sábado, 4 de agosto de 2018

40) El Aig-Kal y Lina

_Fue un hada de las plantas, sin dudas - conjeturó Marina, mirando hacia el Aig-Kal. Por delante, en una zona despejadas de estructuras y árboles, había varias decenas de ilios muertos. Ninguno tenía heridas visibles ni tampoco observaban la Cuidadora y sus colegas rastros de una batalla. Eso, pensó la dama, solo podía significar una cosa -... Rápido, cúbranse la boca y la nariz!., exclamó.
Eduardo, Kevin, Lidia, Qumi y Zümsar hicieron caso, temiendo que el pensamiento de la Cuidadora del Tep-Wo sobre este "enemigo casi indetectable" fuera cierto.
_Un veneno suelto en el aire? - llamó Eduardo, rodeando uno de los cadáveres. El ilio tenía manchones oscuros en los labios y las fosas nasales. Lo único que alcanzó a pensar fue en el "si" como respuesta a su pregunta -. Movámonos. Si sigue en el aire podría afectarnos.
Estando a poco más de veinte kilómetros de su destino, en el territorio de Sqibam, comprendieron que lo mejor que podían hacer era correr, sin dejar de cubrirse con las dos manos. Si el agente venenoso - ya descubrirían luego su origen y cómo combatirlo y suprimirlo - continuaba activo y presente, lo último que harían sería exponerse al volar o flotar, porque con eso no solo podrían afectarse ellos mismos, sino a otros que accidentalmente pudieran andar por allí, al crear una brisa más o menos fuerte que transportara dicho agente.
_Quién pudo hacer algo así? - se interesó Lidia -. Olvídense del motivo; tuvo que ser un combatiente de Sqibam, o tal vez de Ribeobe, pero muy poderoso. Debe haber sido un Selecto... creo.
A esa conclusión llegó, o creyó llegar, al ver los restos de dos mint-hu entre algunos de los cadáveres, y ni a ella ni a los demás les cupieron dudas acerca de que, Selecta o no, tuvo que ser un hada excepcionalmente fuerte. Solo así podía explicarse que hubiera tantos muertos en ese lugar. Y es que la mayoría fueron setwes, los ilios de la clase guerrera, y tanto estos como los otros estuvieron armados hasta los dientes. Aún con eso, no tuvieron defensas, artificiales o naturales, contra esta toxina.
_Después nos vamos a ocupar de eso - propuso Zümsar, tan atento como los otros, no tanto al veneno, sino a cualquier movimiento y ruido que proviniese de los alrededores -. Esto nos pone en un aprieto que ninguno de nosotros había previsto. Necesitamos ver qué hay más adelante, desde una posición segura. Marina, si fueras tan amable...
_Por supuesto - accedió la Cuidadora del Tep-Wo -. Dejen esta tarea a mí cargo.
Se transformó en una cigüeña y emprendió el vuelo, situándose a una altura desde la que podía observar en todas las direcciones, y sus colegas la vieron alejarse rumbo a la frontera. Las hadas en el suelo, sin dejar de cubrirse la nariz y la boca con las manos, presionando con cierta fuerza, apuraron el paso por el camino, sin dejar de sorprenderse por el panorama, intentando hallar una explicación para lo ocurrido. Solo sabían (creían) que había sido un hada de las plantas, aunque no su fuerza, y que pudo recurrir a una de sus técnicas - soltar la toxina, cualquiera hubiera sido esta - para borrar del mapa al par de mint-hu y esos sesenta ilios, los cuales debieron encontrarse allí para complementar las defensas del templo de la etnia Aig, cercano a la frontera, considerando las incursiones de los Cuidadores a los otros templos. Habrían tomado todas las precauciones, y eso incluía combatientes ilios que reforzaran tales defensas. Pero, al parecer, estos no pudieron salir airosos del agente tóxico con que los atacara esta misteriosa hada, quien ni siquiera había tenido que posarse en el suelo para pelear, algo que los Cuidadores dedujeron observando el suelo a los lados del camino, donde no había más que barro, en el que las únicas pisadas eran las de los ilios y sus monstruos.
_Quien haya sido nos facilitó el trabajo., dijo Eduardo, confirmando que los ilios murieron sin poder defenderse, quizás incluso sin haber advertido el ataque sino hasta que fue muy tarde.
Como sus colegas, el Cuidador del Vinhäe llevaba con firmeza el bastón, listo para responder a cualquier eventualidad. A cualquiera que no fuera afectada por este persistente veneno.
_A lo mejor estuvo haciendo lo mismo que nosotros - postuló Qumi, pensando en si sería prudente o no transformarse en Selecta. Al final decidió que no. Ni sabía si en esa condición podía ser invulnerable a la toxina, pero no correría el riesgo -, buscar los fragmentos. Tal vez la reina Lili y los demás enviaron a esta hada como respaldo. Y si es cierto que se trató de un hada de las plantas, si está al frente de la SeNu. O, por lo menos, si es un Selecto o una Selecta.
_Es un misterio que confío podamos resolver - se esperanzó Zümsar, agudizando los oídos, para saber si volvía la Cuidadora del Tep-Wo -. Si es o no un Cuidador este individuo, me parece que ahora no es lo importante.
_Y si nos quitó del camino a los ilios y esos dos monstruos significa que está de nuestra parte - intervino Kevin -, haya venido a este lugar por lo mismo que nosotros o no.
_Y si fuera una trampa elaborada por los ilios? - se preocupó la nena híbrida -. Pensaron en esa posibilidad, o fui la única que lo hizo?.
Lidia empezó a exponer su pensamiento, al hablar sobre el oscuro panorama al que se estaban enfrentando los mortales e históricos enemigos de las hadas. Los ilios ya debían estar conscientes de que los fragmentos del pergamino eran el "premio" que estaban buscando los del otro bando, una tarea que encomendaran a seis de las hadas más poderosas, nada más y nada menos que los Cuidadores. Para la peor fortuna de los ilios, los máximos responsables de esa media docena de lugares grandiosos eran Selectos que estaban dispuestos a pelear al máximo de sus capacidades en todo momento y que usaban Impulsores, esos dispositivos desarrollados por los científicos del MEU para amplificador los poderes de los seres feéricos. Los ilios debían suponer que no poseían ninguna defensa contra eso, ni siquiera con sus armas nuevas o los monstruos, así que deberían pensar en algo si querían resguardar el templo de la etnia Aig y su contenido por demás valioso. "Por eso todo esto", prosiguió Lidia, ademán mediante, señalando los cadáveres y el aire, donde debía de persistir el veneno. Los organizadores debieron idear esta táctica e implementarla, sacrificando a varios de los suyos para hacerla creíble y, para mayor seguridad, destruyeron a dos de sus propios monstruos.
_Si es una trampa, estuvo muy bien elaborada, porque estamos creyendo que todo esto fue obra de un hada de las plantas muy poderosa., opinó el Cuidador de la MabDe.
Aún no tenían a la vista el Aig-Kal ni tampoco a Marina. Les faltaban al menos diez de los veinte kilómetros para llegar a las puertas que formaban el perímetro del templo.
_Y si es así, pueden haber más sorpresas adelante, como unos cuantos guerreros setwes altamente entrenados en los corredores y las recámaras - postuló Qumi, enfocando la vista unos metros más adelante. Unas pocas y muy diminutas esporas, tan chiquitas como granitos de arena, se estaban moviendo tan despacio que daban la impresión de mantenerse suspendidas en el aire -. Podrían tener consigo este veneno en cantidades mayores, listos para usarlo no bien tres de nosotros hayamos entrado al templo.
Lidia, Eduardo, Kevin y Zümsar también detectaron las esporas, con lo que confirmaron que se había tratado, en efecto, de un ataque biológico, aunque no su fuente. Fuera ilio o hada, eran estos cadáveres la obra de alguien con conocimientos en venenos de origen vegetal.
_Tenemos que haber resuelto esto antes de decidir cuáles de nosotros nos vamos a quedar a pelear contra los monstruos y cuáles van a entrar para recuperar el fragmento del pergamino - les recordó Kevin, agregando acto seguido -. Considerando este ataque venenoso, la batalla y la exploración van a ser problemas menores, me parece. Vamos a tener dificultades si no podemos dejar de cubrirnos la boca y la nariz con ambas manos.
_Yo me voy a arriesgar con los mint-hu. Como Selecto o con la forma combinada, puedo fácilmente contra ellos., se ofreció Eduardo.
Como Selecto, una forma de agua sería eventualmente invulnerable, y los mint-hu no tendrían oportunidades, lo que quedara demostrado en el Mel-Kal. Como el monstruo cetáceo, superaba en altura, peso, masa y volumen a sus enemigos, a los que destruiría sin esfuerzos.
_Y yo - anunció Lidia, que miró a su colega del Vinhäe y le dijo -. Supe lo que hicieron Isabel y vos durante sus prácticas, y seguro que puedo reemplazarla.
Dos hadas, una de agua y otra de fuego (los líderes del Templo del Agua), entrenando codo a codo, habían combinado sus poderes y creado vapor, uno que alcanzó tal intensidad que los individuos que estuvieron con ellos tuvieron que abandonar la estructura, porque se había generado tal temperatura en el interior que llegaron a temer por sus vidas. Los muebles allí, de hecho, se habían desmoronado al pudrirse la madera, una consecuencia del vapor.
_Está bien - accedió Eduardo de buena gana, no dudando ya de las capacidades de su colega -, pero con una condición.
_Cuál?., inquirió la nena híbrida.
_Que durante nuestro viaje de vuelta a Plaza Central no me hagas contarte de nuevo alguna de las historias de princesas.
Hubo risas en el grupo.
_Hecho - se comprometió Lidia, que se había vuelto aficionada a esas historias desde que el hombre se las contara por primera vez, y, para continuar con esa cuota de humor, dijo -... Y después que hayamos vuelto si?.
Las risas se extendieron hasta el momento en que detectaron esa magnífica cigüeña blanca surcando el cielo, describiendo espirales mientras descendía. El ave se posó delante de ellos, plegó las alas y, en medio de un resplandor, dejó su lugar a la Cuidadora del Santuario del Viento, quien apenas dispuso de unos segundos para cubrirse la nariz y la boca.
_Cómo te fue, Marina?., llamó Eduardo.
_Estuve sobrevolando el Aig-Kal - informó, con voz débil -, y cuando hayamos llegado van a entender que esto no es nada. Allí hay más de doscientos ilios muertos y los monstruos destruidos.

