jueves, 2 de agosto de 2018

39b) Nem-Kal


_Cómo siguen tu pie y tú mano?., se interesó y preocupó el Cuidador del Vinhäe, a poco de aparecer a un lado de la puerta espacial.
Desde allí hasta su destino tenían una distancia de cincuenta kilómetros, que por precaución cubrirían a pie, por ese camino de ripio que serpenteaba, abrupta o lentamente según un tramo en particular. Dada la naturaleza de la zona y su geología, podrían haber ilios ocultos, listos para emboscar  a cualquiera que pasara por allí, fuera un hada u otro ser elemental.
_Me casqué los dedos con dos ratoneras y duele, Eduardo, pero puedo seguir. Y mantengo lo que dije. Los dos que defienden el Nem-Kal son míos - insistió Lidia, de a ratos ayudándose con su bastón para caminar -. No es solo porque quiero demostrar que en este caso no soy una nena, sino porque me parece lo justo.
_Está bien, yo coincido con eso - aceptó Eduardo, y de buena gana, caminando a su lado y, como la híbrida, con los sentidos atentos, especialmente los ojos y los oídos -. Antes yo estuve peleando y vos recuperaste uno de los fragmentos. Ahora tiene que ser al revés.
_Lo decís en serio? - reaccionó la nena, con sorpresa -. Vas a dejar que sea yo la que luche?.
_Si., contestó el Cuidador.
Le dijo entonces que para él ya no había ninguna necesidad de oponerse a la idea de que una persona de esa edad, diez años, protagonizara una batalla de esa magnitud, porque sabía de lo que era y lo que sería capaz. Lidia había heredado de su madre las habilidades y poderes de las de fuego, que estaban entre las hadas más poderosas, y de su padre la resistencia al daño y la pasión con que iban a la lucha, dos de las características que distinguían a los vampiros. Además estaba usando el Impulsor y era una Selecta, y por si eso no fuera suficiente, durante su exploración al templo de la etnia Oi, había demostrado que podía enfrentarse sola y sin ayuda a múltiples enemigos - ese día había eliminado a varias centenas de ilios -. Más a su favor, para demostrar y confirmar su postura, había sido Lidia quien salvara a sus colegas, al revelarse como una Selecta, lo que había establecido otra marca, porque ningún ser feérico, mucho menos uno híbrido, había alcanzado antes esa condición siendo tan joven y careciendo además de experiencia en combates reales.
_Que bien, hay un escéptico menos - se alegró Lidia -. Y hablando de eso... Vamos a apostar mil soles a que los venzo en menos tiempo que vos.
_Hecho., aceptó Eduardo, y estrecharon las manos para sellar el compromiso.
Su destino era el templo de los Nem, los ilios llegados a Iluria desde Florentina, y estaba enclavado en una zona montañosa, parte de una extensa cordillera que dividía al reino de Mubge en dos y se extendía por más de cien mil kilómetros, abarcando incluso a sus países vecinos. El Nem-Kal estaba en medio de la cordillera, rodeado por picos que en altura no eran inferiores a los tres mil metros. Y el hecho de estar en esa zona le añadía un peligro que siempre debía tomarse en cuenta. "Los terremotos", había dicho el Cuidador del Vinhäe, al estar estudiando las condiciones geográficas y geológicas del lugar, en preparación para la peligrosa misión. Era cierto que se trataba esa de una zona calma, que llevaba más de cinco siglos sin registrar movimientos sísmicos, pero el peligro siempre estaba allí, por eso había hadas cuyo atributo o don estaba relacionado con el elemento tierra trabajando en esa zona, para la seguridad de quienes cruzaban a uno u otro lado de la cordillera.
_Y esa es otra de las razones por las que querés que yo me quede a pelear - adivinó la nena, caminando ambos a ritmo normal, pero atentos -. Dudo que exista un mayor riesgo allí abajo.
_Sería completamente devastador y desmoralizador el que, llegado el caso, una nena de diez años muera aplastada al colapsar las estructuras a consecuencia de un terremoto, eso por un lado. Y por otro, que influye, yo no quedaría bien parado de pasar aquello. Permitir que una mujer menor de edad corra el mayor riesgo... No lo creo. Es verdad, insisto, que se trata de un lugar en el que no hubo terremotos en los últimos quinientos años, pero nunca se sabe - postuló Eduardo, para quien era la primera vez, desde que Biqeok lo nombrara como su sucesor, usando sus capacidades en este tipo de terrenos -. Mejor entro yo. Además es lo justo. Antes luché yo y entraste vos. Ahora tiene que ser al revés.
_Debería poder transformarme en una Alta Selecta - deseó Lidia -, de ese modo tendría menos dificultades peleando contra los monstruos, o directamente no las tendría
