"Magnífico!",
ironizó el Cuidador de la Casa de la Luz, cuando al fin estuvo en el punto de
destino, viendo cuál sería el problema para el y su colega del Hogar de la
Tierra. "O uno de los problemas, y si son más el principal", completó
Qumi, sabiendo que, con esto que estaba frente a los ojos de ambos, tal vez
fuera su colega quien tuviera mayores probabilidades. Los dos habían estudiado
la zona, como preparación para su misión tan peligrosa, y descubierto que ese
punto intermedio entre los templos de las etnias Bol y Yau, en Iluria, en el
que había sido ocultada la urna con los bastones, era un enorme lago que,
supieron los Cuidadores, tenía una superficie de doscientos noventa y siete
punto cinco kilómetros cuadrados y una profundidad máxima de noventa metros.
Era uno de los tantos espacios de agua que surgieran miles de años antes del
Primer Encuentro, en el período del bombardeo planetario. Los alrededores del
lago estaban despejados, a excepción de unos pocos arbustos y árboles que
ofrecían a veces un paisaje apropiado para los enamorados, para aquellos
encuentros ocasionales de carácter amistoso entre los seres sirénidos (estos
libraban su guerra contra los ilios bajo y sobre el agua) y los individuos de
otras especies elementales y constituían también una de las áreas de trabajo
para los leñadores y otros trabajadores madereros, siendo esa una zona en la
que la tala estaba permitida. Con el establecimiento de esta nueva guerra, el
panorama era otro. Todo el oeste-noroeste de Centralia era un gigantesco campo
de batalla y las parejas ya no venían a este lugar para reafirmar su amor, las
sirenas y los tritones usaban el lago como punto de descanso luego de los
enfrentamientos, además de para brindar atención médica a sus heridos - un
arroyo subterráneo conectaba el lago con tres ríos cercanos - y la mayoría de
las actividades relacionadas con la industria maderera en Iluria habían sufrido
alteraciones en su ritmo y dinamismo. "Mejor nos movemos con
cuidado", propuso, con atino, Qumi, que marchaba junto a su colega estando
transformada en un alce, su forma natural. Ambos sabían que todo en las
inmediaciones del lago podría haber sido infestado con numerosas trampas caza
bobos y otros mecanismos de defensa por los ilios, y no era para menos, porque
si lo único que los podía detener definitivamente se hallaba en las
profundidades de ese espacio acuático, era de esperarse que lo protegieran con
todo aquello de que disponían. "Me parece bien" - coincidió Zümsar,
que agregó -, "allí está tu hermano, Atilio". En efecto, el segundo
al mando del JuSe inspeccionaba el exterior de una pequeña cabaña otrora usada
por los leñadores para guardar sus equipos y herramientas. Tenía la mano
izquierda ensangrentada, y cuando los Cuidadores le preguntaron qué le había
pasado, contestó que estuvo peleando contra un grupo de ilios en su camino
hasta el lago, y que uno de ellos lo había lanceado en la mano. "Como sea,
a esos cinco ilios se les terminaron los problemas", indicó Atilio,
permitiendo que su hermana le aplicara alcohol y vendas en la herida. "Por
qué no fuiste a una instalación médica?" - quiso saber Qumi -,
"Zümsar y yo vimos una no muy lejos de acá". Giró los ojos a un lado
y observó al Cuidador transformarse; los tres sabían que las gruesas escamas
que protegían al cocodrilo rey eran más resistentes al dañó que la piel del
hombre. "Porque hago más falta y soy más útil acá", contestó Atilio,
y le habló acerca de los preparativos y organización (le recordó), período
durante el cual coincidieron en lo necesaria e imperiosa que era su
participación y la de Cristal, Isabel, el príncipe ucemita Taynaq y Lara en
estas misiones, considerando su peligrosidad y la imposibilidad de saber que
harían los ilios, y como, para proteger las urnas. "Buen punto" -
reconoció su hermana, oyendo un chapoteo, y al ver a un lado, detectó al
cocodrilo rey sumergiéndose en el lago -, "pero esta herida no es un
simple raspón". "Estamos todos conscientes de eso, y yo lo
acepto", dijo Atilio, incorporándose, yendo entonces los hermanos a la
orilla. Lo cierto, reconocieron, era que aún los Cuidadores, los más poderosos
de los seres feéricos, corrían peligro cada segundo, minuto, hora y día desde
la vuelta de Qumi, por todo cuanto hubo y habría de significar ese evento, el
punto de partida para la catástrofe que se estaba desarrollando en todo el
planeta, poniendo en serias dificultades a cada uno de los seres elementales,
sin importar a cual especie pertenecieran, y los dirigentes de los lugares
grandiosos, en este caso Qumi, no eran las excepciones. Y lo sabían,
naturalmente. La Cuidadora expuso otro
argumento, que los padres de ambos ya habían tenido suficiente dolor,
sufrimiento y tristeza viendo a una de sus descendencias transformada en una
estatua de vulcanita, pensando a veces que quizás ellos cruzarían al otro lado
de la puerta antes que su hija hubiera podido recuperarse. "Y ahora no
querrían perder a su hijo, a vos", completó Qumi su exposición, ya en la
orilla. El agua era transparente, al punto que podían ver al cocodrilo rey desplazándose
de un lugar a otro, inhabilitando las que, sabían los hermanos, eran trampas
caza bobos subacuáticas. "Una técnica malograda contra una herida
cortante?" - llamó Atilio -, "... hay diferencias. No te preocupes,
porque esta misma tarde vamos a volver a Austronesia con vida e ilesos... con
vida al menos". Esas palabras no tranquilizaron completamente a la
Cuidadora (su hermana y jefa), pero por lo menos tuvieron cierto efecto, y la
hicieron pensar en los aspectos positivos, porque si los había, pese a todo, de
este viaje. Estaban los dos juntos y tenían de su parte al Cuidador de la
MabDe, y entre los tres le podrían hacer frente a cualquier enemigo, como
quedara demostrado con el ataque de los ilios y sus monstruos a las
instalaciones del CSP y, antes de eso, las misiones de Qumi y Zümsar a dos de
los templos antiguos, los de las etnias Eri y Bol. "Supongo que tu edad no
importa, o no cuenta, en esto", asumió la Cuidadora, rebozan una sonrisa.
