En
minutos, se produjo un revuelo en la zona, habiéndose dado cita al menos
quinientas hadas, entre guardias, médicos, expertos de la DM y la PoSe,
enviados de los medios informativos, diplomáticos del vecino reino de
Austronesia, Consejeros Reales de ambos países, Wilson e Iulí, que estuvieron
de vuelta con la Cuidadora del Vinhuiga y de esta toda su familia, curiosos que
se acercaron para averiguar la causa de semejante alboroto, Marina, que tan solo
unos días atrás había cumplido sus primeros dos meses al frente del Tep-Wo,
otro de los lugares grandiosos, Kevin, tan asombrado y conmocionado como
cualquiera por este desconcertante e inusual acontecimiento, y, por supuesto,
los padres y el hermano de la Cuidadora del Hogar de la Tierra, quienes en su
momento, hacía ya dos siglos, presenciaran su transformación en la figura de
vulcanita.
"Cómo
pasó esto?".
Esa
fue la pregunta que, en silencio o en voz alta, se formularon las hadas,
concentrándose en los protagonistas de la escena. En Eduardo e Isabel, que
ignorando los dolores físicos daban su testimonio al escriba de la Guardia
Real, algo superficial y resumido, pues eso no era lo importante ahora - darían
una declaración completa en la tarde - y en Qumi, que había caído al suelo,
golpeando primero las rodillas y luego el cuerpo. Encabezado por Nadia y Lursi
en persona, ese grupo de médicos allí concentró sus esfuerzos en la Cuidadora
del JuSe, que, desmayada, se convirtió en peso muerto. "Tenemos que
llevarla al Hospital Real ahora mismo", atinó la jefa del Consejo SAM, en
tanto Qumi era levantada en brazos por su progenitor, no cabiendo en sí este,
su compañera y su hijo por la emoción y el asombro que les provocará este
evento.
"Y
los ocho atacantes?, Qué habrían estado buscando?".
Comparado
con la inexplicable vuelta de Qumi, esta parte de los extraños acontecimientos
no revestía, por el momento, tanta importancia. Las prioridades, se notaba a la
distancia, eran otras. Aún así, un equipo de la COMDE ya se ocupaba de
recolectar los fragmentos de los monstruos destruidos, confirmando con solo
verlos que se trataba de otra parte del material reportado como robado por los
ornímodos. Como antes, con los restos de los monstruos que atacaran el Templo del
Agua, habría una investigación exhaustiva de los agentes de la DM y la PoSe,
buscando cualquier rastro r indicio que llevara a la identificación de los
autores y sus motivos, y descubrir si había relacionados entre aquel ataque y
este. Los catastrofistas ganarían fuerza con este evento, a medida que fueran
enterándose.
"Por
qué habrían querido causar este daño a la COMDE?".
La
Compañía Mixta de Desarrollos Especiales, formada por el Estado insular, con el
sesenta y nueve punto dos por ciento del capital, y una empresa privada, con el
treinta punto ocho, tenía ingresos anuales por alrededor de diez mil millones
de soles y producía todo tipo de innovaciones, siendo sus principales campos la
ciencia, las artes mágicas, la defensa militar y la tecnología aplicada al
trabajo. Cualquiera podría suponer que un ataque a una de sus instalaciones
sería un golpe a sus intereses. Más que eso, al pueblo insular como un todo, ya
que los directivos y empleados, a consecuencia de su excelente e intachable
conducta personal y laboral, eran vistos como ejemplos a seguir. Y esa
pirotecnia acopiada en el galpón, si bien había sido producida por la FPISE,
había sido adquirida por la COMDE para usarla en algunos de sus proyectos.
Ambas empresas habrían sido perjudicadas.
"Por
qué los monstruos más poderosos no tuvieron éxito?".
Después
de la tragedia que ocurriera en los últimos tiempos de la Guerra de los
Veintiocho, los científicos del MEU habían concebir una nueva clase de
monstruos, semi inteligentes y más fuertes que los mï-nuqt y los uc-nuqt, sin
saber acerca del error cometido al conferirles ese intelectos, un error que
costaría más de dos mil vidas feéricas. Las hadas tenían esa gran duda, sobre
por qué esta vez no había muerto nadie en este y el ataque al Templo del Agua.
Sin muertos y con muy pocos heridos, razones para alegrarse, concluyeron que
estos mint-hu habían sido creados por alguien sin explicación y con
conocimientos más bien básicos y rudimentarios, que no buscaba otra cosa que
causar daños económicos, materiales y morales a la sociedad feérica. Muchos
incluso se empezaron a preguntar si no habría otros ataques como estos.
"Por
qué un monstruo de cada clase?".
Las
primeras impresiones de las hadas fueron que el creador, tanto si era como si
no el mismo que el del ataque al Vinhäe, pudo suponer que recurriendo a los
tres tendría mayores probabilidades de éxito. Combinando las fortalezas y
destrezas de un mï-nuq, un uc-nuq y un minhu tal vez se lograran mejores
resultados que en el lugar grandioso, sea cual fuere su objetivo.
Desafortunadamente, el perpetrador tuvo esta vez dos rivales en extremo
poderosos que destruyeron sin dificultades a los atacantes; primero a ese trío
y después al "plan de respaldo", los cinco mint-hu en cuya creación
de usaran los remanentes del material que fuera robado a los ornímodos. Ese
plan de respaldo fue abortado por Eduardo e Isabel, que demostraron como nunca
sus poderes y habilidades, su compromiso con la sociedad, y alguien que se
suponía no debía estar allí.
"Por
qué a ese matrimonio se le hizo tan fácil?".
Una
pregunta que, aunque menos relevante, no podía estar ausente ni olvidarse, en
vista a los acontecimientos de esta madrugada. Los dos estaban a poco más de un
día de cumplir su primer aniversario como las máximas figuras de autoridad en
uno de los lugares grandiosos, y en ese espacio de tiempo de casi un ciclo
solar (otra de las formas con que las hadas se referían al período de
trescientos sesenta y cinco días) ambos, a fuerza de práctica, ejercicios y
entrenamientos regulares vieron incrementarse sus poderes y habilidades.
Además, Eduardo era un Cuidador e Isabel la poseedoras de un Impulsor, lo que
los hacía más fuertes. Y por si eso no resultara suficiente, estaban ambos
entre las hadas que podían no solo ejercer el dominio de los elementos fuego y
agua, sino que estaban dando sus primeros pasos en su creación
"Y
Qumi?, Cómo había hecho para volver?".
Era
sin dudas el misterio por excelencia, y a medida que la madrugada fue
transcurriendo y dejando su lugar a la mañana, el desconocimiento, el asombro,
la sorpresa y la emoción fueron haciéndose más grandes, especial entre los tres
parientes de la Cuidadora, que en su mente vieron como se transformaba. Qué la
había hecho volver, cómo, por y para qué eran cuatro preguntas clave e
importantes que, las hadas bien sabían, no se responderían de un día para otro
ni en el corto plazo. En estos momentos, el equipo de médicos buscaba
estabilizarla, antes de emprender el corto viaje, puerta espacial mediante, al
barrio Plaza Central, al Hospital Real. Evaluar su estado físico, el
psicológico y el emocional, puesto que su "ausencia e
ignorancia"habían sido totales estando convertida en aquella estatua.
"Habrían
influido Eduardo e Isabel en su vuelta?".
Cuando
estaban presentes dos o más, los Cuidadores, una reacción instintiva, podían
saber si uno de ellos se encontraba frente a algún peligro o amenaza, y este
había sido el caso. Eduardo estuvo frente a un reto mayúsculo, aunque no lo
hubiera aparentado, considerando la facilidad con que el y su compañera
obtuvieran el triunfo, y eso habría sido suficiente para que la Cuidadora del
JuSe pusiera sus sentidos en alerta y aplicara, a modo de reacción natural, el
fin de ese hechizo que usara en su persona, decidiendo permanecer así hasta que
su "alma gemela" estuviera otra vez a su lado. Por supuesto, los
líderes del Templo del Agua en peligro (un Cuidador en peligro) era solo una de
las teorías para explicar el regreso de Qumi, que se confirmara o desmintiera
era algo que dependerá del tiempo, de las investigaciones q6a este respecto se
llevaran a cabo.
"Cómo
supo donde se estaba desarrollando la batalla?".
Allí
entraba nuevamente la teoría del vínculo entre los Cuidadores, el instinto le
habría indicado a Qumi el lugar al que debía dirigirse. O tal vez fueran los
elementos que formaron a los monstruos, porque, siendo tierra y piedras en su
mayoría, el talento natural de la Cuidadora del JuSe habría jugado un papel
importante, al actuar como brújula y enviarla a la zona de la batalla. En su
época, con la edad de treinta y tres - ahora tenía más de dos siglos y cuarto,
y su aspecto físico era el mismo que, por ejemplo, Eduardo e Isabel -, había
aventajado por mucho a las hadas del elemento tierra más experimentadas y sus
proezas, logros y hazañas aún se usaban como fuente de inscripción. Esa misma
fuerza le había servido para eliminar sin dificultades a los monstruos que, aún
habiendo durado pocos segundos en el combate, eran los más poderosos.
"Qué
significaba el que hubiera ahora cinco Cuidadores?".
Estaban
Kevin, de la Casa de la Magia, el más importante de todos los lugares
grandiosos Eduardo, del Templo del Agua (Vinhäe), Lidia, del Templo del Fuego
(Vinhuiga), Marina, del Santuario del Viento (Tep-Wo) y ahora Qumi, del Hogar
de la Tierra (JuSe). A esos cinco individuos, sobre quiénes recaía la enorme
responsabilidad de por vida, se los veía desde el inicio de los tiempos de la
religión como los referentes y defensores de todo lo que era bueno y justo en el
mundo, además de ser poderosos y tener gran prestigio en la sociedad. El caso
de los cinco Cuidadores hoy presentes en el mundo no era distinto, y quedó
confirmado con el ataque a una de aquellas instituciones, en Diciembre, y la
batalla de esta madrugada. Cualquiera tendría que estar lo bastante desesperado
si iba a intentar alguna agresión contra algo o alguien, y seguro de que
tendría, aunque fuera mínimo, éxito.
"Habría
otros ataques?".
Nadie
tenía una respuesta para eso y las hadas sabían, aún con ello, que habría
cambios en su forma de vida. Ya tuvieron una prueba de eso, a inicios del mes
pasado, después del ataque a uno de los lugares grandiosos. Ese y los otros,
por ejemplo, tenían nuevas y más eficaces medidas de seguridad, discretas y
estrictas, y después del incidente de esta madrugada esas medidas iban a
extenderse fuera del Vinhäe y los otros lugares grandiosos. Se hablaba ya del
Castillo Real y otras instituciones políticas y gubernamentales, los
principales puertos de ultramar, los grandes polígonos industriales, los
mercenarios centrales 6 cualquier otro lugar con gran concurrencia.
"Cualquiera que suponga un golpe a nuestra sociedad y forma de vida",
habían dicho varios seres feéricos, conscientes plenamente de cuanto y como influían
aquellos en la vida de todos.
"Habrían
los catastrofistas confirmado sus teorías, en todo o en parte?".
Aquellos
individuos sostenían, básicamente, que la guerra estaba cercano, y el ataque al
Templo del Agua primero y este incidente ahora no habían hecho más que
confirmar todo lo que sostenían. Incluso había quienes ya hacían comparaciones
entre este estado actual de la situación y lo que estuviera ocurriendo en la
década y media previa al año cinco mil setenta y nueve, cuando Iris y su grupo
más cercano se ocuparan de dar forma al MEU. Esa vez habían tenido como punto
de partida el asesinato de dos guardias, uno insular y otro nimhuit, a manos de
los ilios. Esta vez, en cambio, apostaban a que ese punto de partida era el
ataque al Vinhäe, uno de los lugares más importantes para la historia y la
cultura feérica. "Ojalá nos equivoquemos", pensaban ellos, sin
embargo, sabiendo lo malo que implicaban sus postulados.
