sábado, 28 de julio de 2018

37b) Eri-Kal


_No hay que ser ningún genio para darse cuenta de que significa eso., planteó Zümsar a Qumi, desde la distancia, amparados por la seguridad que les proporcionaban esas ruinas rodeadas por un interminable desierto, distantes unos cinco kilómetros de su objetivo

Ambos Cuidadores habían llegado a esas ruinas, otrora una posta de transferencia de cargas que fuera abandonada luego de la Gran Catástrofe (estaban pendientes de restauración), observando el Eri-Kal, el templo que erigieran los ilios de la antigüedad en homenaje a la etnia proveniente de Alba del Este, del Centro y del Oeste. Llevaban poco más de un tercio de hora allí, estudiándolo el entorno, comprobando que no hubiera amenazas, y el templo mismo, donde notaron dieciocho montículos de piedra dispuestos en grupos de tres en un predio delimitado por los mismos materiales.
_Mint-hu., observó la Cuidadora del JuSe, posándose nuevamente en la superficie, dentro de una de las estructuras, lo único de que disponían para cubrirse de posibles observaciones ilias desde el templo y del clima, un calor seco definitivamente peor que el de Insulandia y Ucêm.
Qumi estaba absolutamente decidida a hacer hasta lo imposible por derrotar de una vez y para siempre a esos seres. Había descubierto hacía dos siglos que el máximo secreto de los ilios estuvo en uno de los templos antiguos y a consecuencia de eso, de la emoción e impresión, un mal movimiento le marcó su existencia por los siguientes doscientos años. Su vuelta, aún navegantes en un mar de misterio, había desencadenado el conflicto, y por eso, creyendo que una parte de la culpa era suya, decidió que haría sus máximos esfuerzos para remediarlo. Había puesto un alto a sus tareas de reinserción y actualización (aprender todo lo ocurrido en los últimos dos siglos) y pedido a su hermano que se hiciera cargo interina de todas las responsabilidades en el Hogar de la Tierra, porque el era el segundo al mando, una de las primeras decisiones de la Cuidadora tras la reasunción de sus obligaciones laborales, pues toda la atención y energías debían concentrarse ahora en esta nueva, peligrosa e importantísima tarea.
_Dado que no vemos más defensas que las que forman esos monstruos, y que no detectamos puntos débiles, o ciegos, en el área que rodea al acceso, supongo que vamos a tener que entrar con el método convencional., corroboró el flamante Cuidador de la MabDe.
_Peleando., convino Qumi, poniéndose un Impulsor en el anular derecho y preparando los equipos protectores.
_Yo me quedo - avisó Zümsar, haciendo lo mismo que ella -. Es cierto que, si usamos la Cuadrícula de los Elementos como referencia, la situación no me favorece, pero soy un Cuidador, y tengo este equipo adicional. Eso compensa la desventaja. Voy a pelear contra los mint-hu, eso va a darte el tiempo para encontrar el fragmento.
_Seguro? - dudó Qumi -. Si usamos la misma, como dijiste, yo tendría más posibilidades porque... Los hombres y su manía por los retos difíciles!., protestó.
Porque Zümsar había abandonado la poca seguridad que ofrecían esas estructuras y emprendido el veloz vuelo hacia el templo Eri, asumiendo en el viaje la condición de Selecto. "Un premio justo", consideró, sabiendo que no eran los ilios sus oponentes, sino enemigos que por su fuerza valían la pena.

Un devastador rayo cayó a un lado de uno de los montículos de piedra y eso fue todo lo que necesitaron los monstruos para ponerse en movimiento y cumplir con su tarea de defender el Eri-Kal y su valioso contenido. Todos enfocaron su vista y se abalanzaron raudos sobre ese ser que había desaparecido de repente y vuelvo a aparecer dentro del predio, luciendo con ello su recientemente adquirida condición de Selecto, los más poderosos entre los seres feéricos. Tan concentrar estuviera los nueve pares de monstruos en responder a esta intrusión, advirtiendo que se trataba de una amenaza superior, que no repararon en que una diminuta esfera de color rosa había circulado a gran velocidad sobre la arena, traspasado el perímetro de piedras y entrado en el templo Eri. Qumi, que al final había accedido a buscar uno de los fragmentos, pensando que en la segunda escala, el Bol-Kal, en Sâmqei, sería ella quien se quedaría en la superficie a pelear. "Que tengas suerte", le deseó. Su última visión había sido la de Zümsar lanzando un rayo con todo su poder contra uno de los monstruos, quien simplemente se sacudió y siguió moviéndose, lo que puso en evidencia que, en efecto, la Cuadrícula de los Elementos era una excelente guía y no estaba equivocada: la piedra, que formaba más del noventa por ciento del material constitutivo de este y los otros monstruos, poseía una marcada ventaja contra el rayo. "Pasé por cosas peores y las superé", se dijo el Cuidador, para darse confianza, trasladando su memoria a dos eventos que lo azotaron, física y emocionalmente, en los últimos años. Primero había sido el golpe a sus emociones, cuando todos sus familiares cayeran víctimas de la Gran Catástrofe, el peor desastre natural del último siglo, pérdidas de las que aún intentaba recuperarse; el otro evento fue el control que ejercieran sobre sus facultades. Recientemente se había descubierto que los ilios estuvieron detrás de aquel incidente, en lo que fuera otro intento por borrar del mapa a Eduardo (el primero había sido cuando la pareja de este e Isabel se encontrara acampando en Cinco Arroyos), uno de los seres feéricos que, a consecuencia de sus poderes y capacidades, eventualmente podría convertirse en un obstáculo para sus planes de conquista. El flamante Cuidador de la MabDe aún tenía fresco este recuerdo, razón por la cual estuvo tan dispuesto a escoltar a Iris, su compañera, en aquello de "completar la tarea". Era cierto que la venganza constituía algo que las hadas no aprobaban, pero Zümsar estuvo decidido a hacer una excepción, porque el era uno de los individuos lo bastante poderosos como para aportar su parte en las batallas y lograr que la guerra no se prolongara. En este momento, en que estaba empezando el enfrentamiento más grande y potencialmente fatal, apeló a ese recuerdo, el de su batalla con Eduardo, y se lanzó de lleno contra los monstruos, aumentando la intensidad (los voltios) en cada nueva descarga.