Atilio tenía doscientos cuarenta años y Qumi doscientos veintitrés, pero, a
diferencia de su hermana, para el hombre el tiempo no se había detenido en
estos dos siglos; tal cual sus palabras aquel día en el Hospital Real, en Plaza
Central, sobre que el tiempo no había sido generoso con el. Lo cierto era que
Atilio estaba acumulando muchas más arrugas y cabello blanco de los que
quisiera tener, lo mismo que unos pocos Dolores en los huesos que, con el paso
del tiempo, pasaron a ser no tan esporádicos. Aún con eso, el hermano de Qumi
podía mantenerse combates prolongados y exponerse a situaciones de riesgo, como
lo demostrara con cada ataque al JuSe y en la batalla en el CSP.
"Supusiste bien", le dijo, a medida que el cocodrilo rey energía,
primero su enorme cabeza y luego apoyando las manos en la orilla. Zümsar recuperó
la forma feérica y evidenció como única herida un corte en el hombro derecho.
"Había cuarenta trampas, todas fueron desactivadas", informó a los
hermanos, explicando que esas cuatro decenas estuvieron dispuestas en forma de
dos círculos perfectos en torno a un punto que se encontraba en lo más profundo
del lago. "Que sorpresa" - opinó Qumi, con ironía -, "no lo
hicieron fácil". "Tenemos que ir allí y recuperar la urna como
sea", agregó Atilio, observando fugazmente la cristalina superficie. Se
miraron entre sí y esbozaron una sonrisa, la cual hubiera sido más notoria en
otras circunstancias más relajantes. "Seamos sinceros" - pidió Atilio
-, "Quién de nosotros sabe nadar bien?. Quiero decir... Cuál de nosotros
tres puede permanecer de pie a noventa metros quien sabe por cuánto tiempo,
trabajando para desenterrar una urna?. De inmediato, el Cuidador de la Casa de
la Luz se ofreció para la tarea, sabiendo que era el mejor preparado, y acto
seguido aplicó la forma combinada. "Te vas a llevar toda la
diversión!", protestó Qumi, aunque lo hizo en broma. Y fue inevitable que
a ese respecto los tres entablaran una discusión, porque no solo debían
recuperar la urna de lo más profundo del lago, sino también montar guardia, ya
que lo más probable era que hubieran ilios ocultos, los que se lanzarían con
todo contra las hadas. "Resolvamos esto ahora mismo, el tiempo no nos
sobra", pidió Qumi, quitándose los zapatos y dejando su bolso en el suelo,
en una señal de que no era su intención quedarse en la superficie a pelear contra
los ilios y sus monstruos. "Y permitir que una dama se exponga así? -
reaccionó Atilio, deseando que su hermana no hubiera advertido ni por
equivocación lo que pasara por su mente, que ya había vivido y disfrutado de la
vida todo cuanto pudo y más. Evidentemente, el segundo al mando del Hogar de la
Tierra no temía dejar su vida en esta misión de recuperación -, "creo que
ningún hombre lo permitiría". "Coincido con eso" - aprobó Zümsar
-. No lo podemos permitir". Miraba los alrededores, comprobando que no
hubiera enemigos acercándose. Al final, en vista de la falta de acuerdo, los
tres coincidieron en que, dado que harían falta cientos de ilios y monstruos
para estar a su alcance, no sería necesario que uno de ellos se quedara a
vigilar desde el suelo o las alturas, así que los tres, mirándose entre sí,
coincidieron en que enfrentarían juntos este peligro. "Está
decidido?", llamó el Cuidador de la MabDe, a lo que los hermanos
contestaron que si, y los tres se encaminaron a la orilla. Miraron la cristalina
superficie lacustre y casi pusieron los pies en el agua, cuando advirtieron un
súbito y breve movimiento, algo que los hizo ponerse en alerta, observando con
atención tanto el lago como los alrededores, sabiendo que al menos un enemigo
se estaba acercando. Los tres prepararon las descargas en las palmas de sus
manos, y cuando miraron hacia arriba les fue imposible no prestarle atención a
una luz titilante, visible esta porque unas pocas nubes obstaculizaban los
rayos solares. "Se acerca desde el aire", advirtió Qumi, y antes de
que ella o los hombres hubieran tenido tiempo de pensar o reaccionar, se vieron
lanzados bruscamente al suelo. Hubo un impacto tan violento en el lago que la
energía cinética fue lo bastante grande como para poner a temblar todo lo que
estuvo cerca, quizás a distancias de hasta un kilómetro, tan violento que
provocó que enormes cantidades de agua de elevaran varias decenas de metros e
inundara todo lo que estuvo a sus alrededores, incluyendo al trío de hadas, que
al incorporarse, no sin hacer esfuerzos, descubrieron, a simple vista, que la
sexta o séptima parte del agua había sido catapultada a las adyacencias.
"Qué fue eso?", quiso saber Atilio, aún desorientado, frotándose las
orejas, porque el ruido generado por el impacto había sido descomunal.