"Habrán
tenido los ilios algo que ver en ambos eventos?".
Unas
con más convencimiento e insistencia que otras, las hadas se resistían a
descartar esa posibilidad, porque los creían capaces. Desde que los primeros
continentes de ilios pusieran sus pies en el oeste-noroeste centrálico,
creyendo con eso dar cumplimiento a un designio divino, los problemas,
diferencias y confrontaciones de diverso calibre estuvieron presentes en las
dos razas, habiendo llegado a su peor momento con el advenimiento de la Guerra
de los Veintiocho. La vuelta de Iris, con sus poderes y habilidades al
completo, no había hecho más que exacerbar los ánimos de toda la comunidad
ilia, de individuos que, aún envueltos en ese terror tan grande, hicieron
escuchaba sus enérgicos repudios a esa mujer que para ellos representaba la
maldad pura. Y a raíz de eso, las sospechas de que los ilios pudieran
encontrarse detrás de los eventos como el de Diciembre y este eran cada vez más
fuertes.
"Qué
reacciones adoptaba la clase dirigente respecto a eventos como estos?".
En
todas las esferas del poder político se trabajaba a tiempo completo intentando
arrojar luz sobre esos acontecimientos, sabiendo, y temiendo, cuáles podrían
ser las consecuencias, y cuántas, si no lo hicieran. Sabiendo también que cabía
la posibilidad de que los catastrofistas pudieran estar en lo correcto al
suponer que una nueva guerra estaba avecinándose, la Guardia Real, a través de
la DM y la PoSe, trabajaba sin descanso intentando hallar las respuestas
correctas a estos problemas, y, más importante, llevar tranquilidad a la
población. Eventos como esta batalla y el ataque contra el Vinhäe, además de
otros como el control mental que se ejerciera sobre Eduardo y Zümsar y el robo
del que los ornímodos fueran víctimas, eran razones más que suficientes para
que cada uno de los agentes de ambos organismos, y los funcionarios en general,
estuvieran con un sentido de alarma.
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Llegada
las ocho de la mañana, mientras continuaban desarrollándose las tareas de
recuperación e investigaciones, el Hospital Real estuvo transformándose en un
hervidero, con más gente que de costumbre, a causa del extraordinario evento
que significaba la vuelta de la Cuidadora del JuSe. En un sector destinado a la
terapia intensiva se habían congregado tantas personas, no solo los que
estuvieron allí a causa de Qumi, que los directivos de la institución tuvieron
que esforzarse para hacer que dicho sector fuera lo que debía ser, un lugar
destinado a los cuidados intensivos. Así, tras las órdenes, en la habitación
número seis, que se convirtió en el centro de atención debido a la identidad y
naturaleza de su paciente, y en el pasillo que llevaba a ella únicamente
quedaron los familiares de la Cuidadora, el cónsul de Austronesia en
Insulandia, un representante del CSP en este país, dos expertos en medicina
compleja y artes mágicas de la COMDE y el Consejo SAM y un erudito de la DM,
quienes intentarían averiguar qué habría puesto el punto final al hechizo que
se aplicara Qumi disco años atrás. En otras áreas del lugar se encontraba la
mayoría de los seres feéricos que estuvieron presentes en aquel lugar no bien
concluyera la batalla contra los monstruos, la mayoría dando todavía los
testimonios acerca de lo que encontraron al final de la escaramuza, y los demás
Cuidadores, por pedido expreso de los reyes, quienes estuvieron entre los
primeros en enterarse de ambos acontecimientos (los monstruos entrantes y la vuelta
de Qumi), se dedicaron a estas excepcionales e inusuales medidas de seguridad
de que fuera dotada la institución médica. Eduardo, habiendo accedido al pedido
del personal médico para que se curara esas heridas menores - "Tanto
tiempo sin verte por acá', había ironizado Lursi al verlo entrar a la
habitación de baja complejidad, algo que los expertos convalidaron con una
sonrisa -, estaba ahora con Isabel, de pie en el acceso principal al hospital,
conversando entre ellos acerca de la batalla, y habiendo ya dado un testimonio
completo a la Guardia Real, mientras el hada de fuego mecía suavemente a
Melisa. Acompañada por sus padres, y por consiguiente con su hermana recién
nacida, Lidia estaba en esa enorme sala que conformaban el restaurante, en el
segundo piso del cuerpo principal, estando ellos tan concentrados como
cualquiera en los eventos de la madrugada, y comentando de a ratos las
posibilidades de que el Templo del Fuego fuera víctima de un ataque. Sin dejar
de pensar en su compañera y su hijo, en cómo les estaría yendo en aquella isla
(la Casa de la Magia) tan alejada de cualquier rastreado de tierra y
civilización, Kevin, bastón de mando en mano, patrullaba el primer piso en
compañía de Olaf y Nadia, sosteniendo los tres la inexistencia de peligros que
amenazaban al más importantes de los lugares grandiosos. En el exterior del
Hospital Real, en tanto, de a ratos sobrevolar y de a ratos posada sobre el
techo, una magnífica cigüeña con plumaje blanco no dejaba de enfocar sus
grandes ojos en todas las direcciones, comprobando que no se viera la
tranquilidad interrumpida; era Marina transformada - la razón por la que la
nena híbrida la tenía como heroína y referente -, quien había empezado
oficialmente sus enormes y vitalicias responsabilidades en el Santuario del
Viento, el Tep-Wo, el veinticinco de Diciembre / Nios número veinticuatro. En
particular ellos, los cuatro Cuidadores estaban sobre ascuas, deseosos de que
Qumi recuperara el conocimiento, algo que como bien sabían no pasaría este día,
al menos este, y poder reunirse con ella. Para Eduardo, Kevin, Lidia y Marina
se trataba de una colega, y todo el mundo allí, y más temprano en la zona en
que se desarrollara la batalla, supo comprender a la perfección las
sensaciones, las emociones y los pensamientos de los cuatro. Tan expectantes
como ellos estaban los parientes de la Cuidadora del JuSe, no solo sus padres y
su hermano, sino los que fueron llegando entre las seis y las ocho, un total de
cuarenta individuos de ambos sexos con la misma mezcla de emociones positivas,
desconcierto y asombro que los demás ante este acontecimiento. "Cómo fue
posible?", era una pregunta que voluntaria e involuntariamente se
formulaban las hadas y otros elementales, sabiendo que esa y todas las demás
que guardaban relación con la vuelta de Qumi estarían en boca de todos por
tiempo limitado y ocuparían varias páginas, sino era que ediciones
extraordinarias, en El Heraldo Insular y los otros medios gráficos, tal como
ocurriera con el resurgimiento de Iris, Iulí y Wilson. La vuelta de Qumi ya
estaba siendo apuntada en Ecuménico, la recopilación que hacían las hadas sobre
los hechos más trascendentes e importantes a nivel mundial, y los escribas a
cargo de ese trabajo eran el otro grupo que más aguardaba el momento en que la
dama recuperara el conocimiento, porque necesitaban, tanto como sus parientes,
los Cuidadores, los expertos de la DM y los de la PoSe, de su testimonio para
completar la obra.
A
la mañana, contrario a lo pensado y sostenido, Qumi abrió los ojos.
Lo
hizo lentamente, adoptando una expresión inconfundible de sorpresa, confusión y
desorientación.
La
Cuidadora estaba finalmente consciente.
_Dónde estoy?., fue su primera pregunta.
Al
mover la cabeza descubrió que era una habitación médica, con echar un rápido
vistazo. Estaba vestida con una camisa de mangas cortas y un pantalón, las dos
prendas de color rosa que daban a las pacientes (femeninas), y una sábana la
cubría hasta la cintura.
_En
el Hospital Real de Insulandia, en el barrio Plaza Central - habló la médica a
quien se le asignara este particular caso, con su voz cargada de asombro y
sorprendida al ver despierta tan pronto a Qumi -. Te trajimos hace poco menos
de cinco horas, recuperaste el conocimiento, participaste en una batalla y...
_Me
acuerdo de eso - interrumpió la paciente, recostándose sobre la almohada,
aún
enfocando los ojos en el entorno. Para empezar, en la variedad de envases y
frascos que estaban sobre la mesita de luz, que indicaban la cantidad de
medicamentos y pociones que le estuvieron administrando, o que lo harían en lo
inmediato -,... lo único desde mí transformación, por cierto. Y la fecha actual
es...
_Es
el domingo cuatro de Enero / Baui número cuatro del año diez mil doscientos
seis - contestó la médica, ayudándola a que estuviera cómoda en esa posición.
No era lo recomendable para estos casos, pero la inexistencia de dolores e
incomodidades en Qumi (al menos, esta no los exteriorizaba) le hizo suponer que
estar recostada por unos momentos no implicaría consecuencias negativas -.
Pasaron doscientos años desde que te convertiste en una estatua de vulcanita.
Aunque
a simple vista estuviera en excelentes condiciones, no podría decirse lo mismo
de lo interno, y eso referente solo al aspecto físico. Por tal razón, la
profesional de la salud dio a su paciente el contenido de uno de los frascos,
un revitalizante, que se usaba en las hadas que sufrían fatigas, cansancios y
agotamientos extremos. Qumi tomó un trago, aunque no creía necesitarlo, y
devolvió el frasco a la médica, tras lo cual dijo:
_Dos
siglos, tanto pasó?. No es broma esto, pero la actualización, ponerme al día,
no va a ser un trabajo sencillo. Así que estoy en el reino de Insulandia... Si,
lo estoy. Me acuerdo de eso. Estuve cuando me transformé. Y ahora me encuentro
en la capital... Pues si es así, me gustaría hablar con el rey Isalu, el es el
indicado.
_Isalu
falleció en diez mil ciento catorce, y también la reina Ukeba - informó la
médica, coincidiendo con aquello de que la actualización sería un trabajo muy
complicado y duradero -. Ahora es su hija, Lili, quien está en el trono, y su
marido, el rey Elías, que además es un príncipe de Ártica. Pero me parece,
Qumi, que eso va a tener que esperar un poco. Al otro lado de este dormitorio
hay decenas de personas que quieren verte.
Le
habló de la cuarentena de individuos que formaban su familia, quienes no
demoraron un instante en viajar desde Austronesia, no bien supieron que la
cuide del JuSe había recuperado el conocimiento, de los funcionarios de ambos
países y los del CSP, de los expertos de la DM y otros organismos interesados
tanto en su salud como en resolver el enigma de su vuelta, en como había pasado
eso, en sus colegas Cuidadores, dispersos en este momento en el Hospital Real
porque les pidieron que formaran parte de estas extraordinarias y temporales
medidas de seguridad, de los hombres y mujeres del periodismo, deseosas estas
personas, tanto como cualquiera, de empezar la catarata de preguntas, del
personal del Hogar de la Tierra, unos pocos de los cuales fueron contemporáneos
suyos al iniciar el undécimo milenio, y del personal en general del hospital.
_Puedo
pedirte un favor?., quiso Qumi, notando los pasos y voces fuera de la
habitación.
_El
que sea - se mostró de acuerdo la médica, que acto seguido llamó -, Cuál es?...
Qué, qué estás haciendo?.
Porque
la Cuidadora se había puesto de pie, corriendo la sábana. Dio una vuelta
completa sobre su eje, sin que se detectara en ella siquiera el mínimo rastro
de mareos ni problemas físicos.
_Viéndome
así, no creo que sea necesario un tratamiento médico complejo ni que este se
extienda por tiempo indefinido. Y además estoy en pleno uso de mis facultades.
