lunes, 13 de agosto de 2018

44) El principio del fin


_Únicamente me resta decirles una cosa a todos ustedes, como cabeza del Estado, miembro del CSP... como amiga - les dijo la reina Lili, acompañada esta por su hija y su yerno (estos estaban sosteniendo con ambos brazos a Sebastián y Wuqelu, respectivamente) y su marido, en la oficina real, la cual pocas veces estaba tan llena como estos días que transcurrieron desde el inicio del año, al equipo expedicionario. También, porque les ofrecieron la posibilidad de estar allí, en una evidente demostración de confianza, a Jule, Taknu, Dalia e Imeleuq -. Se los agradezco de verdad. Todos nosotros lo hacemos - extendió sutilmente los brazos, para abarcar a los miembros de la familia real -. Lo que hicieron el día de hoy, arriesgando sus vidas, va a ser recordado mientras haya vida en este planeta. Ustedes le prestaron un servicio enorme a las hadas y a cada una de las especies elementales y creo que por eso no nos van a alcanzar las palabras para demostrarles cuanto les debemos y lo que vamos a deberles. Ahora les pido que vayan, vuelvan a sus casas y se reencuentren con los suyos. A más tardar a mitad de la tarde de mañana los vamos a llamar otra vez. Para ese momento vamos a tener resuelto el misterio de las urnas.

 Y la docena de individuos de ambos sexos abandonó la oficina, lo hicieron primero las damas, prontos a hacer eso que les sugiriera la reina Lili.

Lo cierto era que lo necesitaban, todos ellos, después de haber estado toda la mañana y las primeras horas de la tarde expuestos al más grande peligro de sus vidas.

Al menos hasta ese momento.

Quedaba el último por superar.

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_Y qué se supone que vamos a hacer nosotros cuatro, con respecto a todo esto?, Qué va a ser de nosotros y nuestras vidas?., quiso saber Dalia (se preocupó), antes de empezar a asombrar por lo que estaba viendo en la sala de La Fragua 5-16-7.

Ante la inexistencia de habitaciones disponibles en el Castillo Real, por haberse transformado estas en refugios para los evacuados o salas para la atención médica de las decenas de heridos, números altos en los dos casos, Eduardo e Isabel, motivados por el deseo de tender una mano solidaria a quien lo necesitara (uno de los distintivos sociales de las hadas), no tuvieron mejor idea que pedirle a su congénere que se quedara con ellos en Barraca Sola, hasta que los funcionarios competentes regularizaran su situación personal en relación con la sociedad.

Jule, quien a final de cuentas no había perdido el dominio sobre los otros cuatro elementos - Akmi y Lina descubrieron que había querido darles esa ventaja -, había aceptado la propuesta de convertirse en la segunda al mando de la Casa de la Luz, luego que Zümsar, el Cuidador, le hiciera esa propuesta, pues había visto con buenos ojos la idea de sus recientes colegas de la SeNu y la PeNu, y ahora la antigua defensora del cementerio ilio en Bagme, donde estuvo la urna con los huesos, había viajado con el al reino de Nimhu para ocuparse de la tramitería burocrática, como la calificaran ambos, y, por supuesto, el juramento de fidelidad ante el propio Cuidador y su equipo de notables. Taknu, que defendiera con el mismo entusiasmo que sus hermanos (muy poco) su tarea en Iluria, recuperado en gran parte de las heridas recibidas en la batalla contra cuatro individuos tan poderosos como el (Qumi y Zümsar, los Cuidadores del JuSe y la MabDe, Atilio, el segundo al mando del Hogar de la Tierra, e Iris), se mostró de acuerdo con la propuesta que le formularan varias hadas, sobre unirse como voluntario a los agentes Qar'u, las "fuerzas especiales" del Ejército, empezaban a convencerse de que podría hacer carrera en dicho grupo no bien concluyera la guerra, si sobrevivía a esta, porque el jefe de los Qar'u le había hecho saber que estaba en las óptimas condiciones físicas y mentales, y su lugar de residencia temporal había pasado a ser una barraca en el ala este del Castillo Real, usada como establo hasta el instante en que empezara la guerra. Imeleuq, otrora defensor de la urna con las joyas y otros bienes que estuvo en una aldea en Mibiroq, tan impresionado como su trío de hermanos por la forma en que los recibieran los reyes y funcionarios, tan cálida y fraternal, había visto y aprovechado la oportunidad de contribuir, convencido de que después de la guerra podría ser su lugar (su sustento) a ese otro aspecto tan importante de la cultura de las hadas, que eran los deportes, concretamente el balonmano, por lejos el más popular, viendo cómo, aún con el difícil momento que imperaba, los seres feéricos no dejaban de practicarlo. Así lo había visto, al menos, en la plaza central y los jardines del castillo.
_De momento esperar - le contestó el Cuidador del Vinhäe, invitándola a ocupar una de las sillas en torno a la mesa, mientras Isabel iba al ambiente contiguo, la cocina-comedor diario -. Tenemos que averiguar en qué consiste el contenido de las urnas y con eso ponerle un fin a la guerra. Cuando eso pase, y espero que sea pronto, antes que lo haga este mes, tus hermanos y vos se van a poder dedicar a lo que quieran, a lo que les venga en gana. Y me consta que te sigue gustando y atrayendo la música folclórica, y que eso es lo tuyo.
Dalia ocupó la silla en uno de los laterales, y el Cuidador corroboró que en su ser estaban los modales de una dama. Con toda seguridad, vislumbró, los ilios tampoco habrían advertido ese detalle.
_Si, no varió ni siquiera un poco - contestó la invitada, sin poder evitar sentirme impresionada, pues en la sala reinaban la pulcritud y orden, además de una buena Iluria. En el laboratorio en que fuera creada, en cambio, lo que dominaba eran el desorden y el caos -. Me bastaron unas pocas visiones e impresiones para darme cuenta de que es lo que me gusta y quiero. Es más, me gustaría empezar ya mismo. Lástima que haya tanto por hacer antes de ocuparme de eso.
Era algo en lo que todas las hadas estaban de acuerdo. En los impedimentos existentes (formalidades necesarias) cuando de verdad había ganas de hacer algo.
Dalia se había referido a su situación personal. Aún quedaban pendientes su "transformación", la de convertirse en un ser feérico, borrando cualquier rastro ajeno a esa condición que hubieran podido implantar los ilios, una tarea que fuera encomendada a los mejores expertos de las empresas LAMISE y  COMDE, así se lo habían prometido los reyes de Insulandia. Después estaba otra labor muy importante, la de asignarle una identidad, lo cual incluía la confección de su carta personal, y esto en sí representaba un desafío con letras mayúsculas.
_Es cierto que sos... Cómo lo digo?... Una recién nacida? - empezó a plantear Isabel, que había vuelto con la suficiente comida y bebidas para los tres. Entremeses para engañar al estómago hasta que estuviera lista la cena -, pero al mismo tiempo una mujer adulta. Viéndote así, Qué edad te darías?... Bueno, el caso es que no tengo idea de cómo vamos a solucionar eso. Pero de que lo vamos a hacer no caben dudas. Lo hicimos una vez y lo vamos a hacer de nuevo.
Se refirió entonces, con unas pocas y breves palabras, al caso de su marido, que por aquellos días era su novio, o, como acostumbraban llamar las hadas a ese estado, su compañero sentimental. Al arqueólogo le hubieron de dar una carta personal en la cual figuraba un número de identidad omitido en su momento como consecuencia de un error inadvertido e involuntario por parte de los empleados que estuvieron a cargo de la confección de dichas cartas. También de cómo lo transformaron en un ser feérico, una recompensa por sus actos de heroísmo durante la Gran Catástrofe y, además, algo con lo que pudiera desenvolverse sin dificultades en todos los ámbitos de la sociedad de las hadas.
_Para contestar a esa pregunta tuya... no sé, en verdad. Podría ser la misma que ustedes dos... cuando mucho veintisiete o veintiocho - le dijo Dalia -, pero lo de las cartas... me parece más una equivocación que a la larga se pudo solucionar y terminó por ayudar a una persona - dirigió la vista al Cuidador -. Este es un caso diferente. Para hacerla corta y fácil, a la vista de todos y la mía propia soy una mujer adulta de no más de veintiocho años, pero legalmente un bebé recién nacido. Voy a tener que poner todo de mi parte para adaptarme a esa realidad tan compleja, y también mis hermanos.
Quiso abordar entonces, inmediatamente luego de saborear la primera galletita - un manjar, el primero de su vida. Con los ilios, apenas había probado pan y agua. Esos seres consideraron que para su cuarteto de creaciones nada era más importante que su tarea de proteger las urnas. Por eso, todo lo demás, los alimentos y bebidas en este caso, podían (y debían) quedar para un segundo plano -, el tema del alojamiento, algo que se encontraba entre lo prioritario y más urgente a resolver. Haciendo caso omiso a las primeras gotas de lluvia que ya empezaban a caer, otros sonidos y las voces del exterior (la vida nocturna había sufrido alteraciones en algunas circunstancias más que en otras), reiteró su agradecimiento porque le ofrecieron la posibilidad de quedarse en La Fragua 5-16-7. Dalia iba a vivir con Eduardo e Isabel (y Melisa) por lo pronto hasta que concluyera el mes, en cualquiera de los dos calendarios, lo hiciera o no la guerra en algún momento de los siguientes seis días. "Es un lujo", había sido su primera impresión, tanto de la fachada como de la sala, notando la pulga y el orden, lo que formaba parte de la vida doméstica de los seres feéricos. Y acto seguido habló a los anfitriones del lugar en que ella y sus hermanos fueran creados, del que únicamente conocieron dos áreas: una sala grande, en la que abrieran los ojos y tomaran conocimiento de su existencia, y la otra pequeña, al menos de la tercera parte de la superficie y altura, en la que los dirigentes ilios les impartieron sus órdenes y unas pocas palabras complementarias. Nuevamente recalcaron que esa era su prioridad, y no conocer el labio. Con eso, Dalia, Imeleuq, Jule y Taknu abandonaron las instalaciones al poco tiempo de concluir el complejo y secreto procedimiento que les diera la vida.
_Sabés donde se lo exactamente ese lugar, ese laboratorio o lo que sea, por casualidad? - le preguntó Eduardo, animándola a que no se conformara nada más que con una galletita. Evidentemente, concluyó, los ilios no habían sido nada amables ni simpáticos con ella, ni con los otros tres -. Eso nos ayudaría mucho.
Estaba plenamente consciente de la importancia de esta información. En tanto Isabel volvía a la cocina-comedor diario, empezó a pensar que esos laboratorios deberían figurar en la lista de blancos prioritarios
_Si - contestó Dalia -. Se lo dije a la reina Lili y el rey Elías cuando mis hermanos y yo estuvimos con ellos. Ese lugar está cerca de la frontera que comparten Alba del Este y del Centro, dentro del territorio esteño. Hay cincuenta monstruos mint-hu patrullando el perímetro.

