_Las heridas y dolencias que causan los
monstruos como esos, los MïNuq, suelen prolongarse por más tiempo que cualquier
otra cosa – le recordó la princesa, ya a menos de diez metros del océano –. Lo
bueno es que no son letales ni graves. ¿Ves eso? – le hizo una seña para que
mirase al megalodón, cuya aleta izquierda, tan robusta y poderosa, era un
problema, afortunadamente menor. El extremo estaba enrojecido –. En un momento
el sangrado va a detenerse por completo. Después, no hay más que usar algún
remedio para hacer que desaparezca el dolor y otro para borrar las marcas.
¡Atención, Eduardo, ya llegamos!.
El súper predador enfocó sus pupilas en la
heredera, que se zambulló cuando solo le quedaba un metro o uno y cuarto, y fue
a nado hasta el hocico. Lo propio hizo Kevin acto seguido, y cuando los dos
estuvieron frente a su nueva y aterradora anatomía, Eduardo abrió la boca,
aclarando “Va a ser divertido” – evidentemente, ya podía hablar estando
transformado – antes que las hadas hicieran ingreso y se sujetaran con firmeza
de dos grandes dientes. Cuando lo hicieron, el animal empezó a moverse bajo el
agua, moviendo la cola a los lados para tomar impulso y superar la presión del
agua, sin dejar de estar en conocimiento de que la salida de la Casa de la
magia podría ser más riesgosa que la llegada. Eduardo estaba herido en una
mano, y consciente de que eso, sangrara o no, sería peligroso. Los grandes
océanos como este estaban llenos de tiburones, incluidos los megalodones, y
todos podrían percibir el olor de la sangre a distancias increíbles. Bastaría
un solo tiburón para que el viaje de salida fuera un completo desastre. Y Kevin
y la princesa Elvia también lo sabían.
Pero nada de eso llegó a pasar.
Afortunadamente para los tres.
No hubo megalodones, otras especies de
tiburones ni tampoco otros depredadores de océano abierto a los que Eduardo
hubiera tenido que enfrentar en esos diez kilómetros. Su único desafío fue la
dupla que formaron el viento y el agua, tan problemáticos como0 antes. Esta
vez, sin embargo, tuvo la ocurrencia de moverse a una profundidad y velocidad
mayores, para superar la presión y la violencia que ejercieron los elementos.
De seguro los diseñadores de esas defensas habrían creído que ni siquiera las
hadas que se podían transformar en animales de semejantes dimensiones iban a
tener la posibilidad de sortearlas y alcanzar la Casa de la Magia o salir de
ella. “Se equivocaron con eso”, pensó Eduardo, disminuyendo la velocidad a
medida que iba advirtiendo el fin de las defensas exteriores. Cuando al fin se
detuvo y emergió, más allá de aquellos diez mil metros, estaba ya libre del
desafío, y abrió las enormes mandíbulas. Elvia y Kevin salieron de allí tan
rápido como sus fuerzas se lo permitieron y, en lo que Eduardo demoraba en
volver a adoptar su forma feérica, se sumergieron de lleno en la cristalina y
salada agua donde ejecutaron una serie de elaboradas maniobras que más tarde
reiteraron en el aire. Estaban alegres por haberse librado al fin de la viscosa
sustancia tibia que constantemente había estado secretando el megalodón. La
salvación allí tuvo como punto negativo esa baba. “Si, si lo es; es gracioso”,
todavía insistía Eduardo, no pudiendo (ni queriendo) contener la risa al ver a
sus congéneres suspendidos allí, a centímetros del océano expresando mediante
palabras y gestos que no había sido ni era gracioso. “ES la única parte de este
viaje, de esta aventura, que no disfruté ni me gustó”, concluyó la princesa,
comprobando que siguieran en su cartera las piedras oculares. “Baba de
megalodón dos veces en poco más de cuatro horas”, todavía se quejaba Kevin. El
momento fue bueno para distenderse y relajarse, así lo convinieron los tres,
además de para hacer un repaso de las vivencias en la isla, que otra vez se la
veía cubierta por un hongo. Convinieron en que las partes vergonzosas, como
esta, y las más peligrosas tendrían que ser omitidas o “suavizadas”, para
evitar la burla y el horror en los seres feéricos y otras especies elementales,
pero sobre todo la reina Lili y las hermanas de aura lila. El resto de la
historia se contaría tal cual, con todos los detalles. “¿Listos?” – llamó la
princesa a los hombres, que contestaron afirmativamente con la cabeza, y se
acercaron a ella –. “Muy bien. Sus manos, por favor. Ahora mismo estamos
volviendo al reino de Insulandia”. Eduardo tomó con la diestra la izquierda de
Elvia, Kevin con la zurda la derecha de la heredera y entonces para los tres
todo se volvió borroso y difuso.
Una nube roja y amarilla sacudió levemente la
clama oceánica.
… la misma que se produjo casi al instante
doscientos metros más allá del Banco Real.
El trío de hadas viajeras estuvo de vuelta a
las trece horas con treinta minutos. “Otra vez en casa”, dijeron al mismo
tiempo, viendo los alrededores. Nuevamente estaban envueltos por la
frondosísima vegetación con sus múltiples tonos de verde, oyendo decenas de
vocalizaciones animales, en su mayoría aves, agradecidos, y mucho, por el calor
de comienzos de la tarde – los climas cálidos eran una constante en Insulandia
y otros países de las zonas tropicales – en claro contraste con la Casa de la
Magia y sus adyacencias oceánicas, que eran más bien frías, y envueltos en un
bullicio y ajetreo que eran siempre característicos de los alrededores de la
entidad bancaria después del mediodía. Elvia, Eduardo y Kevin se quedaron
quietos un breve instante, para asegurarse que aun estuvieran allí las doce piedras
oculares y empezaron a caminar, dándose cuenta con nada de trabajo que no pocos
de los seres feéricos y elementales que andaban por allí. En ambas direcciones
en ese camino, una ruta regional recientemente restaurada a su gloria previa a
la Gran Catástrofe, que reparaban en el peculiar andar del antiguo jefe del
MC-A, que estaba desplazando los pies, de nuevo, con cierta dificultad, al
arqueólogo, que tenía la camisa rota y una mano envuelta en un trapo cubierto
de sangre y suciedad, y a la heredera con su cabello vuelto ahora de diferentes
largos y hecho un alboroto. A todo el mundo le pareció que los tres estuvieron
atravesando algún peligro – los recién llegados se estaban esforzando por
conservarse serenos y alegres, mientras recordaban en silencio mantener el
motivo de su viaje en secreto, hasta que el trabajo estuviera finalizado –, del
que a pesar de todo salieron airosos, porque se los notaba como siempre. Por
tratarse uno de ellos de un ser humano que había cambiado esa condición por la
de feérico el uno de Abril, o Llol número tres, hacía ya tres meses y tres
días, otro de una celebridad que había recuperado una pieza de lo que las hadas
llamaban “tesoro histórico-arqueológico” y la restante la futura reina de
Insulandia, el país que ostentaba la marca de tener la familia real menos
numerosa, los seres feéricos no pudieron menos que acercarse a los tres a causa
de sus curiosas situaciones. Eduardo, Kevin y Elvia les respondieron que nada
grave había pasado, que únicamente tuvieron un incidente con un MïNuq fuera de
control que habían usado para continuar el entrenamiento del arqueólogo en la
periferia del reino. Fueron palabras sencillas, y la princesa concluyó diciendo
que irían los tres a la sala médica que funcionaba en el Banco Real. En este
momento, ninguno de los tres deseaba ser el centro de atención, o continuar
siéndolo, ni quedar expuestos de esa forma. En este momento, les importaba más
poner en práctica por primera vez la investigación que fuera desarrollada antes
de la Guerra de los Veintiocho, la cual había permanecido sepultada, literal y
figurativamente, desde las once y quince del dieciséis de Octubre (Norg número
doce) del año cinco mil ciento setenta y nueve hasta la madrugada del ocho de
Marzo (Nint número siete) de este año.
_¿Un “MïNuq”?., llamó Eduardo, dirigiéndose a
sus compañeros de viaje, cuando llegaron las catorce horas con treinta minutos
(en el banco había relojes hasta en los baños) y concluyeron la parada
intermedia.
Abandonaron la sala médica – al final, si
fueron a ella, porque ninguno quería que volviera a pasar lo mismo que en el
exterior de la enorme pirámide – sin tener una secuela física de su batalla con
los colosos de granito en el Dïpnem. La mano izquierda del prometido de Isabel
ya estaba como nueva, aunque algo entumecida, a causa del calmante que le diera
el médico. Había recibido además un ungüento que le hizo detener
instantáneamente el sangrado e incluso cicatrizado la herida tan fea en esa
mano. Esta hubo de quedar como nueva en cuestión de minutos, y, según el
médico, el entumecimiento desaparecería en no más de una hora.
_Son monstruos animados con eso que los
humanos llaman “magia negra” – informó Kevin, cuyo paso por la sala médica
había significado quedar completamente libre de los dolores en las piernas.
Solo ahora estaba reconociendo lo poderosos que resultaron los colosos como
para causarle dolor. Fue la primera vez en su vida que se quejó por un dolor
físico – El nombre no es nada del otro mundo; solo una contracción de las
palabras “vsaunuqt” y “vunipmï”, que en nuestro idioma ancestral… son de aquel,
mejor dicho, y en el actual se traducen como “monstruo” y “elemento”. Y eso
son, de hecho, todos los seres como esos dos colosos. Pueden crearse usando
cualquier elemento de la naturaleza; una hoja, un pétalo, una pluma o lo que
sea… o las piedras, como vimos en la Casa de la Magia. Se usa un conjuro
llamado “CeSöe, MïNuq” o “CesÖe, MïNuqt”, si se trata de dos o más. Aparte de
eso se necesita polvillo resultante de otro objeto exactamente igual al que se
vaya a transformar, de su mismo peso e idénticas dimensiones, y una gota de la
sangre el individuo que vaya a aplicar el conjuro. La mezcla del polvillo, la
gota de sangre y el objeto se combinan con agua y al compuesto se lo revuelve
durante cinco minutos, no importa en qué dirección. Después se pronuncian las
palabras mágicas y al cabo de sesenta
segundos aparece el monstruo. Es un procedimiento sencillo, pero no cualquiera
puede hacerlo… ¡tapen eso, por favor! – pidió Kevin a dos antiguos colegas
suyos del MC-A, que pasaron en sentido contrario, los cuales exhibían con
orgullo el uniforme reglamentario del equipo de balonmano “Puerto Nuevo” –.
Solo las hadas más poderosas de la FPISE son capaces de crearlos, y las únicas
autorizadas por la ley para hacerlo.
Eduardo ya estaba al tanto (lo estaba desde
la quincena intermedia de Marzo) de que el balonmano era el deporte más popular
en Insulandia, y fuera del reino, y que para las hadas insulares el evento que
protagonizaban los clubes “Kilómetro 38” y “Puerto Nuevo”, ambos de la Ciudad
Del Sol, el primero de Barraca Sola y segundo de La Paloma, era el súper
clásico. Reanudado el torneo insular a finales del mes pasado (el motivo del
parate había sido, por supuesto, la Gran Catástrofe), Puerto Nuevo había ganado
el partido por cinco a cero, y ese resultado amargaba, en este caso, a Kevin.
Eduardo había demostrado una inmediata simpatía por el equipo de su barrio,
afiliándose a el a inicios de Abril y convirtiéndose en uno de sus socios más
nuevos, y, como los otros, sentido una profunda amargura por esa derrota por
goleada ante su rival más clásico. “Que bueno que pese a eso Kilómetro 38 sigue
puntero”, se alegró, no bien terminara ese evento.
