sábado, 7 de julio de 2018

30) La vuelta


En minutos, se produjo un revuelo en la zona, habiéndose dado cita al menos quinientas hadas, entre guardias, médicos, expertos de la DM y la PoSe, enviados de los medios informativos, diplomáticos del vecino reino de Austronesia, Consejeros Reales de ambos países, Wilson e Iulí, que estuvieron de vuelta con la Cuidadora del Vinhuiga y de esta toda su familia, curiosos que se acercaron para averiguar la causa de semejante alboroto, Marina, que tan solo unos días atrás había cumplido sus primeros dos meses al frente del Tep-Wo, otro de los lugares grandiosos, Kevin, tan asombrado y conmocionado como cualquiera por este desconcertante e inusual acontecimiento, y, por supuesto, los padres y el hermano de la Cuidadora del Hogar de la Tierra, quienes en su momento, hacía ya dos siglos, presenciaran su transformación en la figura de vulcanita.

"Cómo pasó esto?".
Esa fue la pregunta que, en silencio o en voz alta, se formularon las hadas, concentrándose en los protagonistas de la escena. En Eduardo e Isabel, que ignorando los dolores físicos daban su testimonio al escriba de la Guardia Real, algo superficial y resumido, pues eso no era lo importante ahora - darían una declaración completa en la tarde - y en Qumi, que había caído al suelo, golpeando primero las rodillas y luego el cuerpo. Encabezado por Nadia y Lursi en persona, ese grupo de médicos allí concentró sus esfuerzos en la Cuidadora del JuSe, que, desmayada, se convirtió en peso muerto. "Tenemos que llevarla al Hospital Real ahora mismo", atinó la jefa del Consejo SAM, en tanto Qumi era levantada en brazos por su progenitor, no cabiendo en sí este, su compañera y su hijo por la emoción y el asombro que les provocará este evento.

"Y los ocho atacantes?, Qué habrían estado buscando?".
Comparado con la inexplicable vuelta de Qumi, esta parte de los extraños acontecimientos no revestía, por el momento, tanta importancia. Las prioridades, se notaba a la distancia, eran otras. Aún así, un equipo de la COMDE ya se ocupaba de recolectar los fragmentos de los monstruos destruidos, confirmando con solo verlos que se trataba de otra parte del material reportado como robado por los ornímodos. Como antes, con los restos de los monstruos que atacaran el Templo del Agua, habría una investigación exhaustiva de los agentes de la DM y la PoSe, buscando cualquier rastro r indicio que llevara a la identificación de los autores y sus motivos, y descubrir si había relacionados entre aquel ataque y este. Los catastrofistas ganarían fuerza con este evento, a medida que fueran enterándose.

"Por qué habrían querido causar este daño a la COMDE?".
La Compañía Mixta de Desarrollos Especiales, formada por el Estado insular, con el sesenta y nueve punto dos por ciento del capital, y una empresa privada, con el treinta punto ocho, tenía ingresos anuales por alrededor de diez mil millones de soles y producía todo tipo de innovaciones, siendo sus principales campos la ciencia, las artes mágicas, la defensa militar y la tecnología aplicada al trabajo. Cualquiera podría suponer que un ataque a una de sus instalaciones sería un golpe a sus intereses. Más que eso, al pueblo insular como un todo, ya que los directivos y empleados, a consecuencia de su excelente e intachable conducta personal y laboral, eran vistos como ejemplos a seguir. Y esa pirotecnia acopiada en el galpón, si bien había sido producida por la FPISE, había sido adquirida por la COMDE para usarla en algunos de sus proyectos. Ambas empresas habrían sido perjudicadas.

"Por qué los monstruos más poderosos no tuvieron éxito?".
Después de la tragedia que ocurriera en los últimos tiempos de la Guerra de los Veintiocho, los científicos del MEU habían concebir una nueva clase de monstruos, semi inteligentes y más fuertes que los mï-nuqt y los uc-nuqt, sin saber acerca del error cometido al conferirles ese intelectos, un error que costaría más de dos mil vidas feéricas. Las hadas tenían esa gran duda, sobre por qué esta vez no había muerto nadie en este y el ataque al Templo del Agua. Sin muertos y con muy pocos heridos, razones para alegrarse, concluyeron que estos mint-hu habían sido creados por alguien sin explicación y con conocimientos más bien básicos y rudimentarios, que no buscaba otra cosa que causar daños económicos, materiales y morales a la sociedad feérica. Muchos incluso se empezaron a preguntar si no habría otros ataques como estos.

"Por qué un monstruo de cada clase?".
Las primeras impresiones de las hadas fueron que el creador, tanto si era como si no el mismo que el del ataque al Vinhäe, pudo suponer que recurriendo a los tres tendría mayores probabilidades de éxito. Combinando las fortalezas y destrezas de un mï-nuq, un uc-nuq y un minhu tal vez se lograran mejores resultados que en el lugar grandioso, sea cual fuere su objetivo. Desafortunadamente, el perpetrador tuvo esta vez dos rivales en extremo poderosos que destruyeron sin dificultades a los atacantes; primero a ese trío y después al "plan de respaldo", los cinco mint-hu en cuya creación de usaran los remanentes del material que fuera robado a los ornímodos. Ese plan de respaldo fue abortado por Eduardo e Isabel, que demostraron como nunca sus poderes y habilidades, su compromiso con la sociedad, y alguien que se suponía no debía estar allí.

"Por qué a ese matrimonio se le hizo tan fácil?".
Una pregunta que, aunque menos relevante, no podía estar ausente ni olvidarse, en vista a los acontecimientos de esta madrugada. Los dos estaban a poco más de un día de cumplir su primer aniversario como las máximas figuras de autoridad en uno de los lugares grandiosos, y en ese espacio de tiempo de casi un ciclo solar (otra de las formas con que las hadas se referían al período de trescientos sesenta y cinco días) ambos, a fuerza de práctica, ejercicios y entrenamientos regulares vieron incrementarse sus poderes y habilidades. Además, Eduardo era un Cuidador e Isabel la poseedoras de un Impulsor, lo que los hacía más fuertes. Y por si eso no resultara suficiente, estaban ambos entre las hadas que podían no solo ejercer el dominio de los elementos fuego y agua, sino que estaban dando sus primeros pasos en su creación

"Y Qumi?, Cómo había hecho para volver?".
Era sin dudas el misterio por excelencia, y a medida que la madrugada fue transcurriendo y dejando su lugar a la mañana, el desconocimiento, el asombro, la sorpresa y la emoción fueron haciéndose más grandes, especial entre los tres parientes de la Cuidadora, que en su mente vieron como se transformaba. Qué la había hecho volver, cómo, por y para qué eran cuatro preguntas clave e importantes que, las hadas bien sabían, no se responderían de un día para otro ni en el corto plazo. En estos momentos, el equipo de médicos buscaba estabilizarla, antes de emprender el corto viaje, puerta espacial mediante, al barrio Plaza Central, al Hospital Real. Evaluar su estado físico, el psicológico y el emocional, puesto que su "ausencia e ignorancia"habían sido totales estando convertida en aquella estatua.

"Habrían influido Eduardo e Isabel en su vuelta?".
Cuando estaban presentes dos o más, los Cuidadores, una reacción instintiva, podían saber si uno de ellos se encontraba frente a algún peligro o amenaza, y este había sido el caso. Eduardo estuvo frente a un reto mayúsculo, aunque no lo hubiera aparentado, considerando la facilidad con que el y su compañera obtuvieran el triunfo, y eso habría sido suficiente para que la Cuidadora del JuSe pusiera sus sentidos en alerta y aplicara, a modo de reacción natural, el fin de ese hechizo que usara en su persona, decidiendo permanecer así hasta que su "alma gemela" estuviera otra vez a su lado. Por supuesto, los líderes del Templo del Agua en peligro (un Cuidador en peligro) era solo una de las teorías para explicar el regreso de Qumi, que se confirmara o desmintiera era algo que dependerá del tiempo, de las investigaciones q6a este respecto se llevaran a cabo.

"Cómo supo donde se estaba desarrollando la batalla?".
Allí entraba nuevamente la teoría del vínculo entre los Cuidadores, el instinto le habría indicado a Qumi el lugar al que debía dirigirse. O tal vez fueran los elementos que formaron a los monstruos, porque, siendo tierra y piedras en su mayoría, el talento natural de la Cuidadora del JuSe habría jugado un papel importante, al actuar como brújula y enviarla a la zona de la batalla. En su época, con la edad de treinta y tres - ahora tenía más de dos siglos y cuarto, y su aspecto físico era el mismo que, por ejemplo, Eduardo e Isabel -, había aventajado por mucho a las hadas del elemento tierra más experimentadas y sus proezas, logros y hazañas aún se usaban como fuente de inscripción. Esa misma fuerza le había servido para eliminar sin dificultades a los monstruos que, aún habiendo durado pocos segundos en el combate, eran los más poderosos.

"Qué significaba el que hubiera ahora cinco Cuidadores?".
Estaban Kevin, de la Casa de la Magia, el más importante de todos los lugares grandiosos Eduardo, del Templo del Agua (Vinhäe), Lidia, del Templo del Fuego (Vinhuiga), Marina, del Santuario del Viento (Tep-Wo) y ahora Qumi, del Hogar de la Tierra (JuSe). A esos cinco individuos, sobre quiénes recaía la enorme responsabilidad de por vida, se los veía desde el inicio de los tiempos de la religión como los referentes y defensores de todo lo que era bueno y justo en el mundo, además de ser poderosos y tener gran prestigio en la sociedad. El caso de los cinco Cuidadores hoy presentes en el mundo no era distinto, y quedó confirmado con el ataque a una de aquellas instituciones, en Diciembre, y la batalla de esta madrugada. Cualquiera tendría que estar lo bastante desesperado si iba a intentar alguna agresión contra algo o alguien, y seguro de que tendría, aunque fuera mínimo, éxito.

"Habría otros ataques?".
Nadie tenía una respuesta para eso y las hadas sabían, aún con ello, que habría cambios en su forma de vida. Ya tuvieron una prueba de eso, a inicios del mes pasado, después del ataque a uno de los lugares grandiosos. Ese y los otros, por ejemplo, tenían nuevas y más eficaces medidas de seguridad, discretas y estrictas, y después del incidente de esta madrugada esas medidas iban a extenderse fuera del Vinhäe y los otros lugares grandiosos. Se hablaba ya del Castillo Real y otras instituciones políticas y gubernamentales, los principales puertos de ultramar, los grandes polígonos industriales, los mercenarios centrales 6 cualquier otro lugar con gran concurrencia. "Cualquiera que suponga un golpe a nuestra sociedad y forma de vida", habían dicho varios seres feéricos, conscientes plenamente de cuanto y como influían aquellos en la vida de todos.

"Habrían los catastrofistas confirmado sus teorías, en todo o en parte?".
Aquellos individuos sostenían, básicamente, que la guerra estaba cercano, y el ataque al Templo del Agua primero y este incidente ahora no habían hecho más que confirmar todo lo que sostenían. Incluso había quienes ya hacían comparaciones entre este estado actual de la situación y lo que estuviera ocurriendo en la década y media previa al año cinco mil setenta y nueve, cuando Iris y su grupo más cercano se ocuparan de dar forma al MEU. Esa vez habían tenido como punto de partida el asesinato de dos guardias, uno insular y otro nimhuit, a manos de los ilios. Esta vez, en cambio, apostaban a que ese punto de partida era el ataque al Vinhäe, uno de los lugares más importantes para la historia y la cultura feérica. "Ojalá nos equivoquemos", pensaban ellos, sin embargo, sabiendo lo malo que implicaban sus postulados.

