Cuatro
individuos de la raza feérica, dos hombres y dos mujeres, pusieron sus pies en
Reikuvia, uno de los diez continentes, específicamente en una región llamada
Yoine. Adelante, a poco más de un kilómetro de donde estaban ahora, se
encontraba su destino. Un extenso cordón montañoso del mismo nombre que la
región, y en el ese laberíntico entramado de túneles y corredores de
novecientos kilómetros que en ancestrales tiempos fueran la morada para cientos
de ornímodos, y que más tarde fuera elegida por los ilios para ocultar uno de
sus bienes más valiosos e importantes, al considerarlo como recóndito,
protegido por su propio entorno y, a causa de eso, de difícil acceso: la urna
que contenía los atributos de mando, concretamente joyas y piedras preciosas,
de los primeros líderes ilios de las especies originales. "Y bien... Qué
hacemos ahora?", dijo uno de los hombres del grupo, el príncipe Taynaq, en
quien se notaba la preocupación, no por el sino por su compañera y la vida que
se estaba empezando a gestar en el vientre de esta. "Empecemos por lo
básico, mirar este mapa", propuso
Kevin, el Cuidador de la Casa de la Magia, y desplegó una lámina en el suelo,
alrededor de la cual se reunieron ambos y las mujeres. No era esa una
representación gráfica actualizada, sino más bien lo contrario, del entran,
pues tenía más de novecientos años, pero era lo mejor de que disponía este
grupo para conocer el lugar en el que se estaban por internar. La lámina
mostraba solamente líneas oscuras a lo largo de una franja de quinientos
kilómetros, con desvíos, entronques y bifurcaciones, con muy pocas indicaciones
respecto de la función que dieran los ornímodos primero y los ilios después.
"Simplemente, allí están los corredores", corroboró Cristal,
intentando, sin éxito, buscar algún detalle que sus congéneres y ella
estuvieran pasando por alto. "Que lo que no indiquen la ubicación de las
trampas caza bobos", lamentó Marina con una sonrisa irónica, estando
concentrada al mismo tiempo en el entorno, pues nunca dejaría de estar latente
la posibilidad de que los ilios estuvieran allí vigilando, y también sus
monstruos, para dar protección adicional al entramado. "Que bien que nadie
nos observa, algo a nuestro favor", se alegró el príncipe, concentrado en
los accesos a la red, un total de cinco, y uno de ellos era el que tenían a mil
metros delante suyo. Entonces se empezaron a plantear la posibilidad de marchar
juntos, sabiendo que con eso tendrían mejores y mayores posibilidades de
sortear cualquier peligro que pudieran encontrar, o hacerlo por separado,
porque de esa manera podrían cubrir una mayor superficie en menos tiempo.
"Todos juntos", corearon al unísono, entendiendo que tenían en esa
fortaleza, la del trabajo en equipo, su principal ventaja. Pero antes de emprender
el viaje debían continuar mirando ese mapa, entrando, metafóricamente hablando,
en la mente de los ilios, intentando con eso deducir cuáles habrían sido los
lugares indicados, los más oportunos, para instalar las trampas. "Los
desvíos y entronques, desde luego", apostó Kevin, señalando uno de ellos,
el más cercano al acceso por el que pensaban entrar. "No sería demasiado
obvio?", discrepó Cristal, inclinándose por el polo opuesto, los túneles
más simples. Al mismo tiempo, los cuatro reconocieron que debían decidirse lo
más pronto posible, pues con cada segundo que estuvieran allí los ilios seguían
teniendo oportunidades de llevar a cabo sus malévolos planes. "Para
hacerla corta, no perdamos tiempo", resumió Marina, trazando una ruta con
el índice derecho. "Es cierto" - convalidó su colega de la Casa de la
Magia -, "no sabemos en qué lugar se encuentra exactamente la urna".
"Ahí es cuando volvemos al mismo planteo que con la ubicación de las
trampas caza bobos", dijo Taynaq, tratando de decidirse entre lo más obvio
y aquello que fuera el polo opuesto, lo último que se les ocurriría pensar. Al
final, sabiendo que de todas maneras estarían expuestos al peligro, decidieron
que buscarían esas respuestas a medida que fueran recorriendo los túneles, pues
los habría desde el mismo instante en que cruzaran el umbral. Empezaron a
caminar, después de guardar la lámina y transformarse los cuatro en Selectos,
porque estaban determinados a no correr riesgos, o que estos fueran mínimos,
convencidos de que quizás fueran ellos quienes tuvieran la tarea más compleja,
a consecuencia de, justamente, esa intrincada red bajo y sobre la superficie.
"Ellos están de vacaciones", comparó Kevin, el primero en entrar.