_Hombres – protestó la princesa Elvia,
lanzando un par de rayos para encender las antorchas. Como la mayoría de las
mujeres feéricas, su deporte favorito no era el balonmano, aunque sus simpatías
estaban con “La Ramada”, otro de los clubes de la liga insular – A veces
pareciera que vivieran solo para el balonmano… en fin – buscó retomar, para
concluirlo, el tema de los monstruos creados con “magia negra” –, también
existen los UcNuq, o UcNuqt, si son dos o más. La diferencia es que estos usan
como materia base un objeto manufacturado, el que sea. Lo demás es exactamente
igual; el conjuro, los ingredientes y procedimientos. Ambos vieron la luz por
primera vez con el correr de los primeros dos años de la Guerra de los
Veintiocho – tomaron un pasillo que habría de llevarlos en línea recta hacia el
recinto donde estaban las almas solitarias –, Las hadas científicas del
MEU empezaron la carrera al desarrollar
el primer MïNuq, y llegaron a crear alrededor de treinta mil, para seguir
sumando guerreros a sus filas. En el otro lado respondieron dando origen a no
menos de cincuenta mil UcNuqt durante la guerra. Esos casi ochenta mil
monstruos causaron una enorme destrucción e incontable heridos y bajas. Como
eran toda una novedad, nadie tenía idea de como combatirlos ni detenerlos.
Cuando terminó la guerra, las dos clases de monstruos se siguieron produciendo,
pero en cantidades infinitamente menores y para finalidades que tenían poco,
muy poco o nada que ver con las guerras, lo que los volvió… inofensivos, se
podría decir.
_¿Cómo cuáles?., quiso saber Eduardo,
poniendo en alerta su sentido del oído.
No muy lejos de allí, de seguro en otro
túnel, dos empleados del banco estaban moviéndose despacio, a causa de ese
pesado objeto que trasladaban. El prometido de Isabel, notando (volviendo a
hacerlo) como bajo el suelo los sonidos se escuchaban más fuertes, lo mismo que
las voces, pensó que podrían cruzarse con el par más adelante.
_Entrenamiento para la Guardia Real, por
ejemplo. O también se los usa como socorristas ante desastres naturales, sobre
todo el que nos tocó vivir, o sufrir, a finales de Marzo – contestó la princesa
–. De hecho, esos son casi los únicos dos motivos por los que están en
Insulandia, y creo que en el resto del mundo también. En nuestro país, por lo
pronto, tenemos dos docenas de MïNuqt y diecinueve UcNuqt que están trabajando
codo a codo con los guardias y médicos en los lugares más castigados.
Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir y esos monstruos, por sus
dimensiones, peso y resistencia, son imprescindibles para esas tareas.
Unos pasos más adelante quedó en evidencia
que Eduardo tuvo razón con lo de los empleados. Dos hombres se estaban moviendo
lentamente, arrastrando un pesado arcón de hierro con dificultad. Al ver al
trío, que había concluido la breve conversación sobre los monstruos, es
hicieron saber que el contenido tenía como destinatarias a las tres almas
solitarias insulares, pero lo que había adentro les era desconocido. “No nos lo
dijeron” – avisó uno de los empleados –, “solo que dejemos el arcón en manos de
ustedes tres para que les den el contenido a las almas”. El artesano-escultor y
el arqueólogo examinaron el recipiente y con solo tomarlo por las asas se
dieron cuenta de que era pesado. “Vamos, vamos, que no es para tanto”, ironizó
la princesa, en lo que se retiraban los empleados bancarios.
_Parece que el peso es solo el arcón.,
comentó Kevin, reanudando la marcha y notando, por unos leves movimientos, que
el contenido era escaso.
Tanto el como su amigo asieron el recipiente
y siguieron a la princesa por el pasillo iluminado con antorchas y un par de
mecheros – el recinto donde aguardaban las almas solitarias no estaba lejos –.
No se podían mover rápido, pero lo pasaron por alto distrayéndose con todo lo
que habían vivido en la Casa de la Magia, de lo mucho que les había costado
llegar a y salir de ella para conseguir la docena de pequeñas piedritas que
llevaban ahora en los bolsillos.
Wilson, Iulí e Iris no pudieron contener la
emoción y felicidad al verlos traspasar el umbral del recinto y corrieron
(flotaron a gran velocidad) hacia ellos. Tanto de contentos estaban por veros
“en una pieza” que no repararon en que habían expuesto ante ellos las doce
piedras oculares y se las mostraban con orgullo, y no lo hicieron sino hasta
que tintinaron con algo de sonoridad. “¿Doce?”, se extrañó el padre de las
hermanas, a lo que los recién llegados respondieron la verdad, tal cual lo
planteara Eduardo cuando se dirigían a los acantilados de la Casa de la Magia:
no estaban poniendo en duda el trabajo de Mücqeu, sino el hecho de que con el
primer intento, a causa de un descuido o lo que fuera, el resultado no fuera
positivo. Si eso llegara a pasar, las almas solitarias no sufrirían daño
alguno, pero Elvia, Kevin y Eduardo sentirían la frustración por haber perdido
el tiempo con ese primer intento, y también con el viaje a aquella isla. “Mejor
estar preparados”, fue la síntesis del arqueólogo, empleando la telequinesia
para llevar a la mesa las piedras oculares. “Empecemos”, fue la respuesta de
las almas solitarias a los gestos de Eduardo, Kevin y la princesa Elvia, que
habían estado moviendo el arcón hasta dejarlo junto a la mesa. “Tomen eso y
ábranlo”, indicó Iris a los hombres, señalando con un dedo la llave que estaba
sobre una repisa detrás de ellos. La pieza de bronce, muy bien ornamentada,
pronto estuvo abriendo la cerradura, el par corrió la tapa y dejó al
descubierto una gran gama de los típicos artículos que podrían esperar verse en
un ritual, como mantas blancas, cirios de colores turquesa, violeta y lila –
las auras en vida de Iris, Wilson e Iulí –, tres copas metálicas y gráficos con
símbolos. “¿Y esto?”, fue la reacción inicial del prometido de Isabel, a lo que
su amigo, las almas solitarias y la princesa respondieron dándole otro tanto de
información. Esos símbolos, como los otros artículos, eran los que se
acostumbraba usar, en los tiempos de la religión cuyas dos figuras centrales
eran Vica, que era asociada con la vida y lo espiritual, y Aldem, asociado a la
muerte y lo terrenal, se empleaban en aquellas ceremonias y rituales que no
implicaban la participación de una única hada, como los bautismos, el rito al
que se sometía un hada al momento de cumplir el primer mes de vida para que
quedara protegida por los dioses, y las confirmaciones de aquel evento, a los
siete y los trece años. Siempre se había
tratado de ceremonias vinculadas con lo espiritual, pero con esto, como
advirtieron los tres llegados desde la Casa de la Magia, el ver el contenido
del arcón, y las almas solitarias, al haber pedido a los empleados del banco
que consiguieran esos artículos, se había añadido un nuevo aspecto, que quedaba
de manifiesto con la lectura de la investigación desarrollada por Mücqeu: el de
la sanación. Los símbolos que llamaron la atención de Eduardo estaban
relacionados con aquellos dones o atributos que representaron en vida de la
antigua dirigente del MEU y los padres de las hermanas. Eran tres tablillas que
cabían en la palma de una mano, hechas con madera, en las que estaban tallados
una llama, un corazón y un círculo, los símbolos que representaban al fuego, la
belleza y el intelecto.
_Y estas tablillas se usan en… – llamó Kevin,
tomando el pergamino escrito hacía milenios –, hay que dejarlos frente a sus
pies informó, mirando a las almas
solitarias –. a medio camino entre uno y otro.
Durante el tercio de hora que siguió, los
seis se dedicaron de lleno a leer varias veces el trabajo de Mücqeu, tratando
de que no se les escapara ningún detalle, ni siquiera el más insignificante.
Todos los pasos estaban consignados de manera tal que les resultara sencillo el
conjuro a quien lo fuera a poner en práctica.
_Mücqeu fue una científica especializada en
biología, ¿cierto? – se extrañó Eduardo, releyendo uno de los párrafos –, una
persona de ciencias, pero este trabajo está lleno de palabras y frases que se
refieren de una forma o de otra a la religión. ¿Cómo puede ser eso?, ¿algo se me está pasando por alto?.
El paso número uno de la investigación estaba
referido a la disposición de los elementos para el ritual de curación. Las
mantas blancas, por ejemplo, debían ubicarse a los lados de un alma solitaria y
detrás de esta, formando un cuadrado perfecto de dos por dos. En el centro
debía dibujarse un pentáculo, en cuyos picos debían de figurar los símbolos –
la llama en el caso de Wilson, el corazón en el de Iulí y el círculo en el de
Iris –. El alma solitaria tendría que estar en la cara central y los cirios en
el extremo de cada uno de los picos.
_Mücqeu fue una mujer muy religiosa – le
explicó iris, ya con la princesa y Kevin preparando las mantas en un sector del
recinto –, pero eso no le impidió cumplir su trabajo. Simplemente, halló la
forma de que la ciencia y la religión convivieran armónicamente en ella. Una
cosa no fue un impedimento para la otra, y una prueba de eso es este ritual que
estamos empezando.
En cuestión de diez minutos quedó montado el
escenario según las especificaciones de aquella científica. El trío de enormes
mantas de seda blancas – este color era el que más se asociaba con la pureza, y
por tanto siempre estaba presente en las ceremonias religiosas, a las que por
poco no monopolizaba – dispuestas en forma cuadrangular rodeando al pentáculo
que Eduardo dibujó en el piso con una tiza, que de acuerdo con las
especificaciones tenía que ser del color que hubiera tenido el aura en vida del
hada a la que se tratara de recuperar. Habría que reiterar el proceso tres
veces, una para cada alma solitaria. De común acuerdo, decidieron que Iris
fuera la primera en someterse a ritual de curación, por lo que el pentáculo y
los símbolos eran de un vivo color turquesa, y las buenas razones hubo para
eso: Iris era una musa para las hadas en casi todos los aspectos, un ejemplo a
seguir en cuanto a conducta y comportamiento, una fuente mucho más que
fidedigna si de consultas históricas se trataba (“Que forma elegante de decirme
vieja”, se quejaba ella, entre risas), el cuarteto junto a ella nunca dudaba en
elogiar una parte de la doctrina del MEU, sobre todo las postura respecto a los
ilios, y de los tres en tal condición era la más antigua siendo un alma solitaria.
Así que Iris pronto estuvo observando el pentáculo con sus inscripciones en los
picos y la media decena de cirios aun apagados en los extremos.
A pedido del prometido de Isabel sobre el
suministro de nueva información, Kevin, la princesa Elvia, sus futuros suegros
e Iris le explicaron que la magia iba de la mano con la religión, por lo que
sería una parte sumamente importante en el ritual.
_Lo primero que tenés que saber, Eduardo, es
que las palabras con las que va a crearse un hechizo están impregnadas con
magia, no importa si es más avanzada o menos. Al destinarse a alguna de esas
artes, las palabras, no importa cuales sean ni cuantas, van a tener gran
significado e importantes, y mucho, poder y valor., dijo la princesa heredera
con tono claro y serio, para empezar.
El arqueólogo ya tenía los oídos bien
atentos.
En algunas de las artes mágicas, el
significado, valor y poder se extendían más allá de los conjuros verbales y las
palabras sueltas, las frases y oraciones complejas, y dentro de esto se
encontraban los rituales y otras ceremonias religiosas. El ritual de curación
ideado hacía cinco mil ciento veinticinco años por Mücqeu no era una excepción
a esa regla, y, como cualquier otro, tenían poder, simbolismo y significancia
tanto sus palabras como sus hechos. “La decoración”, comentó Eduardo,
observando fugazmente las mantas de seda y el pentáculo con las inscripciones.
“Eso mismo”, le contestó Wilson, que relevó a la princesa Elvia en el
suministro de información. Todos los artículos que se estaban por usar en el
ritual de recuperación de las almas
solitarias, y también su disposición, tenían un significado particular, y, por
lo tanto, un gran valor para la religión como un todo y para el fin que se
perseguía como una pare de ese todo.
