_Únicamente
me resta decirles una cosa a todos ustedes, como cabeza del Estado, miembro del
CSP... como amiga - les dijo la reina Lili, acompañada esta por su hija y su
yerno (estos estaban sosteniendo con ambos brazos a Sebastián y Wuqelu, respectivamente)
y su marido, en la oficina real, la cual pocas veces estaba tan llena como
estos días que transcurrieron desde el inicio del año, al equipo
expedicionario. También, porque les ofrecieron la posibilidad de estar allí, en
una evidente demostración de confianza, a Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq -. Se
los agradezco de verdad. Todos nosotros lo hacemos - extendió sutilmente los
brazos, para abarcar a los miembros de la familia real -. Lo que hicieron el
día de hoy, arriesgando sus vidas, va a ser recordado mientras haya vida en
este planeta. Ustedes le prestaron un servicio enorme a las hadas y a cada una
de las especies elementales y creo que por eso no nos van a alcanzar las
palabras para demostrarles cuanto les debemos y lo que vamos a deberles. Ahora
les pido que vayan, vuelvan a sus casas y se reencuentren con los suyos. A más
tardar a mitad de la tarde de mañana los vamos a llamar otra vez. Para ese
momento vamos a tener resuelto el misterio de las urnas.
Y la docena de individuos de ambos sexos
abandonó la oficina, lo hicieron primero las damas, prontos a hacer eso que les
sugiriera la reina Lili.
Lo
cierto era que lo necesitaban, todos ellos, después de haber estado toda la
mañana y las primeras horas de la tarde expuestos al más grande peligro de sus
vidas.
Al
menos hasta ese momento.
Quedaba
el último por superar.
---------
_Y
qué se supone que vamos a hacer nosotros cuatro, con respecto a todo esto?, Qué
va a ser de nosotros y nuestras vidas?., quiso saber Dalia (se preocupó), antes
de empezar a asombrar por lo que estaba viendo en la sala de La Fragua 5-16-7.
Ante
la inexistencia de habitaciones disponibles en el Castillo Real, por haberse
transformado estas en refugios para los evacuados o salas para la atención médica
de las decenas de heridos, números altos en los dos casos, Eduardo e Isabel,
motivados por el deseo de tender una mano solidaria a quien lo necesitara (uno
de los distintivos sociales de las hadas), no tuvieron mejor idea que pedirle a
su congénere que se quedara con ellos en Barraca Sola, hasta que los
funcionarios competentes regularizaran su situación personal en relación con la
sociedad.
Jule,
quien a final de cuentas no había perdido el dominio sobre los otros cuatro
elementos - Akmi y Lina descubrieron que había querido darles esa ventaja -,
había aceptado la propuesta de convertirse en la segunda al mando de la Casa de
la Luz, luego que Zümsar, el Cuidador, le hiciera esa propuesta, pues había
visto con buenos ojos la idea de sus recientes colegas de la SeNu y la PeNu, y
ahora la antigua defensora del cementerio ilio en Bagme, donde estuvo la urna
con los huesos, había viajado con el al reino de Nimhu para ocuparse de la
tramitería burocrática, como la calificaran ambos, y, por supuesto, el juramento
de fidelidad ante el propio Cuidador y su equipo de notables. Taknu, que
defendiera con el mismo entusiasmo que sus hermanos (muy poco) su tarea en
Iluria, recuperado en gran parte de las heridas recibidas en la batalla contra
cuatro individuos tan poderosos como el (Qumi y Zümsar, los Cuidadores del JuSe
y la MabDe, Atilio, el segundo al mando del Hogar de la Tierra, e Iris), se
mostró de acuerdo con la propuesta que le formularan varias hadas, sobre unirse
como voluntario a los agentes Qar'u, las "fuerzas especiales" del
Ejército, empezaban a convencerse de que podría hacer carrera en dicho grupo no
bien concluyera la guerra, si sobrevivía a esta, porque el jefe de los Qar'u le
había hecho saber que estaba en las óptimas condiciones físicas y mentales, y
su lugar de residencia temporal había pasado a ser una barraca en el ala este
del Castillo Real, usada como establo hasta el instante en que empezara la
guerra. Imeleuq, otrora defensor de la urna con las joyas y otros bienes que
estuvo en una aldea en Mibiroq, tan impresionado como su trío de hermanos por
la forma en que los recibieran los reyes y funcionarios, tan cálida y
fraternal, había visto y aprovechado la oportunidad de contribuir, convencido
de que después de la guerra podría ser su lugar (su sustento) a ese otro
aspecto tan importante de la cultura de las hadas, que eran los deportes,
concretamente el balonmano, por lejos el más popular, viendo cómo, aún con el
difícil momento que imperaba, los seres feéricos no dejaban de practicarlo. Así
lo había visto, al menos, en la plaza central y los jardines del castillo.
_De
momento esperar - le contestó el Cuidador del Vinhäe, invitándola a ocupar una
de las sillas en torno a la mesa, mientras Isabel iba al ambiente contiguo, la
cocina-comedor diario -. Tenemos que averiguar en qué consiste el contenido de
las urnas y con eso ponerle un fin a la guerra. Cuando eso pase, y espero que
sea pronto, antes que lo haga este mes, tus hermanos y vos se van a poder
dedicar a lo que quieran, a lo que les venga en gana. Y me consta que te sigue
gustando y atrayendo la música folclórica, y que eso es lo tuyo.
Dalia
ocupó la silla en uno de los laterales, y el Cuidador corroboró que en su ser
estaban los modales de una dama. Con toda seguridad, vislumbró, los ilios
tampoco habrían advertido ese detalle.
_Si,
no varió ni siquiera un poco - contestó la invitada, sin poder evitar sentirme
impresionada, pues en la sala reinaban la pulcritud y orden, además de una
buena Iluria. En el laboratorio en que fuera creada, en cambio, lo que dominaba
eran el desorden y el caos -. Me bastaron unas pocas visiones e impresiones
para darme cuenta de que es lo que me gusta y quiero. Es más, me gustaría
empezar ya mismo. Lástima que haya tanto por hacer antes de ocuparme de eso.
Era
algo en lo que todas las hadas estaban de acuerdo. En los impedimentos
existentes (formalidades necesarias) cuando de verdad había ganas de hacer
algo.
Dalia
se había referido a su situación personal. Aún quedaban pendientes su
"transformación", la de convertirse en un ser feérico, borrando
cualquier rastro ajeno a esa condición que hubieran podido implantar los ilios,
una tarea que fuera encomendada a los mejores expertos de las empresas LAMISE
y COMDE, así se lo habían prometido los
reyes de Insulandia. Después estaba otra labor muy importante, la de asignarle
una identidad, lo cual incluía la confección de su carta personal, y esto en sí
representaba un desafío con letras mayúsculas.
_Es
cierto que sos... Cómo lo digo?... Una recién nacida? - empezó a plantear
Isabel, que había vuelto con la suficiente comida y bebidas para los tres.
Entremeses para engañar al estómago hasta que estuviera lista la cena -, pero
al mismo tiempo una mujer adulta. Viéndote así, Qué edad te darías?... Bueno,
el caso es que no tengo idea de cómo vamos a solucionar eso. Pero de que lo
vamos a hacer no caben dudas. Lo hicimos una vez y lo vamos a hacer de nuevo.
Se
refirió entonces, con unas pocas y breves palabras, al caso de su marido, que
por aquellos días era su novio, o, como acostumbraban llamar las hadas a ese
estado, su compañero sentimental. Al arqueólogo le hubieron de dar una carta
personal en la cual figuraba un número de identidad omitido en su momento como
consecuencia de un error inadvertido e involuntario por parte de los empleados
que estuvieron a cargo de la confección de dichas cartas. También de cómo lo
transformaron en un ser feérico, una recompensa por sus actos de heroísmo
durante la Gran Catástrofe y, además, algo con lo que pudiera desenvolverse sin
dificultades en todos los ámbitos de la sociedad de las hadas.
_Para
contestar a esa pregunta tuya... no sé, en verdad. Podría ser la misma que
ustedes dos... cuando mucho veintisiete o veintiocho - le dijo Dalia -, pero lo
de las cartas... me parece más una equivocación que a la larga se pudo
solucionar y terminó por ayudar a una persona - dirigió la vista al Cuidador -.
Este es un caso diferente. Para hacerla corta y fácil, a la vista de todos y la
mía propia soy una mujer adulta de no más de veintiocho años, pero legalmente
un bebé recién nacido. Voy a tener que poner todo de mi parte para adaptarme a
esa realidad tan compleja, y también mis hermanos.
Quiso
abordar entonces, inmediatamente luego de saborear la primera galletita - un
manjar, el primero de su vida. Con los ilios, apenas había probado pan y agua.
Esos seres consideraron que para su cuarteto de creaciones nada era más
importante que su tarea de proteger las urnas. Por eso, todo lo demás, los
alimentos y bebidas en este caso, podían (y debían) quedar para un segundo
plano -, el tema del alojamiento, algo que se encontraba entre lo prioritario y
más urgente a resolver. Haciendo caso omiso a las primeras gotas de lluvia que
ya empezaban a caer, otros sonidos y las voces del exterior (la vida nocturna
había sufrido alteraciones en algunas circunstancias más que en otras), reiteró
su agradecimiento porque le ofrecieron la posibilidad de quedarse en La Fragua
5-16-7. Dalia iba a vivir con Eduardo e Isabel (y Melisa) por lo pronto hasta
que concluyera el mes, en cualquiera de los dos calendarios, lo hiciera o no la
guerra en algún momento de los siguientes seis días. "Es un lujo",
había sido su primera impresión, tanto de la fachada como de la sala, notando
la pulga y el orden, lo que formaba parte de la vida doméstica de los seres
feéricos. Y acto seguido habló a los anfitriones del lugar en que ella y sus
hermanos fueran creados, del que únicamente conocieron dos áreas: una sala
grande, en la que abrieran los ojos y tomaran conocimiento de su existencia, y
la otra pequeña, al menos de la tercera parte de la superficie y altura, en la
que los dirigentes ilios les impartieron sus órdenes y unas pocas palabras
complementarias. Nuevamente recalcaron que esa era su prioridad, y no conocer
el labio. Con eso, Dalia, Imeleuq, Jule y Taknu abandonaron las instalaciones
al poco tiempo de concluir el complejo y secreto procedimiento que les diera la
vida.
_Sabés
donde se lo exactamente ese lugar, ese laboratorio o lo que sea, por
casualidad? - le preguntó Eduardo, animándola a que no se conformara nada más
que con una galletita. Evidentemente, concluyó, los ilios no habían sido nada
amables ni simpáticos con ella, ni con los otros tres -. Eso nos ayudaría
mucho.
Estaba
plenamente consciente de la importancia de esta información. En tanto Isabel
volvía a la cocina-comedor diario, empezó a pensar que esos laboratorios
deberían figurar en la lista de blancos prioritarios
_Si
- contestó Dalia -. Se lo dije a la reina Lili y el rey Elías cuando mis
hermanos y yo estuvimos con ellos. Ese lugar está cerca de la frontera que
comparten Alba del Este y del Centro, dentro del territorio esteño. Hay
cincuenta monstruos mint-hu patrullando el perímetro.
