_No
hay que ser ningún genio para darse cuenta de que significa eso., planteó
Zümsar a Qumi, desde la distancia, amparados por la seguridad que les
proporcionaban esas ruinas rodeadas por un interminable desierto, distantes
unos cinco kilómetros de su objetivo
Ambos
Cuidadores habían llegado a esas ruinas, otrora una posta de transferencia de
cargas que fuera abandonada luego de la Gran Catástrofe (estaban pendientes de
restauración), observando el Eri-Kal, el templo que erigieran los ilios de la
antigüedad en homenaje a la etnia proveniente de Alba del Este, del Centro y
del Oeste. Llevaban poco más de un tercio de hora allí, estudiándolo el
entorno, comprobando que no hubiera amenazas, y el templo mismo, donde notaron
dieciocho montículos de piedra dispuestos en grupos de tres en un predio
delimitado por los mismos materiales.
_Mint-hu.,
observó la Cuidadora del JuSe, posándose nuevamente en la superficie, dentro de
una de las estructuras, lo único de que disponían para cubrirse de posibles
observaciones ilias desde el templo y del clima, un calor seco definitivamente
peor que el de Insulandia y Ucêm.
Qumi
estaba absolutamente decidida a hacer hasta lo imposible por derrotar de una
vez y para siempre a esos seres. Había descubierto hacía dos siglos que el
máximo secreto de los ilios estuvo en uno de los templos antiguos y a
consecuencia de eso, de la emoción e impresión, un mal movimiento le marcó su
existencia por los siguientes doscientos años. Su vuelta, aún navegantes en un
mar de misterio, había desencadenado el conflicto, y por eso, creyendo que una
parte de la culpa era suya, decidió que haría sus máximos esfuerzos para
remediarlo. Había puesto un alto a sus tareas de reinserción y actualización
(aprender todo lo ocurrido en los últimos dos siglos) y pedido a su hermano que
se hiciera cargo interina de todas las responsabilidades en el Hogar de la
Tierra, porque el era el segundo al mando, una de las primeras decisiones de la
Cuidadora tras la reasunción de sus obligaciones laborales, pues toda la atención
y energías debían concentrarse ahora en esta nueva, peligrosa e importantísima
tarea.
_Dado
que no vemos más defensas que las que forman esos monstruos, y que no
detectamos puntos débiles, o ciegos, en el área que rodea al acceso, supongo
que vamos a tener que entrar con el método convencional., corroboró el flamante
Cuidador de la MabDe.
_Peleando.,
convino Qumi, poniéndose un Impulsor en el anular derecho y preparando los
equipos protectores.
_Yo
me quedo - avisó Zümsar, haciendo lo mismo que ella -. Es cierto que, si usamos
la Cuadrícula de los Elementos como referencia, la situación no me favorece,
pero soy un Cuidador, y tengo este equipo adicional. Eso compensa la
desventaja. Voy a pelear contra los mint-hu, eso va a darte el tiempo para
encontrar el fragmento.
_Seguro?
- dudó Qumi -. Si usamos la misma, como dijiste, yo tendría más posibilidades
porque... Los hombres y su manía por los retos difíciles!., protestó.
Porque
Zümsar había abandonado la poca seguridad que ofrecían esas estructuras y
emprendido el veloz vuelo hacia el templo Eri, asumiendo en el viaje la
condición de Selecto. "Un premio justo", consideró, sabiendo que no
eran los ilios sus oponentes, sino enemigos que por su fuerza valían la pena.
Un
devastador rayo cayó a un lado de uno de los montículos de piedra y eso fue
todo lo que necesitaron los monstruos para ponerse en movimiento y cumplir con
su tarea de defender el Eri-Kal y su valioso contenido. Todos enfocaron su
vista y se abalanzaron raudos sobre ese ser que había desaparecido de repente y
vuelvo a aparecer dentro del predio, luciendo con ello su recientemente
adquirida condición de Selecto, los más poderosos entre los seres feéricos. Tan
concentrar estuviera los nueve pares de monstruos en responder a esta
intrusión, advirtiendo que se trataba de una amenaza superior, que no repararon
en que una diminuta esfera de color rosa había circulado a gran velocidad sobre
la arena, traspasado el perímetro de piedras y entrado en el templo Eri. Qumi,
que al final había accedido a buscar uno de los fragmentos, pensando que en la
segunda escala, el Bol-Kal, en Sâmqei, sería ella quien se quedaría en la
superficie a pelear. "Que tengas suerte", le deseó. Su última visión
había sido la de Zümsar lanzando un rayo con todo su poder contra uno de los
monstruos, quien simplemente se sacudió y siguió moviéndose, lo que puso en
evidencia que, en efecto, la Cuadrícula de los Elementos era una excelente guía
y no estaba equivocada: la piedra, que formaba más del noventa por ciento del
material constitutivo de este y los otros monstruos, poseía una marcada ventaja
contra el rayo. "Pasé por cosas peores y las superé", se dijo el
Cuidador, para darse confianza, trasladando su memoria a dos eventos que lo
azotaron, física y emocionalmente, en los últimos años. Primero había sido el
golpe a sus emociones, cuando todos sus familiares cayeran víctimas de la Gran
Catástrofe, el peor desastre natural del último siglo, pérdidas de las que aún
intentaba recuperarse; el otro evento fue el control que ejercieran sobre sus
facultades. Recientemente se había descubierto que los ilios estuvieron detrás
de aquel incidente, en lo que fuera otro intento por borrar del mapa a Eduardo
(el primero había sido cuando la pareja de este e Isabel se encontrara
acampando en Cinco Arroyos), uno de los seres feéricos que, a consecuencia de
sus poderes y capacidades, eventualmente podría convertirse en un obstáculo
para sus planes de conquista. El flamante Cuidador de la MabDe aún tenía fresco
este recuerdo, razón por la cual estuvo tan dispuesto a escoltar a Iris, su
compañera, en aquello de "completar la tarea". Era cierto que la
venganza constituía algo que las hadas no aprobaban, pero Zümsar estuvo
decidido a hacer una excepción, porque el era uno de los individuos lo bastante
poderosos como para aportar su parte en las batallas y lograr que la guerra no
se prolongara. En este momento, en que estaba empezando el enfrentamiento más
grande y potencialmente fatal, apeló a ese recuerdo, el de su batalla con
Eduardo, y se lanzó de lleno contra los monstruos, aumentando la intensidad
(los voltios) en cada nueva descarga.