"Habrán tenido los ilios algo que ver en ambos eventos?".
Unas con más convencimiento e insistencia que otras, las hadas se resistían a descartar esa posibilidad, porque los creían capaces. Desde que los primeros continentes de ilios pusieran sus pies en el oeste-noroeste centrálico, creyendo con eso dar cumplimiento a un designio divino, los problemas, diferencias y confrontaciones de diverso calibre estuvieron presentes en las dos razas, habiendo llegado a su peor momento con el advenimiento de la Guerra de los Veintiocho. La vuelta de Iris, con sus poderes y habilidades al completo, no había hecho más que exacerbar los ánimos de toda la comunidad ilia, de individuos que, aún envueltos en ese terror tan grande, hicieron escuchaba sus enérgicos repudios a esa mujer que para ellos representaba la maldad pura. Y a raíz de eso, las sospechas de que los ilios pudieran encontrarse detrás de los eventos como el de Diciembre y este eran cada vez más fuertes.

"Qué reacciones adoptaba la clase dirigente respecto a eventos como estos?".
En todas las esferas del poder político se trabajaba a tiempo completo intentando arrojar luz sobre esos acontecimientos, sabiendo, y temiendo, cuáles podrían ser las consecuencias, y cuántas, si no lo hicieran. Sabiendo también que cabía la posibilidad de que los catastrofistas pudieran estar en lo correcto al suponer que una nueva guerra estaba avecinándose, la Guardia Real, a través de la DM y la PoSe, trabajaba sin descanso intentando hallar las respuestas correctas a estos problemas, y, más importante, llevar tranquilidad a la población. Eventos como esta batalla y el ataque contra el Vinhäe, además de otros como el control mental que se ejerciera sobre Eduardo y Zümsar y el robo del que los ornímodos fueran víctimas, eran razones más que suficientes para que cada uno de los agentes de ambos organismos, y los funcionarios en general, estuvieran con un sentido de alarma.

  ---------

Llegada las ocho de la mañana, mientras continuaban desarrollándose las tareas de recuperación e investigaciones, el Hospital Real estuvo transformándose en un hervidero, con más gente que de costumbre, a causa del extraordinario evento que significaba la vuelta de la Cuidadora del JuSe. En un sector destinado a la terapia intensiva se habían congregado tantas personas, no solo los que estuvieron allí a causa de Qumi, que los directivos de la institución tuvieron que esforzarse para hacer que dicho sector fuera lo que debía ser, un lugar destinado a los cuidados intensivos. Así, tras las órdenes, en la habitación número seis, que se convirtió en el centro de atención debido a la identidad y naturaleza de su paciente, y en el pasillo que llevaba a ella únicamente quedaron los familiares de la Cuidadora, el cónsul de Austronesia en Insulandia, un representante del CSP en este país, dos expertos en medicina compleja y artes mágicas de la COMDE y el Consejo SAM y un erudito de la DM, quienes intentarían averiguar qué habría puesto el punto final al hechizo que se aplicara Qumi disco años atrás. En otras áreas del lugar se encontraba la mayoría de los seres feéricos que estuvieron presentes en aquel lugar no bien concluyera la batalla contra los monstruos, la mayoría dando todavía los testimonios acerca de lo que encontraron al final de la escaramuza, y los demás Cuidadores, por pedido expreso de los reyes, quienes estuvieron entre los primeros en enterarse de ambos acontecimientos (los monstruos entrantes y la vuelta de Qumi), se dedicaron a estas excepcionales e inusuales medidas de seguridad de que fuera dotada la institución médica. Eduardo, habiendo accedido al pedido del personal médico para que se curara esas heridas menores - "Tanto tiempo sin verte por acá', había ironizado Lursi al verlo entrar a la habitación de baja complejidad, algo que los expertos convalidaron con una sonrisa -, estaba ahora con Isabel, de pie en el acceso principal al hospital, conversando entre ellos acerca de la batalla, y habiendo ya dado un testimonio completo a la Guardia Real, mientras el hada de fuego mecía suavemente a Melisa. Acompañada por sus padres, y por consiguiente con su hermana recién nacida, Lidia estaba en esa enorme sala que conformaban el restaurante, en el segundo piso del cuerpo principal, estando ellos tan concentrados como cualquiera en los eventos de la madrugada, y comentando de a ratos las posibilidades de que el Templo del Fuego fuera víctima de un ataque. Sin dejar de pensar en su compañera y su hijo, en cómo les estaría yendo en aquella isla (la Casa de la Magia) tan alejada de cualquier rastreado de tierra y civilización, Kevin, bastón de mando en mano, patrullaba el primer piso en compañía de Olaf y Nadia, sosteniendo los tres la inexistencia de peligros que amenazaban al más importantes de los lugares grandiosos. En el exterior del Hospital Real, en tanto, de a ratos sobrevolar y de a ratos posada sobre el techo, una magnífica cigüeña con plumaje blanco no dejaba de enfocar sus grandes ojos en todas las direcciones, comprobando que no se viera la tranquilidad interrumpida; era Marina transformada - la razón por la que la nena híbrida la tenía como heroína y referente -, quien había empezado oficialmente sus enormes y vitalicias responsabilidades en el Santuario del Viento, el Tep-Wo, el veinticinco de Diciembre / Nios número veinticuatro. En particular ellos, los cuatro Cuidadores estaban sobre ascuas, deseosos de que Qumi recuperara el conocimiento, algo que como bien sabían no pasaría este día, al menos este, y poder reunirse con ella. Para Eduardo, Kevin, Lidia y Marina se trataba de una colega, y todo el mundo allí, y más temprano en la zona en que se desarrollara la batalla, supo comprender a la perfección las sensaciones, las emociones y los pensamientos de los cuatro. Tan expectantes como ellos estaban los parientes de la Cuidadora del JuSe, no solo sus padres y su hermano, sino los que fueron llegando entre las seis y las ocho, un total de cuarenta individuos de ambos sexos con la misma mezcla de emociones positivas, desconcierto y asombro que los demás ante este acontecimiento. "Cómo fue posible?", era una pregunta que voluntaria e involuntariamente se formulaban las hadas y otros elementales, sabiendo que esa y todas las demás que guardaban relación con la vuelta de Qumi estarían en boca de todos por tiempo limitado y ocuparían varias páginas, sino era que ediciones extraordinarias, en El Heraldo Insular y los otros medios gráficos, tal como ocurriera con el resurgimiento de Iris, Iulí y Wilson. La vuelta de Qumi ya estaba siendo apuntada en Ecuménico, la recopilación que hacían las hadas sobre los hechos más trascendentes e importantes a nivel mundial, y los escribas a cargo de ese trabajo eran el otro grupo que más aguardaba el momento en que la dama recuperara el conocimiento, porque necesitaban, tanto como sus parientes, los Cuidadores, los expertos de la DM y los de la PoSe, de su testimonio para completar la obra.

A la mañana, contrario a lo pensado y sostenido, Qumi abrió los ojos.
Lo hizo lentamente, adoptando una expresión inconfundible de sorpresa, confusión y desorientación.



La Cuidadora estaba finalmente consciente.