De
acuerdo a las explicaciones que dieran los hermanos, ya recuperados de las
dolencias y heridas y más presentables (aseados y con ropa nueva y limpia), se
trataba de una instalación no muy grande y más bien rudimentaria, de exactos
cuatrocientos cincuenta metros por cuatrocientos cincuenta enclavada en una
región semi desértica con algún que otro curso de agua disperso y pocas
especies arbóreas, abundando, en cambio, las arbustivas, y estaba alejado de
las grandes poblaciones feéricas y elementales. El lugar era el apropiado,
concluyeron Dalia y los suyos, debido justamente a ese aislamiento, y a que
nadie ajeno a la raza ilia sentía interés alguno por una elevación, la única,
apenas pronunciada, en la que nunca, ni siquiera en esta compleja y peligrosa
situación, pasaba algo que valiera la pena. "Le dijimos a los reyes dónde
estaba", repitió la antigua defensora de Bagme, que instantes atrás había
reiterado la falta de entusiasmo con que desempeñara esa tarea, agregando que
tanto Lili cómo Elías le pidieron a Olaf, el jefe de la Guardia Real, y a los
principales jerarcas militares que se pusieran en contacto con sus pares de
Alba del Este y del Centro para organizar un ataque a ese lugar aislado, lo más
pronto posible, y lo destruyeran hasta los cimientos, pues si querían tener
oportunidades más firmes debía ser vital que los ilios no crearan más entes
como Dalia.
_Hubiéramos
ido mis hermanos y yo, y ese lugar no permanecía en pie más de cinco minutos,
pero los reyes no quisieron - complementó la invitada, para quien no pasó
desapercibido el musiquero, ni tampoco los cilindros a su lado, con canciones
folclóricas, el género musical favorito de los anfitriones. A ese respecto, no
necesitó emitir palabra alguna ni gesticular para que Eduardo se incorporara,
colocando uno de los cilindros y encendía el aparato. Al instante, empezó a
escucharse la música, tan enaltecedora de la cultura de las hadas -.
Consideraron que en nuestro caso lo prioritario era... no sé, atender y sanar
muestras heridas, por ejemplo. Y empezar cuanto antes con la inserción en la
sociedad de las hadas. Y esa es una de las razones por las que no me opuse a
venir a Barraca Sola con ustedes. Todo esto es nuevo para mí, y el conocimiento
teórico era más bien rudimentario - cerró los ojos lentamente, algo que fue
interpretado como una señal de que habría de gustarle esta nueva vida o etapa
que estaba empezando para sus hermanos y ella -. Quisiera aprender todo cuanto
antes. Es mucho y no quiero demorar un instante.
Pensó
que podría empezar con todas las cosas que había en la sala, y no solo con el
musiquero. Allí estaban las artesanías y pinturas también representativas de
los seres feéricos, los candeleros dispuestos con una nueva figura geométrica
en las paredes y a la misma altura del suelo, unos pocos libros y otras
publicaciones ordenadas pulcramente en una repisa, y las paredes y el techo,
con su perfecto estado de conservación, sin una sola filtración de humedad ni
otros signos de deterioro. Era al mismo tiempo, y no se cansaría de repetirlo,
tantas veces como fuera necesario, la antítesis del laboratorio de los ilios,
en el que, además, la única "decoración" eran las pintadas
propagandísticas que hacían ver a las otras especies elementales como la peor
inmundicia. Guiándose solamente por eso, el lado correcto era este, al lado de
los seres feéricos y no con los ilios.
Había
sido una sugerencia del rey Elías el que estos cuatro entes desarrollaran una
actividad de cualquiera de las que formaban parte del rico y enorme acervo
cultural de las hadas. Con eso, habiéndolo aceptado con la mejor voluntad,
porque sabían cuán importante era para ellos, Jule quiso ir con Zümsar a la
Casa de la Luz para interiorizarse desde el principio sobre cuántos y cómo eran
los trabajos en ese lugar grandioso, al mismo tiempo que aparecía cierta
firmeza en su decisión de querer, profesional y laboralmente, convertirse en
medica; a esa conclusión había llegado después de haber visto como los
individuos de todas las especies, no solo las hadas, hacían todo cuanto estaba
dentro de sus posibilidades para salvar a los suyos que iban quedando heridos,
y luego de entender el enorme e impresionante valor que los seres feéricos, sus
"congéneres", daban a la vida. Si sobrevivía a la confrontación
definitiva contra los ilios y sus monstruos, la esperarían cinco años como
estudiante antes de poder alcanzar esa meta. "Ya voy a poder encontrar a
alguien que me acepte como pupila", había dicho al respecto al Cuidador de
la MabDe (su futuro jefe)e Iris, antes que emprendieran el viaje al lugar
grandioso en Nimhu. Taknu viviría una situación no muy distinta a esa, al tener
que pasar esa instrucción tan exigente, ardua y compleja que para los
aspirantes a agentes Qar'u se extendía por cuatro años, antes de poder formar
parte de dicho y selecto grupo, y entonces lo habrían de asignar a uno de los
cuarteles de esa fuerza en Insulandia, veinticuatro en total, uno de todos en
la capital. No estaba preocupado por ese futuro que implicaba derrotar para
siempre a los ilios, o, lo que era lo mismo, la idea de tener tareas livianas
una vez que se hubiera convertido en profesional, pues en esa fuerza, al igual
que la PoSe - la Policía Secreta, el servicio de inteligencia insular -, tenían
como misión principal mantener vigilados a los ilios y tomar notas de cualquier
cosa que consideran como potencialmente peligrosa para las hadas como grupos e
individuos y para las otras especies elementales. Por su lado, Imeleuq, no bien
terminara la guerra, no tendría otra cosa que hacer más que inscribirme en
alguno de los clubes de balonmano para hacer aquello que lo cautivara desde el
principio. Había ciento ochenta clubes en el reino insular.
_Vieron
que si tienen oportunidades?. Hay otros caminos más bellos y agradables que el
que les mostraron los ilios - remarcó Isabel, volviendo a la sala con tres
platos, tres vasos y tres juegos de cubiertos, a los que dejó sobre la mesa -.
Hablando franca y libremente, cualquier cosa es mejor que lo que pidieron o
puedan ofrecer esos seres. En nuestra sociedad pueden elegir en qué ocuparse,
donde vivir... lo que se les ocurra. Lo que sea y lo que quieran. Lo pudiste
ver y confirmar con decenas de ejemplos. Primero en tu viaje desde el
laboratorio hasta Lome, y después desde allí hasta Del Sol. Y en esta misma.
Eduardo y yo vamos a mostrarte más el día de mañana.
Distribuyó
un juego - vaso, plato, cuchillo, tenedor y cuchara - a cada comensal y separó
uno para ella.
_Cómo?.,
quiso saber Dalia.
Hizo
a un lado los entremeses "sobrevivientes", pues el plato principal
llegaría de un momento a otro. Entre los dos, sería definitivamente más comida
que la que recibiera de los ilios.
_Vamos
a ir al Vinhäe no bien hayamos terminado el desayuno - le informó el Cuidador
-, ese es nuestro lugar, y es donde tenemos que estar. Es un blanco para los
ilios, y nuestra hija se encuentra allí. Isabel y yo consideramos, y no nos
equivocamos, que se trataba de un lugar más seguro para ella, para que
permanezca, en tanto continúe esta guerra. Y, demás está decirlo, Melisa es la
principal de las razones por las que queremos ir tan temprano.
El
y su compañera ya habían decidido levantarse antes de las cinco, quedar
aseados, calzados y vestidos no después de las cinco y diez o y cuarto,
terminar el desayuno a más tardar a las seis menos cuarto e irse de La Fragua
5-16-7 al escuchar la campanada que anunciara el fin del primer cuarto del
veintiséis de Enero / Baui número veintiséis. Allí pensaban quedarse hasta que
el satélite natural y las estrellas se hubieran asentado. Estarían
acompañándolos por Iulí (por lógica también por Ibequgi), quien ya podría
respirar aliviada, al haberse enterado que sus hijas y yernos pudieron volver
de sus peligrosas misiones con vida. Por su parte, Dalia debería ir a mitad de
la tarde a Plaza Central, pues para ese momento los expertos tendrían listo el
compuesto para transformar en seres feéricos a ella misma, Jule, Taknu e
Imeleuq.
“La
cena está lista”, anunció Isabel, otra vez en la sala, ahora llevando una
fuente repleta de comida, la suficiente para que cada uno repitiera el plato al
menos dos veces. Se sirvieron porciones generosas, convencidos de que tanto
alimento habría de servirles para dormir como lirones, algo que los dirigentes
del Templo del Agua necesitaban con urgencia y se merecían. Tras servirse una
porción y espolvorearle queso rallado en abundancia, Dalia preguntó:
_¿Qué
vamos a hacer Imeleuq y yo?, somos los únicos que no vamos a tener una
ocupación – la comida le pareció un manjar. Lo sería cualquier cosa si lo
comparaba con el pan viejo que le dieran los ilios, que además no había sido
mucho, sino más bien lo contrario –. Taknu se unió a las fuerzas especiales, a
los Qar´u, y para mañana a la tarde, después de la reunión con los expertos
primero y los reyes después – porque habría un encuentro posterior con Lili y
Elías –, le van a dar su primera encomienda, y Jule va a encontrarse ocupada
interiorizándose acerca de las administrativas y otras tareas en la Casa de la
Luz. Al terminar la tercera pieza, el anfitrión apagó el musiquero. Ninguno le
prestaría atención a la música, habiendo esta conversación que los mantendría
ocupados hasta que se fueran a dormir.
_Supongo
que esperar, dado que sus ocupaciones, eso a lo que se quieren dedicar, no se
relaciona con la situación que estamos viviendo – le contestó Isabel, antes de
ingerir el primer bocado de esa exquisita comida, cubierta con salsa roja. Tras
ello, confirmando que Dalia tuvo razón al pensar que era un manjar, lo cual le
notó en la cara, completo –. Pueden colaborar con nosotros, porque nos hacen
mucha falta guerreros fuertes que nos den una mano en las batallas contra los
monstruos, que parecen venir en cantidades cada vez mayores con cada nueva
aparición que hacen. Podemos enfrentar y eliminar a los ilios sin dificultades
ni grandes despliegues, pero los otros requieren de… ¿cómo lo digo?... ciertos
esfuerzos adicionales.
Lamentó
que la mayoría de los seres feéricos no se encontrara en las mejores
condiciones para eso, sostener batallas de esa magnitud. Prácticamente ningún
hada había sentido alguna vez la necesidad de volverse más fuerte, considerando
la enorme infrecuencia de las guerras entre si y contra otras especies
elementales – de estas, la última era anterior al Primer Encuentro – y que la
última contienda contra los ilios databa de hacía más de cinco mil años. Como
resultado de esa “despreocupación”, muy pocos individuos de la raza feérica
estaban en condiciones de sostener un enfrentamiento más prolongado o menos
contra cualquiera de los monstruos y destruirlo en pocos segundos. Muchas hadas
apenas si recurrían a su técnica de la transformación, mucho menos a la forma
combinada, y ni hablar de las condiciones de Selectas o Altas Selectas. Los
combates y batallas que se desarrollaban en lo que iba de este mes apenas
dieron cuenta, entre todos, de menos de quinientos individuos a nivel
planetario que fueron capaces (lo bastante fuertes) de alcanzar una de esas
condiciones, y por períodos de tiempo no muy prolongados, justamente como
consecuencia de la falta de práctica y costumbre.