Qumi
accedió a su condición de Selecta no bien estuvo en el piso firme de una de las
recámaras, envuelta en una oscuridad que podría ser absoluta, de no ser porque su
aura rosa, la única fuente de iluminación de que dispondría en el Eri-Kal, y no
solo por estar a medio kilómetro bajo tierra, sino también por algo que notó no
bien hizo arder su aura para alumbrarse. En las paredes de esa recámara habían
sido removidas todas las antorchas (Qumi dedujo que en las otras y los
corredores habría pasado lo mismo), por los ilios, pues la forma de las
pisadas, pequeñas y con cuatro dedos, los delataban. La Cuidadora, mientras
observaba el entorno, buscando tanto el fragmento como las trampas caza bobos,
dedujo que, después de la incursión de los Cuidadores a otro de los templos
antiguos, los enemigos de las hadas habrían querido tomar todas las
precauciones habidas y por haber para que algo así no ocurriera nunca más en el
Oi-Kal, ni tampoco en los otros templos, y eso incluía no facilitarle las cosas
a cualquiera, hada u otro ser elemental, que hubiera conseguido entrar.
"Algo tan simple como remover las antorchas podría serles de ayuda para
continuar ocultando milenios de secretos", concluyó la Cuidadora,
acercándose a una estantería repleta de material bibliográfico y pergaminos,
además de piedras talladas, con toda clase de información referida a la etnia
Eri. "Y si hubieran sacado el fragmento?", pensó, y una expresión de
alarma se dibujó en su cara. Si los ilios terminaron aterrorizados en grado
extremo después de que cinco hadas lograran apoderarse del máximo de sus
secretos, el manifiesto, habrían querido asegurarse, no era para menos, de
conservar a salvo y ocultos los fragmentos, pues si alguno de sus enemigos
llegara a reunirlos y descifrar el mensaje, eso podría significar la irrupción
del proceso evolutivo que crearan para fortalecerse y acelerar así sus planes
para la dominación planetaria. Qumi intentó tranquilizarse, pensando que si
aquello fuera cierto, si se llevaron el fragmento de este templo, no habrían
armado y ejecutado estad medidas precautorias, como poner al día las trampas y
retirar las antorchas; además, los ilios sabían que los mejores lugares para
esconder algo tan vital y sensible como esos siete fragmentos fueron y seguían
siendo los templos, aún pese a la incursión en el Oi-Kal del siete de Enero /
Baui número siete. No había otro lugar, y los ilios no se arriesgarían de
semejante manera, andar por la superficie con los fragmentos quien sabe por
cuánto tiempo, hasta encontrar otro refugio, arriesgándose a que las hadas y
los otros seres elementales los descubrieran. "Entonces, está acá" -
dijo Qumi, procurando animarse -, "y los otros en los demás templos".
Pensó en Kevin, Marina, Eduardo y Lidia y también les deseó suerte, en tanto
empezaba su tarea, deseando que no se prolongara demasiado.
Si
un hada del elemento agua había podido derrotar a una del rayo, pensaba el
Cuidador de la MabDe, acordándose de la batalla con Eduardo, a principios de
Diciembre de diez mil doscientos cuatro, una del rayo podría vencer a estos
monstruos de piedra. Según la Cuadrícula de los Elementos, el rayo estaba en
inferioridad contra la piedra, con verdaderamente pocas ventajas a su favor en
una hipotética lucha, y Zümsar requeriría de cientos de voltios en cada
descarga concentrados en un único punto, en la estructura corporal del enemigo,
para causar un daño que fuera irreversible. "Como esto!", exclamó,
recurriendo tanto a su energía como al Impulsor y el bastón, a este usándolo
como lo que era: un canal para sus poderes. Debía moverse rápido y
constantemente porque sabía que estos mint-hu no iban a quedarse quietos viendo
cómo uno de los suyos era atacado y eventualmente destruido; atacarían todos al
mismo tiempo y, como su oponente, lo harían con su fuerza al máximo. El
Cuidador tuvo una prueba de lo poderosos que eran los monstruos, y de que
fueron creados sin errores cuando se vio obligado a suspender su ataque, porque
había quedado sepultado bajo toneladas de piedras, al arrojarse sobre el tres
de los mint-hu, mientras los otros cerraban filas en torno a sus congéneres y
su oponente. Zümsar sabía que no podía darse el lujo de detenerse a descanso
para planear una nueva estrategia y luego aplicarla, por lo mismo que los otros
Cuidadores en dos de los otros templos - Kevin o Marina en el Oi-Kal y Eduardo
o Lidia en el Mel-Kal -; había demasiado en juego. Por un lado estaba su colega en esta
expedición, la Cuidadora del JuSe se había transcurrido en una estatua de
vulcanita y permanecido en esa condición por doscientos años. Ahora estaba de
vuelta, algo también envuelto en el misterio, y podría necesitar de toda la
ayuda para adaptarse y reinsertarse en la sociedad, y eso incluía a alguien que
la ayudara en estas peligrosas expediciones a dos de los templos antiguos, el
Eri-Kal y el Bol-Kal, en los reinos centrálicos de Ucêm y Sâmqei. Zümsar
además, quizás lo que más le importaba, tenía una compañera y un hijo por los
que velar y preocuparse, y eso incluía evitar que no estuvieran expuestos a un
peligro mayor al actual. Sabía que era una imposibilidad que Iris no se
expusiera al peligro, pero no iba a permitir que ningún enemigo le pusiera una
mano encima, habiéndose interpuesto el ente ella y los ataques de los monstruos
e ilios siempre que estuvo junto a la dama, cada vez que participaran de las
batallas, desde que dejaran el Castillo Real, para "terminar lo que
quedara inconcluso". Zümsar también estaba plenamente consciente de que
toda la población estaba bajo un peligro extremo, y en sus manos estaba la
oportunidad de salvarlos a todos; cada uno de sus congéneres y los otros seres
elementales, sin saberlo en la aplastante mayoría de los casos, le había
confiado su vida a él y los otros Cuidadores en el curso de los últimos días.
