalda con espalda para protegerse de cualquiera súbita aparición de descargas desde una dirección que no conocían ni podían advertir. "Hacemos lo clásico?", propuso el segundo al mando del Santuario del Viento, refiriéndose a lanzar una sucesión de descargas a tontas y a locas, confiando en que por lo menos una diera en el blanco, lo que anularía automáticamente la técnica que estaba usando su rival. No importa a que no pudieran ver, sentir ni detectarlo, si un rayo llegaba siquiera a rozarlo, Imeleuq volvería a la normalidad y la batalla quedaría nuevamente pareja. "Es demasiado riesgoso" - consideró Cristal, y mirando a su marido y su amiga, apartados de la escena, inquirió -. "Qué hay de ellos?". Kevin y Marina se habían situado en el umbral por el que entraran al entramado, sabiendo que, ahora que no estaban cerca de la zona donde se desarrollaba la batalla (tampoco lejos), el enemigo dedicaría sus esfuerzos y tiempo a los otros dos combatientes. Sabían que no estaría muy apartado de ellos y usaron eso como referencia, al igual que el último lugar en el que lo sintieran. Descubrieron que había, en efecto, estado formando un patrón con respecto a sus movimientos, siempre círculos a una distancia prudencial de sus atacantes, ya fueran cuatro o dos - no podían detenerse a pensar, ni siquiera por una ínfima fracción de segundo, en que hubieran de lograr esa absoluta concentración -, quizás buscando mantenerlos juntos en un área reducida para luego derrotarlos sin mayores dificultades. Ahora podían  sentir caminando a paso normal rodeando a Taynaq y Cristal, quienes seguían debatiendo si seguir o no con la propuesta del príncipe ucemita.

Podían sentirlo y verlo aunque no estuviera visible.

Para cuándo eso finalmente ocurrió, el defensor de Yoine estuvo tan concentrado en decidir cómo podía derrotar a estos dos oponentes sin la necesidad de eliminarlos, porque no quería ni deseaba tal cosa (Cristal por ser mujer y además porque estaba en la dulce espera y Taynaq porque era un miembro de la familia real ucemita), que no vio como un par de potentes descargar, una rojo sangre y la otra blanca, emergieron desde uno de los accesos a las cuevas produciendo un cierto estrépito o impactaban de lleno en el cuerpo, antes que hubiera podido hacer otra cosa más allá de abrir los ojos de par en par, impresionado por lo que pudieron hacer los Cuidadores. Incapaz de repeler el descomunal ataque, fue enviado varias decenas de metros y terminó extraviándose en la inmensidad. “¡Lo conseguimos!”, se emocionaron, yendo al encuentro de sus congéneres, quienes los felicitaron por ese nuevo logro, pero no tuvieron mucho tiempo para alegrarse, porque recordaron que todavía debían hallar la urna, y esta seguía oculta en el entramado, cuando oyeron un rumor que los hizo detenerse en seco, al comprender que sus dificultades no habían terminado. Al darse vuelta, vieron aparecer a una docena de ilios armados hasta los dientes y escoltados por cinco decenas de esos nuevos monstruos (las hadas, al final, descubrieron que la falta de fuerza y resistencia se compensaba con lo sencilla que era la producción, y, a consecuencia de esto, la producción en masa) y un minhu. “Esta vez nos toca a nosotros”, decidió el príncipe, preparándose para acribillar a los monstruos e ilios con una sucesión de descargas, algo que Cristal complementó pidiendo “Vayan a los túneles y recuperen la urna”. Y ambos atacaron, permitiendo que Kevin y Marina se colaran por l deteriorado corredor y derribando a uno de los monstruos, provocando una explosión que hizo tambalear a los demás y a los ilios. El segundo al mando del Tep-Wo concluyó que, luego de haberle hecho frente a un individuo como Imeleuq, tan resistente y poderoso, estos no representarían un reto para el ni tampoco para Cristal, a menos, y esta era su preocupación, su temor, que los enemigos buscaran concentrarse en ella, estando al tanto de su condición. “Mucho cuidado” – le advirtió –, “podrían venir por vos”. “Marina y yo vinimos acá conociendo los riesgos, no te preocupes”, le contestó Cristal, con un descomunal rayo reduciendo a escombros a otro de los monstruos y carbonizando a tres de los ilios. Y se consolidó otra batalla.  Los monstruos restantes lanzando furibundos golpes con ambos puños, y los ilios lanzando una atrás de otra varias flechas y lanzas, ante lo cual las hadas, observándose mutuamente, no pudieron evitar esforzar amplias sonrisas. ¿Cómo pretendían esos seres eliminarlos, herirlos al menos, con armas cortantes s habían salido airosos de luchas contra los mint-hu, enemigos definitivamente más poderosos, en el Santuario del Viento, la Casa de la Magia, las instalaciones del CSP y varios enfrentamientos más contra esos y los otros monstruos. En segundos, entre ambos redujeron catastróficamente la cantidad de estos, hasta que uno solo en pie, maltrecho, y la cifra de ilios se redujo a la tercera parte, de nueve a tres, y las hadas apenas tuvieron que hacer un esfuerzo mínimo, considerando que no les habría de demandar más de dos o tres minutos enviar al otro mundo a ese cuarteto re enemigos que quedaban. “Vamos por ellos”, dijo Cristal, y en el momento en que se disponían a lanzar una descarga cada uno, detectaron una luz brillante en las alturas, y al enfocar la vista en ese punto advirtieron que se trataba de Imeleuq, el que puso los pies en el suelo tan repentina, brusca y violentamente que envió una cantidad de energía cinética que todos allí tambalearon y cayeron al suelo, incorporándose con más dificultades que los demás. El defensor de Yoine estaba herido, y no se trataba de daños sin importancia, pues estaban visibles las quemaduras en los brazos y la cara, y la forma en que se movía fue un indicativo de que tenía al menos una o dos fracturas y otras lesiones internas. Aun así, estaba en condiciones de seguir la batalla, pero por la cara de alarma que pusieran los ilios al verlo, algo les hizo temer como nunca por sus vidas, y ellos y las hadas se preguntaron:

¿De lado de quién estaría en verdad Imeleuq?.

Y la respuesta se hizo más evidente no bien hizo el primer movimiento. Su blanco fue el monstruo minhu, al que asestó un golpe en el pecho, tan fuerte que traspasó la gruesa estructura como si fuera papel, provocando una reacción que se extendió a todo el cuerpo, reduciendo a escombros al monstruo. Los peores temores de los ilios se hicieron realidad, y fue cuando tuvieron a un toro furioso persiguiéndolos que reconocieron el error de haber conferido a este ente (y a los otros tres, con lo que el temor se transformó en terror) una mente y conciencia propias. Aterrorizados, intentaron detenerlo recurriendo a todo el arsenal de que disponían, pero ni las lanzas, flechas, puñales u otras armas pudieron penetrar su piel, y el toro no solo los embistió con toda su brusquedad, sino que atravesó a dos de ellos con sus cuernos y arrollando al restante. Eso había sido todo para los últimos ilios, quienes, por lo poco que escucharon y entendieron Taynaq y Cristal, estuvieron allí para asegurarse que la urna continuara en su lugar tanto como Imeleuq, al que confiaran uno de sus más valiosos e importantes tesoros. El guerrero recuperó su forma feérica y enfrentó a los dos en el otro lado, a quienes les dijo, con la voz algo débil – los rayos de Kevin y Marina fueron devastadores –, pero decidida, que fueron ambos Cuidadores quienes lograron derrotarlo, no ellos. “Siguen ustedes”, concluyó. Usó entonces una variante de su técnica de la invisibilidad, y lanzó una descarga de bajo poder, para demostrarles de qué se trataba, contra los restos de los monstruos, que se redujeron a unos pocos fragmentos. Esta vez, fue la descarga la que quedó indetectable, al haber hecho Imeleuq que desapareciera todo rastro de ella (el sonido, la magnitud…) y recién supieron lo que había hecho cuando vieron que los restos saltaban por el aire. “¿Cómo lo hiciste?”, le preguntó Cristal, no por temor, sino por curiosidad, a lo que el oponente le contestó, y de paso al príncipe Taynaq, que eso era parte de su arsenal, y que cualquiera, incluso ellos, podrían aprender esa técnica. Era una forma de lanzar rayos sin la necesidad de usar las manos, aunque únicamente los individuos con el don o atributo de Imeleuq – la invisibilidad – podían lograr que las descargas fueran indetectables. "¡Así es como se hace!”, exclamó, con los de brazos a los lados del cuerpo, convencido de la infalibilidad de la técnica, porque no lanzaría un rayo directo, que no reparó en que los blancos tenían todos sus sentidos en alerta, listos para alertarse y ayudarse mutuamente. “¡Cristal… arriba!”, gritó Taynaq, y los dos alzaron sus manos, estirando los brazos todo cuanto pudieron, deteniendo el rayo de Imeleuq, dominándolo y haciendo que se dirigiera a su fuente, reacción ante la cual el oponente aplicó sobre si mismo la invisibilidad total, el tiempo suficiente como para que el rayo, que el mismo creara, siguiera de largo y acabara por reducir a polvo una importante área, cercana al acceso. Los tres concluyeron la acción agitados. “¿Cómo… cómo supiste la dirección?”, quiso saber Imeleuq, no sin asombro, a lo que el príncipe ucemita contestó “No lo supe, solo adiviné”, y Cristal añadió “Fue suerte; y ahora es nuestro turno”. Accedieron ambos a sus formas naturales y se echaron a la carrera contra Imeleuq, quien recurrió a la misma técnica y contestó de igual manera. Como era de esperarse, se produjo el choque y los tres terminaron en el suelo, adoloridos y despotricando contra la otra parte (Cristal se horrorizó por los improperios que oyera), incorporándose lentamente y admitiendo que había sido ese un golpe demasiado fuerte. Las garras de las patas delanteras del tigre blanco, los veloces e impredecibles látigos del monstruo vegetal y los cuernos del toro fueron los responsables de esas heridas que ahora tenían a mal traer a los tres. Los ojos entrecerrados y arañazos en Imeleuq, una herida punzante en Cristal, en su mano derecha, cuando intentara protegerse, y un corte mucho más evidente en el costado izquierdo del vientre del príncipe parecieron ser el suficiente daño como para que ambas partes decidieran dar un paso al costado y hacer un alto para recuperarse de la conmoción. Por cómo estaban las cosas ahora, no habría vencedores ni vencidos, y la lucha podría prolongarse por más tiempo del deseado.