Qumi accedió a su condición de Selecta no bien estuvo en el piso firme de una de las recámaras, envuelta en una oscuridad que podría ser absoluta, de no ser porque su aura rosa, la única fuente de iluminación de que dispondría en el Eri-Kal, y no solo por estar a medio kilómetro bajo tierra, sino también por algo que notó no bien hizo arder su aura para alumbrarse. En las paredes de esa recámara habían sido removidas todas las antorchas (Qumi dedujo que en las otras y los corredores habría pasado lo mismo), por los ilios, pues la forma de las pisadas, pequeñas y con cuatro dedos, los delataban. La Cuidadora, mientras observaba el entorno, buscando tanto el fragmento como las trampas caza bobos, dedujo que, después de la incursión de los Cuidadores a otro de los templos antiguos, los enemigos de las hadas habrían querido tomar todas las precauciones habidas y por haber para que algo así no ocurriera nunca más en el Oi-Kal, ni tampoco en los otros templos, y eso incluía no facilitarle las cosas a cualquiera, hada u otro ser elemental, que hubiera conseguido entrar. "Algo tan simple como remover las antorchas podría serles de ayuda para continuar ocultando milenios de secretos", concluyó la Cuidadora, acercándose a una estantería repleta de material bibliográfico y pergaminos, además de piedras talladas, con toda clase de información referida a la etnia Eri. "Y si hubieran sacado el fragmento?", pensó, y una expresión de alarma se dibujó en su cara. Si los ilios terminaron aterrorizados en grado extremo después de que cinco hadas lograran apoderarse del máximo de sus secretos, el manifiesto, habrían querido asegurarse, no era para menos, de conservar a salvo y ocultos los fragmentos, pues si alguno de sus enemigos llegara a reunirlos y descifrar el mensaje, eso podría significar la irrupción del proceso evolutivo que crearan para fortalecerse y acelerar así sus planes para la dominación planetaria. Qumi intentó tranquilizarse, pensando que si aquello fuera cierto, si se llevaron el fragmento de este templo, no habrían armado y ejecutado estad medidas precautorias, como poner al día las trampas y retirar las antorchas; además, los ilios sabían que los mejores lugares para esconder algo tan vital y sensible como esos siete fragmentos fueron y seguían siendo los templos, aún pese a la incursión en el Oi-Kal del siete de Enero / Baui número siete. No había otro lugar, y los ilios no se arriesgarían de semejante manera, andar por la superficie con los fragmentos quien sabe por cuánto tiempo, hasta encontrar otro refugio, arriesgándose a que las hadas y los otros seres elementales los descubrieran. "Entonces, está acá" - dijo Qumi, procurando animarse -, "y los otros en los demás templos". Pensó en Kevin, Marina, Eduardo y Lidia y también les deseó suerte, en tanto empezaba su tarea, deseando que no se prolongara demasiado.

Si un hada del elemento agua había podido derrotar a una del rayo, pensaba el Cuidador de la MabDe, acordándose de la batalla con Eduardo, a principios de Diciembre de diez mil doscientos cuatro, una del rayo podría vencer a estos monstruos de piedra. Según la Cuadrícula de los Elementos, el rayo estaba en inferioridad contra la piedra, con verdaderamente pocas ventajas a su favor en una hipotética lucha, y Zümsar requeriría de cientos de voltios en cada descarga concentrados en un único punto, en la estructura corporal del enemigo, para causar un daño que fuera irreversible. "Como esto!", exclamó, recurriendo tanto a su energía como al Impulsor y el bastón, a este usándolo como lo que era: un canal para sus poderes. Debía moverse rápido y constantemente porque sabía que estos mint-hu no iban a quedarse quietos viendo cómo uno de los suyos era atacado y eventualmente destruido; atacarían todos al mismo tiempo y, como su oponente, lo harían con su fuerza al máximo. El Cuidador tuvo una prueba de lo poderosos que eran los monstruos, y de que fueron creados sin errores cuando se vio obligado a suspender su ataque, porque había quedado sepultado bajo toneladas de piedras, al arrojarse sobre el tres de los mint-hu, mientras los otros cerraban filas en torno a sus congéneres y su oponente. Zümsar sabía que no podía darse el lujo de detenerse a descanso para planear una nueva estrategia y luego aplicarla, por lo mismo que los otros Cuidadores en dos de los otros templos - Kevin o Marina en el Oi-Kal y Eduardo o Lidia en el Mel-Kal -; había demasiado en juego.  Por un lado estaba su colega en esta expedición, la Cuidadora del JuSe se había transcurrido en una estatua de vulcanita y permanecido en esa condición por doscientos años. Ahora estaba de vuelta, algo también envuelto en el misterio, y podría necesitar de toda la ayuda para adaptarse y reinsertarse en la sociedad, y eso incluía a alguien que la ayudara en estas peligrosas expediciones a dos de los templos antiguos, el Eri-Kal y el Bol-Kal, en los reinos centrálicos de Ucêm y Sâmqei. Zümsar además, quizás lo que más le importaba, tenía una compañera y un hijo por los que velar y preocuparse, y eso incluía evitar que no estuvieran expuestos a un peligro mayor al actual. Sabía que era una imposibilidad que Iris no se expusiera al peligro, pero no iba a permitir que ningún enemigo le pusiera una mano encima, habiéndose interpuesto el ente ella y los ataques de los monstruos e ilios siempre que estuvo junto a la dama, cada vez que participaran de las batallas, desde que dejaran el Castillo Real, para "terminar lo que quedara inconcluso". Zümsar también estaba plenamente consciente de que toda la población estaba bajo un peligro extremo, y en sus manos estaba la oportunidad de salvarlos a todos; cada uno de sus congéneres y los otros seres elementales, sin saberlo en la aplastante mayoría de los casos, le había confiado su vida a él y los otros Cuidadores en el curso de los últimos días. Su misión, en concreto, era recuperar todos los fragmentos.