Akmi
y Lina, los Cuidadores de la SeNu y la PeNu, estaban (estarían) en este momento
en un antiquísimos cementerio ilio en Bagme, la región compartida por cinco de
los países de Lunaris; Qumi, Zümsar y Atilio - "Seguro que Iris se les va
a unir", apostaron Marina y Kevin antes de dejar Plaza Central - en
Iluria, en un punto en particular en el que no tendrían un obstáculo mayor que
ese lago al que apuntaran las coordenadas geográficas b y Eduardo, Isabel,
Lidia y Lara estarían en una aldea ilia en Mibiroq. Todos tenían la ventaja de
la inexistencia de restricciones a sus movimientos y habilidades, al tener que
actuar y moverse en grandes espacios abiertos, y estaban libres de esa
preocupación que para Kevin, Cristal, Marina y el príncipe Taynaq era la falta
del suficiente aire, a medida que fueran internándose en el entramado, lo que
sería potencialmente perjudicial, y esto era para los cuatro otra razón para no
demorarse allí. Examinando mapas,
ilustraciones varias e información complementaria, conocieron que esos túneles,
que fueran excavados en su momento por los ornímodos, no tenían dimensiones
superficie a los cuatro metros, lo suficiente como para que los individuos
machos más altos pudieran moverse completamente erguidos. Tampoco sería un problema para estos cuatro
seres feéricos, al menos no lo sería en circunstancias normales, y estaba claro
que esta no era una de esas. Desde que empezaran con la planificación de su
viaje, asesorados por algunos de los mejores expertos, advirtieron que las
dimensiones que habrían de mantenerse constantes en Yoine serían la
imposibilidad de conocer la ubicación exacta de las trampas caza bobos, como
así también su sofisticación y su número, el hecho de ignorar si habría ilios
patrullando los corredores, o, peor, si estos los estuvieran observando,
esperando a que hicieran su ingreso para dinamitar todos los accesos (la falta
de oxígeno eventualmente mataría a las hadas, si no lo hacían los posibles
derrumbes en los túneles) y si podrían soportarlo ese previsto y prolongado
período allí, en condiciones insalubres. Además, este grupo en particular tenía
una preocupación, la cual convertía a su caso en algo particularmente
alarmante. "Nosotras", había contestó Cristal, sentada junto a la
colega de su marido. Las dos estaban embarazadas (la hermana de Isabel por
segunda vez), y eso haría que tanto ellas como sus compañeros tuvieran que
extremar todas las precauciones y moverse con el tema dando vueltas en su
mente. En su caso, Marina estaba trayendo al mundo a un nuevo miembro de la
familia real ucemita, ella misma lo era; se trataba de un caso llamativo
principalmente por eso, pero también porque al sellar su compromiso
establecieron algo que nunca antes había pasado en ningún lugar del mundo: su
relación era la primera entre un integrante de la realeza y una
"plebeya" en que el primero era gobernante o superior al mismo tiempo
que subalterno, había empezado a serlo desde el mismo instante en que prestara
juramento para convertirse en el segundo al mando del Santuario del Viento.
Kevin era el Cuidador de la Casa de la Magia y Cristal su compañera formal y
segunda en uno de los lugares más importantes del planeta. El artesano-escultor
era uno de los dos descendientes vivos de Ukeho, el hada de fuego que fuera en
su momento una de las fundadoras del lugar grandioso, mientras que el otro era
Akmolu, su hijo, nacido el dos de Octubre del año pasado - este estaba al mejor
cuidado y resguardo, ajeno a todos los peligros que estaban corriendo sus
padres, en la Casa de la Magia -, y habría uno más, quizás para cuando Akmolu
hubiera cumplido su primer año de vida.
Era por esto que los dos hombres aún manifestaban cierta reticencia a
que sus compañeras se arriesgaran de esta manera. Entendían que Marina era una
parte esencial de este viaje y que por eso era una obligación que estuviera
presente, y que Cristal quisiera acompañar a su marido, porque también era una
obligación, pero Kevin y Taynaq hubieran preferido que las dos se quedaran en
el exterior, patrullando la zona en vuelo bajo, o algo que no fuera más
peligroso que eso, y no internarse en esa red tan extensa. Ahora, habiendo
entrado, esos temores, sin posibilidad de equivocarse, se habían asentado en
los dos.
"Somos
un equipo" - había dicho la Cuidadora del Tep-Wo, para justificar su
intervención, y la de Cristal -, "y, lo que es definitivamente más importante
que eso, somos amigos". "Y no nos vamos a quedar tranquilas sabiendo
que ustedes corren el peligro", añadió la hermana de Isabel -.
"Conocemos los riesgos y los aceptamos... y dejen de preocupación, porque
los cuatro vamos a volver a Del Sol en unas pocas horas". Eso, en el
fondo, no había tranquilizado a los hombres, sino más bien lo contrario, porque
confirmaron que sus mujeres estaban entrando al entramado a sabiendas de los
peligros que hallarían. Al mismo tiempo, no podían evitar estar orgullosos de
la valentía que demostraban las dos, al haber aceptado este y cada uno de los
desafíos que se les presentaran desde el momento en que una de ellas, Marina,
contribuyera a la captura de aquellos ilios en las aduanas del centro
neurálgico de la capital insular. "Es nuestro deber", dijo la
Cuidadora del Tep-Wo, consciente de que había sido a causa de su obra que todos
los seres elementales estaban en guerra. Fue por eso que se convirtió en una
persona tan querida en la sociedad, lo mismo que la antigua jefa del MEU,
porque los individuos de todas las especies, en particular las hadas, llevaban
milenios, desde el fin mismo de la Guerra de los Veintiocho, esperando el
advenimiento de un evento como este, que los ilios fueran un paso en falso. Y
eso finalmente había pasado, en el último tercio del cuarto día de este mes,
instante fijado después como el inicio oficial de la guerra. Los Cuidadores y
sus respectivas compañías del sexo opuesto caminaba ahora por uno de los
corredores, bastante desgastado este como consecuencia de los cambios naturales
(la evolución geológica del lugar)y la falta de mantenimiento, atentas las
cuatro hadas s cualquier cosa que juzgaran como anormal y fuera de lugar, con
cada uno de sus sentidos en alerta máxima, sobre todo el oído y la vista.
Sabían que de un momento a otro empezarían a toparse con las trampas caza bobos
y otras defensas que instalaran los ilios para proteger ese valioso contenido.