 _Dónde estoy?., fue su primera pregunta.
Al mover la cabeza descubrió que era una habitación médica, con echar un rápido vistazo. Estaba vestida con una camisa de mangas cortas y un pantalón, las dos prendas de color rosa que daban a las pacientes (femeninas), y una sábana la cubría hasta la cintura.
_En el Hospital Real de Insulandia, en el barrio Plaza Central - habló la médica a quien se le asignara este particular caso, con su voz cargada de asombro y sorprendida al ver despierta tan pronto a Qumi -. Te trajimos hace poco menos de cinco horas, recuperaste el conocimiento, participaste en una batalla y...
_Me acuerdo de eso - interrumpió la paciente, recostándose sobre la almohada,
aún enfocando los ojos en el entorno. Para empezar, en la variedad de envases y frascos que estaban sobre la mesita de luz, que indicaban la cantidad de medicamentos y pociones que le estuvieron administrando, o que lo harían en lo inmediato -,... lo único desde mí transformación, por cierto. Y la fecha actual es...
_Es el domingo cuatro de Enero / Baui número cuatro del año diez mil doscientos seis - contestó la médica, ayudándola a que estuviera cómoda en esa posición. No era lo recomendable para estos casos, pero la inexistencia de dolores e incomodidades en Qumi (al menos, esta no los exteriorizaba) le hizo suponer que estar recostada por unos momentos no implicaría consecuencias negativas -. Pasaron doscientos años desde que te convertiste en una estatua de vulcanita.
Aunque a simple vista estuviera en excelentes condiciones, no podría decirse lo mismo de lo interno, y eso referente solo al aspecto físico. Por tal razón, la profesional de la salud dio a su paciente el contenido de uno de los frascos, un revitalizante, que se usaba en las hadas que sufrían fatigas, cansancios y agotamientos extremos. Qumi tomó un trago, aunque no creía necesitarlo, y devolvió el frasco a la médica, tras lo cual dijo:
_Dos siglos, tanto pasó?. No es broma esto, pero la actualización, ponerme al día, no va a ser un trabajo sencillo. Así que estoy en el reino de Insulandia... Si, lo estoy. Me acuerdo de eso. Estuve cuando me transformé. Y ahora me encuentro en la capital... Pues si es así, me gustaría hablar con el rey Isalu, el es el indicado.
_Isalu falleció en diez mil ciento catorce, y también la reina Ukeba - informó la médica, coincidiendo con aquello de que la actualización sería un trabajo muy complicado y duradero -. Ahora es su hija, Lili, quien está en el trono, y su marido, el rey Elías, que además es un príncipe de Ártica. Pero me parece, Qumi, que eso va a tener que esperar un poco. Al otro lado de este dormitorio hay decenas de personas que quieren verte.
Le habló de la cuarentena de individuos que formaban su familia, quienes no demoraron un instante en viajar desde Austronesia, no bien supieron que la cuide del JuSe había recuperado el conocimiento, de los funcionarios de ambos países y los del CSP, de los expertos de la DM y otros organismos interesados tanto en su salud como en resolver el enigma de su vuelta, en como había pasado eso, en sus colegas Cuidadores, dispersos en este momento en el Hospital Real porque les pidieron que formaran parte de estas extraordinarias y temporales medidas de seguridad, de los hombres y mujeres del periodismo, deseosas estas personas, tanto como cualquiera, de empezar la catarata de preguntas, del personal del Hogar de la Tierra, unos pocos de los cuales fueron contemporáneos suyos al iniciar el undécimo milenio, y del personal en general del hospital.
_Puedo pedirte un favor?., quiso Qumi, notando los pasos y voces fuera de la habitación.
_El que sea - se mostró de acuerdo la médica, que acto seguido llamó -, Cuál es?... Qué, qué estás haciendo?.
Porque la Cuidadora se había puesto de pie, corriendo la sábana. Dio una vuelta completa sobre su eje, sin que se detectara en ella siquiera el mínimo rastro de mareos ni problemas físicos.
_Viéndome así, no creo que sea necesario un tratamiento médico complejo ni que este se extienda por tiempo indefinido. Y además estoy en pleno uso de mis facultades.
_La verdad es que eso es cierto - apreció la médica, advirtiendo el error que sus colegas, incluidos Lursi y Nadia, y ella misma, cometieran al presuponer lo contrario -. Aunque es muy pronto para confirmarlo, eso tengo que decirlo. Qumi, podés no mostrar ningún síntoma en este momento, pero no podemos saber que va a pasar... no se, más tarde, a la noche, mañana o en lo sucesivo del futuro. Para casos complejos como este, se estima un lapso de dos meses. Si al cabo de ese tiempo demostraste el mismo estado que ahora, eso quiere decir que estás en excelente estado - y preguntó -. Cuál es el favor, qué querías pedirme?.
_Necesito mí ropa y mis zapatos - quiso Qumi, caminando con total normalidad, rodeando la cama y yendo a una estantería, donde tomó un prendedor dorado con la forma del símbolo de la tierra -. Supongo que están en esta habitación.
_La tiramos, y también el calzado - contestó la médica, yendo también hacia otro sector de la habitación, a una cómoda de la que tomó una caja -. Se rompieron después de tu vuelta, supongo que habrá sido cuando perdiste el conocimiento y diste contra el suelo. Pero tenés esto. Tus padres y tú hermano lo trajeron con ellos desde Austronesia.
Abrió la caja y la Cuidadora observó el contenido. Había un juego de lencería femenina, una camisa con mangas cortas, un pantalón de tela de jean, dos prendas de color azul, de una tonalidad oscura, un par de medias blancas y zapatos de taco corto con hebillas. Qumi tomó parte del contenido, mirándolo con un inconfundible gesto de sorpresa, mientras la médica señalaba con la vista una puerta, que conducía al cuarto de baño privado de la habitación. "Las mujeres ahora usan pantalones", se extrañaba, sosteniendo la prenda, notando que esta era nueva, y advirtiendo que tuvo que ser una ocurrencia de sus padres; siempre que alguno de los miembros de la familia vivía una ocasión especial o solemne, o las dos cosas, era poco menos que obligatorio regalar ropa. "Dos siglos, hubo cambios en la moda", le dijo la médica, a lo que Qumi pensó que tenía toda la razón al hacer aquella afirmación, sobre que ponerse al día sería una tarea pesada. Caminó con las prendas hasta el cuarto de baño, entró a este y no volvió a salir sino hasta cinco minutos después, ya vestida, calzada y con el prendedor adherido a la camisa, a la altura del corazón. "Un regalo de Akduqu, de nuestro primer mes como compañeros sentimentales", explicó a la médica, consciente de que, desde su regreso, una parte de su mente y sus pensamientos había estado dedicada exclusivamente a aquel que fuera su primer amor, cuyo rastro se había perdido en el mismo instante en que sobreviviera la catástrofe y una gigantesca explosión destruyera el buque, matando a todos sus tripulantes.
_Necesito quedar bien presentable - indicó, devolviendo la caja, en cuyo interior estaban ahora las prendas rosas -. Esta ropa y el calzado no están nada mal. Apenas un poco incómodas, pero imagino que es porque son muevas - estuvo posando frente a un espejo mientras se cambiaba -. Me gusta dar la rueda en este momento, explicar por qué decidí transformarme en una estatua de vulcanita hace doscientos años, las cosas que me obligaron a tomar esa decisión así de radical, y por qué decidí volver ahora, o lo que creo que me hizo volver.
La médica observó a Qumi extrañada de ese deseo.
_Estás segura? - inquirió, ya con la Cuidadora arreglándose el cabello -. Hace unos momentos dije que no había nada malo en tu estado, y lo mantengo, pero mí consejo como profesional de la salud es que esperes por lo menos un día. Con veinticuatro horas voy a poder hacer un diagnóstico más apropiado, por lo menos más que esta observación simple.
_Puedo asegurarte que no hay nada malo conmigo - insistió Qumi -, ni física ni mentalmente. Es solo que... bueno, en realidad no lo se. Pero quiero hacer esto. Dar a todos esas explicaciones. Se las debo. Hubo mucha gente que sufrió por lo que hice; mi familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo... y hablando de eso, dejé a uno de los lugares grandiosos en una situación difícil y apremiante. Supongo que hay alguna sala o auditorio en este lugar...
_En el nivel más alto, un salón en el que entran cincuenta personas. Mejor dicho, que tiene la capacidad para cincuenta personas sentadas - informó la médica, usando la telequinesia para ordenar la cama. Ya se ocuparían más tarde de cambiar las sábanas -. Pero ahora el favor lo tenés que hacer vos. Hablá primero con tu mamá y Nadia, que es la actual jefa del Consejo SAM. Ellas dos... tu progenitora, creo que es la primera persona que tiene que enterarse de tu vuelta. Si de dar explicaciones se trata, es quien tiene que recibirlas antes que nadie, al menos algo superficial. Y la Consejera es la que autorizó el tratamiento que se suponía ibas a recibir desde la madrugada. Visto tu pronto despertar, necesita hacer unos cuantos cambios.
_Está bien - accedió la Cuidadora del JuSe, sabiendo que sus poderes y habilidades tuvieron que causar esta fantástica y súbita recuperación. Ella era un hada muy poderosa -, primero con ellas. Seguro están esperando allí afuera.
La médica no supo que contestar. Sabía que Nadia estaba con Olaf y Kevin recorriendo una parte de las instalaciones, y la madre había estado allí hasta hacía unos momentos.
_Supongo - dijo -, voy a buscarlas.

Y salió de la habitación, dejando a Qumi sola, meditando acerca de lo que, ella suponía, y sabía que no se equivocaba con esto, estaría pasando lo mismo en el exterior de ese espacio de cinco metros por cinco. Los comentarios, las voces, las especulaciones respecto de cómo y por qué se había producido su despertar, las reacciones e impresiones acerca del evento entre el común de las hadas e individuos de otras especies elementales, de ese colega suyo que de seguro estaba en el Hospital Real - ignoraba quien era este y que ahora, en total, que los Cuidadores eran cinco -, habiéndolo sentido cerca al momento de despertar, pensando que tal vez hubiera sido uno de aquellos individuos que salvara de los mint-hu, de las repercusiones que ya habría ente los notables y el personal en general en el Hogar de la Tierra, en sí estos habrían reaccionado mal o bien cuando hubieran sabido lo de la transformación, de la gente con la que hubiera tenido tratos más o menos frecuentes y que pudieran ya no estar en este mundo, incluida la segunda al mando, una de sus mejores amigas (la médica ya le había dado la mala noticia), del remanente de Qïma, su antecesor al frente del JuSe, porque Qumi estaba cien por ciento convencida de que el marinero al que conociera por accidente y del que se enamorara perdidamente no había fallecido en la tragedia a finales de Diciembre de diez mil cinco. Sabía que las palabras de Akduqu no fueron producto de su imaginación, , y que el tono con que las pronunciara no indicaron de ninguna manera ni hicieron referencias al instante en que a ella le llegara el momento de cruzar al otro lado de la puerta. "Ya lo voy a descubrir", se prometió en silencio, sentada sobre una silla a un lado de la cama, pensando en el significado de aquellas palabras y, por supuesto, el paradero de Akduqu. No tenía idea de que priorizar y que no en cuanto hubiera esta rueda de prensa quedado atrás, lo que de por si generaría en ella misma y los individuos que le fueran más cercanos, específicamente los miembros de su familia, una enorme carga emocional, lo que a su vez sería otro problema a resolver con urgencia, para que pudiera no solo ponerse al corriente de y con todo - asuntos sociales, cultura, historia, moda, ciencias... - e ir retomando de a poco cada uno de los aspectos de su vida. "Y hallar un nuevo segundo para el JuSe", se dijo con tristeza, sin poder olvidar a su amiga, que falleciera once años atrás. Ya pensaría también en eso más tarde. Por ahora, lo inmediato era la rueda de prensa, con la que confiaba despejar muchas de las dudas que surgieran a las catorce horas con veinticuatro minutos de aquel lejanísimo tres de Enero del año diez mil seis. En ese momento, mientras imaginaba cual podía ser la manera adecuada para realizar el evento, ante las que de seguro serían muchas más de cincuenta personas, por lo menos el doble, la profesional de la salud estuvo de vuelta en la habitación, y tras ella Nadia, tan impresionada como emocionada como lo estarían los demás dentro de unos breves instantes, y su madre, que rompió en todo tipo de emociones positivas y en llanto al verla despierta, de punta en blanco y con una apariencia y expresión que indicaban claramente que se hallaba en un excelente estado físico - por esas efusivas y estridentes exclamaciones, las hadas afuera de la habitación ya se habrían enterado de que Qumi estaba consciente nuevamente - y mental. Los abrazos y otras demostraciones de bienvenida, algunas de estas propias de la cultura del reino natal de la Cuidadora del JuSe y su madre, Austronesia, se prolongaron durante no menos de cinco minutos y, pasado ese lapso, ambas hadas de aura rosa y Nadia, que había relevado a la médica en la tarea de velar por la salud de Qumi, le pidieron a esa profesional que se ocupara de dar la excelente noticia a la gente que aguardaba al otro lado de la habitación. "Solo a ellos, con eso va a ser suficiente", indicó la Consejera, sabiendo que la noticia sobre la recuperación correría como agua y en cuestión de minutos todas las hadas en el Hospital Real se habrían enterado. "Y que está tan cuerda como cualquiera de nosotros", aportó la profesional, obteniendo la aprobación inmediata por parte de Nadia (su jefa) y la madre de la Cuidadora, quienes únicamente con haber estado menos de un sexto de hora con ella advirtieron fácilmente esa condición. Durante alrededor de cuarenta minutos, los que siguieron hasta las nueve y media, no hablaron de otra cosa que no fuera la decisión tan radical de Qumi; no fue por desconocimiento, sino porque no comprendieron aquella vez, ni en lo sucesivo de los días que transcurrieron, cuanto podía llegar a sufrir una persona por causa de una fatalidad como la que sobreviniera a finales del año diez mil cinco. "Lo que sentí por Akduqu fue muy grande, y al no tenerlo a mi lado sentí como empezaba a faltarme una parte, mí otra mitad", declaró, después que su madre y Nadia escucharan concentradas la historia. Lo que ninguna de las dos pudo comprender, así se lo hicieron saber, era por qué había vuelto. "Por qué en este momento y no antes o después?", le preguntó su madre, logrando por fin recuperar la compostura y detener esas lágrimas producidas por la felicidad al tener allí a Qumi - nadie sufría más que los padres por la pérdida de los hijos -. "Qué te motivó?, dicho de otra forma", agregó Nadia. "Insisto, sentí que tenía que volver", contestó Qumi con sinceridad a ambas mujeres, explicándoles acto seguido que en tanto estuvo transformada en la estatua de la todos sus sentidos estuvieron anulados, por lo que fue absolutamente incapaz de saber, advertir o sentir cualquier cosa que pasara a su alrededor, pero que había sentido cuando era el momento de volver. "Dicho mal y pronto, estuve muerta y resucité" - resumió, agregando entre risas, conociendo que el humor serviría como remedio -"... pero no vi a Aldem en ningún momento". La Cui explicó que, aunque mantenía la idea de que su alma gemela estaba todavía en este mundo, no lo había tenido como causante de aquel instinto que la motivara a terminar con esa poderosa magia que aplicara sobre su persona. "Cuando desperté fue un momento y una sensación muy extrañas", declaró, mientras Nadia hacía uso de una serie de instrumentos para controlar el oído y la vista de la paciente, contenta y satisfecha porque uno y otro sentido estaban sin problemas. "Tu audición y visión se encuentran en perfecto estado", le comunicó, a las dos, algo que las hizo sonreír, porque era una señal evidente de su óptima condición. Qumi se ocupó de explicar, para despejar cualquier duda que a este respecto pudieran tener su madre y la jefa de SAM, que aquel desmayo que sufriera a poco de recuperar el conocimiento era una de las escasas consecuencias, o secuelas, que quedaban en los seres vivos, sin importar cuál fuera su naturaleza (fungi, vegetal, animal y elemental), cuando sobre estos se aplicaba esa técnica. La enorme fuerza de Qumi había retrasado unos minutos aquella secuela, el tiempo suficiente para que socorriera a sus congéneres, uno de estos otro Cuidador, y destruyera a los mint-hu. "Por eso te recuperaste fenomenalmente rápido", advirtió su madre, en quien el sentido de la audición estaba particularmente alerta, captando las emocionadas voces más allá de la habitación, convencida que cuando las tres traspasaran el umbral se produciría una salva de aplausos que las acompañaría, con seguridad, hasta el momento en que, ya en el auditorio, Qumi empezara su exposición. "Y sin una sola secuela física", agregó Nadia, comprobando también lo óptimos de los reflejos de esta paciente tan especial. "Eso fue lo que pasó" - corroboró la Cuidadora, en tanto empezaba la última parte de este rutinario análisis, el ritmo de su respiración y el cardíaco -, "oigan, a propósito de eso... Cuántos Cuidadores hay en total?. No dejé de sentir esta señal un segundo".