Los diez minutos de la Cuidadora en una de las recámaras no habían resultado satisfactorios, y eso se demostró en sus expresiones faciales y corporales, porque no pudo ver el recipiente de acero mágico por ninguna parte. Sabiendo que no disponía de mucho tiempo allí, simplemente se limitó a usar sus habilidades telequinéticas para desplazar a gran velocidad todos los objetos que pululaban en las estanterías, repisas y otros muebles. Encontró elementos fabricados con madera, metales, piedras, oro y vidrio, entre otros materiales, pero nada con acero mágico. "Al menos, me llevo estos consuelos", se contentó, tomando una colección de recortes periodísticos de varios medios gráficos de Centralia, que daban cuenta de su misteriosa e involuntaria transformación en diez mil ciento seis - pensó que los ilios habrían querido confirmar, leyendo esos artículos, que su secreto continuase a salvo -. El otro consuelo, sin dudas, fue dejar la recámara en un completo desorden, de manera que, en el mismo instante de su salida, usó otra vez la telequinesia para derrumbar los muebles y estropear todo lo que tuvo a su alcance que fuera de valor directo para los ilios. "Lo mismo hicieron con nuestras creencias y nuestra cultura", dijo, caminando con cautela por el corredor, atenta para no caer en las trampas y alumbrándose con su aura. Se dio confianza pensando que ya había visto una situación como esta unos días atrás, al colarse en otro de los templos para recuperar el manifiesto, recuerdo al cual los demás, tanto como ella misma, le atribuían la transformación en una estatua de vulcanita. Caminó atenta por el corredor en procura de no activar las trampas que pudieran haber allí, y entró en la segunda recámara, tan a oscuras y atestada de elementos como la anterior. Qumi pensó que viviría la misma experiencia que antes, y no se equivocó. Revolvió el contenido los muebles uno por uno, y no halló lo que había venido a buscar. Tampoco en la tercera recámara ni en la cuarta, y la desilusión se empezó a dibujar en su cara, llegando a suponer que pudo ser correcto aquello de que los ilios hubieran removido el fragmento, con lo que las medidas adicionales de protección bien pudieron ser, aparte de eso, una táctica de distracción, diseñada además de para que cumpliera con su función principal, la de borrar del mapa a cualquiera que hubiese conseguido burlar a los mint-hu en la superficie y colarse al templo. "Mejor me convenzo", se dijo la Cuidadora en voz alta, y nuevamente recorrió las cuatro recámaras, habiendo permanecido en ellas lo suficiente para confirmar que, de hecho, el recipiente no estaba allí. Aún con esa realidad, Qumi ni siquiera pensó en bajar los brazos, porque sabía que le restaba inspeccionar la mitad del Eri-Kal, y cabía la posibilidad, remota o no, de que uno de los fragmentos se encontrara en alguna parte, sepultado entre milenios de objetos (propios de los ilios o robados por estos) que se acumularan en todos los muebles, o bien oculto en algún compartimento o los corredor. "Allí voy", dijo, y retomó la caminata hacia el quinto recinto.

"Uno menos!", se entusiasmó el flamante Cuidador de la Casa de la Luz, la MabDe, al reducir a escombros ennegrecidos al primero de los mint-hu. Había estado atento a todo cuanto pasara en torno al monstruo destruido y el, buscando retenerlo y aplicarlo contra los otros. Con sus poderes al máximo e incluso más allá, debido al apoyo que significaba llevar el Impulsor, canalizados mediante el bastón legado por Musebqar, y una descarga eléctrica, tal vez la más intensa que alguna vez hubiese lanzado, salió disparada contra un solo punto, el cuello del minhu, el cual se encontraba a menos de cien metros de la fuente de ese ataque, buscando, como los otros, terminar con este objetivo e ir por el otro. Centenas de voltios recorrieron el cuerpo del monstruo desde la cabeza hasta los pies durante poco más de quince segundos, y pasado ese lapso el rayo demostró, esta vez al menos, ser superior a la piedra. Zümsar observó la escena, manteniendo ocupados a los otros mint-hu en esa breve franja de un cuarto de minuto, a la vez que pensaba que el monstruo al que acababa de destruir le había caído ese ataque como una sobrecarga. "Si eso es así, el suelo podría estar temporalmente electrizado", dijo, deseando que a Qumi no se le ocurriese asomar a la superficie durante al menos cinco minutos, el tiempo que demoraban los efectos en disiparse cuando eran causados por las más poderosas hadas del rayo. Entre tanto, el Cuidador de la MabDe tenía otras urgencias, porque esos diecisiete enemigos no se habían quedado como espectadores viendo como su congénere era destruido; al contrario, aumentaron sustancialmente su ferocidad y violencia en todos sus ataques, lo que con dificultad daba apenas, y eso con suerte, respiros insignificantes al Cuidador. Zümsar sabía muy bien que su idea de concentrar esas enormes cantidades de energía en un solo punto era tan complicado de ejecutar como un fuerte golpe en la base del cráneo de los monstruos, el punto débil de estos, pero aún así decidió lanzarse a la carga contra uno de ellos, sobre el que combinó ambas tácticas: incrustarle el bastón en esa parte del cuerpo y descargar nuevamente la gran cantidad de voltios. "Y ya van dos!", se alegró, tan efusivamente como antes, pegando un impresionante salto hacia arriba tanto para contemplar su obra como para evitar que los dieciséis monstruos restantes literalmente lo molieran a golpes, con esa sucesión rápida de puñetazos, que casi en ningún momento dejaron de lanzar. Olvidando estos y los otros escombros carbonizados, el Cuidador de la MabDe emprendió su ataque contra otro minhu y, para su sorpresa, lo destruyó de forma sorprendentemente sencilla, con la misma técnica usada contra el primero. "Suerte y nada más", concluyó Zümsar, sabiendo que eso había sido, porque el monstruo estuvo distraído intentando esquivar un ataque de parte de uno de los suyos...