Por ser lo que eran - Cuidadores -, estaban en contacto con sus colegas, y tanto la nena híbrida como Eduardo sintieron, aún estando a miles de kilómetros de distancia, un incremento en la energía vital de Marina y Qumi, y eso solo podía significar que ambas habían alcanzado el máximo poder al que podían aspirar las hadas, quizás por encontrarse, o hacerse encontrado, en situaciones de extremo peligro. Así lo habían confirmado, además, con otro de esos mensajes tranquilizadores de la reina de Insulandia, y por eso los dos marchaban ahora más confiados y animados hacia el templo de la etnia Nem, conociendo que dos de los suyos eran ya lo bastante fuertes como para, llegado el caso, enfrentarse a los máximos peligros y amenazas por sí solos y sin ayuda. Esa era la parte que no les agradó a Eduardo y Lidia, quienes advirtieron que si Marina y Qumi peleaban solas en algún momento, eso significaba que ellos dos, Kevin y Zümsar habrían cruzado al otro lado de la puerta. Los Cuidadores del Vinhäe y el Vinhuiga hallaban tranquilidad y consuelo en el hecho de saber que podrían con los mint-hu sin ser Altos Selectos.
_Te recomiendo ir despacio para algo como esto - indicó Eduardo, aún atento. Estaban a poco más de la mitad del camino y, para acelerar el paso, desplegaron sus alas y encararon una velocidad lenta, casi planeando en lugar de volar, sobre el camino -. Se que es algo complicado y que requiere de cierta preparación previa. De acuerdo, lograste la hazaña de convertirte en una Selecta hace menos de una quincena, y siendo tan joven. Pero esto es complicado.
_Estoy lista para el desafío, se que lo estoy - replicó Lidia, convencida. Si pudo revelarse como Selecta sin tener conocimientos y preparación, podría con esto -. Cuando llegue el momento, lo voy a conseguir. Te prometo acá y ahora que los monstruos que están defendiendo el Nem-Kal no van a sobreviví por mucho más tiempo después de que hayamos llegado allí y yo haya empezado a pelear contra ellos.
_Detecto una gran decisión en esas palabras - observó Eduardo, imposibilitado de dedicarle su concentración únicamente a la conversación con la Cuidadora del Vinhuiga. Disfrutaría del panorama, de todo lo que lo rodeaba, sino fuera por el hecho de estar sometido a la presión que significaban los posibles ilios ocultos en algún punto de esa cordillera y el templo más adelante, en donde debían recuperar el otro fragmento, el segundo de este dúo -. Está bien, Lidia. Ganaste. No voy a decir más nada, excepto que te deseo toda la suerte...  y otra vez que acepto la apuesta.
_Te agradezco la confianza., correspondió la nena.
_De nada. Y a propósito, me gustaría saber cuál de los dos se lo cuenta a Kuza y Lara cuando hayamos vuelto a la Ciudad Del Sol, a Plaza Central.
_Me gustaría ser yo - pidió Lidia -. Cuando les cuente las cosas que hice van a estar orgullosos y desaparecer cualquiera de las dudas que pudieran quedar en ellos acerca de mis capacidades. Se que están preocupados y eso, y pienso que este es el momento oportuno para convencerlos del todo, por lo que puedo lograr.
_Una pieza clave en la derrota definitiva de los ilios.
_Por eso mismo - confirmó la Cuidadora -. Si puedo hacer mí parte, contribuir, voy a ser una nena solo en esto - su carta personal asomó por uno de los bolsillos del pantalón -. Y en relación al Vinhuiga va a desaparecer lo único que de verdad representó ayer y representa hoy una preocupación. Seguro que también para los nuestros y para vos... No es así?.
Eduardo le hizo el gesto de afirmación con la cabeza y continuaron el viaje a través del camino sinuoso, planeando sobre este, retomando una de las conversaciones que abordaran desde su salida del Mel-Kal - fue la híbrida quien pidió dejar los cuentos infantiles para otro momento menos acuciante, demostrando con eso que podía razonar y pensar como una persona adulta -, sobre qué harían no bien estuvieran en su siguiente objetivo. Llegarían transformados en Selectos, lanzando las suficientes descargas para distraer a los mint-hu, lo cual le daría al Cuidador del Templo del Agua la oportunidad para colarse en el Nem-Kal y recuperar el recipiente. Entre tanto, su colega del Templo del Fuego se ocuparía de los dieciocho enemigos en la superficie. Para buena fortuna de los dos, atravesaron el camino sin sorpresas ni contratiempos, aunque eso no evitó que hubieran permanecido alertas, ni que Lidia por poco haya lanzado un rayo hacia una gigantesca ladera, confundiéndose y creyendo que aquellas aves en su nido eran en realidad ilios que los estuvieron observando. "Es la tensión", dijo, bajando el brazo derecho y continuando el repaso de la misión, contenta por lo inminente que era la obtención de otro recipiente, y coincidiendo ella y Eduardo que no tenían que perder el tiempo, pues si Zümsar, Qumi, Kevin y Marina o habían llegado ya al templo de la etnia Aig, cercano a la frontera que compartían los reinos de Sâmqei y Ribeobe, lo harían de un momento a otro. "Preparada" - indicó Eduardo -, "en cien metros, al doblar esa curva, nos esperan otros cien antes de llegar al predio", a lo que Lidia le contestó asegurando que estaba lista para cumplir con su parte. Como medida previa, transformaron sus bastones y acto seguido sus Impulsores, antes de convertirse ellos mismos en Selectos, dándose la mano para generar confianza.