Su misión, en concreto, era recuperar todos los fragmentos.
Los
diez minutos de la Cuidadora en una de las recámaras no habían resultado
satisfactorios, y eso se demostró en sus expresiones faciales y corporales,
porque no pudo ver el recipiente de acero mágico por ninguna parte. Sabiendo
que no disponía de mucho tiempo allí, simplemente se limitó a usar sus
habilidades telequinéticas para desplazar a gran velocidad todos los objetos
que pululaban en las estanterías, repisas y otros muebles. Encontró elementos
fabricados con madera, metales, piedras, oro y vidrio, entre otros materiales,
pero nada con acero mágico. "Al menos, me llevo estos consuelos", se
contentó, tomando una colección de recortes periodísticos de varios medios
gráficos de Centralia, que daban cuenta de su misteriosa e involuntaria
transformación en diez mil ciento seis - pensó que los ilios habrían querido
confirmar, leyendo esos artículos, que su secreto continuase a salvo -. El otro
consuelo, sin dudas, fue dejar la recámara en un completo desorden, de manera
que, en el mismo instante de su salida, usó otra vez la telequinesia para
derrumbar los muebles y estropear todo lo que tuvo a su alcance que fuera de
valor directo para los ilios. "Lo mismo hicieron con nuestras creencias y
nuestra cultura", dijo, caminando con cautela por el corredor, atenta para
no caer en las trampas y alumbrándose con su aura. Se dio confianza pensando
que ya había visto una situación como esta unos días atrás, al colarse en otro
de los templos para recuperar el manifiesto, recuerdo al cual los demás, tanto
como ella misma, le atribuían la transformación en una estatua de vulcanita.
Caminó atenta por el corredor en procura de no activar las trampas que pudieran
haber allí, y entró en la segunda recámara, tan a oscuras y atestada de
elementos como la anterior. Qumi pensó que viviría la misma experiencia que
antes, y no se equivocó. Revolvió el contenido los muebles uno por uno, y no
halló lo que había venido a buscar. Tampoco en la tercera recámara ni en la
cuarta, y la desilusión se empezó a dibujar en su cara, llegando a suponer que
pudo ser correcto aquello de que los ilios hubieran removido el fragmento, con
lo que las medidas adicionales de protección bien pudieron ser, aparte de eso,
una táctica de distracción, diseñada además de para que cumpliera con su
función principal, la de borrar del mapa a cualquiera que hubiese conseguido
burlar a los mint-hu en la superficie y colarse al templo. "Mejor me convenzo",
se dijo la Cuidadora en voz alta, y nuevamente recorrió las cuatro recámaras,
habiendo permanecido en ellas lo suficiente para confirmar que, de hecho, el
recipiente no estaba allí. Aún con esa realidad, Qumi ni siquiera pensó en
bajar los brazos, porque sabía que le restaba inspeccionar la mitad del
Eri-Kal, y cabía la posibilidad, remota o no, de que uno de los fragmentos se
encontrara en alguna parte, sepultado entre milenios de objetos (propios de los
ilios o robados por estos) que se acumularan en todos los muebles, o bien
oculto en algún compartimento o los corredor. "Allí voy", dijo, y
retomó la caminata hacia el quinto recinto.
"Uno
menos!", se entusiasmó el flamante Cuidador de la Casa de la Luz, la
MabDe, al reducir a escombros ennegrecidos al primero de los mint-hu. Había
estado atento a todo cuanto pasara en torno al monstruo destruido y el,
buscando retenerlo y aplicarlo contra los otros. Con sus poderes al máximo e
incluso más allá, debido al apoyo que significaba llevar el Impulsor, canalizados
mediante el bastón legado por Musebqar, y una descarga eléctrica, tal vez la
más intensa que alguna vez hubiese lanzado, salió disparada contra un solo
punto, el cuello del minhu, el cual se encontraba a menos de cien metros de la
fuente de ese ataque, buscando, como los otros, terminar con este objetivo e ir
por el otro. Centenas de voltios recorrieron el cuerpo del monstruo desde la
cabeza hasta los pies durante poco más de quince segundos, y pasado ese lapso
el rayo demostró, esta vez al menos, ser superior a la piedra. Zümsar observó
la escena, manteniendo ocupados a los otros mint-hu en esa breve franja de un
cuarto de minuto, a la vez que pensaba que el monstruo al que acababa de
destruir le había caído ese ataque como una sobrecarga. "Si eso es así, el
suelo podría estar temporalmente electrizado", dijo, deseando que a Qumi
no se le ocurriese asomar a la superficie durante al menos cinco minutos, el
tiempo que demoraban los efectos en disiparse cuando eran causados por las más
poderosas hadas del rayo. Entre tanto, el Cuidador de la MabDe tenía otras
urgencias, porque esos diecisiete enemigos no se habían quedado como
espectadores viendo como su congénere era destruido; al contrario, aumentaron
sustancialmente su ferocidad y violencia en todos sus ataques, lo que con
dificultad daba apenas, y eso con suerte, respiros insignificantes al Cuidador.