"Qué pasó acá?", fue lo primero que se preguntó Eduardo al llegar al predio del Aig-Kal. En efecto, una cantidad superior a las dos centenas de ilios yacían sin vida junto a sus armas, con los mismos síntomas de envenenamiento que los otros, y sus cuerpos, además, estaban paralizados, sin signos de violencia, lo que indicó a los Cuidadores que tampoco acá hubo un enfrentamiento. Este hecho empezó a descartar, incluso para Lidia, la posibilidad de que se hubiera tratado de un engaño muy bien elaborado de los ilios, e hizo que los individuos presentes allí insistieran con cubrirse la nariz y la boca, esta vez con más presión, el entornar los ojos y detectar una mayor cantidad de esporas. Preguntándose quién sería este misterioso atacante y cuál podría ser el alcance de sus poderes, se llevaron una sorpresa aún mayor, al reparar en los dieciocho monstruos a los que se encomendara la protección del Aig-Kal; todos habían sido reducidos a escombros y estos presentaban también los signos de un ataque contra el que no tuvieron defensas. Cuando se acercaron para ver de cerca, en pares (los mismos que estuvieron en los otros templos), descubrieron que las piedras fueron impactadas en puntos clave, específicamente las articulaciones, con una sustancia viscosa, de un tono oscuro de verde, que desgastó esa resistente materia a tal punto que se derritieron las articulaciones, separando las partes y poniendo fin a la existencia de los monstruos. "Ven esto?, es otro veneno", indicó el Cuidador de la Casa de la Magia, cuando estuvieron reunidos en torno a uno de los mint-hu, señalando con la vista la sustancia corrosiva, tan preocupado como sus colegas por esta clase de ataques, pues no distinguían entre amigos o enemigos. Intentando dilucidar una parte del misterio, las hadas olvidaron por unos instantes el veneno corrosivo, del que asumieron que fue una seguidilla de escupitajos - "En efecto, fue un hada de las plantas", concluyó Qumi, al detectar hojas entre los restos de un minhu - y se concentraron en las minúsculas esporas flotantes. Pese a que soplaba una leve brisa, estaban casi inmóviles, desplazándose apenas uno o dos centímetros a los lados, sin disminuir o aumentar la distancia del suelo ni avanzar hacia adelante o atrás. "Qué creen que signifique?", llamó Marina, quien finalmente fue la primera del grupo en arriesgarse, al dejar de cubrirse la nariz y la boca, transformándose en una Selecta y recurriendo a una de sus técnicas, creando una corriente de aire lo bastante fuerte como para elevar varios cientos de metros las esporas, y haciendo acto seguido una señal a su colega del Vinhuiga. "Te necesito", le pidió, a lo que la nena híbrida también decidió arriesgarse, al convertirse en Selecta y lanzar un descomunal rayo de fuego que calcinó las esporas en el aire. "Creo que funcionó, no tengo problemas para respirar", se alegró Lidia, inhalando una buena cantidad de aire para comprobarlo, con la cabeza hacia arriba, acto con el que vio además los últimos vestigios, el humo que se disipaba, de su ataque. Marina aseguró que era conveniente retirar la técnica en los alrededores, para evitar que alguna desafortunada persona se convirtiera en víctima de las esporas restantes, de manera que la observaron alejarse junto con Lidia, transformadas las dos (una cigüeña y un vampiro), rumbo al sendero por el que llegaran los seis. Desde la distancia vieron un remolino de aire y tierra ganando altura poco a poco, hasta convertirse en una burbuja, la cual quedó suspendida ("Las esporas deben estar dentro", dedujo Eduardo), alejada de todo. Entonces, fue el turno de la Cuidadora del Vinhuiga, que lanzó otro de esos descomunales rayos de fuego, y en menos de cinco segundos, hubo una explosión gigantesca que se llevó consigo a la burbuja y su peligroso contenido. El fuego y el humo se mantuvieron en el aire otro poco y, ya disipados, la mujeres volvieron con sus colegas, quienes durante ese lapso tuvieron la concentración y los pensamientos dedicados tanto en esa táctica, la de eliminar las esporas, el peligro que estás representaran, como en los ilios muertos y los monstruos destruidos. Libres ya del peligro adicional e imprevisto, podían pensar en ese misterio e intentar resolverlo. "Lo del engaño elaborado se descarta, entonces?", planteó la Cuidadora del Templo del Fuego, a lo que los otros cinco contestaron que si, ofreciendo al respecto un nuevo argumento, de parte de Eduardo, tanto o más válido que los otros. Aún con sus armas nuevas y la capacidad de producir tantos monstruo como quisieran, los ilios eran incapaces de superar en fuerza a las hadas y otros seres elementales, y para suplir una parte de esa falta, o intentarlo, necesitaban de la superioridad numérica, aunque más no fuera esta contra las especies por separado - a nivel mundial, tres millones y medio de faunos, tres millones novecientos mil nagas, seis millones de liuqis... -, para mantener sus chances en esta guerra, y por eso, los líderes ilios no matarían a ninguno de los suyos, no arriesgarían una vida para una trampa elaborada para matar a los Cuidadores, a quienes se encomendara la tarea de recuperación de los fragmentos, lo único que podía abortar de una vez y para siempre los planes de conquista de los ilios. "Eso reduce las posibilidades a una sola" - concluyó Kevin, quien, como los otros, había insistido con la conveniencia de esperar unos instantes antes de colarse al templo subterráneo -, "el hada misteriosa que tiene el atributo de las flores, o de las plantas". Los Cuidadores solo sabían que las esporas y el veneno eran de origen vegetal, y no podían hacer grandes conclusiones y deducciones únicamente con eso, por lo que se miraron unos a otros, intentando traer al presente cualquiera ñ recuerdo que les fuera de utilidad. "Extraño a los funcionarios del Consejo EMARN", dijo Eduardo mirando hacia arriba, porque sabía que los expertos de ese organismo público (el Consejo de Ecología, Medio Ambiente y Recursos Naturales) podrían resolver este misterio en un momento, o por lo pronto en un lapso de tiempo definitivamente menor al que el o los otros Cuidadores. "Por qué creen que habrá hecho esto?", preguntó Qumi, observando el tendal de cadáveres con los manchones en la cara, a lo que su colega de la MabDe supuso que quizás esta hada desconocida pudo simplemente haber pasado por allí y atacado, al ver a tantos ilios concentrados en un lugar que resultó ser uno de los más importantes para su sociedad. "Ignorando lo que permanece oculto en el Aig-Kal", completó Zümsar su teoría, consciente de que podría no ser la única, pues pudo tratarse de un individuo feérico con el conocimiento de esta misión, el cual quiso ahorrarles el esfuerzo a los Cuidadores, entendiendo que estos todavía podían estar agotados, y no era para menos, después de esas expediciones tan peligrosas y extenuantes. Si ese era el caso, la reina Lili y los organizadores habrían enviado a esta poderosa hada como un plan de respaldo para el sexteto. "Ustedes por cuál de las dos posibilidades se inclinan?", les preguntó Marina a sus colegas, dando ella a entender que lo hacía por la segunda. Aunque era cierto que ella, Qumi, Lidia, Zümsar, Kevin y Eduardo habían alcanzado el máximo poder al convertirse en Selectos, era de esperarse que sintieran el cansancio, por tratarse de las primeras experiencias e impresiones, y por eso Lili y los otros organizadores aplicaron este plan de respaldo: un hada cuyos poderes se asemejaban a los de los Cuidadores. "Si eso es verdad, ese hombre, o esa mujer, debe haber encontrado el recipiente y estar ahora en Plaza Central", aventuró Kevin. "O puede estar aún en el templo", dijo Zümsar. "Eso puede tener alguna relación con las esporas?", inquirió Lidia, creyeron que el hada pudo dejarlas para impedir la llegada de más ilios, no solo para eliminar a los que ya estaban en el Aig-Kal. "Habrá hecho lo mismo en el templo?" - teorizó Eduardo, sabiendo lo que tenían que hacer -; porque, de cualquier manera, tenemos que entrar". Los otros cinco coincidieron con eso, y apostaron por otra posibilidad, vinculada al plan de respaldo de los organizadores: que esta misteriosa hada hubiese estado en el templo de la etnia Aig únicamente para quitar del medio a todos los defensores y simplificar así la tarea de los Cuidadores. "Y nosotros pensamos que esto iba a ser algo sencillo, después de haber estado en los otros templos", ironizó el Cuidador de la Casa de la Magia, entendiendo que el tiempo para hablar se estaba terminando, porque deberían entrar en el Aig-Kal y registrar las recámaras y los corredores, para ver si el recipiente de acero mágico estaba allí o no. Sus colegas parecieron pensar lo mismo, a medida que empezaban a fijarse en el hueco, y una conversación surgió entre ellos, acerca de quiénes ingresarían y quiénes se quedarían en la superficie, descolocados a raíz de esta misteriosa hada y su obra. Los ilios muertos y monstruos destruir motivaron a los otros a replantear su estrategia. "Qué hacemos, entonces?", llamó Zümsar, estando el y los demás reunidos alrededor del acceso. Al final, decidieron que solamente dos de ellos se quedarían en la superficie, pues considerando que para ellos el panorama podía ser más favorable que en los otros templos, y tras estar deliberando, decidieron que fueran Qumi y Marina, las Cuidadoras del Hogar de la Tierra y el Santuario del Viento, quienes se quedaran en la superficie para dar cobertura a los otros cuatro, ante esa eventualidad que representaban los contingentes de ilios y sus monstruos. "Cuenten con nosotras", se comprometió Qumi, algo revalidado por Marina con la frase "Nadie del otro bando va a entrar al Aig-Kal mientras ustedes estén en el". Los otros cuatro reconocieron que ese número era una ventaja, ya que podrían recorrer las recámaras y corredores en menor tiempo, además de que se tendrían unos a otros para socorrerse en caso de hallarse allí las esporas o los ilios (estos podrían estar esperando una incursión, o haberse ocultado para salvarse del veneno), o bien burlar las trampas caza bobos. "Está decidido?", llamó el Cuidador del Vinhäe, a lo que sus colegas contestaron que si haciendo el gesto de afirmación con la cabeza. Qumi y Marina accedieron entonces a sus condiciones de Altas Selectas  - cuerpos formados exclusivamente por los elementos tierra y aire -, y Lidia y los hombres en esas pequeñas y brillantes esferas que muy pronto estuvieron iniciando el descenso por el hueco.