"Vean al lago", indicó Zümsar, sin haber dejado de tener preparadas
esas descargas, señalando con los ojos una figura en el fondo, la cual estaba
ascendiendo lentamente. Era imposible determinar cualquier información, porque
los tres estaban desorientados y la superficie del lago todavía se estaba
agitando, pero alcanzaron a distinguir una figura con la estructura corpórea
(piernas, cuerpo, brazos y cabeza) definida y no muy alta. Finalmente, la
figura, un individuo del sexo masculino, emergió de las profundidades del lago,
enviando otra cantidad del líquido a los alrededores. Era alto, quizás llegara
al metro noventa, pero no fue eso lo que más sorprendió al trío de seres
feéricos, quienes continuaban recuperándose del impacto, sino el hecho de que
ese hombre podía volar, ayudado por ese juego de alas en la espalda. Estuvo
revoloteando en torno al lago y sus adyacencias sin dirigir la vista al trío y
aterrizó ante estos, los que tuvieron la visión completa de el. Lo primero que
dedujeron fue que no se trataba de un hada, ni tampoco de un monstruo, lo que
los hubo de confundir. Por lo demás, descubrieron que se trataba de un hombre
joven, al menos ese era el aspecto físico, de etnia blanca, calvo y bigote
manubrio. Era musculoso, lo que indujo a Qumi, Zümsar y Atilio a confirmar que,
de tratarse de un enemigo, sería uno poderoso, y los tres tendrían que dar lo
mejor de sí para derrotarlo y, claro, recuperar la urna con los bastones.
Cruzado
de brazos, el individuo les hizo saber que su nombre era Taknu y que los ilios
lo habían creado para darle la única y específica tarea de evitar que enemigos
poderosos se apoderaran de una urna sepultada en lo más profundo de un lago en
el oeste-noroeste de Centralia. “¿Solo eso?”, se extrañó Qumi, arqueando las cejas
y transformándose en una Selecta, lista para la batalla, pero el misterioso
guerrero movió la cabeza de un lado a otro, y cuando el hermano de Qumi hizo el
amago de preguntarle acerca del motivo para negarse a entablar un combate, el
individuo, Taknu, dijo algo que desconcertó a las hadas. El tono en las
palabras, el semblante y la expresión corporal fueron indicativos de que no
había dicho eso para menospreciar a sus oponentes, ya que sabía, los ilios
tuvieron que habérselo explicado, que particularmente con estos lo que menos
había que hacer era subestimarlos; tampoco habló para creerse superior o al
menos demostrar esa condición. “No me interesa pelar con ellos dos, uno a uno o
los dos al mismo tiempo”, contestó, y expuso entonces aquello que generara el
desconcierto, y este, a su vez, que las hadas asumieran que el honor y los
códigos formaban parte de este enemigo (“Tiene principios”, advirtió la
Cuidadora): no pensaba pelear contra ancianos ni contra mujeres, porque, según
el, ir a la batalla contra un individuo de edad avanzada era inaceptable, por
todas las diferencias que estarían en juego – reflejos velocidad, magnitud de
los poderes… –. Lo mismo contra una mujer, por la diferencia entre uno y otro
género, y para este individuo no había honor en la lucha contra una persona del
sexo opuesto. Fue por eso que dirigió su vista al Cuidador de la Casa de la
Luz, a quien le hizo un gesto con el índice derecho, incitándolo a pelear. Pero
antes de que Zümsar hubiera dado un paso adelante, Qumi hizo lo impensable y se
transformó en un alce, arremetiendo a toda velocidad contra el oponente, con la
firme e irrenunciables decisión de demostrarle cuan poderosa era, y que no
estaba dispuesta a quedar al margen de este combustible. El enemigo no tuvo más
que dar unos pasos a un lado, tan solo un segundo antes de que lo hubieran
golpeado los cuernos del alce, y este, habiéndose detenido en seco, dio media
vuelta y embistió nuevamente, ante lo cual Taknu decidió darle el gusto,
demostrando en qué consistían sus poderes, y de estos cuál era su alcance. Qumi
se movió a toda velocidad, confiando en que golpearía al rival, pero en el
instante en que estuvo en el punto de impacto siguió de largo, advirtiendo que
fue lo más parecido a pasar por una cortina de vapor, y, en efecto, al
detenerse y girar, observó al guerrero y vio que su consistencia ya no era
sólida, sino gaseosa. "Mi habilidad principal", comunicó, explicando,
con unas pocas palabras, que podía cambiar a voluntad su consistencia a
cualquiera de los estados de la materia (gaseoso, líquido y sólido),
dependiendo de cuáles fueran las necesidades y urgencias, y en este caso,
aunque sabía que poco o ningún daño hubiera recibido con la estocada, quiso
cambiar del estado sólido al gaseoso para esquivarla. "Satisfecha",
dijo, no con tono de pregunta, sino como afirmación, pero era evidente que Qumi
no lo estaba, porque arremetió nuevamente, pero esta vez Taknu, luchando contra
sus propios principios de no ponerle las manos encima a una mujer, lo hizo,
aunque no buscó en ningún momento lastimarla. Simplemente detuvo al alce
extendiendo ambos brazos y tomándolo por los cuernos y lo hizo retroceder,
acción ante la cual la Cuidadora se transformó, confiando en que la forma de le
daría mejores resultados, pero estos fueron los mismos. Qumi no iba a dejarse
vencer por eso y contraatacó con una descarga, que el oponente esquivó con suma
facilidad, e hizo otra demostración de sus habilidades, cambiando su
consistencia al estado líquido, acercándose a la Cuidadora, a quien dijo que de
todas maneras no podría causarle daños (creía el), porque el agua era superior
al elemento tierra. "Dije que no quiero pelear con una mujer ni con un
anciano" - les recordó, porque Atilio se había interpuesto entre su
hermana y el enemigo -, "simples los voy a dejar sin conocimiento".