Qumi por poco no cayó en una trampa al entrar en la quinta recámara. Estuvo tan desilusionada por no haber hallado el recipiente en las anteriores que había perdido la concentración en ese momento, justamente cuando más la necesitaba, porque en los umbrales era donde mayor atención y cuidado se debía poner a estas eventualidades. "Fragmentos de vidrio", rió la Cuidadora, mirando el hueco en el suelo, el cual cubría la totalidad del ancho del umbral. Lo cubrió con un bloque que arrancara de una de las paredes, telequinesia mediante, y entró en la recámara, donde vio el paisaje ya conocido. Muebles con varias decenas de articulos de varias épocas, algunos de producción ilia y otros robados por estos. Entre todos un pesado libro de historia editado en el reino de Uzekû, que explicaba el desarrollo de los seres feéricos y elementales en el oeste-noroeste centrálico durante los cinco siglos posteriores al bombardeo planetario. Echándole un rápido vistazo al índice y las primeras páginas, la Cuidadora del Hogar de la Tierra dedujo que los ilios habrían estado reuniendo todo tipo de información sobre los individuos que, de acuerdo a su interpretación de la realidad, habían invadido su propiedad - según las masas y dirigentes ilios, un regalo divino por postrarse sumisos ante la fe -, para conocer a fondo su idiosincrasia y algún día lanzarse contra ellos sabiendo que podrían contar con esa ventaja, la del conocimiento. "Esto se viene conmigo", decidió Qumi, tomando el libro, pensando que cuando dispusiera del tiempo lo llevaría al consulado de Uzekû en Austronesia, pues ella y Zümsar se marcharían de este templo no bien hubieran conseguido el fragmento. Estuvo registrando la recámara palmo a palmo y no pudo hallarlo, y fue recién cuando aceptara la inexistencia de compartimientos ocultos por ninguna parte que decidió lo mismo que ya habrían decidido sus colegas en los templos Oi y Mel, que no bien terminara la guerra pediría que enviaran legiones enteras con la misión de recuperar cada uno de los artículos que los ilios robaran a las hadas y otros seres elementales durante miles de años. Un ligero temblor le indicó que tanto su colega de la MabDe como los monstruos estaban manteniendo una pelea a muerte en la superficie, y a juzgar por el sacudón, uno de los mint-hu debió impactar violentamente contra el suelo, a lo que Qumi dijo "Mejor me apuro", convencida de que el Cuidador podría necesitar ayuda. No solo era el, sino los otros... de ella y sus colegas dependía encontrar las partes del todo, o, lo que era lo mismo, todo el mundo dependía de cómo obrara Qumi en este templo y el de la etnia Bol, la cual proviniera del continente polar del norte. Yendo hacia la sexta recámara, la Cuidadora del JuSe reafirmó su decisión de dar todo de su parte para hacer que se cumpliera aquel loco y extremo vaticinio, acerca de que esta confrontación de escala planetaria concluyera antes de fin de mes. "Es posible, si conseguimos todos los fragmentos", dijo, y una sonrisa se dibujó en su cara.
... porque los mint-hu estaban tan cerca unos de otros que hubiera resultado imposible que no se dañaran entre sí accidentalmente. Zümsar aprovechó aquello para contraatacar, y lanzó una descomunal descarga contra los quince mint-hu, chamuscando el suelo entre y alrededor de los enemigos. "No fue suficiente", lamentó, haciendo lo mismo una y otra vez más, no por desesperación, sino para mantenerlos juntos en un área reducida, en preparación para un nuevo ataque. Aunque sabía que habría riesgos, pues perdería una parte de su fuerza, abandonó su condición de Selecto y se transformó en el monstruo reptiliano (la combinación de la forma natural con la feérica) de más de diez metros de altura, arremetiendo contra los mint-hu y pateándolos violentamente, buscando debilitarlos lo suficiente como para que no representaran ya una amenaza y sus capacidades de respuesta se vieran totalmente reducidas y limitadas,  porque el Cuidador de la MabDe sabía que destruirlos sería una tarea definitivamente más compleja si la quincena de enemigos se encontraba en estas condiciones. Durante los que tranquilamente pudieron ser cinco minutos, porque no estuvo consultando el reloj, no hizo otra cosa que repartir pisotones y patadas a los monstruos, y al cabo de ese lapso, los dejó en tan malas condiciones que apostó que podría destruirlos sin esforzarse. Aún con este convencimiento, decidió seguir los consejos que le dieran los organizadores de la misión, sobre no correr riesgos ni menospreciar a los enemigos.
... porque ese pensamiento, loco o no, extremo o no, era compartido no solo por los Cuidadores, sino por cada uno de los seres feéricos y elementales que desde el principio se vieron involucrados. Funcionarios de diversos rangos y alcances - reales, continentales, hemisféricos, mundiales... -, reyes y demás tenían el convencimiento de que si reunían todos los fragmentos y descifraban el contenido del pergamino, cualquiera fuera este, podrían ponerle un final a la guerra que en verdad había empezado, así muchos lo sostenían, con la llegada de los ilios en los tiempos posteriores al bombardeo planetario, y, consecuente con eso, estaba la posibilidad de derrotar a los ilios de una vez y para siempre. Qumi sabía que debía dar lo mejor de sí para que aquello se pudiera convertir en una realidad, y hacerlo en el menor tiempo era su absoluta prioridad; en cuestión de días, los ilios y sus monstruos habían llevado a la práctica todos los aspectos negativos de la guerra (el caos, la destrucción, la muerte...) a prácticamente la totalidad del globo, y de continuar prolongándose se estaría más cerca de tener el mismo desastre que aquel que empezara en Abril / Llol de cinco mil setenta y nueve. Qumi se planteó que, de ser necesario, usaría su energía al máximo para reducir a cenizas todo lo que hubiera en este templo hasta que lo único que quedara en pie fuera el recipiente de acero mágico, sabiendo además que eso sería un golpe moral contra los eternos enemigos de las hadas.

