_Por
fin llegamos, el templo de la etnia Yau en Nimhu - se alegró el Cuidador de la
Casa de la Magia, asomando apenas la cabeza por encima de una formación rocosa.
Al otro lado de esta se encontraba su segundo objetivo -. El panorama es el
mismo que vimos en el Oi-Kal.
_Entonces no va a ser tan complicado., apostó su colega del Tep-Wo.
El Yau-Kal, y el predio sobre este delimitado por piedras de diversas
formas y tamaños, estaba en medio de un área nueve veces mayor - ocho mil cien
metros de diámetro - delimitada por una formación rocosa erosionada con el paso
de milenios, un cráter formado por un impacto durante el período del bombardeo
planetario que después de este fuera usurpada por la etnia ilia proveniente del
continente polar del sur.
_Uno de los mayores cráteres formados por aquel cataclismo - dijo Kevin,
que sus razones tuvo para planear sobre la formación, en lugar de atravesarla,
lo mismo que Marina -. Creo que esta vez no vamos a poder acercarnos sin ser
detectados.
_Estoy de acuerdo con eso., coincidió la dama.
El terreno que rodeaba al predio, que se extendía por un radio de tres
mil seiscientos metros, tenía unos pocos árboles dispersos no muy frondosos sin
ninguna disposición particular y el césped era la forma dominante vegetal. Con
eso, los Cuidadores no tendrían como cubrirse entre la formación rocosa y el
límite del predio. Por eso mismo es que prefirieron no cruzar por ninguno de
los nueve caminos que llevaban al cráter y lo atravesaban, porque de hacerlo
por ellos entrarían sabiendo que no estarían cubiertos, y los mint-hu que
aguardaban en silencio e inmóviles los detectarían.
_Pero si sabemos que el esquema va a ser el mismo que en el Oi-Kal.
Aparecemos atacando con nuestros poderes al máximo, uno de los dos se queda
para cubrir al otro, luchando contra los monstruos, y ese otro, o sea yo, se
transforma para entrar - resumió Kevin, comprobando que los equipos estuvieran
fijos. La causa de ambos justificaba ese peso adicional -. Estás lista para
esto?.
_Si, lo estoy., contestó Marina.
_Segura?, ese tono no me convence.
_Te aseguro que lo estoy, pero también nerviosa.
Y le explicó que era su primer enfrentamiento no contra uno, sino contra
dieciocho monstruos perfectos, una situación que nadie que conociera previo a
esta misión había vivido. Era verdad que ya había debutado en combate, cuando
ayudara a Eduardo, Kevin y Lidia a repeler el ataque, a principios del mes
pasado, el mismo día en que Zak'lu la nombrara como su sucesora en el Santuario
del Viento, pero aquella vez los monstruos fueron cuatro y ninguno estuvo en
verdaderas condiciones para pelear, al no haber sido desarrollados de manera
perfecta.
_Y no estuve sola. Hubo ese día decenas de hadas, sin contarlos a vos y
a Lidia y Eduardo., concluyó Marina.
_Lo vas a lograr, tengo confianza en que si - la alentó su colega y
amigo -. Para empezar, y tomá como ejemplo mí caso en el Oi-Kal, ni siquiera
todos los monstruos en conjunto representaron una amenaza por la que de verdad
me hubiera tenido que preocupar. De hecho, esa fractura fue lo más grave con
que salí después de la batalla. Por otra parte, y esto es una ventaja muy
importante... creo que la conocés...
_La técnica del vuelo.
Podía surcar el cielo a grandes altitudes y velocidades con la forma
feérica, la natural (una cigüeña) y la combinada, un monstruo alado con todo su
cuerpo cubierto por un magnífico plumaje blanco, e incluso con su condición de
Selecta. Con eso, serían pocas las probabilidades de que uno o más de los
mint-hu asestaran un golpe, y ella los podría atacar desde el aire sin
preocuparse por sufrir heridas.
_Eso mismo - convalidó Kevin, transformando su bastón en un arma, el
canal para sus poderes -, es algo que yo solo puedo hacer con esta forma. Pero
siento, Marina, que eso no es lo que de verdad te preocupa, al menos no lo
único... Ni lo más importante?.
_Acertaste con las dos cosas, no es lo único ni lo más importante. Eso
es esto - señaló con el índice diestro su vientre -. Y si llegaran a haber
complicaciones a causa del estrés y las tensiones?. Ninguno de los dos nos
perdonaríamos si a nuestro hijo o hija le pasara algo. Lo hablamos antes de
salir.
_Lo se, yo estuve allí. En el Castillo Real, cuando estábamos preparando
la misión - puntualizó Kevin, adoptando un tono más serio -. Pero seguro que
eso no fue todo lo que dijo Taynaq...
_No, no lo fue.
_Exacto - descubrió Kevin -. Qué te dijo después que Zümsar, Qumi,
Lidia, Eduardo y nosotros dos hubiéramos hecho el convenio de sangre?.
_" Siempre hay riesgos en una guerra".
El príncipe ucemita lo había comprendido más rápido que su prometida, y
sabía tanto como ella que una guerra era lo más peligroso a lo que las hadas
podían enfrentarse. El mismo, como segundo al mando del Santuario del Viento,
lo había visto de cerca, porque desde la incursión de los Cuidadores, el lugar
grandioso se había visto envuelto en cinco ataques. Era cierto que ninguno de
los atacantes, dos mil doscientos ilios y ciento noventa monstruos, había
tenido la suerte de vivir para ver otro día, pero los triunfos no fueron
perfectos, porque treinta y ocho hadas habían dejado sus vidas y otras ciento
sesenta finalizaron los enfrentamientos con heridas de diversa consideración.