_Como lo pensamos., observó la nena.
En el predio, dispuestos en pares, estaban los monstruos, a la espera.
_Confío en que vas a poder con ellos, seas o no una Alta Selecta - dijo Eduardo -... Como lo ensayamos?.
_Como lo ensayamos.
Volvieron entonces a darse la mano y, al grito de "A la carga!", emergieron a la carrera, lanzando múltiples descargas hacia los monstruos, quienes se pusieron en movimiento no bien los Cuidadores traspasaron el perímetro del templo.

Los monstruos más poderosos se concentraron en aquella pequeña figura compuesta por fuego, pues era lo único que podían ver que de verdad representaba una amenaza para la integridad del templo subterráneo, habiendo asumido que la otra figura, más alta y firmada por agua, pudo ser un truco, algún engaño diseñado por su rival para intentar distraerlos, de manera que los mint-hu emprendieron sus ataques, con una estrategia que consistió en turnarse los grupos, porque una parte de su misión consistía en no permitir que esa figura de fuego pudiera acercarse al acceso único al Nem-Kal. "Es mí oportunidad para demostrar que valgo y soy fuerte", todavía insistía la Cuidadora del Vinhuiga, cayendo sobre los hombros de uno de los monstruos, valiéndose de su principal ventaja en la batalla, la superioridad del fuego sobre la piedra, para asestarle un golpe y echarlo al piso. Elevó tanto su temperatura corporal que el contacto dejó una ardiente marca roja en los hombros del monstruo. No bastó para destruirlo, pero hizo que perdiera una parte de su poder, y las marcas de las pisadas le indicaron que con una presión más fuerte, con una temperatura más elevada, sería suficiente para reducir el número de enemigos a diecisiete. "Nada que un segundo intento no pueda remediar", dijo, contraatacando con los latigazos, una de las técnicas básicas de las hadas de fuego, que su madre le enseñara a usar correctamente, y azotando reiteradamente a los mint-hu, impidiendo que se acercaran a ella y provocándoles quemaduras en las manos y los brazos. Al cabo de unos dos minutos, más de la mitad de los monstruos habían sido alcanzados por los látigos de fuego, aunque eso no los detuvo, ni mucho menos a los otros, y continuaron con su tarea imperativa, lanzando uno tras otro los golpes, que podrían tranquilamente pulverizar a lo que sea que le dieran. "Que bueno que soy chiquita y hábil", se alegró Lidia, consciente de que su estatura de un metro con diez centímetros (pegaría el estirón de un momento a otro) y la consecuente maniobrabilidad la estaban salvando del final, o por lo menos de severas heridas y daños que podrían incluir huesos rotos. Estaba comprometida y decidida a no fallar, pues no solo estaba en juego la supervivencia de todos los seres feéricos y elementales, sino su necesidad de probarse, y eso haría. Eso hizo, al sujetar a uno de los monstruos con ambos látigos y aumentar tanto la presión y la temperatura que en un instante se le acabaron todas las posibilidades. El primer monstruo había sido destruido.

Al poner los pies en el deteriorado suelo, apenas un instante luego de haber dejado a su colega y amiga en la superficie, Eduardo se convenció de que, en cuanto al mobiliario y los artículos en este, no existían diferencias con respecto al Oi-Kal. "Idénticos en todo", concluyó, dando los primeros pasos, salvándose por poco de una trampa caza bobos, ubicada justo a un lado de donde se posara; en este caso, más fragmentos oxidados de metal que cayeron desde un punto en el techo, lo cual lo instó a moverse con sumo cuidado y sus sentidos en alerta tanto en las recámaras como en los corredores, sin olvidarse de la celeridad. "Mejor empiezo ya", dijo, y se abocó a la tarea de remover los artículos en una góndola, repasando en su mente una parte de los preparativos en la que aprendieran los Cuidadores a reconocer el acero mágico, algo que los organizadores consideraron importante, y mucho, dado que ese material no poseía algo que le fuera distintivo ni ninguna característica. Pronto estuvo removiendo y desparramando los artículos a medida que recorría los muebles, sabiendo que eso eventualmente sería perjudicial para los ilios: estos se enfurecerían no solo por advertir que un individuo de la especie que ellos más detestaban (las hadas) había estado en el templo, sino porque aquel, a entender de los ilios, le había faltado el respeto a su cultura, religión e historia, al desorganizar los artículos dispuestos en los muebles, al menos los que les eran propios, y esa ira les haría cometer errores en su esfuerzo en la guerra. Ese hecho, el de mancillar el contenido de este templo, entendía el Cuidador del Vinhäe, sería peor dado que sus colegas habían estado en otros cinco templos - supo de parte de la reina Lili que Kevin y Zümsar habían estado en el Yau-Kal y el Bol-Kal, Marina en el Oi-Kal y Qumi en el Eri-Kal - y que, estando juntos, los Cuidadores, la peor pesadilla para los ilios, harían exactamente lo mismo en el templo restante, el Aig-Kal. Provocarlos y causar en ellos esta ira sería una ventaja, continuaba asegurando Eduardo en su mente, a medida que iba repasando con los ojos el contenido de la primera recámara, porque eso les impediría pensar y concentrarse. Así, abandonó el recinto, después de convencerse de que el recipiente de acero mágico no se encontraba allí, repasando ese otro dato que era tanto o más importante que los demás, algo contra lo que los ilios bien podrían no tener ninguna defensa: los seis Cuidadores.

