sábado, 9 de junio de 2018

22) Los dos juntos


No se cansaría de reiterarlo, en voz alta o en su mente, tantas veces como fuera necesario, para si mismo tanto como para cualquiera que estuviera a su lado. Eran demasiadas emociones, demasiadas de verdad, en un lapso de tiempo fenomenalmente corto. Por un lado, estaban la sorpresa y el destino, desconocidos, que aparecieran con las revelaciones de Biqeok en la oficina principal del Templo del Agua, a la mitad de la tarde del quinto día de este mes. Todo lo que transcurriera desde ese momento de importancia vitalísima en adelante, todo cuanto lo incluía directa e indirectamente, era demasiado para el experto en arqueología submarina, que a consecuencia de eso se preguntó  en su mente como había logrado conservar la cordura y la compostura, y como lograría conservarlas. Ahora, no solo debía ocuparse de dirigir el lugar grandioso y hacer todo cuanto se esperara de el en ese importantísimo lugar. Su compañera sentimental y prometida, en la noche del décimo tercer día del mes, le había dado otro motivo, una de las mejores cosas que podía ocurrirle a cualquier pareja, cuando no la mejor, para que volvieran a mezclársele las ideas, sentimientos, pensamientos y emociones, con la salvedad de que esta vez esa gama variada no implicaba nada melancólico, malo ni triste. Isabel, entre manifestaciones corporales y faciales que pusieron en evidencia cuan contenta estaba, aun con la partida de su hermana y uno de sus mejores amigos – Eduardo no fue la única persona con os sentimientos mezclados y confundidos, aunque lo suyo venía por otras razones – vio en esta sensación completamente nueva, en esta experiencia completamente nueva, que solo conocía a través de relatos, un medio para evadirse de la tristeza que surgiera en ella a raíz de los acontecimientos de hacía más de una semana en la Casa de la magia, sabiendo lo que significaban e implicaban. Fue casualmente esa mañana, cuando las hermanas estuvieron reunidas en el parque La Bonita, haciendo un repaso de sus vidas, sobre todo de los últimos días, que lo supo, y también Cristal, porque una estuvo dirigiéndole la mirada a la otra, cuando hablaban acerca de los potenciales peligros que implicaban las defensas mágicas para los propios habitantes de la isla, en ese instante en que sus auras violetas, dos líneas  estáticas e inmóviles, a consecuencia de la situación que estaban atravesando, experimentaron ese súbito resplandor tan breve, que indicaba el inicio de la concepción en las mujeres feéricas. “¿Viste lo que yo?”, preguntaron casi al mismo tiempo, los ojos abriendo de par en par, con una nueva tanda de lágrimas que esta vez no estuvieron relacionadas con el viaje de Cristal y Kevin y el hecho de que las hermanas tuvieran que separarse. “Si, lo vi”, contestaron, agregando “Lo vi y lo sentí”. Aun no podían superar lo de la enormísima distancia que habría entre ambos desde las doce y media de hoy, pero sin dudas que estos atípicos resplandores, lo que significaban, les ayudaría a recuperarse anímica y emocionalmente. Algo así deseaban con fuerza desde que cada una empezara su relación formal con los hombres, que hoy eran sus prometidos. “Tenemos que contarlo hoy mismo”, convinieron, advirtiendo que  reacciones adoptarían uno y otro. Positivas y alegres. Eso serían, pero no conocían la intensidad de tales, ni en cual forma las pondrían de manifiesto.  Estando ya en vuelo desde el siempre bello parque hasta Barraca Sola, acordaron que darían esa magnífica (“Magnífica con letras mayúsculas”, se ocupó de destacar la mayor de las hermanas, obteniendo la total aprobación por parte de la menor) no bien estuvieran ya distanciadas, una en su casa en la periferia de la Ciudad Del Sol y la otra en altamar, porque en un rincón de su mente se les ocurrió pensar que el arqueólogo y el artesano-escultor – los “coautores” de las concepciones… los “futuros padres” – querrían abandonar cualquier cosa que estuvieran haciendo, cualquier lugar en que se encontraran y cualquier pensamiento o imagen que hubiera en sus mentes para reunirse a debatir, a analizar con cuanta profundidad y serenidad fueran necesarias, esta nueva revelación, tan sorprendente como la de los antiguos Cuidadores y, de esto no había dudas de ninguna clase, mucho más esperanzadora y alegre, al menos en lo personal para los hombres. En su caso, lo primero que dijo, con una voz cargada de dicha (parecía que lo triste y negativo hubiesen ocurrido en un pasado lejano y no hacía solo unas pocas horas), el hada de fuego, sonriendo e hinchando los ojos, no bien su prometido y sus padres comprendieron el significado de ese gesto, tocarse el vientre con una mano,  después con la otra y por último con las dos, fue “No, les aseguro que no fue una broma”. Eduardo quedó inmediatamente mudo e inmóvil, absolutamente conmocionado por lo que empezara a pasarle, a el tanto como al nuevo Cuidador de la Casa de la Magia, y Wilson e Iulí ofrecieron uno a otro la impresión de querer pelearse para ver cual de los dos era el primero en abrazar a su hija y cubrirla de elogios, felicitaciones y otra dosis, quizás superior cualitativa y cuantitativamente, de buenos deseos y palabras de ánimo.

"Están por emprender algo que es definitivamente más importante que cualquier otra cosa, que todo lo demás junto", le hizo saber Iulí (no ganó la competencia, solo hubo un gesto de caballero por parte de su marido), adorada ante la idea de saber que en nueve meses Cristal e Isabel le darían sus primeros nietos o nietas. "Padres y abuelos casi al mismo tiempo, curiosidad y dicha posiblemente la misma semana", dijo Wilson acto seguido, felicitando a su hija, pensando que este sería un Octubre, para cuando ocurrieran los alumbramientos, por demás atípico. "Vamos a ver si reacciona", quiso Isabel, aún con los ojos hinchados y la enorme sonrisa de alegría, notando como su alma gemela seguía inmóvil y en silencio, con la vista fija al frente y los brazos caídos. "Pero, cuándo lo notaron Cristal y vos?, Cómo pasó esto?", llamó Wilson, moviendo una mano delante de los ojos de su futuro yerno. "Como ya se imaginan, de la única manera posible pasó", contestó Eduardo, sin  modificar su postura ni su semblante, haciendo reír al futuro abuelo y provocando un enrojecimiento en Iulí e Isabel. Las mejillas de esta última se sonrojaron como nunca en varios meses, por la costumbre, quizás, de que las mujeres feéricas no hablaban de estos temas cuando sus padres estaban presentes, y menos si a raíz de eso se debía la "buena nueva". "No puedo moverme, de verdad no puedo", dijo Eduardo, esforzándose por recuperar el ritmo normal en su respiración. Físicamente, estaba en perfectas condiciones, y no era para menos, considerando lo poderoso que se había vuelto desde que la reina Lili le concediera sus habilidades y el elemento agua, y lo que habría de volverse, ahora que era el Cuidador de uno de los lugares grandiosos. Su problema, saltaba a la vista, radicaba en lo mental. Eduardo ya tenía sus pensamientos bastante ocupados con la responsabilidad eterna, pues eso era, de dirigir el Templo del Agua, y ahora se enteraba de este nuevo destino, una responsabilidad aún mayor, y era un futuro, el mismo como padre, en el que jamás había pensado. "La más grande aventura que cualquier individuo, femenino o masculino por igual, pueda emprender", dijo, aún con la voz apagada, o confundida, casi repitiendo las palabras de su futura suegra, porque eso era para las hadas. Así había sido siempre y así sería hasta el fin de los tiempos. Cada vez que las hadas encaraban o empezaban algo decían que era una aventura, no importaba su grado de seriedad, ni tampoco el contexto. Eduardo estaba haciendo grandes esfuerzos por respirar normalmente y recuperar la movilidad en su cuerpo, pero esas tareas no le eran fáciles. Visiones del futuro. De todas cuántas tuvo ayer y de todas cuántas tenía hoy, ninguna lo ubicaba a el como padre, y, reconoció, la única vez que tuvo un bebé en sus brazos fue en este mundo, en el pasado Marzo en los días de la Gran Catástrofe, cuando ayudará a Lía en su difícil y peligroso momento. Había decenas, cuando no centenas, de cosas que desconocía, o de las que solo conocía lo básico, o menos que esto, y la paternidad era algo que encajaba en esas tres categorías. Prácticamente no tenía conocimientos a ese respecto y tampoco, menos, experiencia. Aún con el ritmo respiratorio y el cardíaco alterados, y siendo capaz de ejecutar nada más que movimientos básicos, hechos por instinto, logró incorporarse, abandonando la silla en la cabecera opuesta, y, con la sala en silencio y medio envuelta en la oscuridad (poco o nada importaba que afuera estuviese nublado y a punto de llover, y que adentro las velas casi se hubiesen consumido, teniendo semejante alegría para mantenerlos ocupados y concentrados, y además las tareas que empezarían mañana en el Templo del Agua), se acercó a su compañera de amores, quien no dejaba de temblar a causa de la emoción que, se notaba a la legua, la sobrepasaba, extendiendo los brazos a los lados, a la vez que exclamaba, sin dejar de estar confundido ni conmocionado, el nombre de la dama. "Isabel", pronunció con delicadeza y ternura, dos rasgos que conservaba únicamente para su novia cuando hablaban acerca de estos temas. Se abrazaron, cada vez con menos iluminación artificial, y besaron, pero fue una familiaridad distinta a cualquiera de las anteriores, desde aquella primera en La Bonita (Isabel aún recordaba como sus alas se agitaran a causa del primer beso, algo que era desconocido para la mayoría de las hadas y que lo continuaba siendo). Este beso no fue solamente una de las acostumbradas demostraciones de amor, que Eduardo e Isabel ponían en práctica a diario, tanto en público como en privado; esta vez fue una respuesta natural e instintiva, así quisieron definirla, al gran acontecimiento que para los dos era la concepción. Los "futuros abuelos" se les unieron no bien terminara esa demostración de amor con su justo añadido, y en grupo celebraron ambos eventos, advirtiendo que, para los cuatro involuntariamente, el tema del Templo del Agua estuvo pasando a un segundo plano.

_No quisiera ser descortés ni grosero- indicó Eduardo, dirigiendo asas palabras y la vista a Wilson e Iulí, que entendieron lo que iba a pedirles. Lo entendían, comprendían y justificaban –. Pero me gustaría estar solo y tener privacidad con Isabel en este momento.
_No lo pidas dos veces, ninguno tiene que hacerlo – estuvo de acuerdo Wilson. Los entendía porque el mismo e Iulí habían pasado ya por esto, tres veces, siendo de estas la primera la que causara en el matrimonio mayor conmoción, sorpresa y dudas… y miedo, por desconocer la experiencia que iba a tocarles vivir –. Esto necesitan conversarlo, y disfrutarlo, a solas.
_Y va de nuevo. No se desesperen ni asusten – volvió a recomendar Iulí, echando un vistazo a la calle. No había otra cosa más allá del movimiento típico a la medianoche – En esto tampoco van a estar solos. Más que con lo demás, que con cualquier otra cosa, nos van a tener a su lado. Lo mismo que Cristal y Kevin. Lo que les pasó a los cuatro es maravilloso. Y yo abuela, francamente…
A ella también se le hincharon los ojos, y no dio señales de querer devolverlos a la normalidad antes de abandonar esa casa. De hecho, Eduardo e Isabel la observaron así hasta el momento en que vieron entrar en su vivienda (La Fragua, 5-11-8) al otro lado de la calle. “Los seis vamos a ser padres”, corearon entusiasmados y felices, distrayéndose apenas, de camino a la habitación principal, donde decidieron que querían tener su intimidad – nada de sexo esta vez, solo una conversación profunda –, con la gama de parentescos que quedarían vigentes no bien hubiera llegado el mes de Septiembre. “Nuestro anhelo de la familia propia se convirtió en realidad, al fin”, se alegró Isabel, con los mismos síntomas que su madre, y que seguro Cristal: ojos hinchados y un andar lento.