_Contándote a vos, cinco, dos hombres y tres mujeres - le informó su madre -. Están Eduardo, del Vinhäe, que es una de las personas a las que le salvaste la vida esta madrugada; Kevin, de la Casa de la Magia; Lidia, del Vinhuiga, y Marina, que es la más reciente, del Tep-Wo.
Y durante los cinco minutos posteriores, Qumi escuchó un resumen acerca de la historia de sus colegas. Supo que tres de ellos cumplirían mañana su primer aniversario al frente de los lugares grandiosos, que dos eran parientes y que sus compañeras las segundas al mando, que ambos matrimonios ya habían tenido su primera descendencia, que un hada de fuego era la segunda al mando del Templo del Agua - Qumi lo tomó como una sorpresa y desconcierto, conociendo que algo así jamás había pasado -, que uno de esos Cuidadores era descendiente de una de las hadas que fundaran la Casa de la Magia, que otro era una nena híbrida de diez años que, como sus padres, un hada de fuego y un vampiro, era nacida en el reino de Umebuzuk - la Cuidadora del JuSe, sorprendida por esa corta edad, se alegró por la suerte de Lidia, pues le caían muy bien los híbridos - y que la madre era su segunda en el Templo del Fuego, que otra de las Cuidadoras había descubierto su identidad el primer día de Diciembre, empezando oficialmente su trabajo el día veinticinco de ese mes, y que el segundo al mando, que además era su compañero sentimental, era un príncipe del reino de Ucêm, y que los cuatro habían tenido una prueba compleja el mismo día del descubrimiento de Marina, cuando unos mint-hu hechos con materiales robados a los ornímodos atacaran el Vinhäe.
_Y dicen que tres de ellos se enteraron el mismo día?.
La Cuidadora del JuSe estaba sorprendida a causa de eso. Ya estaba enterada que Eduardo y Kevin, sin que uno supiera lo que estaba pasando con el otro, habían descubierto lo que eran, los herederos de Biqeok y Rorha a mitad de la tarde del cinco de Enero del año pasado, y Lidia en la noche de ese día.
_Tal cual - reafirmó Nadia, dando por finalizados los exámenes. Físicamente, Qumi estaba perfecta -, y ese es un evento que se registró a las pocas horas en Ecumenia, no podía ser menos, porque fue la primera vez en la historia que tres Cuidadores aparecieron el mismo día. Además los tres tuvieron, y continúan teniendo, ese aspecto que los hace destacar.
Se había referido al origen terrícola de Eduardo, a ese lazo parental tan lejano de Kevin con una de las fundadoras del más importante de los lugares grandiosos y a la naturaleza híbrida de Lidia. Qumi no pudo evitar mostrarse sorprendida al haber escuchado aquella información, pero comprendió, al instante, que los Cuidadores no se equivocaban al seleccionar a sus reemplazos, y sabía que Biqeok en el Vinhäe, Rorha en la Casa de la Magia y Seuju en el Vinhuiga no lo habían hecho.
_Y qué hay de Marina?.
_Tiene tu mismo talento - informó su madre -. Quiero decir que aún con lo joven que es, apenas veintiuno, sus poderes son enormes, y su dominio sobre el elemento aire es superior al de la mayoría de las hadas de su tipo de más edad y, por eso, de más experiencia.

A Qumi ya le había picado el interés. Quería conocer a sus colegas y compartir con ellos una de esas acostumbradas reuniones que con mayor o menor frecuentes sostenían quienes estaban al frente de los lugares grandiosos.
_Cómo son ellos? - inquirió -. Son buenas personas?.
_Si, lo son. Tienen una conducta social y laboral irreprochable e intachable - confirmó Ruqi, así se llamaba la madre de Qumi -. Si uno tiene un problema, los demás allí van a estar, para darle una mano. El ataque al Templo del Agua fue una prueba de eso. No dudes que los vas a tener a tu lado, aportando su parte para tu reinserción y "actualización". Además, y esto no es menos importante, son muy atentos y responsables con los asuntos familiares. Con eso tampoco hubo quejas. Los conocí en persona recién hoy - Ruqi quiso sentarse, pues para ella, obvio, el tiempo no se había detenido. "Doscientos cincuenta y siete", dijo a Nadia, cuando esta hizo un sutil e involuntario gesto con el que pareció querer conocer no la edad, sino la resistencia de la mujer -. Lidia todavía está con unas pocas preocupaciones, es una híbrida menor de edad, después de todo. Marina tiene las dudas que son características de cualquiera que esté empezando una nueva responsabilidad laboral, incluidos los Cuidadores. Y Eduardo y Kevin... bueno, quejas no escuché, y estoy cien por ciento convencida de que no las voy a escuchar, pero tienen un defecto, y esto no es de ningún modo un misterio.
_Cuál?.
_El de todos los hombres.
_Entiendo, son unos calentones - rió Qumi -... que bueno que algunas cosas no cambiaron. Akduqu también fue así.
Por cuarta vez en menos de cinco minutos cambió de posición, estando al pie de la cama. Había superpuesto la pierna derecha a la izquierda, luego la izquierda a la derecha, más tarde estuvo nuevamente acostada y ahora se hallaba de nuevo sentada, con las piernas estiradas y las manos apoyadas a los lados, sobre el mullido colchón. "Este pantalón es incómodo" - declaró, cuando su madre le hizo gestos al respecto -, "sigo prefiriendo los vestidos".
_La moda femenina cambió, es cuestión de un tiempo hasta que puedas acostumbrarte - le dijo Nadia, señalándose ella misma como referencia. Estaba usando un pantalón de tela elástica, como las hadas llamaban a las calzas, y una musculosa, ambas prendas combinando con su aura -. Sino, no tendrías más que ver a Iris. Incluso ella se está adaptando de a poco.
_Iris, quién es ella?., llamó Qumi con curiosidad.
_De seguro leíste acerca de la Guerra de los Veintiocho., le dijo su madre.
Y tanto ella como la funcionaria le hablaron acerca de ese extraordinario evento ocurrido a mediados de diez mil doscientos cuatro, en el que se pusiera en práctica una fórmula olvidada en el tiempo, desarrollada milenios atrás por uno de los nombres más célebres de la historia a nivel mundial ("Mücqeu", advirtió Qumi) con el que se lograra que los individuos transformados en almas solitarias recuperaran sus cuerpos, auras, poderes y habilidades, de como gracias a esa fórmula la jefa del antiguo MEU pudo recuperarse al completo en la misma jornada que lo hicieran los suegros del Cuidador del Vinhäe.
_Por eso Eduardo, Kevin y la princesa Elvia son tan queridos y populares en este país, e incluso fuera de el - dijo a la Cuidadora del JuSe su madre, concluyendo su participación en este nuevo informe, una parte de la actualización a la que Qumi debería someterse -, y por eso se pudo revalidar el título de Mücqeu como una de las mentes más brillantes de todos los tiempos.
_En días, las almas solitarias en todo el planeta desaparecieron - agregó Nadia, todavía escuchando las voces alegres y los pasos -, y con el paso de unas pocas semanas, yo diría menos de un mes, esos hombres y mujeres fueron retomando sus antiguas vidas. En el caso de Iris, el Departamento de Compras del Banco Real de Insulandia, en lo que a obligaciones laborales se refiere. Hoy está casada y tuvieron un hijo a finales de Septiembre del año pasado.
_Voy a necesitar horas enteras durante varias semanas para ponerme al día – repitió Qumi, incorporándose y flexionando levemente los brazos, primero hacia atrás y luego hacia adelante. Creía, y sabía que su madre y Nadia pensaban lo mismo, que el momento de salir de esa habitación estaba cerca –. Cuatro Cuidadores aparte de mi, Iris con nosotros nuevamente… ¡qué opinan ustedes?, ¿cuánto tiempo creen que va a pasar hasta que me haya actualizado y puesto totalmente al corriente?.
_Eso va a depender de vos y de nadie más – definió su madre, con los oídos igual de atentos que la Consejera. Las hadas en el corredor ya estaban  al tanto del despertar de la Cuidadora. No le fue difícil suponer que podrían estar pensando una forma adecuada para darle la bienvenida a Qumi no bien esta atravesara el umbral. “Aplausos, seguro”, apostó Ruqi –. Pero mi consejo es que te concentres primero en esta rueda que pediste. Una vez que la hayas pasado, vas a estar todo lo tranquila que necesites, me parece a mi, para dedicarte a la actualización. Y de ningún modo vas a estar sola con esa compleja tarea.
_Y no olvidar tus responsabilidades en el Hogar de la Tierra – añadió Nadia – Es cierto que durante los primeros días vas a tener tareas y horarios diferentes a los que acostumbrabas, o a los que tienen Eduardo, Kevin, Lidia y Marina, pero en algún momento vas a volver al antiguo. Personalmente, sugiero que dediques cualquier momento libre que vayas a tener a interiorizarte acerca del JuSE y conocer  su historia de estos dos siglos que pasaron. De esa manera vas a poder hacer las dos cosas al mismo tiempo: trabajo y actualización.
Qumi dio el visto bueno a la sugerencia de la Consejera, lo demostró con un gesto facial y en ese momento volvió a la habitación médica, con un aire alegre que saltaba a la vista, la médica asignada a la Cuidadora.
_En efecto, se enteró todo el hospital – comunicó a las tres, sabiendo que ese aire provenía del hecho de que su trabajo en estas pocas horas con la paciente había sido excelente – están  cada uno de ellos fuera de esta habitación deseando poder verte y hablarte, Qumi. El salón en el nivel más alto ya está listo para la rueda de prensa, ahí hay doscientas personas. Tuvimos que hacer espacio para que cupiera esa cantidad, algo que no fue sencillo. Tu familia, funcionarios locales y de Austronesia, los periodistas, los Cuidadores, parte del personal del JuSe…
Una sonrisa se dibujó en la cara de la Cuidadora.
_Pues, en ese caso, tenemos que ir., anunció.

