Al
amanecer del sábado diecisiete de Enero / Baui número diecisiete, alrededor de
las seis menos diez, Marina y Kevin vieron con sus propios ojos que lo que días
atrás reportaran los exploradores fue cierto.
El enorme predio bajo el cual se encontraba el Oi-Kal, uno de los
templos antiguos de los ilios, era absolutamente cierto, y esto, para los
Cuidadores, era un problema adicional. "Y es solo el inicio", dijo
Kevin con tono de burla, acostado sobre el césped, oculto entre los arbustos,
mientras se esforzaba por hallar una debilidad en esa formidable defensa. Oculta a su lado, Marina
sabía que la batalla contra esos monstruos que estaban en el predio era
inevitable, como también lo era el hecho de que los eternos enemigos de los
seres feéricos supiesen que dos individuos pudieron colarse al templo. Si se
querían colar en las recámaras y corredores, tendrían que pelear contra y
destruir a esa docena y media de mint-hu, las creaciones más poderosas de los
ilios, además, y de esto había grandes probabilidades, de tener que sortear
antes y después de la inevitable batalla las trampas caza bobos en la
superficie y bajo esta. Pero los Cuidadores del Tep-Wo y la Casa de la Magia
estaban decididos a hacer su parte, comprometidos con la causa. Solo ellos
podían cumplir esta tarea, recuperar el fragmento e inmediatamente luego ir a
su siguiente objetivo. Para eso estaban preparados, por supuesto. En los días
transcurridos desde su encuentro en el edificio del CSP, estuvieron practicando
y entrenando arduamente, sin descuidar ninguna de sus otras obligaciones, de
las cuales quizás las más complejas y exigentes fueron las de repeler nuevos
ataques a los lugares grandiosos: en la noche del doce de Enero, una horda de
decenas de ilios apoyados por uc-nuqt y mï-nuqt habían atacado el Santuario del
Viento y, a causa de esa cantidad, estuvieron a metros de alcanzar la oficina
de Marina. El lugar grandioso se había convertido en un caos, puesto que las
hadas guardianas e ilios entablaron sus batalla en una sesentena de locaciones
diferentes dentro y fuera del templo, pues la misión de los atacantes, simple y
sencillamente, consistía en reducir el Tep-Wo a escombros y matar a todos
cuantos encontraran, fueran o no combatientes. Al final, al cabo de dos tercios
de hora, las batallas terminaron, aunque las hadas se llevaron el triunfo con
un costo elevado, habiendo tenido veintitrés bajas y el triple de heridos,
desde muy leves hasta muy graves, siendo la mayoría en ambos casos producto de
las armas nuevas de los ilios, quienes al fin estaban viendo los resultados que
tanto desearon obtener. La Cuidadora y su segundo, además su prometido, el
príncipe ucemita Taynaq, hicieron todo cuanto se esperó de ellos y destruyeron
a todos los monstruos, un esfuerzo que los llevó a límites desconocidos,
gracias a lo que Marina alcanzó la condición de Selecta. El trabajo difícil,
advirtieron, apareció inmediatamente después, cuando ambos, junto al equipo de
notables del Tep-Wo, tuvieron que organizar las tareas de recuperación de los
daños, la atención médica a los heridos y, la peor parte, identificar a los
caídos y preparar las exequias funerarias.
Kevin
y Cristal vieron, por su parte, preocupados y no sin temor como el segundo
intento del enemigo por invadir la Casa de la Magia era exitoso y una decena de
mint-hu, la séptima parte del total, conseguía llegar hasta la costa e iniciar
el ascenso por el acantilado, después de sortear las defensas externas. El
Cuidador y su segunda, sumados a las hadas guardianas altamente entrenadas,
rápidamente organizaron un enorme cerco para contener a los monstruos e impedir
que avanzaran. Aquellos que podían usar su fuerza vital, a la que los seres
feéricos llamaban "woga", , como Kevin y Cristal, estuvieron
constantemente en la primera línea, dando lo mejor de sí y haciendo esfuerzos y
sacrificios gigantescos para alcanzar el triunfo, que se logró de forma total
recién cumplidos el Cuidador, habiéndose transformado en un Selecto - su caso
tal vez fuera el más poderoso, ya que el material constitutivo era en realidad
un conjunto de los elementos principales de la naturaleza; agua, aire, fuego,
luz y tierra -, destruyó al único par de mint-hu que lograra abrirse paso a
través del cerco formado por el propio Cuidador, Cristal, los guardianes e
incluso gran parte de la población civil. En la Casa de la Magia tampoco había
sido un triunfo perfecto, porque tuvieron nueve muertos y más de cincuenta
heridos, los cuales se redujeron a cuarenta y cinco en el curso de los
siguientes veinte minutos, cuando a la otra media decena le llegara el momento
de cruzar al otro lado de la puerta. Kevin, por supuesto, había quedado
consternado.
_Me
parece que no lo veo, no hay un punto ciego ni una debilidad., concluyó Kevin,
observaciones a los mint-hu de pie, firmes e inmóviles, dispersos por el
predio.
Era
una parte del informe de los exploradores; estos monstruos en particular, los
encargados de la defensa del Oi-Kal, reaccionaban al movimiento.
_Entonces,
no sigamos perdiendo el tiempo., decidió Marina, tomando el cilindro de un bolsillo
del pantalón.