_La
clave está en saber formar grupos, me parece, y no tanto en lo poderoso que
pueda ser un individuo en particular – discrepó Dalia, disfrutando todo cuanto
podía de este exquisito manjar. Era seguro, advirtieron ambos anfitriones, que
habrían de verla repitiendo, y no la podían culpar. Había pasado hambre con los
ilios –. Lo vieron en Lome, ¿se acuerdan?. Por un lado, yo soy definitivamente
más fuerte que los mint-hu, los más fuertes de los monstruos. Por otro lado, si
ustedes dos, Lara y Lidia hubieran peleado contra mi solos, sin depender de la
ayuda de los demás, habrían sido derrotados sin ninguna dificultad, y visto,
aunque fuera una posibilidad remotísima, el momento de cruzar al otro lado de
la puerta. Es el mismo caso que esos hombres y mujeres que lucharon contra mis
hermanos - el jugo de naranja, concluyó,
también era una delicia –. Supongo que lo más que hubieran podido causarnos
habrían sido una o dos heridas cortantes absolutamente insignificantes y nada
más… perdón si eso los desanimó – se quiso disculpar –. Pero, en grupo,
lograron el triunfo.
Dedicó
unas pocas palabras para elogiar el desempeño de Akmi y Lina contra Jule en
bagme, Qumi, Zümsar y Atilio, a quienes un rato después se les uniera Iris,
contra Taknu en Iluria, y Keivn, Marina, Cristal y el príncipe Taynaq contra
Imeleuq en Yoine. La decena de individuos, obrando constantemente como un
equipo, lograron superar a rivales más fuertes. “No cuenta que mis hermanos y
yo hayamos peleado sin tanto entusiasmo” – quiso aclarar Dalia, explicando que
eso, en estos casos, no había sido un
factor que influyera en el resultado de los enfrentamientos –, “ganaron porque
fueron un equipo y porque se lo propusieron”.
_¿Pensás
que, por ejemplo, diez personas que apenas pueden acceder a su forma natural
serían eventualmente capaces de destruir a un minhu?., inquirió Eduardo.
El
mismo sabía, porque lo había visto con sus propios ojos, de que hablaba Dalia.
Era a causa de eso que había impuesto la obligatoriedad de las prácticas en los
gimnasios del Templo del Agua para su personal, con el propósito de que
estuvieran preparados y listos para luchar contra enemigos poderosos cuando
estos se presentaran. La urgencia de esta guerra de escala mundial, sin
embargo, hacía que el tiempo que los empleados de uno y otro sexo le dedicaran
a practicar, ensayar y entrenarse cada día fuera mínimo, porque la tensión y
los temores se sentían en el aire y todos sostenían que habría un nuevo ataque
de un momento a otro. Consideraban (Eduardo e Isabel también, en cierta forma)
que era más urgente permanecer en sus posiciones, listos para la batalla y
defensa del lugar grandioso, con el nivel de fuerza que poseyeran, que estar en
los gimnasios, más concentrados en el adiestramiento que en lo que pudiera
ocurrir en el exterior de las estructuras. Kevin, Lidia, Marina y Qumi, con sus
respectivos segundos al mando (Cristal, Lara, el príncipe Taynaq y Atilio),
tenían planteos similares, y de seguro los tendrían Zümsar, Akmi y Lina en
tanto durara la guerra, porque los lugares grandiosos eran blancos prioritarios
para los ilios.
_Si,
lo pienso, y también lo sostengo – contestó Dalia, convencida –. Además, ya
hubo precedentes, en varios lugares del mundo, ¿no?. Los reportes que entregan
los mensajeros y eso… mientras veníamos para acá, escuché que un grupo de hadas
inexpertas en algún lugar de este continente pudo reducir a escombros a dos
monstruos, un mï-nuq y un uc-nuq.
_Lo
sabemos – apuntó Isabel – Eduardo y yo también lo oímos.
A
pocos minutos de su vuelta a la Ciudad Del Sol, escucharon, adoptando al
principio cierto escepticismo, la historia de siete individuos que recién
estaban entrando en la adolescencia, cinco hombres y dos mujeres, quienes, sin
experiencia en combate (ni en la vida), se las habían ingeniado para acribillar
con decenas de descargas a ese par de oponentes, destruyéndolos con un esfuerzo
escaso al cabo de menos de cinco minutos, después de haberlos descubierto
intentando demoler dos atalayas y eliminado a las hadas guardianas que hubieron
de estar en ellas. El evento, ocurrido pasadas las veintiuna horas de ayer en
el sur del territorio nimhuit, había sido rápidamente divulgado por todos los
rincones de ese país, y ya estaba corriendo por los otros reinos centrálicos, y
pronto lo haría en los nueve restantes. Por supuesto, la hazaña ya estaba
siendo usada como inspiración por y para otros: que media catorcena de
adolescentes de no más de quince años hubieran destruido a un par de monstruos
que podrían tranquilamente representar un reto para los seres feéricos mejor
entrenados y con experiencia sería, muy pocos lo dudaron, uno de los hechos
destacados de esta guerra.
_Allí
tienen los dos una prueba sólida – insistió Dalia –. Las cosas que se pueden
hacer o lograr en grupo son lo que en definitiva van a traer como consecuencia
el triunfo. ¿Pensaron que este colapso en que están sumidos los ilios se debe
solo a su inferioridad numérica y lo fuertes que por si solos son sus
enemigos?. Si es así, ambos se equivocaron.
Y
los ilustró respecto a eso, diciéndoles que si bien era cierto que estaban
combatiendo por una misma causa – la supremacía racial ilia y, por
consiguiente, la dominación total del mundo –, los enemigos carecían de una
apropiada coordinación y movimientos sincronizados en cada ataque que
emprendían. Sería ese uno de los factores que, eventualmente, los conduciría a la
derrota. Los ilios no eran capaces de conservar el orden una vez que entablaban
la batalla, y eso se debía al temor con que peleaban contra enemigos que los
podían superar en fuerza, número o ambos, y también a que no se detenían a
analizar la situación, estudiando nuevas tácticas y estrategias, a que se
descontrolaban con facilidad y al hecho de que casi nunca se detenían a velar
por ni a poner a salvo sus heridos,
porque los líderes ilios consideraban que si no se podían poner de pie ni
valerse por sí mismos no tenía sentido que continuaran adelante, pues con eso
serían una carga que impediría a los demás completar su suprema ambición. De
esa manera, casi todos los combatientes ilios que iban cayendo heridos, con
heridas más o menos graves, quedaban con dos alternativas: el suicidio con un
método instantáneo, para lo cual recurrían a las cápsulas con veneno que
cargaban siempre consigo (cianuro, que actuaba en menos de cinco segundos), o
la captura, y los heridos querían evitar esta opción, ya que supondría que
podrían caer víctimas de esa técnica de la legeremancia, que dominaban algunas
hadas, con la cual podrían extraer toda clase de información relativa a la
guerra del lado de los ilios.
_Y
como si no tuvieran suficientes problemas, ahora les tiene que hacer frente a
cuatro guerreros que ellos pensaron que les iban a inclinar la balanza a su
favor y resolver una parte importante de sus problemas, cuando no todos – dijo
el Cuidador, luego de la ingesta de otro bocado –. Los crearon con la idea de
que eliminaran sin complicaciones a nosotros, los seres feéricos más fuertes, y
al final tus hermanos y vos terminaron abandonándolos.
_Con
eso quedamos mucho más cerca de volver realidad nuestro deseo – completó Isabel
–, sobre que la guerra va a terminar en cuestión de días.
“Eso
sin contar el contenido de las urnas”, pensó, llenando nuevamente su vaso hasta
el tope.
_Imeleuq,
Jule, Taknu y yo vamos a contribuir con eso – se comprometió Dalia, hablando
también por sus hermanos –. Una vez que los expertos de LAMISE y COMDE nos
hayan convertido mañana, vamos a ofrecernos para atacar los baluartes ilios, e
insistir con hacernos cargo de la destrucción del laboratorio en que nos
crearon. Sabemos que si vamos nosotros cuatro van a salvarse muchas vidas – y
quiso entonces cambiar de tema , para darse el gusto de decir –… aun sonando
repetitiva, les agradezco lo que hicieron y van a hacer por nosotros cuatro, y
en mi caso particular esto. Esta comida es excelente.
Y,
al final, quiso repetir.
_De
nada, aunque no tenés que hacerlo. Es nuestra obligación., dijo la anfitriona,
que propuso mediante un simple gesto manual dejar ese tema momentáneamente a un
lado.
Abordaron
el de este alojamiento temporal, y le dijeron a Dalia que en cuanto terminaran
la cena le mostrarían uno por uno todos los ambiente, y que tendría a su
completa disposición uno de los dormitorios secundarios, contiguo al principal.
“No te vamos a culpar si querés dormir algún día hasta tarde”, le dijo Isabel,
en tanto Eduardo le indicaba que podía tomar la comida que quisiera, leer lo
que le viniera en gana (en La Fragua 5-16-7 había decenas de libros y otras
publicaciones), usar el musiquero u otro divertimento e incluso, si se llegaba
a dar la oportunidad, recibir visitas. La segunda al mando del Templo del
Agua le hizo saber que ante dudas o
problemas que pudieran surgir podría contar también con la ayuda de sus padres;
Wilson e Iulí, quienes vivían al otro lado de la calle.
A la mañana siguiente, tal cual lo dijeron
(prometieron), los tres estuvieron listos para salir antes de llegadas las seis
en punto, preparados para soportar el calor constante (mangas cortas y ropa
liviana, Isabel y Dalia eran del mismo talle), que prácticamente era el mismo
que en la jornada de ayer, y los peligros propios de la alarmante situación que
estaban viviendo. Al asomar al exterior, una expresión alegre se dibujó en la
cara de los tres, al notar el cielo, que empezaba a despejarse. La lluvia había
finalizado en algún momento de la madrugada, aunque ahora estaban presentes
como consecuencia unos pocos y leves destrozos en las inmediaciones, como unas
pocas ramas caídas y anegamientos, esos barriales ya característicos que se
formaban inmediatamente después de las lluvias o durante estas. “Eso queda
solucionado en unas pocas horas, no tenemos razón para preocuparnos, ni tampoco
los transportistas”, dijo el Cuidador a Dalia, sabiendo que luego de fenómenos
meteorológicos como este pasaban las cuadrillas mixtas, formadas por personal
de los Consejos DCS, EMARN e IO – Desarrollo Comunitario y Social; Ecología,
Medio Ambiente y Recursos Naturales e Infraestructura y Obras – para dejar
presentables y transitables a los caminos, pues estos eran vitalísimos para el
reino. Y esta vez, aun con la realidad que significaba la guerra, no sería una
excepción. "Me gusta eso", opinó la invitada, consciente de que las
miradas se detenían brevemente en ella, advirtiendo que su historia ya se había
dado a conocer (los ojos masculinos, además, reparaban en su aspecto físico...
incluida esa parte abajo de su cuello). Vio que el enfrentamiento no causaba
mella, al menos no tanto, no tan evidente, en el estilo de vida de las hadas.