De acuerdo a las explicaciones que dieran los hermanos, ya recuperados de las dolencias y heridas y más presentables (aseados y con ropa nueva y limpia), se trataba de una instalación no muy grande y más bien rudimentaria, de exactos cuatrocientos cincuenta metros por cuatrocientos cincuenta enclavada en una región semi desértica con algún que otro curso de agua disperso y pocas especies arbóreas, abundando, en cambio, las arbustivas, y estaba alejado de las grandes poblaciones feéricas y elementales. El lugar era el apropiado, concluyeron Dalia y los suyos, debido justamente a ese aislamiento, y a que nadie ajeno a la raza ilia sentía interés alguno por una elevación, la única, apenas pronunciada, en la que nunca, ni siquiera en esta compleja y peligrosa situación, pasaba algo que valiera la pena. "Le dijimos a los reyes dónde estaba", repitió la antigua defensora de Bagme, que instantes atrás había reiterado la falta de entusiasmo con que desempeñara esa tarea, agregando que tanto Lili cómo Elías le pidieron a Olaf, el jefe de la Guardia Real, y a los principales jerarcas militares que se pusieran en contacto con sus pares de Alba del Este y del Centro para organizar un ataque a ese lugar aislado, lo más pronto posible, y lo destruyeran hasta los cimientos, pues si querían tener oportunidades más firmes debía ser vital que los ilios no crearan más entes como Dalia.
_Hubiéramos ido mis hermanos y yo, y ese lugar no permanecía en pie más de cinco minutos, pero los reyes no quisieron - complementó la invitada, para quien no pasó desapercibido el musiquero, ni tampoco los cilindros a su lado, con canciones folclóricas, el género musical favorito de los anfitriones. A ese respecto, no necesitó emitir palabra alguna ni gesticular para que Eduardo se incorporara, colocando uno de los cilindros y encendía el aparato. Al instante, empezó a escucharse la música, tan enaltecedora de la cultura de las hadas -. Consideraron que en nuestro caso lo prioritario era... no sé, atender y sanar muestras heridas, por ejemplo. Y empezar cuanto antes con la inserción en la sociedad de las hadas. Y esa es una de las razones por las que no me opuse a venir a Barraca Sola con ustedes. Todo esto es nuevo para mí, y el conocimiento teórico era más bien rudimentario - cerró los ojos lentamente, algo que fue interpretado como una señal de que habría de gustarle esta nueva vida o etapa que estaba empezando para sus hermanos y ella -. Quisiera aprender todo cuanto antes. Es mucho y no quiero demorar un instante.
Pensó que podría empezar con todas las cosas que había en la sala, y no solo con el musiquero. Allí estaban las artesanías y pinturas también representativas de los seres feéricos, los candeleros dispuestos con una nueva figura geométrica en las paredes y a la misma altura del suelo, unos pocos libros y otras publicaciones ordenadas pulcramente en una repisa, y las paredes y el techo, con su perfecto estado de conservación, sin una sola filtración de humedad ni otros signos de deterioro. Era al mismo tiempo, y no se cansaría de repetirlo, tantas veces como fuera necesario, la antítesis del laboratorio de los ilios, en el que, además, la única "decoración" eran las pintadas propagandísticas que hacían ver a las otras especies elementales como la peor inmundicia. Guiándose solamente por eso, el lado correcto era este, al lado de los seres feéricos y no con los ilios.
Había sido una sugerencia del rey Elías el que estos cuatro entes desarrollaran una actividad de cualquiera de las que formaban parte del rico y enorme acervo cultural de las hadas. Con eso, habiéndolo aceptado con la mejor voluntad, porque sabían cuán importante era para ellos, Jule quiso ir con Zümsar a la Casa de la Luz para interiorizarse desde el principio sobre cuántos y cómo eran los trabajos en ese lugar grandioso, al mismo tiempo que aparecía cierta firmeza en su decisión de querer, profesional y laboralmente, convertirse en medica; a esa conclusión había llegado después de haber visto como los individuos de todas las especies, no solo las hadas, hacían todo cuanto estaba dentro de sus posibilidades para salvar a los suyos que iban quedando heridos, y luego de entender el enorme e impresionante valor que los seres feéricos, sus "congéneres", daban a la vida. Si sobrevivía a la confrontación definitiva contra los ilios y sus monstruos, la esperarían cinco años como estudiante antes de poder alcanzar esa meta. "Ya voy a poder encontrar a alguien que me acepte como pupila", había dicho al respecto al Cuidador de la MabDe (su futuro jefe)e Iris, antes que emprendieran el viaje al lugar grandioso en Nimhu. Taknu viviría una situación no muy distinta a esa, al tener que pasar esa instrucción tan exigente, ardua y compleja que para los aspirantes a agentes Qar'u se extendía por cuatro años, antes de poder formar parte de dicho y selecto grupo, y entonces lo habrían de asignar a uno de los cuarteles de esa fuerza en Insulandia, veinticuatro en total, uno de todos en la capital. No estaba preocupado por ese futuro que implicaba derrotar para siempre a los ilios, o, lo que era lo mismo, la idea de tener tareas livianas una vez que se hubiera convertido en profesional, pues en esa fuerza, al igual que la PoSe - la Policía Secreta, el servicio de inteligencia insular -, tenían como misión principal mantener vigilados a los ilios y tomar notas de cualquier cosa que consideran como potencialmente peligrosa para las hadas como grupos e individuos y para las otras especies elementales. Por su lado, Imeleuq, no bien terminara la guerra, no tendría otra cosa que hacer más que inscribirme en alguno de los clubes de balonmano para hacer aquello que lo cautivara desde el principio. Había ciento ochenta clubes en el reino insular.
_Vieron que si tienen oportunidades?. Hay otros caminos más bellos y agradables que el que les mostraron los ilios - remarcó Isabel, volviendo a la sala con tres platos, tres vasos y tres juegos de cubiertos, a los que dejó sobre la mesa -. Hablando franca y libremente, cualquier cosa es mejor que lo que pidieron o puedan ofrecer esos seres. En nuestra sociedad pueden elegir en qué ocuparse, donde vivir... lo que se les ocurra. Lo que sea y lo que quieran. Lo pudiste ver y confirmar con decenas de ejemplos. Primero en tu viaje desde el laboratorio hasta Lome, y después desde allí hasta Del Sol. Y en esta misma. Eduardo y yo vamos a mostrarte más el día de mañana.
Distribuyó un juego - vaso, plato, cuchillo, tenedor y cuchara - a cada comensal y separó uno para ella.
_Cómo?., quiso saber Dalia.
Hizo a un lado los entremeses "sobrevivientes", pues el plato principal llegaría de un momento a otro. Entre los dos, sería definitivamente más comida que la que recibiera de los ilios.
_Vamos a ir al Vinhäe no bien hayamos terminado el desayuno - le informó el Cuidador -, ese es nuestro lugar, y es donde tenemos que estar. Es un blanco para los ilios, y nuestra hija se encuentra allí. Isabel y yo consideramos, y no nos equivocamos, que se trataba de un lugar más seguro para ella, para que permanezca, en tanto continúe esta guerra. Y, demás está decirlo, Melisa es la principal de las razones por las que queremos ir tan temprano.

El y su compañera ya habían decidido levantarse antes de las cinco, quedar aseados, calzados y vestidos no después de las cinco y diez o y cuarto, terminar el desayuno a más tardar a las seis menos cuarto e irse de La Fragua 5-16-7 al escuchar la campanada que anunciara el fin del primer cuarto del veintiséis de Enero / Baui número veintiséis. Allí pensaban quedarse hasta que el satélite natural y las estrellas se hubieran asentado. Estarían acompañándolos por Iulí (por lógica también por Ibequgi), quien ya podría respirar aliviada, al haberse enterado que sus hijas y yernos pudieron volver de sus peligrosas misiones con vida. Por su parte, Dalia debería ir a mitad de la tarde a Plaza Central, pues para ese momento los expertos tendrían listo el compuesto para transformar en seres feéricos a ella misma, Jule, Taknu e Imeleuq.