Bien temprano en la mañana del décimo cuarto día del año, a las seis y media, la pareja estaba ultimando los detalles para su salida, para el primer día de trabajo en el Templo del Agua. Ya habían terminado el desayuno, estaban higienizados, con su equipaje listo – mochilas con lo que ellos creyeron podrían necesitar en la oficina –, ropa formal y de colores discretos, liviana considerando que sería una jornada particularmente calurosa (la lluvia había pasado de largo), calzado nuevo, que habían comprado específicamente para este día, y varias monedas de distinta denominación. “Bella como de costumbre”, opinó el Cuidador al ver aparecer a su novia en la sala; Isabel dio un giro completo sobre su eje para mostrar su buen gusto y formalidad a la hora de vestirse. Lo cierto era que su compañero sentimental, esta vez, tenía ese otro importantísimo motivo para cubrir de elogios y piropos a la dama. “Todavía me cuesta creerlo, estoy muy contenta, claro, pero no logro procesarlo”, reconoció ella, dando los últimos arreglos a su cabello. Había a causa de esos pensamientos dormido entrecortadamente y su tiempo de sueño no fue superior  las tres horas en total. Además de eso, estaba su nuevo empleo: un hada de fuego como la segunda al mando en el Templo del Agua, algo que, sabían ella tanto como Eduardo, se estaba registrando en Ecumenia. “¿Cuál de las dos cosas te entusiasma más que la otra, o lo hacen ambas por igual?”, le preguntó el hombre, mientras revisaba otra vez el contenido de su mochila, sabiendo aun antes de terminar cual sería la respuesta, y viendo así la inutilidad en la pregunta. “Es obvio”, contestó Isabel, ya totalmente lista para salir, llevando ambas manos a su vientre, cerrando los ojos y visualizando en su mente como podrían ser los siguientes nueve meses. En ese aspecto, y pese a haber pasado menos de un día desde el inicio de la concepción, su cerebro trabajaba a velocidades de vértigo. “Igual yo” – reconoció su novio, tomando el bastón con la diestra –, “no se para que dije eso”. Y decidieron que este era el momento de dejar su casa, sabiendo que estarían a las puertas del Templo del Agua una hora antes de que empezara su jornada laboral. Dejando la sala vieron el paisaje de siempre en la calle, al que hubo de añadirse la salva de aplausos con que las hadas, entre estas los padres de Isabel, despidieron a la pareja rumbo a su primer día en esta nueva y gigantesca responsabilidad, a la que muchas voces equiparaban con las de los Consejeros Reales. Respondiendo con los mismos gestos a lo largo del trayecto desde su casa hasta la puerta espacial  ninguno dejó de pensar en la maravillosa noticia de anoche, en cuanto les modificaría todos los aspectos de su vida, en  todo cuanto implicaba y decidiendo, sin dudarlo, que pondrían eso sobre cualquier otra cosa. Nada era más importante, ni lo sería mañana, fueron repitiendo, con diferentes modos y palabras, desde que dejaran la cama apenas pasadas las cinco, cuando iniciaron la jornada. Hasta los instantes previos al resplandor del aura de las hermanas, antes del mediodía de ayer en el parque La Bonita, Eduardo e Isabel habían sostenido (Cristal y Kevin habrán pensado lo mismo) que de momento no tendrían otra obligación más importante que aquella que consistía en dirigir el Templo del Agua, devolverle esa parte ínfima del esplendor que no poseía e ir ellos mismos, gradualmente, alcanzando todos los logros que se esperaba que alcanzaran. “La concepción cambia eso”, dijo Isabel, sin preocuparse de que cualquiera de los seres feéricos y elementales que había por allí incluido el guardia a un lado del marco dorado, hubiera escuchado o no la palabra concepción. “Y allí es cuando volvemos a lo de las prioridades”, insistió Eduardo, echando doscientos soles en monedas de cincuenta al cántaro, y cediendo el paso a la dama. Coincidieron, mientras cruzaban, que entre eso y sus tareas en el Templo del Agua, cuya descomunal y majestuosa silueta estuvo visible al cabo de segundos, no les quedaría lugar para otra cosa.

_Dame eso, lo llevo yo – se ofreció el novio, tomando la mochila de Isabel, detectando a los notables en el acceso al predio, unos cien metros más adelante –. Eso es algo que va a aumentar, me refiero a las responsabilidades y atenciones, a medida que pase el tiempo de aquí a Septiembre. Quiero decir que en los siguientes nueve meses vos y yo vamos a tener que habernos convertido en auténticos expertos. Hoy vos tenés los conocimientos básicos, y yo menos que eso. Y expongo ese panorama sin reparar en los temores y preocupaciones que ya tenemos, y los que vamos a tener, desde luego.
_Mi mamá y mi papá, las principales fuentes que tenemos para hacer consultas y buscar cualquier ayuda y consejos que podamos necesitar – declaró Isabel, observando a las hadas en el acceso. Los notables estaban también con sus mejores galas. Después de todo, no había en el Templo del Agua (ni en los otros lugares grandiosos) un nuevo Cuidador un día si y uno no –; otra cosa que demuestra para las hadas cuanta trascendencia e importancia tienen los grupos, la familia en este caso. Pero ahora lo puntual es el Templo. Estamos a pasos de la entrada.
El Templo del Agua, responsabilidad extrema como pocas.
La concepción, el embarazo, el nacimiento.
Combinando los dos hechos, el estrés y agotamiento que surgirían serían enormes.

_¡Hemes fewo, fusfeoda infi Vinhaë, et diwo imfi Vinhaë!.
 “¡Larga vida al Cuidador del Templo del Agua, y vice del Templo del Agua!”

Así saludaron las dieciséis hadas, ocho hombres y ocho mujeres, a Eduardo e Isabel, al tenerlos a escasos pasos, tal era la costumbre, establecida prácticamente con la fundación del propio lugar grandioso. Los individuos de mayor rango, de punta en blanco, aguardaban la llegada de los dos líderes, el responsable y su segundo, en el acceso al templo. Era, más que otra cosa, una señal de respeto hacia esas personas que estarían allí, en el lugar y en sus puestos, por el resto de sus vidas. Con el tiempo, hubo de agregarse la exclamación, tomada del recibimiento que se daba al nuevo Cuidado o Cuidadora (sacerdote o sacerdotisa en los tiempos de la religión), en el Teqju, otro de los lugares grandiosos, conservándose desde entonces la tradición con muy pocos e insignificantes cambios. Esa tradición incluía el saludo formal, que Isabel había explicado e ilustrado a su prometido el día de ayer. Una reverencia poco pronunciada con la palma derecha apoyada en el lado izquierdo del pecho y un saludo del Cuidador y su segundo en respuesta a la exclamación de bienvenida. Con eso, Eduardo e Isabel estuvieron los siguientes diez a quince minutos, no pudieron ni quisieron llevar la noción del tiempo, saludando uno a uno a los notables, deseándose prosperidad y suerte mutuamente. Fue recién a las siete y media pasadas que esos dieciocho individuos hicieron su ingreso, distrayéndose con la variedad de peces que había en el arroyo… huyendo de dos sirénidos que buscaban su “desayuno”. Caminaron a paso normal por los senderos, tan pulcros como todos los días, y, a pedido de Eduardo, serpentearon entre los árboles más o menos frondosos y arbusto. Una de las cosas que el Cuidador había decidido para sus primeros días, especialmente para la tercera semana de Enero, era conocer a fondo el inmenso predio cuadrangular, tomar mentalmente y por escrito notas de cada detalle y cada rincón del Templo del Agua. “Básicamente, saber donde voy a trabajar de aquí en adelante”, dijo a los notables, señalando un punto muy distante a su izquierda. Señalizada con una cinta roja, una trampa caza bobos formaba parte de las defensas en el área arbolada; una de las más antiguas y conocidas, la de la red en el suelo disimulada entre hojas y ramas.

 _Eso es precisamente lo que van a tener que hacer en estos días, durante los siguientes dieciséis – le indicó uno de los hombres del grupo a Eduardo e Isabel. Era el encargado experto de arqueología e historia. Así lo indicaba la credencial en el costado izquierdo de su pecho –. También es costumbre. Cuando la primera y segunda figura de autoridad llegan al lugar grandioso su primer día, sus primeros días.
_¿Cómo es eso?., inquirió Eduardo, porque lo juzgó necesario.
Ese notable y sus quince colegas hablaron entonces a la pareja, mientras iban al sector central, siendo su objetivo el segundo piso de la torre.
_También lo es en el Vinhuiga, la Casa de la Magia, el Teqju y los otros lugares grandiosos., dijo el notable, hablando más para el nuevo Cuidador que para su prometida, asumiendo que esta ya tenía ese conocimiento.

Así era, de hecho.

Cuando a los lugares grandiosos llegaban sus nuevas autoridades para iniciar su trabajo eterno – lo era –, tenían por costumbre tomarse las primeras jornadas para conocer a fondo el lugar grandioso, justo lo que Eduardo quería, y mantener una reunión privada con uno de los notables por cada una de e jornadas, en orden alfabético, iniciando el primer día. Con eso, hasta el veintinueve de Enero /Baui número veintinueve, Eduardo e Isabel, en la oficina de dirección, en el tercer piso de la torre, mantendrían reuniones con los responsables de todas las secciones. “Se hacen por la tarde”, dijo la jefa de logística, explicando que solían extenderse hasta las diecinueve horas, los únicos días en que el Cuidador, siempre con el supuesto de la normalidad, permanecía sesenta minutos después de su jornada en el Templo del Agua. “Empiezan a las catorce”, avisó otra de las hadas notables, en tanto atravesaban una de las áreas que rodeaban a la torre, diciendo a continuación que eran reuniones pensadas para que el Cuidador y su segundo conociesen a fondo las diversas áreas, su estado actual, datos e información histórica, la situación presupuestaria y las condiciones laborales en cada una de esas secciones como partes del todo – el Vinhaë –. La idea, explicaron los notables, era que el Cuidador, pasados esos días de aprendizaje e instrucción, estuviera al corriente absolutamente de todo, de cada aspecto, desde el menos hasta el más importante, para que desde el principio estuviera dedicado de lleno a su enorme y vitalicia responsabilidad. “¿Y antes de las catorce, con qué cosa o cosas ocupo el tiempo?”, llamó Eduardo, advirtiendo que el movimiento a esta hora en el Templo del Agua era más activo que otros días, algo que se debía indudablemente a su presencia. A las seis en punto había iniciado el horario de visitas y la primera jornada de los empleados de mantenimiento y limpieza, en tanto que estaba cerca el momento de cambio de jornadas en el equipo de seguridad, a las ocho. Habitualmente, sabía el nuevo Cuidador, antes de cumplido el tercio de un día hábil no había en el lugar grandioso más de mil personas, llegando a superar esa cifra en ese momento únicamente durante los festivos, especialmente el día en que cambiaban las estaciones climáticas. Hoy, en cambio, parecía que antes de las ocho de la mañana se habían dado cita en el Templo del Agua no menos de tres mil turistas y visitantes de diferentes del reino de Insulandia e incluso del extranjero, y el personal estaba sumamente activo. No era para menos, puesto que tenían un nuevo responsable allí después de siglos. Más que eso, en el máximo lugar jerárquico se hallaba un individuo que era completamente desconocido hasta hacía un año en el planeta y la sociedad de las hadas y los elementales, que a fuerza de sacrificios y voluntad se había ganado el afecto, simpatía y popularidad de sus habitantes, sobre todo las hadas. Sin embargo, ninguno de los feéricos u otros elementales, sirénidos el grueso de estos, se acercaba a la pareja que estaba haciendo su debut laboral ni a los notables que los acompañaban, y sus razones tenían para eso. Dado que este era oficialmente su primer día como jefes del lugar grandioso, comprendieron que lo mejor era dejarlos solos, con la única compañía de esos dieciséis individuos de ambos sexos, para que conocieran y se interiorizaran acerca del trabajo y el día a día en el Vinhaë. La otra razón era el derecho a la privacidad, protegido por la magna y otro tanto de leyes, no invalidado porque Eduardo e Isabel fueran personas con una destacada figuración pública – sus nombres se conocían en todo el planeta –, ni tampoco porque estuvieran fuera de su casa y en este lugar tan famoso y concurrido. “Ojalá ellos pensaran así y vieran las cosas de esa manera”, lamentó Isabel, en referencia al dúo de amarillistas, que seguían al grupo a una distancia prudencial.