En apenas cinco minutos, los monstruos en la superficie se redujeron a la tercera parte, porque las condiciones en que los dejara Zümsar les impidieron moverse y reaccionar correctamente. Terminaron tan maltratados que aquellos diez que fueron destruidos apenas si tuvieron las energías suficientes para incorporarse y dar unos pocos pasos tambaleándose. El Cuidador les había dado una auténtica paliza, y, aplicando nuevamente su condición de Selecto, los fulminó con la característica descarga, usando a la vez el bastón y el Impulsor, algo contra lo que no tuvieron oportunidades. "Excepción a la regla", repitió el vencedor, reparando otra vez en su batalla con Eduardo y la Cuadrícula de los Elementos. El quinteto de monstruos restantes, aún estando en ese estado calamitoso, reanudó sus ataques y, como pudieron, se abalanzaron contra el Cuidador, en quien ya se notaban los primeros síntomas del agotamiento físico, no por haber sostenido combates prolongados, sino por haber usado esas canciones tan grandes de su energía en pocos ataques, sabiendo que no podía ni debía dar oportunidades a los monstruos, no dejar bajo ninguna circunstancia que tomaran la iniciativa, pues eso podría haber significado problemas superiores. Además, Zümsar estaba usando sus poderes al máximo a muy poco tiempo de haber asumido su condición de Selecto y aceptado la responsabilidad gigantesca de ser el Cuidador de la Casa de la Luz, y para ambas cosas requería de prácticas y ensayos constantes. El cuerpo y las condiciones físicas del marido de Iris todavía no estaban acostumbrados a semejante fuerza y eso le estaba jugando en contra, algo que no había pasado en las batallas previas contra los ilios, porque estos, a diferencia de los mint-hu, no ameritaban un despliegue ni demostraciones así. "El acostumbramiento puede esperar un poco más", decidió, lanzando otras dos de esas fulminantes y electrizantes descargas, con las que consiguió reducir a escombros al decimocuarto monstruo, y casi inmediatamente al decimoquinto, con la misma técnica. "Esta misión bien vale todos los esfuerzos" - dijo, procurando no pensar en el cansancio, porque no era el momento indicado -, "y, si hiciera falta, el máximo sacrificio". Pensó en Iris y Mizûk, su compañera y su hijo, y el recuerdo de los tres en la habitación matrimonial, en su casa el veintiocho de Septiembre / Clel número veintidós, ese instante del nacimiento actuó como un revitalizante que le restituyó las fuerzas, volviendo a la carga contra los monstruos restantes. "Se los agradezco, Iris y Mizûk", dijo en su mente, emprendiendo la veloz carrera. El problema para el Cuidador radicaba no solo en que los mint-hu continuaban siendo adversarios muy temibles, sino que, también, se recuperaban de la brutal golpiza. Era cierto que lo hacían a un ritmo por demás lento, pero si Zümsar no actuaba rápido, entonces podría estar como antes de dar esa salva de pisotones y patadas. "De cualquier manera, ya obtuve el triunfo", observó.