_La
verdad es que eso es cierto - apreció la médica, advirtiendo el error que sus
colegas, incluidos Lursi y Nadia, y ella misma, cometieran al presuponer lo
contrario -. Aunque es muy pronto para confirmarlo, eso tengo que decirlo.
Qumi, podés no mostrar ningún síntoma en este momento, pero no podemos saber
que va a pasar... no se, más tarde, a la noche, mañana o en lo sucesivo del
futuro. Para casos complejos como este, se estima un lapso de dos meses. Si al
cabo de ese tiempo demostraste el mismo estado que ahora, eso quiere decir que
estás en excelente estado - y preguntó -. Cuál es el favor, qué querías
pedirme?.
_Necesito
mí ropa y mis zapatos - quiso Qumi, caminando con total normalidad, rodeando la
cama y yendo a una estantería, donde tomó un prendedor dorado con la forma del
símbolo de la tierra -. Supongo que están en esta habitación.
_La
tiramos, y también el calzado - contestó la médica, yendo también hacia otro
sector de la habitación, a una cómoda de la que tomó una caja -. Se rompieron
después de tu vuelta, supongo que habrá sido cuando perdiste el conocimiento y
diste contra el suelo. Pero tenés esto. Tus padres y tú hermano lo trajeron con
ellos desde Austronesia.
Abrió
la caja y la Cuidadora observó el contenido. Había un juego de lencería
femenina, una camisa con mangas cortas, un pantalón de tela de jean, dos
prendas de color azul, de una tonalidad oscura, un par de medias blancas y
zapatos de taco corto con hebillas. Qumi tomó parte del contenido, mirándolo
con un inconfundible gesto de sorpresa, mientras la médica señalaba con la
vista una puerta, que conducía al cuarto de baño privado de la habitación. "Las
mujeres ahora usan pantalones", se extrañaba, sosteniendo la prenda,
notando que esta era nueva, y advirtiendo que tuvo que ser una ocurrencia de
sus padres; siempre que alguno de los miembros de la familia vivía una ocasión
especial o solemne, o las dos cosas, era poco menos que obligatorio regalar
ropa. "Dos siglos, hubo cambios en la moda", le dijo la médica, a lo
que Qumi pensó que tenía toda la razón al hacer aquella afirmación, sobre que
ponerse al día sería una tarea pesada. Caminó con las prendas hasta el cuarto
de baño, entró a este y no volvió a salir sino hasta cinco minutos después, ya
vestida, calzada y con el prendedor adherido a la camisa, a la altura del
corazón. "Un regalo de Akduqu, de nuestro primer mes como compañeros
sentimentales", explicó a la médica, consciente de que, desde su regreso,
una parte de su mente y sus pensamientos había estado dedicada exclusivamente a
aquel que fuera su primer amor, cuyo rastro se había perdido en el mismo
instante en que sobreviviera la catástrofe y una gigantesca explosión
destruyera el buque, matando a todos sus tripulantes.
_Necesito
quedar bien presentable - indicó, devolviendo la caja, en cuyo interior estaban
ahora las prendas rosas -. Esta ropa y el calzado no están nada mal. Apenas un
poco incómodas, pero imagino que es porque son muevas - estuvo posando frente a
un espejo mientras se cambiaba -. Me gusta dar la rueda en este momento,
explicar por qué decidí transformarme en una estatua de vulcanita hace
doscientos años, las cosas que me obligaron a tomar esa decisión así de
radical, y por qué decidí volver ahora, o lo que creo que me hizo volver.
La
médica observó a Qumi extrañada de ese deseo.
_Estás
segura? - inquirió, ya con la Cuidadora arreglándose el cabello -. Hace unos
momentos dije que no había nada malo en tu estado, y lo mantengo, pero mí
consejo como profesional de la salud es que esperes por lo menos un día. Con
veinticuatro horas voy a poder hacer un diagnóstico más apropiado, por lo menos
más que esta observación simple.
_Puedo
asegurarte que no hay nada malo conmigo - insistió Qumi -, ni física ni
mentalmente. Es solo que... bueno, en realidad no lo se. Pero quiero hacer
esto. Dar a todos esas explicaciones. Se las debo. Hubo mucha gente que sufrió
por lo que hice; mi familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo... y
hablando de eso, dejé a uno de los lugares grandiosos en una situación difícil
y apremiante. Supongo que hay alguna sala o auditorio en este lugar...
_En
el nivel más alto, un salón en el que entran cincuenta personas. Mejor dicho,
que tiene la capacidad para cincuenta personas sentadas - informó la médica,
usando la telequinesia para ordenar la cama. Ya se ocuparían más tarde de
cambiar las sábanas -. Pero ahora el favor lo tenés que hacer vos. Hablá
primero con tu mamá y Nadia, que es la actual jefa del Consejo SAM. Ellas
dos... tu progenitora, creo que es la primera persona que tiene que enterarse
de tu vuelta. Si de dar explicaciones se trata, es quien tiene que recibirlas
antes que nadie, al menos algo superficial. Y la Consejera es la que autorizó
el tratamiento que se suponía ibas a recibir desde la madrugada. Visto tu
pronto despertar, necesita hacer unos cuantos cambios.
_Está
bien - accedió la Cuidadora del JuSe, sabiendo que sus poderes y habilidades
tuvieron que causar esta fantástica y súbita recuperación. Ella era un hada muy
poderosa -, primero con ellas. Seguro están esperando allí afuera.
La
médica no supo que contestar. Sabía que Nadia estaba con Olaf y Kevin
recorriendo una parte de las instalaciones, y la madre había estado allí hasta
hacía unos momentos.
_Supongo
- dijo -, voy a buscarlas.
Y
salió de la habitación, dejando a Qumi sola, meditando acerca de lo que, ella
suponía, y sabía que no se equivocaba con esto, estaría pasando lo mismo en el
exterior de ese espacio de cinco metros por cinco. Los comentarios, las voces,
las especulaciones respecto de cómo y por qué se había producido su despertar,
las reacciones e impresiones acerca del evento entre el común de las hadas e
individuos de otras especies elementales, de ese colega suyo que de seguro
estaba en el Hospital Real - ignoraba quien era este y que ahora, en total, que
los Cuidadores eran cinco -, habiéndolo sentido cerca al momento de despertar,
pensando que tal vez hubiera sido uno de aquellos individuos que salvara de los
mint-hu, de las repercusiones que ya habría ente los notables y el personal en
general en el Hogar de la Tierra, en sí estos habrían reaccionado mal o bien
cuando hubieran sabido lo de la transformación, de la gente con la que hubiera
tenido tratos más o menos frecuentes y que pudieran ya no estar en este mundo,
incluida la segunda al mando, una de sus mejores amigas (la médica ya le había
dado la mala noticia), del remanente de Qïma, su antecesor al frente del JuSe,
porque Qumi estaba cien por ciento convencida de que el marinero al que
conociera por accidente y del que se enamorara perdidamente no había fallecido
en la tragedia a finales de Diciembre de diez mil cinco. Sabía que las palabras
de Akduqu no fueron producto de su imaginación, , y que el tono con que las
pronunciara no indicaron de ninguna manera ni hicieron referencias al instante
en que a ella le llegara el momento de cruzar al otro lado de la puerta.
"Ya lo voy a descubrir", se prometió en silencio, sentada sobre una
silla a un lado de la cama, pensando en el significado de aquellas palabras y,
por supuesto, el paradero de Akduqu. No tenía idea de que priorizar y que no en
cuanto hubiera esta rueda de prensa quedado atrás, lo que de por si generaría
en ella misma y los individuos que le fueran más cercanos, específicamente los
miembros de su familia, una enorme carga emocional, lo que a su vez sería otro problema
a resolver con urgencia, para que pudiera no solo ponerse al corriente de y con
todo - asuntos sociales, cultura, historia, moda, ciencias... - e ir retomando
de a poco cada uno de los aspectos de su vida. "Y hallar un nuevo segundo
para el JuSe", se dijo con tristeza, sin poder olvidar a su amiga, que
falleciera once años atrás. Ya pensaría también en eso más tarde. Por ahora, lo
inmediato era la rueda de prensa, con la que confiaba despejar muchas de las
dudas que surgieran a las catorce horas con veinticuatro minutos de aquel
lejanísimo tres de Enero del año diez mil seis. En ese momento, mientras
imaginaba cual podía ser la manera adecuada para realizar el evento, ante las
que de seguro serían muchas más de cincuenta personas, por lo menos el doble,
la profesional de la salud estuvo de vuelta en la habitación, y tras ella
Nadia, tan impresionada como emocionada como lo estarían los demás dentro de
unos breves instantes, y su madre, que rompió en todo tipo de emociones
positivas y en llanto al verla despierta, de punta en blanco y con una
apariencia y expresión que indicaban claramente que se hallaba en un excelente
estado físico - por esas efusivas y estridentes exclamaciones, las hadas afuera
de la habitación ya se habrían enterado de que Qumi estaba consciente
nuevamente - y mental. Los abrazos y otras demostraciones de bienvenida,
algunas de estas propias de la cultura del reino natal de la Cuidadora del JuSe
y su madre, Austronesia, se prolongaron durante no menos de cinco minutos y,
pasado ese lapso, ambas hadas de aura rosa y Nadia, que había relevado a la
médica en la tarea de velar por la salud de Qumi, le pidieron a esa profesional
que se ocupara de dar la excelente noticia a la gente que aguardaba al otro
lado de la habitación. "Solo a ellos, con eso va a ser suficiente",
indicó la Consejera, sabiendo que la noticia sobre la recuperación correría
como agua y en cuestión de minutos todas las hadas en el Hospital Real se
habrían enterado. "Y que está tan cuerda como cualquiera de nosotros",
aportó la profesional, obteniendo la aprobación inmediata por parte de Nadia
(su jefa) y la madre de la Cuidadora, quienes únicamente con haber estado menos
de un sexto de hora con ella advirtieron fácilmente esa condición. Durante
alrededor de cuarenta minutos, los que siguieron hasta las nueve y media, no
hablaron de otra cosa que no fuera la decisión tan radical de Qumi; no fue por
desconocimiento, sino porque no comprendieron aquella vez, ni en lo sucesivo de
los días que transcurrieron, cuanto podía llegar a sufrir una persona por causa
de una fatalidad como la que sobreviniera a finales del año diez mil cinco.
"Lo que sentí por Akduqu fue muy grande, y al no tenerlo a mi lado sentí
como empezaba a faltarme una parte, mí otra mitad", declaró, después que su
madre y Nadia escucharan concentradas la historia. Lo que ninguna de las dos
pudo comprender, así se lo hicieron saber, era por qué había vuelto. "Por
qué en este momento y no antes o después?", le preguntó su madre, logrando
por fin recuperar la compostura y detener esas lágrimas producidas por la
felicidad al tener allí a Qumi - nadie sufría más que los padres por la pérdida
de los hijos -. "Qué te motivó?, dicho de otra forma", agregó Nadia.
"Insisto, sentí que tenía que volver", contestó Qumi con sinceridad a
ambas mujeres, explicándoles acto seguido que en tanto estuvo transformada en
la estatua de la todos sus sentidos estuvieron anulados, por lo que fue
absolutamente incapaz de saber, advertir o sentir cualquier cosa que pasara a
su alrededor, pero que había sentido cuando era el momento de volver.