Eduardo, Kevin, Lidia y Zümsar se perdieron entre la descomunal cantidad de artículos que pululaban la primera, segunda, tercera y cuarta recámara, abocados a la tarea de recuperar el último de los recipientes de acero mágico, temerosos de que este objeto ya no se encontrara en el templo. "Es un riesgo que tenemos que correr", les dijo el Cuidador del Vinhäe, en los instantes previos a que los otros tres se perdieran por uno de los corredores, tan oscuro y antiguo este como los que había en los otros templos. Nuevamente los cuatro tuvieron frente a sus ojos pasajes idénticos a los de los demás templos. Estanterías, cajones, góndolas y otros muebles repletos de artefactos de todo tipo en cuanto a los materiales con que fueran fabricados, sus características (dimensiones, peso, colores...), la antigüedad y el origen. De inmediato, los Cuidadores supieron que nadie había estado en esas recámaras en particular, porque todos los objetos y los muebles estaban cubiertos por una capa de diversos tonos de gris, más densa en algunas áreas y menos en otras, producto del polvo y la tierra que se acumularan durante años. Los Cuidadores, al mismo tiempo, no pudieron evitar pensar que los ilios tal vez estuvieran en las recámaras en algún momento del día de hoy, cubriendo de alguna forma cualquier rastro que delatara su presencia - siendo así, se habrían llevado el recipiente de acero mágico -, como las pisadas y el haber cubierto los objetos nuevamente con el polvo y la tierra. Confirmaron los cuatro que era una suerte que las esporas no estuvieran en el templo, porque eso les había facilitado las tareas, algo ya conocidos ñ por todos, por las experiencias vividas durante la mañana. Repasando los muebles, no vieron artículo alguno que por tal o cual aspecto hiciera diferentes a estas recámaras, a excepción de la filiación o pertenencia étnica de los que eran propios de los ilios, y los objetos robados, por supuesto, estaban allí, casi todos vinculados a las industrias que eventualmente podrían ser útiles en una guerra. Había allí armas (ballestas, espadas, lanzas, puñales...) de diversas épocas, pertenecientes en su mayoría a los seres feéricos, equipos protectores, manuales que los guardias usaban durante sus entrenamientos, los cuales leían para conocer y aprender diferentes estilos de pelea, como las artes marciales... Los Cuidadores germinaron concluyendo y reafirmando que, no bien la guerra hubiera terminado, sería extenuante y duradero el trabajo de hacer el inventario de todos y cada uno de los artículos robados, antes de proceder con la devolución a sus propietarios, a un individuo en particular o sus descendientes o a un grupo. Otro tanto de esos elementos irían a parar a manos de coleccionistas privados, a museos o a comercios de antigüedades, como el que era propiedad del Cuidador de la MabDe. "En Las Dalias 17-21-11 no va a quedar espacio", apostó Zümsar, que ya se había propuesto volver a los templos, en una clara señal de que no pensaba desprenderse, al menos no del todo, de aquello que era su máxima pasión y su sustento. Eduardo y Lidia harían algo parecido, ya que en este templo, como en los otros, detectaron artesanías, lienzos y otros tantos elementos que en su momento sustrajeran los ilios de los lugares grandiosos, alegóricos de y referentes a las hadas de agua y las de fuego. Incluso Kevin estaba planeando ya futuras visitas a los templos, sobre todo el Oi-Kal, porque en todos, especialmente en el primero, había visto varios elementos vinculados a las artes mágicas, incluidas  las decenas de piedras oculares que viera en uno de los templos ("Tienen que estar en la Casa de la Magia", había pensado al verlas). Al final, cuando se cumplieran los primeros diez minutos, los Cuidadores, con resultados insatisfactorios, se reunieron en el corredor que conectaba la cuarta recámara con la quinta, demostrando esos resultados arqueando los hombros y adoptando gestos de disgusto en la cara, acompañándolos con palabras alusivas. Allí, intercambiando breves y superficiales descripciones acerca de lo que vieran, volvieras a caminar, quedándose Eduardo y Zümsar en la quinta recámara, en tanto Kevin y Lidia continuaron el viaje hacia la sexta, creciendo en los cuatro el temor de que el recipiente con el último fragmento ya no se encontrara allí. Y la nueva interrogante no se hizo esperar. Si ese objeto no estaba en el Aig-Kal, quedaban dos posibilidades. Una de ellas, la cual tranquilizó por demás a los Cuidadores, era que aquella misteriosa hada que eliminara a los ilios y sus monstruos lo hubiera llevado a Plaza Central, a los expertos que habían organizado esta misión. La otra posibilidad era que los ilios hubieran retirado el recipiente antes de la llegada de los Cuidadores, y si esa era la realidad complicaba la situación de todos, porque el recipiente de acero mágico podría estar en cualquier parte, o, lo que era lo mismo, la guerra se extendería por tiempo indefinido.
Marina y Qumi estaban tensas, imposibilitadas de poder estar quietas, ya fuera sentadas sobre el mullido césped o de pie, temiendo que de pronto aparecieran uno o más contingentes de ilios antes de que sus colegas hubiesen terminado de revisar el templo subterráneo. La Cuidadora del Santuario del Viento miraba alternativamente el cielo y el horizonte, con los brazos cruzados y las alas desplegadas, a las que batía suavemente, generando con esa acción la suave brisa, procurando que eso sirviera para continuar recuperando las energías empleadas en la batalla anterior, encontrar algo de calma y mitigar los efectos de las altas temperaturas. "No me gusta esperar en esta situación" - dijo -, "sobre todo viendo eso", y señaló los cadáveres, a los que entre ambas habían apilado en un extremo del predio circular. "A mí tampoco", coincidió Qumi, cubriendo los cuerpos con los restos de los monstruos destruidos. El hada, que quizás estuviera más exigida que sus colegas, pues ella tenía la tarea de insertarse en y adaptarse a la sociedad moderna, no había visto nunca una situación tan alarmante, tensa y potencialmente fatal en sus años al frente del JuSe. Sabía que para casos como este - una guerra de proporciones planetarias - existían los Cuidadores, y no solo para ocupar las oficinas principales en los lugares grandiosos, haciendo de estos aquello que eran desde sus orígenes, un orgullo para la sociedad, cultura e historia; para hacerle frente a los retos y amenazas que supondrían graves problemas para los demás. "Creés que esto termine el mismo tiempo que este mes o antes?", le preguntó a su colega del Tep-Wo, reiterando el planteo que parecía más una irrealidad que otra cosa, especialmente ahora que podría no estar al alcance de los Cuidadores el recipiente con su valioso contenido. "Si" - le contestó Marina -. "Tengo dudas, pero sé que el uno de Febrero / Entoh número dos vamos a estar celebrando el fin de la guerra". Pero eso, como bien sabían las dos, dependía en gran medida, por no decir en toda, de que tuvieran en sus manos la media catorcena de fragmentos, rearmaran el pergamino y descifraran su contenido, sin importar cuál fuera este. Qumi puso énfasis en las seis partes que ya tenían en su poder, y teorizó que podrían emplearse, si se las unía, para hallar la restante, en caso de que esta no se encontrara en el Aig-Kal, ao que Marina fijo que podría tratarse de un llamador. "Las seis partes estarían reclamando, o llamando, a su compañera", dijo. "En efecto", le contestó Qumi. Aburridas y tensas como estaban, , empezaron a hablar acerca de sus experiencias y vivencias al frente de ambos lugares grandiosos, sin dejar de tener todos los sentidos en alerta, agradecidas las dos porque hubiera surgido este tema, y eso se debía a que las dos tenían cosas que aprender. Una de ellas era nueva en la vitalicia y dura tarea de ser Cuidadora, pues había sido nominada como tal por Zak'lu, su antecesora, a inicios del último mes del año pasado, y la otra había pasado doscientos años transformada en una estatua de vulcanita, luego de poco más de cinco como la sucesora de Qîma. "Supongo que vamos a poder aprenderlo todo, y a fondo, no bien termine la guerra", apostó la Cuidadora del Santuario del Viento, enfocando sus ojos en el horizonte, contenta por no detectar ningún peligro inminente. Como sus colegas, tenía entre sus preocupaciones justamente esa, la de no fallarle a nadie y hacer o lograr lo que tanto el personal en el lugar grandioso como el pueblo en general se sintieran orgullosos por su desempeño. "Lo bueno es que contamos con quienes nos van a poder ayudar", agradeció Qumi, hablando por los Cuidadores, y el pacto que suscribieran estos, comprometiéndose a compartir e intercambiar conocimientos y experiencias y de esa manera mejorar sus rendimientos. Las damas reconocieron que, aunque llevaban apenas un año y dos semanas al frente de los lugares grandiosos, Eduardo, Kevin y Lidia eran las principales fuentes de consulta. "Tenemos también a los notables, y los archivos que dejaran nuestros antecesores" - apuntó Marina -, "los vengo leyendo desde el día posterior al juramento de fidelidad". "Y en mí caso mí familia", fijo Qumi, ya al tanto que esta, especialmente su hermano, a quien había pedido que fuera el segundo al mando en el Hogar de la Tierra, y sus padres, se habían mantenido al tanto de todo cuanto ocurriera en ese lugar grandioso. Al final, las dos aceptaron que todos sus planes para aprender, adaptarse e informarse deberían posponerse hasta, por lo pronto, que hubieran reunido los siete fragmentos del pergamino, lo cual, si tenían (mucha) suerte, pasaría esta misma tarde, si sus colegas del Vinhäe, el Vinhuiga, la Casa de la Magia y la MabDe salían triunfantes del templo subterráneo.

