viernes, 31 de agosto de 2018

49) Final, parte dos


_Es acá – anunció Aldem, que acto seguido llamó –. ¡Vica!.

Casi al instante, hizo su aparición una esbelta figura femenina, desde esa estructura idéntica a la anterior, primero saliendo de ella con una consistía gaseosa, también describiendo espirales, cambiando a sólida. Cómo su contraparte masculina, pertenecía al segundo grupo etario, aunque solo en apariencia, y usaba la misma vestimenta, pero blanca. Los objetos que llevaba encima eran idénticos a los de Aldem: un estuche con la daga, solo que a este lo llevaba en el costado izquierdo de la cintura, el báculo de madera con la esfera dorada y un medallón, este de color rosa. Su aura era blanca y tenía el mismo juego de seis alas, a las que estaba agitando levemente. Hizo una reverencia ante los recién llegados y los invitó a entrar a la pequeña estructura, luego que el quinteto de Cuidadores se despidiera de Aldem, quien volvió a adquirir una considerable vaporosa y se perdió de la vista.

_Esa puerta que vieron afuera representa la llegada al mundo de todos los seres feéricos - empezó a explicar Vica -. Se abre en el momento en que la totalidad del marco adquiere un color en particular, que es el del aura que va a tener esa nueva vida. Y ese proceso se completa después de nueve meses.
Esa era la visito religiosa sobre la creación, atribuida esta a Vica, la diosa de la luz y la vida, tal cual la imaginaran los fundadores de la creencia hoy extinta de las hadas. Aunque era algo que sus invitados ya conocían, la anfitriona consideró oportuno decirlo, solo porque deseaba tener algo más para conversar que el tema pertinente, y, además, estos cinco representaban casos completamente atípicos, pues era la primera vez en que las almas llegaban a ese lugar. Vica ni siquiera veía a las de los fallecidos dirigiese al otro extremo del inmenso barracón rectangular, apenas una luz fugaz que se desvanecía a escasa distancia de la puerta de ingreso, la cual indicaba el momento del nacimiento.
_Leí sobre eso en los libros de historia, en cuanto me contaron sobre la religión extinta, porque quise conocer las similitudes y diferencias entre ella y las creencias de la Tierra - explicó Eduardo -. La base es la misma, los dioses creando todas las cosas vivas. Ahora supe que más bien fue al revés.
La creencia colectiva de las hadas había dado vida al dúo que básicamente era el encargado de dar la bienvenida a las nuevas vidas y despedirlas cuando les llegaba el momento. Aún hoy, a milenios de desaparecida oficial y extraoficialmente la religión, se sostenía lo contrario, que fue uno de los componentes de ese dúo, Vica, la responsable de la creación de los seres feéricos.
_Podemos dejar eso para otro momento, no es urgente en este caso - quiso la anguila, de quien se dijera, en los tiempos de la religión, que ella dirigía los rayos solares (Vica personificaba el Sol) hacia el vientre de las mujeres para fecundarlas -. A propósito, creo que ustedes, los seres feéricos, tiene que descubrir por si mismos quién creó a quién. Pienso que cuando lo logren, no van a tener ninguna clase de límites, y con eso descubrir cuál es el verdadero alcance de sus capacidades, de todo lo que son capaces. Ustedes cinco ya lo hicieron, pero no cuenta, porque Aldem se los dijo. No solo por eso, sino también porque lo van a olvidar, en el instante en que hayan vuelto a la vida, por llamar de alguna manera a la unión entre sus cuerpos y almas. Y eso es otra cosa. Otro punto en el que van a sobresalir. Es más, estoy convencida de que sus nombres van a figurar en la Crónica Ecuménica por esto.
_Porque vamos a ser los primeros en realizar de forma exitosa esa magia que nunca se ejecutó así hasta ahora, la que en otros tiempos condujo a la creación de las almas solitarias - advirtió Zümsar, esforzándose, tanto como sus colegas, en comprender cada cosa que decía Vica -. Por cierto que no entendí del todo eso que dijo Aldem, sobre el motivo por el que mi alma y las de ellos llegaron a este lugar, si aún no morimos. Lo único que entendí fue que se trataba de algo necesario para que los cinco pudiéramos recuperar nuestra fuerza, porque eso nos iba a permitir destrozar a ese monstruo sin problemas.
El Cuidador de la MabDe y sus colegas habían creído que Vica tendría una participación en ello, y lo confirmaron cuando tomara nuevamente la palabra, para decir:
_Yo decidí que lo mejor era traerlos. Era lo único viable para devolverles la fuerza; y es más, en cuanto hayan vuelto los cinco van a tener de entrada el mismo nivel que un Selecto. No su Constitución, sino su poder. Es lo mismo, en comparación, que usar por mucho tiempo un Impulsor - vio como los Cuidadores adoptaban esa cierta expresión de sorpresa en la cara, al enterarse de que estando con la forma feérica tendrían el mismo nivel de fuerza que un Selecto. "Cómo será cuando adoptemos esa forma?", pareciera preguntarse los cinco -. No sé si se hayan dado cuenta o no, pero ustedes mismos fueron los que decidieron separar sus almas, y lo hicieron en el mismo instante en que la descarga los fue impactando; eso posibilitó que ni sus cuerpos ni sus almas tuvieran daños.
_O sea que un segundo antes o uno después y nosotros cinco estaríamos ahora haciendo un repaso de nuestras vidas con Aldem., tradujo Marina, adoptemos súbitamente una expresión sombría.
Ella, al igual que sus colegas, se estaba dando cuenta recién ahora del peligro tan grande al que estuvieron expuestos con ese último ataque del monte. Tal cual lo dijera la Cuidadora del Tep-Wo, nunca se habían encontrado más cerca de cruzar al otro lado de la puerta, y eso, de haber ocurrido, habría representado un golpe moral sin precedentes para grupos e individuos, sin importar que luego Kevin, Lina y Akmi hubiesen podido destruir al monstruo. Cinco Cuidadores eliminados en una sola acción habría sido algo fatal para cada una de las especies elementales y todo un refuerzo para los ilios en tanto estos continuaran vivos.
_Un futuro negro, sin importar por donde se lo mire., complementó Qumi.
_En efecto - corroborar Vica -. Volviendo por un instante a lo de la separación... no les quepan dudas de que, como dije, fue un acto cien por ciento involuntario e inadvertido, motivado de seguro por sus deseos de sobrevivir. De haber estado más conscientes o menos de eso, tengan por seguro que no lo habrían hecho. Por un lado porque cada uno de ustedes sabe que es imposible ejecutar esa técnica de forma correcta, al menos no se conoce un caso comprobable... al menos es imposible en la teoría. Por otro lado, porque ustedes no conocen el proceso para llevar a cabo la separación; como les dije, la hicieron sin advertirlo, y si Aldem no se los hubiera dicho, o explicado, todavía creerían que nunca pasó tal cosa. Y por otro más, porque una cosa es separar el alma del cuerpo, y otra volver a unirla. En eso tengo que pedirles que piensen en Iris. Ella conocía los procedimientos a la perfección, pero cuando llegó el momento de ejecutar la técnica, no tuvo los resultados que quiso.
La jefa del MEU, al final del enfrentamiento definitivo contra su propia madre (Rossa, la reina de Insulandia), había resultado tan gravemente herida y agotada que creyó que lo único que podría dejarla como nueva y restituirle las energías era ese hechizo tremendamente complicado. Para ella, fue peor el remedio que la enfermedad, ya que a raíz de la falla se había transformado en un alma solitaria, y pasado casi cinco mil años en esa condición, hasta que un descubrimiento, el de la fórmula desarrollada por su mejor amiga y una de las cabezas del MEU, la devolviera a la normalidad, al igual que a todas las almas solitarias del mundo.
_Ella teorizó que el proceso de separación estuvo incompleto, y que lo sigue estando - dijo la Cuidadora del Vinhuiga -
Algo que falta hizo que todas las hadas que lo intentaron se convirtieran en almas solitarias.
_Puede ser - coincidió Vica -. Por eso fueron muy pocos los casos, aunque no me extraña que, ahora que disponen de un medio para recuperarse, más individuo lo vayan a intentar... incluso puede que, con esa fórmula, descubran aquello que falta. Ahora bien, volviendo a los casos de ustedes cinco; cómo les dije, los traje acá porque no había otra alternativa para salvarlos. Una vez que sus energías estén al completo de nuevo, los voy a devolver a su mundo, al que van a llegar en más de diez segundos. En cuanto las almas se hayan unido a sus cuerpos, les recomiendo que rueden para evitar que el monstruo los siga golpeando, remonten el vuelo, lo ataquen y destruyan. Calculo que para cuando se cumplan el primer curso de las catorce van a haber obtenido el triunfo.
_Aun con nuestros poderes al completo nos va a demandar más de setenta y cinco minutos? - reaccionó Lidia -. Aldem nos dijo que la batalla se puede reanudar antes de las trece.
Al  igual que los adultos del grupo, la hija de Kuza y Lara se preguntaba qué tan fuerte debía ser en realidad este monstruo como para publicarlos a llegar a esos extremos, que eran estar de vuelta con sus poderes al completo y recurrir (harían tal cosa, por supuesto) a la técnica del encauzar. Ya había tenido la nena híbrida una demostración mucho más que evidente de cuán poderoso era ese enemigo, pero, habiendo escuchado antes a Aldem y ahora a Vica, empezó a considerar la posibilidad de que el enemigo tal vez no hubiera combatido con sus fuerzas al máximo, algo que si hicieran las hadas
_Tendrían que dar algo de crédito a los ilios - indicó Vica, mientras buscaba la forma de cerrar esta conversación, pues era escaso el tiempo de que disponían los Cuidadores -, porque parece que hicieron algo bien por primera vez en toda su éxito. Pero si, el enfrentamiento se va a prolongar por otra hora y cuarto, y va a tener el resultado que ya conocen e imaginan. Al final, las cosas van a pasar tal cual las vislumbraron. Antes de que empiece el nuevo mes, en uno u otro calendario, la guerra va a ser solo un mal recuerdo en la mente colectiva e individual y en los textos históricos, y ya no van a existir los ilios. Con eso, y esto es algo que ya conocen, va a desaparecer más del noventa por ciento de los peligros y amenazas para las hadas, los híbridos y todas las especies que forman el reino elemental.
_Y qué pasa con el diez restante?., reaccionó Eduardo.

Con alarma, por supuesto.
También Lidia, Marina, Qumi y Zümsar.

La idea de saber que el conflicto no terminaría con la destrucción de ese monstruo no era agradable.