Además, habían fallecido otros treinta seres elementales, entre los que se
contabilizaron cien heridos, y el Tep-Wo tuvo numerosos daños.
_El propio príncipe resultó herido y me consta que vos y ese bebé que
engendraron juntos fueron sus principales preocupaciones - dijo Kevin -. La
posibilidad de cruzar al otro lado de la puerta... nunca la abandonó. Pero tuvo
que aprender a convivir con ese enorme temor, que es lo que vos tenés que
hacer. Si ninguno de los Cuidadores nos arriesgamos, no vamos a tener un
segundo de paz. Quiero decir que estos riesgos tan grandes que estamos
corriendo son absolutamente necesarios. Yo también tengo esas preocupaciones,
esos temores, y no dejo que afloren, porque si lo hacen van a dominarme, y si
eso pasa no voy a poder dar lo mejor de mí, todo lo que tengo, para continuar y
completar esta misión.
Pensó - sin concentrarse - en Akmolu, su hijo nacido en Octubre pasado,
en Cristal, el amor de toda su vida, y la nueva vida que engendraran juntos.
Los ataques a la Casa de la Magia le hicieron temer como nunca por la seguridad
e integridad de los tres, y comprendió que esos sentimientos negativos serían
una constante durante la guerra, por lo que, si sus intenciones eran hacer
correctamente su parte, debería dar lo mejor de sí, hacer todo cuanto estuviera
dentro de sus posibilidades y más allá para evitar que esos sentimientos le
impidieran accionar y reaccionar con entereza.
_O sea que, durante esta misión al menos, lo que tengo que hacer es
olvidarme de esos pensamientos, por más que sea complicado - tradujo Marina,
convenciéndose de lo necesario de esa postura. Pensó por unos breves instantes
y dijo -. Lo voy a hacer, Kevin. Pero no puedo prometer resultados inmediatos.
Creo que mí enfrentamiento contra los mint-hu en el Yau-Kal va a ser... no se,
una preparación. Creo que los resultados finales van a verse cuando estemos en
el Aig-Kal, o al menos cuando los monstruos se hayan reducido a las dos
terceras partes.
_Porque vas a hacerte una idea, con haber destruido a seis mint-hu -
interpretó el Cuidador de la Casa de la Magia, echando otra vez un vistazo. De
un momento a otro, ambos se lanzarían con todo para recuperar otro de los
fragmentos -. Eso es lo que hice yo en el Oi-Kal, y funcionó. Como dije,
aprendí a convivir con esos temores y mantenerlos a raya todo el tiempo que sea
necesario, que si tenemos suerte y se cumplen esos pronósticos iniciales, por
llamarlos de alguna manera, no se van a extender por más de este mes.
_Entonces, lo voy a hacer - decidió y se comprometió Marina, que quiso
preguntar, motivada por la esperanza que surgiera de ese pronóstico -. Creés
que para el Entoh número uno, o treinta y uno de Enero, recuperemos la
tranquilidad y la paz en el mundo, Kevin?.
_No solo lo creo, estoy convencida.
_En ese caso no esperemos más y vayamos al Yau-Kal - decidió Marina, que
había asumido la teoría de su colega y amigo. Intentaría no concentrarse en los
sentimientos negativos -. No tenemos mucho tiempo, eso lo se. Si de verdad
queremos que la guerra concluya al mismo tiempo que este mes o antes, no
desperdiciemos un solo momento.
_Están bien esos equipos y tú bastón?.
Con otro vistazo confirmó que los monstruos continuaban inmóviles y en
silencio, pero atentos. No bien los dos traspasaran la formación rocosa los
verían, ya no sería necesario que llegaran al perímetro circular, y eso daría a
los mint-hu el tiempo necesario para organizarse y pensar en algo que fuera
efectivo.
_Preparados y listos., confirmó la Cuidadora.
_Siendo así, vamos. No tenemos nada más que hacer en este lugar -
decidió Kevin -. Vamos a transformarnos en Selectos, recuperemos el fragmento y
acabemos con esto, y después vayamos al Aig-Kal.
Y lo hicieron.
Dándose la mano, para desearse suerte, descendieron por la formación
rocosa y se abalanzaron a toda velocidad, sabiendo que los monstruos ya los
habían visto. Unas cuantas descargas de color blanco salieron disparadas desde
las palmas de la Cuidadora del Tep-Wo e impactaron en los mint-hu más próximos,
con la intención de distraerlos y darle de esa manera el tiempo suficiente al
Cuidador de la Casa de la Magia para colarse por el único acceso al templo. Y
tuvieron éxito, porque los monstruos no vieron como amenazadora para su
existencia a una pequeña esfera brillante rojo sangre que estuvo moviéndose
rápida y discretamente. En cambio, si lo hicieron con aquella figura formada
por aire, la cual en ningún momento había dejado de atacarlos.