El área en la que se iba a trabajar tenía que
ser lo más pura que fuera posible, razón por la cual se habían ubicado aquellos
tres blancos en un sector de la recámara – ya habían corrido la mesa y las
sillas, para que no estorbaran – y dado que ninguno deseaba dar a conocer al
público en general, a las hadas y otros individuos del reino elemental, lo que
Kevin, Elvia y Eduardo estaban por hacer, por aquellas mismas razones sobre las
que estuvieron ellos hablando desde la mañana varias veces, sellaron la
recámara con magia, con la aplicación por parte de la princesa insular de un poderoso
hechizo que confundiría la vista y los demás sentidos de cualquiera que pasara
por allí, haciéndoles creer que la recámara estaba vacía, y se aseguraron de
que el entorno, pero en particular el suelo, quedara no solo puro, sino también
pulcro. Habían diagramado un área cuadrada de dos metros por dos, porque así lo
había decidido Mücqeu al crear esta clase de magia, y esa figura geométrica con
tales dimensiones era una parte del emblema de la religión extinguida: el cuadrado representaba, aunque definitivamente
menor, el predio en el que una vez estuvo el primero y más grandioso templo
religioso de todos los tiempos, destruido a consecuencia de un devastador
terremoto el Liur número siete / veinticuatro de Julio de nueve mil doscientos,
hacía más de un milenio – al no existir la religión, no pasaron a mayores las
sospechas de unas pocas hadas sobre la intencionalidad de un terremoto cuya
principal víctima material fue ese templo, al que se lo tuvo como edificio y
“patrimonio histórico” – un lugar al que ayer y hoy, siendo ruinas y escombros
en el este del continente centrálico, en el reino de Uzeqü, vecino a
Insulandia, se lo consideraba como de notables valores simbólico, histórico e
incluso arqueológico; en el CSP se había mandado dejarlo en esas condiciones,
librado al tiempo y a las fuerzas de la naturaleza, como recordatorio de una
parte del pasado de los seres feéricos. El perímetro del templo principal había
determinado que el cuadrado se convirtiera en uno de los emblemas de la
religión. El pentáculo era el templo mismo en sus años dorados: un vallado
circular conformado por pintorescos arbustos con flores de todos los colores,
una torre en el extremo de los picos, enormes áreas arboladas con sus diversas
tonalidades de verde en dichos espacios y un gran complejo de salas, recámaras
y oficinas, que formaban el corazón del templo, en el área pentagonal en el
centro, incluido el recinto del líder principal de la religión, que podía ser
un sacerdote o una sacerdotisa. Con el tiempo, al templo hubieron de
agregársele los símbolos o emblemas con que se identificaban los dones de las
hadas, colocando esculturas que sobresalieran por entre las tonalidades de verde, en los cinco picos, a causa de sus
colores (siempre los de gran contraste), dimensiones, formas y tamaños. “Y es
por eso que ahora está pintado el símbolo
del intelecto”, apreció Eduardo, concentrado en la figura dibujada en el
piso. “Correcto”, contestó Iris, examinando el pentáculo y ubicándose en el centro
de la figura, relajada tanto como firme, dando a entender que estaba lista para
el innovador hechizo. Quería ser la primera en intentarlo, sentía que tenía la
obligación de hacerlo: una de sus mejores amigas había perdido la vida tratando
de llevarle los resultados de las investigaciones, y se lo debía. Mücqeu le
había hecho prometer que lo intentaría, que sería la primera en llevar a la
práctica el proceso de curación de las almas solitarias, si se presentara la
oportunidad y alguno de los miembros del MEU resultara herido, tanto como para
recurrir a esa técnica tan peligrosa.
_Yo iba a realizar la primera ceremonia –
todavía recordaba Iris –. Nunca me imaginé que iba a estar del otro lado en eta
situación. Nunca creí que pararía milenios enteros siendo un alma solitaria.
La representación era un calco muy fiel,
concluían ella y los demás. Las torres del templo hoy vueltas escombros estaban
representadas por los cirios turquesas, y esto también tenía su origen en la
religión desaparecida. En aquellos tiempos, cuando allí había alguna ceremonia,
las torres se iluminaban con el color del aura del hada que fuera la
protagonista, como una forma de agasajarla. Mücqeu había visto cientos de
veces, cuando no miles, a esa media decena de estructuras en extremo fuertes –
los terremotos tal vez hayan sido lo único que le podía causar daños, y de
hecho lo hicieron – cambiar de colores por diferentes motivos, y allí radicaba
el hecho de que en este altar hubiera cirios de colores en los extremos de los
picos. Los demás objetos que se iban a usar en el ritual también estaban
cargados de simbolismo y tenían su poder. Había un bastón de un metro de largo
por dos centímetros y medio de circunferencia, de madera y muy bien trabajado,
con base y empuñadura doradas, que usaría la persona que auspiciara la ceremonia
para marcar los movimientos, pasos y “bendecir” el resurgimiento de las almas
solitarias; las tres copas de metal, grabadas con los símbolos que
representaban los dones, en las que se pondría el compuesto resultante de la
mezcla del polvillo y el objeto del que provinieran el soporte adicional de las
hadas (una pluma de la cola de un cuervo para Iris, el pétalo de una campanilla
para Iulí y el colmillo de un lobo para Wilson), la piedra ocular, de una
pieza, agua y esos ultimísimos vestigios, que todavía existían, de las almas
solitarias, el cual luego se volcaría sobre la cabeza del ser elemental en
cuestión. Había una copa más, esta de madera, de la que los seres feéricos,
otrora almas solitarias, habrían de ingerir su primer sorbo de agua. Este acto
también tenía una base religiosa: en otros tiempos se hacía que los bebés
recién nacidos ingirieran una única gota de agua inmediatamente después de
recibir la protección adicional, porque se creía que de ese modo estarían
recibiendo el respeto y las bendiciones de la diosa Vica y el dios Aldem, las
dos máximas figuras de la religión.
_Acá es cuando entran a escena las palabras,
las primeras, al usar el bastón en primer lugar, y después al momento de rociar
el compuesto en la cabeza de las almas solitarias., repitió Iulí, dirigiendo
esas palabras al prometido de su hija mayor.
_Pero antes, ¿cómo está tu dominio sobre
nuestro idioma antiguo, Eduardo?., intervino Wilson.
_No es perfecto, pero lo manejo – contestó el
arqueólogo –, ¿por qué?.
_Porque las oraciones y las palaras tienen
que pronunciarse en ese idioma.
Había tres oraciones que tendrían que
pronunciar las hadas, con voz potente y clara. La primera de ellas debía estar
marcada por los suaves goles con el bastón en los hombros y la cabeza de las
almas solitarias, y estaba dividida en las frases “Gloria al dios Aldem”,
“Gloria a la diosa Vica” y “Gloria a los creadores”. Debían ser pronunciadas al
mismo tiempo que se daban loa suaves toques en el hombro derecho, el izquierdo
y el centro de l cabeza, respectivamente. El porqué de esta oración y de las
otras era un misterio, y también su relación con un hechizo – magia – de
curación, el trabajo de Mücqeu no mencionaba a ese respecto ni una sola
palabras, de manera que Wilson, Iulí, Iris, Kevin, Elvia y Eduardo asumieron
que se trataba de la enormísima fe que la principal científica de su época tuvo
en la religión. Tal vez haya deseado que aquella no quedase eclipsada por algo
que no era otra cosa que ni iba más allá de la ciencia, y logrado así la
combinación y coexistencia en paz entre una cosa y la otra. “Es eso”, repitió
la princesa. La base del bastón, de forma cilíndrica y con minúsculos grabados
que representaban a los dioses creadores y sus descendientes (aquella decena de
seres feéricos que se decía eran los protectores de los continentes), era de
oro puro, y este metal tan precioso y abundante era lo único en el mundo que
podía alterar la consistencia vaporosa y etérea de un alma solitaria, pero en
condiciones muy excepcionales y estrictas: debían ser toquecitos muy suaves que
no tuvieran un contacto físico mayor de un segundo, algo que se conocía desde
la aparición de la primera alma solitaria. Estos seres reaccionaban a ese suave
e insignificante golpe adquiriendo el
color que tuvieran en vida sus ojos, su piel y su cabello. “Mücqeu le dio el
aspecto religioso al incorporar el bastón con punta dorada”, dijo iris,
consciente de que su amiga pudiera haber creído que los efectos del oro en las
almas solitarias no eran una reacción natural, sino obra de los dioses, a los
que solía asociarse con el oro.
La segunda oración, siempre con el toque
religioso conviviendo con el científico, debía pronunciarse mientras se vertía
el líquido sobre la cabeza del alma solitaria. Quien la llevara a la práctica
el proceso de curación debía volver a invocar los nombres religiosos diciendo
“En nombre dela diosa Vica, del dios Aldem y de sus primogénitos – otra vez la
referencia a sus descendientes originales –, yo deseo que esto sea de
beneficio”. Para estas alturas, el líquido, viscoso y vuelto del color de los
objetos tomados de la naturaleza para fortalecer a las hadas, ya estaba
actuando como ese reconstituyente súper poderoso que durante mucho tiempo había
mantenido ocupada a Mücqeu, y haciendo lo que se esperaba que hiciera: empezar
a regenerar los tejidos, órganos, huesos, el sistema nervioso y el circulatorio
del ser elemental en cuestión y, al instante, su anatomía al completo, aura,
poderes, habilidades y su don. Mücqeu había calculado que este proceso de
recuperación del cuerpo podría demandar entre un quinto y un cuarto de hora, de
doce a quince minutos, lapso tras el cual se formaría una nube del mismo color
del aura del hada “resucitada” que la cubriría desde los pies hasta la cabeza.
Esa nube era la última e inequívoca señal de que la recuperación era un hecho.
El tiempo que demorara en disiparse esa tenue nube tendría que ser usado por la
persona que dirigiera la ceremonia para pronunciar la tercera y última oración.
Con ambos brazos extendidos horizontalmente hacia adelante, en dirección al
alma solitaria, en posición completamente firme y enfrentando una palma con la
otra, debía decir, con el mismo tono de voz, “En nombre de lo que es bueno; En
nombre de lo que es grande; En nombre de lo que es justo; En nombre de lo que
es noble; Por medio de este conjuro; De estas palabras; Por acción y gracia de
Vica, Aldem y la Decena Ilustre; En cuyo nombre obro como intermediario; A cuyo
nombre ruego por sus hijos en desgracia; Quiero dar la vida; De ella la parte
que falta; En el glorioso nombre de la diosa Vica; En el glorioso nombre del
dios Aldem; En el glorioso nombre de sus diez Creaciones Primarias; Padres e
hijos decidieron; Padres e hijos hablaron; Padres e hijos obraron; Que se haga
Su voluntad; Por sus descendientes aquí presentes”.
_Esa última oración se completa diciendo el
día, mes y años – interrumpió la heredera insular – en el calendario antiguo.
Hoy es el cuatro de Julio, o, lo que es lo mismo, Iiade número dieciocho.
Releyeron una y otra vez la investigación de
Mücqeu hasta que a ninguno le quedaron dudas rondando en la mente. La
disposición y uso de los diversos elementos, la preparación y uso del compuesto
y las oraciones en el idioma antiguo, que, como cualquiera otra que se empleara
en una ceremonia religiosa, tenía la obligatoriedad de que las palabras debían
ser pronunciadas sílaba por sílaba, y no como un todo. Finalizada la tercera
oración, habría unos pocos segundos antes de que se disipara la nube, que
tendrían que usarse en acercarle al hada resucitada una muda de ropa. Puesto
que aparecerían como en su llegada al mundo.
_Por eso estas prendas – advirtió el
artesano-escultor –. A propósito, ¿no serán estas…?.
_Si, lo son – se anticipó su futura suegra –;
no son los originales, naturalmente, porque esos fueron destruidos el día que
intentamos el hechizo que nos transformó en esto. Son del mismo tipo, material
y colores.
Otros de los artículos, ajenos al proceso de
recuperación, eran prendas de vestir. Dos juegos femeninos y uno masculino,
pulcramente doblados. En el caso de dos de esos juegos, eran exactamente del
tipo que usaran los padres de Cristal e Isabel aquella trágica jornada. Una
túnica de mangas largas con un escote muy discreto, muy poco pronunciado, de un
tono oscuro de verde y con franjas azules en el borde de los puños, del cuello
y una cola larga. Era una de las prendas de vestir más tradicionales para las
mujeres, y el hecho de estar fabricada con seda la hacía además, valiosa
económicamente hablando. El traje típico masculino, pensaba Eduardo, era lo más
parecido a una sotana que había visto hasta ahora en la sociedad de las hadas.
Era negro, sin ningún otro color más allá de una franja delgada violeta en el
cuello. Iulí y Wilson, de momento, usarían esas prendas. La vestimenta
reservada para Iris era bastante similar a la de su congénere femenina, solo
que as mangas no eran tan pronunciadas, y combinaba sobriamente dos o tres
tonos de rojo.