"Y el rayo es superior al agua!", exclamó Zümsar, lanzándole una
descarga fulminantes, aprovechándose que estaba distraído, tanto que Taknu
salió disparado a la distancia, cayendo en el cristalino lago. Qumi y Atilio le
agradecieron que los salvara y los tres, de pie y observando, advirtieron que
podrían encontrarse no solo ante el reto máximo de sus vidas, sino, y era lo
más importante y desconcertante, ante un nuevo tipo de hada, porque Taknu había
evidenciando todas las señales de ser tal cosa: su fisonomía, incluidas las
alas y un aura azul marino, y los códigos y principios. "Los redactores de
Ecumenia van a tener que apuntar esto", vaticinó el Cuidador de la MabDe,
al tiempo que la cristalina superficie lacustre se agitaba y Taknu emergía de
ella intempestivamente.
"Los
tres al mismo tiempo, a la vez?".
El
defensor de Iluria pareció darse cuenta que no tenía otra alternativa más que
combatir contra todos, puesto que ninguno parecía dispuesto a dejar que los
otros dos corrieran riesgos sin su ayuda. Contra sus propios instintos y deseos
aceptó que debería pelear contra un hombre de edad avanzada y una mujer. Los
hermanos y Zümsar, por su lado, no lograban salir de su asombro, porque estaban
frente a un nuevo tipo de hada, uno del que no había informaciones alguna ni
antes ni después del Primer Encuentro, y cuya única referencia era actualmente
considerada un hecho imposible de comprobar: Arsenio, un hada legendaria a
quien, en los tiempos de la religión, se consideraba como uno de los
descendientes directos de la diosa de la vida y la luz y personificación del
Sol, Vica, y que fuera considerado, además, como el proyector de Alba del
Oeste. Antes que se hubieran dado cuenta de que estaba pasando, Taknu
contraatacó con unos cuantos golpes con los puños, pero no cualquiera. Había
aplicado una de sus técnicas, que consistió en aumentar el peso en una parte de
su cuerpo, específicamente en sus manos, a por lo menos diez veces más. Eso,
sumado a la presión y velocidad, hizo que los golpes tumbaran violentamente a
su trío de oponentes, que volvieron inmediatamente a ponerse de pie, comentando
entre ellos acerca de lo ocurrido, y planteándose una nueva estrategia.
"Este de verdad no va a ser un enemigo fácil", advirtió nuevamente
Qumi, pensando en sus batallas en dos de los templos de ilios, mientras se daba
cuenta como Taknu retrocedía unos cuantos metros con un par de saltos. Vio en
ello, como tan lo hicieron su hermano y Zümsar, no un temor repentino o la
preparación para un nuevo ataque, sino la oportunidad que les estaba dando para
que se pudieran incorporar y reanudaron la lucha. Si aquello en lo que pensaban
los tres era cierto, los ilios cometieron un error catastrófico del que tal vez
no se hubieran dado cuenta: quisieron crear un monstruo que eliminara a
cualquiera que intentara apoderarse de la urna oculta en lo más profundo del
lago, y en lugar de eso le dieron vida a un guerrero que, al tener conciencia y
mente propias, estaba decidiendo que era lo correcto y que lo incorrecto.
"Imaginen como se van a poner los ilios cuando se den cuenta de ese
error", pidió Zümsar a Qumi y Atilio, y los tres sonrieron al pensar en
esa posibilidad, mientras, aplicando la forma combinada, arremetían contra el
oponente, esta vez con esa duda dando vueltas en la cabeza de los tres.
"Taknu un ser feérico?, Cómo podría eso ser posible?". Si eso era
correcto - les fue imposible evitar pensar en esto, mientras entablaban una
lucha de manos con el guerrero -, tendrían limitaciones morales, porque se
encontraban combatiendo contra un hada a la que, en el peor de los casos,
tendrían que eliminar, y ninguno estaba preparado, ni siquiera por la más
remota de las equivocaciones, para matar a uno de ellos. "Nada ni nadie
nos preparó nunca para algo como esto", afirmó Atilio, esquivando uno de
los fuertes golpes, en el mismo instante en que Iris se sumaba a la batalla.
"Perdón por la demora" - se excusó -, "ilios... estuve ocupada
con ellos en el Eri-Kal". Y les contó que estuvo a la cabeza de un grupo de
hadas y otros seres elementales cortando las líneas de abastecimiento del
enemigo en la zona. "Te fue bien?", le preguntó si marido, detectando
al momento la inutilidad de esa pregunta, porque sabía que ella, sola y sin
ayuda, tranquilamente podría arrasar a cientos de ilios antes que alguno de
estos hubiera conseguido ponerle un dedo encima. Taknu observó a Iris y vio en
ella a otro peligroso oponente, aunque decidió mantener intacta sus principios
de no pegarle a las mujeres. "Los
hombres no le pueden pegar a las mujeres?", corroboró Iris. "Al
menos, yo no puedo, ni quiero" - insistió el defensor, llevando la lucha
de cuatro contra uno a la orilla del lago -, "... va contra mis
principios". "Pero las mujeres a los hombres es otra cosa!",
exclamó Iris, dándole a Taknu una patada un tanto fuerte allí donde más dolía,
en el instante en que el guerrero se aprontaba para usar la técnica del aumento
de peso, en su intento por amortiguar los golpes de sus rivales. "Me quedé
sin herederos!", protestó, dejando en evidencia que le había dolido,
moviéndose con cierta dificultad, pero dispuesto a no renunciar a la
lucha. Esas últimas palabras hicieron
que las hadas confirmaran que no estaban enfrentando a un monstruo, sino a un
igual, y eso hizo que sus dilemas e impedimentos se acrecentaran, porque
ninguno era capaz, como ya lo plantearan, de causarle heridas a un congénere,
mucho menos eliminarlo. "Se dan cuenta de lo que eso significa, no es
así?", planteó Atilio a los Cuidadores e Iris, a lo que su hermana contestó
que si haciéndose una idea más que clara de hasta que punto los ilios habían
desarrollado aquello que consideraban como un oprobio y una blasfemia.
