sábado, 28 de julio de 2018

37a) Oi-Kal


Al amanecer del sábado diecisiete de Enero / Baui número diecisiete, alrededor de las seis menos diez, Marina y Kevin vieron con sus propios ojos que lo que días atrás reportaran los exploradores fue cierto.  El enorme predio bajo el cual se encontraba el Oi-Kal, uno de los templos antiguos de los ilios, era absolutamente cierto, y esto, para los Cuidadores, era un problema adicional. "Y es solo el inicio", dijo Kevin con tono de burla, acostado sobre el césped, oculto entre los arbustos, mientras se esforzaba por hallar una debilidad en esa  formidable defensa. Oculta a su lado, Marina sabía que la batalla contra esos monstruos que estaban en el predio era inevitable, como también lo era el hecho de que los eternos enemigos de los seres feéricos supiesen que dos individuos pudieron colarse al templo. Si se querían colar en las recámaras y corredores, tendrían que pelear contra y destruir a esa docena y media de mint-hu, las creaciones más poderosas de los ilios, además, y de esto había grandes probabilidades, de tener que sortear antes y después de la inevitable batalla las trampas caza bobos en la superficie y bajo esta. Pero los Cuidadores del Tep-Wo y la Casa de la Magia estaban decididos a hacer su parte, comprometidos con la causa. Solo ellos podían cumplir esta tarea, recuperar el fragmento e inmediatamente luego ir a su siguiente objetivo. Para eso estaban preparados, por supuesto. En los días transcurridos desde su encuentro en el edificio del CSP, estuvieron practicando y entrenando arduamente, sin descuidar ninguna de sus otras obligaciones, de las cuales quizás las más complejas y exigentes fueron las de repeler nuevos ataques a los lugares grandiosos: en la noche del doce de Enero, una horda de decenas de ilios apoyados por uc-nuqt y mï-nuqt habían atacado el Santuario del Viento y, a causa de esa cantidad, estuvieron a metros de alcanzar la oficina de Marina. El lugar grandioso se había convertido en un caos, puesto que las hadas guardianas e ilios entablaron sus batalla en una sesentena de locaciones diferentes dentro y fuera del templo, pues la misión de los atacantes, simple y sencillamente, consistía en reducir el Tep-Wo a escombros y matar a todos cuantos encontraran, fueran o no combatientes. Al final, al cabo de dos tercios de hora, las batallas terminaron, aunque las hadas se llevaron el triunfo con un costo elevado, habiendo tenido veintitrés bajas y el triple de heridos, desde muy leves hasta muy graves, siendo la mayoría en ambos casos producto de las armas nuevas de los ilios, quienes al fin estaban viendo los resultados que tanto desearon obtener. La Cuidadora y su segundo, además su prometido, el príncipe ucemita Taynaq, hicieron todo cuanto se esperó de ellos y destruyeron a todos los monstruos, un esfuerzo que los llevó a límites desconocidos, gracias a lo que Marina alcanzó la condición de Selecta. El trabajo difícil, advirtieron, apareció inmediatamente después, cuando ambos, junto al equipo de notables del Tep-Wo, tuvieron que organizar las tareas de recuperación de los daños, la atención médica a los heridos y, la peor parte, identificar a los caídos y preparar las exequias funerarias.
Kevin y Cristal vieron, por su parte, preocupados y no sin temor como el segundo intento del enemigo por invadir la Casa de la Magia era exitoso y una decena de mint-hu, la séptima parte del total, conseguía llegar hasta la costa e iniciar el ascenso por el acantilado, después de sortear las defensas externas. El Cuidador y su segunda, sumados a las hadas guardianas altamente entrenadas, rápidamente organizaron un enorme cerco para contener a los monstruos e impedir que avanzaran. Aquellos que podían usar su fuerza vital, a la que los seres feéricos llamaban "woga", , como Kevin y Cristal, estuvieron constantemente en la primera línea, dando lo mejor de sí y haciendo esfuerzos y sacrificios gigantescos para alcanzar el triunfo, que se logró de forma total recién cumplidos el Cuidador, habiéndose transformado en un Selecto - su caso tal vez fuera el más poderoso, ya que el material constitutivo era en realidad un conjunto de los elementos principales de la naturaleza; agua, aire, fuego, luz y tierra -, destruyó al único par de mint-hu que lograra abrirse paso a través del cerco formado por el propio Cuidador, Cristal, los guardianes e incluso gran parte de la población civil. En la Casa de la Magia tampoco había sido un triunfo perfecto, porque tuvieron nueve muertos y más de cincuenta heridos, los cuales se redujeron a cuarenta y cinco en el curso de los siguientes veinte minutos, cuando a la otra media decena le llegara el momento de cruzar al otro lado de la puerta. Kevin, por supuesto, había quedado consternado.

_Me parece que no lo veo, no hay un punto ciego ni una debilidad., concluyó Kevin, observaciones a los mint-hu de pie, firmes e inmóviles, dispersos por el predio.
Era una parte del informe de los exploradores; estos monstruos en particular, los encargados de la defensa del Oi-Kal, reaccionaban al movimiento.
_Entonces, no sigamos perdiendo el tiempo., decidió Marina, tomando el cilindro de un bolsillo del pantalón.