Marina siguió con su idea de los ataques aéreos, para mantenerse a salvo
de los monstruos. Multiplicación descargas de energía en sucesiones rápida
lanzadas desde alturas que podían oscilar entre los doscientos y trescientos
metros impactaban de lleno a los mint-hu, pero no les causaban daños, y la
Cuidadora empezó a entender que no podría permanecer en esa seguridad que le
proporcionaba el hallarse a esa altura por mucho más tiempo. Comprendió que si
quería destruir a todos estos enemigos debería estar en la superficie y
mantener el contacto físico, porque apoyar sus manos o el bastón en los
monstruos implicaría causarles un daño definitivamente mayor y eventualmente
mortal, debido a las grandes cantidades de energía no descargadas desde la
distancia. Marina se posó en el suelo y lanzó otra vez la ráfaga de descargas
contra uno de los monstruos, al tiempo que se iba acercando a este y los otros
trataban de atacarla a ella, al que dio un fuerte golpe con el bastón en la
cabeza. "No lo creo, funcionó!", exclamó, observando al desafortunado
minhu cesar todo movimiento y partirse en varios fragmentos. Evidentemente, fue
la conclusión de la Cuidadora del Tep-Wo, su primera víctima había quedado
dañada a consecuencia de la acción conjunta de las casi tres centenas de
descargas que recibiera, de más de mil quinientas que lanzara Marina, quien ya
desde el principio había decidido que sería más sencillo y duraría menos la
batalla si en lugar de atacar a todos los monstruos al mismo tiempo se concentraba
en ellos de a uno por vez, y al empezar su descenso en la formación decidió que
el primero en su lista fuera este, que en ese instante había sido el más
cercano al acceso al templo subterráneo. "El fin justifica los
medios", dijo en su mente, recordando que una de las advertencias, o
consejos, que le dieran los organizadores de la misión, puntualmente la reina
de Insulandia y su par de Mibiroq, esta última como dirigente del CSP, acerca
de las implicancias de usar grandes cantidades de energía en una franja de
tiempo corta a muy poco de haber alcanzado la condición de Selecta.
"Necesitás de mucha práctica para acostumbrarte y no sentir el agotamiento
ni el cansancio", fue una de las frases que más oyera, lo mismo que los
otros Cuidadores, durante los preparativos. Pero, ahora que estaba al fin en
una batalla, en que lo que estaba en juego era nada más y nada menos que su
vida (y la de su hijo o hija) y el futuro de todos los seres elementales,
incluidas las hadas, comprendió que le sería difícil, cual no imposible, seguir
ese consejo. Los monstruos se movían muy rápido, por lo que la dama
prácticamente no tenía tiempo para pensar ni concentrarse en una estrategia en
particular, lo que la hizo asumir que gran parte de lo que ocurriera en esta
batalla, o todo, sería instintivo y dependería ella de sus reflejos y
habilidades, tal como lo hiciera con la primera de sus víctimas. "Y
también con la segunda", apostó, enfocándose en otro minhu. En este, en
tanto descargaba los rayos con la mano derecha para mantenerlo a raya, usaba la
telequinéticas con la izquierda, para aprisionarlo con los restos del monstruo
destruido, y cuando lo tuvo inmovilizado, le asestó un tremendo golpe con el
bastón en la base del cráneo, y eso fue todo para otro de los defensores del templo.
"Habré establecido una marca, por casualidad?", se preguntó Marina,
consciente de que únicamente habían pasado tres minutos. En apenas ciento
ochenta segundos, había logrado lo que a las hadas más experimentadas y
poderosas les tomara semanas y decenas de vidas, en los últimos sesenta y nueve
días de la Guerra de los Veintiocho; eliminar a dos monstruos que eran
prácticamente invulnerables. Este hecho fue además una importante ayuda anímica
para la Cuidadora, quien volvió a la carga decidida a obtener el triunfo,
pensando en todo lo que la aquejaba y preocupaba, no en lo negativo, sino en
que aquello, incluidos sus seres queridos (familiares, amigos, vecinos,
compañeros de trabajo...), en que pudieran tener un mañana sin la necesidad de
pasar uno atrás de otro los días teniendo sobre los hombros la idea de ser
atacados por los ilios en cualquier momento. Hurgó la Cuidadora en su mente, en
tanto destruía al tercer monstruo, y advirtió que esa había sido precisamente
una de las preocupaciones principales de las hadas y otros seres elementales
desde el dieciséis de Abril de cinco mil ciento siete, por aquellos días Llol
número dieciocho, al no haberse inventado el neo calendario, cuando llegara a
su fin la Guerra de los Veintiocho (el período más oscuro de todos los
tiempos); que los ilios buscaran contraatacar, vengarse de cada una de las
especies elementales que los dejaran en esa situaciones tan caótica y
provocaran una catastrófica reducción numérica de ciento noventa y seis
millones a sesenta y tres y cuarto de individuos. Ese momento finalmente había
llegado, aunque no como los mortales y eternos enemigos de las hadas lo
quisieron - el manifiesto en las manos de los Cuidadores hizo que tuvieran que
adelantar sus planes - y el temor se habían convertido en realidad, por lo que
todos los seres elementales estaban en vilo, con el convencimiento de que
debían preocuparse por todo y por todos como nunca antes lo hubieran hecho, y
no serían pocas las voces en pensar en la cercanía del instante en que tuvieran
que cruzar al otro lado de la puerta. Todos sabían que nada ni nadie que
estuviera delante de los ilios y sus monstruos estaba ni estaría a salvo,
porque que cada uno de los seres elementales, sin importar su especiación
(sexo, edad, color de piel, país de nacimiento...) se unieron como nunca lo
habían hecho con este fin, el bélico, y decidieron responder a cualquiera de
las agresiones ilias, cada uno haciendo lo suyo e interactuando para obtener
los mejores resultados. "Y eso es lo que estoy haciendo", reafirmó
Marina, lanzando una descarga tan poderosa y fulminante que destruyó al cuarto
minhu sin mayores dificultades que los tres anteriores. La Cuidadora del Tep-Wo
sabía que sus responsabilidades, como así también las de sus colegas, eran
superiores a las de los demás, incluso a las intensivas labores que llevaban a
cabo los funcionarios políticos y militares de todos los rangos y las hadas
guardianas y guerreros de otras especies que estaban luchando. De ella y los
Cuidadores dependía apoderarse de los fragmentos, porque en ellos estaba la
clave para la derrota total de los ilios. "Y ponerle fin a un
enfrentamiento que se remonta al período del bombardeo planetario",
sentenció Marina, recurriendo por primera vez al Impulsor para destruir al
quinto enemigo, al que atravesó lanzándole el bastón directo al cuello. El hada
estaba exultante a causa del resultado que iba obteniendo, media decena de
mint-hu reducidos a escombros en poco más de diez minutos, y ni siquiera estaba
cansada o herida, justamente lo contrario a lo que milenios antes le pasara a
todos cuantos se enfrentaran a estos monstruos; y estar absolutamente
concentrada en eso había logrado que no le dedicara un segundo a sus
preocupaciones y temores. Decidido a no hacerlo, volvió a la carga intentando concentrarse
en un monstruo en particular, pero esto seguía siendo, sino imposible, muy
difícil. Los trece enemigos que quedaban peleaban constantemente al máximo de
sus capacidades, lanzando un golpe atrás de otro y haciendo espectaculares
demostraciones de sus habilidades, lo que eventos complicando el desempeño de
Marina, que se veía obligada a atacar y defenderse de o esquivar los ataques al
mismo tiempo, algo que la estaba llevando al límite de sus poderes.
