_Y para mí fue un
honor haber estado acá, con ustedes.
Con esa sola frase, los Cuidadores concluyeron sus
palabras, en esas reuniones que mantuvieron con gran parte de los empleados de
los lugares grandiosos, entre las veintidós treinta
del vigésimo octavo día del mes y las dos de la mañana del vigésimo
noveno. En ese espacio de tiempo de dos diez minutos, los herederos de Biqeok,
Seuju, Zak'lu, Qîma y Musebqar - Eduardo,
Lidia, Marina, Qumi y Zümsar - explicaron a los
equipos de notables y el personal jerárquico
del Templo del Agua y el del Fuego, el Santuario del Viento, el Hogar de la
Tierra y la Casa de la Luz, con todos los detalles, cada cosa de la que
estuvieron hablando en la oficina de los reyes que estuvo referida tanto a una
como a las otras misiones. Hablaron acerca del ofrecimiento de Jule, Taknu,
Dalia e Imeleuq para destruir las urnas y los remanentes de los líderes primitivos ilios, objetos que desencadenaran, al
quedar expuestos a la luz solar y el aire, la tragedia inevitable; de la formación de un equipo especial de mil seres feéricos poderosos para enfrentarse y destruir a los
monstruos, los últimos cincuenta mil, antes
que estos pudieran llevar el caos y la muerte allí donde fueran; de la tarea asignada a Akmi, Lina y Kevin para eliminar a
un monstruo que reunía sus técnicas y habilidades...
... Y de la más temible
de todas las armas que desarrollaran los ilios, la cual, de entrar en
funcionamiento, habría de marcar el fin del
quinteto de lugares grandiosos y hacer de Eduardo, Lidia, Marina, Qumi y Zümsar los últimos
Cuidadores.
A medida que los Cuidadores fueron hablando,
explicando e ilustrando, sus oyentes fueron cayendo víctimas de la sorpresa, conmoción y quedando absolutamente estupefactos, pues nunca
creyeron capaces a los ilios de concebir algo como eso, sobre todo sabiendo que
las hadas y otros seres elementales permanecían
atentos, vigilando sus movimientos, temiendo que alguna vez buscaran la
venganza por las desgracias que sobrevinieran para ellos durante la Guerra de
los Veintiocho, en la cual habían muerto más de ciento veintiséis
millones de ilios. Los lugares grandiosos iban a perderse a causa de ese último recurso no bien entrara en plena vigencia, a las
catorce horas en punto del treinta de Enero / Baui número treinta. "Cuando ese momento llegue, este
lugar tiene que estar vacío", había dicho Eduardo a esas más de cuatrocientas personas congregadas en uno de los auditorios,
consciente del enorme peligro que se cernía sobre
las cabezas de todos, e Isabel, a su lado, complementó diciendo que era muy poco el tiempo de que disponían para esa "evacuación", por lo que debían ponerse manos a la obra inmediatamente. "Tenemos un día y medio", indicó la segunda al mando, consultando ese bonito y ornamentados reloj en una
de las paredes. Habían pasado situaciones idénticas en el Templo del Fuego, donde la nena híbrida y su madre hablaron a otra multitud; en el Hogar
de la Tierra, donde Qumi se había lamentado porque su vuelta
hubiera sido tan breve y que fuera la última Cuidadora,
en tanto Atilio, su hermano, se esforzaba tanto como todos los presentes allí en aceptar la irreversibilidad de la situación; en el Santuario del Viento, donde Marina y Taynaq
veían con los peores ojos la idea
de ser los últimos responsables, un sentimiento
triste que se incrementaba, considerando que llevaban en esos cargos un tiempo
relativamente corto; y en la Casa de la Luz, en que Zümsar habló a la
multitud acompañado por Jule, lamentando ambos
que las cosas tuvieran que ser así, porque,
entre todas las tareas que habían diagramado para hoy, estaba
el nombramiento oficial de la antigua defensora de Bagme como segunda al mando
de la institución. Era un colapso social,
cultural e histórico para las hadas, y aunque
estas sabían perfectamente que iban a
recuperar - de eso cabía la posibilidad también de que lo hicieran los propios lugares grandiosos -,
eso no iba a ser posible en el corto plazo. Sería, así lo definieron muchos, desde
que se descubriera el secreto de los ilios, uno de los peores golpes
(emocional, por sobre todas las cosas) que recibiera el colectivo de la raza feérica desde los tiempos más lejanos, quizás, apostaron infinidad de
voces, desde los albores del Período de
Organización. Algunas de esas voces, a
propósito de esto, habían dado los primeros pasos en lo que al futuro se
refería: Qué hacer una vez que los lugares grandiosos se hubieran
perdido y el guerrero hubiera sido destruido?. Y una posible solución había aparecido de la mano de uno
de los pocos individuos, porque si había algo
que caracterizaba a las hadas era que nunca o casi nunca improvisaban,
especialmente si se trataba de casos como este, en que la víctima era el acervo cultural no solo de la especie
dominante, sino de todos los seres elementales. Esa posible respuesta era la
recuperación, como plantearan los
Cuidadores, pero también monumentos, tanto o más esplendorosos que cualquiera de los construidos
hasta ese momento en el mundo, que tuvieran la forma de los símbolos del agua, el fuego, la tierra, el aire y la luz.
La idea recién se estaba empezando a
desarrollar, pero los autores ya tenían bien
en claro lo que querrían hacer: construcciones
hechas con los materiales más fuertes, para que
sobrevivieran a todo (el clima, el paso del tiempo, los desastres naturales...)
de decenas de toneladas de peso y no menos de veinticinco metros de altura, con
una inscripción conmemorativa en la base, y
declarar a los predios donde estuvieran los lugares grandiosos como parques
reales y áreas protegidas, en que la única actividad permitida fuera el turismo. Era un
enorme proyecto encomendado al CSP y las primeras conversaciones hablaban ya y
daban cuenta de una inversión conjunta de dos mil
quinientos millones de soles y plazos de ejecución que oscilaban entre los tres y los nueve meses - si se concretaba,
estaría listo antes de fin de año -, aunque eso estaba sujeto a modificaciones, puesto
que recién estaban dando los primeros
pasos y no estaba definido si reconstruir o no los lugares grandiosos. "Es
un homenaje y un recordatorio" - había dicho
la reina Salomé, que presidía temporalmente el CSP -, "pero no va a ser
suficiente". Hubo consenso con esas palabras, por supuesto, porque no podían con esos monumentos, no importaba cuan grandes y
magnificentes fueran, cubrir milenios de gloria, historia, logros y cultura.
Pero, por ahora, la urgencia era otra, una tarea nada grata para todos los que
le llevarían a cabo, evacuar los lugares
grandiosos y dejar las estructuras completamente vacías. Para ello se habían formado cuadrillas con cientos de voluntarios, más de tres mil en total, que disponían de un día y medio
para llevarse absolutamente todo, un esfuerzo por demás gigantesco, ya que no solo se trataba de los
traslados, sino también de decidir en qué lugares alojaban, temporal o definitivamente, los
materiales. Habían puesto en alerta y dado
instrucciones a decenas de lugares, entre los que había museos, laboratorios, almacenes, cuarteles
militares, oficinas gubernamentales e incluso los Archivos Reales. Otro de los
grandes problemas surgidos de este destino irreversible era el del personal de
los lugares grandiosos, que en conjunto representaban quince mil novecientas
treinta y siete personas. Quedarían sin
sus puestos laborales. No habría problemas con las hadas
guardianas, ya que estas no dependían de los
lugares donde, pero si con los empleados. Estos aseguraron a los Cuidadores que
eso podía esperar, considerando las
circunstancias más que graves que atravesaban,
pero desde las catorce horas del trigésimo día del año el Vinhäe, el Vinhuiga, el JuSe, el Tep-Wo y la MabDe serían historia - recuerdos muy bonitos en la memoria
colectiva e individual y los escritos - , y ellos, cada una de esas personas de
uno y otro sexo, estarían ante una situación compleja: hallar un nuevo trabajo. En un contexto
normal, no les llevaría más de dos o tres días,
cuatro cuando mucho, pero ahora sería
diferente. Por un lado porque ellos no eran los únicos que quedarían desocupados, habiendo
cientos de instalaciones (fábricas, galpones, talleres,
comercios...) destruidas o dañadas, era algo parecido a lo
que pasara en Centralia en los días
inmediatamente posteriores a la Gran Catástrofe.
Por otro lado, el empleo no era la única
prioridad, y esto representaba un trastorno. El sistema social y el de salud
estaban trabajando al máximo de sus capacidades, en
procura de suplir todas las demandas, y una de estas era la laboral.
"Superamos momentos peores que esta" - había dicho la reina Lili, al llegar a uno de los lugares
grandiosos, para infundir esperanzas y alentar a las hadas -, "vamos a
poder con esto". Unos pocos minutos después dieron inicio las difíciles tareas de evacuación, cuando las cuadrillas de voluntarios se unieron a
los empleados.
_Aunque lo hayan aceptado y cumplido tal cual, no le
causó gracia a nadie en el Vinhäe, y por supuesto tampoco a mí., volvió a decir
el Cuidador, sosteniendo el bastón,
sabiendo que, en unas pocas horas, todo habría
terminado para los lugares grandiosos.
Eran las siete horas con doce minutos y el, Lidia,
Marina, Qumi y Zümsar habían aparecido en la zona designada, allí donde los informes de inteligencia situaran al
guerrero único. Nuevos datos y
descubrimientos habían reducido la zona, pero aún debían hallarlo... antes que el
enemigo lo hiciera primero.
_Nadie lo hubiera hecho con entusiasmo, sabiendo que
se trata del fin de un ciclo de milenios - opinó Zümsar, que había estado en la MabDe hasta las primeras horas de la
madrugada -. Todas las personas con las que estuve en las últimas horas... bueno, ninguna de ellas demostró alegría ni nada parecido. No se
puede culpar a nadie por estar triste y apagado.
Echando cada tanto miradas al cielo - Marina, para
variar, estaba transformada en una cigüeña y exploraba desde las alturas -, no dejaba de
reflexionar, sabiendo que eran altas las probabilidades, cuando no totales, de
que se trataba el suyo del caso del Cuidador con menos tiempo al frente de la
Casa de la Luz, sino de todos los lugares grandiosos. Había descubierto su identidad como tal cierta vez, el undécimo día del año, cuando se encontrara persiguiendo a un grupo de
enemigos en Nimhu, llegando a entablar ese enfrentamiento, de este una parte,
en el predio de la MabDe, lo suficientemente cerca de la dirección como para que hubiera advertido su presencia el
remanente de Musebqar, la anterior Cuidadora. Zümsar apenas había durado diecinueve días a cargo y, que supiera, nadie ostentaba un período tan corto. "Razón por demás importante para detestar a
los ilios hasta que me muera" - pensó -, _...
ellos tienen la culpa".
_Hay que ver el lado bueno, si es que se lo puede
llamar así - quiso Qumi, también sosteniendo firmemente el bastón, preguntándose en
silencio si serviría de algo una vez que llegaran
las catorce, en caso de que el enfrentamiento con el último enemigo se prolongara hasta esa hora -. Los
cinco estamos juntos, y en tanto permanezcamos así la pérdida de esos lugares no va a
quedar sin respuesta. Quiero decir que si destruimos a ese monstruo, las pérdidas no habrán sido en
vano.