Media hora después de haber hecho su ingreso al Aig-Kal, los Cuidadores se encontraron en el acceso a la última recámara, sintiendo una profunda desilusión e igual decepción en la cara. Por más que registraron minuciosamente y a fondo los otros espacios y los corredores, no encontraron lo que habían venido a buscar, y no vieron más que calcos de lo que fueran los otros seis templos. "Una pérdida de tiempo", reconoció al final el Cuidador del Vinhäe, siendo de los cuatro el primero en entrar a la recámara, apuntando hacia adelante su bastón, por si hubieran allí otras trampas caza bobos. "Y dejamos a dos de las nuestras solas en la superficie", lamentó su colega del Vinhuiga, en cuya mente, aunque mínimo e insignificante, quedaba un espacio todavía para la posibilidad del engaño elaborado por los ilios. "Nos queda esta recámara", se esperanzó Kevin, no tan convencido, a lo que Zümsar dijo "Está bien que tuvimos suerte... Pero será para tanto?". Desde el instante en que ingresaran en el Aig-Kal estuvieron de parabienes, porque lograron encontrar todas las trampas caza bobos que instalaran los ilios y deshabilitarlas, y tampoco se toparon, porque no las hubo, con las esporas. Eso fue lo único que los animó, a medida que la exploración se iba extendiendo por los corredores y las recámaras, y ahora que solo quedaba un espacio por registrar, no pudieron los Cuidadores, ni tampoco quisieron, evitar hablar acerca de las mismas posibilidades que surgieran al ver el tendal de cadáveres ilios y los mint-hu destruidos, sobre la locación del recipiente de acero mágico. Este podría encontrarse en la octava y última recámara o no, y si esta era la respuesta, se lo pidieron llevar los ilios, enterados ya de los planes de las hadas, ocultándolo en un lugar desconocido, o ese misterioso individuo feérico, y este se hallaría ya en el Castillo Real. "Hallaron algo?", les preguntó Eduardo, al cabo de cinco minutos, a lo que sus tres colegas contestaron que no moviendo la cabeza a los lados. "Tan solo este aperitivo", agregó Lidia, sonriendo al ver a los insectos, tres cucarachas, , huyendo al ver las luces (las auras de las hadas), el ruido y el movimiento. Ocho manos continuaron repasando cada rincón de la recámara en el curso de los siguientes diez minutos, tan concentrados los Cuidadores que parecieron memorizar gran parte de los objetos que atestaban los muebles y sus características. "Nos va a servir para después de la guerra", pensó Eduardo en voz alta, refiriéndose a los contingentes de seres feéricos y elementales que irían a la media catorceava de templos ilios, para reclamar los artículos que les fueran robados en algún momento de la historia. "Algunos se remontan a milenios antes del Primer Encuentro", observó Zümsar, que de los cuatro era el que más conocimientos poseía en la materia. "Y esto me pertenecen, literalmente!", protestó Kevin, tomando del estante frente a él una medalla de oro puro, un obsequio que le dieran en la representación diplomática del reino de Espal cuando lo nombraran como el Cuidador de la Casa de la Magia, medalla que había extraviado durante su batalla contra los mint-hu el mes pasado, en el Vinhäe, el día que Marina se revelara como la nueva Cuidadora del Tep-Wo. "Para qué querrían una pieza de oro puro?", inquirió Eduardo, y su amigo no supo que contestar, limitándose a decir que tal vez los ilios simplemente estuvieron haciendo lo que tanto se esforzaron por ocultar: robar. "No la dejes acá, si es tuya", le pidió Lidia, elevándose unos pocos centímetros para alcanzar el último nivel de la estantería. En efecto, el recipiente de acero mágico no estaba en los muebles, y tampoco en los compartimientos ocultos que descubrieron en las paredes y el suelo. "Es un hecho" h confirmó Eduardo, removiendo con los pies los objetos que cayeron al piso -, "estamos en dificultades y no sabemos que vamos a hacer ahora". Los Cuidadores se miraron unos a otros sin saber qué contestar, y, casi sin darse cuenta, reconocieron que lo mejor que podían hacer era volver a Plaza Central y dejar los seis recipientes que ya poseían en poder de los organizadores de esta misión de recuperación.
"No vuela ni el viento", contestó Marina, aterrizando y recuperando la forma feérica, después de haber pasado alrededor de diez minutos en el aire, a alturas diversas, describiendo óvalos y círculos, sin alejarse demasiado del templo ilio. "Y los mensajes, aunque tranquilizadores, no nos ayudan para esto", avisó Qumi, en referencia a los reportes que había estado dando la reina Lili a ambas y sus colegas bajo la superficie, en los que les hizo saber que la Ciudad Del Sol continuaba a salvo. Mejor que eso, tampoco habían sufrido otros ataques los lugares grandes ni sus líderes interinos, aunque es6no significaba que los ilios y sus monstruos no lo intentaran. "Fueron eliminados antes de que hubieran podido traspasar los perímetros exteriores", se alegró la Cuidadora del Hogar de la Tierra, quien, considerando la cifra de atacantes, concluyeron que el enemigo estaba asumiendo que los recipientes de acero mágico y su contenido podían hallarse en los lugares grandiosos. Y por fin, en una batalla cercana a la frontera que compartían los reinos de Uzekû y Sâmqei vieron en acción a los nuevos monstruos, a lo que las hadas y todos los seres elementales que les hicieron frente tuvieron sentimientos y opiniones que estuvieron claramente en los polos opuestos, en los extremos. "Igual que nosotras dos", convalidó Marina, que a ese respecto, como todos, había esperado lo peor. No bien tomaron conocimiento respecto de que los ilios estuvieron desarrollando una nueva clase de monstruos, sus oponentes se prepararon para lo peor, decidiendo que los individuos más poderosos, tanto feéricos como de otras especies elementales, estuvieran en la línea frontal, listos para los enfrentamientos que creyeron serían extenuantes y muy peligrosos. Pero lo que vieron les pareció una burla, e hizo que entendieran que, puntualmente en este caso, las precauciones fueran absolutamente innecesarias. Los nuevos monstruos estaban creados con una curiosa mezcla de materiales orgánicos e inorgánicos y en lo estético - la altura, el peso, el aspecto físico... - no eran muy diferentes a los mint-hu, mï-nuqt y uc-nuqt. "Es una burla" - todavía insistía la Cuidadora del Tep-Wo, pensando que se reiría si de pronto apareciera alguno, por cuanto le hubiera de contar la reina de Insulandia y por sus propias deducciones -, "los ilios se deben estar trepando por las paredes". "Y que lo digas", corroboró Qumi, quien parecía pensar lo mismo. Para peor, se alegraban las Cuidadoras, un grupo de exploradores del Ejército de Uzekû, hallándose en persecución de los ilios que instantes atrás habían intentado destruir un arsenal - un depósito de pólvora y otros insumos para la artillería zarqû, el gentilicio del país -, descubrió por accidente la fábrica en que eran creados, no solo estos monstruos, sino también los uc-nuqt, mï-nuqt y mint-hu. "Otro golpe catastrófico para los ilios", dijo Marina, para concluir esta conversación. Esos seres habían sufrido una derrota atrás de otra desde que la Cuidadora del Santuario del Viento e Iris capturaran a dos de los individuos en las cercanías del centro neurálgico de la capital insular. "Una cadena de eventos, y todo va de mal en peor", sintetizó Qumi, consciente de que su vuelta, su recuperación, había sido el detonante.  Ese evento había motivado a los enemigos de las hadas a acelerar sus planes, algo para lo que no estaban preparados y que los hubo de tomar completamente por sorpresa. Habían pasado miles de años desarrollando sus planes, muchísimos más de los que les hubiera gustado, a consecuencia de la Guerra de los Veintiocho, pero aún les faltaba tiempo, y la eventualidad del regreso de Qumi fue un desastre incluso superior al que creyeron, porque no se trató solo del secreto de la ubicación del manifiesto, sino también de la presencia de la Cuidadora del JuSe, de todo cuanto esto representaba e implicaba. "Con eso podemos reafirmar lo de que la guerra va a terminar en unos pocos días", dijo Marina, algo que Qumi convalidó con un gesto facial, a la vez que el cuarteto energía de las profundas y se materializaba ante ambas.

_Nada., lamentó el Cuidador del Vinhäe, cuando su colega del JuSe le preguntó al respecto.
Pasadas las trece treinta, cinco de las hadas se congregaron en torno al acceso al templo de la etnia Aig, en tanto Lidia sobrevolaba en círculos el área, cumpliendo tareas de vigilancia. Los adultos estaban preocupados y consternados, y pensaban qué hacer de ahora en adelante, si volver a la Ciudad Del Sol para dejar los seis recipientes de acero mágico o llevar a cabo una búsqueda en los alrededores, creyendo que algún ilio pudo escapar al ataque de las esporas. Podrían capturarlo y llevarlo ante el rey Elías, para que este usara la legeremancia y averiguara el paradero del recipiente restante.
_Eso significa que nos encontramos ante un problema con letras mayúsculas, y no tenemos idea de que hacer, ni como - dijo la Cuidadora del Hogar de la Tierra, con el gesto de disgusto en la cara -. No se ustedes, pero yo propongo volver a Plaza Central, en lugar de buscar a los ilios en los alrededores.
Ella pensaba que era más prudente llevar los recipientes que ya tenían al Castillo Real, porque allí estarían más seguros que con los Cuidadores, estando estos expuestos a nuevas batallas. Si de verdad los ilios habían podido rescatar uno de los objetos, de seguro harían lo que fuera por recuperar los que tomaran las hadas. Si eso era cierto, podrían estar dirigiéndose al Aig-Kal en este momento. También cabía la posibilidad de que intensificaran sus ataques sobre los lugares grandiosos, ahora que sabían que los Cuidadores no estaban en ellos.
_Yo también digo que volvamos - contestó Marina, convencida de lo correcta que era esa decisión -. Sería un desastre que extraviáramos estos recipientes, por el motivo que fuere. Una vez que estemos en Plaza Central vamos a poder estudiar con más detenimiento esta situación acerca del paradero del restante. Y de paso todo esto.
Con un sutil movimiento de las manos señaló los cadáveres de esos ilios y los restos de los monstruos a los que se encomendara la protección del Aig-Kal. Conforme cuatro de los Cuidadores iban inspeccionando las recámaras y corredores, no les cupieron dudas de que un hada había participado de este misterioso evento, ante lo que sus enemigos no tuvieron oportunidades. Restaba saber si esa hada había obtenido la valiosísima pieza.
_Hay que volver - fue la coincidencia de Zümsar -, y pensar cuál de las dos cosas es la prioritaria. Es muy posible que las dos estén conectadas... pero al mismo tiempo puede que no. En cualquier caso, lo que me parece más urgente es volver y dejar a salvo los recipiente que ya tenemos. Allí deben saber quién fue el hada que hizo esto.
A sus colegas no les cupieron dudas al respecto. Si esta hada aún envuelta en el anonimato había sido enviada al Aig-Kal como un refuerzo para los Cuidadores, los reyes insulares y otros organizadores de la misión debían saber quién era. De momento, los seres feéricos alrededor del acceso desconocían todo o casi todo y ni siquiera eran capaces de conocer el don o atributo con exactitud, solo que era de la vegetación.
_Tenemos un aliado poderoso, y eso desde ya que es bueno - se alegró Kevin, tan contento como los otros por volver a Plaza Central -. Sea un hada de las flores, de los árboles o de lo que sea... sus poderes y habilidades se asemejan a los de cualquiera de nosotros, y no de los Cuidadores.
Se había referido a los principales elementos de la noche; el agua, el aire, el fuego, la luz y la tierra. Cualquiera de estos y los seres feéricos de la flora, y también de la fauna, podían ser igual de poderosos y hábiles.
_Entonces que no se diga una palabra más. Volvamos y entonces vemos qué y cómo hacemos - el otro motivo para volver que tenían era el de estar con sus familias otra vez. Eduardo no había dejado nunca de pensar en su compañera y en su hija -. Empecemos por estos recipientes y los organizadores. Van a querer un informe con lujo de detalles de todo lo que vimos e hicimos - miró hacia arriba y exclamó -. Lidia!.
El vampiro aterrizó en el suelo y al instante la nena híbrida recuperó su forma habitual, tras lo cual la Cuidadora del Tep-Wo le dio el cilindro mágico. Sabía que con eso demostraba que no habían ya dudas respecto a las capacidades de la hija mayor de Kuza y Lara.
_No vi nada que valga la pena - reportó -, y si me piden una opinión, creo que hay más ruido y movimientos ñ en un cementerio. Lo único que escuché y vi a la distancia fueron unos pocos animales. Y que se sepa, no hay seres humanos que vivan... no se... A menos de veinte kilómetros de distancia del Aig-Kal?.
Repentina, a los Cuidadores se les ocurrió pensar que este silencio podría ser una mala señal. Estando los ilios al tanto de los planes de las hadas, entendiendo que estas se habían apoderado de seis de los recipientes de acero mágico, lo lógico era que hicieran hasta lo imposible por mantener a salvo el séptimo, y los expedicionarios no podían entender cómo no mandaron aún disponible refuerzos a este templo para hacerle frente a este gravísimo problema. Las posibilidades de que no supieran lo ocurrido, la llegada de los seis Cuidadores y el ataque previo de un hada que eliminó a los defensores con las esporas venenosas y el corrosivo, eran mínimas e insignificantes, cuando no inexistentes. No se quedarían quietos frente a un desastre que podría detener sus planes para siempre.
_Volvamos ahora - insistió Eduardo, accediendo a su condición de Selecto, una precaución que no saldría sobrando, si se consideraba esa preocupación surgida del silencio e inexistencia de los ilios y sus monstruos -. Por todo lo que ya hablamos, y podríamos hacer falta. Los ilios podrían descargar toda su furia y violencia y empezar una matanza indiscriminada o barbaridades como esa si se lo proponen. Y considerando que va a ser un viaje peligroso, va a ser mejor que se transformen en Selectos. Aunque dudo que el enemigo nos pueda herir, creo que es mejor no tentar a la suerte, al menos por hoy.
Kevin, Zümsar, Lidia, Marina y Qumi también se transformaron, y acordaron que el viaje hacia la puerta espacial sería por el mismo sendero que los trajera hasta el Aig-Kal.