Estaba claro que con eso, la práctica no sería lo mismo que la teoría. Qumi podía ser en extremo poderosa, estar con un excelente estado físico (y un excelente atractivo físico) y tan cuerda como cualquiera, pero los nervios y temores iban al frente. Ruqi lo sabía, lo estaba viendo y advirtiendo, por lo cual apoyó las manos sobre los hombros de su hija, intentando infundirle ánimo y confianza, mientras ambas profesionales de la salud se sumaban a ese esfuerzo aportando palabras y gestos. “No vas a estar sola”, le recordó la médica, dándole otro presente, otra de las posesiones de Qumi, y esta tuvo en sus manos el bastón de mando del Hogar de la Tierra, que en el curso de estos doscientos años había quedado fuera de la oficina de dirección del lugar grandioso, en el despacho de uno de los notables, el de mayor edad, porque ese era el reglamento: en la ausencia del Cuidador y su segunda, el bastón y la cinta con el emblema debían quedar en las manos y la oficina del notable más antiguo, tanto por edad como por el tiempo que llevara trabajando en ese lugar grandioso, que en el caso del Hogar de la Tierra estuvieron encomendados al jefe de relaciones institucionales, un hombre de doscientos ochenta y seis años quien también había tomado como vitalicias sus responsabilidades, siendo este uno de los notables contemporáneos de Qumi en sus años al mando.
_Aún restan algunos minutos, creo que hasta las diez y cinco – le avisó la médica, y también a las otras dos mujeres –, detalles menores, únicamente. No es más que ubicarse de una manera específica.
Le explicó que estaría sola en el atrio, puesto que era la protagonista excluyente de la jornada. Sus parientes habrían de estar ubicados contra una de las paredes laterales, en tanto que en la otra lo harían sus colegas Cuidadores, funcionarios y diplomáticos de ambos reinos y del CSP, quedando las ciento veinticinco sillas, dispuestas en impecables hileras, para los miembros de ambas familias reales, los notables del JuSE, autoridades de la institución médica, donde no recordaban que alguna vez se hubiese vivido una situación tan atípica, y, por supuesto, los hombres y mujeres del periodismo
_Tranquilidad y serenidad – insistió, conociendo cuán importante era eso, Ruqi, otra vez apoyando las manos sobre los hombros de su hija –. Desde el mismo instante en que dejes esta habitación vas a estar rodeada de personas de los dos sexos dispuestas a ayudarte.
_Y recordá que tus colegas van a ser uno de los principales soportes, en lo que a responsabilidades laborales se refiere – puntualizó Nadia – Marina, principalmente, porque el Tep-Wo es el lugar grandioso más próximo al tuyo. ¿o todos?. Ustedes tienen esa habilidad que al momento no practicaron, porque nunca sintieron ni tuvieron la necesidad.
Nadia había hecho mención a los símbolos que aparecían en la frente de los Cuidadores cuando dos o más de estos se encontraban a cierta distancia uno de otro, de esa manera actuaba como alarma anunciando la cercanía. En otras circunstancias, advertía a los Cuidadores cuando uno o más de ellos estuvieran en problemas o necesitaban de ayuda. Era una habilidad – la de pedir socorro – que perfeccionaban en base a prácticas y que se hacía más afinada conforme las hadas al mando de los lugares grandiosos se volvieran más poderosas.
_Incluso vos y los otros podrían desarrollar la tele transportación – la alentó su madre, o empezó a hacerlo –. Eso les daría las mismas posibilidades que la reina Lili, por ejemplo. Viajar de un punto a otro, que importe la distancia, literalmente en un parpadeo. Más rápido incluso que las puertas espaciales.
Qumi sonrió.
_Más adelante voy a tener tiempo para finar esa y cualquiera de las otras habilidades que poseo – dijo, concluyendo que ya no había algo para mejorar en su aspecto ni en su imagen. Tomó su larga cabellera, cuyo color heredara de su padre, y la sujetó con una cinta de seda del mismo tono que su piel, este heredado de Ruqi –. Primero lo primero. Necesito ponerme al corriente de todo. Actualizarme, antes de dedicarme a volverme más fuerte y aprender cosas nuevas – posó frente al espejo en el cuarto de baño y volvió a la habitación – Bien, ya estoy lista. ¿Vamos?.

“Vamos”, coincidieron las mujeres, enfocándose en la puerta.

Aquella se abrió vía telequinesia, siendo Nadia y la médica las primeras en salir de la habitación, seguidas inmediatamente por Qumi y su madre, y entonces se produjo lo que vislumbraran. Esa felicitación y las demostraciones de bienvenida para con la Cuidadora del JuSe, incluidos los aplausos. Muy pronto, Qumi se vio inmersa en una multitud que, como bien sabía, estaría presente hasta el mismo instante en que hubiera vuelto a su casa, en Austronesia. "Sigue estando tal cual permanece en tu memoria", le dijo su padre, de todos los individuos allí presentes el primero en abrazarla, exclamando acto seguido "Bienvenida!". Alguno tuvo la ocurrencia de ponerse a entonar las estrofas del himno patrio de Austronesia en tanto continuaba el recibimiento, algo que superó lo que la protagonista de esta historia podía tolerar antes de dejar caer las primeras lágrimas de alegría y empezar nuevamente a temblar, sin poder ni querer contenerse. "Ya se, el tiempo no fue generoso conmigo", le dijo su hermano, en quien los más de dos siglos y cuarto (doscientos cuarenta años) se notaban fácilmente. Así, entre aplausos y otras demostraciones, la multitud que inundaba los corredores y los esfuerzos por no trastabillar e intentar volver a la normalidad, a Qumi le demandó alrededor de media hora en llegar al salón en el nivel más alto, traspasando el umbral en el momento en que se cumpliera el primer minuto desde las diez. "Hemes fewo, Qumi, sefufeoda imfi JuSe! (Bienvenida, Qumi, Cuidadora del Hogar de la Tierra)", fue la frase que cada uno de los seres feéricos y elementales de ambos sexos, todos de pie, pronunciaron al unísono, con voz clara y alta. Fue avanzando por el reducido espacio que quedaba libre, reconociendo a sus familiares más por instinto que por otra cosa, no detectando entre ellos a ninguno de los que conociera ("Lo se", dijo, lamentándolo, anticipándose a las explicaciones que estuvo por darle su padre) , a los Cuidadores, identificándolos por los símbolos brillantes, a los funcionarios de los dos países, a Iris, aplaudiendo con tanta efusividad como los demás... "Se los agradezco" - dijo, deseando mantener la sobriedad, algo que no le sería fácil, pues sus ojos seguían vidriosos y aún temblaba -... "haber vuelto es... no se... por lo pronto grandioso". Por supuesto, las hadas y elementales sabían que la Cuidadora tendría esas pausas durante la introducción y la posterior ronda de preguntas, y no la podían culpar - tampoco lo harían, reconocieron, porque el corazón hubiera superado a la razón al optar por transformarse hacía dos siglos -. Más que eso, la justificaban. Teniéndola allí, sola en el atrio, observándola serenarse y buscando las palabras correctas para empezar, intentaron verle el lado positivo en el hecho de que los Cuidadores eran ahora cinco.

Y así empezó la introducción, el monólogo de Qumi.

