viernes, 13 de julio de 2018

32) Misión de exploración, parte 1

Apenas dieron las siete de la mañana del miércoles siete de Enero /Baui número siete, cuando media decena de figuras, tres del sexo femenino y dos del masculino, llegaron al noroeste del reino de Insulandia, después de haber viajado a través de las puertas espaciales, desde el casco histórico del país. Allí, en el centro neurálgico, no hubo una despedida grandiosa ni ovaciones a viva voz, sino lo contrario, algo discreto. Por un lado, porque los funcionarios políticos, en especial los que idearon este viaje, querían mantenerlo en secreto, aún sabiendo que esa condición no duraría mucho, y por otro porque era poco menos que una misión suicida. No obstante, necesaria. Y era a consecuencia de esa peligrosidad que se requirió de la asistencia de los más poderosos seres feéricos, sabiendo que eran ellos quienes tenían las mayores posibilidades de éxito. A los cinco se les estuvo explicando, desde el primer instante de la tarde del cinco de Enero hasta la tarde de ayer, el descubrimiento hecho con la más reciente aplicación de la técnica de la legeremancia - por qué los ilios se habían colado sin ser vistos en la Ciudad Del Sol para eliminar a un hada en particular - y, a consecuencia de eso, el plan que los funcionarios tuvieron que armar, casi improvisando, sabiendo que el tiempo apremiaba más que nunca, y que el lugar no era precisamente una playa paradisíaca, de esas que tanto caracterizaban al archipiélago insular, a la que los cinco individuos seleccionados o cualquier otro fueran de vacaciones o para dedicarle uno o dos días al ocio. Medio en serio y medio en broma, los ideólogos de este peligroso viaje comentaron para si y para los voluntarios que tuvieron que armarlo de la misma manera que los ilios hicieron el suyo: a las apuradas, reparando muy poco en los detalles, más allá del hecho de haber pensado en los voluntarios, en que estos debían ser muy poderosos y hábiles. Aquellos lo aceptaron sin dudarlo, sabiendo todo lo que estaba en juego y la posibilidad de una nueva guerra de escala planetaria, y a medida que les iban explicando los aspectos de esta misión de exploración y búsqueda, porque eso era, y advirtiendo sobre los peligros ("Eventualmente mortales", añadió sin entusiasmo ni ganas uno de los ideólogos) propios del viaje, los voluntarios reafirmaron lo urgente que era este. Entre explicaciones y preparativos, coincidieron en que saldrían con el alba del séptimo día del año desde el centro neurálgico, y que, pensando en que les sería útil, lo harían de forma discreta y sencilla, condiciones que, sabían de sobra, no se iban a prolongar por mucho tiempo. De esa forma, a las siete menos cinco, dejaron el barrio Plaza Central, simulando que volvían a sus casas para pasar la jornada completa con sus familiares, los cinco Cuidadores. Eduardo, del Vinhäe, Kevin, de la Casa de la Magia, Lidia, del Vinhuiga, Marina, del Tep-Wo, y Qumi, del JuSe. Ninguno dejó de pensar constantemente en ese peligro gigantesco que se cernía sobre sus cabezas y las de cada hombre y mujer de la raza feérica y todas las razas del reino elemental. "Vamos a tener éxito y volver", prometieron al unísono a los autores de esta misión y las menos de veinte personas, todas estas familiares de uno o más de ellos, que tuvieron el conocimiento, conscientes también de que, llegado el caso de que fueran descubiertos, cabía la posibilidad para los ilios de herir, e incluso eliminar, a más de uno de los Cuidadores, cuando no a todos, en menos de veinticuatro horas, el tiempo que el quinteto y los ideólogos estimaron para iniciar, continuar y concluir la misión, pese a lo complicada y peligrosa que era esta.

Por delante tenían una espesa selva tropical, otro de los paisajes característicos insulares. Deberían atravesar esos veinte kilómetros caminando a un lado del sendero local, o directamente sobre el, porque una de las advertencias que recibieran de boca de los reyes y demás autores de la misión consistía en evitar el uso de las artes mágicas, todas estas, ya que los ilios habían desarrollado, con el paso de los años, maneras para detectarlas, y evaluar en base a eso sí se trataba o no de una amenaza. Para mayor seguridad y mayores probabilidades les pidieron que se abstuvieran, también en la medida que les fuera posible, de usar sus habilidades especiales, como la técnica del vuelo y la capacidad para transformarse. Habiendo aceptado esos consejos, o advertencias, los Cuidadores emprendieron el peligroso viaje, conscientes de que en algún momento tendrían que, por ejemplo, recurrir a la técnica del vuelo, uno de los principales distintivos de los seres feéricos, o transformarse, ya fuera que hicieran esto último para obtener alguna ventaja en tanto completaran su misión o, algo que también creyeron probable, una batalla contra sus históricos enemigos, los ilios. Así que, con esas instrucciones, los cinco tenían por delante una espesa capa verde que deberían atravesar caminante por ese sendero de tierra. Una vez que la hubieran cruzado, había por delante otros quince a veinte minutos hasta su destino, un antiguo templo subterráneo cuya construcción se remontaba a ese período de tres siglos y cuarto posterior al bombardeo planetario.

_Vos estás bien?., le preguntó Eduardo a su colega del JuSe.
Los cinco Cuidadores caminaban a paso normal, pero sin dejar de permanecer atentos, porque siempre estaría latente la posibilidad de que los ilios estuvieran ocultos entre la espesura, recurriendo o no al camuflaje, y que hubieran instalado una o más trampas caza bobos, previendo ellos que las hadas u otros elementales quisieran colarse en uno de los más importantes lugares de la civilización ilia. Ludi5se estaba luciendo en esa tarea. La nena híbrida estaba usando las habilidades que heredara de su padre para cerciorarse de que no hubieran esas trampas por allí: usaba la ecolocación, una técnica que, en el caso de los híbridos, consistía en lanzar leves y breves soplos de aire en diferentes direcciones, esperando que al impactar dieran en el objetivo; así podrían encontrarlo y destruirlo. Lidia estaba contenta de no haber hallado nada, porque eso significaba que ella y sus colegas estaban a salvo, al menos por ahora.
_No, no lo estoy - contestó Qumi, dándose cuenta que caminaba más lento que los demás. Lo que el rey Elías descubriera l aplicarle la legeremancia, si bien no era la tragedia más grande, tampoco constituía algo agradable ni divertido, y la Cuidadora del Hogar de la Tierra estaba además muy preocupada, conociendo que no solamente ella se estaba exponiendo a un peligro potencial y eventualmente mortal, sino que había arrastrado a sus cuatro colegas a la misma situación -. Lo que descubrimos cuando Elías me leyó la mente no es bueno, y sin importar el resultado de este viaje y nuestra misión el desenlace va a ser peor. Antes, durante o después de nuestra presencia en ese templo subterráneo, los ilios van a saber que estuvimos allí, incluso puede que ya lo sepan, y lo que fuimos a buscar. Para resumir, yo voy a ser la responsable de todo lo que pase de ahora en adelante y de que a ustedes les pase algo.
_Estás equivocada, Qumi -  intervino Kevin, quien, llegado el caso, sería el único que les podría proporcionar un acceso al templo. Estando transformado, excavaría un túnel que los llevara a alguno de los corredores o las recámaras -. Nosotros cuatro nos ofrecimos voluntaria y desinteresadamente para venir. Ni vos, ni el rey, la reina ni nadie nos obligaron a venir. Es cierto, eventualmente puede costarnos la vida, pero, como Iris dijera en su momento, siempre existe la posiblidad de tragedias en una guerra, incluídas las vidas que se puedan perder. Claro que eso no va a pasar con nosotros. Harían falta decenas y decenas y decenas de ilios atacando al mismo tiempo con todas sus fuerzas tan solo para causarnos un leve rasguño. Además, en mí caso, no puedo dejarme abatir. Tengo una responsabilidad enorme sobre los hombros, y no hablo de ser un Cuidador.
_Akmolu?., llamó Marina, quien como todos en este grupo, le había hecho la promesa a sus parientes de volver con ellos.
La Cuidadora del Tep-Wo había entrado en la dulce espera hacía pocos días y tanto ella como su prometido, Taynaq, el príncipe ucemita (el gentilicio de los nativos del reino de Ucêm), que además era el segundo al mando del lugar grandioso, tan emocionados a causa de ese feliz evento - la "noticia maravillosa" -, ya estaban organizando su enlace matrimonial. Con la noticia del embarazo, la popularidad de uno y otro había aumentado considerablemente.
_Si y no - contestó Kevin, internados ya los cinco en la espesura. Ese era un sendero que estaba entre los menos transitados del país y quienes más lo usaban, tal vez representando al noventa por ciento del total, eran los matrimonios 6 parejas que decidían perderse entre los frondosos arbustos y árboles para "ocuparse de sus asuntos" -. Es cierto que para Cristal y para mí no hubo ni hay otra cosa más importante que velar constantemente por nuestro hijo. Al menos, así fue hasta la noche del último domingo - sabía, y los demás también, porque advirtieron sus intenciones, que la razón por la que el Cuidador de la Casa de la Magia hablaba de esto ahora, además,, erara distraerlos y evitar que tuvieran esas preocupaciones como las de Qumi -. Ahora tenemos otra razón para estar tan unidos y nadar en ese mar de dicha

Cristal estaba nuevamente embarazada, y, como el mismo Kevin explicara, esa era una de las razones por las que había viajado sin pérdida de tiempo, aunque, como lo indicara la costumbre tan antigua de las hadas, los primeros que debían enterarse de este maravilloso evento eran los parientes más directos de ambos componentes del matrimonio, que en el caso de este eran solamente cuatro: Isabel, Eduardo, Iulí y Wilson. "Hay mucho en juego", dijo el artesano-escultor, empezando a explicar por qué aún no se lo había dicho a su cuñada ni tampoco a sus suegros; Kevin apostó que los tres intentarían persuadirlo de que no formara parte de este grupo que tenía una misión tan peligrosa, pese a que tal acción formaba parte de las obligaciones de un Cuidador, ayudar a sus colegas cada vez que estos lo necesitaran. "Y ese es el caso ahora", concluyó, habiendo disfrutado de las palabras y gestos de felicitación por parte de quieneo estaban acompañando - oportunamente, los adultos le hablaron a Lidia sobre el envío de otra carta desde la Casa de la Magia hasta la Isla de los Nacimientos -, al tiempo que advertían que apenas les quedaban dos kilómetros, el diez por ciento del total, de recorrido en ese camino. "Digamos que esta fue la parte fácil", creyó Marina, alegrándose porque no hubieran encontrado ilios ni trampas caza bobos en la frondosa selva.