"Dicho mal y pronto, estuve muerta y resucité" - resumió, agregando
entre risas, conociendo que el humor serviría como remedio -"... pero no
vi a Aldem en ningún momento". La Cui explicó que, aunque mantenía la idea
de que su alma gemela estaba todavía en este mundo, no lo había tenido como
causante de aquel instinto que la motivara a terminar con esa poderosa magia
que aplicara sobre su persona. "Cuando desperté fue un momento y una
sensación muy extrañas", declaró, mientras Nadia hacía uso de una serie de
instrumentos para controlar el oído y la vista de la paciente, contenta y
satisfecha porque uno y otro sentido estaban sin problemas. "Tu audición y
visión se encuentran en perfecto estado", le comunicó, a las dos, algo que
las hizo sonreír, porque era una señal evidente de su óptima condición. Qumi se
ocupó de explicar, para despejar cualquier duda que a este respecto pudieran
tener su madre y la jefa de SAM, que aquel desmayo que sufriera a poco de recuperar
el conocimiento era una de las escasas consecuencias, o secuelas, que quedaban
en los seres vivos, sin importar cuál fuera su naturaleza (fungi, vegetal,
animal y elemental), cuando sobre estos se aplicaba esa técnica. La enorme
fuerza de Qumi había retrasado unos minutos aquella secuela, el tiempo
suficiente para que socorriera a sus congéneres, uno de estos otro Cuidador, y
destruyera a los mint-hu. "Por eso te recuperaste fenomenalmente
rápido", advirtió su madre, en quien el sentido de la audición estaba
particularmente alerta, captando las emocionadas voces más allá de la
habitación, convencida que cuando las tres traspasaran el umbral se produciría
una salva de aplausos que las acompañaría, con seguridad, hasta el momento en
que, ya en el auditorio, Qumi empezara su exposición. "Y sin una sola
secuela física", agregó Nadia, comprobando también lo óptimos de los
reflejos de esta paciente tan especial. "Eso fue lo que pasó" -
corroboró la Cuidadora, en tanto empezaba la última parte de este rutinario
análisis, el ritmo de su respiración y el cardíaco -, "oigan, a propósito
de eso... Cuántos Cuidadores hay en total?. No dejé de sentir esta señal un
segundo".
_Contándote
a vos, cinco, dos hombres y tres mujeres - le informó su madre -. Están
Eduardo, del Vinhäe, que es una de las personas a las que le salvaste la vida
esta madrugada; Kevin, de la Casa de la Magia; Lidia, del Vinhuiga, y Marina,
que es la más reciente, del Tep-Wo.
Y
durante los cinco minutos posteriores, Qumi escuchó un resumen acerca de la
historia de sus colegas. Supo que tres de ellos cumplirían mañana su primer
aniversario al frente de los lugares grandiosos, que dos eran parientes y que
sus compañeras las segundas al mando, que ambos matrimonios ya habían tenido su
primera descendencia, que un hada de fuego era la segunda al mando del Templo
del Agua - Qumi lo tomó como una sorpresa y desconcierto, conociendo que algo
así jamás había pasado -, que uno de esos Cuidadores era descendiente de una de
las hadas que fundaran la Casa de la Magia, que otro era una nena híbrida de
diez años que, como sus padres, un hada de fuego y un vampiro, era nacida en el
reino de Umebuzuk - la Cuidadora del JuSe, sorprendida por esa corta edad, se
alegró por la suerte de Lidia, pues le caían muy bien los híbridos - y que la
madre era su segunda en el Templo del Fuego, que otra de las Cuidadoras había
descubierto su identidad el primer día de Diciembre, empezando oficialmente su
trabajo el día veinticinco de ese mes, y que el segundo al mando, que además era
su compañero sentimental, era un príncipe del reino de Ucêm, y que los cuatro
habían tenido una prueba compleja el mismo día del descubrimiento de Marina,
cuando unos mint-hu hechos con materiales robados a los ornímodos atacaran el
Vinhäe.
_Y
dicen que tres de ellos se enteraron el mismo día?.
La
Cuidadora del JuSe estaba sorprendida a causa de eso. Ya estaba enterada que
Eduardo y Kevin, sin que uno supiera lo que estaba pasando con el otro, habían
descubierto lo que eran, los herederos de Biqeok y Rorha a mitad de la tarde
del cinco de Enero del año pasado, y Lidia en la noche de ese día.
_Tal
cual - reafirmó Nadia, dando por finalizados los exámenes. Físicamente, Qumi
estaba perfecta -, y ese es un evento que se registró a las pocas horas en
Ecumenia, no podía ser menos, porque fue la primera vez en la historia que tres
Cuidadores aparecieron el mismo día. Además los tres tuvieron, y continúan
teniendo, ese aspecto que los hace destacar.
Se
había referido al origen terrícola de Eduardo, a ese lazo parental tan lejano
de Kevin con una de las fundadoras del más importante de los lugares grandiosos
y a la naturaleza híbrida de Lidia. Qumi no pudo evitar mostrarse sorprendida
al haber escuchado aquella información, pero comprendió, al instante, que los Cuidadores
no se equivocaban al seleccionar a sus reemplazos, y sabía que Biqeok en el
Vinhäe, Rorha en la Casa de la Magia y Seuju en el Vinhuiga no lo habían hecho.
_Y
qué hay de Marina?.
_Tiene
tu mismo talento - informó su madre -. Quiero decir que aún con lo joven que
es, apenas veintiuno, sus poderes son enormes, y su dominio sobre el elemento
aire es superior al de la mayoría de las hadas de su tipo de más edad y, por
eso, de más experiencia.
A
Qumi ya le había picado el interés. Quería conocer a sus colegas y compartir
con ellos una de esas acostumbradas reuniones que con mayor o menor frecuentes
sostenían quienes estaban al frente de los lugares grandiosos.
_Cómo
son ellos? - inquirió -. Son buenas personas?.
_Si,
lo son. Tienen una conducta social y laboral irreprochable e intachable -
confirmó Ruqi, así se llamaba la madre de Qumi -. Si uno tiene un problema, los
demás allí van a estar, para darle una mano. El ataque al Templo del Agua fue
una prueba de eso. No dudes que los vas a tener a tu lado, aportando su parte
para tu reinserción y "actualización". Además, y esto no es menos
importante, son muy atentos y responsables con los asuntos familiares. Con eso
tampoco hubo quejas. Los conocí en persona recién hoy - Ruqi quiso sentarse,
pues para ella, obvio, el tiempo no se había detenido. "Doscientos
cincuenta y siete", dijo a Nadia, cuando esta hizo un sutil e involuntario
gesto con el que pareció querer conocer no la edad, sino la resistencia de la
mujer -. Lidia todavía está con unas pocas preocupaciones, es una híbrida menor
de edad, después de todo. Marina tiene las dudas que son características de
cualquiera que esté empezando una nueva responsabilidad laboral, incluidos los
Cuidadores. Y Eduardo y Kevin... bueno, quejas no escuché, y estoy cien por
ciento convencida de que no las voy a escuchar, pero tienen un defecto, y esto
no es de ningún modo un misterio.
_Cuál?.
_El
de todos los hombres.
_Entiendo,
son unos calentones - rió Qumi -... que bueno que algunas cosas no cambiaron.
Akduqu también fue así.
Por
cuarta vez en menos de cinco minutos cambió de posición, estando al pie de la
cama. Había superpuesto la pierna derecha a la izquierda, luego la izquierda a
la derecha, más tarde estuvo nuevamente acostada y ahora se hallaba de nuevo
sentada, con las piernas estiradas y las manos apoyadas a los lados, sobre el
mullido colchón. "Este pantalón es incómodo" - declaró, cuando su
madre le hizo gestos al respecto -, "sigo prefiriendo los vestidos".
_La
moda femenina cambió, es cuestión de un tiempo hasta que puedas acostumbrarte -
le dijo Nadia, señalándose ella misma como referencia. Estaba usando un
pantalón de tela elástica, como las hadas llamaban a las calzas, y una
musculosa, ambas prendas combinando con su aura -. Sino, no tendrías más que
ver a Iris. Incluso ella se está adaptando de a poco.
_Iris,
quién es ella?., llamó Qumi con curiosidad.
_De
seguro leíste acerca de la Guerra de los Veintiocho., le dijo su madre.
Y
tanto ella como la funcionaria le hablaron acerca de ese extraordinario evento
ocurrido a mediados de diez mil doscientos cuatro, en el que se pusiera en
práctica una fórmula olvidada en el tiempo, desarrollada milenios atrás por uno
de los nombres más célebres de la historia a nivel mundial ("Mücqeu",
advirtió Qumi) con el que se lograra que los individuos transformados en almas
solitarias recuperaran sus cuerpos, auras, poderes y habilidades, de como
gracias a esa fórmula la jefa del antiguo MEU pudo recuperarse al completo en
la misma jornada que lo hicieran los suegros del Cuidador del Vinhäe.
_Por
eso Eduardo, Kevin y la princesa Elvia son tan queridos y populares en este
país, e incluso fuera de el - dijo a la Cuidadora del JuSe su madre,
concluyendo su participación en este nuevo informe, una parte de la
actualización a la que Qumi debería someterse -, y por eso se pudo revalidar el
título de Mücqeu como una de las mentes más brillantes de todos los tiempos.
_En
días, las almas solitarias en todo el planeta desaparecieron - agregó Nadia,
todavía escuchando las voces alegres y los pasos -, y con el paso de unas pocas
semanas, yo diría menos de un mes, esos hombres y mujeres fueron retomando sus
antiguas vidas. En el caso de Iris, el Departamento de Compras del Banco Real
de Insulandia, en lo que a obligaciones laborales se refiere. Hoy está casada y
tuvieron un hijo a finales de Septiembre del año pasado.
_Voy
a necesitar horas enteras durante varias semanas para ponerme al día – repitió
Qumi, incorporándose y flexionando levemente los brazos, primero hacia atrás y
luego hacia adelante. Creía, y sabía que su madre y Nadia pensaban lo mismo,
que el momento de salir de esa habitación estaba cerca –. Cuatro Cuidadores
aparte de mi, Iris con nosotros nuevamente… ¡qué opinan ustedes?, ¿cuánto
tiempo creen que va a pasar hasta que me haya actualizado y puesto totalmente
al corriente?.
_Eso
va a depender de vos y de nadie más – definió su madre, con los oídos igual de
atentos que la Consejera. Las hadas en el corredor ya estaban al tanto del despertar de la Cuidadora. No le
fue difícil suponer que podrían estar pensando una forma adecuada para darle la
bienvenida a Qumi no bien esta atravesara el umbral. “Aplausos, seguro”, apostó
Ruqi –. Pero mi consejo es que te concentres primero en esta rueda que pediste.
Una vez que la hayas pasado, vas a estar todo lo tranquila que necesites, me parece
a mi, para dedicarte a la actualización. Y de ningún modo vas a estar sola con
esa compleja tarea.
_Y
no olvidar tus responsabilidades en el Hogar de la Tierra – añadió Nadia – Es
cierto que durante los primeros días vas a tener tareas y horarios diferentes a
los que acostumbrabas, o a los que tienen Eduardo, Kevin, Lidia y Marina, pero
en algún momento vas a volver al antiguo. Personalmente, sugiero que dediques
cualquier momento libre que vayas a tener a interiorizarte acerca del JuSE y
conocer su historia de estos dos siglos
que pasaron. De esa manera vas a poder hacer las dos cosas al mismo tiempo:
trabajo y actualización.
Qumi
dio el visto bueno a la sugerencia de la Consejera, lo demostró con un gesto
facial y en ese momento volvió a la habitación médica, con un aire alegre que
saltaba a la vista, la médica asignada a la Cuidadora.
_En
efecto, se enteró todo el hospital – comunicó a las tres, sabiendo que ese aire
provenía del hecho de que su trabajo en estas pocas horas con la paciente había
sido excelente – están cada uno de ellos
fuera de esta habitación deseando poder verte y hablarte, Qumi. El salón en el
nivel más alto ya está listo para la rueda de prensa, ahí hay doscientas
personas. Tuvimos que hacer espacio para que cupiera esa cantidad, algo que no
fue sencillo. Tu familia, funcionarios locales y de Austronesia, los
periodistas, los Cuidadores, parte del personal del JuSe…
Una
sonrisa se dibujó en la cara de la Cuidadora.