_Todos sobre quienes llevamos sobre nuestros hombros la fama, sin importar el ámbito en el que la hayamos conseguido, en mi caso la ingeniería estructural, tuvimos en algún momento que aprender a convivir con los amarillistas. A la larga llega el acostumbramiento – les dijo la responsable de mantenimiento, para quien l audiencia con sus flamantes jefes sería recién el veintitrés de Enero, dentro de nueve días –. Seguro que les pasó ya, ¿no?.
_Decenas de veces desde Marzo en mi caso., contestó Eduardo.
_A mi desde que mis padres se transformaron en almas solitarias., agregó Isabel.
De camino al sector central, caminando a paso normal por las pintorescas y paquetas calles, en tanto comentaban el estado de las estructuras, Eduardo y su compañera no dejaron de dedicar un rincón de su mente a las palabras de esa notable. A los dos les sobraban motivos para ser famosos, tanto por logros individuales como por grupales. Lo dicho por ella misma, Isabel llevaba la fama a cuestas como consecuencia de la técnica fallida de sus padres. También debido a ello, era famosa por ser la hija d uno de los deportistas de precisión más importantes, a nivel insular y mundial, en lo que iba del undécimo milenio, y de una mujer que le había transmitido esa incomparable belleza física, algo que no hubo de desaparecer con el cambio de la belleza por el fuego, a raíz de la vuelta de Iulí y Wilson. Estos dos siendo nuevamente hadas con todos sus poderes y habilidades intactas, y el cambio de un don por otro, un evento con el cual hubo de descubrirse por qué se producían las variaciones en los dones y el color de las auras, fueron otros de los motivos, que incrementaron la fama de Isabel. A ella contribuía también el excelente dominio del elemento fuego en este tan corto tiempo, de poco más de un mes; su relación sentimental y el compromiso con el ahora Cuidador del templo del Agua, por todo cuanto este era y representaba; su puesto entre las mujeres más lindas del país, algo no alterado con el cambio de un don por otro; aquel excelente paso por el MRA; el hecho de que su hermana, famosa por las mismas causas, fuera la segunda al mando en otro de los lugares grandiosos y el embarazo de su madre, que indirectamente implicaba a ambas hermanas. Isabel habría de volverse más famosa, quien podría saber cuanto, no bien tomara estado público la concepción y se supiera que dentro de nueve meses tendría descendencia, y alcanzaran los logros que también se esperaban de ella en el Vinhaë, no solo como su segunda al mando, sino también como profesional en el área de Ciencias e Investigaciones de ese lugar grandioso.
Su compañero sentimental y prometido no tenía menos razones para ser una persona famosa. Su sola presencia y existencia en este planeta, con la consecuente marca de durabilidad, superado determinado período con vida, eran por si solos motivos para conferirle figuración pública, a los que poco tiempo después empezaron a sumarse los méritos individuales y grupales. Primero fue la Gran Catástrofe, el peor desastre natural del último siglo y uno de los peores de la historia, evento durante el cual el, Kevin, Oliverio y Lursi estuvieron arriesgando sus vidas para salvar la de otros; la rápida asimilación y un igual acostumbramiento a los poderes que le confirieran la reina Lili y el CSP; su viaje tan peligroso a la Casa de la magia para obtener las piedras oculares; haber sido el primero en llevar a la práctica la fórmula desarrollada por Mucqeü en los primeros días de la Guerra de los Veintiocho; sus trabajos en materia de arqueología; el pronto parentesco con Wilson e Iulí y las hijas de estos; el hecho de haber sido en su momento, en la primera quincena de Marzo, el individuo que trajo la igualdad numérica al sexo masculino entre los habitantes de Buenaventura, la principal de las islas insulares; sus aportes a la cultura de las hadas y, por supuesto, el hecho de ser uno de los tres componentes de la nueva generación de Cuidadores que tenía el mundo. Eduardo sabía que su sola llegada era uno de los acontecimientos más inusuales, cuando no el más inusual, lo hubiera sido aunque su existencia se viese discontinuada en algún punto desde cruzado el hueco en el tiempo y el espacio. Su creencia en las hadas también hubo de convertirlo en una persona conocida, porque supieron los locales, gracias al uso del “Espectador”, que este individuo tenía a las hadas como una creencia arraigada desde la infancia en el, aunque, como dijera numerosas vece, nunca imaginó hasta ese momento otro planeta. Desde su primera salida aquella tarde con Isabel, luego de recuperar el conocimiento, Eduardo, buscando procesar lo que estaba viviendo y experimentando, había advertido que sus encuentros con los periodistas serían frecuentes, algo en aumento a medida que el tiempo pasaba y el cosechaba logros y proezas.

_Acá estamos – dijo el jefe de Arqueología e Historia, habiendo llegado al nivel más alto de la torre –. Podemos empezar con la primera de las audiencias, que es la mía. Solo tengo que ir por algunas de mis cosas.
_¿Mis cosas? – llamó Eduardo, sorprendido –. ¿No están en esta torre las oficinas de todo ustedes?.
Los notables estaban presentes en la antesala con el Cuidador y su segunda, y quince de ellos estaban prontos a empezar con sus tareas de todos los días. Por un lado porque serían las ocho en pocos minutos, no más de cinco, y por otro porque, como el experto dijera, tendría lugar en este momento, por única vez, uno de estos eventos a la mañana, las explicaciones, reportes e informes de uno de los profesionales.
_El espacio no es suficiente., dijo el jefe de seguridad, un hombre del Ejército insular, del Vinhaë.
Este y los otros notables, también Isabel, le explicaron a Eduardo que las oficinas estaban dispuestas en pares en los sectores que rodeaban al central, ocupando estructuras de dos niveles de diez metros de frente por ocho de fondo por nueve de alto (cuatro y medio cada nivel), rodeadas por otras construcciones, espacios arbolados y verdes. Las oficinas de Arqueología e Historia y de Ceremonial y Protocolo estaban cerca de los acuarios, las de Ciencias e Investigaciones y de Comercio y Producción en la de servicios; las de Conservación de bienes y de Contaduría en el área de personal; la oficina de Empleo y Asuntos Laborales y la de Legales en las cercanías del gimnasio; Logística y Mantenimiento en la zona de piscinas; las oficinas de Planeamiento y Coordinación y de Prensa y Difusión en la zona intelectual; Promoción de Actividades Turísticas, Culturales y Recreativas y Relaciones con la Comunidad eran las oficinas presentes en el área social; y Relaciones Instituciones y Seguridad en la zona militar. Allí estaban las oficinas desde mediados del mandato del antecesor de Biqeok, y constituían las sedes de poder en ausencia del Cuidador y durante su presencia. Ese sería el caso ahora.
_Empecemos, entonces., convino el nuevo líder, abriendo la puerta y viendo de nuevo la magnificencia de la (su) oficina, pensando que tales dimensiones permitirían que allí pudiera vivir una familia.
Tras las despedidas formales, al tiempo que con las campanadas anunciaban las ocho horas en punto, uno a uno se fueron yendo los notables, rumbo a sus respectivas oficinas para iniciar la jornada.
_Escuchar los reportes, preguntando cuando sea necesario, y leer los archivos y documentos a medida que ellos hablen. Cinco horas diarias durante los siguientes dieciséis días, incluido el de hoy - resumió Isabel, ocupando uno de los sofás, en tanto Eduardo usaba la telequinesia para abrir las persianas y ventanas con un solo movimiento. Los rayos solares y la brisa matutina se colaron inmediatamente a la oficina -. Eso es lo que hacen los Cuidadores en sus primeras jornadas. Imagino que Lidia lo estará haciendo ahora, y que Kevin lo hará dentro de unos días.
_Es como un aprendizaje, entonces - interpretó Eduardo, ocupando su sillón, a un lado del escritorio, entendiendo que en muy poco tiempo el trabajo como Cuidador, aunque importantísimo, podría volverse rutinario -. Voy a dar lo mejor de mi. Ni una sola u otros seres elementales van a decepcionarse. Y hablando del Templo del Agua... Te decidiste ya?, Vas a entrar en el área de Arqueología e Historia?.
_Es el único lugar en el que puedo encajar - dijo Isabel, recordando todavía las palabras de Biqeok. Ella era un hada de fuego que ocupaba la segunda posición jerárquica en el Templo del Agua. Ese era el don que poseían quince de los notables, en tanto que la jefa de Logística era un hada de hielo. "Sigue siendo agua", pensó -. Allí puedo seguir poniendo en práctica mis conocimientos. Si firmara los documentos esta tarde, podría empezar mañana mismo, y tendría un horario laboral apenas distinto al tuyo.
Como profesional que era, Isabel tendría jornadas de once horas diarias cada día hábil, entre las ocho y las diecinueve, y siete los sábados, de ocho a quince.
_Esos horarios y jornadas diferentes contribuyen a la confusión, cualquiera lo puede notar - expuso Eduardo, y la dama se acercó a su lado -. Creo que ya tengo mi primera proclama. Me parece que no bien hayan pasado estos dieciséis días, lo primero que voy a hacer es equiparar todos los horarios. ¿Puedo hacerlo, no?.
_Claro que podés - contestó Isabel, juzgando como conveniente y más práctica esa posibilidad -. Es una de las atribuciones de los Cuidadores. Biqeok lo hizo, y es el que está vigente. Le debe haber parecido bueno.
_Entonces lo voy a hacer., decidió Eduardo.
_En cuanto a eso de esperar que pasen los dieciséis días, no es necesario, porque lo podrías hacer ahora mismo - indicó su novia -, pero te conviene decírselo primero a los notables, para que ellos a su vez se lo diga ya sus respectivos subalternos.
_Me parece bien. Y qué sigue después?.
_Firmas el documento y listo, creo. El jefe de Legales lo lleva al archivo, se ponen algunos carteles anunciando los nuevos horarios y eso es todo - explicó el hada de fuego -... En qué horarios pensaste?.
_Dejemos eso para más adelante, allí volvió el., prefirió Eduardo, en el momento en que el jefe de Arqueología e Historia golpeaba suavemente a la puerta para anunciarse.
En efecto, allí estaba el individuo, cargando con ambos brazos una pila de biblioratos, legajos y carpetas, que pronto, con la telequinesia que aplicarán los tres en la oficina, terminaron prolijamente sobre el escritorio. "Empecemos", quiso entonces el nuevo Cuidador, y el notable dio inicio a su exposición.

Fueron alrededor de cuatro horas en las que prácticamente no se habló de otra cosa que no fueran la historia del Templo del Agua y las tareas arqueológicas que se desarrollaban en el. Milenios de existencia habían dejado un rastro oculto o sepultado a diversas profundidades en decenas de puntos dentro del predio. Objetos de todo tipo, algunos quizás usados por uno o más de los fundadores del lugar grandioso que por sí solos eran verdaderos testimonios de la vida en el templo. "Creemos que hay por lo menos cinco mil", contestó el notable, señalando el contenido de uno de los biblioratos, cuando Eduardo le preguntara cuántos objetos creía que quedaban sin recuperar. A esa conclusión habían llegado después de un exhaustivo estudio, cruzando referencias y analizando las decenas de piezas del archivo local y uno tras otro varios libros específicos en la biblioteca. "Esto es asombroso", opinaron ambos componentes de la pareja, al leer, en una de las carpetas, la cifra de objetos actualmente recuperados y dispersos en gran parte de las estructuras, las que llegaban a nueve mil novecientos, al menos el doble de los que se creían aún no recuperados. Los archivos que trajera el notable también hacían referencia al cuidado de las piezas arqueológicas e históricas, tareas que eran realizadas conjuntamente, casi todas, con la oficina de Conservación de Bienes. Por supuesto, no había problemas con los presupuestos que destinaban a esas áreas, ni tampoco descontentos entre el personal. "Esto está perfecto", concluyó Eduardo, repasando uno de los legajos, que mostraba, detallados y con resúmenes (observaciones y opiniones del notable), los balances y el estado general de la situación de la oficina y el área a su cargo. Devolvió el material al experto y este dejó el recinto, anunciando que retomaría sus actividades, saludándolo Isabel y Eduardo con la diestra en lo alto. "Y bien?, Qué te pareció el primer informe?", llamó Isabel, notando que su novio tuvo sentimientos y emociones mezcladas, habiendo considerado el reporte de su subordinado inmediato como importante, clave y aburrido al mismo tiempo. Además de estos reportes, el Cuidador no quiso evitar tener la mitad de su mente en otra parte, mucho más significativa tanto para el como para su novia: la concepción. O, lo que era lo mismo, el embarazo. Entre ese importantísimo acontecimiento y los primeros reportes, Eduardo decidió que ese posible cambio en los horarios podía esperar para después de la última reunión, cuando estuviera concluyendo el mes de Enero.