Zümsar sabía muy bien que su idea de concentrar esas enormes cantidades de
energía en un solo punto era tan complicado de ejecutar como un fuerte golpe en
la base del cráneo de los monstruos, el punto débil de estos, pero aún así
decidió lanzarse a la carga contra uno de ellos, sobre el que combinó ambas
tácticas: incrustarle el bastón en esa parte del cuerpo y descargar nuevamente
la gran cantidad de voltios. "Y ya van dos!", se alegró, tan
efusivamente como antes, pegando un impresionante salto hacia arriba tanto para
contemplar su obra como para evitar que los dieciséis monstruos restantes
literalmente lo molieran a golpes, con esa sucesión rápida de puñetazos, que
casi en ningún momento dejaron de lanzar. Olvidando estos y los otros escombros
carbonizados, el Cuidador de la MabDe emprendió su ataque contra otro minhu y,
para su sorpresa, lo destruyó de forma sorprendentemente sencilla, con la misma
técnica usada contra el primero. "Suerte y nada más", concluyó
Zümsar, sabiendo que eso había sido, porque el monstruo estuvo distraído
intentando esquivar un ataque de parte de uno de los suyos...
Qumi
por poco no cayó en una trampa al entrar en la quinta recámara. Estuvo tan
desilusionada por no haber hallado el recipiente en las anteriores que había
perdido la concentración en ese momento, justamente cuando más la necesitaba,
porque en los umbrales era donde mayor atención y cuidado se debía poner a
estas eventualidades. "Fragmentos de vidrio", rió la Cuidadora,
mirando el hueco en el suelo, el cual cubría la totalidad del ancho del umbral.
Lo cubrió con un bloque que arrancara de una de las paredes, telequinesia
mediante, y entró en la recámara, donde vio el paisaje ya conocido. Muebles con
varias decenas de articulos de varias épocas, algunos de producción ilia y
otros robados por estos. Entre todos un pesado libro de historia editado en el
reino de Uzekû, que explicaba el desarrollo de los seres feéricos y elementales
en el oeste-noroeste centrálico durante los cinco siglos posteriores al
bombardeo planetario. Echándole un rápido vistazo al índice y las primeras
páginas, la Cuidadora del Hogar de la Tierra dedujo que los ilios habrían
estado reuniendo todo tipo de información sobre los individuos que, de acuerdo
a su interpretación de la realidad, habían invadido su propiedad - según las
masas y dirigentes ilios, un regalo divino por postrarse sumisos ante la fe -,
para conocer a fondo su idiosincrasia y algún día lanzarse contra ellos
sabiendo que podrían contar con esa ventaja, la del conocimiento. "Esto se
viene conmigo", decidió Qumi, tomando el libro, pensando que cuando
dispusiera del tiempo lo llevaría al consulado de Uzekû en Austronesia, pues ella
y Zümsar se marcharían de este templo no bien hubieran conseguido el fragmento.
Estuvo registrando la recámara palmo a palmo y no pudo hallarlo, y fue recién
cuando aceptara la inexistencia de compartimientos ocultos por ninguna parte
que decidió lo mismo que ya habrían decidido sus colegas en los templos Oi y
Mel, que no bien terminara la guerra pediría que enviaran legiones enteras con
la misión de recuperar cada uno de los artículos que los ilios robaran a las
hadas y otros seres elementales durante miles de años. Un ligero temblor le
indicó que tanto su colega de la MabDe como los monstruos estaban manteniendo
una pelea a muerte en la superficie, y a juzgar por el sacudón, uno de los
mint-hu debió impactar violentamente contra el suelo, a lo que Qumi dijo "Mejor
me apuro", convencida de que el Cuidador podría necesitar ayuda. No solo
era el, sino los otros... de ella y sus colegas dependía encontrar las partes
del todo, o, lo que era lo mismo, todo el mundo dependía de cómo obrara Qumi en
este templo y el de la etnia Bol, la cual proviniera del continente polar del
norte. Yendo hacia la sexta recámara, la Cuidadora del JuSe reafirmó su
decisión de dar todo de su parte para hacer que se cumpliera aquel loco y
extremo vaticinio, acerca de que esta confrontación de escala planetaria
concluyera antes de fin de mes. "Es posible, si conseguimos todos los
fragmentos", dijo, y una sonrisa se dibujó en su cara.
...
porque los mint-hu estaban tan cerca unos de otros que hubiera resultado
imposible que no se dañaran entre sí accidentalmente. Zümsar aprovechó aquello
para contraatacar, y lanzó una descomunal descarga contra los quince mint-hu,
chamuscando el suelo entre y alrededor de los enemigos. "No fue
suficiente", lamentó, haciendo lo mismo una y otra vez más, no por desesperación,
sino para mantenerlos juntos en un área reducida, en preparación para un nuevo
ataque. Aunque sabía que habría riesgos, pues perdería una parte de su fuerza,
abandonó su condición de Selecto y se transformó en el monstruo reptiliano (la
combinación de la forma natural con la feérica) de más de diez metros de
altura, arremetiendo contra los mint-hu y pateándolos violentamente, buscando
debilitarlos lo suficiente como para que no representaran ya una amenaza y sus
capacidades de respuesta se vieran totalmente reducidas y limitadas, porque el Cuidador de la MabDe sabía que
destruirlos sería una tarea definitivamente más compleja si la quincena de
enemigos se encontraba en estas condiciones. Durante los que tranquilamente
pudieron ser cinco minutos, porque no estuvo consultando el reloj, no hizo otra
cosa que repartir pisotones y patadas a los monstruos, y al cabo de ese lapso,
los dejó en tan malas condiciones que apostó que podría destruirlos sin
esforzarse. Aún con este convencimiento, decidió seguir los consejos que le
dieran los organizadores de la misión, sobre no correr riesgos ni menospreciar
a los enemigos.