O no, si de pronto aparecían los Cuidadores… y con la urna.

_¡la encontramos!”, prorrumpió el Cuidador de la Casa de la magia, alzando los brazos y exhibiendo el premio.
_En el lugar en que estuvimos a punto de morir aplastados., agregó Marina, pisando con dificultad.
Esta vez había sido la mujer quien le salvara la vida a un hombre, al interponerse la prometida del príncipe entre su colega y la flecha que saliera desde un muro lateral. “Una trampa caza bobos”, dijo.
_¿La hallaron, eh?. Bueno, no parecen impresionados., reconoció Imeleuq, y acto seguido sus rodillas se flexionaron.
… y cayó al suelo, golpeándose fuertemente la cabeza, perdiendo el conocimiento.
_Hay que salvarlo – decidió Cristal, que una vez más pondría a prueba su erudición en medicina –. El cilindro., pidió a su marido.
Y Kevin le dio el objeto, dentro del cual estaba esa reducida cantidad de elementos y suministros con que salieran de Plaza Central. Eran para primeros auxilios, pero Cristal confiaba en que resultaran suficientes. “Y además es de los nuestros” – dijo Taynaq –, “un hada”. Entre los dos, los hombres pusieron boca arriba a Imeleuq, y pudieron así, además, tener una completa visión del daño que le causaran ambos Cuidadores al atacarlo con todas sus fuerzas y al mismo tiempo. “Se nos fue la mano”, reconoció Marina, además lamentándolo. “Pero pudo seguir en pie”, juzgó Kevin, viendo también los alrededores, los ilios muertos y los restos y preguntando qué había pasado. Era obvio que una sola batalla contra los enemigos, y que estos no habrían tenido oportunidades, pero querían conocer los detalles. “Alejémonos un poco”, quiso el príncipe, sabiendo que Cristal requería de concentración y silencio para hacer su trabajo.
_Querían asegurarse que estuvieran donde se suponía., informó el príncipe, en referencia a la urna y su poderoso defensor.
El valioso objeto en el interior de la cueva e Imeleuq vigilando tanto el exterior como el interior, habían advertido los Cuidadores, que en el curso de los siguientes cinco minutos escucharon el reporte completo de Taynaq, que empezó con el derribo de uno de los monstruos “económicos” (quiso llamarlos as´, ante la ausencia de un nombre oficial) y concluyó con el sorpresivo regreso de Imeleuq y la posterior e inmediata eliminación de los enemigos sobrevivientes.
_Agreguemos este a  la lista de errores que cometieron los ilios – propuso Marina, vendando una herida cortante en la mejilla izquierda de su marido. No era grave, pero igual estaba preocupada por eso –. Les dieron el libre albedrío a sus creaciones más poderosas y estas se les volvieron en contra. Al menos Imeleuq. Decidió cuál lado era el correcto… ¿y quiso hacer enmienda?.
_Yo diría que si – apostó Kevin –. A propósito, ¿qué vamos a hacer con el?. No es amigo ni enemigo, y es uno de los nuestros. Es un hada, de acurdo, pero… ¿lo llevamos a Del Sol?. Creo que es lo mejor. Al menos allí van a saber qué hacer con el, ¿no creen?.
_Estoy de acuerdo, dejarlo acá sería ir en contra de nuestros principios, códigos y valores – coincidió Taynaq, observando. Cristal le administraba un remedio curativo a Imeleuq –. A propósito, a mmi no me caben dudas sobre de qué lado está, ¿no les parece?. Primero eliminó a los monstruos e ilios, y después… no sé, me dio la impresión de que se pus contento al terminar la batalla.
_Y además, seguro que dejó la urna en el primer lugar n el que Marina y yo nos íbamos a fijar – dedujo Kevin –. Los dos teníamos que pasar por allí, y lo primero que vimos fue lo que vinimos a buscar. Diría que estuvo de nuestro lado, mejor dicho de lado de las hadas en general, desde el principio, quizás desde el momento en que adquirió conciencia de su existencia.