_Ya nos vamos a ocupar más tarde de conseguir
toda la ropa y el calzado que podamos necesitar – decidió la antigua jefa del
MEU –, y de que hacer, y, como, una vez que hayamos…”vuelto”.
Parecía que estaba lista para empezar.
_... se que ustedes – miró a sus congéneres –
y yo vamos a estar enteros antes que este día concluya. Lo se… y lo siento.
Eduardo – dirigió palabra y vista al arqueólogo, que examinaba los grabados en
el bastón –… ¿te gustaría ser el sacerdote en esta ceremonia?.
_¿De verdad tengo que serlo? – fue la
respuesta, o la reacción, del hombre –. No se si sea el indicado, Iris. Hasta
el día de ayer desconocí que existía esta fórmula, y aunque la haya estudiado y
memorizado, dudo estar lo bastante preparado para llevarla a cabo. No nací
siendo lo que soy ahora, me refiero a un ser feéricos que tiene el agua como
don, mi conocimiento sobre el aspecto religioso de las hadas es muy limitado y
estamos hablando de algo totalmente nuevo. ¿Qué tal si algo sale mal?.
Habían barajado varias veces esa posibilidad.
¿Y si el resultado no era el esperado, haya o
no tenido errores el trabajo de Mücqeu?.
¿Qué tal si Iris continuaba siendo un alma
solitaria, o, peor, empeoraba?.
_Todos los presentes en esta recámara tenemos
confianza en que vas a lograrlo porque ya hiciste cosas grandiosas creyendo que
no ibas a lograrlo, Eduardo, y esta no va a ser la excepción – intentó
alentarlo la princesa Elvia –. Más ve veinte mil litros de agua elevados varios
metros del suelo para sofocar un incendio, un arroyo fluyendo al revés, crear
figuras más o menos complejas… a las hadas del agua es demanda prácticas y
perfeccionamientos constantes, pero vos lo hiciste en un tiempo muy breve.
_Y esta mañana lograste transformarte en el
megaodón y hablar estando transformado, otro logro considerando el poco tiempo
que llevás practicando – agregó Kevin – No mucho después de enfrentaste a un
MïNuq, y desviaste uno de sus ataques directos. No peleaste solo, de acuerdo,
pero lo hiciste. Y fue tu debut, también, en un combate contra esos monstruos.
Eso fue superior, me parece, ya que te tomó por sorpresa. Los MïNuqt no son una empresa fácil, y menos en un
combate, pero saliste victorioso.
_Entiendo lo que quieren decir. Pero esto es algo diferente, y creo que también
ustedes sostienen eso – contestó a ambos Eduardo, que volvió su atención, ojos
y palabras a Iris –. ¿En serio querés que sea yo el que se ocupe de vos?.
Los padres de las hermanas de aura lila
también confiaban en el arqueólogo.
_si – afirmó el ala solitaria –. Aun si no
fuera conmigo, tendrías que hacerlo con Iulí o con Wilson. Pero si te elegía
vos es porque, como dije, te tengo confianza. Y darte la oportunidad de ser de
los tres el primero, pienso yo, es una excelente manera para darte ánimos. Esos
ánimos que te faltan, o son insuficientes, para hacer eficazmente todas esas
cosas que son distintas de las hadas del agua. Esto va a servirte, y lo vas a
hacer bien. No vas a defraudarme.
_En otras palabras, cada vez que te halles
cara a cara con algo que parezca un asunto complejo, complicado o la dos cosas,
vas a acordarte del momento en que a Iris trajiste de vuelta, y usarlo como
fuente de inspiración – tradujo Wilson, tan animado por esta situación como sus
congéneres del sexo opuesto –. Y esto es a título personal, pero va ser
grandioso volver a participar en las competencias de ballestas y arcos y volver
a escribir en El Deportivo. Mi pasión y mi trabajo, en definitiva.
El Deportivo era un medio gráfico insular
dedicado exclusivamente a los deportes, en el que Wilson era uno de los
columnistas, o había sido, de las competencias de precisión y puntería. Tenía
un tiraje de ocho mil ejemplares con el precio de siete soles cada uno y su
frecuencia era mensual.
_por otro lado, y esto sin intenciones de
faltarle el respeto a Mücqeu, la religión no es un factor a tener en cuenta en
nuestra recuperación – agregó Iulí –. Lo que estuvimos leyendo es ciencia, solo
eso. Ella quiso darle ese toque religioso para que una visión no opacara a la
otra, como hacía con todo o casi todo. Y si hablamos de preferencias y gustos…
supongamos que a las dieciocho en punto estoy de vuelta, a las dieciocho horas
un minuto quisiera estar modelando otra vez.
Iulí había modelado desde que sus quince años
le dejaran el lugar a los dieciséis. Aquel día ya lejano había hecho su primera
aparición pública en el Mercado central textil, ante un nutrido público de
ambos sexos, como modelo de ropa informal para mujeres adolescentes. Y ese
había sido solo el principio de una carrera esplendorosa.
_Está bien – accedió finalmente el compañero
sentimental de Isabel –. Pero mantengo lo que dije sobre las diferencias.
Las palabras de aliento de Iris, Elvia y
Kevin y la ilusión que pareció aparecer en sus futuros suegros sobre sus
antiguas ocupaciones laborales hicieron que Eduardo cambiara de opinión,
aunque, pensaba silenciosamente, en tanto Iris se ubicaba definitivamente en la
figura central del pentáculo, era riesgoso. La heredera y el artesano-escultor,
que ahora eran espectadores desde un par de sillas, estaban mejor preparados y
su conocimiento sobre estas cosas, con o sin religión, era infinitamente
superior. Creía, en tanto hacía un movimiento veloz con la zurda para encender
los cirios, que si alguno de ellos lo hubiera hecho primero, o los dos, el
habría tenido una idea mucho más que clara acerca de la manera en que debía
ejecutarse el procedimiento. “Empiezo, entonces”, dijo, avanzando hacia Iris y
reuniendo los diversos elementos.
El compuesto estuvo finalmente listo en otro
sexto de hora.
Eduardo había mezclado los diversos elementos
y revuelto en uno y otro sentido tal y como estaba consignado en la obra. Al
final, quedó en el cuento una sustancia viscosa de color turquesa con
pequeñísimos salpicones negros, todo lo que quedaba de la piedra ocular. El
último vestigio de la antigua jefa del MEU, un cabello que había en el último
lugar del Banco Real en que ella hubo de posar sus pies estando enteramente en
vida – era simplemente increíble y asombroso el hecho de que hubiera
“sobrevivido” por tantos milenios – para fortuna de todos hallado en esta misma
recámara, fue echado a la fórmula en último lugar, y con ello había dicha
fórmula quedado finalizada. “Solo fue el primer paso”, pensó el arqueólogo,
todavía con sus temores sobre posibles errores y fallas, y mientras tomaba el
bastón. Iris había visto atentamente la escena, sin dejar de permanecer firme,
e intentó darle otro poco de ánimo mostrándole una amplia sonrisa. Los
espectadores imitaron ese gesto, y Eduardo se sintió con confianza, lo bastante
como para empuñar el bastón hacia adelante y exclamar con voz potente y clara:
E SO HMU E ME TE U FO BU-TE
8un suave toquecito en el hombro derecho)
E SO HMU EM UT FO CAL-UK
(un suave toquecito en el hombre izquierdo)
E SO HMU E MUT SIT FU E DSI
(un suave toquecito en el centro del cráneo)
Eduardo retiró el bastón y lo colocó a su
derecha en vertical.
Otra vez Iris sintió esos brevísimos cambios
en su composición. Por un solo e insignificante segundo, su piel hubo de
adquirir el color blanco que tuviera en vida, los ojos aquel penetrante (y
cautivante, además, para el sexo masculino) celeste y el cabello tan largo que
llegaba hasta la cintura, se volvió fugazmente rubio. A ninguno le quedaron
dudas de que había sido ayer y continuaba siendo hoy una mujer muy atractiva,
lo que era uno de sus eternos distintivos. Pero convinieron, en silencio, que
ese aspecto tenía que quedar para otro momento. Lo importante ahora era
continuar con el ritual de sanción. Eduardo estaba sintiendo que podría llegar
al éxito completo, como le demostraran el trío d almas solitarias, su amigo y
la princesa Elvia con gestos y palabras alentadoras. Pareció haber caído en la
cuenta de que sus dudas eran infundadas, y surgidas del temor a lo desconocido.
Hasta el día de ayer había ignorado la existencia de las piedras oculares, la
Casa de la Magia, Mücqeu y el ritual de curación, todo eso sin contar el
aspecto religioso. “Puedo hacerlo”, se dijo, esbozando una sonrisa triunfante,
tomando el pocillo con el compuesto. Lo elevó hasta donde le alcanzaron los
brazos con ambas manos y, habiéndolo ubicado sobre la cabeza de Iris, volvió a
abrir la boca:
IP CSI PUN FI ME TE U FO BU-TE, FIM UT FO
CAL-UK ET FI TAT VUT PO HI UN QSO, ZU U TI FI RAI VU IT ETI FI U DO GO PI CI.
Muy lentamente, Eduardo empezó el vertido del
líquido sobre Iris, que reaccionó con un leve sacudón en el cuerpo – ¿algo
físico?, ¿significaba eso que Mücqeu lo había resuelto?, ¿estaría funcionando
el compuesto? – al caerle la primera gota. En forma de un finísimo chorrillo,
el líquido bañaba al alma solitaria lentamente, cubriéndole primero el cabello
y la cara, después los hombros y más tarde el cuerpo. La nueva reacción de Iris
evacuó las dudas del arqueólogo sobre la viabilidad del compuesto sanador.
Funcionaba.
Iris cerró los ojos al empezar a caerle en la
cara el compuesto, y a tener esos ligeros sacudones algo más continuos, a
medida que seguía su camino. Las piernas y los pies, los brazos y las manos, el
cuerpo y la cabeza estuvieron cubiertos en poco más de dos minutos, y otra de
las reacciones que de demostrar el éxito hubo fue ese sutil movimiento que Iris
hizo con los brazos, de cubrirse el pecho y el vientre, como si para ella se
tratara de algo frío que estaba cubriéndola. “Es frío” – anunció, y exclamó
acto seguido – “¡y funciona!”. Eduardo, entonces, vio brillar el cuerpo del
alma solitaria, una de las anotaciones de Mücqeu sobre las reacciones físicas y
visibles al compuesto. Por ello, dejó pasar entre un quinto y un cuarto de
hora, tal como estaba indicado, y vio surgir la nube turquesa, que fue
envolviendo a iris desde los extremos (los pies y la cabeza) hacia adentro. No
podía saberse si era vapor, humo u otra cosa, pero estaba funcionando, y pronto
estuvo el alma solitaria cubierta completamente por la sustancia. El arqueólogo
ya no la podía ver, por lo que sin dudarlo dispuso sus brazos hacia adelante,
horizontalmente en dirección a la nube turquesa, apoyando una palma contra la
otra y poniéndose el mismo en una posición de firme, tras lo cual dijo la
tercera y última oración:
IP CSI PUN FI MU RAI IT PU I CA
IP CSI PUN FI MU RAI IT FI HSEP
IP CSI PUN FI MU RAI IT VU KAT
IP CSI PUN FI MU RAI IT CMI PU
QUS U FO NI FI VÏT SU KA DUP
FI VE TI CSES ME QE
QUS UP DO ED ET U DO HSE FI BU-TE, CAL-UK ET
FI PEDIFI VSI MAT O
IP ZU DA CSI PUN CSÜ UN DU U SO E FO NI VIS
OP
E ZU DA CSI PUN HU I SA QUS TAT KUT JO IP E DO HSU FIT
SU I RAO FES ME FE WO
FI ME I ME VI QES RAI VE GEM
IP IM TU U SO HMU CSI PUN FI ME TE U FO BU-TE
IP IM TU U SO HMU CSI PUN FIN UT FO CAL-UK
IP IM TU U SO HMU CSI PUN FI TAT PIT U DO E
DSI ET SO NE QSO
FSIT QE I KUT JO JEP FU FO DO FI
FSIT QE I KUT JO JEP FU CME JE
FSIS QE I KUT JO JEP FU CSE URAI TI HE JE TA SEF MAP WU
QUS TAT VIT IP FO DIP FIT RAO E VI TIP QSI
IIADE SU NI PA DJÜ DO I FO, IB FO NOM VUT
DOIP FUT VSU E DA
Entonces, ocurrió el milagro.