"Probablemente los supere", empezó a convencerse, viendo como uno de
sus rayos impactaba en el hombro izquierdo a un minhu y le seccionaba ese
brazo, generando algo que llegó pocos segundos más tarde, su destrucción. Otra
vez el bastón había sido usado como lanza, esta vez para atravesarlo desde esa parte
del cuerpo hasta el lado opuesto de la cintura; la estructura corporal quedó
muy comprometida y el desafortunado monstruo agrandó la cantidad de escombros
esparcidos en el césped. "La tercera parte de los mint-hu destruidos en...
Un quinto de hora?", pensó. Aunque no le importaba el tiempo transcurrido
ni llevaba la cuenta exacta, aún sabiendo que era urgente que concluyera su
tarea cuanto antes, reconoció que esa marca sería un refuerzo anímico y moral
para ella. En tanto se concentraba en otro de los monstruos, reuniendo grandes
cantidades de energía alrededor de aquel, pensó en que su familia se sentiría
orgullosa, en cuanto les hubiera contado con todos los detalles este
enfrentamiento a muerte en el Yau-Kal.
Kevin, bastón en mano y habiendo reasumido la condición de Selecto, tuvo
que andar con sumo cuidado y extremar todas las precauciones desde el mismo que
en que llegara a la primera recámara, porque en el momento en que sus pies
tocaron una de esas viejas y descoloridas baldosas, no tuvo más que una
fracción de segundo para advertir que se había parado sobre una de las trampas
caza bobos diseminadas por el Yau-Kal, en este caso un compartimento oculto
disimulado por esa baldosa, en el cual los ilios instalaran metales oxidados,
que fácilmente habrían traspasado los zapatos del Cuidador y provocado en este
una infección potencialmente fatal. "Como si no tuviera ya algo grave en
los pies", comentó para sí, aliviado y contento porque sus reflejos no le
hubiesen fallado. Pero las aventuras de Kevin recién empezaban.
Debía registrar minuciosamente
más de un kilómetro de oscuros, antiguos y lúgubres túneles y las ocho
recámaras, esos numerosos muebles atestado con los objetos de todas las
procedencias y épocas, recuperar el recipiente de acero mágico y volver a la
superficie junto a Marina para ir juntos al séptimo y último templo. Kevin se
convenciones, en tanto empezaban a registrar una de las estanterías, que sus
colegas y amigos ya habrían obtenido dos de los fragmentos, Qumi y Zümsar en el
Eri-Kal y Eduardo y Lidia en el Mel-Kal, y que ambos dúos de Cuidadores debían
estar ahora viajando a sus siguientes objetivos, los templos Bol, en Sâmqei, u
Nem, en Mubge. Los seis habían prometido reunirse alrededor del mediodía.
"Quién baja y quién se queda en la superficie?", se preguntó
nuevamente, recorriendo con la vista otro mueble, moviendo con las manos y sus
habilidades telequinéticas parte de los objetos, porque no habían hecho planes
al respecto. Lo más cerca que estuvieron de resolverlo fue una teoría de la
Cuidadora del Templo del Fuego, que propusiera la división en grupos de tres, y
que se quedaran para enfrentar a los monstruos los que estuvieran en las
mejores condiciones físicas, algo con lo que los demás pareciera mostrarse
cierta concordia, y además, los hombres, escepticismo. "No lo podemos
consentir, cierto?", se preguntó el Cuidador de la Casa de la Magia,
continúan de la inspección de la recámara. El sabía tanto como sus colegas de
la MabDe y el Vinhäe que no permitiría que las mujeres corrieran ese peligro,
si podían evitarlo, y había razones, no solo ese gesto de caballeros, para
oponerse, las cuales el artesano-escultor estuvo reviviendo en su mente en
tanto continuaban el recorrido y la inspiración por la primera recámara y luego
en la segunda. Qumi había pasado doscientos años transformada involuntariamente
en una estatua de vulcanita, a consecuencia de un error motivado por haber
comprobado la existencia del manifiesto de los ilios y su ubicación; y no sería
justo que hubiera conseguido recuperase solo para dejar su vida en esta guerra.
"Merece vivir hasta alcanzar la expectación de vida y superarla",
deseó Kevin, abandonando la primera recámara. Por su parte, Marina, con quién
el marido de Cristal estaba formando un dúo, estaba comprometida y a la espera
de un hijo o hija que nacería en algún momento de la primera quincena de
Octubre. Con ese porvenir, sería una catástrofe moral descomunal y un golpe
devastador para la comunidad feérica a escala planetaria si ella cruzara al
otro lado de la puerta. Sería lo mismo en el caso de la Cuidadora del Vinhuiga.