_Por lo menos fue instructivo - agradeció el arqueólogo más tarde, ya casi llegadas las dieciséis treinta, de camino los dos a la sala médica del Templo del Agua. Como antes, las hadas y otros seres elementales los saludaban con palabras y gestos al paso -, con eso quedó compensado el sopor, Isabel. Se que la reunión de hoy fue importante, tanto como las van a ser las que siguen, pero creo que no sirven más que para que vos y yo nos enteremos de cuan perfecto es este lugar. Así como están las cosas, si me guío por lo que aprendí y conocí hoy, voy a tener poco que hacer durante el resto de mi vida... Yo dije que pensé que ser Cuidador era arduo y extenuante? - ironizó -, creo que me equivoqué.
_La dificultad y complejidad van a depender única y exclusivamente de vos, de las decisiones y caminos que tomes y de tu aplicación, rendimiento, empeño, dedicación y esmero como Cuidador - indicó Isabel, mirando el entorno. El Templo del Agua estaba colmado de visitantes en pleno movimiento y el personal de maestranza iba de un lado a otro. Ninguno se amilanaba ante las nubes que de a poco cerraban filas en el cielo, igual que anoche -. No es la primera vez que te digo esto, ni va a ser la última, desde luego. Pero tengo total confianza en tus capacidades, Eduardo. Se que vas a acostumbrarte en poco tiempo a estas responsabilidades. Quiero decir que en un plazo muy corto vas a estar por demás entusiasmado con esto, como lo voy a estar yo.
_Supongo que eso es cierto - empezó a admitir el Cuidador, suspendiendo momentáneamente ese tema y decidiendo abordar el otro, en el que no había dejado de pensar ni estar más concentrado o menos en ningún momento desde anoche -. Ahora explicame esto, Isabel. Por qué tenemos que ir a la sala médica?.
_Control ginecológico., contestó su novia, desbordando felicidad a causa de ese estado.
Las mujeres feéricas, por costumbre y motivos de salud, solían efectuarse uno de esos estudios antes que se hubieran cumplido las primeras cuarenta y ocho horas posteriores a la concepción, para confirmar su embarazo. Los nuevos tratamientos, que en el reino de Insulandia se empezaran a aplicar con el correr del año pasado, permitían a los padres conocer la cantidad de óvulos fertilizados y, de tratarse de hermanos, saber si serían mellizos o gemelos. Entre finales del cuarto mes de embarazo y el quinto podrían determinar el sexo del bebé.
Isabel tenía los dedos cruzados.
Su deseo, aquel que comentara cuando acompañara a Eduardo al Castillo Real, en los primeros días de Abril pasado, se había cumplido.
_Tenemos que reunirnos con Lía, y también con Olaf - quiso el arqueólogo, viendo a uno de los profesionales de la salud atendiendo a ese turista con una pierna envuelta en vendas y entablillado. "Habrá pisado accidentalmente una trampa caza bobos", pensó -. Como referencias van a ser excelentes.

Entraron a la sala médica, observando y contemplando el mismo orden e igual pulcritud que en cualquier otro lugar en el Templo del Agua. La mayoría de los consultorios y oficinas estaban vacíos de pacientes y ante ese panorama los médicos pasaban el tiempo leyendo o revisando documentos. El consultorio ginecológico estaba al final de uno de los pasillos secundarios de la planta baja (la sala médica estaba conformada por dos niveles). La profesional allí dentro creyó que simplemente se trataba de una visita de inspección planificada para estos primeros días, algo de lo que el Cuidador estuvo hablando desde la tarde del cinco de Enero. Enormes fueron su asombro y sorpresa cuando Isabel, un tanto nerviosa por tratarse este de su debut con esa especialidad médica, le contara el motivo por el que ella y su novio estaban allí. Gestos cordiales mediante, la profesional los hizo ingresar al consultorio - Eduardo sintió que tranquilamente podría estar de sobra en un abrir y cerrar de ojos - y lo primero que pidió a la paciente fue que le describiera, con detalles si le era tal cosa posible, los sobrio, cada cosa que hubiera sentido durante los instantes inmediatamente previos y posteriores al brillo inusual en su aura violeta. "Eso es fácil", juzgó Isabel, antes de empezar a hablar. Estando en La Bonita con su hermana, experimentó, ambas lo hicieron ("Cristal también?", se emocionó la ginecóloga), un brevísimo oscurecimiento y un temblor, con una duración de un pestañeo, antes y después de tener el brillo anormal en su aura. "Eso fue todo", concluyó Isabel la explicación, agregando que con su hermana decidieron contárselo a sus novios no bien el buque hubiera zarpado de Kuonu, porque estuvieron seguras que de haberlo hecho antes, los hombres habrían hecho hasta lo imposible por postergar el inicio de sus enormes obligaciones y hablar ese tema a fondo entre los cuatro, además de con Iulí y Wilson. "Lo acepté, aunque no salgo de la conmoción", admitió Eduardo, futuro padre,  quien le habló a la profesional de la salud sobre sus pensamientos y emociones desde que, en la cena, Isabel hiciera, contenta como pocas veces, el feliz anuncio. "Entiendo", fijo la médica, tomando apuntes en una libreta, advirtiendo que Eduardo había reaccionado de una forma muy parecida a como lo hacía la inmensa mayoría de los hombres feéricos al enterarse de la gran noticia, y que Isabel hizo la misma descripción que la totalidad de las mujeres de la especie. "Pero, como saben, eso no es suficiente", aclaró, pidiendo, mediante señas, que se descubrieran uno de los brazos, para la extracción de sangre. La médica les explicó, al menos se lo explicó al arqueólogo, que era un procedimiento necesario, que obteniendo muestras de cada uno, y comparándolas con una tercera muestra, podrían determinar la cantidad de óvulos fertilizados. "Allí es cuando ella yo te queremos fuera del consultorio", pidió Isabel a su compañero, y este sintiendo un pinchazo en la extremidad, comprendió, con una leve sonrisa, lo que eso significaba. "Cierto, cierto" - coincidió la ginecóloga -, " los hombres estorban en estas cosas".  Estaba observando un libro con ilustraciones de las diferentes tonalidades del color de la sangre, como parte del examen. "El tono también sirve para determinar la cantidad", dijo Eduardo, antes que este las dejara solas. Cerró la puerta sin hacer ruido y se enfrentó con un panorama apenas distinto al que había cuando entraron. Sin pacientes ni médicos visibles, al menos no en este pasillo, y un único empleado de limpieza transportando con la telequinesia un contenedor cilíndrico. Ignorando cuanto podría demorar el estudio, se sentó en una de las sillas, procurando evadirse de todo por primera vez desde el cinco de Enero /Baui número cinco a la tarde, agitando hábilmente el bastón con la diestra. No era por irresponsabilidad, por supuesto, ni lo sería nunca, pero su mente y sus pensamientos se merecían un   descanso o, cuando menos, un breve receso. Eduardo había pasado los últimos nueve días aceptando lo que era, haciéndose a la idea de que tendría el cargo de Cuidador por el resto de la vida, y apenas tuvo claro que la conmoción e impresión, surgidas con el nombramiento de Biqeok, eran ya recuerdos en su memoria, cuando Isabel hizo en la cena de anoche su propia revelación. "Es demasiado, lo sería para cualquiera...", se dijo en voz baja, mirando a través de la ventana, que ofrecía una bella vista del exterior, de un parque floral que lindaba con la sala médica. Los paseantes y el personal estaban mezclados unos con otros con los ánimos totalmente en alto y disfrutando como lo hacían a diario. Casi sin darse cuenta, advirtió la presencia de un par de amarillistas medio disimulados entre la multitud, y, por primera vez en los diez meses que llevaba consciente, no se molestó con su cercanía. "Igual iban a saberlo en un rato", reconoció, pensando que Isabel y el iban a dar a conocer la maravillosa noticia no bien la dama hubiera salido del consultorio. Y fue lo que pasó justo a las diecisiete horas con quince minutos, tres cuartos de hora después de que entraran a la sala médica. "Lo estoy!", exclamó Isabel, emocionadísima, arrojándose a los brazos de su compañero, rodeándolo y con lágrimas brotándole de los ojos. Eduardo no pudo menos que contagiarse de esa inmensa felicidad, no pudo ni quiso, naturalmente. Y para la ginecóloga, que luego que su paciente dejara el consultorio e indicado a su jefe, porque eso era el arqueólogo como Cuidador del Templo del Agua, fue imposible determinar cuál de los dos estaba más radiante que el otro. Mediante gestos manuales le hizo saber a Eduardo que una nueva vida había empezado a gestarse. "Los felicito a los dos", dijo a ambos, rodeándolos al mismo tiempo y dando al futuro padre las tres páginas con el resultado del estudio ginecológico, diciendo a ambos que las conservaran y cuidaran. "No solo como referencia para futuros análisis, sino también como recuerdo de este, el primero", concluyó. Despidiéndose de la profesional de la salud, Eduardo e Isabel volvieron a recorrer el pasillo, abandonaron la estructura y entonces, si, hicieron lo convenido. Alrededor de una centena de individuos feéricos hubieron de congregarse allí, y todos estuvieron entre los primeros en conocer la razón de esos acentuados y efusivos gestos de felicidad de la pareja. La respuesta no fue diferente a la que se daba a cualquier pareja o matrimonio que hacía ese anuncio: aplausos formales no carentes de júbilo. "Significa la supervivencia de la especie por otra generación", comentó Isabel a su novio, haciendo el saludo colectivo para corresponder a la multitud. Quedando poco menos de tres cuartos de hora para el final de la primera jornada laboral, usarían ambos ese tiempo para efectuar un reconocimiento aéreo del Templo del Agua. "Conocer el lugar es algo sumamente importante", coincidieron, desplegando sus alas, remontando lentamente el vuelo y situándose a los que les parecieron cinco centenas de metros, empezando a moverse sin un rumbo fijo.

