_Es acá – anunció Aldem, que acto seguido
llamó –. ¡Vica!.
Casi al instante, hizo su aparición una
esbelta figura femenina, desde esa estructura idéntica a la anterior, primero
saliendo de ella con una consistía gaseosa, también describiendo espirales,
cambiando a sólida. Cómo su contraparte masculina, pertenecía al segundo grupo
etario, aunque solo en apariencia, y usaba la misma vestimenta, pero blanca.
Los objetos que llevaba encima eran idénticos a los de Aldem: un estuche con la
daga, solo que a este lo llevaba en el costado izquierdo de la cintura, el
báculo de madera con la esfera dorada y un medallón, este de color rosa. Su
aura era blanca y tenía el mismo juego de seis alas, a las que estaba agitando
levemente. Hizo una reverencia ante los recién llegados y los invitó a entrar a
la pequeña estructura, luego que el quinteto de Cuidadores se despidiera de
Aldem, quien volvió a adquirir una considerable vaporosa y se perdió de la
vista.
_Esa puerta que vieron afuera representa la
llegada al mundo de todos los seres feéricos - empezó a explicar Vica -. Se
abre en el momento en que la totalidad del marco adquiere un color en
particular, que es el del aura que va a tener esa nueva vida. Y ese proceso se
completa después de nueve meses.
Esa era la visito religiosa sobre la
creación, atribuida esta a Vica, la diosa de la luz y la vida, tal cual la
imaginaran los fundadores de la creencia hoy extinta de las hadas. Aunque era
algo que sus invitados ya conocían, la anfitriona consideró oportuno decirlo,
solo porque deseaba tener algo más para conversar que el tema pertinente, y,
además, estos cinco representaban casos completamente atípicos, pues era la
primera vez en que las almas llegaban a ese lugar. Vica ni siquiera veía a las
de los fallecidos dirigiese al otro extremo del inmenso barracón rectangular,
apenas una luz fugaz que se desvanecía a escasa distancia de la puerta de
ingreso, la cual indicaba el momento del nacimiento.
_Leí sobre eso en los libros de historia, en
cuanto me contaron sobre la religión extinta, porque quise conocer las
similitudes y diferencias entre ella y las creencias de la Tierra - explicó
Eduardo -. La base es la misma, los dioses creando todas las cosas vivas. Ahora
supe que más bien fue al revés.
La creencia colectiva de las hadas había dado
vida al dúo que básicamente era el encargado de dar la bienvenida a las nuevas
vidas y despedirlas cuando les llegaba el momento. Aún hoy, a milenios de
desaparecida oficial y extraoficialmente la religión, se sostenía lo contrario,
que fue uno de los componentes de ese dúo, Vica, la responsable de la creación
de los seres feéricos.
_Podemos dejar eso para otro momento, no es
urgente en este caso - quiso la anguila, de quien se dijera, en los tiempos de
la religión, que ella dirigía los rayos solares (Vica personificaba el Sol)
hacia el vientre de las mujeres para fecundarlas -. A propósito, creo que
ustedes, los seres feéricos, tiene que descubrir por si mismos quién creó a
quién. Pienso que cuando lo logren, no van a tener ninguna clase de límites, y
con eso descubrir cuál es el verdadero alcance de sus capacidades, de todo lo
que son capaces. Ustedes cinco ya lo hicieron, pero no cuenta, porque Aldem se
los dijo. No solo por eso, sino también porque lo van a olvidar, en el instante
en que hayan vuelto a la vida, por llamar de alguna manera a la unión entre sus
cuerpos y almas. Y eso es otra cosa. Otro punto en el que van a sobresalir. Es
más, estoy convencida de que sus nombres van a figurar en la Crónica Ecuménica
por esto.
_Porque vamos a ser los primeros en realizar
de forma exitosa esa magia que nunca se ejecutó así hasta ahora, la que en
otros tiempos condujo a la creación de las almas solitarias - advirtió Zümsar,
esforzándose, tanto como sus colegas, en comprender cada cosa que decía Vica -.
Por cierto que no entendí del todo eso que dijo Aldem, sobre el motivo por el
que mi alma y las de ellos llegaron a este lugar, si aún no morimos. Lo único
que entendí fue que se trataba de algo necesario para que los cinco pudiéramos
recuperar nuestra fuerza, porque eso nos iba a permitir destrozar a ese
monstruo sin problemas.
El Cuidador de la MabDe y sus colegas habían
creído que Vica tendría una participación en ello, y lo confirmaron cuando
tomara nuevamente la palabra, para decir:
_Yo decidí que lo mejor era traerlos. Era lo
único viable para devolverles la fuerza; y es más, en cuanto hayan vuelto los
cinco van a tener de entrada el mismo nivel que un Selecto. No su Constitución,
sino su poder. Es lo mismo, en comparación, que usar por mucho tiempo un
Impulsor - vio como los Cuidadores adoptaban esa cierta expresión de sorpresa
en la cara, al enterarse de que estando con la forma feérica tendrían el mismo
nivel de fuerza que un Selecto. "Cómo será cuando adoptemos esa
forma?", pareciera preguntarse los cinco -. No sé si se hayan dado cuenta
o no, pero ustedes mismos fueron los que decidieron separar sus almas, y lo
hicieron en el mismo instante en que la descarga los fue impactando; eso
posibilitó que ni sus cuerpos ni sus almas tuvieran daños.
_O sea que un segundo antes o uno después y
nosotros cinco estaríamos ahora haciendo un repaso de nuestras vidas con
Aldem., tradujo Marina, adoptemos súbitamente una expresión sombría.
Ella, al igual que sus colegas, se estaba
dando cuenta recién ahora del peligro tan grande al que estuvieron expuestos
con ese último ataque del monte. Tal cual lo dijera la Cuidadora del Tep-Wo,
nunca se habían encontrado más cerca de cruzar al otro lado de la puerta, y
eso, de haber ocurrido, habría representado un golpe moral sin precedentes para
grupos e individuos, sin importar que luego Kevin, Lina y Akmi hubiesen podido
destruir al monstruo. Cinco Cuidadores eliminados en una sola acción habría sido
algo fatal para cada una de las especies elementales y todo un refuerzo para
los ilios en tanto estos continuaran vivos.
_Un futuro negro, sin importar por donde se
lo mire., complementó Qumi.
_En efecto - corroborar Vica -. Volviendo por
un instante a lo de la separación... no les quepan dudas de que, como dije, fue
un acto cien por ciento involuntario e inadvertido, motivado de seguro por sus
deseos de sobrevivir. De haber estado más conscientes o menos de eso, tengan
por seguro que no lo habrían hecho. Por un lado porque cada uno de ustedes sabe
que es imposible ejecutar esa técnica de forma correcta, al menos no se conoce
un caso comprobable... al menos es imposible en la teoría. Por otro lado,
porque ustedes no conocen el proceso para llevar a cabo la separación; como les
dije, la hicieron sin advertirlo, y si Aldem no se los hubiera dicho, o
explicado, todavía creerían que nunca pasó tal cosa. Y por otro más, porque una
cosa es separar el alma del cuerpo, y otra volver a unirla. En eso tengo que
pedirles que piensen en Iris. Ella conocía los procedimientos a la perfección,
pero cuando llegó el momento de ejecutar la técnica, no tuvo los resultados que
quiso.
La jefa del MEU, al final del enfrentamiento
definitivo contra su propia madre (Rossa, la reina de Insulandia), había
resultado tan gravemente herida y agotada que creyó que lo único que podría
dejarla como nueva y restituirle las energías era ese hechizo tremendamente
complicado. Para ella, fue peor el remedio que la enfermedad, ya que a raíz de
la falla se había transformado en un alma solitaria, y pasado casi cinco mil
años en esa condición, hasta que un descubrimiento, el de la fórmula
desarrollada por su mejor amiga y una de las cabezas del MEU, la devolviera a
la normalidad, al igual que a todas las almas solitarias del mundo.
_Ella teorizó que el proceso de separación
estuvo incompleto, y que lo sigue estando - dijo la Cuidadora del Vinhuiga -
Algo que falta hizo que todas las hadas que
lo intentaron se convirtieran en almas solitarias.
_Puede ser - coincidió Vica -. Por eso fueron
muy pocos los casos, aunque no me extraña que, ahora que disponen de un medio
para recuperarse, más individuo lo vayan a intentar... incluso puede que, con
esa fórmula, descubran aquello que falta. Ahora bien, volviendo a los casos de
ustedes cinco; cómo les dije, los traje acá porque no había otra alternativa
para salvarlos. Una vez que sus energías estén al completo de nuevo, los voy a
devolver a su mundo, al que van a llegar en más de diez segundos. En cuanto las
almas se hayan unido a sus cuerpos, les recomiendo que rueden para evitar que
el monstruo los siga golpeando, remonten el vuelo, lo ataquen y destruyan.
Calculo que para cuando se cumplan el primer curso de las catorce van a haber
obtenido el triunfo.
_Aun con nuestros poderes al completo nos va
a demandar más de setenta y cinco minutos? - reaccionó Lidia -. Aldem nos dijo
que la batalla se puede reanudar antes de las trece.
Al
igual que los adultos del grupo, la hija de Kuza y Lara se preguntaba
qué tan fuerte debía ser en realidad este monstruo como para publicarlos a
llegar a esos extremos, que eran estar de vuelta con sus poderes al completo y
recurrir (harían tal cosa, por supuesto) a la técnica del encauzar. Ya había
tenido la nena híbrida una demostración mucho más que evidente de cuán poderoso
era ese enemigo, pero, habiendo escuchado antes a Aldem y ahora a Vica, empezó
a considerar la posibilidad de que el enemigo tal vez no hubiera combatido con
sus fuerzas al máximo, algo que si hicieran las hadas
_Tendrían que dar algo de crédito a los ilios
- indicó Vica, mientras buscaba la forma de cerrar esta conversación, pues era
escaso el tiempo de que disponían los Cuidadores -, porque parece que hicieron
algo bien por primera vez en toda su éxito. Pero si, el enfrentamiento se va a
prolongar por otra hora y cuarto, y va a tener el resultado que ya conocen e
imaginan. Al final, las cosas van a pasar tal cual las vislumbraron. Antes de
que empiece el nuevo mes, en uno u otro calendario, la guerra va a ser solo un
mal recuerdo en la mente colectiva e individual y en los textos históricos, y
ya no van a existir los ilios. Con eso, y esto es algo que ya conocen, va a
desaparecer más del noventa por ciento de los peligros y amenazas para las
hadas, los híbridos y todas las especies que forman el reino elemental.
_Y qué pasa con el diez restante?., reaccionó
Eduardo.
Con alarma, por supuesto.
También Lidia, Marina, Qumi y Zümsar.
La idea de saber que el conflicto no
terminaría con la destrucción de ese monstruo no era agradable.
_No tienen que preocupar, se los aseguro -
contestó Vica, y el gesto de alivio apareció en la cara de los Cuidadores -. Lo
que queda es solamente lo que los ilios dejan atrás, y nada más. Son, por
ejemplo, sus aldeas y los cinco templos antiguos que quedan en pie. Los objetos
allí... no solo están los que fueron robados a lo largo de milenios a las hadas
y otras especies elementales. Respecto a eso, los tienen que reclamar, forman
parte de su patrimonio. Y los bienes de los ilios... no les van a servir en lo
absoluto, así que supongo que los van a destruir uno por uno, sin importar de
qué se trate, ni cuáles materiales hayan usado los ilios en su elaboración. Si
me lo preguntan, la guerra va a terminar recién cuando el último de esos
objetos haya sido reducido a polvo y esté solo en su memoria. No se cuánto
tiempo les vaya a demanda eso, aunque imagino que para fin de año los últimos y
únicos vestigios de los ilios habrán sido destruidos.