La primera puesta en práctica del trabajo de
Mücqeu había sido exitosa.
Iris estaba nuevamente “completa”.
Su cuerpo lo estaba. También sus alas y su
aura.
_Hola., fue la primera palabra que pudo
pronunciar.
La nube prácticamente esfumada fue el
indicativo para el siguiente movimiento, que consistió en que el arqueólogo
empleando la telequinesia para alcanzarle la túnica roja, que Iris se puso en
el mismo y preciso instante en que se desvanecía el último vestigio de la nube.
La nube fue el indicativo para el siguiente
movimiento, que consistió en el arqueólogo usando la telequinesia para
alcanzarle la túnica roja, que Iris se puso al desvanecerse el último vestigio
de la nube. Tan emocionada estaba que no pudo contenerse y se puso a dar
vueltas sobre si misma. Flexionó sus articulaciones, hizo movimientos
gimnásticos elaborados, cerró sus alas, las volvió a desplegar, parpadeó unas
cuantas veces, sacudió en círculos su larga cabellera, dio varios suspiros y se
transformó en un cuervo. Dio varias vueltas en el aire, unas más rápidas y
otras no tanto, antes de recuperar la forma habitual y examinar sus delicadas
facciones en ese pequeño espejo que le alcanzara la princesa aun asombrada y al
mismo tiempo que su resurgida aura de color turquesa incrementaba volumen y
brillo, para demostrar la emoción que sentía. Tan feliz y dichosa estaba que se
permitió elogiar lo bien que le quedaba la ropa y lo primero que hizo posterior
a las demostraciones fue correr darle un
abrazo a Eduardo, en una evidente señal de agradecimiento. “¿Viste que tus
temores eran infundados?” – le dijo, con un tono sumamente alegre –, “no me va
a alcanzar la vida para pagarte esto”. Acto seguido se dirigió a Elvia y Kevin,
extendiendo a ellos las palabras y los gestos de agradecimiento, y a las dos
almas solitarias, que compartían con ella la felicidad, sabiendo que por fin
había vuelto a convertirse en un hada, y conociendo que ellos lo estarían
pronto. Sin embargo, tuvieron Wilson e Iulí que aguardar otro tercio de hora
para que su momento llegara. No solo porque vieron como un guardia real y un
empleado se detenían en la entrada de la recámara (podían ver y escuchar desde
dentro, pero no desde afuera) para verificar si estaba o no vacía, sino también
porque Iris no pudo (ni quiso) resistirse al impulso de tocar o tomar con ambas
manos todos los objetos que la rodeaban. Los presentes allí no pudieron culpar
ni mostrar desaprobaciones o burlas por ese comportamiento e incluso se sumaron
a el. Pasados esos veinte minutos las celebraciones se detuvieron, y no porque
hubieran querido o pasado algo malo, sino porque reconocieron que ya tendrían
tiempo suficiente para hacerlo, incluso para permitirse un agasajo con toda la
pompa. Iris, ya calmada, pero sin dejar de sonreír ni mostrarse temblorosa a
causa de la alegría, estaba de vuelta, y eso era la prueba de que la
recuperación podía volver a probarse.
En Iulí o en Wilson.
¿O en ambos al mismo tiempo?.
Uno de los aspectos que más había distinguido
a los padres de las atractivas hermanas antes del hechizo fallido que los
convirtiera en almas solitarias, y que aun los distinguía, era el de permanecer
uno al lado del otro prácticamente todo el día. Así había sido desde que
empezaran su relación sentimental. No hubo desde aquel día ya lejano un solo
hecho que alterara ese modo de vida, y por eso, además, hubieron de convertirse
en un ejemplo para las hadas. Literalmente, estuvieron juntos en los buenos
momentos y en los malos. Ejemplo de eso eran el que Wilson haya estado junto a
Iulí aquellos días en que nacieran sus hijas, casi yendo en contra de la
costumbre de las hadas, porque los hombres no solían estar presentes durante
los partos, y esos fueron, por mucho, los días más felices en la vida de la
pareja. Y de los malos momentos, sin dudas era que el peor era aquel en que
separaran las almas y los cuerpos para intentar recuperarse de las heridas
recibidas y evadirse del problema grave en que se vieron envueltos. Nada cambió
después de ese fatídico día, y ahora se hallaban ante un desafío completamente
nuevo que no deseaban efectuar por separado.
Los dos contestaron afirmativamente moviendo
la cabeza a la pregunta que al respecto formulara Kevin, sobre el recupero de
sus cuerpos y atributo. Ambos se habían convertido juntos en almas solitarias,
y ambos volverían a ser hadas juntos. Esta vez el cuadrado delimitado por las
mantas blancas fue un rectángulo, de cuatro metros de ancho por dos de fondo,
apenas dividido en dos por una línea dibujada con la tiza antes usada con el
gráfico para Iris. Un rectángulo lila y otro violeta, con sus respectivos
cirios ya estaba en el suelo, y las almas solitarias sobre ellos. Kevin haría
el ritual con su futuro suegro, y la princesa Elvia con Iulí, algo decidido
cuando Eduardo usara el bastón con la antigua jefa del MEU. “¿Listos?”,
preguntaron al mismo tiempo la Consejera de Cultura y el antiguo jefe del MC-A,
y las almas solitarias contestaron que si, ubicándose cada una en su posición.
Se turnarían para hacer los movimientos y toques con el bastón y pronunciar la
primera oración, harían al unísono la aplicación del compuesto sobre las almas
y pronunciarían al mismo tiempo el último par de oraciones, con las posturas
indicadas. “¡Que haya suerte!2, les desearon Eduardo e Iris, quienes ahroa eran
los espectadores.
Unos pocos minutos después se escuchó como el
par de seres feéricos ejecutaba los movimientos con el bastón y pronunciaba la
primera de las oraciones.
Elvia lo hizo en primer lugar.
E SO HMU E ME TE U FO BU-TE
(al hombro derecho de Iulí)
E SO HMU EM UT FO CAL-UK
(al hombre izquierdo)
E SO HMU E MUT SIT FU E DSI
(en el centro del cráneo)
Y a continuación Kevin:
E SO HMU E ME TE U FO BU-TE
(un suave toquecito en el hombro derecho)
E SO HMU EM UT FO CAL-UK
(el hombre izquierdo de Wilson)
E SO HMU E MUT SIT FU E DSI
(la cabeza)
Con los padres de Isabel y Cristal pasó lo
mismo que con iris. Los brevísimos cambios en la composición, de gaseoso a
sólido, los mostraron con el cabello castaño, la etnia blanca y los ojos
(pardos los de Wilson y verdes los de Iulí), donde se hubo de reflejar la
alegría de la pareja, al verse fugazmente entre si y comprobar que estaba
siendo ejecutado correctamente el trabajo de recuperación. Cuando las almas
solitarias volvieron a la normalidad, Kevin y Elvia lo interpretaron como la
señal para dar inicio al siguiente paso. Tomaron los pocillos en los que
hubieron de preparar los compuestos, de estos uno de color lila y el otro
violeta, los elevaron hasta situarlos en el centro de la cabeza de Iulí y
Wilson, los inclinaron y exclamaron con el mismo tono de voz.
IP CSI PUN FI ME TE U FO BU-TE, FIM UT FO
CAL-UK ET FI TAT VUT PO HI UN QSO, ZU U TI FI RAI VU IT ETI FI U DO GO PI CI.
También ellos lentamente, la heredera y el
artesano-escultor vertieron el viscoso contenido del par de pocillos sobre sus
respectivos destinatarios. Lo que experimentaron Wilson e Iulí fue lo mismo que
momentos antes sintiera Iris, quien ahora los miraba sabiendo que la fórmula
también estaba funcionando con ellos. Las almas solitarias reaccionaron
instintivamente con temblores más bien leves en el cuerpo con su primer
contacto con el líquido. Este estuvo cubriéndolos y por ello, ante las nuevas reacciones
de las figuras en los pentáculos, Elvia y Kevin advirtieron que, como Eduardo,
habían preparado el compuesto correctamente. Con los ojos cerrados, los gestos
hechos por Iulí y Wilson para demostrar que frío era lo que estaban sintiendo
se volvieron más evidentes en el par de minutos que siguieron al contacto con
la primera gota, a medida que el compuesto iba bajando desde los hombros y la
cabeza a los brazos, la cintura, las piernas y por último los pies. Las hadas
advirtieron como los cuerpos empezaban a brillar, y un rato después vieron la
aparición repentina de una nube espesa violeta y otra lila, que en cuestión de
segundos cubrieron completamente a los “sujetos de prueba”. Kevin y Elvia
/también Eduardo e Iris) tuvieron de ellos como última visión el acto de tomarse de la mano (lo sugirieron mutua y
simultáneamente, extendiendo Wilson la zurda e Iulí la diestra) y adoptar esas
miradas cargadas de romanticismo que los caracterizaron desde el primer día. Las
nubes espesas cubrieron cada centímetro del rectángulo delimitado por las
mantas, y fue recién al cabo de un cuarto de hora que el artesano-escultor y la
heredera insular adoptaron la nueva pose, firmes con los brazos hacia adelante
y apoyando una contra la otra las palmas. Había llegado, al fin, el momento
indicado para pronunciar la tercera y última de las oraciones.
IP CSI PUN FI MU RAI IT PU I CA
IP CSI PUN FI MU RAI IT FI HSEP
IP CSI PUN FI MU RAI IT VU KAT
IP CSI PUN FI MU RAI IT CMI PU
QUS U FO NI FI VÏT SU KA DUP
FI VE TI CSES ME QE
QUS UP DO ED ET U DO HSE FI BU-TE, CAL-UK ET
FI PEDIFI VSI MAT O
IP ZU DA CSI PUN CSÜ UN DU U SO E FO NI VIS
OP
E ZU DA CSI PUN HU I SA QUS TAT KUT JO IP E DO HSU FIT
SU I RAO FES ME FE WO
FI ME I ME VI QES RAI VE GEM
IP IM TU U SO HMU CSI PUN FI ME TE U FO BU-TE
IP IM TU U SO HMU CSI PUN FIN UT FO CAL-UK
IP IM TU U SO HMU CSI PUN FI TAT PIT U DO E
DSI ET SO NE QSO
FSIT QE I KUT JO JEP FU FO DO FI
FSIT QE I KUT JO JEP FU CME JE
FSIS QE I KUT JO JEP FU CSE URAI TI HE JE TA SEF MAP WU
QUS TAT VIT IP FO DIP FIT RAO E VI TIP QSI
IIADE SU NI PA DJÜ DO I FO, IB FO NOM VUT
DOIP FUT VSU E DA
Las nubes se disiparon y quedó visible el
nuevo milagro.
Los nuevos milagros.
Exitosa la segunda y tercera prueba del
trabajo de Mücqeu.
_Es magnífico estar de vuelta., celebró Iulí,
con una amplia sonrisa.
_Espero que no nos hayan extrañado., completó
Wilson, también sonriendo.
La princesa y Kevin retrocedieron para dejar
espacio a la espectacularidad, no sin antes haber recurrido a sus habilidades
telequinéticas para alcanzarles las mudas de ropa, justo antes de que los
recién resucitados hubieran de quedar nuevamente visibles. Sus tan efusivas
demostraciones de felicidad fueron idénticas en todos los detalles a las de
Iris, y ni siquiera se detuvieron cuando pasara aquella patrulla de lanceros
por el corredor – desde el exterior de la recámara estaría vacía para
cualquiera que observara, gracias al hechizo aplicado por la heredera – quienes
simplemente estuvieron haciendo sus tareas de rutina. Los padres de Cristal e
Isabel estaban nuevamente “enteros”, ellos así se definieron, y rápidamente
dieron rienda suelta a los complejos y malabarísticos movimientos a lo largo y
a lo ancho de la recámara. Incluso se transformaron y por dos o tres minutos,
allí nadie le estaba prestando atención a la hora, en un lobo cuyo pelaje
combinaba blanco, gris y negro, que al trote se puso a dar vueltas por la
recámara, y el arbusto de tres metros de alto (que por ello tuvo que
arrodillarse) con flores en las articulaciones, cuello al menos cinco veces más
largo que el de una persona y cabeza parecida a la de una tortuga aligátor.