_Cambiar la continuidad de los lugares grandiosos por
un mundo en el que no existen los ilios - tradujo Lidia, que recurría a las habilidades heredadas de su padre para
contribuir a la búsqueda del enemigo -. A propósito de todo eso... Pensaron en el después?.
La nena híbrida se
había referido, así lo explicó a sus
colegas con unos pocos y breves gestos manuales, al tiempo posterior al fin de
la última batalla. Qué cosa harían los
Cuidadores una vez que hubieran derrotarlo y destruido al monstruo, porque ese
sería el desenlace, y por
consiguiente puesto su punto final a la guerra?. Una cosa era el trabajo, las
ocupaciones laborales, que los cinco ya habían
resuelto, y otra la situación en general de los cinco en
la sociedad. Se les había encomendado la protección de algunos de los lugares más importantes y al quinteto le tocaba la angustiante
realidad de ser los últimos de sus responsables, la
peor pesadilla de generaciones de Cuidadores estaba a horas de pasar de la teoría a la práctica.
Tanto la hija de Kuza y Lara como los otros Cuidadores sabían, ya lo confirmaron con ver las reacciones de las
personas y escuchar sus palabras, que nadie los estaba culpando por esta
situación no reprochándoselo - la culpa era de los ilios y de ningún otro ser elemental -, pero los Cuidadores sostenían lo contrario.
_Preocupémonos
primero por sobrevivir a esto - prefirió Eduardo,
procurando no pensar en nada más que la batalla -, porque
este enemigo podría ser nuestra mayor amenaza,
si no peleamos como un todo y trabajamos más que
nunca como un equipo. Pero para contestar a tu planteo, Lidia, la verdad es que
no se. Primero tendríamos que encontrar la manera
de reconciliarnos con nosotros mismos, establecer por qué nos creemos culpables por la suerte pésima de los lugares grandiosos, cuando la realidad es
otra. Nuestro futuro laboral, por otra parte, está asegurado.
A Zümsar lo aguardaba su comercio
de antigüedades en el centro neurálgico de la Ciudad Del Sol, un lugar del que aún no se había
terminado de despedir; Eduardo iba a volver al Museo Real de Arqueología, Qumi al Instituto Geológico de Austronesia, donde había trabajado antes de convertirse en Cuidadora, Marina
retomado su gran pasión, la actuación, y Lidia...
_Y yo qué hago? -
llamó la nena -, apenas tengo diez
años.
_Dormir hasta tarde todos los días, salir a jugar con tus amigas, ir a las funciones
de títeres... una vida acorde a
alguien de tu edad - le recordó Eduardo -. Te lo dijimos
varias veces. En la medida que te sea posible, no olvides de disfrutar todo
cuanto puedas.
Y, en tanto seguían la búsqueda - tarde advirtieron que los reportes de
inteligencia estaban errados -, con Marina nuevamente en el suelo, lamentando
este resultado insatisfactorio de su exploración por aire, empezaron a hablar de ese otro aspecto para el futuro inmediato,
que eran las ocupaciones, a las cuales, era muy probable darían inicio mañana o en
los dos o tres días siguientes, al mismo
tiempo, por supuesto, que ellos hacían su
parte en la recuperación y las restauraciones, y las
celebraciones que, aún con todo lo malo que había pasado a lo largo del mes, tendrían lugar 3n todo el mundo, pues lo que en unas pocas
horas habría de pasar sería la derrota definitiva de los ilios y su desaparición. . De los cinco, Qumi era quien lleva más tiempo al frente de uno de los lugares grandiosos,
puesto al que había accedido el diecisiete de
Noviembre / Chern número dieciséis de nueve mil novecientos noventa y nueve, aunque
por causa de su transformación involuntaria apenas había ejercido las funciones que le legara Qîma, su antecesor, poco más de seis años. Ni antes ni durante ese
período de inexistencia e
inactividad había permanecido desconectada de
su gran pasión que eran las ciencias geológicas, específicamente
la vulcanología, informándose y nutriéndose
todos los días acerca de esa disciplina,
los nuevos descubrimientos y avances en ella. Sus conocimientos estaban tan
afilados como el primer día y había asumido que no existirían los problemas una vez que empezara estas nuevas obligaciones en el
instituto geológico de su país. Su presencia allí todavía estaba en pañales,
pues quedaban numerosos detalles por resolver. Lo único seguro eran las jornadas laborales, entre las
ocho y las dieciséis de lunes a viernes, y la
paga mensual, de veintitrés mil soles: veintitrés monedas de mil a cobrar el tercer día hábil de cada mes. Eduardo estaría en el Museo Real de Arqueología, con el mismo pago e idéntica jornada laboral que antes de convertirse en
Cuidador, y no le costó mucho aceptar la oferta no
bien se la propusieran, porque sentía, tal
como sus primeros días en este mundo, que de todas
las opciones era aquella para la que estaba mejor calificado y preparado. Sus
conocimientos en seque submarina eran superiores a cualquiera de las otras
disciplinas, de las que conformaban la arqueología, pues se había dedicado a eso tanto en los
cinco años previos a su llegada a este
mundo, posteriores a su gestión universitaria, como en los
meses transcurridos desde la Gran Catástrofe
hasta finales de la primera quincena de Diciembre de diez mil doscientos
cuatro. Al igual que Qumi, el no había dejado
nunca de mantenerse informado acerca de la arqueología y por eso sus conocimientos no fueron olvidados, en
la submarina y las otras disciplinas, y ahora estaba listo para retomarlas, en
lo que habría de ser su segundo trabajo en
relación de dependencia, un ámbito conocido y familiar, puesto que aún recordaban su paso por allí. Eduardo había
anteriormente desempeñado funciones en el Museo Real
de Arqueología y sus reuniones y visitas
allí habían sido regulares, habituales y frecuentes, y al
momento de marcharse, tras convertirse en Cuidador, le habían dicho que allí tenía las puertas abiertas. De todos, Zümsar era el que menos tiempo llevaba al frente de uno
de los lugares grandiosos, lo que implicaba que sus conocimientos y experiencia
en el rubro comercial no habían mermado ni siquiera un
poco, ni tampoco su destacada erudición
respecto a la arqueología urbana. El comercio de antigüedades (compra, venta, canje, restauraciones...) era
su gran pasión desde una edad muy temprana,
que heredara de su familia, la cual había fundado
el comercio décadas atrás. El actual (y último)
Cuidador aún no decidía qué hacer a ese respecto, aunque
tenía varias opciones en su mente,
una de ellas ir al comercio por las tardes al dejar la MabDe, tan solo para ver
cómo marchaban las cosas y
mantener el contacto diario. Esos habían sido
sus planes, pero al enterarse del destino irreversible asumió que tales planificaciones fueron en vano, tanto como
las que hiciera respecto a la Casa de la Luz, entre estas el nombramiento de
Jule como segunda al mando. Ahora, en cuanto terminara el enfrentamiento, podría dedicarle todo el esfuerzo, en lo que a trabajo se
refería, al comercio en la calle Las
Dalias, el único en ella que permanecía abierto las veinticuatro horas de Lunes a Sábado, una de las últimas
decisiones de Zümsar, instantes antes de
abandonarlo, aquel día en que se descubriera su
identidad como el heredero de Musebqar. Marina se había convertido en la Cuidadora del Santuario del Viento
cuando su carrera como actriz acabara de catapultarla a la fama fuera de las
fronteras ucemitas, su gran pasión nacida
desde una edad temprana. Para ella no había sido
sencillo tener que hacer a un lado esas tareas, pues las amaba, y, al igual que
sus colegas, había procurado por todos los
medios a su alcance no perder el contacto, mucho menos el interés, con el teatro, de manera que a diario se nutría e informaba sobre todo lo que estuviera relacionado
al ambiente artístico. A diferencia de Eduardo,
Zümsar y Qumi, ella non había tenido un horario laboral regular; en su tiempo como
artista, ensayaba y practicaba entre siete y doce horas cada día hábil en el trimestre previo a
que se presentara una nueva obra y luego del período en que esta se desarrollaba (la permanencia en carte4l podía llegar a durar cien días) dedicaba su tiempo al Club del Teatro, una compañía privada que era en realidad un club social de carácter cooperativo donde los artistas de ambos sexos se
reunían a diario para intercambiar
conocimientos, experiencias y vivencias.
Ese lugar además era irresistible para los
periodistas de espectáculos y los amarillistas, algo
con lo que Marina y sus colegas debían
convivir a diario, la Cuidadora más que los
demás, al haberse descubierto su
identidad como la heredera de Zak´lu. Lidia
tenía apenas diez años y por lo tanto estaba libre de cualquier obligación laboral, lo estaría al
menos hasta los quince o dieciséis años. Esa era la teoría, porque
la hija mayor de Kuza y Lara ya estaba decidida a no esperar que la adultez la
alcanzara para empezar a cumplir su sueño de
convertirse en diseñadora de modas. No estuvo
siendo la Cuidadora del Vinhuiga, mucho menos ahora que se vería involuntariamente libre de esa inmensa
responsabilidad. Incluso cuando se encontrara en el período de reposo, tras su primera incursión al templo de la etnia Oi, había hecho su primer diseño, el cual estaba ahora en los talleres del instituto donde trabajaba
Iulí. Las urgencias de la guerra
habían provocado la suspensión de ese proyecto, pero Lidia ya sabía, se lo comunicaron desde ese mismo lugar, que en
cuanto el conflicto quedara atrás lo retomarían, puesto que en su momento les había parecido un desarrollo magistral. Esa noticia había emocionado sobre manera a la Cuidadora, quien así pudo entender que tal vez no fuera necesario alcanzar
cierta edad para empezar a llevar su sueño a la práctica, aunque para los efectos legales requiriera a
sus padres. Esa esperanza, sin embargo, quedaba opacada por la suerte del Vinhuiga,
que ella no podía modificar. Era lo mismo que
sentían, en idéntica intensidad, sus colegas, y nada de lo que
hiciera podía mitigar esos sentimientos.
_Que se pierdan los lugares grandiosos no significa
que nosotros cinco no nos volvamos a ver, ¿no les
parece? – llamó Eduardo, ya detectando el peligro –. Siendo Cuidadores o no, no vamos a desunirnos, ni
dejar de mantener la amistad. Piensen, por ejemplo, en Kevin y Cristal. Desde
el mismo instante en que ellos llegaron a la Casa de la Magia, no pasa una
quincena sin que envíen una carta, contándonos como van las cosas allá.
Los demás también sintieron el peligro, al aparecer los símbolos de los elementos en la frente, y eso solo podía significar que el enemigo se encontraba cerca. En
estos, estarían actuando los anteriores
Cuidadores, de estos sus remanentes, y el quinteto, mientras parecía comprender que el tiempo para hablar se terminaba,
interpretó aquello como una señal de que los ilios pudieron tal vez haber cometido el
mismo error con este monstruo que con los hermanos. Habían usado en Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq una parte del
material constitutivo de las hadas, y fueron esos remanentes los que, a fin de
cuentas, impidieron a ese cuarteto de entes obedecer sin cuestionar las órdenes de sus creadores. De hecho, ese “error” terminó costando a los ilios una derrota significativa, y en
base a eso Eduardo, Lidia, Marina, Qumi y Zümsar
creyeron detectar una “ayuda” de sus antecesores. Con esos símbolos resplandecientes, podrían saber dónde se
encontraba el enemigo… aunque este pudiera tener la
misma capacidad.