...
porque ese pensamiento, loco o no, extremo o no, era compartido no solo por los
Cuidadores, sino por cada uno de los seres feéricos y elementales que desde el
principio se vieron involucrados. Funcionarios de diversos rangos y alcances -
reales, continentales, hemisféricos, mundiales... -, reyes y demás tenían el
convencimiento de que si reunían todos los fragmentos y descifraban el contenido
del pergamino, cualquiera fuera este, podrían ponerle un final a la guerra que
en verdad había empezado, así muchos lo sostenían, con la llegada de los ilios
en los tiempos posteriores al bombardeo planetario, y, consecuente con eso,
estaba la posibilidad de derrotar a los ilios de una vez y para siempre. Qumi
sabía que debía dar lo mejor de sí para que aquello se pudiera convertir en una
realidad, y hacerlo en el menor tiempo era su absoluta prioridad; en cuestión
de días, los ilios y sus monstruos habían llevado a la práctica todos los
aspectos negativos de la guerra (el caos, la destrucción, la muerte...) a
prácticamente la totalidad del globo, y de continuar prolongándose se estaría
más cerca de tener el mismo desastre que aquel que empezara en Abril / Llol de
cinco mil setenta y nueve. Qumi se planteó que, de ser necesario, usaría su
energía al máximo para reducir a cenizas todo lo que hubiera en este templo
hasta que lo único que quedara en pie fuera el recipiente de acero mágico,
sabiendo además que eso sería un golpe moral contra los eternos enemigos de las
hadas.
En
apenas cinco minutos, los monstruos en la superficie se redujeron a la tercera
parte, porque las condiciones en que los dejara Zümsar les impidieron moverse y
reaccionar correctamente. Terminaron tan maltratados que aquellos diez que
fueron destruidos apenas si tuvieron las energías suficientes para incorporarse
y dar unos pocos pasos tambaleándose. El Cuidador les había dado una auténtica
paliza, y, aplicando nuevamente su condición de Selecto, los fulminó con la
característica descarga, usando a la vez el bastón y el Impulsor, algo contra
lo que no tuvieron oportunidades. "Excepción a la regla", repitió el
vencedor, reparando otra vez en su batalla con Eduardo y la Cuadrícula de los Elementos.
El quinteto de monstruos restantes, aún estando en ese estado calamitoso,
reanudó sus ataques y, como pudieron, se abalanzaron contra el Cuidador, en
quien ya se notaban los primeros síntomas del agotamiento físico, no por haber
sostenido combates prolongados, sino por haber usado esas canciones tan grandes
de su energía en pocos ataques, sabiendo que no podía ni debía dar
oportunidades a los monstruos, no dejar bajo ninguna circunstancia que tomaran
la iniciativa, pues eso podría haber significado problemas superiores. Además,
Zümsar estaba usando sus poderes al máximo a muy poco tiempo de haber asumido
su condición de Selecto y aceptado la responsabilidad gigantesca de ser el
Cuidador de la Casa de la Luz, y para ambas cosas requería de prácticas y
ensayos constantes. El cuerpo y las condiciones físicas del marido de Iris
todavía no estaban acostumbrados a semejante fuerza y eso le estaba jugando en
contra, algo que no había pasado en las batallas previas contra los ilios,
porque estos, a diferencia de los mint-hu, no ameritaban un despliegue ni
demostraciones así. "El acostumbramiento puede esperar un poco más",
decidió, lanzando otras dos de esas fulminantes y electrizantes descargas, con
las que consiguió reducir a escombros al decimocuarto monstruo, y casi
inmediatamente al decimoquinto, con la misma técnica. "Esta misión bien
vale todos los esfuerzos" - dijo, procurando no pensar en el cansancio,
porque no era el momento indicado -, "y, si hiciera falta, el máximo
sacrificio". Pensó en Iris y Mizûk, su compañera y su hijo, y el recuerdo
de los tres en la habitación matrimonial, en su casa el veintiocho de
Septiembre / Clel número veintidós, ese instante del nacimiento actuó como un
revitalizante que le restituyó las fuerzas, volviendo a la carga contra los
monstruos restantes. "Se los agradezco, Iris y Mizûk", dijo en su
mente, emprendiendo la veloz carrera. El problema para el Cuidador radicaba no
solo en que los mint-hu continuaban siendo adversarios muy temibles, sino que,
también, se recuperaban de la brutal golpiza. Era cierto que lo hacían a un
ritmo por demás lento, pero si Zümsar no actuaba rápido, entonces podría estar
como antes de dar esa salva de pisotones y patadas. "De cualquier manera,
ya obtuve el triunfo", observó.
El
recipiente de acero mágico tampoco estaba en la recámara número seis, como lo
descubriera la Cuidadora al cabo de otros diez minutos, en los que se hallara
en movimiento permanente, registrando cuidadosamente cada uno de los muebles y
comprobando que no hubiera compartimientos ocultos en ninguna parte. Uno de los
problemas que tenía Qumi, el mismo, sin dudas, que sus colegas en los otros
templos, era que ese material no tenía algo que lo hiciera destacar, era
simplemente una caja sin ornamentos de la que la Cuidadora desconocía incluso
el tamaño, lo que significaba que podía estar en cualquier parte, perfectamente
escondida, y ella simplemente la había pasado por alto, o lo podría hacer en
las recámaras restantes. "Cómo hago
para encontrar ese recipiente y apoderarme de el?", se preguntó,
firmemente decidida a creer que seguía estando en algún lugar del templo Eri.