“La cena está lista”, anunció Isabel, otra vez en la sala, ahora llevando una fuente repleta de comida, la suficiente para que cada uno repitiera el plato al menos dos veces. Se sirvieron porciones generosas, convencidos de que tanto alimento habría de servirles para dormir como lirones, algo que los dirigentes del Templo del Agua necesitaban con urgencia y se merecían. Tras servirse una porción y espolvorearle queso rallado en abundancia, Dalia preguntó:
_¿Qué vamos a hacer Imeleuq y yo?, somos los únicos que no vamos a tener una ocupación – la comida le pareció un manjar. Lo sería cualquier cosa si lo comparaba con el pan viejo que le dieran los ilios, que además no había sido mucho, sino más bien lo contrario –. Taknu se unió a las fuerzas especiales, a los Qar´u, y para mañana a la tarde, después de la reunión con los expertos primero y los reyes después – porque habría un encuentro posterior con Lili y Elías –, le van a dar su primera encomienda, y Jule va a encontrarse ocupada interiorizándose acerca de las administrativas y otras tareas en la Casa de la Luz. Al terminar la tercera pieza, el anfitrión apagó el musiquero. Ninguno le prestaría atención a la música, habiendo esta conversación que los mantendría ocupados hasta que se fueran a dormir.
_Supongo que esperar, dado que sus ocupaciones, eso a lo que se quieren dedicar, no se relaciona con la situación que estamos viviendo – le contestó Isabel, antes de ingerir el primer bocado de esa exquisita comida, cubierta con salsa roja. Tras ello, confirmando que Dalia tuvo razón al pensar que era un manjar, lo cual le notó en la cara, completo –. Pueden colaborar con nosotros, porque nos hacen mucha falta guerreros fuertes que nos den una mano en las batallas contra los monstruos, que parecen venir en cantidades cada vez mayores con cada nueva aparición que hacen. Podemos enfrentar y eliminar a los ilios sin dificultades ni grandes despliegues, pero los otros requieren de… ¿cómo lo digo?... ciertos esfuerzos adicionales.
Lamentó que la mayoría de los seres feéricos no se encontrara en las mejores condiciones para eso, sostener batallas de esa magnitud. Prácticamente ningún hada había sentido alguna vez la necesidad de volverse más fuerte, considerando la enorme infrecuencia de las guerras entre si y contra otras especies elementales – de estas, la última era anterior al Primer Encuentro – y que la última contienda contra los ilios databa de hacía más de cinco mil años. Como resultado de esa “despreocupación”, muy pocos individuos de la raza feérica estaban en condiciones de sostener un enfrentamiento más prolongado o menos contra cualquiera de los monstruos y destruirlo en pocos segundos. Muchas hadas apenas si recurrían a su técnica de la transformación, mucho menos a la forma combinada, y ni hablar de las condiciones de Selectas o Altas Selectas. Los combates y batallas que se desarrollaban en lo que iba de este mes apenas dieron cuenta, entre todos, de menos de quinientos individuos a nivel planetario que fueron capaces (lo bastante fuertes) de alcanzar una de esas condiciones, y por períodos de tiempo no muy prolongados, justamente como consecuencia de la falta de práctica y costumbre.
_La clave está en saber formar grupos, me parece, y no tanto en lo poderoso que pueda ser un individuo en particular – discrepó Dalia, disfrutando todo cuanto podía de este exquisito manjar. Era seguro, advirtieron ambos anfitriones, que habrían de verla repitiendo, y no la podían culpar. Había pasado hambre con los ilios –. Lo vieron en Lome, ¿se acuerdan?. Por un lado, yo soy definitivamente más fuerte que los mint-hu, los más fuertes de los monstruos. Por otro lado, si ustedes dos, Lara y Lidia hubieran peleado contra mi solos, sin depender de la ayuda de los demás, habrían sido derrotados sin ninguna dificultad, y visto, aunque fuera una posibilidad remotísima, el momento de cruzar al otro lado de la puerta. Es el mismo caso que esos hombres y mujeres que lucharon contra mis hermanos  - el jugo de naranja, concluyó, también era una delicia –. Supongo que lo más que hubieran podido causarnos habrían sido una o dos heridas cortantes absolutamente insignificantes y nada más… perdón si eso los desanimó – se quiso disculpar –. Pero, en grupo, lograron el triunfo.
Dedicó unas pocas palabras para elogiar el desempeño de Akmi y Lina contra Jule en bagme, Qumi, Zümsar y Atilio, a quienes un rato después se les uniera Iris, contra Taknu en Iluria, y Keivn, Marina, Cristal y el príncipe Taynaq contra Imeleuq en Yoine. La decena de individuos, obrando constantemente como un equipo, lograron superar a rivales más fuertes. “No cuenta que mis hermanos y yo hayamos peleado sin tanto entusiasmo” – quiso aclarar Dalia, explicando que eso,  en estos casos, no había sido un factor que influyera en el resultado de los enfrentamientos –, “ganaron porque fueron un equipo y porque se lo propusieron”.
_¿Pensás que, por ejemplo, diez personas que apenas pueden acceder a su forma natural serían eventualmente capaces de destruir a un minhu?., inquirió Eduardo.
El mismo sabía, porque lo había visto con sus propios ojos, de que hablaba Dalia. Era a causa de eso que había impuesto la obligatoriedad de las prácticas en los gimnasios del Templo del Agua para su personal, con el propósito de que estuvieran preparados y listos para luchar contra enemigos poderosos cuando estos se presentaran. La urgencia de esta guerra de escala mundial, sin embargo, hacía que el tiempo que los empleados de uno y otro sexo le dedicaran a practicar, ensayar y entrenarse cada día fuera mínimo, porque la tensión y los temores se sentían en el aire y todos sostenían que habría un nuevo ataque de un momento a otro. Consideraban (Eduardo e Isabel también, en cierta forma) que era más urgente permanecer en sus posiciones, listos para la batalla y defensa del lugar grandioso, con el nivel de fuerza que poseyeran, que estar en los gimnasios, más concentrados en el adiestramiento que en lo que pudiera ocurrir en el exterior de las estructuras. Kevin, Lidia, Marina y Qumi, con sus respectivos segundos al mando (Cristal, Lara, el príncipe Taynaq y Atilio), tenían planteos similares, y de seguro los tendrían Zümsar, Akmi y Lina en tanto durara la guerra, porque los lugares grandiosos eran blancos prioritarios para los ilios.
_Si, lo pienso, y también lo sostengo – contestó Dalia, convencida –. Además, ya hubo precedentes, en varios lugares del mundo, ¿no?. Los reportes que entregan los mensajeros y eso… mientras veníamos para acá, escuché que un grupo de hadas inexpertas en algún lugar de este continente pudo reducir a escombros a dos monstruos, un mï-nuq y un uc-nuq.
_Lo sabemos – apuntó Isabel – Eduardo y yo también lo oímos.
A pocos minutos de su vuelta a la Ciudad Del Sol, escucharon, adoptando al principio cierto escepticismo, la historia de siete individuos que recién estaban entrando en la adolescencia, cinco hombres y dos mujeres, quienes, sin experiencia en combate (ni en la vida), se las habían ingeniado para acribillar con decenas de descargas a ese par de oponentes, destruyéndolos con un esfuerzo escaso al cabo de menos de cinco minutos, después de haberlos descubierto intentando demoler dos atalayas y eliminado a las hadas guardianas que hubieron de estar en ellas. El evento, ocurrido pasadas las veintiuna horas de ayer en el sur del territorio nimhuit, había sido rápidamente divulgado por todos los rincones de ese país, y ya estaba corriendo por los otros reinos centrálicos, y pronto lo haría en los nueve restantes. Por supuesto, la hazaña ya estaba siendo usada como inspiración por y para otros: que media catorcena de adolescentes de no más de quince años hubieran destruido a un par de monstruos que podrían tranquilamente representar un reto para los seres feéricos mejor entrenados y con experiencia sería, muy pocos lo dudaron, uno de los hechos destacados de esta guerra.
_Allí tienen los dos una prueba sólida – insistió Dalia –. Las cosas que se pueden hacer o lograr en grupo son lo que en definitiva van a traer como consecuencia el triunfo. ¿Pensaron que este colapso en que están sumidos los ilios se debe solo a su inferioridad numérica y lo fuertes que por si solos son sus enemigos?. Si es así, ambos se equivocaron.

Y los ilustró respecto a eso, diciéndoles que si bien era cierto que estaban combatiendo por una misma causa – la supremacía racial ilia y, por consiguiente, la dominación total del mundo –, los enemigos carecían de una apropiada coordinación y movimientos sincronizados en cada ataque que emprendían. Sería ese uno de los factores que, eventualmente, los conduciría a la derrota. Los ilios no eran capaces de conservar el orden una vez que entablaban la batalla, y eso se debía al temor con que peleaban contra enemigos que los podían superar en fuerza, número o ambos, y también a que no se detenían a analizar la situación, estudiando nuevas tácticas y estrategias, a que se descontrolaban con facilidad y al hecho de que casi nunca se detenían a velar por ni a poner a salvo  sus heridos, porque los líderes ilios consideraban que si no se podían poner de pie ni valerse por sí mismos no tenía sentido que continuaran adelante, pues con eso serían una carga que impediría a los demás completar su suprema ambición. De esa manera, casi todos los combatientes ilios que iban cayendo heridos, con heridas más o menos graves, quedaban con dos alternativas: el suicidio con un método instantáneo, para lo cual recurrían a las cápsulas con veneno que cargaban siempre consigo (cianuro, que actuaba en menos de cinco segundos), o la captura, y los heridos querían evitar esta opción, ya que supondría que podrían caer víctimas de esa técnica de la legeremancia, que dominaban algunas hadas, con la cual podrían extraer toda clase de información relativa a la guerra del lado de los ilios.

_Y como si no tuvieran suficientes problemas, ahora les tiene que hacer frente a cuatro guerreros que ellos pensaron que les iban a inclinar la balanza a su favor y resolver una parte importante de sus problemas, cuando no todos – dijo el Cuidador, luego de la ingesta de otro bocado –. Los crearon con la idea de que eliminaran sin complicaciones a nosotros, los seres feéricos más fuertes, y al final tus hermanos y vos terminaron abandonándolos.
_Con eso quedamos mucho más cerca de volver realidad nuestro deseo – completó Isabel –, sobre que la guerra va a terminar en cuestión de días.
“Eso sin contar el contenido de las urnas”, pensó, llenando nuevamente su vaso hasta el tope.
_Imeleuq, Jule, Taknu y yo vamos a contribuir con eso – se comprometió Dalia, hablando también por sus hermanos –. Una vez que los expertos de LAMISE y COMDE nos hayan convertido mañana, vamos a ofrecernos para atacar los baluartes ilios, e insistir con hacernos cargo de la destrucción del laboratorio en que nos crearon. Sabemos que si vamos nosotros cuatro van a salvarse muchas vidas – y quiso entonces cambiar de tema , para darse el gusto de decir –… aun sonando repetitiva, les agradezco lo que hicieron y van a hacer por nosotros cuatro, y en mi caso particular esto. Esta comida es excelente.
Y, al final, quiso repetir.
_De nada, aunque no tenés que hacerlo. Es nuestra obligación., dijo la anfitriona, que propuso mediante un simple gesto manual dejar ese tema momentáneamente a un lado.
Abordaron el de este alojamiento temporal, y le dijeron a Dalia que en cuanto terminaran la cena le mostrarían uno por uno todos los ambiente, y que tendría a su completa disposición uno de los dormitorios secundarios, contiguo al principal. “No te vamos a culpar si querés dormir algún día hasta tarde”, le dijo Isabel, en tanto Eduardo le indicaba que podía tomar la comida que quisiera, leer lo que le viniera en gana (en La Fragua 5-16-7 había decenas de libros y otras publicaciones), usar el musiquero u otro divertimento e incluso, si se llegaba a dar la oportunidad, recibir visitas. La segunda al mando del Templo del Agua  le hizo saber que ante dudas o problemas que pudieran surgir podría contar también con la ayuda de sus padres; Wilson e Iulí, quienes vivían al otro lado de la calle.