"Y recién estamos empezando...", ironizó Kevin, recurrir al elemento
luz para alumbrar el camino, pues sabía, y los demás también, que podría no
resultar suficiente con la luminosidad que desprendían los cuatro estando con
su condición de Selectos. "Soy solo yo quien piensa que eso de las trampas
y otras defensas va a ser solo el problema menor?", planteó Marina,
plenamente consciente de que los ilios no esconderían la urna a simple vista, y
tampoco en el último lugar en el que repararía cualquiera que quisiera
apoderarse de ella. La Cuidadora del Tep-Wo adujo que habría grandes posibilidades
de que el tiempo que les demandara encontrarla sería al menos cinco veces mayor
al que les tomaría eludir y nulificar cada una de las trampas, y eso sin contar
que estas, a diferencia de las que hubo en los templos antiguos, no estarían
señalizadas. "Mirale el lado positivo... porque si lo tiene" -
propuso su compañero -, "eso va a poner a trabajar nuestras mentes y las
va a desarrollar". "Porque vamos a tener que calcular, estimar,
deducir y sacar conclusiones", tradujo Cristal, llegando al punto en que
ese túnel se bifurcaba. Un tramo seguía el recorrido en línea recta, mientras
que el otro doblaba hacia la derecha y parecía, por su leve inclino, ser uno de
los que iba al tramo subterráneo del complejo. Tomaron por este último, siempre
convencidos de moverse constantemente en grupo ("Va a ser lo mejor",
decidieron y concluyeron), para maximizar sus posibilidades de éxito y, como
dijera Marina entre risas, de sobrevivir.
Estando ya encaminados, prefirieron ignorar aquel lejano sonido
proveniente desde mucho más allá del punto hasta el que llegaba su vista,
porque por lejos les pareció que era la máxima de sus prioridades salvarse de
las trampas, puntualmente de esta, la primera, en la que cayeran
accidentalmente. Uno de los cuatro había dado un paso hacia adelante y puesto
el pie en el dispositivo que puso en funcionamiento uno de los malévolos trucos
instalados por los ilios. "Antiguo y conocido... y letal", advirtió
Taynaq, a medida que el espacio en que los cuatro quedaban aislados por un
derrumbes a ambos lados y los muros laterales amenazaban (y prometían) con
aplastarlos. "Alguien tiene una idea?", preguntó Kevin, cuya reacción
inmediatamente e instintiva fue apoyar ambas manos con fuerza contra uno de
esos muros. "O pedir nuestro último deseo?" - llamó Marina -...
"tampoco estaría mal". "Romper el bloqueo", quiso Cristal,
tomando el bastón de su marido (los segundos al mando también podían usarlos),
transformándolo en arma y, con el símbolo de la magia en uno de los extremos,
golpeando fuerte y repetidamente el lado por el que iban a continuar caminando.
En ese momento en que (de verdad) empezaban a alarmarse, oyeron de nuevo el
sonido, solo que esta vez al otro lado de donde colapsara esa parte del techo.
"Encontré
esto antes" - dijo una voz masculina -, ..."mal para ustedes".
A
fuerza de apenas cuatro golpes, un hombre alto y musculoso destruyó el bloqueo
y con eso abierto el paso hasta los cuatro individuos feéricos, anulando con
esa acción la trampa caza bobos, volviendo entonces las paredes a su posición
inicial. El hombre tenía una altura que podría fácilmente rondar los dos
metros, era calvo, usaba barba candado y desprendían un aura azul claro y esto,
sumado a las alas en su espalda, les mostró a Kevin, Cristal, Marina y Taynaq
que se trataba de un hada, aunque algo en su postura, semblante y la expresión
facial les hizo saber que podría no tratarse de una persona amistosa.
El
instinto les indicó a los cuatro que debían prepararse para un enfrentamiento,
pero el desconocido negó esa posibilidad moviendo la cabeza de lado a lado,
sonriendo y diciendo que la idea de pelear allí era no menos que pésima, pues
corrían el riesgo de ser aplastados por un derrumbe provocado incluso por una
descarga mínima. Lo peor era, advirtieron que sostenía la urna con una mano, y
estaba claro que no se las daría únicamente porque se lo pidieran. "Antes
tienen que probar que valen, y que se la merecen" - dijo el hombre -.
"Vamos afuera. Si logran vencerme, la urna es suya. Hasta ese
momento...", y con su habilidad hizo que el valioso objeto desapareciera
de la vista, lo había llevado a algún punto del entramado y para los
Cuidadores, la hermana de Isabel y el príncipe era imposible conocer el destino
exacto, y estaba claro que no obtendrían esa información. "Qué significa todo
esto?", llamó Kevin, a lo que el extraño le dijo que había sido creado
para impedir que se sustrajera una urna que estaba oculta en las cuevas de
Yoine, y ese era su único objetivo en la vida. "Entonces... Por qué los
míos y yo tenemos la oportunidad de tomarla?", quiso saber Cristal, a lo
que el hombre le contestó, y a todos, que no sentía simpatía alguna por los
ilios, sus creadores, porque al conferir estos la capacidad de pensar y sentir
por sí mismos, había concluido que la visión del mundo que tenían esos seres
era espantosa, incorrecta y francamente repugnante, y que la única razón por la
que había aceptado trabajar para ellos era porque sentía que no serviría para
otra cosa más que esa tarea de protección. "Ni siquiera les di mi palabra,
y tampoco los míos" - complementó el hombre, que dijo llamarse Imeleuq -,
"... de hecho tenemos pensado reunirnos allí, destruir el lugar y matarlos
a todos. No nos gustó como nos trataron". Y estuvo alrededor de un minuto
despotricando contra los ilios por el trato que estos brindaran a sus
creaciones, y lo habría seguido de no ser porque Marina le había preguntado qué
había querido decir exactamente con aquello de "los míos". Imeleuq le
contestó que, además de él, los ilios habían dado vida a otros tres individuos,
uno del sexo masculino y dos del femenino, con sus mismos rasgos y
características fisonómicas e idénticos poderes y habilidades, además de dotar
a cada uno con un atributo particular. Jule, una mujer que tenía el dominio
sobre los cinco elementos principales de la naturaleza, a quien ordenaron ir a
Bagme, a proteger la urna con los restos óseos; Taknu, con el dominio y la
capacidad para controlar a voluntad los tres estados de la materia, recibió la
orden de proteger los bastones que se hallaban en Iluria; y Dalia, quien se
había definido a si misma desde el principio como un hada de la oscuridad, lo
cual causó una irritación extrema en los ilios (lo último que estos deseaban
era que sus mejores y más poderosas creaciones se consideraran como seres feéricos),
la encargada de proteger otra urna, , esta con las armas, en Lome. A los cuatro
les habían dado el azul como el color para su aura, porque ese era el
dominantes en el lugar en que fueran cerrados, aunque con diferentes
tonalidades (eléctrico Jule, marino Taknu, oscuro Dalia y claro Imeleuq) y
conferido un atributo, habilidades y capacidades de tal magnitud que
tranquilamente podrían rivalizar hasta con los enemigos más poderosos. "O
sea, los Cuidadores y nosotros", tradujo el príncipe Taynaq, advirtiendo
lo que habrían pensado (y temido) los ilios, que las hadas más fuertes y mejor
preparadas intentaron apoderarse de las urnas. Quizás sin saberlo ni notarlo,
el y los demás estaban saliendo del entramado, y el defensor, que cerraba la
marcha, había sido fiel a su palabra de no atacarlos por la espalda
aprovechando esa desventaja. El, dijo, prefería un enfrentamiento limpio.