El objetivo del quinteto era una franja de novecientos metros de diámetro, delimitada por piedras de diferentes formas y tamaños, que formaba uno de los más antiguos templos religiosos de los ilios, el "Oi-Kal", erigido en homenaje a una de las escuelas originales ilias. En su momento, había sido uno de los lugares más importantes para la etnia Oi, tanto como para la otra media docena, siendo un centro de culto y adoración dedicado a la Trinidad Benigna, las divinidades - Iel, de la Abundancia, Mod, de la gloria o el triunfo, y Ral, del destino - que regían cada uno de los aspectos de la vida de grupos e individuos ilios. Conforme fue avanzando el tiempo, y la interacción de los miembros de las siete etnias empezó a dar paso a la octava, los siete templos originales, si bien continuaron siendo componentes muy importantes para la religión y la sociedad, empezaría a sufrir una gradual pérdida de interés, y cuando los individuos de las etnias originales finalmente desaparecieron, los templos dedicados a cada una, como el Oi-Kal (a las hadas les había costado trabajo descubrir que el vocablo "kal" podía implicar tres significados: adoración, lugar de culto y, la más aceptada, templo -, pasaron a ser enormes almacenes donde esos seres acumularon todo tipo de objetos que consideraran valiosos para la historia y el acervo cultural de esas etnias extintas, como así también para la octava. Los seres feéricos no tenían idea de que podía haber en el Oi-Kal ni en los otros templos, ni tampoco la cantidad exacta de artículos, porque los ilios nunca hicieron declaraciones a ese respecto (temían que las hadas y otros elementales se apropiaran de su historia, acervo cultural y todos los recursos allí almacenados), aunque no les fue difícil suponer que en los templos, a los que se construyera bajo la superficie para mantener el secretismo que tanto los caracterizaba, almacenaban piezas arqueológicas, reliquias, tesoros y cualquier material que consideraran valioso. Oi-Kal abarcaba una serie de corredores semi circulares que en su punto más elevado alcanzaban los cuatro metros, y tenían extensiones de entre cien y doscientos cincuenta metros, y recámaras circulares de setenta y cinco metros de diámetro, que en conjunto, con su disposición, formaban el antiguo símbolo religioso de los ilios. Este lugar, exactamente igual a los otros en cuenta al diseño y la disposición, estaba medio kilómetro bajo tierra y la única entrada era una escalera recta ubicada en uno de los extremos, allí donde se construyera la octava recámara (la nueva y definitiva etnia ilia), lo que a su vez constituyera la última obra de envergadura en este y los otros templos. Una escalera 9, al transformarse el lugar en un almacén, fue removida, el hueco cubierto con toneladas de escombros y materiales y el acceso cegado por una trampa caza bobos hasta el mismo instante en que el césped, los arbustos y unas pocas plantas recuperaron el espacio perdido en ese punto y toda la franja circular delimitada por piedras. Para las hadas era imposible no solo saber que clase de objetos había allí y su cantidad, sino también si los ilios continuaron yendo al Oi-Kal y, en caso de que lo hubieran hecho, cómo podrían entrar y salir, estando su único acceso inhabilitado para siempre. Con su aislamiento y secretismo tan característicos, eso era en si uno de los grandes misterios, también uno de los más antiguos, de los ilios, incrementado sustancialmente después que Iris y un grupo de combatientes del MEU destruyeran casi todos los archivos y textos históricos con referencias a la cultura e historia de los ilios, pues su plan no solo consistía en eliminar a esos seres, sino también borrar y destruir todo rastro de su existencia. Ahora, a más de cinco mil años de concluida la Guerra de los Veintiocho, y a más de cincuenta y cinco mil de la llegada de los primeros ilios al oeste-noroeste centrálico, media decena de individuos de la raza feérica marchaban por un claro despejado entre la selva espesa y el Oi-Kal hacia este último, intentando descubrir cómo acceder, en base a los descubrimientos hechos al leer el rey Elías la mente de la Cuidadora del JuSe, la única coincidencia entre sus recuerdos y la memoria del tercer ilio capturado. "Tranquilidad", insistió Marina, dirigiéndose a Qumi, a medida que avanzaban, sin dejar de permanecer alertas, pues estaban en un lugar despejado (serían un blanco fácil) y detectando ya el perímetro de piedras del templo.
Al mediodía del cinco de Enero, el monarca insular había aplicado la técnica de la legeremancia sobre Qumi, porque estaba convencido que algo en ella, en sus recuerdos, era de vital importancia para los ilios; tan importante era que ese recuerdo o lo que fuera no saliera a la luz que en cuestión de sesenta minutos, entre las ocho y las nueve de la mañana del cuarto de Enero, decidieron, enterados ya que la Cuidadora había dejado de ser una estatua de vulcanita, que el asesinato era lo mejor que podían hacer, cuando no lo único, para conservar esa información en secreto. No sabían si la Cuidadora tenía ese recuerdo patente, pero no pensaban correr el riesgo, si su civilización, su sociedad y todo lo que representaron y representaban de hallaba en el peligro más grande de todos los tiempos. No bien estuvo aplicando la legeremancia, Elías empezó a ver los recuerdos más recientes de Qumi, todos del período de tiempo comprendido entre el veintinueve de Diciembre / Chern número veintiocho de diez mil cinco, cuando se hundiera el buque en el que viajaba Akduqu, en las aguas terreno insulares, y el tres de Enero /Baui número tres de diez mil seis, el día en que Qumi se transformara en la estatua de vulcanita, estando en Insulandia, esperando a que su prometido volviese con ella. Teniendo patentes en la memoria los resultados del interrogatorio mental al tercer ilio, específicamente los siete lugares que destacaron - los "Siete Templos", como se los conocía, homenajes tanto a las etnias original como a la Trinidad Benigna -, los comparó con los recuerdos de aquellos seis días de Qumi previos a su transformación. Fue complicada desde lo emocional, porque con los primeros y posteriores segundos se dio cuenta que la Cuidadora del Hogar de la Tierra prácticamente no tuvo lugar en su mente para otro pensamiento que no fuera Akduqu. Recuerdos que empezaron con el choque accidental en la oficina de la aduana en el puerto y continuaron con la visita a la sala médica, la presencia del marinero en el lugar grandioso, el primer beso, sus experiencias juntos en tanto Akduqu estuvo en Austronesia y concluyendo con la frase "Nos vamos a ver pronto, no lo dudes", que ambos pronunciaran al mismo tiempo al momento de despedirse. El rey informó al agente de la PoSe, y este apuntó tal cual en el cuaderno, que la Cuidadora del JuSe estaba reviviendo sus primeros días con su otra mitad, algo que hiciera intencionalmente, creyendo que así podría encontrar la respuesta, en todo o en parte, pero, estando sin sometida a la legeremancia, se dio cuenta que los resultados no fueron los esperados, porque lo primero que el rey dijo, al dejar de mirarla a los ojos y dar así por terminada la aplicación de la legeremancia, fue que no pudo hallar una sola coincidencia entre esos recuerdos y la información objetiva del ilio. "Tan solo confirmé por mí mismo lo mucho que se quisieron ustedes dos" - continuó, y se alegró porque Qumi lo considerara como un elogio, y no como aquello que aún sostenía: una violación a la intimidad de las hadas -, "nunca mejor puesto eso de amor a primera vista". Y concluyó su diálogo anunciando un breve descanso de cinco minutos, para que ambos pudieran recuperar y los espectadores echar los primeros vistazos y hacer los primeros comentarios acerca de las anotaciones. "No pienses en disculparte" - le pidió la reina Lili, en forma preventiva -, "creo que ni siquiera vos esperabas resolver esta parte del misterio con el primer intento". "Tampoco quiero hacer felices a los ilios", dijo Qumi hablando de y refiriéndose al objetivo de los invasores, lo que arrancó sonrisas de sus congéneres.
Pasados los cinco minutos, se reanudó la legeremancia, concentrándose esta vez el rey Elías y Qumi en los pensamientos de la Cuidadora desde que se enterara del hundimiento del buque hasta el instante en que tomara la radical decisión. Fue recién después de otro lapso igual que creyó haber encontrado algo potencialmente útil, aunque tuvo que ver ese momento tres veces antes de poder comprenderlo. Estaba viendo - "Confirmado ciento uno por ciento, no estuviera ni estás loca", le dijo en voz baja a Qumi, para no quebrar la concentración - el instante en que Akduqu le dedicara las palabras finales, aquello que hiciera pensar a las hadas que la Cuidadora estaba perdiendo la razón. Lo que el marino le dijera, en concreto, fue que no lamentara su pérdida, así lo definió el, pues era de esta manera como debía terminar su existencia, y antes que la dama hubiera tenido tiempo para preguntarles el por qué sobre eso, Akduqu le mencionó unas pocas palabras acerca del hecho de que no volverían a tener una oportunidad mejor que esta, aunque no hizo mención alguna de una chance para qué, y que lo que el hizo no era ni más ni menos que el aporte, lo único que estuvo y estaba en condiciones de llevar a cabo desde el instante en que empezará ese incendio inexplicable en el buque. Las palabras confusas, cuando menos misteriosas, de su parte, inconexas r incoherentes a no ser que encerraran alguna clase de mensaje, y gesticulaciones con las manos desconcertaron a la Cuidadora del JuSe, quien ante la desestimación no pudo ni quiso detenerse a pensar si eso le estaba o no indicando algo. En ella, en su mente, la imagen de Akduqu se volvía de a ratos borrosa, y uno de los pocos pensamientos que tuvo, o el único, fue que se debía a dificultades que pudiera estar atravesando, por lo que intuyó que esas palabras misteriosas y los gestos, en efecto, eran alguna clase de mensaje que le estaba transmitiendo. Y, mientras comprendía que lo mejor que podía hacer era retener aquello hasta llegar con las personas indicadas - Isalu y Ukeba, los reyes de Insulandia, quienes dominaban la técnica de la legeremancia - y hacérselos saber, hubo unas últimas palabras por parte de Akduqu. Con estas, una historia ya conocida por todos los presentes en la oficina principal, el marino le hizo la solemne promesa de estar juntos nuevamente, y tras eso, su voz se apagó y su imagen desapareció de la mente de Qumi. Poco después llegaron las catorce horas con veinticuatro minutos de ese tres de Enero, y la otra se transformó en una estatua de vulcanita. "Lo que sea que buscaran mantener oculto los ilios definitivamente quedó en esa condición", opinó el rey, dando por concluida la aplicación de la legeremancia. Ya no podía obtener algo de la mente de Qumi.
Cada uno de los presentes en la oficina se concentro entonces en los apuntes y anotaciones que hiciera el agente de la PoSe, y era precisamente este, por tratarse de un experto con años de preparación, quien potencialmente podría estar más cerca que los otros de resolver el acertijo que dejara Akduqu, vía Qumi. Había consignado tal cual cada una de esas palabras misteriosas e inconexas y cada uno de los gestos, a medida que el rey iba hablando, pausadamente y en voz baja para no perder la concentración. Ahora estaba viendo las anotaciones sin mover los ojos, escribiendo las posibilidades y deducciones en las hojas que quedaban en blanco, sabiendo que no bien descifrara en aquello el mensaje ("Puede tardar", aseguró), las hadas sabrían una parte del misterio, por qué cuatro ilios querrían eliminar a la Cuidadora del Hogar de la Tierra. Demostró al mismo tiempo entereza y valentía, advirtiendo que de encontrar la solución los ilios podrían llegar a saber quién fue el autor del hallazgo, y de ser así habría probabilidades de que su nombre figurara entre los blancos prioritarios del enemigo en la guerra que, no importaba cuanto se esforzaran ni todo lo que hicieran, estallaría. Comprendió, luego de un tercio de hora, que los gestos con las manos eran pistas para unir esas palabras en oración es coherentes. Descubrió que unas de ellas eran sinónimos o antónimos de otras, que en unas pocas las letras vocales o las consonantes estaban cambiadas de lugar o habían sido reemplazadas por las anteriores o las posteriores (la A, por ejemplo, era una o, u, e y la i), que algunas sílabas también habían sido alteradas... "Lamento decirlo" - anunció, confiando no decepcionar a sus congéneres, al cabo de tres horas -, "... pero no hay mensajes, son coordenadas geográficas".
"Qué son qué?". Con esa pregunta, los seres feéricos, en especial Qumi, empezaron a demostrar desconcierto y sorpresa. Ninguno podía saber por qué el marinero habría transmitido coordenadas geográficas, y menos en esa forma tan curiosa de gesticulaciones y palabras raras. Las hadas, a la par de la extrañeza, especularon con que Akduqu pudo haberse encontrado en dificultades en ese instante, lo bastante grandes como para que no pudiera hacer un uso correcto del habla. "No fue el hundimiento del buque, eso seguro", empezó a teorizar la Cuidadora. Así se lo hizo saber a los reyes, en tanto los funcionarios salían de la oficina (iban a la mapoteca) y el agente de la PoSe hacía algunas anotaciones complementarias en la veintena de páginas que resultaron de este interrogatorio mental.