_No tienen que preocupar, se los aseguro - contestó Vica, y el gesto de alivio apareció en la cara de los Cuidadores -. Lo que queda es solamente lo que los ilios dejan atrás, y nada más. Son, por ejemplo, sus aldeas y los cinco templos antiguos que quedan en pie. Los objetos allí... no solo están los que fueron robados a lo largo de milenios a las hadas y otras especies elementales. Respecto a eso, los tienen que reclamar, forman parte de su patrimonio. Y los bienes de los ilios... no les van a servir en lo absoluto, así que supongo que los van a destruir uno por uno, sin importar de qué se trate, ni cuáles materiales hayan usado los ilios en su elaboración. Si me lo preguntan, la guerra va a terminar recién cuando el último de esos objetos haya sido reducido a polvo y esté solo en su memoria. No se cuánto tiempo les vaya a demanda eso, aunque imagino que para fin de año los últimos y únicos vestigios de los ilios habrán sido destruidos.
Las hadas, en efecto, se alegraron al escuchar esas palabras. Después de las catorce horas con quince minutos de hoy, ya libres de enemigo, podrían empezar con esa tarea liviana que consistía en desechar los bienes materiales de los ilios y recuperar los que estos hubieran robado q las otras especies elementales.
_Hablando del fin de los ilios y todos los aspectos negativos que ellos representan - llamó Marina, dirigiéndose a Vica -
Hay problemas que causaron, unos más graves que otros, como la especiación de los dones de las hadas y ese otro que... bueno, ese - se refirió a los problemas de fertilidad, alegrándose porque la anfitriona hubiese entendido las señas. Hubiera sido "complejo" pronunciar las palabras a ese respecto, porque allí todavía estaba alguien que era menor de edad. A Lidia le restaban aún dos o tres años antes de enteraré que a los bebés no los traía ninguna cigüeña desde la Isla de los Nacimientos -... "Tenés idea sobre qué cosa va a pasar con esos problemas?, Se van a terminar?.
_Si, pero no como se cree - contestó Vica -. Ustedes y los suyos piensan que su final va a ser súbito, con la destruir de todos los ilios, pero eso no es verdad. Esos problemas van a desaparecer de forma gradual, como lo viene ocurrido hasta ahora. Algún día, pero a un plazo muy largo, los atributos de las hadas van a estar vinculados solo a los elementos de la naturaleza, y la población va a aumentar. Lo único seguro, como dije, es el gradualismo.
_Y nosotros cinco vamos a volver a este lugar, a cruzar por el otro extremo, antes de que hayan desaparecido por completo., definió Eduardo, que ya estaba al tanto de, por ejemplo, de los sutiles incrementos en la tasa de natalidad a escala global.
Con eso, se convencieron de que no todos los problemas desaparecerían con la derrota y posterior destrucción del monstruo, quien ante la inactividad de los Cuidadores debía haber dado por sentado que los había eliminado - "Otra vez el exceso de confianza", dijo Qumi -, algo que calificaron como una imprudente, pues era lo último que debía hacerse con esta clase de enemigos, tan fuertes.
_Yo... dudo que pudiera hacerlo, si me lo preguntan., opinó Zümsar, y habló acerca de lo que haría el si estuviera en lugar del monstruo, y este estuviera inmóvil y en el suelo.
Sabiendo que lo que estaba en juego era nada más y nada menos que la existencia y oportunidad de todas las formas de vida de los cuatro reinos (vegetal, animal, fungi y elemental), querría asegurarse de no dejar siquiera el mínimo vestigio de esa amenaza. El monstruo estaría hacer justamente lo contrario a eso, y los Cuidadores vieron en ese exceso de confianza otra de las razones por las que obtendríamos el triunfo.
_No voy a decirles otra vez lo que tienen que hacer, porque eso ya lo saben y sería desperfectos el tiempo - sentenció Vica, que había, como los Cuidadores, visto y advertido como se iba cerrando la conversación -. Lo que si quiero decir, porque lo considero oportuno, es que no van a tener de que preocuparse una vez que el monstruo haya sido destruido. Mejor dicho, reiterarlo. Piensen por unos instantes en eso, en ese futuro que va a empezar en un momento y después vamos a ocuparnos de lo que 4s verdaderamente importante.
A más tardar desde las catorce horas con quince minutos de hoy - la pérdida de cinco de los lugares grandiosos sería algo triste, tal vez lo único, aparte de las muertes, cuantos hubieran sido estos, que opacaría el triunfo -, las hadas podrían empezar a disfrutar a pleno de aquello que fueran perdiendo desde la llegada de los ilios al oeste-noroeste centrálico. Pasados ya a la historia esos seres, en la región ilúrica, y en menor medida en el resto del mundo, los elementales podrían vivir en paz y sin otra cosa para preocuparse más allá de eventos como la Gran Catástrofe, y sabiendo que estos eran infrecuentes o muy infrecuentes, esa paz y la tranquilidad bien podrían durar varios años, cuando no varias décadas (siglos!... milenios!), la rutina e inexistencia de peligros serían constantes.
_También quisiéramos evitar eso, la rutina - prefirió Eduardo, dando por finalizado, por su parte, ese pensamiento -, y lo predecible. Ojalá que a cada uno de nosotros nos espere algo diferente cada día
Quiero decir que no pase lo mismo cada jornada desde que nos despertemos hasta que nos vayamos a dormir - y avisó a Vica, viendo a sus colegas y el mismo -. Ya estamos listos... Empezamos?.
La diosa esbozó una sonrisa y tanto ella como los demás se pusieron de pie, abandonando la oficina y yendo acto seguido a una distancia prudencial de ella y la imponente puerta a su lado. "Acá está bien", fijo la anfitriona, al haber llegado a un punto en el medio de la nada.

_Denme sus bastones de mando.
Fue lo primero que dijo Vica, con tono calmo, y los Cuidadores, desconcertados, se los dieron, a los que en todo momento observaron y contemplaron con tristeza, sabiendo que cuando se produjera la desaparición de los lugares grandiosos, los bastones perderían su fuerza. La anfitriona los observó detalladamente durante unos pocos segundos, no hallando imperfección alguna (se maravilló por eso), entendiendo que esa condición tan inmaculada se debía tanto al esmero de sus propietarios en cuidarlos como a las cualidades de esas piezas, las que, con un veloz y sutil movimientos de ambas manos de Vica, adquirieron el mismo color de las auras de las hadas; celeste y azul jacinto el bastón de Eduardo, negro el de Lidia, blanco el de Marina, rosa el de Qumi y verde oliva el de Zümsar. Cuando este último le preguntó a Vica para qué los necesitaba, la diosa contestó que serían piezas clave en el proceso de restitución de fuerzas. "No les va a gustar lo que sigue, pero es necesario", les dijo, separando los bastones y envolviendo a cada uno con su propia energía, la cual asumió la forma de esferas. Acto seguido, hubo cinco fuertes resplandores que estuvieron acompañados por un sonido también potente, y las hadas no necesitaron esforzarse demasiado para entender lo que había pasado: los bastones habían sido destruidos y probablemente reducidos a un material definitivamente más fino que el polvo, algo que confirmaron cuando Vica retiró la energía y dejó expuestas las sustancias, a las que desplazó usando sus habilidades telequinéticas y dejó caer sobre los Cuidadores, envolviéndolos en forma de espiral. Los cinco no fueron capaces de sentir la sustancia entrando en contacto con sus cuerpos, y atribuyeron esa incapacidad a algo físico, a que eran almas sin sus "envases", habiendo advertido como único cambio un breve oscurecimiento, cuando la sustancia pasara por sus ojos.  Ante el desconcierto posterior, Vica les explicó que la verdadera fuerza de los Cuidadores radicaba en ellos mismos - así se los habían dicho cuando estuvieran planificando esta y las anteriores expediciones -, y que los bastones, en sus manos, no eran más que canales para sus descomunales poderes. "Ustedes pueden suplir eso", les dijo, ilustrándolos acerca de la capacidad, propia esta de todos los individuos de la raza feérica, e incluso de otras especies elementales, de poder enfocar sus descargas en un minúsculo punto en su objetivo, sin importar cuál fuera este. "Y cómo nos va a ayudar eso?", quiso saber Eduardo, no viendo en qué los podría fortalecer lo que hiciera la diosa, a lo que esta dijo, y a todos, que otra fracción ínfima de la fuerza vital de cada uno de sus antecesores quedaba contenida en el extremo de los bastones, aquellos que tenían los símbolos de los elementos, al instante en que a ellos les llegaba el momento de cruzar al otro lado de la puerta, y que la única manera de liberar ese país era rompiendo los "contenedores"; y eso era lo que había hecho Vica.
_No conocíamos eso., se sorprende Eduardo.

Había adquirido grandes conocimientos siendo Cuidador, pero nunca supo de esto. No había archivos ni materiales al respecto.