 _Solo la lluvia puede causar una irrupción., protestó Isabel, lamentando que las primeras gotas empezaran a caer.
En cuestión de minutos, no más de cinco, el clima y atmósfera tan alegres de la jornada que envolvieron a los individuos en el Templo del Agua parecieron esfumarse en los espacios abiertos - los cerrados continuaban como si nada -, quedando en estos únicamente los más valientes entre los visitantes y aquellos empleados que no podían postergar ni suspender sus obligaciones. Como tantos otros cientos, Eduardo e Isabel terminaron guareciéndose en la barraca del sector militar, donde una parte de las tropas insulares disfrutaba, sin relajarse del todo por si tuvieran que socorrer a alguien, de un merecido descanso. "Porque aún no son las dieciocho y nuestra jornada no se terminó", contestó el nuevo y debutante Cuidador a uno de los guardias, cuando éste le preguntó a ambos miembros de la pareja por qué no aprovechaban la lluvia para volver a su casa. "Tenemos que poner el ejemplo", agregó Isabel, mirando con nostalgia un punto en el exterior. Un par de siluetas, una de ellas fucsia y la otra rosa, corrían hacia otra barraca. Eran dos hadas de la belleza que estaban recurriendo a esa técnica que les permitía moverse bajo la lluvia sin mojarse ni quedar atrapadas en el barro o entre potenciales obstáculos. Al cambiar un don por otro, Isabel y Cristal perdieron esa y todas las capacidades y cualidades que alguna vez tuvieron como hadas de la belleza. El horario todavía inconcluso era lo único que impedía salir a la pareja. Ni Eduardo ni Isabel temían a la lluvia, y el Cuidador, poseyendo el don del agua, podía usar sus habilidades para crear una burbuja que desviara ese fenómeno climático. De modo que, en lo que permanecieron allí, exacta media hora, estuvieron interiorizándose acerca del trabajo cotidiano de los guardias y el sistema de seguridad del Templo del Agua, habiendo quedado tan concentrados que llegaron casi las veinte cuando los dieron por finalizado. A la tanda de felicitaciones, tanto por el embarazo confirmado como por su primer día al frente del lugar grandioso, Eduardo e Isabel, conservando los gestos con la misma calidez, dejaron el templo, demorando un quinto de hora en alcanzar el acceso, porque la lluvia persistía y ellos, tanto como los últimos visitantes y el personal, desearon continuar con las presentaciones formales, las últimas de la jornada. Al final, cuando estuvieron de vuelta en la periferia de la Ciudad Del Sol, fueron las veinte horas y cuarto.



_El día de hoy fue el más atípico de mi vida., definió Eduardo, cerrando la puerta.
Aun llovía copiosamente, sin señales de flaquear el fenómeno. Uno y otro los componentes de la pareja se descubrieron los pies y dejaron el calzado contra un zócalo en la pared frontal (ya buscarían el felpudo). Se desprendieron de las mochilas y la dama encendió el alumbrado artificial.
_Pero al mismo tiempo uno de los más bellos – remarcó Isabel, decidiendo que por hoy no haría otra cosa que higienizarse y cenar. No estaba cansada ni extenuada físicamente, sino mentalmente –. Lo que vivimos hoy no vamos a olvidarlo nunca.
Antes y después de convertirse en un hada de fuego, lo último que había imaginado, o uno de sus últimos pensamientos, era un futuro como segunda en el mando en el Templo del Agua, el elemento antagónico por excelencia del suyo. Fuera de ese evento, que ya estaba siendo registrado en Ecumenia, se encontraba el otro, tanto o más importante para ella, un anhelo hasta los últimos instantes de la mañana de ayer. El embarazo iba a ocupar una parte importante de sus pensamientos y su mente, y luego su hijo o hija, habiéndose ya producido el nacimiento. Lo mismo en el caso de su hermana, que estaría en altamar por las siguientes semanas, y su madre. También Lara, la progenitora de Lidia y segunda al mando en el Templo del Fuego, el “Vinhuiga”, e Iris. En ese aspecto, no dejó de pensar y reconocer, la vida les sonreía a las cinco. No quisieron hacer un balance en general de la jornada de hoy en cuanto a lo laboral, a su primer día al frente del lugar grandioso, porque advirtieron, lo hicieron desde el primer momento, no bien traspasaron el acceso a la mañana, no hubo nada que fuera destacable, al menos no lo suficiente como para quedarse hablando sobre eso al menos durante una hora, y ellos habitualmente lo hacían. Con mayor o menor frecuencia, se quedaban en la sala o su dormitorio repasando todo cuanto vivieron e hicieron en el día, o al menos lo que ellos consideraran importante o trascendente. Y el día de hoy estuvieron ocupados un buen tiempo recorriendo el lugar grandioso, sin concentrarse en ninguna estructura ni ningún espacio en particular, tan solo conociendo superficialmente (tendrían tiempo abundantísimo para hacerlo con profundidad…toda la vida), y otro buen tiempo en la primera de las reuniones, con el director, pues ese era el título correcto, del notable. Les restaba una quincena de encuentros como el de hoy, de manera que durante lo que quedaba de este mes, hasta el vigesimonoveno día, el panorama les iba a resultar idéntico o, cuando menos, parecido. Ya habían un y otro visto recibimientos y felicitaciones en el lugar grandioso, empezando en la tarde en que Biqeok hiciera su revelación primero y la ceremonia de presentación al día siguiente.  “Hablando de eso, ¿cómo le habrá ido a Lidia?”, se le ocurrió preguntar a Isabel más tarde, cuando, ya aseados y con el estómago lleno, se metían en su cama (eran poco menos de las veintidós) y cubrían apenas con una sábana. Ambos recordaban las impresiones, la conmoción y el susto de la nena híbrida de nueve años, por como describiera ella su estado posterior al encuentro con Seuju, la anterior Cuidadora del Templo del Fuego, y por como se sintiera después de ese momento. “Ya nos vamos a enterar en los próximos días”, contestó Eduardo sin entusiasmo, y su compañera advirtió el origen de esa respuesta vaga. No era porque no le preocupara el porvenir de Lidia, llevando desde su temprana edad semejante peso sobre los hombro, sino porque el de hoy había sido un día en extremo agotador  para el arqueólogo. El estado de ambos, calculó Isabel, no se recompondría súbitamente, sino de forma gradual, con el correr de los siguientes días y semanas. “Y de Kevin y Cristal”, continuó el hada de fuego, pensando en que los flamantes mandamases de la Casa de la Magia empezarían a ejercer esta nueva responsabilidad entre el tres y el cinco de Febrero (Entoh número dos al cuatro). “¿Podemos dejar cualquier tema, todos los temas, para mañana, Isabel?” – le pidió Eduardo, ya sin fuerzas para ni ganas de mantener los ojos abiertos –, “de verdad no doy más, y creo que vos tampoco”. Eduardo ya no dijo otra palabra y su novia no pudo menos que comprenderlo y justificarlo. “Que así sea”, coincidió, y con un rápido y sutil movimiento de los párpados apagó una a una las velas que proporcionaban la iluminación. NI se molestaron en ver el exterior a través de la ventana, decidiendo posponer también cualquiera de esos planeas que hubieran en grupo o por separado ideado para los terrenos de la casa. Intentaron permanecer ajenos al característico movimiento nocturno de la calle La Fragua y los alrededores de la noche (voces aisladas, unas pocas carretas y carretones, animales y seres elementales de hábito nocturno…), buscando algo del sueño y el descanso tan merecidos por ambos. “Mañana va a ser otro día”, dijo Eduardo, y ambos quedaron inmóviles, mudos y a oscuras.

Por hoy, la “aventura” había terminado.

En la catorcena que siguió, Eduardo e Isabel quedaron totalmente al corriente de las tareas y actividades internas del Templo del Agua. En el curso de las tres y media a cinco horas - no protestaron ni objetaron por tener que resignar sus programas de fines de semana. Es más, se ofrecieron a quedarse allí todo cuanto hiciera falta los domingos, porque lo consideraron más importante - cada uno de esos días descubrieron que casi todo en el lugar grandioso funcionaba de maravillas, que esas falencias que hallaron eran inexistentes debido a su baja importancia. Aprendieron y advirtieron que el área de Ceremonial y Protocolo estaba a cargo de la etiqueta en los eventos que se desarrollaban puertas adentro en el Templo del Agua, de aquellos que por su significado, o por la presencia de tal o cual personalidad, revestían cierta importancia, Como todos los que giraron en torno a Eduardo e Isabel desde el nombramiento de Biqeok. La oficina de Ciencias e Investigaciones era responsable de todo el trabajo que apuntaba a los nuevos descubrimientos y la ampliación del conocimiento sobre lo ya existente y de ella dependían los laboratorios, museos, bibliotecas y todas las estructuras relacionadas con ese par de áreas. La oficina de Comercio y Producción administraba y regulaba los bienes y servicios que se producían y prestaban en el Templo del Agua; la de Relaciones con la comunidad mantenía un trato constante y armónico entre el personal - militares, maestranza, profesionales...- y el mundo exterior, los seres feéricos y elementales que hacían su vida más allá de aquel; la oficina de Contaduría se ocupaba de los presupuestos y números del lugar grandioso como un todo, incluidos los sueldos del personal, excepto el del equipo de seguridad, que dependía de la Guardia Real, al mando de Olaf, y de cada una de las secciones como partes del todo; Conservación de Bienes tenía la enaltecedora tarea de procurar que las piezas que testificaban la gloria de otras épocas del Templo del Agua no sufrieran daño alguno, de velar por ellas todo el tiempo, así como también los bienes materiales actuales, aquello que usaban a diario en sus diversas responsabilidades; Empleo y Asuntos Laborales era la oficina encargada de las contrataciones de personal, cada vez que la nómina se ampliaba o renovaba (la relación de dependencia implicaba la existencia de contratos de trabajo que se renovaban, o no, cada cinco años) y era por si sola una de las más importantes, constituyendo uno de los pilares base del excelente funcionamiento del Templo del Agua; Legales, otra de las oficinas, tenía a su cargo todos los aspectos jurídicos de la institución, de aquellos que eran internos y los que implicaban al lugar grandioso como un todo y su personal o cualquiera de las áreas como partes del todo en relación con el mundo exterior; la oficina de Logística era la administradora y prestadora del sistema de transporte del lugar grandioso, disponiendo de una cincuentena de vehículos propios que parecían hallarse todo el tiempo en movimiento permanente dentro y fuera del perímetro, además de otras dos docenas de carretas alquiladas; la excelente eficiencia de los directivos y empleados de la oficina de Mantenimiento hacían que cada edificación y otras estructuras, desde las menos hasta las más importantes, tuvieran siempre ese estado tan inmaculado, sin ningún rastro de desaseo ni deterioro, y fueron ellos los artífices de las restauraciones de los escasos daños que provocara la Gran Catástrofe; la oficina de Planeamiento y Coordinación se ocupaba de idear, estudiar y ejecutar cada proyecto que se hiciera dentro templo, incluidos los presupuestos y tareas de eventuales restauraciones; Prensa y Difusión daba a conocer cada evento (social, cultural, deportivo o el que fuere) o suceso al público en general que se desarrollara en el Templo del Agua; la oficina de Promoción de actividades turísticas, culturales y recreativas organizaba, ideaba y llevaba a la práctica todos los eventos vinculados a una o más de esas áreas; y Relaciones Institucionales no tenía otra razón de ser más que ocuparse del buen funcionamiento y operatividad de todas las áreas del lugar grandioso, incluidas las oficinas principales. "Cada una de ellas depende de las otras quince", resumió Isabel, cuando dejaban el Templo del Agua, pasadas las veinte horas del veintiocho de Enero /Baui número veintiocho, e iban a la puerta espacial cercana. La pareja concluyó el anteúltimo de los días dedicados a las audiencias estando totalmente al corriente del estado de situación y las actividades que se desarrollaban en cada una. Su conocimiento estaría completo mañana, con la exposición del coronel al mando de la oficina de seguridad. Entonces, supieron, y se alegraron, porque sería un instante de alivio y aligeramiento, se podrían tomar cuarenta y ocho horas libres, antes de reasumir sus obligaciones. Eduardo e Isabel estaban lejos de querer dedicar esos dos días únicamente a dormir hasta tarde y descansar, porque no podrían hacerlo ni deseándolo con todas sus fuerzas. Libres por esos dos días de su enorme responsabilidad en el mando del Templo del Agua el nuevo Cuidador y en la oficina de Arqueología y Genealogía Isabel, que ya había firmado el contrato específico (cinco años), se dedicarían al acontecimiento maravilloso, el cual, advirtieron muy pronto, llevaba a la realización de otro evento en el corto plazo, quizás, calcularon, a fines del semestre.
El casamiento.

