No
se cansaría de reiterarlo, en voz alta o en su mente, tantas veces como fuera
necesario, para si mismo tanto como para cualquiera que estuviera a su lado.
Eran demasiadas emociones, demasiadas de verdad, en un lapso de tiempo
fenomenalmente corto. Por un lado, estaban la sorpresa y el destino,
desconocidos, que aparecieran con las revelaciones de Biqeok en la oficina
principal del Templo del Agua, a la mitad de la tarde del quinto día de este
mes. Todo lo que transcurriera desde ese momento de importancia vitalísima en
adelante, todo cuanto lo incluía directa e indirectamente, era demasiado para
el experto en arqueología submarina, que a consecuencia de eso se preguntó en su mente como había logrado conservar la
cordura y la compostura, y como lograría conservarlas. Ahora, no solo debía
ocuparse de dirigir el lugar grandioso y hacer todo cuanto se esperara de el en
ese importantísimo lugar. Su compañera sentimental y prometida, en la noche del
décimo tercer día del mes, le había dado otro motivo, una de las mejores cosas
que podía ocurrirle a cualquier pareja, cuando no la mejor, para que volvieran
a mezclársele las ideas, sentimientos, pensamientos y emociones, con la
salvedad de que esta vez esa gama variada no implicaba nada melancólico, malo
ni triste. Isabel, entre manifestaciones corporales y faciales que pusieron en
evidencia cuan contenta estaba, aun con la partida de su hermana y uno de sus
mejores amigos – Eduardo no fue la única persona con os sentimientos mezclados
y confundidos, aunque lo suyo venía por otras razones – vio en esta sensación
completamente nueva, en esta experiencia completamente nueva, que solo conocía
a través de relatos, un medio para evadirse de la tristeza que surgiera en ella
a raíz de los acontecimientos de hacía más de una semana en la Casa de la
magia, sabiendo lo que significaban e implicaban. Fue casualmente esa mañana,
cuando las hermanas estuvieron reunidas en el parque La Bonita, haciendo un
repaso de sus vidas, sobre todo de los últimos días, que lo supo, y también
Cristal, porque una estuvo dirigiéndole la mirada a la otra, cuando hablaban
acerca de los potenciales peligros que implicaban las defensas mágicas para los
propios habitantes de la isla, en ese instante en que sus auras violetas, dos
líneas estáticas e inmóviles, a
consecuencia de la situación que estaban atravesando, experimentaron ese súbito
resplandor tan breve, que indicaba el inicio de la concepción en las mujeres
feéricas. “¿Viste lo que yo?”, preguntaron casi al mismo tiempo, los ojos
abriendo de par en par, con una nueva tanda de lágrimas que esta vez no
estuvieron relacionadas con el viaje de Cristal y Kevin y el hecho de que las
hermanas tuvieran que separarse. “Si, lo vi”, contestaron, agregando “Lo vi y
lo sentí”. Aun no podían superar lo de la enormísima distancia que habría entre
ambos desde las doce y media de hoy, pero sin dudas que estos atípicos resplandores,
lo que significaban, les ayudaría a recuperarse anímica y emocionalmente. Algo
así deseaban con fuerza desde que cada una empezara su relación formal con los
hombres, que hoy eran sus prometidos. “Tenemos que contarlo hoy mismo”,
convinieron, advirtiendo que reacciones
adoptarían uno y otro. Positivas y alegres. Eso serían, pero no conocían la
intensidad de tales, ni en cual forma las pondrían de manifiesto. Estando ya en vuelo desde el siempre bello
parque hasta Barraca Sola, acordaron que darían esa magnífica (“Magnífica con
letras mayúsculas”, se ocupó de destacar la mayor de las hermanas, obteniendo
la total aprobación por parte de la menor) no bien estuvieran ya distanciadas,
una en su casa en la periferia de la Ciudad Del Sol y la otra en altamar,
porque en un rincón de su mente se les ocurrió pensar que el arqueólogo y el
artesano-escultor – los “coautores” de las concepciones… los “futuros padres” –
querrían abandonar cualquier cosa que estuvieran haciendo, cualquier lugar en
que se encontraran y cualquier pensamiento o imagen que hubiera en sus mentes
para reunirse a debatir, a analizar con cuanta profundidad y serenidad fueran
necesarias, esta nueva revelación, tan sorprendente como la de los antiguos
Cuidadores y, de esto no había dudas de ninguna clase, mucho más esperanzadora
y alegre, al menos en lo personal para los hombres. En su caso, lo primero que
dijo, con una voz cargada de dicha (parecía que lo triste y negativo hubiesen
ocurrido en un pasado lejano y no hacía solo unas pocas horas), el hada de
fuego, sonriendo e hinchando los ojos, no bien su prometido y sus padres
comprendieron el significado de ese gesto, tocarse el vientre con una
mano, después con la otra y por último
con las dos, fue “No, les aseguro que no fue una broma”. Eduardo quedó
inmediatamente mudo e inmóvil, absolutamente conmocionado por lo que empezara a
pasarle, a el tanto como al nuevo Cuidador de la Casa de la Magia, y Wilson e
Iulí ofrecieron uno a otro la impresión de querer pelearse para ver cual de los
dos era el primero en abrazar a su hija y cubrirla de elogios, felicitaciones y
otra dosis, quizás superior cualitativa y cuantitativamente, de buenos deseos y
palabras de ánimo.
"Están
por emprender algo que es definitivamente más importante que cualquier otra
cosa, que todo lo demás junto", le hizo saber Iulí (no ganó la
competencia, solo hubo un gesto de caballero por parte de su marido), adorada
ante la idea de saber que en nueve meses Cristal e Isabel le darían sus
primeros nietos o nietas. "Padres y abuelos casi al mismo tiempo,
curiosidad y dicha posiblemente la misma semana", dijo Wilson acto
seguido, felicitando a su hija, pensando que este sería un Octubre, para cuando
ocurrieran los alumbramientos, por demás atípico. "Vamos a ver si reacciona",
quiso Isabel, aún con los ojos hinchados y la enorme sonrisa de alegría,
notando como su alma gemela seguía inmóvil y en silencio, con la vista fija al
frente y los brazos caídos. "Pero, cuándo lo notaron Cristal y vos?, Cómo
pasó esto?", llamó Wilson, moviendo una mano delante de los ojos de su
futuro yerno. "Como ya se imaginan, de la única manera posible pasó",
contestó Eduardo, sin modificar su
postura ni su semblante, haciendo reír al futuro abuelo y provocando un
enrojecimiento en Iulí e Isabel. Las mejillas de esta última se sonrojaron como
nunca en varios meses, por la costumbre, quizás, de que las mujeres feéricas no
hablaban de estos temas cuando sus padres estaban presentes, y menos si a raíz
de eso se debía la "buena nueva". "No puedo moverme, de verdad
no puedo", dijo Eduardo, esforzándose por recuperar el ritmo normal en su
respiración. Físicamente, estaba en perfectas condiciones, y no era para menos,
considerando lo poderoso que se había vuelto desde que la reina Lili le concediera
sus habilidades y el elemento agua, y lo que habría de volverse, ahora que era
el Cuidador de uno de los lugares grandiosos. Su problema, saltaba a la vista,
radicaba en lo mental. Eduardo ya tenía sus pensamientos bastante ocupados con
la responsabilidad eterna, pues eso era, de dirigir el Templo del Agua, y ahora
se enteraba de este nuevo destino, una responsabilidad aún mayor, y era un
futuro, el mismo como padre, en el que jamás había pensado. "La más grande
aventura que cualquier individuo, femenino o masculino por igual, pueda
emprender", dijo, aún con la voz apagada, o confundida, casi repitiendo
las palabras de su futura suegra, porque eso era para las hadas. Así había sido
siempre y así sería hasta el fin de los tiempos. Cada vez que las hadas encaraban
o empezaban algo decían que era una aventura, no importaba su grado de
seriedad, ni tampoco el contexto. Eduardo estaba haciendo grandes esfuerzos por
respirar normalmente y recuperar la movilidad en su cuerpo, pero esas tareas no
le eran fáciles. Visiones del futuro. De todas cuántas tuvo ayer y de todas
cuántas tenía hoy, ninguna lo ubicaba a el como padre, y, reconoció, la única
vez que tuvo un bebé en sus brazos fue en este mundo, en el pasado Marzo en los
días de la Gran Catástrofe, cuando ayudará a Lía en su difícil y peligroso
momento. Había decenas, cuando no centenas, de cosas que desconocía, o de las
que solo conocía lo básico, o menos que esto, y la paternidad era algo que
encajaba en esas tres categorías. Prácticamente no tenía conocimientos a ese
respecto y tampoco, menos, experiencia. Aún con el ritmo respiratorio y el
cardíaco alterados, y siendo capaz de ejecutar nada más que movimientos
básicos, hechos por instinto, logró incorporarse, abandonando la silla en la
cabecera opuesta, y, con la sala en silencio y medio envuelta en la oscuridad
(poco o nada importaba que afuera estuviese nublado y a punto de llover, y que
adentro las velas casi se hubiesen consumido, teniendo semejante alegría para
mantenerlos ocupados y concentrados, y además las tareas que empezarían mañana
en el Templo del Agua), se acercó a su compañera de amores, quien no dejaba de
temblar a causa de la emoción que, se notaba a la legua, la sobrepasaba,
extendiendo los brazos a los lados, a la vez que exclamaba, sin dejar de estar
confundido ni conmocionado, el nombre de la dama. "Isabel", pronunció
con delicadeza y ternura, dos rasgos que conservaba únicamente para su novia
cuando hablaban acerca de estos temas. Se abrazaron, cada vez con menos
iluminación artificial, y besaron, pero fue una familiaridad distinta a
cualquiera de las anteriores, desde aquella primera en La Bonita (Isabel aún
recordaba como sus alas se agitaran a causa del primer beso, algo que era
desconocido para la mayoría de las hadas y que lo continuaba siendo). Este beso
no fue solamente una de las acostumbradas demostraciones de amor, que Eduardo e
Isabel ponían en práctica a diario, tanto en público como en privado; esta vez
fue una respuesta natural e instintiva, así quisieron definirla, al gran
acontecimiento que para los dos era la concepción. Los "futuros
abuelos" se les unieron no bien terminara esa demostración de amor con su
justo añadido, y en grupo celebraron ambos eventos, advirtiendo que, para los
cuatro involuntariamente, el tema del Templo del Agua estuvo pasando a un
segundo plano.
_No
quisiera ser descortés ni grosero- indicó Eduardo, dirigiendo asas palabras y
la vista a Wilson e Iulí, que entendieron lo que iba a pedirles. Lo entendían,
comprendían y justificaban –. Pero me gustaría estar solo y tener privacidad
con Isabel en este momento.
_No
lo pidas dos veces, ninguno tiene que hacerlo – estuvo de acuerdo Wilson. Los
entendía porque el mismo e Iulí habían pasado ya por esto, tres veces, siendo
de estas la primera la que causara en el matrimonio mayor conmoción, sorpresa y
dudas… y miedo, por desconocer la experiencia que iba a tocarles vivir –. Esto
necesitan conversarlo, y disfrutarlo, a solas.
_Y
va de nuevo. No se desesperen ni asusten – volvió a recomendar Iulí, echando un
vistazo a la calle. No había otra cosa más allá del movimiento típico a la
medianoche – En esto tampoco van a estar solos. Más que con lo demás, que con
cualquier otra cosa, nos van a tener a su lado. Lo mismo que Cristal y Kevin.
Lo que les pasó a los cuatro es maravilloso. Y yo abuela, francamente…
A
ella también se le hincharon los ojos, y no dio señales de querer devolverlos a
la normalidad antes de abandonar esa casa. De hecho, Eduardo e Isabel la
observaron así hasta el momento en que vieron entrar en su vivienda (La Fragua,
5-11-8) al otro lado de la calle. “Los seis vamos a ser padres”, corearon
entusiasmados y felices, distrayéndose apenas, de camino a la habitación
principal, donde decidieron que querían tener su intimidad – nada de sexo esta
vez, solo una conversación profunda –, con la gama de parentescos que quedarían
vigentes no bien hubiera llegado el mes de Septiembre. “Nuestro anhelo de la
familia propia se convirtió en realidad, al fin”, se alegró Isabel, con los
mismos síntomas que su madre, y que seguro Cristal: ojos hinchados y un andar
lento.