Si
había un defecto, tal vez el único de los Cuidadores de ambos sexos de ayer y
hoy era confiarse y pensar que a consecuencia de sus descomunales poderes y
habilidades no había nada ni nadie que los pudiera derrotar, llegaron y llegaban
a creer que eran literalmente invencibles e invulnerables. Fue por eso que los
organizadores de esta misión tan peligrosa remarcaron que ahora era otro caso,
uno que no debía subestimarse, enemigos que a causa de estas circunstancias por
demás excepcionales (los secretos revelados, una guerra de escala planetaria,
todas las especies elementales unidad como nunca para preservar su bien más
preciado, la vida...) no debían ser tomados como inferiores. Los Cuidadores
entendieron a la perfección la situación, todo lo que venía pasando desde la
vuelta de Qumi, y aceptaron toda la ayuda y cada uno de los consejos de parte
de los organizadores, incluída la de llevar esos equipos auxiliares que estaba
poniéndose la Cuidadora del Santuario del Viento. Fabricados íntegramente con
acero mágico por la COMDE, y usados desde el principio por las fuerzas
especiales de todos los países del mundo, eran protectores para las manos,
codos, hombros, pies, tobillos, rodillas, la cintura, el lado izquierdo del
pecho, el cuello e incluso la cabeza, que no restaban movilidad ni
maniobrabilidad al usuario, puesto que ese acero mágico era de una variedad
flexible, y que en conjunto representaban un peso de quince kilogramos.
"Se justifica ese peso adicional", juzgó Kevin, poniéndose el equipo
en las manos y tomando, acto seguido, el Impulsor que le diera Olaf, una de las
piezas cuya ubicación había sido secreta hasta hacía unas pocas horas, una
filosa y puntiaguda daga de veintidós centímetros, que se ciñó a la cintura, un
préstamo de uno de los nagas que desde hacía poco menos de una semana estaba
vigilando la plaza central y sus áreas colindantes. El siguiente planteo fue
resuelto en tanto la Cuidadora se ponía su propio Impulsor y transformaban los
dos sus bastones, apareciendo en los extremos de estos los símbolos de la magia
y del aire. Kevin decidió que se quedaría en la superficie a enfrentar a los
monstruos y destruirlos, porque creyó que de los dos era el más calificado, y
no pensaba dejar que su colega y amiga corriera ese innecesario riesgo,
considerando además su particular situación (Marina estaba encinta). La
Cuidadora tendría la tarea de colarse al Oi-Kal, aprovechando la batalla,
usándola como una distracción, y recuperar uno de los fragmentos. Para los dos,
claro, el tiempo era un factor esencial.
"A
la carga!", exclamaron al unísono, alcanzando nuevamente la condición de
Selectos, y lanzándose velozmente desde la línea de arbustos hacia el predio,
donde impactaron produciendo un fuerte estrépito, mucho más de lo que los dieciocho
monstruos necesitaron para reaccionar y ponerse en movimiento. Les había
bastado con sentir ese ligero silbido para advertir la inminencia de la
amenaza, con lo que las hadas observaron, lamentando lo que tenían por delante,
que se encontraban ante mint-hu perfectos, diseñados sin errores, pues eso era
lo único que podía evidenciar esa condición, que sintieran a uno o más enemigos
antes que estos estuvieran delante suyo. "Como lo planeamos", indicó
el Cuidador de la Casa de la Magia, atacando con su poder al máximo desde el
principio, lanzando las suficientes descargas, usando el bastón como un canal,
lo que le permitió concentrar la energía en un solo lugar. En este caso en el
suelo, justo delante de los monstruos, creando las distracciones necesarias
para que Marina, intentando hacer caso omiso de los quince kilogramos
adicionales, pudiera colarse por ese acceso único al templo, desapareciendo de
la vista de Kevin. Este sintió que, estando la Cuidadora del Tep-Wo lejos de la
zona de batalla y relativamente a salvo (bajo la superficie, en torno a ese
acceso, los quinientos metros hubieron de ser reforzados, al momento de
construirse el templo, con los materiales más resistentes disponibles por esos
días, que los ilios pudieron "conseguir"), podía luchar con mayor
libertad, lo que incluía usar el bastón nada más cuando fuera necesario. Desde
el principio, también, quedó puesto en evidencia que los enemigos eran, así los
definieron los Cuidadores, "mint-hu hechos y derechos". A la
impresión que causara en Kevin saber que los monstruos los detectaran antes de
aparecer junto a ellos, aparecieron otras dos, las que, no obstante, no lo
amilanaron, sino todo lo contrario. Le fue imposible seguir con el consejo que
le dieran los organizadores de la misión, sobre no confiarse ni alardear de las
cosas que podía hacer, porque el artesano-escultor sintió que estaba, por
primera vez desde que Rorha le llegara su enormísima responsabilidad ante un
reto digno de un Cuidador: debía pelear contra y eliminar a dieciocho de los
monstruos más poderosos; uno solo sería un reto lo bastante grande que lo
llevaría al límite de sus fuerzas. "Y ahora son dieciocho", dijo con
una sonrisa, desplegando todos sus poderes y lanzándose contra el oponente que
tenía más cerca. Fue allí que detectó el otro par de factores que hacía de
estos un grupo de auténticos mint-hu. Primero, uno de ellos lo detuvo con sus
manos, sin sufrir daño alguno, ese descomunal rayo que le lanzara el Cuidador,
empleando al mismo tiempo el bastón y el Impulsor, y devolviéndoselo al
instante, a una velocidad tal que Kevin apenas pudo esquivarlo. Otro monstruo
demostró el segundo factor que hizo que el descendiente de Ukeho recurriera a
la creación de un escudo como el único medio para salir airoso; el minhu recurrió
a su propia técnica, demostrando destrezas y una habilidad increíbles. A la
carrera se abalanzó contra el Cuidador, lanzando una seguidilla de golpes con
los puños, haciendo, Kevin pudo advertirlo gracias a su condición de Selecto,
que la presión y fuerza ejercidas ascendieran sustancialmente, definitivamente
superiores a cualquier otro movimiento. Muy pronto, los dieciocho monstruos
estuvieron atacando al Cuidador al mismo tiempo, y, como el, haciéndolo con
todas sus fuerzas. Kevin sabía que la única oportunidad de destruirlos era
golpeándolos en la base del cráneo (lo haría con su par de implementos, el
bastón y el Impulsor), puesto que ese era el punto débil de los monstruos, al
menos en la teoría. El principal de los problemas radicaba en que todos los
mint-hu estaban en movimiento constante, lo que impediría al Cuidador ejecutar
la mayoría de los ataques que en otras oportunidades, tanto prácticas como
combates reales, le dieron buenos resultados. Tendría que volverse más rápido y
ágil por unos breves instantes, o los monstruos ralentizarse. "Por qué no
las dos cosas?", se ilusionó Kevin, recurriendo al elemento fuego para un
nuevo ataque. Dejó envueltos en llamas a nueve de los monstruos, los que
continuaron moviéndose, de manera que el Cuidador usó la telequinesia para
remover las piedras que formaban el límite del predio (los ilios verían esto
como una afrenta grave) y arrojarlas a gran velocidad contra los monstruos.