"De los nuestros", tradujo. "Así fue siempre", agregó
Isabel, conociendo que durante cada una de las guerras vividas y peleadas antes
y después del Primer Encuentro los seres feéricos siempre hubieron de hacer
hasta lo imposible porque su día a día no sufriera alteraciones, al menos no
tantas ni tan evidentes. Y era justamente por eso que hoy, pese a tratarse esta
de la guerra definitiva contra los ilios, las hadas y otros seres elementales
le dedicaban el tiempo, aunque por supuesto no todo el que quisieran y tomando
todas las precauciones, a aspectos culturales tales como los deportes, las
representaciones artísticas teatrales (obras de teatro), eventos sociales de
todo tipo (casamientos, reuniones empresariales, turismo...) y, en este caso al
que se refiriera Dalia, el mantenimiento de la red de caminos. "Estás
lista para esto?", le preguntó Eduardo, pues partirían dentro de cinco
minutos, luego que Wilson hubiera vuelto a su casa, en La Fragua 5-11-8.
Querían asegurarse, especialmente su hija, de que llegara sano y salvo de su
trabajo como voluntario en la defensa de uno de los puntos de acceso a la
Ciudad Del Sol. "Si, lo estoy" - aseguró Dalia, para quien estaba
empezando la nueva vida, tal cual se lo prometieran sus congéneres en la tarde
de ayer -, "pero me estoy sintiendo rara. Hablo de lo emocional".
"Es lo normal, no te preocupes. Yo sentí lo que en los primeros
días", dijo el Cuidador, intentando tranquilizarla, detectándose a su
suegro aparecer desde las alturas, en tanto preferían ocupar unos pocos minutos
con los saludos formales y tradicionales matutinos, una de las demostraciones
familiares más conocidas (Dalia descubrió una de las costumbres más arraigadas
de las hadas, en particular en estos grupos), además de aprovechar las
circunstancias para la presentación formal de la antigua defensora de Lome,
Dalia asumió que tendría que recorrer un camino muy largo antes de poder
considerarse ella misma como un ser feérico, porque, luego de meditarlo, lo
estuvo haciendo desde que estrenara la cama en uno de los dormitorios
secundarios en las últimas horas de ayer, llegó a la conclusión de que no sería
suficiente con el hechizo que le aplicarían en la tarde de hoy. "Lo mismo
mis hermanos", pensó, contenta por haber conocido a este nuevo vecino
temporal (Wilson también le había prometido cualquier ayuda que pudiera
necesitar), quien estuvo satisfecho al no haber tenido otra cosa que hacer más
que asegurar el envío de suministros médicos a la periferia de Del Sol en esta
nueva asignación, porque eso significaba, dijo el, que los ilios aún no se atrevían
a atacar la capital, y por consiguiente, decenas, cuando no centenas, de vidas
feéricas y elementales se podían salvar. Dalia, en su caso, en un intento por
disponer de cualquier cosa que le pudiera servir para este aprendizaje, había
consignado en un cuaderno todas las experiencias que viviera e impresiones que
se llevara en la jornada de ayer, subrayando palabras, conceptos e ideas que,
juzgó, le podrían ser útiles en más de un aspecto, a todos los plazos. "Es
lo mismo que el hizo" - indicó Isabel a Dalia, señalando con la vista a su
marido, quien observaba detenidamente el suelo, el movimiento despreocupado no
solo en las apariencias (nadie olvidaba que estaban en guerra) de las hadas y
otros seres elementales -. "Tu caso no va a ser distinto.
Al
llegar a la puerta espacial, se encontraron con que esta estaba fuera de
servicio, y, tal cual lo informara una de las hadas guardianas establecidas
allí para vigilarla, todas lo estaban. No fueron Eduardo, Isabel y Dalia los
únicos sorprendidos por esa situación, porque en ese punto de Barraca Sola
hubieron de congregarse no menos de dos centenas de individuos, la mayoría
feéricos, todos preguntándose qué habría pasado. Afortunadamente, no era
ninguna desgracia, como supusieron, sino que se trataba de una medida de
seguridad, pues hacía pocos minutos se había confirmado que el enemigo había
hecho uso por vez primera de las puertas, en un intento por llegar a la ciudad
capital de Austronesia - "Marina y Taynaq", fue lo primero que
pensaron, preocupados, los líderes del Vinhäe -. El intento había sido abortado
y los atacantes no vivieron para ver otro día, pero el evento resultó ser lo
que necesitaron los miembros del CSP y la ME para ordenar que el servicio de
puertas espaciales fuera acortado a seis horas diarias desde las dos hasta las
cinco y de catorce a diecisiete, en el caso de Insulandia. "El movimiento
es menor en esas dos franjas", advirtió Isabel, refiriéndose a la escasa
cantidad de peatones y transportistas que las usaban para cubrir enormes
distancias en un instante, y comprendiendo que no les quedaba otra alternativa
para llegar al lugar grandioso más que volar, con lo que tardarían un poco más
de tres horas en cubrir la distancia que los separaba de su destino. "En
ese caso, mejor nos vamos ahora", sugirió Eduardo, consciente de que una
velocidad que les resultara cómoda a ellos, porque podían alcanzarla sin
problemas, era la de dos mil cien kilómetros por hora. "Es la que puedo
alcanzar yo", añadió Dalia, con lo que, en tanto remontaban el vuelo, sería
la indicada para que los tres llegasen a su destino al mismo tiempo. "Nos
vamos", corearon, y ascendieron unos cuantos metros en línea recta antes
de emprender el viaje en dirección al noroeste.
Volaban
muy alto.
Lo
suficiente como para que cualquiera por tierra o agua asumiera que no los
podrían ver, o que tendrían dificultades para distinguirlos desde semejante
altura.
...
incluidos los ilios y sus monstruos.
Por
su disposición hicieron acordar a los desfiles militares, estos tan arraigados
en el acervo cultural de las hadas en todo el mundo. Eran cuadrículas. Estaban
integradas por doscientos combatientes dispuestos en columnas de veinte, y cada
una estaba fuertemente custodiada por una docena de monstruos, tres a cada lado
y la misma cantidad en la retaguardia y la vanguardia. "Son muchos",
dijo Isabel, entendiendo que el Vinhäe, esta vez, podía esperar, pues era más
urgente detener a esta enorme marea enemiga conformada por ocho mil ilios bien
armados, que formaban cuarenta cuadrículas, y cuatrocientos ochenta monstruos.
"Multiplicando, las cosas parecen peor", lamentó Eduardo, lanzándose
en picado contra los enemigos, con unos cuantos rayos para detener su avance,
en tanto Isabel y Dalia se perdían en los alrededores para alertar sobre el
ataque a cualquiera que pudiera estar en las inmediaciones. La disposición tan
particular e inusual de los ilios y los mint-hu hizo suponer al Cuidador del
Templo del Agua que no pensaban atacar un objetivo específico, sino destruir
todo lo que tuvieran a su paso, y eliminar a todos los que se les opusieran,
fueran o no combatientes y sin que importara su raza. Estudiando rápidamente lo
que había por delante, Eduardo advirtió la presencia de numerosas estructuras,
incluidas cinco aldeas, que estaban en peligro, porque esas cuadrículas
avanzaban abarcando un frente de varias decenas de metros. "Supongo que
con esto va a ser suficiente", calculó, transformándose en Alto Selecto y
arremetiendo contra una de las cuadrículas. En esta, todos los ilios lanzaron
sus flechas y lanzas, pero fue nulo el daño, pues las pocas que hicieron
impacto simplemente atravesaron al Cuidador y se perdieron en la distancia. Los
mint-hu atacaron con la sucesión de golpes con ambos puños, pero el efecto fue
inicialmente el mismo y peor, porque, al estar Eduardo constituido por agua,
era absolutamente nocivo para los enemigos, pues estos no poseían defensas, al
haber sido creados con piedra. Pronto se armó allí una nueva batalla, porque al
Cuidador se le sumaron un regimiento compuesto por tropas de varias divisiones
(arqueros, ballesteros, lanceros, granaderos...), que llegaban a dos centenas y
cuarto de hadas guardianas, y una cincuentena de voluntarios que se hallaban en
las adyacencias entre varias razas elementales, una bandada de ornímodos, que
estando transformados, sujetaron a uno o dos monstruos cada uno, para luego
dejarlos caer desde una altura determinada sobre los ilios. A los pocos
minutos, Isabel también se sumó a la batalla, asumiendo su condición de Alta
Selecta y recurriendo a los látigos de fuego, una de sus técnicas favoritas,
para atrapar a un par de ilios, a quienes se les hubieron de terminar los
problemas casi al instante. "Dalia está ocupándose de las
evacuaciones" - informó a su marido, y agregó, con tono de alarma -.