_Tres cosas para mantenernos ocupados cada segundo todos los días que siguen de aquí en adelante., tradujo Eduardo, dejando el bastón sobre una repisa y la mochila junto a uno de los sofás.
En tanto su novia usaba sus habilidades para encender las velas, puso su mente a trabajar nuevamente a toda potencia, diferente apenas a como fuera alrededor de media hora antes. En ese momento había sido la reunión con el director de la oficina de Relaciones Institucionales, algo que requirió de su parte, también de parte de Isabel, un considerable esfuerzo mental y concentración; ahora lo eran el embarazo, en el que no dejara de pensar por un ínfimo instante, visto incluso en sueños, los breves que tuvo, ese extraordinario evento; y este acontecimiento resultante de el, a poco menos de diez meses de que le hiciera la propuesta.
_Es raro que yo diga esto - empezó a hablar Isabel, apenas alzando un poco su voz, pues estaba en el ambiente de junto, la cocina-comedor diario, preparando algunos de los elementos para la cena -, pero, Por qué no nos dedicamos primero a la última de las reuniones, la de mañana con el jefe de Seguridad?. Una vez que haya pasado, ese espacio de dos días nos va a servir para... ordenarnos, si querés llamarlo así.
No podía engañarse así, acabó por reconocer casi al instante.
La hermana de Cristal estaba tan emocionada como su novio, quizás más por el hecho de ser mujer - el sexo femenino era más demostrativo con estas situaciones; sus emociones, siempre alegres y positivas, afloraban con mayor facilidad -, con el hecho de estar en la dulce espera que en los últimos días, algo que rara vez le pasara en años anteriores, apenas si pudo permanecer concentrada y atenta en todas las cosas que estuvo haciendo, incluida su participación en las entrevistas con los notables y la firma, previa lectura, de su contrato de trabajo. Su madre (Iulí), estando por supuesto al tanto de ese estado emocional, buscó tranquilizarla dándole los primeros consejos y palabras de aliento, al decirle que había experimentado los mismos sentimientos cuando estuvo embarazada por primera vez (Isabel gestándose en su vientre). "Es la emoción de la primera vez", le dijo en uno de los tantos encuentros, aclarándole que ese estado de excitación se le pasaría con el correr del tiempo, y su alegría, felicidad y emoción pasarían a ser algo controlado, algo que no le volverían a impedir la concentración ni tampoco la compostura. "Le pasa a todos", había agregado Wilson, aportando su parte para tranquilizar a su hija.
_Nos dijeron que no vamos a estar solos - repitió el Cuidador, ya disfrutando de la cena, de esas pastas que habían dejado prepararas antes de salir, a la mañana -, y eso es algo que les agradezco muchísimo. Pero, Van a tener tiempo de darnos una mano?. No son solo sus obligaciones laborales, sino también esto. Mirá.
Abrió un ejemplar, el de esta semana, de El Heraldo Insular, en la sección de espectáculos, que todos sus artículos se ocupaba de los embarazos entre las personas famosas. Allí figuraban no solo Isabel, Cristal y la madre de ambas, en un extenso artículo que abarcaba las dos caras de un par de páginas, acompañando al artículo fotografías de cada pareja. También estaban Lara, sonriente junto a Kuza, con Lidia en medio de ambos ( era una foto del primer día de trabajo de la nena híbrida de nueve años en el Templo del Fuego); Iris, la princesa insular y jefa del Departamento de Compras del Banco Real, que aparecía retratada junto a Zümzar en la entrada de la vivienda de este en el barrio Plaza Central, una toma no carente de risas, por el gesto que hizo el hombre con el dedo medio a los amarillistas que los retrataron; otra media decena de mujeres famosas, una del ámbito deportivo, la campeona insular de natación, y las cuatro restantes actrices con años de carrera, y la reina Lili, cuyo caso había ameritado otro artículo, en la sección de política del periódico. "Los hombres feéricos si cumplimos", dijo Eduardo entre risas, viendo las fotos. "Grosero", replicó su novia con un leve gruñido, pero mostrándose feliz al repasar el artículo con la vista. Había pensado, a raíz de ese artículo leído con detalles durante el desayuno, como tantos otros individuos de la raza feérica, que existía un acentuado crecimiento en la tasa de natalidad en todas las escalas ( mundial, hemisférica, continental...) desde que llegaran los primeros tiempos del undécimo milenio, lo que indujo a las hadas a pensar que podrían encontrarse en un lento (lentísimo) retroceso aquel conjuro que causara estragos catastróficos en la fertilidad y el sistema reproductivo de la especie dominante del mundo. El Cuidador del Templo del Agua ya estaba al tanto de esa parte trágica de la historia, conociendo que a su consecuencia los nacimientos estuvieron de estar en caída numérica constante desde ese momento, y que por eso la población feérica mundial no superaba los cuatro mil novecientos millones de individuos en la actualidad.
_ Será que ellos tuvieron razón cuando dijeron que teníamos que serenarnos? - planteó de nuevo Isabel unos minutos después, habiendo concluido la cena y echado los platos y cubiertos a la pileta. Pensaba otra vez, y lo haría tantas veces como lo creyera necesario, tal vez sin considerar del todo las palabras de ayuda y aliento de sus padres -. Por más que lo intento, y de verdad lo hago, no puedo lograr un instante de quietud. Son muchas cosas, muchas emociones y eventos alegres, que pasan al mismo tiempo, y en un lapso que dista de ser extenso. Esas fueron tus palabras., recordó.
_Lo fueron - contestó Eduardo, recordando el momento en que las pronunciara por primera vez -. Y en mi caso si tuvieron su efecto las palabras tranquilizadoras de Iulí y Wilson, lo que nos dijeron. No del todo, eso es verdad, pero consiguieron darme un poco de serenidad... digamos que pude recuperarme en una quinta parte, no más, de las fuertes emociones y la conmoción que despertaron con la revelación de Biqeok.
_En serio?.
_Absolutamente. Y apuesto a que los restantes ochenta puntos porcentuales..., bueno, esas cuatro quintas partes van a volver a la normalidad antes de que se termine el primer cuatrimestre del año. Cuando mucho los primeros siete días de Mayo - insistió el Cuidador -. Seguro que tu caso no va a ser distinto, y eso también te lo dijo Iuli en su momento.
_Supongo que eso es cierto - aceptó Isabel al final, dando por finalizada la limpieza de los utensilios, y repartiéndolos entre los correspondientes cajones y alacenas, con el uso de la telequinesia -. Y tu casi?, De verdad estás volviendo a la normalidad?, Se reducen la conmoción y eso?.
Iulí, Lara y Cristal, además de Iris y la reina Lili. Las cinco estaban en la dulce espera, e Isabel pensó, en tanto volvían a la sala, que entre las seis podrían intercambiar conocimientos, información y, en los casos de Lili, Lara e Iulí, experiencias.
_Es verdad, te lo aseguro - contestó Eduardo-. Don asuntos muy delicados y complejos como para perder la compostura y la serenidad. Por fin lo pude entender. Eso me va a ser de mucha ayuda.
Descubrió con el paso de estos días que el puesto de Cuidador en uno de los lugares grandiosos, si bien constituía una responsabilidad gigantesca y muy superior a cualquiera otra que hubiera llevado, tanto en la Tierra como en este planeta, no era tal como la había imaginado y visualizado, en base a lo que las hadas le contaran y lo que el había leído. Eran sacrificadas mental y físicamente, de acuerdo, pero no tanto como para dejarlo al borde del colapso. "Lo único que no me gustó fue que al cabo de unos minutos empezaron a volverse aburridas", se había quedado al final de cada jornada, en referencia a las reuniones con los notables. A cada momento se repetía para si, en voz alta o en silencio, que el Templo del Agua presentaba condiciones tan impecables (estructurales, laborales, ambientales, financieras, legales...) que su trabajo tendría muy pocos sobresaltos. Respecto de la maravillosa noticia del embarazo, su cerebro, aún con las palabras de aliento que recibiera, se continuaba moviendo a una velocidad de vértigo, trasladándose desde lo más superfluo y banal hasta lo verdaderamente serio, y viceversa, pasando por todas las categorías intermedias. "Quiero estar preparado y con todo el conocimiento", decía, cada vez que las hadas y los seres elementales le preguntaban algo acerca de eso. Y ahora se agregaba el enlace matrimonial. Además de esos tres eventos (trabajo, paternidad y boda), tan importante uno como los otros dos, Eduardo también había sido capaz, y debería poder serlo en el futuro a todos los plazos de mantener en alto y no descuidar los demás aspectos de su vida, siendo algunos de estos, los más importantes, las relaciones interpersonales con todos los individuos con quiénes tenía trato (vecinos, amigos, compañeros de trabajo...) y sus obligaciones puertas de su casa. Pensó, mientras le cedía el turismo Isabel en el cuarto de baño, que seguiría con todos los sentidos completamente alertas a cualquier cosa y consejo o pudiera servirle, especialmente para esas dos visiones desconocidas hacía unos días para el: Eduardo padre y Eduardo marido.  "Cuál será más complicada que la otra?", pensó.

Las ocho menos cuarto del veintinueve de Enero /Baui número veintinueve, y uno y otro los componentes de la pareja residente en La Fragua, 5-16-7 aparecieron al otro lado del siempre imponente marco dorado, teniendo al Templo del Agua a pocos pasos de distancia. Sin dejar de pensar en el par de acontecimientos que tenían por delante, el embarazo y la boda, la cual empezarían a planificar esta noche, no bien hubieran vuelto a su casa, Eduardo e Isabel, bien preparados para soportar la alta temperatura pronosticada para hoy, por los propios instintos de las hadas, avanzaron a paso firme por un sendero inaugurado a mediados del mes. Era la primera obra que encaraba Eduardo, y se había llevado a cabo entre el alba del dieciséis de Enero y la media tarde del dieciocho, a un costo de cuarenta y cuatro mil soles, que provinieron de las propias arcas del templo. "Otro lujo", opinó el ideólogo de este proyecto, llevado adelante por una cuadro del Consejo IO, al mando de Oliverio.
_Parece rutinario y aburrido, pero dudo que lo sea., discrepó el hada de fuego, en tanto cruzaron el umbral, saludando al personal en el acceso y a los visitantes que habían por allí.
Ya había decidido su compañero sentimental y futuro marido (y jefe) que el horario para visitantes no iba a modificarse. Continuaría siendo de diecisiete horas, entre las seis y las veintitrés, y de trece los fines de semana, entre las siete y las veinte.
_Ojalá no te equivoques - deseó Eduardo -, porque este trabajo, esta responsabilidad, es para siempre.
No dejó el Cuidador de pensar que sus tareas serían las mismas un día y otro y otro más. Que debería dejar en un segundo plano todas las cosas que sabía hacer, o al menos la mayoría, incluidos sus conocimientos en las disciplinas que formaban la arqueología. Sin embargo, estaba determinado y firme en su decisión de no abandonarlas del todo. Pensaba, si la oportunidad se le presentaba alguna vez, visitar tal o cual yacimiento y excavación y el MRA, para el cual había trabajado gran parte del año pasado. Tampoco sus conocimientos en albañilería, pues entre los dos ya habían empezado con algunas tareas menores en su casa, de esas obras que habían imaginado.
Desechados la mayoría de los proyectos, en parte inmensa por la responsabilidad de dirigir el Templo del Agua y el tiempo que esto les demandaba, los planes se concentraron en restauraciones de lo ya existente en el patio trasero, lo que incluía la poda de ese árbol que crecía allí, para darle a la copa una forma esférica, y los proyectos de "jardinería y floristería" en que pensaran las mujeres durante los últimos tres días del año pasado. Respecto del cuerpo principal de la casa, la mayoría de las cosas seguirían como hasta ahora,, y una de las pocas obras, quizás las principales, consistían en trasladar una parte del contenido en esa torre de tres niveles, que la pareja destinaba a su pasatiempo, al ambiente de junto, desocupado este, para descomprimir las estanterías u otros muebles, y el otro proyecto principal era la construcción de una ludoteca-sala de juegos en otro de los ambientes vacíos, aquel que estaba en el extremo derecho, junto a uno de los dormitorios. Con todo, la pareja pensó que los primeros días de Julio eran el momento para el fin de todas las obras.
_ Cuánto se tardaría para empezar, continuar y terminar una obra así, en circunstancias normales?., le preguntó el Cuidador a su compañera, ya subiendo por la escalera caracol, en la torre central.
_No más de dos semanas - contestó el hada de fuego -, por lo que conozco, que no es mucho. Podríamos contratar a alguien, si querés. Eso nos permitiría acelerar las obras. Podemos ir al Consejo de Infraestructura y Obras o al Mercado Central de la Construcción, o a los dos, y poner avisos que digan que estamos buscando albañiles.
_No es una mala idea, pero prefiero que seamos nosotros - quiso Eduardo-. Quiero tener la oportunidad de llevar a la práctica las cosas que se, esos conocimientos que rara vez voy a usar, dada esta enorme responsabilidad que llevo sobre los hombros. O mejor, podría ocuparme yo de esas obras, de todo., apostó, sonriendo.
_Que buen gesto - lo eligió Isabel, a solo pasos de la antesala -. No querer que una dama haga esas tareas pesadas. Y en qué me ocuparía yo, mientras estés trabajando?.
_Bueno - empezó a contestar su novio, manteniendo la sonrisa leve -, como dijiste, es una tarea pensada... Así que a las doce en punto me gustaría que estuviera el almuerzo listo con la mesa equipada como de costumbre!.
_Machista!., protestó la dama.
_Ay!., fue la respuesta de Eduardo al codazo, a la vez que llegaban al final de la escalera.
Esa clase de comentarios, sin embargo, alegraban a Isabel.