"Tiene
códigos".
La
batalla empezó no bien Cristal, Kevin, Marina, Taynaq e Imeleuq se situaron a
más de un kilómetro de la cordillera, en un espacio suficientemente despejado
en el que no tendrían dificultades para hacer las pruebas y demostraciones de
sus técnicas y habilidades, y a las hadas no les demandó esfuerzos ni trabajos,
ni tampoco tiempo, saber hasta qué punto Imeleuq era poderoso y resistente.
"Parece que por fin los ilios consiguieron crear al guerrero
perfecto", observó el Cuidador de la Casa de la Magia, después de ver como
el hombre detenía con las palmas esos descomunales rayos que le lanzaran sus
oponentes con sus energías al máximo. Se miraron entre ellos asombrados, a lo
que Imeleuq reaccionó diciendo "No dije que iba a ser fácil". Y
entonces fue su turno para atacar,o hizo arremetiendo a gran velocidad contra
los cuatro oponentes, que apenas tuvieron tiempo para esquivarlo, por lo que el
guerrero - un hada. El cuartetos se enfrentaba a la dificultad moral de tener
que pelear con uno de los suyos - recurrió a su habilidad para transformarse,
lo cual incrementó sus capacidades y, por supuesto, su velocidad. "Un
toro?", se impresionó Kevin, quien ante la embestida tan súbita no tuvo
tiempo para hacer otra cosa que frenar al animal tomándolo por los cuernos y
subiéndose a su lomo cuando intentara tumbarlo. "Rodeo?... mala
decisión", fijo Imeleuq, sacudiéndose violentamente, llevando finalmente a
Kevin al suelo y arrollándolo, tras lo que el Cuidador se incorporó con
dificultades. "Eso dolió", se quejó, al tiempo que decidía esperar a
que los dolores físicos desaparecieran y reanudaba sus intentos, esta vez sumando
de su compañera, Marina y el príncipe ucemita. Los cuatro se transformaron y en
menos de un parpadea el toro estuvo enfrentando a una anaconda real, que
intentaba aplicar la constricción y morderlo con sus filosos colmillos, a un
tigre blanco, que buscaba asestarle varios zarpazos en la cara tanto como en el
cuerpo, a un ser compuesto por materia vegetal que intentaba tumbarlo a base de
latigazos y a una cigüeña, que desde el aire buscaba arañarlo con las garras y
causarle heridas punzantes con su pico. Kevin, Taynaq y Marina aprovecharon la
oportunidad que les brindara Cristal, al enlazar al rival y mantenerlo
fuertemente presionado en el suelo. "Vamos... No creerán que eso es
suficiente, o si?", se burló Imeleuq, desatándose y haciendo que la
segunda al mando de la Casa de la Magia tuviera que "crear" una pared
con esos látigos, para protegerse de los rayos que lanzaran los otros tres
(fuego amigo). El guerrero les había pedí que lucharan con todas sus fuerzas y
olvidaran que se trataba para todos los fines (fisiológico, moral, filosófico,
biológico...) de otro ser feérico, preparándose para ejecutar una nueva
técnica, la de la forma de. Al instante surgió un monstruo no muy alto, tal vez
de un metro setenta, pero que compensaba esa falta con su voluminoso cuerpo y,
por consiguiente, su gran peso. "Vamos a ver si su suerte se termina
ahora", decidió, y arremetió contra los atacantes, sus congéneres,
demostrando que ni el peso ni el volumen eran obstáculos para que adquiriera
una asombrosa velocidad e igual maniobrabilidad. A su pesar, sus contrincantes,
mientras lanzaban unas cuantas descargas, tanto para distraer al monstruo como
para golpearlo, descubrieron, o advirtieron que no disponían de otro recurso
que no fuera ese. Tendrían que dejar a un lado esas trabas y problemas y atacar
con todo si querían derrotarlo, o, lo que era lo mismo, recuperar la urna con
los bienes materiales de los primeros líderes ilios. "Cerremos los ojos y
adelante", quiso Kevin, aplicando también la forma combinada y abalanzándose
contra el oponente, lanzando escupitajos hacia este, un veneno no letal para
desorientar y causar una ceguera temporal a la víctima, para cubrir su llegada.