Estos recibieron los impactos en varias partes del cuerpo, pero no fueron
dañados, como tampoco con el fuego que ya se iba extinguiendo. Tanto esa mitad
de los mint-hu como la otra reanudaron los avances luego del más que breve alto
para evaluar la situación, dividiéndose en grupos de tres y atacando a su
enemigo desde seis direcciones diferentes, con su técnica especial de los
golpes de puño en ráfaga. Kevin, maniobrando avión, los esquivaba uno a uno,
algo que no le resultaba sencillo, por la cantidad y calidad de los monstruos,
y cuando creyó que uno de esos golpes no podía esquivarse se envolvió en un
capullo formado por el elemento aire, el cual giró tan rápido que pareció
formar una barrera sólida. Ese fue el momento que Kevin necesitó, aprovechando
esa burbuja de aire que lo envolvía, cuando uno de los monstruos reiteraba sus
ataques y por breves lapsos dejaba expuesta la base del cráneo. Recurriendo al
Impulsor y el bastón, y sin olvidar que los mint-hu restantes también atacaban,
lanzó la estocada, al tiempo que retrocedía para evitar el contragolpe, y
observó satisfecho como la táctica resultaba ser exitosa, porque el monstruo
había dejado de moverse, tras lo que sus piernas y brazos se contrajeron.
Sabiéndose perdido, el minhu recurrió a la única opción que le quedaba,
autodestruirse y confiar en que la energía cinética que fuera a liberarse y los
fragmentos pulverizaran a su oponente. Aún con esa técnica tan poderosa, el
Cuidador de la Casa de la Magia resultó ileso, al cubrirse de nuevo con la
burbuja de aire. Lejos estuvo para el la idea de celebrar este triunfo, ,
porque este aún no estaba cerca, estando allí esos diecisiete monstruos que
atacaban al mismo tiempo, violenta y fuertemente, con movimientos
sorprendentes, lo que hizo asumir a Kevin que habían planeado alguna estrategia
en ese breve espacio de tiempo en que su congénere fuera destruido. Aún así, el
Cuidador no se acobardó. Sin sentir cansancio ni pánico, reanudó su ofensiva,
dando un golpes tan fuerte a uno de los mint-hu que lo hizo tropezar y caer con
brusquedad al suelo, no desaprovechando tampoco esa oportunidad. Otra vez
recurrió a los remanentes del perímetro del templo y al elemento tierra, para
transformar tales restos en filosas estacas, las cuales se incrustaron en las
articulaciones del monstruo, pero la estructura corporal de este era tan
resistente que todo lo que el Cuidador consiguió fue restringirle los
movimientos y volverlo más lento. El minhu estaría ocupado unos momentos,
intentando quitarse las estacas b y el Cuidador aprovechó esa insignificante
ventaja, la de uno de los oponentes temporalmente fuera de combate, para
concentrarse en los otros. Dieciséis moles que, lejos de sentir temor ni pena
por lo que pudieran causar, lanzaron una seguidilla de golpes atrás de otra con
los pies y los puños, causando daños, unos más graves que otros, en el suelo cada
vez que no acertaban en el blanco - el Cuidador -, algo que les importaba poco
o nada, porque para ellos, así se había establecido al momento de su creación,
lo único que de verdad importaba era el cumplimiento total e irrestricto de la
misión: destruir a cualquiera que amenazara o alterara la integridad de ese
templo antiguo. Kevin, inmediatamente después de esquivar otro ataque, recurrió
al elemento luz para cegar a los mint-hu, un resplandor tan deslumbrante que
tranquilamente hubiera causado ceguera temporal a cualquiera de los individuos
elementales, y destruyó a otros dos de los monstruos, golpeándolos con el
bastón, con el que había canalizado una temperatura inmensa (el elemento
fuego), en la base del cráneo. "Dos menos", se alegró.