_Porque se mantuvo en secreto - contestó Vica -. Los primeros responsables del Vinhäe, el Vinhuiga, el Tep-Wo, el JuSe y la MabDe desarrollaron este recurso pensando que algún día sus sucesores necesitarían de un poder superior al que pudieran poseer, para hacerle frente a una amenaza potencialmente más grande que cualquiera otra. Y la razón por la que decidieron mantener el secreto de debió justamente a que el hecho de tener que destruir los bastones hubiera significado un golpe moral, no solo para las hadas, sino para casi todas las especies elementales, o directamente todas. Los únicos que tomaron conocimiento de esta magia, única en su tipo, fueron los Cuidadores, a raíz de un hechizo complementario, el cual transmitía el conocimiento a los responsabilidad de los lugares grandiosos cuando a estos no les quedaban más de veinticuatro horas en este mundo.
_Ese hechizo... Había sido diseñado para que se supiera cuando exactamente era ese momento? - llamó Qumi -. Quiero decir... No había otra forma de que Qîma y sus antecesores se enterarsen de que debían reservar esta parte de su fuerza vital?, Cómo le transmitían esta información?, En un sueño, en una visión...?.
_Una revelación que llegaba a los Cuidadores en el instante en que estos dormían por última vez, y si, en un sueño - explicó Vica -. El poder de los Cuidadores contenido en sus bastones fue un recurso que ellos creyeron que tal vez nunca sería usado, como tantos otros conocimientos y desarrollos, incluido el encauzamiento que ustedes van a poner por primera vez en práctica. Así y todo decidieron ejecutarlo... y que bueno, porque ahora estamos viendo y comprendiendo su importancia - y llamó -. Bien, listo. Pueden notar algún cambio?.
Los beneficiarios los sintieron. Aunque eran almas sin sus respectivos cuerpos, pudieron sentir como la fuerza volvía a ellos, concretamente un estremecimiento más bien leve que los recorrió primero desde los pies hasta la cabeza, después en el sentido inverso y por último hacia el centro del pecho desde las manos, los pies y la cabeza. Vica les dijo entonces que volverían a sentir ese estremecimiento leve cuando las almas hubiesen reingresado s sus cuerpos.
_¿El monstruo seguirá ignorando todo esto?., se preguntó Lidia, en tanto la anfitriona ultimaba los detalles para el segundo y último paso.
_Si, absolutamente todo. Y en cuanto se de cuenta va a lamentar no haberlos destruido cuando tuvo la oportunidad. No va a tener otra., contestó Vica, efectuando ese nuevo paso.
Un halo de un blanco radiante emergió de las palmas de la diosa y rodeó a los Cuidadores uno por uno describiendo espirales, y los beneficiarios sintieron algo nuevo, una corriente cálida que les entró por los poros, y eso, supieron, advirtieron, era el resultante de la energía de sus antecesores con la de Vica.
_¡Esto es increíble!., reaccionó Qumi, observándose a sí misma, sintiendo como sus poderes estaban nuevamente completos.
_En estos momentos no solo las almas se están beneficiando con esa mezcla – informó Vica, dando por terminado el proceso de restitución –. Sus cuerpos están regenerándose y quedando como nuevos. Y si, el monstruo se va a dar cuenta, pero va a asumir que se trata de algo sin importancia, tal vez un último intento de parte de ustedes por revertir la situación. No se olviden que su enemigo dio por sentado que ya los derrotó.
_Le espera una sorpresa cuando nos vea levantarnos, y con eso va a reconocer el error que fue su exceso de confianza – vaticinó Zümsar, flexionando los brazos, instintivamente. Hacía eso cada vez que se sabía recuperado  al cabo de una jornada extenuante, lo que venía siendo constante desde  los primeros días de este mes –. Tenemos que atacarlo con todo y no darle ventajas ni oportunidades.
Sus colegas y el estaban conscientes de que, aun con sus poderes restablecidos, el monstruo seguía superándolos, pero no tanto como antes. El Cuidador de la Casa de la Luz – no disponía de tiempo para detenerse a pensar en que el suyo sería uno de los liderazgos más breves en los lugares grandiosos –, haciendo un cálculo rápido, pensó que el guerrero único, el último recurso de los ilios para alzarse con el triunfo, los superaría en fuerza y resistencia en cuarenta a cuarenta y cinco puntos porcentuales,  a menos que siguieran a rajatabla su regla de oro desde el principio, como les recordara la diosa al decirles:
_Tienen que obrar como uno. Cinco guerreros en uno, cinco almas en una y cinco mentes en una. Una de las cosas que más distinguen a las hadas es el trabajo en equipo, y ahora tienen que hacerlo como nunca. No hablo solo de la técnica del encauzamiento, sino de todo. Concéntrense y piensen como uno. Siendo así, los minutos del enemigo van a estar contados, y con el la suerte de los ilios. Les dije que dentro de poco más de una hora ustedes y todos los seres feéricos y elementales van a disfrutar de paz y tranquilidad, y lo  mantengo. Aun así, no vayan a confiarse ni descuidarse. Considerando que este es el último recurso, no les extrañe que haya sorpresas con el – y señaló el umbral que estaba a su cargo -. Ahora vayan. El mundo los necesita.
_Te lo agradecemos mucho, y también a Aldem – quiso corresponder Eduardo las palabras y los gestos –. Lo que hicieron por nosotros… les vamos a estar eternamente en deuda por esto. No solo por nosotros, sino por todos.
Y el quinteto pronto estuvo despidiéndose de Vica y su contraparte masculina, quien estuvo de vuelta con ellos para presenciar el momento de su vuelta. “Lo merecen y necesitan”, dijo el dios de la oscuridad y la muerte, al tiempo que Vica hacía uso de sus poderes telequinéticos orientando ambas palmas hacia adelante, para abrir la inmensa e imponente puerta, y las hadas sentían y advertían como una fuerza invisible los atraía hacia ese ínfimo espacio que había aparecido al otro lado. Cuando se fueran, Vica preguntó:
_¿Y bien?, ¿qué opinión te formulaste?.
_Excelentes personas – contestó Aldem, viendo como se cerraba la puerta –. Lástima que su permanencia haya sido tan breve. Me hubiera gustado poder continuar la reunión un poco más. Y es una lástima también que vayan a olvidar todo lo que vivieron en este lugar, porque eso los hubiera hecho más sabios… en fin, algún día van a volver, y esa vez van a cruzar por la otra puerta.
_Ese va a ser un momento triste., sentenció Vica

El monstruo había seleccionado a Eduardo como su primera víctima, y no era para penos, pues estaba cumpliendo una de las máximas posturas de los ilios, sobre el odio extremo e irracional contra todos los individuos ajenos a su especie. Si los ilios despreciaban a cualquiera ajeno a ella y todo cuantos ellos representaban, y no hicieron esfuerzo alguno por disimularlo u ocultarlo, con más razón lo harían con alguien que no solo era ajeno a su especie, sino también al planeta – instintivamente, las hada supieron que algún día Eduardo podría encabezar la “lista negra” de los ilios –, y esta era la mejor oportunidad para borrarlo del mapa, pues estaba inmóvil e inconsciente , agotado como consecuencia del extenuante enfrentamiento. Pero, en el momento en que bajaba a toda velocidad el monstruo su puño derecho en dirección a la cara del arqueólogo, este recuperó el conocimiento y se hizo a un lado, no sin antes dar un fuerte golpe al oponente en la boca del estómago. Y no fue el único en estar de vuelta, porque allí se estuvieron levantando sus cuatro colegas, cada uno lanzando una fuerte descarga al monstruo. “¡Con todo desde el principio!”, exclamó el Cuidador del Templo del Agua, y se situaron en diferentes ubicaciones, rodeándolo y acribillándolo con una sucesión rápida de descargas, decenas de rayos, los que produjeron fuertes explosiones al impactarlo. Para mala fortuna, advirtieron, apenas le causaron daños menores y, estupefactos, descubrieron que todavía  conservaba, aunque no tan fuerte y efectiva como antes, la capacidad regenerativa, la cual le permitía recuperarse en un tiempo muy corto de cualquier herida. Aun así, no se desanimaron y prosiguieron sus ataques, con un ahínco mayor. Una descarga, y luego otra, y otra más… debían lograr que el monstruo quedara lo bastante desorientado como para que ellos pudieran disponer del tiempo para intentar la técnica del encauzamiento. Estaban convencidos de que podrían conseguirlo, porque eran ahora más rápidos y ágiles, aun conservando la forma natural – se transformarían a la máxima categoría, los Sublimes, al aplicar esa técnica, para maximizar sus posibilidades –, y eso era definitivamente ventajoso. Estaban haciendo lo que se debía: luchar con todo y como un equipo, algo que se recordaran ellos mismos para infundirse confianza y ánimos. “¡Veamos si puede con esto!”, reaccionó Qumi, luego de haber contenido con sus manos una rayo que lanzara el monstruo (le quedaron las palmas ardiendo), empleándola telequinesia para seccionar enormes bloques de piedra, a los cuales moldeó hasta dejarles un extremo puntiagudo, y lanzó velozmente contra el enemigo. Este los detuvo, haciendo grandes esfuerzos, y Qumi fue temporalmente reemplazada por sus colegas, quienes combinaron lo mejor de su arsenal. Los látigos de fuego lo oprimieron con tanta fuerza que por unos instantes las hadas llegaron a pensar que se fundiría el material constitutivo. “¡Esto por el ojo de mi papá!”, exclamó Lidia, aplicando esa técnica no solo con todo su poder, sino también con rabia, y cuando marina, a su lado, le preguntó por el significado de aquello, su colega le explicó que los vampiros, y los híbridos nacidos en parte de uno de ellos, podían saber cuándo sus progenitores sufrían un daño grave (o, peor, cuando morían). La presión ejercida fue tal que para cuando el monstruo pudo liberarse descubrieron que el cuerpo le había quedado al rojo vivo, y fue ese el momento que los Cuidadores necesitaron para atacarlo sin que tuviera oportunidad de defenderse, pues sabían que el monstruo daría la prioridad a regenerarse, y no a contener los ataques. Un fortísimo viento huracanado lo atrapó y mantuvo girando sobre su propio eje, decenas de descargas eléctricas lo impactaron de lleno y el agua a presión, enfocada en minúsculos puntos lo catapultaron varias decenas de metros a la distancia. Cuando las hadas estuvieron reagrupadas, Eduardo les preguntó “¿Se fijaron en su expresión facial?”, a lo que Zümsar contestó “La primera vez que la modifica”. Desde el primer instante, el enemigo había mantenido la más profunda expresión de odio en la cara, y no era para menos, puesto que decenas de millones de ilios estaban constituyéndolo, y cada uno de estos profesaba justamente esa emoción, una de las más negativas, contra los ajenos a su especie. Ahora, al parecer, estaba considerando que estos cinco individuos no iban a ser tan fáciles de derrotar como había pensado en un principio, y eso se reflejaba en su cara. “Está preocupado”, tradujo Lidia, lanzando otra descomunal llamarada y envolviendo al enemigo, no habiéndole dado tiempo para repeler la descarga o desviarla, pero el monstruo no cayó y avanzó hacia la híbrida y las hadas, envuelto en llamas, hasta que estas simplemente desaparecieron, cuando hizo uso de su dominio sobre ese elemento para concentrar el ataque de Lidia y, entonces si, devolvérselo. “Volvamos al principio, atacar con todo y no darle siquiera la mínima oportunidad”, propuso Marina, tras lo cual los cinco Cuidadores alcanzaron la condición de Sublimes, conscientes de que no la podrían mantener constante todo el tiempo que quisieran. La fuerza de los cinco aumentó sustancial y considerablemente, se lanzaron al unísono contra el monstruo y lo golpearon duramente en varias partes del cuerpo, pero, tras la breve conmoción inicial, estuvo nuevamente erguido, esta vez dando prioridad tanto a su capacidad regenerativa como a defenderse. “Tenemos que terminar esto ya mismo” – repitió Qumi –, “no solo por todo lo que está en juego, sino por los lugares grandiosos”. Sus colegas no pudieron estar más de acuerdo, y les fue imposible no dedicar una fracción de sus pensamientos  a la suerte irreversible que correrían en unos pocos minutos, los Cuidadores estimaron tres cuartos de hora, los Templos del Agua y del Fuego, el Santuario del Viento, el Hogar de la Tierra y la Casa de la Luz. Sabían que nada cambiaría esa suerte, ni siquiera la destrucción de este monstruo, pero las hadas consideraron, tal como otros tantos millones de elementales lo hicieran ya, que eran sacrificios necesarios, y por lo tanto los harían valer. “Que no sea en vano”, aportó Zümsar.