"Suerte para todos", desearon al unísono, y empezaron a caminar.

Pero apenas dieron unos pocos pasos, muchos menos de los que hubieran necesitado para cubrir la tercera parte del predio circular. Y los Cuidadores, inmediata e instintivamente, se pusieron en alerta.

Los ataques, o lo que fuera que estuviera pasando, los había tomado completamente por sorpresa, ya que provino no solo desde las alturas, desde un punto de distancia más allá de la línea de frontera, sino también desde las profundidades. "Remonten el vuelo!", advirtió Eduardo, cuando todos recuperaron la forma feérica, dividida la concentración y la vista de los seis en aquello que estaba emergiendo del suelo y la escena que se desarrollaba en la distancia, lo cual, creyeron, era un enfrentamiento. "Son enredaderas!", exclamó Lidia, fijándose en la maraña de hojas que brotaba en esa superficie tan reducida, de menos de dos metros por dos, las cuales se entrelazaron unas con otras hasta conseguir formar un círculo perfecto, con delgadas lianas a los lados. "Será una trampa, después de todo?" inquirió Kevin, en tanto trasladaban los demás y el sus pensamientos a la Cuadrícula de los Elementos. Aquello que había emergido era materia vegetal, lo que significaba que quienes tenían mejores oportunidades, si en verdad se trataba eso de un ataque, , eran el mismo y los Cuidadores del Templo del Fuego, de la Casa de la Luz y del Hogar de la Tierra (Lidia, Zümsar y Qumi), y, habiéndolo comprendido, los cuatro se prepararon para una posible batalla, aunque no les dio la impresión, tampoco a Eduardo y Marina, de que esas enredaderas fueran a demostrar alguna clase de hostilidad, y por consiguiente el hada que las estuviera manipulando. "Cómo podemos saber que es de los nuestros?", llamó el Cuidador del Vinhäe, quien no había estudiado a fondo las técnicas de los seres feéricos de estos tipos, como las flores y las plantas. "Por esa figura" - contestó Kevin -, "es perfecta". Y tanto el artesano-escultor como los demás, en lo que veían como la figura cambiaba una vez más, apareciéndole ahora los bordes, le explicaron que solo las hadas eran capaces de conseguir esas formas geométricas, así de perfectas, una condición que se hacía destacar cuanto más experimentada fuera el hada. "Asumimos que es un hada de las plantas?" - planteó Eduardo -, "y no de las flores u otro tipo dentro de la vegetal?". Sus colegas le contestaron que si, una respuesta que basaron en el hecho de que la formación de enredaderas no poseía flores, algo que hubiera delatado la presencia de un hada de este tipo. Esto, en cambio, eran lianas y miles de hojas de varios tonos de verde. De repente, los Cuidadores escucharon tres fuertes explosiones a lo lejos, y no les costó trabajo advertir que las habían originado los monstruos, un trío de estos, porque el hada contra la que estuvieron combatiendo definitivamente los había superado y derrotado. A las explosiones las siguió inmediatamente una nube de humo gris que superó en algunos metros la altura de aquellos árboles distantes, y los Cuidadores, enfocando la vista en aquel punto, creyeron detectar algunos pocos escombros saltando por los aires, contribuyendo al caos. "Qué piensan ustedes que haya pasado?", les preguntó Lidia, en tanto su colega del Santuario del Viento abandonaba la condición de Selecta, se transformado en una cigüeña y remontaba el vuelo, para tener una mejor visión sobre lo que había ocurrido. "Será la misma que eliminó a los monstruos y los ilios?", agregó Zümsar, notando como las enredaderas dejaron al fin de moverse, y eran ahora se óvalo con los bordes bien constituidos. "Y habrá relación entre ella y esa batalla por un lado y estás enredaderas por otro?", continuó Qumi, percibiendo como las sonoras explosiones provocaban la huida masiva de decenas de aves. "Por si faltaba algún misterio...", concluyó Kevin, al tiempo que Marina aterrizaba, se convertía otra vez en Selecta, y les hacía saber que, en efecto, se trataba de un hada con aura verde azulada que tenía el don o atributo de las plantas, porque la veo mover a su voluntad otro juego de enredaderas, estas dando forma a una esfera, a poca distancia de ella. "Sirve de consuelo saber qué es de los nuestros", se alegró la Cuidadora del Tep-Wo, sospechando que esta hada podría dirigirse de un momento a otro al Aig-Kal, por lo que ella y los otros cinco decidieron quedarse donde estaban, para conocerla y preguntarle acerca de todo cuanto ocurriera en este lugar. Pero, antes de que cualquiera de ellos hubiera tenido tiempo de pensar o decir alguna otra cosa, algo pasó en aquel lugar. Hubo otra explosión, y un objeto ascendió a gran velocidad, viajando en círculos hasta caer cerca de ellos, y fue entonces que Marina, con la justificada cuota de asombro, reconociendo a la esfera vegetal que había visto instantes atrás, y luego, no más de diez segundos después, a la propia hada. Era una mujer de más o menos la misma altura que las Cuidadoras adultas, qué saludó con una sutil reverencia a sus congéneres. "Las esporas y el corrosivo fueron obra mía", dijo, moviendo uno de sus brazos para sujetar la esfera con las lianas que había a los lados del camastro. "Pero... Qué pasó?", le preguntó el Cuidador del Vinhäe, a lo que el hada le contó algo que sus congéneres había pensado antes y después de la exploración al templo de la etnia Aig: los organizadores de esta misión, entre estos la reina Lili y el rey Elías, decidieron enviar este plan de respaldo, porque creyeron que Eduardo, Kevin, Lidia, Marina, Qumi y Zümsar, aún con lo poderosos que se habían vuelto y las proezas de que eran capaces, podrían encontrarse con dificultades, a consecuencia de haber sorteado esos grandes retos en los otros seis templos. "Te lo agradecemos", correspondió Eduardo, pensando que lo haría también con los organizadores. "De nada" - fijo el hada, con una sonrisa, y agregó -, "y otra cosa. Tengo algo para ustedes... para nosotros".

Entregó a Lidia el séptimo recipiente de acero mágico.