El recipiente de acero mágico tampoco estaba en la recámara número seis, como lo descubriera la Cuidadora al cabo de otros diez minutos, en los que se hallara en movimiento permanente, registrando cuidadosamente cada uno de los muebles y comprobando que no hubiera compartimientos ocultos en ninguna parte. Uno de los problemas que tenía Qumi, el mismo, sin dudas, que sus colegas en los otros templos, era que ese material no tenía algo que lo hiciera destacar, era simplemente una caja sin ornamentos de la que la Cuidadora desconocía incluso el tamaño, lo que significaba que podía estar en cualquier parte, perfectamente escondida, y ella simplemente la había pasado por alto, o lo podría hacer en las recámaras restantes.  "Cómo hago para encontrar ese recipiente y apoderarme de el?", se preguntó, firmemente decidida a creer que seguía estando en algún lugar del templo Eri. Optó por usar la telequinesia para mover uno por uno los objetos que estaban en la sexta recámara y desparramarlos en el corredor que conducía a la séptima y la quinta, activando con esa acción algunas de las trampas caza bobos. Teniendo entonces cientos de objetos esparcidos a sus anchas, la Cuidadora del Hogar de la Tierra dispuso de una visión mejor, más amplia, al no existir ya el amontonamiento, pero esa acción le sirvió únicamente para confirmar que el recipiente de acero mágico no se encontraba allí. Qumi emprendió entonces el viaje hacia la siguiente y anteúltima recámara, decidida a emplear el mismo método desde el principio, esparcir el contenido en el suelo, revisarlo durante otros diez minutos y al final, si no había hallado el recipiente, llevarlos al corredor, donde nuevamente dispondría de ese mejor panorama. Empezó a caminar, atenta, tanto como antes, al suelo, y la posibilidad de encontrar otras de las trampas caza bobos, convenciéndose una vez más de que aquello que se planteara debía ser cierto: los ilios no desperdiciarían los recursos de que disponían, tan vitales para emprender y sostener una campaña bélica a escala planetaria, solo para distraer a las hadas y hacerles creer que la media catorcena de fragmentos se encontraba todavía en los templos antiguos. Sería un desperdicio, pensó, porque con los monstruos y las armas nuevo, los recursos no les sobraban a los ilios; estos enfrentaban esta vez, a diferencia de lo ocurrido hacía más de cinco mil años, a la totalidad de la población feérica y elemental, y sabiendo que una sola hada, por ejemplo, podría eliminar a decenas de ilios, estos debían estar seguros de tener todo un arsenal a su completa disposición. "A menos, cosa que dudo, que en algún momento desistan de sus planes de dominación", dijo Qumi, acercándose al acceso a la siguiente recámara, y una sonrisa se dibujó en su cara, porque sabía que esos seres, quienes tuvieron que adelantar sus planes debido a la captura del manifiesto por parte de los Cuidadores y la vuelta de uno de estos lucharían hasta perder la vida antes que renunciar a su suprema ambición. "Y nosotros estamos acá para impedirlo", dijo Qumi, cruzando el umbral.

Al final resultó que los tres mint-hu que continuaban en pie estuvieron haciendo lo mismo que su oponente, usar alguna que otra táctica de distracción para ganar el tiempo suficiente como para recuperar una parte de sus energías, aunque fuera ínfima. Zümsar aún tenía en su mente y memoria la imagen en que aparecía con su compañera y su hijo, los tres juntos en el dormitorio matrimonial de la avenida Veintinueve 17-22-5, en Plaza Central, y eso le daba las fuerzas que necesitaba para seguir adelante y sostener la pelea. Era un soporte emocional, moral y anímicamente, y era precisamente lo que necesitaba, eso y pensar en todas las cosas buenas que tenía, como sus amistades de ambos sexos, la clientela más o menos regular del comercio de antigüedades - "No pienso renunciar de ningún modo a el", había aclarado a los notables, casi al instante de haber salido de la oficina de dirección de la Casa de la Luz -, su pertenencia 6 un linaje compuesto por hadas del rayo, las más poderosas, que se remontaba a siglos, su primer encuentro cara a cara con Iris en una habitación del Hospital Real (después de la batalla con Eduardo), de quien estaba enamorado, así lo reconoció e6, desde los trece o los catorce años - la llegada a la adolescencia, cuando Zümsar empezara a ver a las mujeres con otros ojos -, sus colegas, con los que suscribiera un convento de sangre, el cual tuvo como misiva estas peligrosas y complejas tareas de recuperación... estas memorias eran ese suplemento, lo que necesitaba para compensar las energías empleadas. El Cuidador de la MabDe estaba conscientes de lo dura y exigente que estaba siendo esta lucha, lo era desde el principio, y de que habría otras dos, una en el Yau-Kal, en Nimhu - usarían las puertas espaciales para ir desde su casa hasta la MabDe, y viceversa -y otra en el Aig-Kal, cerca de la frontera entre Sqibam y Ribeobe, en donde confluirían los seis Cuidadores. "Necesito estar de una pieza", se dijo Zümsar para mantener los ánimos en alto, haciendo levitar los restos de los monstruos destruidos de mayor tamaño, unos treinta que estaban en el predio, y lanzarlos con fuerza contra los enemigos aún de pie, y alegrándose por haber derribado a uno, el cual tuvo además el infortunio de perder una de sus piernas. La paliza que le propinara el Cuidador y las descargas eléctricas de este fueron demasiado y por eso se vio incapacitado para resistir esa lapidación primero y otra descarga inmediatamente después, con la que ya no pudo volver a levantarse. Zümsar no tuvo tiempo para celebrar ni alegrarse, porque los otros dos mint-hu, mientras seguían recuperando sus energías, no suspendieron su embestida. Varios y violentos golpe con los puños obligaron a su oponente a ejecutar elaborados movimientos y replantearse sus tácticas. "Aprenden...", se burló el Cuidador, notando como al atacar uno de los monstruos el otro le daba cobertura, procurando con esta estrategia suplir la destrucción de sus congéneres y maximizar los recursos y fuerzas de que disponían.