 A la mañana siguiente, tal cual lo dijeron (prometieron), los tres estuvieron listos para salir antes de llegadas las seis en punto, preparados para soportar el calor constante (mangas cortas y ropa liviana, Isabel y Dalia eran del mismo talle), que prácticamente era el mismo que en la jornada de ayer, y los peligros propios de la alarmante situación que estaban viviendo. Al asomar al exterior, una expresión alegre se dibujó en la cara de los tres, al notar el cielo, que empezaba a despejarse. La lluvia había finalizado en algún momento de la madrugada, aunque ahora estaban presentes como consecuencia unos pocos y leves destrozos en las inmediaciones, como unas pocas ramas caídas y anegamientos, esos barriales ya característicos que se formaban inmediatamente después de las lluvias o durante estas. “Eso queda solucionado en unas pocas horas, no tenemos razón para preocuparnos, ni tampoco los transportistas”, dijo el Cuidador a Dalia, sabiendo que luego de fenómenos meteorológicos como este pasaban las cuadrillas mixtas, formadas por personal de los Consejos DCS, EMARN e IO – Desarrollo Comunitario y Social; Ecología, Medio Ambiente y Recursos Naturales e Infraestructura y Obras – para dejar presentables y transitables a los caminos, pues estos eran vitalísimos para el reino. Y esta vez, aun con la realidad que significaba la guerra, no sería una excepción. "Me gusta eso", opinó la invitada, consciente de que las miradas se detenían brevemente en ella, advirtiendo que su historia ya se había dado a conocer (los ojos masculinos, además, reparaban en su aspecto físico... incluida esa parte abajo de su cuello). Vio que el enfrentamiento no causaba mella, al menos no tanto, no tan evidente, en el estilo de vida de las hadas. "De los nuestros", tradujo. "Así fue siempre", agregó Isabel, conociendo que durante cada una de las guerras vividas y peleadas antes y después del Primer Encuentro los seres feéricos siempre hubieron de hacer hasta lo imposible porque su día a día no sufriera alteraciones, al menos no tantas ni tan evidentes. Y era justamente por eso que hoy, pese a tratarse esta de la guerra definitiva contra los ilios, las hadas y otros seres elementales le dedicaban el tiempo, aunque por supuesto no todo el que quisieran y tomando todas las precauciones, a aspectos culturales tales como los deportes, las representaciones artísticas teatrales (obras de teatro), eventos sociales de todo tipo (casamientos, reuniones empresariales, turismo...) y, en este caso al que se refiriera Dalia, el mantenimiento de la red de caminos. "Estás lista para esto?", le preguntó Eduardo, pues partirían dentro de cinco minutos, luego que Wilson hubiera vuelto a su casa, en La Fragua 5-11-8. Querían asegurarse, especialmente su hija, de que llegara sano y salvo de su trabajo como voluntario en la defensa de uno de los puntos de acceso a la Ciudad Del Sol. "Si, lo estoy" - aseguró Dalia, para quien estaba empezando la nueva vida, tal cual se lo prometieran sus congéneres en la tarde de ayer -, "pero me estoy sintiendo rara. Hablo de lo emocional". "Es lo normal, no te preocupes. Yo sentí lo que en los primeros días", dijo el Cuidador, intentando tranquilizarla, detectándose a su suegro aparecer desde las alturas, en tanto preferían ocupar unos pocos minutos con los saludos formales y tradicionales matutinos, una de las demostraciones familiares más conocidas (Dalia descubrió una de las costumbres más arraigadas de las hadas, en particular en estos grupos), además de aprovechar las circunstancias para la presentación formal de la antigua defensora de Lome, Dalia asumió que tendría que recorrer un camino muy largo antes de poder considerarse ella misma como un ser feérico, porque, luego de meditarlo, lo estuvo haciendo desde que estrenara la cama en uno de los dormitorios secundarios en las últimas horas de ayer, llegó a la conclusión de que no sería suficiente con el hechizo que le aplicarían en la tarde de hoy. "Lo mismo mis hermanos", pensó, contenta por haber conocido a este nuevo vecino temporal (Wilson también le había prometido cualquier ayuda que pudiera necesitar), quien estuvo satisfecho al no haber tenido otra cosa que hacer más que asegurar el envío de suministros médicos a la periferia de Del Sol en esta nueva asignación, porque eso significaba, dijo el, que los ilios aún no se atrevían a atacar la capital, y por consiguiente, decenas, cuando no centenas, de vidas feéricas y elementales se podían salvar. Dalia, en su caso, en un intento por disponer de cualquier cosa que le pudiera servir para este aprendizaje, había consignado en un cuaderno todas las experiencias que viviera e impresiones que se llevara en la jornada de ayer, subrayando palabras, conceptos e ideas que, juzgó, le podrían ser útiles en más de un aspecto, a todos los plazos. "Es lo mismo que el hizo" - indicó Isabel a Dalia, señalando con la vista a su marido, quien observaba detenidamente el suelo, el movimiento despreocupado no solo en las apariencias (nadie olvidaba que estaban en guerra) de las hadas y otros seres elementales -. "Tu caso no va a ser distinto.

Al llegar a la puerta espacial, se encontraron con que esta estaba fuera de servicio, y, tal cual lo informara una de las hadas guardianas establecidas allí para vigilarla, todas lo estaban. No fueron Eduardo, Isabel y Dalia los únicos sorprendidos por esa situación, porque en ese punto de Barraca Sola hubieron de congregarse no menos de dos centenas de individuos, la mayoría feéricos, todos preguntándose qué habría pasado. Afortunadamente, no era ninguna desgracia, como supusieron, sino que se trataba de una medida de seguridad, pues hacía pocos minutos se había confirmado que el enemigo había hecho uso por vez primera de las puertas, en un intento por llegar a la ciudad capital de Austronesia - "Marina y Taynaq", fue lo primero que pensaron, preocupados, los líderes del Vinhäe -. El intento había sido abortado y los atacantes no vivieron para ver otro día, pero el evento resultó ser lo que necesitaron los miembros del CSP y la ME para ordenar que el servicio de puertas espaciales fuera acortado a seis horas diarias desde las dos hasta las cinco y de catorce a diecisiete, en el caso de Insulandia. "El movimiento es menor en esas dos franjas", advirtió Isabel, refiriéndose a la escasa cantidad de peatones y transportistas que las usaban para cubrir enormes distancias en un instante, y comprendiendo que no les quedaba otra alternativa para llegar al lugar grandioso más que volar, con lo que tardarían un poco más de tres horas en cubrir la distancia que los separaba de su destino. "En ese caso, mejor nos vamos ahora", sugirió Eduardo, consciente de que una velocidad que les resultara cómoda a ellos, porque podían alcanzarla sin problemas, era la de dos mil cien kilómetros por hora. "Es la que puedo alcanzar yo", añadió Dalia, con lo que, en tanto remontaban el vuelo, sería la indicada para que los tres llegasen a su destino al mismo tiempo. "Nos vamos", corearon, y ascendieron unos cuantos metros en línea recta antes de emprender el viaje en dirección al noroeste.

Volaban muy alto.

Lo suficiente como para que cualquiera por tierra o agua asumiera que no los podrían ver, o que tendrían dificultades para distinguirlos desde semejante altura.

... incluidos los ilios y sus monstruos.