_Eso ni se discute – confió Zümsar, moviendo los dedos de
ambas manos. Indudablemente, advirtieron los otros, lanzaría una descarga apenas viera algo o a alguien moviéndose –. Tal vez no sea oportuno
recordarlo ahora, por el contexto, pero mi cumpleaños es el mes que viene, y desde ya que los cuatro están invitados. ¿Qué mejor para una reunión de amigos que la fecha en que uno de ellos celebra otro aniversario de
su llegada al mundo y…?.
Hubo una explosión
gigantesca a poco más de un kilómetro de allí.
El sonido fue tan ensordecedor que los cinco tuvieron
que cubrirse con fuerza los oídos, terminando abruptamente
la conversación, dejándola inconclusa, y transformándose inmediatamente en Altos Selectos, comprendiendo
lo que significaba.
La batalla estaba por empezar.
Y lo hizo apenas cuatro o cinco segundos después de que la explosión enviara
los fragmentos de piedra de diferentes tamaños y
formas, la energía cinética y una densa nube de tierra y polvo en todas las
direcciones. El efecto fue tan sorpresivo e intempestivo que los Cuidadores,
aun sabiendo que no les causaría daños, se cubrieron generando las burbujas en torno a
ellos, teniendo entonces que soportar los resultantes de la explosión durante un minuto, o eso les pareció. Habiendo ya anulado las burbujas, observaron que el
cielo se había oscurecido, aun cubierto por
el polvo, y al enfocar los ojos hacia adelante detectaron al guerrero único corriendo a toda velocidad hacia ellos, en una
inconfundible postura de batalla, expulsando descomunales cantidades de energía, en lo que era un intento de su parte por demostrar
que energía era justamente lo que tenía en abundancia, así como
también para intentar amedrentar a
sus oponentes (cosa que no ocurriría, sin
importar las veces ni cuánto lo intentara) y asestarles
sendos golpes antes de que lo tuviera frente a frente. Para cuando lo estuvo,
los Cuidadores fueron incapaces de responder en forma efectiva, ya que el
monstruo se valió de lo único contra lo que los cinco, en teoría, poseían pocas
defensas. Usó los elementos contra los que
tenían menos posibilidades – eso demostró que tenía conocimientos sobre la Cuadrícula de los Elementos – y todo en menos de cinco segundos. El rayo contra Eduardo, el agua
contra Lidia y Qumi, la tierra contra Marina y el fuego contra Zümsar. Los cinco, aceptando la idea de que estaban
frente al reto mayúsculo, se incorporaron y
lanzaron sus mejores descargas, pero esa acción resultó en un completo fracaso, ya
que el monstruo no tuvo más que recurrir a la burbuja
para protegerse primero, y repetir su anterior técnica después, con lo que los Cuidadores
se vieron obligados a elevarse, aceptando, a su pesar, que este enemigo los
superaba en fuerza. “Y eso que estamos peleando con todo”, fue la primera observación de Eduardo, quien comprendió que este enemigo era al menos cinco veces más poderoso que Dalia, lo más exigente que le había tocado en cuanto a batallas se refería y, por lo tanto, más poderoso que los Altos
Selectos, o al menos al mismo nivel que estos. “Dejemos las comparaciones para otro momento”, quiso Qumi, observando atónita como las piedras que le había lanzado en sucesión rápida eran detenidas en seco y se desintegraban en un
finísimo polvillo, porque el
monstruo había llevado a cabo una eficaz
combinación de los elementos tierra y
agua. Ese enemigo podía controlar sin ninguna
dificultad sus técnicas, con la misma pericia
que ellos, e incluso, le pareció al quinteto (lamentarían estar en lo cierto) podía anticipar lo que estuvieran por hacer, con el suficiente tiempo, aunque más no fueran dos o tres segundos, como para
contrarrestar todos los ataques con poco esfuerzo y responder antes que las
hadas hubieran pensado en otra cosa. Entonces, cuando los cinco se encontraron
rodeándolo, preparados para lanzar
ataques sincrónicos al mismo punto en el
enemigo, su cabeza, este los atacó,
manipulando una única descarga compuesta por
los cinco elementos principales, enviándola
contra los adversarios uno por uno, tal como las hadas más poderosas hacían,
moviendo velozmente sus manos, describiendo figuras y líneas según la
trayectoria en que quisiera enviar la descarga. Los Cuidadores fueron no solo
golpeados, sino también tumbados al suelo con cierta
violencia y, aunque se levantaron al instante, no lo hicieron carentes de
dificultades. Reanudando los ataques, con todas sus fuerzas, descubrieron que
la agilidad y las habilidades de su oponente eran tales que podía alcanzarlos donde quiera que los cinco se ubicaran,
sin que importaran la distancia, la altura ni cuan rápidos fueran sus movimientos. Peor, se dieron cuenta
que el monstruo no tenía puntos débiles, a los que infructuosamente intentaron hallar
desde que lo avistaran. “Tiene que haber una forma, lo
se”, dijo Qumi, recordando su
batalla contra Taknu, de la que también
participaron su hermano (Atilio), Zümsar e
Iris. El problema era que ni sus colegas ni ella se podían dar el lujo de detenerse por más de una fracción de
segundo a pensar la situación ni analizar al enemigo ni su
comportamiento, porque con esa ínfima parte estarían dándole el tiempo suficiente
para atacar. “Vean su estructura corporal” – llamó Lidia –, “con eso confirmamos eso de que las apariencias engañan, ¿no les parece?”. Era evidente que la híbrida estaba en lo correcto, porque el guerrero, cubierto por un denso y
oscuro pelaje desde los pies hasta la cabeza, no parecía capaz de contener ninguna clase de ataque.
Desafortunadamente, era otra la realidad, y, por si las cosas no fueran lo
bastante complejas y graves, la Cuidadora se dio cuenta de que absorbía la energía de los
ataques para mantener constante la suya. “Esa
escoria lo hizo bien esta vez”, juzgó Marina, pensando que, con este monstruo y los
encauzamientos aplicados en el, los ilios al fin habían podido crear algo sin haber cometido errores en
ninguna parte del proceso de producción. Atacó lanzando una corriente de aire enfocándola al torso del enemigo, de más de mil quinientos kilómetros por hora, pero no le hizo más
A su oponente que sacudirle el pelaje. Lo intentó de nuevo, y esta vez e
L guerrero alzó las
manos, contuvo con ellas la corriente y la devolvió a su fuente, y Marina, antes de que hubiera tenido
tiempo de protegerse, se vio impactada y catapultada a la distancia. “Eso dolió”, se
quejó al levantarse, no pudiendo
dar crédito a lo que había experimentado: quizás no heridos, pero los Altos Selectos podían ser golpeados. “¿Estás bien?”, se
preocupó Qumi, acercándose a su lado, porque la había visto detenerse en seco durante una fracción de segundo, antes de reanudar su ataque. Al oído, mientras recurrían a los
rayos en sucesión rápida, la Cuidadora del Tep-Wo le dijo a su amiga y
colega que había sido, a consecuencia de su
propio ataque devuelto contra ella, víctima de
un fenómeno extraño que le ocurría a una
de cada doscientas cincuenta mil mujeres. “No digas
una palabra”, pidió, demostrando una enorme fortaleza, guardándose para si el dolor emocional y psicológico que estaba sintiendo. Aparte de estar consciente
de que lo superaría, lo único a ese respecto en su mente era que los Cuidadores
del Templo del Agua y la Casa de la Luz no se enteraran sino hasta que fuera
prudente (al terminar el enfrentamiento), porque de lo contrario, no lo dudaba,
los hombres podrían, y lo harían, empezar a dudar acerca de cuál era la prioridad. Marina estaba segura de que
mientras uno de ellos se ocupara de atacar, el otro estaría a su lado intentando tranquilizarla. “¿Y Lidia?”, llamó Qumi, esquivando por poco un rayo de partículas, que bien pudo haber sido todo para ella. “Es una nena de diez años que todavía cree que a los bebés los trae la cigüeña desde la Isla de los Nacimientos” - contestó Marina, dando a entender que si no quería que los hombres tomaran conocimiento de esta tragedia,
mucho menos la Cuidadora del Vinhuiga –, “mejor que lo siga creyendo”. Y concluyó
anunciando a Qumi que todos los esfuerzos debían dedicarse ahora a derrotar y destruir al monstruo, el cual continuaba
esquivando cada uno de los ataques que le lanzaban, o bien devolviéndolos a las fuentes, o absorbiéndolos para recuperar esa insignificante cantidad de
energía que empleaba tanto para
atacar como para defenderse. “¡Permanezcan juntos!”, exclamó Lidia,
que había dejado aflorar como nunca su
costado adulto, aquel que asomara por primera vez cuando se encontrara cara a
cara , por primera y única vez, con Seuju, su
antecesora –, “… como el equipo que somos!”. Y lanzó un
descomunal rayo de fuego que adquirió la forma
de un torbellino al enemigo. Este absorbió el ataque,
lo devolvió a la fuente y la nena se salvó tan solo porque Eduardo se interpuso y anuló la descarga, siendo un Alto Selecto de agua. “Hay que pensar en otra cosa, porque nada de esto está dando resultados”,
sostuvo, luego de intentar el mismo ataque que Marina, una enorme cantidad de
agua a impresionantes velocidad y presión. El
monstruo simplemente alzó la diestra, detuvo la
descarga y la desvió hacia arriba, arremetiendo
acto seguido intempestivamente y lanzando golpes con los puños y los pies, demostrando conocimientos en las artes
marciales. Los Cuidadores empezaron a defenderse ejecutando esos mismos
movimientos, sorprendidos porque no había
diferencias con respecto a la velocidad, maniobrabilidad y agilidad entre ellos
y el enemigo. En los minutos
posteriores, tal vez entre veinticinco y treinta, los cinco tuvieron que dar lo
mejor de si para repeler los golpes de este oponente tan fuerte, y mucho más para lograr asestarle uno, porque no dejaba nada
librado al azar ni se descuidaba. Era, sencillamente, invulnerable e
inexpugnable, tal cual lo describiera Zümsar, que
había recurrido a todo su poder
para contener con ambas palmas un fuerte golpe, ahora que habían descubierto los otros y el que los Altos Selectos
podían ser alcanzados, sentir los
impactos. Otro de los problemas para las hadas radicaba en que este enemigo
aplicaba la fuerza de los elementos en cada uno de sus ataques, ya fueran estos
con los pies o los puños, y no le demandaba más de una fracción de
segundo cambiarlo según quien fuera su víctima, siempre recurriendo al o los que fueran
perjudiciales para estos. De esa manera, Eduardo había recibido varias descargas eléctricas, afortunadamente sin que le quedaran secuelas
de ningún tipo, Lidia tenía una serie de manchones decididamente claros allí donde el
agua entrara en contacto con su cuerpo, casi todos en los brazos y los pies,
Qumi mostraba lo contrario, un ennegrecimiento en esas mismas partes, porque
había sido alcanzada por el
elemento agua, Zümsar había sentido los fuertes golpes, dados estos con el
elemento tierra, y experimentado dolencias físicas en
todo el cuerpo, sobre todo en el torso y la cara, y Marina había sentido su
estructura corporal más pesada, al haber recibido
ataques con ese mismo elemento. “¿Creen
que sea lo mismo que Akmi y Lina contra Jule?”, llamó la Cuidadora del Santuario