Imeleuq pudo repeler su ataque moviendo sus manos velozmente, ignorando que
había sido esa una táctica distractora de Kevin, y cuando lo había advertido
era tarde, porque recibió un fuerte golpe en la mejilla derecha que lo hizo
tambalearse, situación que fue aprovechada por las mujeres para arrojarse
contra el, golpeándolo con ambos pies en la boca del Río, y Taynaq, quien cayó
sobre el, presionándolo contra el suelo y obligándolo a que reasumiera su forma
natural, el toro, para liberarse e incorporar, preparándose entonces para hacer
uso de ese atributo que le otorgaran los ilios.
La
plena dominación de la invisibilidad.
Esta
cualidad, como pronto advirtieron las hadas, le daba toda la ventaja a Imeleuq,
ya que a este lo convertían en un ser que no solo al que no podían ver, sino
tampoco advertir ni escuchar, porque el oponente había hecho desaparecer también
todo rastro de su "woga", la energía vital que emanaban los seres
feéricos y elementales, y el sonido que producían sus pasos, respiración y
cualquiera de sus movimientos. "Podría estar justo delante nuestro y no lo
sabríamos", reconoció Marina, intentando deducir qué movimientos haría su
enemigo y desde dónde, pero le era imposible. "Esperemos que sea
predecible y que siga patrones", confío Kevin, y tanto ellos como Cristal
y el príncipe Taynaq se pusieron espalda con espalda, para cubrirse mutuamente...
pero tuvieron la imprudencia de no cerrar filas, y dejaron que su enemigo
quedara entre ellos, y este los atacó casi al mismo tiempo. Apenas por una
fracción de segundo su woga estuvo expuesta, al lanzar esas cuatro descargas,
las cuales dieron de lleno en las hadas y las enviaron a varios metros de
distancia. "Tienen que concentrarse ustedes dos" - dijo, dirigiéndose
a los Cuidadores. Su voz parecía provenir de ningún lado y de todos al mismo
tiempo -. "Leyeron lo que se escribió sobre los líderes de los lugares
más?". Y Marina y Kevin remitieron la memoria a los textos y registros que
leyeran acerca de las cosas que pudieron hacer los Cuidadores, y una de ellas
era la extraordinaria capacidad de detectar a un individuo que estuviera
aplicando una de las técnicas más asombrosas e inusuales de todas, la
invisibilidad completa (su rastro, cualquier sonido y la woga), y este atributo
era en si uno de los más extraños y atípicos, pues el registro apenas reportaba
mil cien hadas de la invisibilidad nacidas desde el Primer Encuentro. La clave
para detectar a estos seres feéricos consistía en concentrarse y enfocar cada
uno de sus sentidos en el individuo que querían encontrar, partiendo desde el
lugar en que lo vieran y sintieran por última vez. Era algo extremadamente
complejo y complicado, ya que era absolutamente necesario estar compenetrado
cien por ciento en ese pensamiento, vaciando la mente de todo lo demás.
"Vamos a intentarlo", dijeron los Cuidadores al unísono, mirándose
entre sí y dándose la mano para sellar el compromiso. No deberían dedicarse a
nada más, lo que parecía imposible, considerando todos los factores
(embarazadas las mujeres del grupo, el dilema de tener que pelear contra un
hada y eventualmente eliminarla, la urgencia por recuperar la urna, la guerra
como un todo, la suerte que podrían estar corriendo los suyos en Bagme, Iluria
y Lome), pero lo intentarían. Darían su mejor esfuerzo. Entre tanto, Imeleuq
ponis en aprietos a Cristal y Taynaq, obligándolos a permanecer constantemente
espalda con espalda para protegerse de cualquiera súbita aparición de descargas
desde una dirección que no conocían ni podían advertir. "Hacemos lo
clásico?", propuso el segundo al mando del Santuario del Viento,
refiriéndose a lanzar una sucesión de descargas a tontas y a locas, confiando
en que por lo menos una diera en el blanco, lo que anularía automáticamente la
técnica que estaba usando su rival. No importa a que no pudieran ver, sentir ni
detectarlo, si un rayo llegaba siquiera a rozarlo, Imeleuq volvería a la
normalidad y la batalla quedaría nuevamente pareja. "Es demasiado
riesgoso" - consideró Cristal, y mirando a su marido y su amiga, apartados
de la escena, inquirió -. "Qué hay de ellos?". Kevin y Marina se
habían situado en el umbral por el que entraran al entramado, sabiendo que,
ahora que no estaban cerca de la zona donde se desarrollaba la batalla (tampoco
lejos), el enemigo dedicaría sus esfuerzos y tiempo a los otros dos
combatientes. Sabían que no estaría muy apartado de ellos y usaron eso como referencia,
al igual que el último lugar en el que lo sintieran. Descubrieron que había, en
efecto, estado formando un patrón con respecto a sus movimientos, siempre
círculos a una distancia prudencial de sus atacantes, ya fueran cuatro o dos -
no podían detenerse a pensar, ni siquiera por una ínfima fracción de segundo,
en que hubieran de lograr esa absoluta concentración -, quizás buscando
mantenerlos juntos en un área reducida para luego derrotarlos sin mayores
dificultades. Ahora podían sentir
caminando a paso normal rodeando a Taynaq y Cristal, quienes seguían debatiendo
si seguir o no con la propuesta del príncipe ucemita.
Podían
sentirlo y verlo aunque no estuviera visible.