No
bien estuvo descendiendo por el estrecho y oscuro túnel vertical, estando
convertida en esa esfera blanca no más grande que una pelota de tenis, la
Cuidadora del Tep-Wo estuvo expuesta al peligro. Por supuesto, ella esperaba
algo así, la clase de respuestas por parte de los enemigos de las hadas para
prevenir e impedir nuevas incursiones en este templo, y, seguramente, en los
otros. En su trayecto, debieron lanzarse al menos treinta flechas, las trampas
caza bobos instaladas en esos quinientos metros por los ilios tras la
permanencia de Eduardo, Lidia y Qumi a inicios del mes. Por supuesto, las
flechas no causaron daño alguno y la mayoría ni siquiera impactó a Marina,
debido al minúsculo tamaño de esta, su velocidad y el hecho de que estaba
protegida, un recurso adicional y preventivo, por una burbuja de aire. Marina
finalmente completó el descenso, sin olvidar ni dejar de sentir como su colega
y amigo estaba arriesgando la vida, quizás más que nunca contra los monstruos
más poderosos (pensó, comparando, que ese primer viaje del artesano-escultor a
la Casa de la Magia había sido un paseo libre de peligros y preocupaciones),
para darle tiempo a ella a que encontrara el fragmento del pergamino. "No
tengo que perder tiempo", dijo en su mente, haciendo que su aura aumentara
en brillo e intensidad, pues requería de eso como fuente de iluminación. Su
tarea quizás no revistiera mayores peligros que las trampas, no sabía que
hacían ni cuál era la ubicación de ninguna de ellas, pero, en cambio, era
compleja y podría demandar más tiempo que la de destruir a los mint-hu. Se
suponía que el fragmento estaba en un recipiente construido íntegramente con
acero mágico, pero no tenía idea de su ubicación, y aquel material no poseía
una o más características que delataran su presencia: no desprendía olor, no
brillaba ni vibraba, tampoco tenía un color particular, grabados ni nada que lo
diferenciara del acero corriente. Y estaría oculto. Al final, en tanto
observaba una de las recámaras, sin dejar de moverse con precaución, Marina
confirmó que todo cuanto informaran los Cuidadores del Vinhäe, el Vinhuiga y el
JuSe en su momento era cierto. Las estanterías, cajones y otros muebles estaban
atestados de cacharros y todo tipo de objetos de diversos tamaños, materiales y
formas. La mayoría eran elementos que los ilios usaran en su vida cotidiana, en
cada aspecto de esta (arquitectura, trabajo, defensa, religión...), en tanto
que otros pertenecieron, y aún pertenecían, a las otras razas elementales,
incluidas las hadas, robados en algún momento por los ilios. Halló, por
ejemplo, una moneda de doscientos soles acuñada en Ucêm a mediados del Siglo
Cincuenta - el año exacto era cuatro mil novecientos cincuenta - y decidió
reclamarla como propia, pensando que no habría nadie que le recriminara por ese
acto, porque, simplemente, estaba recuperando un artículo que fuera robado a
las hadas. "Y son doscientos soles", se alegró, sabiendo que, sin
importar el año en que fueran acuñadas, las monedas no dejaban de tener
validez. Concentrándose otra vez en su tarea, pensó que la única forma de
hallar el recipiente sería registrar el contenido de esta y las otras
recámaras, pero como eso iba a demandarle tiempo, seguro más del que disponía,
decidió no desperdiciarlo. Marina barrió todos los objetos que estaban sobre
una estantería, que se desparramaron en los alrededores ocasionando un gran
estrépito y delatando una de las trampas caza bobos, en este caso cuatro clavos
oxidados que eventualmente hubieran causado una herida infecciosa a la
Cuidadora, quien los detuvo en seco con sus habilidades telequinéticas. Con un
único vistazo se dio cuenta de que los objetos estaban fabricados con toda
clase de materiales, menos con acero mágico, lo mismo que los otros. Revolvió
el contenido de los otros muebles uno por uno, desenganchando las estanterías,
buscó baldosas flojas en el suelo y las paredes, y, tras un tercio de hora,
concluyó que no se encontraba en esa recámara lo que había venido a buscar.
"Hay tantas cosas que nos pertenecen...", dijo, con un tono de lamentación,
sabiendo que no se podía quedar (no podía desperdiciar un solo segundo) a
recuperar las posesiones que le fueran robadas a las hadas y otros seres
elementales a lo largo de milenios. Un último y breve vistazo y abandonó la
recámara, atenta y agudizando el oído, la vista y el tacto. Advirtió unas pocas
marcas en el suelo y las paredes del corredor, que Lidia hiciera durante su
estadía, para delatar lo que pensó que podrían ser algunas de las trampas;
Marina no quiso correr ese riesgo y usó la telequinesia para verificar la
creencia de la nena híbrida, golpeando las marcas con esas piedritas que había
en el suelo. En efecto, eran trampas. "Corrí con suerte, se lo debo a
Lidia", fue el comentario de la Cuidadora del Tep-Wo, caminando despacio
junto a las flechas, más clavos oxidados, un líquido amarillento que
seguramente era veneno, unos pocos trozos de vidrio y hasta dos estacas,
cubiertas bajo una baldosa, que estaban bañadas con desechos de origen animal,
lo cual también habría causado severas infecciones a una potencial y
desprevenida víctima, por las bacterias que pudieran ingresar a su organismo.
Estando ya en otra de las recámaras, repitiendo el esquema anterior (revolver y
desparramar el contenido de todos los muebles), quiso dedicarle los
pensamientos a todo cuanto había visto desde el momento en que se colara en el
túnel, con lo que fueron apareciendo los planteos e interrogantes, como por qué
el Oi-Kal estaría tan fuertemente protegido, si no tenían nada que ocultar, o
qué podía ser tan importante para los ilios como para que estuvieran dispuestos
a asesinar a cualquiera que entrara en ese templo o a los otros, o si era en
verdad el pergamino tan importante que los ilios estaban dispuestos a lo que
fuera por mantenerlo oculto, e incluso qué otra cosa podría haber en ese templo
que tuviera el mismo valor e idéntica importancia que el fragmento y el
manifiesto. Al final, olvidando esos y otros planteos porque no pudo
encontrarles respuestas adecuadas y no disponía del suficiente tiempo (ya se
los dedicaría en otro momento, que fuera más oportuno), Marina abandonó la
segunda recámara, no habiéndose dado cuenta de los minutos que permaneciera en
ella, y decepcionada por no haber podido hallar el recipiente. Las
preocupaciones por la suerte que pudieran estar corriendo Kevin luchando contra
los monstruos en la superficie, el otro cuarteto de Cuidadores en los demás
templos - sabía que Qumi y Zümsar habían ido al Eri-Kal y Eduardo y Lidia al
Mel-Kal -, sus familiares y su prometido en Ucêm, este último ejerciendo el
liderazgo interino en el Tep-Wo, y la comunidad en general le jugaban en contra
y representaban lo único que le impedía dar lo mejor de sí para esta tarea.
Marina estaba consciente de que su puesto era algo relativamente reciente, era
la Cuidadora de uno de los lugares grandiosos desde hacía menos de dos meses y
aún quedaban por finiquitar los últimos detalles. Su primer día no había sido
tranquilo ni calmo, pues al poco tiempo de que Qîma le legara sus enormes y
vitalicias responsabilidades había tenido que viajar a Insulandia para ayudar a
Eduardo, Kevin y Lidia en la tarea de salvaguardar otro de los lugares
grandiosos, el Templo del Agua, del ataque de los mint-hu. La otra
preocupación, por supuesto, era su embarazo, fruto del amor que sentían mutuamente
ella y el príncipe ucemita. Como cualquiera, lo último que querría hacer sería
exponerse a semejante peligro y exponer al mismo a esa nueva vida que empezaba
a gestarse, pero sabía a la vez que este era un sacrificio necesario, pues ella
era una de las seis hadas capacitadas y calificadas para la tarea tan peligrosa
y complejos de recuperar los fragmentos.