del Viento, frotándose la sentadera, pues el último impacto la había hecho caer sentada, y haciendo una breve referencia a la batalla que
sostuvieran contra la defensora de Bagme sus colegas de las Moradas de la Flora
y de la Fauna, quienes para vencerla tuvieron que anular cuatro de los cinco
elementos que dominaba Jule. “Puede ser”, reconoció Eduardo,
advirtiendo el problema mayúsculo que implicaba esa idea,
que era el poder asestarle un golpe lo bastante fuerte sin que tuviera el
enemigo el tiempo ni la oportunidad de defenderse ni atacar. Los dos vieron a
la hija de Kuza y Lara usar su bastón para
canalizar una descomunal cantidad de energía hacia
un único punto en el MIR, así se llamaba el guerrero único, por las iniciales de los miembros de la Trinidad Benigna (Mor, Iel
y Ral), pero ni así pudo alcanzarlo, ya que el
monstruo había recurrido, a le vez, a su
escudo de fuerza y la capacidad para absorber la energía de las hadas. “Estoy empezando
a irritarme”, reconoció, sacando a la luz uno de los comportamientos que
caracterizaban a los vampiros (algo heredado de su padre), el perder la
paciencia cada vez que un reto particularmente complicado se extendía en el tiempo y amagaba con ser superior a sus
capacidades en una u otra forma. “Nos queda
el recurso de alcanzar la condición de
Sublimes” – apostó Zümsar –, “con eso podríamos
igualarlo en fuerza y resistencia”. Si lo
conseguían, los cinco podrían quintuplicar la fuerza de los Altos Selectos, con
lo cual, como dijera el Cuidador de la MabDe, podrían estar al mismo nivel que su enemigo. “No podemos desperdiciar tiempo” – indicó Qumi –, “si se da, bien… pero en
tanto tenemos que seguir luchando”. Los
otros advirtieron que tenía razón, porque necesitaban de concentración y estar libres de estrés, y eso era justamente lo que menos tenían. Al final, asumieron que el enfrentamiento, cuyo resultado favorable
implicaría tener la cuarta parte del
triunfo definitivo contra los ilios, continuaría con los cinco dando lo mejor de si, combinando las artes marciales con
las descargas y otras de sus habilidades, aunque ni siquiera estaban cerca de
asestar siquiera un golpe leve, porque el monstruo era, no había otra manera de definirlo, poderoso, y mucho, y los
Cuidadores tuvieron que aceptar que si no fuera porque estaban transformados en
Altos Selectos hubieran podido quedar gravemente heridos, o, peor, cruzando al
otro lado de la puerta. Mientras se reagrupaban, frustrados al no haber podido
causar daños al enemigo, los Cuidadores
fueron víctimas de cinco descargas
simultáneas, las cuales surgieron en
forma de diminutas esferas sobre la cabeza del monstruo y se dirigieron a sus
blancos a tal veloz que apenas tuvieron tiempo de atacarlas con las manos, antes
de enviarlas a la distancia haciendo grandes esfuerzos, sacudir las manos, pues
les había dolido, y contraatacar,
buscando nuevas tácticas y barajando la
propuesta del Cuidador de la MabDe, sobre intentar alcanzar la condición de Sublimes. A este respecto, reanudando el combate
mixto (artes marciales y descargas de energía),
coincidieron en que habría, además, peligro, porque cuatro de ellos deberían proseguir la lucha, para darle al quinto el tiempo
suficiente para que pudiera concentrarse. "Eso me parece muy difícil, cuando no imposible", consideró el propio Zümsar,
repeliendo otro ataque, el cual le dejara dolores temporales en los brazos; el
enemigo le había lanzado una descarga,
recurriendo al elemento tierra, aplicando en ella decenas de toneladas de presión. "Vamos, nosotros también con los ataques combinados", propuso Lidia,
recordando que eso les había dado buenos resultados en el
pasado, y así surgieron las técnicas de la Vitrificación, de parte de Qumi y Zümsar, el vapor en forma de una
densa nube, "cortesía" de Eduardo y Lidia,
los fuertes huracanes de fuego y eléctricos,
obra de los ataques combinados de Marina con sus colegas del Vinhuiga y la
MabDe, respectivamente, las descargas que podrían freír lo que fuera y a quien
fuera, cuando Eduardo y Zümsar mezclaron el agua con el
rayo, olas gigantes llevadas por un fuerte viento huracanado, obra de los
Cuidadores del Vinhäe y el Tep-Wo, decenas de
piedras ardientes que conjuraron Qumi y Lidia, y otras que se volvieron el
triple de pesadas, al haber entrado en contacto con el agua, obra de Qumi y
Eduardo, una lluvia de piedras que buscaron aplastar al enemigo, creada
conjuntamente por las Cuidadoras del Tep-Wo y el JuSe, y la mortal combinación del fuego de Lidia con el rayo de Zümsar. Se asombraron y, por supuesto, decepcionaron, al
ver como el monstruo apenas tuvo que hacer un esfuerzo mínimo para contener los ataques e inmediatamente luego
devolvérselos. "Cuántos más como esos vamos a necesitar
para causarle algún daño significativo?", reaccionó el Cuidador del Vinhäe, esquivando por muy poco su propia descarga, que el monstruo le había devuelto, habiéndola
este detenido con suma facilidad.
El enfrentamiento continuó sin dar la mínima señal siquiera de la inminencia de un desenlace. Por el
contrario, la ferocidad y tuvieron aumentos constantes, a medida que los
Cuidadores fueron duplicando y triplicando sus esfuerzos, recurriendo a todo su
arsenal de técnicas y habilidades en
intentos más bien desesperados por
provocarle una herida al monstruo - "Ya no digamos destruirlo",
ironizó Eduardo -. Usaron descargas
continuas o en sucesión rápida, la telequinéticas,
los bastones e Impulsores, una combinación
extremadamente potente de los cinco elementos, incrementaron sustancialmente la
presión en los golpes que dieron con
los pies y las manos... todo cuanto consiguieron fue que el monstruo decidiera
que también debía volverse más
violento, feroz y menos permisivo, si era que hubo de tener permisividad en algún momento desde que empezara la batalla. "No
tenemos opción" - se convenció Qumi -, "tenemos que transformarnos en Sublimes,
y yo lo quiero intentar primero. Y los otros cuatro, en tanto la observaron
apartarse unas cuantas decenas de metros, porque era necesario ese alejamiento,
pues requería de concentración y liberarse del estrés todo cuanto pudiera, decidieron que la Cuidadora del Hogar de la
Tierra debía tener ese honor. Había sido a consecuencia de sus descubrimientos
involuntarios dos siglos atrás, y de su despertar a inicios
de este año, lo que desencadenara en
primer lugar esta nueva (y definitiva) guerra contra los ilios, y entendiendo
que Qumi sentía cierta culpa, aunque más no fuera una insignificancia, así lo describían los
demás y ella misma, creyendo que
estos desastres se debían a su persona, sus colegas
quisieron darle algo de calma, sabiendo que tal cosa era prácticamente imposible, cuando no completamente
imposible. Eduardo, Lidia, Marina y Zümsar le
dieron la oportunidad de intentarlo en primer lugar asumiendo que así la Cuidadora del JuSe podría quitarse de encima ese mínimo vestigio de culpa. Para Qumi era muy difícil poder pensar y concentrarse por todo cuanto estaba
pasando, porque, por ejemplo, aún con los ojos cerrados, el
enfrentamiento llegaba a ella a través de sus
oídos y el tacto, pudiendo
escuchar la fuerza con que los combatientes atacaban, el sonido que producían las descargas al ser disparados e impactar contra
algo, los movimientos y cuanto ruido fuera consecuente. Sentía temblar el suelo, aún estando a más de medio kilómetro del punto donde se desarrollaba el combate, y
cada tanto la impactaban pequeñas rocas y polvo. Qumi, pese a
todo, siguió adelante, procurando también no pensar en el peligro al que estaban expuestos sus
colegas, recurriendo a toda la relajación y
concentración que era capaz de conseguir,
sentada en el suelo con las piernas cruzadas y los brazos sobre ellas,
entrelazando los dedos. Debía tener en la mente un
pensamiento único y esa era otra de las
cosas que intentaba desesperadamente, concentrarse en el símbolo del elemento tierra rodeado por un vacío interminable. "Espero que funcione", deseó, consciente de la situación de aquello que intentaba aplicar, de la infrecuencia
de los Sublimes y lo raros y esporádicos que
eran los casos de hadas que alcanzaban esa condición - ciento cuarenta y seis mujeres y trescientos
cincuenta y cuatro hombres desde el Período de
Organización -, ya habiendo visualizado
el símbolo en su mente, una imagen
de colores discretos, los que mejor se identifican con su elemento. Si lograba
ese cometido, vería a sus ojos, uñas y articulaciones adquirir el mismo color que su
aura (rosa), en estas últimas una consistencia
definitivamente más sólida, conservando sin embargo la maniobrabilidad y
movilidad, todas sus capacidades mejorarían, incluido
su dominio sobre el elemento tierra, y podría
transformar su aura en un arma adicional, tanto para absorber energía como para sanar heridas, si las hubiera, en pocos
segundos. "Y seis alas en lugar de cuatro!", exclamó, dándose cuenta que algo había pasado, incorporándose
inadvertidamente, abriendo los ojos, sintiendo como esa nueva fuerza brotaba
desde dentro de su ser. Qumi lo había
conseguido. Sentía como sus poderes superaron
en cinco veces a los de su anterior condición de Alta
Selecta y como era ahora más rápida y ágil, o
que vio como muy positivo, pues sus colegas estaban teniendo grandes
dificultades, al estar el monstruo llevando la delantera, y por mucho.
"Perdón por la tardanza", se
disculpó, y en menos de cinco segundos
estuvo con ellos, demostrando un apoyo no solo en cuanto a la fuerza, sino
también uno moral. Con esos nuevos
poderes, la Cuidadora se convirtiera en la primera en asestar un golpe al
monstruo, tan fuerte que por poco logra echarlo al suelo. Desafortunadamente,
no fue suficiente para marcar una diferencia sustancial, y sus colegas
entendieron que otro de ellos debería
apartarse ahora para alcanzar la condición de
Sublime. "Voy yo", anunció Marina,
aprovechando su oportunidad cuando Qumi hizo otra demostración de sus nuevos poderes, creando una corriente de aire
tan grande delante suyo con la que removió los
remanentes de la batalla, fragmentos rocosos de diverso tamaño y volumen que fueron a dar uno atrás del otro al enemigo. No le causaron el menor daño, pero Qumi no solo buscaba eso (lamentó este resultado insatisfactorio), sino también darle esa chance a su colega y amiga. Reanudándose el feroz enfrentamiento, quedó en evidencia que la aparición de un hada Sublime no significaba un progreso
evidente, siendo algo que hizo tan solo que el monstruo tuviera que esforzarse
un poco más. "De cualquier forma,
estamos mejor que antes" - indicaciones Lidia, agitando las manos para
atenuar el dolor producto de haber detenido un rayo con las palmas, y mirando a
la distancia a la Cuidadora del Tep-Wo -, "yo quiero intentarlo después que ella. Puedo?". Eduardo y Zümsar se miraron entre sí, porque la pregunta estuvo dirigida a ellos, y movieron la cabeza de
arriba hacia abajo, en tanto Qumi la alentaba diciendo que Kuza y Lara estarían orgullosos en cuanto tomaran conocimiento de su
desempeño en este enfrentamiento.