Para
cuándo eso finalmente ocurrió, el defensor de Yoine estuvo tan concentrado en
decidir cómo podía derrotar a estos dos oponentes sin la necesidad de
eliminarlos, porque no quería ni deseaba tal cosa (Cristal por ser mujer y
además porque estaba en la dulce espera y Taynaq porque era un miembro de la
familia real ucemita), que no vio como un par de potentes descargar, una rojo
sangre y la otra blanca, emergieron desde uno de los accesos a las cuevas
produciendo un cierto estrépito o impactaban de lleno en el cuerpo, antes que
hubiera podido hacer otra cosa más allá de abrir los ojos de par en par,
impresionado por lo que pudieron hacer los Cuidadores. Incapaz de repeler el
descomunal ataque, fue enviado varias decenas de metros y terminó extraviándose
en la inmensidad. “¡Lo conseguimos!”, se emocionaron, yendo al encuentro de sus
congéneres, quienes los felicitaron por ese nuevo logro, pero no tuvieron mucho
tiempo para alegrarse, porque recordaron que todavía debían hallar la urna, y
esta seguía oculta en el entramado, cuando oyeron un rumor que los hizo
detenerse en seco, al comprender que sus dificultades no habían terminado. Al
darse vuelta, vieron aparecer a una docena de ilios armados hasta los dientes y
escoltados por cinco decenas de esos nuevos monstruos (las hadas, al final, descubrieron
que la falta de fuerza y resistencia se compensaba con lo sencilla que era la
producción, y, a consecuencia de esto, la producción en masa) y un minhu. “Esta
vez nos toca a nosotros”, decidió el príncipe, preparándose para acribillar a
los monstruos e ilios con una sucesión de descargas, algo que Cristal
complementó pidiendo “Vayan a los túneles y recuperen la urna”. Y ambos
atacaron, permitiendo que Kevin y Marina se colaran por l deteriorado corredor
y derribando a uno de los monstruos, provocando una explosión que hizo
tambalear a los demás y a los ilios. El segundo al mando del Tep-Wo concluyó
que, luego de haberle hecho frente a un individuo como Imeleuq, tan resistente
y poderoso, estos no representarían un reto para el ni tampoco para Cristal, a
menos, y esta era su preocupación, su temor, que los enemigos buscaran concentrarse
en ella, estando al tanto de su condición. “Mucho cuidado” – le advirtió –, “podrían
venir por vos”. “Marina y yo vinimos acá conociendo los riesgos, no te
preocupes”, le contestó Cristal, con un descomunal rayo reduciendo a escombros
a otro de los monstruos y carbonizando a tres de los ilios. Y se consolidó otra
batalla. Los monstruos restantes
lanzando furibundos golpes con ambos puños, y los ilios lanzando una atrás de
otra varias flechas y lanzas, ante lo cual las hadas, observándose mutuamente,
no pudieron evitar esforzar amplias sonrisas. ¿Cómo pretendían esos seres
eliminarlos, herirlos al menos, con armas cortantes s habían salido airosos de
luchas contra los mint-hu, enemigos definitivamente más poderosos, en el
Santuario del Viento, la Casa de la Magia, las instalaciones del CSP y varios
enfrentamientos más contra esos y los otros monstruos. En segundos, entre ambos
redujeron catastróficamente la cantidad de estos, hasta que uno solo en pie,
maltrecho, y la cifra de ilios se redujo a la tercera parte, de nueve a tres, y
las hadas apenas tuvieron que hacer un esfuerzo mínimo, considerando que no les
habría de demandar más de dos o tres minutos enviar al otro mundo a ese
cuarteto re enemigos que quedaban. “Vamos por ellos”, dijo Cristal, y en el
momento en que se disponían a lanzar una descarga cada uno, detectaron una luz
brillante en las alturas, y al enfocar la vista en ese punto advirtieron que se
trataba de Imeleuq, el que puso los pies en el suelo tan repentina, brusca y
violentamente que envió una cantidad de energía cinética que todos allí tambalearon
y cayeron al suelo, incorporándose con más dificultades que los demás. El defensor
de Yoine estaba herido, y no se trataba de daños sin importancia, pues estaban
visibles las quemaduras en los brazos y la cara, y la forma en que se movía fue
un indicativo de que tenía al menos una o dos fracturas y otras lesiones
internas. Aun así, estaba en condiciones de seguir la batalla, pero por la cara
de alarma que pusieran los ilios al verlo, algo les hizo temer como nunca por
sus vidas, y ellos y las hadas se preguntaron:
¿De
lado de quién estaría en verdad Imeleuq?.