“A propósito, ¿alguno de ustedes sabe qué cosa pasó?” – les preguntó Eduardo, en tanto reanudaban los ataques –,  “¿fue acaso lo que estoy pensando?”. Se había referido, por supuesto, a ese instante en que recuperaran el conocimiento, cuando el enemigo estuvo a una fracción de segundo de empezar a asestarles los golpes definitivos. Los recuerdos de los seres feéricos al respecto eran borrosos y ellos estaban confundidos, pero no les fue difícil teorizar sobre lo ocurrido, y si sus pensamientos estaban acertados, habían sentado otro precedente del que se podría hablar durante años, y que figuraría, de ser cierto, en la edición actualizada de la Crónica Ecuménica. “Si es así, llegamos tarde” – dijo Qumi, sin intenciones de borrar el entusiasmo a los suyos –, “ahora que se conoce la fórmula que desarrollara Mücqeu”. Los cinco, cada vez más convencidos, habían, involuntaria e inadvertidamente en ese momento, separado sus almas de sus cuerpos, al creer que ese ataque sería superior a lo que ellos podrían resistir. No lo supieron en ese instante, pero habían corrido un riesgo al que ningún hada querría exponerse, por tratarse de algo que nadie había hecho de manera exitosa, y que su consecuencia era el nacimiento, o surgimiento, de un alma solitaria. Tampoco conocían el hechizo de separación, ya que ninguno hubo de demostrar siquiera el mínimo interés por aprenderlo  - nunca creyeron que podrían necesitar esa técnica, que estarían expuestos a un peligro de semejante magnitud – y el horror apareció en sus caras cuando pensaron en que no tendrían un modo, porque no lo conocían (nadie lo conocía), de unir nuevamente el alma al cuerpo. No bien tomaran conciencia de lo que habían hecho, se habrían descubierto ellos mismos como media decena de almas solitarias y corrido un peligro sin precedentes. “Tratemos de suavizar las palabras cuando lo contemos” – quiso Eduardo –, “…más de uno va a espantarse cuando lo sepan”. Y eso era cierto. Reanudando la batalla, visualizaron en la mente como pudieron ser sus existencias como almas solitarias, sin olvidar que al duelo tendrían que completarlo Kevin, Akmi y Lina. Muy  poco tiempo habrían tenido para volver a aquellos lugares en los que quedaran sus últimos vestigios, pues en ellos se radicaban estas almas, y lo más probable era que ninguno lo lograra, especialmente Marina y Lidia, por encontrarse a varios largos (un largo era equivalente a mil kilómetros) de distancia. Sus cuerpos, dispuestos en el suelo, habrían sido reducidos a polvo por el monstruo y este habría entrado en un estado de reposo, porque de seguro otros oponentes poderosos vendrían a buscarlo. Aprovecharía para recuperarse de las heridas recibidas y acumular energía para estar listo para la nueva batalla. “No me gusta ese futuro”, declaró Qumi, al tiempo que, en grupo, los Cuidadores asestaban un golpe con tanta fuerza al enemigo que volvieron a sentir aquellos gritos de miles de voces, lo que dio cuenta de que otra numerosa cantidad de ilios ya no se tendría que preocupar por nada más. “Habríamos fallado en el momento en que menos debíamos hacerlo”, complementó Marina, quien, junto con Lidia, atacaran al monstruo combinando sus poderes, aun aire súper caliente que lo envolvió haciéndolo girar a toda velocidad, elevó varios metros en el aire y dejó caer violentamente al suelo. Acto seguido, fue el turno de los hombres para un ataque combinado, el agua con el rayo, algo que habría fulminado, con seguridad, a cualquier enemigo, y que en este caso produjo serios trastornos, además de la “pérdida” de otros miles de sus componentes. “El agua es un gran conductor de la electricidad” – dijo Eduardo –, “lástima que en este caso no haya funcionado”. Aun atacando todos juntos, al unísono, y con su poder al máximo, apenas igualaban al enemigo y causaban en este daños menores. “¿Alguien sabe por qué teniendo la forma natural somos tan poderosos como los Selectos?”, llamó Lidia, dándose cuenta de cuanto se habían incrementado sus capacidades, cualitativamente, desde que recuperara el conocimiento, al unirse nuevamente su cuerpo con su alma.  “Debe ser un efecto de esa unión”, apostó Zümsar, intentando apelas a su memoria y sus conocimientos, tal como lo estaban haciendo sus colegas, para buscar una respuesta a este misterio, aun sabiendo que los esfuerzos a este respecto serían infructuosos, ya que no existían esas contestaciones. “Es uno de los grandes enigmas y tal vez pasen años, cuando no períodos más extensos, antes que alguien logre resolverlo”, complementó Marina, usando el aire para inmovilizar al monstruo, generando fuertes corrientes a su alrededor, lo que dio oportunidad y tiempo a los otros cuatro para asestar sendas descargas desde las alturas. Otra vez afirmaron que lo involuntario e inadvertido de ese hechizo lo podrían resolver consultando  a aquellos individuos que fueron almas solitarias hasta hacía unos pocos días después del descubrimiento de la fórmula de Mücqeu, por lo pronto a esos tres con los que tenían un contacto diario. “Iris, Iulí y Wilson”, contestó Qumi, sabiendo que ellos los podrían ilustrar. Los cinco concluyeron que no importaba lo que había pasado ni cómo, pues el proceso había sido exitoso; las almas rodearon a los cuerpos y los regeneraron. Harían historia con eso y con la unión, aunque esta era la incógnita. “Creo que mejor nos ocupamos de eso cuando el tiempo no apremie”, quiso Eduardo, concluyendo abruptamente la conversación sobre esa hazaña, consciente de que podrían haber transcurrido treinta minutos desde que reanudaran el enfrentamiento. Asumieron que era, al fin, el momento de ponerle fin llevando de la teoría a la práctica la técnica del encauzamiento: reunir la energía vital, de cuatro de ellos en uno por un plazo que no era posible determinar, con lo cual podría este elegido terminar con ese problema en cuestión de segundos. Los Cuidadores no podían saber por cuánto tiempo podría ese elegido mantener el encauzamiento, pero estimaron que sería un lapso más breve que aquel que permanecieron transformados en Sublimes. “Aun así tenemos que intentarlo” – sentenció el Cuidador del Vinhäe –, “no nos queda otra opción, si queremos terminar con esto ahora mismo”. Sus colegas mostraron aprobación con gestos faciales.

“Empecemos por lo principal, ¿quién de nosotros es el voluntario… o el valiente?”, preguntó Marina, sabiendo que, física y psíquicamente, todos estaban en condiciones. Las limitaciones veían de la mano de los aspectos filosóficos, éticos, culturales y, por supuesto, las pocas o nulas intenciones del par de hombres a dejar que las mujeres corrieran el peligro, sobre todo si tomaban en cuenta que era la primera vez en que se habría de aplicar el encauzamiento. Todos, sin embargo, tenían posibilidades; conocían los riesgos y estaban dispuestos a correrlos, pero debían dilucidar ese problema, y, mientras continuaban la batalla, asumiendo cada una de sus formas (natural, combinada, Selectos, Altos Selectos y Sublimes), intentaron decidirse por uno, exponiendo pros y contras. Lidia fue la primera en ser descartada, y razones sobraban para ello; Lara y Kuza no soportarían la idea de perder a la primera hija que engendraran juntos, algo que sería un golpe moralmente devastador del que tal vez no pudieran recuperarse en mucho tiempo, y si los Cuidadores de la MabDe y el Vinhäe no estaban dispuestos a consentir que dos mujeres adultas arriesgaran sus vidas (las hadas no querían asumir que las posibilidades de fracasar eran las mismas que las de tener éxito), menos lo harían con una menor de diez años. Tampoco debía ser la Cuidadora del JuSe quien se convirtiera en la cobaya de este tipo de magia, puesto que, de hacerlo, sería cuando menos, injusto. Ella se había recuperado hacía menos de un mes, y nadie querría que su vuelta hubiera sido solo para arriesgarse de semejante forma, con algo que sería puesto en práctica por primera vez. Verla ejecutando esa técnica, o saber que lo hubiera hecho, con éxito o sin este, sería particularmente doloroso para sus parientes, y entre estos aquellos que fueron testigos de la transformación involuntaria de Qumi en una estatua de vulcanita, en los inicios del undécimo milenio. De entre las tres mujeres, Marina, a cargo (durante los siguientes treinta a cuarenta minutos) del Tep-Wo, podría ser la mejor opción, de no ser por la reciente tragedia que sufriera, una de las peores cosas que le podía pasar a una persona del sexo femenino, y ninguno de sus colegas creía que ella estaba en condiciones, tanto físicas como emocionales, para ser la receptora de la energía de los otros cuatro componentes del grupo; incluso la propia Marina había, por primera vez desde que se revelara como la heredera de Zak´lu, estaba dudando de su idoneidad. Con eso, las tres damas quedaron afuera de las consideraciones para recibir la energía de los miembros del grupo. Eso dejaba, como todos lo sabían, desde que se ocuparan de la planificación de la batalla, a los Cuidadores del sexo masculino, Zümsar, de la Casa de la Magia, y Eduardo, del Templo del Agua. “Mejor nos decidimos pronto”, quiso el marido de Isabel, pues el monstruo no estaba quedándose quieto a observar como las hadas deliberaban. En tanto continuaban los ataques, siempre con sus fuerzas al máximo, descartaron al arqueólogo urbano, puesto que este era, lo venía siendo desde su casamiento con Iris, un miembro de la Familia Real de Insulandia, y si el encauzamiento no llegara a salir como esperaban, sería además de una falla en su encomienda, una crisis en la realeza. “Voy yo”, dijo Eduardo, asestando por si solo un golpe tan fuerte que el enemigo terminó en el suelo, retorciéndose a la vez que buscaba incorporarse, y escucharon una cadena de gritos mucho más fuerte que cualquiera de las anteriores. Había sido esa semejante demonstración lo que terminara por inclinar la balanza en favor del Cuidador del Vinhäe, pues el ataque individual había sido superior a cualquiera de los ejecutados por sus colegas, quienes asumieron que si por si solo podía hacer eso, con la energía de todos acabaría con el oponente en cuestión de minutos, sino era que en menos. “¿se acuerdan del procedimiento?”, llamó Lidia, envolviendo al monstruo con el remolino de fuego. Los expertos les dijeron que el conjuro y los medios para llevar a cabo el encauzamiento no eran complicados ni tampoco les habrían de demandar mucho tiempo aplicarlo. Los individuos que darían su energía (los “emisores”, así los llamaron al desarrollar la técnica) debían situarse en una postura completamente erguida, con los brazos extendidos y los dedos hacia abajo, antes de dirigir las palmas a aquel que fuera a recibir la energía. Los emisores también debían tener los ojos cerrados, estar concentrados únicamente en un pensamiento, el símbolo que representaba a sus respectivos elementos (atributos) superpuesto al del “receptor” y pronunciar sus nombres primero y el conjuro después, al momento de transferir la energía. Eso los dejaría exhaustos en grado extremo, al punto que quedarían sin conocimiento en menos de un segundo, pero se recuperarían en un tiempo muy corto. “Es un sacrificio necesario”, aceptó Qumi, golpeando al monstruo, a la vez que repasaba por última vez esa formación casi coreográfica. “Y mucho, pero la vida de todos está en juego, así que no perdamos tiempo”, agregó Marina, recurriendo al poder del viento para mantener ocupado al enemigo, un velocísimo y furioso tornado que lo elevó v arias decenas de metros. “Cinco minutos… es todo lo que necesitamos”, dijo Lidia, consciente de que Eduardo podría conservar esa técnica por poco tiempo, y deseando que resultara suficiente. “Vamos a ponernos en nuestras posiciones”, llamó Zümsar, señalando un punto en el suelo. Eduardo debía situarse allí y los otros cuatro alrededor suyo, describiendo un círculo, separados entre si por la misma distancia y del receptor por cuatro metros – esta distancia dependía, de acuerdo a la teoría, de la cantidad de seres feéricos que fueran a prestar su energía –. “La ubicación y esa pose casi coreográfica son la parte fácil, sin dudas”, observó el Cuidador del Vinhäe, mientras su colega del JuSe aportaba su granito de arena para mantener a raya al monstruo, piedras, una considerable cantidad de ellas, golpeándolo en sucesión rápida y fundiéndose en el al impactarlo, como si estuviera derritiéndose. “No tenemos mucho tiempo”, repitió e insistió Eduardo, a lo que los cinco se abocaron a realizar, por primera vez, la técnica máxima.