Bien
temprano en la mañana del décimo cuarto día del año, a las seis y media, la
pareja estaba ultimando los detalles para su salida, para el primer día de
trabajo en el Templo del Agua. Ya habían terminado el desayuno, estaban higienizados,
con su equipaje listo – mochilas con lo que ellos creyeron podrían necesitar en
la oficina –, ropa formal y de colores discretos, liviana considerando que
sería una jornada particularmente calurosa (la lluvia había pasado de largo),
calzado nuevo, que habían comprado específicamente para este día, y varias
monedas de distinta denominación. “Bella como de costumbre”, opinó el Cuidador
al ver aparecer a su novia en la sala; Isabel dio un giro completo sobre su eje
para mostrar su buen gusto y formalidad a la hora de vestirse. Lo cierto era
que su compañero sentimental, esta vez, tenía ese otro importantísimo motivo
para cubrir de elogios y piropos a la dama. “Todavía me cuesta creerlo, estoy
muy contenta, claro, pero no logro procesarlo”, reconoció ella, dando los
últimos arreglos a su cabello. Había a causa de esos pensamientos dormido
entrecortadamente y su tiempo de sueño no fue superior las tres horas en total. Además de eso,
estaba su nuevo empleo: un hada de fuego como la segunda al mando en el Templo
del Agua, algo que, sabían ella tanto como Eduardo, se estaba registrando en
Ecumenia. “¿Cuál de las dos cosas te entusiasma más que la otra, o lo hacen
ambas por igual?”, le preguntó el hombre, mientras revisaba otra vez el
contenido de su mochila, sabiendo aun antes de terminar cual sería la
respuesta, y viendo así la inutilidad en la pregunta. “Es obvio”, contestó
Isabel, ya totalmente lista para salir, llevando ambas manos a su vientre,
cerrando los ojos y visualizando en su mente como podrían ser los siguientes
nueve meses. En ese aspecto, y pese a haber pasado menos de un día desde el
inicio de la concepción, su cerebro trabajaba a velocidades de vértigo. “Igual
yo” – reconoció su novio, tomando el bastón con la diestra –, “no se para que
dije eso”. Y decidieron que este era el momento de dejar su casa, sabiendo que
estarían a las puertas del Templo del Agua una hora antes de que empezara su
jornada laboral. Dejando la sala vieron el paisaje de siempre en la calle, al
que hubo de añadirse la salva de aplausos con que las hadas, entre estas los
padres de Isabel, despidieron a la pareja rumbo a su primer día en esta nueva y
gigantesca responsabilidad, a la que muchas voces equiparaban con las de los
Consejeros Reales. Respondiendo con los mismos gestos a lo largo del trayecto
desde su casa hasta la puerta espacial
ninguno dejó de pensar en la maravillosa noticia de anoche, en cuanto
les modificaría todos los aspectos de su vida, en todo cuanto implicaba y decidiendo, sin
dudarlo, que pondrían eso sobre cualquier otra cosa. Nada era más importante,
ni lo sería mañana, fueron repitiendo, con diferentes modos y palabras, desde
que dejaran la cama apenas pasadas las cinco, cuando iniciaron la jornada.
Hasta los instantes previos al resplandor del aura de las hermanas, antes del
mediodía de ayer en el parque La Bonita, Eduardo e Isabel habían sostenido
(Cristal y Kevin habrán pensado lo mismo) que de momento no tendrían otra
obligación más importante que aquella que consistía en dirigir el Templo del
Agua, devolverle esa parte ínfima del esplendor que no poseía e ir ellos
mismos, gradualmente, alcanzando todos los logros que se esperaba que
alcanzaran. “La concepción cambia eso”, dijo Isabel, sin preocuparse de que
cualquiera de los seres feéricos y elementales que había por allí incluido el
guardia a un lado del marco dorado, hubiera escuchado o no la palabra
concepción. “Y allí es cuando volvemos a lo de las prioridades”, insistió
Eduardo, echando doscientos soles en monedas de cincuenta al cántaro, y cediendo
el paso a la dama. Coincidieron, mientras cruzaban, que entre eso y sus tareas
en el Templo del Agua, cuya descomunal y majestuosa silueta estuvo visible al
cabo de segundos, no les quedaría lugar para otra cosa.
_Dame
eso, lo llevo yo – se ofreció el novio, tomando la mochila de Isabel,
detectando a los notables en el acceso al predio, unos cien metros más adelante
–. Eso es algo que va a aumentar, me refiero a las responsabilidades y
atenciones, a medida que pase el tiempo de aquí a Septiembre. Quiero decir que
en los siguientes nueve meses vos y yo vamos a tener que habernos convertido en
auténticos expertos. Hoy vos tenés los conocimientos básicos, y yo menos que
eso. Y expongo ese panorama sin reparar en los temores y preocupaciones que ya
tenemos, y los que vamos a tener, desde luego.
_Mi
mamá y mi papá, las principales fuentes que tenemos para hacer consultas y
buscar cualquier ayuda y consejos que podamos necesitar – declaró Isabel,
observando a las hadas en el acceso. Los notables estaban también con sus
mejores galas. Después de todo, no había en el Templo del Agua (ni en los otros
lugares grandiosos) un nuevo Cuidador un día si y uno no –; otra cosa que
demuestra para las hadas cuanta trascendencia e importancia tienen los grupos,
la familia en este caso. Pero ahora lo puntual es el Templo. Estamos a pasos de
la entrada.
El
Templo del Agua, responsabilidad extrema como pocas.
La
concepción, el embarazo, el nacimiento.
Combinando
los dos hechos, el estrés y agotamiento que surgirían serían enormes.
_¡Hemes
fewo, fusfeoda infi Vinhaë, et diwo imfi Vinhaë!.
“¡Larga vida al Cuidador del Templo del Agua,
y vice del Templo del Agua!”
Así
saludaron las dieciséis hadas, ocho hombres y ocho mujeres, a Eduardo e Isabel,
al tenerlos a escasos pasos, tal era la costumbre, establecida prácticamente
con la fundación del propio lugar grandioso. Los individuos de mayor rango, de
punta en blanco, aguardaban la llegada de los dos líderes, el responsable y su
segundo, en el acceso al templo. Era, más que otra cosa, una señal de respeto
hacia esas personas que estarían allí, en el lugar y en sus puestos, por el
resto de sus vidas. Con el tiempo, hubo de agregarse la exclamación, tomada del
recibimiento que se daba al nuevo Cuidado o Cuidadora (sacerdote o sacerdotisa
en los tiempos de la religión), en el Teqju, otro de los lugares grandiosos,
conservándose desde entonces la tradición con muy pocos e insignificantes
cambios. Esa tradición incluía el saludo formal, que Isabel había explicado e
ilustrado a su prometido el día de ayer. Una reverencia poco pronunciada con la
palma derecha apoyada en el lado izquierdo del pecho y un saludo del Cuidador y
su segundo en respuesta a la exclamación de bienvenida. Con eso, Eduardo e
Isabel estuvieron los siguientes diez a quince minutos, no pudieron ni
quisieron llevar la noción del tiempo, saludando uno a uno a los notables,
deseándose prosperidad y suerte mutuamente. Fue recién a las siete y media
pasadas que esos dieciocho individuos hicieron su ingreso, distrayéndose con la
variedad de peces que había en el arroyo… huyendo de dos sirénidos que buscaban
su “desayuno”. Caminaron a paso normal por los senderos, tan pulcros como todos
los días, y, a pedido de Eduardo, serpentearon entre los árboles más o menos
frondosos y arbusto. Una de las cosas que el Cuidador había decidido para sus
primeros días, especialmente para la tercera semana de Enero, era conocer a fondo
el inmenso predio cuadrangular, tomar mentalmente y por escrito notas de cada
detalle y cada rincón del Templo del Agua. “Básicamente, saber donde voy a
trabajar de aquí en adelante”, dijo a los notables, señalando un punto muy
distante a su izquierda. Señalizada con una cinta roja, una trampa caza bobos
formaba parte de las defensas en el área arbolada; una de las más antiguas y
conocidas, la de la red en el suelo disimulada entre hojas y ramas.
_Eso es precisamente lo que van a tener que
hacer en estos días, durante los siguientes dieciséis – le indicó uno de los
hombres del grupo a Eduardo e Isabel. Era el encargado experto de arqueología e
historia. Así lo indicaba la credencial en el costado izquierdo de su pecho –.
También es costumbre. Cuando la primera y segunda figura de autoridad llegan al
lugar grandioso su primer día, sus primeros días.
_¿Cómo
es eso?., inquirió Eduardo, porque lo juzgó necesario.
Ese
notable y sus quince colegas hablaron entonces a la pareja, mientras iban al
sector central, siendo su objetivo el segundo piso de la torre.
_También
lo es en el Vinhuiga, la Casa de la Magia, el Teqju y los otros lugares
grandiosos., dijo el notable, hablando más para el nuevo Cuidador que para su
prometida, asumiendo que esta ya tenía ese conocimiento.
Así
era, de hecho.
Cuando
a los lugares grandiosos llegaban sus nuevas autoridades para iniciar su
trabajo eterno – lo era –, tenían por costumbre tomarse las primeras jornadas
para conocer a fondo el lugar grandioso, justo lo que Eduardo quería, y
mantener una reunión privada con uno de los notables por cada una de e
jornadas, en orden alfabético, iniciando el primer día. Con eso, hasta el
veintinueve de Enero /Baui número veintinueve, Eduardo e Isabel, en la oficina
de dirección, en el tercer piso de la torre, mantendrían reuniones con los
responsables de todas las secciones. “Se hacen por la tarde”, dijo la jefa de
logística, explicando que solían extenderse hasta las diecinueve horas, los
únicos días en que el Cuidador, siempre con el supuesto de la normalidad,
permanecía sesenta minutos después de su jornada en el Templo del Agua.
“Empiezan a las catorce”, avisó otra de las hadas notables, en tanto
atravesaban una de las áreas que rodeaban a la torre, diciendo a continuación
que eran reuniones pensadas para que el Cuidador y su segundo conociesen a
fondo las diversas áreas, su estado actual, datos e información histórica, la
situación presupuestaria y las condiciones laborales en cada una de esas
secciones como partes del todo – el Vinhaë –. La idea, explicaron los notables,
era que el Cuidador, pasados esos días de aprendizaje e instrucción, estuviera
al corriente absolutamente de todo, de cada aspecto, desde el menos hasta el
más importante, para que desde el principio estuviera dedicado de lleno a su
enorme y vitalicia responsabilidad. “¿Y antes de las catorce, con qué cosa o
cosas ocupo el tiempo?”, llamó Eduardo, advirtiendo que el movimiento a esta
hora en el Templo del Agua era más activo que otros días, algo que se debía
indudablemente a su presencia. A las seis en punto había iniciado el horario de
visitas y la primera jornada de los empleados de mantenimiento y limpieza, en
tanto que estaba cerca el momento de cambio de jornadas en el equipo de
seguridad, a las ocho. Habitualmente, sabía el nuevo Cuidador, antes de
cumplido el tercio de un día hábil no había en el lugar grandioso más de mil
personas, llegando a superar esa cifra en ese momento únicamente durante los
festivos, especialmente el día en que cambiaban las estaciones climáticas. Hoy,
en cambio, parecía que antes de las ocho de la mañana se habían dado cita en el
Templo del Agua no menos de tres mil turistas y visitantes de diferentes del
reino de Insulandia e incluso del extranjero, y el personal estaba sumamente
activo. No era para menos, puesto que tenían un nuevo responsable allí después
de siglos. Más que eso, en el máximo lugar jerárquico se hallaba un individuo
que era completamente desconocido hasta hacía un año en el planeta y la
sociedad de las hadas y los elementales, que a fuerza de sacrificios y voluntad
se había ganado el afecto, simpatía y popularidad de sus habitantes, sobre todo
las hadas. Sin embargo, ninguno de los feéricos u otros elementales, sirénidos
el grueso de estos, se acercaba a la pareja que estaba haciendo su debut
laboral ni a los notables que los acompañaban, y sus razones tenían para eso.
Dado que este era oficialmente su primer día como jefes del lugar grandioso,
comprendieron que lo mejor era dejarlos solos, con la única compañía de esos
dieciséis individuos de ambos sexos, para que conocieran y se interiorizaran
acerca del trabajo y el día a día en el Vinhaë. La otra razón era el derecho a
la privacidad, protegido por la magna y otro tanto de leyes, no invalidado
porque Eduardo e Isabel fueran personas con una destacada figuración pública –
sus nombres se conocían en todo el planeta –, ni tampoco porque estuvieran
fuera de su casa y en este lugar tan famoso y concurrido. “Ojalá ellos pensaran
así y vieran las cosas de esa manera”, lamentó Isabel, en referencia al dúo de
amarillistas, que seguían al grupo a una distancia prudencial.