Alrededor
de media hora después de iniciado el enfrentamiento, el Cuidador de la Casa de
la Magia seguía teniendo dificultades para vencer a los mint-hu. Había podido
destruir a otros dos, pero haciendo sacrificios y uno de ellos por pura
casualidad, ya que por error había querido darle una descarga en el torso a
aquel que acababa de quitarse la última estaca, la del hombro derecho. Kevin
atacaba con sus poderes y habilidades al máximo, y aún con eso sus enemigos no
recibían más que daños menores, en su inmensa mayoría superficiales. Algunas
veces lograba hacer que trastabillaran, o tumbarlos al suelo, pero ninguna de
esas acciones le daban la ventaja ni el tiempo que necesitaba para lanzar sus
ataques más eficaces. Y por supuesto que los monstruos no se quedaban quietos a
ver como Kevin los atacaba. En más de una oportunidad consiguieron asestarle
golpes, y el Cuidador reconoció que si no fuera por esos equipos protectores
que llevaba sobre varias partes del cuerpo, un excelente complemento para su
condición de Selecto, tendría fracturados varios huesos y heridas
significativamente más graves que algún que otro raspón o esos insignificantes
hilitos de sangre que le brotaban de la cara. Aún con eso y todas sus
preocupaciones (su familia, amigos, el lugar grandioso que dirigía, Marina
explorando las recámaras y corredores en el Oi-Kal...), decidió aumentar sus
esfuerzos, absolutamente decidido a arriesgar lo todo para obtener el triunfo y
decidido velar por todo lo que quería y apreciaba. La imagen de Cristal
apareció en su mente y lo tomó como fuente de inspiración; se lanzó contra uno
de los monstruos y al grito de "Por vos, por nuestros hijos y por nosotros!",
recurriendo a la combinación de los elementos tierra y aguase dio cuenta de que
tal vez no tuviera que darles un golpe con toda su fuerza en la base del cráneo
para destruirlos. Con esa mezcla fue capaz de hacer añicos al quinto monstruo,
golpeándolo tan fuerte y bruscamente en el vientre que el oponente ni siquiera
tuvo el tiempo para usar su técnica de la autodestrucción. Con el impacto, el
minhu fue destruido y los restos terminaron esparcidos en el suelo, en el
césped, entre los otros monstruos que seguían peleando e incluso uno de ellos
terminó cayendo por el hueco que conducían al templo a quinientos metros de la
superficie. Kevin pensó en Marina, en que estaba sola allí abajo, expuesta a
otros peligros, a la caza de uno de los fragmentos. Aunque sabría que podría
ocuparse de esa tarea, estando embarazada, esto representaba una preocupación y
el artesano-escultor no estaba dispuesto a consentir que permaneciera sola por
más tiempo, y además porque se lo había prometido al príncipe Taynaq, cuando
estuvieron reunidos ultimando los detalles de la misión. "Hecho",
había sido la promesa de Kevin, cuando se sortearan los grupos: el y Marina
irían primero al Oi-Kal, pues ya tenían cierto conocimiento acerca de este, e
inmediatamente después al templo de la etnia Yau, en el reino de Nimhu.
Decidido a no demorar un segundo más de lo necesario y a duplicar sus
esfuerzos, se lanzó con todo contra otro de los monstruos, al que destruyó
combinando fuego con aire, y acto seguido contra otro más, mezclando la tierra
con el viento. Ambos mint-hu fueron completamente destruidos, tampoco pudieron
usar la técnica final y los oponentes se redujeron a once.
Marina
se sintió frustrada al no poder encontrar el recipiente de acero mágico en la
tercera recámara, ni tampoco en los corredores que unían a esta con la segunda
y a la segunda con la quinta. Había observado y repasado detalladamente los
elementos esparcidos en el suelo y confirmó que no se encontraba allí lo que
había venido a buscar. Vio toda clase de articulos de uso diario de la etnia
Oi, pero también otro tanto de elementos robados a los seres feéricos e
individuos de otras especies, todo amontona en los muebles sin un orden
particular. "Dónde estará?", se había preguntado en repetidas
oportunidades, habiendo revuelto sin pausa los artículos. "Y faltan
todavía cinco recámaras de este templo", lamentó, pensando en si las otras
dos parejas de Cuidadores estarían teniendo la misma suerte que ella o, por el
contrario, habrían hallado ya los primeros fragmentos. Pronto estuvo Marina en
otra recámara, la quinta, y un rato más tarde en la número cuatro. En ambas,
los resultados fueron los mismos. Removió los elementos, corrió o echó al piso
los muebles, buscó compartimientos ocultos hasta en el techo e incluso eludió otra
media catorcena de trampas caza bobos, una de las cuales hubiera significado un
dolor insoportable y eventualmente mortal de haber acertado. "Pudo darme
en el corazón", advirtió la Cuidadora del Tep-Wo, tomando el dardo
envenenado con la telequinesia en pleno vuelo, y desviado contra una pared,
habiendo reaccionado más por instinto que por otra cosa. Halló, en cambio, un
álbum repleto de fotos de lugares importantes del reino de Ucêm, las cuales
correspondían a los últimos doscientos seis años, lo que le hizo suponer a
Marina que los ilios llevaban años preparándose para la confrontación,
recolectando materiales e información que, como las fotos, les fueran útiles.
"Esto lo llevo", decidió, pensando en que no bien ella, Kevin y los
otros Cuidadora hubieran terminado su misión en los templos, les haría llegar
ese material a los funcionarios y la familia real de Ucêm. Salió de la
recámara, dejándola tan desordenada como las otras, sabiendo que a las dos
especies, hadas e ilios, poco les importaría esto en este contexto, sino era
que nada. Momentos más tarde estuvo en la sexta recámara, ya sin sorprenderse
por no haber descubierto allí ningún objeto, entre esas varias centenas,
atestando cada uno de los muebles, que hubiera sido fabricado con acero mágico.