Confiaban en que el guerrero único de los ilios, de estos el “último recurso2, estuviera lo suficientemente ocupado durante estos cinco minutos, lo que Zümsar, Qumi, Marina y Lidia necesitaban para drenar hacia Eduardo sus energías.

_¡Empezamos!., exclamaron al unísono las hadas.

En apenas un parpadeo, los Cuidadores de la MabDe, el Juse, el Tep-Wo y el Vinhuiga estuvieron en sus posiciones, irguiéndose, extendiendo los brazos y orientando hacia abajo los dedos de ambas manos. Cerraron los ojos y procuraron concentrarse en ese único pensamiento, el del par de símbolos. Eduardo estaba en el centro de la escena, observando alternativamente a sus congéneres y a su sombra, que proyectaba los rayos solares en el suelo. Debía estar atento, pues en cinco minutos recibiría esa cantidad de energía. El no tenía que estar con tal o cual postura, pero si preparado, porque el instante en que habría de producirse la transferencia experimentaría  un súbito y fugaz estremecimiento en cada centímetro del cuerpo, una señal de que se había hecho, al fin, el encauzamiento. La asimilación de la energía abarcaría nada más que cuarenta segundos, pues la teoría indicaba que eran diez los que demoraba la transmisión y otros treinta la aceptación, sin que importara la cantidad de emisores. “Esperemos que valga la pena”, fue lo último que dijo, al momento de quedarse en el suelo, rodeado por sus congéneres, quienes constantemente estaban poniendo todo de su parte por seguir al pie de la letra cada una de la sindicaciones y explicaciones que recibieran de boca de los expertos. Los cuatro no tenían otra cosa en sus mentes que el par de símbolos y mantuvieron las poses casi coreográficas, aun después de pronunciar sus nombres y el conjuro, una serie de oraciones complejas en el idioma antiguo de las hadas con las que comunicaron lo que pensaban hacer y el propósito. Movieron los brazos y orientaron las palmas, con lo que, en efecto, empezó la transmisión de energía, en forma de haces, uno verde oliva, otro negro, uno más blanco y el cuarto rosa, los cuales se dirigieron sin pausa y velozmente hacia el individuo receptor, al que impactaron en la base del cráneo, pues ese era el punto en que debían hacerlo, de acuerdo a la teoría. Al recibir las energías Eduardo, los emisores, uno a uno, fueron cayendo al suelo, habiendo tenido los reflejos y la capacidad solamente para amortiguar la caída con las manos, y sus últimas expresiones faciales, a las que acompañaron con monosílabos de ánimo, previas a quedar tendidos inconscientes, indicaron al Cuidador del Templo del Agua que no estuvieron arrepentidos de haber agotado sus fuerzas en esta técnica (el debut del encauzamiento), pero Eduardo no pudo prestar atención a aquello, pues se encontraba en medio de ese estremecimiento, asimilando la energía. Pasados esos cuarenta segundos, comprendió que tenía tal poder que le bastó con un pequeño resoplido para levantar una fuerte ventisca, a la que, sin dudar, envió contra su oponente, que casi había terminado de librarse de aquellas distracciones. “¿Domino el elemento aire?” – se impresionó, y quiso dar un agradecimiento diciendo acto seguido –, “…te debo una, Marina”. Se observó, asumiendo que podía ejercer también el dominio sobre los otros tres elementos – fuego, tierra y luz, “cortesía” de Lidia, Qumi y Zümsar, respectivamente –, advirtiendo que el aspecto físico no había cambiado. Su aura, en cambio, si. Ese halo azul jacinto y celeste era ahora el doble de grueso y sus alas no poseían ya esa apariencia frágil, siendo ahora, o aparentando serlo, de un material capaz de resistir sin daños cualquier clase de ataque. “Veamos si lo que asumí es correcto”, quiso, y ejecutó un floreo con la zurda en el aire, al igual que hacían Lidia e Isabel, y un lazo de fuego apareció de la nada. También hizo caer media catorcena de rayos, y movió unas cuantas piedras con solo echarles un vistazo fugaz. “Se los agradezco a los cuatro” – repitió –, “ahora voy a terminar con esto”. Observó a sus congéneres y colegas ( a sus amigos) y se abalanzó a toda velocidad contra el guerrero único y última esperanza de los ilios.

Y se abalanzó con todo, al tiempo que el monstruo se liberaba por fin de las distracciones que lo mantuvieron ocupado.

El mismo se sorprendió de cuan veloz y ágil se había vuelto, porque pudo cubrir en menos de tres segundos los más de diez mil metros que lo separaron del enemigo. Este quedó tan desconcertados que nada pudo hacer para evitar ese golpe tan fuerte en la boca del estómago que le trajo como conversamos no solo los gritos ya habituales, los cuales indicaron la muerte de centenares de ilios, sino era que miles, sino también que escupiera una considerable cantidad de sangre y que se le fracturaran al menos cinco huesos en el bajo vientre. Eso no fue todo, porque el monstruo recibió otra media decena de ataques, destinados estos no a destruirlo, sino a debilitarlo y anular sus habilidades especiales, cualesquiera le pudieran quedar después de ese fuerte golpe. Primero fueron los rayos apareciendo de la nada y cayendo en un único punto, uno de los ataques más característicos del Cuidador de la Casa de la Luz; después los enormes bloques de piedra que impactaron uno atrás de otro al monstruo, hasta que no fueron más que polvo de tonos oscuros; más tarde el aire presurizado, una técnica de las hadas del aire que consistía en concentrar enormes cantidades de ese elemento para volverlo mucho más fuerte que la piedra; luego el remolino de fuego, el cual envolvió al enemigo, redujo el espacio que abarcaba y se adhirió a el, dejándolo completamente en llamas; y por último el agua, en forma de una descarga continua que llegado un determinado momento lo catapultó a la distancia. El daño conjunto fue mayúsculo, y cuando el monstruo pudo ponerse de 3, una acción no carente de dificultades (un esfuerzo mayúsculo), resultó evidente que había perdido más de la mitad de su fuerza, como así también la totalidad de sus capacidades especiales, teniendo a partir de ahora que contentarse y conformarse, supuso Eduardo, con lo que le pudiera quedar de su resistencia y esa fuerza, una suposición que llevó al Cuidador a asumir que tal vez fuera ahora igual de poderoso que Dalia y sus hermanos. "Un momento!", reaccionó, cuando el enemigo hizo un repentino movimiento, deteniéndolo en seco con la palma derecha, pues quería asegurarse que Lidia, Marina, Qumi y Zümsar no fueran de ninguna manera víctimas colaterales de la virulenta batalla
 Habiéndolos puesto a salvo, llevándolos con la telequinesia a una distancia segura, retomó la lucha, arremetiendo contra el enemigo con más ferocidad que antes, esta vez combinando el poder de los cinco Elena. Creó una esfera no más grande que la palma de su mano, la hizo girar lentamente y luego, sin ningún aviso ni advertencia, la lanzó contra el guerrero único, quien debió recurrir a toda su fuerza para intentar frenarla con ambas manos y desviarlas. Como resultado, se produjo una gigantesca explosión que lo condujo varios metros hacia atrás, hasta estrellarlo contra una formación rocosa, lo que provocó a su vez un espectacular derrumbe. "Sepultado bajo cientos de toneladas de piedra", observó Eduardo, que apenas había usado una fracción de su energía para protegerse de los efectos de la explosión. Volviendo a mirar el lugar en que dejara a los suyos, emprendido la caminata hacia el punto del derrumbe, preparando, preventivamente, otras cuatro esferas como la anterior, manteniéndolas flotando sobre su cabeza, y listo para lanzarlas en cuanto detectara movimientos antes de su llegada. "Por Qumi", dijo Eduardo, e hizo que las piedras empezaran a contraerse sobre si mismas, aplastando al monstruo, quien, para el momento en que se detuviera la técnica evidenció todo tipo de daños, se había vuelto lento en sus pasos y reflejos, caminaba torpemente y con dificultad, intentaba enfocar los ojos en su objetivo (Eduardo se hallaba frente a el, con los brazos cruzados y listo para lanzar descargas) y no podía conservar los brazos extendidos. "Ahora por Zümsar", prosiguió, y los rayos dejaron carbonizada la estructura corporal del enemigo, que hizo lo que pudo para mantenerse de pie e intentar seguir la lucha, a la vez que Eduardo proclamaba primero "Por Marina" y luego "Por Lidia", soltando grandes cantidades de aire presurizado y fuego, en forma de remolino. Cómo resultado de los cuatro ataques, el monstruo perdió más de las dos terceras partes de su fuerza, y Eduardo lo sabía. Ahora el era el más poderoso, y ambos lo sabían, y eso definitivamente marcó el fin de la batalla.