"Vimos tres instalaciones médicas más adelante, y están abarrotados de
heridos". "Razón demás para no demorar un instante", dijo
Eduardo, eliminando a otros cinco atacantes con una única descarga. Todos
cuantos estaban peleando allí comprendieron cuan importante era impedir el
avance de los ilios y sus monstruos, de manera que se fijaron como meta
reunirlos y cercarlos en un área no muy grande, porque, como otras veces, su
prioridad era impedir que extendieran la destrucción, el caos y la muerte más
de lo que ya lo habían hecho. Las hadas guardianas y los voluntarios formaron
una sólida barrera, atacando a los enemigos con múltiples descargas y armas, en
tanto los jefes del Vinhäe se ocupaban de los mint-hu. "Podríamos probar
la teoría de Dalia, pero son muchos", observó Isabel, quien con Eduardo
crearon una nube de ese caliente vapor - combinaron el fuego con el agua -,
lanzándola contra dos monstruos que vieron sus existencia terminarse al
desgastarse fenomenalmente rápido su material constitutivo. Eduardo pensó que
eso podría ser cierto si fueran los monstruos dos o tres, cuando mucho cuatro,
pero eran más de cuatrocientos los que protegían a los ilios, y todos habían
sido creados con el propósito de asesinar y destruir. El Cuidador pensó que
para lograr una hazaña como esa, que un grupo de seres feéricos sin experiencia
en combate o con una preparación más bien básica, deberían practicar todo el
tiempo que fuera necesario, antes de estar en las reales condiciones de poder
enfrentar a los monstruos más poderosos. "Es cierto, hoy no va a poder
ser", reafirmó el Cuidador. La batalla pronto empezó a mostrar las
primeras señales de que habría de extenderse, porque no importaba que más seres
feéricos y elementales fueran sumándose, los enemigos tenían cierta superioridad
numérica, en lo cual radicaba una de sus ventajas (apostaban mucho a eso), y
estaban usando su arsenal completo, no solo sus armas convencionales sino
también aquellas que desarrollaran en secreto, y cuya existencia de descubriera
por casualidad, al caer el manifiesto en poder de un puñado de expertos que
lograron descifrar sus mensajes. Allí estaban exhibiendo los guantes con los
que podían absorber temporalmente los poderes y habilidades de otros seres
elementales, incluidas las hadas; los bastones que disparaban descargas; los
potenciadores de cualidades y las píldoras que duplicaban o triplicaban su
fuerza, y a nadie le cabían dudas de que los ilios que iban quedando con vida
tomaban para si la energía de sus congéneres que fallecían. Estaban atacando
con violencia y ferocidad tales que les hizo suponer a todos que combatirían
hasta la muerte. "Esto es normal?", se extrañó el Cuidador del
Vinhäe, en relación al modo con que estaban lanzándose contra todos los que se
encontraban a su alcance. "No lo creo, y se por qué está pasando" -
contestó Isabel -, "por la posibilidad de que sepamos cómo usar el
contenido de las urnas". Eduardo concluyó que eso era cierto, aunque no la
única causa. Imaginaba, creyendo estar en lo correcto, que los ilios necesitaban
con urgencia causar un golpe de efecto, algo que levantara la moral y los
ánimos en la totalidad de su pueblo, pues hasta ahora solo habían conocido la
derrota en cada uno de los enfrentamientos en los que participaron, de eso se
habían ocupado individuos excepcionalmente fuertes, como los Cuidadores, otro
dolor de cabeza para ellos: eran cuatro a inicios del año y en cuestión de días
esa cifra había subido al doble. "Algunos de los nuestros y nosotros
estamos limitados... eso no es bueno", lamentó Isabel, reduciendo a otro
monstruo a escombros humeantes gracias al remolino de fuego, en tanto Dalia se
sumaba a la lucha, anunciando mediante gestos que un destacamento de hadas
guardianas la había relevado en eso de las evacuaciones. "Es lo mismo que pasó
en el edificio del CSP", convalidó Eduardo, analizando la situación. Ellos dos, y al menos otra docena y media de
hadas, podrían aplastar a cada uno de los enemigos con los que estaban
sosteniendo este enfrentamiento en pocos minutos, no más de un sexto o un
quinto de hora, si luchaban con sus capacidades al máximo, pero si hacían tal
cosa exponían al peligro a los combates propios. Era lo mismo que
imposibilitaba a Dalia para usar su más poderosa y mortífera técnica: cubrir
con un manto de oscuridad una determinada área y en esta transformar el aire en
un veneno mortal. "Hagámoslo entonces con el método clásico" - aceptó
ella, destrozando los huesos de dos ilios a los que detuvo en seco con las
manos -, con paciencia y algo de tiempo". Y accedió a su forma natural,
aumentando su capacidad de hacer daño. Viendo al amenazante reptil ave
arremeter contra otro tanto de los ilios, las hadas empezaron a imitarla, entre
estos el Cuidador del Vinhäe, quien, siendo ya ese gigantesco monstruo cetáceo,
se lanzó de lleno contra los mint-hu, a los que el común de las opiniones y
expresiones definían como el mayor de los problemas allí, porque eran
demasiados y muy fuertes. Eduardo tuvo de su lado a una bandada de ornímodos y
una manada de nagas, los más altos (y musculosos, una combinación en extremo
útil en estas circunstancias) de los seres elementales, que conjuntaban una
treintena de guerreros muy bien preparados y entrenados, y entre todos cargaron
contra los mint-hu, a los que hicieron saltar por los aires con los impactos -
"Una bola golpeándose a los pinos", comparó el Cuidador, pensando en
el juego de boliche, tan popular también entre las hadas - y los que se
partieron en decenas de fragmentos con esa acción primero y luego al dar contra
el suelo. "Aceleremos el fin de los mint-hu", propuso Isabel,
pidiendo a un grupo de feéricos cerca de ella que se concentraran y dirigieran
sus ataques hacia un único punto en la estructura corporal de los monstruos,
pues los destruirían de a uno por vez, ahora que la segunda al mando del Templo
del Agua había decidido, al fin, llevar de la teoría a la práctica la idea de
Dalia. "Te convenciste, eh?", se mostró ella, alegre, uniéndose a
otro grupo para hacer exámenes lo mismo. "No tenemos alternativa",
dijo Isabel, sabiendo que si no hacían algo pronto las bajas y los heridos
aumentarían, y con eso la posibilidad de que los enemigos que sobrevivieran,
mint-hu e ilios por igual, se perdieran en la distancia y reanudaran su misión
de destruir y asesinar. Las mujeres simularon hasta el último instante que iban
a formar parte de los grupos, para infundir confianzas en sus miembros, y
cuando lanzaron las descargas, Isabel y Dalia lo hicieron en otra dirección,
hacia otros dos de los monstruos que se estuvieron acercando. Las hadas en los
grupos impactaron en los mismos lugares a ese par de mint-hu, a uno de ellos en
el vientre y al otro en el hombro izquierdo, y, para su asombro, porque no
creyeron que serían lo suficientemente poderosas para lograrlo, asestaron daños
graves a los monstruos, ante lo cual estos decidieran aplicar su técnica
definitiva, la autodestrucción, sabiendo que se llevarían varias vidas con eso,
reduciéndose así el peligro para sus pares y sus creadores. "Vamos!",
corearon Isabel y Dalia al unísono, al advertir lo que ambos enemigos estaban
por hacer, y, con una gran cantidad de energía, crearon dos esferas con las que
envolvieron a los monstruos, logrando que los fragmentos, ondas expansiva de y
otros efectos de las explosiones no se extendieran más allá de esos dos a tres
metros de diámetro. "Así es como tienen que hacer para destruir a los
monstruos, a estos y a los otros!", proclamó el Cuidador del Templo del
Agua, descartando los restos de un minhu que tenía entre los dedos, dirigiendo
esas palabras a todos cuantos se encontraban cerca suyo, contento al haber
visto como se demostraba el postulado de la antigua defensora de Lome, sobre
que esos seres feéricos sin explicación eventualmente podrían destruir a los
enemigos más fuertes. Ese hecho, enemigos o individuos inferiores en fuerza
destruyendo a los mint-hu, fue otro notable envión anímico para todos cuantos
estaban peleando contra los monstruos e ilios, y otro desastre para estos,
quienes veían caer su número sin pausas. Habían pasado alrededor de treinta
minutos desde que Eduardo, Isabel y Dalia detectaran a los atacantes. Nadie le
estaba presentando atención al tiempo transcurrido, y desde ese momento los
ilios habían visto caer su número de ocho mil a menos de la mitad, y los
mint-hu de cuatrocientos ochenta a trescientos ochenta y cuatro (cincuenta u
veinte por ciento, respectivamente), habiendo, por el contrario, aumentado la
cantidad de oponentes, de los doscientos sesenta y ocho iniciales a más de
seiscientos, un incremento superior a los cien puntos porcentuales. También,
mirándolos, los jefes del Vinhäe, volvieron a advertir como los ilios se veían
perjudicados al no poder mantener la concentración ni la coordinación. Estaban
desesperándose más y más con cada minuto que transcurría y eso les impedía
estudiar la situación con el suficiente detenimiento en procura de maximizar
sus posibilidades, y al reparar en ese detalle comprobaron sus oponentes que el
otro postulado era también correcto: los ilios no eran capaces de mantener la
serenidad cuando más lo necesitaban ni obraban como un equipo, justamente lo
contrario a lo que hacían las hadas y otros seres elementales. "Tampoco lo
hicieron en la Guerra de los Veintiocho", dijo Isabel a su marido, al
pasar junto a él, trayendo brevemente al presente ese recuerdo, el de los ilios
actuando incorrectamente. Y ese comportamiento era uno de los factores que
únicamente les había hecho sufrir una derrota atrás de otra desde principios
del mes. "Mal empezaron y mal van a terminar", sentenció Eduardo,
destruyendo sin esfuerzo a otro minhu, y quiénes estuvieron cerca suyo
convalidaron esas palabras, reparando en como empezara el año para los ilios.
Era cierto que estos llevaban miles de años amasando un gigantesco plan para
dominar el mundo, empezando con el oeste-noroeste centrálico, desarrollando
todo tipo de armas y asegurándonos de no dejar ningún cabo suelto, para que
cuando el momento indicado al fin llegara su suprema ambición se convirtiera en
realidad, sin que cualquiera de sus enemigos tuviera tiempo para reaccionar. La
vuelta de la Cuidadora del Hogar de la Tierra, Qumi, había sido el factor clave
para comprender su situación actual. Fue un evento absolutamente imprevisto e
impensable que hizo que tuvieran que adelantar abruptamente sus planes,
temiendo que el hada compartiera aquel secreto que eventualmente podría
estropearlos y causarles un golpe del que nunca podrían recuperarse: la
ubicación del manifiesto, al que hasta ese momento se había considerado como
una invención de los individuos que llevaban el sentimiento anti ilio como una
bandera irrenunciable. En su desesperación, se convencieron de que el asesinato
de Qumi era, sino la única, la mejor de las opciones, pues así se mantendría a
salvo uno de sus mayores secretos, el cual, de salir a la luz (cabía esa posibilidad),
conduciría a otros. Y eso exactamente había pasado. Las hadas recuperaron el
manifiesto en el Oi-Kal, uno de los siete templos antiguos, ese material los
condujo a la obtención de los fragmentos del pergamino, algo además facilitado
por la información aportada por algunos de los ilios capturados - no tenían
defensas contra la técnica de la legeremancia -, y estos a las urnas con los
huesos y bienes materiales de los líderes originales. La pesadilla de los ilios
se había vuelto realidad, y asentado, además, con los Cuidadores; no solo
estaban los seis que podrían arruinar sus planes, sin importar la complejidad
de estos, sino además los de la SeNu y la PeNu. Sus posibilidades de éxito se
habían agotado casi en su totalidad y no les quedaba otra cosa que seguir la
lucha, confiando en que la situación diera un giro. En este enfrentamiento,
como en cualquiera de los anteriores, hadas y elementales llevaron la delantera
e iniciativa desde el principio y los ilios poco, muy poco o nada pudieron
hacer para revertir la situación. Uno a uno fueron cayendo los invasores, tanto
por acción del común de sus oponentes como por sus propios y múltiples errores,
y llegaron los ilios a la conclusión de que su mejor opción continuaban siendo
los mint-hu, quienes tenían la fortaleza suficiente como para resistir los
embates, pero esos monstruos tampoco estaban teniendo el éxito que hiciera
pensar a sus creado que el giro en la situación era posible. Cumplidos los dos
tercios de hora desde que empezara la batalla, las cifras de monstruos e ilios
se habían reducido a trescientos diez y mil novecientos, respectivamente, y el
sólido frente había impedido que se extendieran por un área mayor a los cinco
kilómetros cuadrados desde el punto en que el Cuidador del Vinhäe lanzara la
primera descarga. El suelo había quedado cubierto por los restos de los
monstruos destruidos, con evidencia de toda clase de daños, la mayoría obra de
Dalia y los mandamases del lugar grandioso. Los cuerpos de los ilios caídos
yacían acá y allá, con lo cual sus oponentes tuvieron otra señal para confirmar
que los que sobrevivían no tenían, al menos no lo demostraban, respeto por sus
muertos. "Son ilios, no podemos esperar otra cosa", puntualizó
Eduardo, aprovechando la oportunidad de destruir a múltiples enemigos con un
único ataque, al moverse las hadas y elementales y dejar el área despejada, y
once ilios y dos mint-hu sucumbieron ante su descarga. "Por eso nunca
pudieron alcanzar el mismo desarrollo que nosotros", agregó Isabel, cuyo
remolino de fuego cortó todas las esperanzas para otros tres monstruos y una
catorcena de ilios, y observaron (escucharon) como Dalia exclamaba a los cuatro
vientos a sus congéneres y otros seres elementales que se apartaran, pues
estaba determinada a poner fin al enfrentamiento. "Pensás lo mismo que
yo?", preguntó Eduardo a su compañera, en tanto ambos ayudaban a un grupo
de combatientes heridos, muchos por obra de los monstruos. Al menos cuatro
centenas de ilios, unos con heridas y otros ilesos, se habían congregado, involuntariamente,
en un área que no se extendía por más de doscientos metros, siendo retenidos en
ella por los restos de los mint-hu destruidos y los cadáveres de sus
congéneres. "Si", contestó Isabel, viendo la pose que estaba
adoptando la antigua defensora de Lome.