Ambas formas de vida anduvieron a sus anchas, tanto como lo permitieron las
dimensiones de la recámara, demostrando no solo lo felices que estaban por
haber vuelto a ser lo que una vez fueron, sino también lo mucho que disfrutaron
haciendo eso en aquellos tiempos. El lobo incluso se paró sobre las patas
traseras, apoyando las delanteras sobre los pectorales de su futuro yerno,
moviendo la cola para mostrar lo contento que estaba, y el arbusto gigante en
dirección a la princesa extendió aquellas lianas que brotaban del extremo de
los índices, las cuales se enroscaron suavemente sobre las manos de Elvia, en
una clara señal de agradecimiento. Pasados esos dos o tres minutos, Iulí y
Wilson recuperaron la forma feérica y también recurrieron al espejo que les
había dado la princesa. Se sorprendieron
a si mismos al verse exactamente igual a como estuvieron el día del
hechizo fallido, con sus facciones iguales a aquella fatídica jornada y el
mismo peinado. Uno al otro se observaron, con minuciosidad, y no encontraron
nada que fuera distinto. Tan emocionante era lo que les estaba tocando
experimentar que ya se visualizaban rearmando su vida social, familiar y
laboral, tal cual las dejaran hacía más de una década y media. No sabían cuando
exactamente eso iba a ocurrir, pero era absoluto su convencimiento de que sería
pronto. Ambos eran personas muy queridas y las hadas no dudarían en darles una
mano.
A Iulí y Wilson, sin embargo, les quedaba
algo por hacer, como les recordaron Elvia y Kevin al alcanzarles la copa de
madera rebosante de agua. Debía cada uno beber del líquido una cantidad a gusto
para, ahora si, dar por terminado el ritual. Primero lo hizo el hada de aura
lila, en tanto Eduardo e iris desmontaban mediante la telequinesia el altar
(los cirios ya estaban apagados) y guardaban todos los elementos nuevamente en
el arcón. Iulí sostuvo la copa con ambas manos, acto que le provocó una catarata
de recuerdos – sostener esa pieza fue un estimulante para su memoria –, y bebió
el contenido con los ojos cerrados, pausadamente, como si quisiera conservar
para siempre este instante en su mente. Tras el último sorbo, abrió los ojos y
un fugaz resplandor lila indicó a los cinco entes allí que este ya estaba
clasificado en su memoria como uno de los más felices días de su vida. “Y aun
resta el reencuentro con mis hijas”, pensó, sonriendo.
Entonces, lo hizo Wilson. Fue lo mismo que su
compañera. Los mismos movimientos, casi coreográficos, al tomar la copa e
ingerir su contenido. También lo hizo de forma pausada y con los ojos cerrados,
queriendo el tanto como Iulí que fuera uno de los mejores días de su vida. Lo
había disfrutado, pensaron los demás, y en lo que los hombres dejaban el arcón
en un rincón de la recámara, debajo de una repisa, el aura violeta tuvo ese
inusual brillo que evidenció su enorme felicidad, y fue tanto lo que estaba
sintiendo, tantas cosas pasando dentro de su ser, que de alguna manera, sin el
proponérselo, logró anular el hechizo con que la princesa asegurara la
recámara. Si alguien hubiera pasado por allí en esos escasos segundos que
demorara Elvia en reinstalarlo, habrían visto lo que pasaba, y quienes estaban
acompañándola a ella, a Kevin y a Eduardo, antes de lo que estos tres hubieran
querido.
Aunque iba en contra de lo que quisieran o
desearan, los padres de Cristal e Isabel cesaron con sus efusivos festejos en
los minutos que quedaron antes de las diecinueve horas – al final, le prestaron
atención a los relojes, por primera vez desde que dejaran la sala médica en el
banco –. Una voz difundida por los corredores había anunciado que llegaban a su
término la mayoría de las actividades de la jornada, quedando tan solo las no
imprescindibles y aquella que se remitía a las tareas aun en vigencia de Iulí,
Wilson e Iris: la vigilancia. “A eso lo vamos a extrañar”, dijo el hombre,
mirando las pinturas alegóricas, en tanto su eterna compañera e Iris asentían
con gestos faciales. Si era cierto que su trabajo, desde que se convirtieran en
almas solitarias, era sencillo o muy sencillo y rara vez escapaba a la rutina,
pero ninguno había hecho otra cosa que patrullar los corredores y recámaras
bajo y sobre la superficie, unas veces fuera del horario laboral y otras dentro
de el. Formando o no grupos con los guardias reales, se movían sin un rumbo
determinado y, con la inexistencia de problemas sociales, robos o conflictos
bélicos grandes o pequeños, las almas solitarias acababan casi siempre reportando
faltas de a seo e higiene y deficiencias estructurales, una tarea con muy poca
relación o ninguna con la seguridad, al personal de maestranza. Wilson, Iulí e
Iris, como todos los seres elementales insulares (de todos los países
centrálicos, en realidad), habían tenido sus máximos desafíos durante la Gran
Catástrofe, en su caso remitiéndose las tareas a dar un reporte detallado a los
directivos del banco Real y al Consejo de Hacienda y Economía, el C-HE, sobre
las pérdidas materiales, estructurales y económicas.
De
momento, las ex almas solitarias concluyeron los festejos con un abrazo grupal
y otro con quienes para ellas eran héroes.
“Es grandioso estar de vuelta”, volvieron a
afirmar prácticamente al unísono.
_¿Qué hacemos ahora?., llamó Wilson, por primera
vez evadiéndose de su enorme deseo de participar nuevamente de los deportes de
precisión.
La realidad más inmediata era otra.
Las damas y el tenían cosas muchas más
urgentes en que pensar, a las cuales dedicarle el tiempo y las energías que
hicieran falta. Sus cartas personales eran un ejemplo, tal vez uno de los
principales. De los tres, los casos de Iulí y Wilson eran los sencillo, puesto
que únicamente deberían presentarse en la Dirección de Identidades, el
organismo dependiente del Consejo DCS, y
pedir que volvieran sus cartas a entrar en vigencia, con los números que
hubieron de tener antes del hechizo fallido. El de Iris era el caso complejo,
porque su nacimiento había sido antes de la invención de las cartas personales.
Sería principalmente un problema con el número, a diferencia del otro par de
hadas resurgidas – mil ciento noventa y cinco millones setecientos cuarenta y
cinco mil ochocientos noventa y nueve Wilson y mil ciento noventa y cinco
millones novecientos cinco mil cuarenta y uno Iulí –, e Iris llegó a pensar que
su número personal serían nueve ceros seguidos de un uno.
_Tenemos que ver de que manera ustedes pueden
reasumir sus roles en la sociedad – les dijo Elvia, aun contenta por lo exitosa
que la jornada había sido –. Lo de las cartas personales es sumamente
importante, eso no se discute, pero no lo único. El techo es otra cosa
importante, aunque creo que eso ya está solucionado, ¿no es así?. Al menos,
está solucionado en lo teórico.
Wilson e Iulí no tendrían más que elegir
entre La Fragua 5-16-7 o 5-11-8, donde vivían su hija mayor y la menor,
respectivamente. Iris, siendo quien era, tendría un techo asegurado con solo
poner los pies frente al siempre imponente acceso principal del Castillo Real.
No se trataba de un hada más, sino de la hija menor de los reyes de Insulandia,
una ascendiente en línea directa muy lejana de la reina Lili y la princesa
Elvia. “Eso no me interesa, todo lo que quiero es volver a trabajar en este
lugar”, dijo Iris, cuando entre los presentes surgió la posibilidad de un
conflicto de intereses, porque la antigua jefa del MEU podría reclamar el
trono. Dicha aquella respuesta, un problema había sido solucionado antes de que
empezara.
_Seguro que antes de dejar el Banco Real los
seis vamos a terminar reconociendo que, en comparación, lo fácil fue ir a la
Casa de la Magia, encontrar las piedras oculares, volver y ejecutar el trabajo
de Mücqeu – vaticinó Eduardo, cosechando aprobaciones entre los oyentes –. A
simple vista, no parece que eso de la vivienda, el trabajo y lo demás sean
problemas. Pero es solo la teoría.
_Y todo eso sin tener en cuenta el alboroto
venidero - agregó Kevin – No bien se
sepa que tres de las almas solitarias se convirtieron nuevamente en hadas… las
demás se van a poner en fila esperando que sea su turno para probar la fórmula.
Tanto ellas como ustedes se van a convertir en blancos para todo el mundo y es
obvio que ese trabajo va a convertirse en uno de los hitos más grandiosos de
todos los tiempos. Mücqeu va a revalidar su puesto como una de las personas de
ciencia más grandiosas que jamás hayan
existido.
Una cosa era segura – reconocían todos – La
sociedad de las hadas en general los iba a recibir con los brazos abiertos, e
incluso lo harían también los individuos de otras especies elementales. Quizás
la excepción fueran los ilios, porque no se trataba solamente del hecho de que
se usara la magia para revertir el estado de las almas solitarias, sino que una
de ellas había sido, y continuaba siendo, su enemiga número uno, y los ería
hasta el fin de los tiempos. Eduardo recordó en ese momento algo que le dijera
el director del museo, sobre que a los ilios les daría tanto miedo enterarse de
que su mortal enemiga estaba de vuelta que solo con eso podría mantenérselos a
raya. La visión de aquel experto se había vuelto realidad, y tal vez, gracias a
eso, la sociedad y el estado insulares tuvieran un problema menos por el que
preocuparse. Con los ilios a raya, quienes vivieran en el oeste-noroeste del
continente centrálico podrían disfrutar de mayor tranquilidad, quietud y paz.
Sin tener en cuenta eso, la Guerra de los
Veintiocho, Iris era, o había sido, una celebridad por demás rectísima. Su
desempeño en la junta directiva del Banco Real de Insulandia había sido
excelente, su rol como miembro de la familia real de esos tiempos también y su
trato con el pueblo, hadas y otras especies, fue musa incluso para sus padres
(los reyes) y su hermana (la heredera). También Iulí y Wilson fueron muy
queridos en su momento, además de respetados y vitoreados. Las destrezas del
padre de Cristal e Isabel en los deportes de precisión aun daban de que hablar
– a la fecha era el único insular que había acertado un tiro en el punto
central de un blanco a mil metros, una marca jamás superada – y muchas
figuraban como parte del aprendizaje de los nuevos deportistas. La madre de las
hermanas, por su lado, había cosechado sonorísimos aplausos con cada nueva
participación suya en los desfiles de moda. Apenas un semestre le había
resultado suficiente para capacitarse en aquel tiempo, y por supuesto que ahora
pasaría lo mismo.
_Otra cosa importante – puntualizó Eduardo al
cabo de un tercio de hora, cuando ya se veía agotado el tema de las futuras
ocupaciones –. Si nuestra intención es que la reina Lili, Isabel y Cristal sean
las tres primeras hadas en enterarse de la vuelta de ustedes, ¿cómo vamos a
salir de acá?.
No veía como Wilson, Iulí e iris podrían
dejar el banco sin ser detectados. Ya no podrían atravesar las paredes, pisos y
techos, y de seguro cualquiera tendría sus sospechas si de repente se
encontrara a un cuervo volando a tientas por los corredores, a un lobo
marchando al trote y a un arbusto gigante haciendo sus buenos esfuerzos por no
quedar atascado en alguna angosta abertura.
_Así, Eduardo – explicó iris, o empezó a explicar
–. También vos lo podés hacer, con un poco de práctica. Es algo que todas las
hadas podemos hacer, aunque tiene dos puntos contrarios. No podemos mantenerlo
por más de un cuarto de hora y nos resta velocidad – dejó su silla y se ubicó a
distancia del grupo –. La parte buena de esto es que ganamos maniobrabilidad.