_Todos
sobre quienes llevamos sobre nuestros hombros la fama, sin importar el ámbito
en el que la hayamos conseguido, en mi caso la ingeniería estructural, tuvimos
en algún momento que aprender a convivir con los amarillistas. A la larga llega
el acostumbramiento – les dijo la responsable de mantenimiento, para quien l
audiencia con sus flamantes jefes sería recién el veintitrés de Enero, dentro
de nueve días –. Seguro que les pasó ya, ¿no?.
_Decenas
de veces desde Marzo en mi caso., contestó Eduardo.
_A
mi desde que mis padres se transformaron en almas solitarias., agregó Isabel.
De
camino al sector central, caminando a paso normal por las pintorescas y
paquetas calles, en tanto comentaban el estado de las estructuras, Eduardo y su
compañera no dejaron de dedicar un rincón de su mente a las palabras de esa
notable. A los dos les sobraban motivos para ser famosos, tanto por logros
individuales como por grupales. Lo dicho por ella misma, Isabel llevaba la fama
a cuestas como consecuencia de la técnica fallida de sus padres. También debido
a ello, era famosa por ser la hija d uno de los deportistas de precisión más
importantes, a nivel insular y mundial, en lo que iba del undécimo milenio, y
de una mujer que le había transmitido esa incomparable belleza física, algo que
no hubo de desaparecer con el cambio de la belleza por el fuego, a raíz de la
vuelta de Iulí y Wilson. Estos dos siendo nuevamente hadas con todos sus
poderes y habilidades intactas, y el cambio de un don por otro, un evento con
el cual hubo de descubrirse por qué se producían las variaciones en los dones y
el color de las auras, fueron otros de los motivos, que incrementaron la fama
de Isabel. A ella contribuía también el excelente dominio del elemento fuego en
este tan corto tiempo, de poco más de un mes; su relación sentimental y el
compromiso con el ahora Cuidador del templo del Agua, por todo cuanto este era
y representaba; su puesto entre las mujeres más lindas del país, algo no alterado
con el cambio de un don por otro; aquel excelente paso por el MRA; el hecho de
que su hermana, famosa por las mismas causas, fuera la segunda al mando en otro
de los lugares grandiosos y el embarazo de su madre, que indirectamente
implicaba a ambas hermanas. Isabel habría de volverse más famosa, quien podría
saber cuanto, no bien tomara estado público la concepción y se supiera que
dentro de nueve meses tendría descendencia, y alcanzaran los logros que también
se esperaban de ella en el Vinhaë, no solo como su segunda al mando, sino
también como profesional en el área de Ciencias e Investigaciones de ese lugar
grandioso.
Su
compañero sentimental y prometido no tenía menos razones para ser una persona
famosa. Su sola presencia y existencia en este planeta, con la consecuente
marca de durabilidad, superado determinado período con vida, eran por si solos
motivos para conferirle figuración pública, a los que poco tiempo después
empezaron a sumarse los méritos individuales y grupales. Primero fue la Gran
Catástrofe, el peor desastre natural del último siglo y uno de los peores de la
historia, evento durante el cual el, Kevin, Oliverio y Lursi estuvieron
arriesgando sus vidas para salvar la de otros; la rápida asimilación y un igual
acostumbramiento a los poderes que le confirieran la reina Lili y el CSP; su
viaje tan peligroso a la Casa de la magia para obtener las piedras oculares;
haber sido el primero en llevar a la práctica la fórmula desarrollada por
Mucqeü en los primeros días de la Guerra de los Veintiocho; sus trabajos en
materia de arqueología; el pronto parentesco con Wilson e Iulí y las hijas de
estos; el hecho de haber sido en su momento, en la primera quincena de Marzo,
el individuo que trajo la igualdad numérica al sexo masculino entre los
habitantes de Buenaventura, la principal de las islas insulares; sus aportes a
la cultura de las hadas y, por supuesto, el hecho de ser uno de los tres
componentes de la nueva generación de Cuidadores que tenía el mundo. Eduardo
sabía que su sola llegada era uno de los acontecimientos más inusuales, cuando
no el más inusual, lo hubiera sido aunque su existencia se viese discontinuada
en algún punto desde cruzado el hueco en el tiempo y el espacio. Su creencia en
las hadas también hubo de convertirlo en una persona conocida, porque supieron
los locales, gracias al uso del “Espectador”, que este individuo tenía a las
hadas como una creencia arraigada desde la infancia en el, aunque, como dijera
numerosas vece, nunca imaginó hasta ese momento otro planeta. Desde su primera
salida aquella tarde con Isabel, luego de recuperar el conocimiento, Eduardo,
buscando procesar lo que estaba viviendo y experimentando, había advertido que
sus encuentros con los periodistas serían frecuentes, algo en aumento a medida
que el tiempo pasaba y el cosechaba logros y proezas.
_Acá
estamos – dijo el jefe de Arqueología e Historia, habiendo llegado al nivel más
alto de la torre –. Podemos empezar con la primera de las audiencias, que es la
mía. Solo tengo que ir por algunas de mis cosas.
_¿Mis
cosas? – llamó Eduardo, sorprendido –. ¿No están en esta torre las oficinas de
todo ustedes?.
Los
notables estaban presentes en la antesala con el Cuidador y su segunda, y
quince de ellos estaban prontos a empezar con sus tareas de todos los días. Por
un lado porque serían las ocho en pocos minutos, no más de cinco, y por otro
porque, como el experto dijera, tendría lugar en este momento, por única vez,
uno de estos eventos a la mañana, las explicaciones, reportes e informes de uno
de los profesionales.
_El
espacio no es suficiente., dijo el jefe de seguridad, un hombre del Ejército
insular, del Vinhaë.
Este
y los otros notables, también Isabel, le explicaron a Eduardo que las oficinas
estaban dispuestas en pares en los sectores que rodeaban al central, ocupando
estructuras de dos niveles de diez metros de frente por ocho de fondo por nueve
de alto (cuatro y medio cada nivel), rodeadas por otras construcciones,
espacios arbolados y verdes. Las oficinas de Arqueología e Historia y de
Ceremonial y Protocolo estaban cerca de los acuarios, las de Ciencias e
Investigaciones y de Comercio y Producción en la de servicios; las de
Conservación de bienes y de Contaduría en el área de personal; la oficina de
Empleo y Asuntos Laborales y la de Legales en las cercanías del gimnasio;
Logística y Mantenimiento en la zona de piscinas; las oficinas de Planeamiento
y Coordinación y de Prensa y Difusión en la zona intelectual; Promoción de
Actividades Turísticas, Culturales y Recreativas y Relaciones con la Comunidad
eran las oficinas presentes en el área social; y Relaciones Instituciones y
Seguridad en la zona militar. Allí estaban las oficinas desde mediados del
mandato del antecesor de Biqeok, y constituían las sedes de poder en ausencia
del Cuidador y durante su presencia. Ese sería el caso ahora.
_Empecemos,
entonces., convino el nuevo líder, abriendo la puerta y viendo de nuevo la
magnificencia de la (su) oficina, pensando que tales dimensiones permitirían
que allí pudiera vivir una familia.
Tras
las despedidas formales, al tiempo que con las campanadas anunciaban las ocho
horas en punto, uno a uno se fueron yendo los notables, rumbo a sus respectivas
oficinas para iniciar la jornada.
_Escuchar
los reportes, preguntando cuando sea necesario, y leer los archivos y
documentos a medida que ellos hablen. Cinco horas diarias durante los
siguientes dieciséis días, incluido el de hoy - resumió Isabel, ocupando uno de
los sofás, en tanto Eduardo usaba la telequinesia para abrir las persianas y
ventanas con un solo movimiento. Los rayos solares y la brisa matutina se
colaron inmediatamente a la oficina -. Eso es lo que hacen los Cuidadores en
sus primeras jornadas. Imagino que Lidia lo estará haciendo ahora, y que Kevin
lo hará dentro de unos días.
_Es
como un aprendizaje, entonces - interpretó Eduardo, ocupando su sillón, a un
lado del escritorio, entendiendo que en muy poco tiempo el trabajo como
Cuidador, aunque importantísimo, podría volverse rutinario -. Voy a dar lo
mejor de mi. Ni una sola u otros seres elementales van a decepcionarse. Y
hablando del Templo del Agua... Te decidiste ya?, Vas a entrar en el área de
Arqueología e Historia?.
_Es
el único lugar en el que puedo encajar - dijo Isabel, recordando todavía las
palabras de Biqeok. Ella era un hada de fuego que ocupaba la segunda posición
jerárquica en el Templo del Agua. Ese era el don que poseían quince de los
notables, en tanto que la jefa de Logística era un hada de hielo. "Sigue
siendo agua", pensó -. Allí puedo seguir poniendo en práctica mis
conocimientos. Si firmara los documentos esta tarde, podría empezar mañana
mismo, y tendría un horario laboral apenas distinto al tuyo.
Como
profesional que era, Isabel tendría jornadas de once horas diarias cada día
hábil, entre las ocho y las diecinueve, y siete los sábados, de ocho a quince.
_Esos
horarios y jornadas diferentes contribuyen a la confusión, cualquiera lo puede
notar - expuso Eduardo, y la dama se acercó a su lado -. Creo que ya tengo mi
primera proclama. Me parece que no bien hayan pasado estos dieciséis días, lo
primero que voy a hacer es equiparar todos los horarios. ¿Puedo hacerlo, no?.
_Claro
que podés - contestó Isabel, juzgando como conveniente y más práctica esa
posibilidad -. Es una de las atribuciones de los Cuidadores. Biqeok lo hizo, y
es el que está vigente. Le debe haber parecido bueno.
_Entonces
lo voy a hacer., decidió Eduardo.
_En
cuanto a eso de esperar que pasen los dieciséis días, no es necesario, porque
lo podrías hacer ahora mismo - indicó su novia -, pero te conviene decírselo
primero a los notables, para que ellos a su vez se lo diga ya sus respectivos
subalternos.
_Me
parece bien. Y qué sigue después?.
_Firmas
el documento y listo, creo. El jefe de Legales lo lleva al archivo, se ponen
algunos carteles anunciando los nuevos horarios y eso es todo - explicó el hada
de fuego -... En qué horarios pensaste?.
_Dejemos
eso para más adelante, allí volvió el., prefirió Eduardo, en el momento en que
el jefe de Arqueología e Historia golpeaba suavemente a la puerta para
anunciarse.
En
efecto, allí estaba el individuo, cargando con ambos brazos una pila de
biblioratos, legajos y carpetas, que pronto, con la telequinesia que aplicarán
los tres en la oficina, terminaron prolijamente sobre el escritorio.
"Empecemos", quiso entonces el nuevo Cuidador, y el notable dio
inicio a su exposición.
Fueron
alrededor de cuatro horas en las que prácticamente no se habló de otra cosa que
no fueran la historia del Templo del Agua y las tareas arqueológicas que se
desarrollaban en el. Milenios de existencia habían dejado un rastro oculto o
sepultado a diversas profundidades en decenas de puntos dentro del predio.