_Pues,
en ese caso, tenemos que ir., anunció.
Estaba
claro que con eso, la práctica no sería lo mismo que la teoría. Qumi podía ser
en extremo poderosa, estar con un excelente estado físico (y un excelente
atractivo físico) y tan cuerda como cualquiera, pero los nervios y temores iban
al frente. Ruqi lo sabía, lo estaba viendo y advirtiendo, por lo cual apoyó las
manos sobre los hombros de su hija, intentando infundirle ánimo y confianza,
mientras ambas profesionales de la salud se sumaban a ese esfuerzo aportando
palabras y gestos. “No vas a estar sola”, le recordó la médica, dándole otro
presente, otra de las posesiones de Qumi, y esta tuvo en sus manos el bastón de
mando del Hogar de la Tierra, que en el curso de estos doscientos años había
quedado fuera de la oficina de dirección del lugar grandioso, en el despacho de
uno de los notables, el de mayor edad, porque ese era el reglamento: en la
ausencia del Cuidador y su segunda, el bastón y la cinta con el emblema debían
quedar en las manos y la oficina del notable más antiguo, tanto por edad como
por el tiempo que llevara trabajando en ese lugar grandioso, que en el caso del
Hogar de la Tierra estuvieron encomendados al jefe de relaciones
institucionales, un hombre de doscientos ochenta y seis años quien también
había tomado como vitalicias sus responsabilidades, siendo este uno de los
notables contemporáneos de Qumi en sus años al mando.
_Aún
restan algunos minutos, creo que hasta las diez y cinco – le avisó la médica, y
también a las otras dos mujeres –, detalles menores, únicamente. No es más que
ubicarse de una manera específica.
Le
explicó que estaría sola en el atrio, puesto que era la protagonista excluyente
de la jornada. Sus parientes habrían de estar ubicados contra una de las
paredes laterales, en tanto que en la otra lo harían sus colegas Cuidadores,
funcionarios y diplomáticos de ambos reinos y del CSP, quedando las ciento
veinticinco sillas, dispuestas en impecables hileras, para los miembros de
ambas familias reales, los notables del JuSE, autoridades de la institución
médica, donde no recordaban que alguna vez se hubiese vivido una situación tan
atípica, y, por supuesto, los hombres y mujeres del periodismo
_Tranquilidad
y serenidad – insistió, conociendo cuán importante era eso, Ruqi, otra vez
apoyando las manos sobre los hombros de su hija –. Desde el mismo instante en
que dejes esta habitación vas a estar rodeada de personas de los dos sexos
dispuestas a ayudarte.
_Y
recordá que tus colegas van a ser uno de los principales soportes, en lo que a
responsabilidades laborales se refiere – puntualizó Nadia – Marina,
principalmente, porque el Tep-Wo es el lugar grandioso más próximo al tuyo. ¿o
todos?. Ustedes tienen esa habilidad que al momento no practicaron, porque
nunca sintieron ni tuvieron la necesidad.
Nadia
había hecho mención a los símbolos que aparecían en la frente de los Cuidadores
cuando dos o más de estos se encontraban a cierta distancia uno de otro, de esa
manera actuaba como alarma anunciando la cercanía. En otras circunstancias,
advertía a los Cuidadores cuando uno o más de ellos estuvieran en problemas o
necesitaban de ayuda. Era una habilidad – la de pedir socorro – que
perfeccionaban en base a prácticas y que se hacía más afinada conforme las
hadas al mando de los lugares grandiosos se volvieran más poderosas.
_Incluso
vos y los otros podrían desarrollar la tele transportación – la alentó su
madre, o empezó a hacerlo –. Eso les daría las mismas posibilidades que la
reina Lili, por ejemplo. Viajar de un punto a otro, que importe la distancia,
literalmente en un parpadeo. Más rápido incluso que las puertas espaciales.
Qumi
sonrió.
_Más
adelante voy a tener tiempo para finar esa y cualquiera de las otras
habilidades que poseo – dijo, concluyendo que ya no había algo para mejorar en
su aspecto ni en su imagen. Tomó su larga cabellera, cuyo color heredara de su
padre, y la sujetó con una cinta de seda del mismo tono que su piel, este
heredado de Ruqi –. Primero lo primero. Necesito ponerme al corriente de todo.
Actualizarme, antes de dedicarme a volverme más fuerte y aprender cosas nuevas
– posó frente al espejo en el cuarto de baño y volvió a la habitación – Bien,
ya estoy lista. ¿Vamos?.
“Vamos”,
coincidieron las mujeres, enfocándose en la puerta.
Aquella
se abrió vía telequinesia, siendo Nadia y la médica las primeras en salir de la
habitación, seguidas inmediatamente por Qumi y su madre, y entonces se produjo
lo que vislumbraran. Esa felicitación y las demostraciones de bienvenida para
con la Cuidadora del JuSe, incluidos los aplausos. Muy pronto, Qumi se vio
inmersa en una multitud que, como bien sabía, estaría presente hasta el mismo
instante en que hubiera vuelto a su casa, en Austronesia. "Sigue estando
tal cual permanece en tu memoria", le dijo su padre, de todos los
individuos allí presentes el primero en abrazarla, exclamando acto seguido
"Bienvenida!". Alguno tuvo la ocurrencia de ponerse a entonar las
estrofas del himno patrio de Austronesia en tanto continuaba el recibimiento,
algo que superó lo que la protagonista de esta historia podía tolerar antes de
dejar caer las primeras lágrimas de alegría y empezar nuevamente a temblar, sin
poder ni querer contenerse. "Ya se, el tiempo no fue generoso
conmigo", le dijo su hermano, en quien los más de dos siglos y cuarto
(doscientos cuarenta años) se notaban fácilmente. Así, entre aplausos y otras
demostraciones, la multitud que inundaba los corredores y los esfuerzos por no
trastabillar e intentar volver a la normalidad, a Qumi le demandó alrededor de
media hora en llegar al salón en el nivel más alto, traspasando el umbral en el
momento en que se cumpliera el primer minuto desde las diez. "Hemes fewo,
Qumi, sefufeoda imfi JuSe! (Bienvenida, Qumi, Cuidadora del Hogar de la
Tierra)", fue la frase que cada uno de los seres feéricos y elementales de
ambos sexos, todos de pie, pronunciaron al unísono, con voz clara y alta. Fue
avanzando por el reducido espacio que quedaba libre, reconociendo a sus
familiares más por instinto que por otra cosa, no detectando entre ellos a
ninguno de los que conociera ("Lo se", dijo, lamentándolo,
anticipándose a las explicaciones que estuvo por darle su padre) , a los
Cuidadores, identificándolos por los símbolos brillantes, a los funcionarios de
los dos países, a Iris, aplaudiendo con tanta efusividad como los demás...
"Se los agradezco" - dijo, deseando mantener la sobriedad, algo que
no le sería fácil, pues sus ojos seguían vidriosos y aún temblaba -...
"haber vuelto es... no se... por lo pronto grandioso". Por supuesto,
las hadas y elementales sabían que la Cuidadora tendría esas pausas durante la
introducción y la posterior ronda de preguntas, y no la podían culpar - tampoco
lo harían, reconocieron, porque el corazón hubiera superado a la razón al optar
por transformarse hacía dos siglos -. Más que eso, la justificaban. Teniéndola
allí, sola en el atrio, observándola serenarse y buscando las palabras
correctas para empezar, intentaron verle el lado positivo en el hecho de que
los Cuidadores eran ahora cinco.
Y
así empezó la introducción, el monólogo de Qumi.
Fue
un espacio de tiempo de dos tercios de hora en que la Cuidadora no hizo otra
cosa que hablar acerca de lo que el común de los seres feéricos y elementales
ya sabían. Por medio de los relatos de quienes fueron testigos presenciales,
los registros históricos y los artículos periodísticos correspondientes al
período de seis días, entre el veintinueve de Diciembre de diez mil cinco y el
tres de Enero de diez mil seis, supieron que la Cuidadora había tomado la decisión
de transformarse en una estatua de vulcanita ante esa fatalidad que le tocara
vivir a su compañero en alta mar. Qumi sabía acerca de la imposibilidad de
seguir aprendiendo sin Akduqu. Lo que las hadas le contaran había sido un golpe
anímico y emocional tan grande que dentro suyo sintió que no tenía lugar ni
tiempo para otra cosa que no fuera esperar allí, en ese punto de Insulandia, a
que su compañero sentimental volviera junto a ella, tal cual se lo prometiera.
"No estuve loca ayer ni lo estoy hoy" - dijo a la multitud en el
salón, que escuchaba en silencio -, "se lo que oí, se que fue real".
Siempre había creído y sostenido que aquellas insistentes palabras de la
Cuidadora sobre que Akduqu estaba con vida se debían a que la terrible noticia
que recibiera había causado que se mostraran los primeros indicios, la voz de
una persona que ya no existía, de falla en sus facultades. Escuchándola y
observándola, las hadas confirmaron y se dieron cuenta que la cordura jamás
estuvo afectada, no dejando de reconocer, al mismo tiempo, que la suerte de
Akduqu y su mensaje eran auténticas incógnitas. Más tarde, la Cuidadora les
habló del motivo por el cual había decidido dar por terminado su período siendo
una figura de vulcanita con las manos apoyadas sobre los remanentes del
rompeolas. "Sentí que era el momento de volver", había dicho para
empezar, explicando que eso era lo primero que presintiera desde aquel lejano
tres de Enero, porque todos sus sentidos (como le explicara a su madre y a
Nadia en la habitación) y cualquiera otra forma de contacto con todo lo que la
rodeaba había, simplemente, desaparecido. "Es lo mismo que haber estado
muerta", dijo Qumi, al reparar en una comparación que pudiera ser
acertada. Les explicó que en el momento en que, súbitamente, sus sentidos
volvieron a estar alertas y funcionando, fue el que sin dudas comparó a una
resurrección, algo biológicamente imposible - la catalepsia era un fenómeno tan
raro como la partenogénesis y extremadamente difícil de comprobar. Aquellas
hadas que optaban por no incinerar sus restos consideraban un sacrilegio y una
ofensa el hecho de exhumar los cadáveres -. Sabiendo que sobrevendría un
desmayo, la inmediata reacción tras el fin de ese hechizo, enfocó sus sentidos
intentando ubicar a los seres feéricos o de las otras especies elementales y,
para su sorpresa, detectó la presencia de un Cuidador no muy lejos de allí, y
asumió que, de todas las posibilidades, era la indicada. Emprendió el viaje e
instantes más tarde halló a su par de congéneres (Eduardo e Isabel) rodeados
por los mint-hu. "Sabía lo que tenía que hacer", dijo a la multitud
congregada en el salón, y narró esos pocos segundos, lo vivido en estos, que
transcurrieran hasta su desmayo. De como derrotó y destruyó a los monstruos sin
esfuerzos ni problemas, salvando a las hadas que ya habían derrotado a otros
enemigos, y de como, habiéndose acercado, advirtió que se trataba del Cuidador
del Templo del Agua y un hada de fuego - más tarde sabría que formaban un
matrimonio, y que Isabel era la segunda al mando de ese lugar grandioso -,
antes que sus ojos se cerraran nuevamente. Qumi completó estas palabras
introductorias hablando a la multitud sobre algo que era ya de público
conocimiento, que ninguno de los monstruos había demorado todo lo que eran capaces
de ofrecer al no haber sido creados siguiendo el protocolo al pie de la letra y
por alguien sin experiencia que únicamente tenía el conocimiento mínimo y
básico. "Eso explica que hayan sido destruidos tan fácil" -
interpretó la Cuidadora del Hogar de la Tierra -, "lo mismo con aquellos
que atacaron el Templo del Agua", y dirigió su vista a Eduardo e Isabel,
quienes en todo momento estuvieron con los sentidos más que alertas y atentos,
especialmente el oído, captando cada palabra y gesto de la Cuidadora, a la que
ya agradecieron que les diera una mano con los mint-hu, tratando de hacer lo
mismo que cualquier individuo que estuviera relacionado directa e
indirectamente con ese par de incidentes: descubrir la identidad de los
atacantes (algunos ya creían haberlo hecho) y sus propósitos. A las diez horas
con cuarenta y cinco minutos, la Cuidadora dio por terminado el monólogo, con
la frase "Eso fue lo que pasó, y por qué pasó". A ese instante le
siguiera quince minutos, hasta las once, que Qumi quiso usar para descansar,
para hacer un repaso de todo cuanto dijera y explicara a sus congéneres y, por
supuesto, analizar su estado nervioso, ver cuánto lo debía mejorar, y estudiar
su desempeño hasta ahora. No creía haberlo hecho mal, si se basaba en las
reacciones e impresiones de quienes la estuvieron escuchando.