Una nena de diez años falleciendo implicaría otro golpe de iguales dimensión,
en especial para sus padres y los híbridos (entre estos, sobre todo, los
nacidos de un hada y un vampiro)quienes nunca habían llegado a una posición de
tanto prestigio. "Y por eso tenemos que evitar que a ellas les llegue el
momento. No es bueno ni por error y todos lo vamos a lamentar", insistió
Kevin, ya en la segunda recámara. Al mismo tiempo, pensaba en que sus colegas
del sexo masculino y el mismo estaban expuestos a los mismos peligros
potencialmente mortales que las mujeres y quizás más, considerándola quiénes y
lo que eran. Zümsar fue uno de los primeros sujetos de prueba para esa pócima
de control mental que desarrollaran los ilios, y ahora el Cuidador estaba unido
en mate con Iris, la peor pesadilla que alguna vez hubieran tenido los eternos
enemigos de las hadas, además de haber sido ellos los que capturaran algunos de
los integrantes de la cadena de mando ilia y eliminado a defender, cuando no
centenas, de individuos en pocos días. Por ello, el Cuidador de la MabDe era
uno de los blancos prioritarios, lo sería en tanto continuara la guerra.
Eduardo había sido señalado, el mismo insistía con que había una equis dibujada
en su espalda, como enemigo por los ilios desde el mismo que de su llegada a
este planeta, a mediados de Enero de diez mil doscientos cinco, y su origen
explicaba esa marca, porque si los ilios sentían una profunda y total aversión
por cualquiera ajenos a su raza, ese sentimiento sería definitivamente más
notorio y profundo con una persona que no solo no era (no había sido) de su
especie, sino tampoco del planeta. "Y quedo yo, el Cuidador de la Casa de
la Magia y descendiente de Ukeho", concluyó Kevin el repaso. Los
dirigentes ilios le habían hecho creer a las masas que las artes mágicas eran
invenciones de la Trinidad Maligna y por tanto debían repudiarse y rechazarse.
Con esto, el artesano-escultor, identificado como uno de los invasores del Oi-Kal
hacía pocos días, era otro de los blancos prioritarios. Ya desde el mismo
momento en que Qumi despertara se había advertido que si uno o más de los
Cuidadores caían en batalla sería un golpe moral para todos los seres
elementales, quienes a conseguir de eso podrían colapsar y entrar en pánico a
largo plazo, al enterarse que los ilios y sus monstruos pudieron derrotar a las
hadas más poderosas. "O desde antes", arriesgó Kevin, concluyendo la
revisión de la segunda recámara y yendo a la tercera, remitiendo su memoria al
día en que el, Eduardo y Lidia se convirtieran en los herederos de Rorha,
Biqeok y Seuju. En esa jornada, el cinco de Enero / Baui número cinco de hacía
poco más de un año, algo que las hadas supieron con los interruptores
recientes, los ilios descubrieron que los tres habrían de representar con total
seguridad un contratiempo y una amenaza a sus planes para la dominación
mundial, no importaba cuando empezaran esas tareas, una situación que para
ellos hubo de agravarse a finales del año, empezado Diciembre, con la aparición
de Marina, la sucesora de Zak'lu, en el Tep-Wo, y decididamente empeorar con la
recuperación de Qumi, la única persona que podría de verdad entorpecer esos
planes antes que empezaran a ejecutarlos, al alertar a sus pares sobre la
existencia y ubicación del objeto que los podía delatar: el manifiesto. En ese
texto antiguo - repasaba el Cuidador, de camino a la siguiente recámara -
alertaba sobre las invenciones de los ilios para la guerra; los potenciadores
de cualidades, bastones, guantes y las píldoras, sus nuevas y más efectivas
armas, los monstruos aún más poderosos que los mï-nuqt, uc-nuqt y mint-hu y la
absorción de la energía de los ilios que murieran por parte de los sobreviví,
además del desarrollo de un alfabeto y el sistema de escritura complejo; el
fraude que era la religión, ideada por los dirigidos para someter a las masas;
el sistema de gobierno mucho más complejo de lo que se creía; el hecho de dejar
que el Movimiento Elemental Unido atacara primero, pues eso, aunque tuvieran
que morir millones, les sería funcional (a la larga lo vieron como un error,
porque no fueron capaces de advertir semejante reducción numérica), los robos
de elementos que ellos consideraran de valor para sus ambiciones y planes, el
dominio de las artes mágicas por parte de los dirigentes, los problemas de
infertilidad en los dos sexos que afectaran a numerosas especies elementales y
la especiación acelerada en los dones o atributos de las hadas antes y después
del Primer Encuentro. Con el manifiesto en poder de los seres feéricos y tres
de los suyos capturados, los ilios comprendieron que había que adelantar los
planes y lanzaron decenas de ataques simultáneos en todo el mundo. La guerra
empezó y todos los seres elementales se vieron comprometidos. "Se habrán
enterado que sabemos lo de los fragmentos?", se preguntó Kevin, recorriendo los muebles de
la atestada recámara. De ser así, no podrían hacer nada para evitarlo, porque
ni siquiera estos mint-hu perfectos habían sido capaces de detener a la amenaza
máxima para la sociedad ilia y sus planes: los seis en trabajando juntos.
"Definitivamente no tienen oportunidades contra nosotros", sentenció
Kevin, absolutamente convencido.