_Veamos a donde conducen estas coordenadas., dijo, apenas transcurridos diez minutos.
Los funcionarios habían vuelto ya trayendo consigo una decena de mapas de la región metropolitana (El Palomar Alto de la Colonia de los Rosales), porque hacia allí apuntaban las coordenadas. Además de eso, sabiendo que los cuatro atacantes de ayer provinieron de una aldea en esa región, y que esta era lo que los ilios consideraban como un regalo de Iel, Mod y Ral, la "Trinidad Benigna". Y eso sin contar esa teoría de la Cuidadora sobre una posible participación de esos seres en la desaparición de Akduqu.
_Mil soles a que van a corresponder a una aldea, incluida la Diecinueve., apostó el representante de Austronesia.
_Hecho., contestaron los demás al unísono.
Examinando los mapas, el agente de la PoSe empezó a ubicar las coordenadas geográficas y trazar unas cuantas líneas rectas - la geografía formaba parte del entrenamiento en ambas fuerzas insulares, al igual que en todo el mundo -, a medida que las encontraba. Pasó del mapa principal, uno geográfico, donde descubrió que las coordenadas indicaban un punto en medio de la nada, no habiendo allí una aldea ilia ni ningún otro lugar que ellos frecuentaran. Los otros mapas eran más específicos, enseñando cada uno una de las regiones en que estaba dividido el noroeste del país. Enormes piezas de dos metros por dos donde estaban señalizadas las rutas locales, regionales y reales y otros caminos, decenas de parajes, aldeas y caseríos, cursos y espacios de agua, lugares históricos, parques reales y todo tipo de emplazamientos que despertaban alguna clase de interés, que fueran lo suficientemente importantes como para estar consignados. "Andá preparando seis mil soles... y mí parte que sea en dos monedas de quinientos", dijo entre risas al cónsul, anunciando acto seguido, mediante un gesto manual, alzando el índice derecho, que había encontrado el lugar en uno de los mapas. Para su sorpresa y la de todos, las coordenadas transmitidas por Akduqu a Qumi no correspondían a ninguna aldea de los ilios, y para cualquiera sin conocimientos en la intersección de mapas y que no supiera tampoco como era física y geográficamente esa sub región, habrían indicado un punto en el que no había absolutamente nada, apenas un insignificante, en cuanto a la superficie, espacio despejado rodeado por una de esas frondosísimas selvas tropicales tan distintivas de Insulandia, y una puerta espacial junto a un entronque cercano de cuatro rutas regionales.
_Ay, no!., reaccionó la reina Lili, demostrando su preocupación y alarma.
Sabía tanto como los demás que había en ese lugar.
_Oi-kal, cierto?., observó el rey, sabiendo ya la respuesta a esa pregunta.
Los dos funcionarios y la Cuidadora del JuSe reaccionaron de la misma forma, en tanto el agente de la PoSe apuntaba esta última información en el cuaderno, sabiendo que su pensamiento se había vuelto realidad. Su nombre figuraría en poco tiempo en la "lista negra" de los ilios, no bien se produjera el peor desenlace y en cuanto descubrieran la identidad de la persona que alertara a las hadas sobre ese lugar.
_Oi-Kal., afirmó Lili.
Era uno de los templos erigidos en el oeste-noroeste del continente centrálico después de la llegada de los primos continentes de las siete etnias originales. Estas se asentaron allí para dar cumplimiento a, según ellas, un mandato religioso: la Trinidad Benigna barrería a todas las formas de vida de esa región de más de quinientas mil kilómetros cuadrados con una lluvia de fuego (el bombardeo planetario) y se las daría a los únicos con el derecho a poblarla, porque entre las siete etnias se hallaban aquellos individuos que en su totalidad adherían a la fe.
_Ayer y hoy, cada uno de los ilios fue un fiel creyente de su religión - indicó Elías -. Nosotros, hablo de las hadas, no. Aún cuando nuestra religión empezaba a surgir hubo personas de uno y otro sexo que decidieron no adherir a ella. Pasó lo mismo con los otros seres elementales. Qumi - se dirigió a la Cuidadora, quien se estaba recuperando del efecto secundario de la legeremancia -... supongamos que no tenés idea de por qué Akduqu te hablaría de ese templo, o te daría sus coordenadas geográficas.
_La verdad es que no tengo idea - dijo ella, con una expresión de desconcierto -. Solo con mi vuelta empecé a aceptar que en realidad me había dado un mensaje o algo parecido. Y haber descubierto todo esto... a mí se me ocurre que mi prometido tuvo que haberse encontrado en un peligro muy grande, tanto que no pudo hablar ni gesticular con normalidad.
Resultó evidente que los reyes, el agente de la PoSe, el Consejero insular de Relaciones Exteriores y el cónsul de Austronesia compartían ese pensamiento, y se lo hicieron saber moviendo la cabeza de arriba hacia abajo.
_No es para menos - dijo la reina, usando la telequinesia para enrollar los mapas prolijamente y dejarlos en un rincón de la oficina. Más tarde los devolverían a la mapoteca -. El buque en el que viajara se estaba incendiado y hundiendo. Hasta los hombres más valientes habrían tenido dificultades.
_En cualquier caso, queda saber por qué Akduqu me mandaría esas coordenadas geográficas de un viejo templo ilio - prosiguió la Cuidadora del JuSe, con el tono de duda -. Si yo me encontrara en una Situ como esa, lo único en mi mente sería efectuar señales de socorro y pedir ayuda por todos los medios a mi alcance.
_A menos que de una u otra manera el Oi-Kal se relacione con el hundimiento y la suerte de tu prometido – arriesgó el Consejero –. El templo, o, lo que es lo mismo, los ilios.
Las hadas en la oficina guardaron silencio.
No se debía a que hubieran interpretado aquello como una teoría sin fundamentos, ni tampoco como otro de los habituales comentarios alusivos a esos seres que circulaban desde hacía milenios (desde los mismos y posteriores instantes al bombardeo planetario). De hecho, ninguno sabía bien por qué había guardado silencio, aunque en sus mentes parecieron formularse planteos tales como “¿Y si lo hubiera?”.
_Sabemos que un humuvom golpeó el buque y eso desencadenó su hundimiento – habló la reina –, hallamos evidencias en los pocos restos recuperados. Así que eso descarta la participación de los ilios en esa tragedia.
Hubiera agregado la palabra “supongo” para completar esa frase, pero no quería agregar más confusión ni más misterio a estos eventos que ya eran bastante confusos. Como fuere, esa condición aumentaría, y por su parte iba a hacer todo lo posible para apaciguar los ánimos de quienes estaban en la oficina, incluidos los suyos, y los de todos los habitantes del país, feéricos y elementales por igual.
_Tengo que ir al Oi-Kal, solo así se va a poder resolver esta serie de eventos – decidió repentinamente la Cuidadora, sin dudarlo – Creo que todos sabemos  que no hay otro camino. Yo lo supe desde el instante en que las coordenadas fueron ubicadas en el mapa. Estoy convencida de que yendo allí voy a poder conocer por qué los ilios intentaron eliminarme, por ejemplo. Y si ellos tuvieron o no alguna relación con la suerte de Akduku.
Y desplegó sus alas, a las que se extendió su aura rosa, en una señal de que estaba lista para este viaje, que, por supuesto, era, o sería, peligroso.
_Estoy al tanto del alcance de tus poderes, de todas las proezas de que sos capaz, pero aun con eso dudo que seas la indicada para ir a ese lugar – el rey Elías fue el primero en negarse. Al mismo tiempo, una parte de su mente aceptaba la necesidad de una expedición al templo ilio –. Fuiste una estatua de vulcanita hasta hace menos de dos días y tu situación es complicada por donde se la mire. Además, de ir allá no tendrías una sola oportunidad. Apenas se enteren de que estás allí, decenas de miles de ilios van a caerte encima. Y ni hablar de si querés entrar a uno de sus lugares más sagrados e importantes. ¿Y qué hay de tu familia, especialmente tu hermano y tus padres?. Todavía no se recuperan del asombro y la alegría por tenerte nuevamente con ellos, y si les llegaras a contar que una de las primeras cosas que querés hacer es ir al Oi-Kal, a exponer y arriesgar tu vida… bueno, los nervios de todos ellos van a colapsar.
La sola idea de que una única hada fuera a aquel lugar a comprobar una teoría obtenida de un recuerdo de hace doscientos años era no solo de muy alto riesgo en lo que a la vida de Qumi se refería, sino también en las consecuencias y repercusiones que eso tendría en la comunidad feérica, la elemental y, por supuesto, entre los ilios. No bien estos supieran que un hada se había colado en el templo, serían de los dos bandos el primero en hacer una movilización masiva, tanto en Insulandia como en los otros reinos de Centralia.
_Yo si estoy de acuerdo, aunque solo en parte – discrepó Lili, ocupando su silla, a un lado del escritorio. Sobre este, entre todos los objetos, estaba la declaración de guerra. Los jefes de la Armada, el Ejército y Olaf ya la habían firmado. Faltaban solamente los reyes –. Hay que hacer una misión de exploración. Armarla ahora, tal como hicieron los ilios: improvisando y actuando de acuerdo a cuan urgente es esta necesidad. Si nosotros y otros tantos empezáramos en este momento a planificar y coordinar algo podría pasar tiempo hasta que tengamos algo definitivo. Supongamos que ese lapso es de dos días, ¿bien? – sus congéneres movieron la cabeza de arriba abajo – En ese caso van a ser dos mil ochocientos ochenta minutos que vamos a desperdiciar en unas circunstancias tan apremiantes, en un momento tan apremiante, mientras que los ilios van a reunir todos los recursos y armas que tengan y lanzarse al ataque. Lo mismo los nuestros, civiles y militares por igual. En especial los catastrofistas – “En especial y, para empezar, Iris”, pensó, convencida de que esa sería una realidad inalterable –. En lo que coincido con Elías es en impedir que vayas sola al Oi-Kal. Se, tanto como todos en esta oficina, que tenés que ir allí, si con eso existe la posibilidad no solo de saber por qué los ilios quieren matarte, sino también la suerte de Akduku.
_¿Cuál es la sugerencia, entonces?., preguntó Qumi.
_Enviarlos a todos ustedes juntos., contestó la reina.
_¿Todos nosotros?.
_A los cinco Cuidadores. Son lo bastante poderosos como para enfrentarse sin problemas a cualquier peligro y amenaza.
La idea de reunir a Qumi con Eduardo, Kevin, Lidia y Marina había surgido en ella mientras escuchaba a su compañero negarse a que la Cuidadora del Hogar de la Tierra fuera, acompañada o sola, a ese lugar. Pensó que los cinco juntos podrían llegar al Oi-Kal sin problemas, entrar allí, descubrir el misterio, resolverlo… “Y quien sabe cuántas cosas más”, dijo en su mente.
_Sigue siendo mala idea – insistió el rey, aunque no con la misma intensidad que antes – Imaginen como van a reaccionar los ilios cuando sepan que los Cuidadores se encuentran en uno de sus lugares más importantes. Sabiendo que tienen la oportunidad de pelear contra todos al mismo tiempo, e incluso de eliminarlos… eso lo veo imposible, y se que va a ser así, pero con los ilios nunca se sabe. Si existe la posibilidad de que las hadas descubramos algún secreto de ellos, especialmente este, lo bastante grave como para que su sociedad y estilo de vida se puedan desmoronar, van a actuar con toda la decisión y violencia.
_¿Convendría pedir su presencia? – intervino el Consejero de Relaciones Exteriores, incorporándose, previendo cual sería la respuesta de los reyes –. Eduardo es el más próximo. Desde Barraca Sola hasta acá tiene menos de cinco minutos.
El, tanto como cualquiera en la oficina, sabía de sobra que ninguno de los Cuidadores querría perderse esta oportunidad. Un reto así suponía poner a prueba como nunca todas sus capacidades y habilidades, y entraría en vigencia uno de los artículos de las cartas orgánicas de los lugares grandiosos: si un Cuidador se encontrara ante un desafío que pudiera superarlo, los demás tendrían que ayudarlo.
_Está bien – accedió el rey Elías, reservándose el derecho de continuar dudando –. Pídanles que vengan.
El Consejero insular, el agente de la PoSe y el cónsul de Austronesia se ofrecieron para ir a buscar a los Cuidadores y salieron de la oficina. Los reyes y Qumi comprendieron que hasta que todos estuvieran reunidos allí, no tendrían más que hacer que repasar todo cuanto descubrieran tras la aplicación de la legeremancia en la Cuidadora del Hogar de la Tierra.