Por su disposición hicieron acordar a los desfiles militares, estos tan arraigados en el acervo cultural de las hadas en todo el mundo. Eran cuadrículas. Estaban integradas por doscientos combatientes dispuestos en columnas de veinte, y cada una estaba fuertemente custodiada por una docena de monstruos, tres a cada lado y la misma cantidad en la retaguardia y la vanguardia. "Son muchos", dijo Isabel, entendiendo que el Vinhäe, esta vez, podía esperar, pues era más urgente detener a esta enorme marea enemiga conformada por ocho mil ilios bien armados, que formaban cuarenta cuadrículas, y cuatrocientos ochenta monstruos. "Multiplicando, las cosas parecen peor", lamentó Eduardo, lanzándose en picado contra los enemigos, con unos cuantos rayos para detener su avance, en tanto Isabel y Dalia se perdían en los alrededores para alertar sobre el ataque a cualquiera que pudiera estar en las inmediaciones. La disposición tan particular e inusual de los ilios y los mint-hu hizo suponer al Cuidador del Templo del Agua que no pensaban atacar un objetivo específico, sino destruir todo lo que tuvieran a su paso, y eliminar a todos los que se les opusieran, fueran o no combatientes y sin que importara su raza. Estudiando rápidamente lo que había por delante, Eduardo advirtió la presencia de numerosas estructuras, incluidas cinco aldeas, que estaban en peligro, porque esas cuadrículas avanzaban abarcando un frente de varias decenas de metros. "Supongo que con esto va a ser suficiente", calculó, transformándose en Alto Selecto y arremetiendo contra una de las cuadrículas. En esta, todos los ilios lanzaron sus flechas y lanzas, pero fue nulo el daño, pues las pocas que hicieron impacto simplemente atravesaron al Cuidador y se perdieron en la distancia. Los mint-hu atacaron con la sucesión de golpes con ambos puños, pero el efecto fue inicialmente el mismo y peor, porque, al estar Eduardo constituido por agua, era absolutamente nocivo para los enemigos, pues estos no poseían defensas, al haber sido creados con piedra. Pronto se armó allí una nueva batalla, porque al Cuidador se le sumaron un regimiento compuesto por tropas de varias divisiones (arqueros, ballesteros, lanceros, granaderos...), que llegaban a dos centenas y cuarto de hadas guardianas, y una cincuentena de voluntarios que se hallaban en las adyacencias entre varias razas elementales, una bandada de ornímodos, que estando transformados, sujetaron a uno o dos monstruos cada uno, para luego dejarlos caer desde una altura determinada sobre los ilios. A los pocos minutos, Isabel también se sumó a la batalla, asumiendo su condición de Alta Selecta y recurriendo a los látigos de fuego, una de sus técnicas favoritas, para atrapar a un par de ilios, a quienes se les hubieron de terminar los problemas casi al instante. "Dalia está ocupándose de las evacuaciones" - informó a su marido, y agregó, con tono de alarma -. "Vimos tres instalaciones médicas más adelante, y están abarrotados de heridos". "Razón demás para no demorar un instante", dijo Eduardo, eliminando a otros cinco atacantes con una única descarga. Todos cuantos estaban peleando allí comprendieron cuan importante era impedir el avance de los ilios y sus monstruos, de manera que se fijaron como meta reunirlos y cercarlos en un área no muy grande, porque, como otras veces, su prioridad era impedir que extendieran la destrucción, el caos y la muerte más de lo que ya lo habían hecho. Las hadas guardianas y los voluntarios formaron una sólida barrera, atacando a los enemigos con múltiples descargas y armas, en tanto los jefes del Vinhäe se ocupaban de los mint-hu. "Podríamos probar la teoría de Dalia, pero son muchos", observó Isabel, quien con Eduardo crearon una nube de ese caliente vapor - combinaron el fuego con el agua -, lanzándola contra dos monstruos que vieron sus existencia terminarse al desgastarse fenomenalmente rápido su material constitutivo. Eduardo pensó que eso podría ser cierto si fueran los monstruos dos o tres, cuando mucho cuatro, pero eran más de cuatrocientos los que protegían a los ilios, y todos habían sido creados con el propósito de asesinar y destruir. El Cuidador pensó que para lograr una hazaña como esa, que un grupo de seres feéricos sin experiencia en combate o con una preparación más bien básica, deberían practicar todo el tiempo que fuera necesario, antes de estar en las reales condiciones de poder enfrentar a los monstruos más poderosos. "Es cierto, hoy no va a poder ser", reafirmó el Cuidador. La batalla pronto empezó a mostrar las primeras señales de que habría de extenderse, porque no importaba que más seres feéricos y elementales fueran sumándose, los enemigos tenían cierta superioridad numérica, en lo cual radicaba una de sus ventajas (apostaban mucho a eso), y estaban usando su arsenal completo, no solo sus armas convencionales sino también aquellas que desarrollaran en secreto, y cuya existencia de descubriera por casualidad, al caer el manifiesto en poder de un puñado de expertos que lograron descifrar sus mensajes. Allí estaban exhibiendo los guantes con los que podían absorber temporalmente los poderes y habilidades de otros seres elementales, incluidas las hadas; los bastones que disparaban descargas; los potenciadores de cualidades y las píldoras que duplicaban o triplicaban su fuerza, y a nadie le cabían dudas de que los ilios que iban quedando con vida tomaban para si la energía de sus congéneres que fallecían. Estaban atacando con violencia y ferocidad tales que les hizo suponer a todos que combatirían hasta la muerte. "Esto es normal?", se extrañó el Cuidador del Vinhäe, en relación al modo con que estaban lanzándose contra todos los que se encontraban a su alcance. "No lo creo, y se por qué está pasando" - contestó Isabel -, "por la posibilidad de que sepamos cómo usar el contenido de las urnas". Eduardo concluyó que eso era cierto, aunque no la única causa. Imaginaba, creyendo estar en lo correcto, que los ilios necesitaban con urgencia causar un golpe de efecto, algo que levantara la moral y los ánimos en la totalidad de su pueblo, pues hasta ahora solo habían conocido la derrota en cada uno de los enfrentamientos en los que participaron, de eso se habían ocupado individuos excepcionalmente fuertes, como los Cuidadores, otro dolor de cabeza para ellos: eran cuatro a inicios del año y en cuestión de días esa cifra había subido al doble. "Algunos de los nuestros y nosotros estamos limitados... eso no es bueno", lamentó Isabel, reduciendo a otro monstruo a escombros humeantes gracias al remolino de fuego, en tanto Dalia se sumaba a la lucha, anunciando mediante gestos que un destacamento de hadas guardianas la había relevado en eso de las evacuaciones. "Es lo mismo que pasó en el edificio del CSP", convalidó Eduardo, analizando la situación.  Ellos dos, y al menos otra docena y media de hadas, podrían aplastar a cada uno de los enemigos con los que estaban sosteniendo este enfrentamiento en pocos minutos, no más de un sexto o un quinto de hora, si luchaban con sus capacidades al máximo, pero si hacían tal cosa exponían al peligro a los combates propios. Era lo mismo que imposibilitaba a Dalia para usar su más poderosa y mortífera técnica: cubrir con un manto de oscuridad una determinada área y en esta transformar el aire en un veneno mortal. "Hagámoslo entonces con el método clásico" - aceptó ella, destrozando los huesos de dos ilios a los que detuvo en seco con las manos -, con paciencia y algo de tiempo". Y accedió a su forma natural, aumentando su capacidad de hacer daño. Viendo al amenazante reptil ave arremeter contra otro tanto de los ilios, las hadas empezaron a imitarla, entre estos el Cuidador del Vinhäe, quien, siendo ya ese gigantesco monstruo cetáceo, se lanzó de lleno contra los mint-hu, a los que el común de las opiniones y expresiones definían como el mayor de los problemas allí, porque eran demasiados y muy fuertes. Eduardo tuvo de su lado a una bandada de ornímodos y una manada de nagas, los más altos (y musculosos, una combinación en extremo útil en estas circunstancias) de los seres elementales, que conjuntaban una treintena de guerreros muy bien preparados y entrenados, y entre todos cargaron contra los mint-hu, a los que hicieron saltar por los aires con los impactos - "Una bola golpeándose a los pinos", comparó el Cuidador, pensando en el juego de boliche, tan popular también entre las hadas - y los que se partieron en decenas de fragmentos con esa acción primero y luego al dar contra el suelo. "Aceleremos el fin de los mint-hu", propuso Isabel, pidiendo a un grupo de feéricos cerca de ella que se concentraran y dirigieran sus ataques hacia un único punto en la estructura corporal de los monstruos, pues los destruirían de a uno por vez, ahora que la segunda al mando del Templo del Agua había decidido, al fin, llevar de la teoría a la práctica la idea de Dalia. "Te convenciste, eh?", se mostró ella, alegre, uniéndose a otro grupo para hacer exámenes lo mismo. "No tenemos alternativa", dijo Isabel, sabiendo que si no hacían algo pronto las bajas y los heridos aumentarían, y con eso la posibilidad de que los enemigos que sobrevivieran, mint-hu e ilios por igual, se perdieran en la distancia y reanudaran su misión de destruir y asesinar. Las mujeres simularon hasta el último instante que iban a formar parte de los grupos, para infundir confianzas en sus miembros, y cuando lanzaron las descargas, Isabel y Dalia lo hicieron en otra dirección, hacia otros dos de los monstruos que se estuvieron acercando. Las hadas en los grupos impactaron en los mismos lugares a ese par de mint-hu, a uno de ellos en el vientre y al otro en el hombro izquierdo, y, para su asombro, porque no creyeron que serían lo suficientemente poderosas para lograrlo, asestaron daños graves a los monstruos, ante lo cual estos decidieran aplicar su técnica definitiva, la autodestrucción, sabiendo que se llevarían varias vidas con eso, reduciéndose así el peligro para sus pares y sus creadores. "Vamos!", corearon Isabel y Dalia al unísono, al advertir lo que ambos enemigos estaban por hacer, y, con una gran cantidad de energía, crearon dos esferas con las que envolvieron a los monstruos, logrando que los fragmentos, ondas expansiva de y otros efectos de las explosiones no se extendieran más allá de esos dos a tres metros de diámetro. "Así es como tienen que hacer para destruir a los monstruos, a estos y a los otros!", proclamó el Cuidador del Templo del Agua, descartando los restos de un minhu que tenía entre los dedos, dirigiendo esas palabras a todos cuantos se encontraban cerca suyo, contento al haber visto como se demostraba el postulado de la antigua defensora de Lome, sobre que esos seres feéricos sin explicación eventualmente podrían destruir a los enemigos más fuertes. Ese hecho, enemigos o individuos inferiores en fuerza destruyendo a los mint-hu, fue otro notable envión anímico para todos cuantos estaban peleando contra los monstruos e ilios, y otro desastre para estos, quienes veían caer su número sin pausas. Habían pasado alrededor de treinta minutos desde que Eduardo, Isabel y Dalia detectaran a los atacantes. Nadie le estaba presentando atención al tiempo transcurrido, y desde ese momento los ilios habían visto caer su número de ocho mil a menos de la mitad, y los mint-hu de cuatrocientos ochenta a trescientos ochenta y cuatro (cincuenta u veinte por ciento, respectivamente), habiendo, por el contrario, aumentado la cantidad de oponentes, de los doscientos sesenta y ocho iniciales a más de seiscientos, un incremento superior a los cien puntos porcentuales. También, mirándolos, los jefes del Vinhäe, volvieron a advertir como los ilios se veían perjudicados al no poder mantener la concentración ni la coordinación. Estaban desesperándose más y más con cada minuto que transcurría y eso les impedía estudiar la situación con el suficiente detenimiento en procura de maximizar sus posibilidades, y al reparar en ese detalle comprobaron sus oponentes que el otro postulado era también correcto: los ilios no eran capaces de mantener la serenidad cuando más lo necesitaban ni obraban como un equipo, justamente lo contrario a lo que hacían las hadas y otros seres elementales. "Tampoco lo hicieron en la Guerra de los Veintiocho", dijo Isabel a su marido, al pasar junto a él, trayendo brevemente al presente ese recuerdo, el de los ilios actuando incorrectamente. Y ese comportamiento era uno de los factores que únicamente les había hecho sufrir una derrota atrás de otra desde principios del mes. "Mal empezaron y mal van a terminar", sentenció Eduardo, destruyendo sin esfuerzo a otro minhu, y quiénes estuvieron cerca suyo convalidaron esas palabras, reparando en como empezara el año para los ilios. Era cierto que estos llevaban miles de años amasando un gigantesco plan para dominar el mundo, empezando con el oeste-noroeste centrálico, desarrollando todo tipo de armas y asegurándonos de no dejar ningún cabo suelto, para que cuando el momento indicado al fin llegara su suprema ambición se convirtiera en realidad, sin que cualquiera de sus enemigos tuviera tiempo para reaccionar. La vuelta de la Cuidadora del Hogar de la Tierra, Qumi, había sido el factor clave para comprender su situación actual. Fue un evento absolutamente imprevisto e impensable que hizo que tuvieran que adelantar abruptamente sus planes, temiendo que el hada compartiera aquel secreto que eventualmente podría estropearlos y causarles un golpe del que nunca podrían recuperarse: la ubicación del manifiesto, al que hasta ese momento se había considerado como una invención de los individuos que llevaban el sentimiento anti ilio como una bandera irrenunciable. En su desesperación, se convencieron de que el asesinato de Qumi era, sino la única, la mejor de las opciones, pues así se mantendría a salvo uno de sus mayores secretos, el cual, de salir a la luz (cabía esa posibilidad), conduciría a otros. Y eso exactamente había pasado. Las hadas recuperaron el manifiesto en el Oi-Kal, uno de los siete templos antiguos, ese material los condujo a la obtención de los fragmentos del pergamino, algo además facilitado por la información aportada por algunos de los ilios capturados - no tenían defensas contra la técnica de la legeremancia -, y estos a las urnas con los huesos y bienes materiales de los líderes originales. La pesadilla de los ilios se había vuelto realidad, y asentado, además, con los Cuidadores; no solo estaban los seis que podrían arruinar sus planes, sin importar la complejidad de estos, sino además los de la SeNu y la PeNu. Sus posibilidades de éxito se habían agotado casi en su totalidad y no les quedaba otra cosa que seguir la lucha, confiando en que la situación diera un giro. En este enfrentamiento, como en cualquiera de los anteriores, hadas y elementales llevaron la delantera e iniciativa desde el principio y los ilios poco, muy poco o nada pudieron hacer para revertir la situación. Uno a uno fueron cayendo los invasores, tanto por acción del común de sus oponentes como por sus propios y múltiples errores, y llegaron los ilios a la conclusión de que su mejor opción continuaban siendo los mint-hu, quienes tenían la fortaleza suficiente como para resistir los embates, pero esos monstruos tampoco estaban teniendo el éxito que hiciera pensar a sus creado que el giro en la situación era posible. Cumplidos los dos tercios de hora desde que empezara la batalla, las cifras de monstruos e ilios se habían reducido a trescientos diez y mil novecientos, respectivamente, y el sólido frente había impedido que se extendieran por un área mayor a los cinco kilómetros cuadrados desde el punto en que el Cuidador del Vinhäe lanzara la primera descarga. El suelo había quedado cubierto por los restos de los monstruos destruidos, con evidencia de toda clase de daños, la mayoría obra de Dalia y los mandamases del lugar grandioso. Los cuerpos de los ilios caídos yacían acá y allá, con lo cual sus oponentes tuvieron otra señal para confirmar que los que sobrevivían no tenían, al menos no lo demostraban, respeto por sus muertos. "Son ilios, no podemos esperar otra cosa", puntualizó Eduardo, aprovechando la oportunidad de destruir a múltiples enemigos con un único ataque, al moverse las hadas y elementales y dejar el área despejada, y once ilios y dos mint-hu sucumbieron ante su descarga. "Por eso nunca pudieron alcanzar el mismo desarrollo que nosotros", agregó Isabel, cuyo remolino de fuego cortó todas las esperanzas para otros tres monstruos y una catorcena de ilios, y observaron (escucharon) como Dalia exclamaba a los cuatro vientos a sus congéneres y otros seres elementales que se apartaran, pues estaba determinada a poner fin al enfrentamiento. "Pensás lo mismo que yo?", preguntó Eduardo a su compañera, en tanto ambos ayudaban a un grupo de combatientes heridos, muchos por obra de los monstruos. Al menos cuatro centenas de ilios, unos con heridas y otros ilesos, se habían congregado, involuntariamente, en un área que no se extendía por más de doscientos metros, siendo retenidos en ella por los restos de los mint-hu destruidos y los cadáveres de sus congéneres. "Si", contestó Isabel, viendo la pose que estaba adoptando la antigua defensora de Lome.