Preocupada, pero a la vez extasiada. Así estaba Lidia a consecuencia de la situación en que se encontraba, una batalla contra los monstruos más poderosos, que constituía una parte de la campaña con la que cada una de las especies elementales buscaban derrotar a los ilios de una vez y para siempre. La nena estaba consciente de eso, y de su papel en la guerra, lo venía estando desde su incursión en el Oi-Kal, cuando se revelara como una Selecta y tanto ella como los demás (sus colegas, sus padres, el personal del Vinhuiga...) advirtieran que sería una pieza clave en dicha campaña, algo que trajo como consecuencia el que aumentara el ritmo en que iban desapareciendo las dudas y el escepticismo respecto de su condición, una nena híbrida de diez años con tantas responsabilidades sobre los hombros - la más grande de todas, sin lugar a dudas, la supervivencia de todos y cada uno de los seres elementales -, ni de sus capacidades. La Cuidadora se encontraba en este momento contribuyendo, haciendo méritos y correspondiendo a la confianza que depositaran en ella. Había destruido al segundo minhu, dejándolo primero envuelto en llamas, con un descomunal rayo de fuego que hiciera impacto en el pecho, y después dándole un fuerte golpe con el pie derecho, una patada, en la parte trasera del cuello. Era cierto que estos monstruos perfectos, construidos o creados sin errores, podían tener cierta resistencia a las llamas y las altas temperaturas, pero con el daño previo había estado perdiendo energía y fuerza, las suficientes como para restarle movilidad, maniobrabilidad y hacer que tanto el rayo como la patada fueran mucho más de lo que habría podido soportar en esas condiciones. Lidia vio en ese triunfo otro impulso anímico, y se concentró en el al momento de emprender su ataque contra los otros, lanzando las descargas con la mano izquierda y azotándolos a latigazos con la derecha. Observando, descubrió que los mint-hu podían sentir el fuego, pues les quedaban esas candentes marcas en varias partes del cuerpo, pero ignoraban esos efectos (Lidia se preguntó si sentirían el dolor), porque para ellos no había que borrar del mapa a cualquiera que intentara perturbar la tranquilidad de este templo, tal como los otros lo hicieran en los demás, y como lo harían aquellos destacados en el Aig-Kal. Y lo demostraron desde el principio, atacando con todo y sin descanso a la Cuidadora, quien esquivaba los golpes, a veces con más dificultades y a veces con menos, y contraatacaba también con todo.

Después de andar atento por uno o dos minutos en el oscuro y lúgubre corredor, Eduardo llegó a la segunda recámara, empezando a registrarla al instante, a la vez que una parte de sus pensamientos se concentraban en las cosas que sus colegas y el podrían hacer trabajando juntos (como el equipo que eran... como la familia que eran). Obrando constantemente como un grupo, quizás fueran capaces, todos lo creían y afirmaban, de lograr que la guerra terminara antes que este primer mes del año. "Que eso que parece una locura se convierta en realidad", pensó, viendo una colección de imágenes en blanco y negro robadas por los ilios de los lugares grandiosos aún carentes de sus dos figuras de autoridad, dando por sentado que estos seres habrían visto en esas ausencias una debilidad a la que pudieran explotar, y contento porque los líderes del Consejo Supremo Planetario y la Mancomunidad Elemental, además de los organismos continentales, como la Unión Centrálica, lo hubieran previsto y dispuesto medidas extraordinarias de seguridad. "Espero que resulten suficientes para que sigan inexpugnables", deseó Eduardo, descubriendo, sin saberlo el, que estaba compartiendo con su colega de la Casa de la Magia el mismo pensamiento, la misma visión, sobre qué podría pasar si en lugar de seis hubiera más Cuidadores. O, expresado de otra forma, qué podría pasar si el juego de catorce estuviera completo. Era cierto que, a excepción de dos, los lugares grandiosos no se relacionaban con tal o cual elemento de la naturaleza o las artes mágicas, pero tenían la misma importancia para la sociedad, cultura e historia de las hadas y otros seres elementales, por todo cuanto representaron y representaban, y sus Cuidadores fueron tan hábiles y poderosos como los del Vinhäe, el Vinhuiga, la Casa de la Magia, el JuSe, la MabDe y el Tep-Wo. Los propósitos de esos lugares grandiosos aún carentes de sus figuras de autoridad habían estado desde sus orígenes vinculados al desarrollo de los seres feéricos, tanto como los otros elementales, pero a diferencia de aquellos seis ya con los Cuidadores estaban vinculados a los aspectos culturales, artísticos, científicos, deportivos e intelectuales. Eduardo había leído sobre ellos y sus Cuidadores, de los cuales la mayoría había logrado convertirse en Selectos, lo que dio cuenta de cuan poderosos fueron en vida. Eso había sido tomado como una rareza, porque siempre se había dado por sentado que tal condición únicamente podía ser alcanzada por las hadas, Cuidadoras o no, de los elementos de la naturaleza.

Cuando advirtiera que los látigos y rayos con que atacaba a los monstruos empezaran a surtir un efecto mayor, como la piedra al rojo vivo y los parates breves antes de reanudar sus movimientos, la Cuidadora del Templo del Fuego se dio cuenta de que si no había alcanzado ya la condición de Alta Selecta, lo haría de un momento a otro, porque eso era lo único que podía explicar que estuviera teniendo ese éxito contra sus oponentes. Su colega y amigo, que estaba ahora buscando uno de los fragmentos, le había explicado y hablado con detalles sobre su enfrentamiento contra los mint-hu en el Mel-Kal, diciéndole que aún con la condición de Selecto había tenido dificultades para destruirlos, porque sus enemigos demostraron que no serían tan fáciles de derrotar, y el Cuidador se vio en la necesidad de dar lo mejor de sí para hacer su parte. Lidia, en cambio, sabía la impresión de no estar teniendo esas dificultades, al menos no en el mismo nivel que su colega del Vinhäe. Su altura, contextura y peso eran las claves que le permitían esa destacada gama de movimientos contra los que los mint-hu no podían hacer más que lanzar uno tras otro los golpes, confiando en que acertarían no bien la Cuidadora cometiese un error. Al mismo tiempo, sabían (también la híbrida) que no podían ponerle una mano encima sin sentir los efectos de la técnica que estaba aplicando la nena, la cual consistía en elevar la temperatura hasta tal punto que nada podría tocarla sin quemarse o recibir otros daños similares. La Cuidadora usó eso a su favor, y contraatacó, destruyendo al tercer monstruo, y casi al instante al cuarto, al alcanzarlos, ejerciendo tanta presión y temperatura que los mint-hu no pudieron responder, y para el momento en que se estuvieron arriesgando al tomar los látigos para intentar zafarse ya fue tarde, pues las piedras que los conformaban ya estaban ardiendo y, a consecuencia de es5, desintegrándose. "Lo logré, soy una Alta Selecta!", advirtió Lidia por instinto, sonriendo y dando un salto hacia arriba, para protegerse de los violentos ataques de los mint-hu restantes, no dándose cuenta aún que tal vez no fuera necesario que se cubriera o alejara en situaciones como esa, pues esta nueva condición la volvería prácticamente invulnerable. "Seguro que no lo aprobarían", dijo, pensando en sus padres, quienes no verían con buenos ojos que su hija alardeara de sus poderes y habilidades en este contexto tan apremiante y alarmante. De manera que decidió conservar la compostura y seriedad, concentrándose en la catorcena de enemigos que quedaban. "Ahora es su turno", les dijo, sin alardear, reanudándose entonces el enfrentamiento.