"Habrán llevado el fragmento a otra parte?", dijo en voz alta, y a
consecuencia de eso hizo aparición en su mente un pensamiento que fue de todo
menos positivo y alentador, sobre la posibilidad de que aquello fuera cierto.
Si los ilios hubieran trasladados este y los otros seis fragmentos a una
ubicación más segura, Marina y sus colegas se habrían estado esforzando y
arriesgando sus vidas en vano. De ser así, todos cuanto los Cuidadores hubieran
conseguir sería causar daños varios y desorden en cada una de las recámaras de
estos templos antiguos. Marina no dejó que ese pensamiento la desanimara y
continuó el camino hacia la siguiente recámara, deseando que no fuera más que
un susto aquello de que los ilios hubieran sacado el fragmento del Oi-Kal. Los
temblores que estaba sintiendo, los cuales hacían sacudir las estructuras y el
polvo y la tierra acumulados durante años (siglos, milenios...) le indicaron
que Kevin estaba peleando con todas sus fuerzas en la superficie, y ese fue
otro motivo para no dejarse vencer: necesitaba apoderarse del fragmento, o
continuar y completar sus tareas, para ir cuanto antes a darle una mano a su
colega contra aquellos poderosos enemigos.
"Diez
y once!", exclamó con ganas el Cuidador de la Casa de la Magia, habiendo
conseguido destruir a otro par de monstruos, esta vez combinando agua con
fuego. Con la energía resultante había generado un arma contra la cual los
mint-hu no tuvieron defensa alguna. El Cuidador reaccionó con sorpresa y
desconcierto, no pudiendo creer que el vapor tan caliente hubiera bastado para
vencer a estos enemigos y reducirlos a escombros, porque los había atacado con
otras técnicas, definitivamente más poderosas, capaces de causar más daños y
apenas hicieron mella en los monstruos. Al final concluyó que el vapor pudo
causar una reacción negativa en esos dos mint-hu y desgastar sus
articulaciones, porque fue en estas donde el artesano-escultor advirtió los
principales efectos, cuando no los únicos. Los otros monstruos parecieron
comprender que se encontraban frente a un arma contra la que no tenían las
mismas posibilidades de defenderse, se olvidaron de su instinto de
conservación, porque la situación justificaba todas y cada una de sus acciones,
y redoblaron sus esfuerzos, a lo que su oponente respondió haciendo lo mismo.
Los mint-hu se redujeron a la mitad, pero continuaban siendo adversarios tan
poderosos y temibles que al Cuidador de la Casa de la Magia, simple y
sencillamente, lo estaban haciendo conocer estos nuevos límites que incluso el
ignoraba. Estando todavía con su condición de Selecto, y teniendo el Impulsor y
el bastón, Kevin lanzó un nuevo ataque, otra ráfaga de rayos del mismo color
que su aura, e impactó a todos los atacantes al mismo tiempo. Ocho de ellos
apenas sintieron los impactos, pero uno fue destruido con los ataques y la
posterior y brusca caída al suelo.
"Acá
tampoco!", estalló la Cuidadora del Santuario del Viento, después de
registrar la séptima recámara, lanzando una descarga de energía para liberar
parte de la frustración y las tensiones. Observó los objetos destruidos o en
llamas contribuyendo al desorden en la recámara. No había visto el recipiente
de acero mágico en ninguna parte y los resultados eran absolutamente
desalentadores. Uno por uno lo fueron todos sus intentos por encontrarlo y todo
lo que tuvo frente a si fueron los artículos ilios y los que estos robaran a
las otras escuelas elementales, lo que también era causante de su frustración.
Marina sabía que su tiempo allí abajo se estaba terminando y que las
preocupaciones (Kevin peleando contra los monstruos, los otros Cuidadores, su
familia, el Tep-Wo con todo su personal...) le estaban nublando el juicio e
impedían que mantuviera la compostura y pensara con coherencia. Esa reacción,
la de destruir los objetos que estuvieron en una de las estanterías, fue para
ella algo involuntario; aunque sabía que quedaba una recámara por registrar, la
Cuidadora empezó a tomarse en serio aquello que dijera mientras se llevaba otra
decepción en una de las recámaras anteriores, sobre la posibilidad de que el
fragmento en este templo hubiera sido llevado a otra locación, al considerar
los ilios que el Oi-Kal ya no era seguro, sobre todo después de la incursión de
Eduardo, Lidia y Qumi. Pensó que si de verdad eso era cierto, no valdría la
pena registrar la octava y última recámara. "Pero... Y si estuviera en
ella?", dijo, casi sin darse cuenta, y esa sencilla frase significó un
leve respiro. Salió del recinto tan desordenado y en ruinas (no lamentaba los
artículos ilios destruidos, acto al que vio como un consuelo) y de encaminó
hacia el único lugar que quedaba por registrar.