Su letal y más poderosa técnica.

De pronto, un manto oscuro cayó sobre esas dos centenas de metros, borrando cualquier rastro de iluminación, y los ilios se quedaron inmóviles, tanto por el pánico de la situación en general como por sus temores de que si llegaban a dar un paso en falso los atacaran o se golpearan ellos mismos y el terror de estar enfrentándose a una técnica desconocida de la que podrían esperar cualquier cosa. "Qué es eso?", le preguntó un hada guardiana a Dalia, observando la escena que se estaba desarrollando y a su congénere, firme y erguida, con los brazos extendidos hacia adelante y las palmas expuestas, dirigidas a ese punto en que unos instantes atrás se habían reunido cuatrocientos ilios. Desde el exterior, el paisaje se veía libre de esos seres, los cuales simplemente habían desaparecido. "Así se ve el manto oscuro por fuera?", reaccionó Isabel, viendo a Dalia mover sus manos, describiendo óvalos y círculos, y luego haciendo chocar las Palmas. "Parece normal" - contestó Eduardo -. "Quien sabe que sentirán y pensarán los ilios". De repente, escucharon un leve temblor, y ambos, tanto como los demás, interpretaron eso como la señal de que algo había pasado, y cuando los jefes del Vinhäe les explicarían lo que estaba haciendo Dalia, demostraron sorpresa y asombro. Intentaron ponerse en la mente de los ilios atrapados, sabiendo que no tendrían escapatoria y que la muerte era lo único que les esperaba. Se preguntaron qué pensarían ellos, qué expresiones y pensamientos adoptarían a medida que vieran caer a los suyos, asfixiados por ese veneno que los rodeaba y entraba a sus organismos. No sentían lástima ni pena, pero quisieron preguntárselo qué se sentiría saber que la muerte sobrevendría en cuestión de segundos. "Es mi mejor técnica" - informó Dalia -, "nadie puede escapar de ella". Al instante, detuvo el ataque y el manto oscuro se disolvió, quedando expuestos los casa de los cuatrocientos ilios, tendidos en el suelo, muchos agrupados, pues habían intentado protegerse cubriéndose unos con otros. Los ilios que presenciaron la ejecución de esa técnica vieron un factor mayúsculo, algo absolutamente imprevisto que les hizo asumir y aceptar la idea de que ya no tendrían oportunidades más allá de las que pudieran darles los monstruos, y también sabían que estaban acabados, porque si no era por esa mortífera y desconocida arma, lo sería por las acciones de sus enemigos, ya fuera que decidieron continuaron con esta lucha o escapar. Para cuando tomaron conciencia de esta desesperante realidad, las hadas y otros seres elementales ya habían formado un nuevo círculo, y cada uno de los individuos avanzaba con paso firme y decidido, las tropas preparadas para usar sus armas y los demás listos para atacar con lo que tuvieran en las manos. "Dejen a los mint-hu para nosotros", pidió el Cuidador, y acto seguido el, Isabel y Dalia se abalanzaron rápidamente y con su poder al máximo contra los monstruos, que, a diferencia de los ilios, no temían ni sentían miedo alguno y eran más resistentes al daño, por lo cual se plantaron firmes y reaccionaron lanzando un golpe atrás de otro con los puños y los pies. "Ven?... ya no tenemos que preocuparnos por los ilios", indicó Dalia, señalando con la vista a esos seres, los que hubieron de perder las esperanzas, al haber presenciado como cuatrocientos de los suyos caían en alrededor de un minuto, y en vano lanzaban algún ataque aislado y menor, en tanto que unos pocos fanáticos radicalizados que no completaban la cincuentena se designaban a deponer su armamento. "No te conocen, cierto?, no saben quién sos ni tu origen", asentó Isabel, destruyendo a un monstruo con los látigos de fuego. "De haberlo sabido o saberlo, lo más probable es que hubieran salido corriendo espantados ni bien me vieron" - aseguró Dalia -, "... o agarrado la salida rápida, que creo que es lo que van a hacer de un momento a otro". "Estoy de acuerdo con eso", coincidió Eduardo, sabiendo lo que les esperaba a los ilios. Muchos de estos optarían por quitarse la vida, especialmente los que estaban heridos, porque conocían lo que les esperaba, tanto por los relatos de lo que ocurriera en la Guerra de los Veintiocho, lo que se transmitía de una generación a las siguientes, como por las experiencias que vivieran sus congéneres a lo largo de este conflicto bélico, quienes habían informado que las hadas, por referirse solo a una de las especies contra las que peleaban, conservaban con vida a los enemigos que capturaban al finalizar las batallas, no tanto porque los apreciaran o tuvieran estima - los dirigentes políticos y militares ya habían empezado a preguntarse qué hacer con los prisioneros una vez que terminara la guerra, además de con otros ilios que pudieran sobrevivir -, sino porque sostenían que podrían poseer información potencialmente útil para el esfuerzo bélico de cada uno de sus oponentes. "Ya empezaron", advirtió Eduardo, usando la telequinesia para hacer que los restos de dos monstruos destruidos golpearan sucesivamente a otros dos, para cubrir la llegada de su compañera hacia ellos. En efecto, muchos ilios, en lugar de continuar la lucha o intentar escapar, tomaron armas cortantes y se las pasaron en horizontal por el cuello. Eran los heridos que se quitaban la vida sin dudarlo, en tanto que otros preferían morir por la mano de sus enemigos, motivados por su ambición suprema, creyendo que, en el otro mundo, la Trinidad Benigna los recibiría con los más altos honores, al haber caído en batalla, intentando defender todo aquello en lo que creían. Los últimos individuos ilios se suicidaron ingiriendo cápsulas de veneno cuando una distante y sonora campanada hubo de anunciar las siete horas en punto. Habían aparecido ocho mil hacía poco menos de una hora y ninguno volvería al oeste-noroeste centrálico. Fueron víctimas de los mismos factores de siempre, potenciados está vez por la presencia en el bando opuesto de un hada que tenía la oscuridad como atributo o don, uno de los más inusuales e infrecuentes de todos cuantos existieron y existían, algo contra lo que tuvieron definitivamente menos defensas que contra cualquiera de los poderes y habilidades de los otros seres feéricos y elementales a los que enfrentaron en esta batalla, y eso, esa técnica, la del "Manto de oscuridad" (así quiso llamarla Dalia), hizo que perdieran las pocas esperanzas y ánimos que les quedaban, luego que la mayoría fueran siendo eliminados al ver a los enemigos, tan poderosos como grupos e individuos. Eliminados o suicidados ya los ilios, decidieron que seguirían el ritual funerario característico de las hadas, los cuerpos en las piras ardientes hasta que solo quedaran los huesos, los cuales pondrían en urnas que serían sepultadas en esas fosas especialmente construidas para que cupieran varias decenas de piezas - se sabía que medio millón de ilios habían muerto en lo que iba de este mes a nivel mundial -, algo que forzosamente se había convertido en un hábito a lo largo de Enero. Dieron por terminado ese tema haciendo referencias al hecho de disponer de los cuerpos sobre las piras porque sabían a ciencia cierta que eso enfurecería a los sobrevivientes, fueran o no combatientes, una reacción que obedecía al desprecio que sentían los ilios por las costumbres y tradiciones de las otras especies elementales, y esta práctica, por supuesto, no era la excepción. "Ahora tenemos esta urgencia" - recordó Eduardo, refiriéndose a los mint-hu restantes, a quienes estaban cerca suyo -, "después nos ocupamos de los ilios muertos". Otra vez quedó demostrada la teoría de Dalia, sobre los individuos que si se unían podían destruir a los monstruos, porque alrededor de una centena y cuarto de seres feéricos atracaron y eliminaron en un lapso de cinco minutos a doce de los mint-hu, concentrando sus descargas en un único punto de sus cuerpos, en el centro del pecho. Fue en ese mismo lapso que otros combate destruyeron a otras cinco docenas de monstruos, haciendo grandes esfuerzos, aplicando grandes cantidades de energía en pocas descargas, para evitar que el enfrentamiento continuara prolongándose. La cifra fue en caída constante, de trescientos a poco más de doscientos cincuenta, luego a menos de quince docenas y finalmente a exactos cien, algunos con daños, pero en condiciones de moverse y, por lo tanto, de seguir peleando. "Todos juntos!", llamó Eduardo, y alrededor de dos centenares de hadas y otros elementales, todos los que se encontraban cien por ciento ilesos, atacaron con todo lo que tuvieron a los monstruos, que uno a uno fueron cayendo y desintegrándose. Las descargas fueron a los pies y las piernas, ya que los defensores concluyeron que lo prioritario era quitarles la movilidad, y al empezar los mint-hu a arrastrarse, unos con dificultad y otros no z puesto que lucharían hasta el final, las hadas no tuvieron otra cosa que hacer que eliminarlos. "Adelante, son suyos", dijo Eduardo, dando a sus congéneres la oportunidad del golpe de gracia, algo con lo que Isabel y Dalia coincidieron mediante gestos faciales. Al final, solo un monstruo había quedado en pie, el cual había recurrido a su técnica definitiva, la autodestrucción, cuando se cumplieron otros quince minutos, apenas pasadas las siete y cuarto, aunque de nada le sirvió, ya que Isabel hizo uso del remolino de fuego para envolverlo, habiéndose dado cuenta de lo que estaba intentando, y evitar que causara más daños y que aumentara la cifra de heridos. "Ahora lo que de verdad es importante", quiso el Cuidador del Templo del Agua, recuperando la forma feérica, viendo a los heridos en el suelo, asistiéndose unos a otros y teniendo la ayuda de los primeros individuos ilesos que llegaron con ellos. "No fue un triunfo exitoso", lamentó Isabel, sabiendo que las bajas entre los defensores habían ascendido a trescientas diez, ciento noventa y dos eran hadas y los otros ciento dieciocho de las otras especies que se vieron involucradas en la feroz y violenta batalla. Algunas de las hadas guardianas remontaron el vuelo, temerosas de que pudiera haber más enemigos acechando en las inmediaciones, y se dispusieron a patrullar a baja altura, y los faunos se dispersaron en todas las direcciones, para hacer la misma tarea por tierra. "Cómo habrán hecho para llegar hasta acá?, Con la tele transportación?", se extrañó su marido, consciente de que eso era por si solo una preocupación a tener en cuenta, porque si de verdad eran los ilios tan diestros dominando esa técnica, podrían llegar a cualquier parte, y los demás recién lo sabrían al verlos aparecer, con lo cual deberían moverse rápido para contenerlos y derrotarlos. "Seguro, no disponen de otra forma" - coincidió Isabel, mientras ayudaba a uno de los heridos a incorporarse, pues éste tenía fuertes dolores en los pies -, "nos queda el consuelo de saber que ya no van a poder usar las puertas espaciales", y se distrajo al ver tres luces que estaban descendiendo.