_Y acá estamos., concluyó Qumi, habiendo al fin dejado atrás la frondosa selva, y estando de cara a un espacio despejado, más allá del cual se encontraba el Oi-Kal.
Los Cuidadores habían pasado los últimos dos kilómetros – apenas se detuvieron por cinco segundos, porque Lidia no pudo (ni quiso) dejar de transformar en un aperitivo al escarabajo que vieron trepar por el tronco de un árbol. La escena provocó risas entre sus colegas – repasando todo cuanto advirtieran en la sesión legeremántica del mediodía del lunes (el primer aniversario de Eduardo, Kevin y Lidia como Cuidadores) e intentando extraer conclusiones, comentando entre ellos. Al final, aceptaron que no tenían idea de por qué los ilios querrían eliminar a Qumi, por qué Akduku transmitiera las coordenadas de un viejo templo, que relación había entre ese críptico mensaje y la Cuidadora del JuSe, si es que de verdad la había, en qué forma o formas se vería perjudicada la sociedad ilia ni tampoco qué suerte corriera el marino.
_Supongo que allí dentro vamos a encontrar las respuestas – dijo Marina, quitándose el calzado –, a esos misterios, y por qué no también a otros.
_Seguro que si – apostó su colega del JuSe, a quien le resultó imposible no preguntar –. ¿Podemos saber por qué querés caminar descalza?.
_Para estar alerta – contestó la Cuidadora del Santuario del Viento, que agregó –. Imagino que no soy la única que piensa que también en este espacio despejado podrían haber trampas caza bobos. Acá me va a ser más sencillo detectarlas, y advertirles a ustedes de su presencia.
Marina les explicó que estaba haciendo uso de una de sus técnicas. “Detección”, dijo a sus colegas. Aunque no hubo hadas de los sentidos en su familia en los últimos tres siglos, ella había perfeccionado con el paso del tiempo una capacidad superior al promedio con respecto al tacto. Con sus pies descalzaos, podía generas pequeñas vibraciones, al dar las extremidades contra el suelo, las cuales podrían, en este puntual caso, detectar la presencia de trampas en un radio de hasta cincuenta metros. “También con las manos, puedo usarlas como sensores” – dijo –, “mis extremidades son más sensibles que las de cualquiera”. A modo de complemento de esa técnica estaba proyectando pequeñas y apenas perceptibles brisas a nivel del suelo, enfocando a este sus palmas. “¡Deténganse!”, exclamó de pronto. No sabía si se trataba de una trampa caza bobos o de otra cosa, pero ni ella ni los demás pensaban correr el riesgo.
_¿Qué será? – inquirió Eduardo, poniendo sus sentidos en alerta y tomando su bastón con firmeza –. Mejor dicho, ¿será peligroso?.
_Hay una sola manera de saberlo., advirtió Kevin, pateando con fuerza sobre el punto que le señalara su colega del Tep-Wo.
Un minuto después, desenterró dos antiguas monedas insulares, una de cincuenta soles y la otra de diez, pertenecientes, lo descubrió al leer la fecha de acuñación, al último siglo del noveno milenio. “Son al mismo tiempo monedas de curso legal y piezas arqueológicas” – informó a sus colegas –, “a Zümsar le gustarían”, completó. Tuvo la ocurrencia de guardar la distancia hasta el perímetro circular de piedras del Oi-Kal y, desde donde estaba, lanzó ambas monedas con fuerza, pensando que si había por allí alguna trampa, esa acción las revelaría.
Pero nada ocurrió.
No había trampas allí.
_¿Qué creen que vayamos a encontrar en ese templo?., les preguntó la Cuidadora del Vinhuiga, Lidia, cuando retomaron la marcha.
Algo que no escapó a su atención fue el silencio que reinaba en los alrededores, quizás a consecuencia de eso se debiera su preocupación. Aun con su sentido de la audición trabajando al máximo, no escuchaba otras voces por allí. Las hadas, vampiros y cualquiera de los seres elementales no debía de tener ni sentir ningún interés en una construcción religiosa ilia que además de antigua y abandonada, había sido transformada hacía milenios en un depósito subterráneo, con su único acceso hoy obstruido.
_Remanentes de la etnia Oi, seguramente – apostó Kevin, que, habiendo advertido ese temor en la híbrida, hizo una seña discreta a las mujeres adultas del grupo para que se quedaran cerca de ella. Kuza y Lara les habían pedido a los cuatro que hicieran hasta lo imposible por mantener a salvo a su hija mayor –. Si, de acuerdo. Ese es un término muy abarcativo, pero no podemos decir otra cosa. Yo no puedo, al menos. Los ilios fueron un pueblo aislado y cerrado desde sus orígenes, opuestos a la idea de interactuar con los demás, y eso incluye contar que hay en sus siete templos antiguos. Dudo que eso vaya a cambiar algún día, y mucho menos en estas circunstancias.
_Mucho menos van a decir algo a los Cuidadores – agregó Eduardo, riendo al representarse en su mente esa situación. El y los otros cuatro cara a cara con los ilios, preguntándoles que había en esos templos antiguos –. Como sea, la única forma de enterarnos va a ser estando allí. A propósito, ¿cómo vamos a entrar?.
_Dejen eso de mi parte., anunció su concuñado, esbozando una sonrisa.
Y explicó que, estando junto al acceso obstruido, se transformaría en la anaconda real y excavaría un túnel que los llevara esos quinientos metros hacia abajo.
_Como en la Casa de la Magia., recordó Eduardo.
Habiendo caído aquel día en una de las trampas, el artesano-escultor se tuvo que transformar para poder salvarse, encontrando con esa acción una de las piedras oculares que necesitaban para poner en práctica la fórmula de Mücqeu.
_¿Sintieron temor aquel día?., les preguntó la nena híbrida, dándose cuenta el motivo por el que Qumi y Marina caminaban a su lado.
Los hombres le contestaron que no, porque ya estaban al tanto de la clase de peligros y retos que podían encontrar en la isla, hoy bajo la protección de Kevin. Este, Eduardo y la princesa Elvia habían hecho un profundo repaso de las defensas con que contaba la Casa de la magia desde que dejaran el Banco Real hasta qué quedaran en el límite de las defensa exteriores. “¿De verdad fue divertido, así como lo contaron?”, quiso saber Qumi, en referencia al instante en que la princesa y Kevin tuvieron que viajar dentro de las gigantescas mandíbulas del megalodón. “Tal cual”, recordó Eduardo, comprendiendo que su colega había preguntado acerca de lo que sintiera y experimentara Elvia en ambos viajes, estando firmemente aferrada a uno de los monstruosos dientes. Ese viaje a la Casa de la Magia había sido el causante de que Eduardo, este así lo advirtió, fuera una persona muy querida, aún más, por las hadas y otros elementales, pero todo lo contrario por los ilios, ya que había implicado la vuelta de Iris, y, aun con el terror que los invadiera desde ese instante, fueron capaces de identificar al actual Cuidador del Templo del Agua como uno de sus grandes enemigos.
_De última nos atacó un mï-nuq, pero fuimos tres contra uno – concluyó Eduardo, que como sus colegas, caminó alerta por el espacio despejado. “Demasiado fácil”, pensaba –. No tuvimos problemas para vencerlo y abandonar la isla. Habíamos conseguido las piedras oculares.