La
ciencia.
Esos
seres habían pasado siglos enteros desarrollando cualquier cosa, armas o lo que
fuera, que eventualmente les permitiera el triunfo contra una o más de las
otras especies elementales, y eso, saltaba a la vista, incluía este guerrero
que parecía invulnerable a la mayoría de las técnicas con que lo atacaban sus
oponentes. Probablemente hubiera más de uno, empezaron a aceptar Atilio, Iris,
Zümsar y Qumi, porque eran cuatro los lugares que debían ser dotados con las
mejores defensas: Bagme, Iluria, Lome y Yoine. En ellos estaban los únicos
objetos capaces de poner un alto definitivo a los ilios, y estos querrían
asegurarse de que sus enemigos, ninguno de estos, les pusiera las manos encima.
Entre todas sus innovaciones e invenciones estuvieron estos "entes"
(no los podían llamar de otra manera, al menos no por el momento), individuos con
conciencia y mente propias capaces de decidir por sí mismos, sin que sus
creadores tuvieran que impartirles órdenes, específicas o no, más que aquella
que le dieran sobre proteger las urnas. Ese era un trabajo que podían haber
encomendado a los mint-hu o los otros monstruos, pero los ilios habían
descubierto que ninguno de estos era rival para la descomunal fuerza de los
Cuidadores, los cuales, en cuestión de días, vieron incrementado su número de
cuatro a ocho. Para estos enemigos excepcionalmente poderosos requerían de
"armas especiales", y así habían concluido que lo mejor que podían
hacer, cuando no lo único, para asegurarse las oportunidades de triunfar en la
guerra y sobrevivir era dar vida a algo que había sido desarrollado y pulido a
lo largo de siglos, algo que nunca había salido de la teoría. Crearon a estos
entes y les dieron una sola orden: que sin importar lo que les pudiera pasar a
ellos o a cualquiera, debían impedir 3las urnas cayeran en las manos de los
combatientes del otro bando. Pero no fue eso lo que impresionó a las hadas que
luchaban contra Taknu, sino el hecho de que este era un ser orgánico y, como
tal, ni había diferencias entre el y ellos. Y eso era un avance definitivamente
superior a todos los que en algún momento hubieran hecho los seres feéricos en
materia de, puntualmente, fisiología, biológica y genética. Habían conseguido
crear vida, lo que nadie había conseguido hasta ahora de manera artificial,
arriesgando una de sus máximas creencias, que solo los componentes de la
Trinidad Benigna (Iel, Mod y Ral) eran capaces de concebir la vida. Los más
altos líderes ilios habían creado estos entes
- Zümsar, Qumi, Iris y Atilio dieron por sentado que eran cuatro - en el
más absoluto de los secretos, al que luego presentarían como un regalo divino,
no solo de sus enemigos, quienes habrían lanzado un ataque masivo de haber
sabido lo que estuvieron haciendo, sino también de sus congéneres, porque
serían destruidos desde dentro si las masas ilias llegaran a pensar, y solo
eso, que todo en lo que creían no era más que un medio para que unos pocos
pudieran afianzar su poder. "Al fin
esa escoria nos pudo superar en algo" - dijo Iris, con un marcado tono de
lamento -, "lástima que haya sido con esto". Taknu, teniendo la
capacidad de razonar, pensar y decidir por sí mismo, estaba combatiendo para
dar cumplimiento a la orden única que le fuera transmitida en el instante,
inmediatamente posterior a su creación, y cuando Atilio le preguntó, detectando
los cuestionamientos y dilemas en que estaba envuelto, por qué, si tenía un
intelecto y facultades con semejante nivel de desarrollo, lo hacía, el defensor
le dio una respuesta clara y concisa. "Para eso me crearon y para nada
más". Sus oponentes parecieron comprender que Taknu continuaría peleando
hasta su destrucción, y que tendrían que ser ellos los encargados de hacerlo, aun
con sus dilemas, porque eran los únicos lo bastante poderosos. "Vamos a
pelear!", exclamaron los cuatro al unísono, sin abandonar sus intentos por
convencer al guerrero de que desistiera de continuar con la batalla. No lo
hacían por cobardía o temor, sino porque esas dudas y dilemas eran muy fuertes,
y apostaban a poder convencerlo, o que el lo hiciera por si mismo, de cuál de
los dos bandos era el maligno e incorrecto, cuál de ellos buscaba la dominación
absoluta, hegemónica e incuestionable del mundo, sin importar cuantos tuvieran
que morir ni a cuantos tuvieran que matar para conseguirlo. "Acaso no
pensaron en eso ustedes cuatro?", le preguntó Qumi, asestándole un golpe
en la mejilla derecha, refiriéndose también a los individuos a quienes debían
estar enfrentando sus colegas y otro tanto de sus congéneres en Bagme, Lome y
Yoine.
"No,
no pensamos", contestó Taknu.
Lo
dijo dudando, y las hadas lo notaron. Con haber estado observando a sus enemigos
(también dudaba de llamarlos así) luchando constantemente como un equipo por
algo que creían correcto y buscando que los daños y heridas fueran mínimos,
Taknu empezó a pensar que la realidad podría no ser como se la describieron los
ilios, pues estos le habían dicho que eran los buenos, y que todos los demás
eran seres malignos que habían hecho un acuerdo para conspirar contra ellos y
destruirlos hasta que no quedara siquiera el mínimo rastro de su existencia.