Objetos de todo tipo, algunos quizás usados por uno o más de los fundadores del
lugar grandioso que por sí solos eran verdaderos testimonios de la vida en el
templo. "Creemos que hay por lo menos cinco mil", contestó el
notable, señalando el contenido de uno de los biblioratos, cuando Eduardo le
preguntara cuántos objetos creía que quedaban sin recuperar. A esa conclusión
habían llegado después de un exhaustivo estudio, cruzando referencias y analizando
las decenas de piezas del archivo local y uno tras otro varios libros
específicos en la biblioteca. "Esto es asombroso", opinaron ambos
componentes de la pareja, al leer, en una de las carpetas, la cifra de objetos
actualmente recuperados y dispersos en gran parte de las estructuras, las que
llegaban a nueve mil novecientos, al menos el doble de los que se creían aún no
recuperados. Los archivos que trajera el notable también hacían referencia al
cuidado de las piezas arqueológicas e históricas, tareas que eran realizadas
conjuntamente, casi todas, con la oficina de Conservación de Bienes. Por
supuesto, no había problemas con los presupuestos que destinaban a esas áreas,
ni tampoco descontentos entre el personal. "Esto está perfecto", concluyó
Eduardo, repasando uno de los legajos, que mostraba, detallados y con resúmenes
(observaciones y opiniones del notable), los balances y el estado general de la
situación de la oficina y el área a su cargo. Devolvió el material al experto y
este dejó el recinto, anunciando que retomaría sus actividades, saludándolo
Isabel y Eduardo con la diestra en lo alto. "Y bien?, Qué te pareció el
primer informe?", llamó Isabel, notando que su novio tuvo sentimientos y
emociones mezcladas, habiendo considerado el reporte de su subordinado
inmediato como importante, clave y aburrido al mismo tiempo. Además de estos
reportes, el Cuidador no quiso evitar tener la mitad de su mente en otra parte,
mucho más significativa tanto para el como para su novia: la concepción. O, lo
que era lo mismo, el embarazo. Entre ese importantísimo acontecimiento y los
primeros reportes, Eduardo decidió que ese posible cambio en los horarios podía
esperar para después de la última reunión, cuando estuviera concluyendo el mes
de Enero.
_Por
lo menos fue instructivo - agradeció el arqueólogo más tarde, ya casi llegadas
las dieciséis treinta, de camino los dos a la sala médica del Templo del Agua.
Como antes, las hadas y otros seres elementales los saludaban con palabras y
gestos al paso -, con eso quedó compensado el sopor, Isabel. Se que la reunión
de hoy fue importante, tanto como las van a ser las que siguen, pero creo que
no sirven más que para que vos y yo nos enteremos de cuan perfecto es este
lugar. Así como están las cosas, si me guío por lo que aprendí y conocí hoy,
voy a tener poco que hacer durante el resto de mi vida... Yo dije que pensé que
ser Cuidador era arduo y extenuante? - ironizó -, creo que me equivoqué.
_La
dificultad y complejidad van a depender única y exclusivamente de vos, de las
decisiones y caminos que tomes y de tu aplicación, rendimiento, empeño,
dedicación y esmero como Cuidador - indicó Isabel, mirando el entorno. El
Templo del Agua estaba colmado de visitantes en pleno movimiento y el personal
de maestranza iba de un lado a otro. Ninguno se amilanaba ante las nubes que de
a poco cerraban filas en el cielo, igual que anoche -. No es la primera vez que
te digo esto, ni va a ser la última, desde luego. Pero tengo total confianza en
tus capacidades, Eduardo. Se que vas a acostumbrarte en poco tiempo a estas
responsabilidades. Quiero decir que en un plazo muy corto vas a estar por demás
entusiasmado con esto, como lo voy a estar yo.
_Supongo
que eso es cierto - empezó a admitir el Cuidador, suspendiendo momentáneamente
ese tema y decidiendo abordar el otro, en el que no había dejado de pensar ni
estar más concentrado o menos en ningún momento desde anoche -. Ahora explicame
esto, Isabel. Por qué tenemos que ir a la sala médica?.
_Control
ginecológico., contestó su novia, desbordando felicidad a causa de ese estado.
Las
mujeres feéricas, por costumbre y motivos de salud, solían efectuarse uno de
esos estudios antes que se hubieran cumplido las primeras cuarenta y ocho horas
posteriores a la concepción, para confirmar su embarazo. Los nuevos
tratamientos, que en el reino de Insulandia se empezaran a aplicar con el
correr del año pasado, permitían a los padres conocer la cantidad de óvulos
fertilizados y, de tratarse de hermanos, saber si serían mellizos o gemelos.
Entre finales del cuarto mes de embarazo y el quinto podrían determinar el sexo
del bebé.
Isabel
tenía los dedos cruzados.
Su
deseo, aquel que comentara cuando acompañara a Eduardo al Castillo Real, en los
primeros días de Abril pasado, se había cumplido.
_Tenemos
que reunirnos con Lía, y también con Olaf - quiso el arqueólogo, viendo a uno
de los profesionales de la salud atendiendo a ese turista con una pierna
envuelta en vendas y entablillado. "Habrá pisado accidentalmente una
trampa caza bobos", pensó -. Como referencias van a ser excelentes.
Entraron
a la sala médica, observando y contemplando el mismo orden e igual pulcritud
que en cualquier otro lugar en el Templo del Agua. La mayoría de los
consultorios y oficinas estaban vacíos de pacientes y ante ese panorama los
médicos pasaban el tiempo leyendo o revisando documentos. El consultorio
ginecológico estaba al final de uno de los pasillos secundarios de la planta
baja (la sala médica estaba conformada por dos niveles). La profesional allí
dentro creyó que simplemente se trataba de una visita de inspección planificada
para estos primeros días, algo de lo que el Cuidador estuvo hablando desde la
tarde del cinco de Enero. Enormes fueron su asombro y sorpresa cuando Isabel,
un tanto nerviosa por tratarse este de su debut con esa especialidad médica, le
contara el motivo por el que ella y su novio estaban allí. Gestos cordiales
mediante, la profesional los hizo ingresar al consultorio - Eduardo sintió que
tranquilamente podría estar de sobra en un abrir y cerrar de ojos - y lo
primero que pidió a la paciente fue que le describiera, con detalles si le era
tal cosa posible, los sobrio, cada cosa que hubiera sentido durante los
instantes inmediatamente previos y posteriores al brillo inusual en su aura
violeta. "Eso es fácil", juzgó Isabel, antes de empezar a hablar.
Estando en La Bonita con su hermana, experimentó, ambas lo hicieron
("Cristal también?", se emocionó la ginecóloga), un brevísimo
oscurecimiento y un temblor, con una duración de un pestañeo, antes y después de
tener el brillo anormal en su aura. "Eso fue todo", concluyó Isabel
la explicación, agregando que con su hermana decidieron contárselo a sus novios
no bien el buque hubiera zarpado de Kuonu, porque estuvieron seguras que de
haberlo hecho antes, los hombres habrían hecho hasta lo imposible por postergar
el inicio de sus enormes obligaciones y hablar ese tema a fondo entre los
cuatro, además de con Iulí y Wilson. "Lo acepté, aunque no salgo de la
conmoción", admitió Eduardo, futuro padre,
quien le habló a la profesional de la salud sobre sus pensamientos y
emociones desde que, en la cena, Isabel hiciera, contenta como pocas veces, el
feliz anuncio. "Entiendo", fijo la médica, tomando apuntes en una
libreta, advirtiendo que Eduardo había reaccionado de una forma muy parecida a
como lo hacía la inmensa mayoría de los hombres feéricos al enterarse de la
gran noticia, y que Isabel hizo la misma descripción que la totalidad de las
mujeres de la especie. "Pero, como saben, eso no es suficiente",
aclaró, pidiendo, mediante señas, que se descubrieran uno de los brazos, para
la extracción de sangre. La médica les explicó, al menos se lo explicó al
arqueólogo, que era un procedimiento necesario, que obteniendo muestras de cada
uno, y comparándolas con una tercera muestra, podrían determinar la cantidad de
óvulos fertilizados. "Allí es cuando ella yo te queremos fuera del
consultorio", pidió Isabel a su compañero, y este sintiendo un pinchazo en
la extremidad, comprendió, con una leve sonrisa, lo que eso significaba.
"Cierto, cierto" - coincidió la ginecóloga -, " los hombres
estorban en estas cosas". Estaba
observando un libro con ilustraciones de las diferentes tonalidades del color
de la sangre, como parte del examen. "El tono también sirve para
determinar la cantidad", dijo Eduardo, antes que este las dejara solas.
Cerró la puerta sin hacer ruido y se enfrentó con un panorama apenas distinto
al que había cuando entraron. Sin pacientes ni médicos visibles, al menos no en
este pasillo, y un único empleado de limpieza transportando con la telequinesia
un contenedor cilíndrico. Ignorando cuanto podría demorar el estudio, se sentó
en una de las sillas, procurando evadirse de todo por primera vez desde el
cinco de Enero /Baui número cinco a la tarde, agitando hábilmente el bastón con
la diestra. No era por irresponsabilidad, por supuesto, ni lo sería nunca, pero
su mente y sus pensamientos se merecían un
descanso o, cuando menos, un breve receso. Eduardo había pasado los
últimos nueve días aceptando lo que era, haciéndose a la idea de que tendría el
cargo de Cuidador por el resto de la vida, y apenas tuvo claro que la conmoción
e impresión, surgidas con el nombramiento de Biqeok, eran ya recuerdos en su
memoria, cuando Isabel hizo en la cena de anoche su propia revelación. "Es
demasiado, lo sería para cualquiera...", se dijo en voz baja, mirando a
través de la ventana, que ofrecía una bella vista del exterior, de un parque
floral que lindaba con la sala médica. Los paseantes y el personal estaban
mezclados unos con otros con los ánimos totalmente en alto y disfrutando como
lo hacían a diario. Casi sin darse cuenta, advirtió la presencia de un par de
amarillistas medio disimulados entre la multitud, y, por primera vez en los
diez meses que llevaba consciente, no se molestó con su cercanía. "Igual
iban a saberlo en un rato", reconoció, pensando que Isabel y el iban a dar
a conocer la maravillosa noticia no bien la dama hubiera salido del
consultorio. Y fue lo que pasó justo a las diecisiete horas con quince minutos,
tres cuartos de hora después de que entraran a la sala médica. "Lo
estoy!", exclamó Isabel, emocionadísima, arrojándose a los brazos de su
compañero, rodeándolo y con lágrimas brotándole de los ojos. Eduardo no pudo
menos que contagiarse de esa inmensa felicidad, no pudo ni quiso, naturalmente.
Y para la ginecóloga, que luego que su paciente dejara el consultorio e
indicado a su jefe, porque eso era el arqueólogo como Cuidador del Templo del
Agua, fue imposible determinar cuál de los dos estaba más radiante que el otro.
Mediante gestos manuales le hizo saber a Eduardo que una nueva vida había
empezado a gestarse. "Los felicito a los dos", dijo a ambos,
rodeándolos al mismo tiempo y dando al futuro padre las tres páginas con el
resultado del estudio ginecológico, diciendo a ambos que las conservaran y
cuidaran. "No solo como referencia para futuros análisis, sino también
como recuerdo de este, el primero", concluyó. Despidiéndose de la
profesional de la salud, Eduardo e Isabel volvieron a recorrer el pasillo, abandonaron
la estructura y entonces, si, hicieron lo convenido. Alrededor de una centena
de individuos feéricos hubieron de congregarse allí, y todos estuvieron entre
los primeros en conocer la razón de esos acentuados y efusivos gestos de
felicidad de la pareja. La respuesta no fue diferente a la que se daba a
cualquier pareja o matrimonio que hacía ese anuncio: aplausos formales no
carentes de júbilo. "Significa la supervivencia de la especie por otra
generación", comentó Isabel a su novio, haciendo el saludo colectivo para
corresponder a la multitud. Quedando poco menos de tres cuartos de hora para el
final de la primera jornada laboral, usarían ambos ese tiempo para efectuar un
reconocimiento aéreo del Templo del Agua. "Conocer el lugar es algo
sumamente importante", coincidieron, desplegando sus alas, remontando
lentamente el vuelo y situándose a los que les parecieron cinco centenas de
metros, empezando a moverse sin un rumbo fijo.
_Solo la lluvia puede causar una irrupción.,
protestó Isabel, lamentando que las primeras gotas empezaran a caer.