Si había un defecto, tal vez el único de los Cuidadores de ambos sexos de ayer y hoy era confiarse y pensar que a consecuencia de sus descomunales poderes y habilidades no había nada ni nadie que los pudiera derrotar, llegaron y llegaban a creer que eran literalmente invencibles e invulnerables. Fue por eso que los organizadores de esta misión tan peligrosa remarcaron que ahora era otro caso, uno que no debía subestimarse, enemigos que a causa de estas circunstancias por demás excepcionales (los secretos revelados, una guerra de escala planetaria, todas las especies elementales unidad como nunca para preservar su bien más preciado, la vida...) no debían ser tomados como inferiores. Los Cuidadores entendieron a la perfección la situación, todo lo que venía pasando desde la vuelta de Qumi, y aceptaron toda la ayuda y cada uno de los consejos de parte de los organizadores, incluída la de llevar esos equipos auxiliares que estaba poniéndose la Cuidadora del Santuario del Viento. Fabricados íntegramente con acero mágico por la COMDE, y usados desde el principio por las fuerzas especiales de todos los países del mundo, eran protectores para las manos, codos, hombros, pies, tobillos, rodillas, la cintura, el lado izquierdo del pecho, el cuello e incluso la cabeza, que no restaban movilidad ni maniobrabilidad al usuario, puesto que ese acero mágico era de una variedad flexible, y que en conjunto representaban un peso de quince kilogramos. "Se justifica ese peso adicional", juzgó Kevin, poniéndose el equipo en las manos y tomando, acto seguido, el Impulsor que le diera Olaf, una de las piezas cuya ubicación había sido secreta hasta hacía unas pocas horas, una filosa y puntiaguda daga de veintidós centímetros, que se ciñó a la cintura, un préstamo de uno de los nagas que desde hacía poco menos de una semana estaba vigilando la plaza central y sus áreas colindantes. El siguiente planteo fue resuelto en tanto la Cuidadora se ponía su propio Impulsor y transformaban los dos sus bastones, apareciendo en los extremos de estos los símbolos de la magia y del aire. Kevin decidió que se quedaría en la superficie a enfrentar a los monstruos y destruirlos, porque creyó que de los dos era el más calificado, y no pensaba dejar que su colega y amiga corriera ese innecesario riesgo, considerando además su particular situación (Marina estaba encinta). La Cuidadora tendría la tarea de colarse al Oi-Kal, aprovechando la batalla, usándola como una distracción, y recuperar uno de los fragmentos. Para los dos, claro, el tiempo era un factor esencial.

"A la carga!", exclamaron al unísono, alcanzando nuevamente la condición de Selectos, y lanzándose velozmente desde la línea de arbustos hacia el predio, donde impactaron produciendo un fuerte estrépito, mucho más de lo que los dieciocho monstruos necesitaron para reaccionar y ponerse en movimiento. Les había bastado con sentir ese ligero silbido para advertir la inminencia de la amenaza, con lo que las hadas observaron, lamentando lo que tenían por delante, que se encontraban ante mint-hu perfectos, diseñados sin errores, pues eso era lo único que podía evidenciar esa condición, que sintieran a uno o más enemigos antes que estos estuvieran delante suyo. "Como lo planeamos", indicó el Cuidador de la Casa de la Magia, atacando con su poder al máximo desde el principio, lanzando las suficientes descargas, usando el bastón como un canal, lo que le permitió concentrar la energía en un solo lugar. En este caso en el suelo, justo delante de los monstruos, creando las distracciones necesarias para que Marina, intentando hacer caso omiso de los quince kilogramos adicionales, pudiera colarse por ese acceso único al templo, desapareciendo de la vista de Kevin. Este sintió que, estando la Cuidadora del Tep-Wo lejos de la zona de batalla y relativamente a salvo (bajo la superficie, en torno a ese acceso, los quinientos metros hubieron de ser reforzados, al momento de construirse el templo, con los materiales más resistentes disponibles por esos días, que los ilios pudieron "conseguir"), podía luchar con mayor libertad, lo que incluía usar el bastón nada más cuando fuera necesario. Desde el principio, también, quedó puesto en evidencia que los enemigos eran, así los definieron los Cuidadores, "mint-hu hechos y derechos". A la impresión que causara en Kevin saber que los monstruos los detectaran antes de aparecer junto a ellos, aparecieron otras dos, las que, no obstante, no lo amilanaron, sino todo lo contrario. Le fue imposible seguir con el consejo que le dieran los organizadores de la misión, sobre no confiarse ni alardear de las cosas que podía hacer, porque el artesano-escultor sintió que estaba, por primera vez desde que Rorha le llegara su enormísima responsabilidad ante un reto digno de un Cuidador: debía pelear contra y eliminar a dieciocho de los monstruos más poderosos; uno solo sería un reto lo bastante grande que lo llevaría al límite de sus fuerzas. "Y ahora son dieciocho", dijo con una sonrisa, desplegando todos sus poderes y lanzándose contra el oponente que tenía más cerca. Fue allí que detectó el otro par de factores que hacía de estos un grupo de auténticos mint-hu. Primero, uno de ellos lo detuvo con sus manos, sin sufrir daño alguno, ese descomunal rayo que le lanzara el Cuidador, empleando al mismo tiempo el bastón y el Impulsor, y