Las hadas, en efecto, se alegraron al
escuchar esas palabras. Después de las catorce horas con quince minutos de hoy,
ya libres de enemigo, podrían empezar con esa tarea liviana que consistía en
desechar los bienes materiales de los ilios y recuperar los que estos hubieran
robado q las otras especies elementales.
_Hablando del fin de los ilios y todos los
aspectos negativos que ellos representan - llamó Marina, dirigiéndose a Vica -
Hay problemas que causaron, unos más graves
que otros, como la especiación de los dones de las hadas y ese otro que...
bueno, ese - se refirió a los problemas de fertilidad, alegrándose porque la
anfitriona hubiese entendido las señas. Hubiera sido "complejo"
pronunciar las palabras a ese respecto, porque allí todavía estaba alguien que
era menor de edad. A Lidia le restaban aún dos o tres años antes de enteraré
que a los bebés no los traía ninguna cigüeña desde la Isla de los Nacimientos
-... "Tenés idea sobre qué cosa va a pasar con esos problemas?, Se van a
terminar?.
_Si, pero no como se cree - contestó Vica -.
Ustedes y los suyos piensan que su final va a ser súbito, con la destruir de
todos los ilios, pero eso no es verdad. Esos problemas van a desaparecer de
forma gradual, como lo viene ocurrido hasta ahora. Algún día, pero a un plazo
muy largo, los atributos de las hadas van a estar vinculados solo a los
elementos de la naturaleza, y la población va a aumentar. Lo único seguro, como
dije, es el gradualismo.
_Y nosotros cinco vamos a volver a este
lugar, a cruzar por el otro extremo, antes de que hayan desaparecido por
completo., definió Eduardo, que ya estaba al tanto de, por ejemplo, de los
sutiles incrementos en la tasa de natalidad a escala global.
Con eso, se convencieron de que no todos los
problemas desaparecerían con la derrota y posterior destrucción del monstruo,
quien ante la inactividad de los Cuidadores debía haber dado por sentado que
los había eliminado - "Otra vez el exceso de confianza", dijo Qumi -,
algo que calificaron como una imprudente, pues era lo último que debía hacerse
con esta clase de enemigos, tan fuertes.
_Yo... dudo que pudiera hacerlo, si me lo
preguntan., opinó Zümsar, y habló acerca de lo que haría el si estuviera en
lugar del monstruo, y este estuviera inmóvil y en el suelo.
Sabiendo que lo que estaba en juego era nada
más y nada menos que la existencia y oportunidad de todas las formas de vida de
los cuatro reinos (vegetal, animal, fungi y elemental), querría asegurarse de
no dejar siquiera el mínimo vestigio de esa amenaza. El monstruo estaría hacer
justamente lo contrario a eso, y los Cuidadores vieron en ese exceso de
confianza otra de las razones por las que obtendríamos el triunfo.
_No voy a decirles otra vez lo que tienen que
hacer, porque eso ya lo saben y sería desperfectos el tiempo - sentenció Vica,
que había, como los Cuidadores, visto y advertido como se iba cerrando la
conversación -. Lo que si quiero decir, porque lo considero oportuno, es que no
van a tener de que preocuparse una vez que el monstruo haya sido destruido.
Mejor dicho, reiterarlo. Piensen por unos instantes en eso, en ese futuro que
va a empezar en un momento y después vamos a ocuparnos de lo que 4s
verdaderamente importante.
A más tardar desde las catorce horas con
quince minutos de hoy - la pérdida de cinco de los lugares grandiosos sería
algo triste, tal vez lo único, aparte de las muertes, cuantos hubieran sido
estos, que opacaría el triunfo -, las hadas podrían empezar a disfrutar a pleno
de aquello que fueran perdiendo desde la llegada de los ilios al oeste-noroeste
centrálico. Pasados ya a la historia esos seres, en la región ilúrica, y en menor
medida en el resto del mundo, los elementales podrían vivir en paz y sin otra
cosa para preocuparse más allá de eventos como la Gran Catástrofe, y sabiendo
que estos eran infrecuentes o muy infrecuentes, esa paz y la tranquilidad bien
podrían durar varios años, cuando no varias décadas (siglos!... milenios!), la
rutina e inexistencia de peligros serían constantes.
_También quisiéramos evitar eso, la rutina -
prefirió Eduardo, dando por finalizado, por su parte, ese pensamiento -, y lo
predecible. Ojalá que a cada uno de nosotros nos espere algo diferente cada día
Quiero decir que no pase lo mismo cada jornada
desde que nos despertemos hasta que nos vayamos a dormir - y avisó a Vica,
viendo a sus colegas y el mismo -. Ya estamos listos... Empezamos?.
La diosa esbozó una sonrisa y tanto ella como
los demás se pusieron de pie, abandonando la oficina y yendo acto seguido a una
distancia prudencial de ella y la imponente puerta a su lado. "Acá está
bien", fijo la anfitriona, al haber llegado a un punto en el medio de la
nada.
_Denme sus bastones de mando.
Fue lo primero que dijo Vica, con tono calmo,
y los Cuidadores, desconcertados, se los dieron, a los que en todo momento
observaron y contemplaron con tristeza, sabiendo que cuando se produjera la
desaparición de los lugares grandiosos, los bastones perderían su fuerza. La
anfitriona los observó detalladamente durante unos pocos segundos, no hallando
imperfección alguna (se maravilló por eso), entendiendo que esa condición tan
inmaculada se debía tanto al esmero de sus propietarios en cuidarlos como a las
cualidades de esas piezas, las que, con un veloz y sutil movimientos de ambas
manos de Vica, adquirieron el mismo color de las auras de las hadas; celeste y
azul jacinto el bastón de Eduardo, negro el de Lidia, blanco el de Marina, rosa
el de Qumi y verde oliva el de Zümsar. Cuando este último le preguntó a Vica
para qué los necesitaba, la diosa contestó que serían piezas clave en el
proceso de restitución de fuerzas. "No les va a gustar lo que sigue, pero
es necesario", les dijo, separando los bastones y envolviendo a cada uno
con su propia energía, la cual asumió la forma de esferas. Acto seguido, hubo
cinco fuertes resplandores que estuvieron acompañados por un sonido también
potente, y las hadas no necesitaron esforzarse demasiado para entender lo que había
pasado: los bastones habían sido destruidos y probablemente reducidos a un
material definitivamente más fino que el polvo, algo que confirmaron cuando
Vica retiró la energía y dejó expuestas las sustancias, a las que desplazó
usando sus habilidades telequinéticas y dejó caer sobre los Cuidadores,
envolviéndolos en forma de espiral. Los cinco no fueron capaces de sentir la
sustancia entrando en contacto con sus cuerpos, y atribuyeron esa incapacidad a
algo físico, a que eran almas sin sus "envases", habiendo advertido
como único cambio un breve oscurecimiento, cuando la sustancia pasara por sus
ojos. Ante el desconcierto posterior,
Vica les explicó que la verdadera fuerza de los Cuidadores radicaba en ellos
mismos - así se los habían dicho cuando estuvieran planificando esta y las
anteriores expediciones -, y que los bastones, en sus manos, no eran más que
canales para sus descomunales poderes. "Ustedes pueden suplir eso",
les dijo, ilustrándolos acerca de la capacidad, propia esta de todos los
individuos de la raza feérica, e incluso de otras especies elementales, de
poder enfocar sus descargas en un minúsculo punto en su objetivo, sin importar
cuál fuera este. "Y cómo nos va a ayudar eso?", quiso saber Eduardo,
no viendo en qué los podría fortalecer lo que hiciera la diosa, a lo que esta
dijo, y a todos, que otra fracción ínfima de la fuerza vital de cada uno de sus
antecesores quedaba contenida en el extremo de los bastones, aquellos que
tenían los símbolos de los elementos, al instante en que a ellos les llegaba el
momento de cruzar al otro lado de la puerta, y que la única manera de liberar
ese país era rompiendo los "contenedores"; y eso era lo que había
hecho Vica.
_No conocíamos eso., se sorprende Eduardo.
Había adquirido grandes conocimientos siendo
Cuidador, pero nunca supo de esto. No había archivos ni materiales al respecto.
_Porque se mantuvo en secreto - contestó Vica
-. Los primeros responsables del Vinhäe, el Vinhuiga, el Tep-Wo, el JuSe y la
MabDe desarrollaron este recurso pensando que algún día sus sucesores
necesitarían de un poder superior al que pudieran poseer, para hacerle frente a
una amenaza potencialmente más grande que cualquiera otra. Y la razón por la
que decidieron mantener el secreto de debió justamente a que el hecho de tener
que destruir los bastones hubiera significado un golpe moral, no solo para las
hadas, sino para casi todas las especies elementales, o directamente todas. Los
únicos que tomaron conocimiento de esta magia, única en su tipo, fueron los
Cuidadores, a raíz de un hechizo complementario, el cual transmitía el
conocimiento a los responsabilidad de los lugares grandiosos cuando a estos no
les quedaban más de veinticuatro horas en este mundo.
_Ese hechizo... Había sido diseñado para que
se supiera cuando exactamente era ese momento? - llamó Qumi -. Quiero decir...
No había otra forma de que Qîma y sus antecesores se enterarsen de que debían
reservar esta parte de su fuerza vital?, Cómo le transmitían esta información?,
En un sueño, en una visión...?.
_Una revelación que llegaba a los Cuidadores
en el instante en que estos dormían por última vez, y si, en un sueño - explicó
Vica -. El poder de los Cuidadores contenido en sus bastones fue un recurso que
ellos creyeron que tal vez nunca sería usado, como tantos otros conocimientos y
desarrollos, incluido el encauzamiento que ustedes van a poner por primera vez
en práctica. Así y todo decidieron ejecutarlo... y que bueno, porque ahora
estamos viendo y comprendiendo su importancia - y llamó -. Bien, listo. Pueden
notar algún cambio?.
Los beneficiarios los sintieron. Aunque eran
almas sin sus respectivos cuerpos, pudieron sentir como la fuerza volvía a
ellos, concretamente un estremecimiento más bien leve que los recorrió primero
desde los pies hasta la cabeza, después en el sentido inverso y por último
hacia el centro del pecho desde las manos, los pies y la cabeza. Vica les dijo
entonces que volverían a sentir ese estremecimiento leve cuando las almas
hubiesen reingresado s sus cuerpos.
_¿El monstruo seguirá ignorando todo esto?., se
preguntó Lidia, en tanto la anfitriona ultimaba los detalles para el segundo y
último paso.
_Si, absolutamente todo. Y en cuanto se de
cuenta va a lamentar no haberlos destruido cuando tuvo la oportunidad. No va a
tener otra., contestó Vica, efectuando ese nuevo paso.
Un halo de un blanco radiante emergió de las
palmas de la diosa y rodeó a los Cuidadores uno por uno describiendo espirales,
y los beneficiarios sintieron algo nuevo, una corriente cálida que les entró
por los poros, y eso, supieron, advirtieron, era el resultante de la energía de
sus antecesores con la de Vica.