Caminando
por el pasillo, estropeando uno u otro los muros laterales con su bastón (lo
pasaba de la mano derecha a la izquierda y viceversa), reparó en que sus
colegas del Vinhäe y el Vinhuiga hallaron el recipiente con el manifiesto ilio
en la octava recámara, el más recóndito de todos los lugares del templo. Quizás
por esa ubicación especial los ilios lo ocultaran allí. Y si eso era correcto,
lo lógico era suponer que el otro recipiente, aquel que contenía el fragmento,
también estuviera allí. "Seguro que si", se esperanzó Marina, más que
antes, sin dejar de arruinar las paredes. Si el manifiesto y el fragmento eran
de verdad importantes, tanto como para que todo lo que eran y representaban los
ilios se viera tan seria me comprometido, esos seres harían todo lo que fuera
necesario para mantenerlos ocultos y protegidos, y eso implicaba almacenarlos
en recipientes de acero mágico, y a estos mantenerlos en el rincón más alejado del
único acceso al templo. "Debe ser lo mismo con los otros fragmentos",
asumió, al mismo tiempo que esquivaba otra de las trampas, dardos que salieron
disparados a toda velocidad desde el techo hasta el piso. Qumi y Zümsar ya
debían estar en el Eri-Kal, y Eduardo y Lidia en el Mel-Kal, en ambos casos uno
buscando los fragmentos y el otro batallando contra los mint-hu que de seguro
habrían sido destacados allí para proteger los templos y su contenido, tal como
estaban haciendo ella y Kevin. Al final, la Cuidadora del Tep-Wo llegó a la
última recámara, decidida a no perder un segundo. Así como sus colegas podían
crear los elementos principales de la naturaleza, ella podría hacer lo propio
con el aire, el viento, y usó esa extraordinaria capacidad para remover cada
uno de los objetos dispuestos en el mobiliario, y en cuestión de segundos quedó
allí el mismo desorden que en las otras recámaras. "Oro, madera, metales,
piedras, vidrio...", recitó Marina, enumerando los materiales que tenía a
la vista. Pateando algunos de los objetos y removiendo otros con las manos, se
acordó que Eduardo y Lidia dijeron que habían hallado el manifiesto en un
compartimento oculto, aunque no especificaron entonces en cuál, porque no
creyeron que fuera necesaria, disimulado atrás de una estantería repleta de
elementos. Sabiendo que ya había perdido
demasiado tiempo allí, lanzó pequeñas descargas a diversos puntos en los muros
donde se encontraban los muebles para revelar esos huecos, y descubrió cinco.
Uno de ellos estaba vacío, y dedujo Marina que allí tuvo que encontrarse el
manifiesto, en otros tres había elementos de oro puro, usados en su momento por
la etnia Oi, y en el restante "El recipiente!", exclamó la Cuidadora,
usando sus habilidades telequinéticas para retirarlo, pues si se trataba de
algo tan valioso, de seguro estaría protegido por trampas. En efecto, cuatro
dardos salieron disparados desde los laterales y rebotaron contra la caja sin
causarle daños. El hada la tomó con
ambas manos, visiblemente emocionada por haber completado su parte de la tarea,
pero prefirió esperar a reunirse con su colega en la superficie antes de
celebrar; de momento, abandonaría el templo. "Por haberme hecho arriesgar
no sólo mí vida, sino también la de mí hijo o hija!" - dijo, pasándose las
manos por el vientre -, acá tienen su merecido!", y lanzó una descarga que
redujo a cenizas csdi la totalidad de la recámara. Ya en la superficie,
encontró a Kevin, con las rodillas flexionadas, procurando evadirse del
agotamiento y los dolores.
El
Cuidador de la Casa de la Magia arremetió nuevamente con todo su poder al
máximo contra esos monstruos que en ningún momento le dieron siquiera el mínimo
respiro. Aunque había reducido su número a cinco, no podía permitirse descansar
ni desfallecer, aún quedaba esa media decena, y, más que eso, tenía que entrar
al templo a ayudar a su colega, que no había dado señales de vida desde que
empezara la batalla en la superficie. Por supuesto, Kevin ya tenía secuelas
físicas de la prolongada y difícil lucha, y no solamente esas heridas cortantes
en la cara, sino también esguinces y torceduras, fuertes dolores en las manos,
al haber amortiguado con ellas una brusca caída que pudo haber significado
problemas mucho mayores, aún manteniendo la condición de Selecto, el ojo derecho
cubierto por tonos oscuros, porque uno de los monstruos destruidos lo había
golpeado y detenido en seco creyendo que así impediría que el Cuidador lo
eliminará, cosa que al final hizo, y, lo peor, un hueso roto en el pie derecho,
al caer sobre el parte de los escombros en que se transformará ese mismo minhu.
Pensó y concluyó, mientras destruía a otro par de atacantes golpeándolos en la
base del cráneo, que le hubiera ido definitivamente peor de no haber sido por
los equipos protectores, que redujeron de manera considerable los ataques
acertados de los monstruos y otros impactos, su condición de Selecto, el
bastón, al que estaba usando como arma, y el Impulsor, el cual había aumentado
sus poderes, ya de por si enormes. "Podría haber muerto", concluyó,
en tanto esquivaba por poco un ataque combinando de los restantes enemigos,
elevándose unos cuantos metros y lanzando descargas para contener al trío e
impedir que la lucha continuara prolongándose. Preguntándose si sus colegas
estarían o habrían estado en situaciones como esta en los templos Eri y Mel, y
cuáles de ellos se habrían quedado en la superficie, el Cuidador volvió a
abalanzarse con todo y la máxima velocidad contra los mint-hu, asestando a uno
de ellos una patada tan fuerte que lo envío al suelo, y, en lo que el monstruo
demoraba en incorporarse, aprovechó para darle el golpe final, en la base del
cráneo, no deteniéndose para ver el resultado, porque los otros dos ya estaban
sobre el, aplicando su técnica de los golpes de puño en ráfaga. Aún con eso, su
suerte estaba sellada. Kevin dio un sorprendente giro en el aire y, combinando
otra vez el agua con el fuego, usó el vapor para afectar seriamente las
articulaciones de uno de los monstruos, volviéndolo una pila de escombros en
poco más de diez segundos, en tanto que al otro, el último de la serie de
dieciocho, lo destruyó a la vez con otra combinación de elementos, el aire con
la tierra, y con un fuerte golpe en su punto débil. Con todos los enemigos
destruidos, el Cuidador de la Casa de la Magia volvió a su forma feérica, pero
al hacerlo los dolores aumentaron su intensidad, especialmente allí donde se
había fracturado. Respirando entrecortadamente a consecuencia de este
descomunal esfuerzo, se dio cuenta que la misión aún no había terminado. La
suya si, pero no la del grupo, pues su colega del Tep-Wo aún estaba en el
templo subterráneo, buscando el fragmento. A pocos pasos del acceso al Oi-Kal,
se detuvo, flexionando las rodillas, en un intento por recuperar una ínfima
parte de la fuerza usada en la agotadora batalla, y fue al empezar a
incorporarse que vio emerger a Marina, primero como una esfera brillante e
inmediatamente después en su forma feérica. Los dos habían triunfado.