Los ilios no ahorraron saliva para hablar mal y despectivamente de todos los
ajenos a su raza e incluso de los propios que elegían no quitarse la vida
cuando eran derrotados para evitar justamente ese oprobio, el de la derrota y
que los tomaran como prisioneros de guerra. Básicamente, a Taknu y sus hermanos
(así eligieron llamarse, dos mujeres y dos hombres) les habían dicho que lo
único que de verdad importaba era mantener las urnas ocultas y a salvo, y que
ni siquiera debían preocuparse por su integridad. "Hasta que no descubra
otra cosa, o hasta que sea destruido...", dijo Taknu, y lanzó cuatro
potentes descargas contra sus oponentes, que ante semejante despliegue se
cubrieron usando grandes cantidades de su energía, aplicándola a sus manos para
crear escudos, y a continuación fue el turno de los Cuidadores, que
contraatacaron con su técnica especial combinar, la Vitrificación, mientras
Atilio e Iris mantenían ocupado y distraído al defensor. Dándose cuenta del
peligro, Taknu cambió del estado sólido al gaseoso y las rocas simplemente lo
atravesaron, y reanudó el combate, lanzando alternativamente un golpe con los
puños y una descarga de energía, contrarrestando los intentos del cuarteto por
impactarlo. Pensaba que quizás fuera cierto eso de que podía elegir no pelear,
y que los ilios no se preocupaban por el ni la millonésima parte de quienes
eran sus enemigos en este momento (estos entre sí y, descubrió con sorpresa,
por el mismo), pero, aún con ese planteo, Taknu debía luchar, porque para eso
lo habían creado, y no estaba preparado para hacer otra cosa que evitar la
sustracción de la urna, y esto, a su vez, indicaba que tampoco era su
obligación pelear. Del otro lado, las hadas no pudieron evitar sonreír al
pensar en los ilios, en cómo reaccionarían estos al darse cuenta de que en lugar de un monstruo asesino le habían dado
vida a un ser que se estaba planteando si las cosas que le dijeron eran
ciertas, y si lo que estaba haciendo era lo correcto. Fiel a sus principios,
cada vez que pudo evitó atacar a Atilio, por su edad avanzada, y a Qumi e Iris,
porque eran mujeres, decidiendo que el grueso de sus esfuerzos serían para el
Cuidador de la Casa de la Luz, pero este estaba protegidos por los otros tres,
y viceversa, y eso suponía un reto para Taknu. Para los cuatro seres feéricos
el mayor problema no era solo la condición de su enemigo (otra hada), sino
también la facilidad con que aquel cambiaba su estructura corporal de un estado
a cualquier de los otros dos según lo necesitara, porque con eso se les hacía
difícil o muy difícil el poder asestarle un golpe o una descarga. Los cuatro
juntos lanzaron sendos rayos al mismo tiempo, desde la superficie las mujeres y
desde el aire los hombres, aplicando en ellos grandes cantidades de energía,
hacia un único punto en el pecho de Taknu, pero este volvió a cambiar su
consistencia, de sólida a gaseosa, y luego, para su respuesta, a líquida,
llevándose por delante a las damas, quienes cayeron al suelo luego de tropezar,
y embistiendo a los hombres, que se estuvieron preparando para nuevas
descargas. Los Cuidadores, recuperándose de los impactos, se transformaron en
Altos Selectos, los seres feéricos más poderosos, se dieron la mano y volvieron
a la carga, empuñando firmemente sus bastones hacia adelante, y recurriendo a
los Impulsores para maximizar los impactos; fueron tan rápidos, un movimiento
tan intempestivo, que Taknu apenas tuvo el suficiente tiempo para extender sus
manos y frenar así el ataque, al costo de que ambas palmas le quedaron al rojo
vivo, porque el calor y la presión que se generaron fueron enormes, y tanto
Qumi como Zümsar se vieron catapultados varias decenas de metros hacia atrás,
arrastrando consigo a Atilio e Iris, quienes estuvieron listos para atajarlos,
y los cuatro cayeron al lago produciendo un estrépito. "No estuvo
mal", juzgó el defensor, cambiando al gaseoso el estado de sus manos,
intentando con eso aliviar el dolor, reconociéndose en su mente que los
impactos habían sido lo bastante potentes como para que el dolor se hubiera
extendido a todo su cuerpo. Sin embargo, no fue más que una sacudida, e
inmediatamente se encontró lanzando una sucesión de descargas contra la
cristalina superficie lacustre, esforzándose también por mantener intactos sus
principios. Y al acercarse para observar su obra, el Cuidador de la MabDe
emergió veloz y violentamente con su forma combinada, envolviéndolo y
estrellándolo con fuerza en el suelo.
"Ahora!",
excelente, mirando al lago.