Avanzados unos pocos minutos desde que entrara Qumi y saliera Marina, los
combatientes tuvieron que admitir que la presencia de una Sublime entre ellos
apenas representaba un leve incremento de los problemas para el monstruo, que
esquivaba o absorbía las descargas y frenaba los
golpes casi con la misma facilidad. Lejos de allí, Marina había adoptado una postura similar
a la de su colega del JuSe y procurando desde el primer momento: vaciar su
mente de todos los pensamientos que fueran a estos efectos innecesarios,
consciente de cuán difícil era eso, principalmente a causa de ver al cuarteto
peleando y la posibilidad de que el monstruo se alzara con el triunfo... y, por
supuesto, su desgracia. "No mientras estemos juntos!", exclamó Marina, abandonando la postura e incorporándose, pues, aún con sus
preocupaciones y temores, había podido alcanzar la condición de Sublime, experimentando las mismas
transformaciones que Qumi e idéntico incremento en sus
poderes, capacidades y sentidos. Decidida a hacer lo que fuera necesario para
que la batalla no se prolongara por más tiempo,
remontó el vuelo, apenas un esfuerzo
mínimo, y estuvo con sus
colegas, golpeando al monstruo con ambos puños, una enorme
presión que lo envió violentamente al suelo. "Esto es
excelente!", opinó, al haber visto de lo que era
capaz con esta nueva condición. "Mi turno",
anunció Lidia, dejando a las damas y
los hombres hacerse cargo del enemigo, y estos pudieron comprobar cómo dos Sublimes hicieron la diferencia, ya que
obligaron al monstruo a adoptar nuevas tácticas
tanto para atacar como para defenderse. Continuaban siendo cinco adversarios,
pero ahora dos de ellos habían quintuplicado sus poderes y
era probable que otro más lo lograra. "Tenemos
que darle tiempo", llamó Zümsar, quien había visto
mejorada la técnica de la Vitrificación, gracias a la nueva fuerza de su colega del JuSe, y
no bien concluyó esa frase los cuatro se
abalanzaron al unísono, atacando con todo lo que
tenían. La Cuidadora del Vinhuiga,
en tanto, sentada en el suelo con las piernas extendidas y las manos a los
lados del cuerpo, estaba dando lo mejor de si para igualar a las mujeres
adultas, sabiendo que no sería sencillo. Su caso, estaba
consciente, era más complejo, porque debía borrar de su mente también el hecho de que era menor de edad, al creer que eso
podría suponer una traba. La mente
de Lidia había sufrido grandes
transformaciones con el correr de los últimos
trece meses y no había tenido oportunidad hasta
ahora de demostrar cuanto había madurado en ese aspecto, al
tener que asumir la enormísima responsabilidad de
acceder a la condición de Sublime, sabiendo que de
eso dependía la supervivencia de, por lo
pronto, sus colegas. Lidia, al fin lo reconocido, llevaba mucho encima suyo
para tener solo diez años, y en este momento lo
estaba demostrando como nunca, sin dejar de tener presente que, en cuanto
derrotaran los otros cuatro y ella al monstruo, podría quitarse de encima esa carga tan pesada y llevar
nuevamente una vida acorde a su edad. Era eso en lo que los más cercanos a ella venían insistiendo desde que se convirtiera en la heredera de Seuju, y si
había podido hacerlo siendo tal,
no tendría problemas en retomar esa
vida estando libre de la enorme responsabilidad. "Resistan un poco más sin mí",
pidió en silencio, conscientes de
que algo había pasado, pues interpretó ese leve temblor como la señal de que había
alcanzado ya la condición de Sublime. Y así fue, de hecho. Apenas hubo de sentir esas mejoras, se
dirigió sin pérdida de tiempo al lugar donde estaban sus colegas y
el monstruo, quien antes de haberse dado cuenta se vio golpeado en la boca del
estómago y acto seguido envuelto
en un remolino de fuego, a la vez que la híbrida
giraba velozmente en torno a él para mantener constantes
esas llamas, dando tiempo a Zümsar para retirarse, porque
este sería el siguiente en intentar
alcanzar la condición de Sublime, y a las mujeres
adultas y Eduardo para atacar al enemigo con todo, aprovechando que este estaba
temporalmente incapacitado. "Me parece que ahora sí se nota el cambio", apreció el Cuidador del Vinhäe, al cesar Lidia con sus técnicas y
dejar paso a Qumi y Marina, quienes de nuevo combinaron lo mejor de su arsenal,
una potente mezcla de los elementos tierra y aire que, aunque lejos estuvo de
causar heridas al monstruo, significativas o no, logró que aquel perdiera los estribos y que dejara, por
primera vez desde la llegada de las hadas, de lado su tarea de cumplimos
obligatorio e irrestricto y se concentrara en quitarse de encima esos obstáculos que representaban los ataques combinados de
ambas mujeres adultas, además de las descargas con que
Eduardo y la nena híbrida buscaban mantenerlo a
raya. "Al final es cierto eso de que podemos lograrlo", se alegró la Cuidadora del Vinhuiga, recurriendo a los
latigazos, visiblemente animada por haberse transformado en Sublime, para
enlazar al monstruo, ejerciendo una enorme presión, dando tiempo a su trío de colegas para agruparse y
ejecutar la espectacular combinación de los
tres elementos, con la que las hadas consiguieron el primer avance
significativo. Y no fueron los únicos, porque en el mismo
instante en que lo impactaron, una masiva descarga eléctrica cayó
violentamente desde las alturas y cortó todos los
movimientos del monstruo, produciendo un extraño sonido que fue bastante parecido a una exclamación, como si cientos de voces hubieran advertido que su
momento de cruzar al otro lado de la puerta había llegado. "Ilios?", llamó Zümsar, demostrando hasta qué punto habían
mejorado sus capacidades, ahora que era un Sublime, con las mismas características que Qumi, Marina y Lidia. "Eso
parece", concluyó Eduardo, antes de dejar al
cuarteto. Al parecer, advirtieron las hadas, con golpes tan fuertes, como ese,
podían reducir una fracción de la energía del
enemigo, o, lo que era lo mismo, segar la existencia de una parte de los
individuos que conformaban a este guerrero único.
"Cuántas creen que hayan
sido?", inquirió la nena, viendo al monstruo
recuperarse de la conmoción e incorporarse, sin,
aparentemente, secuelas físicas del ataque. Pudo perder
una parte de su energía, pero seguía siendo poderoso en grado extremo y, por lo que veían las hadas, no pareció que la pérdida de una parte de sus
"componentes" lo afectara, física ni
emocionalmente. "Que importa, nos evita tener que eliminar uno por uno a
los ilios", contestó Zümsar, lanzando otra de esas fulminantes descargas.
Esta vez el monstruo estuvo preparado y la contuvo, haciendo un esfuerzo
superior a los anteriores, absorbiendo la energía, pero sin los mismos resultados, ya que si bien pudo recuperarse de
las heridas, no tuvo suerte al intentar reponer las fuerzas que perdiera con el
ataque combinado, lo que llevó a los Cuidadores a asumir que
habían por fin logrado un avance.
Aunque hubiera perdido una parte de la fuerza, el
guerrero único seguía siendo el enemigo más poderoso al que se enfrentan
alguna vez los Cuidadores, y tan solo con la llegada de Eduardo alrededor de
tres minutos más tarde, transformado ya en un
Sublime, pudo equiparar las fuerzas. Los cinco seres feéricos juntos, luchando con sus poderes y capacidades
al máximo, estaban al mismo nivel
que el monstruo, lo que trajo como consecuencia que el combate alcanzara nuevas
escalas en su ferocidad y peligrosidad. Eran las mismas tácticas y ataques que antes, incluidas las artes
marciales, pero con un encono que las hadas probablemente nunca más volverían a
experimentar. "Todos juntos!", llamó Eduardo, y los cinco lanzaron las descargas más grandes desde que empezara la batalla, desde
posiciones distintas, mezclando energías con
sus propios elementos. El enemigo estuvo preparado, y se defendió creando la esfera, y cuando esta hubo de absorber los
ataques, la disolvió, enviando la energía acumulada a las fuentes. "Protéjanse", exclamó Qumi, y
los cinco llevaron sus manos hacia adelante, creando sólidas barreras con sus auras, del mismo color que
estas, adquiriendo formas que asemejaron a los símbolos representativos del agua, el fuego, el aire, la tierra y el rayo.
El monstruo empezó a lanzar descargas en sucesión rápida, intentando asestar al
menos uno a cada uno de esos objetivos que se movían velozmente y sin detenerse en torno a él. Los Cuidadores estaban en movimiento alrededor del monstruo, lanzando
descargas, otra vez buscando puntos débiles,
aunque fuera uno solo, animados por esta nueva condición, sabiendo que cabían las
posibilidades de que fueran intentos infructuosos, pues la invulnerabilidad
continuando estando en lo más alto. "Volvamos a concentrar
nuestros ataques", pidió Eduardo, en tanto los otros y
el usaban la telequinesia para levantar enormes cantidades de piedras - el
suelo se resquebrajó en un radio de trescientos
metros - y usarlas como armas, ocupándose
Qumi del resto, y uno atrás de otro se oyeron cien
impactos violentos, al dar los fragmentos contra el escudo de fuerza del
enemigo. "Hagámoslo", coincidieron los
demás, situándose juntos, enfocando las palmas hacia adelante y
lanzando los rayos que confluyeron en uno solo, ante lo cual el monstruo tuvo
que usar una cantidad igual de su energía para
repelerlo, e inmediatamente luego abalanzarse con todo contra las hadas, porque
estas de ninguna manera iban a quedarse quietas para analizar los resultados
del ataque combinado. El monstruo los golpeó con
fuerza y los Cuidadores cayeron al suelo bruscamente, levantándose sin secuelas, reconociendo la firme posibilidad
de los graves daños que hubieran sufrido de
haber sido Altos Selectos, y con eso confirmaron una vez más que este recurso tal vez fuera lo único con lo que contaban para derrotar al monstruo (no
reparaban todavía en el
"encauzamiento"), aunque, sabían, no lo
lograrían de un momento a otro. Los
Cuidadores calcularon que ya habían pasado
entre tres horas y media y tres y dos tercios desde que empezara la batalla, y
no tuvieron otro logro significativo más que
aquel que implicara el golpe conjunto que segó la existencia de varias centenas de ilios que conformaban al enemigo.