_Te
fue mejor que a mí., dijo Kevin con una sonrisa, al final sentándose, en tanto
su colega le mostraba el recipiente.
En
el suelo, el Cuidador de la Casa de la Magia encontró otro aspecto positivo en
haberse casado con una médica, porque una de las cosas que había aprendido de
Cristal era tratar dolencias y problemas como este. Se descalzó el pie derecho
y, evaluando la fractura, se colocó una cantidad necesaria de la pócima
sugerida para ese tipo de lesiones. Por supuesto, eso no bastaría para sanar la
herida, para lo cual debería ir a una institución médica (lo haría después de
tener frente a si los siete fragmentos), y la pócima solo calmaría el dolor
durante un lapso de sesenta minutos. "Mejor eso que nada", aceptó,
sabiendo que dentro de una hora se aplicaría una nueva dosis.
_Depende
del punto de vista - lo corrigió Marina -. Empecé a desesperan a medida que iba
pasando de una recámara a otra y no hallaba ese recipiente. Revolví todo,
destrocé varias cosas y perdí la paciencia. Al final descubrí que estaba cerca
de donde Eduardo y Lidia encontraron el manifiesto. Después me desquité.
_Cómo?.,
quiso saber Kevin.
_Lancé
una descarga y dejé en ruinas casi toda la octava recámara - contestó Marina -.
Te digo más, me hubiera gustado reducir a escombros todo el templo. Pero las
cosas que vi me detuvieron.
Y
le habló al artesano-escultor sobre los artículos robados que viera en cada una
de las recámaras, mezclados con las posesiones de los ilios, incluída la moneda
ucemita de doscientos soles que enseñó a su colega y amigo. Marina había
pensado en pedir a los miembros de la Unión Centrálica que, no bien hubiera
terminado la guerra, y los templos quedaran como los últimos vestigios de los
ilios, enviaran personal para recuperar los elementos pertenecientes a las
hadas y otros seres elementales. Y, si estaba en lo correcto, todos los templos
estarían repletos de articulos robados.
_Y
después destruir los templos - vaticinó Kevin -. Te puedo asegurar que en el
momento en que termine la guerra y los nuestros ya hayan comprendida todas las
cosas que hicieron los ilios, incluidos los robos, van a sentir el deseo de
retribuir.
Ese
era un comportamiento nada habitual y prácticamente desconocido para las hadas,
quienes ni siquiera lo aplicaron al terminar la Guerra de los Veintiocho con
los objetos (armas, equipos, documentos importantes...) que los combatientes
del Movimiento Elemental Unido (MEU) dejaran tras ellos. Esta vez, en cambio,
Kevin pensaba que podía ser diferente, y concluyó que sus congéneres y otros
seres elementales, en algunos casos demostrando más énfasis que en otros, les
harían pagar a los ilios sobrevivientes por tantos milenios de decenas de actos
malignos de toda clase. "Eso si después de esta guerra queda alguno
vivo", pensó.
_Estamos
cerca de ese fin - auguró la Cuidadora del Tep-Wo, decidiendo tanto su colega
como ella no quedarse allí por más de cinco minutos o seis. Su siguiente
objetivo era el Yau-Kal, otro de los templos antiguos, en Nimhu -. Ya tenemos
uno de los siete fragmentos, y de seguro los nuestros ya habrán podido obtener
otros dos. Si marchamos a este ritmo, el de alrededor de tres horas y media por
templo... tres lugares simultáneos, y nos queda el séptimo... Esto es
increíble!.
_Tendríamos
todos los fragmentos a eso de las doce cincuenta. A las catorce si contamos
también el tiempo que nos va a demandar ir de un templo al siguiente -
compartió Kevin la emoción y el cálculo -. Lo estaríamos leyendo unos pocos
minutos más tarde y... Será que estuvieron erradas todas nuestras estimaciones,
Marina?.
Esta
vez, todos los seres elementales estaban unidos por una causa común: derrotar a
los ilios de una vez y para siempre. A causa de eso, los cálculos menos
optimistas apostaban que esta guerra no se extendería por un plazo mayor a los
cuatro años. Ahora que sabían cómo detener a los ilios, con la lectura del
pergamino, cabía la posibilidad, aunque remota, de que se terminara antes de
este primer mes de diez mil doscientos seis e incluso antes. De ser ese el
caso, sería la confrontación bélica más corta, o breve, de todos los tiempos.
Había empezado oficialmente en el último cuarto del cuatro de Enero / Baui
número cuatro, hora de Insulandia, con el intento fallido de cuatro ilios por
asesinar a Qumi, la Cuidadora del JuSe, por el secreto que ella poseía, el cual
sería potencialmente devastador para la cultura, civilización y sociedad de los
eternos enemigos de las hadas. Para su final los más avisados y optimistas
apostaban que lo haría con el mismo fin de diez mil pesos seis. Unos pocos, en
cada, como los Cuidadores, especulaban acerca de que concluyese, también con la
derrota total de los ilios, antes que lo hiciera el primer mes.
_Ojalá
que lo hayan estado - deseó la Cuidadora del Tep-Wo, incorporándose -, porque
en solo tres días los ilios causaron estragos en todo el mundo. Ahora vayamos a
Nimhu. Tenemos que recuperar otro fragmento. Y a propósito de eso, me gustaría
pedirte algo.
_De
qué se trata?., quiso saber Kevin.
_Cuando
lleguemos al templo de la etnia Yau entrá vos y yo me quedo a pelear contra los
monstruos. No se como podría reaccionar si me expongo a lo mismo que en este
lugar. Además tenés que descansar y recuperar tus energías, eso sin mencionar
la fractura.
_Está
bien., aceptó el hombre, y ambos batieron sus alas, preparándose para remontar
el vuelo.
FIN
--- CLAUDIO ---
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