Finalmente, llegaron las catorce horas en punto del treinta de Enero / Baui número treinta. No había una campana que anunciara ese horario, ni tampoco llevaba el marido de Isabel un reloj que hubiera consultado. Se dio cuenta porque tuvo un extraño temblor y un brillo igual de anormal en su aura, y Eduardo advirtió de que se trataba al prestar atención a sus congéneres en la distancia. Los lugares grandiosos habían desarrollado y esas dos fueron las señales que delataron las pérdidas. Los Templos del Agua y del Fuego, la Casa de la Luz, el Hogar de la Tierra y el Santuario del Viento eran ya historia, cinco de las instituciones más importantes de todos los tiempos cuyas existencia de se remontaban a milenios, eran ahora recuerdos estampados en decenas de libros y otros textos, la memoria colectiva e individual de todos los seres feéricos y elementales, y los enormes predios ya habrían quedado vacíos, con no más que las especies vegetales y las animales. "Que no haya sido por nada", deseó el ahora antiguo (y último) Cuidador del Vinhäe, tomando al monstruo por el cuello y arrojándolo contra el suelo, decidiendo que el enfrentamiento no se prolongara por más tiempo. Le aplicó una seguidilla de golpes con ambos puños en la cara y el cuerpo, y con una patada particularmente fuerte hizo que diera varias vueltas en el aire, antes de impactar otra vez con los puños de Eduardo, que vio la oportunidad y la aprovechó, para lanzar una descomunal descarga, combinando su propia energía con el poder de los cinco elementos, y llevó al monstruo a las alturas. Observó como iba desintegrándose, perdiendo gran parte de su masa corporal, y como esas partes que desaparecían adquirían una consistencia más sutil que el vapor. "Mi último golpe", anunció Eduardo, orientando las palmas hacia el enemigo, cuya derrota y destrucción eran irreversibles, y en el mismo instante en que su rayo golpeó en el centro del pecho al monstruo, este abrió por primera vez la boca y lo hizo para soltar una proclama:
_Los ilios fueron derrotados y todo lo que alguna vez representaron y fueron se va con ellos. Muy pronto sus únicos vestigios físicos van a perderse y destruirse, al punto que únicamente la memoria colectiva e individual va a ser lo único que conserve el registro de nuestra existencia. La confrontación de miles de años entre ilios y otras especies elementales finalmente llegó a su fin - tenía una voz tan aguda como la de los seres que lo hubieron de conformar, y Eduardo no pudo dejar de advertir el tono que combinaba desesperación, angustia y lamento, pues su misión había fracasado -. Pero el peligro va a seguir, y eso es inevitable. En el momento en que hayamos desaparecido - pareció que todas las almas que formaban al monstruo estaban hablando al mismo tiempo. Millones de voces estaban pronunciando a la vez esas palabras -, varios monstruos van a tomar conciencia de su existencia e intentar completar nuestra tarea. Ninguno de ustedes va a saber cuándo ni dónde, ni tampoco las cualidades, habilidades ni capacidades que van a poseer. Solo una cifra, ciento sesenta, y van a tener una única tarea, única e irrenunciable, causar tanto daño y destrucción como les sea posible antes que sean ellos los que caigan. Su lealtad y compromiso no va a estar en duda, como esos cuatro traidores - fue un error de su parte ofender a Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq en presencia de Eduardo, pues este incrementó la cantidad de energía que estaba acumulando en sus palmas -. Lo único en común va a ser el nivel de fuerza y la resistencia. Tal vez nunca logremos erradicar del todo al común de los infieles apátridas, pero vamos a asegurarnos de llevarnos a tantos como podamos antes de que el centésimo sexagésimo de esos monstruos haya caído. Aunque hayamos sido vencidos, nuestra causa va a sobrevivir, porque una parte de nosotros vive en ellos.
Le era imposible a Eduardo saber si el "último recurso" de los ilios había terminado de pronunciar esas país, sus últimas, pero se había aburrido y no tenía la mínima intención siquiera de seguir oyéndolo
 Al final, optó por algo que, sabía causaría rabia en el monstruo, o, lo que era lo mismo, en los ilios. Eso haría que se desesperara y enloqueciera aún más, aceleraría su destrucción y, con eso, evitaría que el lanzara esta nueva y última descarga. Manteniendo (preventivamente l la esfera sobre su cabeza, y con los brazos cruzados, Eduardo dijo:
_Sus dioses les fallaron y los abandonaron!.

Efectivamente, esas palabras tuvieron el resultado que el experto en arqueología submarina había esperado, porque el monstruo tuvo ese repentino ataque de furia, porque si había algo que los ilios nunca pudieron tolerar fue que hablaran despectivamente y ofendieran en una u otra forma a la Trinidad Benigna, lo cual había sido en su momento uno de los factores que desencadenaran la rivalidad y enemistad que marcaron durante miles de años a cada una de las especies elementales. El monstruo se contrajo mientras giraba velozmente sobre su eje, e interpretó Eduardo su siguiente y último esfuerzo, previo a la explosión ensordecedora, como la señal de que no había mentido cuando dijo que eventualmente sobrevendrían ciento sesenta monstruos con la misma fuerza que los hermanos. La energía liberada fue tan grande que, aún habiéndose producido a varios metros de altura, al alcanzó la superficie, causando considerables daños en más de un kilómetro, y al terminar quedaron suspendidas en el aire las dieciséis decenas de diminutas esferas de colores opacos, las cuales pronto estuvieron desplazándose en diversas direcciones, sin que Eduardo pudiera hacer algo por contenerlas y destruirlas. "Que remedio, u nos vamos a ocupar de esos monstruos cuando aparezcan", pensó, volviendo a la superficie, dándose cuenta de que estaba llegando a su fin el encauzamiento, pues era limitado el lapso en que podía mantener dicha técnica.  Fue hasta el punto donde dejara a salvo a los suyos, que permanecían inmóviles y, uno a uno, les fue devolviendo la energía, apoyando la palma izquierda en la frente de ellos. "Merece ser la primera", dijo, empezando con Qumi, pensando que este desenlace, la derrota definitiva de los ilios y el fin de la confrontación de milenios, se había debido al recuerdo sepultado en su memoria, que implicara su transformación en una estatua de vulcanita, un hecho que seguiría siendo un misterio. Eduardo pensó además que le debía el favor, porque cuando el e Isabel estuviera en aprietos, tras abandonar el balneario, había sido Qumi quien les salvara la vida, luego de volver a la normalidad. Después fue el turno de Lidia, quien también lo salvara, durante los últimos instantes de su primera expedición al Oi-Kal, cuando la horda de ilios intentara conservar sus secretos y conocimientos, y además estaba el hecho de que la nena híbrida debía reencontrarse cuanto antes con sus padres, a causa de su situación personal (una menor de edad de diez años). "Además tenés toda la vida por delante", le dijo Eduardo, culminando el proceso. Acto seguido fue el momento de Zümsar, al que había conocido en un hecho imprevisto, cuando el arqueólogo urbano estuvo bajo la influencia de una de las armas del arsenal de los ilios un hechizo con el que estos pudieron ejercer sobre el un control mental. Había estado consciente de todo, pero no pudo hacer nada para detenerse y evitar esa batalla ni los ataques previos, como los que sufrieran los nagas. Para cuando pudo enterarse del origen de ese hechizo ya había empezado la guerra, y ahora era uno de los afortunados que vivía para contarlo, al igual que sus colegas. Por último, Eduardo le devolvió la energía a Marina, quien había descubierto su identidad como cuidadora y hecho su debut en batalla apenas dos meses atrás y jugado un muy importante papel en la confrontación final contra los ilios. Su caso era muy parecido al de Zümsar, pues Marina apenas había tenido tiempo para interiorizarse acerca de sus obligaciones y deberes como Cuidadora, antes que se desatara la guerra. Retomaría en cuanto le fuera posible su anterior ocupación laboral, la actuación en obras de teatro. Menos de cinco minutos más tarde, el experto en arqueología subacuática - "Tengo que acostumbrarme a usar de nuevo ese título", pensó - concluyó la restitución y se incorporó, sin apartar la vista del hombre y las mujeres, deseando haber ejecutado correctamente estos pasos, tal cual se los explicaran a él en el Castillo Real. "Esos monstruos sueltos van a ser y representar un problema... Cómo vamos a hacer cuando aparezcan?", pensó, reparando en la advertencia final del guerrero único.
Decidió que se lo contaría, por lo pronto, a este cuarteto cuando sus componentes estuvieran de pie, también a los Cuidadores de la SeNu, la PeNu y a Kevin, porque eran todos lo bastante poderosos como para enfrentarse a estos enemigos y destruirlos. "Cazador de monstruos" - dijo, y una sonrisa se dibujó en su cara -, "me gusta como suena eso". Habían, por lo pronto, logrado completar la parte difícil y solo eso, aún con los fallecimientos, era motivo para celebrar.

La milenaria confrontación había terminado.
Los ilios fueron derrotados definitivamente.

Y los individuos en el suelo abrieron los ojos, recuperando la movilidad.

"Lo logré", fue lo primero que les dijo.