Este continuaba siendo poderoso y, por más que se
esforzaban, sus oponentes no podían
traspasar esa inexpugnable barrera que lo estaba protegiendo. "Ese es
nuestro principal obstáculo", juzgó Zümsar, sabiendo que si lograban
traspasarla, aunque fuera solo con una abertura insignificante, la derrota del
monstruo estaría mucho más cerca, porque quedaría expuesto a las descargas, y con eso, además, podrían
restringir eventualmente la capacidad regenerativa del enemigo. Dicho eso, el
quinteto enfocó su atención y energías en
destruir el escudo de fuerza, pero para mala fortuna de ellos, el monstruo
advirtió la estrategia y en cuestión de segundos pudo pensar en una forma para repelerla,
ante lo cual los Cuidadores se vieron forzados a admitir que el enfrentamiento
iba a continuar por más tiempo que el que ellos
quisieran. El escudo seguía siendo su prioridad, por
supuesto, porque no era solamente algo que el enemigo usaba para protegerse de
los ataques y otros daños consecuentes de la lucha,
sino también de un medio con el que podía absorber la energía, una
cualidad que las hadas descubrieron no fue anulada del todo, tanto de las
descargas como incluso del contrato físico con
el quinteto. "Alguna sugerencia?", preguntó Marina, apenas sintiendo los efectos de un rayo que
le lanzara el monstruo, comprobando cuan resistente era la condición de Sublime. "Hagamos lo contrario a destruir
ese escudo", sugirió Lidia, y dijo que dispararan
tantas veces como fuera necesario para crear una sobrecarga y lograr con eso
que el escudo reventara, al no ser capaz de contener el volumen de energía. "Funcionará?",
inquirió Qumi, pensando en cuántas descargas se requeriría para eso. "Creo que solo hay una manera para
comprobarlo" - contestar Zümsar, que exclamó -, "... a lanzar las descargas!". Y los
cinco enfocaron las palmas hacia adelante, dando inicio al instante una
seguidilla de rayos verde oliva, rosa, blanco, negro y celeste- azul jacinto (Zümsar, Qumi, Marina, Lidia y Eduardo), tan intensas
como las otras, que fueron constantes en alrededor de un tercio de hora,
habiendo los Cuidadores permanecido todo el tiempo desplazándose velozmente sobre la superficie y en el aire en
torno al monstruo, porque este, aún
recibiendo todos esos impactos, sin preocuparse por contenerlos y desviarlos -
las hadas dedujeron que estaba completamente convencido de la infalibilidad de
su escudo, creyendo que nada podría
atravesarlo -, no dejó de atacar, lanzando sus
propios rayos, alternándolos con las piedras que
levantaba con sus manos o con la habilidad telequinética y también con
golpes con los puños. Los rayos de los
Cuidadores producían enormes estruendos al
impactar, además de notables espectáculos de luces, pero lo que menos pasaba era lo que
esperaban los combatientes. Estos habían
descubierto una nueva técnica que les permitía conocer el nivel de fuerza del enemigo, y por lo que
pidieron advertir, todavía estaban lejos de poder
asestarle un golpe significativo al monstruo, que era anular ese escudo, y
mucho más de destruirlo. "Por qué logramos entonces segar la vida de miles de
ilios?", preguntó con desconcierto Lidia,
obteniendo la respuesta casi de inmediato, cuando Eduardo supuso que ese
tremendo golpe lo habían logrado no solo por los
poderes adquiridos con su nueva condición, sino
también por el estado emocional,
alegre y de satisfacción, por haberse transformado.
"Entonces, tenemos que recuperar ese estado", dijo el Cuidador de la
MabDe, lanzando cinco descargas al mismo tiempo, esferas verde oliva que
aparecieron flotando sobre su cabeza que produjeron el mismo espectáculo de ruido y luces, ante lo cual el enemigo estuvo
a punto de tropezar. "Hacer que la fuerza y los ánimos sean igual de enormes y se conviertan en
uno" - agregó Marina -, "vamos a
intentarlo". Y enfocó una parte de sus pensamientos
en recordar cada cosa que había sentido en el instante en
que alcanzara la condición de Sublime, sin dejar de
acribillar al monstruo. Sus colegas hicieron lo mismo, y muy pronto lograron
ver nuevamente esos sentimientos y emociones tal cual los experimentaran, y les
dio lo que necesitaban para anular el escudo. Reunieron tal cantidad de energía en un solo disparo que, sencillamente, aquella
barrera no fue capaz de resistirla, y se produjo una explosión tan grande que, en tanto el monstruo era catapultado
a varias decenas de metros de distancia, las hadas oyeron como un mayor número de exclamaciones indicaba que la cantidad de
"componentes" había sido, al menos, diez veces
superior a la primera. "Lo conseguimos!", celebraron los cinco al unísono, dándose el
lujo de dedicar unos pocos segundos a
estudiar las condiciones en que había quedado
el monstruo. Pero en cuanto empezaron, pasó algo que
causó alarma en los cinco, al
tiempo que tomaban una distancia prudencial y se miraban entre sí, intentando comprender el evento del que fueron
protagonistas. "Perdimos nuestra fuerza" - dijo Lidia con un tono de
altura, teniendo nuevamente la forma feérica (una
nena de baja estatura que no podría
resistir en combate contra un enemigo, en teoría, en ese estado. Viéndose así, deseó -, "en este momento
quisiera ser adulta, tendría mejores oportunidades".
Aprovechando el estado actual del monstruo, temporalmente desorientado a causa
del último ataque de las hadas como
Sublimes, advirtieron que había pasado el tiempo en que podían permanecer con esa condición, el cual siempre era temporal y no existía una forma para saber cuánto podrían
conservarlo. Eduardo consideró que no estuvieron mal los
casi treinta minutos, para ser la primera vez del quinteto, aunque haber
logrado mantenerla por esa franja implicara que los Cuidadores quedaran
agotados. "Es por la exposición
prolongada", dijo Zümsar, al tanto de que todos
los Sublimes tenían la posibilidad de poder
conservar por lapsos más amplios esa condición y no terminar así al
abandonarla, con experiencia y la suficiente práctica. "Lástima que no lo podamos hacer
de nuevo", se decepción Qumi, viendo un único aspecto positivo en el hecho de que tanto los
otros como ella estuvieran ilesos. El que se recuperó, y antes que cualquiera de los cinco hubiera podido
hacer algo más que pensar los tuvo encima,
dando golpes con los puños y los pies. Los hombres
fueron quiénes corrieron con los mayores
riesgos, ya que como tales no estuvieron dispuestos a permitir que Qumi, Marina
y Lidia corrieran semejante riesgo que podía
significar, entre otras cosas, los huesos rotos allí donde los impactara el enemigo. "Eso dolió!", se quejó el
marido de Isabel, moviendo repetidamente y de un lado a otro el brazo derecho,
porque lo había interpuesto entre su colega
del Tep-Wo y uno de los ataques del monstruo; acto seguido hizo aparecer de la
nada una enorme cantidad de agua y la lanzó con gran
presión e igual velocidad hacia el
enemigo. Para su sorpresa, fue un impacto de lleno en la boca del estómago, aunque no más que
eso, porque el guerrero único apenas trastabilló y no dudó en
seguir sus feroces embestidas, ejecutando una serie de movimientos y saltos
para confundir a las hadas primero y golpearlas después, sin que ninguna hubiese podido hacer algo para
contener o evitar los ataques. Aún sin su
escudo protector, y habiendo perdido una parte de su energía (ínfima, de no más de diez puntos porcentuales), seguía siendo muy poderoso, y ahora que los Cuidadores
estaban nuevamente con su forma feérica esa
diferencia era extremadamente superior, algo que para el quinteto quedó demostrado con la rapidez con que fueron golpeados.
El monstruo, entonces, hizo uso de una técnica
nueva, parecida a las anteriores, pero definitivamente más fuerte y, por supuesto, mortífera. Alzó las
manos hacia arriba, ubicando los brazos en una posición completamente erguida, e hizo aparecer una
gigantesca esfera de energía que, advirtieron los
Cuidadores, contenía esos fragmentos arrebatados
a cada uno de sus antecesores, desde que los ilios empezaran el desarrollo de
su arma más letal. Cuando esa esfera
hubo de condensarse y adquirir el tamaño de una
pelota de tenis, el monstruo simplemente la lanzó hacia las hadas.
Las cosas se pusieron entonces verdadera y
fenomenalmente difíciles para Zümsar, Qumi, Marina, Lidia y Eduardo, quienes, tras el
impacto, perdieron el conocimiento y al recuperarlo se encontraron atrapados en
una ilusión. La descarga fue tan rápida que no tuvieron tiempo para otra cosa que
maldecir su suerte tan espantosa.
_Alguna idea de en dónde estamos?., llamó la Cuidadora del JuSe, levantándose con dificultad, frotándose la parte donde terminaba la espalda para atenuar
los efectos del golpe.
No recordaba haber caído sentada. Lo último que había visto, antes de perder el conocimiento, fue la
descarga del monstruo impactarla en el bajo vientre, y luego un sutil rayo rosa
emergiendo de ella misma, lo cual, se aterró por
advertirlo, podía significar una sola cosa y
nada más.
"Ay, no!", pensó.
_La verdad es
que no, pero tenemos que volver cuanto antes y terminar con nuestra misión - contestó Eduardo,
habiendo visto lo mismo que los demás, esos
haces luminosos ascendentes... y no era bueno. Confiaba en que no hubieran sido
más que unos de los componentes
de este artificio -. Lo único cierto es que todos
estemos atrapados en... Una recámara rectangular, con techo a
dos aguas?.
Eso era, en
efecto.
Pero era inmensa, de varias centenas de metros de
frente, fondo y altura. Un recinto absolutamente vacío sin muebles, en que la única fuente de iluminación eran sus auras y esas tres líneas de
un tono brillante de gris que corrían a lo
largo del techo. En este y las paredes se combinaban discretamente los tonos de
negro, y las baldosas, también rectangulares, tenían una tonalidad opaca de gris. Tampoco habían tales o cuales inscripciones que orientaran acerca
de las funciones de la construcción.
_No vamos a resolver nada quedándonos acá - asentó Zümsar, resignado a tener que
permanecer con la forma feérica. Había usado tal cantidad de energía al acceder a la condición de Sublime que ahora no siquiera se podía transformar en el cocodrilo rey -. Deberíamos movernos siguiendo esas líneas en el techo, en cualquiera de las dos
direcciones.
_Y permanecer todos juntos - agregó Marina -
Algo me dice
que este lugar no es amistoso, al menos no del todo.
Para tratar de convencerse, lanzó cuatro descargas, en direcciones diferentes. No
obtuvo respuestas, no hubo explosiones ni otras reacciones, aunque eso, observó, no significaba que el peligro no anduviera por allí.
_Déjenme probar suerte a mí., pidió la nena
híbrida.
Echando la cabeza hacia atrás, lanzó media
decena de potentes bocanadas de aire, una hacia arriba y las otras hacia los
puntos cardinales principales (los híbridos
nacidos en parte de los vampiros tenían una
reserva adicionales de energía levemente mayor a la de
cualquiera de los otros seres elementales), buscándolo respuestas, pero tampoco las obtuvo. Lidia no pudo ni quiso
ocultar su decepción, porque había puesto sus esperanzas en la eco localización.
_Larguémonos ya., quiso el Cuidador
del Vinhäe, tan decidido como los demás a no desperdiciar un instante.
Aún con eso, se vieron forzados
a caminar despacio y enfocando los ojos en todas las direcciones, además de tener el sentido de la audición en máxima alerta. Estaban convencidos
de que esta construcción tan grande como misteriosa
encerraba peligros, y eso lo sabían tanto
por sus experiencias previas, en los templos antiguos de los ilios, como por la
obviedad implícita en las condiciones de
esta estructura. El tiempo estaba más en su
contra que nunca, porque no solo debían hallar
la manera de romper esta ilusión (deseaban con todas sus
fuerzas que se tratara de eso) y volver a la realidad, sino también terminar el enfrentamiento con el MIR, el guerrero único que constituía la última esperanza de los ilios, y destruirlo. A este
respecto no veían una alternativa viable,
porque estaban exhaustos, sin la posibilidad de transformarse a su forma
natural (mucho menos a la combinada, Selectos, Altos Selectos no Sublimes), y
con toda seguridad aquel estaría en mejores condiciones físicas y de fuerza. Decidiera que ya se ocuparían de eso no bien hubieran vuelto a la realidad, así que concentraron todas sus fuerzas, las que les
quedaban, en buscar algún indicio que señalara la salida, o, en el otro caso, la ubicación del o los peligros en este recinto. La única arma con que contaban era la seguridad que podían proporcionarse ellos mismos como grupo, así que la usarían de
ahora en más, confiando en que, al volver
a la realidad, pudieran recuperar aunque fuera una parte de sus energías. "Siempre quedan los nuestros" - dijo
Eduardo, pensando, con un tono lúgubre en
sus palabras, en sus colegas -, "si no lo logramos...". Y los otros
comprendieron que hizo referencia a los Cuidadores de las Moradas de la Flora y
de la Fauna y de la Casa de la Magia; si este quinteto fallaba, el destino de
cada uno de los seres elementales quedaría en
manos de Lina, Akmi y Kevin. Aún con ese oscuro panorama, no
se desanimaron y siguieron avanzando y explorando la recámara rectangular, hasta que vieron algo que captó su total atención.