_La
primera pregunta., quiso la Cuidadora, pasado ese lapso.
Con
esas palabras, empezó la rueda de prensa. Qumi se mostró en todo momento
dispuesta a contestar una a una las preguntas y planteos que le fueran
formulando los periodistas, sin importar de que país provinieran. Fueron
cuestiones vinculadas a su papel como la dirigente de uno de los lugares
grandiosos y a su rol en la sociedad, pues Qumi había sido y continuaba siendo,
por supuesto, la Cuidadora del JuSe, una persona influyente y poseedora de gran
popularidad e idéntico prestigio. También a ese proceso de actualización al que
debería someterse, a su interacción y cooperación con sus colegas, las
reuniones familiares y el estado actual del Hogar de la Tierra. Qumi tuvo la
voluntad y la paciencia para responder una a una las preguntas que iban
surgiendo entre los periodistas, y para cuando la respuesta a la última, sobre
cómo haría para elegir un nuevo segundo al mando para el JuSe y cuánto tiempo creía
ella que le iba a demandar esa tarea ("Mucho va a demandarme", fue la
respuesta, porque no tenía idea de quiénes podrían ser los candidatos, aunque
por su mente no dejaron de pasar las caras y nombres de los notables con los
que conviviera en sus anteriores años como Cuidadora), se cumplieron doce horas
desde que, por instinto o por lo que fuere, decidiera que era el momento justo
para volver. Qumi estuvo segura de que cada periodista presente allí habría
llenado no menos de cuarenta páginas de esos cuadernos que trajeran consigo.
También hubo varios estallidos, producto de las fotografías que se tomaran, la
mayoría de las cuales tuvo como figura excluyendo a la Cuidadora del JuSe.
Esta, en tanto se reunía con su familia y el salón volvía a convertirse en un
hervidero, a causa de los pasos y las voces, todavía se esforzaba por conservar
la compostura, la cordura y respirar con normalidad. "No salió tan
mal", reconoció al fin, sintiendo los primeros y evidentes signos de
alivio en su respiración, hablando las primeras palabras con su familia, a la
que no solo estaba viendo por primera vez, sino también conociendo. El estado
físico, el psicológico y el anímico de Qumi y su aspecto fueron objeto de
observación y estudio durante cada minuto de los transcurridos desde que
entrara al salón, y las primeras e inmediatas impresiones, como antes lo
advirtieran en la habitación, fueron que se encontraba en condiciones tan
perfectas que de ninguna manera requeriría de tratamientos médicos
Qumi estaba en un estado excelente por donde
se la mirara y lo único extraño en ella, que por supuesto no pasó desapercibido
para las hadas y otros elementales, fue ese temor a dar un paso en falso, a
equivocarse en su comportamiento, en los gestos y las palabras. "No lo
puedo evitar", se excusaba, cuando advertía ese pensamiento. Fue recién a
las trece menos cuarto que empezó la lenta desconcentración, encabeza por los
enviados de la prensa, quienes ya mismo empezarían a redactar y editar la
exposición de la Cuidadora y la posterior ronda de preguntas y respuestas.
Después se fue yendo la mayoría de los funcionarios de los dos países y los del
CSP, no sin explicar estos últimos a Qumi que en el corto plazo debería
reunirse con Kevin, Eduardo, Lidia y Marina para actualizar la fotografía que
mostraba a los Cuidadores como un grupo. "Podríamos hacerla ahora?",
se entusiasmó la Cuidadora del Hogar de la Tierra, insistiendo en su mente con
eso de conservar la compostura, esperanzada con que accedieran a este pedido
suyo, recordando aquel día, el posterior a que descubriera que era la heredera
de Qïma, en que fuera retratada con sus mejores galas y portando el bastón y la
cinta con el símbolo del elemento tierra. "Me parece bien", contestó
el representante del CSP, delegando en la princesa Elvia las tareas de
supervisará y dirigir el evento. "Puede tardar alrededor de una hora, tal
vez una y media", dijo a Qumi, al reunirla con sus colegas en el atrio.
Los cinco Cuidadores aceptaron ese lapso, coincidiendo con que les sería útil para
quedar presentables, y, mientras continuaba la desconcentración, ellos
permanecieron allí, decidiendo que fuera ese mismo salón el lugar para ser
retratados. "Porque acá fue donde nos conocimos y encontramos por primera
vez", argumentó Qumi, que había propuesto esa idea en primer lugar.
"Entonces vamos a empezar", convino la médica que estuvo a cargo de
la organización de la reaparición en público de Qumi.
"Día
por demás atípico", comentó el Cuidador del Vinhäe.
Y
continuaría siéndolo.
Estando
de vuelta en el salón del Hospital Real, alrededor de cuarenta minutos después,
ya aseado y con las mejores galas, lo halló definitivamente más vacío que
antes. Allí estaban Qumi y sus padres, hablando y comentamos acerca de la
exposición de la Cuidadora del JuSe; Isabel y Kevin, aún lamentando este el que
no hubieran podido reunirse para las celebraciones, intentaban imaginar cómo
repercutir entre los ilios esta reaparición (ya averiguaron Eduardo si habían
sido absorbidos o no por el catastrofismo), y estaban acompañados por Wilson e
Iulí, sosteniendo ambas mujeres con delicadeza a Melisa e Ibequgi; cerca de
allí estaban Lidia y Marina, las Cuidadoras del Templo del Fuego y del
Santuario del Viento, contra una ventana que ofrecía la espectacular vista de
una de las principales avenidas de Plaza Central, escoltadas ambas por Kuza,
resultando imposible, o casi, a los adultos, el no reírse desde el instante en
que la nena, que al igual que sus colegas ya estaba de punta en blanco, pidiera
a Marina que le describiera que se sentía conservar la forma de una cigüeña,
demostrando así cuanto le fascinaban esas aves - mirándose uno a otro, Kuza y
Marina intentaron estimar la reacción de Lidia, cuando, llegada ella a cierta
edad empezara a hacer esas "preguntas incómodas" a sus padres -; Iris
y Elvia también estaban allí, intercambiando conocimientos y experiencias
acerca de esa compleja y gratificante tarea de ser padres, teniendo en los
moisés a Sebastián y Mizûk, y completaba al grupo de una docena y media de
individuos, entre adultos y menores de edad, la fotógrafa oficial del reino,
aquella que acompañaba a los reyes en la mayoría de los actos públicos, y quien
dirigía el Archivo Fotográfico Real. El escenario ya había sido preparado para
la toma, habiendo removido el atrio, el amplificador mecánico de voces y
sonidos (un prodigio tecnológico que ya era furor en la sociedad) y puesto un
enorme telón blanco para que sirviera como fondo. "Como gusten",
anunció la fotógrafa, señalando a los Cuidadores aquella pieza, y en menos de
cinco minutos estuvieron posando. Qumi estaba en el medio, correspondiéndole
ese honor por ser, al mismo tiempo, la más antigua y reciente de las hadas a
cargo de los lugares grandiosos. A su derecha e izquierda estaban Lidia y
Marina, respectivamente, al otro lado de la nena híbrida Eduardo y Kevin a la
izquierda de la Cuidadora del Tep-Wo. Los cinco, unos más que otros, ya tenían
experiencia en ser retratados, de manera que ninguno tuvo problemas en cumplir
los pedidos e indicaciones de la experta. "Firmes, sonriendo y bastones
visibles", les había dicho, y pasados esos minutos vieron esa luz
brillante acompañada de una pequeña nube de humo gris que les indicó que la
fotógrafa ya había hecho la toma. "Son años de experiencia", dijo a
los Cuidadores y la concurrencia en general, cuando parecieron (de hecho, lo
hicieron) en lo rápido del proceso, y anunció que el juego de una decena y
media de copias estaría lista recién en una semana. "Para ese momento
todos nosotros vamos a haber vuelto a nuestras obligaciones", dijo el artesano-escultor,
quien esta misma noche volvía a la Casa de la Magia, llegado el último cuarto
de la jornada dominical. "Coincido, esta situación lo amerita",
estuvo de acuerdo Eduardo, en tanto recibía de manos de su compañera a la hija
de ambos y el común de los presentes en el salón, al que con atino juzgaron
como poco tradicional para este último evento, pensaba ya en las siguientes
actividades para ocupar lo que quedaba del día.
_Nos
vamos a casa - contestó Qumi, cuando Iris le preguntara que harían ella y sus
padres -. Vamos a comer algo e inmediatamente después volvemos.
Llegadas
las diecisiete horas en punto, la Cuidadora del Santuario del Viento, Eduardo e
Isabel, esta sosteniendo a Melisa con ambos brazos, se habían animado a la alta
temperatura insular, tan característica del archipiélago, y estaban ahora en la
plaza central, ocupando un juego de bancos de instalación reciente, teniendo
con ellos las suficientes bebidas como para soportar el calor - treinta y seis
grados! -. Eran, por supuesto, especialmente Qumi, blanco de decenas de pares
de ojos, porque quienes andaban por allí no podían menos que observar al grupo,
teniendo este a la protagonista de ese tan extraordinario evento y esta jornada
así de particular. Para la Cuidadora del JuSe era también un momento especial,
ya que por primera vez en la vida estaba en el casco histórico de la capital
insular.
_Seguro
ya habrán preparado una guardia de honor - apostó Iris, para quien había
llegado el momento de cumplir, por cuarta vez en el día, con esa tarea que era
exclusiva de las madres, al haberse despertado su hijo (el "príncipe
Mizûk", porque eso era, a efectos legales e históricos). También para
Isabel, de manera que las dos ya estaban amamantando a sus descendientes, en
una práctica, hacerlo en público, que de a poco iba ganando terreno -, y es que
pasó lo mismo cuando los padres de Isabel y yo volvimos... por llamar a ese
evento de alguna manera, a mediados de diez mil doscientos cuatro.
Aquel
recuerdo aún estaba presente en su memoria. A los tres, las hadas les hicieron
una ceremonia de bienvenida tan grandiosa que aún sobrevivía en su memoria. En
el caso de Iris, la reina Lili había dispuesto la guardia de honor desde su
habitación, en el Castillo Real hasta el auditorio en que explicara lo ocurrido
a la multitud.
_Se
lo debemos a los tres suicidas que viajaron a la Casa de la Magia., intervino
Isabel, desviando la vista intencionalmente hacia su marido.