En
cuestión de minutos, no más de cinco, el clima y atmósfera tan alegres de la
jornada que envolvieron a los individuos en el Templo del Agua parecieron
esfumarse en los espacios abiertos - los cerrados continuaban como si nada -,
quedando en estos únicamente los más valientes entre los visitantes y aquellos
empleados que no podían postergar ni suspender sus obligaciones. Como tantos
otros cientos, Eduardo e Isabel terminaron guareciéndose en la barraca del
sector militar, donde una parte de las tropas insulares disfrutaba, sin
relajarse del todo por si tuvieran que socorrer a alguien, de un merecido
descanso. "Porque aún no son las dieciocho y nuestra jornada no se
terminó", contestó el nuevo y debutante Cuidador a uno de los guardias,
cuando éste le preguntó a ambos miembros de la pareja por qué no aprovechaban
la lluvia para volver a su casa. "Tenemos que poner el ejemplo",
agregó Isabel, mirando con nostalgia un punto en el exterior. Un par de
siluetas, una de ellas fucsia y la otra rosa, corrían hacia otra barraca. Eran
dos hadas de la belleza que estaban recurriendo a esa técnica que les permitía
moverse bajo la lluvia sin mojarse ni quedar atrapadas en el barro o entre
potenciales obstáculos. Al cambiar un don por otro, Isabel y Cristal perdieron
esa y todas las capacidades y cualidades que alguna vez tuvieron como hadas de
la belleza. El horario todavía inconcluso era lo único que impedía salir a la
pareja. Ni Eduardo ni Isabel temían a la lluvia, y el Cuidador, poseyendo el
don del agua, podía usar sus habilidades para crear una burbuja que desviara
ese fenómeno climático. De modo que, en lo que permanecieron allí, exacta media
hora, estuvieron interiorizándose acerca del trabajo cotidiano de los guardias
y el sistema de seguridad del Templo del Agua, habiendo quedado tan
concentrados que llegaron casi las veinte cuando los dieron por finalizado. A
la tanda de felicitaciones, tanto por el embarazo confirmado como por su primer
día al frente del lugar grandioso, Eduardo e Isabel, conservando los gestos con
la misma calidez, dejaron el templo, demorando un quinto de hora en alcanzar el
acceso, porque la lluvia persistía y ellos, tanto como los últimos visitantes y
el personal, desearon continuar con las presentaciones formales, las últimas de
la jornada. Al final, cuando estuvieron de vuelta en la periferia de la Ciudad
Del Sol, fueron las veinte horas y cuarto.
_El
día de hoy fue el más atípico de mi vida., definió Eduardo, cerrando la puerta.
Aun
llovía copiosamente, sin señales de flaquear el fenómeno. Uno y otro los
componentes de la pareja se descubrieron los pies y dejaron el calzado contra
un zócalo en la pared frontal (ya buscarían el felpudo). Se desprendieron de
las mochilas y la dama encendió el alumbrado artificial.
_Pero
al mismo tiempo uno de los más bellos – remarcó Isabel, decidiendo que por hoy
no haría otra cosa que higienizarse y cenar. No estaba cansada ni extenuada
físicamente, sino mentalmente –. Lo que vivimos hoy no vamos a olvidarlo nunca.
Antes
y después de convertirse en un hada de fuego, lo último que había imaginado, o
uno de sus últimos pensamientos, era un futuro como segunda en el mando en el
Templo del Agua, el elemento antagónico por excelencia del suyo. Fuera de ese
evento, que ya estaba siendo registrado en Ecumenia, se encontraba el otro,
tanto o más importante para ella, un anhelo hasta los últimos instantes de la
mañana de ayer. El embarazo iba a ocupar una parte importante de sus
pensamientos y su mente, y luego su hijo o hija, habiéndose ya producido el
nacimiento. Lo mismo en el caso de su hermana, que estaría en altamar por las
siguientes semanas, y su madre. También Lara, la progenitora de Lidia y segunda
al mando en el Templo del Fuego, el “Vinhuiga”, e Iris. En ese aspecto, no dejó
de pensar y reconocer, la vida les sonreía a las cinco. No quisieron hacer un
balance en general de la jornada de hoy en cuanto a lo laboral, a su primer día
al frente del lugar grandioso, porque advirtieron, lo hicieron desde el primer
momento, no bien traspasaron el acceso a la mañana, no hubo nada que fuera
destacable, al menos no lo suficiente como para quedarse hablando sobre eso al
menos durante una hora, y ellos habitualmente lo hacían. Con mayor o menor
frecuencia, se quedaban en la sala o su dormitorio repasando todo cuanto
vivieron e hicieron en el día, o al menos lo que ellos consideraran importante
o trascendente. Y el día de hoy estuvieron ocupados un buen tiempo recorriendo
el lugar grandioso, sin concentrarse en ninguna estructura ni ningún espacio en
particular, tan solo conociendo superficialmente (tendrían tiempo abundantísimo
para hacerlo con profundidad…toda la vida), y otro buen tiempo en la primera de
las reuniones, con el director, pues ese era el título correcto, del notable.
Les restaba una quincena de encuentros como el de hoy, de manera que durante lo
que quedaba de este mes, hasta el vigesimonoveno día, el panorama les iba a
resultar idéntico o, cuando menos, parecido. Ya habían un y otro visto recibimientos
y felicitaciones en el lugar grandioso, empezando en la tarde en que Biqeok
hiciera su revelación primero y la ceremonia de presentación al día
siguiente. “Hablando de eso, ¿cómo le
habrá ido a Lidia?”, se le ocurrió preguntar a Isabel más tarde, cuando, ya
aseados y con el estómago lleno, se metían en su cama (eran poco menos de las
veintidós) y cubrían apenas con una sábana. Ambos recordaban las impresiones,
la conmoción y el susto de la nena híbrida de nueve años, por como describiera
ella su estado posterior al encuentro con Seuju, la anterior Cuidadora del
Templo del Fuego, y por como se sintiera después de ese momento. “Ya nos vamos
a enterar en los próximos días”, contestó Eduardo sin entusiasmo, y su
compañera advirtió el origen de esa respuesta vaga. No era porque no le
preocupara el porvenir de Lidia, llevando desde su temprana edad semejante peso
sobre los hombro, sino porque el de hoy había sido un día en extremo
agotador para el arqueólogo. El estado
de ambos, calculó Isabel, no se recompondría súbitamente, sino de forma
gradual, con el correr de los siguientes días y semanas. “Y de Kevin y
Cristal”, continuó el hada de fuego, pensando en que los flamantes mandamases
de la Casa de la Magia empezarían a ejercer esta nueva responsabilidad entre el
tres y el cinco de Febrero (Entoh número dos al cuatro). “¿Podemos dejar
cualquier tema, todos los temas, para mañana, Isabel?” – le pidió Eduardo, ya
sin fuerzas para ni ganas de mantener los ojos abiertos –, “de verdad no doy
más, y creo que vos tampoco”. Eduardo ya no dijo otra palabra y su novia no
pudo menos que comprenderlo y justificarlo. “Que así sea”, coincidió, y con un
rápido y sutil movimiento de los párpados apagó una a una las velas que
proporcionaban la iluminación. NI se molestaron en ver el exterior a través de
la ventana, decidiendo posponer también cualquiera de esos planeas que hubieran
en grupo o por separado ideado para los terrenos de la casa. Intentaron
permanecer ajenos al característico movimiento nocturno de la calle La Fragua y
los alrededores de la noche (voces aisladas, unas pocas carretas y carretones,
animales y seres elementales de hábito nocturno…), buscando algo del sueño y el
descanso tan merecidos por ambos. “Mañana va a ser otro día”, dijo Eduardo, y
ambos quedaron inmóviles, mudos y a oscuras.
Por
hoy, la “aventura” había terminado.
En
la catorcena que siguió, Eduardo e Isabel quedaron totalmente al corriente de
las tareas y actividades internas del Templo del Agua. En el curso de las tres
y media a cinco horas - no protestaron ni objetaron por tener que resignar sus
programas de fines de semana. Es más, se ofrecieron a quedarse allí todo cuanto
hiciera falta los domingos, porque lo consideraron más importante - cada uno de
esos días descubrieron que casi todo en el lugar grandioso funcionaba de
maravillas, que esas falencias que hallaron eran inexistentes debido a su baja
importancia. Aprendieron y advirtieron que el área de Ceremonial y Protocolo
estaba a cargo de la etiqueta en los eventos que se desarrollaban puertas
adentro en el Templo del Agua, de aquellos que por su significado, o por la
presencia de tal o cual personalidad, revestían cierta importancia, Como todos
los que giraron en torno a Eduardo e Isabel desde el nombramiento de Biqeok. La
oficina de Ciencias e Investigaciones era responsable de todo el trabajo que
apuntaba a los nuevos descubrimientos y la ampliación del conocimiento sobre lo
ya existente y de ella dependían los laboratorios, museos, bibliotecas y todas
las estructuras relacionadas con ese par de áreas. La oficina de Comercio y
Producción administraba y regulaba los bienes y servicios que se producían y
prestaban en el Templo del Agua; la de Relaciones con la comunidad mantenía un
trato constante y armónico entre el personal - militares, maestranza,
profesionales...- y el mundo exterior, los seres feéricos y elementales que
hacían su vida más allá de aquel; la oficina de Contaduría se ocupaba de los
presupuestos y números del lugar grandioso como un todo, incluidos los sueldos
del personal, excepto el del equipo de seguridad, que dependía de la Guardia Real,
al mando de Olaf, y de cada una de las secciones como partes del todo;
Conservación de Bienes tenía la enaltecedora tarea de procurar que las piezas
que testificaban la gloria de otras épocas del Templo del Agua no sufrieran
daño alguno, de velar por ellas todo el tiempo, así como también los bienes
materiales actuales, aquello que usaban a diario en sus diversas
responsabilidades; Empleo y Asuntos Laborales era la oficina encargada de las
contrataciones de personal, cada vez que la nómina se ampliaba o renovaba (la
relación de dependencia implicaba la existencia de contratos de trabajo que se
renovaban, o no, cada cinco años) y era por si sola una de las más importantes,
constituyendo uno de los pilares base del excelente funcionamiento del Templo
del Agua; Legales, otra de las oficinas, tenía a su cargo todos los aspectos
jurídicos de la institución, de aquellos que eran internos y los que implicaban
al lugar grandioso como un todo y su personal o cualquiera de las áreas como
partes del todo en relación con el mundo exterior; la oficina de Logística era
la administradora y prestadora del sistema de transporte del lugar grandioso,
disponiendo de una cincuentena de vehículos propios que parecían hallarse todo
el tiempo en movimiento permanente dentro y fuera del perímetro, además de
otras dos docenas de carretas alquiladas; la excelente eficiencia de los
directivos y empleados de la oficina de Mantenimiento hacían que cada
edificación y otras estructuras, desde las menos hasta las más importantes,
tuvieran siempre ese estado tan inmaculado, sin ningún rastro de desaseo ni
deterioro, y fueron ellos los artífices de las restauraciones de los escasos
daños que provocara la Gran Catástrofe; la oficina de Planeamiento y
Coordinación se ocupaba de idear, estudiar y ejecutar cada proyecto que se
hiciera dentro templo, incluidos los presupuestos y tareas de eventuales
restauraciones; Prensa y Difusión daba a conocer cada evento (social, cultural,
deportivo o el que fuere) o suceso al público en general que se desarrollara en
el Templo del Agua; la oficina de Promoción de actividades turísticas,
culturales y recreativas organizaba, ideaba y llevaba a la práctica todos los
eventos vinculados a una o más de esas áreas; y Relaciones Institucionales no
tenía otra razón de ser más que ocuparse del buen funcionamiento y operatividad
de todas las áreas del lugar grandioso, incluidas las oficinas principales.
"Cada una de ellas depende de las otras quince", resumió Isabel,
cuando dejaban el Templo del Agua, pasadas las veinte horas del veintiocho de
Enero /Baui número veintiocho, e iban a la puerta espacial cercana. La pareja
concluyó el anteúltimo de los días dedicados a las audiencias estando
totalmente al corriente del estado de situación y las actividades que se
desarrollaban en cada una. Su conocimiento estaría completo mañana, con la
exposición del coronel al mando de la oficina de seguridad. Entonces, supieron,
y se alegraron, porque sería un instante de alivio y aligeramiento, se podrían
tomar cuarenta y ocho horas libres, antes de reasumir sus obligaciones. Eduardo
e Isabel estaban lejos de querer dedicar esos dos días únicamente a dormir
hasta tarde y descansar, porque no podrían hacerlo ni deseándolo con todas sus
fuerzas. Libres por esos dos días de su enorme responsabilidad en el mando del
Templo del Agua el nuevo Cuidador y en la oficina de Arqueología y Genealogía
Isabel, que ya había firmado el contrato específico (cinco años), se dedicarían
al acontecimiento maravilloso, el cual, advirtieron muy pronto, llevaba a la
realización de otro evento en el corto plazo, quizás, calcularon, a fines del
semestre.
El
casamiento.
_Tres
cosas para mantenernos ocupados cada segundo todos los días que siguen de aquí
en adelante., tradujo Eduardo, dejando el bastón sobre una repisa y la mochila
junto a uno de los sofás.