_Debe ser la salida!., se esperanzó Eduardo.
No sabía por cuánto tiempo habían estado
caminando, ni la distancia que cubrieron, pero no había dudas sobre lo que tenían frente a ellos, tal vez a otros mil metros. A su lado izquierdo
detectaron una oficina no muy grande, tal vez de tres por tres
Aunque no
fueron capaces de detectar ninguna presencial, decidieron que se acercarían cautelosamente, listos para pelear usando las técnicas marciales si fuera necesario.
_Si fue una ilusión, no
estuvo creada para otra cosa que hacernos perder el tiempo., opinó su colega del JuSe.
El piso y las paredes estaban en condiciones
inmaculadas. Eso le fue de ayuda para comprobar que, en efecto, las trampas
caza bobos eran inexistentes allí.
_A propósito de
eso... Si quisieran arriesgar una cifra - llamó Marina -. Cuánto tiempo creen que llevamos
atrapados en este lugar?.
No fueron los otros ni ella capaces de dar una cifra
acertada, ni tampoco una aproximada, porque sabían que cualquiera estaría equivocada.
_Esperemos que no haya sido mucho, porque es lo que
menos tenemos - deseó Zümsar, dándose
cuenta que tampoco estaban funcionando su bastón ni el impulsor en este recinto rectangular -. Ni bien hayamos abierto
esa puerta vamos a estar en nuestro mundo, en la realidad, y eso significa que
el monstruo va a ser lo primero que veamos y encontremos. Si tuvimos muy pocas
oportunidades de causarle daños antes, menos vamos a
tenerlas ahora, estando los cinco tan agotados. A lo que voy es a que tenemos
que extremar todas las precauciones desde el mismo instante en que uno de
nosotros haga girar el pomo de la cerradura.
_El momento en que vamos a recuperar el conocimiento -
tradujo Lidia, despertando el orgullo de los adultos, pues era la híbrida el único
componente del grupo que no estaba dispuesto a huirle a cualquier reto que
pudiera haber en esta ilusión, y de todos, era la que
mayor valentía y menos temores y
preocupaciones demostraba. No era por inconsciencia o ignorancia, sino otra de
las cualidades que heredara de su padre. Los vampiros no le escapaban ni temían a ningún reto -.
Debemos estar tendidos en el suelo, y el monstruo atento al intentar en que los
cinco vamos a recuperar la movilidad y abrir los ojos. Eso nos va a dejar no más de un segundo para reaccionar.
Ese fue el tema que los mantuvo ocupados hasta que se
situaron frente a la puerta, concluyendo que habrían de rodar por el suelo para evitar que el guerrero único los golpeara o pisara; si podían remontar el vuelo o no no importaba, e
inmediatamente luego lo atacarían como pudieran, con sus
poderes o con las artes marciales. Estando ya frente a la puerta, la apreciaron
con detalles, no habiendo podido registrar la pequeña estructura de tres por tres, pues estaba cerrada y
sus dos ventanas tapadas con cortinas negras. "Parece apta para los
nagas", observó Lidia, porque la puerta por
la que intentarían pasar tenía más de diez metros de alto. Eran
dos piezas de tres metros de ancho que se abrían hacia el interior de esta estructura rectangular, de una clase de
madera muy bien trabajada y, por supuesto, lujosa, pintada también con colores discretos. "Cedro" - advirtió Qumi, creyendo haber acertado -, "y miren esto,
este otro lujo", agregó, hablando por la magnífica cerradura de oro. "Y qué me dicen de eso?", llamó Marina, señalando
con la vista lo que parecía ser escritura cuneiforme en
el marco, tallada en este, en tanto los hombres apoyaban las manos en la
puerta, para asegurarse que no hubiera trampas caza bobos. "No las
hay", dijo Zümsar, tras dos minutos, y
Eduardo concluyó diciendo "Después podemos comentar acerca de este lujo y todo sobre
esta recámara. Ahora vamos". Y tomó el pomo, decidido a abrir la puerta y romper la ilusión en que estaban atrapados.
_No vayan a abrir esa puerta!.
Las hadas adoptaron inmediata e instintivamente una
posición de alerta, enfocando los
ojos en todas las direcciones y agudizando el oído, pero no pudieron saber desde qué o cuál lugar provino esa advertencia. Había sido una voz masculina grave, de un hombre que podría estar a mitad del segundo grupo etario - una franja
de treinta y seis años comprendida entre los
diecinueve y los cincuenta y cinco años -,
pero no lo pudieron ver sino hasta varios segundos después, cuando hizo acto de aparición desde lo más alto de
la constructora. Una nube de vapor y gas un tanto espesa que descendió formando espirales hasta situarse justo delante del
quinteto, donde se materializó y adquirió una consistencia sólida que,
en efecto, era la de un hombre del segundo grupo etario. Estaba usando una
sotana negra, zapatos y un sombrero del mismo color, y sus únicos complementos eran el estuche que llevaba en la
cintura, en el lado derecho, en el que guardaba una daga, un báculo de madera con una esfera de oro en el extremo y
un extraño símbolo en el pecho, un medallón de color celeste. Los Cuidadores comprobaron que se
trataba de un ser feérico, porque tenía un aura, del más oscuro
tono de negro que el quinteto hubiera visto alguna vez, y un juego de seis
alas, que estaba agitando levemente. Este individuo hizo un veloz movimiento
con la zurda y abrió el acceso a la estructura, e
indicó a las hadas que entraran,
algo que estas hicieron conservando las dudas y, obvio, las precauciones y la
impaciencia. Esto podía ser una trampa y no había tiempo que perder. Ya sentados en esas cómodas sillas que aparecieron de la nada, y observando
lo simple que era el interior, Eduardo fue el primero en hablar, y lo hizo con
una pregunta al anfitrión, que había ocupado el lugar al otro lado del escritorio.
_Por qué no
podemos abrirla?.
Lo que más
destacaba en ese lugar era un archivero encima de una de las paredes, a la cual
cubría en su total, y una serie de
cilindros dispuestos sobre una estantería,
numerados, y cada uno contenía mil unidades de algo.
"Ya vamos a averiguar qué... o no", pensó el Cuidador del Vinhäe.
_Porque en cuanto lo hagan no van a tener vuelta atrás - contestó el
hombre, conservando el tono serio, moviendo mediante la telequinesia un
bibliorato de esos cientos que estaban en el archivero -. Supongo que ustedes
cinco habrán escuchado la expresión "pasar al otro lado de la puerta" y
entendido lo que significa... No es así?.
Los Cuidadores quedaron boquiabiertos.
De todas las opciones que pensaron, esta era la que
menos probabilidades tuvo al momento de intentar explicar qué era y qué
funciones cumplía esa gigantesca construcción rectangular. En un tiempo se lo hubo de considerar
como un mito, dada la inexistencia de pruebas y fundamentos que demostraran que
era un lugar real, especialmente desde que el Edicto Once fuera desarrollado,
en seis mil pesos sesenta.
_Así que después de todo es cierto – reaccionó Eduardo, dándose toda la cuenta de lo que los otros y el estaban
viviendo… y de la
posibilidad de que la existencia de los cinco se estuviera terminando. Al
respecto, sus emociones y sentimientos estaban en medio de una enorme confusión, como era el caso de sus colegas – todo cuanto se sostuvo hasta el
ocaso religioso.
Aldem estaba frente a los cinco.
La personificación de la oscuridad y de la muerte.
_Si – contestó, decidiendo no abrir el bibliorato. De momento, no
escribiría en alguna de
sus páginas los
nombres de estos “nuevos huéspedes permanentes” –. Pero las cosas no son como ustedes las conocen e
imaginan, sino lo contrario. Y eso se los puedo explicar ahora. Pero antes - vio y detectó el temor en la cara de las hadas, y quiso aclarar – No están muertos todavía, así que pueden respirar tranquilos.
Eduardo, Lidia, marina, Qumi y Zümsar lo hicieron, por supuesto, sin
hacer a un lado el desconcierto y la confusión.
Uno de los principios de todas las
religiones era que los dioses, sin importar su cantidad y género, eran quienes creaban a todas y
cada una de las formas de vida – “Igual que en la Tierra”, había aportado Eduardo –, y así lo sostuvieron las hadas en tanto hubo de existir su
creencia, en cuyo tope estuvieron Vica y Aldem, quienes, respectivamente,
representaban a la vida y la luz y a la muerte y la oscuridad. Hasta el mismo
instante en que se produjera el ocaso definitivo de esa religión, los seres feéricos, todos estos, sostuvieron que
aquellas dos figuras habían sido las
creadoras, cuando, según lo que ahora
estaba explicando Aldem, la realidad era la opuesta. Según la personificación de la muerte y la oscuridad, habían sido las hadas las responsables
de crearlos a el y a su contraparte del sexo femenino, porque, explicó como mejor lo supo hacer, creyeron
y desearon con tal fuerza poder encontrar una respuesta para todo lo que
desconocían, o cuya
comprensión era parcial,
que terminaron concluyendo que había en alguna parte un ente
infinitamente más sabio y
poderoso con la asombrosa capacidad para crear todas esa cosas y explicarlas. A
Vica, Aldem y la religión en general se
hubo de acudir para buscar esas respuestas a todos los planteos y misterios,
incluido el principal de estos, el “origen de la vida”. Conforme la ciencia iba haciéndose su lugar, a base de
sacrificios y esfuerzos, esas interrogantes tuvieron respuestas que eran más fáciles de corroborar, pero los adeptos a la fe nunca
renunciaron a las suyas. “Mejor que eso
no cambie, aunque la religión haya desparecido”, prefirió Aldem, quien acto seguido contó a los Cuidadores que fueron las
hadas quienes hubieron de dar vida y existencia a el y a todo cuanto
representaba esta fe ya extinta. Las dos figuras máximas tomaron conciencia de su
existencia en un momento en que cada uno de los individuos de la raza feérica coincidieron en tiempo en ese único pensamiento, y no les demandó más que una fracción de segundo comprender cuál era la realidad y el papel que desempeñarían en la sociedad desde ese instante. Su lugar de
residencia y trabajo, así lo quiso
definir este ser divino, pasó a ser esta gigantesca barraca de dos mil metros de
largo por trescientos de ancho por doscientos de alto, en cuyos extremos se encontraban
las moradas de ambas divinidades: en una de ellas, Vica daba la bienvenida a
cada nuevo ser feérico que
llegaba al mundo; y en el otro, Aldem escoltaba a los individuos a su lugar de
residencia eterna, del que ya no podrían volver. Esas moradas representaban los momentos del
parto y de la muerte de las personas, y el espacio entre ambas era la vida
misma. En ningún momento había intervención divina y las hadas recién tomaban conocimiento de la
existencia de este lugar cuando les llegaba la hora, instante en que Aldem les
explicaba cuál era la
realidad, a la vez que hacían el repaso integral de la obra de este nuevo y
permanente huésped. Aldem
finalizó esas palabras
diciendo al quinteto de Cuidadores que ellos en ningún momento y bajo ninguna
circunstancia intervinieron ni intervenían en el origen y el final de la vida, pues estos eran
hechos meramente biológicos, ni
tampoco durante su curso, y que todo
cuanto ocurría era por la
libre voluntad y albedrío de los
propios seres feéricos.