_Te explicaron lo que vinimos a hacer?., quiso saber la híbrida, tan pronto como lo hicieron los otros, algo que los unía con la recién llegada.
Esta también era una Selecta. Todo su cuerpo estaba formado por hojas y lianas de este verde azulado, el mismo que Marina viera en su aura. Recuperó su forma feérica quedó a la vista su aspecto físico, una dama que en efecto tenía la misma altura que las Cuidadoras adultas y, como estas, su atractivo femenino. Tenía ojos pardos, el cabello castaño era largo y tanto sus gestos faciales como corporales eran un indicativo de la emoción que estaba sintiendo.
_Tenían que - dijo el hada, con su brazo aún orientado hacia el capullo (así definió ella a la esfera) y el camastro -. Fue un resumen de lo que hablaron en el edificio del CSP con la reina Salomé y el líder de la Mancomunidad Elemental. Fue esta misma mañana, entre las ocho y media y las diez. Y llegado el mediodía terminé de prepararme. Sabía que ustedes seis estaban intentando recuperar lo único que puede derrotar definitivamente a los ilios, así que entendí que tenía que venir a ayudarlos. Por cierto, mí nombre es Lina - volvió a hacer la reverencia -... y soy la nueva Cuidadora de la Morada de la Flora, de la SeNu.
Enseñó al sexteto el bastón y la cinta de terció que le legara Ilaqi, su antecesor, y volvió a sonreír, al tiempo que los otros, sus "colegas", empezaran a atar cabos sobre lo ocurrido en el Aig-Kal. Había Lina usado las esporas y el corrosivo para quitar del medio a la multitud de defensores y mantenido las primeras para evitar que otros contingentes de enemigos se aproximaran en tanto ella estuviera allí. Los Cuidadores le contaron, de forma resumida, lo que vieron e hicieron desde que Marina pidiera que se cubrieran la nariz y la boca hasta el momento en que decidieron emprender la vuelta a Plaza Central, y su desesperación al no haber hallado el recipiente.
_Si, estuvo en el templo - indicó Lina -... Ven el capullo?. Es un ilio, estuvo dentro del Aig-Kal cuando llegué yo a buscar el recipiente. Lo tenía en sus manos y aprovechó un descuido de mi parte para escapar, o intentarlo.
Les habló de sus vivencias y experiencias una vez eliminados los defensores. Estando ya en la primera recámara, no tuvo más que abandonarla y empezar a andar por uno de los corredores, y fue entonces que advirtió que durante esos quince minutos allí estuvo acompañada por un ilio que había estado recurriendo a su técnica del camuflaje, muerto de miedo, pues sabía que en un cuarto de hora empezaría a sentirse ese olor nauseabundo que delataría su presentación - un contraataque de Iris en la Guerra de los Veintiocho -. Sabía que si el hada permanecería por más tiempo allí sería todo para el y su causa estaría perdida, ya que con sus manos estaba sosteniendo el recipiente de acero mágico, el objeto más importante, tanto que motivara la participación de los seres feéricos más poderosos en esta misión de recuperación. "No bien salí y estuve en el corredor se materializó y empezó a escapar", informó Lina, describiendo entonces una persecución que se prolongó por varios kilómetros en el territorio de Sqibam, y que incluyó una batalla contra el grupo de respaldo, compuesto este por sesenta ilios y los mint-hu. A todos los venció, recuperó el recipiente y decidió perdonarle la vida (por ahora) al individuo que saliera del Aig-Kal, porque consideró que se trataba de un prisionero que podría poseer alguna información valiosa. Solo eso explicaba que hubiera arriesgado tanto, y que hiciera esos denodados esfuerzos por liberarse y continuar la huida.
_Te tomó menos tiempo que a cualquiera de nosotros - le dijo Eduardo, a modo de felicitación -. Tuvimos grandes retos, en nuestros combates y buscando los recipientes. Y eso es bueno. Tener a alguien así de nuestro lado... Cómo fue que descubriste que eras la heredera de Ilaqi, cómo llegaste a su oficina?.
_Tal vez podamos continuar esta conversación mientras nos vamos - pidió Marina, que otra vez había estado patrullando desde el aire -, porque al menos una centena y media de mï-nuqt, uc-nuqt y mint-hu y esos nuevos monstruos están viniendo hacia acá. Y si conté bien, hay alrededor de mil ilios acompañándolos.

Las hadas dejaron entonces el predio circular.

Anduvieron por el sendero, todos transformados en Selectos, que trajo al sexteto hacia el templo, y Lina aprovechó esos minutos, tan breves como tensos, por la posibilidad de que más ilios y monstruos estuvieran esperando su oportunidad, para describirles lo sobresaliente en su vida, en los últimos dos días. "Es algo parecido a tu historia", le dijo a Zümsar, pues a Lina, de veintiocho años cumplidos el mismo día que sus ahora colegas se internaran en el Oi-Kal para buscar el manifiesto (nació el siete de Enero / Baui número siete de diez mil ciento setenta y ocho) le había tocado descubrir lo que era por casualidad, simplemente porque estuvo en la SeNu, la Morada de la Flora, en el momento correcto, cumpliéndose con las obligaciones para su patria y todos los suyos.  Lina había sido una de las cuatrocientas cincuenta hadas guardianas, en su caso una ballestera, a las que el Ejército y el gobierno de Sâmqei les encomendaran la protección y vigilancia del lugar grandioso. "Soy ballestera desde los diecinueve", dijo, remitiendo brevemente su memoria al día en que llenara el formulario de inscripción, y volviendo al presente, a un instante específico de la madrugada, a eso de las cuatro y media, cuando ella y doce de sus como fueran los primeros en responder a la alarma que anunciaba un ataque - los notables en el SeNu tomaron esta idea del Vinhäe, donde su Cuidador incorporara una estridente sirena como parte de las nuevas defensas -. Lina se abrió camino lanzando tanto una salva de flechas como sus propias descargas de energía, estas últimas contra los ilios que corrían al lugar donde estaba la oficina de dirección. "Voy tras ellos!", avisó Lina a sus camaradas de armas, en tanto más seres feéricos se sumaban a los defensores, no solo las hadas guardianas, sino también el personal que cubría la jornada uno de trabajo (cero a ocho horas) e incluso quienes vivían cerca del lugar grandioso y supieron del ataque, a raíz del ruido y unas pocas explosiones. Al final, de los cincuenta ilios a la carrera, solo once llegaron al caserón en el centro geográfico de la SeNu, Lina había eliminado a los otros cortándoles la respiración y triturando sus huesos con esas enredaderas que brotaron del suelo repentinamente. Y esa oncena de sobrevivientes pronto tuvo que debatirse entre pelear sin ayuda contra esta poderosa adversaria, que no usaba ya la ballesta, sino su propia energía, y continuar con su misión de destruir el caserón, sabiendo que de tener éxito causarían un enorme golpe moral a las hadas y otros seres elementales. Un breve combate se produjo y Lina eliminó a ocho de sus oponentes en un instante, recurriendo a las esporas, exhalando aire para esparcirlas sobre los ilios, que cayeron sin poder defenderse. Pero quedaron otros tres, y para cuando la ballestera se dio cuenta, ya habían entrado en el caserón. "Ah, no tan rápido!", exclamó el hada, y corrió tras ellos, alcanzando a uno en el recibidor, a otro al pie de la escalera que llevaba al piso superior y al tercero en este, al final del pasillo en el que había un espacio que, casualmente, era la oficina que usaban los Cuidadores. El ilio cayó sin poder poner sus manos, y en esa acción, el hada, incidentalmente, entró en contacto con la puerta.

_Le di a la puerta con los pies, para frenar el impacto - les dijo Lina, a poco de llegar al marco dorado. Tanto ella como sus colegas se alegraron no solo por volver triunfantes, sino también por hacerlo como prometieran, antes de que se ocultara el Sol, a mitad de la tarde -. Aparecieron la cerradura y el picaporte, y supe de inmediato lo que significaba eso. Como dije, nada o muy poco distinto a tu caso - dirigió esas palabras a Zümsar -. Entré y estuve unos minutos cara a cara con Ilaqi, y me dijo dónde podía encontrar el bastón y la cinta. E imagínense lo que pasó entonces.
Describió la escena que se produjo en la Morada de la Flora y, en particular, en el caserón. Un gran número de individuos reunidos en este, tan sorprendidos como asombrados y felices, y los notables siendo los primeros en darle la bienvenida formal al reemplazo de Ilaqi, al que tanto estuvieron esperando. Los compañeros de Lina (superiores, iguales y subalternos) fueron los siguientes, y para cuando la ballestera de veintiocho años volvió a la realidad, cuando hubo de desaparecer para ella el desconcierto, se dio cuenta de que su vida cambiaría para siempre, y no era solo por esta nueva responsabilidad (el nuevo trabajo), a la que llevaría sobre los hombros de por vida, sino por todo. "Los voy a necesitar", dijo, dirigiéndose particularmente a los cuidadores del Vinhäe y el JuSe, quienes llevaban más tiempo ejerciendo esas tareas.
_Lo primero que nosotros siete tenemos que hacer es ponerle fin a la guerra, hacer todo lo que esté a nuestro alcance y posibilidades para que no se prolongue - indicó Eduardo, divisando ya la puerta espacial -. Ahora que los Cuidadores somos siete, supongo que la carga y las responsabilidades van a ser menores para cada uno.
_Espero poder contribuir., deseó Lina, quien arrastraba el camastro con el capullo.
_Por qué un prisionero?., quiso saber Kevin.
_Un presentimiento - contestó la nueva Cuidadora -. Si estoy en lo cierto, y ojalá lo esté, capturé al líder mundial de los ilios.

Cruzaron la puerta espacial y en tan solo un instante estuvieron en el centro neurálgico de la Ciudad Del Sol, donde fueron recibidos con la extraña mezcla de estupefacción y alegría. El clima entre las decenas de hadas y otros seres elementales en la plaza y sus adyacencias era tenso, pues todos esperábamos un ataque de los ilios y sus monstruos de un momento a otro. Olaf y la princesa Elvia les dieron la visa antes que cualquiera de los demás, asombrados al ver el capullo, y, por supuesto, a la flamante Cuidadora, respecto a lo que sus reacciones fueron las mismas que las de todos allí, pues recién ahora se enteraban que Ilaqi había encontraba un reemplazo. "Eso tiene que esperar" - pidió Elvia a la multitud, y acto seguido dijo a los Cuidadores -, "mí mamá y los demás los esperan en su oficina... y a propósito, que bueno que volvieron". Y ella, al igual que Olaf, pasaron todo el camino hasta el despacho hablando de sus familiares, por lejos quienes más preocupados y angustiados estuvieron a causa de la peligrosa encomienda que dieran a los Cuidadores.