En la superficie, la Cuidadora del Tep-Wo seguís con la suerte de su lado,
pues había destruido a otros dos monstruos y mí estos no los otros le habían
podido poner un dedo encima. Marina hizo todo el tiempo demostraciones de sus
destrezas y habilidades, contra la que los mint-hu no tuvieron oportunidades. Aún con lo suyo, eran lentos en comparación
con el hada, quien tenía en su peso y altura las principales ventajas a la hora
de moverse y maniobra. "Y estos eran los monstruos prácticamente
invencibles?", dijo con un tono de burla, planeando s una distancia prudente
y mirando hacia abajo, a los enemigos que se sabían impotentes al no poder
hacer más que saltar intentando alcanzarla, provocando temblores al volver a
impactar en la superficie
Al mismo tiempo, la Cuidadora
sabía que sus ataques desde esa distancia, por más fuertes y precisos que
fueran, no tendrían otros efectos MSC que esas posibles quemadura y
ennegrecimientos en el cuerpo de los monstruos, y para el momento en que
lograra, si lo conseguía, pasarían horas, y tiempo era lo único que de verdad
Marina no tenía. "Abajo, entonces", decidió, descendiendo abrupta y
velozmente en picado, usando su propio cuerpo como arma, atravesando a uno de
los monstruos, que en ese mismo instante había vuelto a saltar, en el vientre.
El minhu fue destruido en el aire, a cincuenta metros de la superficie,
enviando fragmentos de roca de diversos tamaños en todas las direcciones. En
otra impresionante demostración, Marina evitó dar contra el césped después de
atravesar al enemigo, remontando otra vez el vuelo en un ángulo muy poco pronunciado
que no debió superar los veintiún grado. Acto seguido, usó la misma técnica, la
de lanzarse a esa velocidad de vértigo, pero está vez en horizontal, a un metro
del suelo, y usando el bastón y el Impulsor para suplir la fuerza que faltaría,
y destruyó sin esfuerzos ni complicaciones al décimo minhu, ante los gestos de
desconcierto y estupefacción de los otros, quienes en poco más de un quinto de
hora vieron reducida su fila a menos de la mitad sin poder hacer nada por
evitarlo ni cumplir su objetivo. Aún así, con su número reducido de dieciocho s
cinco, estaban dispuestos a pelear hasta el final y obedecer su orden
imperativa: sin importar a qué raza pertenecieran, todos cuantos intentaran
entrar al Bol-Kal debían ser eliminados, y eso harían. Uno de ellos estuvo a
punto de asestaran un golpe a la Cuidadora, aprovechando esos dos segundos en
que ella se posara en la superficie para ejecute una de sus técnicas, acumular
grandes que de aire para lanzarlo en una descarga, y ese fue un grave
desacierto que al monstruo le costó la vida, porque Marina encauzó el aire a
través del bastón y lo lanzó hacia el desafortunado oponente, a quien tuvo a
menos de un metro de distancia. "Otra vez éxito y reflejos", dijo,
con un suspiro, al haber destruido a este enemigos y cubrirse usando su propia
energía de los fragmentos. "Te agradezco tus palabras, Kevin", volvió
a decir en su mente, porque su amigo y colega le había dicho que todos y cada
uno de sus pensamientos debían estar absolutamente concentrados en la batalla,
y eso había hecho desde el principio - eso le había servido ademán para no
pensar en lo triste y negativo -. Pronto, la cantidad de monstruos que quedaba
en pie de redujo a seis, e inmediatamente luego a cinco, o que la indujo a
pensar que había alcanzado al fin el estado completo de Selecta, porque, esto
era algo conocido por la totalidad de las hadas y otros seres elementales (otra
gran pesadilla para los ilios) no se trataba solo de transformar el cuerpo en
uno de los elementos de la naturaleza, sino de usar todo su poder al máximo
desde el inicio sin agotarse, como si fueran expertos en el dominio de esa
condición. Eso, pensaba la Cuidadora, tendrían que aprender, y pronto, sus
cinco colegas si deseaban dar varios pasos más para ganar la guerra contra los
ilios y vencerlos definitivamente.
Kevin
concluyó la revisión de la quinta recámara y se marchó de ella con las manos
vacías y una expresión amarga en la cara, pues no había visto allí ni en los
espacios anteriores más que los artículos propios de los ilios y otros robados por
estos. “Espero que el fragmento esté en este lugar”, deseó otra vez, caminando
por uno de los oscuros corredores, alerta por la posible presencia de las
trampas caza bobos. Al llegar a la sexta recámara, un nuevo pensamiento
apareció en su mente, ajeno o propio a esta misión como una parte del todo y la
guerra como el todo mismo según se lo mirara. “¿Qué pasaría si aparecieran los
Cuidadores para los otros lugares grandiosos?”, se preguntó, observando que,
entre las decenas de artículos que atestaban una repisa había ilustraciones de
las hadas de los animales y de las plantas (cada uno de estos atributos tenía
sus propias especiaciones) cumpliendo sus actividades laborales. “Creo que
haríamos una diferencia aun mayor”, apostó, con el convencimiento absoluto de
que así sería. Aún quedaban ocho lugares grandiosos, en diferentes puntos del
globo, los cuales llevaban entre trescientos cincuenta y seiscientos años sin
sus máximas figuras de autoridad, que esperaban, tanto como el personal que
trabajaba en cada uno, tanto como la totalidad de la población, ansiosos por
recuperar esa parte de su esplendor que les faltaba. El sabía tanto como cualquiera que muy rara
vez los Cuidadores estuvieron todos juntos, menos de siete, desde que se
construyera e inaugurara el más nuevo de estos lugares, en los tiempos en que
la religión biteísta de las hadas aun no llegaba a su período de esplendor
máximo. Durante la presencia de esas figuras de autoridad (el Cuidador y su
segundo al mando), los lugares grandiosos estaban durante su período de