devolviéndoselo al instante, a una velocidad tal que Kevin apenas pudo esquivarlo. Otro monstruo demostró el segundo factor que hizo que el descendiente de Ukeho recurriera a la creación de un escudo como el único medio para salir airoso; el minhu recurrió a su propia técnica, demostrando destrezas y una habilidad increíbles. A la carrera se abalanzó contra el Cuidador, lanzando una seguidilla de golpes con los puños, haciendo, Kevin pudo advertirlo gracias a su condición de Selecto, que la presión y fuerza ejercidas ascendieran sustancialmente, definitivamente superiores a cualquier otro movimiento. Muy pronto, los dieciocho monstruos estuvieron atacando al Cuidador al mismo tiempo, y, como el, haciéndolo con todas sus fuerzas. Kevin sabía que la única oportunidad de destruirlos era golpeándolos en la base del cráneo (lo haría con su par de implementos, el bastón y el Impulsor), puesto que ese era el punto débil de los monstruos, al menos en la teoría. El principal de los problemas radicaba en que todos los mint-hu estaban en movimiento constante, lo que impediría al Cuidador ejecutar la mayoría de los ataques que en otras oportunidades, tanto prácticas como combates reales, le dieron buenos resultados. Tendría que volverse más rápido y ágil por unos breves instantes, o los monstruos ralentizarse. "Por qué no las dos cosas?", se ilusionó Kevin, recurriendo al elemento fuego para un nuevo ataque. Dejó envueltos en llamas a nueve de los monstruos, los que continuaron moviéndose, de manera que el Cuidador usó la telequinesia para remover las piedras que formaban el límite del predio (los ilios verían esto como una afrenta grave) y arrojarlas a gran velocidad contra los monstruos. Estos recibieron los impactos en varias partes del cuerpo, pero no fueron dañados, como tampoco con el fuego que ya se iba extinguiendo. Tanto esa mitad de los mint-hu como la otra reanudaron los avances luego del más que breve alto para evaluar la situación, dividiéndose en grupos de tres y atacando a su enemigo desde seis direcciones diferentes, con su técnica especial de los golpes de puño en ráfaga. Kevin, maniobrando avión, los esquivaba uno a uno, algo que no le resultaba sencillo, por la cantidad y calidad de los monstruos, y cuando creyó que uno de esos golpes no podía esquivarse se envolvió en un capullo formado por el elemento aire, el cual giró tan rápido que pareció formar una barrera sólida. Ese fue el momento que Kevin necesitó, aprovechando esa burbuja de aire que lo envolvía, cuando uno de los monstruos reiteraba sus ataques y por breves lapsos dejaba expuesta la base del cráneo. Recurriendo al Impulsor y el bastón, y sin olvidar que los mint-hu restantes también atacaban, lanzó la estocada, al tiempo que retrocedía para evitar el contragolpe, y observó satisfecho como la táctica resultaba ser exitosa, porque el monstruo había dejado de moverse, tras lo que sus piernas y brazos se contrajeron. Sabiéndose perdido, el minhu recurrió a la única opción que le quedaba, autodestruirse y confiar en que la energía cinética que fuera a liberarse y los fragmentos pulverizaran a su oponente. Aún con esa técnica tan poderosa, el Cuidador de la Casa de la Magia resultó ileso, al cubrirse de nuevo con la burbuja de aire. Lejos estuvo para el la idea de celebrar este triunfo, , porque este aún no estaba cerca, estando allí esos diecisiete monstruos que atacaban al mismo tiempo, violenta y fuertemente, con movimientos sorprendentes, lo que hizo asumir a Kevin que habían planeado alguna estrategia en ese breve espacio de tiempo en que su congénere fuera destruido. Aún así, el Cuidador no se acobardó. Sin sentir cansancio ni pánico, reanudó su ofensiva, dando un golpes tan fuerte a uno de los mint-hu que lo hizo tropezar y caer con brusquedad al suelo, no desaprovechando tampoco esa oportunidad. Otra vez recurrió a los remanentes del perímetro del templo y al elemento tierra, para transformar tales restos en filosas estacas, las cuales se incrustaron en las articulaciones del monstruo, pero la estructura corporal de este era tan resistente que todo lo que el Cuidador consiguió fue restringirle los movimientos y volverlo más lento. El minhu estaría ocupado unos momentos, intentando quitarse las estacas b y el Cuidador aprovechó esa insignificante ventaja, la de uno de los oponentes temporalmente fuera de combate, para concentrarse en los otros. Dieciséis moles que, lejos de sentir temor ni pena por lo que pudieran causar, lanzaron una seguidilla de golpes atrás de otra con los pies y los puños, causando daños, unos más graves que otros, en el suelo cada vez que no acertaban en el blanco - el Cuidador -, algo que les importaba poco o nada, porque para ellos, así se había establecido al momento de su creación, lo único que de verdad importaba era el cumplimiento total e irrestricto de la misión: destruir a cualquiera que amenazara o alterara la integridad de ese templo antiguo. Kevin, inmediatamente después de esquivar otro ataque, recurrió al elemento luz para cegar a los mint-hu, un resplandor tan deslumbrante que tranquilamente hubiera causado ceguera temporal a cualquiera de los individuos elementales, y destruyó a otros dos de los monstruos, golpeándolos con el bastón, con el que había canalizado una temperatura inmensa (el elemento fuego), en la base del cráneo. "Dos menos", se alegró.