Iris se transformó en una esfera brillante de
color turquesa no más grande que una pelota de tenis, y de inmediato se puso a
revolotear por la recámara, bordeando todo y a todos produciendo al moverse una
difusa estela, de tonos más claros de turquesa, y un sonido más parecido al
zumbido de una abeja que a otra cosa. Volvió a la normalidad y explicó:
_A ningún guardia real, empleado o directivo
del banco va a llamarle la atención tres esferas luminosas en movimiento por
los corredores, porque eso pasa casi todo el tiempo. A veces son las hadas
recurriendo a sus poderes para iluminar el camino cuando se agotan las
antorchas y mecheros, que es lo que pasa en la mayoría de los casos – era el segundo
cigarrillo que encendía desde su “regreso”, y pronto estuvo nuevamente soltando
bocanadas de humo al aire – Otras veces son esos mismos seres feéricos
practicando magia o verificando los sistemas de seguridad. El caso es que Iulí,
Wilson y yo vamos a pasar inadvertidos. Y menos atención van a llamar la
princesa y ustedes dos. Avisé que iban a quedarse todo el día con nosotros
hablando de… que se yo, cualquier cosa.
Iulí y Wilson también se transformaron, para
demostrar que podían hacerlo. Elvia, Kevin y Eduardo advirtieron que la salida
no sería problemática para las antiguas almas solitarias.
_Hay que llevar esa fórmula a cada uno de los
reinos en que haya seres como los que fuimos nosotros – dijo la futura suegra
de Eduardo y Kevin, tras recuperar la forma corpórea –. Creo que el número de
especies elementales podría caer en menos de un día de sesenta y cinco a
sesenta y cuatro, aun sabiendo que alguien tendría que hacer un viaje más a la
Casa de la magia, para buscar las piedras oculares restantes, porque esas nueve
que sobraron – miró fugazmente la repisa en un muro, donde las piedras
sobrantes “descansaban” dentro de una cajita de vidrio – no son suficientes.
¿Me das uno a mi también?., pidió al arqueólogo.
Al aludido metió la mano izquierda de nuevo
en el bolsillo de la camisa y extrajo un cigarrillo del atado ya prácticamente
vacío. Ya sabía de sobra que el tabaco era un artículo de consumo masivo para
las hadas se calculaba que una de cada
cinco o seis en el reino de Insulandia era fumadora – y que en algunos países
formaba parte de la canasta básica. La CTISE (Compañía Tabacalera Insular,
Sociedad del estado) y otras cinco empresas privadas (tres insulares y dos
extranjeras) producían en conjunto las suficientes toneladas cada año para
abastecer el mercado interno e incluso exportar. Excepto en los centros de
salud y otros (muy) pocos lugares, estaba permitida su ingesta, y en la capital
insular, en el barrio Dos Arcos, había un lugar llamado “Club del Tabaco”,
donde tanto usuarios (socios y visitantes) como el personal eran fumadores más
o menos empedernidos.
_Otra cosa – llamó Kevin –, que no debe pasar
por alto – allí ya no quedaba mucho por hacer, y estas palabras estaban
dirigidas a sus futuros suegros e Iris –. Si están apurados, vístanse despacio.
No traten de abarcar mucho en poco tiempo, porque nada bueno va a salir de eso.
Tiempo es algo que los tres van a tener de sobra, así que concéntrense bien en
todo, y si pueden no empiecen una cosa sin concluir la anterior. Su caso es
único y por eso, como dije, tienen que moverse despacio.
Eduardo recordó que las hadas a menudo le
decían so, cuando trataba de aprender algo sobre la cultura e historia
insulares, cualquier otro aspecto de la población feérica u otros seres
elementales y sus habilidades y poderes. Rara vez hacía caso a eso, porque no
disminuía la emoción – el descubrimiento triple: las hadas, la vida
extraterrestre y la magia –, sino lo contrario. A cada día que pasaba se sentía
más contento, cómodo y a gusto, a causa de sus vivencias y experiencias.
_Sabias palabras – reconoció Wilson,
agudizando el oído y oyendo una campanada distante. Miró el reloj en un muro y
confirmó el horario: las ocho en punto de la noche –. Pero yo no me puedo
comprometer con ellas, al menos no del todo. Puedo intentar seguirlas, pero es
imposible que lo haga a rajatabla. Son demasiadas emociones, demasiadas las
cosas que estoy sintiendo y demasiado el tiempo que pasé transformado en un
alma solitaria. Lo bueno es que, como dijiste, voy a tener todo el tiempo que
quiera a mi disposición.
_El día clave, creo, va a ser mañana –
vaticinó Iulí –. En cuanto Isabel, Cristal y la reina Lili se hayan enterado…
conozco a mis hijas. Van a dar exclamaciones tan potentes que cualquiera lo
bastante cerca de ellas va a poder oírlas, y comprender de que se trata. Y Lili
está casi siempre rodeada de gente. Lo que quiero decir es que la noticia va a
correr tanto o más rápido que el agua. Todo el mundo al corriente en… ¿cuánto?,
¿veinticuatro horas?.
La princesa Elvia, Kevin y Eduardo
coincidieron en que sería un lapso menor a ese por lo que esto representaba: el
logro más importante, o uno de los más importantes, de todos los tiempos, en lo
que a ciencia se refería. La
“Recuperación Corpórea de un Alma Solitaria”, como se titulaba el
trabajo de Mücqeu, ocuparía con toda seguridad uno de los lugares más elevados
en los anales científicos de los seres feéricos y podría, por qué no, dar pie a
nuevas investigaciones, sirviendo a los expertos como musa de inspiración.
Otras dos horas dejaron pasar antes de
incorporarse y decidir que era el momento de retirarse y volver a la capital.
Dejaron la recámara en las mismas condiciones en que la encontraron, sin ningún
rastro de que allí hubieran estado practicando un ritual desconocido pata todos
los elementales. Incluso habían puesto el pesado arcón con los objetos usados
en un lugar donde no llamara la atención, debajo de una repisa con insumos para
el mantenimiento de esa recámara. Ordenaron las sillas pulcramente, en torno a
la mesa, y la heredera insular se ocupó de la anulación del hechizo, que hubo
de aplicar otras tres veces. “Y así concluimos dos jornadas por demás
complicadas”, fue lo último que pronunció, al momento de atravesar el umbral.
Irían directo l acceso lateral de la planta baja, en la superficie, el único
que permanecía habilitado después del fin de la jornada laboral. Como lo
acordaron previamente, Wilson, Iulí e Iris se transformaron en las brillantes
esferas violeta, lila y turquesa, no sin antes anunciar al trío de héroes – eso
veían en Elvia, Kevin y Eduardo – que los esperarían fuera del área de
cobertura de las defensas mágicas del banco. Las esferas finalmente se
perdieron en la distancia, confundiéndose con el fuego que crepitaba en las
antorchas, y el artesano-escultor, la heredera insular y el arqueólogo
empezaron la caminata a la superficie.
_Lo logramos., se alegró la princesa, con un
suspiro de alivio, reparando en que era algo lúgubre el corredor a esta hora de
la noche, con una iluminación tan débil y sin otras voces y pasos que quebraran
el silencio, más allá de los suyos.
Cada vez que ella y los hombres movían un pie
hacia adelante, el sonido se escuchaba fuerte, más que en pleno horario laboral
en la institución bancaria. Rara vez se veía a alguien en el sector subterráneo
en las noches, excepto las acostumbradas rondas de los guardias reales y el
personal de maestranza. El movimiento de
los dos grupos iba de a poco recuperando su ritmo acostumbrado, a medida que la
Gran Catástrofe se alejaba en el tiempo y sus efectos tan nocivos iban siendo
recuperados. A nivel país quedaba de todo por hacer, pero la recuperación del
Banco Real de Insulandia, por ser este una prioridad, ya estaba prácticamente
finalizada. Por razones de seguridad y prevención, habían aumentado el
movimiento por fuera del horario laboral.
_Y que lo digas – le respondió Eduardo,
desacelerando el ritmo de su respiración –. Fue un día que no vamos a olvidar
jamás. Lo que vivimos, lo que hicimos y los peligros en la Casa de la Magia…
¿descubrimos un límite que no conocíamos?.
_Supongo que si – arriesgó Kevin, convencido
de haber acertado –- El Mï-Nuq, por ejemplo. Son pocas las hadas que tienen a
esos monstruos frente a si, y menos aun las que logran vencer a uno recibiendo
únicamente heridas menores.
En eso los tres estuvieron completamente de
acuerdo. Los registros médicos que se hacían después del enfrentamiento contra
los Mï-Nuqt y los Uc-Nuqt daban cuenta de que lo menos que le podía pasar a un
hada era fracturarse un hueso o terminar con alguna parte del cuerpo, las manos
principalmente, quemada o ensangrentada – esto le había pasado a Eduardo –.
Esos monstruos eran tan fuertes que casi no se remitía su uso a otra cosa que
no fuera el adiestramiento militar, y su regulación, siempre estricta, dependía
del Consejo de Ciencias, a través de la COMDE (Compañía Mixta de Desarrollos
Especiales) y la FPISE (Fábrica de Pociones e Insumos Mágicos, Sociedad del
Estado). En este sentido, el trío se podría considerar afortunado por haber
recibido solo una quemadura en la mano, un esguince y el cabello chamuscado.
_O los otros peligros en la Casa de la magia
y la llegada y la salida – agregó Eduardo –. Y en lo personal las cosas que por
fin pude dominar. La transformación y la capacidad de hablar estando con la
forma natural. Cuando se lo cuente a Isabel no lo va a poder creer. Logré hacer
en un momento lo que no pude en un mes, desde que supe que los seres feéricos
se podían transformar.
_Por unos segundos yo llegué a pensar lo
peor, cuando caí en aquella trampa en el Dïpnem – rememoró Kevin, al doblar a
la derecha en el final del corredor –. Sabía que las anacondas reales podían
excavar bajo ciertas profundidades, pero esto… a lo mejor es porque fui yo, a
lo mejor no. Las estructuras en la Casa de la Magia son particularmente
resistentes y fuertes. Y crear un hueco allí no es un trabajo sencillo.
Su accionar allí había sido puro instinto.
Estando transformado, no pensó en otra cosa que en (tratar de) escapar de la
trampa y volver a la superficie, con el par que ya se planteaba como
rescatarlo. Allí había visto una piedra ocular y no dejó pasar la oportunidad.
_Todos los días se puede aprender algo nuevo,
y el de hoy no fue la excepción – intervino la princesa, agudizando su sentido
de la audición. Los pocos pasos que estaba escuchando no estaban siquiera
cercanos a ella y el par que la acompañaba. Si el oído no la engañaba, eran
empleados de limpieza haciendo sus rutinarias tareas –. Los tres tuvimos
nuestra primera experiencia en combate. Es cierto que no fue la gran cosa, pero
aun con eso fue el debut. Y estuvimos en la Casa de la Magia, que no es poca
cosa.
Al pie ya de la escalera vieron una situación
que, de haber sabido que lo harían, hubieran usado otro camino. Allí, un
pequeño corredor no muy extenso, de solo cuatro metros, llevaba a una recámara
de inauguración reciente, que habría de ser usada por el personal
administrativo en las jornadas laborales. En el momento en que Eduardo, Elvia y
Kevin pasaron por allí fue inevitable que vieran a uno de los administrativos
del turno nocturno y una de las últimas empleadas del diurno en una situación
que empezaba a ser “embarazosa”, con los primeros besos. “Sigamos”, quiso la
princesa, que pasó el tiempo que demoraron en llegar al acceso lateral de la
pirámide, además de con las mejillas enrojecidas, comentando lo habituales que
se habían vuelto esos comportamientos en los últimos años fuera del ámbito
privado, y en lugares que distaban mucho de ser apropiados o, por lo menos,
permitidos. “Ayuda bastante que el sexo no haya sido ni sea algo tabú”,
concluyó Elvia, viendo no muy lejos las tres esferas de colores.
_Lo que serán entonces los lugares apropiados
para esas cosas., comentó Kevin, pensando en los hoteles alojamiento que
funcionaban en la capital insular y los otros dispersos por el interior del país.
_En ese aspecto, las hadas van pareciéndose a
los humanos., agregó Eduardo, pensando (o recordando) en que esos temas estaban
presentes por todos lados, esa abundancia casi monopolizada por las
publicidades gráficas y los medios informativos.