Optó por usar la telequinesia para mover uno por uno los objetos que estaban en
la sexta recámara y desparramarlos en el corredor que conducía a la séptima y
la quinta, activando con esa acción algunas de las trampas caza bobos. Teniendo
entonces cientos de objetos esparcidos a sus anchas, la Cuidadora del Hogar de
la Tierra dispuso de una visión mejor, más amplia, al no existir ya el
amontonamiento, pero esa acción le sirvió únicamente para confirmar que el
recipiente de acero mágico no se encontraba allí. Qumi emprendió entonces el
viaje hacia la siguiente y anteúltima recámara, decidida a emplear el mismo
método desde el principio, esparcir el contenido en el suelo, revisarlo durante
otros diez minutos y al final, si no había hallado el recipiente, llevarlos al
corredor, donde nuevamente dispondría de ese mejor panorama. Empezó a caminar,
atenta, tanto como antes, al suelo, y la posibilidad de encontrar otras de las
trampas caza bobos, convenciéndose una vez más de que aquello que se planteara
debía ser cierto: los ilios no desperdiciarían los recursos de que disponían,
tan vitales para emprender y sostener una campaña bélica a escala planetaria,
solo para distraer a las hadas y hacerles creer que la media catorcena de
fragmentos se encontraba todavía en los templos antiguos. Sería un desperdicio,
pensó, porque con los monstruos y las armas nuevo, los recursos no les sobraban
a los ilios; estos enfrentaban esta vez, a diferencia de lo ocurrido hacía más
de cinco mil años, a la totalidad de la población feérica y elemental, y
sabiendo que una sola hada, por ejemplo, podría eliminar a decenas de ilios,
estos debían estar seguros de tener todo un arsenal a su completa disposición.
"A menos, cosa que dudo, que en algún momento desistan de sus planes de
dominación", dijo Qumi, acercándose al acceso a la siguiente recámara, y
una sonrisa se dibujó en su cara, porque sabía que esos seres, quienes tuvieron
que adelantar sus planes debido a la captura del manifiesto por parte de los
Cuidadores y la vuelta de uno de estos lucharían hasta perder la vida antes que
renunciar a su suprema ambición. "Y nosotros estamos acá para
impedirlo", dijo Qumi, cruzando el umbral.
Al
final resultó que los tres mint-hu que continuaban en pie estuvieron haciendo
lo mismo que su oponente, usar alguna que otra táctica de distracción para
ganar el tiempo suficiente como para recuperar una parte de sus energías,
aunque fuera ínfima. Zümsar aún tenía en su mente y memoria la imagen en que
aparecía con su compañera y su hijo, los tres juntos en el dormitorio
matrimonial de la avenida Veintinueve 17-22-5, en Plaza Central, y eso le daba
las fuerzas que necesitaba para seguir adelante y sostener la pelea. Era un
soporte emocional, moral y anímicamente, y era precisamente lo que necesitaba,
eso y pensar en todas las cosas buenas que tenía, como sus amistades de ambos
sexos, la clientela más o menos regular del comercio de antigüedades - "No
pienso renunciar de ningún modo a el", había aclarado a los notables, casi
al instante de haber salido de la oficina de dirección de la Casa de la Luz -,
su pertenencia 6 un linaje compuesto por hadas del rayo, las más poderosas, que
se remontaba a siglos, su primer encuentro cara a cara con Iris en una
habitación del Hospital Real (después de la batalla con Eduardo), de quien
estaba enamorado, así lo reconoció e6, desde los trece o los catorce años - la
llegada a la adolescencia, cuando Zümsar empezara a ver a las mujeres con otros
ojos -, sus colegas, con los que suscribiera un convento de sangre, el cual
tuvo como misiva estas peligrosas y complejas tareas de recuperación... estas
memorias eran ese suplemento, lo que necesitaba para compensar las energías
empleadas. El Cuidador de la MabDe estaba conscientes de lo dura y exigente que
estaba siendo esta lucha, lo era desde el principio, y de que habría otras dos,
una en el Yau-Kal, en Nimhu - usarían las puertas espaciales para ir desde su
casa hasta la MabDe, y viceversa -y otra en el Aig-Kal, cerca de la frontera
entre Sqibam y Ribeobe, en donde confluirían los seis Cuidadores.
"Necesito estar de una pieza", se dijo Zümsar para mantener los
ánimos en alto, haciendo levitar los restos de los monstruos destruidos de
mayor tamaño, unos treinta que estaban en el predio, y lanzarlos con fuerza
contra los enemigos aún de pie, y alegrándose por haber derribado a uno, el
cual tuvo además el infortunio de perder una de sus piernas. La paliza que le
propinara el Cuidador y las descargas eléctricas de este fueron demasiado y por
eso se vio incapacitado para resistir esa lapidación primero y otra descarga
inmediatamente después, con la que ya no pudo volver a levantarse. Zümsar no
tuvo tiempo para celebrar ni alegrarse, porque los otros dos mint-hu, mientras
seguían recuperando sus energías, no suspendieron su embestida. Varios y
violentos golpe con los puños obligaron a su oponente a ejecutar elaborados
movimientos y replantearse sus tácticas. "Aprenden...", se burló el
Cuidador, notando como al atacar uno de los monstruos el otro le daba
cobertura, procurando con esta estrategia suplir la destrucción de sus
congéneres y maximizar los recursos y fuerzas de que disponían.
La
Cuidadora del JuSe entró a la séptima recámara admitiendo la posibilidad de que
tampoco allí estuviera el recipiente, oculto en algún compartimento en las
próximas, el techo, el piso o entre los cientos de objetos que ocupaban cada
uno de los muebles. Sin embargo, empezó la tarea y sus manos pronto estuvieron
revolviendo, desordenando, el contenido cubierto por ese polvo y la tierra que
se acumularan un año tras otro. Alegorías culturales de los ilios, la mayoría
hechas con adobe y piedra, y elementos religiosos de estos seres,
pertenecientes a la etnia Eri, eran mayoritarios pero no monopólicos, puesto
que había también otro tanto de artículos de las demás etnias y la raza ilia
definitiva y elementos robados a los seres elementales, incluidos datos e
información de relevancia de los organismos internacionales como la
Mancomunidad Elemental, la Unión Centrálica y el Consejo Supremo Planetario.