En
tanto su novia usaba sus habilidades para encender las velas, puso su mente a
trabajar nuevamente a toda potencia, diferente apenas a como fuera alrededor de
media hora antes. En ese momento había sido la reunión con el director de la
oficina de Relaciones Institucionales, algo que requirió de su parte, también
de parte de Isabel, un considerable esfuerzo mental y concentración; ahora lo
eran el embarazo, en el que no dejara de pensar por un ínfimo instante, visto incluso
en sueños, los breves que tuvo, ese extraordinario evento; y este
acontecimiento resultante de el, a poco menos de diez meses de que le hiciera
la propuesta.
_Es
raro que yo diga esto - empezó a hablar Isabel, apenas alzando un poco su voz,
pues estaba en el ambiente de junto, la cocina-comedor diario, preparando
algunos de los elementos para la cena -, pero, Por qué no nos dedicamos primero
a la última de las reuniones, la de mañana con el jefe de Seguridad?. Una vez
que haya pasado, ese espacio de dos días nos va a servir para... ordenarnos, si
querés llamarlo así.
No
podía engañarse así, acabó por reconocer casi al instante.
La
hermana de Cristal estaba tan emocionada como su novio, quizás más por el hecho
de ser mujer - el sexo femenino era más demostrativo con estas situaciones; sus
emociones, siempre alegres y positivas, afloraban con mayor facilidad -, con el
hecho de estar en la dulce espera que en los últimos días, algo que rara vez le
pasara en años anteriores, apenas si pudo permanecer concentrada y atenta en
todas las cosas que estuvo haciendo, incluida su participación en las
entrevistas con los notables y la firma, previa lectura, de su contrato de
trabajo. Su madre (Iulí), estando por supuesto al tanto de ese estado
emocional, buscó tranquilizarla dándole los primeros consejos y palabras de
aliento, al decirle que había experimentado los mismos sentimientos cuando
estuvo embarazada por primera vez (Isabel gestándose en su vientre). "Es
la emoción de la primera vez", le dijo en uno de los tantos encuentros,
aclarándole que ese estado de excitación se le pasaría con el correr del
tiempo, y su alegría, felicidad y emoción pasarían a ser algo controlado, algo
que no le volverían a impedir la concentración ni tampoco la compostura.
"Le pasa a todos", había agregado Wilson, aportando su parte para
tranquilizar a su hija.
_Nos
dijeron que no vamos a estar solos - repitió el Cuidador, ya disfrutando de la
cena, de esas pastas que habían dejado prepararas antes de salir, a la mañana
-, y eso es algo que les agradezco muchísimo. Pero, Van a tener tiempo de
darnos una mano?. No son solo sus obligaciones laborales, sino también esto.
Mirá.
Abrió
un ejemplar, el de esta semana, de El Heraldo Insular, en la sección de
espectáculos, que todos sus artículos se ocupaba de los embarazos entre las
personas famosas. Allí figuraban no solo Isabel, Cristal y la madre de ambas,
en un extenso artículo que abarcaba las dos caras de un par de páginas,
acompañando al artículo fotografías de cada pareja. También estaban Lara,
sonriente junto a Kuza, con Lidia en medio de ambos ( era una foto del primer
día de trabajo de la nena híbrida de nueve años en el Templo del Fuego); Iris,
la princesa insular y jefa del Departamento de Compras del Banco Real, que
aparecía retratada junto a Zümzar en la entrada de la vivienda de este en el
barrio Plaza Central, una toma no carente de risas, por el gesto que hizo el
hombre con el dedo medio a los amarillistas que los retrataron; otra media
decena de mujeres famosas, una del ámbito deportivo, la campeona insular de
natación, y las cuatro restantes actrices con años de carrera, y la reina Lili,
cuyo caso había ameritado otro artículo, en la sección de política del
periódico. "Los hombres feéricos si cumplimos", dijo Eduardo entre
risas, viendo las fotos. "Grosero", replicó su novia con un leve
gruñido, pero mostrándose feliz al repasar el artículo con la vista. Había
pensado, a raíz de ese artículo leído con detalles durante el desayuno, como
tantos otros individuos de la raza feérica, que existía un acentuado
crecimiento en la tasa de natalidad en todas las escalas ( mundial,
hemisférica, continental...) desde que llegaran los primeros tiempos del
undécimo milenio, lo que indujo a las hadas a pensar que podrían encontrarse en
un lento (lentísimo) retroceso aquel conjuro que causara estragos catastróficos
en la fertilidad y el sistema reproductivo de la especie dominante del mundo.
El Cuidador del Templo del Agua ya estaba al tanto de esa parte trágica de la
historia, conociendo que a su consecuencia los nacimientos estuvieron de estar
en caída numérica constante desde ese momento, y que por eso la población feérica
mundial no superaba los cuatro mil novecientos millones de individuos en la
actualidad.
_
Será que ellos tuvieron razón cuando dijeron que teníamos que serenarnos? -
planteó de nuevo Isabel unos minutos después, habiendo concluido la cena y
echado los platos y cubiertos a la pileta. Pensaba otra vez, y lo haría tantas
veces como lo creyera necesario, tal vez sin considerar del todo las palabras
de ayuda y aliento de sus padres -. Por más que lo intento, y de verdad lo
hago, no puedo lograr un instante de quietud. Son muchas cosas, muchas
emociones y eventos alegres, que pasan al mismo tiempo, y en un lapso que dista
de ser extenso. Esas fueron tus palabras., recordó.
_Lo
fueron - contestó Eduardo, recordando el momento en que las pronunciara por
primera vez -. Y en mi caso si tuvieron su efecto las palabras tranquilizadoras
de Iulí y Wilson, lo que nos dijeron. No del todo, eso es verdad, pero
consiguieron darme un poco de serenidad... digamos que pude recuperarme en una
quinta parte, no más, de las fuertes emociones y la conmoción que despertaron
con la revelación de Biqeok.
_En
serio?.
_Absolutamente.
Y apuesto a que los restantes ochenta puntos porcentuales..., bueno, esas
cuatro quintas partes van a volver a la normalidad antes de que se termine el
primer cuatrimestre del año. Cuando mucho los primeros siete días de Mayo -
insistió el Cuidador -. Seguro que tu caso no va a ser distinto, y eso también
te lo dijo Iuli en su momento.
_Supongo
que eso es cierto - aceptó Isabel al final, dando por finalizada la limpieza de
los utensilios, y repartiéndolos entre los correspondientes cajones y alacenas,
con el uso de la telequinesia -. Y tu casi?, De verdad estás volviendo a la
normalidad?, Se reducen la conmoción y eso?.
Iulí,
Lara y Cristal, además de Iris y la reina Lili. Las cinco estaban en la dulce
espera, e Isabel pensó, en tanto volvían a la sala, que entre las seis podrían
intercambiar conocimientos, información y, en los casos de Lili, Lara e Iulí,
experiencias.
_Es
verdad, te lo aseguro - contestó Eduardo-. Don asuntos muy delicados y
complejos como para perder la compostura y la serenidad. Por fin lo pude
entender. Eso me va a ser de mucha ayuda.
Descubrió
con el paso de estos días que el puesto de Cuidador en uno de los lugares
grandiosos, si bien constituía una responsabilidad gigantesca y muy superior a
cualquiera otra que hubiera llevado, tanto en la Tierra como en este planeta,
no era tal como la había imaginado y visualizado, en base a lo que las hadas le
contaran y lo que el había leído. Eran sacrificadas mental y físicamente, de
acuerdo, pero no tanto como para dejarlo al borde del colapso. "Lo único
que no me gustó fue que al cabo de unos minutos empezaron a volverse
aburridas", se había quedado al final de cada jornada, en referencia a las
reuniones con los notables. A cada momento se repetía para si, en voz alta o en
silencio, que el Templo del Agua presentaba condiciones tan impecables
(estructurales, laborales, ambientales, financieras, legales...) que su trabajo
tendría muy pocos sobresaltos. Respecto de la maravillosa noticia del embarazo,
su cerebro, aún con las palabras de aliento que recibiera, se continuaba
moviendo a una velocidad de vértigo, trasladándose desde lo más superfluo y banal
hasta lo verdaderamente serio, y viceversa, pasando por todas las categorías
intermedias. "Quiero estar preparado y con todo el conocimiento",
decía, cada vez que las hadas y los seres elementales le preguntaban algo
acerca de eso. Y ahora se agregaba el enlace matrimonial. Además de esos tres
eventos (trabajo, paternidad y boda), tan importante uno como los otros dos,
Eduardo también había sido capaz, y debería poder serlo en el futuro a todos
los plazos de mantener en alto y no descuidar los demás aspectos de su vida,
siendo algunos de estos, los más importantes, las relaciones interpersonales
con todos los individuos con quiénes tenía trato (vecinos, amigos, compañeros
de trabajo...) y sus obligaciones puertas de su casa. Pensó, mientras le cedía
el turismo Isabel en el cuarto de baño, que seguiría con todos los sentidos
completamente alertas a cualquier cosa y consejo o pudiera servirle,
especialmente para esas dos visiones desconocidas hacía unos días para el:
Eduardo padre y Eduardo marido.
"Cuál será más complicada que la otra?", pensó.
Las
ocho menos cuarto del veintinueve de Enero /Baui número veintinueve, y uno y
otro los componentes de la pareja residente en La Fragua, 5-16-7 aparecieron al
otro lado del siempre imponente marco dorado, teniendo al Templo del Agua a
pocos pasos de distancia. Sin dejar de pensar en el par de acontecimientos que
tenían por delante, el embarazo y la boda, la cual empezarían a planificar esta
noche, no bien hubieran vuelto a su casa, Eduardo e Isabel, bien preparados
para soportar la alta temperatura pronosticada para hoy, por los propios
instintos de las hadas, avanzaron a paso firme por un sendero inaugurado a
mediados del mes. Era la primera obra que encaraba Eduardo, y se había llevado
a cabo entre el alba del dieciséis de Enero y la media tarde del dieciocho, a
un costo de cuarenta y cuatro mil soles, que provinieron de las propias arcas
del templo. "Otro lujo", opinó el ideólogo de este proyecto, llevado
adelante por una cuadro del Consejo IO, al mando de Oliverio.
_Parece
rutinario y aburrido, pero dudo que lo sea., discrepó el hada de fuego, en
tanto cruzaron el umbral, saludando al personal en el acceso y a los visitantes
que habían por allí.
Ya
había decidido su compañero sentimental y futuro marido (y jefe) que el horario
para visitantes no iba a modificarse. Continuaría siendo de diecisiete horas,
entre las seis y las veintitrés, y de trece los fines de semana, entre las
siete y las veinte.
_Ojalá
no te equivoques - deseó Eduardo -, porque este trabajo, esta responsabilidad,
es para siempre.
No
dejó el Cuidador de pensar que sus tareas serían las mismas un día y otro y
otro más. Que debería dejar en un segundo plano todas las cosas que sabía
hacer, o al menos la mayoría, incluidos sus conocimientos en las disciplinas
que formaban la arqueología. Sin embargo, estaba determinado y firme en su
decisión de no abandonarlas del todo. Pensaba, si la oportunidad se le
presentaba alguna vez, visitar tal o cual yacimiento y excavación y el MRA,
para el cual había trabajado gran parte del año pasado. Tampoco sus
conocimientos en albañilería, pues entre los dos ya habían empezado con algunas
tareas menores en su casa, de esas obras que habían imaginado.
Desechados
la mayoría de los proyectos, en parte inmensa por la responsabilidad de dirigir
el Templo del Agua y el tiempo que esto les demandaba, los planes se
concentraron en restauraciones de lo ya existente en el patio trasero, lo que
incluía la poda de ese árbol que crecía allí, para darle a la copa una forma
esférica, y los proyectos de "jardinería y floristería" en que
pensaran las mujeres durante los últimos tres días del año pasado. Respecto del
cuerpo principal de la casa, la mayoría de las cosas seguirían como hasta
ahora,, y una de las pocas obras, quizás las principales, consistían en
trasladar una parte del contenido en esa torre de tres niveles, que la pareja
destinaba a su pasatiempo, al ambiente de junto, desocupado este, para
descomprimir las estanterías u otros muebles, y el otro proyecto principal era
la construcción de una ludoteca-sala de juegos en otro de los ambientes vacíos,
aquel que estaba en el extremo derecho, junto a uno de los dormitorios. Con
todo, la pareja pensó que los primeros días de Julio eran el momento para el
fin de todas las obras.
_
Cuánto se tardaría para empezar, continuar y terminar una obra así, en
circunstancias normales?., le preguntó el Cuidador a su compañera, ya subiendo
por la escalera caracol, en la torre central.