esplendor, así había sido desde el inicio, cuando la figura máxima era el
sacerdote o la sacerdotisa, los intermediarios entre la población y las figuras
máximas de la religión: Vica, la diosa de la vida y la luz y personificación
del Sol, y Aldem, el dios de la muerte y la oscuridad, la personificación de la
Luna. Además, estar catorce hadas siempre fueron, en grupo, un pilar
fundamental de la sociedad y la cultura no de los seres feéricos solamente,
sino de todas las especies elementales, con la única excepción, por supuesto,
de los ilios, quienes desde antes de su llegada a Centralia, en donde estaban
siete de los lugares grandiosos, de los cuales cuatro estaban dedicados a los
elementos principales de la naturaleza. Ese era otro de los factores que había
retrasado por milenios los planes de conquista, todos estos, de los ilios, una
sospecha mantenida por miles de años que quedara confirmada con los
interrogatorios que un puñado de hadas, lideradas por Elías, rey de Insulandia
y príncipe de Ártica, llevaran a cabo en la primera quincena de este mes. “Habría
que hacer con ellos lo mismo que con la MabDe”, propuso el Cuidador de la Casa
de la Magia en su mente, pensando que, ante la perspectiva de la guerra, se
había propuesto la posibilidad de convencer a cada una de las hadas cuyo don se
relacionara con el elemento luz para que se presentara en la MabDe, algo
inmediatamente cancelado por la aparición de Zümsar, quien hasta allí había
llegado, con Iris, a consecuencia de una batalla. Habiendo entrado a la séptima
y anteúltima recámara, se convenció que los lugares grandiosos con los puestos
máximos vacantes estarían tan expuestos al ataque de los ilios y sus monstruos
como los otros, por lo que decidió pedir a los dirigentes del Consejo Supremo
Planetario y la Mancomunidad Elemental que destacaran en ellos tantas hadas
guardianas y defensas como fuera posible en cuanto estuviera de vuelta en la
Ciudad Del Sol. “Esos lugares tienen que quedar intactos, no importa lo que demande”,
dijo, examinando los artículos, tan variados como numerosos.
Marina
continuó teniendo suerte en su violenta batalla contra los mint-hu. En apenas
cuatro minutos había destruido a otros tres, nuevamente haciendo esas
espectaculares demostraciones de sus poderes y habilidades, algo contra lo que
este trío de víctimas, tanto como las trece anteriores, no tuvieron defensas,
pese a lo poderosos y resistentes al daño que eran. Movimientos que no tendrían
absolutamente nada que envidiar a los de los mejores gimnastas y atletas, y
ataques dignos de una auténtica hada Selecta (lo que era de verdad la Cuidadora
del Santuario del Viento). Su decimocuarta víctima terminó envuelta en una
fuerte ventisca que lo envió varias decenas de metros hacia arriba y, en el
momento en que empezaba a caer, Marina usó su bastón a modo de lanza y lo
atravesó, estallando entonces el minhu y comprobando la dama que, en efecto, su
condición de auténtica Selecta no quedaba limitada a ella, sino que también se
extendía a este atributo de mando. El
decimoquinto monstruo tuvo como última visión del mundo a la Cuidadora
trepándose sobre el antes de darle el fuerte golpe en la base del cráneo, y,
acto seguido, la decapitación del monstruo, con el muy filoso borde exterior
del símbolo del viento en uno de los extremos del bastón, y el decimosexto
aplicó su técnica extrema, aunque no tuvo los resultados esperados. Aunque
sabía que una explosión así ni siquiera le causaría heridas menores, máxime
estando transformada en una Selecta, Marina se protegió creando una burbuja con
su energía que no solo neutralizó los efectos de la explosión, sino que los absorbió,
y la energía cinética terminó por devolverle a la dama las escasas fuerzas que perdiera
desde que empezara la batalla. Estando intacta y en sus mejores condiciones, la
Cuidadora del Tep-Wo se concentró entonces en los restantes enemigos, los que
estando dañados y sabiendo que sus oportunidades eran remotísimas, sino
inexistentes, continuaron con su orden imperativa. “Vamos”, los alentó Marina,
con una sonrisa y cruzando los brazos. Los monstruos se abalanzaron contra ella,
pero antes de que cualquiera hubiera estado siquiera a la distancia necesaria
como para asestar un golpe, cayeron víctimas de su propio descuido e
imprudencia, porque la Cuidadora, sabiendo que no valía la pena esforzarse ni
moverse, se limitó a usar la telequinesia para elevar los fragmentos de mayor
tamaño y golpearlos con ellos. LA superficie corporal de ambos mint-hu se
resquebrajó y quedaron hechos añicos delante de Marina, que habiendo visto el
fin del peligro alzó los brazos en señal de triunfo y recuperó la forma
feérica. “¿Así que esto es ser una Selecta?”, se preguntó, todavía impresionada
por esos descomunales poderes que había alcanzado, sentándose en el suelo con
las piernas extendidas y los brazos a los lados. Había decidido quedarse a
esperar a Kevin, cubriéndolo de posibles nuevos ataques de los ilios y sus
monstruos, tal como el Cuidador hiciera en el Oi-Kal. Siguió su consejo
constantemente, sobre no dedicarle sus pensamientos a lo triste y lo negativo y
tuvo en ello una de las claves que hicieron posible su triunfo; concentrarse únicamente
en obtenerlo hizo que no se distrajera con esas cosas que eran, sin embargo, en
extremo importantes. No estaba exhausta a consecuencia de los esfuerzos y
tampoco tenía heridas. “De hecho, estoy intacta y en excelentes condiciones”,
se dijo, haciendo otra demostración de sus habilidades, atacando los remanentes
de los monstruos con pequeñas descargas para reducir su tamaño, y estaba por
pulverizar una cuando vio emerger a Kevin, exultante y con el recipiente de
acero mágico en la diestra.