_¿Sin un orden simétrico ni mensaje oculto?, ¿solo para indicar el límite del templo?; no lo puedo creer., se extrañó la Cuidadora del Tep-Wo.
Estuvieron frente al perímetro del Oi-Kal y la primera impresión de Marina resultó ser la correcta, pues los ilios no sintieron ni tuvieron ninguna necesidad de montar tal o cual estructura en particular sobre la superficie para señalizar algo que en realidad se hallaba bajo tierra, a una profundidad de medio kilómetro – creyeron con eso mantener a salvo su acervo religioso –. Le bastó con una observación fugaz para darse cuenta que había piedras de decenas de formas, tamaños y colores, y acto seguido descubrió que tampoco había una sola trampa entre ellas, porque dio un paso hacia adelante y nada ocurrió. No se abrió un hueco en el piso, no salieron flechas envenenadas en dirección a los recién llegados, no sonó ninguna alarma…
_los ilios saben que las hadas nunca sentimos ni siquiera el mínimo interés en lugares como estos, supongo que por eso no instalaron defensas, al menos no en la superficie –arriesgó Kevin, mirando el entorno. El césped crecido a alturas diversas, con unos pocos y dispersos dientes de león, eran lo único dentro del área circular –. De seguro, allí abajo la situación va a ser otra.
Empezaron a caminar, alertas y atentos.
_A propósito – llamó Eduardo –. ¿Cómo vamos a saber dónde se halla la entrada?. Supuestamente está en el centro geográfico, pero no conocemos cual sea ese.
_Déjenme eso a mi., se ofreció Lidia.
La nena híbrida se transformó en un vampiro y emprendió el vuelo, olvidada de la precaución de no hacer uso de ninguna de sus habilidades a menos que fuera necesario. Permaneció en vuelo estacionario, girando sobre su eje, observando hacia abajo, y al cabo de un minuto volvió a posarse en el suelo, distante unos cuatrocientos metros de sus colegas, donde nuevamente adquirió su forma habitual – con respecto al aspecto físico, no había diferencias entre vampiros, híbridos y hadas –, e hizo señas con las manos  para que se acercaran.
_Hice algo parecido a lo de Marina, en este caso una técnica que es propia de los vampiros y los híbridos – informó, y los Cuidadores comprendieron que se había referido a la ecolocación –. Traté de buscar fragmentos de acero o de metal, porque se que los ilios los usaron para cubrir el acceso a este y los otros templos – sus colegas la cubrieron de felicitaciones –. Los hallé. Están justo bajo mis pies.
_Entonces, ¿cómo seguimos?., preguntó Qumi.
Y los cinco Cuidadores entendieron que esta era una conversación necesaria. De inmediato advirtieron que no todos deberían entrar una vez que Kevin hubiera despejado el acceso. Por un lado, las probabilidades de que los ilios tomaran conocimiento de la intrusión a uno de los siete templos antiguos eran altas, y no bien lo confirmaran, sus líderes tribales enviarían varias decenas de tropas a repeler lo que sin dudas tomarían y considerarían como un acto de guerra, por lo que en la superficie tendrían que haber al menos dos o tres Cuidadores, para repelerlos el tiempo suficiente y permitir a los otros completar la misión, abandonando el templo al instante. Por otro lado, ninguno podía conocer ni saber con cuantas trampas caza bobos se encontrarían en las recámaras ni en los corredores, su nivel (serían letales o no), la ubicación exacta de cada una ni tampoco la forma en que se activaran; era un riesgo muy alto como para que lo tomaran más de dos o tres de los miembros de este selecto grupo. “Lo ideal sería quedarnos todos juntos, pero eso no va a ser posible”, lamentó Marina, escudriñando de a ratos la selva en la distancia, contenta por n detectar a los ilios asomándose entre la espesura. A ella, Eduardo, Kevin, Lidia y Qumi no les fue fácil aceptar esa posibilidad, pero al final lo hicieron, entendiendo su necesidad, y tras los que parecieron dos o tres minutos, convinieron en que solo dos serían los Cuidadores que bajarían al Oi-Kal, en tanto que los otros tres se ocuparían de vigilar en la superficie y, eventualmente, repeler a los ilios, lo que implicaría (ahora si) una batalla contra ellos.
Ya habían resuelto como entrar, pero lo repasaron, por si algún detalle hubiera quedado librado al azar: transformado en la anaconda real, el Cuidador de la Casa de la Magia despejaría el túnel vertical de cualquier objeto que lo estuviera obstruyendo, y eventualmente de trampas que pudieran haber en el. "Y cuál de ustedes me va a acompañar?", preguntó Qumi a sus colegas, porque ella sabía, también los demás, que debía estar en el templo ilio, para develar esos tres misterios - la suerte de Akduqu, por qué los ilios la querrían eliminar y las causas que llevarían a ese posible desmoronamiento social de estos seres -, aunque no supiera exactamente qué estaría buscando ni dónde. Nuevamente se produjo un debate, igual de breve, tras el que concluyeron que el Cuidador del Templo del Agua debía ser el acompañante. Lidia fue la primera en ser descartada, algo que no le hizo mucha gracia, pues ella esperaba poder formar parte de la acción; porque los adultos, además de recordarle que le hicieron la promesa a Kuza y Lara, sobre proteger en todo momento a su hija, consideraron que el templo subterráneo, con las trampas que podían estar en cualquier parte, era un lugar en extremo peligroso para una nena de diez años. Marina había entrado recientemente en la dulce espera, y ninguno de los Cuidadores creyó que fuera buena idea que se expusiera, mucho menos a la nueva vida que empezaba a gestarse, ingresando en el Oi-Kal. En su caso, además, estaba en juego la ampliación numérica de la familia real de Ucêm, con el enlace matrimonial entre ella y el príncipe Taynaq y la llegada al mundo de la primera descendencia de ambos, quienes la previeron para los últimos días de Septiembre o los primeros de Octubre. Por su parte, Kevin tenía la responsabilidad de dirigir el más importante de los lugares grandiosos y habían quienes lo necesitaban allí. En la Casa de la Magia estaban las dos personas que el más quería en el mundo; Cristal, que en este momento debía estar comiéndose las uñas, a causa de los eventos recientes en el barrio Plaza Central ("Y aún no se entera de esto", dijo en su mente) y Akmlolu, el primero de los frutos del amor que se profesaban mutuamente. Ahora tenían una nueva razón para permanecer unidos, tanto como lo venían estando desde que empezaran el noviazgo, porque, en la cena del domingo, a casi un año de haberlo hecho por primera vez, Cristal había vuelto a darle la maravillosa noticia. Las responsabilidades del artesano-escultor, el único descendiente directo con vida de una de las fundadoras de la Casa de la Magia - Akmlolu lo sería en cuanto estuviera lista su carta personal, aunque en realidad lo era desde el mismo instante de su nacimiento -, lo obligaban más que nunca a evitar cualquier tipo de situaciones que pudieran poner en semejante riesgo su integridad. Por supuesto que, tanto si entraba al templo como si se quedaba en la superficie, su caso era el mismo que el de Lidia y Marina: un riesgo imposible de evitar, ya fuera a consecuencia de las trampas caza bobos ocultas en el Oi-Kal o las hordas furibundas de ilios que de seguro se enterarían de esta misión y responderían con medios no pacíficos. El Cuidador del Vinhäe, en cambio, era el indicado para acompañar a su colega del JuSe, de entre las cuatro opciones. De todos, era el que mejor dominio ejercía sobre su elemento, lo cual lo convertía en el más poderoso. Ambos tendrían esa recorrida por los pasillos y recámaras, aunque estaban casi seguros de que no le prestarían atención al hecho de esa fuerza ni a cualquier otro aspecto y factor. "Llevemos esto, de seguro lo vamos a necesitar", quiso la Cuidadora del Hogar de la Tierra, tomando su bastón con firmeza, golpeando suavemente el césped con el. "Estoy de acuerdo", coincidió Eduardo, asiendo el suyo con una firmeza idéntica. Hablaron acto seguido unas pocas palabras acerca de las precauciones que deberían tomar allí abajo, como poner atención al doblar en cada esquina, no perder el tiempo intentando levantar cualquier objeto pesado, pues eso podría significar la presencia de una trampa, alumbrarse únicamente con las auras, no transformar sus bastones a menos que fuera absoluta necesario y, como arriesgara el Cuidador de la Casa de la Magia, poner atención a cada uno de los objetos que guardara relación, aunque fuera mínima, con el elenco fuego. "Allí podría encontrarse lo que vinimos a buscar", supuso Kevin. La realidad era que ninguno sabía que objeto u objetos necesitaban hallar en el Oi-Kal, podía ser cualquier cosa y no conocían su forma, peso, dimensiones, tamaño ni mucho menos su origen, y al final terminaron asumiendo que los Cuidadores del Vinhäe y el JuSe se valdrían nada más que de su instinto para saber cuándo estuvieran frente a ese objeto. Y, por supuesto, no lo hallarían con un único y simple vistazo, porque eran alrededor de mil cien metros de corredores y ocho recámaras que de seguro estarían atestadas. Si a eso se sumaba el que hubiera trampas, que su tiempo era limitado y que los ilios llegarían de un momento a otro, Qumi y Eduardo estarían sometidos a una enorme presión en el templo.
_Cuando quieras - alentó la vulcanóloga, al cabo de doce minutos, a su colega de la Casa de la Magia -, nosotros dos ya estamos listos.
_Muy bien., agregó Kevin.

En cuestión de segundos, la descomunal y siempre atemorizante anaconda real estuvo hurgando entre el césped y la tierra, excavando a fuerza de cabezazos en sucesión rápida (Lidia se ocultó detrás de Marina y Qumi cuando lo vio exhibir esos largos y puntiagudos colmillos), perforando el suelo con relativa facilidad. Dos minutos le fueron suficientes al Cuidador para introducir su voluminoso y escamoso cuerpo, uno atrás de otro sus quince metros, y perforar la suave tierra con esfuerzos todavía menores, a su paso barriendo con los obstáculos con que los ilios de la antigüedad cubrieran el acceso único. En la superficie, Eduardo, Marina, Lidia y Qumi podían oír, aunque cada vez menos debido a que la excavación alcanzaba mayores profundidades, un sonido agudo, provocado por Kevin, al ir perforando la tierra, y el polvo que emergía a la superficie. "Yo podría haberlo hecho", reconoció la Cuidadora del JuSe, pensando que su dominio sobre ese elemento implicaba, entre otras capacidades, excavar el suelo, aunque no podía controlarse, y, para casos como este, en lugar de un túnel vertical de pocos centímetros de diámetro - las hadas se transformarían en esas esferas luminosas para descender - haría un cráter de no menos de tres o cuatro metros, con lo que los ilios, quizás, hubieran tomado conocimiento aún más rápido de la intrusión a uno de sus templos antiguos. "Harías falta en el reino de Uzeqû", comentó Marina, aguardando la vuelta de su colega. Aquel era uno de los países de Centralia, una enorme masa de tierra que, a consecuencia de la evolución geológica y los cambios en el clima a través de miles de años, se había ido transformando en un desierto de arena que se extendía hasta donde alcanzaba la vista ("Arabia Saudita", había comparado el Cuidador del Vinhäe, al tomar conocimiento de la existencia de Uzeqû). Esas condiciones hacían que la mayoría de las poblaciones feéricas y elementales estuvieran concentradas en la costa. "Allí es cuando las hadas de tierra y de agua somos de utilidad para la sociedad", habló Eduardo, asomándose al hueco, ya sin detectar a su amigo, además de colega y cuñado, y no viendo otra cosa que oscuridad. Para paliar los efectos negativos (sequías más o menos prolongadas, temperaturas extremas, despoblamiento...) es que se construían acueductos inmensos, de varias decenas de kilómetros, tanto bajo como sobre la superficie, una tarea de la que participaban primero las hadas del elemento tierra, al construir con sus habilidades esos canales, que más tarde apuntalaban los trabajadores de la construcción, y por último las hadas de agua, trasladando el líquido cristalino a los lagos artificiales. "Y pueden tardar dos semanas, tres cuando mucho, para construir cien kilómetros de una obra como esa?", intervino la Cuidadora del Vinhuiga, intentando superar sus temores, asomándose también al hueco. "Voluntad y decisión, más que cualquier otra cosa", opinó su colega del Vinhäe, conociendo que esa clase de obras fácilmente tendrían, en la Tierra, un plazo de ejecución cuatro o cinco veces mayor en los países más desarrollados. "Es una suerte que aún con eso, el agua sea un recurso abundantísimo en Uzeqû" - se alegró Marina, cuyo país de nacimiento y residencia, el reino de Ucêm, se parecía más a Insulandia que al otro, en lo referente a las condiciones geológicas, geográficas y el clima -, "y eso, me alegra saberlo es algo por lo que nunca nos vamos a tener que preocupar, porque el agua es uno de los principales recursos a nivel mundial... creo que está volviendo Kevin", anunció, oyendo un sonido en el túnel. En efecto, uno o dos minutos más tarde, la enorme y aterradora anaconda real emergió de las profundidades, dando fuertes golpes con la cola para amortiguar la caída. "Lo logré", dijo el Cuidador, recuperando, no sin dificultades, la forma feérica, y el cuarteto supo de inmediato por qué, al detectar una herida penetrante en el tobillo izquierdo de Kevin, de la cual estaba brotando sangre. "Una trampa caza bobos, dos flechas que salieron disparadas de los zócalos junto al extremo del túnel" - informó, tras lo cual preguntó -, Quién de ustedes trae el botiquín?". "Yo", anunció Lidia, acercándose a Kevin, haciendo caso omiso de la tentación (era una vampiresa en parte, y su atracción por la sangre era instintiva. En otras circunstancias, una situación así habría sido graciosa) y dándole un recipiente.

La segunda parte de la misión, excavar un túnel, había sido un éxito, aún con la herida del Cuidador de la Casa de la Magia.