"Está abierto", indicó Isabel, en la oficina de dirección del Templo del Agua, al que había vuelto momentáneamente para ocuparse de sus responsabilidades como segunda al mando, habiéndose prometido volver al Castillo Real a las quince en punto, para esperar la llegada de Eduardo. "Te ahorré el viaje", dijo su marido, abriendo la puerta e ingresando, a lo que la dama, que desde que llegara estuvo revisando los reportes de las hadas guardianas, Isabel dejó caer las páginas, algunas sobre la mesa y otras al piso, bordeó el escritorio y, con los ojos ya humedecidos, se arrojó a los brazos del Cuidador, quien en todo momento había estado consciente de las emociones y preocupaciones de Isabel, lo que justificara perfectamente esa reacción. "Las ocho horas más difíciles y angustiantes de mí vida", aseguró - dieron las quince en el momento en que entrara el Cuidador -, soltando a su marido y yendo los dos a uno de los sofás
_La misión fue un éxito - fue lo primero que dijo Eduardo con relación a ese evento, lo más peligroso que hiciera en este mundo, más definitivamente que su salida durante la Gran Catástrofe -. Conseguimos los siete fragmentos y hace unos momentos los dejamos en poder de los líderes de la ME y el CSP... ah, y llegó una nueva Cuidadora; se llama Lina, es de Sâmqei y le va a tocar hacerse cargo de la Morada de la Flora.
Eduardo quería describirle con detalles sus experiencias en los templos antiguos, incluido el arribo de esta nueva colega, pero al parecer Isabel no quería hacer nada más que permanecer concentrada en desahogarse, porque ahora que su marido estaba de vuelta podía soltar todo cuanto la estuvo mortificando desde que se enterara de los riesgos y peligros implícitos en la misión de recuperación.
_Ni siquiera con las palabras de Lili me puedes tranquilizar - reconoció -, ella nos estuvo manteniendo al tanto de sus avances en los templos de los ilios. En estas ocho horas estuve varias veces al borde del colapso. Salvando el motivo, experimenté y sentí lo mismo cuando te arriesgaste de aquella manera en la Gran Catástrofe.
Aunque tenía a su compañero a su lado, sabía ella, no iba a calmarse, al menos no del todo, sino hasta dentro de algunas horas. Además, pensaban en su padre, que exponía su vida como voluntario en uno de los puntos de acceso y salida de la Ciudad Del Sol.
_Quisiera poder decirte que no voy a ausentarme más, pero temo que no va a ser así - lamentó Eduardo, tanto por el mismo como por Isabel y, obvio, por su hija -. En cuanto los expertos hayan armado el pergamino y descifrado su contenido voy a tener que hacer mí parte, y los míos la suya. Además, mis colegas y yo vamos a tener que estar mañana al mediodía en la SeNu, para el nombramiento de Lina. Acordamos que fuera a las doce porque el enorme movimiento, eso y el hecho del surgimiento de una nueva Cuidadora, les va a complicar las cosas a los ilios, si es que estos están planeando un nuevo ataque. Y quiero decirte de nuevo que no te preocupes por mí. Hice la promesa de volver y no tengo intenciones de incumplirla, Isabel. Antes de que llegue el nuevo mes, vamos a estar tranquilos y en paz, sin nada que nos altere, sin nada por lo que tengamos que preocuparnos.
_Con los ilios derrotados definitivamente - resumió su compañera -. Necesitamos más que nunca de la paz. El Vinhäe es un hervidero, y eso sin contar los ataques. El solo hecho de que estamos en guerra es un motivo más que suficiente para que haya una tensión constante.  Todas las personas con las que me crucé hoy en este lugar... bueno es como si estuvieran esperando ser atacadas de un momento a otro.
_No los podemos culpar. Yo sentí lo mismo y lo sigo sintiendo - justificó Eduardo ese comportamiento -. Y Melisa, dónde está?.
_Mi mamá la llevó con mi hermano a la guardería, están allí desde el almuerzo - informó Isabel -. Ella necesita de tranquilidad tanto como nosotros, tanto como cualquiera.
Iulí llevaba algunos días viviendo en el Templo del Agua, por pedido de su hija y su yerno, quienes asumieron la posibilidad de que ella y su hijo recién nacido, por tratarse de familiares directos de los líderes del Vinhäe, podrían ser blancos prioritarios para los ilios. Costó convencerla, pero al final aceptó, y ahora pasaba uno atrás de otro los días en el lugar grandioso, haciendo de todo menos divertirse y relajarse. No solo eran Eduardo e Isabel los que corrían peligro, sino también Kevin y Cristal - se le heló la sangre cuando supo que algunos monstruos habían podido llegar a la Casa de la etnia, y por consiguiente Akmolu, su hijo nacido a inicios del último trimestre del año pasado, y la nueva vida que Cristal llevaba en el vientre. Y por último su marido, que estaría en la línea frontal en caso de que se produjera el esperado (y temido) ataque de los ilios y sus monstruos a la Ciudad Del Sol.
_Vamos a encontrarnos con ella., le propuso Eduardo, sabiendo que el suyo no era el único caso, pues los Cuidadores habían hecho cosas parecidas.
Marina y Qumi, del Tep-Wo y el JuSe, le habían pedido a sus respectivas familias que se refugiaran en los lugares grandiosos, aunque a la larga solamente lo terminaron haciendo las mujeres y los menores de edad de ambos sexos, pues los hombres, en actos con los que demostraron valentía, se unieron a la lucha, enrolándose como voluntarios en las fuerzas de Ucêm y Austronesia - el hermano de Qumi, siendo el segundo al mando del JuSe, estaba luchando desde el principio -. Los padres de Lidia peleaban cada uno a su modo. Lara ejerciendo el mando interino en el Vinhuiga, sin descuidar allí sus obligaciones como médica, y Kuza estaba junto a una veintena de sus congéneres adultos, causando verdaderos dolores de cabeza a todos los ilios que estaban cerca del lugar grandioso y de las aldeas vampíricas de la zona, sin descuidar, por supuesto, a Suakeho, que pasaba sus días en brazos de su madre o en la guardería, siempre protegida por la seguridad que le proporcionaba el Vinhuiga.  Mizûk, el hijo de Zümsar e Iris, estaba a salvo de todo en el Castillo Real - el bebé, después de todo, formaba parte de la realeza - ya que sus padres se encontraban ocupados con estas obligaciones igual de irrenunciables. Lina debería pedirles lo mismo, o algo parecido, a sus familiares, ahora que estaba al frente de uno de los lugares grandiosos, ya que eso, en estas circunstancias, los convertía en blancos prioritarios.
_De acuerdo, vamos., accedió Isabel, y ambos desocuparon el sofá.
Al estar en el exterior, el Cuidador confirmó que en el Templo del Agua reinaba un clima tenso. Nadie allí parecía estar tranquilo y el común de las sensaciones y expresiones era, en efecto, que los ilios podrían atacar en cualquier momento. Había decididamente menos visitantes, una cuarta parte de las actividades científicas y otras tareas similares, como las excavaciones arqueológicas, habían sido suspendidas y las hadas guardianas estaban más activas que nunca, vigilando en grupos de tres o cuatro componentes por aire, tierra y agua. "La última vez que se vivió algo así fue durante la Guerra de los Veintiocho", informó Isabel a su marido, en tanto llegaban al área del personal, donde estaba la guardería. Al estar allí, corroboró a Iulí en la entrada, quien no pudo ni quiso ocultar su emoción al verlos otra vez juntos, y se abalanzó sobre el marido de su hija mayor (su yerno) antes que este hubiera tenido tiempo de prepararse para corresponder de la misma manera, y faltó poco para que los dos cayeran al suelo. "Perdón" - se excusó -, e pasa lo mismo que a todos", y le dijo unas palabras acerca del temor que se había generalizado en las hadas por la posibilidad de perder a un familiar o más en el enfrentamiento definitivo contra los ilios.
_Ojalá se cumpla el vaticinio extremo" - deseó su hija, entrando en la guardería -, "sobre recuperar la paz no después de que termine este mes. Que continúe es algo que va a agregar muchos más problemas y sufrimientos de los que ya tenemos... allí están"., anunció.
Había en la instalación, a cargo de una decena de hadas del sexo femenino, que no superaban los dieciocho o diecinueve años - para las mujeres, uno de los trabajos que podían hacer para ser duda primeros pasos en ese ambiente era el cuidado de bebés e infantes -, a cargo de dos docenas de menores de edad que no superaban los tres años. "Los nuestros son los más jóvenes", indicó Iulí, remarcando algo que era cierto. La mayoría de los "inquilinos" estaba furni6, por lo que el personal dedicaba el grueso de sus esfuerzos al aseo de la estructura, sin dejar de alegrarse por ver al Cuidador con vida (todos en el Vinhäe habían sentido lo mismo), y mostrar tanta preocupación como los demás por la situación que estaban viviendo. Eduardo hizo lo que pudo por calmarlas, porque una parte de sus tareas y responsabilidades consistía justamente en eso, mantener calmado al personal, y cuando su compañera y su suegra tomaron a sus respectivas descendencias, era el momento justo para la cuarta ración de leche materna, los tres adultos y las empleadas se apiñaron en un rincón de la guardería, continúen la conversamos sobre el tema de la seguridad en el lugar grandioso, no ignorando la posibilidad de nuevos ataques en este y los posteriores días.