Y
la respuesta se hizo más evidente no bien hizo el primer movimiento. Su blanco
fue el monstruo minhu, al que asestó un golpe en el pecho, tan fuerte que
traspasó la gruesa estructura como si fuera papel, provocando una reacción que
se extendió a todo el cuerpo, reduciendo a escombros al monstruo. Los peores
temores de los ilios se hicieron realidad, y fue cuando tuvieron a un toro furioso
persiguiéndolos que reconocieron el error de haber conferido a este ente (y a
los otros tres, con lo que el temor se transformó en terror) una mente y
conciencia propias. Aterrorizados, intentaron detenerlo recurriendo a todo el
arsenal de que disponían, pero ni las lanzas, flechas, puñales u otras armas
pudieron penetrar su piel, y el toro no solo los embistió con toda su
brusquedad, sino que atravesó a dos de ellos con sus cuernos y arrollando al
restante. Eso había sido todo para los últimos ilios, quienes, por lo poco que escucharon
y entendieron Taynaq y Cristal, estuvieron allí para asegurarse que la urna
continuara en su lugar tanto como Imeleuq, al que confiaran uno de sus más
valiosos e importantes tesoros. El guerrero recuperó su forma feérica y
enfrentó a los dos en el otro lado, a quienes les dijo, con la voz algo débil –
los rayos de Kevin y Marina fueron devastadores –, pero decidida, que fueron
ambos Cuidadores quienes lograron derrotarlo, no ellos. “Siguen ustedes”,
concluyó. Usó entonces una variante de su técnica de la invisibilidad, y lanzó
una descarga de bajo poder, para demostrarles de qué se trataba, contra los
restos de los monstruos, que se redujeron a unos pocos fragmentos. Esta vez,
fue la descarga la que quedó indetectable, al haber hecho Imeleuq que
desapareciera todo rastro de ella (el sonido, la magnitud…) y recién supieron
lo que había hecho cuando vieron que los restos saltaban por el aire. “¿Cómo lo
hiciste?”, le preguntó Cristal, no por temor, sino por curiosidad, a lo que el
oponente le contestó, y de paso al príncipe Taynaq, que eso era parte de su
arsenal, y que cualquiera, incluso ellos, podrían aprender esa técnica. Era una
forma de lanzar rayos sin la necesidad de usar las manos, aunque únicamente los
individuos con el don o atributo de Imeleuq – la invisibilidad – podían lograr
que las descargas fueran indetectables. "¡Así es como se hace!”, exclamó,
con los de brazos a los lados del cuerpo, convencido de la infalibilidad de la
técnica, porque no lanzaría un rayo directo, que no reparó en que los blancos
tenían todos sus sentidos en alerta, listos para alertarse y ayudarse
mutuamente. “¡Cristal… arriba!”, gritó Taynaq, y los dos alzaron sus manos,
estirando los brazos todo cuanto pudieron, deteniendo el rayo de Imeleuq,
dominándolo y haciendo que se dirigiera a su fuente, reacción ante la cual el oponente
aplicó sobre si mismo la invisibilidad total, el tiempo suficiente como para
que el rayo, que el mismo creara, siguiera de largo y acabara por reducir a
polvo una importante área, cercana al acceso. Los tres concluyeron la acción
agitados. “¿Cómo… cómo supiste la dirección?”, quiso saber Imeleuq, no sin
asombro, a lo que el príncipe ucemita contestó “No lo supe, solo adiviné”, y
Cristal añadió “Fue suerte; y ahora es nuestro turno”. Accedieron ambos a sus
formas naturales y se echaron a la carrera contra Imeleuq, quien recurrió a la
misma técnica y contestó de igual manera. Como era de esperarse, se produjo el
choque y los tres terminaron en el suelo, adoloridos y despotricando contra la
otra parte (Cristal se horrorizó por los improperios que oyera), incorporándose
lentamente y admitiendo que había sido ese un golpe demasiado fuerte. Las
garras de las patas delanteras del tigre blanco, los veloces e impredecibles
látigos del monstruo vegetal y los cuernos del toro fueron los responsables de
esas heridas que ahora tenían a mal traer a los tres. Los ojos entrecerrados y
arañazos en Imeleuq, una herida punzante en Cristal, en su mano derecha, cuando
intentara protegerse, y un corte mucho más evidente en el costado izquierdo del
vientre del príncipe parecieron ser el suficiente daño como para que ambas
partes decidieran dar un paso al costado y hacer un alto para recuperarse de la
conmoción. Por cómo estaban las cosas ahora, no habría vencedores ni vencidos,
y la lucha podría prolongarse por más tiempo del deseado.
O
no, si de pronto aparecían los Cuidadores… y con la urna.
_¡la
encontramos!”, prorrumpió el Cuidador de la Casa de la magia, alzando los
brazos y exhibiendo el premio.
_En
el lugar en que estuvimos a punto de morir aplastados., agregó Marina, pisando
con dificultad.
Esta
vez había sido la mujer quien le salvara la vida a un hombre, al interponerse
la prometida del príncipe entre su colega y la flecha que saliera desde un muro
lateral. “Una trampa caza bobos”, dijo.
_¿La
hallaron, eh?. Bueno, no parecen impresionados., reconoció Imeleuq, y acto
seguido sus rodillas se flexionaron.
…
y cayó al suelo, golpeándose fuertemente la cabeza, perdiendo el conocimiento.
_Hay
que salvarlo – decidió Cristal, que una vez más pondría a prueba su erudición
en medicina –. El cilindro., pidió a su marido.
Y
Kevin le dio el objeto, dentro del cual estaba esa reducida cantidad de
elementos y suministros con que salieran de Plaza Central. Eran para primeros
auxilios, pero Cristal confiaba en que resultaran suficientes. “Y además es de
los nuestros” – dijo Taynaq –, “un hada”. Entre los dos, los hombres pusieron
boca arriba a Imeleuq, y pudieron así, además, tener una completa visión del daño
que le causaran ambos Cuidadores al atacarlo con todas sus fuerzas y al mismo
tiempo. “Se nos fue la mano”, reconoció Marina, además lamentándolo. “Pero pudo
seguir en pie”, juzgó Kevin, viendo también los alrededores, los ilios muertos
y los restos y preguntando qué había pasado. Era obvio que una sola batalla
contra los enemigos, y que estos no habrían tenido oportunidades, pero querían
conocer los detalles. “Alejémonos un poco”, quiso el príncipe, sabiendo que
Cristal requería de concentración y silencio para hacer su trabajo.
_Querían
asegurarse que estuvieran donde se suponía., informó el príncipe, en referencia
a la urna y su poderoso defensor.
El
valioso objeto en el interior de la cueva e Imeleuq vigilando tanto el exterior
como el interior, habían advertido los Cuidadores, que en el curso de los
siguientes cinco minutos escucharon el reporte completo de Taynaq, que empezó
con el derribo de uno de los monstruos “económicos” (quiso llamarlos as´, ante
la ausencia de un nombre oficial) y concluyó con el sorpresivo regreso de
Imeleuq y la posterior e inmediata eliminación de los enemigos sobrevivientes.