"Llegamos tarde, acá ya lo solucionaron", dijo una conocida voz femenina, antes de que sus pies tocaran el suelo.

La reina Lili había llegado, escoltada por dos agentes Qar'u, quienes rápidamente se abocaron a la tarea de auxiliar a los heridos, e Imeleuq, uno de los hermanos de Dalia. Habían tomado conocimiento del alarmante evento y no dudaron en acudir, pensando que podrían necesitar ayuda.
_Hubo otros tres ataques más como este en el territorio insular - informó la soberana, habiendo escuchado el relato de algunos de los sobrevivientes, sobre cómo marcharon los ilios, en una formación más parecida a un desfile que a otra cosa -, uno de ellos ciento ochenta kilómetros al norte de Del Sol; dieciséis mil ilios y quinientos monstruos en total. Esos agentes Qar'u estuvieron en una de las batallas - señaló con la vista a las tropas que la escoltaron -. Imeleuq estaba en la plaza central, y le pedí que me acompañara cuando me contaron que una de sus hermanas estaba participando en otro combate.
Ambos seres feéricos, uno con el don o atributo de la invisibilidad y otro con el de la oscuridad, estaban ahora asistiendo a los heridos, siguiendo las indicaciones de los médicos que habían arribado también al lugar.
_Nl tuvimos problemas, aunque no fue un triunfo con todo el éxito que hubiéramos querido, porque mucha gente murió., le dijo Eduardo, observando los alrededores, los daños materiales causados por estos enemigos.
La zona definitivamente era un caos. Los restos de los monstruos destruidos, los muertos de ambos bandos, destrozos de todo tipo, heridos y las patrullas aéreas y terrestres causaban una imagen absolutamente desalentadora entre todos los presentes.
_Creemos que su objetivo pudo no ser una estructura particular, sino todo lo que hubieran tenido a su paso - agregó Isabel, en tanto veía aparecer una decena de enormes transportes terrestres. Era una unidad especial del Consejo SAM que se llevaría los cadáveres de los ilios -, "y a todos. Concluimos eso con ver su disposición inicial... Quítenles todas las armas!", pidió a los miembros de la unidad especial, sabiendo lo provechoso que sería ese botín para las hadas.
Cada uno de los transportes podía llevar una veintena de cuerpos, lo que significaba que harían unos cuarenta viajes hasta el punto elegido para la pira. Los diez transportes irían y vendrían durante al menos ocho horas.
_Entonces, es lo mismo que pasó en los otros ataques - comparó la reina Lili -, pero eso no va a durar mucho. Los líderes mundiales y yo ya terminamos los preparativos para una movilización masiva. Alrededor de tres millones y cuatro quintos de hadas guardianas y otros cien mil seres elementales van a lanzarse, en el primer minuto de mañana, contra todas las posiciones ilias en este continente.
_Creo que es lo mejor que puede hacerse - opinó el Cuidador del Vinhäe -. Atacando Iluria se supone que va a desestabilizar a los ilios. Sin su mando central van a perder la escasa coordinación y orientación que pueda quedarles - y le preguntó -. Cómo va lo del contenido de las urnas?.
Otro grupo estaba removiendo los restos de los monstruos destruidos, en cinco contenedores que desplazaban usando sus habilidades telequinéticas. Los llevarían a las instalaciones más próximas de la COMDE, para reciclarlos y crear monstruos propios.
_Tuvimos algunos problemas, pero ya los solucionamos. Hablo de la organizadora y las  medidas de seguridad que adoptamos - contestó la soberana, y una expresión de duda se dibujó en sus facciones -. Abrimos las urnas y en efecto allí estaban los huesos, los bastones, las armas personales y los bienes materiales, pero lo que pasó entonces nos dejó desconcertados. Era, o fue, lo que los expertos y yo menos esperamos.
_Qué descubrieron? - quiso saber Isabel, tan involucrada como su marido en la recuperación de las urnas y todo lo que a eso se vinculaba -... O qué pasó?.
_Nada, eso es lo raro - se extrañó la reina Lili -. Intentamos varios métodos y procedimientos, pero no obtuvimos resultados. Quisimos estar seguros antes de mezclar en un quinto recipiente el contenido de los otros cuatro, que es algo que vamos a hacer a las doce y cuarto del veintiocho de Enero. Cómo les dije, hay factores que resolver. Y los vamos a necesitar otra vez. Y a ellos.
Señaló con la vista a Dalia e Imeleuq, que iban y venían entre los heridos, no solo para aplicarles una correcta atención, sino también para infundirles ánimos y esperanzas. Al verlos haciendo eso, menos dudas quedaron acerca de su condición. Ambos eran hadas.
_Isabel y yo aceptamos. Todo sea por concluir esta guerra - ofreció Eduardo, a lo que su compañera coincidió moviendo la cabeza de arriba hacia abajo -. Es por razones de seguridad?. Miles de enemigos podrían atacar, si saben que estamos trabajando con eso que contuvieron las urnas.
La batalla recientemente terminada desapareció por unos instantes de los pensamientos y la mente de los mandamases del Vinhäe.
_No es solo por eso - indicó Lili. Un mensajero había llegado desde las alturas e hizo una seña para que aguardara un breve instante, pues debía cerrar esta conversación aclarando esa cuestión -. Creemos que don los Cuidadores los que tienen que ocuparse de esta tarea, la de combinar el contenido. Por un lado porque les queremos dar el crédito, porque después de todo fueron ustedes los que arriesgaron sus vidas para conseguir esas urnas. Eso es algo anecdótico, una nota de color, si la quieren llamar así. Por otro lado, y esto es tener importante como llamativo... Descubrimos grabados en el fondo de las urnas que representan los símbolos de los elementos principales de la naturaleza, y eso nos hizo suponer que la participación de Lidia, Qumi, Zümsar, Marina y la tuya, Eduardo, don indispensables, o por lo menos necesarias. Sospechamos que, al momento de poner el contenido en las urnas usaron el fuego, la tierra, el viento, el rayo y el agua en alguna clase de protección, tal vez un hechizo. Y si eso es cierto, ustedes cinco don los únicos, por sus poderes y habilidades, que puedan juntar ese contenido y salir ilesos.
_Y con eso derrotar definitivamente a los ilios - aportó Eduardo -. Y qué hay de Kevin, Akmi y Lina?.
_Descubrimos otra cosa que los va a mantener ocupados, y, como su papel, el de ellos va a ser la máxima prueba a la que alguna vez se hayan enfrentando o vayan a enfrentarse - explicó la reina Lili, contenta porque el modo y los tonos que empleara sirvieron para tranquilizar a este par de súbditos (y amigos) suyos -. Los tres van a vivir, no se preocupen. Pero de todo eso vamos a ocuparnos en la mañana del veintiocho de Enero. Ahora tengo que irme. El mensajero me espera y tanto ustedes como yo tenemos otras obligaciones - y llamó -. Imeleuq, Dalia!. Vengan conmigo. Su momento y el de sus hermanos se adelantó para antes del mediodía.

Ambos viajarían con Lili luego de esta hubiera hablado con el mensajero. Se transformarían en seres feéricos (la cara les brilló y se les iluminó a causa de la emoción), y también Jule y Taknu.

Fue recién en horas de la tarde que Eduardo e Isabel pudieron estar en el Templo del Agua, porque hasta ese momento, unos minutos antes de las trece, estuvieron ocupados con lo concerniente a la batalla que se desarrollara en la mañana. Se habían quedado para asistir a los heridos, dar un reporte completo de lo ocurrido - la Guardia Real hacía un registro detallado de cada uno de los enfrentamientos que tenían lugar en Insulandia -, colaborar en la identificación de los fallecidos y recuperar los restos y despojos que los ilios dejaran tras su deceso. Allí habían quedado varias armas que pasarían a engrosar el arsenal de las hadas, incluidos varios de esos guantes con los que podían absorber temporalmente los poderes de otros individuos y los bastones que disparaban descargas. "Vamos a descubrir cómo anularlos", había informado un experto de la COMDE, al recuperar esas piezas y asegurarlas en un transporte. Lo último que vieron allí los mandamases del Vinhäe fue los preparativos para el traslado de ocho descomunales nagas, los individuos de esa especie caídos en combate, retirados por sus congéneres, quienes juraron que los fallecimientos no quedarían sin castigo, al igual que los otros ciento nueve individuos de esa especie, ochenta y tres machos y veintiséis hembras, que perdieran la vida desde inicios del mes.  El Templo del Agua estuvo todo el día en alerta máxima, como lo venía haciendo desde que la primera semana de este mes e dejara su lugar a la segunda, y una de las primeras visiones de el que tuvieron sus responsables fue la de las hadas guardianas en movimiento permanente, al menos cuatro docenas moviéndose en el aire y otros individuos andando en la superficie. "Si tenemos suerte...", repitió Isabel, de camino a la torre central, refiriéndose al pensamiento que era compartido por miles, acerca de que la guerra terminara antes que lo hiciera el mes. "La vamos a tener", insistió Eduardo, notando cuan silencioso se había vuelto con el paso de los últimos días. Cientos de hadas y otros seres elementales iban todos los días al Vinhäe, la mayoría a disfrutar de las jornadas y divertirse, pero a medida que fuera avanzando Enero, ese movimiento tan distintivo y característico estuvo disminuyendo notablemente, al punto que la mayoría de las actividades habían sido suspendidas, quedando solo las que no requerían de personal, esfuerzos ni tiempo y podían completarse en pocas horas. "Extraño el ajetreo y bullicio habituales", dijo Eduardo, ya entrando en la dirección y viendo a su suegra, Iulí, meciendo un bebé en cada brazo, y echando un rápido vistazo a través de uno de los amplios ventanales, dándose cuenta que desde allí, el Templo del Agua parecía aún más silencioso. Por supuesto, Iulí, como era de esperarse, se había enterado ya de la batalla, y su primera e inmediata reacción fue la de incorporarse, dejar a Melisa e Ibequgi, su nieta e hijo, en los moisés, y correr a su encuentro, abrazándolos y exclamando que era una suerte que hubieran logrado sobrevivir. "Me hace muy feliz el poder tenerlos conmigo" - quiso agregar, con un tono que desbordaba emoción -, "y es en momentos como este, cada vez que los veo entrar, que puedo respirar tranquila".  "Lo es para nosotros también", correspondió su hija, que experimentaba las mismas emociones y sentimientos desde principios del mes, y tomando a Melisa con ambos brazos. "Dentro de pocos días todo va a ser como antes, lo puedo ver", vislumbró Eduardo, y, sabiendo cuan importante era para los tres, no fijo más que unas pocas palabras acerca de lo que a su compañera y a el les comentara la reina Lili. Ahora, sabían los individuos en el nivel más alto de la torre central, lo que más necesitaban era descansar y relajarse, aún con la difícil situación que estaban viviendo.