_Entonces, si todo lo que pasó no es obra de ninguno de los dos, ¿qué representa todo esto?., quiso saber Zümsar.
Quedaron, advirtió, varias lagunas en esa explicación. “O no”, dijo en silencio, pensando que también pudo darse el caso de que Aldem no
hubiera sabido definirse, que los
Cuidadores no hubieran puesto atención.
_Aunque desde el inicio Vica y yo no
hayamos sido otra cosa que… figuras decorativas, por definirlo de alguna manera;
decidimos asumir las funciones para las cuales fuimos creados – contestó Aldem –. Esta es la mía. Escoltar a las hadas al otro lado
de esa puerta. Esos cilindros que ven allí – señaló con la vista esas piezas –, contienen la información detallada de cada una de las
personas feéricas que murieron
en un período de mil años, desde mi nacimiento, no desde el
inicio de cada milenio. Y los biblioratos, incluido este, las muertes ocurridas
en todo el mundo en los últimos seis
siglos, un poco más un poco
menos. Es lo único que hice y
hago… y voy a hacer
hasta que ya no quede vida en este planeta.
_Y las hadas desconocen que todo
esto fuera una creación de ellas, y
no al revés – repitió Qumi –. Es muy confuso. Creo que necesitaría escuchar esa explicación dos o tres veces más para comprenderlo todo.
_Tal cual – confirmó Aldem –. Desde la vida para abajo, todo
pasa por obra y gracia de ustedes. Este, como les dije, es nuestro hogar.
El y su compañera permanecerían para siempre en esa inmensa
barraca, sin posibilidad de hacerse presentes en el mundo de los vivos. Aldem,
por su parte, tenía la chance de
entrar al de los muertos, cada vez que a un hada se le terminaban los
problemas.
_El origen de la vida es uno de los
grandes misterios y ni la religión ni la ciencia pueden dar una respuesta.
Personalmente, espero que nunca aparezca – opinó Eduardo –. Hablo de la vida en el sentido amplio, claro. Ya
sabemos que todos nosotros nacemos porque…
_Cuidado con las palabras que hay
una nena presente., advirtió Qumi,
desconociendo como pudo incorporar unja risa a esa advertencia, considerando lo
que estaba viviendo, experimentando y sintiendo en este momento.
Lidia rió, no entendiendo lo que quisieron
decir sus colegas del Templo del Agua y el Hogar de la Tierra, pues su mente
estaba moviéndose velozmente,
trabajando al máximo de sus
capacidades, intentando procesar todo lo que había dicho el anfitrión, entre esas palabras aquellas que dijera al
principio, sobre que no estaban muertos.
_Eso es lo que no entiendo. Si no
fallecimos, ¿qué hacemos los cinco en este lugar?, ¿cómo terminamos acá?.
_¿Y por qué vimos emerger de nosotros mismos esas luces?., agregó Qumi.
_Dos cosas – contestó (arriesgó) Aldem –. Por un lado, creo que todos sus
antecesores los protegieron al momento de ese último ataque del monstruo haciendo que ustedes
quedaran a salvo… o casi. Quiero
decir que esos remanentes de los Cuidadores crearon alrededor de ustedes una
clase de escudo, al mismo tiempo que los atacaban. Ellos no pueden abandonar al
monstruo, así que llevaron a
la práctica o único que no les estaba limitado,
defenderlos a la vez que atacarlos. Creo que su enemigo no se dio cuenta de
eso, por lo compenetrado que estuvo con su misión de destruirlos…
Hizo un alto para ver como los
Cuidadores parecían haber
comprendido esta nueva explicación.
_... la otra cosa, y esto es un
pensamiento mío… bueno, creo que ustedes cinco,
involuntaria e inadvertidamente, llevaron a la práctica algo que a la fecha sigue siendo uno de los más grandes misterio de todos los
tiempos. Viéndose en un peligro del que no
creyeron que podrían salir
airosos, separaron sus almas de sus cuerpos y las primeras llegaron a este
lugar, mientras que sus formas físicas quedaron… ¿tendidas en el suelo?. Con eso, el monstruo puede
destruirlos y reducirlos a polvo, pero en cuanto sus almas hayan vuelto van a
regenerarse y ustedes resurgir como nuevos, con sus poderes y habilidades en lo
más alto.
Eduardo, Lidia, Marina, Qumi y Zümsar habían hecho lo mismo que Iris y otros
seres feéricos a lo
largo de la historia: separar el alma del cuerpo al verse expuestos a un
peligro cuya magnitud ameritaba la aplicación de esa técnica. Se emocionaron con la idea de ser los primeros
individuos en el mundo que podrían completarla de manera exitosa.
_Y nuestras almas adquirieron esta
forma corpórea temporal – advirtió el Cuidador del Templo del Agua –. Lo que no entiendo es cómo llegamos acá, ni cómo vamos a volver.
Sus colegas se estaban formulando en
silencio esos mismos planteos. Eran tantas las dudas en la mente y tal la
confusión que no veían como podían regresar y terminar su tarea,
mucho menos si consideraban que desconocieron lo que habían hecho.
_Ni tampoco cómo vamos a convivir de ahora en
adelante con esto, con lo que descubrimos – agregó Zümsar –. ¿Eso nos va a afectar o no, a nuestras emociones y
nuestra psicología?.
_Ustedes van a volver por el mismo
camino por el que llegaron, que es el otro extremo – contestó Aldem, que quiso llevarles
tranquilidad –. Les quiero
pedir que estén calmos,
porque no tienen de que preocuparse. No hablo de este enfrentamiento con el
monstruo, porque el triunfo es de ustedes, aunque les cueste creerlo, si
reparan en las dificultades que tuvieron antes de separar sus almas. Hablo de
sus vidas, en el sentido amplio de la palabra. Los cinco van a vivir por décadas, llegando a cada uno de los
grupos etarios, y ver crecer a varias generaciones. Quiero decir que van a
nadar en un océano de
tranquilidad sin que se tengan que preocupar, al menos no por algo
significativo. Sus familias, sus empleos… nada de eso va a correr peligro. Este bibliorato – señaló el pesado volumen sobre el escritorio –, lo tomé solamente para ilustrar lo que hago
yo en este lugar, además de para
complementar las explicaciones que di, hayan servido del todo o no. Y hay otra
cosa. Ninguno va a tener memoria de este lugar, de lo que vivieron y
experimentaron acá, de mi ni de
Vica, a quien van a ver cuando se marchen. Se que eso les va a pasar, y no es
porque yo piense que eso los puede afectar en una u otra forma. Es lo mismo que
pasa con todos los que cruzan por allí – señaló el exterior de la oficina –. Todos los que mueren y pasan al
otro lado saben quién soy y nada más. No recuerdan nada de lo que
pudiera haberse hablado acá, incluido el quien creó a quien. Incluso olvidan que antes de cruzar hicimos
un repaso completo de su obra cuando estuvo vivo.
_¿Tiene que ser así? – inquirió Eduardo –. Quiero decir, nosotros estamos ahora confundidos, es
lógico, pero
nuestras facultades mentales están en orden. No creo que esto las vaya a “desordenar”.
El sabía tanto como los otros que serían los únicos individuos en “vivir para contar” esa experiencia y, aunque no querían conservar el recuerdo para
compartirlo, no deseaban perderlo – quedarían como mentirosos, ante la imposibilidad de
demostrarlo. Los demás asumirían que se trataba de una alucinación, producto del estrés y la tensión por ese enfrentamiento a muerte, y
además no querrían que se pensara que sus facultades
podrían estar
comprometidas –. Era algo atípico que, a causa justamente de eso,
valía la pena
mantenerlo en la memoria.
_Si – contestó Aldem –, no se por qué, pero pasa. Y la razón de que sus almas hayan venido a este lugar se debe a
la necesidad de que los cinco recuperen todos sus poderes.
Les dijo que su contraparte del sexo
femenino se ocuparía de eso. Vica,
como la personificación de la luz y
la vida, podría restituirles
la totalidad de las energías que usaran en
la batalla contra el guerrero único, y volver como nuevos para terminar el trabajo.
_Eso no va a demandar más de un minuto, con cada uno de
ustedes – complementó Aldem, devolviendo el bibliorato
con los otros, y poniéndose de pie –, cinco en total. Antes que se hayan
cumplido las trece horas, va a reanudarse el enfrentamiento, y confío en que no vaya a prolongarse
demasiado. En cuanto estén allí, van a poder acceder otra vez a la
condición de Sublimes,
y mi consejo es que además de eso
recurran al encauzamiento. Con esas dos cosas, el monstruo no va a permanecer
de pie por más de un cuarto
de hora… un tercio
cuando mucho – quiso agregar,
antes de dejar los otros y el esa oficina –. Lamento lo de los lugares grandiosos, la suerte que corrieron
y van a correr, me gustaban mucho. Vi pasar por acá a todos sus responsables y los
segundos. No hacerlo más va a ser
raro, aunque no fuera cosa de todos los días.
Y el “dios de la oscuridad y la muerte” (eso era Aldem, no solo la
personificación de la Luna)
se puso de pie, secundado por Eduardo, Lidia, marina, Qumi y Zümsar, quienes, al haberse convencido
de las funciones que cumplía esa gigantesca barraca, podrían caminar sin tantas precauciones y
temores. Era simplemente una caminata libre de peligros hasta el otro extremo,
donde encontrarían a Vica,,
esta les restituiría sus energías y volverían al mundo real a continuar la
lucha. “Al final
cumplimos, lo logramos”, dijo el
cuidador del Vinhäe, en
referencia a eso de concluir la guerra y derrotar definitivamente a los ilios
antes que se terminara este primer mes, en uno u otro calendario. “Queda la parte difícil, emocionalmente hablando”, lamentó su colega del Hogar de la Tierra.
Había hablado acerca
de todas las tareas posteriores a cualquier guerra, entre estas las peores, sin
dudas, la atención para con los
caídos, su
identificación y posterior funeral, y la reconstrucción de toda la infraestructura
perdida. “Lo van a
superar, necesitan fuerza de voluntad” – les dijo Aldem, encabezando la marcha – eso está en la naturaleza de todas las
hadas. Recuperarse de las adversidades, por más difíciles que sean. ¿No es así?”. Los Cuidadores sabían que eso era cierto, pero, al mismo tiempo, no podían evitar pensar que una cosa, a ese
respecto, era la teoría y otra la práctica. “Concéntrense en lo que es prioritario y urgente” – pidió el anfitrión –, “destruyan por completo a ese monstruo y con el a los
ilios, y al hacerlo van a tener el justo y suficiente para guardar el luto por
los caídos”. Y continuó el viaje, dando consejos y palabras
de aliento, detectando en ello cierta inutilidad, porque sabía que los Cuidadores lo olvidarían en cuanto hubieran vuelto, cuando
sus almas hubieran regresado otra vez a sus cuerpos.
FIN
--- CLAUDIO ---
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