_¡Esto es increíble!., reaccionó Qumi,
observándose a sí misma, sintiendo como sus poderes estaban nuevamente
completos.
_En estos momentos no solo las almas se están
beneficiando con esa mezcla – informó Vica, dando por terminado el proceso de
restitución –. Sus cuerpos están regenerándose y quedando como nuevos. Y si, el
monstruo se va a dar cuenta, pero va a asumir que se trata de algo sin
importancia, tal vez un último intento de parte de ustedes por revertir la
situación. No se olviden que su enemigo dio por sentado que ya los derrotó.
_Le espera una sorpresa cuando nos vea
levantarnos, y con eso va a reconocer el error que fue su exceso de confianza –
vaticinó Zümsar, flexionando los brazos, instintivamente. Hacía eso cada vez
que se sabía recuperado al cabo de una
jornada extenuante, lo que venía siendo constante desde los primeros días de este mes –. Tenemos que
atacarlo con todo y no darle ventajas ni oportunidades.
Sus colegas y el estaban conscientes de que,
aun con sus poderes restablecidos, el monstruo seguía superándolos, pero no
tanto como antes. El Cuidador de la Casa de la Luz – no disponía de tiempo para
detenerse a pensar en que el suyo sería uno de los liderazgos más breves en los
lugares grandiosos –, haciendo un cálculo rápido, pensó que el guerrero único,
el último recurso de los ilios para alzarse con el triunfo, los superaría en
fuerza y resistencia en cuarenta a cuarenta y cinco puntos porcentuales, a menos que siguieran a rajatabla su regla de
oro desde el principio, como les recordara la diosa al decirles:
_Tienen que obrar como uno. Cinco guerreros
en uno, cinco almas en una y cinco mentes en una. Una de las cosas que más
distinguen a las hadas es el trabajo en equipo, y ahora tienen que hacerlo como
nunca. No hablo solo de la técnica del encauzamiento, sino de todo.
Concéntrense y piensen como uno. Siendo así, los minutos del enemigo van a
estar contados, y con el la suerte de los ilios. Les dije que dentro de poco
más de una hora ustedes y todos los seres feéricos y elementales van a
disfrutar de paz y tranquilidad, y lo
mantengo. Aun así, no vayan a confiarse ni descuidarse. Considerando que
este es el último recurso, no les extrañe que haya sorpresas con el – y señaló
el umbral que estaba a su cargo -. Ahora vayan. El mundo los necesita.
_Te lo agradecemos mucho, y también a Aldem –
quiso corresponder Eduardo las palabras y los gestos –. Lo que hicieron por
nosotros… les vamos a estar eternamente en deuda por esto. No solo por
nosotros, sino por todos.
Y el quinteto pronto estuvo despidiéndose de
Vica y su contraparte masculina, quien estuvo de vuelta con ellos para
presenciar el momento de su vuelta. “Lo merecen y necesitan”, dijo el dios de
la oscuridad y la muerte, al tiempo que Vica hacía uso de sus poderes
telequinéticos orientando ambas palmas hacia adelante, para abrir la inmensa e
imponente puerta, y las hadas sentían y advertían como una fuerza invisible los
atraía hacia ese ínfimo espacio que había aparecido al otro lado. Cuando se
fueran, Vica preguntó:
_¿Y bien?, ¿qué opinión te formulaste?.
_Excelentes personas – contestó Aldem, viendo
como se cerraba la puerta –. Lástima que su permanencia haya sido tan breve. Me
hubiera gustado poder continuar la reunión un poco más. Y es una lástima
también que vayan a olvidar todo lo que vivieron en este lugar, porque eso los
hubiera hecho más sabios… en fin, algún día van a volver, y esa vez van a
cruzar por la otra puerta.
_Ese va a ser un momento triste., sentenció
Vica
El monstruo había seleccionado a Eduardo como
su primera víctima, y no era para penos, pues estaba cumpliendo una de las
máximas posturas de los ilios, sobre el odio extremo e irracional contra todos
los individuos ajenos a su especie. Si los ilios despreciaban a cualquiera
ajeno a ella y todo cuantos ellos representaban, y no hicieron esfuerzo alguno
por disimularlo u ocultarlo, con más razón lo harían con alguien que no solo
era ajeno a su especie, sino también al planeta – instintivamente, las hada supieron
que algún día Eduardo podría encabezar la “lista negra” de los ilios –, y esta
era la mejor oportunidad para borrarlo del mapa, pues estaba inmóvil e
inconsciente , agotado como consecuencia del extenuante enfrentamiento. Pero,
en el momento en que bajaba a toda velocidad el monstruo su puño derecho en
dirección a la cara del arqueólogo, este recuperó el conocimiento y se hizo a
un lado, no sin antes dar un fuerte golpe al oponente en la boca del estómago.
Y no fue el único en estar de vuelta, porque allí se estuvieron levantando sus
cuatro colegas, cada uno lanzando una fuerte descarga al monstruo. “¡Con todo
desde el principio!”, exclamó el Cuidador del Templo del Agua, y se situaron en
diferentes ubicaciones, rodeándolo y acribillándolo con una sucesión rápida de
descargas, decenas de rayos, los que produjeron fuertes explosiones al
impactarlo. Para mala fortuna, advirtieron, apenas le causaron daños menores y,
estupefactos, descubrieron que todavía
conservaba, aunque no tan fuerte y efectiva como antes, la capacidad
regenerativa, la cual le permitía recuperarse en un tiempo muy corto de
cualquier herida. Aun así, no se desanimaron y prosiguieron sus ataques, con un
ahínco mayor. Una descarga, y luego otra, y otra más… debían lograr que el
monstruo quedara lo bastante desorientado como para que ellos pudieran disponer
del tiempo para intentar la técnica del encauzamiento. Estaban convencidos de
que podrían conseguirlo, porque eran ahora más rápidos y ágiles, aun
conservando la forma natural – se transformarían a la máxima categoría, los
Sublimes, al aplicar esa técnica, para maximizar sus posibilidades –, y eso era
definitivamente ventajoso. Estaban haciendo lo que se debía: luchar con todo y
como un equipo, algo que se recordaran ellos mismos para infundirse confianza y
ánimos. “¡Veamos si puede con esto!”, reaccionó Qumi, luego de haber contenido
con sus manos una rayo que lanzara el monstruo (le quedaron las palmas
ardiendo), empleándola telequinesia para seccionar enormes bloques de piedra, a
los cuales moldeó hasta dejarles un extremo puntiagudo, y lanzó velozmente
contra el enemigo. Este los detuvo, haciendo grandes esfuerzos, y Qumi fue
temporalmente reemplazada por sus colegas, quienes combinaron lo mejor de su
arsenal. Los látigos de fuego lo oprimieron con tanta fuerza que por unos
instantes las hadas llegaron a pensar que se fundiría el material constitutivo.
“¡Esto por el ojo de mi papá!”, exclamó Lidia, aplicando esa técnica no solo
con todo su poder, sino también con rabia, y cuando marina, a su lado, le
preguntó por el significado de aquello, su colega le explicó que los vampiros,
y los híbridos nacidos en parte de uno de ellos, podían saber cuándo sus
progenitores sufrían un daño grave (o, peor, cuando morían). La presión
ejercida fue tal que para cuando el monstruo pudo liberarse descubrieron que el
cuerpo le había quedado al rojo vivo, y fue ese el momento que los Cuidadores
necesitaron para atacarlo sin que tuviera oportunidad de defenderse, pues
sabían que el monstruo daría la prioridad a regenerarse, y no a contener los
ataques. Un fortísimo viento huracanado lo atrapó y mantuvo girando sobre su
propio eje, decenas de descargas eléctricas lo impactaron de lleno y el agua a
presión, enfocada en minúsculos puntos lo catapultaron varias decenas de metros
a la distancia. Cuando las hadas estuvieron reagrupadas, Eduardo les preguntó
“¿Se fijaron en su expresión facial?”, a lo que Zümsar contestó “La primera vez
que la modifica”. Desde el primer instante, el enemigo había mantenido la más
profunda expresión de odio en la cara, y no era para menos, puesto que decenas
de millones de ilios estaban constituyéndolo, y cada uno de estos profesaba
justamente esa emoción, una de las más negativas, contra los ajenos a su
especie. Ahora, al parecer, estaba considerando que estos cinco individuos no
iban a ser tan fáciles de derrotar como había pensado en un principio, y eso se
reflejaba en su cara. “Está preocupado”, tradujo Lidia, lanzando otra
descomunal llamarada y envolviendo al enemigo, no habiéndole dado tiempo para
repeler la descarga o desviarla, pero el monstruo no cayó y avanzó hacia la
híbrida y las hadas, envuelto en llamas, hasta que estas simplemente
desaparecieron, cuando hizo uso de su dominio sobre ese elemento para
concentrar el ataque de Lidia y, entonces si, devolvérselo. “Volvamos al
principio, atacar con todo y no darle siquiera la mínima oportunidad”, propuso
Marina, tras lo cual los cinco Cuidadores alcanzaron la condición de Sublimes,
conscientes de que no la podrían mantener constante todo el tiempo que
quisieran. La fuerza de los cinco aumentó sustancial y considerablemente, se
lanzaron al unísono contra el monstruo y lo golpearon duramente en varias
partes del cuerpo, pero, tras la breve conmoción inicial, estuvo nuevamente
erguido, esta vez dando prioridad tanto a su capacidad regenerativa como a
defenderse. “Tenemos que terminar esto ya mismo” – repitió Qumi –, “no solo por
todo lo que está en juego, sino por los lugares grandiosos”. Sus colegas no
pudieron estar más de acuerdo, y les fue imposible no dedicar una fracción de
sus pensamientos a la suerte
irreversible que correrían en unos pocos minutos, los Cuidadores estimaron tres
cuartos de hora, los Templos del Agua y del Fuego, el Santuario del Viento, el
Hogar de la Tierra y la Casa de la Luz. Sabían que nada cambiaría esa suerte,
ni siquiera la destrucción de este monstruo, pero las hadas consideraron, tal
como otros tantos millones de elementales lo hicieran ya, que eran sacrificios
necesarios, y por lo tanto los harían valer. “Que no sea en vano”, aportó
Zümsar.
“A propósito, ¿alguno de ustedes sabe qué
cosa pasó?” – les preguntó Eduardo, en tanto reanudaban los ataques –, “¿fue acaso lo que estoy pensando?”. Se había
referido, por supuesto, a ese instante en que recuperaran el conocimiento,
cuando el enemigo estuvo a una fracción de segundo de empezar a asestarles los
golpes definitivos. Los recuerdos de los seres feéricos al respecto eran
borrosos y ellos estaban confundidos, pero no les fue difícil teorizar sobre lo
ocurrido, y si sus pensamientos estaban acertados, habían sentado otro
precedente del que se podría hablar durante años, y que figuraría, de ser
cierto, en la edición actualizada de la Crónica Ecuménica. “Si es así, llegamos
tarde” – dijo Qumi, sin intenciones de borrar el entusiasmo a los suyos –,
“ahora que se conoce la fórmula que desarrollara Mücqeu”. Los cinco, cada vez
más convencidos, habían, involuntaria e inadvertidamente en ese momento,
separado sus almas de sus cuerpos, al creer que ese ataque sería superior a lo
que ellos podrían resistir. No lo supieron en ese instante, pero habían corrido
un riesgo al que ningún hada querría exponerse, por tratarse de algo que nadie
había hecho de manera exitosa, y que su consecuencia era el nacimiento, o
surgimiento, de un alma solitaria. Tampoco conocían el hechizo de separación,
ya que ninguno hubo de demostrar siquiera el mínimo interés por aprenderlo - nunca creyeron que podrían necesitar esa
técnica, que estarían expuestos a un peligro de semejante magnitud – y el
horror apareció en sus caras cuando pensaron en que no tendrían un modo, porque
no lo conocían (nadie lo conocía), de unir nuevamente el alma al cuerpo. No
bien tomaran conciencia de lo que habían hecho, se habrían descubierto ellos
mismos como media decena de almas solitarias y corrido un peligro sin
precedentes. “Tratemos de suavizar las palabras cuando lo contemos” – quiso
Eduardo –, “…más de uno va a espantarse cuando lo sepan”. Y eso era cierto.