Fue un espacio de tiempo de dos tercios de hora en que la Cuidadora no hizo otra cosa que hablar acerca de lo que el común de los seres feéricos y elementales ya sabían. Por medio de los relatos de quienes fueron testigos presenciales, los registros históricos y los artículos periodísticos correspondientes al período de seis días, entre el veintinueve de Diciembre de diez mil cinco y el tres de Enero de diez mil seis, supieron que la Cuidadora había tomado la decisión de transformarse en una estatua de vulcanita ante esa fatalidad que le tocara vivir a su compañero en alta mar. Qumi sabía acerca de la imposibilidad de seguir aprendiendo sin Akduqu. Lo que las hadas le contaran había sido un golpe anímico y emocional tan grande que dentro suyo sintió que no tenía lugar ni tiempo para otra cosa que no fuera esperar allí, en ese punto de Insulandia, a que su compañero sentimental volviera junto a ella, tal cual se lo prometiera. "No estuve loca ayer ni lo estoy hoy" - dijo a la multitud en el salón, que escuchaba en silencio -, "se lo que oí, se que fue real". Siempre había creído y sostenido que aquellas insistentes palabras de la Cuidadora sobre que Akduqu estaba con vida se debían a que la terrible noticia que recibiera había causado que se mostraran los primeros indicios, la voz de una persona que ya no existía, de falla en sus facultades. Escuchándola y observándola, las hadas confirmaron y se dieron cuenta que la cordura jamás estuvo afectada, no dejando de reconocer, al mismo tiempo, que la suerte de Akduqu y su mensaje eran auténticas incógnitas. Más tarde, la Cuidadora les habló del motivo por el cual había decidido dar por terminado su período siendo una figura de vulcanita con las manos apoyadas sobre los remanentes del rompeolas. "Sentí que era el momento de volver", había dicho para empezar, explicando que eso era lo primero que presintiera desde aquel lejano tres de Enero, porque todos sus sentidos (como le explicara a su madre y a Nadia en la habitación) y cualquiera otra forma de contacto con todo lo que la rodeaba había, simplemente, desaparecido. "Es lo mismo que haber estado muerta", dijo Qumi, al reparar en una comparación que pudiera ser acertada. Les explicó que en el momento en que, súbitamente, sus sentidos volvieron a estar alertas y funcionando, fue el que sin dudas comparó a una resurrección, algo biológicamente imposible - la catalepsia era un fenómeno tan raro como la partenogénesis y extremadamente difícil de comprobar. Aquellas hadas que optaban por no incinerar sus restos consideraban un sacrilegio y una ofensa el hecho de exhumar los cadáveres -. Sabiendo que sobrevendría un desmayo, la inmediata reacción tras el fin de ese hechizo, enfocó sus sentidos intentando ubicar a los seres feéricos o de las otras especies elementales y, para su sorpresa, detectó la presencia de un Cuidador no muy lejos de allí, y asumió que, de todas las posibilidades, era la indicada. Emprendió el viaje e instantes más tarde halló a su par de congéneres (Eduardo e Isabel) rodeados por los mint-hu. "Sabía lo que tenía que hacer", dijo a la multitud congregada en el salón, y narró esos pocos segundos, lo vivido en estos, que transcurrieran hasta su desmayo. De como derrotó y destruyó a los monstruos sin esfuerzos ni problemas, salvando a las hadas que ya habían derrotado a otros enemigos, y de como, habiéndose acercado, advirtió que se trataba del Cuidador del Templo del Agua y un hada de fuego - más tarde sabría que formaban un matrimonio, y que Isabel era la segunda al mando de ese lugar grandioso -, antes que sus ojos se cerraran nuevamente. Qumi completó estas palabras introductorias hablando a la multitud sobre algo que era ya de público conocimiento, que ninguno de los monstruos había demorado todo lo que eran capaces de ofrecer al no haber sido creados siguiendo el protocolo al pie de la letra y por alguien sin experiencia que únicamente tenía el conocimiento mínimo y básico. "Eso explica que hayan sido destruidos tan fácil" - interpretó la Cuidadora del Hogar de la Tierra -, "lo mismo con aquellos que atacaron el Templo del Agua", y dirigió su vista a Eduardo e Isabel, quienes en todo momento estuvieron con los sentidos más que alertas y atentos, especialmente el oído, captando cada palabra y gesto de la Cuidadora, a la que ya agradecieron que les diera una mano con los mint-hu, tratando de hacer lo mismo que cualquier individuo que estuviera relacionado directa e indirectamente con ese par de incidentes: descubrir la identidad de los atacantes (algunos ya creían haberlo hecho) y sus propósitos. A las diez horas con cuarenta y cinco minutos, la Cuidadora dio por terminado el monólogo, con la frase "Eso fue lo que pasó, y por qué pasó". A ese instante le siguiera quince minutos, hasta las once, que Qumi quiso usar para descansar, para hacer un repaso de todo cuanto dijera y explicara a sus congéneres y, por supuesto, analizar su estado nervioso, ver cuánto lo debía mejorar, y estudiar su desempeño hasta ahora. No creía haberlo hecho mal, si se basaba en las reacciones e impresiones de quienes la estuvieron escuchando.
_La primera pregunta., quiso la Cuidadora, pasado ese lapso.
Con esas palabras, empezó la rueda de prensa. Qumi se mostró en todo momento dispuesta a contestar una a una las preguntas y planteos que le fueran formulando los periodistas, sin importar de que país provinieran. Fueron cuestiones vinculadas a su papel como la dirigente de uno de los lugares grandiosos y a su rol en la sociedad, pues Qumi había sido y continuaba siendo, por supuesto, la Cuidadora del JuSe, una persona influyente y poseedora de gran popularidad e idéntico prestigio. También a ese proceso de actualización al que debería someterse, a su interacción y cooperación con sus colegas, las reuniones familiares y el estado actual del Hogar de la Tierra. Qumi tuvo la voluntad y la paciencia para responder una a una las preguntas que iban surgiendo entre los periodistas, y para cuando la respuesta a la última, sobre cómo haría para elegir un nuevo segundo al mando para el JuSe y cuánto tiempo creía ella que le iba a demandar esa tarea ("Mucho va a demandarme", fue la respuesta, porque no tenía idea de quiénes podrían ser los candidatos, aunque por su mente no dejaron de pasar las caras y nombres de los notables con los que conviviera en sus anteriores años como Cuidadora), se cumplieron doce horas desde que, por instinto o por lo que fuere, decidiera que era el momento justo para volver. Qumi estuvo segura de que cada periodista presente allí habría llenado no menos de cuarenta páginas de esos cuadernos que trajeran consigo. También hubo varios estallidos, producto de las fotografías que se tomaran, la mayoría de las cuales tuvo como figura excluyendo a la Cuidadora del JuSe. Esta, en tanto se reunía con su familia y el salón volvía a convertirse en un hervidero, a causa de los pasos y las voces, todavía se esforzaba por conservar la compostura, la cordura y respirar con normalidad. "No salió tan mal", reconoció al fin, sintiendo los primeros y evidentes signos de alivio en su respiración, hablando las primeras palabras con su familia, a la que no solo estaba viendo por primera vez, sino también conociendo. El estado físico, el psicológico y el anímico de Qumi y su aspecto fueron objeto de observación y estudio durante cada minuto de los transcurridos desde que entrara al salón, y las primeras e inmediatas impresiones, como antes lo advirtieran en la habitación, fueron que se encontraba en condiciones tan perfectas que de ninguna manera requeriría de tratamientos médicos
 Qumi estaba en un estado excelente por donde se la mirara y lo único extraño en ella, que por supuesto no pasó desapercibido para las hadas y otros elementales, fue ese temor a dar un paso en falso, a equivocarse en su comportamiento, en los gestos y las palabras. "No lo puedo evitar", se excusaba, cuando advertía ese pensamiento. Fue recién a las trece menos cuarto que empezó la lenta desconcentración, encabeza por los enviados de la prensa, quienes ya mismo empezarían a redactar y editar la exposición de la Cuidadora y la posterior ronda de preguntas y respuestas. Después se fue yendo la mayoría de los funcionarios de los dos países y los del CSP, no sin explicar estos últimos a Qumi que en el corto plazo debería reunirse con Kevin, Eduardo, Lidia y Marina para actualizar la fotografía que mostraba a los Cuidadores como un grupo. "Podríamos hacerla ahora?", se entusiasmó la Cuidadora del Hogar de la Tierra, insistiendo en su mente con eso de conservar la compostura, esperanzada con que accedieran a este pedido suyo, recordando aquel día, el posterior a que descubriera que era la heredera de Qïma, en que fuera retratada con sus mejores galas y portando el bastón y la cinta con el símbolo del elemento tierra. "Me parece bien", contestó el representante del CSP, delegando en la princesa Elvia las tareas de supervisará y dirigir el evento. "Puede tardar alrededor de una hora, tal vez una y media", dijo a Qumi, al reunirla con sus colegas en el atrio. Los cinco Cuidadores aceptaron ese lapso, coincidiendo con que les sería útil para quedar presentables, y, mientras continuaba la desconcentración, ellos permanecieron allí, decidiendo que fuera ese mismo salón el lugar para ser retratados. "Porque acá fue donde nos conocimos y encontramos por primera vez", argumentó Qumi, que había propuesto esa idea en primer lugar. "Entonces vamos a empezar", convino la médica que estuvo a cargo de la organización de la reaparición en público de Qumi.
"Día por demás atípico", comentó el Cuidador del Vinhäe.
Y continuaría siéndolo.
Estando de vuelta en el salón del Hospital Real, alrededor de cuarenta minutos después, ya aseado y con las mejores galas, lo halló definitivamente más vacío que antes. Allí estaban Qumi y sus padres, hablando y comentamos acerca de la exposición de la Cuidadora del JuSe; Isabel y Kevin, aún lamentando este el que no hubieran podido reunirse para las celebraciones, intentaban imaginar cómo repercutir entre los ilios esta reaparición (ya averiguaron Eduardo si habían sido absorbidos o no por el catastrofismo), y estaban acompañados por Wilson e Iulí, sosteniendo ambas mujeres con delicadeza a Melisa e Ibequgi; cerca de allí estaban Lidia y Marina, las Cuidadoras del Templo del Fuego y del Santuario del Viento, contra una ventana que ofrecía la espectacular vista de una de las principales avenidas de Plaza Central, escoltadas ambas por Kuza, resultando imposible, o casi, a los adultos, el no reírse desde el instante en que la nena, que al igual que sus colegas ya estaba de punta en blanco, pidiera a Marina que le describiera que se sentía conservar la forma de una cigüeña, demostrando así cuanto le fascinaban esas aves - mirándose uno a otro, Kuza y Marina intentaron estimar la reacción de Lidia, cuando, llegada ella a cierta edad empezara a hacer esas "preguntas incómodas" a sus padres -; Iris y Elvia también estaban allí, intercambiando conocimientos y experiencias acerca de esa compleja y gratificante tarea de ser padres, teniendo en los moisés a Sebastián y Mizûk, y completaba al grupo de una docena y media de individuos, entre adultos y menores de edad, la fotógrafa oficial del reino, aquella que acompañaba a los reyes en la mayoría de los actos públicos, y quien dirigía el Archivo Fotográfico Real. El escenario ya había sido preparado para la toma, habiendo removido el atrio, el amplificador mecánico de voces y sonidos (un prodigio tecnológico que ya era furor en la sociedad) y puesto un enorme telón blanco para que sirviera como fondo. "Como gusten", anunció la fotógrafa, señalando a los Cuidadores aquella pieza, y en menos de cinco minutos estuvieron posando. Qumi estaba en el medio, correspondiéndole ese honor por ser, al mismo tiempo, la más antigua y reciente de las hadas a cargo de los lugares grandiosos. A su derecha e izquierda estaban Lidia y Marina, respectivamente, al otro lado de la nena híbrida Eduardo y Kevin a la izquierda de la Cuidadora del Tep-Wo. Los cinco, unos más que otros, ya tenían experiencia en ser retratados, de manera que ninguno tuvo problemas en cumplir los pedidos e indicaciones de la experta. "Firmes, sonriendo y bastones visibles", les había dicho, y pasados esos minutos vieron esa luz brillante acompañada de una pequeña nube de humo gris que les indicó que la fotógrafa ya había hecho la toma. "Son años de experiencia", dijo a los Cuidadores y la concurrencia en general, cuando parecieron (de hecho, lo hicieron) en lo rápido del proceso, y anunció que el juego de una decena y media de copias estaría lista recién en una semana. "Para ese momento todos nosotros vamos a haber vuelto a nuestras obligaciones", dijo el artesano-escultor, quien esta misma noche volvía a la Casa de la Magia, llegado el último cuarto de la jornada dominical. "Coincido, esta situación lo amerita", estuvo de acuerdo Eduardo, en tanto recibía de manos de su compañera a la hija de ambos y el común de los presentes en el salón, al que con atino juzgaron como poco tradicional para este último evento, pensaba ya en las siguientes actividades para ocupar lo que quedaba del día.