_¿Desde que los ilios le dijeran las primeras palabras? – postuló Marina, viendo los cadáveres, que quedaran unos con otros luego de unos pocos movimientos. Había usado la telequinesia para juntarlos en el acceso al entramado –. Creo que la única manera para aclarar todo es preguntarle directamente a Imeleuq. Y si Cristal logra salvarlo ahora, el misterio va a quedar resuelto antes que hayamos vuelto a la Ciudad Del Sol.
_en eso tuvimos suerte., comunicó Taynaq.
Vieron al guerrero abrir los ojos y ejecutar los primeros y más sencillos movimientos, mientras la segunda al mando de la Casa de la Magia recuperaba una parte de los elementos e incineraba los usados (el destino para todos los residuos biológicos y patológicos) y lo ayudaba a ponerse de pie.
_Te lo agradezco., correspondió Imeleuq, observándose.
Vio que aunque las heridas y quemaduras continuaban estando allí ya no le dolían, y concluyó que Cristal le habría administrado un calmante.
_Las hadas no abandonamos a los nuestros, y ese es un caso., intervino Marina, antes de transformarse en una cigüeña y emprender el vuelo.
Una docena de ilios muertos y los monstruos destruidos.
Eso podría llamar la atención de más ilios, quienes se preguntarían si no habría problemas en Yoine. “Necesitamos vigilancia aérea”, les hizo saber la Cuidadora.
_Y no es eso solamente – dijo Kevin –. Creo que en el fondo todos sabíamos de qué lado ibas a estar.
_Y de ese mismo modo todos los tuyos, ¿no?., inquirió Cristal.
_Si., contestó Imeleuq.
Entre ellos se habían definido como hermanos. Jule, un hada a la que hubieron los ilios de conferir el dominio absoluto sobre los elementos principales de la naturaleza (agua, aire, fuego, luz y tierra) y eventualmente su creación; Taknu, que controlaba los estados de la materia (sólido, líquido y gaseoso) sobre su persona y sobre otros y cualquier cosa que deseara; y Dalia, cuyo atributo, la oscuridad, incluía la técnica mortal de transformar el aire en una zona determinada en un veneno contra el que ningún sr vivo tendría oportunidades.
_Seguro se enfrentaron a las mismas situaciones que Taynaq, Cristal, Marina y yo., auguró Kevin, pensando en esa posibilidad.
_Tienen los mismos códigos, valores y principios que yo, así que es cien por ciento seguro que eso haya pasado, que esté pasando ahora o que vaya a pasar de un momento a otro – indicó Imeleuq, que preguntó –. ¿Y ahora qué vamos a hacer?, ¿qué suerte vamos a correr mis hermanos y yo?.
_En Plaza Central los van a tratar como iguales, no les quepan dudas de eso. Cualquier cosa que necesiten la van a encontrar allí, aun con los peligros que estamos viviendo – le informó Cristal –. Para empezar, les van a dar un alojamiento y… la verdad, no puedo decir más, porque el de ustedes es un caso atípico.
_¿Cómo el del Cuidador del Templo del Agua?.
Los ilios le habían dicho unas pocas palabras cerca de esos “enemigos poderosos” que podrían intentar apoderarse de las urnas. Así se lo explicó Imeleuq a Cristal, Kevin y Taynaq.
_Casi lo mismo – contestó el príncipe –. Ya nos dimos cuenta que no hay maldad dentro tuyo, y seguro que tampoco en tus hermanos. Y creo que la única razón por la que aceptarte la tares de defender este lugar fue porque creíste que era lo único para lo que estabas preparado;: para eso te crearon los ilios.
_Pero siempre hay otro camino – aportó Kevin –. y en Del Sol los tuyos y vos lo van a poder encontrar.
_Entonces, vamos. Acá ya no tenemos nada que hacer.
_Hecho., coincidió Cristal.

Lanzó un agudo silbido para captar la atención de Marina, y cuando esta estuvo en el suelo con ellos, los cinco emprendieron la camnat5a hacia la puerta espacial, concediéndole a Imeleuq la posibilidad de ser quien llevara la urna. “Un gran gesto de confianza”, les agradeció, dejando atrás la cordillera.



FIN




--- CLAUDIO ---

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