La
Cuidadora del JuSe, su hermano e Iris emergiera del lago convertidos en
pequeñas esferas con los colores de sus auras y uno por uno fueron impactándose
a Taknu, quien no podía creer que uno de estos cuatro oponentes hubiera sido
capaz de provocarle un daño de esa magnitud. Se incorporó con unas pocas
lesiones en el cuerpo, que supieran las hadas, en las manos y la cara, de las
cuales la peor era, sin dudas, el labio superior ensangrentado, y los evidentes
dolores en las articulaciones, sobre todo en la cintura. No era para menos -
pensaba -, con las tonel que le hubieron de caer encima. No obstante, Taknu
estaba decidido a continuar la batalla hasta que ya no le quedaran fuerzas, y
eso, sabían tanto el como el cuarteto, solo pasaría cuando le llegara el
momento de cruzar al otro lado de la puerta. "Lo único que tengo que hacer
en este mundo es impedir que cualquiera se apodere de esa urna" - repitió
-, "... así que lo voy a cumplir". Los Cuidadores, Iris y Atilio lo
observaron y advirtieron que no solo estaba cansado y herido, sino que
respiraba con dificultad, lo que para los cuatro, ubicados juntos, listos para
lanzar nuevas descargas, fue otro indicio de que no era para nada un monstruo,
aunque los ilios hubieran querido crear uno. "Si pueden evitarlo, no lo
eliminen" - pidió Zümsar -, "no podemos hacerlo, es uno de los
nuestros". Y lanzaron las
descargas. Un haz violeta, de Iris, impactó a Taknu en la rodilla derecha; otro
verde oliva, del Cuidador de la MabDe, en el abdomen; uno más de color rosa, de
parte de Qumi, en las palmas, cuando el oponente quiso frenarlo, y el cuarto
haz, azul, de Atilio, en el hombro derecho. Fueron impactos leves y de baja
intensidad, pero Taknu ya no se encontraba en las mejores condiciones, había
perdido una parte considerable de su energía, tenía varias heridas y al menos
una de estas, el labio envuelto en sangre, era grave. "Permanezcamos alertas",
pidió Qumi a los suyos, mientras los cuatro recuperaban la forma feérica, los
Cuidadores empuñando sus bastones en modo pasivo (no los habían convertido en
armas) y hacia abajo. "Me parece que ya no tiene caso continuar con este
enfrentamiento" - habló el Cuidador de la Casa de la Luz, dirigiéndose
exclusivamente a Taknu, quien en este momento se hallaba con la consistencia
líquida. Incluso le estaba costando cierto esfuerzo cambiar de un estado a otro
-, "porque nosotros cuatro todavía tenemos una reserva enorme de
energía". "No me importa" - dijo el guerrero, dando un paso
hacia adelante. Hubo decisión tanto en ese movimiento como en sus palabras -,
"esta es mi misión y tengo que cumplirla o morir en el intento". Y
lanzó una descarga, pero los Cuidadores la esquivaron con facilidad y
contraatacaron al instante con simples y leves golpes con los puños, los cuales
hicieron que Taknu cayera al suelo y se golpeara fuertemente la nuca. Aún con
esta nueva herida y su consecuente dolor, se levantó, pero el siguiente ataque,
esta vez de parte de Iris y Atilio, fue un poco más fuerte, y un ligero sonido,
con el nuevo impacto, les indicó que algo no estaba bien, sino todo lo
contrario, con las manos de Taknu, porque este había intentado frenar la caída
con las palmas. Hizo una rápida evaluación de la situación y se dio cuenta que
las probabilidades ya no estaban a su favor; eran cuatro contra uno y el tenía
muchas más heridas, en calidad y cantidad, que ellos, y no podía hacer un
correcto uso, justamente a consecuencia de esas condiciones, de su principal
técnica, la de cambiar su consistencia. "Explíquenme por qué debería dejar
de pelear" - pidió otra vez -, "porque si no estoy convencido voy a
hacerlo hasta que muera". Zümsar, Qumi, Iris y Atilio se acercaron a Taknu
sin abandonar la cautela, y le hablaron nuevamente de las dos posturas que
estaban en juego, la de los ilios por un lado y la de los demás seres
elementales por otro. Evidentemente, reconocieron, era una buena manera de
terminar la lucha, sin muertos en ninguna de las dos partes, lo que hubiera
sido grave, por las implicancias negativas que se mantuvieron constantes en la
mente de los cuatro por un lado, y los principios de Taknu por otro. Este
quería seguir peleando, pero al mismo tiempo oír lo que estaban diciendo las
hadas. Ignoraba exactamente la razón, solo sabía que debía hacerlo, lo venía
sabiendo desde que hiciera su aparición ante estos individuos. O quizás desde
antes. "Desde que me crearon los ilios?", pensó, reconociendo que en
ese corto período en que estuvo con ellos no advirtió una sola obra ni un solo
pensamiento positivo ni bueno, justamente lo contrario a lo que ocurría con
este cuarteto, el que, por donde se lo mirara, estaba haciendo este esfuerzo
por algo definitivamente más valioso para individuos y grupos.
"Bien...
muy bien".
Taknu,
de pronto, bajó los brazos y su cuerpo adquirió otra vez la consistencia
sólida. "Y ahora qué?", preguntó a las personas que tenía enfrente.
_Volvemos
a Plaza Central - contestó el Cuidador de la MabDe -. Ahora son las doce y
cuarto - consultó su reloj. Habían pasado cinco horas exactas desde que el y
los demás abandonaran el centro neurálgico de la capital -. Si nos vamos ahora
podemos llegar en un tercio de hora o menos.
_Apostemos
media hora como máximo - pidió su colega del JuSe, pasándole a Taknu un
recipiente con alcohol y desinfectantes, para esa herida tan fea en la boca -,
porque todavía tenemos que recuperar la urna con los bastones.
_Yo
me ocupo de eso - se ofreció el defensor, queriendo compensar al cuarteto por
las heridas y problemas que le causara -, así voy a poder demostrar que me
tienen de su lado.
_Ir
a una profundidad de noventa metros en esas condiciones? - llamó Atilio,
preocupado -. Imposible, es demasiado peligroso. Nosotros nos vamos a ocupar de
eso.
_Y
no hay necesidad de demostrar nada - agregó Iris -, porque ya lo hiciste. Ya
vimos que clase de persona sos. Lo que los ilios crearon es lo más opuesto a
ellos y algo idéntico a lo que somos las hadas y...
Pero
ya era tarde, pues Taknu hizo otra demostración de sus habilidades,
incorporándose velozmente y dando un impresionante salto en dirección al lago,
en donde expuso a las hadas la última técnica que no mostrara durante la
batalla, la transformación en una raya real, a juicio de los seres feéricos uno
de los animales más magníficos que alguna vez hayan existido y que existían
actualmente. Era un animal que tranquilamente podía alcanzar los doce y medio
metros de largo, a los ocho y cuarto de envergadura, con sus aletas completamente
extendidas, y alcanzar un peso de alrededor de cuatro toneladas. Era muy hábil,
tenía gran maniobrabilidad y se hallaba presente en todos los océanos y mares
tropicales y cálidos del planeta, y tenía una dieta que consistía en peces más
bien pequeños, y solo sus dimensiones bastaban para ahuyentar a la mayoría de
los depredadores, aunque no a los más grandes, como el cocodrilo rey o el
megalodón, que con una presa así saciaban fácilmente su apetito. "Tiene
talento", opinó Iris, viéndolo moverse, porque el agua era tan cristalina
que podían observar lo que había bajo ella. Taknu estuvo un lapso breve
moviéndose elegantemente en una locación específica, y lo vieron emerger
llevando una pequeña urna en las mandíbulas. Dio otro espectacular salto,
alcanzando no menos de cinco metros sobre la superficie lacustre, donde
recuperó la forma original (feérica; Taknu al fin había aceptado lo que era), y
volvió a poner los pies en el suelo, dejando la urna al alcance de los seres
feéricos.