La Cuidadora del JuSe entró a la séptima recámara admitiendo la posibilidad de que tampoco allí estuviera el recipiente, oculto en algún compartimento en las próximas, el techo, el piso o entre los cientos de objetos que ocupaban cada uno de los muebles. Sin embargo, empezó la tarea y sus manos pronto estuvieron revolviendo, desordenando, el contenido cubierto por ese polvo y la tierra que se acumularan un año tras otro. Alegorías culturales de los ilios, la mayoría hechas con adobe y piedra, y elementos religiosos de estos seres, pertenecientes a la etnia Eri, eran mayoritarios pero no monopólicos, puesto que había también otro tanto de artículos de las demás etnias y la raza ilia definitiva y elementos robados a los seres elementales, incluidos datos e información de relevancia de los organismos internacionales como la Mancomunidad Elemental, la Unión Centrálica y el Consejo Supremo Planetario. "Esto se viene conmigo", decidió la Cuidadora, que al momento de tomar los papeles por poco queda aplastada por la gran mayoría de objetos que empezaron a venírsele encima, porque una de las trampas caza bobos consistió en que la enorme estantería se desprendiera al ejecutar un determinado movimiento (pisar inadvertidamente una baldosa floja en que estaba el símbolo religión de los ilios) y su contenido cayera sobre la desprevenida víctima. Qumi se protegió creando una burbuja con su energía, al hacerlo catapultó una parte de los objetos y destrozó la otra y, con eso, volvió a dibujarse una amplia sonrisa en su cara, porque allí, libre de todos los artículos que lo cubrían y a su alcance, estaba el recipiente de acero mágico, reluciente e intacto. "Por fin!", exclamó la Cuidadora, tomando el objeto con ambas manos, notando al instante cuan liviano era y que, en efecto, no estaba protegido por otras trampas. Tan emocionada estuvo que dio reiterados saltitos para celebrar e hizo que su aura rosa tuviera un súbito estallido que iluminó la totalidad de la recarga e incluso una parte del corredor; uno de los fragmentos se encontraba ya en poder de los Cuidadores y tanto estos como sus congéneres y los demás seres elementales quedaron un paso más cerca del triunfo. Teniendo asegurado el valioso premio, Qumi se dispuso abandonar la recámara, con la duda de si ir o no a la octava. Había entrado al templo Eri con la tarea única y específica de recuperar ese recipiente en el menor tiempo posible, y ahora que lo tenía, su parte consistía en unirse a su colega y amigo en la batalla que continuaba (durante la recorrida había escuchado y sentido ligeros temblores) e ir luego al siguiente punto del itinerario. La duda siguió en su mente y para cuando hubo de volver a la realidad estaba entrando en la octava recámara. "Solo va a ser un vistazo rápido" - se prometió, y, pensando en Zümsar, quiso agregar -, "espero que no me necesites por uno o dos minutos más", y empezó entonces esa breve observación, sabiendo que haría lo mismo en las otras recámaras.

La verdad era que el Cuidador de la MabDe de ninguna manera hubiera requerido de ayuda. Tal vez si al principio, cuando los monstruos eran dieciocho y se encontraban todos en excelentes condiciones, pero ahora, con el par restante maltrecho, Zümsar prácticamente no tuvo que hacer esfuerzos para destruirlos. Haciendo caso omiso del cansancio y las altas temperaturas - el Eri-Kal estaba enclavado en un desierto, el cual ocupaba gran parte de la superficie de Uzekû -, se lanzó contra los monstruos, y al estar junto a ellos volvió a electrizarlos, antes de dar el salto para no ser impactado por los golpes con los puños. "Por lo menos los debilita", observó el Cuidador, consciente de que, aún en ese estado, la piedra seguía siendo resistente a la electricidad, por lo que decidió no correr riesgos. Si no pudo ser derrotado por dieciocho monstruos, mucho menos lo sería por solo dos, de manera que volvió a asumir la forma combinada y arremetió contra ambos mint-hu al unísono, a los que tomó con las manos por el cuello y estrelló sobre el piso, provocando un temblor ligero; acto seguido, sin soltarlos, los zarandeó con fuerza y arrojó al aire a diferentes alturas, provocándoles daños varios, especialmente cuando dieran contra el suelo. Uno de los monstruos perdió el brazo derecho con el impacto, y pasó a ser la decimoséptima víctima del Cuidador de la MabDe, cuando este le asestó un golpe con tanta fuerza en el abdomen que literalmente pudo traspasar la gruesa y resistente piedra; con esto cesaron finalmente todo movimiento y resistencia y el minhu fue finalmente destruido, partiendo en varios fragmentos que cayeron al suelo. "Ti turno", dijo al restante, que se abalanzara a los tumbos sobre el, tomando el fragmento de mayor tamaño y lanzándoselo, un ataque contra el cual lo único que alcanzó a hacer el monstruo fue atajar ese resto de uno de sus congéneres, con lo que su situación y su suerte quedaron selladas, porque sus manos se convirtieron en polvo, algo aprovechado por Zümsar para golpearlo en la cabeza con otra gran cantidad de energía, y el último de los mint-hu fue destruido en el mismo momento en que la Cuidadora del Hogar de la Tierra energía desde la oscuridad del acceso y recuperara la forma feérica delante de él.
La Cuidadora del JuSe se sorprende al entrar en la última recámara y ver los muebles atestados de elementos de diversa procedencia, entre propios de los ilios y robados por estos a otras especies, y épocas, a lo que insistió en su mente con la necesidad de enviar destacamentos a este y los otros templos no bien terminara la guerra, para recuperar dichos artículos sustraídos a las hadas y otros seres elementales con el correr de los milenios. "Qué pensarán ahora?", se preguntó en voz alta, porque sabía a ciencia cierta que los ilios siempre hubieron de negar hasta el cansan cuando las hadas u otras especies, sobre todo aquellas que habitaban el oeste-noroeste centrálico, los acusaban de haber tomado algo que no era de su propiedad. Ahora que la verdad había salido a la luz, y los ilios lo sabían, a nadie le habrían cabido dudas acerca de esta faceta que a fuerza de méritos, sacrificios y tiempo se habían ganado la enemistades por parte de los demás. Qumi, en tanto movía algunos objetos y los desordenaba, tan solo porque le divertía pensar en cómo reaccionarían los ilios al encontrarse con ese panorama, y advertir que las hadas finalmente se habían apoderado de uno de los fragmentos, no dejó de pensar en que debían ella y sus colegas apurarse y obtener los restantes, para formar y leer el pergamino antiguo. De seguro, los ilios se enterarían de un momento a otro de las incursiones y no consentirían en que otro de sus máximos secretos de diera a conocer; aunque sus probabilidades fueran mínimas, harían todo lo que estuviera a su alcance e incluso más por recuperarlos. " Si hacen eso, porque la chance de destruirlos es cierta", reconoció Qumi, dejando la recámara e iniciando el viaje de vuelta a la superficie. Al mismo tiempo, admitió que nadie tenía siquiera la mínima idea de cuál era el mensaje en el pergamino, ni tampoco qué podría pasar una vez que se hubiera aplicado ese mensaje. "Lo único que queda por hacer es esperar", admitió Qumi, esquivando dos de las trampas caza bobos que quedaban activas, en ese corredor atestado por los artículos que ella misma esparciera. Entró al pequeño acceso al Eri-Kal habiendo asumido la forma de una brillante esfera y al asomar a la superficie al mismo tiempo que su flamante colega destruía al último de los monstruos, tras lo que hubo de recuperar la forma feérica.