Reanudando la batalla, visualizaron en la mente como pudieron ser sus
existencias como almas solitarias, sin olvidar que al duelo tendrían que
completarlo Kevin, Akmi y Lina. Muy poco
tiempo habrían tenido para volver a aquellos lugares en los que quedaran sus
últimos vestigios, pues en ellos se radicaban estas almas, y lo más probable
era que ninguno lo lograra, especialmente Marina y Lidia, por encontrarse a
varios largos (un largo era equivalente a mil kilómetros) de distancia. Sus
cuerpos, dispuestos en el suelo, habrían sido reducidos a polvo por el monstruo
y este habría entrado en un estado de reposo, porque de seguro otros oponentes
poderosos vendrían a buscarlo. Aprovecharía para recuperarse de las heridas
recibidas y acumular energía para estar listo para la nueva batalla. “No me
gusta ese futuro”, declaró Qumi, al tiempo que, en grupo, los Cuidadores
asestaban un golpe con tanta fuerza al enemigo que volvieron a sentir aquellos
gritos de miles de voces, lo que dio cuenta de que otra numerosa cantidad de
ilios ya no se tendría que preocupar por nada más. “Habríamos fallado en el
momento en que menos debíamos hacerlo”, complementó Marina, quien, junto con
Lidia, atacaran al monstruo combinando sus poderes, aun aire súper caliente que
lo envolvió haciéndolo girar a toda velocidad, elevó varios metros en el aire y
dejó caer violentamente al suelo. Acto seguido, fue el turno de los hombres
para un ataque combinado, el agua con el rayo, algo que habría fulminado, con
seguridad, a cualquier enemigo, y que en este caso produjo serios trastornos,
además de la “pérdida” de otros miles de sus componentes. “El agua es un gran
conductor de la electricidad” – dijo Eduardo –, “lástima que en este caso no
haya funcionado”. Aun atacando todos juntos, al unísono, y con su poder al
máximo, apenas igualaban al enemigo y causaban en este daños menores. “¿Alguien
sabe por qué teniendo la forma natural somos tan poderosos como los Selectos?”,
llamó Lidia, dándose cuenta de cuanto se habían incrementado sus capacidades,
cualitativamente, desde que recuperara el conocimiento, al unirse nuevamente su
cuerpo con su alma. “Debe ser un efecto
de esa unión”, apostó Zümsar, intentando apelas a su memoria y sus
conocimientos, tal como lo estaban haciendo sus colegas, para buscar una
respuesta a este misterio, aun sabiendo que los esfuerzos a este respecto
serían infructuosos, ya que no existían esas contestaciones. “Es uno de los
grandes enigmas y tal vez pasen años, cuando no períodos más extensos, antes
que alguien logre resolverlo”, complementó Marina, usando el aire para inmovilizar
al monstruo, generando fuertes corrientes a su alrededor, lo que dio
oportunidad y tiempo a los otros cuatro para asestar sendas descargas desde las
alturas. Otra vez afirmaron que lo involuntario e inadvertido de ese hechizo lo
podrían resolver consultando a aquellos
individuos que fueron almas solitarias hasta hacía unos pocos días después del
descubrimiento de la fórmula de Mücqeu, por lo pronto a esos tres con los que
tenían un contacto diario. “Iris, Iulí y Wilson”, contestó Qumi, sabiendo que
ellos los podrían ilustrar. Los cinco concluyeron que no importaba lo que había
pasado ni cómo, pues el proceso había sido exitoso; las almas rodearon a los
cuerpos y los regeneraron. Harían historia con eso y con la unión, aunque esta
era la incógnita. “Creo que mejor nos ocupamos de eso cuando el tiempo no
apremie”, quiso Eduardo, concluyendo abruptamente la conversación sobre esa
hazaña, consciente de que podrían haber transcurrido treinta minutos desde que
reanudaran el enfrentamiento. Asumieron que era, al fin, el momento de ponerle
fin llevando de la teoría a la práctica la técnica del encauzamiento: reunir la
energía vital, de cuatro de ellos en uno por un plazo que no era posible
determinar, con lo cual podría este elegido terminar con ese problema en cuestión
de segundos. Los Cuidadores no podían saber por cuánto tiempo podría ese
elegido mantener el encauzamiento, pero estimaron que sería un lapso más breve
que aquel que permanecieron transformados en Sublimes. “Aun así tenemos que
intentarlo” – sentenció el Cuidador del Vinhäe –, “no nos queda otra opción, si
queremos terminar con esto ahora mismo”. Sus colegas mostraron aprobación con
gestos faciales.
“Empecemos por lo principal, ¿quién de
nosotros es el voluntario… o el valiente?”, preguntó Marina, sabiendo que,
física y psíquicamente, todos estaban en condiciones. Las limitaciones veían de
la mano de los aspectos filosóficos, éticos, culturales y, por supuesto, las
pocas o nulas intenciones del par de hombres a dejar que las mujeres corrieran
el peligro, sobre todo si tomaban en cuenta que era la primera vez en que se
habría de aplicar el encauzamiento. Todos, sin embargo, tenían posibilidades;
conocían los riesgos y estaban dispuestos a correrlos, pero debían dilucidar
ese problema, y, mientras continuaban la batalla, asumiendo cada una de sus
formas (natural, combinada, Selectos, Altos Selectos y Sublimes), intentaron
decidirse por uno, exponiendo pros y contras. Lidia fue la primera en ser
descartada, y razones sobraban para ello; Lara y Kuza no soportarían la idea de
perder a la primera hija que engendraran juntos, algo que sería un golpe
moralmente devastador del que tal vez no pudieran recuperarse en mucho tiempo,
y si los Cuidadores de la MabDe y el Vinhäe no estaban dispuestos a consentir
que dos mujeres adultas arriesgaran sus vidas (las hadas no querían asumir que
las posibilidades de fracasar eran las mismas que las de tener éxito), menos lo
harían con una menor de diez años. Tampoco debía ser la Cuidadora del JuSe
quien se convirtiera en la cobaya de este tipo de magia, puesto que, de
hacerlo, sería cuando menos, injusto. Ella se había recuperado hacía menos de
un mes, y nadie querría que su vuelta hubiera sido solo para arriesgarse de
semejante forma, con algo que sería puesto en práctica por primera vez. Verla
ejecutando esa técnica, o saber que lo hubiera hecho, con éxito o sin este,
sería particularmente doloroso para sus parientes, y entre estos aquellos que
fueron testigos de la transformación involuntaria de Qumi en una estatua de
vulcanita, en los inicios del undécimo milenio. De entre las tres mujeres,
Marina, a cargo (durante los siguientes treinta a cuarenta minutos) del Tep-Wo,
podría ser la mejor opción, de no ser por la reciente tragedia que sufriera,
una de las peores cosas que le podía pasar a una persona del sexo femenino, y
ninguno de sus colegas creía que ella estaba en condiciones, tanto físicas como
emocionales, para ser la receptora de la energía de los otros cuatro
componentes del grupo; incluso la propia Marina había, por primera vez desde
que se revelara como la heredera de Zak´lu, estaba dudando de su idoneidad. Con
eso, las tres damas quedaron afuera de las consideraciones para recibir la
energía de los miembros del grupo. Eso dejaba, como todos lo sabían, desde que
se ocuparan de la planificación de la batalla, a los Cuidadores del sexo
masculino, Zümsar, de la Casa de la Magia, y Eduardo, del Templo del Agua.
“Mejor nos decidimos pronto”, quiso el marido de Isabel, pues el monstruo no
estaba quedándose quieto a observar como las hadas deliberaban. En tanto
continuaban los ataques, siempre con sus fuerzas al máximo, descartaron al
arqueólogo urbano, puesto que este era, lo venía siendo desde su casamiento con
Iris, un miembro de la Familia Real de Insulandia, y si el encauzamiento no
llegara a salir como esperaban, sería además de una falla en su encomienda, una
crisis en la realeza. “Voy yo”, dijo Eduardo, asestando por si solo un golpe
tan fuerte que el enemigo terminó en el suelo, retorciéndose a la vez que
buscaba incorporarse, y escucharon una cadena de gritos mucho más fuerte que
cualquiera de las anteriores. Había sido esa semejante demonstración lo que
terminara por inclinar la balanza en favor del Cuidador del Vinhäe, pues el
ataque individual había sido superior a cualquiera de los ejecutados por sus
colegas, quienes asumieron que si por si solo podía hacer eso, con la energía
de todos acabaría con el oponente en cuestión de minutos, sino era que en
menos. “¿se acuerdan del procedimiento?”, llamó Lidia, envolviendo al monstruo
con el remolino de fuego. Los expertos les dijeron que el conjuro y los medios
para llevar a cabo el encauzamiento no eran complicados ni tampoco les habrían
de demandar mucho tiempo aplicarlo. Los individuos que darían su energía (los
“emisores”, así los llamaron al desarrollar la técnica) debían situarse en una
postura completamente erguida, con los brazos extendidos y los dedos hacia
abajo, antes de dirigir las palmas a aquel que fuera a recibir la energía. Los
emisores también debían tener los ojos cerrados, estar concentrados únicamente
en un pensamiento, el símbolo que representaba a sus respectivos elementos
(atributos) superpuesto al del “receptor” y pronunciar sus nombres primero y el
conjuro después, al momento de transferir la energía. Eso los dejaría exhaustos
en grado extremo, al punto que quedarían sin conocimiento en menos de un
segundo, pero se recuperarían en un tiempo muy corto. “Es un sacrificio
necesario”, aceptó Qumi, golpeando al monstruo, a la vez que repasaba por
última vez esa formación casi coreográfica. “Y mucho, pero la vida de todos
está en juego, así que no perdamos tiempo”, agregó Marina, recurriendo al poder
del viento para mantener ocupado al enemigo, un velocísimo y furioso tornado
que lo elevó v arias decenas de metros. “Cinco minutos… es todo lo que
necesitamos”, dijo Lidia, consciente de que Eduardo podría conservar esa
técnica por poco tiempo, y deseando que resultara suficiente. “Vamos a ponernos
en nuestras posiciones”, llamó Zümsar, señalando un punto en el suelo. Eduardo
debía situarse allí y los otros cuatro alrededor suyo, describiendo un círculo,
separados entre si por la misma distancia y del receptor por cuatro metros –
esta distancia dependía, de acuerdo a la teoría, de la cantidad de seres
feéricos que fueran a prestar su energía –. “La ubicación y esa pose casi
coreográfica son la parte fácil, sin dudas”, observó el Cuidador del Vinhäe,
mientras su colega del JuSe aportaba su granito de arena para mantener a raya
al monstruo, piedras, una considerable cantidad de ellas, golpeándolo en
sucesión rápida y fundiéndose en el al impactarlo, como si estuviera
derritiéndose. “No tenemos mucho tiempo”, repitió e insistió Eduardo, a lo que
los cinco se abocaron a realizar, por primera vez, la técnica máxima.