Y les describió en forma resumida como había sido la batalla desde que los cuatro perdieran el conocimiento, al ejecutar la técnica del encauzamiento.
_El riesgo que corrimos valió la pena, entonces - se alegró Marina, incorporándose y entornando los ojos. En los alrededores podían apreciarse los rastrojos dé violento enfrentamiento, como los cráteres en el suelo y escombros esparcidos en varias decenas de metros -. Los ilios fueron derrotados y ahora no vamos a tener la necesidad de pelear otra vez, si desapareció la única amenaza que teníamos las hadas y otras especies elementales.
_Ojalá eso fuera cierto., lamentó Eduardo.
Les habló entonces de la advertencia del monstruo, acerca de esos ciento sesenta enemigos que, de acuerdo a esas últimas palabras, igualaban en resistencia y fuerza a Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq. No tenían una manera de saber cuándo, cómo ni dónde atacarían, por lo que los seres feéricos excepcionalmente fuertes deberían permanecer alertas, porque de seguro se los requeriría para hacerles frente.
_Me gusta a mí también esa ocupación. Qumi, cazadora de monstruos - opinó la última Cuidadora del (desaparecido) JuSe -. No creo que vayamos a tener problemas con eso. Nosotros nos volvimos muy fuertes en los últimos treinta días, de modo que pienso que los problemas que podamos tener van a ser mínimos. Si nos transformamos en Sublimes esos combates no van a durar mucho.
_Hay que ver lo positivo y concentrarnos en eso, principalmente para mitigar, o intentarlo, todas estas cosas malas. Lo vamos a necesitar durante mucho tiempo, sin dudas - vaticinó Zümsar, incorporándose también, sujetando el bastón de mando, el cual, como los otros, era ahora solo un complemento, un objeto decorativo -. Ya es bastante lo que tenemos que superar.
Miles de muertos pertenecientes a cada una de las especies elementales en todos los rincones del mundo, estructuras parcial o totalmente destruidas, daños ecológicos y ambientales de diversa consideración... Zümsar sabía tanto como los otros que, aunque la guerra hubiera durado solo un mes, sería necesario un esfuerzo muy superior para reponerse completamente de esos efectos. El proceso de recuperación sería particularmente largo, complejo y doloroso para quienes hubieran tenido pérdidas en sus grupos familiares.
_A algunos les va a costar más que a otros...  y yo, no puedo comprometer una fecha, ni siquiera una aproximación - habló Lidia, dando pasos en círculos, caminando lentamente, haciendo esfuerzos por no dejarse llevar por la tristeza. En estos momentos debía ser fuerte, lo mismo que sus padres -. Pero voy a hacer lo que sea por lograrlo. Es como todos me dijeron. Mucho para una persona de mi edad. Puedo contar con ustedes para eso?, porque voy a necesitar ayuda. Se muy bien que solo con mi mamá y mi papá no va a ser suficiente.
Los adultos se comprometieron haciendo gestos faciales, al tiempo que volvían a sentarse en el suelo
 Estaban plenamente conscientes de que requerirían un mínimo de descanso antes de ponerse nuevamente en movimiento e ir a Plaza Central. "Creo que ahora podemos usar esto. Sobrio y sencillo, pero apropiado. Haber derrotado a los ilios lo amerita", comunicó Qumi, y extrajo de su bolsillo un cilindro mágico, del cual sacó una botella repleta con jugo y cinco pequeños vasos.
_Un brindis - dijo -, después de dos minutos de silencio, por supuesto.
Debían ser dos.
Uno por respeto a los fallecidos y otro por los sobrevivientes. Qumi llenó los vasos, las hadas tomaron uno con la diestra y alzaron esa mano en lo alto. Permanecieron así durante esos ciento veinte segundos, sin pronunciar palabra alguna y con la vista fija en el cielo, e ingirieron el contenido, tras lo cual volvieron a incorporarse, y fue cuando Eduardo dijo:
_Mejor nos ponemos en movimiento. Tenemos que volver ya a Plaza Central y ver en qué manera podemos ayudar.
_Me inclino por caminar despacio o flotar los siguientes... no sé, cinco años a diez - prefirió Zümsar, señalando un punto en la distancia, a aquel por el que llegaran. Había una puerta espacial en esa dirección -. De seguro vienen por nosotros, para darnos una mano... o para buscar lo que haya quedado. Como sea, no me extraña que aparezcan más hadas de un momento a otro.
Hubo Unamuno con esa sugerencia y, ya los cinco moviéndose despacio, al arqueólogo urbano se le ocurrió preguntar qué suerte correrían las cosas que los ilios dejaron atrás. Y todos coincidieron en seguir la idea ya plasmada por los organizadores de esta y las anteriores expedición, sobre enviar cuadrillas a cada uno de los lugares en que hubieran alguna vez vivido los ilios, algo que en un principio había quedado remitido a sus templos antiguos, pero que a último momento lo hicieran extensivo a todas sus aldeas en los diez continentes. Rastrillarían esos lugares centímetro a los buscando recuperar los objetos que los ilios hubiesen robado a las otras especies con el correr de los milenios y destruirían casi todo lo demás.
_Había decenas de artículos que fueron sustraídos, y eso solo en los templos - recordó Marina -. Cuando estuve en ellos me sorprendí, por el hecho de que nunca hubiésemos tomado conocimiento de que los ilios pasaron uno atrás de otro los años robándonos. Y no solo a las hadas.
_Lo vi - corroboró Lidia, remitiendo su memoria a la expedición al templo de la etnia Mel -. Posesiones de los vampiros, fotos viejas y eso. Ahora vamos a poder recuperar todo. Pero las trampas caza bobos...
Le preocupaba que siguieran funcionando.
_Seguro que todavía están activas - contestó Eduardo, que había hecho una dupla con la nena híbrida para las exploraciones a dos de los templos -. Fíjense, sino, en los relatos de Lina. Dejó el Aig-Kal patas arriba y creyó que todavía quedaban trampas cuando salió. Así que lo lógico es que las haya en los otros templos, los que quedaron en pie. Y si pensamos en eso, también deben haber en las aldeas y otros lugares.
_Allí podrían haber escondido más artículos robados - teorizó Qumi -. Los ilios supieron que nadie ajeno a su raza mostraba interés en ir a sus aldeas, así que supongo que las medidas de seguridad allí tienen que ser más evidentes. Hay cientos de aldeas en todo el mundo, de modo que registrarlas q todas una por una..
_Nos va a demandar mucho tiempo - completó Eduardo -, pero aún así es la parte fácil - y llamó, dirigiéndose a los cuatro -. Ustedes se anotan para ese nuevo trabajo, el de cazadores?. Si sin monstruos como dijo el MIR, creo que nosotros, Kevin, Akmi y Lina somos los que tienen mejores posibilidades de destruirlos y vivir para ver otro día.  Nosotros y los hermanos, también.
Lidia, Marina, Qumi y Zümsar no necesitaron decir algo para demostrar el entusiasmo por ese futuro, pensando que, como sostuviera Eduardo, eran los únicos lo bastante poderosos. Se postularían para esta tarea en cuanto hubiera puesto sobre aviso de este peligro a los funcionarios.
_Lo lamento por todos. Piensan que el conflicto se terminó, o que iba a hacerlo no bien nosotros hubiésemos destruido al guerrero único, pero cuando se enteren de la existencia de estos monstruos - puntualizó Eduardo -... va a cundir el pánico. No sabemos cuándo ni dónde van a atacar, y eso por sí solo supone un reto mayúsculo. Tenemos que idear una forma para encontrarlos, porque de lo contrario ellos van a dar el primer golpe, y si es así... bueno, destrucción, heridos y muertos van a formar parte de lo cotidiano quien sabe por cuánto tiempo.
_Vos vas a ser de mucha ayuda para eso., indicó Zümsar.
Le dijo que los expertos, como el rey Elías, podrían sondear en su mente para detectar algo que Eduardo estaba pasando por alto. Este había visto la trayectoria que siguieran las esferas opacas. En base a eso tendrían ideas más aproximadas del lugar en que los ciento sesenta monstruos estarían, por lo pronto, inactivos. Ese fue el tema que los mantuvo ocupados por otros dos o tres minutos, hasta que algo captó la atención de Eduardo, quien señaló hacia el cielo, a una serie de luminiscencias de diversos colores.
Las hadas aparecían desde las alturas.