Ciento diecisiete horas pasaron desde ese momento, los responsables máximos e Iulí reunidos con las niñeras en la guste, hasta el mediodía del veintidós de Enero / Baui número veintidós, un jueves tan intenso color cualquiera de los días anteriores. En esos casos cinco días, se habían producir MSF de tres mil batallas a nivel mundial, unas más duraderas que otras y unas más cruentas que otras, y todas las especies de estuvieron involucradas. Mil quinientos habían caído en batalla, mientras que las bajas fatales entre los ilios llegaron a cuarenta y tres mil quinientos, en tanto que los heridos entre estos superaban ya los cien mil, la inmensa mayoría leves (los más graves quedaron en muchos casos a abandonados a su suerte) y a alrededor de tres mil entre sus oponentes. Entre tanto caos, las hadas confirmaron que muchas de las atrocidades de los ilios eran ciertas porque nunca lo habían visto en persona. Esos seres, y por lógica los monstruos creados por ellos, destruían todo lo que encontraban a su paso, que sus oponentes pudieran emplear en la guerra (suministros médicos, armas, equipos...) o aquello que les sirviera como refuerzo moral, como estatuas, bustos, placas y otros monumentos. Algunas poblaciones pequeñas fueron completamente arrasadas, quedando en su lugar escombros envueltos entre humo y llamas, provocando una parte del desconsuelo, la tristeza, la desesperación y, por supuesto, la rabia, lo que motivó la respuesta directa por parte de todos los afectados de una u otra manera. Pocos ilios lograron escapar para sobrevivir y ver otro día y los monstruos atacantes fueron destruidos, no bien los pobladores, feéricos y de otras especies, respondieron, decididos a que esas acciones tan brutales (“tierra arrasada”, así las llamaron) no quedaran sin respuesta e impunes. Entre todas las tropelías cometidas por los ilios estaban los sucesivos ataques a los convoyes que transportaban suministros médicos de un lugar a otro, a veces con éxito, al lograr destruirlos y herir a los transportistas, lo cual había dado lugar a la decisión de que las carretas y otros transportes, tanto terrestres como acuáticos, tuvieran escoltas armadas. Tampoco quedaron exentos de los ataques, sino todo lo contrario, aquellos lugares con mayor concentración de individuos de todas las especies – polígonos industriales, puertos de ultramar, nudos viales, mercados centrales… – porque los ilios sabían el daño que podían causar si se desarrollaban los enfrentamientos allí, no solo daños materiales, sino también morales; además sabían que, con hacerlo, las hadas destinarían tropas y recursos para defender esos lugares, descuidando eventualmente otros. Los ilios estaban decididos a todo con tal de asegurarse el triunfo, y eso incluía ataques indiscriminados, actos de sabotaje, atentados con grandes cantidades de explosivos, el uso de material orgánico en descomposición como arma biológica (sobrevendrían enfermedades e infecciones) contra la mayoría de los seres elementales o contra todos, el uso de su técnica del camuflaje para colarse sin ser detectados e incluso estaban recurriendo a las armas sucias, lanzándolas mediante catapultas: eran recipientes esféricos de un metro de circunferencia repletos de todo tipo de elementos cortantes, tóxicos y con una pequeña cantidad de pólvora, que al estallar enviaban su contenido a un radio de hasta cincuenta metros. Era cierto que las hadas y otros elementales poseían la suficiente habilidad y fuerza como para resistir los efectos de las armas sucias y cualquier cosa que hubiera en el arsenal ilio, pero entre tanta tensión, temores y preocupaciones siempre estaba  latente la posibilidad de ser una víctima de alguna de esas piezas. Y además estaban los monstruos a los que se les impartía una orden específica y la cumplían hasta el mismo instante de su destrucción; pasados los primeros días de la guerra, los ilios descubrieron que si querían maximizar los daños y el número de víctimas, tanto heridos como muertos, debían enviarlos en grupos, de manera que los seres elementales empezaron a verlos como tales y en cantidades de no menos de cuatro componentes, uno de cada clase: mï-nuq, uc-nuq, minhu y otro de esos nuevos que aún no recibían un nombre, aquellos que desde su debut hicieran reír a todos los enemigos de los ilios, pues su resistencia, fuerza y habilidad eran inferiores a las de los otros monstruos. Esos seres también habían causado derrumbes, incendios e inundaciones, con el propósito de ocasionar todo tipo de daños al entorno, creyendo que a todos los plazos eso afectaría aspectos como el clima, el comercio y la economía, lo que no hizo más que confirmar lo que ya se sabía, que estaban dispuestos a todo con tal de ganar la guerra. Otro de los embates de los ilios estuvo dirigido a lo anímico y lo emocional en las hadas, o, lo que era lo mismo, a su cultura, porque de un momento a otro, varios cementerios en Iluria empezaron a ser vandalizados, lo que motivó a las hadas a destacar un equipo especial dedicado exclusivamente a la protección de esos lugares, incluyéndose a varios nagas y ornímodos, lo que tuvo que surtir efecto, porque en los últimos días no se habían reportado ataques: el tamaño y volumen de esos seres había sido suficiente para asustar a los ilios y que estos replantearan su táctica. Aun con eso, poco estaban pudiendo hacer para infringir daños significativos a cualquiera de sus oponentes (a todos); los superaban en número y fuerza, y por el momento nada bueno había para los ilios en el horizonte. Y lo sabían. También las hadas y otros seres elementales. Desde el primer momento quedó puesto de manifiesto que llevaban años, cuando no siglos, preparándose para una nueva guerra contra los ilios (muchos lo habrían estado haciendo desde el fin de la Guerra de los Veintiocho), y eso quedó demostrado desde que los Cuidadores volvieran de su expedición al templo de la etnia Oi, después de recuperar el manifiesto ilio, lo que motivara a esos seres a adelantar sus planes de conquista. Mala preparación t falta de coordinación fueron otras de las claves que resultaron favorables para los feéricos y elementales, tan preparados, entrenados, más fuertes y, por supuesto, más y mejores armas. En cuestión de días, el conflicto se extendió a todos los rincones del planeta, porque los ilios se hallaban presentes en los diez continentes, en los setenta y seis países, y sabían muy bien que muy poco o nada podrían hacer para recuperarlo, y de ese modo comprendieron que la única alternativa que les quedaba era acelerar sus planes y confiar en que su propio arsenal e invenciones, monstruos incluidos,  fueran suficientes para suplir sus desventajas: el número y la fuerza. Para su mala fortuna, todo les estaba saliendo en contra, porque sus oponentes no habían descuidado un solo aspecto, tomando la delantera rápidamente y asestando un golpe tras otro, derrotando a contingentes enteros, destruyendo las defensas externas e internas de las principales fortificaciones, volando arsenales, fábricas y otras instalaciones de importancia para el esfuerzo de guerra ilio, e incluso desarticulando su cadena de mando, al capturar a algunos de sus líderes de las distintas categorías, desde las locales hasta las continentales. Pero, con respecto a esto, sin lugar a dudas el premio máximo por excelencia se lo había llevado Lina, la flamante Cuidadora de la Morada de la Flora, la SeNu, al ponerle las manos encima al líder mundial de los ilios, cuando este, enterado ya de los planes de las hadas, sobre apoderarse de lo único que los pondría fuera de combate definitivamente – los siete fragmentos del pergamino que, entre otras cosas, le pondría un final a la evolución por inducción – quiso asegurarse que sus enemigos no tuvieran ese juego completo, llegando antes al templo de la etnia Aig para retirar el objeto y marchándose al instante, sin reparar en que un hada ya había salido hacia allí, adelantándose a sus congéneres. Con una excelente demostración de sus poderes y habilidades, Lina se desizo de decenas de atacantes y los monstruos que habían escoltado al líder y luego se ocupó de este, al que decidió capturar con vida y llevarlo a la capital insular, creyendo que se podría tratar, a juzgar por los ornamentos y las marcas en su cuerpo, de alguien importante para la estructura y organización de los ilios. Poco después, Lina, que había hecho un debut magistral como Cuidadora, se hallaba reunida con sus colegas y los siete, de camino ya a la puerta espacial, fueron despejando las tres cuartas partes, al menos, de las dudas acerca de la identidad del prisionero, ya que intercambiaron los conocimiento que poseían acerca de la sociedad y cultura de los ilios. No eran amplios, pero les fueron suficientes como para darse cuenta que tal vez Lina fuera la persona que hubiera asestado el mayor golpe y, a consecuencia de eso, haber empezado a volver realidad  ese loco pensamiento de que la guerra se terminara antes del fin de este mes. Basándose en la información obtenida por el rey Elías durante los interrogatorios, los ilios a la larga entrarían un colapso si llegara a faltar un eslabón en su cadena de mando; ya habían en el otro bando desenganchado varios y ahora se habían ganado el que calificaron como el “premio mayor·: el máximo líder político, religioso – esos dos aspectos iban de la mano para los enemigos de las hadas –, cultural y social de los ilios a nivel planetario, y concluyeron que sería cuestión de tiempo para que empezaran a desorganizarse y cometer todo tipo de errores que los harían retroceder y perder una atrás de otra las batallas. Los Cuidadores, por su parte, representaban lo único contra lo que ni los ilios ni los monstruos creados por estos tenían siquiera la más remota de las posibilidades, mucho menos ahora que todos habían alcanzado la condición de Altos Selectos (los hombres y Lina estuvieron practicando desde su llegada a la capital insular), convirtiéndose con ello en los seres feéricos más poderosos. Con todo eso, parecía que el fin de los ilios era inevitable. Ni siquiera las atrocidades que estaban cometiendo, como la tierra arrasada o el asesinato a sangre fría de individuos heridos o indefensos, podía hacer que sus enemigos se amilanaran, sino todo lo contrario, porque los impulsaban a hacer más, a duplicar e incluso triplicar sus esfuerzos, con eso ganando terreno uno y otro día.
A las doce horas exactas del veintidós de Enero / Baui número veintidós, hubo una rueda de prensa en un auditorio en el edificio principal del CSP, en la que los protagonistas fueron los siete Cuidadores, los dirigentes de los dos principales organismos internacionales y de los continentales. Fueron en total diecinueve personas, las cuales dieron a conocer todo cuanto el rey de Insulandia descubriera con los interrogatorios, la existencia del manifiesto con sus mensajes ocultos, los planes que los ilios mantuvieron en secreto durante milenios y los fragmentos, junto a todo lo que estos implicaban. Al conocerse la información, las hadas y otros seres elementales no lo dudaron y, entre la furia, rabia y deseo de venganza se comprometieron a luchar y hacer hasta lo imposible porque la derrota de los ilios fuera no una ilusión, sino una realidad.

_La noche se les vino completamente, su derrota definitiva está ahora más cerca que nunca., vaticinó Eduardo, estando de vuelta en el Templo del Agua, pasadas las dieciocho, dirigiendo esas palabras a su compañera, a quien halló en la dirección, ejerciendo sus funciones como la segunda al mando.
El matrimonio estaba revisando los reportes de las pocas actividades científicas que no habían sido suspendidas con el advenimiento de la guerra, tensos. Sabían que estaba latente la posibilidad de que hubiera otro ataque en el Vinhäe; en cualquier momento, con los ilios ya dispersos por todo el archipiélago insular, podrían escuchar la sirena que alertaba sobre la presencia o la inminencia de nuevos enemigos.
_O sea que al final puede ser cierto eso que parece una locura, si esta vez todos los seres elementales estamos unidos, a diferencia de lo que pasó en la Guerra de los Veintiocho – dijo Isabel, que ante la ausencia de su marido había quedado al frente de todo y demostrado valentía y arrojo, al ponerse al frente de los defensores –. ¿Es demasiado pronto para pensar en la posguerra?. Termine o no antes de este mes, hay que empezar a dedicarle tiempo al día después, a cada uno de los días posteriores.
_Preferiría esperar a después de la reunión de mañana para contestar a esa pregunta – pidió el Cuidador –. Después van a quedar muy pocas dudas, y por tanto el tiempo suficiente para pensar en esos planes.
Había una reunión para mañana a las once horas en punto, en el edificio del CSP, con la reina Salomé como jefa de aquel organismo, el líder de la Mancomunidad Elemental y los delegados de los organismos continentales, como la Unión Centrálica. El equipo de expertos por fin había abierto los recipientes de acero mágico y ensamblado los fragmentos. Ahora, habiendo resuelto el enigma, descifrado el mensaje, estaban listos y dispuestos para compartir el conocimiento con los únicos individuos que, ellos sabían, podían hacerle frente a este reto sin mayores dificultades: los Cuidadores.
_Les deseo suerte a todos – le avisó Isabel, concluyendo la revisión de los reportes –, la van a necesitar, tanto como nosotros. Defender este lugar no fue tan sencillo como lo imaginé, Eduardo, como los dos lo hicimos hace un año, ¿o si?.

_Lo bueno es que no vamos a tener que preocuparnos, en lo que a agresiones y hostilidades  se refiere – se alegró su marido, archivando la carpeta –. Eso va a desaparecer una vez que los ilios hayan sido derrotados. Ahora salgamos. Tenemos que dar las últimas instrucciones del día y volver a revisar la seguridad.
_Vamos., coincidió la dama, y ambos abandonaron la oficina.




FIN





--- CLAUDIO ---

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