"Esto se viene conmigo", decidió la Cuidadora, que al momento de
tomar los papeles por poco queda aplastada por la gran mayoría de objetos que
empezaron a venírsele encima, porque una de las trampas caza bobos consistió en
que la enorme estantería se desprendiera al ejecutar un determinado movimiento
(pisar inadvertidamente una baldosa floja en que estaba el símbolo religión de
los ilios) y su contenido cayera sobre la desprevenida víctima. Qumi se
protegió creando una burbuja con su energía, al hacerlo catapultó una parte de
los objetos y destrozó la otra y, con eso, volvió a dibujarse una amplia
sonrisa en su cara, porque allí, libre de todos los artículos que lo cubrían y
a su alcance, estaba el recipiente de acero mágico, reluciente e intacto.
"Por fin!", exclamó la Cuidadora, tomando el objeto con ambas manos,
notando al instante cuan liviano era y que, en efecto, no estaba protegido por
otras trampas. Tan emocionada estuvo que dio reiterados saltitos para celebrar
e hizo que su aura rosa tuviera un súbito estallido que iluminó la totalidad de
la recarga e incluso una parte del corredor; uno de los fragmentos se
encontraba ya en poder de los Cuidadores y tanto estos como sus congéneres y
los demás seres elementales quedaron un paso más cerca del triunfo. Teniendo
asegurado el valioso premio, Qumi se dispuso abandonar la recámara, con la duda
de si ir o no a la octava. Había entrado al templo Eri con la tarea única y específica
de recuperar ese recipiente en el menor tiempo posible, y ahora que lo tenía,
su parte consistía en unirse a su colega y amigo en la batalla que continuaba
(durante la recorrida había escuchado y sentido ligeros temblores) e ir luego
al siguiente punto del itinerario. La duda siguió en su mente y para cuando
hubo de volver a la realidad estaba entrando en la octava recámara. "Solo
va a ser un vistazo rápido" - se prometió, y, pensando en Zümsar, quiso
agregar -, "espero que no me necesites por uno o dos minutos más", y
empezó entonces esa breve observación, sabiendo que haría lo mismo en las otras
recámaras.
La
verdad era que el Cuidador de la MabDe de ninguna manera hubiera requerido de
ayuda. Tal vez si al principio, cuando los monstruos eran dieciocho y se
encontraban todos en excelentes condiciones, pero ahora, con el par restante
maltrecho, Zümsar prácticamente no tuvo que hacer esfuerzos para destruirlos.
Haciendo caso omiso del cansancio y las altas temperaturas - el Eri-Kal estaba
enclavado en un desierto, el cual ocupaba gran parte de la superficie de Uzekû
-, se lanzó contra los monstruos, y al estar junto a ellos volvió a
electrizarlos, antes de dar el salto para no ser impactado por los golpes con
los puños. "Por lo menos los debilita", observó el Cuidador,
consciente de que, aún en ese estado, la piedra seguía siendo resistente a la
electricidad, por lo que decidió no correr riesgos. Si no pudo ser derrotado
por dieciocho monstruos, mucho menos lo sería por solo dos, de manera que
volvió a asumir la forma combinada y arremetió contra ambos mint-hu al unísono,
a los que tomó con las manos por el cuello y estrelló sobre el piso, provocando
un temblor ligero; acto seguido, sin soltarlos, los zarandeó con fuerza y
arrojó al aire a diferentes alturas, provocándoles daños varios, especialmente
cuando dieran contra el suelo. Uno de los monstruos perdió el brazo derecho con
el impacto, y pasó a ser la decimoséptima víctima del Cuidador de la MabDe,
cuando este le asestó un golpe con tanta fuerza en el abdomen que literalmente
pudo traspasar la gruesa y resistente piedra; con esto cesaron finalmente todo
movimiento y resistencia y el minhu fue finalmente destruido, partiendo en
varios fragmentos que cayeron al suelo. "Ti turno", dijo al restante,
que se abalanzara a los tumbos sobre el, tomando el fragmento de mayor tamaño y
lanzándoselo, un ataque contra el cual lo único que alcanzó a hacer el monstruo
fue atajar ese resto de uno de sus congéneres, con lo que su situación y su
suerte quedaron selladas, porque sus manos se convirtieron en polvo, algo
aprovechado por Zümsar para golpearlo en la cabeza con otra gran cantidad de
energía, y el último de los mint-hu fue destruido en el mismo momento en que la
Cuidadora del Hogar de la Tierra energía desde la oscuridad del acceso y
recuperara la forma feérica delante de él.