Su
letal y más poderosa técnica.
De
pronto, un manto oscuro cayó sobre esas dos centenas de metros, borrando
cualquier rastro de iluminación, y los ilios se quedaron inmóviles, tanto por
el pánico de la situación en general como por sus temores de que si llegaban a
dar un paso en falso los atacaran o se golpearan ellos mismos y el terror de
estar enfrentándose a una técnica desconocida de la que podrían esperar
cualquier cosa. "Qué es eso?", le preguntó un hada guardiana a Dalia,
observando la escena que se estaba desarrollando y a su congénere, firme y
erguida, con los brazos extendidos hacia adelante y las palmas expuestas,
dirigidas a ese punto en que unos instantes atrás se habían reunido
cuatrocientos ilios. Desde el exterior, el paisaje se veía libre de esos seres,
los cuales simplemente habían desaparecido. "Así se ve el manto oscuro por
fuera?", reaccionó Isabel, viendo a Dalia mover sus manos, describiendo
óvalos y círculos, y luego haciendo chocar las Palmas. "Parece normal"
- contestó Eduardo -. "Quien sabe que sentirán y pensarán los ilios".
De repente, escucharon un leve temblor, y ambos, tanto como los demás,
interpretaron eso como la señal de que algo había pasado, y cuando los jefes
del Vinhäe les explicarían lo que estaba haciendo Dalia, demostraron sorpresa y
asombro. Intentaron ponerse en la mente de los ilios atrapados, sabiendo que no
tendrían escapatoria y que la muerte era lo único que les esperaba. Se
preguntaron qué pensarían ellos, qué expresiones y pensamientos adoptarían a
medida que vieran caer a los suyos, asfixiados por ese veneno que los rodeaba y
entraba a sus organismos. No sentían lástima ni pena, pero quisieron
preguntárselo qué se sentiría saber que la muerte sobrevendría en cuestión de
segundos. "Es mi mejor técnica" - informó Dalia -, "nadie puede
escapar de ella". Al instante, detuvo el ataque y el manto oscuro se
disolvió, quedando expuestos los casa de los cuatrocientos ilios, tendidos en
el suelo, muchos agrupados, pues habían intentado protegerse cubriéndose unos
con otros. Los ilios que presenciaron la ejecución de esa técnica vieron un
factor mayúsculo, algo absolutamente imprevisto que les hizo asumir y aceptar
la idea de que ya no tendrían oportunidades más allá de las que pudieran darles
los monstruos, y también sabían que estaban acabados, porque si no era por esa
mortífera y desconocida arma, lo sería por las acciones de sus enemigos, ya
fuera que decidieron continuaron con esta lucha o escapar. Para cuando tomaron
conciencia de esta desesperante realidad, las hadas y otros seres elementales
ya habían formado un nuevo círculo, y cada uno de los individuos avanzaba con
paso firme y decidido, las tropas preparadas para usar sus armas y los demás
listos para atacar con lo que tuvieran en las manos. "Dejen a los mint-hu
para nosotros", pidió el Cuidador, y acto seguido el, Isabel y Dalia se
abalanzaron rápidamente y con su poder al máximo contra los monstruos, que, a
diferencia de los ilios, no temían ni sentían miedo alguno y eran más
resistentes al daño, por lo cual se plantaron firmes y reaccionaron lanzando un
golpe atrás de otro con los puños y los pies. "Ven?... ya no tenemos que
preocuparnos por los ilios", indicó Dalia, señalando con la vista a esos
seres, los que hubieron de perder las esperanzas, al haber presenciado como
cuatrocientos de los suyos caían en alrededor de un minuto, y en vano lanzaban
algún ataque aislado y menor, en tanto que unos pocos fanáticos radicalizados
que no completaban la cincuentena se designaban a deponer su armamento. "No
te conocen, cierto?, no saben quién sos ni tu origen", asentó Isabel,
destruyendo a un monstruo con los látigos de fuego. "De haberlo sabido o
saberlo, lo más probable es que hubieran salido corriendo espantados ni bien me
vieron" - aseguró Dalia -, "... o agarrado la salida rápida, que creo
que es lo que van a hacer de un momento a otro". "Estoy de acuerdo
con eso", coincidió Eduardo, sabiendo lo que les esperaba a los ilios.
Muchos de estos optarían por quitarse la vida, especialmente los que estaban
heridos, porque conocían lo que les esperaba, tanto por los relatos de lo que
ocurriera en la Guerra de los Veintiocho, lo que se transmitía de una
generación a las siguientes, como por las experiencias que vivieran sus
congéneres a lo largo de este conflicto bélico, quienes habían informado que
las hadas, por referirse solo a una de las especies contra las que peleaban,
conservaban con vida a los enemigos que capturaban al finalizar las batallas,
no tanto porque los apreciaran o tuvieran estima - los dirigentes políticos y
militares ya habían empezado a preguntarse qué hacer con los prisioneros una
vez que terminara la guerra, además de con otros ilios que pudieran sobrevivir
-, sino porque sostenían que podrían poseer información potencialmente útil
para el esfuerzo bélico de cada uno de sus oponentes. "Ya empezaron",
advirtió Eduardo, usando la telequinesia para hacer que los restos de dos
monstruos destruidos golpearan sucesivamente a otros dos, para cubrir la
llegada de su compañera hacia ellos. En efecto, muchos ilios, en lugar de
continuar la lucha o intentar escapar, tomaron armas cortantes y se las pasaron
en horizontal por el cuello. Eran los heridos que se quitaban la vida sin
dudarlo, en tanto que otros preferían morir por la mano de sus enemigos, motivados
por su ambición suprema, creyendo que, en el otro mundo, la Trinidad Benigna
los recibiría con los más altos honores, al haber caído en batalla, intentando
defender todo aquello en lo que creían. Los últimos individuos ilios se
suicidaron ingiriendo cápsulas de veneno cuando una distante y sonora campanada
hubo de anunciar las siete horas en punto. Habían aparecido ocho mil hacía poco
menos de una hora y ninguno volvería al oeste-noroeste centrálico. Fueron
víctimas de los mismos factores de siempre, potenciados está vez por la
presencia en el bando opuesto de un hada que tenía la oscuridad como atributo o
don, uno de los más inusuales e infrecuentes de todos cuantos existieron y
existían, algo contra lo que tuvieron definitivamente menos defensas que contra
cualquiera de los poderes y habilidades de los otros seres feéricos y
elementales a los que enfrentaron en esta batalla, y eso, esa técnica, la del
"Manto de oscuridad" (así quiso llamarla Dalia), hizo que perdieran
las pocas esperanzas y ánimos que les quedaban, luego que la mayoría fueran
siendo eliminados al ver a los enemigos, tan poderosos como grupos e
individuos. Eliminados o suicidados ya los ilios, decidieron que seguirían el
ritual funerario característico de las hadas, los cuerpos en las piras
ardientes hasta que solo quedaran los huesos, los cuales pondrían en urnas que
serían sepultadas en esas fosas especialmente construidas para que cupieran
varias decenas de piezas - se sabía que medio millón de ilios habían muerto en
lo que iba de este mes a nivel mundial -, algo que forzosamente se había
convertido en un hábito a lo largo de Enero. Dieron por terminado ese tema
haciendo referencias al hecho de disponer de los cuerpos sobre las piras porque
sabían a ciencia cierta que eso enfurecería a los sobrevivientes, fueran o no
combatientes, una reacción que obedecía al desprecio que sentían los ilios por
las costumbres y tradiciones de las otras especies elementales, y esta
práctica, por supuesto, no era la excepción. "Ahora tenemos esta urgencia"
- recordó Eduardo, refiriéndose a los mint-hu restantes, a quienes estaban
cerca suyo -, "después nos ocupamos de los ilios muertos". Otra vez
quedó demostrada la teoría de Dalia, sobre los individuos que si se unían
podían destruir a los monstruos, porque alrededor de una centena y cuarto de
seres feéricos atracaron y eliminaron en un lapso de cinco minutos a doce de
los mint-hu, concentrando sus descargas en un único punto de sus cuerpos, en el
centro del pecho. Fue en ese mismo lapso que otros combate destruyeron a otras
cinco docenas de monstruos, haciendo grandes esfuerzos, aplicando grandes
cantidades de energía en pocas descargas, para evitar que el enfrentamiento
continuara prolongándose. La cifra fue en caída constante, de trescientos a
poco más de doscientos cincuenta, luego a menos de quince docenas y finalmente
a exactos cien, algunos con daños, pero en condiciones de moverse y, por lo
tanto, de seguir peleando. "Todos juntos!", llamó Eduardo, y
alrededor de dos centenares de hadas y otros elementales, todos los que se
encontraban cien por ciento ilesos, atacaron con todo lo que tuvieron a los
monstruos, que uno a uno fueron cayendo y desintegrándose. Las descargas fueron
a los pies y las piernas, ya que los defensores concluyeron que lo prioritario
era quitarles la movilidad, y al empezar los mint-hu a arrastrarse, unos con
dificultad y otros no z puesto que lucharían hasta el final, las hadas no
tuvieron otra cosa que hacer que eliminarlos. "Adelante, son suyos",
dijo Eduardo, dando a sus congéneres la oportunidad del golpe de gracia, algo
con lo que Isabel y Dalia coincidieron mediante gestos faciales. Al final, solo
un monstruo había quedado en pie, el cual había recurrido a su técnica
definitiva, la autodestrucción, cuando se cumplieron otros quince minutos,
apenas pasadas las siete y cuarto, aunque de nada le sirvió, ya que Isabel hizo
uso del remolino de fuego para envolverlo, habiéndose dado cuenta de lo que
estaba intentando, y evitar que causara más daños y que aumentara la cifra de
heridos. "Ahora lo que de verdad es importante", quiso el Cuidador
del Templo del Agua, recuperando la forma feérica, viendo a los heridos en el
suelo, asistiéndose unos a otros y teniendo la ayuda de los primeros individuos
ilesos que llegaron con ellos. "No fue un triunfo exitoso", lamentó
Isabel, sabiendo que las bajas entre los defensores habían ascendido a
trescientas diez, ciento noventa y dos eran hadas y los otros ciento dieciocho
de las otras especies que se vieron involucradas en la feroz y violenta batalla.