Confiaban en que el guerrero único de los
ilios, de estos el “último recurso2, estuviera lo suficientemente ocupado
durante estos cinco minutos, lo que Zümsar, Qumi, Marina y Lidia necesitaban
para drenar hacia Eduardo sus energías.
_¡Empezamos!., exclamaron al unísono las
hadas.
En apenas un parpadeo, los Cuidadores de la
MabDe, el Juse, el Tep-Wo y el Vinhuiga estuvieron en sus posiciones,
irguiéndose, extendiendo los brazos y orientando hacia abajo los dedos de ambas
manos. Cerraron los ojos y procuraron concentrarse en ese único pensamiento, el
del par de símbolos. Eduardo estaba en el centro de la escena, observando
alternativamente a sus congéneres y a su sombra, que proyectaba los rayos
solares en el suelo. Debía estar atento, pues en cinco minutos recibiría esa
cantidad de energía. El no tenía que estar con tal o cual postura, pero si
preparado, porque el instante en que habría de producirse la transferencia
experimentaría un súbito y fugaz
estremecimiento en cada centímetro del cuerpo, una señal de que se había hecho,
al fin, el encauzamiento. La asimilación de la energía abarcaría nada más que
cuarenta segundos, pues la teoría indicaba que eran diez los que demoraba la
transmisión y otros treinta la aceptación, sin que importara la cantidad de emisores.
“Esperemos que valga la pena”, fue lo último que dijo, al momento de quedarse
en el suelo, rodeado por sus congéneres, quienes constantemente estaban
poniendo todo de su parte por seguir al pie de la letra cada una de la
sindicaciones y explicaciones que recibieran de boca de los expertos. Los
cuatro no tenían otra cosa en sus mentes que el par de símbolos y mantuvieron
las poses casi coreográficas, aun después de pronunciar sus nombres y el
conjuro, una serie de oraciones complejas en el idioma antiguo de las hadas con
las que comunicaron lo que pensaban hacer y el propósito. Movieron los brazos y
orientaron las palmas, con lo que, en efecto, empezó la transmisión de energía,
en forma de haces, uno verde oliva, otro negro, uno más blanco y el cuarto rosa,
los cuales se dirigieron sin pausa y velozmente hacia el individuo receptor, al
que impactaron en la base del cráneo, pues ese era el punto en que debían
hacerlo, de acuerdo a la teoría. Al recibir las energías Eduardo, los emisores,
uno a uno, fueron cayendo al suelo, habiendo tenido los reflejos y la capacidad
solamente para amortiguar la caída con las manos, y sus últimas expresiones
faciales, a las que acompañaron con monosílabos de ánimo, previas a quedar
tendidos inconscientes, indicaron al Cuidador del Templo del Agua que no
estuvieron arrepentidos de haber agotado sus fuerzas en esta técnica (el debut
del encauzamiento), pero Eduardo no pudo prestar atención a aquello, pues se
encontraba en medio de ese estremecimiento, asimilando la energía. Pasados esos
cuarenta segundos, comprendió que tenía tal poder que le bastó con un pequeño
resoplido para levantar una fuerte ventisca, a la que, sin dudar, envió contra
su oponente, que casi había terminado de librarse de aquellas distracciones.
“¿Domino el elemento aire?” – se impresionó, y quiso dar un agradecimiento
diciendo acto seguido –, “…te debo una, Marina”. Se observó, asumiendo que
podía ejercer también el dominio sobre los otros tres elementos – fuego, tierra
y luz, “cortesía” de Lidia, Qumi y Zümsar, respectivamente –, advirtiendo que
el aspecto físico no había cambiado. Su aura, en cambio, si. Ese halo azul
jacinto y celeste era ahora el doble de grueso y sus alas no poseían ya esa
apariencia frágil, siendo ahora, o aparentando serlo, de un material capaz de
resistir sin daños cualquier clase de ataque. “Veamos si lo que asumí es
correcto”, quiso, y ejecutó un floreo con la zurda en el aire, al igual que
hacían Lidia e Isabel, y un lazo de fuego apareció de la nada. También hizo
caer media catorcena de rayos, y movió unas cuantas piedras con solo echarles
un vistazo fugaz. “Se los agradezco a los cuatro” – repitió –, “ahora voy a
terminar con esto”. Observó a sus congéneres y colegas ( a sus amigos) y se
abalanzó a toda velocidad contra el guerrero único y última esperanza de los
ilios.
Y se abalanzó con todo, al tiempo que el
monstruo se liberaba por fin de las distracciones que lo mantuvieron ocupado.
El mismo se sorprendió de cuan veloz y ágil
se había vuelto, porque pudo cubrir en menos de tres segundos los más de diez
mil metros que lo separaron del enemigo. Este quedó tan desconcertados que nada
pudo hacer para evitar ese golpe tan fuerte en la boca del estómago que le
trajo como conversamos no solo los gritos ya habituales, los cuales indicaron
la muerte de centenares de ilios, sino era que miles, sino también que
escupiera una considerable cantidad de sangre y que se le fracturaran al menos
cinco huesos en el bajo vientre. Eso no fue todo, porque el monstruo recibió
otra media decena de ataques, destinados estos no a destruirlo, sino a
debilitarlo y anular sus habilidades especiales, cualesquiera le pudieran
quedar después de ese fuerte golpe. Primero fueron los rayos apareciendo de la
nada y cayendo en un único punto, uno de los ataques más característicos del
Cuidador de la Casa de la Luz; después los enormes bloques de piedra que
impactaron uno atrás de otro al monstruo, hasta que no fueron más que polvo de
tonos oscuros; más tarde el aire presurizado, una técnica de las hadas del aire
que consistía en concentrar enormes cantidades de ese elemento para volverlo
mucho más fuerte que la piedra; luego el remolino de fuego, el cual envolvió al
enemigo, redujo el espacio que abarcaba y se adhirió a el, dejándolo
completamente en llamas; y por último el agua, en forma de una descarga
continua que llegado un determinado momento lo catapultó a la distancia. El
daño conjunto fue mayúsculo, y cuando el monstruo pudo ponerse de 3, una acción
no carente de dificultades (un esfuerzo mayúsculo), resultó evidente que había
perdido más de la mitad de su fuerza, como así también la totalidad de sus
capacidades especiales, teniendo a partir de ahora que contentarse y
conformarse, supuso Eduardo, con lo que le pudiera quedar de su resistencia y
esa fuerza, una suposición que llevó al Cuidador a asumir que tal vez fuera
ahora igual de poderoso que Dalia y sus hermanos. "Un momento!",
reaccionó, cuando el enemigo hizo un repentino movimiento, deteniéndolo en seco
con la palma derecha, pues quería asegurarse que Lidia, Marina, Qumi y Zümsar
no fueran de ninguna manera víctimas colaterales de la virulenta batalla
Habiéndolos puesto a salvo, llevándolos con la
telequinesia a una distancia segura, retomó la lucha, arremetiendo contra el
enemigo con más ferocidad que antes, esta vez combinando el poder de los cinco
Elena. Creó una esfera no más grande que la palma de su mano, la hizo girar
lentamente y luego, sin ningún aviso ni advertencia, la lanzó contra el
guerrero único, quien debió recurrir a toda su fuerza para intentar frenarla
con ambas manos y desviarlas. Como resultado, se produjo una gigantesca
explosión que lo condujo varios metros hacia atrás, hasta estrellarlo contra
una formación rocosa, lo que provocó a su vez un espectacular derrumbe.
"Sepultado bajo cientos de toneladas de piedra", observó Eduardo, que
apenas había usado una fracción de su energía para protegerse de los efectos de
la explosión. Volviendo a mirar el lugar en que dejara a los suyos, emprendido
la caminata hacia el punto del derrumbe, preparando, preventivamente, otras
cuatro esferas como la anterior, manteniéndolas flotando sobre su cabeza, y
listo para lanzarlas en cuanto detectara movimientos antes de su llegada.
"Por Qumi", dijo Eduardo, e hizo que las piedras empezaran a contraerse
sobre si mismas, aplastando al monstruo, quien, para el momento en que se
detuviera la técnica evidenció todo tipo de daños, se había vuelto lento en sus
pasos y reflejos, caminaba torpemente y con dificultad, intentaba enfocar los
ojos en su objetivo (Eduardo se hallaba frente a el, con los brazos cruzados y
listo para lanzar descargas) y no podía conservar los brazos extendidos.
"Ahora por Zümsar", prosiguió, y los rayos dejaron carbonizada la
estructura corporal del enemigo, que hizo lo que pudo para mantenerse de pie e
intentar seguir la lucha, a la vez que Eduardo proclamaba primero "Por
Marina" y luego "Por Lidia", soltando grandes cantidades de aire
presurizado y fuego, en forma de remolino. Cómo resultado de los cuatro
ataques, el monstruo perdió más de las dos terceras partes de su fuerza, y
Eduardo lo sabía. Ahora el era el más poderoso, y ambos lo sabían, y eso
definitivamente marcó el fin de la batalla.