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Para cuando se cumplieron cien días del final de la guerra, a media tarde del diez de Mayo, había terminado a escala global el período que las hadas y otras especies guardaron por todos cuantos dejaron sus vidas en el conflicto, con el cual se hubo de cerrar una larguísima etapa iniciada varios milenios antes del máximo evento histórico, el Primer Encuentro. Aunque las variadas (en calidad y cantidad) tareas de reconstrucción empezaron el día posterior a que fueran vencidos los remanentes del enemigo, había algo que era decididamente más complejo y difícil de subsanar, y no importaba cuanto empeño se pusiera en ello: los problemas anímicos, emocionales y psicológicos que afectaban a varios millones de individuos, cuando no a cada uno de estos. Esos problemas eran particularmente notorios en quienes tuvieron a uno o más fallecidos en sus familias. Era cierto que la costumbre y el instinto hacían que las hadas no adoptaran tal o cual pensamiento negativo y triste, ni siquiera en este caso tan extremo, pero les estaba costando sus buenos esfuerzos conservar el semblante opuesto, o recuperarlo. Llegado el primer día del segundo mes en el calendario antiguo (treinta y uno de Enero), el común de las hadas y elementales buscó no perder un instante en retomar el ritmo habitual en todos los aspectos de sus vidas – familia, trabajo, entretenimiento… –, y, aunque estaban teniendo éxito, este era lento y gradual y a nadie le cabían dudas de que ese restablecimiento no sería completo en el corto plazo. A ese respecto, las hadas sostenían que todo lo que necesitaban era voluntad, decisión y compromiso. “Vamos a lograrlo”, se repetían varias veces, para infundirse ánimos.
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Tal cual se decidiera, se estuvo llevando a cabo una serie de exploraciones exhaustivas en todos los territorios que dejaron los ilios, incluidas sus aldeas en los diez continentes y los templos antiguos en el oeste-noroeste centrálico. Hubo expertos en decenas de disciplinas trabajando como voluntarios, participando de esta tarea de posguerra, recuperar todo lo que los ilios dejaran atrás, evaluarlo, clasificarlo según un criterio específico (material constitutivo, peso, tamaño, antigüedad, valor monetario…) y, dependiendo del origen, devolverlo o destruirlo. Así, se remitieron cientos de objetos a las especies a las que en un momento les hubieron de pertenecer (siempre se supo que los ilios fueron amigos de lo ajeno), elementos de todo tipo que hoy estaban sujetos a rigurosas examinaciones y restauraciones en los museos y comercios de antigüedades y otras instituciones especializadas. Las posesiones de los ilios, en cambio, fueron destruidas prácticamente en su totalidad, sus materiales se reciclaron para darle un nuevo uso y apenas se conservaron unas pocas, a modo de recordatorio del extensísimo período culminado a fines de Enero. Los templos antiguos, vacíos ya de artículos propios de los ilios y por estos robados, pasaron a manos de la Mancomunidad Elemental, el organismo que nucleaba a todas las especies, cuyos miembros se encontraban inmersos en una discusión acerca del uso que debería dárseles, o si, por el contrario, debían ser rellenados con cualquier clase de escombros y destruidos. Las aldeas estaban siendo demolidas a un paso lento, porque no se trataba de algo prioritario, y los organismos encargados de esas tareas hablaban sobre lo mismo, el uso que darle a los predios una vez que estos quedaran vacíos. Tanto con estos como con los templos y otras construcciones los destinos eran inciertos y pasaría mucho tiempo antes de que, en efecto, se optara por uno en detrimento de los otros. “No es prioritario y puede esperar”, contestaban los responsables al respecto, cada vez que se les preguntaba.
Por el contrario, lo absolutamente prioritario fueron los fallecidos en el curso del conflicto, una cifra que, cumplidos los primeros veinticinco días desde la destrucción del guerrero único – este evento marcó el fin de la lucha contra los ilios –, fue fijaba en treinta y nueve mil quinientos setenta y nueve, las dos terceras partes de estos pertenecientes a la raza feérica. Las piras ardientes se convirtieron en una parte triste e inevitable del paisaje en decenas de ciudades, aldeas, caseríos y parajes, pues esa era la costumbre de las hadas y otras especies. Cada una de estas siguió al pie de la letra  su acervo cultural con respecto a los ritos funerarios y no dejó de guardar el debido luto por aquellos que no hubieron de tener suerte.
Los antiguos Cuidadores fueron justos y merecidos ganadores de los máximos reconocimientos, igual que cada uno de los individuos que pelearon contra aquella fuerza descomunal de cincuenta mil monstruos, porque fueron ellos los artífices de las derrotas finales del enemigo, y, debido a lo mismo, también se convirtieron en celebridades los cuatro hermanos, especialmente Jule, Taknu e Imeleuq, por su notable gesto de renunciar a su extraordinaria fuerza para salvar a cientos en un instante. Estos siguieron su camino, por supuesto. Jule ya estaba empezando la larga carrera en su deseo de convertirse en médica y para ello estudiaba en el Hospital Real, Taknu ya era cadete en el Ejército insular y estaba asignado a un cuartel de ballesteros en el sur del país, Imeleuq empezaría de un momento a otro sus primeros pasos en el club de balonmano Kilómetro Treinta y Ocho y a Dalia le esperaba un futuro muy promisorio en el ámbito de la música folclórica. Los cuatro descubrieron que pudieron ganarse sus lugares en la sociedad y hoy estaban con los mismos sentimientos y emociones que los demás, a causa de todo lo que estaban viviendo. Situaciones similares a las de los hermanos experimentaron quienes formaron parte de ese distinguido grupo de individuos poderosos que se enfrentaron a los últimos monstruos, un enfrentamiento mortal que tuvo como otras consecuencias negativas, como la severa crisis en el Consejo Real insular, al terminárseles los problemas a tres de sus miembros (Lía, Madia y Olaf) y a la familia real ucemita, con el deceso del príncipe Taynaq y la pérdida del embarazo de Marina… y a la propia y última Cuidadora del Tep-Wo. Akmi y Lina, que salieron victoriosos de su batalla final, asumieron sus responsabilidades inmediatamente después de cumplidas las primeras veinticuatro horas de la desaparición de los ilios, en la SeNu y la PeNu, respectivamente, y la primera tarea de la que se ocuparon fue la de hallar a los individuos indicados para nombrarlos como segundos al mando, dos hadas en las que confiaban sobre manera y muy aptas, que llevaban años trabajando en esos lugares grandiosos. En el terreno de lo personal, los Cuidadores sellaron su compromiso el cinco de Febrero, cuando estuvieran celebrando el vigésimo octavo cumpleaños de Akmi – “Las frutilla del postre”, dijeron al unísono, cosechando los aplausos y ovaciones por parte de los invitados – y, como la situación lo ameritaba, debían vivir juntos, y eso representó otro problema, porque uno de los dos debía dejar su vida atrás y empezar desde cero en el país del otro, y fue el Cuidador de la Morada de la Fauna quien lo hizo, a mediados de Febrero. Aun no tenían planes para el siguiente paso, porque consideraban que los ánimos colectivos e individuales no estaban todavía como para llevar a cabo una ceremonia como esa, pero ambos confiaban en que lo podrían dar en algún momento del tercer trimestre de este año. Tras unos días de descanso en barraca Sola, Kevin y Cristal volvieron a la Casa de la Magia el día posterior a que Lina y Akmi dieran inicio a la convivencia en la patria del novio. No habían sido unos días solo para distenderse y recuperarse luego de los extenuantes enfrentamientos finales, sino una respuesta a los problemas emocionales de Cristal tras la fatalidad que viviera en la lucha contra los monstruos, además de sus sentimientos y los de su marido, quienes no podían evitar las añoranzas y la nostalgia, al verse inmersos entre los escenarios (situaciones, personas, lugares…) con los que convivieron a lo largo de toda su vida. Su partida fue emotiva y triste, en los alrededores de la puerta espacial del barrio, porque debido a la gigantesca distancia que separaba a la Ciudad Del Sol y la Casa de la Magia los encuentros familiares no podían ser todo lo frecuentes que ellos quisieran. Las obligaciones de ambos al frente de ese lugar grandioso los mantenían ocupados no menos de diez horas diarias (Cristal, además, ejercía la medicina en la isla9 y ambos debían hacer el esfuerzo adicional de tranquilizar a y levantar la moral de las hadas y otros elementales, luego de la pérdida inevitable de cinco de los lugares grandiosos en un instante, en la lucha que sostuvieran sus Cuidadores contra el “último recurso” de sus eternos enemigos.
Aquellos cinco no demoraron mucho en reasumir sus ocupaciones y obligaciones previas a la asunción de esas responsabilidades máximas, aunque tuvieron que aceptar que desde el veinte de Febrero serían cuatro, porque Marina había pasado al otro lado de la puerta en la tarde de ese día, al enfrentar sola y sin ayuda a uno de los monstruos sobre los que advirtiera el guerrero único. Este nuevo enemigo había sido visto en la región este del territorio ucemita y Marina fue la única lo bastante poderosa para hacerle frente, de las pocas hadas que estuvieron cerca. Al final, pudo destruirlo – había caído el primero de los ciento sesenta monstruos –, pero pagando el precio máximo, al tener que sacrificarse para impedir que el monstruo recurriera a su técnica de la auto destrucción y con ella causara severísimos daños a una vasta área. A miles de individuos les costó creer que Marina hubiera fallecido; habían creído que por delante tenía a todos los grupos etarios antes que le llegara ese instante. Dos de sus antiguos colegas, Eduardo y Qumi, reasumieron sus papeles como investigadores científicos, expertos en arqueología submarina y vulcanología respectivamente, el primero en el Museo Real de Arqueología y la segunda, habiendo aceptado la invitación formal, en el Instituto Real de Ciencias Geológicas en El Mirador, un barrio en el oeste de la capital insular, desempeñando la dama, entre otras obligaciones, la de ser instructora para dos aprendices. Allí estaba Qumi  los dos los días hábiles entre las ocho y las dieciocho, mientras que Eduardo e Isabel salían a diferentes expediciones una semana si y una no, y empezarían una más prolongada a mediados del año. A los dos, como en todos los ámbitos a los que se reincorporaron, los recibieron como a auténticos héroes, porque fueron dos de los artífices de la derrota definitiva de los ilios. Zümsar había vuelto a dedicarse a tiempo completo al comercio de antigüedades, en lo que al trabajo se refería, en tanto que en el aspecto familiar el e Iris se quedaron a vivir en la casa del marido, en Plaza Central (también, por lógica, su hija), habiendo rechazado ambos quedarse en el castillo, pues sus títulos nobiliarios implicaban esa posibilidad. Como a los otros, a Zümsar no le habría de agradar nunca la realidad de ser el último Cuidador, y mucho menos que eso se hubiese debido a una acción ideada y ejecutada por los ilios. Tal cual lo asegurara ella misma, al conocer los detalles de su última encomienda, Lidia había decidido no esperar a que llegara a la mayoría de edad para empezar su deseo (su sueño) de convertirse en diseñadora y lo consiguió mucho antes incluso de lo que ella misma había creído, gracias a aquel diseño que hiciera cuando se recuperaba, luego de su primera vez en el templo Oi. Lidia tuvo éxito, su trabajo fue presentado en un desfile de modas y ahora estaba siendo producido por los expertos del Marcado central Textil, en tanto que la nena, que llegado el momento había decidido quedarse en el suelo insular con sus padres, cada vez era más afecta a la idea de permanecer horas en el instituto donde trabajaba Iulí, en procura de ampliar sus conocimientos, sin olvidarse, como le recordaban a veces, de llevar una vida acorde a alguien de diez años. Tanto ella como Zümsar, Qumi y Eduardo, y Marina en su breve tiempo, habían querido permanecer unidos, entendiendo cuán importante era eso, y no solo porque eran grandes amigos…
_Sino también porque nos ayuda superar la pérdida del templo del Agua y los otros lugares grandiosos., repitió Eduardo.
Eran las veintiuna horas y ambos estaban cenando en la sala de su casa, como todas las noches dominicales. Más temprano, le habían dado una mano a Dalia, quien recién en la mañana de ayer hubo de estrenar su casa, no muy lejos de allí, la cual tenía la dirección “La Fragua 5-22-9”. Una obra que se había prolongado durante treinta días, plazo tras el cual el hada de la oscuridad estuvo haciendo la mudanza de sus pocas posesiones (los anfitriones le hicieron una despedida a lo grande) y efectuando los primeros pedidos para equiparla.
_Fue un golpe sin precedentes para nuestra sociedad y nuestra cultura, pero lo vamos a superar, de eso no hay dudas, porque siempre fue así, desde el surgimiento mismo de la raza feérica – comentó Isabel, que manipulaba los cubiertos con la diestra y mecía con la zurda el canasto, dentro del cual Melisa dormía plácidamente, al concluir la sexta ración de leche materna del día –. El mejor ejemplo de eso es la Guerra de los Veintiocho. Llevó tiempo, y mucho, pero nuestros antepasados se recuperaron, en todos los aspectos, incluido el anímico. Es cierto que la pérdida de los lugares grandiosos no es algo menor, pero se que lo vamos a superar, no tengo dudas.
_Ojalá no te equivoques., deseó su marido, llenando ambos vasos con jugo.
La pérdida de esos lugares había motivado y obligado a un duelo muy particular, en especial entre las hadas, porque con ellos se había terminado un ciclo de varios miles de años.
_Lo va a ser, de eso no hay dudas – insistió Isabel –, aunque en lo personal no voy a comprometerme con un plazo. Desafortunadamente, es una lástima que los enfrentamientos no hayan terminado, porque ciento cincuenta y nueve monstruos están sueltos allí, en alguna parte. Creo que va a ser recién cuando el último de ellos haya sido destruido que vamos a tener esa paz emocional.
Dividiendo su atención entre la comida y el canasto en que dormía Melisa, la dama, que era ahora la colega de trabajo de su marido, sabía, más por instinto que por cualquier otra cosa, que la totalidad de los seres feéricos y elementales, pero en particular su marido y de este su trío de antiguos colegas Cuidadores (Zümsar, Qumi y Lidia), hallarían consuelo con la destrucción de esos monstruos. Era cierto que eso no haría que el Vinhäe, el Vinhuiga, el Tep-Wo, el JusSe y la MabDe aparecieran de repente en sus emplazamientos, pero si los lugares grandiosos habían sido sacrificados, lo menos que podían hacer era asegurarse de que ese sacrificio no hubiera sido en vano. “Y eso implica eliminar a los enemigos que quedan”, pensó Isabel.
_No me canso de decir que es una lástima que no podamos encontrarlos ni siquiera con los recuerdos que conservo del instante en que fueron creados por el guerrero único., volvió a lamentar Eduardo.
Cuatro días después de la batalla final, Elías, el rey de Insulandia y príncipe de Ártica, había usado la técnica de la legeremancia en el último Cuidador del Templo del Agua para seguir la trayectoria de cada una de las esferas opacas y, con ese dato, hacer cuando menos estimaciones sobre los puntos de impacto, pero no habían tenido suerte, ni siquiera con los más de diez mil expertos que formaban parte de las partidas de búsqueda. El único monstruo en aparecer, cuya destrucción demandara el sacrificio de Marina, lo había hecho sorpresiva e imprevistamente.
_Y eso me hace dudar acerca de quiénes podrían representar mayor peligro – dijo Isabel –. Sabíamos que los ilios estaban allí. Pero como nunca intentaron algo en contra de los demás (no nos enteramos), pudimos vivir tranquilos, aun sabiendo que también había cierta tensión, sobre todo en Iluria. En caso de guerra, y esto fue lo que pasó, supimos cómo, dónde y cuándo atacar. Pero con estos monstruos es distinto, por eso que ya dijimos varias veces. Están allí, en algún lado, inactivos y a la espera. Tampoco sabemos qué cosa los hace entrar en funcionamiento. Podríamos hacerlo, aun con el enorme riesgo que implica, y así sabríamos cuáles son sus ubicaciones.
_Y entonces los atacamos y destruimos, antes de que se conviertan en una amenaza para cualquiera que se cruce en su camino – continuó Eduardo –. sería lo ideal. En este caso tendríamos… ¿quién será?.

Alguien estaba llamando al otro lado, y apenas unos segundos después, un hada del Consejo DCS (Desarrollo Comunitario y Social) estuvo en la sala, quedándose lo suficiente como para pedir la ayuda de ambos, pues los residentes eran los únicos lo bastante poderosos como para sostener la batalla contra el monstruo que había sido avistad no muy lejos de allí. “Consideralo destruido”, garantizó Eduardo, olvidándose de la cena. Ya fuera de la casa, se despidieron del hada, quien les hizo saber que prepararía el contingente de respaldo (“De seguro van a haber heridos”, les dijo), y encomendaron a Melisa a sus abuelos, quienes reaccionaron con preocupación y alarma al saber que uno de los enemigos estaba cerca de la ciudad capital. “Que tengan suerte”, les desearon, y los observaron perderse en las alturas. Luego de unos minutos, Eduardo e Isabel advirtieron la presencia del monstruo, que debía rondar los diez metros de alto, conformado aparentemente por piedras, y se lanzaron sobre el en picado, transformándose ambos en Altos Selectos y recurriendo a sus mejores técnicas.

“¡Los dos juntos!”, exclamaron.


FIN


--- CLAUDIO ---

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