No bien estuvo descendiendo por el estrecho y oscuro túnel vertical, estando convertida en esa esfera blanca no más grande que una pelota de tenis, la Cuidadora del Tep-Wo estuvo expuesta al peligro. Por supuesto, ella esperaba algo así, la clase de respuestas por parte de los enemigos de las hadas para prevenir e impedir nuevas incursiones en este templo, y, seguramente, en los otros. En su trayecto, debieron lanzarse al menos treinta flechas, las trampas caza bobos instaladas en esos quinientos metros por los ilios tras la permanencia de Eduardo, Lidia y Qumi a inicios del mes. Por supuesto, las flechas no causaron daño alguno y la mayoría ni siquiera impactó a Marina, debido al minúsculo tamaño de esta, su velocidad y el hecho de que estaba protegida, un recurso adicional y preventivo, por una burbuja de aire. Marina finalmente completó el descenso, sin olvidar ni dejar de sentir como su colega y amigo estaba arriesgando la vida, quizás más que nunca contra los monstruos más poderosos (pensó, comparando, que ese primer viaje del artesano-escultor a la Casa de la Magia había sido un paseo libre de peligros y preocupaciones), para darle tiempo a ella a que encontrara el fragmento del pergamino. "No tengo que perder tiempo", dijo en su mente, haciendo que su aura aumentara en brillo e intensidad, pues requería de eso como fuente de iluminación. Su tarea quizás no revistiera mayores peligros que las trampas, no sabía que hacían ni cuál era la ubicación de ninguna de ellas, pero, en cambio, era compleja y podría demandar más tiempo que la de destruir a los mint-hu. Se suponía que el fragmento estaba en un recipiente construido íntegramente con acero mágico, pero no tenía idea de su ubicación, y aquel material no poseía una o más características que delataran su presencia: no desprendía olor, no brillaba ni vibraba, tampoco tenía un color particular, grabados ni nada que lo diferenciara del acero corriente. Y estaría oculto. Al final, en tanto observaba una de las recámaras, sin dejar de moverse con precaución, Marina confirmó que todo cuanto informaran los Cuidadores del Vinhäe, el Vinhuiga y el JuSe en su momento era cierto. Las estanterías, cajones y otros muebles estaban atestados de cacharros y todo tipo de objetos de diversos tamaños, materiales y formas. La mayoría eran elementos que los ilios usaran en su vida cotidiana, en cada aspecto de esta (arquitectura, trabajo, defensa, religión...), en tanto que otros pertenecieron, y aún pertenecían, a las otras razas elementales, incluidas las hadas, robados en algún momento por los ilios. Halló, por ejemplo, una moneda de doscientos soles acuñada en Ucêm a mediados del Siglo Cincuenta - el año exacto era cuatro mil novecientos cincuenta - y decidió reclamarla como propia, pensando que no habría nadie que le recriminara por ese acto, porque, simplemente, estaba recuperando un artículo que fuera robado a las hadas. "Y son doscientos soles", se alegró, sabiendo que, sin importar el año en que fueran acuñadas, las monedas no dejaban de tener validez. Concentrándose otra vez en su tarea, pensó que la única forma de hallar el recipiente sería registrar el contenido de esta y las otras recámaras, pero como eso iba a demandarle tiempo, seguro más del que disponía, decidió no desperdiciarlo. Marina barrió todos los objetos que estaban sobre una estantería, que se desparramaron en los alrededores ocasionando un gran estrépito y delatando una de las trampas caza bobos, en este caso cuatro clavos oxidados que eventualmente hubieran causado una herida infecciosa a la Cuidadora, quien los detuvo en seco con sus habilidades telequinéticas. Con un único vistazo se dio cuenta de que los objetos estaban fabricados con toda clase de materiales, menos con acero mágico, lo mismo que los otros. Revolvió el contenido de los otros muebles uno por uno, desenganchando las estanterías, buscó baldosas flojas en el suelo y las paredes, y, tras un tercio de hora, concluyó que no se encontraba en esa recámara lo que había venido a buscar. "Hay tantas cosas que nos pertenecen...", dijo, con un tono de lamentación, sabiendo que no se podía quedar (no podía desperdiciar un solo segundo) a recuperar las posesiones que le fueran robadas a las hadas y otros seres elementales a lo largo de milenios. Un último y breve vistazo y abandonó la recámara, atenta y agudizando el oído, la vista y el tacto. Advirtió unas pocas marcas en el suelo y las paredes del corredor, que Lidia hiciera durante su estadía, para delatar lo que pensó que podrían ser algunas de las trampas; Marina no quiso correr ese riesgo y usó la telequinesia para verificar la creencia de la nena híbrida, golpeando las marcas con esas piedritas que había en el suelo. En efecto, eran trampas. "Corrí con suerte, se lo debo a Lidia", fue el comentario de la Cuidadora del Tep-Wo, caminando despacio junto a las flechas, más clavos oxidados, un líquido amarillento que seguramente era veneno, unos pocos trozos de vidrio y hasta dos estacas, cubiertas bajo una baldosa, que estaban bañadas con desechos de origen animal, lo cual también habría causado severas infecciones a una potencial y desprevenida víctima, por las bacterias que pudieran ingresar a su organismo. Estando ya en otra de las recámaras, repitiendo el esquema anterior (revolver y desparramar el contenido de todos los muebles), quiso dedicarle los pensamientos a todo cuanto había visto desde el momento en que se colara en el túnel, con lo que fueron apareciendo los planteos e interrogantes, como por qué el Oi-Kal estaría tan fuertemente protegido, si no tenían nada que ocultar, o qué podía ser tan importante para los ilios como para que estuvieran dispuestos a asesinar a cualquiera que entrara en ese templo o a los otros, o si era en verdad el pergamino tan importante que los ilios estaban dispuestos a lo que fuera por mantenerlo oculto, e incluso qué otra cosa podría haber en ese templo que tuviera el mismo valor e idéntica importancia que el fragmento y el manifiesto. Al final, olvidando esos y otros planteos porque no pudo encontrarles respuestas adecuadas y no disponía del suficiente tiempo (ya se los dedicaría en otro momento, que fuera más oportuno), Marina abandonó la segunda recámara, no habiéndose dado cuenta de los minutos que permaneciera en ella, y decepcionada por no haber podido hallar el recipiente. Las preocupaciones por la suerte que pudieran estar corriendo Kevin luchando contra los monstruos en la superficie, el otro cuarteto de Cuidadores en los demás templos - sabía que Qumi y Zümsar habían ido al Eri-Kal y Eduardo y Lidia al Mel-Kal -, sus familiares y su prometido en Ucêm, este último ejerciendo el liderazgo interino en el Tep-Wo, y la comunidad en general le jugaban en contra y representaban lo único que le impedía dar lo mejor de sí para esta tarea. Marina estaba consciente de que su puesto era algo relativamente reciente, era la Cuidadora de uno de los lugares grandiosos desde hacía menos de dos meses y aún quedaban por finiquitar los últimos detalles. Su primer día no había sido tranquilo ni calmo, pues al poco tiempo de que Qîma le legara sus enormes y vitalicias responsabilidades había tenido que viajar a Insulandia para ayudar a Eduardo, Kevin y Lidia en la tarea de salvaguardar otro de los lugares grandiosos, el Templo del Agua, del ataque de los mint-hu. La otra preocupación, por supuesto, era su embarazo, fruto del amor que sentían mutuamente ella y el príncipe ucemita. Como cualquiera, lo último que querría hacer sería exponerse a semejante peligro y exponer al mismo a esa nueva vida que empezaba a gestarse, pero sabía a la vez que este era un sacrificio necesario, pues ella era una de las seis hadas capacitadas y calificadas para la tarea tan peligrosa y complejos de recuperar los fragmentos.