Finalmente, llegaron las catorce horas en
punto del treinta de Enero / Baui número treinta. No había una campana que
anunciara ese horario, ni tampoco llevaba el marido de Isabel un reloj que
hubiera consultado. Se dio cuenta porque tuvo un extraño temblor y un brillo
igual de anormal en su aura, y Eduardo advirtió de que se trataba al prestar
atención a sus congéneres en la distancia. Los lugares grandiosos habían
desarrollado y esas dos fueron las señales que delataron las pérdidas. Los
Templos del Agua y del Fuego, la Casa de la Luz, el Hogar de la Tierra y el
Santuario del Viento eran ya historia, cinco de las instituciones más
importantes de todos los tiempos cuyas existencia de se remontaban a milenios,
eran ahora recuerdos estampados en decenas de libros y otros textos, la memoria
colectiva e individual de todos los seres feéricos y elementales, y los enormes
predios ya habrían quedado vacíos, con no más que las especies vegetales y las
animales. "Que no haya sido por nada", deseó el ahora antiguo (y
último) Cuidador del Vinhäe, tomando al monstruo por el cuello y arrojándolo
contra el suelo, decidiendo que el enfrentamiento no se prolongara por más
tiempo. Le aplicó una seguidilla de golpes con ambos puños en la cara y el
cuerpo, y con una patada particularmente fuerte hizo que diera varias vueltas
en el aire, antes de impactar otra vez con los puños de Eduardo, que vio la
oportunidad y la aprovechó, para lanzar una descomunal descarga, combinando su
propia energía con el poder de los cinco elementos, y llevó al monstruo a las
alturas. Observó como iba desintegrándose, perdiendo gran parte de su masa
corporal, y como esas partes que desaparecían adquirían una consistencia más
sutil que el vapor. "Mi último golpe", anunció Eduardo, orientando
las palmas hacia el enemigo, cuya derrota y destrucción eran irreversibles, y
en el mismo instante en que su rayo golpeó en el centro del pecho al monstruo,
este abrió por primera vez la boca y lo hizo para soltar una proclama:
_Los ilios fueron derrotados y todo lo que
alguna vez representaron y fueron se va con ellos. Muy pronto sus únicos
vestigios físicos van a perderse y destruirse, al punto que únicamente la
memoria colectiva e individual va a ser lo único que conserve el registro de
nuestra existencia. La confrontación de miles de años entre ilios y otras
especies elementales finalmente llegó a su fin - tenía una voz tan aguda como
la de los seres que lo hubieron de conformar, y Eduardo no pudo dejar de
advertir el tono que combinaba desesperación, angustia y lamento, pues su
misión había fracasado -. Pero el peligro va a seguir, y eso es inevitable. En
el momento en que hayamos desaparecido - pareció que todas las almas que
formaban al monstruo estaban hablando al mismo tiempo. Millones de voces
estaban pronunciando a la vez esas palabras -, varios monstruos van a tomar
conciencia de su existencia e intentar completar nuestra tarea. Ninguno de
ustedes va a saber cuándo ni dónde, ni tampoco las cualidades, habilidades ni
capacidades que van a poseer. Solo una cifra, ciento sesenta, y van a tener una
única tarea, única e irrenunciable, causar tanto daño y destrucción como les
sea posible antes que sean ellos los que caigan. Su lealtad y compromiso no va
a estar en duda, como esos cuatro traidores - fue un error de su parte ofender
a Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq en presencia de Eduardo, pues este incrementó la
cantidad de energía que estaba acumulando en sus palmas -. Lo único en común va
a ser el nivel de fuerza y la resistencia. Tal vez nunca logremos erradicar del
todo al común de los infieles apátridas, pero vamos a asegurarnos de llevarnos
a tantos como podamos antes de que el centésimo sexagésimo de esos monstruos
haya caído. Aunque hayamos sido vencidos, nuestra causa va a sobrevivir, porque
una parte de nosotros vive en ellos.
Le era imposible a Eduardo saber si el
"último recurso" de los ilios había terminado de pronunciar esas
país, sus últimas, pero se había aburrido y no tenía la mínima intención
siquiera de seguir oyéndolo
Al
final, optó por algo que, sabía causaría rabia en el monstruo, o, lo que era lo
mismo, en los ilios. Eso haría que se desesperara y enloqueciera aún más,
aceleraría su destrucción y, con eso, evitaría que el lanzara esta nueva y
última descarga. Manteniendo (preventivamente l la esfera sobre su cabeza, y
con los brazos cruzados, Eduardo dijo:
_Sus dioses les fallaron y los abandonaron!.
Efectivamente, esas palabras tuvieron el
resultado que el experto en arqueología submarina había esperado, porque el
monstruo tuvo ese repentino ataque de furia, porque si había algo que los ilios
nunca pudieron tolerar fue que hablaran despectivamente y ofendieran en una u
otra forma a la Trinidad Benigna, lo cual había sido en su momento uno de los
factores que desencadenaran la rivalidad y enemistad que marcaron durante miles
de años a cada una de las especies elementales. El monstruo se contrajo
mientras giraba velozmente sobre su eje, e interpretó Eduardo su siguiente y
último esfuerzo, previo a la explosión ensordecedora, como la señal de que no
había mentido cuando dijo que eventualmente sobrevendrían ciento sesenta
monstruos con la misma fuerza que los hermanos. La energía liberada fue tan
grande que, aún habiéndose producido a varios metros de altura, al alcanzó la
superficie, causando considerables daños en más de un kilómetro, y al terminar
quedaron suspendidas en el aire las dieciséis decenas de diminutas esferas de
colores opacos, las cuales pronto estuvieron desplazándose en diversas
direcciones, sin que Eduardo pudiera hacer algo por contenerlas y destruirlas.
"Que remedio, u nos vamos a ocupar de esos monstruos cuando aparezcan",
pensó, volviendo a la superficie, dándose cuenta de que estaba llegando a su
fin el encauzamiento, pues era limitado el lapso en que podía mantener dicha
técnica. Fue hasta el punto donde dejara
a salvo a los suyos, que permanecían inmóviles y, uno a uno, les fue
devolviendo la energía, apoyando la palma izquierda en la frente de ellos.
"Merece ser la primera", dijo, empezando con Qumi, pensando que este
desenlace, la derrota definitiva de los ilios y el fin de la confrontación de
milenios, se había debido al recuerdo sepultado en su memoria, que implicara su
transformación en una estatua de vulcanita, un hecho que seguiría siendo un
misterio. Eduardo pensó además que le debía el favor, porque cuando el e Isabel
estuviera en aprietos, tras abandonar el balneario, había sido Qumi quien les
salvara la vida, luego de volver a la normalidad. Después fue el turno de
Lidia, quien también lo salvara, durante los últimos instantes de su primera
expedición al Oi-Kal, cuando la horda de ilios intentara conservar sus secretos
y conocimientos, y además estaba el hecho de que la nena híbrida debía
reencontrarse cuanto antes con sus padres, a causa de su situación personal
(una menor de edad de diez años). "Además tenés toda la vida por
delante", le dijo Eduardo, culminando el proceso. Acto seguido fue el
momento de Zümsar, al que había conocido en un hecho imprevisto, cuando el
arqueólogo urbano estuvo bajo la influencia de una de las armas del arsenal de
los ilios un hechizo con el que estos pudieron ejercer sobre el un control
mental. Había estado consciente de todo, pero no pudo hacer nada para detenerse
y evitar esa batalla ni los ataques previos, como los que sufrieran los nagas.
Para cuando pudo enterarse del origen de ese hechizo ya había empezado la
guerra, y ahora era uno de los afortunados que vivía para contarlo, al igual
que sus colegas. Por último, Eduardo le devolvió la energía a Marina, quien
había descubierto su identidad como cuidadora y hecho su debut en batalla
apenas dos meses atrás y jugado un muy importante papel en la confrontación
final contra los ilios. Su caso era muy parecido al de Zümsar, pues Marina
apenas había tenido tiempo para interiorizarse acerca de sus obligaciones y
deberes como Cuidadora, antes que se desatara la guerra. Retomaría en cuanto le
fuera posible su anterior ocupación laboral, la actuación en obras de teatro.
Menos de cinco minutos más tarde, el experto en arqueología subacuática -
"Tengo que acostumbrarme a usar de nuevo ese título", pensó -
concluyó la restitución y se incorporó, sin apartar la vista del hombre y las
mujeres, deseando haber ejecutado correctamente estos pasos, tal cual se los
explicaran a él en el Castillo Real. "Esos monstruos sueltos van a ser y
representar un problema... Cómo vamos a hacer cuando aparezcan?", pensó,
reparando en la advertencia final del guerrero único.
Decidió que se lo contaría, por lo pronto, a
este cuarteto cuando sus componentes estuvieran de pie, también a los
Cuidadores de la SeNu, la PeNu y a Kevin, porque eran todos lo bastante
poderosos como para enfrentarse a estos enemigos y destruirlos. "Cazador
de monstruos" - dijo, y una sonrisa se dibujó en su cara -, "me gusta
como suena eso". Habían, por lo pronto, logrado completar la parte difícil
y solo eso, aún con los fallecimientos, era motivo para celebrar.
La milenaria confrontación había terminado.
Los ilios fueron derrotados definitivamente.
Y los individuos en el suelo abrieron los
ojos, recuperando la movilidad.
"Lo logré", fue lo primero que les
dijo.
Y les describió en forma resumida como había
sido la batalla desde que los cuatro perdieran el conocimiento, al ejecutar la
técnica del encauzamiento.
_El riesgo que corrimos valió la pena,
entonces - se alegró Marina, incorporándose y entornando los ojos. En los
alrededores podían apreciarse los rastrojos dé violento enfrentamiento, como
los cráteres en el suelo y escombros esparcidos en varias decenas de metros -.
Los ilios fueron derrotados y ahora no vamos a tener la necesidad de pelear
otra vez, si desapareció la única amenaza que teníamos las hadas y otras
especies elementales.
_Ojalá eso fuera cierto., lamentó Eduardo.
Les habló entonces de la advertencia del
monstruo, acerca de esos ciento sesenta enemigos que, de acuerdo a esas últimas
palabras, igualaban en resistencia y fuerza a Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq. No
tenían una manera de saber cuándo, cómo ni dónde atacarían, por lo que los
seres feéricos excepcionalmente fuertes deberían permanecer alertas, porque de
seguro se los requeriría para hacerles frente.
_Me gusta a mí también esa ocupación. Qumi,
cazadora de monstruos - opinó la última Cuidadora del (desaparecido) JuSe -. No
creo que vayamos a tener problemas con eso. Nosotros nos volvimos muy fuertes
en los últimos treinta días, de modo que pienso que los problemas que podamos
tener van a ser mínimos. Si nos transformamos en Sublimes esos combates no van
a durar mucho.
_Hay que ver lo positivo y concentrarnos en
eso, principalmente para mitigar, o intentarlo, todas estas cosas malas. Lo
vamos a necesitar durante mucho tiempo, sin dudas - vaticinó Zümsar,
incorporándose también, sujetando el bastón de mando, el cual, como los otros,
era ahora solo un complemento, un objeto decorativo -. Ya es bastante lo que
tenemos que superar.
Miles de muertos pertenecientes a cada una de
las especies elementales en todos los rincones del mundo, estructuras parcial o
totalmente destruidas, daños ecológicos y ambientales de diversa
consideración... Zümsar sabía tanto como los otros que, aunque la guerra
hubiera durado solo un mes, sería necesario un esfuerzo muy superior para
reponerse completamente de esos efectos. El proceso de recuperación sería
particularmente largo, complejo y doloroso para quienes hubieran tenido
pérdidas en sus grupos familiares.
_A algunos les va a costar más que a
otros... y yo, no puedo comprometer una
fecha, ni siquiera una aproximación - habló Lidia, dando pasos en círculos,
caminando lentamente, haciendo esfuerzos por no dejarse llevar por la tristeza.
En estos momentos debía ser fuerte, lo mismo que sus padres -. Pero voy a hacer
lo que sea por lograrlo. Es como todos me dijeron. Mucho para una persona de mi
edad. Puedo contar con ustedes para eso?, porque voy a necesitar ayuda. Se muy
bien que solo con mi mamá y mi papá no va a ser suficiente.
Los adultos se comprometieron haciendo gestos
faciales, al tiempo que volvían a sentarse en el suelo
Estaban plenamente conscientes de que
requerirían un mínimo de descanso antes de ponerse nuevamente en movimiento e
ir a Plaza Central. "Creo que ahora podemos usar esto. Sobrio y sencillo,
pero apropiado. Haber derrotado a los ilios lo amerita", comunicó Qumi, y
extrajo de su bolsillo un cilindro mágico, del cual sacó una botella repleta
con jugo y cinco pequeños vasos.
_Un brindis - dijo -, después de dos minutos
de silencio, por supuesto.
Debían ser dos.
Uno por respeto a los fallecidos y otro por
los sobrevivientes. Qumi llenó los vasos, las hadas tomaron uno con la diestra
y alzaron esa mano en lo alto. Permanecieron así durante esos ciento veinte
segundos, sin pronunciar palabra alguna y con la vista fija en el cielo, e
ingirieron el contenido, tras lo cual volvieron a incorporarse, y fue cuando
Eduardo dijo:
_Mejor nos ponemos en movimiento. Tenemos que
volver ya a Plaza Central y ver en qué manera podemos ayudar.