La
Cuidadora del JuSe se sorprende al entrar en la última recámara y ver los
muebles atestados de elementos de diversa procedencia, entre propios de los
ilios y robados por estos a otras especies, y épocas, a lo que insistió en su
mente con la necesidad de enviar destacamentos a este y los otros templos no
bien terminara la guerra, para recuperar dichos artículos sustraídos a las
hadas y otros seres elementales con el correr de los milenios. "Qué
pensarán ahora?", se preguntó en voz alta, porque sabía a ciencia cierta
que los ilios siempre hubieron de negar hasta el cansan cuando las hadas u
otras especies, sobre todo aquellas que habitaban el oeste-noroeste centrálico,
los acusaban de haber tomado algo que no era de su propiedad. Ahora que la
verdad había salido a la luz, y los ilios lo sabían, a nadie le habrían cabido
dudas acerca de esta faceta que a fuerza de méritos, sacrificios y tiempo se
habían ganado la enemistades por parte de los demás. Qumi, en tanto movía
algunos objetos y los desordenaba, tan solo porque le divertía pensar en cómo
reaccionarían los ilios al encontrarse con ese panorama, y advertir que las
hadas finalmente se habían apoderado de uno de los fragmentos, no dejó de pensar
en que debían ella y sus colegas apurarse y obtener los restantes, para formar
y leer el pergamino antiguo. De seguro, los ilios se enterarían de un momento a
otro de las incursiones y no consentirían en que otro de sus máximos secretos
de diera a conocer; aunque sus probabilidades fueran mínimas, harían todo lo
que estuviera a su alcance e incluso más por recuperarlos. " Si hacen eso,
porque la chance de destruirlos es cierta", reconoció Qumi, dejando la
recámara e iniciando el viaje de vuelta a la superficie. Al mismo tiempo,
admitió que nadie tenía siquiera la mínima idea de cuál era el mensaje en el
pergamino, ni tampoco qué podría pasar una vez que se hubiera aplicado ese
mensaje. "Lo único que queda por hacer es esperar", admitió Qumi, esquivando
dos de las trampas caza bobos que quedaban activas, en ese corredor atestado
por los artículos que ella misma esparciera. Entró al pequeño acceso al Eri-Kal
habiendo asumido la forma de una brillante esfera y al asomar a la superficie
al mismo tiempo que su flamante colega destruía al último de los monstruos,
tras lo que hubo de recuperar la forma feérica.
_A
mí me pasó lo mismo en mis primeros días como Cuidadora - le dijo Qumi, cuando
Zümsar explicara cuan cansado había quedado después de usar esas grandes
cantidades de energía de golpe -. También fue por falta de práctica. Fue en mí
prueba para demostrar al personal del JuSe que iban a poder contar conmigo.
Luché contra los monstruos "auténticos", si querés llamarlos así, dos
mï-nuqt y dos uc-nuqt. Los destruí en menos de diez segundos, porque usé mí
energía al máximo. Y eso me dejó muy agotada.
Su
primer día al frente del JuSe era uno de los recuerdos más bellos que seguían
intactos. Había sido, y continuaba siendo, en extremo gratificante, aunque
imprevisto, porque nunca hubo de pasar por su cabeza que Qîma, el antiguo
Cuidador, pensara en y se decidiera por ella como su sucesora.
_Es
diferente - la contradijo Zümsar, quien estaba reconociendo la más que valiosa
ayuda que representó durante la batalla el Impulsor que le dieran los
organizadores de la misión -. Vos, Qumi, no ascendiste a tu puesto estando tú
país en guerra. Disfrutaste de paz y tranquilidad en esos días
Yo, en cambio, llevo esta carga adicional. Y
creo que pensé menos en que podría ser un Cuidador, porque no estuve en la
MabDe para hacer el intento de entrar a la oficina de Musebqar. Iris y yo
simplemente estuvimos allí para ayudar a los guardianes a repeler un ataque de
los ilios y sus monstruos. Además, no me puedo dar el lujo de practicar para
acostumbrarme a mí nueva fuerza, no con este peligro extremo y constante que
significa la guerra a escala planetaria. Y nos quedan todavía otros dos
templos, el Yau-Kal y el Aig-Kal.
_Del
siguiente me ocupo yo - decidió Qumi -. Los dos sabemos que el templo de la
etnia Aig va a ser el más complicado y peligroso. Por un lado, porque nosotros
dos, Eduardo, Lidia, Kevin y Marina vamos a estar muy agotados, después de las
batallas y retos anteriores. Y por otro lado, yo soy un hada que domina el
elemento tierra, lo cual significa que podría tener mejores posibilidades y
facilidades que vos contra los mint-hu. Y vos, además, tenés una mujer y un
hijo que te esperan y necesitan.
_Y
vos a aquellas personas que vivieron sabiendo que estabas transformada en una
estatua de vulcanita - le recordó Zümsar, incorporándose. De un momento a otro,
se marcharían ambos hacia su siguiente destino, en el reino de Sâmqei -. La
forma en que reaccionaron al verte... no creo que vayan a mostrarse alegres si
saben, o llegan a saber...
_...
Que estuve peleando contra dieciocho monstruos en el templo de la etnia Bol? -
lo interrumpió Qumi, también poniéndose de pie -. Lo aceptaron. No de buena
gana, cierto, pero lo hicieron. Mí familia entendió que yo tengo que hacer mí
parte, porque es el futuro de todos nosotros lo que está en juego. Si nosotros
dos lo hacemos bien, y también nuestros cuatro colegas, no vamos a tener la
necesidad de pelear nunca más. Además es lo justo. Cada dúo de Cuidadores tiene
dos templos por registrar, y vos ya estuviste en uno. Ahora es mí turno, y
después vamos a confluir los seis en el último, si tenemos suerte antes de que
termine este día. E insisto con lo que dije. Necesitás recuperar tus energías,
porque indudablemente el templo de la etnia Aig va a ser el reto más complicado
de todos.
El
Cuidador de la MabDe sonrió.
_Está
bien - aceptó -. Si querés ocuparte de los monstruos en nuestro siguiente
punto, adelante. Pero no estoy convencido del todo, Qumi. Además estoy pensando
en otro de nuestros valores, sobre qué clase de hombre sería yo si permitiera
que una mujer se expusiera a semejante peligro.
_Un
hombre recto y honestísimo - aseguró su colega -. Nadie va a fijarse en eso,
Zümsar. Yo no voy a hacerlo. Y seguro va a ser lo mismo cuando Lidia y Marina
se expongan a los mismos peligros. Ahora vamos, tenemos mucho trabajo que hacer
y el tiempo no nos sobra.
Y
ambos remontaron el vuelo. Irían a una puerta espacial cercana, e
inmediatamente luego al Bol-Kal, a conseguir el segundo de los fragmentos.
FIN
--- CLAUDIO ---
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