Algunas de las hadas guardianas remontaron el vuelo, temerosas de que pudiera
haber más enemigos acechando en las inmediaciones, y se dispusieron a patrullar
a baja altura, y los faunos se dispersaron en todas las direcciones, para hacer
la misma tarea por tierra. "Cómo habrán hecho para llegar hasta acá?, Con
la tele transportación?", se extrañó su marido, consciente de que eso era
por si solo una preocupación a tener en cuenta, porque si de verdad eran los
ilios tan diestros dominando esa técnica, podrían llegar a cualquier parte, y
los demás recién lo sabrían al verlos aparecer, con lo cual deberían moverse
rápido para contenerlos y derrotarlos. "Seguro, no disponen de otra
forma" - coincidió Isabel, mientras ayudaba a uno de los heridos a
incorporarse, pues éste tenía fuertes dolores en los pies -, "nos queda el
consuelo de saber que ya no van a poder usar las puertas espaciales", y se
distrajo al ver tres luces que estaban descendiendo.
"Llegamos
tarde, acá ya lo solucionaron", dijo una conocida voz femenina, antes de
que sus pies tocaran el suelo.
La
reina Lili había llegado, escoltada por dos agentes Qar'u, quienes rápidamente
se abocaron a la tarea de auxiliar a los heridos, e Imeleuq, uno de los
hermanos de Dalia. Habían tomado conocimiento del alarmante evento y no dudaron
en acudir, pensando que podrían necesitar ayuda.
_Hubo
otros tres ataques más como este en el territorio insular - informó la
soberana, habiendo escuchado el relato de algunos de los sobrevivientes, sobre
cómo marcharon los ilios, en una formación más parecida a un desfile que a otra
cosa -, uno de ellos ciento ochenta kilómetros al norte de Del Sol; dieciséis
mil ilios y quinientos monstruos en total. Esos agentes Qar'u estuvieron en una
de las batallas - señaló con la vista a las tropas que la escoltaron -. Imeleuq
estaba en la plaza central, y le pedí que me acompañara cuando me contaron que
una de sus hermanas estaba participando en otro combate.
Ambos
seres feéricos, uno con el don o atributo de la invisibilidad y otro con el de
la oscuridad, estaban ahora asistiendo a los heridos, siguiendo las
indicaciones de los médicos que habían arribado también al lugar.
_Nl
tuvimos problemas, aunque no fue un triunfo con todo el éxito que hubiéramos
querido, porque mucha gente murió., le dijo Eduardo, observando los
alrededores, los daños materiales causados por estos enemigos.
La
zona definitivamente era un caos. Los restos de los monstruos destruidos, los
muertos de ambos bandos, destrozos de todo tipo, heridos y las patrullas aéreas
y terrestres causaban una imagen absolutamente desalentadora entre todos los
presentes.
_Creemos
que su objetivo pudo no ser una estructura particular, sino todo lo que
hubieran tenido a su paso - agregó Isabel, en tanto veía aparecer una decena de
enormes transportes terrestres. Era una unidad especial del Consejo SAM que se
llevaría los cadáveres de los ilios -, "y a todos. Concluimos eso con ver
su disposición inicial... Quítenles todas las armas!", pidió a los
miembros de la unidad especial, sabiendo lo provechoso que sería ese botín para
las hadas.
Cada
uno de los transportes podía llevar una veintena de cuerpos, lo que significaba
que harían unos cuarenta viajes hasta el punto elegido para la pira. Los diez
transportes irían y vendrían durante al menos ocho horas.
_Entonces,
es lo mismo que pasó en los otros ataques - comparó la reina Lili -, pero eso
no va a durar mucho. Los líderes mundiales y yo ya terminamos los preparativos
para una movilización masiva. Alrededor de tres millones y cuatro quintos de
hadas guardianas y otros cien mil seres elementales van a lanzarse, en el
primer minuto de mañana, contra todas las posiciones ilias en este continente.
_Creo
que es lo mejor que puede hacerse - opinó el Cuidador del Vinhäe -. Atacando
Iluria se supone que va a desestabilizar a los ilios. Sin su mando central van
a perder la escasa coordinación y orientación que pueda quedarles - y le
preguntó -. Cómo va lo del contenido de las urnas?.
Otro
grupo estaba removiendo los restos de los monstruos destruidos, en cinco
contenedores que desplazaban usando sus habilidades telequinéticas. Los
llevarían a las instalaciones más próximas de la COMDE, para reciclarlos y
crear monstruos propios.
_Tuvimos
algunos problemas, pero ya los solucionamos. Hablo de la organizadora y
las medidas de seguridad que adoptamos -
contestó la soberana, y una expresión de duda se dibujó en sus facciones -.
Abrimos las urnas y en efecto allí estaban los huesos, los bastones, las armas
personales y los bienes materiales, pero lo que pasó entonces nos dejó
desconcertados. Era, o fue, lo que los expertos y yo menos esperamos.
_Qué
descubrieron? - quiso saber Isabel, tan involucrada como su marido en la
recuperación de las urnas y todo lo que a eso se vinculaba -... O qué pasó?.
_Nada,
eso es lo raro - se extrañó la reina Lili -. Intentamos varios métodos y
procedimientos, pero no obtuvimos resultados. Quisimos estar seguros antes de
mezclar en un quinto recipiente el contenido de los otros cuatro, que es algo
que vamos a hacer a las doce y cuarto del veintiocho de Enero. Cómo les dije,
hay factores que resolver. Y los vamos a necesitar otra vez. Y a ellos.
Señaló
con la vista a Dalia e Imeleuq, que iban y venían entre los heridos, no solo
para aplicarles una correcta atención, sino también para infundirles ánimos y
esperanzas. Al verlos haciendo eso, menos dudas quedaron acerca de su
condición. Ambos eran hadas.
_Isabel
y yo aceptamos. Todo sea por concluir esta guerra - ofreció Eduardo, a lo que
su compañera coincidió moviendo la cabeza de arriba hacia abajo -. Es por
razones de seguridad?. Miles de enemigos podrían atacar, si saben que estamos
trabajando con eso que contuvieron las urnas.
La
batalla recientemente terminada desapareció por unos instantes de los
pensamientos y la mente de los mandamases del Vinhäe.
_No
es solo por eso - indicó Lili. Un mensajero había llegado desde las alturas e
hizo una seña para que aguardara un breve instante, pues debía cerrar esta
conversación aclarando esa cuestión -. Creemos que don los Cuidadores los que
tienen que ocuparse de esta tarea, la de combinar el contenido. Por un lado
porque les queremos dar el crédito, porque después de todo fueron ustedes los
que arriesgaron sus vidas para conseguir esas urnas. Eso es algo anecdótico,
una nota de color, si la quieren llamar así. Por otro lado, y esto es tener
importante como llamativo... Descubrimos grabados en el fondo de las urnas que
representan los símbolos de los elementos principales de la naturaleza, y eso
nos hizo suponer que la participación de Lidia, Qumi, Zümsar, Marina y la tuya,
Eduardo, don indispensables, o por lo menos necesarias. Sospechamos que, al
momento de poner el contenido en las urnas usaron el fuego, la tierra, el
viento, el rayo y el agua en alguna clase de protección, tal vez un hechizo. Y
si eso es cierto, ustedes cinco don los únicos, por sus poderes y habilidades,
que puedan juntar ese contenido y salir ilesos.
_Y
con eso derrotar definitivamente a los ilios - aportó Eduardo -. Y qué hay de
Kevin, Akmi y Lina?.
_Descubrimos
otra cosa que los va a mantener ocupados, y, como su papel, el de ellos va a
ser la máxima prueba a la que alguna vez se hayan enfrentando o vayan a
enfrentarse - explicó la reina Lili, contenta porque el modo y los tonos que
empleara sirvieron para tranquilizar a este par de súbditos (y amigos) suyos -.
Los tres van a vivir, no se preocupen. Pero de todo eso vamos a ocuparnos en la
mañana del veintiocho de Enero. Ahora tengo que irme. El mensajero me espera y
tanto ustedes como yo tenemos otras obligaciones - y llamó -. Imeleuq, Dalia!.
Vengan conmigo. Su momento y el de sus hermanos se adelantó para antes del
mediodía.
Ambos
viajarían con Lili luego de esta hubiera hablado con el mensajero. Se
transformarían en seres feéricos (la cara les brilló y se les iluminó a causa
de la emoción), y también Jule y Taknu.
Fue
recién en horas de la tarde que Eduardo e Isabel pudieron estar en el Templo
del Agua, porque hasta ese momento, unos minutos antes de las trece, estuvieron
ocupados con lo concerniente a la batalla que se desarrollara en la mañana. Se
habían quedado para asistir a los heridos, dar un reporte completo de lo
ocurrido - la Guardia Real hacía un registro detallado de cada uno de los
enfrentamientos que tenían lugar en Insulandia -, colaborar en la
identificación de los fallecidos y recuperar los restos y despojos que los
ilios dejaran tras su deceso. Allí habían quedado varias armas que pasarían a
engrosar el arsenal de las hadas, incluidos varios de esos guantes con los que
podían absorber temporalmente los poderes de otros individuos y los bastones
que disparaban descargas. "Vamos a descubrir cómo anularlos", había
informado un experto de la COMDE, al recuperar esas piezas y asegurarlas en un
transporte. Lo último que vieron allí los mandamases del Vinhäe fue los
preparativos para el traslado de ocho descomunales nagas, los individuos de esa
especie caídos en combate, retirados por sus congéneres, quienes juraron que
los fallecimientos no quedarían sin castigo, al igual que los otros ciento nueve
individuos de esa especie, ochenta y tres machos y veintiséis hembras, que
perdieran la vida desde inicios del mes.