_Me inclino por caminar despacio o flotar los
siguientes... no sé, cinco años a diez - prefirió Zümsar, señalando un punto en
la distancia, a aquel por el que llegaran. Había una puerta espacial en esa
dirección -. De seguro vienen por nosotros, para darnos una mano... o para
buscar lo que haya quedado. Como sea, no me extraña que aparezcan más hadas de
un momento a otro.
Hubo Unamuno con esa sugerencia y, ya los
cinco moviéndose despacio, al arqueólogo urbano se le ocurrió preguntar qué
suerte correrían las cosas que los ilios dejaron atrás. Y todos coincidieron en
seguir la idea ya plasmada por los organizadores de esta y las anteriores
expedición, sobre enviar cuadrillas a cada uno de los lugares en que hubieran
alguna vez vivido los ilios, algo que en un principio había quedado remitido a
sus templos antiguos, pero que a último momento lo hicieran extensivo a todas
sus aldeas en los diez continentes. Rastrillarían esos lugares centímetro a los
buscando recuperar los objetos que los ilios hubiesen robado a las otras
especies con el correr de los milenios y destruirían casi todo lo demás.
_Había decenas de artículos que fueron
sustraídos, y eso solo en los templos - recordó Marina -. Cuando estuve en
ellos me sorprendí, por el hecho de que nunca hubiésemos tomado conocimiento de
que los ilios pasaron uno atrás de otro los años robándonos. Y no solo a las
hadas.
_Lo vi - corroboró Lidia, remitiendo su
memoria a la expedición al templo de la etnia Mel -. Posesiones de los
vampiros, fotos viejas y eso. Ahora vamos a poder recuperar todo. Pero las
trampas caza bobos...
Le preocupaba que siguieran funcionando.
_Seguro que todavía están activas - contestó
Eduardo, que había hecho una dupla con la nena híbrida para las exploraciones a
dos de los templos -. Fíjense, sino, en los relatos de Lina. Dejó el Aig-Kal
patas arriba y creyó que todavía quedaban trampas cuando salió. Así que lo
lógico es que las haya en los otros templos, los que quedaron en pie. Y si
pensamos en eso, también deben haber en las aldeas y otros lugares.
_Allí podrían haber escondido más artículos
robados - teorizó Qumi -. Los ilios supieron que nadie ajeno a su raza mostraba
interés en ir a sus aldeas, así que supongo que las medidas de seguridad allí
tienen que ser más evidentes. Hay cientos de aldeas en todo el mundo, de modo
que registrarlas q todas una por una..
_Nos va a demandar mucho tiempo - completó
Eduardo -, pero aún así es la parte fácil - y llamó, dirigiéndose a los cuatro
-. Ustedes se anotan para ese nuevo trabajo, el de cazadores?. Si sin monstruos
como dijo el MIR, creo que nosotros, Kevin, Akmi y Lina somos los que tienen
mejores posibilidades de destruirlos y vivir para ver otro día. Nosotros y los hermanos, también.
Lidia, Marina, Qumi y Zümsar no necesitaron
decir algo para demostrar el entusiasmo por ese futuro, pensando que, como
sostuviera Eduardo, eran los únicos lo bastante poderosos. Se postularían para
esta tarea en cuanto hubiera puesto sobre aviso de este peligro a los
funcionarios.
_Lo lamento por todos. Piensan que el
conflicto se terminó, o que iba a hacerlo no bien nosotros hubiésemos destruido
al guerrero único, pero cuando se enteren de la existencia de estos monstruos -
puntualizó Eduardo -... va a cundir el pánico. No sabemos cuándo ni dónde van a
atacar, y eso por sí solo supone un reto mayúsculo. Tenemos que idear una forma
para encontrarlos, porque de lo contrario ellos van a dar el primer golpe, y si
es así... bueno, destrucción, heridos y muertos van a formar parte de lo
cotidiano quien sabe por cuánto tiempo.
_Vos vas a ser de mucha ayuda para eso.,
indicó Zümsar.
Le dijo que los expertos, como el rey Elías,
podrían sondear en su mente para detectar algo que Eduardo estaba pasando por
alto. Este había visto la trayectoria que siguieran las esferas opacas. En base
a eso tendrían ideas más aproximadas del lugar en que los ciento sesenta
monstruos estarían, por lo pronto, inactivos. Ese fue el tema que los mantuvo
ocupados por otros dos o tres minutos, hasta que algo captó la atención de
Eduardo, quien señaló hacia el cielo, a una serie de luminiscencias de diversos
colores.
Las hadas aparecían desde las alturas.
-------
Para cuando se cumplieron cien días del final
de la guerra, a media tarde del diez de Mayo, había terminado a escala global el
período que las hadas y otras especies guardaron por todos cuantos dejaron sus
vidas en el conflicto, con el cual se hubo de cerrar una larguísima etapa
iniciada varios milenios antes del máximo evento histórico, el Primer
Encuentro. Aunque las variadas (en calidad y cantidad) tareas de reconstrucción
empezaron el día posterior a que fueran vencidos los remanentes del enemigo,
había algo que era decididamente más complejo y difícil de subsanar, y no
importaba cuanto empeño se pusiera en ello: los problemas anímicos, emocionales
y psicológicos que afectaban a varios millones de individuos, cuando no a cada
uno de estos. Esos problemas eran particularmente notorios en quienes tuvieron
a uno o más fallecidos en sus familias. Era cierto que la costumbre y el
instinto hacían que las hadas no adoptaran tal o cual pensamiento negativo y
triste, ni siquiera en este caso tan extremo, pero les estaba costando sus
buenos esfuerzos conservar el semblante opuesto, o recuperarlo. Llegado el
primer día del segundo mes en el calendario antiguo (treinta y uno de Enero),
el común de las hadas y elementales buscó no perder un instante en retomar el
ritmo habitual en todos los aspectos de sus vidas – familia, trabajo,
entretenimiento… –, y, aunque estaban teniendo éxito, este era lento y gradual
y a nadie le cabían dudas de que ese restablecimiento no sería completo en el
corto plazo. A ese respecto, las hadas sostenían que todo lo que necesitaban
era voluntad, decisión y compromiso. “Vamos a lograrlo”, se repetían varias veces,
para infundirse ánimos.
-----
Tal cual se decidiera, se estuvo llevando a
cabo una serie de exploraciones exhaustivas en todos los territorios que dejaron
los ilios, incluidas sus aldeas en los diez continentes y los templos antiguos
en el oeste-noroeste centrálico. Hubo expertos en decenas de disciplinas
trabajando como voluntarios, participando de esta tarea de posguerra, recuperar
todo lo que los ilios dejaran atrás, evaluarlo, clasificarlo según un criterio
específico (material constitutivo, peso, tamaño, antigüedad, valor monetario…)
y, dependiendo del origen, devolverlo o destruirlo. Así, se remitieron cientos
de objetos a las especies a las que en un momento les hubieron de pertenecer (siempre
se supo que los ilios fueron amigos de lo ajeno), elementos de todo tipo que
hoy estaban sujetos a rigurosas examinaciones y restauraciones en los museos y
comercios de antigüedades y otras instituciones especializadas. Las posesiones
de los ilios, en cambio, fueron destruidas prácticamente en su totalidad, sus
materiales se reciclaron para darle un nuevo uso y apenas se conservaron unas
pocas, a modo de recordatorio del extensísimo período culminado a fines de
Enero. Los templos antiguos, vacíos ya de artículos propios de los ilios y por
estos robados, pasaron a manos de la Mancomunidad Elemental, el organismo que
nucleaba a todas las especies, cuyos miembros se encontraban inmersos en una
discusión acerca del uso que debería dárseles, o si, por el contrario, debían
ser rellenados con cualquier clase de escombros y destruidos. Las aldeas
estaban siendo demolidas a un paso lento, porque no se trataba de algo
prioritario, y los organismos encargados de esas tareas hablaban sobre lo
mismo, el uso que darle a los predios una vez que estos quedaran vacíos. Tanto
con estos como con los templos y otras construcciones los destinos eran
inciertos y pasaría mucho tiempo antes de que, en efecto, se optara por uno en detrimento
de los otros. “No es prioritario y puede esperar”, contestaban los responsables
al respecto, cada vez que se les preguntaba.
Por el contrario, lo absolutamente
prioritario fueron los fallecidos en el curso del conflicto, una cifra que,
cumplidos los primeros veinticinco días desde la destrucción del guerrero único
– este evento marcó el fin de la lucha contra los ilios –, fue fijaba en treinta
y nueve mil quinientos setenta y nueve, las dos terceras partes de estos
pertenecientes a la raza feérica. Las piras ardientes se convirtieron en una
parte triste e inevitable del paisaje en decenas de ciudades, aldeas, caseríos
y parajes, pues esa era la costumbre de las hadas y otras especies. Cada una de
estas siguió al pie de la letra su
acervo cultural con respecto a los ritos funerarios y no dejó de guardar el
debido luto por aquellos que no hubieron de tener suerte.
Los antiguos Cuidadores fueron justos y
merecidos ganadores de los máximos reconocimientos, igual que cada uno de los
individuos que pelearon contra aquella fuerza descomunal de cincuenta mil
monstruos, porque fueron ellos los artífices de las derrotas finales del
enemigo, y, debido a lo mismo, también se convirtieron en celebridades los
cuatro hermanos, especialmente Jule, Taknu e Imeleuq, por su notable gesto de
renunciar a su extraordinaria fuerza para salvar a cientos en un instante.
Estos siguieron su camino, por supuesto. Jule ya estaba empezando la larga
carrera en su deseo de convertirse en médica y para ello estudiaba en el
Hospital Real, Taknu ya era cadete en el Ejército insular y estaba asignado a
un cuartel de ballesteros en el sur del país, Imeleuq empezaría de un momento a
otro sus primeros pasos en el club de balonmano Kilómetro Treinta y Ocho y a
Dalia le esperaba un futuro muy promisorio en el ámbito de la música folclórica.
Los cuatro descubrieron que pudieron ganarse sus lugares en la sociedad y hoy
estaban con los mismos sentimientos y emociones que los demás, a causa de todo
lo que estaban viviendo. Situaciones similares a las de los hermanos
experimentaron quienes formaron parte de ese distinguido grupo de individuos poderosos
que se enfrentaron a los últimos monstruos, un enfrentamiento mortal que tuvo
como otras consecuencias negativas, como la severa crisis en el Consejo Real
insular, al terminárseles los problemas a tres de sus miembros (Lía, Madia y
Olaf) y a la familia real ucemita, con el deceso del príncipe Taynaq y la
pérdida del embarazo de Marina… y a la propia y última Cuidadora del Tep-Wo.