Alrededor de media hora después de iniciado el enfrentamiento, el Cuidador de la Casa de la Magia seguía teniendo dificultades para vencer a los mint-hu. Había podido destruir a otros dos, pero haciendo sacrificios y uno de ellos por pura casualidad, ya que por error había querido darle una descarga en el torso a aquel que acababa de quitarse la última estaca, la del hombro derecho. Kevin atacaba con sus poderes y habilidades al máximo, y aún con eso sus enemigos no recibían más que daños menores, en su inmensa mayoría superficiales. Algunas veces lograba hacer que trastabillaran, o tumbarlos al suelo, pero ninguna de esas acciones le daban la ventaja ni el tiempo que necesitaba para lanzar sus ataques más eficaces. Y por supuesto que los monstruos no se quedaban quietos a ver como Kevin los atacaba. En más de una oportunidad consiguieron asestarle golpes, y el Cuidador reconoció que si no fuera por esos equipos protectores que llevaba sobre varias partes del cuerpo, un excelente complemento para su condición de Selecto, tendría fracturados varios huesos y heridas significativamente más graves que algún que otro raspón o esos insignificantes hilitos de sangre que le brotaban de la cara. Aún con eso y todas sus preocupaciones (su familia, amigos, el lugar grandioso que dirigía, Marina explorando las recámaras y corredores en el Oi-Kal...), decidió aumentar sus esfuerzos, absolutamente decidido a arriesgar lo todo para obtener el triunfo y decidido velar por todo lo que quería y apreciaba. La imagen de Cristal apareció en su mente y lo tomó como fuente de inspiración; se lanzó contra uno de los monstruos y al grito de "Por vos, por nuestros hijos y por nosotros!", recurriendo a la combinación de los elementos tierra y aguase dio cuenta de que tal vez no tuviera que darles un golpe con toda su fuerza en la base del cráneo para destruirlos. Con esa mezcla fue capaz de hacer añicos al quinto monstruo, golpeándolo tan fuerte y bruscamente en el vientre que el oponente ni siquiera tuvo el tiempo para usar su técnica de la autodestrucción. Con el impacto, el minhu fue destruido y los restos terminaron esparcidos en el suelo, en el césped, entre los otros monstruos que seguían peleando e incluso uno de ellos terminó cayendo por el hueco que conducían al templo a quinientos metros de la superficie. Kevin pensó en Marina, en que estaba sola allí abajo, expuesta a otros peligros, a la caza de uno de los fragmentos. Aunque sabría que podría ocuparse de esa tarea, estando embarazada, esto representaba una preocupación y el artesano-escultor no estaba dispuesto a consentir que permaneciera sola por más tiempo, y además porque se lo había prometido al príncipe Taynaq, cuando estuvieron reunidos ultimando los detalles de la misión. "Hecho", había sido la promesa de Kevin, cuando se sortearan los grupos: el y Marina irían primero al Oi-Kal, pues ya tenían cierto conocimiento acerca de este, e inmediatamente después al templo de la etnia Yau, en el reino de Nimhu. Decidido a no demorar un segundo más de lo necesario y a duplicar sus esfuerzos, se lanzó con todo contra otro de los monstruos, al que destruyó combinando fuego con aire, y acto seguido contra otro más, mezclando la tierra con el viento. Ambos mint-hu fueron completamente destruidos, tampoco pudieron usar la técnica final y los oponentes se redujeron a once.

Marina se sintió frustrada al no poder encontrar el recipiente de acero mágico en la tercera recámara, ni tampoco en los corredores que unían a esta con la segunda y a la segunda con la quinta. Había observado y repasado detalladamente los elementos esparcidos en el suelo y confirmó que no se encontraba allí lo que había venido a buscar. Vio toda clase de articulos de uso diario de la etnia Oi, pero también otro tanto de elementos robados a los seres feéricos e individuos de otras especies, todo amontona en los muebles sin un orden particular. "Dónde estará?", se había preguntado en repetidas oportunidades, habiendo revuelto sin pausa los artículos. "Y faltan todavía cinco recámaras de este templo", lamentó, pensando en si las otras dos parejas de Cuidadores estarían teniendo la misma suerte que ella o, por el contrario, habrían hallado ya los primeros fragmentos. Pronto estuvo Marina en otra recámara, la quinta, y un rato más tarde en la número cuatro. En ambas, los resultados fueron los mismos. Removió los elementos, corrió o echó al piso los muebles, buscó compartimientos ocultos hasta en el techo e incluso eludió otra media catorcena de trampas caza bobos, una de las cuales hubiera significado un dolor insoportable y eventualmente mortal de haber acertado. "Pudo darme en el corazón", advirtió la Cuidadora del Tep-Wo, tomando el dardo envenenado con la telequinesia en pleno vuelo, y desviado contra una pared, habiendo reaccionado más por instinto que por otra cosa. Halló, en cambio, un álbum repleto de fotos de lugares importantes del reino de Ucêm, las cuales correspondían a los últimos doscientos seis años, lo que le hizo suponer a Marina que los ilios llevaban años preparándose para la confrontación, recolectando materiales e información que, como las fotos, les fueran útiles. "Esto lo llevo", decidió, pensando en que no bien ella, Kevin y los otros Cuidadora hubieran terminado su misión en los templos, les haría llegar ese material a los funcionarios y la familia real de Ucêm. Salió de la recámara, dejándola tan desordenada como las otras, sabiendo que a las dos especies, hadas e ilios, poco les importaría esto en este contexto, sino era que nada. Momentos más tarde estuvo en la sexta recámara, ya sin sorprenderse por no haber descubierto allí ningún objeto, entre esas varias centenas, atestando cada uno de los muebles, que hubiera sido fabricado con acero mágico. "Habrán llevado el fragmento a otra parte?", dijo en voz alta, y a consecuencia de eso hizo aparición en su mente un pensamiento que fue de todo menos positivo y alentador, sobre la posibilidad de que aquello fuera cierto. Si los ilios hubieran trasladados este y los otros seis fragmentos a una ubicación más segura, Marina y sus colegas se habrían estado esforzando y arriesgando sus vidas en vano. De ser así, todos cuanto los Cuidadores hubieran conseguir sería causar daños varios y desorden en cada una de las recámaras de estos templos antiguos. Marina no dejó que ese pensamiento la desanimara y continuó el camino hacia la siguiente recámara, deseando que no fuera más que un susto aquello de que los ilios hubieran sacado el fragmento del Oi-Kal. Los temblores que estaba sintiendo, los cuales hacían sacudir las estructuras y el polvo y la tierra acumulados durante años (siglos, milenios...) le indicaron que Kevin estaba peleando con todas sus fuerzas en la superficie, y ese fue otro motivo para no dejarse vencer: necesitaba apoderarse del fragmento, o continuar y completar sus tareas, para ir cuanto antes a darle una mano a su colega contra aquellos poderosos enemigos.