Ese tema nada tabú fue el que los mantuvo
ocupados hasta que llegaron al punto en que estaban las esferas, tal vez una
conversación de dos minutos al amparo de la noche, y la concluyeron resaltando
el que sin dudas era su más positivo aspecto. Las demostraciones e incentivos
en la sociedad – publicidades gráficas, que también las había en este mundo, las
comidas estimulantes cada vez más variadas… – habían logrado que en el reino
insular los nacimientos en diez mil doscientos tres fueran un veintiséis por
ciento más que en diez mil doscientos dos, pasando de veintidós mil seiscientos
cincuenta a veintiocho mil quinientos treinta y nueve. Era toda una buena
noticia para las hadas, que vieron en la cifra del año pasado el motivo para
una gran alegría.
Al llegar el trío a las esferas, estas
desaparecieron y los seres feéricos se materializaron, habiéndose asegurado de
que ninguna hada u otro ser elemental estuviese cerca. Fue otro momento solemne
para Iulí, Wilson e Iris, que volvieron a sentir el contacto con los elementos –
la tierra y el viento nocturno – Las auras lila, violeta y turquesa tuvieron el
característico estallido producto de la emoción y la princesa Elvia, Kevin y
Eduardo tuvieron que pedirles calma a los tres mediante gestos para que no se
delataran ellos mismos. No los podían culpar, porque eran las emociones
demasiadas, pero al mismo tiempo les recordaban, otra vez, que ya tendrían
tiempo suficiente para celebrar. Cuando ese ajetreo quedó atrás, la primera pregunta
que surgió, la formuló cada uno con sus palabras, en voz baja, y fue “¿Y ahora,
a qué lugar?”.
_A Barraca Sola – prefirió Eduardo,
particularmente dirigiendo esa respuesta a Kevin y de ambos sus futuros suegros
–. Si el y yo volvemos después de las veintiuna, las chicas nos esperan en la casa
de alguna de las dos… y ahora son las veintidós horas con cuarenta minutos.
_lo habrán pasado de mil amores, y también
Lía y Nadia – visualizó Kevin en su mente, al tiempo que mostraba con sus manos
la aprobación a la preferencia de su amigo –. Sol, arena, agua, la sombra de
los árboles… y nosotros “ocupados”. Apuesto que a estas alturas ya habrán ido a
buscarnos a El Tráfico y ahora estarán bien despiertas en la sala.
Ya habiendo decidido ir a l barrio
periférico, convinieron en no usar las puertas espaciales. Habría un hada
guardiana apostada junto a cada una y la gente las estaría usando. Demasiados
testigos, y ninguno que fuera el indicado para enterarse en primer lugar de la
vuelta de Wilson, Iulí e Iris.
_Nosotras nos vamos al Castillo Real – avisó la
heredera insular –. Se que mi mamá no acostumbra alterar su rutina, así que asumo
que en este momento debe estar ocupándose de las últimas actividades del día…
creo que tenía una reunión con el Consejo SAM. Yo puedo entrar a la vista de
cualquiera que esté por allí, e Iris, si vuelve a convertirse en la esfera
turquesa, puede colarse por donde se le ocurra. Nos encontramos más tarde en el
acceso a la oficina real y listo… ¡transfórmense ahora y ocúltense!., pidió a
Iris, Iulí y Wilson repentinamente, porque había visto como un hada se acercaba
hacia ellos a gran velocidad.
Era uno de los empleados de mantenimiento del
Banco Real. No se trataba de un asunto grave, pero de cualquier manera era
necesario que la princesa Elvia estuviera enterada e intentara, si no escapaba
a sus posibilidades, encontrarle una solución. Una de las recámaras que contenía
parte de los bienes del Consejo de Cultura había cedido, a consecuencia, por
supuesto, del estado en que había quedado el suelo después de la Gran Catástrofe.
La recámara en cuestión, cuyo contenido – piezas artísticas y unas pocas
arqueológicas no transferidas al Consejo de Arqueología y Genealogía – estaba valuado
en exactos doscientos millones de soles, se encontraba en una de las zonas más
profundas del sector subterráneo del banco, y por debajo del suelo, de este a
veinte metros, corría un caudaloso arroyo. Era muy posible que filtraciones de
agua nunca detectadas hubiesen
debilitado gradualmente la estructura, lo que más tarde o más temprano habría
provocado su colapso. Eso finalmente había pasado, y ahora estaban trabajando
allí dos de los empleados del turno nocturno (el tercero le había dado la
noticia a la princesa) poniendo a salvo las piezas y apuntalando la estructura
en la zona afectada. “Tengo que estar allí, es mi obligación” – dijo la
heredera al empleado –, “voy en un momento”. Cuando el técnico hubo de
marcharse, Elvia se dirigió a Eduardo y Kevin y les dijo:
_No puedo ni quiero evadirme de esto, es una
parte de mis responsabilidades en el poder político.
Las tres esferas de colores continuaban
estando allí, medio ocultas entre el césped crecido al lado de un grueso
tronco, por si alguien volvía a pasar por ese lugar. Iris comprendió y justificó
a la hija de Lili. Sería más importante para cualquiera el hecho de velar por
la integridad estructural de una de las instituciones principales del país y la
del patrimonio cultural e histórico que acompañarla al castillo.
_No hay cuidado – comentó Iris, moviendo las
manos, después de recuperar la forma corpórea, para complementar esas palabras
- Yo–habría hecho lo mismo… tal vez debería. El Banco Real de Insulandia
siempre fue mi lugar de trabajo y va a serlo hasta que Cal-Uk, o Aldem, venga
por mi.
Esta figura religiosa era poseedora de tanta fama y gloria como Vica. Sin embargo,
a diferencia de aquella, a Aldem, o Cal-Uk en el idioma antiguo, se lo asociaba
con la oscuridad y la muerte, por lo que las hadas no efectuaban por el las
mismas demostraciones (tributos, plegarias, ofrendas…) que con Vica, asociada a
la luz y la vida. En los tiempos de la religión, se decía que el dios visitaba
a las hadas en el instante inmediatamente previo a su deceso para “acompañarla”,
literalmente según la creencia religiosa, al otro mundo. Sabiéndose fallecida,
el hada aceptaba la escolta de Aldem y marchaban juntos hacia el lugar de no
retorno. Se sostenía que la señal de eso era el aura y la energía vital
saliendo disparadas al aire a gran velocidad.
_Solo voy a lamentar una cosa de no poder
acompañarte – dijo Elvia, desplegando sus alas – Perderme la expresión y
reacción de mi mamá y quienes estén con ella en el momento en que te vean
llegar.
Y emprendió velozmente el vuelo, pese a que
su destino no se hallaba nada lejos.
_¿Continuamos?., propuso Eduardo, consultando
su reloj de bolsillo (las veintidós horas con cincuenta minutos), al tiempo que
Iris volvía a convertirse en la esfera de color turquesa.
_Continuemos., contestó Kevin, con el otro
par de esferas suspendidas sobre sus hombros.
Ambos remontaron el vuelo, maniobrando para
esquivar las colas más o menos frondosas. Volaron a una velocidad normal para
no llamar la atención de los seres elementales de hábito nocturno y unas pocas
hadas que andaban por allí, con las tres esferas moviéndose delante formando
una línea recta. La noche era perfecta, sin siquiera una nube solitaria en el
cielo, con un clima agradable y con la dosis justa de viento. Los hombres
pensaron que eran las mejores condiciones para los paseos de aquellas parejas que
había abajo. Las mismas que los motivaban a ellos para salir con Isabel y
Cristal a divertirse a cualquiera de los salones de baile, clubes sociales o
espacios recreativos que pululaban en la capital insular. N o les costó
esfuerzo advertir que esas salidas serían de ahora en adelante mucho más
animadas y alegres, por la forma en que mejorarían las personalidades y el
carácter de sus compañeras sentimentales, cuando estas al fin se hubiesen
reencontrado con sus padres. Unos pocos minutos más adelante detectaron la
ciudad, con su restaurado arroyo de circunvalación (era el lugar, ahora, si, un
archipiélago adentro de otro archipiélago), e iniciaron el descenso en forma
espiralada, con la idea de posarse justo en la entrada de la vivienda que tenía
encendidas todas las luces de la sala.
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En La Fragua, 5-16-7, en Barraca Sola, las hermanas
de aura lila se pusieron de pie al escuchar las voces de sus compañeros de
amores al otro lado de la puerta, sin dejar de disimular y ocultar la
preocupación por su ausencia tan prolongada y esta vuelta tan tarde, pasadas
las veintitrés. Hacía tres horas que Cristal e Isabel habían concluido el
merecido y agradable día de descanso en el balneario y, al no hallar a los
hombres en ninguno de los lugares que solían frecuentar (a la búsqueda la
empezaron por el bar El Tráfico), supusieron que estarían ocupados con algo de
suma importancia, desconociendo que podría ser aquello. Al verlos, fue
inevitable que se alarmaran y a los dos les preguntaran en que cosa peligrosa
se habían metido, porque Eduardo hacía aun los raros movimientos en una mano y
Kevin en la pierna, y ambos además tenían la ropa en pésimas condiciones. Los
hombres se limitaron a decir que habían estado afinando las nuevas habilidades
del arqueólogo con un MïNuq y, como hubieron de calcularlo, las chicas
reaccionaron echándose las manos a la cabeza, elevando la voz y, por supuesto,
resaltando la imprudencia e irresponsabilidad del par. A la vez, los notaron
emocionados, y cuando les preguntaron a ese respecto, los hombres se limitaron
a decir unas pocas palabras.
_Eso y lo demás pueden quedar para otro
momento., prefirió Eduardo, que corrió las cortinas y observó al otro lado de
la ventana.
_Ahora, lo infinitamente importante es otra
cosa., añadió Kevin, de pie en el marco de la puerta.
Cada uno a su modo dio a entender a las
hermanas que había dos personas esperando para entrar, las cuales querían
verlas y hablar con ellas, además de con ambos hombres.
_¿Quiénes?., preguntaron las hermanas, casi
al unísono.
_Ellos., contestó Eduardo.
_Pasen., indicó Kevin, acompañando las
palabras con un gesto manual.
Isabel y Cristal enmudecieron, y sus ojos se
abrieron de par en par.
---
En los últimos minutos del día, en la oficina
principal del castillo, la reina de Insulandia estaba manteniendo una reunión
extraordinaria con la plana mayor del Consejo de Salud y Asuntos Médicos,
encabezados los expertos por Lursi, quien ejercía interinamente la autoridad en
ese organismo. Eran en total ocho las personas que estaban inmersas en una
conversación acerca de las instituciones de salud de la Ciudad Del Sol en
relación a un ambicioso programa de urbanización que ya estaba empezando –
aprovechando la recuperación de la infraestructura dañada – en dicho poblado y
sus áreas colindantes. Cada uno de los notables allí reunidos con Lili,
mostraban sus pros y sus contras sobre las ideas que iban surgiendo entre
ellos, y también sobre el reporte firmado por Nadia el día anterior, que daba
cuenta de las condiciones en que estaban dichas instituciones a inicios del
mes. Tenían frente a si un mapa de la ciudad en que estaban señalizados esos
lugares, y con eso iban afirmando o descartando las palabras e ideas que
barajaban. Las palabras llegaban y se iban y al final solo quedaban las mejores
apuntadas en las páginas en blanco que tenían las hadas frente a si. Recién
vieron interrumpida la reunión extraordinaria una única vez, al escuchar como
los dos guardias que vigilaban al otro lado de la puerta patearon el suelo
(advirtieron que fue con el pie izquierdo) y pusieron sus lanzas en posición
vertical, al animado grito de “¡¡¡Larga vida a la princesa!!!”. Las hadas
médicas y la reina Lili apartaron los ojos y las manos de los apuntes.
_¿Habrá vuelto Elvia?., sugirió Lursi,
escuchando como uno de los guardias hacía girar el picaporte, lo que dio a
entender que alguien importante había llegado al despacho de la reina.
_No lo creo – discrepó la soberana insular –.
no pensaba volver hasta mañana al mediodía, o eso le entendí. O tal vez si sea
ella, por ese grito que pronunciaran los guardias.
Si era una princesa quien había llegado.
Pero no la hija de Lili.
Las puertas se abrieron e hizo su ingreso una
mujer vestida con una traje tradicional, y en la oficina real todos quedaron
boquiabiertos.
FIN
--- CLAUDIO ---
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