_No
más de dos semanas - contestó el hada de fuego -, por lo que conozco, que no es
mucho. Podríamos contratar a alguien, si querés. Eso nos permitiría acelerar
las obras. Podemos ir al Consejo de Infraestructura y Obras o al Mercado
Central de la Construcción, o a los dos, y poner avisos que digan que estamos
buscando albañiles.
_No
es una mala idea, pero prefiero que seamos nosotros - quiso Eduardo-. Quiero
tener la oportunidad de llevar a la práctica las cosas que se, esos
conocimientos que rara vez voy a usar, dada esta enorme responsabilidad que
llevo sobre los hombros. O mejor, podría ocuparme yo de esas obras, de todo.,
apostó, sonriendo.
_Que
buen gesto - lo eligió Isabel, a solo pasos de la antesala -. No querer que una
dama haga esas tareas pesadas. Y en qué me ocuparía yo, mientras estés
trabajando?.
_Bueno
- empezó a contestar su novio, manteniendo la sonrisa leve -, como dijiste, es
una tarea pensada... Así que a las doce en punto me gustaría que estuviera el
almuerzo listo con la mesa equipada como de costumbre!.
_Machista!.,
protestó la dama.
_Ay!.,
fue la respuesta de Eduardo al codazo, a la vez que llegaban al final de la
escalera.
Esa
clase de comentarios, sin embargo, alegraban a Isabel.
El
jefe de Seguridad los estaba esperando en uno de los cómodos sillones en la
antesala, teniendo consigo un material cuya cantidad no tenía nada que envidiar
a la de los anteriores notables. “Entremos”, le pidió el Cuidador, sin dejar de
tener su mente dividida en esta responsabilidad, el embarazo, el casamiento y
las obras en su casa. “A la mañana de nuevo”!, dijo Isabel, en referencia al
momento de la última reunión, porque a la tarde, no bien hubieran finalizado
con esa tarea en la oficina, tendrían otra potencialmente peligrosa: revisar
una a una la sesentena de trampas caza bobos
diseminadas por el enorme predio. En este, la seguridad era excelente y
no dejaba que desear, existiendo además de dichas trampas la cifra de ciento
treinta y cinco guardias que se repartían en grupos de cuarenta y cinco las
tres jornadas laborales de los hábiles, de ocho horas cada una, y otros cien
los fines de semana, infantes de marina, un grupo relativamente nuevo de la
defensa militar del reino que prestaba su colaboración cada sábado y domingo,
en que dividían el tiempo en dos jornadas de doce horas, habiendo cincuenta
tropas en cada una. “Esto me gusta”, opinó Eduardo, leyendo en una planilla el
esquema con los horarios, decidiendo que también estos sufrirían
modificaciones. Leyó los reportes del inventario del arsenal y los equipos, de
las condiciones estructurales en las barracas y otras instalaciones, del
presupuesto y del estado legal de la guarnición. No encontró errores en eso ni
tampoco en las exposiciones orales del jefe de seguridad y, finalizado el
encuentro allí, a las doce y media, uno y otro los mandamases concluyeron que
en eso no había existido diferencia alguna con respecto a las exposiciones
anteriores. “Como los tres ya sabíamos”, finalizó Eduardo, en el momento en que
los tres se preparaban para dejar la oficina de dirección. Irían primero a la
guarnición, donde el notable dejaría el material, en su despacho, e
inmediatamente luego a inspeccionar las trampas caza bobos.
Tampoco
era distinto el panorama, ni las situaciones, respecto de los días anteriores,
como apreciaron fácilmente Eduardo e Isabel, al ir sobrevolando a baja altura
el templo y marchando sobre los caminos adoquinados o empedrados. Personal de
mantenimiento y limpieza por un lado, científicos y profesionales varios por
otro y patrullas a pie totalizaban no menos de dos centenas y medio, a quienes
se sumaban los visitantes, al menos treinta o cuarenta veces más numerosos.
Algunos de estos andaban en solitario o en grupos, otros eran llevados por los
guías que les mostraban las estructuras y contándoles su historia, y otros más
descansaban en los majestuosos y amplios espacios verdes y arbolados. Como ya
aprendieron desde la primera semana de Enero, sobre todo el nuevo Cuidador, las
trampas en el suelo y otras zonas estaban señalizadas con cintas de colores,
las cuales eran un indicativo de su alcance y su peligrosidad. Algunas marcadas
con cintas rojas eran las más inofensivas, o, como las llamó el jefe de
seguridad, “casi graciosas”; con cintas verdes se señalaban las trampas
diseñadas con una o más de las artes mágicas, hechizos incluidos; el celeste
indicaba la presencia de toxinas y venenos de origen animal o vegetal no
letales, capaces de provocar, siempre temporales, efectos tales como ceguera,
parálisis muscular y un acné bastante evidente y desagradable. L otra clase de
trampas, señaladas con cintas amarillas,
eran las menos numerosas, habiendo solo ocho, instaladas cerca de las
estructuras que constituían el lugar de trabajo de los notables. “¿Cómo funcionan?,
¿qué hacen?”, quiso saber Eduardo, a lo que el coronel insular le contestó que
cualquiera que por accidente cayera en ellas era automáticamente transportado a
varios kilómetros fuera del Templo del Agua. “Potencialmente letales”, agregó,
al pensar que esa víctima podría caer, por ejemplo, en un risco muy
pronunciado, la caldera de un volcán activo o en medio de animales
particularmente grandes y pesados que huían en estampida.
“El
lugar de destino es aleatorio”, tradujo Eduardo, mirando un cinta verde cercana
a el, a su derecha. Agotada la conversación y la recorrida para inspeccionar
las trampas, el jefe de Seguridad hizo que vieran las torres en los cuatro
extremos del predio, en las que había guardias del regimiento de ballesteros
que tenían un ángulo de visión perfecto y portaban las nuevas armas de la CIIM –
Compañía Insular de Industrias Militares -, que con su diseño permitían mayores
precisión y alcance a las flechas. “Discontinuamos los nidos porque eran
innecesarios”, comunicó el notable a Eduardo e Isabel, en referencia a los
puestos donde los defensores se parapetaban para responder a los ataques. “Hubo
doscientos cincuenta de ellos durante la Guerra de los Veintiocho”, complementó
el hada de fuego, explicando que en aquella época, y durante el milenio
posterior, hubieron de estar instalados en los puntos estratégicos, como cruces de caminos y puentes. La
exposición y caminata concluyeron con unas pocas palabras del notable sobre los
esquemas de los guardias que patrullaban a pie, casi describiendo figuras geométricas,
y los monstruos, los Mï-nuqt y uc-nuqt, pues en uno de los galpones de la guarnición
tenían, debidamente catalogados e inventariados, los suficientes materiales
como para crear, si se los requiriera, una centena de cada uno de esos tipos de
monstruos.
“Hasta
dentro de dos días”, se despidieron, apenas cinco minutos después de las
veinte, los nuevos líderes del lugar grandioso, saludando con los brazos en
alto al personal y los turistas que encontraron en su camino desde la torre
central hasta el acceso al predio. El Sol apenas se estaba yendo, tal vez le
quedaran otros treinta o cuarenta minutos a los últimos rayos, y la alta
temperatura era ahora la mitad de lo agobiante que fuera a la tarde, con sus
casi cuarenta grados. La pareja hizo todo el trayecto desde el umbral en el
Templo del Agua hasta el de su casa, en
Barraca Sola, repasando la exposición de hoy y las anteriores, dando la
conversación por finalizada cuando estuvieron en la comodidad de la sala. “¡Fuera
zapatos y mochila al piso!”, se alegró Eduardo, tras lo cual se dejó caer en un
sofá. Su prometida lo imitó, y dejaron los dos correr el siguiente tercio de
hora, prácticamente sin pronunciar otra cosa que no fueran unos pocos
monosílabos, antes de ponerse en movimiento de nuevo. Se darían un buen y
merecido baño, cenarían e irían a dormir, pensando que dedicarían los dos días
venideros al otro par de eventos tan importantes para ellos y las obras en su
casa. “Y nosotros nos ilusionamos con un poquito de descanso”, comentó con
sarcasmo el hada de fuego, tomando algunas de sus prendas en el armario del
dormitorio principal. “Ojalá lo tuviéramos”, lamentó Eduardo, chocando varias
veces sus palmas en el aire (los mosquitos eran una de las consecuencias del
clima tropical), haciendo caso omiso del cansancio físico. Oyendo como empezaba
a caer el agua en la ducha, decidió que pasaría el tiempo leyendo y estudiando
los planos y esquemas de la casa, un bien compartido en cuanto estuvieran
casados, con las correcciones que ambos hicieran el pasado fin de semana. Como
fuere, pensó que su prometida y el mismo planearían a fondo eso mañana, junto
con las demás obligaciones, y pensó, mientras la escuchaba ir primero a la
lavandería y después a uno de los dormitorios secundarios (Eduardo había ido
otra vez a la sala principal), que estarían bastante ocupados con las actuales obras, el embarazo y el casamiento,
además de con las obligaciones laborales, como para agregarle otra cosa. “Tu
turno”, le dijo Isabel, estando en la sala, acomodándose el cuello de la camisa
mientras daba los pasos. “Voy”, contestó Eduardo, guardando los planos y
esquemas en una carpeta y a esta dejándola sobre una repisa.
No
hubieran podido despertarse en el mismo horario que todos los días ni
habiéndolo deseado con todas sus fuerzas. Eduardo e Isabel durmieron corrido y
sin interrupciones hasta mitad de la mañana, casi once horas, y no hubieran
abierto los ojos de no ser porque el Sol hubo de estar en la posición correcta
como para que uno de sus rayos se colara por la persiana y diera en la cara de
ambos individuos. El saludo fue el acostumbrado (un beso), tras el cual dejaron
la cama, vistieron, calzaron y dieron entonces inicio a la jornada.
_Desde
la mañana del seis de Enero me vengo preguntando como será eso de llevar una
vida normal – planteó Eduardo, esperando que se enfriase el té. Para hacer
tiempo, el y su novia leían un diario con anotaciones que días atrás les dieran
Wilson e Iulí. Todo lo consignado allí eran consejos que ellos recibieran
cuando la dama estuvo en la dulce espera, y observaciones y opiniones de ella
misma y su marido. Ambos concluyeron que ese material les sería muy útil a su
hija y su futuro yerno –, ¿no te preguntás eso mismo?.
Al
final, bebió el primer sorbo.
_Si,
todos los días – afirmó Isabel, leyendo un párrafo en que su madre había
consignado con detalles como se sintió durante el primer mes en ambas esperas –.
No hablo del embarazo o del casamiento, porque eso es perfectamente normal en
las parejas y matrimonios. Algo que desde el inicio es positivo y alegre, por
supuesto. Me refiero a las obligaciones laborales, a lo que nos espera de aquí
hasta nuestro último momento en este mundo.
Con
el esquema de días y horarios ya modificado por el nuevo Cuidador, este y su
segunda tendrían que trabajar cincuenta y cinco horas semanales, las cuales podrían
extenderse de ser necesario y si hubiese una razón de peso para hacerlo. De
momento, desde el uno de Febrero /Entoh número dos, trabajarían diez horas cada
día hábil, entre las ocho y las dieciocho, y cinco el sábado, desde las ocho
hasta las catorce. Otro de los horarios modificados fue el de los profesionales,
que tendrían el mismo que el de Eduardo e Isabel, en tanto que el resto del
personal – maestranza, guías de turismo, administrativos… – trabajaría en dos jornadas
los días hábiles, desde las seis hasta las catorce treinta y de catorce treinta
a veintitrés, y otras dos los fines de semana, de siete a trece treinta y de
trece treinta a veinte. Con ello, los mandamases equipararon los horarios de
esta parte del personal con el de visitantes.
_Tenemos
que aprovechar todo el día de mañana y lo que queda del de hoy para ponernos al
día con los tres eventos, cuatro si contamos las obras que estamos por encarar
en nuestra casa – apostó Eduardo, recurriendo a lo poco que había conseguido de
autocontrol y compostura. Aparte de esas breves palabras acerca de la
modificación en los horarios, hoy tampoco, y mañana, no hablarían de nada
vinculado a su nuevo trabajo, a su nueva responsabilidad. Los otros dos
acontecimientos eran igual de importantes –. Dejemos a un lado el Templo del
Agua, ya acerté, y creo que vos también, que no necesitamos otra cosa que buena
voluntad y tiempo para acostumbrarnos y adaptarnos del todo. Mejor nos ocupamos
de lo otro, de esos dos momentos de felicidad que nos esperan.