"Diez y once!", exclamó con ganas el Cuidador de la Casa de la Magia, habiendo conseguido destruir a otro par de monstruos, esta vez combinando agua con fuego. Con la energía resultante había generado un arma contra la cual los mint-hu no tuvieron defensa alguna. El Cuidador reaccionó con sorpresa y desconcierto, no pudiendo creer que el vapor tan caliente hubiera bastado para vencer a estos enemigos y reducirlos a escombros, porque los había atacado con otras técnicas, definitivamente más poderosas, capaces de causar más daños y apenas hicieron mella en los monstruos. Al final concluyó que el vapor pudo causar una reacción negativa en esos dos mint-hu y desgastar sus articulaciones, porque fue en estas donde el artesano-escultor advirtió los principales efectos, cuando no los únicos. Los otros monstruos parecieron comprender que se encontraban frente a un arma contra la que no tenían las mismas posibilidades de defenderse, se olvidaron de su instinto de conservación, porque la situación justificaba todas y cada una de sus acciones, y redoblaron sus esfuerzos, a lo que su oponente respondió haciendo lo mismo. Los mint-hu se redujeron a la mitad, pero continuaban siendo adversarios tan poderosos y temibles que al Cuidador de la Casa de la Magia, simple y sencillamente, lo estaban haciendo conocer estos nuevos límites que incluso el ignoraba. Estando todavía con su condición de Selecto, y teniendo el Impulsor y el bastón, Kevin lanzó un nuevo ataque, otra ráfaga de rayos del mismo color que su aura, e impactó a todos los atacantes al mismo tiempo. Ocho de ellos apenas sintieron los impactos, pero uno fue destruido con los ataques y la posterior y brusca caída al suelo.
"Acá tampoco!", estalló la Cuidadora del Santuario del Viento, después de registrar la séptima recámara, lanzando una descarga de energía para liberar parte de la frustración y las tensiones. Observó los objetos destruidos o en llamas contribuyendo al desorden en la recámara. No había visto el recipiente de acero mágico en ninguna parte y los resultados eran absolutamente desalentadores. Uno por uno lo fueron todos sus intentos por encontrarlo y todo lo que tuvo frente a si fueron los artículos ilios y los que estos robaran a las otras escuelas elementales, lo que también era causante de su frustración. Marina sabía que su tiempo allí abajo se estaba terminando y que las preocupaciones (Kevin peleando contra los monstruos, los otros Cuidadores, su familia, el Tep-Wo con todo su personal...) le estaban nublando el juicio e impedían que mantuviera la compostura y pensara con coherencia. Esa reacción, la de destruir los objetos que estuvieron en una de las estanterías, fue para ella algo involuntario; aunque sabía que quedaba una recámara por registrar, la Cuidadora empezó a tomarse en serio aquello que dijera mientras se llevaba otra decepción en una de las recámaras anteriores, sobre la posibilidad de que el fragmento en este templo hubiera sido llevado a otra locación, al considerar los ilios que el Oi-Kal ya no era seguro, sobre todo después de la incursión de Eduardo, Lidia y Qumi. Pensó que si de verdad eso era cierto, no valdría la pena registrar la octava y última recámara. "Pero... Y si estuviera en ella?", dijo, casi sin darse cuenta, y esa sencilla frase significó un leve respiro. Salió del recinto tan desordenado y en ruinas (no lamentaba los artículos ilios destruidos, acto al que vio como un consuelo) y de encaminó hacia el único lugar que quedaba por registrar.