El jefe de Seguridad los estaba esperando en uno de los cómodos sillones en la antesala, teniendo consigo un material cuya cantidad no tenía nada que envidiar a la de los anteriores notables. “Entremos”, le pidió el Cuidador, sin dejar de tener su mente dividida en esta responsabilidad, el embarazo, el casamiento y las obras en su casa. “A la mañana de nuevo”!, dijo Isabel, en referencia al momento de la última reunión, porque a la tarde, no bien hubieran finalizado con esa tarea en la oficina, tendrían otra potencialmente peligrosa: revisar una a una la sesentena de trampas caza bobos  diseminadas por el enorme predio. En este, la seguridad era excelente y no dejaba que desear, existiendo además de dichas trampas la cifra de ciento treinta y cinco guardias que se repartían en grupos de cuarenta y cinco las tres jornadas laborales de los hábiles, de ocho horas cada una, y otros cien los fines de semana, infantes de marina, un grupo relativamente nuevo de la defensa militar del reino que prestaba su colaboración cada sábado y domingo, en que dividían el tiempo en dos jornadas de doce horas, habiendo cincuenta tropas en cada una. “Esto me gusta”, opinó Eduardo, leyendo en una planilla el esquema con los horarios, decidiendo que también estos sufrirían modificaciones. Leyó los reportes del inventario del arsenal y los equipos, de las condiciones estructurales en las barracas y otras instalaciones, del presupuesto y del estado legal de la guarnición. No encontró errores en eso ni tampoco en las exposiciones orales del jefe de seguridad y, finalizado el encuentro allí, a las doce y media, uno y otro los mandamases concluyeron que en eso no había existido diferencia alguna con respecto a las exposiciones anteriores. “Como los tres ya sabíamos”, finalizó Eduardo, en el momento en que los tres se preparaban para dejar la oficina de dirección. Irían primero a la guarnición, donde el notable dejaría el material, en su despacho, e inmediatamente luego a inspeccionar las trampas caza bobos.
Tampoco era distinto el panorama, ni las situaciones, respecto de los días anteriores, como apreciaron fácilmente Eduardo e Isabel, al ir sobrevolando a baja altura el templo y marchando sobre los caminos adoquinados o empedrados. Personal de mantenimiento y limpieza por un lado, científicos y profesionales varios por otro y patrullas a pie totalizaban no menos de dos centenas y medio, a quienes se sumaban los visitantes, al menos treinta o cuarenta veces más numerosos. Algunos de estos andaban en solitario o en grupos, otros eran llevados por los guías que les mostraban las estructuras y contándoles su historia, y otros más descansaban en los majestuosos y amplios espacios verdes y arbolados. Como ya aprendieron desde la primera semana de Enero, sobre todo el nuevo Cuidador, las trampas en el suelo y otras zonas estaban señalizadas con cintas de colores, las cuales eran un indicativo de su alcance y su peligrosidad. Algunas marcadas con cintas rojas eran las más inofensivas, o, como las llamó el jefe de seguridad, “casi graciosas”; con cintas verdes se señalaban las trampas diseñadas con una o más de las artes mágicas, hechizos incluidos; el celeste indicaba la presencia de toxinas y venenos de origen animal o vegetal no letales, capaces de provocar, siempre temporales, efectos tales como ceguera, parálisis muscular y un acné bastante evidente y desagradable. L otra clase de trampas, señaladas con cintas amarillas,  eran las menos numerosas, habiendo solo ocho, instaladas cerca de las estructuras que constituían el lugar de trabajo de los notables. “¿Cómo funcionan?, ¿qué hacen?”, quiso saber Eduardo, a lo que el coronel insular le contestó que cualquiera que por accidente cayera en ellas era automáticamente transportado a varios kilómetros fuera del Templo del Agua. “Potencialmente letales”, agregó, al pensar que esa víctima podría caer, por ejemplo, en un risco muy pronunciado, la caldera de un volcán activo o en medio de animales particularmente grandes y pesados que huían en estampida.
“El lugar de destino es aleatorio”, tradujo Eduardo, mirando un cinta verde cercana a el, a su derecha. Agotada la conversación y la recorrida para inspeccionar las trampas, el jefe de Seguridad hizo que vieran las torres en los cuatro extremos del predio, en las que había guardias del regimiento de ballesteros que tenían un ángulo de visión perfecto y portaban las nuevas armas de la CIIM – Compañía Insular de Industrias Militares -, que con su diseño permitían mayores precisión y alcance a las flechas. “Discontinuamos los nidos porque eran innecesarios”, comunicó el notable a Eduardo e Isabel, en referencia a los puestos donde los defensores se parapetaban para responder a los ataques. “Hubo doscientos cincuenta de ellos durante la Guerra de los Veintiocho”, complementó el hada de fuego, explicando que en aquella época, y durante el milenio posterior, hubieron de estar instalados en los puntos estratégicos,  como cruces de caminos y puentes. La exposición y caminata concluyeron con unas pocas palabras del notable sobre los esquemas de los guardias que patrullaban a pie, casi describiendo figuras geométricas, y los monstruos, los Mï-nuqt y uc-nuqt, pues en uno de los galpones de la guarnición tenían, debidamente catalogados e inventariados, los suficientes materiales como para crear, si se los requiriera, una centena de cada uno de esos tipos de monstruos.

“Hasta dentro de dos días”, se despidieron, apenas cinco minutos después de las veinte, los nuevos líderes del lugar grandioso, saludando con los brazos en alto al personal y los turistas que encontraron en su camino desde la torre central hasta el acceso al predio. El Sol apenas se estaba yendo, tal vez le quedaran otros treinta o cuarenta minutos a los últimos rayos, y la alta temperatura era ahora la mitad de lo agobiante que fuera a la tarde, con sus casi cuarenta grados. La pareja hizo todo el trayecto desde el umbral en el Templo del Agua  hasta el de su casa, en Barraca Sola, repasando la exposición de hoy y las anteriores, dando la conversación por finalizada cuando estuvieron en la comodidad de la sala. “¡Fuera zapatos y mochila al piso!”, se alegró Eduardo, tras lo cual se dejó caer en un sofá. Su prometida lo imitó, y dejaron los dos correr el siguiente tercio de hora, prácticamente sin pronunciar otra cosa que no fueran unos pocos monosílabos, antes de ponerse en movimiento de nuevo. Se darían un buen y merecido baño, cenarían e irían a dormir, pensando que dedicarían los dos días venideros al otro par de eventos tan importantes para ellos y las obras en su casa. “Y nosotros nos ilusionamos con un poquito de descanso”, comentó con sarcasmo el hada de fuego, tomando algunas de sus prendas en el armario del dormitorio principal. “Ojalá lo tuviéramos”, lamentó Eduardo, chocando varias veces sus palmas en el aire (los mosquitos eran una de las consecuencias del clima tropical), haciendo caso omiso del cansancio físico. Oyendo como empezaba a caer el agua en la ducha, decidió que pasaría el tiempo leyendo y estudiando los planos y esquemas de la casa, un bien compartido en cuanto estuvieran casados, con las correcciones que ambos hicieran el pasado fin de semana. Como fuere, pensó que su prometida y el mismo planearían a fondo eso mañana, junto con las demás obligaciones, y pensó, mientras la escuchaba ir primero a la lavandería y después a uno de los dormitorios secundarios (Eduardo había ido otra vez a la sala principal), que estarían bastante ocupados  con las actuales obras, el embarazo y el casamiento, además de con las obligaciones laborales, como para agregarle otra cosa. “Tu turno”, le dijo Isabel, estando en la sala, acomodándose el cuello de la camisa mientras daba los pasos. “Voy”, contestó Eduardo, guardando los planos y esquemas en una carpeta y a esta dejándola sobre una repisa.