El Templo del Agua estuvo todo el día en alerta máxima, como lo venía
haciendo desde que la primera semana de este mes e dejara su lugar a la
segunda, y una de las primeras visiones de el que tuvieron sus responsables fue
la de las hadas guardianas en movimiento permanente, al menos cuatro docenas
moviéndose en el aire y otros individuos andando en la superficie. "Si
tenemos suerte...", repitió Isabel, de camino a la torre central,
refiriéndose al pensamiento que era compartido por miles, acerca de que la
guerra terminara antes que lo hiciera el mes. "La vamos a tener",
insistió Eduardo, notando cuan silencioso se había vuelto con el paso de los
últimos días. Cientos de hadas y otros seres elementales iban todos los días al
Vinhäe, la mayoría a disfrutar de las jornadas y divertirse, pero a medida que
fuera avanzando Enero, ese movimiento tan distintivo y característico estuvo
disminuyendo notablemente, al punto que la mayoría de las actividades habían
sido suspendidas, quedando solo las que no requerían de personal, esfuerzos ni
tiempo y podían completarse en pocas horas. "Extraño el ajetreo y bullicio
habituales", dijo Eduardo, ya entrando en la dirección y viendo a su
suegra, Iulí, meciendo un bebé en cada brazo, y echando un rápido vistazo a
través de uno de los amplios ventanales, dándose cuenta que desde allí, el
Templo del Agua parecía aún más silencioso. Por supuesto, Iulí, como era de
esperarse, se había enterado ya de la batalla, y su primera e inmediata
reacción fue la de incorporarse, dejar a Melisa e Ibequgi, su nieta e hijo, en
los moisés, y correr a su encuentro, abrazándolos y exclamando que era una
suerte que hubieran logrado sobrevivir. "Me hace muy feliz el poder
tenerlos conmigo" - quiso agregar, con un tono que desbordaba emoción -,
"y es en momentos como este, cada vez que los veo entrar, que puedo
respirar tranquila". "Lo es
para nosotros también", correspondió su hija, que experimentaba las mismas
emociones y sentimientos desde principios del mes, y tomando a Melisa con ambos
brazos. "Dentro de pocos días todo va a ser como antes, lo puedo
ver", vislumbró Eduardo, y, sabiendo cuan importante era para los tres, no
fijo más que unas pocas palabras acerca de lo que a su compañera y a el les
comentara la reina Lili. Ahora, sabían los individuos en el nivel más alto de
la torre central, lo que más necesitaban era descansar y relajarse, aún con la
difícil situación que estaban viviendo.
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Tal
cual lo decidieran y organizaran los miembros del CSP y la ME, los máximos
organismos mundiales, con el primer minuto del veintisiete de Enero empezó un
ataque masivo a escala global del que formaron parte exactas tres millones
doscientas cuarenta y ocho mil hadas guardianas y cien mil combatientes de las
otras especies elementales, a los que se sumaron cincuenta mil monstruos
mï-nuqt y uc-nuqt. El grueso de las aldeas, fábricas, arsenales, laboratorios y
otras instalaciones de los ilios en los diez continentes fueron atacadas de tal
forma que los ilios apenas tuvieron tiempo para reaccionar, aunque la
diferencia tanto en número como en cantidad fue evidente (y abrumadora) desde
el principio. Entre los integrantes de la coalición elemental, hubo
coordinación y sincronía, dos de las claves que posibilitaron a los
combatientes llevar la delantera constantemente e ir superando uno a uno los
enemigos que iban apareciendo a su paso, fueran monstruos o ilios, y los
escribas que acompañaban las expediciones tomaban notas de todo cuanto ocurría
en los enfrentamientos, que a nivel planetario ascendieron a seis mil
seiscientos cincuenta, todos empezados en los primeros veinte minutos del día
veintiocho de Enero / Baui número veintiocho: trescientos cinco de esos
combates se desarrollaron en Alba del Centro, cuatrocientos noventa y siete en
Alba del Este, trescientos ochenta en Alba del Oeste, noventa y cinco en
Ártica, setecientos setenta y cuatro en Florentina, seiscientos doce en Lunaris,
ochenta y cinco en Polus, nivel ochenta y cinco en Reikuvia, mil uno en
Trópica, mil novecientos dieciséis en Centralia, y dentro de este alrededor de
la tercera parte, unos seiscientos treinta y ocho enfrentamientos, se
desarrollaron en Iluria. Hubo enfrentamientos que duraron más que otros, el
común denominador fue la rudeza - tanto los ilios como sus monstruos se
mostraron cien por ciento dispuestos a matar a cualquiera que se les enfrentara
desde el principio, atacando con toda la violencia y maldad que fueron capaces
de reunir en su ser - y para cuando terminaron las operaciones militares que
iniciaran las hadas y elementales, a las tres horas con dieciocho minutos del
vigésimo octavo día del año, a Cádiz veintisiete horas y tercio de iniciadas,
decenas de instalaciones ilias habían sido destruidas, reducidas a escombros de
diverso tamaño y forma, afectadas, con daños más bien graves e irrecuperables,
y los ilios sufrieron una derrota tan catastrófica como las de sus peores días
en la Guerra de los Veintiocho, pues alrededor de cuatro millones y dos tercios
de individuos habían perdido la vida, tanto los que cayeron en combate como los
que, estando heridos o ilesos, optaron por el suicidio, para evitar la captura,
y con eso que fueran obligados a soltar cualquier info que pudieran tener.
Acciones descontroladas y no coordinadas, falta de preparar, fuego amigo
motivado por los nervios y la presión, la incapacidad para obrar como equipo,
la poca o nula preocupación por aquellos individuos de uno u otro sexo que iban
cayendo heridos, especialmente los que tenían la posibilidad de salvarse y ver
otro día (vivir para pelear otra vez), la ceguera provocada por su fanatismo y
sus propias trampas, aquellas que instalaran en uno de sus tantos intentos por
protegerse, fueron algunos de los factores que los condujera a esta derrota tan
catastrófica en todos los frentes. Más de cuatro millones seiscientos mil ilios
caídos en combate en poco más de un día era un saldo que ni siquiera habían
logrado los mejores y más poderosos combatientes del MEU, y representaba un
completo colapso para los ilios, ya que la inmensa mayoría de los muertos eran
individuos capacitados para pelear (la clase guerrera), y estos, a nivel
mundial, eran poco menos de doce millones, alrededor del treinta y cinco por
ciento del total. Por otra parte, fueron destruidas numerosas instalaciones,
más de dos mil, en todos los continentes: las fábricas donde desarrollan toda
clase de armas, de las nuevas y las convencionales, que les habían conferido
ciertas esperanzas y ventajas en esta nueva guerra; los arsenales donde
acopiaban dichas piezas y las que robaban a los enemigos con los que peleaban y
a los que eliminaban; los laboratorios donde creaban a esas decenas de
monstruos en los que desde el inicio hubieron de depositar una parte de sus
esperanzas; los galpones donde hacían acopio de cualquier cosa que pudiera
serles de utilidad, aunque fuera mínima, en la guerra; aldeas que ante esta
grave urgencia habían sido transformadas en cuarteles, verdaderas fortalezas
militares e incluso dos de sus templos antiguos, los de las etnias Oi y Aig, se
perdieron entre descargas de energía y otros ataques, lo que redujo a nada o
prácticamente nada cualquier esperanza que los ilios pudieran tener para montar
futuras ofensivas a gran escala. Esa fuerza descomunal, que había sufrido
cuatro mil bajas exactas, menos de la centésima parte de los ilios muertos,
había conseguido un triunfo definitivamente mayor que el que imaginaron los
individuos más optimistas y entendieron que el fin de la guerra estaba pocos
pasos adelante, porque no solo le causaron ese golpe devastador al esfuerzo de
guerra ilio, sino también cortado la mayor parte de las rutas que usaban para
trasladar combatientes y todo tipo de suministros a las líneas del frente,
atacando los pequeños destacamentos que empleaban como puntos de apoyo para sus
grandes movilizaciones y afectado su moral y ánimos, solo con la abrumadora
superioridad numérica. Los escribas que acompañaron a los combatientes tomaron
notas detalladas de cada uno de los acontecimientos y agregaron, como
conclusión final, una observación completamente acertada, que los ilios habían
perdido su capacidad ofensiva y que de ahora en adelante estarían a la
defensiva. Los vencedores, sin embargo, sabían que los ilios, aunque su
esfuerzo hubiera sido herido de muerte, no renunciarían a la lucha. Era cierto
que habían perdido la capacidad de fabricar nuevas armas y crear otros
monstruos, pero así y todo pelearían hasta el final. Todavía quedaban alrededor
de treinta millones de individuos de la raza ilia y bien sabían las hadas y
otros seres elementales que cada uno de ellos combatiría hasta perder la vida,
aún sabiendo que sus posibilidades se habían reducido dramáticamente y que en
la mayoría de las situaciones, cuando no en todas, estarían a la defensiva,
porque para ellos su causa era irrenunciable y estaba incluso por encima de sus
vidas. En el oeste-noroeste centrálico se libraron los combates más crudos,
pues ese era el punto fuerte de los ilios: dentro de esos quinientos cuarenta y
tres mil trescientos setenta y cinco kilómetros cuadrados, los seiscientos
treinta y ocho combates arrasaron con decenas de estructuras y peleadores
enemigos y al finalizar ese período de tiempo de más de veintisiete horas, los
habían hecho retroceder y perder terreno. Los ilios se vieron forzados a
abandonar el veintiocho por ciento de Iluria en un intento por maximizar sus
posibilidades y reforzar, o buscar hacerlo, los restantes trescientos noventa y
un mil doscientos treinta kilómetros cuadrados. Eso, por supuesto, era lo
último que hubieran querido, abandonar las tierras que, según su creencia, les
pertenecían.
A
medida que fueron avanzando las horas de la mañana del veintiocho de Enero /
Baui número veintiocho, la noticia acerca de la abrumadora y aplastante derrota
sufrida por los ilios se convirtió en un tema de conversación prácticamente
monopólico en cuanto ámbito hubiese. En las fábricas, comercios, oficinas,
clubes, salones sociales, reparticiones públicas, instalaciones militares y
otros empezaron a conocerse los detalles de las operaciones que redujeron a
casi nada las oportunidades de los ilios y, por supuesto, a rendirle su justo
tributo a los cuatro mil muertos de la fila propia, a los que desde el principio
se los consideró como héroes. Era la primera vez desde que Marina e Iris
capturaran a tres ilios que en cada uno de los lugares habitados,
fundamentalmente en los países de Centralia, podían respirar tranquilos, pues
el enemigo había perdido toda capacidad de lanzar ataques masivos con cientos
de combatientes, aunque, al mismo tiempo, estaban conscientes de que la guerra
no se terminaba. Millones de ilios estaban allí y el peligro no desaparecería
sino hasta que el último de ellos ya no estuviera en condiciones de empuñar un
arma. "Eso no va a durar", coincidían muchas hadas, pues miles de
tropas en los diez continentes ya estaban organizando nuevas expediciones para
eliminar las posiciones ilias, pequeñas y dispersas para hacerlos retroceder aún
más, recluirlos en sus aldeas y eventualmente causarles esa tan esperada
derrota definitiva. Los ánimos y esperanzas de los seres feéricos nunca habían
estado tan altas, y no fueron las excepciones los ocho individuos que a mitad
de la mañana aparecieron en el centro neurálgico de la Ciudad Del Sol. Los
Cuidadores, por lejos los peores enemigos (la peor pesadilla) de los ilios,
habían traspasado el siempre magnífico frente del Castillo Real y caminaban
ahora rumbo a la oficina principal, para la reunión con los reyes, en la que
buscarían resolver el misterio del contenido de las urnas. En el recibidor
encontrarían a Dalia, Imeleuq, Jule y Taknu, ya transformados en hadas, quienes
también habrían de participar en la reunión, y los doce individuos avanzaron
juntos por los abarrotados y custodiados corredores hasta llegar al despacho en
uno de los niveles superiores. "Bienvenidos", los saludó el rey
Elías, que había estado aguardándolos en la entrada.
FIN
--- CLAUDIO ---
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