Caminando por el pasillo, estropeando uno u otro los muros laterales con su bastón (lo pasaba de la mano derecha a la izquierda y viceversa), reparó en que sus colegas del Vinhäe y el Vinhuiga hallaron el recipiente con el manifiesto ilio en la octava recámara, el más recóndito de todos los lugares del templo. Quizás por esa ubicación especial los ilios lo ocultaran allí. Y si eso era correcto, lo lógico era suponer que el otro recipiente, aquel que contenía el fragmento, también estuviera allí. "Seguro que si", se esperanzó Marina, más que antes, sin dejar de arruinar las paredes. Si el manifiesto y el fragmento eran de verdad importantes, tanto como para que todo lo que eran y representaban los ilios se viera tan seria me comprometido, esos seres harían todo lo que fuera necesario para mantenerlos ocultos y protegidos, y eso implicaba almacenarlos en recipientes de acero mágico, y a estos mantenerlos en el rincón más alejado del único acceso al templo. "Debe ser lo mismo con los otros fragmentos", asumió, al mismo tiempo que esquivaba otra de las trampas, dardos que salieron disparados a toda velocidad desde el techo hasta el piso. Qumi y Zümsar ya debían estar en el Eri-Kal, y Eduardo y Lidia en el Mel-Kal, en ambos casos uno buscando los fragmentos y el otro batallando contra los mint-hu que de seguro habrían sido destacados allí para proteger los templos y su contenido, tal como estaban haciendo ella y Kevin. Al final, la Cuidadora del Tep-Wo llegó a la última recámara, decidida a no perder un segundo. Así como sus colegas podían crear los elementos principales de la naturaleza, ella podría hacer lo propio con el aire, el viento, y usó esa extraordinaria capacidad para remover cada uno de los objetos dispuestos en el mobiliario, y en cuestión de segundos quedó allí el mismo desorden que en las otras recámaras. "Oro, madera, metales, piedras, vidrio...", recitó Marina, enumerando los materiales que tenía a la vista. Pateando algunos de los objetos y removiendo otros con las manos, se acordó que Eduardo y Lidia dijeron que habían hallado el manifiesto en un compartimento oculto, aunque no especificaron entonces en cuál, porque no creyeron que fuera necesaria, disimulado atrás de una estantería repleta de elementos.  Sabiendo que ya había perdido demasiado tiempo allí, lanzó pequeñas descargas a diversos puntos en los muros donde se encontraban los muebles para revelar esos huecos, y descubrió cinco. Uno de ellos estaba vacío, y dedujo Marina que allí tuvo que encontrarse el manifiesto, en otros tres había elementos de oro puro, usados en su momento por la etnia Oi, y en el restante "El recipiente!", exclamó la Cuidadora, usando sus habilidades telequinéticas para retirarlo, pues si se trataba de algo tan valioso, de seguro estaría protegido por trampas. En efecto, cuatro dardos salieron disparados desde los laterales y rebotaron contra la caja sin causarle daños.  El hada la tomó con ambas manos, visiblemente emocionada por haber completado su parte de la tarea, pero prefirió esperar a reunirse con su colega en la superficie antes de celebrar; de momento, abandonaría el templo. "Por haberme hecho arriesgar no sólo mí vida, sino también la de mí hijo o hija!" - dijo, pasándose las manos por el vientre -, acá tienen su merecido!", y lanzó una descarga que redujo a cenizas csdi la totalidad de la recámara. Ya en la superficie, encontró a Kevin, con las rodillas flexionadas, procurando evadirse del agotamiento y los dolores.

El Cuidador de la Casa de la Magia arremetió nuevamente con todo su poder al máximo contra esos monstruos que en ningún momento le dieron siquiera el mínimo respiro. Aunque había reducido su número a cinco, no podía permitirse descansar ni desfallecer, aún quedaba esa media decena, y, más que eso, tenía que entrar al templo a ayudar a su colega, que no había dado señales de vida desde que empezara la batalla en la superficie. Por supuesto, Kevin ya tenía secuelas físicas de la prolongada y difícil lucha, y no solamente esas heridas cortantes en la cara, sino también esguinces y torceduras, fuertes dolores en las manos, al haber amortiguado con ellas una brusca caída que pudo haber significado problemas mucho mayores, aún manteniendo la condición de Selecto, el ojo derecho cubierto por tonos oscuros, porque uno de los monstruos destruidos lo había golpeado y detenido en seco creyendo que así impediría que el Cuidador lo eliminará, cosa que al final hizo, y, lo peor, un hueso roto en el pie derecho, al caer sobre el parte de los escombros en que se transformará ese mismo minhu. Pensó y concluyó, mientras destruía a otro par de atacantes golpeándolos en la base del cráneo, que le hubiera ido definitivamente peor de no haber sido por los equipos protectores, que redujeron de manera considerable los ataques acertados de los monstruos y otros impactos, su condición de Selecto, el bastón, al que estaba usando como arma, y el Impulsor, el cual había aumentado sus poderes, ya de por si enormes. "Podría haber muerto", concluyó, en tanto esquivaba por poco un ataque combinando de los restantes enemigos, elevándose unos cuantos metros y lanzando descargas para contener al trío e impedir que la lucha continuara prolongándose. Preguntándose si sus colegas estarían o habrían estado en situaciones como esta en los templos Eri y Mel, y cuáles de ellos se habrían quedado en la superficie, el Cuidador volvió a abalanzarse con todo y la máxima velocidad contra los mint-hu, asestando a uno de ellos una patada tan fuerte que lo envío al suelo, y, en lo que el monstruo demoraba en incorporarse, aprovechó para darle el golpe final, en la base del cráneo, no deteniéndose para ver el resultado, porque los otros dos ya estaban sobre el, aplicando su técnica de los golpes de puño en ráfaga. Aún con eso, su suerte estaba sellada. Kevin dio un sorprendente giro en el aire y, combinando otra vez el agua con el fuego, usó el vapor para afectar seriamente las articulaciones de uno de los monstruos, volviéndolo una pila de escombros en poco más de diez segundos, en tanto que al otro, el último de la serie de dieciocho, lo destruyó a la vez con otra combinación de elementos, el aire con la tierra, y con un fuerte golpe en su punto débil. Con todos los enemigos destruidos, el Cuidador de la Casa de la Magia volvió a su forma feérica, pero al hacerlo los dolores aumentaron su intensidad, especialmente allí donde se había fracturado. Respirando entrecortadamente a consecuencia de este descomunal esfuerzo, se dio cuenta que la misión aún no había terminado. La suya si, pero no la del grupo, pues su colega del Tep-Wo aún estaba en el templo subterráneo, buscando el fragmento. A pocos pasos del acceso al Oi-Kal, se detuvo, flexionando las rodillas, en un intento por recuperar una ínfima parte de la fuerza usada en la agotadora batalla, y fue al empezar a incorporarse que vio emerger a Marina, primero como una esfera brillante e inmediatamente después en su forma feérica. Los dos habían triunfado.