No hubieran podido despertarse en el mismo horario que todos los días ni habiéndolo deseado con todas sus fuerzas. Eduardo e Isabel durmieron corrido y sin interrupciones hasta mitad de la mañana, casi once horas, y no hubieran abierto los ojos de no ser porque el Sol hubo de estar en la posición correcta como para que uno de sus rayos se colara por la persiana y diera en la cara de ambos individuos. El saludo fue el acostumbrado (un beso), tras el cual dejaron la cama, vistieron, calzaron y dieron entonces inicio a la jornada.
_Desde la mañana del seis de Enero me vengo preguntando como será eso de llevar una vida normal – planteó Eduardo, esperando que se enfriase el té. Para hacer tiempo, el y su novia leían un diario con anotaciones que días atrás les dieran Wilson e Iulí. Todo lo consignado allí eran consejos que ellos recibieran cuando la dama estuvo en la dulce espera, y observaciones y opiniones de ella misma y su marido. Ambos concluyeron que ese material les sería muy útil a su hija y su futuro yerno –, ¿no te preguntás eso mismo?.
Al final, bebió el primer sorbo.
_Si, todos los días – afirmó Isabel, leyendo un párrafo en que su madre había consignado con detalles como se sintió durante el primer mes en ambas esperas –. No hablo del embarazo o del casamiento, porque eso es perfectamente normal en las parejas y matrimonios. Algo que desde el inicio es positivo y alegre, por supuesto. Me refiero a las obligaciones laborales, a lo que nos espera de aquí hasta nuestro último momento en este mundo.
Con el esquema de días y horarios ya modificado por el nuevo Cuidador, este y su segunda tendrían que trabajar cincuenta y cinco horas semanales, las cuales podrían extenderse de ser necesario y si hubiese una razón de peso para hacerlo. De momento, desde el uno de Febrero /Entoh número dos, trabajarían diez horas cada día hábil, entre las ocho y las dieciocho, y cinco el sábado, desde las ocho hasta las catorce. Otro de los horarios modificados fue el de los profesionales, que tendrían el mismo que el de Eduardo e Isabel, en tanto que el resto del personal – maestranza, guías de turismo, administrativos… – trabajaría en dos jornadas los días hábiles, desde las seis hasta las catorce treinta y de catorce treinta a veintitrés, y otras dos los fines de semana, de siete a trece treinta y de trece treinta a veinte. Con ello, los mandamases equipararon los horarios de esta parte del personal con el de visitantes.
_Tenemos que aprovechar todo el día de mañana y lo que queda del de hoy para ponernos al día con los tres eventos, cuatro si contamos las obras que estamos por encarar en nuestra casa – apostó Eduardo, recurriendo a lo poco que había conseguido de autocontrol y compostura. Aparte de esas breves palabras acerca de la modificación en los horarios, hoy tampoco, y mañana, no hablarían de nada vinculado a su nuevo trabajo, a su nueva responsabilidad. Los otros dos acontecimientos eran igual de importantes –. Dejemos a un lado el Templo del Agua, ya acerté, y creo que vos también, que no necesitamos otra cosa que buena voluntad y tiempo para acostumbrarnos y adaptarnos del todo. Mejor nos ocupamos de lo otro, de esos dos momentos de felicidad que nos esperan.
Porque eso eran el embarazo y el casamiento.
Para ellos y para todas las hadas.
_Dediquémonos a la boda – prefirió Isabel, después de vaciar su taza –; eso es, de los dos eventos, el más complejo. No digo que el embarazo no lo sea, pero conozco lo que hay que hacer y no demanda esfuerzos mayores ni tiempo. Tan solo una visita al mes a la ginecóloga para determinar que ni el bebé ni yo estamos teniendo problemas y que la gestación marche por buen camino hasta el final. El organismo público que se ocupa de los enlaces matrimoniales es el Comité de Asuntos Familiares, el CAF, que depende del Consejo de Desarrollo Comunitario y Social. No tenemos más que ir allí y pedir una fecha.
Eduardo comparó y concluyó que en ese aspecto no habían las diferencias entre este mundo, esta sociedad, y sus recuerdos de la Tierra.
_Es sencillo – observó, terminando el té –, supongo. ¿Cómo se pide?.
_Simplemente vamos a la oficina del CAF y listo. Está en el ala sur del primer piso, en el Castillo Real – informó Isabel, poniendo los utensilios en la bandeja –. ¿Te digo más?., podríamos ir ahora mismo. El horario de atención es desde las ocho hasta las dieciséis los días hábiles. Todo lo que necesitamos son nuestras cartas personales y cien soles para costear los trámites… ¿qué pasa?.
Porque el experto en arqueología submarina dejó su silla y, yendo a la otra cabecera, hizo que la dama también se levantara, tomándola por ambas manos y, mientras la abrazaba, le dio un beso.
_Vamos – quiso, demostrando total compromiso y firmeza n esa palabra –, vayamos ahora a Plaza Central. ¿Cartas personales y cien soles, dijiste?... acá los tengo.
Le mostró su carta y cinco monedas de veinte, a lo que Isabel empezó a derramar una atrás de otra las lágrimas, arrojándose a los brazos de su novio y prometido.
_¿Lo estás diciendo en serio? – reaccionó –, ¿de verdad querés ir ya mismo?.
_Si, es en serio – ratificó Eduardo, prolongando las demostraciones afectivas, creyendo que con ellas se tranquilizaría su compañera. Por supuesto, sabía que no tendría un éxito completo –. Es verdad que tus manifestaciones y demostraciones son más efusivas, más evidentes, Isabel, pero no implica que yo no lo sea. En ese sentido estamos emocionalmente iguales, sin que uno pueda superar al otro. Por todo eso es que en estos días que pasaron me estuve preparando, mentalizando e ilusionando con la idea de vernos como un matrimonio. Eso hizo que haya estado como estuve este mes, o la mayoría de el – casi sin darse cuenta, abandonaron la sala, y, cuando cayeron en la cuenta, estuvieron entrando en su dormitorio. En efecto, se cambiarían y saldrían de su casa, teniendo como destino la oficina del Comité de Asuntos Familiares, el CAF –. me refiero al estrés. La responsabilidad de ser Cuidador, estas obras en nuestra casa, el embarazo y la boda. Es demasiado. Y seguro que si los dos nos ocupamos de esto ahora, de ir al CAF…
_No creas que vamos a aligerar el estrés, yo creo que es lo contrario, y segur que vos vas a terminar pensando de esa misma forma – interrumpió Isabel, comprobando que su prometido tuviera los ojos cerrados y se hallara de espaldas. Aunque llevaban casi un año viviendo juntos (tomaron como punto de partida el despertar del arqueólogo) aun sentía algo de timidez cada vez que la veía vistiéndose o desvistiéndose, y este era el caso ahora –. No se trata solamente de ir allí y pedir la fecha.  Dependiendo de cuál sea esta es que vamos a disponer de más tiempo o de menos para ocuparnos de todos los preparativos, de cada detalle, aun los más insignificantes, porque no estamos hablando de una reunión o un evento cualquiera, sino de uno de los más importantes de todos, para individuos y para grupos – ropa y calzado livianos fue lo que seleccionó, por supuesto, de tonalidades claras. El día no sería menos caluroso ni menos húmedo que los anteriores –. Para cuando llegue esa felicísima fecha, no tiene que haber quedado nada librazo al azar. Todo tiene que ser perfecto, como lo fueron el día de nuestros cumpleaños y la ceremonia de la Transición.
_Espero que nos e incluyan los tortazos., deseó Eduardo.
_Quedate tranquilo, no lo hace – garantizó Isabel, abotonándose las mangas de la blusa –, eso se reserva para los cumpleaños…. Muy bien, ya terminé de arreglarme., anunció, incorporándose.
 Eduardo se cambió y arregló acto seguido, en alrededor de la mitad del tiempo que Isabel (a quien se lo hizo saber con gestos y una sonrisa, lo que provocó un leve gruñido de su parte), y para cuando fueron las once y diez ya no les quedaba nada que hacer en su casa. El hada de fuego escribió una breve nota que dejó sobre la mesa, recordando que sus padres irían hoy allí para almorzar, como hacían casi todos los días.  Les explicó dónde iban a estar y para qué, aclarando en el último párrafo que pudiera ser que almorzaran en algún local gastronómico en el barrio Plaza Central, incluso en el restaurante que funcionaba en el castillo, si a Wilson e Iulí se les llegara a ocurrir buscarlos allí. “Así está bien”, concluyó la dama, fijando la nota con la base del florero, y tomando su equipaje, una mochila pequeña y más bien liviana, a lo que dio a entender que ya podían salir. Eduardo abrió la puerta y le cedió el paso, saliendo el mismo acto seguido, cerrando (no hacía falta ninguna llave) la puerta y, al suave batir de alas, despegaron tal era su costumbre, lentamente y en línea recta, hasta una altura que los dejaba libres de cualquier obstáculo, excepto las sogas con que mantenían unido al inmenso globo, desde el que se observaba y cartografiaba el terreno. Sabiendo que no tenían urgencias por llegar en cuanto al tiempo, porque aún faltaban alrededor de cuatro horas y tres cuartos para el fin del horario de atención al público en el CAF, sobrevolaron lenta y pausadamente, observando las verdaderamente escasas diferencias en el panorama con respecto a cualquiera de los días anteriores.
Abundaban los transportistas, especialmente en los caminos principales, llevando todo tipo de mercancías, algunos con un destino fijo, como los mercados centrales u otros lugares de acopio y redistribución, siendo uno de estos aquella estructura que daba su nombre al barrio Barraca Sola. Personas que cumplían una o más obligaciones laborales en la vía pública, como las cuadrillas de mantenimiento de los Consejos IO y EMARN (Infraestructura y Obras y Ecología, Medio Ambiente y Recursos Naturales), eran una parte permanente del paisaje, tanto como la febril actividad en las oficinas y locales comerciales. Los más jóvenes, adolescentes e infantes, estaban sin tener otros planes más que divertirse. Empleados del Consejo CEST (Correos, Encomiendas, Sellos y Timbres), quizás más atareados que los demás, a pie o en bicicleta, además de haber algunos marchando sobre el lomo de algún animal, andaban con uno, dos y hasta tres bolsos repletos de encomiendas y cartas, lo que demostrara la suma e inmensa importancia de las comunicaciones postales, principalmente para tener conectados unos con otros todos los lugares habitados del reino. Varias hadas por allí hacían sus pic-nics, tan característicos y representativos estos de su cultura, acompañados algunos de estos grupos por individuos de otras especies elementales, siendo de estos los que vieron Isabel y Eduardo con mayor cantidad los seres sirénidos, al menos cuatro centenas en los cursos y espacios de agua, los vampiros, más activos que de costumbre, porque aun celebraban el ascenso en el Templo del Fuego de Lidia y Lara 8usaban anteojos oscuros para protegerse de los rayos solares), para quienes hubo de terminar también el período de las exposiciones de los notables en ese lugar grandioso. Unos pocos ornímodos también estaban allí, no siendo su número superior a la decena, cuatro adultos y seis crías, que habían sido invitados para formar parte de un encuentro entre razas organizado por el Consejo de Relaciones Elementales, el C-REM, que se desarrollaría desde esta tarde y durante la siguiente semana – un grupo de ilios, en las tierras noroesteñas insulares, había sido descubierto haciendo pintadas ofensivas y discriminatorias contra todas las sociedades y culturas ajenas a la suya, en el monumento que recordaba el lugar de fundación de esa región, y los elementales iban a decidir en qué forma proceder –, Los gnomos, para variar, marchaban alegres y en fila cargando comestibles y enseres con sus manos,  tarareando una de sus canciones más distintivas, perdiéndose en un grueso tronco, que era la entrada más cercana a los túneles y recámaras que constituían su hogar. A todos, como a cualquiera, los hermanaba un enorme sentimiento de felicidad, y no era para menos, con la excelente forma con que empezaran el año y las cosas, positivas en su totalidad, que habían pasado desde entonces. “Las hadas siempre fuimos así”, comentó Isabel, estando a poca distancia de su destino, no habiendo hallado una sola muestra de lo contrario desde que salieran ella y su novio de su casa. Eduardo sabía eso, por supuesto, aun desde antes de su llegada a este planeta.

Estando ya en el Castillo Real, se hallaron frente al mismo panorama que en el exterior. El clima alegre restante y la buena voluntad eran totales y constantes, como advirtieron sin problemas Eduardo a Isabel, a quienes reconocieron los feéricos que estaban allí (empleados, funcionarios, turistas…), acercándose a algunos de estos para saludarlos y decirles que no quedarían desilusionados a causa de sus actos en el Templo del Agua, y ellos a su vez les dijeron que no se preocuparan con tanta intensidad, como lo estuvieron haciendo hasta el día de ayer. Básicamente, les dijeron que debían darle tiempo al tiempo y esperar, puesto que no podían pretender alcanzar todos esos logros que de ellos se esperaban ni poder asimilarlo ni estar acostumbrados a esta enorme responsabilidad en un lapso tan corto (dijeron lo mismo a Lidia y Lara, cuando ambas visitaron el castillo ayer por la tarde, acompañadas por Kuza). Evidentemente, el estado emocional y mental de Eduardo e Isabel, con tanto para abarcar y hacer al mismo tiempo, se había diseminado, no habiendo jamás podido pasar desapercibidos, por ser quienes eran. “Lo vamos a intentar”, contestó el Cuidador a un grupo de esas hadas, cuando empezaban a trepar por una de las amplias y lujosas escaleras. Sabían lo que pasaría no bien estuvieran en el acceso a la oficina del CAF, porque era el único motivo que haría que uno y otro los residentes de La Fragua, 5-16-7 fueran allí; y no tardaron en visualizar el hecho de que ese motivo  tomaría estado público no bien la pareja dejara la oficina. Sus miembros decidieron que no planificarían absolutamente nada hasta no tener la fecha, lo hicieron ayer y esta mañana, dependiendo de cuánto tiempo pudiera existir desde hoy hasta ese momento es que dispondrían del lapso para la organización, sus detalles y el nivel de magnificencia. Estando ya en la oficina, hallaron no menos de una veintena de individuos que aguardaban ser atendidos frente a las ventanillas, representando cada una de estas una de las responsabilidades del Comité de Asuntos Familiares, y, con solo situarse en la fila frente a la ventanilla número tres –, Casamientos – todos los presentes allí, hombres y mujeres por igual, comprendieron que fueron a hacer los mandamases del Templo del Agua a ese lugar. Siendo los únicos en esa ventanilla se convirtieron en acreedores de discretos aplausos y felicitaciones (un letrero pedía no hacer ruido y no hablar en voz tan alta o a los gritos), siendo así como se reaccionaba ante todas las parejas que iban a pedir una fecha para ese importantísimo evento, y Eduardo e Isabel nuevamente volvieron a afirmar para si que serían un grupo.
Harían las cosas, todas y cada una, los dos juntos.



FIN



--- CLAUDIO ---

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