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Tal cual lo decidieran y organizaran los miembros del CSP y la ME, los máximos organismos mundiales, con el primer minuto del veintisiete de Enero empezó un ataque masivo a escala global del que formaron parte exactas tres millones doscientas cuarenta y ocho mil hadas guardianas y cien mil combatientes de las otras especies elementales, a los que se sumaron cincuenta mil monstruos mï-nuqt y uc-nuqt. El grueso de las aldeas, fábricas, arsenales, laboratorios y otras instalaciones de los ilios en los diez continentes fueron atacadas de tal forma que los ilios apenas tuvieron tiempo para reaccionar, aunque la diferencia tanto en número como en cantidad fue evidente (y abrumadora) desde el principio. Entre los integrantes de la coalición elemental, hubo coordinación y sincronía, dos de las claves que posibilitaron a los combatientes llevar la delantera constantemente e ir superando uno a uno los enemigos que iban apareciendo a su paso, fueran monstruos o ilios, y los escribas que acompañaban las expediciones tomaban notas de todo cuanto ocurría en los enfrentamientos, que a nivel planetario ascendieron a seis mil seiscientos cincuenta, todos empezados en los primeros veinte minutos del día veintiocho de Enero / Baui número veintiocho: trescientos cinco de esos combates se desarrollaron en Alba del Centro, cuatrocientos noventa y siete en Alba del Este, trescientos ochenta en Alba del Oeste, noventa y cinco en Ártica, setecientos setenta y cuatro en Florentina, seiscientos doce en Lunaris, ochenta y cinco en Polus, nivel ochenta y cinco en Reikuvia, mil uno en Trópica, mil novecientos dieciséis en Centralia, y dentro de este alrededor de la tercera parte, unos seiscientos treinta y ocho enfrentamientos, se desarrollaron en Iluria. Hubo enfrentamientos que duraron más que otros, el común denominador fue la rudeza - tanto los ilios como sus monstruos se mostraron cien por ciento dispuestos a matar a cualquiera que se les enfrentara desde el principio, atacando con toda la violencia y maldad que fueron capaces de reunir en su ser - y para cuando terminaron las operaciones militares que iniciaran las hadas y elementales, a las tres horas con dieciocho minutos del vigésimo octavo día del año, a Cádiz veintisiete horas y tercio de iniciadas, decenas de instalaciones ilias habían sido destruidas, reducidas a escombros de diverso tamaño y forma, afectadas, con daños más bien graves e irrecuperables, y los ilios sufrieron una derrota tan catastrófica como las de sus peores días en la Guerra de los Veintiocho, pues alrededor de cuatro millones y dos tercios de individuos habían perdido la vida, tanto los que cayeron en combate como los que, estando heridos o ilesos, optaron por el suicidio, para evitar la captura, y con eso que fueran obligados a soltar cualquier info que pudieran tener. Acciones descontroladas y no coordinadas, falta de preparar, fuego amigo motivado por los nervios y la presión, la incapacidad para obrar como equipo, la poca o nula preocupación por aquellos individuos de uno u otro sexo que iban cayendo heridos, especialmente los que tenían la posibilidad de salvarse y ver otro día (vivir para pelear otra vez), la ceguera provocada por su fanatismo y sus propias trampas, aquellas que instalaran en uno de sus tantos intentos por protegerse, fueron algunos de los factores que los condujera a esta derrota tan catastrófica en todos los frentes. Más de cuatro millones seiscientos mil ilios caídos en combate en poco más de un día era un saldo que ni siquiera habían logrado los mejores y más poderosos combatientes del MEU, y representaba un completo colapso para los ilios, ya que la inmensa mayoría de los muertos eran individuos capacitados para pelear (la clase guerrera), y estos, a nivel mundial, eran poco menos de doce millones, alrededor del treinta y cinco por ciento del total. Por otra parte, fueron destruidas numerosas instalaciones, más de dos mil, en todos los continentes: las fábricas donde desarrollan toda clase de armas, de las nuevas y las convencionales, que les habían conferido ciertas esperanzas y ventajas en esta nueva guerra; los arsenales donde acopiaban dichas piezas y las que robaban a los enemigos con los que peleaban y a los que eliminaban; los laboratorios donde creaban a esas decenas de monstruos en los que desde el inicio hubieron de depositar una parte de sus esperanzas; los galpones donde hacían acopio de cualquier cosa que pudiera serles de utilidad, aunque fuera mínima, en la guerra; aldeas que ante esta grave urgencia habían sido transformadas en cuarteles, verdaderas fortalezas militares e incluso dos de sus templos antiguos, los de las etnias Oi y Aig, se perdieron entre descargas de energía y otros ataques, lo que redujo a nada o prácticamente nada cualquier esperanza que los ilios pudieran tener para montar futuras ofensivas a gran escala. Esa fuerza descomunal, que había sufrido cuatro mil bajas exactas, menos de la centésima parte de los ilios muertos, había conseguido un triunfo definitivamente mayor que el que imaginaron los individuos más optimistas y entendieron que el fin de la guerra estaba pocos pasos adelante, porque no solo le causaron ese golpe devastador al esfuerzo de guerra ilio, sino también cortado la mayor parte de las rutas que usaban para trasladar combatientes y todo tipo de suministros a las líneas del frente, atacando los pequeños destacamentos que empleaban como puntos de apoyo para sus grandes movilizaciones y afectado su moral y ánimos, solo con la abrumadora superioridad numérica. Los escribas que acompañaron a los combatientes tomaron notas detalladas de cada uno de los acontecimientos y agregaron, como conclusión final, una observación completamente acertada, que los ilios habían perdido su capacidad ofensiva y que de ahora en adelante estarían a la defensiva. Los vencedores, sin embargo, sabían que los ilios, aunque su esfuerzo hubiera sido herido de muerte, no renunciarían a la lucha. Era cierto que habían perdido la capacidad de fabricar nuevas armas y crear otros monstruos, pero así y todo pelearían hasta el final. Todavía quedaban alrededor de treinta millones de individuos de la raza ilia y bien sabían las hadas y otros seres elementales que cada uno de ellos combatiría hasta perder la vida, aún sabiendo que sus posibilidades se habían reducido dramáticamente y que en la mayoría de las situaciones, cuando no en todas, estarían a la defensiva, porque para ellos su causa era irrenunciable y estaba incluso por encima de sus vidas. En el oeste-noroeste centrálico se libraron los combates más crudos, pues ese era el punto fuerte de los ilios: dentro de esos quinientos cuarenta y tres mil trescientos setenta y cinco kilómetros cuadrados, los seiscientos treinta y ocho combates arrasaron con decenas de estructuras y peleadores enemigos y al finalizar ese período de tiempo de más de veintisiete horas, los habían hecho retroceder y perder terreno. Los ilios se vieron forzados a abandonar el veintiocho por ciento de Iluria en un intento por maximizar sus posibilidades y reforzar, o buscar hacerlo, los restantes trescientos noventa y un mil doscientos treinta kilómetros cuadrados. Eso, por supuesto, era lo último que hubieran querido, abandonar las tierras que, según su creencia, les pertenecían.
A medida que fueron avanzando las horas de la mañana del veintiocho de Enero / Baui número veintiocho, la noticia acerca de la abrumadora y aplastante derrota sufrida por los ilios se convirtió en un tema de conversación prácticamente monopólico en cuanto ámbito hubiese. En las fábricas, comercios, oficinas, clubes, salones sociales, reparticiones públicas, instalaciones militares y otros empezaron a conocerse los detalles de las operaciones que redujeron a casi nada las oportunidades de los ilios y, por supuesto, a rendirle su justo tributo a los cuatro mil muertos de la fila propia, a los que desde el principio se los consideró como héroes. Era la primera vez desde que Marina e Iris capturaran a tres ilios que en cada uno de los lugares habitados, fundamentalmente en los países de Centralia, podían respirar tranquilos, pues el enemigo había perdido toda capacidad de lanzar ataques masivos con cientos de combatientes, aunque, al mismo tiempo, estaban conscientes de que la guerra no se terminaba. Millones de ilios estaban allí y el peligro no desaparecería sino hasta que el último de ellos ya no estuviera en condiciones de empuñar un arma. "Eso no va a durar", coincidían muchas hadas, pues miles de tropas en los diez continentes ya estaban organizando nuevas expediciones para eliminar las posiciones ilias, pequeñas y dispersas para hacerlos retroceder aún más, recluirlos en sus aldeas y eventualmente causarles esa tan esperada derrota definitiva. Los ánimos y esperanzas de los seres feéricos nunca habían estado tan altas, y no fueron las excepciones los ocho individuos que a mitad de la mañana aparecieron en el centro neurálgico de la Ciudad Del Sol. Los Cuidadores, por lejos los peores enemigos (la peor pesadilla) de los ilios, habían traspasado el siempre magnífico frente del Castillo Real y caminaban ahora rumbo a la oficina principal, para la reunión con los reyes, en la que buscarían resolver el misterio del contenido de las urnas. En el recibidor encontrarían a Dalia, Imeleuq, Jule y Taknu, ya transformados en hadas, quienes también habrían de participar en la reunión, y los doce individuos avanzaron juntos por los abarrotados y custodiados corredores hasta llegar al despacho en uno de los niveles superiores. "Bienvenidos", los saludó el rey Elías, que había estado aguardándolos en la entrada.



FIN



  --- CLAUDIO ---


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