"Y si estuviéramos todos, la guerra se terminaría esta misma noche" - apostó el Cuidador, de camino a la recámara número tres -, "no haría falta que reuniéramos los siete fragmentos ni descubrir el mensaje oculto, tal vez". Esos otros lugares grandiosos eran el Vit-U, o "Palacio de los Deportes", el cual se encontraba en Lunaris, más específicamente en el reino de Umebuzuk (la patria natal de la Cuidadora del Vinhuiga y sus padres); el Teq-Ju, u "Hogar de la Sapiencia", en el reino centrálico de Uzekû; la SeNu, o "Morada de la Flora", en Sâmqei, también en Centralia, al igual que la PeNu, o "Morada de la Fauna", está en Ribeobe; la UpDe, o "Casa de la Unión", en el reino de Miaqbo, en Reikuvia; el Vi-Tep, o "Santuario de las Artes", en Alba del Centro, en el reino de Kurseum; el "Palacio de los Astros", el Vsu-U, en Uqezare, uno de los dos países que formaban Florentina; y la PitDe, o "Casa de los Dones", en el reino de Vurxi, en el continente polar del sur, Polus. Todos estaban equipados y contaban con las instalaciones de punta para la práctica, ensayos y las mismas funciones que los otros lugares grandiosos - estudios, comprensión y análisis -, y, fueran feéricos o individuos de las otras especies elementales, sus empleados y notables estaban plenamente calificados para sus respectivos puestos laborales. Estos "ocho pilares" de la sociedad, cultura e historia, porque eso eran exactamente, llevaban varios siglos sin sus figuras de autoridad, y cada uno de los empleados y notables que llegaron, estuvieron y se fueron lo hicieron sin ver nunca ese período de grandeza. Hoy estaban, como todos los seres feéricos y elementales, con una espada pendiendo sobre sus cabezas, ante esta realidad que era la guerra definitiva contra los ilios. Cientos de tropas de los reinos de Umebuzuk, Uzekû, Sâmqei, Ribeobe, Miaqbo, Kurseum, Uqezare y Vurxi estaban abocadas a su continua protección, una tarea que se extendería por tiempo indefinido. "Depende de nosotros seis", dijo Eduardo, hablando también por sus colegas, mientras abandonaba la tercera recámara, desilusionado por no haber hallado en ella el recipiente de acero mágico. El Vinhäe y los otros trece lugares grandiosos estaban exigidos como nunca desde la Guerra de los Veintiocho. Seis de ellos corrían con suerte, al tener a sus Cuidadores, tres hombres y tres mujeres, pero los otros ocho no, y era por esto que el sexteto tenía esa otra exigencia: se habían propuesto, en la medida que les fuera posible, defenderlos en esta guerra, si en su curso no aparecían sus máximas figuras de autoridad.

Lidia estaba con suerte, de eso no había dudas. Pudo destruir a otro trío de enemigos sin hacer grandes esfuerzos, aunque no exenta de peligros. Siendo una Alta Selecta, era prácticamente invulnerable, pero a estos los sentía, y hubo chances que los monstruos no desperdiciaron. Esos golpes bien pudieron destruir cualquier cosa que hubieran tenido frente a ellos y, en el caso de las hadas, haber acelerado su paso al otro lado de la puerta. Con los mint-hu reducidos a once, la Cuidadora se sintió animada y duplicó sus esfuerzos, sabiendo que eso podría no ser necesario, ahora que era una Alta Selecta. Aplicando de nuevo su técnica de los látigos de fuego, comprendió que se trataba de una manera excelente tanto para defenderse, haciendo girar a toda velocidad en torno a ella misma uno de los látigos, y azotando con el otro a los monstruos, quienes, aún con esa desventaja, no dejaban de atacar, ignorando completamente los daños que causaba el fuego en sus cuerpos, especialmente en las manos, algo que supo aprovechar la híbrida. En un momento, el látigo alcanzó tal temperaturas que traspasó a uno de los monstruos - debieron ser no menos de quinientos grados - desde adelante hacia atrás en el hombro derecho, y agitándolo logró seccionarle el brazo al minhu, destruyéndolo pocos segundos después con un nuevo azote, esta vez a la altura del cuello. "Uno menos", dijo la Cuidadora, cayendo al suelo, dispuesta a seguir con esa técnica, habiendo observado los excelentes resultados, y pensando en sus padres. Sabía que estarían orgullosos por esto (una menor de diez años destruyendo no uno, sino dieciocho de los monstruos más poderosos... toda una marca que podría tranquilamente figurar en la crónica ecuménica de este año), no así su reacción inmediata; quizás si su padre porque los vampiros eran más propensos a la batalla - en cada aldea vampírica, por ejemplo, dos machos, el líder y un retador, mayor este a los veinte años, peleaban entre sí el cuarto día hábil de cada año por el liderazgo del poblado -, pero su madre estaría con toda seguridad con una crisis nerviosa, algo que debería contener y atenuar si quería mantener la integridad del Vinhuiga y su personal. Los mensajes de la reina Lili, con los que esta tranquilizaba a los Cuidadores, le habían hecho saber que Lara al final se había resignado a que su hija estuviera expuesta a estos riesgos, entendiendo que de los dos era el mal menor. "Cuando esto termine, no se va a tener que preocupar" - dijo la híbrida -, "... nunca más", y redujo la cantidad de enemigos a la mitad, destruyendo a otro, combinando el látigo con un rayo, y enviando los restos en todas las direcciones, manteniéndose en las alturas para evitar convertirse en una víctima de sus propias acciones.