_Es increíble que después de tantos milenios esas trampas continúen en funcionamiento - comentó Eduardo, observando alternativamente a Kevin echándose alcohol sobre la herida, el hueco en el suelo y los alrededores. Le resultaba imposible saber si los ilios se habían enterado ya o no de la intrusión al Oi-Kal -. Que no se hayan estropeado los mecanismos y eso. Supongo que no alcanzar a ver nada en particular allí abajo, aparte de la trampa.
_La oscuro allí abajo es total, algo que por supuesto esperaba - contestó Kevin, aplicándose un torniquetes en la herida e incorporando. No tendría dificultades para caminar ni moverse -. El túnel es una construcción bastante simple. Los ilios solamente excavaron en la roca y ya. En algún momento habrán tenido antorchas o velas allí, porque vi un soporte. Fuera de eso, y la trampa, no vi otra cosa llamativa.
_O sea que vamos a movernos a oscuras - tradujo Qumi, también mirando el entorno. Estaba segura que los ilios no dispondrían únicamente de esas trampas para defender este templo. Tal vez tuvieran algún sistema que alertara sobre la presencia de individuos ajenos a su especie -, y el instinto va a ser lo único que tengamos para orientarnos en los túneles y las recámaras. Vamos a tener que dar lo mejor de nosotros.
Los Cuidadores intercambiaron miradas entre si, demostrando desconcierta y dudas. Con las escasas descripciones que hiciera Kevin, la intriga creció. Ninguno sabía ni por equivocación con qué se encontrarían allí, y el hecho de descubrir que era tal cual eso de que tendrían sus auras como única fuente de iluminación ni los ayudó a hallar confianza, planteándose si en lugar de dos Cuidadores deberían entrar tres.
_Voy yo., decidió la nena híbrida.
Los adultos la miraron con gestos de sorpresa.
_Es la oportunidad que necesito para demostrar lo que se hacer. La oportunidad para demostrar a mí mamá, a mí papá, a ustedes cuatro y a todos que no soy una nena, al menos no para casos como este. Se que puedo con esto sin problemas, lo sé. Quiero decir - hizo una pausa, intentando encontrar las palabras correctas -... Soy una Cuidadora, no?. Seuju no me habría elegido el año pasado si no hubiera creído en mis calificaciones, en que puedo con estas situaciones. Cambié mucho en los últimos trescientos sesenta y siete días. Antes de aquella jornada hubiera salido corriendo y espantada si alguien me hubiera dicho que tenía que meterme en un viejo templo subterráneo para saber si existe o no alguna conspiración de los ilios. Pero hoy no, por eso estoy acá, cien por ciento dispuesta a correr los mismos riesgos que ustedes, y eso implica probar que valgo, y que pueden contar conmigo - demostraba con los gestos corporales y faciales, además, sus deseos de enfrentar este peligro, y concluyó dando un punto a su favor, una ventaja -. Los vampiros e híbridos vemos en la oscuridad, esa cualidad la tenemos mucho más desarrollada que las hadas. De manera que si me transformo voy a poder ver mejor que cualquiera de ustedes dos. Y lo repito. Que tenga diez años no implica que sea una nena.
Eduardo y Qumi se miraron entre si, y el hombre le dirigió la palabra a la nena.
_Estás consciente de que no necesitás exponerte de esa manera para demostrar tu valor y tú valentía?. Lidia, Qumi y yo no vamos allí abajo porque tengamos la seguridad de que vamos a salir con el problema resuelto, triunfantes e ilesos. Nuestro final, de hecho, es una de las posibilidades que contemplamos, y ninguno de los dos, tampoco Kevin y Marina, quiere que corras ese mismo desenlace - pensó en Kuza y Lara, quienes le encomendaron a los adultos la tarea de velar constantemente por su hija mayor -. Es cierto que estaríamos expuestos a los mismos peligros, pero Qumi y yo estamos mejor preparados para eso.
_También se pelear y defenderme - argumentó la híbrida, en busca de aprobación por parte de sus colegas -. Aprendí muchas técnicas en este año que pasó. Elvia, por ejemplo, me enseñó a usar y controlar los látigos de fuego. E Isabel y Wilson los remolinos. Los gimnasios del Vinhuiga don lugares ideales para ejercitarme y practicar.
Eso era cierto.
Y los Cuidadores adultos lo sabían.
Lidia entrenaba alrededor de dos horas diarias, generalmente a la tarde, en el Vinhuiga. Ayudada y supervisada siempre por los expertos, entre estos su madre, la Cuidadora iba aprendiendo a ejercer un correcto dominio sobre las habilidades y técnicas que heredara de su progenitora. Su buena voluntad y predisposición hicieron que diera pasos agigantados en el último año, sorprendiendo incluso a sus instructores, quienes pasara de los sustos iniciales, al verla, o creerla, en dificultades, especialmente cuando tenía enfrente a un mï-nuq, a la admiración, a medida que iba volviéndose más diestra en el dominio del elemento fuego. Lidia misma incluso se sorprendía de sus avances, máxime cuando reparaba en su edad y el hecho de que si ella y los demás se dejaban llevar por la altura y el aspecto físico no daba promesas de durar mucho en una pelea. Quizás a consecuencia de eso, de esa falsa impresión, Lara y Kuza no se mostraban a favor de que se hija participara en desafíos y retos como el que ahora estaba viviendo. Incluso los pensamientos, la mente y el carácter habían madurado.

_Votemos, en cualquier caso - propuso Marina, indicando mediante gestos que aceleraran el fin de esta conversación, pues los ilios podrían llegar de un momento a otro -. Es una mejor y más limpia manera para decidir si Lidia se queda para darles cobertura o entra al Oi-Kal. Yo estoy a favor de que vaya, de darle la oportunidad, así vamos a ver de qué es capaz, y conocer el alcance de su fuerza - miró a la nena, le sonrió y la híbrida le dedicó un sentido agradecimiento. El voto de confianza de una de sus colegas significaba mucho para ella -. Ustedes qué dicen, le damos esta oportunidad?.
_Está bien - aceptó finalmente Kevin, aunque todavía mantenía dudas a ese respecto -. Pero piensen, pensemos, en que Kuza y Lara no van a mostrarse muy felices en cuanto sepan que accedimos a que su hija quedara expuesta a un peligro semejante. Y nosotros, de paso. Hablo de Marina y de mi. Vamos a ser dos quienes les demos cobertura en la superficie, llegado el caso - dirigió la vista a la Cuidadora del Vinhuiga y le prometió -. Si lográs salir ilesa de esto, de tu expedición al templo ilio, no voy a volver a poner en duda tus capacidades. Es más, voy a hacer exactamente lo contrario.
_Yo también estoy a favor - accedió Qumi -. Si no es hoy va a ser mañana; el caso es que vos, Lidia, vas a participar en una batalla, y por como vienen y se van a poner las cosas las oportunidades van a ser muchas. Así que pienso que esto, lo que estamos por hacer ahora, bien podría ser otro ensayo. Quizás el último entrenamiento antes de que sobrevengan los combates reales, porque no me cabe la mínima duda siquiera que la confrontación bélica va a ser un hecho, en cuanto los ilios descubren que una parte de los Cuidadores se colaron en el Oi-Kal... después vamos a decidir cómo se lo explicamos a Kuza y Lara.
_La parte complicada - opinó Eduardo con una sonrisa. Se dirigió acto seguido a la híbrida y le recordó -. Necesito que des tu palabra de que vas a obedecer las instrucciones que te demos. No importa cuánto hayas progresado en tu primer año al frente del Vinhuiga, pero Qumi y yo continuando superándote. Así como ella y yo vamos a confiar en tus capacidades para esta peligrosa misión, vos tenés que confiar en nuestro juicio. Por ejemplo, vas a tener que correr si alguno de los dos te lo dice, o cubrirte cuando sea necesario. Es la única condición que pongo para que vengas con nosotros.
_Está bien., aceptó Lidia.
En este momento, lo que más quería era probarse, demostrarle a sus colegas (y de paso a sus padres) de que estaba hecha, y las cosas de que era capaz. Ya dominaba las técnicas características de las hadas de fuego, como los latigazos y los remolinos, y sentía que las podía poner en práctica ya no en las sesiones regulares de entrenamiento, sino en un combate real más allá del perímetro del Templo del Fuego. "Acepto la condición", repitió, esta vez con más firmeza y compromiso que antes, asumiendo que Eduardo, Kevin, Marina y Qumi podrían no haberle creído.
Pero con esta reafirmación se convencieron.
_Ahora, resta saber quién se lo cuenta a Kuza y Lara cuando hayamos vuelto a Plaza Central., planteó Marina, concentrándose momentáneamente en la espesura.
Concluyó que sería un excelente punto desde el cual observar y vigilar. Estando transformada, podría posarse sobre una rama gruesa en alguna copa alta, y tener así una mejor visión en un ángulo de trescientos sesenta grados.
_Yo - decidió la híbrida -. La idea de bajar al templo fue mía. Tómenlo como una prueba de madurez. Además, me consta que cuando sepan lo que hice van a sentirse orgullosos de mí, aun con el susto inicial. Es lo mismo, supongo, que sintieron Isabel y Cristal cuando ustedes dos les contaron donde estuvieron y para qué en Junio de diez mil doscientos cuatro.
_Maduraste mentalmente - reconoció Eduardo, haciendo de esas palabras un elogio para su colega -, pero recordá lo que te venimos diciendo desde Enero del año pasado. Nunca te olvides de que sos una nena, ni siquiera con lo que estás por hacer ni con la responsabilidad vitalicia que llevás sobre los hombros. Quiero decir que tenés que vivir de acuerdo a tu edad - y pidió, tanto a Lidia como a Qumi, Marina y Kevin -. Ahora, repasemos una vez más el plan, para estar totalmente seguros de que no dejamos algo librado al azar ni que pasamos por alto ningún detalle.
"Hecho", accedieron los cuatro al unísono.


_Con cuidado., pidió Eduardo.
Había sido el primero en completar el descendiente por el oscuro, estrecho y húmedo túnel vertical, y llegado a una de las recámaras circulares con el techo abovedado. Vuelto una esfera brillante, descendió en línea recta y ahora, habiéndose materializado nuevamente, dio la instrucción a las otras dos esferas que aparecieron tras el, una de color rosa y la otra negra. Al instante, también se materializaron las Cuidadoras del Vinhuiga y el JuSe, y la primera, habiendo observado el entorno, se transformó en un vampiro que muy pronto estuvo posándose en el hombro izquierdo de Qumi.
_Mejor vayamos los tres juntos - propuso Lidia, girando a uno y otro lado la cabeza, detectando decenas de objetos atestando las estanterías, y mientras sus colegas intensificaban sus auras, para disponer de la otra fuente de iluminación -. Este lugar no me inspira tranquilidad ni nada parecido.
_Estoy de acuerdo con eso - convino Qumi -. No sabemos con que nos vamos a encontrar en el Oi-Kal, y seguro que vamos a estar esquivando una trampa antes que salgamos de esta recámara.
_Hecho - coincidió Eduardo -. Pero por ahora vamos a inspeccionar este salón, y por las dudas no toquen nada. No vaya a ser cosa que nos llevemos una sorpresa desagradable.