Eduardo,
Kevin y la princesa Elvia habían sido los autores intelectuales de la vuelta de
Wilson, Iulí e Iris, los encargados de llevar por primera vez a la práctica una
investigación desarrollada hacía milenios, seis meses después de iniciada la
Guerra de los Veintiocho, y que a causa de una batalla de su creadora contra un
grupo de ilios quedara sepultada en el tiempo. Iris aún desconocía por qué el
recuerdo de ese trabajo había desaparecido incluso de su memoria.
_Les
debemos nuestras vidas - sentenció Iris, reviviendo en la mente el instante en
que Eduardo y ella protagonizaran el debut de la fórmula que desarrollara
Mücqeu -, literalmente.
_Sin
embargo, hay un detalle acerca de eso que nadie entre las hadas pudo ver hasta
hoy, incluidos ustedes y yo - intervino Marina, luego de ingerir un prolongado
sorbo de agua -. No es que sea gran cosa, pero igual cuenta.
_Qué
cosa?., le preguntó Qumi.
_Lss
reacciones que habrán tenido los ilios cuando se enteraron que Iris estaba de
vuelta - contestó su colega -, porque una cosa es haber sabido acerca de todo
cuanto sintieron esos seres, y otra haberlos visto no bien las primeras
noticias empezaron a llegar a Iluria. Nosotros supimos que los ilios lanzaron
los más grandes gritos de pánico no solo allí, sino en todo el mundo.
Como
cualquiera de sus congéneres, Marina no sentía ninguna simpatía por esos seres
elementales. Además, era catastrofista, y pensaba que la vuelta de Qumi podría
ser interpretada por los ilios como una mala señal, lo cual habría de reforzar,
a su vez, los postulados del catastrofismo. "Y falta el Tep-Mab",
agregó, refiriéndose al Santuario de la Luz, el último de los lugares
grandiosos vinculados a los elementos de la naturaleza - agua, aire, fuego, luz
y tierra - que aún no tenía un Cuidador. A su mente acudieron otros, como el
Vinpe y el Vipde... Desde los tiempos de la Guerra de los Veintiocho que todos
los lugares grandiosos no quedaban bajo la protección de sus máximas figuras de
autoridad.
_A
mi tampoco me cayeron bien - reconoció el Cuidador del Vinhäe, distrayéndose
con el sonido del chapoteo al emerger una pareja de sirénidos desde la
magnífica y enorme fuente y apoyar los brazos en el borde -, desde la primera
vez que los tuve cara a cara fue así.
Durante
su visita a un yacimiento había comprobado que lo que decían y comentaban las
hadas y lo que estaba escrito era verdad. Los ilios eran seres desagradables
que no sentían ni deseaban nada bueno para con los demás, con una estructura y
organización social bastante primitivas, lo contrario a las otras especies -
"Incluso podrían estar superándolos algunos animales", compraban algunas
hadas -, extremistas y fanáticos, y en oposición constante a cuatro forma de
interacción con los otros seres elementales, especialmente con las hadas, a las
que veían como la principal causa de todo lo malo que les pasaba. Todo eso se
daba, según ellos, por obra y causa de la "Trinidad Maligna", tres
deidades de la fe ilia que representaban cada uno de los aspectos,
sentimientos, emociones y cosas malas que pasaban en el mundo, no solo a los
propios ilios.
_Ustedes qué piensan? - preguntó Qumi al grupo
-. Habrán estado atrás del ataque al Templo del Agua y el incidente de esta
madrugada?.
De
inmediato, la Cuidadora, quien estaba en la plaza no solo para descansar y
disfrutar del paisaje, sino también a la espera de sus padres (estos estaban
aún en el Hospital Real, ocupándose de los trámites de externación), advirtió
cuál iba a ser la respuesta de su colega del Tep-Wo, ambas figuras del Vinhäe e
Iris, y fue esta quien habló, para decir:
_Absolutamente.
Lo malo es que no tengo una forma de probarlo, que es el mismo problema que
tenemos todas las hadas. La creación de esos monstruos implica el uso de las
artes mágicas, y si pudiéramos probar que los ilios hicieron una cosa y la otra
su suerte prácticamente quedaría sellada - hizo una pausa, al dar por terminada
su tarea de madre, tras lo que Mizûk, abriendo y cerrando velozmente sus
pequeños dedos, volvió a quedarse dormido -. Si ellos crearon los monstruos,
significa que hicieron el primer movimiento, y esa es una de las principales
reglas de la guerra, dejar que los del otro lado sean los primeros en atacar, y
eso le va a dar lo poco de legalidad a nuestra respuesta que todavía no tiene.
Con respecto a lo otro... los ilios desprecian la magia porque la consideran
como una de las obras de la Trinidad Maligna. Y si pudiéramos demostrar que la
usan, aunque sea para algo absolutamente menor e insignificante, no ya la
creación de tal o cual clase de monstruo, se expondrían directa e
indirectamente al descrédito más grande de su existencia. Y si estuvieron detrás
de esos incidentes, usando la magia y lanzando el primer ataque... treinta y
cuatro millones ochocientos mil ilios viven hoy en el mundo, la mayoría en el
oeste noroeste de este continente. Tendrían que pelear todos juntos al máximo
de sus capacidades si quieren tener una oportunidad, porque esta vez no van a
tener como oponentes a una fracción de la población feérica y elemental, como
pasó durante la Guerra de los Veintiocho, sino a toda.
_Tu
vuelta consiguió mantenerlos a raya., le dijo marina.
_Y
la PoSe continúa trabajando constantemente., agregó Qumi.
Iris
sonrió.
_A
veces preocupa que estén quietos y en silencio como cuando se mueven y hablan,
ese es uno de los postulados del catastrofismo – dijo, moviendo lenta y
rítmicamente los brazos de un lado a otro. Su hijo al fin se había dormido del
todo, y ella lo depositó con suavidad en el cochecito – Y, si. Es cierto que la
PoSe trabaja día y noche, pero los ilios pueden ser lo bastante inteligentes
como para no dejar pruebas de las cosas que hacen.
Las
Cuidadoras, mirándose entre si, tomaron como ciertas esas palabras, y no dejaron
de pensar que para los ilios podría esta ser otra de esas oportunidades que
rara vez podían presentarse, siempre con el supuesto de que hubieran sido los
autores intelectuales de ambos ataques anteriores. Cuando finalmente apareciera
la heredera de Zak´lu, el Santuario del Viento, este habría sido la menos
lógica de las opciones, dado el enorme movimiento y la actividad producto de la
llegada de la nueva Cuidadora; la Casa de la Magia estaba tan alejada como para
intentar un ataque sin estar meses enteros ocupándose de la planificación, y
Kevin y Cristal veían en esa distancia una de las mejores defensas; el Vinhuiga
estaba a cargo de una menor de edad, por lo que las medidas de seguridad eran
más estrictas que en los otros lugares grandiosos, habiendo incluso agentes
Qar´u , las fuerzas especiales insulares, trabajando de incógnito; y el Templo
del Agua tuvo a su Cuidador ausente, habiendo quedado al mando de un hada (Isabel)
cuyo atributo era exactamente lo contrario al agua. Ahora se daba una situación
parecida, porque Eduardo e Isabel estaban en este momento disfrutando de la
jornada (y de sus vacaciones, de paso) en el casco urbano e histórico de la
Ciudad Del Sol, Marina estaba con ellos – Taynaq, el príncipe ucemita, estaba
debutando con su papel de segundo al mando en el Tep-Wo –; Kevin, de paso otra
vez en el archipiélago insular, no había podido resistirse a la tentación de
hablar con sus parientes acerca de la necesidad de reunirse en alguno de los
dos lugares para compensar el que no hubieran podido hacerlo en las
festividades; y Lidia había vuelto al Templo del Fuego porque uno de los
empleados de ese lugar grandioso le había informado sobre una insignificante
suba en la temperatura corporal de Suakeho, su hermana, que, si bien no era
para preocuparse ni por equivocación, la nena híbrida no quiso ignorar, y por
supuesto tampoco su padre, de manera que los dos emprendieron raudos el vuelo
hacia allí. “Eso nos deja el JuSe”, concluyó Qumi, cambiando la postura
(continuaba pensando y sosteniendo que el pantalón ajustado era incómodo) y
extendiendo las piernas. En estos momentos, se alegró por reconocer, el lugar
grandioso novecientos kilómetros al norte de la capital de Austronesia era otra
de las opciones menos lógicas, cuando no imposibles, para intentar cualquier
clase de ataque. “Me gustaría empezar a trabajar ahora mismo”, fue su deseo,
pronunciado con voz clara y alta.
_Hay
que seguir una de las máximas reglas de la guerra, entonces – insistió Iris,
contagiando a todos quienes la rodeaban la felicidad, al escuchar por primera
vez desde el veintinueve de Septiembre / Clel número veintidós, lo que más
emocionaba a los padres: la risa de un bebé. Este acontecimiento,
particularmente dichoso para la madre, ameritó aplausos de parte de Isabel, que
también había dado por terminada su tarea de madre, y los tres Cuidadores –,
dejar que el otro bando haga el primer movimiento. Si los ilios aún no lo
hicieron, sigamos esperando. Si lo hicieron ya, estos dos incidentes u otros,
consigamos las pruebas.
_Hay
quienes sostienen, y no hablo solo del catastrofismo, de quienes son adeptos a
el, que en su momento hubo espías ilios que conocían el momento exacto del
primer ataque del Movimiento Elemental Unido, y dejaron simplemente que
ocurriera, porque eso les iba a servir como excusa no solo en ese tiempo, sino
de por vida – dijo Qumi. Hablar acerca de algo que estuviera relacionado con
esos aislados seres elementales no era lo que había deseado para entretenerse
en las horas posteriores a su vuelta, pero al mismo tiempo sentía la necesidad
de mantenerla –, ¿será cierto eso?.
_Otro
mito que cobró fuerza a medida que fue avanzando la Guerra de los Veintiocho,
aportó Isabel.
Aquel
mito sugería la posibilidad mencionada por la Cuidadora del JuSe.
Concretamente, la existencia de un manifiesto ilio de sesenta y cuatro postulados,
oraciones más bien breves, en las que los líderes tribales hubieron de recibir
la orden, la cual debían cumplir a rajatabla y sin cuestionar, de dejarse
atacar violentamente en esos días, pues esa sería la base de un plan diseñado
para la dominación del mundo, no solamente de esa porción enorme a la que
consideraban un regalo de sus dioses. Según ese manifiesto, clasificado como
una “teoría conspirativa”, los ilios habían consignado sesenta y cuatro puntos,
a los que se llamó “verdades” para usarlos como una guía permanente y fuente de
consulta, ubicando a esta al mismo nivel y dando idéntica importancia que sus
textos religiosos. Si ese manifiesto fuera cierto y existiera, las hadas y
otros seres elementales podrían confirmar, además, que los ilios, en efecto,
habían desarrollado un sistema de escritura, y eso por si solo representaría
otro duro golpe para los ilios, a su credibilidad, prestigio y reputación.
_Habría
que confirmar primero que se trata de algo real, que de verdad existe, y
sospecho que en el improbable caso de que lo hagamos y descubramos su
ubicación, ellos van a destruir cualquier evidencia… y por supuesto que lo van
a negar, el que ese manifiesto haya existido alguna vez – expuso Isabel,
batiendo sus alas para generar ese aire que les permitiese a ella y su hija
soportar el calor –. Nunca el mínimo rastro siquiera de que hayan desarrollado
un sistema de escritura, tan solo pictogramas que nos resultan extremadamente
difíciles, cuando no imposibles, de comprender.
_
Qïma me contó sobre una experiencia personal que tuvo con los ilios, en sus
primeros días como Cuidador del JuSe., empezó a hablar Qumi.