_Agreguemos
este a la lista de errores que
cometieron los ilios – propuso Marina, vendando una herida cortante en la
mejilla izquierda de su marido. No era grave, pero igual estaba preocupada por
eso –. Les dieron el libre albedrío a sus creaciones más poderosas y estas se
les volvieron en contra. Al menos Imeleuq. Decidió cuál lado era el correcto…
¿y quiso hacer enmienda?.
_Yo
diría que si – apostó Kevin –. A propósito, ¿qué vamos a hacer con el?. No es
amigo ni enemigo, y es uno de los nuestros. Es un hada, de acurdo, pero… ¿lo
llevamos a Del Sol?. Creo que es lo mejor. Al menos allí van a saber qué hacer
con el, ¿no creen?.
_Estoy
de acuerdo, dejarlo acá sería ir en contra de nuestros principios, códigos y
valores – coincidió Taynaq, observando. Cristal le administraba un remedio curativo
a Imeleuq –. A propósito, a mmi no me caben dudas sobre de qué lado está, ¿no
les parece?. Primero eliminó a los monstruos e ilios, y después… no sé, me dio
la impresión de que se pus contento al terminar la batalla.
_Y
además, seguro que dejó la urna en el primer lugar n el que Marina y yo nos íbamos
a fijar – dedujo Kevin –. Los dos teníamos que pasar por allí, y lo primero que
vimos fue lo que vinimos a buscar. Diría que estuvo de nuestro lado, mejor
dicho de lado de las hadas en general, desde el principio, quizás desde el
momento en que adquirió conciencia de su existencia.
_¿Desde
que los ilios le dijeran las primeras palabras? – postuló Marina, viendo los
cadáveres, que quedaran unos con otros luego de unos pocos movimientos. Había
usado la telequinesia para juntarlos en el acceso al entramado –. Creo que la
única manera para aclarar todo es preguntarle directamente a Imeleuq. Y si
Cristal logra salvarlo ahora, el misterio va a quedar resuelto antes que
hayamos vuelto a la Ciudad Del Sol.
_en
eso tuvimos suerte., comunicó Taynaq.
Vieron
al guerrero abrir los ojos y ejecutar los primeros y más sencillos movimientos,
mientras la segunda al mando de la Casa de la Magia recuperaba una parte de los
elementos e incineraba los usados (el destino para todos los residuos
biológicos y patológicos) y lo ayudaba a ponerse de pie.
_Te
lo agradezco., correspondió Imeleuq, observándose.
Vio
que aunque las heridas y quemaduras continuaban estando allí ya no le dolían, y
concluyó que Cristal le habría administrado un calmante.
_Las
hadas no abandonamos a los nuestros, y ese es un caso., intervino Marina, antes
de transformarse en una cigüeña y emprender el vuelo.
Una
docena de ilios muertos y los monstruos destruidos.
Eso
podría llamar la atención de más ilios, quienes se preguntarían si no habría
problemas en Yoine. “Necesitamos vigilancia aérea”, les hizo saber la
Cuidadora.
_Y
no es eso solamente – dijo Kevin –. Creo que en el fondo todos sabíamos de qué
lado ibas a estar.
_Y
de ese mismo modo todos los tuyos, ¿no?., inquirió Cristal.
_Si.,
contestó Imeleuq.
Entre
ellos se habían definido como hermanos. Jule, un hada a la que hubieron los
ilios de conferir el dominio absoluto sobre los elementos principales de la
naturaleza (agua, aire, fuego, luz y tierra) y eventualmente su creación;
Taknu, que controlaba los estados de la materia (sólido, líquido y gaseoso)
sobre su persona y sobre otros y cualquier cosa que deseara; y Dalia, cuyo
atributo, la oscuridad, incluía la técnica mortal de transformar el aire en una
zona determinada en un veneno contra el que ningún sr vivo tendría
oportunidades.
_Seguro
se enfrentaron a las mismas situaciones que Taynaq, Cristal, Marina y yo.,
auguró Kevin, pensando en esa posibilidad.
_Tienen
los mismos códigos, valores y principios que yo, así que es cien por ciento
seguro que eso haya pasado, que esté pasando ahora o que vaya a pasar de un
momento a otro – indicó Imeleuq, que preguntó –. ¿Y ahora qué vamos a hacer?,
¿qué suerte vamos a correr mis hermanos y yo?.
_En
Plaza Central los van a tratar como iguales, no les quepan dudas de eso.
Cualquier cosa que necesiten la van a encontrar allí, aun con los peligros que
estamos viviendo – le informó Cristal –. Para empezar, les van a dar un
alojamiento y… la verdad, no puedo decir más, porque el de ustedes es un caso
atípico.
_¿Cómo
el del Cuidador del Templo del Agua?.
Los
ilios le habían dicho unas pocas palabras cerca de esos “enemigos poderosos”
que podrían intentar apoderarse de las urnas. Así se lo explicó Imeleuq a
Cristal, Kevin y Taynaq.
_Casi
lo mismo – contestó el príncipe –. Ya nos dimos cuenta que no hay maldad dentro
tuyo, y seguro que tampoco en tus hermanos. Y creo que la única razón por la
que aceptarte la tares de defender este lugar fue porque creíste que era lo
único para lo que estabas preparado;: para eso te crearon los ilios.
_Pero
siempre hay otro camino – aportó Kevin –. y en Del Sol los tuyos y vos lo van a
poder encontrar.
_Entonces,
vamos. Acá ya no tenemos nada que hacer.
_Hecho.,
coincidió Cristal.
Lanzó
un agudo silbido para captar la atención de Marina, y cuando esta estuvo en el
suelo con ellos, los cinco emprendieron la camnat5a hacia la puerta espacial, concediéndole
a Imeleuq la posibilidad de ser quien llevara la urna. “Un gran gesto de
confianza”, les agradeció, dejando atrás la cordillera.
FIN
---
CLAUDIO ---
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