A medida que fueron mirando, con las dificultades producto del alumbrado insuficiente, descubrieron que las piezas y objetos que abarrotaban las estanterías no eran tan diferentes a cualquier cosa que se podía hallar en los comercios y museos de antigüedades, y muy poco de lo que Eduardo, Lidia y Qumi tenían frente a si se relacionaba con la religión de los ilios. Un cáliz acá, un candelabro ornamentado allá y una representación de la Trinidad Benigna más allá, tal vez fueran los únicos objetos religiosos, que las hadas supieran y pudieran ver, porque no habían descendido quinientos metros para practicar arqueología ni hacer turismo. El resto de los objetos, en esta recámara al menos, eran artesanías, unas más elaboradas que otras, cacharros de todo tipo, algunas armas obsoletas, básicamente lanzas y cuchillos, fragmentos metálicos y de madera, escasas piedras preciosas y, algo que llamó la atención de los expedicionarios, porque no se suponía que estuvieran allí, cuatro moneda de cincuenta soles acuñadas a comienzos del undécimo milenio. "Qué estás haciendo?", preguntó Eduardo a Qumi, al ver que sus manos iban hacia las monedas. "Rrcuperándolas. Son nuestras, después de todo" - explicó la Cuidadora, guardando los doscientos soles en el bolsillo trasero del pantalón -, "cuando estemos volviendo las voy a dejar en el cántaro junto a la puerta espacial". Allí reconocieron y decidieron que, si bien era cierto que tampoco estaban en el templo para saquear, recuperarían cualquier objeto que perteneciera a las hadas u otras especies elementales, como esas monedas, sin importar como fueran a parar a esa recámara o las otras. "No den un paso más!", advirtió Lidia, desde la comodidad del hombro izquierdo de Qumi, apuntando los ojos y el hocico hacia abajo, a una baldosa en particular, la cual tenía grabada tres círculos concéntricos. "Es una de las trampas?", inquirió la Cuidadora del JuSe, a lo que el vampiro movió la cabeza de arriba hacia abajo, informando acto seguido que había visto el mismo símbolo en aquel zócalo desde el que salieran las flechas que hirieran a Kevin. "Veamos que hace", decidió el Cuidador del Vinhäe, tomando uno de los cacharros que había allí y lanzándolo contra la baldosa, saliendo desde debajo de esta, a causa de la presión ejercida, cuatro estacas puntiagudas que bien pudieron haber herido gravemente a cualquiera de los Cuidadores adultos e incluso a ambos. "Ese símbolo alerta sobre la presencia de una trampa" - intervino Qumi -, "pero no sabemos que significa, o que representa, para los ilios". Y, mientras empezaban su tarea, decidieron poner toda su atención desde el principio, los adultos moviendo ambos ojos en todas las direcciones, buscando al mismo tiempo el símbolo de los tres círculos y cualquier cosa vinculada con el elemento fuego, y Lidia, transformada y en la comodidad y seguridad que representaba el hombro de su colega del JuSe, recurría a las habilidades que le legara su padre para los mismos fines. "Alguien sabe qué representan esos círculos?", les preguntó, y tanto Eduardo como Qumi le contestaron que no, porque la escasa información acerca de la simbología religiosa de los ilios de que dispusieran las hadas había sido destruida por Iris y los combatientes del MEU en los primeros años de la Guerra de los Veintiocho. "Creo que eso no importa ahora", consideró Eduardo, siendo el primero en cruzar el umbral hacia uno de los pasillos, puesto que en esa recámara no pudieron hallar un solo objeto relacionado con el elemento fuego. "Si supiéramos que estamos buscando...", lamentó Qumi, que no tenía recuerdos que apuntaran a eso. Anduvieron con sigilo y precaución por ese corredor de cien metros hacia otra de las recámaras, habiendo detectado otra trampa, flechas puntiagudas que salieron a toda velocidad de un muro lateral a otro, y teniendo como instante de risa aquel en que Lidia abandonara el hombro izquierdo de Qumi y se lanzara en picado al detectar un insecto que se escabullía entre otro tanto de los cacharros. "Otra posesión de las hadas", dijo en ese momento Eduardo, cesando con la risa, al tomar un medallón con el emblema de SAM, el Consejo de Salud y Asuntos Médicos, pensando que se lo daría a Lursi y Nadia al volver a Plaza Central, y convenciéndose de que los ilios, entre todos sus defectos y puntos que les jugaban en contra, eran amigos de lo ajeno. "Tendría que haber venido Zümsar" - dijo Qumi, cuando, alrededor de media hora más tarde, emprendieron la caminata a otra de las recargas -, "se pondría loco de contento si pudiera ver todo esto". "Coincido con eso", opinó el Cuidador del Vinhäe, porque al traspasar el umbral se encontraron en un espacio en que, a diferencia de los otros dos, destacaban, a causa de su número, objetos pertenecientes a la sociedad y cultura de las hadas, y no eran solamente monedas. "Confirmado. Los ilios estuvieron robando, y puede que todavía lo hagan", protestó Eduardo, viendo allí artesanías, armas, papeles e incluso ropa entre los artículos, y asumiendo que tranquilamente el y los otros podrían apoderarse de ellos, pues les pertenecían a los seres feéricos, y llevarlos de vuelta a la Ciudad Del Sol. "Vamos a hacerlo, la ley está de nuestra parte", propuso Qumi, e introdujo las manos en el bolsito cruzado que llevaba, sacando uno de los cilindros mágicos. Poco les importó que los ilios se dieran cuenta, ni que con este acto pudieran las tensiones subir varias decenas de escalones en un parpadeo, porque Eduardo, Qumi y Lidia, que había vuelto a ser la nena híbrida, únicamente estaban recuperando lo que era propiedad colectiva e individual de las hadas. La Cuidadora del JuSe fue quien dijo que con esta afirmación (los ilios son amigos de lo ajeno) los seres feéricos obtendrían un respaldo enorme por parte del CSP y la Mancomunidad Elemental, y los ilios quedarían expuestos a otro descremada. "Lástima que no hayamos encontrado nada vinculad al elemento fuego", se desilusionó Lidia, manifestando también el mismo sentimiento porque a varias de las posesiones de las hadas, al menos la tercera parte, deberían dejarlas, de momento, en la recámara, porque el espacio en el cilindro mágico estaba colmado. "No nos desanimemos" - pidió Eduardo, de quien era el turno para llevar al pequeño vampiro sobre uno de los hombros, el derecho -, "todavía nos quedan cinco recámaras y los pasillos". Al final, mientras abandonaban el lugar con los artículos robados a las hadas durante años (décadas, siglos, milenios...) concluyeron que darían golpecitos suaves en las paredes, pues se les ocurrió pensar que los ilios podrían haber construido compartimentos ocultos en ellas. "Eso confirmaría intenciones no claras y potencialmente hostiles", asumió Qumi, empezando a sentir el cansancio. Aunque ella, Lidia y Eduardo repararon en esto, no creyeron que pasaría tan pronto. A semejante profundidad, la falta de oxígeno podía representar un problema - algo similar a lo que ocurría, por ejemplo, en el Banco Real de Insulandia, aunque allí estaba garantizado el suministro permanente de oxígeno -, por lo que los tres coincidieron en lo imperioso de no demorar un instante ni distraerse. "Algo que parece poco probable" - creyó corroborar Lidia, quien había asumido el rol de buscadores de trampas. Había detectado tres más en los últimos dos tercios de hora -, "es mucho lo que nos queda por ver e inspeccionar". "Gracias por animarnos", le dijo Qumi, mezclando risas con sarcasmo.

_¿Y el tobillo?., se interesó marina.
En los últimos minutos, no habían hecho más que permanecer quietos junto al hueco, a veces dando unos pocos pasos a su alrededor, con los brazos cruzados y mirando al horizonte, deseando que los ilios no aparecieran por allí antes que el trío completara sus tareas bajo la superficie.
_Arde, no más que eso – aseguró Kevin, molesto y contento al mismo tiempo por haber caído en esa trampa. Ya no podría cumplir la promesa hecha a Cristal de volver ileso a la Casa de la Magia, y eso no le gustaba en lo absoluto. Al mismo tiempo, sabía que esas acción, un ataque ilio en contra de un hada a través de esa trampa, era simple y sencillamente un acto de guerra –. Nada que dos o tres días no puedan solucionar del todo. Ahora hay cosas que me preocupan e interesan mucho más que una herida menor en el tobillo. La suerte de los nuestros allí abajo es lo principal.
Ninguno de los Cuidadores sabía, ni siquiera una aproximación remota, con que se podrían encontrar en el templo subterráneo, ni tampoco lo que estaban buscando, lo cual aumentaba el misterio, y, por supuesto, el peligro. Debían averiguar cuál destino había corrido Akduqu dos siglos atrás, pero no tenían idea de qué ni cómo. Confiaban en que se encontrara allí un objeto relacionado con el elemento fuego, pero podía ser cualquier cosa, suponiendo que la hubiera, que estuviera allí, y entre tantos cacharros en el templo, objetos acumulados durante milenios en las recámaras, a Qumi, Lidia y Eduardo les tomaría tiempo completar su misión y emerger nuevamente a la superficie. No les preocupaba que tanto pudieran demorar, ni tampoco que excedieran el plazo de veinticuatro horas que ellos mismos se fijaran; si, en cambio, que aparecieran de pronto los ilios, lo que irremediablemente llevaría a una batalla que, sabían sería a muerte. Y, al empezar esa batalla, sería la primera de un nuevo conflicto bélico a escala planetaria.
_También a mi, pero los cinco vamos a salir con vida de esto – apostó Marina, confiada –. Ellos tres, vos y yo somos los individuos feéricos más poderosos que existen actualmente. Quiero decir, y esto es algo de lo que ya hablamos, que harían falta decenas y decenas de ilios para causarnos un rasguñó muy leve, y eso si ellos tienen muchísima suerte. ¿Hay alguna otra cosa que te preocupa, cierto?.
_Cristal, Akmolu y mi hijo o hija que recién empieza a gestarse., reconoció Kevin, sin titubeos.
Y le habló de un pensamiento, sombrío a consecuencia de las circunstancias, algo que supo, aunque solamente fueron teorías infundadas al principio, no bien llegara a sus oídos la noticia de que cuatro individuos ilios habían sido capturados en las cercanías del casco histórico y centro neurálgico insular. Kevin le mencionó a Marina que le gustaría volver a la Casa de la Magia llevando por lo menos una buena noticia, o, lo que era lo mismo, un poco de tranquilidad, pudiendo con eso garantizar la paz en la lejana isla, y que sus habitantes, un total de tres mil siete – habían ocurrido otros tres nacimientos, aparte de Akmolu –, no tuvieran más razones para preocuparse que los fuertes oleajes que azotaban la costa y los vientos huracanados. “Todas esas personas confían en y temo por su futuro”, confesó el Cuidador, mirando hacia arriba, y luego al hueco que excavara en el suelo.
_Vas a lograrlo. Cristal y los demás van a  estar seguros y tranquilos, lo puedo ver – garantizó Marina –, aun con este futuro tan oscuro que se cierne sobre nuestras cabezas. Vamos a superar esto y todo va a volver a ser como antes. Esta vez, estamos mejor preparados, y a diferencia de lo que ocurrió, o empezó a ocurrir, en cinco mil setenta y nueve, esta vez los ilios no se van a enfrentar a una parte de las hadas y los seres elementales, sino a todos.
Habló de la fortaleza física de los nagas, de las velocidades que podían alcanzar los faunos, de hasta trescientos cincuenta kilómetros por hora, en la sorprendente habilidad y maniobrabilidad de los sirénidos en los ambientes acuáticos, en lo aguda que era la visión de los vampiros e híbridos por las noches, en lo fuertes que se volvían los ornímodos estando en vuelo… “Los elementales tenemos ventajas que nos distinguen, identifican y hacen destacar”, concluyó Marina, deseando haber podido tranquilizar a su colega. “Te lo agradezco” – correspondió, aportando también una sonrisa –, “solo espero que esas palabras surtan efecto a todos los plazos”. Ambos sabían que hadas y elementales en número y fuerza superaban a los ilios, y con eso tenían sus principales ventajas en la guerra que se acercaba.
_Hay que dar una disculpa a los catastrofistas, porque siempre estuvieron en lo cierto – reconoció marina, sentándose con las piernas extendidas. Aun con la tensión y el suspenso, se aburría. Casi penhsaba que sus tres colegas estaban más entretenidos en el templo subterráneo que ella, y posiblemente Kevin, en la superficie –. Cuando los primeros de ellos aparecieron e hicieron públicas sus teorías pensé que eran un puñado de locos. Pero al final resultó que tuvieron razón. Espero que no hayamos llegado tarde para reconocer nuestro error.
_Como sea, todos quedamos o vamos a quedar envueltos en esto. Lo bueno fue que empezaron los ilios, no nosotros., se alegró Kevin, sacando el atado de un bolsillo.
_¿Un cigarrillo? – reaccionó la Cuidadora del Tep-Wo –. Que suerte que no están cerca, porque no les haría gracia.
Una de las cosas que más aborrecían los ilios era el tabaco, porque lo consideraban una creación de la Trinidad Maligna, las tres divinidades que representaban todo lo malo y lo negativo, y en ello radicaba una parte del desprecio que sentían para con las hadas, para quienes el tabaco era lo opuesto: un producto de consumo masivo.
_Que vengan todos los que quieran, y que lo les haga gracias – se burló Kevin – Sospecho que si nos encuentran en este lugar lo que menos les va a importar es que uno de nosotros esté encendiendo un cigarrillo. Además me aburro.
_Entonces intercambiemos conocimientos e información acerca de nuestras responsabilidades en los lugares grandiosos – propuso Marina –, esa es una de las tareas que tenemos los Cuidadores, la interacción en asuntos laborales.
_Hecho., accedió Kevin, tras largar una bocanada de humo.
Y en los veinte minutos que siguieron no hablaron de otra cosa que del Tep-Wo y la Casa de la Magia, convenciéndose de que resultaría una excelente manera para pasar el tiempo. Uno y otro estaban alegres al haber descubierto, al poco tiempo de haber hecho los juramentos, que no era una catarata de problemas, trabajos y tareas desbordantes de complejidad y dificultad, que3 apenas les demandó esfuerzos mínimos en los primeros días. “A mí me sigue costando”, reconoció Marina, que el primer día del año había cumplido un mes al frente del Santuario del Viento.
_Nosotros cuatro vamos a estar allí para darte una mano – prometió Kevin, incorporándose y apagando el cigarrillo – Tal vez te sientas más cómoda con Qumi y Lidia, como son las mujeres del grupo…
_¿Pasa algo?., inquirió Marina, notando su expresión.
_Llegaron., anunció Kevin, proyectando energía a ambas palmas.
Captaron los rumores desde el otro extremo de la profunda y frondosa selva tropical.
Los ilios ya estaban camino a uno de sus antiguos templos.
_Acá tampoco hay nada., lamentó Eduardo.
Observaron minuciosamente durante un cuarto de hora otra de las recámaras, y todo lo que vieron fue la cantidad abundante de objetos religiosos de la etnia ilia Oi. La frustración estaba empezando a aparecer en su cara y en la de las mujeres.
_Dijimos que no íbamos a desanimarnos – le recordó Qumi, caminando a su lado – Nos queda la mitad de las recámaras, y ver si hay espacios ocultos en los corredores. A propósito, ¿seguís creyendo que hicimos bien en dejarla ir sola?.
Antes de que se hubieran dado cuenta de lo que hacía, la nena híbrida estaba nuevamente transformada y emprendía el veloz vuelo, anunciando que exploraría por su cuenta el otro tramo del Oi-Kal. “Denme la oportunidad”, había pedido a los adultos, al momento de abandonar esa recámara.
_No la hubiéramos podido detener, Qumi – reconoció Eduardo, atento, puyes la posibilidad de encontrar nuevas trampas continuaba estando presente –. Lo lleva en la sangre, supongo. Kuza se lo habrá legado. Esas ansias por explorar son algo que acompaña a los vampiros a lo largo de toda su vida, y Lidia… allí viene.
Planeó ante ellos antes de asumir su anterior forma, y cuando lo hizo, una risa, una que demostraba cierta expresión de triunfo, apareció en su cara.
_Me parece que hallé algo., avisó, emocionada.
_¿En serio?., reaccionó Eduardo.
_¿?Dónde?., agregó Qumi.
Los adultos compartieron el mismo nivel de emoción.
_En la siguiente recámara – contestó la nena –, vamos a ella.