Al entrar en la recámara número cuatro, el Cuidador del Vinhäe demostró poca, muy poca o ninguna sorpresa, pues halló un panorama igual al de las otras tres y las del Oi-Kal. "El grato recuerdo de la etnia Nem", se burló Eduardo, haciendo la inspección ocular inicial de los artículos, entre los cuales destacaban tres frascos con tierra herméticamente cerrados. "Así que no tomaban aspectos culturales de los demás, mucho menos de las hadas" - volvió a burlarse -, "... ahora sabemos que no fue así". Esa era una costumbre que los seres feéricos empezaron a adoptar en los años inmediatamente posteriores al máximo evento histórico, con la que quisieron demostrar el descomunal apego que sentían por su origen, o su lugar de nacimiento. Cuando, por el motivo que fuere, especialmente si se trataba de algo permanente, un hada abandonaba su país llevaba consigo un frasco con tierra, para no olvidarse jamás de donde provenía ni cuál era su origen, y eso representaba una de sus posesiones más valiosas. Eduardo había aprendido eso al poco tiempo de haber recuperado el conocimiento, y poco después supo que Kevin, por esos días su amigo, tenía uno de esos frascos, con tierra que sus padres trajeran consigo del reino de Espal, al que se llevará con el a la Casa de la Magia; y lo propio había hecho Cristal, con esa tierra que tomara de su casa en Barraca Sola. Probablemente, pensaba el Cuidador del Vinhäe, notando inscripciones alfanuméricas sobre la repisa en que estaban los frascos, los ilios hubieran vuelo al lugar de origen de la etnia Nem, el continente florentino, en algún momento a mediados del cuarto siglo posterior al Primer Encuentro, cuando la costumbre de los frascos con tierra ya estaba arraigada en la sociedad de las hadas y traído ese elemento creyendo que podrían usarlo como un refuerzo y un tributo a una de las siete etnias originales. El resto de los artículos eran antiguos objetos de los ilios Nem vinculados al aspecto religioso y, por supuesto, a sus planes para la dominación total de Iluria. Había imágenes, bosquejos, una variedad de armas... y Eduardo concluyó que la única razón por la que estaban allí, expuestos de esa manera, era que, sintiendo las hadas por los ilios el mismo desprecio e igual desconfianza, simplemente no tendrían interés alguno en colarse a ese templo, ni a los otros, para saber qué elementos estaban en el. "Hasta ahora", dijo el Cuidador, dando por finalizada la observación del contenido de la recámara, sin haber podido encontrar el recipiente de acero mágico.

Otro cuarteto de rayos de fuego fueron suficientes para que Lidia redujese la cifra de enemigos de nueve a seis. Los tres desafortunados quedaron envueltos entre llamas, y, aunque continuaron moviéndose y atacando, su suerte había quedado sellada. El fuego les iba consumiendo la energía y desgastando el material de que fueran creados (piedras teóricamente resistentes), por lo cual la Cuidadora no tuvo que molestarse en atacarlos nuevamente, sabiendo que se despedazarían en uno o dos minutos. “Ahora, los otros seis”, dijo firme y decidida, no demorando un instante. El látigo de juego enlazando a un minhu, aumentando tanto la presión como la temperatura; el remolino haciéndose más pequeño, veloz e intenso a medida que encerraba a otro monstruo; la propia Cuidadora transformándose en una bala en caída libre desde las alturas y a una velocidad enorme; una seguidilla de fuertes patadas a otro más, la mayoría concentradas en los brazos, porque el monstruo había intentado cubrirse; y un quinto ataque, otro rayo, canalizado este con el bastón de mando y usando además el Impulsor. Ante semejante demostración de fuerza y habilidades, ninguno de los mint-hu tuvo oportunidades, habiendo además quedado debilitados a consecuencia de la prolongada batalla contra una Alta Selecta, y todos fueron cayendo en el curso de los siguientes treinta minutos. “Ya viene”, advirtió la Cuidadora, refiriéndose a su colega del Templo del Agua, porque estaba sintiendo la marca del fuego en la frente, así  que no perdió un momento y destruyó al último de los monstruos, con la idea de que Eduardo tuviera el camino libre cuando volviera a la superficie. Pero no fue el marido de Isabel a quien tuvo cerca suyo, sino a Marina, Kevin, Qumi y Zümsar, quienes aparecieron de pronto desde una de las elevaciones, reasumiendo la forma feérica al llegar junto a la nena híbrida.