_Te fue mejor que a mí., dijo Kevin con una sonrisa, al final sentándose, en tanto su colega le mostraba el recipiente.
En el suelo, el Cuidador de la Casa de la Magia encontró otro aspecto positivo en haberse casado con una médica, porque una de las cosas que había aprendido de Cristal era tratar dolencias y problemas como este. Se descalzó el pie derecho y, evaluando la fractura, se colocó una cantidad necesaria de la pócima sugerida para ese tipo de lesiones. Por supuesto, eso no bastaría para sanar la herida, para lo cual debería ir a una institución médica (lo haría después de tener frente a si los siete fragmentos), y la pócima solo calmaría el dolor durante un lapso de sesenta minutos. "Mejor eso que nada", aceptó, sabiendo que dentro de una hora se aplicaría una nueva dosis.
_Depende del punto de vista - lo corrigió Marina -. Empecé a desesperan a medida que iba pasando de una recámara a otra y no hallaba ese recipiente. Revolví todo, destrocé varias cosas y perdí la paciencia. Al final descubrí que estaba cerca de donde Eduardo y Lidia encontraron el manifiesto. Después me desquité.
_Cómo?., quiso saber Kevin.
_Lancé una descarga y dejé en ruinas casi toda la octava recámara - contestó Marina -. Te digo más, me hubiera gustado reducir a escombros todo el templo. Pero las cosas que vi me detuvieron.
Y le habló al artesano-escultor sobre los artículos robados que viera en cada una de las recámaras, mezclados con las posesiones de los ilios, incluída la moneda ucemita de doscientos soles que enseñó a su colega y amigo. Marina había pensado en pedir a los miembros de la Unión Centrálica que, no bien hubiera terminado la guerra, y los templos quedaran como los últimos vestigios de los ilios, enviaran personal para recuperar los elementos pertenecientes a las hadas y otros seres elementales. Y, si estaba en lo correcto, todos los templos estarían repletos de articulos robados.
_Y después destruir los templos - vaticinó Kevin -. Te puedo asegurar que en el momento en que termine la guerra y los nuestros ya hayan comprendida todas las cosas que hicieron los ilios, incluidos los robos, van a sentir el deseo de retribuir.
Ese era un comportamiento nada habitual y prácticamente desconocido para las hadas, quienes ni siquiera lo aplicaron al terminar la Guerra de los Veintiocho con los objetos (armas, equipos, documentos importantes...) que los combatientes del Movimiento Elemental Unido (MEU) dejaran tras ellos. Esta vez, en cambio, Kevin pensaba que podía ser diferente, y concluyó que sus congéneres y otros seres elementales, en algunos casos demostrando más énfasis que en otros, les harían pagar a los ilios sobrevivientes por tantos milenios de decenas de actos malignos de toda clase. "Eso si después de esta guerra queda alguno vivo", pensó.
_Estamos cerca de ese fin - auguró la Cuidadora del Tep-Wo, decidiendo tanto su colega como ella no quedarse allí por más de cinco minutos o seis. Su siguiente objetivo era el Yau-Kal, otro de los templos antiguos, en Nimhu -. Ya tenemos uno de los siete fragmentos, y de seguro los nuestros ya habrán podido obtener otros dos. Si marchamos a este ritmo, el de alrededor de tres horas y media por templo... tres lugares simultáneos, y nos queda el séptimo... Esto es increíble!.
_Tendríamos todos los fragmentos a eso de las doce cincuenta. A las catorce si contamos también el tiempo que nos va a demandar ir de un templo al siguiente - compartió Kevin la emoción y el cálculo -. Lo estaríamos leyendo unos pocos minutos más tarde y... Será que estuvieron erradas todas nuestras estimaciones, Marina?.
Esta vez, todos los seres elementales estaban unidos por una causa común: derrotar a los ilios de una vez y para siempre. A causa de eso, los cálculos menos optimistas apostaban que esta guerra no se extendería por un plazo mayor a los cuatro años. Ahora que sabían cómo detener a los ilios, con la lectura del pergamino, cabía la posibilidad, aunque remota, de que se terminara antes de este primer mes de diez mil doscientos seis e incluso antes. De ser ese el caso, sería la confrontación bélica más corta, o breve, de todos los tiempos. Había empezado oficialmente en el último cuarto del cuatro de Enero / Baui número cuatro, hora de Insulandia, con el intento fallido de cuatro ilios por asesinar a Qumi, la Cuidadora del JuSe, por el secreto que ella poseía, el cual sería potencialmente devastador para la cultura, civilización y sociedad de los eternos enemigos de las hadas. Para su final los más avisados y optimistas apostaban que lo haría con el mismo fin de diez mil pesos seis. Unos pocos, en cada, como los Cuidadores, especulaban acerca de que concluyese, también con la derrota total de los ilios, antes que lo hiciera el primer mes.
_Ojalá que lo hayan estado - deseó la Cuidadora del Tep-Wo, incorporándose -, porque en solo tres días los ilios causaron estragos en todo el mundo. Ahora vayamos a Nimhu. Tenemos que recuperar otro fragmento. Y a propósito de eso, me gustaría pedirte algo.
_De qué se trata?., quiso saber Kevin.
_Cuando lleguemos al templo de la etnia Yau entrá vos y yo me quedo a pelear contra los monstruos. No se como podría reaccionar si me expongo a lo mismo que en este lugar. Además tenés que descansar y recuperar tus energías, eso sin mencionar la fractura.
_Está bien., aceptó el hombre, y ambos batieron sus alas, preparándose para remontar el vuelo.



FIN



  --- CLAUDIO ---

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