Porque
eso eran el embarazo y el casamiento.
Para
ellos y para todas las hadas.
_Dediquémonos
a la boda – prefirió Isabel, después de vaciar su taza –; eso es, de los dos
eventos, el más complejo. No digo que el embarazo no lo sea, pero conozco lo
que hay que hacer y no demanda esfuerzos mayores ni tiempo. Tan solo una visita
al mes a la ginecóloga para determinar que ni el bebé ni yo estamos teniendo
problemas y que la gestación marche por buen camino hasta el final. El
organismo público que se ocupa de los enlaces matrimoniales es el Comité de
Asuntos Familiares, el CAF, que depende del Consejo de Desarrollo Comunitario y
Social. No tenemos más que ir allí y pedir una fecha.
Eduardo
comparó y concluyó que en ese aspecto no habían las diferencias entre este
mundo, esta sociedad, y sus recuerdos de la Tierra.
_Es
sencillo – observó, terminando el té –, supongo. ¿Cómo se pide?.
_Simplemente
vamos a la oficina del CAF y listo. Está en el ala sur del primer piso, en el
Castillo Real – informó Isabel, poniendo los utensilios en la bandeja –. ¿Te digo
más?., podríamos ir ahora mismo. El horario de atención es desde las ocho hasta
las dieciséis los días hábiles. Todo lo que necesitamos son nuestras cartas
personales y cien soles para costear los trámites… ¿qué pasa?.
Porque
el experto en arqueología submarina dejó su silla y, yendo a la otra cabecera,
hizo que la dama también se levantara, tomándola por ambas manos y, mientras la
abrazaba, le dio un beso.
_Vamos
– quiso, demostrando total compromiso y firmeza n esa palabra –, vayamos ahora
a Plaza Central. ¿Cartas personales y cien soles, dijiste?... acá los tengo.
Le
mostró su carta y cinco monedas de veinte, a lo que Isabel empezó a derramar
una atrás de otra las lágrimas, arrojándose a los brazos de su novio y prometido.
_¿Lo
estás diciendo en serio? – reaccionó –, ¿de verdad querés ir ya mismo?.
_Si,
es en serio – ratificó Eduardo, prolongando las demostraciones afectivas,
creyendo que con ellas se tranquilizaría su compañera. Por supuesto, sabía que
no tendría un éxito completo –. Es verdad que tus manifestaciones y demostraciones
son más efusivas, más evidentes, Isabel, pero no implica que yo no lo sea. En
ese sentido estamos emocionalmente iguales, sin que uno pueda superar al otro. Por
todo eso es que en estos días que pasaron me estuve preparando, mentalizando e
ilusionando con la idea de vernos como un matrimonio. Eso hizo que haya estado
como estuve este mes, o la mayoría de el – casi sin darse cuenta, abandonaron
la sala, y, cuando cayeron en la cuenta, estuvieron entrando en su dormitorio. En
efecto, se cambiarían y saldrían de su casa, teniendo como destino la oficina
del Comité de Asuntos Familiares, el CAF –. me refiero al estrés. La
responsabilidad de ser Cuidador, estas obras en nuestra casa, el embarazo y la
boda. Es demasiado. Y seguro que si los dos nos ocupamos de esto ahora, de ir
al CAF…
_No
creas que vamos a aligerar el estrés, yo creo que es lo contrario, y segur que
vos vas a terminar pensando de esa misma forma – interrumpió Isabel,
comprobando que su prometido tuviera los ojos cerrados y se hallara de
espaldas. Aunque llevaban casi un año viviendo juntos (tomaron como punto de
partida el despertar del arqueólogo) aun sentía algo de timidez cada vez que la
veía vistiéndose o desvistiéndose, y este era el caso ahora –. No se trata
solamente de ir allí y pedir la fecha. Dependiendo de cuál sea esta es que vamos a
disponer de más tiempo o de menos para ocuparnos de todos los preparativos, de
cada detalle, aun los más insignificantes, porque no estamos hablando de una
reunión o un evento cualquiera, sino de uno de los más importantes de todos,
para individuos y para grupos – ropa y calzado livianos fue lo que seleccionó,
por supuesto, de tonalidades claras. El día no sería menos caluroso ni menos
húmedo que los anteriores –. Para cuando llegue esa felicísima fecha, no tiene
que haber quedado nada librazo al azar. Todo tiene que ser perfecto, como lo
fueron el día de nuestros cumpleaños y la ceremonia de la Transición.
_Espero
que nos e incluyan los tortazos., deseó Eduardo.
_Quedate
tranquilo, no lo hace – garantizó Isabel, abotonándose las mangas de la blusa –,
eso se reserva para los cumpleaños…. Muy bien, ya terminé de arreglarme.,
anunció, incorporándose.
Eduardo se cambió y arregló acto seguido, en
alrededor de la mitad del tiempo que Isabel (a quien se lo hizo saber con
gestos y una sonrisa, lo que provocó un leve gruñido de su parte), y para
cuando fueron las once y diez ya no les quedaba nada que hacer en su casa. El
hada de fuego escribió una breve nota que dejó sobre la mesa, recordando que
sus padres irían hoy allí para almorzar, como hacían casi todos los días. Les explicó dónde iban a estar y para qué,
aclarando en el último párrafo que pudiera ser que almorzaran en algún local
gastronómico en el barrio Plaza Central, incluso en el restaurante que
funcionaba en el castillo, si a Wilson e Iulí se les llegara a ocurrir buscarlos
allí. “Así está bien”, concluyó la dama, fijando la nota con la base del
florero, y tomando su equipaje, una mochila pequeña y más bien liviana, a lo
que dio a entender que ya podían salir. Eduardo abrió la puerta y le cedió el
paso, saliendo el mismo acto seguido, cerrando (no hacía falta ninguna llave)
la puerta y, al suave batir de alas, despegaron tal era su costumbre, lentamente
y en línea recta, hasta una altura que los dejaba libres de cualquier
obstáculo, excepto las sogas con que mantenían unido al inmenso globo, desde el
que se observaba y cartografiaba el terreno. Sabiendo que no tenían urgencias
por llegar en cuanto al tiempo, porque aún faltaban alrededor de cuatro horas y
tres cuartos para el fin del horario de atención al público en el CAF, sobrevolaron
lenta y pausadamente, observando las verdaderamente escasas diferencias en el
panorama con respecto a cualquiera de los días anteriores.
Abundaban
los transportistas, especialmente en los caminos principales, llevando todo tipo
de mercancías, algunos con un destino fijo, como los mercados centrales u otros
lugares de acopio y redistribución, siendo uno de estos aquella estructura que
daba su nombre al barrio Barraca Sola. Personas que cumplían una o más obligaciones
laborales en la vía pública, como las cuadrillas de mantenimiento de los
Consejos IO y EMARN (Infraestructura y Obras y Ecología, Medio Ambiente y Recursos
Naturales), eran una parte permanente del paisaje, tanto como la febril
actividad en las oficinas y locales comerciales. Los más jóvenes, adolescentes
e infantes, estaban sin tener otros planes más que divertirse. Empleados del
Consejo CEST (Correos, Encomiendas, Sellos y Timbres), quizás más atareados que
los demás, a pie o en bicicleta, además de haber algunos marchando sobre el
lomo de algún animal, andaban con uno, dos y hasta tres bolsos repletos de
encomiendas y cartas, lo que demostrara la suma e inmensa importancia de las comunicaciones
postales, principalmente para tener conectados unos con otros todos los lugares
habitados del reino. Varias hadas por allí hacían sus pic-nics, tan
característicos y representativos estos de su cultura, acompañados algunos de
estos grupos por individuos de otras especies elementales, siendo de estos los
que vieron Isabel y Eduardo con mayor cantidad los seres sirénidos, al menos
cuatro centenas en los cursos y espacios de agua, los vampiros, más activos que
de costumbre, porque aun celebraban el ascenso en el Templo del Fuego de Lidia
y Lara 8usaban anteojos oscuros para protegerse de los rayos solares), para
quienes hubo de terminar también el período de las exposiciones de los notables
en ese lugar grandioso. Unos pocos ornímodos también estaban allí, no siendo su
número superior a la decena, cuatro adultos y seis crías, que habían sido
invitados para formar parte de un encuentro entre razas organizado por el
Consejo de Relaciones Elementales, el C-REM, que se desarrollaría desde esta
tarde y durante la siguiente semana – un grupo de ilios, en las tierras
noroesteñas insulares, había sido descubierto haciendo pintadas ofensivas y
discriminatorias contra todas las sociedades y culturas ajenas a la suya, en el
monumento que recordaba el lugar de fundación de esa región, y los elementales
iban a decidir en qué forma proceder –, Los gnomos, para variar, marchaban
alegres y en fila cargando comestibles y enseres con sus manos, tarareando una de sus canciones más
distintivas, perdiéndose en un grueso tronco, que era la entrada más cercana a
los túneles y recámaras que constituían su hogar. A todos, como a cualquiera,
los hermanaba un enorme sentimiento de felicidad, y no era para menos, con la
excelente forma con que empezaran el año y las cosas, positivas en su
totalidad, que habían pasado desde entonces. “Las hadas siempre fuimos así”,
comentó Isabel, estando a poca distancia de su destino, no habiendo hallado una
sola muestra de lo contrario desde que salieran ella y su novio de su casa.
Eduardo sabía eso, por supuesto, aun desde antes de su llegada a este planeta.
Estando
ya en el Castillo Real, se hallaron frente al mismo panorama que en el
exterior. El clima alegre restante y la buena voluntad eran totales y
constantes, como advirtieron sin problemas Eduardo a Isabel, a quienes reconocieron
los feéricos que estaban allí (empleados, funcionarios, turistas…), acercándose
a algunos de estos para saludarlos y decirles que no quedarían desilusionados a
causa de sus actos en el Templo del Agua, y ellos a su vez les dijeron que no se
preocuparan con tanta intensidad, como lo estuvieron haciendo hasta el día de
ayer. Básicamente, les dijeron que debían darle tiempo al tiempo y esperar, puesto
que no podían pretender alcanzar todos esos logros que de ellos se esperaban ni
poder asimilarlo ni estar acostumbrados a esta enorme responsabilidad en un
lapso tan corto (dijeron lo mismo a Lidia y Lara, cuando ambas visitaron el
castillo ayer por la tarde, acompañadas por Kuza). Evidentemente, el estado
emocional y mental de Eduardo e Isabel, con tanto para abarcar y hacer al mismo
tiempo, se había diseminado, no habiendo jamás podido pasar desapercibidos, por
ser quienes eran. “Lo vamos a intentar”, contestó el Cuidador a un grupo de
esas hadas, cuando empezaban a trepar por una de las amplias y lujosas
escaleras. Sabían lo que pasaría no bien estuvieran en el acceso a la oficina
del CAF, porque era el único motivo que haría que uno y otro los residentes de
La Fragua, 5-16-7 fueran allí; y no tardaron en visualizar el hecho de que ese
motivo tomaría estado público no bien la
pareja dejara la oficina. Sus miembros decidieron que no planificarían
absolutamente nada hasta no tener la fecha, lo hicieron ayer y esta mañana,
dependiendo de cuánto tiempo pudiera existir desde hoy hasta ese momento es que
dispondrían del lapso para la organización, sus detalles y el nivel de
magnificencia. Estando ya en la oficina, hallaron no menos de una veintena de
individuos que aguardaban ser atendidos frente a las ventanillas, representando
cada una de estas una de las responsabilidades del Comité de Asuntos
Familiares, y, con solo situarse en la fila frente a la ventanilla número tres –,
Casamientos – todos los presentes allí, hombres y mujeres por igual,
comprendieron que fueron a hacer los mandamases del Templo del Agua a ese lugar.
Siendo los únicos en esa ventanilla se convirtieron en acreedores de discretos
aplausos y felicitaciones (un letrero pedía no hacer ruido y no hablar en voz
tan alta o a los gritos), siendo así como se reaccionaba ante todas las parejas
que iban a pedir una fecha para ese importantísimo evento, y Eduardo e Isabel
nuevamente volvieron a afirmar para si que serían un grupo.
Harían
las cosas, todas y cada una, los dos juntos.
FIN
---
CLAUDIO ---
No hay comentarios:
Publicar un comentario