Y,
sabiendo que restaba menos de un cuarto de hora para que llegaran sus padres,
les dio esta clase de historia, describiéndoles un encuentro que su antecesor
tuviera con tres individuos ilios, una
semana después de que quedara a cargo del lugar grandioso. Los había
descubierto intentando robar piezas
arqueológicas recientemente descubiertas en el Hogar de la Tierra que,
curiosamente, tenían grabados e ilustraciones similares a los pictogramas
ilios, y que tras una exhaustiva investigación, habían sido clasificadas como
pertenecientes al período previo al Primer Encuentro, específicamente al
período del “Bombardeo Planetario”, aquel evento cataclísimico que los ilios
interpretaran como una señal divina – la supresión de todos los elementales de
iluria y su posterior entrega a los legítimos propietarios, como ellos mismos
se definían –. “Los asaltantes huyeron antes que los pudiesen capturar”, dijo Qumi,
haciendo mención al hecho de que aquellas piezas aun existían y formaban parte
de las exposiciones permanentes en el museo de arqueología e historia del JuSe.
_¿Por
qué habrían querido robar esas piezas?., se extrañó Eduardo, relevando a su
compañera en la tarea de sostener mecer
con ambos brazos a Melisa.
Qumi
no tenía la respuesta correcta para eso, y dijo lo que las hadas daban por
sentado desde aquel mismo instante.
_La
similitud en los pictogramas les habría hecho creer que las piezas eran de su
propiedad – contestó –. Qïma me pidió que protegiera esas piezas, porque
formaban y forman parte del patrimonio del lugar grandioso, y eso hice en mis
años como Cuidadora, y eso voy a seguir haciendo porque… ¿qué pasa?.
Porque
Iris se había puesto de pie, con todos los modales de una dama.
_Te
lo encargo, necesito irme por un instante – sacando a su hijo del cochecito y
dejándolo en manos de Qumi. Su expresión se había vuelto seria, aunque en su
cara se advertía una sonrisa de triunfo –, no voy a demorar mucho. ¿Me podrías
acompañar, Marina?.
_si,
vamos., accedió la Cuidadora del Santuario del Viento.
Ambas
damas, mirando al centro de la plaza y luego los alrededores, buscando un lugar
despejado que les permitiese emprender el vuelo transformadas en un cuervo y
una cigüeña, sonrieron nuevamente a Eduardo, Isabel y Qumi, y empezaron a
caminar.
_
¿Tenemos que darle la 2maravillosa noticia “ a Zümsar?., inquirió el Cuidador
del Templo del Agua, curvando los labios hacia arriba, provocando un
instantáneo y leve enrojecimiento en la funcionaria del Banco Real de
Insulandia.
_Me
parece que la maravillosa noticia habría que dársela a Taynaq, pero quisiera
hacerlo yo – habló Marina, en cuyas mejillas no había un tono leve de rosa,
sino un rojo más bien intenso –, cuando vuelta… lo supe recién al mediodía.
Y,
en tanto se iba, recibió aplausos y gestos de felicitación, que para cualquiera
de las personas que andaban en ese momento en la plaza central podía ser a
causa del evento que ocurriera en la madrugada y las impresiones y temores que
todavía persistían en la Cuidadora del Santuario del Viento. Observando como un
cuervo y una cigüeña batían sus alas y remontaban el vuelo, advirtieron que no
bien aquello tomara estado público sería fácilmente otro de los grandes eventos
del año. “La madre es una Cuidadora y el padre un príncipe”, concluyó Isabel,
coincidiendo en que ese tema debía quedarse allí hasta que uno de sus
protagonistas o ambos decidieran que había que darlo a conocer. “Y la boda”,
agregó Qumi, reconociendo que este era otro de los casos “primero el embarazo y
después el casamiento”, justamente lo contrario a una de las costumbres más
antiguas de las hadas.
_Todavía
no pudimos agradecerte como corresponde el que nos salvaras la vida esta
madrugada., dijo Eduardo a su colega, pasándole la mano izquierda por la
frente, en sentido horizontal.
No
era para quitarse el sudor, al menos no del todo. Con el correr del día había dejado
de sentir la marca que actuaba como alarma anunciando la cercanía de otros
Cuidadores, algo que pasaba cuando el contacto con uno o más de ellos se hacía
prolongado. A Eduardo no le costó advertir que Qumi y Marina, al igual que
Kevin y Lidia, habrían experimentado lo mismo.
_No
tiene por qué agradecérmelo, cumplí con mi trabajo – indicó Qumi, acompañando
esas palabras con un gesto manual –. Mejor dicho, con uno de nuestros preceptos,
el de ayudar a cualquiera que lo necesite. Y ese fue el caso de ustedes.
¿Cuatro mint-hu al mismo tiempo?, además ya habían destruido a otros y debían
estar cansados. Como los encontré ya lo saben. Por las señales que avisan sobre
la cercanía de los Cuidadores. Así que la seguí, sabiendo que no disponía de
mucho tiempo, y los encontré. A propósito, fue una sensación nueva para mí,
mejor dicho algo nuevo.
Qumi
les contó que ese había sido su debut en una batalla. Tuvo varios episodios en
los que se enfrentara a los monstruos, pero nunca un minhu y todos los casos
fueron ejercicios para mantenerse en forma y practicar. Aun sin experiencia en
un combate, tuvo bien en claro lo que debía hacer, y lo hizo. Encontró a su par
de congéneres, sabiendo que uno de estos era su colega, y, presintiendo la
inminencia del desmayo atacó a los monstruos, destruyéndolos con suma
facilidad. “Sentí emoción”, reconoció.
_También
yo – coincidió Isabel, recordando – cuando los monstruos atacaron el Templo del
Agua a principios de Diciembre. Sabía que de todas las hadas que estábamos allí
era la que más cerca podía llegar a estar de tener éxito en la batalla. No solo
por el hecho de tener un Impulsor – pasó la diestra sobre uno de los bolsillos
del pantalón. Por recomendaciones de su marido, procuraba no desprenderse de
ese objeto –, sino porque aun sin el soy poderosa, y mucho. Así que los
enfrenté, y destruí a dos por mi misma y sin ayuda.
Las
mujeres y Eduardo concluyeron que en uno y otro ataque, una parte de su éxito
se había debido a que los monstruos habían sido creados por alguien, un ilio o
no, sin la experiencia necesaria y que probablemente, debido a un desconocimiento,
no hubiera seguido las instrucciones al pie de la letra.
_¿Puedo
preguntarte algo? – quiso el Cuidador del Templo del Agua –; no se relaciona
con esos ataques.
_Claro
– accedió Qumi –, ¿qué es?.
_¿Por
qué pediste hablar con los reyes insulares?. Tu desconocimiento hizo que le
preguntaras a la médica por Isalu y Ukeba, hablo de que no conocías la fecha
actual. Pero, ¿para qué querías verlos?.
_¿Pueden
mantener un secreto?.
_Por
supuesto., se comprometió su colega.
_Contá
con nosotros., garantizó Isabel.
Los
padres de Melisa, impresionados, quedaron en silencio.
_Se
que es muy difícil de probarlo y demostrarlo, pero ahora que lo pienso me
parece que esas palabras que solamente yo escuché fueron una comunicación
mental que estableció Akduku – dijo Qumi –. No estoy cien por ciento segura,
pero algo me dice que esa pudo ser la causa de que en su momento los nuestros
hubieran pensado que yo no estaba con mis facultades mentales en orden. Y como
sabía que los reyes insulares dominaban esa técnica me pareció oportuno pedir
una audiencia con ellos. Bueno, ahora que conozco la fecha, no con Isalu y
Ukeba, sino con la reina Lili y el rey Elías.
Eduardo
e Isabel seguían mostrándose escépticos ante esa declaración, y no era para
menos.
_¿Cómo
es eso posible? – preguntó su colega –.¿ Akduku aquí, en este país?. Pero, si
aquel hundimiento…
_No
es así como pasaron las cosas, ahora lo se – dijo Qumi, quien estaba empezando
a entender, al fin, cuan grave e innecesaria fuera la decisión de convertirse
en una estatua de vulcanita –. Otra hubiera sido la historia, de haberlo
entendido el veintinueve de Diciembre de diez mil cinco.
_¿Por
qué?., quiso saber Isabel.
_No
se lo tomen a mal, pero no puedo decirlo – indicó la Cuidadora, acompañando el
pedido con un gesto manual –; no es que no confíe en ustedes, que de hecho lo
hago, y mucho, pero necesito contárselo primero a los reyes, porque si no estoy
equivocada son los únicos que van a poder autorizar el presupuesto, los elementos,
y la mano de obra para la partida de búsqueda. Cuando ellos se hayan enterado y
comprendido, voy a compartir este secreto con todos, incluidos ustedes.
Se
puso de pie.
_¿Te
sigue resultando incómodo?., llamó Isabel.
Era
evidente que la moda constituía uno de los aspectos a los que Qumi tendría que adaptarse,
y pronto. La colega de Eduardo, sin embargo, no se había puesto de pie esta vez
a consecuencia de eso.
_Si,
pero esto es otra cosa – indicó –. Miren.
Señaló
un punto en la distancia, al oeste de la plaza. A los que fueran tal vez dos
decenas de bloques, una nube de polvo y tierra había emergido del suelo y
adquirido la forma de un remolino, algo en lo que repararan todos los
individuos feéricos y elementales que estaban en ese momento en la vía pública,
tan sorprendidos estos que motivaron a aquellos que estaban en lugares cerrados
(comercios, oficinas, viviendas…) a que salieran a la calle para mirar. Era un
hada de los vientos, por supuesto, y a Eduardo e Isabel no les constó esfuerzos
advertir que se trataba de Marina aplicando una de sus técnicas más
características, algo que confirmaran en el instante en que cinco bolas de
energía blancas impactaran y penetraran el remolino, el cual entonces hubo de
dividirse en dos, adquirir una forma esférica el par de mitades y mantenerse
constantes a una altura prudencial del suelo: Al instante, las dos esferas
empezaron a desplazarse, y minutos después, no más de dos o tres, quedaron visibles
la Cuidadora del Tep_wo, orientando hacia arriba ambas manos para sostener esa
técnica, e Iris, quien además de tener una marcada expresión de triunfo en la
cara, estaba proyectando un haz de energía alrededor de las esferas. Las damas
caminaron a paso normal hasta situarse en la plaza central, donde reclamaron la
presencia de los guardias que había por allí. “Y que alguien le pida a los
reyes que vengan”, indicó marina. Las dos se convirtieron inmediatamente en el
centro de atención. La Cuidadora al estar demostrando este excelente dominio
del elemento aire e Iris por esa expresión en sus facciones. “Marina, Iris…
¿qué pasó?, ¿qué significa esto?”, llamó Isabel, que, como todo el mundo allí,
estaba impresionada por lo que ocurría. Sonrisa de satisfacción mediante, Iris
le dirigió a ella, a Eduardo y Qumi la vista y dijo, con voz clara y alta, lo
bastante como para que todos los presentes allí escucharan, “¿Recuerdan eso que
dije, sobre una de las principales reglas de la guerra, de dejar que el otro
haga el primer movimiento?”. Los líderes del Templo del Agua y la Cuidadora del
JuSe comprendieron lo que había querido decir, y, de alguna manera, lo
comprendieron todos los presentes en la plaza, razón por la cual los guardias
apuntaron sus armas en dirección a las esferas que dirigía Marina. “Son suyos”,
dijo esta a los defensores, unos treinta efectivos, cesando de a poco la técnica,
a la vez que Iris anulaba el rayo de energía. Las esferas de viento, tierra y
polvo finalmente se disolvieron y sus prisioneros, a la vista de todos,
quedaron suspendidos unos instantes a cuatro metros de altura, antes de descender.
Desorientados
y mareados, los dos ilios cayeron bruscamente al suelo.
FIN
---
CLAUDIO ---
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