Akmi y Lina, que salieron victoriosos de su batalla final, asumieron sus
responsabilidades inmediatamente después de cumplidas las primeras veinticuatro
horas de la desaparición de los ilios, en la SeNu y la PeNu, respectivamente, y
la primera tarea de la que se ocuparon fue la de hallar a los individuos
indicados para nombrarlos como segundos al mando, dos hadas en las que
confiaban sobre manera y muy aptas, que llevaban años trabajando en esos lugares
grandiosos. En el terreno de lo personal, los Cuidadores sellaron su compromiso
el cinco de Febrero, cuando estuvieran celebrando el vigésimo octavo cumpleaños
de Akmi – “Las frutilla del postre”, dijeron al unísono, cosechando los aplausos
y ovaciones por parte de los invitados – y, como la situación lo ameritaba,
debían vivir juntos, y eso representó otro problema, porque uno de los dos
debía dejar su vida atrás y empezar desde cero en el país del otro, y fue el
Cuidador de la Morada de la Fauna quien lo hizo, a mediados de Febrero. Aun no
tenían planes para el siguiente paso, porque consideraban que los ánimos
colectivos e individuales no estaban todavía como para llevar a cabo una
ceremonia como esa, pero ambos confiaban en que lo podrían dar en algún momento
del tercer trimestre de este año. Tras unos días de descanso en barraca Sola,
Kevin y Cristal volvieron a la Casa de la Magia el día posterior a que Lina y
Akmi dieran inicio a la convivencia en la patria del novio. No habían sido unos
días solo para distenderse y recuperarse luego de los extenuantes
enfrentamientos finales, sino una respuesta a los problemas emocionales de
Cristal tras la fatalidad que viviera en la lucha contra los monstruos, además
de sus sentimientos y los de su marido, quienes no podían evitar las añoranzas
y la nostalgia, al verse inmersos entre los escenarios (situaciones, personas,
lugares…) con los que convivieron a lo largo de toda su vida. Su partida fue
emotiva y triste, en los alrededores de la puerta espacial del barrio, porque
debido a la gigantesca distancia que separaba a la Ciudad Del Sol y la Casa de
la Magia los encuentros familiares no podían ser todo lo frecuentes que ellos
quisieran. Las obligaciones de ambos al frente de ese lugar grandioso los
mantenían ocupados no menos de diez horas diarias (Cristal, además, ejercía la
medicina en la isla9 y ambos debían hacer el esfuerzo adicional de tranquilizar
a y levantar la moral de las hadas y otros elementales, luego de la pérdida
inevitable de cinco de los lugares grandiosos en un instante, en la lucha que
sostuvieran sus Cuidadores contra el “último recurso” de sus eternos enemigos.
Aquellos cinco no demoraron mucho en reasumir
sus ocupaciones y obligaciones previas a la asunción de esas responsabilidades máximas,
aunque tuvieron que aceptar que desde el veinte de Febrero serían cuatro,
porque Marina había pasado al otro lado de la puerta en la tarde de ese día, al
enfrentar sola y sin ayuda a uno de los monstruos sobre los que advirtiera el
guerrero único. Este nuevo enemigo había sido visto en la región este del
territorio ucemita y Marina fue la única lo bastante poderosa para hacerle
frente, de las pocas hadas que estuvieron cerca. Al final, pudo destruirlo –
había caído el primero de los ciento sesenta monstruos –, pero pagando el
precio máximo, al tener que sacrificarse para impedir que el monstruo
recurriera a su técnica de la auto destrucción y con ella causara severísimos daños
a una vasta área. A miles de individuos les costó creer que Marina hubiera
fallecido; habían creído que por delante tenía a todos los grupos etarios antes
que le llegara ese instante. Dos de sus antiguos colegas, Eduardo y Qumi,
reasumieron sus papeles como investigadores científicos, expertos en arqueología
submarina y vulcanología respectivamente, el primero en el Museo Real de
Arqueología y la segunda, habiendo aceptado la invitación formal, en el Instituto
Real de Ciencias Geológicas en El Mirador, un barrio en el oeste de la capital
insular, desempeñando la dama, entre otras obligaciones, la de ser instructora
para dos aprendices. Allí estaba Qumi los dos los días hábiles entre las ocho y las
dieciocho, mientras que Eduardo e Isabel salían a diferentes expediciones una
semana si y una no, y empezarían una más prolongada a mediados del año. A los
dos, como en todos los ámbitos a los que se reincorporaron, los recibieron como
a auténticos héroes, porque fueron dos de los artífices de la derrota
definitiva de los ilios. Zümsar había vuelto a dedicarse a tiempo completo al
comercio de antigüedades, en lo que al trabajo se refería, en tanto que en el
aspecto familiar el e Iris se quedaron a vivir en la casa del marido, en Plaza Central
(también, por lógica, su hija), habiendo rechazado ambos quedarse en el
castillo, pues sus títulos nobiliarios implicaban esa posibilidad. Como a los
otros, a Zümsar no le habría de agradar nunca la realidad de ser el último
Cuidador, y mucho menos que eso se hubiese debido a una acción ideada y
ejecutada por los ilios. Tal cual lo asegurara ella misma, al conocer los
detalles de su última encomienda, Lidia había decidido no esperar a que llegara
a la mayoría de edad para empezar su deseo (su sueño) de convertirse en
diseñadora y lo consiguió mucho antes incluso de lo que ella misma había
creído, gracias a aquel diseño que hiciera cuando se recuperaba, luego de su
primera vez en el templo Oi. Lidia tuvo éxito, su trabajo fue presentado en un
desfile de modas y ahora estaba siendo producido por los expertos del Marcado central
Textil, en tanto que la nena, que llegado el momento había decidido quedarse en
el suelo insular con sus padres, cada vez era más afecta a la idea de
permanecer horas en el instituto donde trabajaba Iulí, en procura de ampliar
sus conocimientos, sin olvidarse, como le recordaban a veces, de llevar una
vida acorde a alguien de diez años. Tanto ella como Zümsar, Qumi y Eduardo, y
Marina en su breve tiempo, habían querido permanecer unidos, entendiendo cuán
importante era eso, y no solo porque eran grandes amigos…
_Sino también porque nos ayuda superar la
pérdida del templo del Agua y los otros lugares grandiosos., repitió Eduardo.
Eran las veintiuna horas y ambos estaban
cenando en la sala de su casa, como todas las noches dominicales. Más temprano,
le habían dado una mano a Dalia, quien recién en la mañana de ayer hubo de
estrenar su casa, no muy lejos de allí, la cual tenía la dirección “La Fragua
5-22-9”. Una obra que se había prolongado durante treinta días, plazo tras el
cual el hada de la oscuridad estuvo haciendo la mudanza de sus pocas posesiones
(los anfitriones le hicieron una despedida a lo grande) y efectuando los
primeros pedidos para equiparla.
_Fue un golpe sin precedentes para nuestra sociedad
y nuestra cultura, pero lo vamos a superar, de eso no hay dudas, porque siempre
fue así, desde el surgimiento mismo de la raza feérica – comentó Isabel, que
manipulaba los cubiertos con la diestra y mecía con la zurda el canasto, dentro
del cual Melisa dormía plácidamente, al concluir la sexta ración de leche
materna del día –. El mejor ejemplo de eso es la Guerra de los Veintiocho.
Llevó tiempo, y mucho, pero nuestros antepasados se recuperaron, en todos los
aspectos, incluido el anímico. Es cierto que la pérdida de los lugares
grandiosos no es algo menor, pero se que lo vamos a superar, no tengo dudas.
_Ojalá no te equivoques., deseó su marido,
llenando ambos vasos con jugo.
La pérdida de esos lugares había motivado y
obligado a un duelo muy particular, en especial entre las hadas, porque con
ellos se había terminado un ciclo de varios miles de años.
_Lo va a ser, de eso no hay dudas – insistió Isabel
–, aunque en lo personal no voy a comprometerme con un plazo.
Desafortunadamente, es una lástima que los enfrentamientos no hayan terminado,
porque ciento cincuenta y nueve monstruos están sueltos allí, en alguna parte.
Creo que va a ser recién cuando el último de ellos haya sido destruido que
vamos a tener esa paz emocional.
Dividiendo su atención entre la comida y el
canasto en que dormía Melisa, la dama, que era ahora la colega de trabajo de su
marido, sabía, más por instinto que por cualquier otra cosa, que la totalidad de
los seres feéricos y elementales, pero en particular su marido y de este su
trío de antiguos colegas Cuidadores (Zümsar, Qumi y Lidia), hallarían consuelo con
la destrucción de esos monstruos. Era cierto que eso no haría que el Vinhäe, el
Vinhuiga, el Tep-Wo, el JusSe y la MabDe aparecieran de repente en sus
emplazamientos, pero si los lugares grandiosos habían sido sacrificados, lo
menos que podían hacer era asegurarse de que ese sacrificio no hubiera sido en
vano. “Y eso implica eliminar a los enemigos que quedan”, pensó Isabel.
_No me canso de decir que es una lástima que no
podamos encontrarlos ni siquiera con los recuerdos que conservo del instante en
que fueron creados por el guerrero único., volvió a lamentar Eduardo.
Cuatro días después de la batalla final,
Elías, el rey de Insulandia y príncipe de Ártica, había usado la técnica de la
legeremancia en el último Cuidador del Templo del Agua para seguir la
trayectoria de cada una de las esferas opacas y, con ese dato, hacer cuando
menos estimaciones sobre los puntos de impacto, pero no habían tenido suerte,
ni siquiera con los más de diez mil expertos que formaban parte de las partidas
de búsqueda. El único monstruo en aparecer, cuya destrucción demandara el
sacrificio de Marina, lo había hecho sorpresiva e imprevistamente.
_Y eso me hace dudar acerca de quiénes
podrían representar mayor peligro – dijo Isabel –. Sabíamos que los ilios
estaban allí. Pero como nunca intentaron algo en contra de los demás (no nos
enteramos), pudimos vivir tranquilos, aun sabiendo que también había cierta
tensión, sobre todo en Iluria. En caso de guerra, y esto fue lo que pasó,
supimos cómo, dónde y cuándo atacar. Pero con estos monstruos es distinto, por
eso que ya dijimos varias veces. Están allí, en algún lado, inactivos y a la
espera. Tampoco sabemos qué cosa los hace entrar en funcionamiento. Podríamos
hacerlo, aun con el enorme riesgo que implica, y así sabríamos cuáles son sus
ubicaciones.
_Y entonces los atacamos y destruimos, antes
de que se conviertan en una amenaza para cualquiera que se cruce en su camino –
continuó Eduardo –. sería lo ideal. En este caso tendríamos… ¿quién será?.
Alguien estaba llamando al otro lado, y
apenas unos segundos después, un hada del Consejo DCS (Desarrollo Comunitario y
Social) estuvo en la sala, quedándose lo suficiente como para pedir la ayuda de
ambos, pues los residentes eran los únicos lo bastante poderosos como para
sostener la batalla contra el monstruo que había sido avistad no muy lejos de
allí. “Consideralo destruido”, garantizó Eduardo, olvidándose de la cena. Ya fuera
de la casa, se despidieron del hada, quien les hizo saber que prepararía el
contingente de respaldo (“De seguro van a haber heridos”, les dijo), y
encomendaron a Melisa a sus abuelos, quienes reaccionaron con preocupación y
alarma al saber que uno de los enemigos estaba cerca de la ciudad capital. “Que
tengan suerte”, les desearon, y los observaron perderse en las alturas. Luego
de unos minutos, Eduardo e Isabel advirtieron la presencia del monstruo, que
debía rondar los diez metros de alto, conformado aparentemente por piedras, y
se lanzaron sobre el en picado, transformándose ambos en Altos Selectos y
recurriendo a sus mejores técnicas.
“¡Los dos juntos!”, exclamaron.
FIN
--- CLAUDIO ---
No hay comentarios:
Publicar un comentario