Y fueron.

_Allí., señaló Lidia.
En una repisa tan antigua como cualquier otro mueble de los que ya habían visto, atestada por decenas de artefactos que revestían algún valor para los ilios, estaba una caja de tonos opacos que, esto lo supieron con solo verla, no constaba de otro material que el acero mágico. “Y después dicen que desprecian cada una de las artes mágicas”, celebró Eduardo, usando sus habilidades telequinéticas para mover esa pieza, pues no sabía si habían o no otro tanto de las trampas caza bobos. Si esta caja o su contenido eran vitales para la supervivencia de los ilios como grupos e individuos, no la dejarían sin ninguna vigilancia especial. Pero, para su alegría y la de ambas mujeres, no hubo allí otro obstáculo más que la pila de objetos que se desparramaron al extraer el Cuidador la caja y dejarla en el suelo, en el centro de la recámara. “Es lo que buscamos”, confirmó Qumi, visiblemente emocionada y contenta, y los otros asumieron que nada más le faltaba ponerse a dar saltitos de alegría. Intentando contener los temblores corporales, indicó con la vista el símbolo del fuego, tallado en la tapa de la caja.
_¿Cómo la vamos a abrir?., preguntó la Cuidadora del Vinhuiga.
El trío había rodeado la caja y la miraba con curiosidad y asombro, no detectando otro detalle más que el tallado. Estaban contentos, desde luego, sabiendo que en esa pieza cuadrangular estaban las respuestas que vinieron a buscar. ¿Por qué los ilios querían eliminar a la Cuidadora del Hogar de la Tierra?, ¡qué podría ser tan grave que amenazara incluso la sociedad ilia al completo?, ¿qué le habría transmitido, qué mensaje, Akduqu a Qumi? Y ¿cuál habría sido la suerte que corriera el marinero?.
_No veo cerraduras ni mecanismos – observó Eduardo, arriesgándose a tocas la caja con ambas manos. Nada pasó (se alegró por eso) y volvió a incorporarse, pensando en cómo se podría abrir – Estoy pensando en eso. Una vez Kevin lo hizo, ¿funcionará ahora ese método?.
Y habló a las mujeres sobre la historia que ya conocían, de cómo el artesano-escultor había podido abrir una caja fabricada con ese material, por pedido de Iris, descubriendo que dentro se encontraba la fórmula desarrollada por Mücqeu, una caja que el propio Kevin había recuperado. Concentrando una gran cantidad de energía, pudo abrirla, aplicando sobre ella una temperatura de casi mil grados, la misma que se necesitaba para moldear el acero mágico. La caja se había partido en dos y quedó revelada, al fin, después de más de cinco milenios, la fórmula con la que Iris, Wilson, Iulí y otros tantos individuos en el mundo pudieron transformarse nuevamente en seres feéricos.
_Yo lo voy a intentar – decidió Qumi, adelantándose a Eduardo y Lidia, apoderándose de la caja y elevándola hasta dejarla a la altura del vientre. El súbito estallido en su aura rosa les indicó a sus colegas que estaba empezando a acumular energía -. Ustedes ya hicieron suficiente, arriesgando incluso sus vidas. Ahora me toca a mi. Si hay algún indicio que nos ayude a resolver esos misterios, me gustaría ser quien se ocupe de esto – empezó a presionar la caja por los costados –… ¿Alrededor de mil grados, dijeron?... espero que sea fácil.
Por precaución, los Cuidadores de los Templos del Agua y del Fuego retrocedieron. Sabían que no haría una explosión ni nada parecido, pero la temperatura llegaría   a ser tan alta que incluso ellos podrían sentirla, tal como lo experimentaran el experto en arqueología submarina y la princesa Elvia aquel tres de Julio / IIade número diecisiete de diez mil doscientos cuatro.
Al final, la Cuidadora del JuSe pudo vencer la resistencia del acero mágico, y lo que pasó a continuación fue tan sorprendente y desconcertante, además de deslumbrante e inesperado, que hizo perder el equilibrio a los tres Cuidadores, los cuales, ya en el suelo, no solo quedaron adoloridos, sino también envueltos por esa inmensa nube vaporosa de color lila que surgiera dese un minúsculo punto en el interior de la caja. Esa formación empezó a girar a velocidades de vértigo en  forma de remolino, conservando el mismo tono de lila, pero, extrañamente, sin arrastrar nada consigo, y su tamaño se reducía lentamente, pasando de abarcar una cuarta parte de la recámara al principio a una diminuta área circular de pocos centímetros, en cuestión de segundos. A los Cuidadores no les llevó mucho tiempo ni demandó esfuerzo alguno advertir que la nube estaba cediendo su espacio a un cuerpo físico. Las piernas, los brazos, el torso y la cabeza surgieron en un instante en que el vapor hubo de condensarse lo suficiente, dando paso entonces a la aparición de las características y los rasgos, de los cuales el primero fuera la coloración en los y las manos, los brazos hasta por encima de los codos (estaba usando este ser una prenda superior con mangas cortas), el cuello y la cara. Era un individuo el sexo masculino muy joven, a juzgar por su apariencia, quien tras haberse materializado por completo pateó suavemente en el suelo con los dos pies, quizás para demostrarse así mismo que también había recuperado la sensibilidad; observó el entorno, mostrando desagrado profundo al ver los artefactos y cacharros ilios, y respiró profundamente. “Estoy de vuelta, lástima que no por mucho”, dijo con lamentación, dirigiéndose a los Cuidadores, particularmente a la mujer adulta, la única que lo había reconocido.

Era Akduqu.           

_Lárguense – pidió a Eduardo y Lidia, empleando sin embargo un tono amable, me gustaría estar un momento, estos últimos, con Qumi – y agregó, dirigiéndose al par de Cuidadores –. El manifiesto ilio está en la última recámara, en otra caja de acero mágico. Allí van a encontrar, todos lo vamos a hacer, pruebas de que los ilios saben hacer magia y, lo que es peor, que dejaron que el MEU hiciera su parte, porque eso les iba a dar las excusas que necesitaban. Y ahora vayan, no queda mucho tiempo.
Eduardo y Lidia abandonaron ese receptáculo viendo al marino sereno, aunque al mismo tiempo alarmado, quizás a causa de ese poco tiempo (ya averiguarían después qué quiso decir con eso) y a Qumi vuelta un mar de lágrimas.

Mientras tanto, en la superficie y junto al hueco, los Cuidadores de la Casa de la Magia y del Santuario del Viento esperaban, con los brazos cruzados, firmes y habiendo adoptado expresiones que indicaban con total claridad que no pensaban moverse de esos lugares. Habían calculado que al menos dos centenas y cuarto de individuos ilios se aproximaban desde todas las direcciones, y la única razón, aventuraron ellos, por la que marchaban a paso normal por la densa selva era su confianza en esta superioridad numérica. Tal vez creyeran que doscientos cincuenta individuos podrían manejar a dos (Kevin y Marina no podían saber si los ilios estaban o no al tanto de la presencia de otros tres seres feéricos en el templo subterráneo) en esta batalla inminente, teniendo ellos la certeza, tanto como las hadas, que con el primer movimiento, sin importar quien lo efectuara, se iniciaría la guerra. “Los ilios ya lo hicieron”, dijo Marina a Kevin, sin apartar la vista de aquel camino por el que llegaran sus colegas y ella, pensando en que cuatro individuos de esa raza se habían colado de incógnito en la Ciudad Del Sol y llegado casi hasta el casco histórico antes de ser detectados, con la intención de eliminar a un hada en particular, por un motivo aún desconocido. “LA guerra empezó hace milenios, después del bombardeo planetario”, habló Kevin, sin apartar tampoco los ojos del frente, creyendo a la vez, así se lo hizo saber a la dama, en lo conveniente de que cada uno observara en una dirección distinta, ya que, acercándose los ilios desde todas partes, no podían saber cuál o cuáles de ellos serían los primeros en atacar. Estaban cien por ciento seguros, en cambio, aunque ese convencimiento no los amilanó, de que cada uno de los ilios que se estaban acercando lo hacía armado hasta los dientes, además de valerse de sus habilidades distintivas: el camuflaje, al que seguro recurrirían para acercarse al hueco, la resistencia al daño y la  audición eximia.  Probablemente hubiera setwes en el grupo, loe guerreros más fuertes, avanzando entre aquel, y de estar allí serían los primeros en atacar, no bien pudieran confirmar que se trataba de dos Cuidadores quienes aguardaban junto al hueco. Kevin y Marina no perdieron el tiempo y decidieron no dar ninguna clase de ventajas, pues sabían que los del otro bando atracarían con todo desde el principio. Se transformaron y por unos breves segundos hubo allí una cigüeña y una anaconda real, antes que recurrieran a la segunda transformación, aquella que combinaba la forma feérica con la natural – Marina conservaba la figura femenina, pero su cuerpo estaba cubierto por un denso plumaje blanco desde los pies hasta el cuello, sus ojos eran enormes, había filosas garras en los dedos de ambas extremidades y tenía dos grandes alas en la espalda, cubiertas también por un plumaje blanco , sabiendo y asumiendo que eso aumentaría significativamente sus poderes. Esta era ahora la misión de los Cuidadores en la superficie: contener a los ilios, pelear contra ellos, hasta que Eduardo, Lidia y Qumi hubieran resuelto los problemas y misterios allí abajo. Quizás pudieran averiguar más tarde que era esa presencia que empezaran a detectar d repente, como si alguien hubiera aparecido de pronto en el Oi-Kal.



FIN




--- CLAUDIO ---

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