En la quinta recámara, Eduardo aplicó el método de desparramar el contenido de los muebles para acelerar el tiempo de salida. Una a una recorrió las piezas, dispuestas contra los muros y en el centro, y teniendo los elementos esparcidos observó con más detalles, diferenciando con claridad más de media decena de materias primas empleadas en la producción de los artículos. Hubo allí madera, oro, piedra, metales, vidrio… “¡Pero nada de acero mágico!”, se disgustó, habiendo tenido como reacción el haber hecho aquello que lo destacara por sobre la aplastante mayoría de las hadas con su mismo atributo: crear el elemento agua, así que pronto el contenido de la recámara, los objetos más livianos, estuvieron navegando, chocando unos con otros, en el agua, que había trepado hasta los diez centímetros antes de empezar a escurrirse por el corredor, junto con los artículos y el propio Cuidador, quien se marchó chapoteando rumbo a la siguiente recámara, contento por haber hecho aquello, pues tanto el agua como los objetos fueron despejándole el camino de las trampas caza bobos. Eduardo, andando ahora más despreocupado, se preguntó si el recipiente podría estar en la última recámara, en lugar de en la sexta o la séptima, porque si su contenido era tan valioso para los ilios, estos habrían hecho hasta lo imposible por mantenerlo oculto, y eso implicaba esconderlo en el lugar más alejado del acceso único al Nem-Kal. “¿Debería ir directamente allí, salteando los otros dos espacios?”, se preguntó, a la vez que sentía la aparición en la frente del símbolo del agua, lo cual significaba que Lidia había entrado al templo. Era más plausible eso, considerando que los otros Cuidadores estaban a miles de kilómetros, camino al templo Aig. “Si es así, Lidia tuvo que haber completado su parte exitosamente”, se alegró Eduardo.

“Era tu momento de gloria”, le contestó Qumi, cuando, tras los saludos, la nena les preguntara a sus colegas por su presencia en este lugar, y por qué no intervinieron en la batalla, y antes de que Kevin Y Zümsar se perdieran en el acceso único al templo, para esperar a Eduardo en la primera recámara. “¡Entonces, si confiaron en mi capacidad!”, se alegró Lidia, dándose cuenta recién ahora que habían sido ellos cuatro aquellas luces que serpentearon entre las cumbres cercanas, de cuatro colores diferentes (rojo sangre, verde oliva, blanco y rosa) hasta ubicarse en un punto a buena distancia del lugar en que estaba desarrollándose la batalla. “Nunca dudamos”, le contestó Marina, observando con asombro los escombros, humeantes casi todos, en que se transformaran los defensores del Nem-Kal. La Cuidadora del JuSe, por su lado, dijo a la híbrida que se encontraban en viaje  Zümsar y ella (lo mismo que Kevin y Marina) hacia el Aig-Kal cuando recibieron otro de los mensajes de la reina Lili, quien les había pedido que fueran al templo de la etnia Nem antes de su último objetivo, pues estarían exhaustos después de las experiencias vividas, y considerando que se trataba ese de un caso especial, porque los ilios habrían tomado medidas excepcionales – los ilios, al final, se enteraron de la misión de los Cuidadores, aunque ignoraban si habían podido apoderarse de los recipientes de acero mágico - , requerirían estar descansados y con sus fuerzas renovadas. “Pensamos que Eduardo y vos estaban en peligro” – avisó Marina –, “y resultó un entretenimiento. Nos alegramos mucho por eso”. “Que bueno que fue un susto” – complementó Qumi –, “te felicitamos por esta hazaña, y por haber encontrado uno de los recipientes”. “Y yo les agradezco que hayan confiado en mi”, correspondió la Cuidadora del Vinhuiga, en tanto las tres se sentaban sobre el suelo, a pocos metros del acceso al templo, a intercambiar sus experiencias y vivencias, tanto en las duras batallas contra los mint-hu (“¡Somos Altas Selectas!”, dijeron alegres, al unísono) como en la búsqueda de los recipientes, y pensando una estrategia que pudieran aplicar en el templo de la etnia Aig. Eso  hicieron durante escasos cinco minutos, hasta que vieron emerger a los hombres, primero en su forma de esferas brillantes y adoptando inmediatamente después la forma feérica.