“¡Me
aburro!”, protestó el marido de Cristal, derrumbando varias decenas de objetos
con una sola mano, para aliviar una parte de la frustración que sentía al no
haber podido localizar el precioso objeto en las siete recámaras anteriores ni
en esta, la octava y última, a la que llegara hacía tan solo cinco minutos. Lo
urgía completar su parte e ir nuevamente a la superficie, pues, aunque mínimas,
sus dudas tenía al haber consentido con que su colega y amiga se hubiese
quedado sola expuesta al peligro que representaban esos dieciocho monstruos
construidos sin errores. Tenía el consuelo, quizás el único, o el más
importante al menos, en las comunicaciones mentales que la reina Lili estuvo
manteniendo con el (y los otros Cuidadores también), algo previamente acordado,
cuando organizaban la misión, para decirles que ni los ilios ni los monstruos
creados por ellos habían conseguido traspasar los límites de la Ciudad Del Sol
ni ninguna otra capital. Más que eso, ninguno de los lugares grandiosos,
tuvieran o no a sus figuras de autoridad, había colapsado, aunque si hubo
ataques sobre ellos que fueron repelidos por las hadas guardianas y sus líderes
interinos – Lara, Cristal, Isabel, el príncipe Taynaq, el hermano de Qumi y, en
el caso de la MabDe, su equipo de notables – y que costaron el triste precio d
una centena de seres feéricos y elementales entre quienes estuvieron allí para
defenderlos. “Esas son buenas noticias”, se había estado alegrando Kevin, a
medida que la soberana insular actualizaba la información. Con el último de los mensajes tuvo algo de
calma, porque Lili le había hecho saber que Cristal estuvo nuevamente en la
Casa de la Magia sin haber tenido contratiempos en el viaje hasta allí desde
Plaza Central. El Cuidador usó eso como atenuante de la impaciencia y retomó la
búsqueda del recipiente en esa recámara, el último lugar que quedaba por
registrar. Si sus cálculos (y deseos) eran correctos, los Cuidadores ya estaban
en posesión de tres fragmentos y en estos momentos debían estar en los templos
de las etnias Bol y Aig buscando otros dos. Y fue una suerte que hubiera
recibido uno ese envión anímico, porque estuvo a punto de usar sus poderes para
destruir uno por uno los muebles y elementos que abundaban en ellos, hasta que el único objeto que quedara
allí fuera el recipiente de acero mágico. “¡Por fin!”, se emocionó, al cabo de
unos minutos, al verlo, sepultado entre parte de la variedad que echara al
suelo, en donde había pasado inadvertido a consecuencia de sus colores, a tono
estos con el resto de los objetos. “¡Ahora tenemos cuatro!”, se alegró,
recuperando el recipiente, caminando entre los artículos esparcidos y
determinado a abandonar el Yau-Kal. Transformado otra vez en un Selecto, para
quedar invulnerable a las trampas que pudieran quedar activas en los corredores
y otras recámaras, ilusionándose con que la derrota de los ilios de verdad
podía darse antes de fin de mes, halló el acceso y empezó el lento ascenso,
siempre con la precaución delante suyo, y unos pocos segundos después vio la
superficie, en que abundaban los restos de todas las formas y tamaños, lo que
quedaba de los dieciocho mint-hu, y al a la Cuidadora del Santuario del Viento,
mientras asumía su forma feérica y con las dos manos sostenía, cargado de
orgullo y satisfacción, el recipiente. “¡Ahora ya tenemos cuatro!”, exclamó,
dándose cuenta que la dama había tenido mejores resultados que el en la
batalla, porque no le vio una sola herida ni signos de agotamiento, por lo que
le preguntó, mientras caminaba hacia ella y pasaba a sostener el recipiente solo
con la diestra, cómo había obtenido el triunfo sin esforzarse y en tan poco
tiempo.
_Alcancé
un estado perfecto mientras estuve con la condición de Selecta- explicó marina,
incorporándose poniendo este segundo
recipiente con el otro, en el cilindro mágico –, y tengo que decir que eso fue
posible gracias a vos.
_Por
las cosas que te dije antes de que traspasáramos la formación rocosa, sobre
hacer a un lado esos pensamientos negativos., advirtió Kevin.
Marina
sonrió.
_Si,
por eso mismo – ratificó, mientras empezaban a alejarse del templo. Su
siguiente e inmediato destino era la puerta espacial, la cual los dejaría a
menos de un quinto de hora del Aig-Kal –. Tuviste razón cio eso y vistos los
resultado, voy a hacer exactamente lo mismo si en el último templo me toca
quedarme en la superficie a pelear.
_Al
menos lo vas, o lo vamos, a hacer sin tantas preocupaciones. Y eso es muy
bueno.
Dijeron
unas pocas palabras acerca de los reportes tranquilizadores de la reina de
Insulandia. El Tep-Wo y la Casa de la Magia, como así también los otros lugares
grandiosos, contaron con las suficientes defensas que les permitieron repeler
todos los ataques, y tanto el príncipe Taynaq como Cristal habían actuado con
arrojo y heroísmo en los combates.
_Eso
nos va a ayudar mucho – apostó marina, trepando con extrema facilidad la
formación rocosa. Podría haberla cruzado volando, pero consideró que no había “hecho
el suficiente ejercicio” en el templo – Eso y nuestro número. Si uno solo de
nosotros pudo destruir a dieciocho de los monstruos más poderosos en un tiempo
muy corto, no hay dudas de que tres vamos a lograr otra marca. Tres contra
dieciocho, seis mint-hu por cada uno. Tenemos asegurado el triunfo en el Aig-Kal.
_Eso
ni se discute., coincidió Kevin.
Y
ambos Cuidadores salieron de allí con la misma facilidad con la que llegaron,
decididos a hacer todo cuanto estuviera en sus manos para obtener el último
fragmento y volver a Del Sol en el tiempo estipulado.
FIN
---
CLAUDIO ---
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