_Nos vamos a casa - contestó Qumi, cuando Iris le preguntara que harían ella y sus padres -. Vamos a comer algo e inmediatamente después volvemos.
Llegadas las diecisiete horas en punto, la Cuidadora del Santuario del Viento, Eduardo e Isabel, esta sosteniendo a Melisa con ambos brazos, se habían animado a la alta temperatura insular, tan característica del archipiélago, y estaban ahora en la plaza central, ocupando un juego de bancos de instalación reciente, teniendo con ellos las suficientes bebidas como para soportar el calor - treinta y seis grados! -. Eran, por supuesto, especialmente Qumi, blanco de decenas de pares de ojos, porque quienes andaban por allí no podían menos que observar al grupo, teniendo este a la protagonista de ese tan extraordinario evento y esta jornada así de particular. Para la Cuidadora del JuSe era también un momento especial, ya que por primera vez en la vida estaba en el casco histórico de la capital insular.
_Seguro ya habrán preparado una guardia de honor - apostó Iris, para quien había llegado el momento de cumplir, por cuarta vez en el día, con esa tarea que era exclusiva de las madres, al haberse despertado su hijo (el "príncipe Mizûk", porque eso era, a efectos legales e históricos). También para Isabel, de manera que las dos ya estaban amamantando a sus descendientes, en una práctica, hacerlo en público, que de a poco iba ganando terreno -, y es que pasó lo mismo cuando los padres de Isabel y yo volvimos... por llamar a ese evento de alguna manera, a mediados de diez mil doscientos cuatro.
Aquel recuerdo aún estaba presente en su memoria. A los tres, las hadas les hicieron una ceremonia de bienvenida tan grandiosa que aún sobrevivía en su memoria. En el caso de Iris, la reina Lili había dispuesto la guardia de honor desde su habitación, en el Castillo Real hasta el auditorio en que explicara lo ocurrido a la multitud.
_Se lo debemos a los tres suicidas que viajaron a la Casa de la Magia., intervino Isabel, desviando la vista intencionalmente hacia su marido.
Eduardo, Kevin y la princesa Elvia habían sido los autores intelectuales de la vuelta de Wilson, Iulí e Iris, los encargados de llevar por primera vez a la práctica una investigación desarrollada hacía milenios, seis meses después de iniciada la Guerra de los Veintiocho, y que a causa de una batalla de su creadora contra un grupo de ilios quedara sepultada en el tiempo. Iris aún desconocía por qué el recuerdo de ese trabajo había desaparecido incluso de su memoria.
_Les debemos nuestras vidas - sentenció Iris, reviviendo en la mente el instante en que Eduardo y ella protagonizaran el debut de la fórmula que desarrollara Mücqeu -, literalmente.
_Sin embargo, hay un detalle acerca de eso que nadie entre las hadas pudo ver hasta hoy, incluidos ustedes y yo - intervino Marina, luego de ingerir un prolongado sorbo de agua -. No es que sea gran cosa, pero igual cuenta.
_Qué cosa?., le preguntó Qumi.
_Lss reacciones que habrán tenido los ilios cuando se enteraron que Iris estaba de vuelta - contestó su colega -, porque una cosa es haber sabido acerca de todo cuanto sintieron esos seres, y otra haberlos visto no bien las primeras noticias empezaron a llegar a Iluria. Nosotros supimos que los ilios lanzaron los más grandes gritos de pánico no solo allí, sino en todo el mundo.
Como cualquiera de sus congéneres, Marina no sentía ninguna simpatía por esos seres elementales. Además, era catastrofista, y pensaba que la vuelta de Qumi podría ser interpretada por los ilios como una mala señal, lo cual habría de reforzar, a su vez, los postulados del catastrofismo. "Y falta el Tep-Mab", agregó, refiriéndose al Santuario de la Luz, el último de los lugares grandiosos vinculados a los elementos de la naturaleza - agua, aire, fuego, luz y tierra - que aún no tenía un Cuidador. A su mente acudieron otros, como el Vinpe y el Vipde... Desde los tiempos de la Guerra de los Veintiocho que todos los lugares grandiosos no quedaban bajo la protección de sus máximas figuras de autoridad.
_A mi tampoco me cayeron bien - reconoció el Cuidador del Vinhäe, distrayéndose con el sonido del chapoteo al emerger una pareja de sirénidos desde la magnífica y enorme fuente y apoyar los brazos en el borde -, desde la primera vez que los tuve cara a cara fue así.
Durante su visita a un yacimiento había comprobado que lo que decían y comentaban las hadas y lo que estaba escrito era verdad. Los ilios eran seres desagradables que no sentían ni deseaban nada bueno para con los demás, con una estructura y organización social bastante primitivas, lo contrario a las otras especies - "Incluso podrían estar superándolos algunos animales", compraban algunas hadas -, extremistas y fanáticos, y en oposición constante a cuatro forma de interacción con los otros seres elementales, especialmente con las hadas, a las que veían como la principal causa de todo lo malo que les pasaba. Todo eso se daba, según ellos, por obra y causa de la "Trinidad Maligna", tres deidades de la fe ilia que representaban cada uno de los aspectos, sentimientos, emociones y cosas malas que pasaban en el mundo, no solo a los propios ilios.
 _Ustedes qué piensan? - preguntó Qumi al grupo -. Habrán estado atrás del ataque al Templo del Agua y el incidente de esta madrugada?.
De inmediato, la Cuidadora, quien estaba en la plaza no solo para descansar y disfrutar del paisaje, sino también a la espera de sus padres (estos estaban aún en el Hospital Real, ocupándose de los trámites de externación), advirtió cuál iba a ser la respuesta de su colega del Tep-Wo, ambas figuras del Vinhäe e Iris, y fue esta quien habló, para decir:
_Absolutamente. Lo malo es que no tengo una forma de probarlo, que es el mismo problema que tenemos todas las hadas. La creación de esos monstruos implica el uso de las artes mágicas, y si pudiéramos probar que los ilios hicieron una cosa y la otra su suerte prácticamente quedaría sellada - hizo una pausa, al dar por terminada su tarea de madre, tras lo que Mizûk, abriendo y cerrando velozmente sus pequeños dedos, volvió a quedarse dormido -. Si ellos crearon los monstruos, significa que hicieron el primer movimiento, y esa es una de las principales reglas de la guerra, dejar que los del otro lado sean los primeros en atacar, y eso le va a dar lo poco de legalidad a nuestra respuesta que todavía no tiene. Con respecto a lo otro... los ilios desprecian la magia porque la consideran como una de las obras de la Trinidad Maligna. Y si pudiéramos demostrar que la usan, aunque sea para algo absolutamente menor e insignificante, no ya la creación de tal o cual clase de monstruo, se expondrían directa e indirectamente al descrédito más grande de su existencia. Y si estuvieron detrás de esos incidentes, usando la magia y lanzando el primer ataque... treinta y cuatro millones ochocientos mil ilios viven hoy en el mundo, la mayoría en el oeste noroeste de este continente. Tendrían que pelear todos juntos al máximo de sus capacidades si quieren tener una oportunidad, porque esta vez no van a tener como oponentes a una fracción de la población feérica y elemental, como pasó durante la Guerra de los Veintiocho, sino a toda.
_Tu vuelta consiguió mantenerlos a raya., le dijo marina.
_Y la PoSe continúa trabajando constantemente., agregó Qumi.
Iris sonrió.
_A veces preocupa que estén quietos y en silencio como cuando se mueven y hablan, ese es uno de los postulados del catastrofismo – dijo, moviendo lenta y rítmicamente los brazos de un lado a otro. Su hijo al fin se había dormido del todo, y ella lo depositó con suavidad en el cochecito – Y, si. Es cierto que la PoSe trabaja día y noche, pero los ilios pueden ser lo bastante inteligentes como para no dejar pruebas de las cosas que hacen.
Las Cuidadoras, mirándose entre si, tomaron como ciertas esas palabras, y no dejaron de pensar que para los ilios podría esta ser otra de esas oportunidades que rara vez podían presentarse, siempre con el supuesto de que hubieran sido los autores intelectuales de ambos ataques anteriores. Cuando finalmente apareciera la heredera de Zak´lu, el Santuario del Viento, este habría sido la menos lógica de las opciones, dado el enorme movimiento y la actividad producto de la llegada de la nueva Cuidadora; la Casa de la Magia estaba tan alejada como para intentar un ataque sin estar meses enteros ocupándose de la planificación, y Kevin y Cristal veían en esa distancia una de las mejores defensas; el Vinhuiga estaba a cargo de una menor de edad, por lo que las medidas de seguridad eran más estrictas que en los otros lugares grandiosos, habiendo incluso agentes Qar´u , las fuerzas especiales insulares, trabajando de incógnito; y el Templo del Agua tuvo a su Cuidador ausente, habiendo quedado al mando de un hada (Isabel) cuyo atributo era exactamente lo contrario al agua. Ahora se daba una situación parecida, porque Eduardo e Isabel estaban en este momento disfrutando de la jornada (y de sus vacaciones, de paso) en el casco urbano e histórico de la Ciudad Del Sol, Marina estaba con ellos – Taynaq, el príncipe ucemita, estaba debutando con su papel de segundo al mando en el Tep-Wo –; Kevin, de paso otra vez en el archipiélago insular, no había podido resistirse a la tentación de hablar con sus parientes acerca de la necesidad de reunirse en alguno de los dos lugares para compensar el que no hubieran podido hacerlo en las festividades; y Lidia había vuelto al Templo del Fuego porque uno de los empleados de ese lugar grandioso le había informado sobre una insignificante suba en la temperatura corporal de Suakeho, su hermana, que, si bien no era para preocuparse ni por equivocación, la nena híbrida no quiso ignorar, y por supuesto tampoco su padre, de manera que los dos emprendieron raudos el vuelo hacia allí. “Eso nos deja el JuSe”, concluyó Qumi, cambiando la postura (continuaba pensando y sosteniendo que el pantalón ajustado era incómodo) y extendiendo las piernas. En estos momentos, se alegró por reconocer, el lugar grandioso novecientos kilómetros al norte de la capital de Austronesia era otra de las opciones menos lógicas, cuando no imposibles, para intentar cualquier clase de ataque. “Me gustaría empezar a trabajar ahora mismo”, fue su deseo, pronunciado con voz clara y alta.
_Hay que seguir una de las máximas reglas de la guerra, entonces – insistió Iris, contagiando a todos quienes la rodeaban la felicidad, al escuchar por primera vez desde el veintinueve de Septiembre / Clel número veintidós, lo que más emocionaba a los padres: la risa de un bebé. Este acontecimiento, particularmente dichoso para la madre, ameritó aplausos de parte de Isabel, que también había dado por terminada su tarea de madre, y los tres Cuidadores –, dejar que el otro bando haga el primer movimiento. Si los ilios aún no lo hicieron, sigamos esperando. Si lo hicieron ya, estos dos incidentes u otros, consigamos las pruebas.
_Hay quienes sostienen, y no hablo solo del catastrofismo, de quienes son adeptos a el, que en su momento hubo espías ilios que conocían el momento exacto del primer ataque del Movimiento Elemental Unido, y dejaron simplemente que ocurriera, porque eso les iba a servir como excusa no solo en ese tiempo, sino de por vida – dijo Qumi. Hablar acerca de algo que estuviera relacionado con esos aislados seres elementales no era lo que había deseado para entretenerse en las horas posteriores a su vuelta, pero al mismo tiempo sentía la necesidad de mantenerla –, ¿será cierto eso?.
_Otro mito que cobró fuerza a medida que fue avanzando la Guerra de los Veintiocho, aportó Isabel.
Aquel mito sugería la posibilidad mencionada por la Cuidadora del JuSe. Concretamente, la existencia de un manifiesto ilio de sesenta y cuatro postulados, oraciones más bien breves, en las que los líderes tribales hubieron de recibir la orden, la cual debían cumplir a rajatabla y sin cuestionar, de dejarse atacar violentamente en esos días, pues esa sería la base de un plan diseñado para la dominación del mundo, no solamente de esa porción enorme a la que consideraban un regalo de sus dioses. Según ese manifiesto, clasificado como una “teoría conspirativa”, los ilios habían consignado sesenta y cuatro puntos, a los que se llamó “verdades” para usarlos como una guía permanente y fuente de consulta, ubicando a esta al mismo nivel y dando idéntica importancia que sus textos religiosos. Si ese manifiesto fuera cierto y existiera, las hadas y otros seres elementales podrían confirmar, además, que los ilios, en efecto, habían desarrollado un sistema de escritura, y eso por si solo representaría otro duro golpe para los ilios, a su credibilidad, prestigio y reputación.
_Habría que confirmar primero que se trata de algo real, que de verdad existe, y sospecho que en el improbable caso de que lo hagamos y descubramos su ubicación, ellos van a destruir cualquier evidencia… y por supuesto que lo van a negar, el que ese manifiesto haya existido alguna vez – expuso Isabel, batiendo sus alas para generar ese aire que les permitiese a ella y su hija soportar el calor –. Nunca el mínimo rastro siquiera de que hayan desarrollado un sistema de escritura, tan solo pictogramas que nos resultan extremadamente difíciles, cuando no imposibles, de comprender.
_ Qïma me contó sobre una experiencia personal que tuvo con los ilios, en sus primeros días como Cuidador del JuSe., empezó a hablar Qumi.
Y, sabiendo que restaba menos de un cuarto de hora para que llegaran sus padres, les dio esta clase de historia, describiéndoles un encuentro que su antecesor tuviera con tres individuos ilios,  una semana después de que quedara a cargo del lugar grandioso. Los había descubierto  intentando robar piezas arqueológicas recientemente descubiertas en el Hogar de la Tierra que, curiosamente, tenían grabados e ilustraciones similares a los pictogramas ilios, y que tras una exhaustiva investigación, habían sido clasificadas como pertenecientes al período previo al Primer Encuentro, específicamente al período del “Bombardeo Planetario”, aquel evento cataclísimico que los ilios interpretaran como una señal divina – la supresión de todos los elementales de iluria y su posterior entrega a los legítimos propietarios, como ellos mismos se definían –. “Los asaltantes huyeron antes que los pudiesen capturar”, dijo Qumi, haciendo mención al hecho de que aquellas piezas aun existían y formaban parte de las exposiciones permanentes en el museo de arqueología e historia del JuSe.
_¿Por qué habrían querido robar esas piezas?., se extrañó Eduardo, relevando a su compañera en la tarea de sostener  mecer con ambos brazos a Melisa.
Qumi no tenía la respuesta correcta para eso, y dijo lo que las hadas daban por sentado desde aquel mismo instante.
_La similitud en los pictogramas les habría hecho creer que las piezas eran de su propiedad – contestó –. Qïma me pidió que protegiera esas piezas, porque formaban y forman parte del patrimonio del lugar grandioso, y eso hice en mis años como Cuidadora, y eso voy a seguir haciendo porque… ¿qué pasa?.
Porque Iris se había puesto de pie, con todos los modales de una dama.
_Te lo encargo, necesito irme por un instante – sacando a su hijo del cochecito y dejándolo en manos de Qumi. Su expresión se había vuelto seria, aunque en su cara se advertía una sonrisa de triunfo –, no voy a demorar mucho. ¿Me podrías acompañar, Marina?.
_si, vamos., accedió la Cuidadora del Santuario del Viento.
Ambas damas, mirando al centro de la plaza y luego los alrededores, buscando un lugar despejado que les permitiese emprender el vuelo transformadas en un cuervo y una cigüeña, sonrieron nuevamente a Eduardo, Isabel y Qumi, y empezaron a caminar.
_ ¿Tenemos que darle la 2maravillosa noticia “ a Zümsar?., inquirió el Cuidador del Templo del Agua, curvando los labios hacia arriba, provocando un instantáneo y leve enrojecimiento en la funcionaria del Banco Real de Insulandia.
_Me parece que la maravillosa noticia habría que dársela a Taynaq, pero quisiera hacerlo yo – habló Marina, en cuyas mejillas no había un tono leve de rosa, sino un rojo más bien intenso –, cuando vuelta… lo supe recién al mediodía.
Y, en tanto se iba, recibió aplausos y gestos de felicitación, que para cualquiera de las personas que andaban en ese momento en la plaza central podía ser a causa del evento que ocurriera en la madrugada y las impresiones y temores que todavía persistían en la Cuidadora del Santuario del Viento. Observando como un cuervo y una cigüeña batían sus alas y remontaban el vuelo, advirtieron que no bien aquello tomara estado público sería fácilmente otro de los grandes eventos del año. “La madre es una Cuidadora y el padre un príncipe”, concluyó Isabel, coincidiendo en que ese tema debía quedarse allí hasta que uno de sus protagonistas o ambos decidieran que había que darlo a conocer. “Y la boda”, agregó Qumi, reconociendo que este era otro de los casos “primero el embarazo y después el casamiento”, justamente lo contrario a una de las costumbres más antiguas de las hadas.