A último momento, el Cuidador del Templo del Agua había abandonado aquella posibilidad de ir desde la quinta hasta la octava recámara sin escalas intermedias. “Mejor prevengo”, reconoció, entrando en el sexto espacio y no detectando diferencias con respecto a los anteriores. Todavía sentía la llamada, el símbolo del agua en su frente, aunque más débil, y eso solo podía significar que Lidia se había quedado quieta en la recámara número uno. “Espero que no le haya pasado nada malo”, deseó, pero no tuvo el tiempo para preocuparse por eso en este momento, ni tampoco en que le diría a Lara y Kuza si la situación de la híbrida no llegaba a ser buena al final de la misión o en algún momento de esta. “¡Qué bueno que previne!”, se alegró, apenas tres minutos después de haber entrado a esta recámara, porque en una de las antiguas y desvencijadas góndolas, sepultado entre decenas de artefactos de materiales muy parecidos y colores idénticos, se encontraba el recipiente de acero mágico. “¡El lugar perfecto para ocultarlo!”, siguió Eduardo alegrándose, apoderándose del objeto luego de haber tomado las precauciones necesarias – una descarga mínima de su energía destruyó todos los objetos, menos ese, y además suprimió cualquier trampa caza bobos que pudiera haber estado allí – y emprendiendo la salida, no preocupándole que pudieran contener las dos últimas recámaras, pues sus congéneres y él se ocuparían de eso no bien la guerra hubiese terminado y los templos antiguos quedaran a merced de las hadas y los demás seres elementales.  Sosteniendo el recipiente con la diestra y el bastón de mando con la zurda, Eduardo anduvo por parte de los corredores y algunos de los recintos, y al llegar al primero hallo el porqué de la marca en su frente, otra vez sintiéndola con mayor intensidad. Allí estaban dos de sus colegas, Zümsar y Kevin, con los brazos cruzados, conversando entre si acerca de la misión, y no ocultaron la alegría al verlo sano y salvo con el recipiente. “¿Qué hacen acá?”, les preguntó, después de los saludos, y los hombres le explicaron que la reina Lili les había pedido que usaran al Nem-Kal como una escala para recuperarse, porque deberían estar al máximo de sus capacidades para el último punto del itinerario. “¿Así que los ilios ya lo saben?” – dijo Eduardo, en tanto se transformaban para salir del templo –, “bueno, eso no cambia las cosas”. Y los tres estuvieron en la superficie en un instante.

_Tardaron menos en el Nem-Kal que nosotros en cualquiera de los otros templos, y que incluso ustedes mismos en el Mel-Kal – indicó Kevin, estando ya reunidos con las damas en la superficie – En la capital insular ya están enterados.
Eran las doce horas con trece minutos y los seis estaban dispuestos  alrededor de los recipientes, contemplándolos, conscientes de la hazaña lograda en poco más de seis horas. Ciento veintiocho de los monstruos más poderosos destruidos sin mayores complicaciones, cuarenta y ocho recámaras y ocho mil ochocientos kilómetros de corredores inspeccionados a fondo… en conjunto, representaban un reto al que nunca ellos ni sus congéneres creyeron que habrían de enfrentarse, y ahora estaban descansando, porque se habían tomado en serio las palabras de la reina de Insulandia. Partirían hacia el Aig-Kal a las trece y veinte.
-¿Qué creen que haya en estos recipientes?., inquirió Qumi, acercando sus ojos a uno de ellos.
_Vamos a abrirlos para comprobarlo., propuso Lidia, tomando a uno y empezando a ejercer sobre el cierta presión.
_Mejor no – se negó Marina,  preparando el cilindro mágico para guardar nuevamente los seis recipientes –, no es el lugar ni tampoco el momento. Creo que lo mejor es esperar a llegar a Plaza Central, o el edificio del CSP.
_Estoy de acuerdo con eso – coincidió el Cuidador de la MabDe, comprobando que sus equipos protectores estuvieran bien colocados –. Ahora que los ilios están al tanto de lo que estuvimos haciendo, van a ser capaces de cualquier cosa para recuperar estos recipientes. De hecho, podrían estar viniendo hacia acá en este momento.
_Y fortificando como nunca las defensas en el templo de la etnia Aig, sin dudas – aportó Eduardo –. Al menos, tenemos la seguridad de que el fragmento sigue allí.
El y los demás sabían a ciencia cierta que los ilios no se arriesgarían a un traslado en este momento, sabiendo que había hadas y otros seres elementales buscando cualquier rastro de anormalidades, combatiendo a cuanto ilio se encontraran en su camino, y, lo peor para estos, los Cuidadores estarían en el Aig-Kal en un instante. Además, lo supieron de parte de la reina de Insulandia, los agentes Qar´u apostados a una distancia prudencial de ese templo – ante la realidad de la guerra, las fronteras entre los países centrálicos estaban más vigiladas que nunca – no habían reportado nada inusual allí. Nadie había entrado ni salido, y los ilios no recurrieron a la tele transportación para llevarse el recipiente sin ser detectados.
_No se ustedes, pero yo creo que lo peor que puede pasarnos a nosotros es que no podamos cumplir nuestra promesa de estar de vuelta en la Ciudad Del Sol a mitad de la tarde de hoy – dijo Qumi a sus colegas –. Somos lo bastante poderosos como para vencer a todos los monstruos que hayan destacado para defender el Aig-Kal, y a los ilios. Y tampoco vamos a tener dificultades en obtener el último de los fragmentos.
_Espero que estés en lo correcto – deseó Eduardo, incorporándose, tomando su bastón y observando el entorno. No se veía nuevo movimiento enemigo en los alrededores. Desplegó sus alas y llamó –. ¿Nos vamos ya?. Cada segundo cuenta.
_Vamos – coincidió Kevin, y tanto este como Zümsar y las mujeres también se pusieron de pie – El templo de la etnia Aig va a ser el mayor reto de todos, ahora que los ilios nos descubrieron, y lo que estamos haciendo. Ya vamos a decidir quiénes se quedan a pelear y quiénes van por el recipiente al templo subterráneo.

Así, los Cuidadores remontaron el vuelo, ubicándose por encima de todo, convencidos de que estaban cerca del triunfo final sobre los ilios, decididamente más cerca de lo que nadie, ni siquiera Iris y sus guerreros del Movimiento Elemental Unido, estuvieron alguna vez, y si esa hazaña se lograba – pensaban otra vez – ningún ser elemental tendría que volver a pelear ni dedicarse a problemas como ese nunca más.


FIN


--- CLAUDIO ---

No hay comentarios:

Publicar un comentario