_A mí me pasó lo mismo en mis primeros días como Cuidadora - le dijo Qumi, cuando Zümsar explicara cuan cansado había quedado después de usar esas grandes cantidades de energía de golpe -. También fue por falta de práctica. Fue en mí prueba para demostrar al personal del JuSe que iban a poder contar conmigo. Luché contra los monstruos "auténticos", si querés llamarlos así, dos mï-nuqt y dos uc-nuqt. Los destruí en menos de diez segundos, porque usé mí energía al máximo. Y eso me dejó muy agotada.
Su primer día al frente del JuSe era uno de los recuerdos más bellos que seguían intactos. Había sido, y continuaba siendo, en extremo gratificante, aunque imprevisto, porque nunca hubo de pasar por su cabeza que Qîma, el antiguo Cuidador, pensara en y se decidiera por ella como su sucesora.
_Es diferente - la contradijo Zümsar, quien estaba reconociendo la más que valiosa ayuda que representó durante la batalla el Impulsor que le dieran los organizadores de la misión -. Vos, Qumi, no ascendiste a tu puesto estando tú país en guerra. Disfrutaste de paz y tranquilidad en esos días
 Yo, en cambio, llevo esta carga adicional. Y creo que pensé menos en que podría ser un Cuidador, porque no estuve en la MabDe para hacer el intento de entrar a la oficina de Musebqar. Iris y yo simplemente estuvimos allí para ayudar a los guardianes a repeler un ataque de los ilios y sus monstruos. Además, no me puedo dar el lujo de practicar para acostumbrarme a mí nueva fuerza, no con este peligro extremo y constante que significa la guerra a escala planetaria. Y nos quedan todavía otros dos templos, el Yau-Kal y el Aig-Kal.
_Del siguiente me ocupo yo - decidió Qumi -. Los dos sabemos que el templo de la etnia Aig va a ser el más complicado y peligroso. Por un lado, porque nosotros dos, Eduardo, Lidia, Kevin y Marina vamos a estar muy agotados, después de las batallas y retos anteriores. Y por otro lado, yo soy un hada que domina el elemento tierra, lo cual significa que podría tener mejores posibilidades y facilidades que vos contra los mint-hu. Y vos, además, tenés una mujer y un hijo que te esperan y necesitan.
_Y vos a aquellas personas que vivieron sabiendo que estabas transformada en una estatua de vulcanita - le recordó Zümsar, incorporándose. De un momento a otro, se marcharían ambos hacia su siguiente destino, en el reino de Sâmqei -. La forma en que reaccionaron al verte... no creo que vayan a mostrarse alegres si saben, o llegan a saber...
_... Que estuve peleando contra dieciocho monstruos en el templo de la etnia Bol? - lo interrumpió Qumi, también poniéndose de pie -. Lo aceptaron. No de buena gana, cierto, pero lo hicieron. Mí familia entendió que yo tengo que hacer mí parte, porque es el futuro de todos nosotros lo que está en juego. Si nosotros dos lo hacemos bien, y también nuestros cuatro colegas, no vamos a tener la necesidad de pelear nunca más. Además es lo justo. Cada dúo de Cuidadores tiene dos templos por registrar, y vos ya estuviste en uno. Ahora es mí turno, y después vamos a confluir los seis en el último, si tenemos suerte antes de que termine este día. E insisto con lo que dije. Necesitás recuperar tus energías, porque indudablemente el templo de la etnia Aig va a ser el reto más complicado de todos.
El Cuidador de la MabDe sonrió.
_Está bien - aceptó -. Si querés ocuparte de los monstruos en nuestro siguiente punto, adelante. Pero no estoy convencido del todo, Qumi. Además estoy pensando en otro de nuestros valores, sobre qué clase de hombre sería yo si permitiera que una mujer se expusiera a semejante peligro.
_Un hombre recto y honestísimo - aseguró su colega -. Nadie va a fijarse en eso, Zümsar. Yo no voy a hacerlo. Y seguro va a ser lo mismo cuando Lidia y Marina se expongan a los mismos peligros. Ahora vamos, tenemos mucho trabajo que hacer y el tiempo no nos sobra.
Y ambos remontaron el vuelo. Irían a una puerta espacial cercana, e inmediatamente luego al Bol-Kal, a conseguir el segundo de los fragmentos.



FIN



  --- CLAUDIO ---

No hay comentarios:

Publicar un comentario