_Estoy
agotado., fue lo primero que dijo, optando por sentarse, en un intento por
recuperarse.
Había
puesto todo de su parte en una batalla que al final terminó inconclusa, y ahora
este nuevo esfuerzo no hizo otra cosa que contribuir al debilitamiento.
_En
la Ciudad Del Sol hay médicos que don excelentes y tenemos instalaciones para
casos como el tuyo - le dijo Qumi, continuando con las curaciones básicas -. No
sé cuánto tarden, considerando estas circunstancias que estamos viviendo, pero
en poco tiempo vas a quedar como nuevo.
_Te
lo agradezco, y a ustedes - correspondió Taknu las atenciones -... Y qué se
supone que voy a hacer cuando esté allí, en qué situación voy a quedar?.
Los
cuatro comprendieron que se refería no solo a su condición (básicamente, un
monstruo creado por los ilios que al final, para toda la desgracia de aquellos,
resultó ser un hada), sino también a cosas tan básicas como un lugar para vivir
y una ocupación. Era lo mismo, dijo, que habrían experimentado ya, o que lo
harían de un momento a otro, sus hermanas y su hermano, otros tres entes que,
tras su creación, fueron enviados a Bagme, Lome y Yoine para proteger las otras
urnas. Taknu fijo a Zümsar, Iris, Qumi y Atilio que los suyos tuvieron, igual
que el, ese mismo trato por parte de los ilios, tan indiferentes estos por la
suerte que pudieran correr en las batallas sus creaciones - "Lo que de
verdad les importa son las urnas", insistió -, e idénticas dudas respecto
a la tarea que les asignaran. Como los suyos, Taknu no supo cual era de los dos
el lado correcto hasta que se encontrara frente a las hadas, y estas dijeran
que había un camino mejor que el de los ilios.
_Nosotros
no le damos la espalda a nadie., le garantizó Atilio, culminando las curaciones
de esas pocas heridas cortantes en si mismo.
Le
dijeron que tendría todas las puertas abiertas que necesitara, incluidas
aquellas que le darían una ocupación y un lugar para vivir. "Y tampoco hay
que preocuparse por la condición" - agregó Iris -, "sino, ya ves lo
que pasó con Eduardo". Le habló entonces del Cuidador del Vinhäe, de como
había pasado de ser un humano corriente a convertirse en un ser feérico,
cambiando con ello su fisiología, anatomía, biología y adquiriendo todos los
poderes y habilidades que hoy lo distinguían. Taknu entendió que Iris se había
referido a que harían con el lo mismo que con el Cuidador; lo transformarían en
un hada completa, quitando de el cualquier rastro que pudiera quedar de su
actual condición.
_Lo
primero que tenemos que hacer es recuperar las cuatro urnas y terminar esta
guerra, o, lo que es lo mismo, a los ilios - puntualizó Qumi -. Al ritmo que
vamos... creo que incluso vamos a terminarla antes que llegue Febrero. Tenemos
esta urna, y seguro que los nuestros ya habrán podido obtener las otras.
Marina,
el príncipe Taynaq, Kevin y Cristal habían viajado a Yoine a recuperar los
bienes mundanos de los líderes antiguos de los ilios, y Eduardo, Isabel, Lidia
y Lara a Lome por las armas, mientras que Akmi y Lina por los huesos, a causa
del intercambio que pudieran, pensando que eso les serviría para superar la
muerte de sus familiares. A Qumi no le costó esfuerzos asumir que todos ya
habrían tenido éxito y que en estos momentos debían estar viaje a Plaza
Central.
_Si
eso es así, nosotros también deberíamos movernos - precisó Zümsar -. Además,
acá ya no nos queda nada por hacer... Estás en condiciones para volar?.
Esa
pregunta había sido para Taknu. Tenían un corto trayecto hasta la puerta
espacial..
_Puedo
moverme., aseguró.
_Entonces,
vamos., insistió el Cuidador de la MabDe.
Concedieron
a Taknu la oportunidad de llevar la urna, diciéndole que así, solo con eso,
podría demostrar su compromiso y lealtad. "Les agradezco ese gesto",
les dijo, y al cabo de cuatro o cinco minutos, en los cuales estuvieron
observando minuciosamente por tierra y aire los alrededores, para asegurarse
que no hubieran ilios ni monstruos acercándose, se pusieron en marcha. Taknu
iba a la cabeza, escoltado por Atilio y Zümsar, en tanto las mujeres les
brindaban cobertura desde las alturas. No cabían dudas de que a los cinco les
había gustado más este desenlace que cualquiera de aquellos en los que pensaran
antes y durante el enfrentamiento. Las hadas no hubieran querido verse
obligadas a quitarle la vida a alguien que, después de y pese a todo, era de
los suyos; y Taknu habría hecho hasta lo imposible por no quebrantar sus
códigos y principios, incluido aquel de no ponerle una mano encima a una
persona mayor de edad ni a las mujeres. "Valoramos mucho esa forma de ver
las cosas" - le dijo Qumi -, "eso va a serte útil para integrarte en
nuestra sociedad".
FIN
--- CLAUDIO ---
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