_Todavía no pudimos agradecerte como corresponde el que nos salvaras la vida esta madrugada., dijo Eduardo a su colega, pasándole la mano izquierda por la frente, en sentido horizontal.
No era para quitarse el sudor, al menos no del todo. Con el correr del día había dejado de sentir la marca que actuaba como alarma anunciando la cercanía de otros Cuidadores, algo que pasaba cuando el contacto con uno o más de ellos se hacía prolongado. A Eduardo no le costó advertir que Qumi y Marina, al igual que Kevin y Lidia, habrían experimentado lo mismo.
_No tiene por qué agradecérmelo, cumplí con mi trabajo – indicó Qumi, acompañando esas palabras con un gesto manual –. Mejor dicho, con uno de nuestros preceptos, el de ayudar a cualquiera que lo necesite. Y ese fue el caso de ustedes. ¿Cuatro mint-hu al mismo tiempo?, además ya habían destruido a otros y debían estar cansados. Como los encontré ya lo saben. Por las señales que avisan sobre la cercanía de los Cuidadores. Así que la seguí, sabiendo que no disponía de mucho tiempo, y los encontré. A propósito, fue una sensación nueva para mí, mejor dicho algo nuevo.
Qumi les contó que ese había sido su debut en una batalla. Tuvo varios episodios en los que se enfrentara a los monstruos, pero nunca un minhu y todos los casos fueron ejercicios para mantenerse en forma y practicar. Aun sin experiencia en un combate, tuvo bien en claro lo que debía hacer, y lo hizo. Encontró a su par de congéneres, sabiendo que uno de estos era su colega, y, presintiendo la inminencia del desmayo atacó a los monstruos, destruyéndolos con suma facilidad. “Sentí emoción”, reconoció.
_También yo – coincidió Isabel, recordando – cuando los monstruos atacaron el Templo del Agua a principios de Diciembre. Sabía que de todas las hadas que estábamos allí era la que más cerca podía llegar a estar de tener éxito en la batalla. No solo por el hecho de tener un Impulsor – pasó la diestra sobre uno de los bolsillos del pantalón. Por recomendaciones de su marido, procuraba no desprenderse de ese objeto –, sino porque aun sin el soy poderosa, y mucho. Así que los enfrenté, y destruí a dos por mi misma y sin ayuda.
Las mujeres y Eduardo concluyeron que en uno y otro ataque, una parte de su éxito se había debido a que los monstruos habían sido creados por alguien, un ilio o no, sin la experiencia necesaria y que probablemente, debido a un desconocimiento, no hubiera seguido las instrucciones al pie de la letra.
_¿Puedo preguntarte algo? – quiso el Cuidador del Templo del Agua –; no se relaciona con esos ataques.
_Claro – accedió Qumi –, ¿qué es?.
_¿Por qué pediste hablar con los reyes insulares?. Tu desconocimiento hizo que le preguntaras a la médica por Isalu y Ukeba, hablo de que no conocías la fecha actual. Pero, ¿para qué querías verlos?.
_¿Pueden mantener un secreto?.
_Por supuesto., se comprometió su colega.
_Contá con nosotros., garantizó Isabel.
Los padres de Melisa, impresionados, quedaron en silencio.
_Se que es muy difícil de probarlo y demostrarlo, pero ahora que lo pienso me parece que esas palabras que solamente yo escuché fueron una comunicación mental que estableció Akduku – dijo Qumi –. No estoy cien por ciento segura, pero algo me dice que esa pudo ser la causa de que en su momento los nuestros hubieran pensado que yo no estaba con mis facultades mentales en orden. Y como sabía que los reyes insulares dominaban esa técnica me pareció oportuno pedir una audiencia con ellos. Bueno, ahora que conozco la fecha, no con Isalu y Ukeba, sino con la reina Lili y el rey Elías.
Eduardo e Isabel seguían mostrándose escépticos ante esa declaración, y no era para menos.
_¿Cómo es eso posible? – preguntó su colega –.¿ Akduku aquí, en este país?. Pero, si aquel hundimiento…
_No es así como pasaron las cosas, ahora lo se – dijo Qumi, quien estaba empezando a entender, al fin, cuan grave e innecesaria fuera la decisión de convertirse en una estatua de vulcanita –. Otra hubiera sido la historia, de haberlo entendido el veintinueve de Diciembre de diez mil cinco.
_¿Por qué?., quiso saber Isabel.
_No se lo tomen a mal, pero no puedo decirlo – indicó la Cuidadora, acompañando el pedido con un gesto manual –; no es que no confíe en ustedes, que de hecho lo hago, y mucho, pero necesito contárselo primero a los reyes, porque si no estoy equivocada son los únicos que van a poder autorizar el presupuesto, los elementos, y la mano de obra para la partida de búsqueda. Cuando ellos se hayan enterado y comprendido, voy a compartir este secreto con todos, incluidos ustedes.
Se puso de pie.
_¿Te sigue resultando incómodo?., llamó Isabel.
Era evidente que la moda constituía uno de los aspectos a los que Qumi tendría que adaptarse, y pronto. La colega de Eduardo, sin embargo, no se había puesto de pie esta vez a consecuencia de eso.
_Si, pero esto es otra cosa – indicó –. Miren.

Señaló un punto en la distancia, al oeste de la plaza. A los que fueran tal vez dos decenas de bloques, una nube de polvo y tierra había emergido del suelo y adquirido la forma de un remolino, algo en lo que repararan todos los individuos feéricos y elementales que estaban en ese momento en la vía pública, tan sorprendidos estos que motivaron a aquellos que estaban en lugares cerrados (comercios, oficinas, viviendas…) a que salieran a la calle para mirar. Era un hada de los vientos, por supuesto, y a Eduardo e Isabel no les constó esfuerzos advertir que se trataba de Marina aplicando una de sus técnicas más características, algo que confirmaran en el instante en que cinco bolas de energía blancas impactaran y penetraran el remolino, el cual entonces hubo de dividirse en dos, adquirir una forma esférica el par de mitades y mantenerse constantes a una altura prudencial del suelo: Al instante, las dos esferas empezaron a desplazarse, y minutos después, no más de dos o tres, quedaron visibles la Cuidadora del Tep_wo, orientando hacia arriba ambas manos para sostener esa técnica, e Iris, quien además de tener una marcada expresión de triunfo en la cara, estaba proyectando un haz de energía alrededor de las esferas. Las damas caminaron a paso normal hasta situarse en la plaza central, donde reclamaron la presencia de los guardias que había por allí. “Y que alguien le pida a los reyes que vengan”, indicó marina. Las dos se convirtieron inmediatamente en el centro de atención. La Cuidadora al estar demostrando este excelente dominio del elemento aire e Iris por esa expresión en sus facciones. “Marina, Iris… ¿qué pasó?, ¿qué significa esto?”, llamó Isabel, que, como todo el mundo allí, estaba impresionada por lo que ocurría. Sonrisa de satisfacción mediante, Iris le dirigió a ella, a Eduardo y Qumi la vista y dijo, con voz clara y alta, lo bastante como para que todos los presentes allí escucharan, “¿Recuerdan eso que dije, sobre una de las principales reglas de la guerra, de dejar que el otro haga el primer movimiento?”. Los líderes del Templo del Agua y la Cuidadora del JuSe comprendieron lo que había querido decir, y, de alguna manera, lo comprendieron todos los presentes en la plaza, razón por la cual los guardias apuntaron sus armas en dirección a las esferas que dirigía Marina. “Son suyos”, dijo esta a los defensores, unos treinta efectivos, cesando de a poco la técnica, a la vez que Iris anulaba el rayo de energía. Las esferas de viento, tierra y polvo finalmente se disolvieron y sus prisioneros, a la vista de todos, quedaron suspendidos unos instantes a cuatro metros de altura, antes de descender.
Desorientados y mareados, los dos ilios cayeron bruscamente al suelo.



FIN



--- CLAUDIO ---

No hay comentarios:

Publicar un comentario